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Economía UNAM

versión impresa ISSN 1665-952X

Economía UNAM vol.7 no.20 Ciudad de México may./ago. 2010

 

Artículos

 

Juventud y crisis: ¿hacia una generación perdida?

 

Youth and Crisis: Moving toward a Lost Generation?

 

Ciro Murayama

 

Profesor de la Facultad de Economía, UNAM. Correo electrónico: <<ciromurayama@yahoo.com>>

 

Resumen

Expone cómo la oportunidad de desarrollo que representa el arribo de millones de jóvenes a la edad productiva puede convertirse en un severo problema de exclusión temprana de las generaciones que en México llegan a la edad adulta. Enfatiza que es un asunto de seguridad nacional que debe atenderse mediante medidas de política económica y social, pues hay millones de nuevos adultos que demandan educación y empleo, y una parte importante ni estudia ni trabaja, con ello se reproducen las asimetrías preexistentes, sobre todo si la propia escuela y el mercado laboral van perdiendo legitimidad. El autor muestra que la generación "ni-ni" desarrolla una experiencia vital de desafiliación institucional. Pero son jóvenes con deseos de consumo. Por ello se advierte que es urgente poner en marcha una estrategia de inclusión social, donde se amplíe el presupuesto para ellos, pues de no hacerlo podrían representar un amplio ejército delincuencial de reserva.

 

Abstract

The author explains how the chance for development offered by millions of young people becoming of working age can turn into a severe problem of early exclusion of these generations in Mexico. He emphasizes that this is a matter of national security that must be dealt with using economic and social policy, since millions of new adults are demanding education and jobs, and a large part of them neither work nor study. This reproduces pre-existing asymmetries, above all if school and the labor market themselves are losing legitimacy. The author shows that the "neither-nor" generation is de-coupling from institutions. But they are young people who want to consume. For this reason, it is urgent to launch a strategy for social inclusion, increasing the budget earmarked for them. Otherwise, they could represent a huge reserve army of criminals.

JEL classification: J11,J38, J62, L28

 

La demografía mexicana de inicio del siglo XXI ofreció una de las mejores oportunidades que el país haya conocido en su historia en términos de potencial de crecimiento económico: una reducción significativa de la tasa de dependencia poblacional permitiría que el grueso de los habitantes se ubicara en las edades productivas. Se trata del llamado bono demográfico que, como toda oportunidad, puede ser o no aprovechada y que, además, es transitoria.

El desempeño económico que ha acompañado a la coyuntura histórica del bono demográfico se caracteriza por el bajo ritmo de expansión de la actividad así como por una profundización del desequilibrio estructural en el mercado de trabajo en México, donde la población económicamente activa crece sistemáticamente a una velocidad superior a la de la creación de empleos formales (Murayama, 2009). Este panorama se agrava con la crisis económica que inició en 2008.

La presente nota tiene el propósito de exponer cómo la oportunidad de desarrollo que representa la llegada de millones de jóvenes a la edad productiva, en un escenario de lento crecimiento de la economía conjugado con una deficiente trayectoria escolar en la educación media superior que limita la cobertura educativa a nivel superior, puede acabar por convertirse en un severo problema de exclusión temprana de las generaciones que llegan a la edad adulta en la segunda década del siglo. Lo anterior supone efectos de una prolongada y permanente marginación económica y social, lo que pone en riesgo no sólo los objetivos de equidad y cohesión social que deben inspirar toda aspiración genuinamente nacional, sino la misma capacidad de convivencia armónica en el México de los próximos años. La idea central es que la inclusión de las generaciones de jóvenes es un asunto de seguridad nacional, que debe atenderse a través de medidas de política económica y social.

 

Más de veinte millones de nuevos adultos

De acuerdo con las proyecciones demográficas que realiza el Consejo Nacional de Población (CONAPO), entre 2010 y 2019 en México llegarán a cumplir 18 años veinte millones y medio de personas (cuadro 1).

Si se considera el universo de adultos jóvenes que habrá cada año en el país durante esta década (cuadro 2), se obtiene un promedio de 23.15 millones de personas entre los 18 y los 29 años, de tal suerte que México tendrá el desafío y la oportunidad de ofrecer salud, educación y empleo a esa población en edad de estudiar, trabajar y producir riqueza. El devenir de la década en curso, así como el tipo de economía y sociedad que se labren para las décadas ulteriores va a depender, críticamente, del tipo de experiencia juvenil que vivan estos millones de mexicanos que conformarán a buena parte de los ciudadanos de que disponga el país en la primera mitad del siglo XXI.

 

Oportunidades educativas: sólo uno de cada tres

Una pregunta pertinente para conocer cómo llegan los mexicanos a la edad de ciudadanía consiste en indagar su ubicación -o la exclusión- en la educación superior. De acuerdo con estimaciones hechas por Germán Álvarez Mendiola (2006: 386), por cada cien niños que iniciaron la educación primaria en el ciclo escolar 1990-1991, la terminaron 80.04 en 1995-96; 69.38 ingresaron a la secundaria (1996-97) y la culminaron 52.81 (en 1998-99); a la educación media superior entraron 49.12 (en 1999-2000) y egresaron de ella 28.15 (en 2001-2002), y nada más 21.64 por cada 100 que iniciaron la primaria doce años antes consiguieron acceder a estudios superiores, lo que representa 547 191 alumnos de primer ingreso a la licenciatura universitaria y normal en el ciclo escolar 2002-2003.

Como se aprecia, existe un filtro a lo largo del sistema educativo mexicano que hace que el porcentaje de personas de entre 25 y 34 años que han acudido a la educación media superior sea de 38%, mientras que el promedio en los países de la OCDE resulte de más del doble, de 78%; aunque el rezago también es significativo frente a países de desarrollo similar al nuestro, como Chile, donde 64 de cada cien habitantes de entre 25 y 34 años han asistido a educación media superior (OCDE, 2008: 43).

Para 2008, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) dio cuenta de un acceso a licenciaturas universitarias y tecnológicas de 580 mil alumnos de nuevo ingreso. Es decir, un aumento frente a 2002 de 6%, lo que implica que la oferta de licenciatura de primer ingreso se expande a un ritmo de uno por ciento al año.

Un ejercicio a partir de los datos anteriores, suponiendo una mejoría de la eficiencia terminal en los diferentes niveles educativos que permitiese que 30% de los integrantes de una cohorte de 18 años haya culminado el bachillerato, arroja cifras preocupantes, de casi un millón y medio de jóvenes que, cada año, llegarán a la edad adulta sin haber permanecido hasta ese momento en las instituciones educativas. Lo anterior implica que sólo en esta década podrá haber 14 millones 375 mil muchachos que lleguen a la edad de cursar estudios universitarios sin ninguna posibilidad de hacerlo porque carecerán del grado académico previo que se requiere para el ingreso a la formación profesional (véase cuadro 3).

Los datos de la Encuesta Nacional de Juventud de 2005, indican que de los jóvenes que no acuden a la escuela, 42% lo hace porque tuvo que ponerse a trabajar, mientras que 30% dejó la escuela por falta de interés. Este dato expresa dos tipos de problemas que se sobreponen: las dificultades económicas de las familias mexicanas para mantener a sus hijos en el sistema educativo cuando pueden contribuir a incrementar el número de perceptores de ingreso en el hogar (la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares 2008 evidenció un aumento en el número de perceptores por hogar respecto a 2006), así como un deterioro en la valoración que los alumnos hacen hacia su formación educativa. La educación media superior es, así, por diversos factores, el gran cernidor educativo de México. La deserción escolar en este nivel es cercana a 43%, de tal manera que de mantenerse ese patrón la exclusión educativa de los jóvenes se mantendrá como un rasgo característico de la ausencia de oportunidades de desarrollo en el país.

En la educación hay un problema de abandono temprano. Como se ha visto, ello se debe a las dificultades económicas de los hogares de los adolescentes para costearles estudios, así como a su necesidad de trabajar y, también, a la pérdida de legitimidad de la escuela como vía de movilidad social a los ojos de los jóvenes. Para muchos de ellos, la escuela representa sólo "aburrimiento", como se desprende de distintas encuestas a la juventud. Es decir, la escuela no despierta expectativas sobre el futuro, tampoco ganas de aprender o sentido de pertenencia. A los problemas económicos de las familias mexicanas se superponen las deficiencias del propio sistema educativo, que arroja un saldo de deserción temprana que es la antesala a la vulnerabilidad de los jóvenes y de su exclusión permanente. Un elemento adicional que cruza las decisiones inmediatas —con consecuencias duraderas— de los jóvenes es el cambio en la conformación de sus valores. En palabras de Saraví: "El consumo adquiere cada vez mayor preeminencia como valor y eje de la vida individual y social e incluso como factor clave de integración-exclusión, al mismo tiempo los jóvenes —en particular los más desfavorecidos— perciben que la escuela no presta utilidad en este sentido" (Saraví, 2009: 66).

En lo que se refiere al acceso a la licenciatura, a lo largo de la presente década es factible que disminuya el número de estudiantes excluidos por exceso de demanda frente a la oferta existente. Ello si se hace un ejercicio de proyección que incorpore los siguientes supuestos: que 30% de los jóvenes de 18 años termina su bachillerato y que se mantenga una expansión media de uno por ciento anual en la oferta de de primer ingreso a la licenciatura. El cuadro 3 muestra que hacia 2014 podría darse dicho encuentro entre oferta y demanda. Caben dos advertencias al cálculo recién hecho: no todos los alumnos que entran a la licenciatura son jóvenes que recién concluyen el bachillerato, sino que también se inscriben personas que pudieron culminar su educación media superior con anterioridad; por otra parte, el fenómeno de los rechazados de la educación superior pública no desaparecerá en virtud de que una persona realiza varios exámenes de admisión -incluso en la misma institución educativa-, de tal suerte que el número de aspirantes puede superar el de jóvenes egresados del bachillerato, y es preciso tomar en cuenta que más de un tercio de la oferta de la licenciatura recae en el sector privado, lo que hace que la demanda hacia el sector público crezca en épocas de crisis económica y contracción del ingreso familiar.

En total, a lo largo de la década 6.2 millones de personas podrán ingresar a la educación superior -una persona por cada 20 habitantes del país-. A la par, los jóvenes nacidos entre 1992 y 2001 que de mantenerse las tendencias actuales no conseguirán alcanzar doce años de escolaridad sumarán 14.4 millones de personas.

Así, para las generaciones jóvenes, protagonistas de las primeras décadas del siglo XXI se configura una primera gran división en tercios, donde dos de cada tres habrán vivido la exclusión escolar antes de llegar a la edad adulta.

Es oportuno agregar que la exclusión será más aguda, y temprana, en función del nivel de ingresos de la familia a que pertenezca cada joven. Álvarez Mendiola (2006) estimó, para el inicio del siglo, que si el promedio de escolaridad de los jóvenes de 25 años en México era de 6.25 años, ese indicador caía hasta los 2.14 años para los jóvenes pertenecientes al decil de menores ingresos y que, en contraste, los del decil más alto alcanzaron los 12.13 años de escolaridad. Esta observación es coincidente con la de otras investigaciones (Saravi, 2009) que sugieren que si para la CEPAL es necesario un mínimo de 12 años de educación para escapar de la pobreza, México aún está lejos de ese promedio y que la desigualdad también se expresa en la educación y en la diferencia en el número de años cursados, pues mientras 63.2% de los jóvenes de entre 20 y 24 años pertenecientes al quintil de mayores ingresos tiene terminada la secundaria, sólo la concluyó 12% de los muchachos de esa edad pertenecientes al quintil de menores ingresos.

Por lo hasta ahora visto, la educación no se está convirtiendo en un igualador social ni en un espacio para la cohesión. Al contrario, una educación superior a la que llegará en el mejor de los casos sólo uno de tres jóvenes y en la que uno de cada tres que estudia tiene que costear con recursos familiares su educación, se va convirtiendo en un reproductor de las asimetrías preexistentes en las oportunidades de la población, sobre todo si la propia escuela va perdiendo legitimidad ante los propios jóvenes.

 

Empleo: la generación desperdiciada

Las tasas de participación económica de los jóvenes en México en los últimos años se sitúan en niveles que rebasan 60% para las personas de entre 20 y 24 años de edad, y alcanzan 70% para quienes tienen entre 25 y 29 años. Así, en promedio entre 6 y siete de cada diez jóvenes busca incorporarse al mercado de trabajo. Como muestra el cuadro 4, esas cifras han sido estables en los últimos años y sólo en 2009 se presenta una ligera disminución que puede atribuirse al efecto desánimo (percepción de que no se va a encontrar un empleo u ocupación aunque se busque) producto de la crisis económica que implicó un descenso del Producto Interno Bruto nacional de 6.5% en 2009.

De mantenerse las tendencias registradas, puede estimarse cuál puede ser el incremento de la oferta de fuerza de trabajo en México para los años 2010 a 2019. Si se toma el promedio de participación de los últimos cinco años, se obtiene que la participación de las personas de 14 a 19 años es de 31.74%, de 61.11% para las de entre 20 y 24 anos y de 71.04% para las de 25 a 29 años. De aquí que, al conocer el número de jóvenes que habrá a lo largo de esta década, pueda estimarse el número de personas de esas edades que serán parte de la población económicamente activa.

Cuadro 5

En total, más de 16 millones de jóvenes, cada año, estarán trabajando o dispuestos a trabajar. Esa cifra representa más de 100% de los empleos formales hoy existentes en México (Cuadro 6). Asimismo, la dinámica del mercado de trabajo durante la década previa puede evidenciar hasta qué punto la expansión de la oferta de trabajo supera la creación de empleo de calidad (llegaron 5.7 millones de mexicanos a la población activa y se crearon sólo 1.4 millones de ocupaciones afiliadas a la seguridad social), lo que incrementa la expansión de la informalidad y de la población en situación de desempleo abierto.

 

La escasez de empleo formal hace que la experiencia laboral de los jóvenes sea insatisfactoria, que en vez de representar el inicio de una carrera laboral se convierta en una situación de frustración continua y duradera, por lo que la incorporación al mercado de trabajo no está ayudando a la construcción de la identidad y la autoestima juvenil. Lo anterior, sobre todo, en los más desfavorecidos, quienes "luego de las primeras experiencias laborales, comienzan a percibir la precariedad de su empleo y las escasas posibilidades de obtener otros mejores. No es que al principio no hayan estado conscientes de ella, sino de que una situación que parecía transitoria se visualiza ahora como una condena... Las expectativas se desplazan fuera del trabajo en si, que se convierte casi en un mal necesario" (Saraví, 2009).

El ritmo de creación de empleo de la década previa, con un promedio de 140 mil puestos de trabajo formales al año, es insuficiente para dar cabida a los jóvenes que continuarán llegando al mercado laboral en los próximos años. De los veinte millones de jóvenes que accederán a la edad adulta entre 2010 y 2019, y que en algún momento podrán incorporarse a la actividad (70% de ellos en promedio, unos 14 millones), si acaso uno de cada diez podrá contar en algún momento con un contrato de trabajo que cuente con todas las prestaciones de ley (1.4 millones).

Nueve de cada diez jóvenes trabajadores engrosarán las filas del autoempleo, la informalidad, el empleo precario o el desempleo, con alta probabilidad de dibujar una trayectoria laboral inestable que combine ese conjunto de situaciones de continua entrada y salida de la ocupación de baja calidad.

 

A modo de conclusión

En los años que corren México tiene el mayor número de personas jóvenes que alcanzará en su historia, por lo que resulta fundamental atender a esta numerosa generación durante esa etapa clave de su vida, incluso en tiempos como los de la profunda crisis económica en curso, que puede erosionar aún más las condiciones de desarrollo de los jóvenes y cerrar, desde ahora, su futuro y el de este barco colectivo que es México.

En este ensayo se documentaron los problemas de inclusión al mercado de trabajo y al sistema educativo, que ocurren en un momento de importante cambio demográfico y en un escenario de pobreza creciente, desigualdad persistente y crecimiento económico exiguo.

Los jóvenes excluidos de la escuela y de la ocupación (que no estudian ni trabajan, la generación "ni-ni") desarrollan una experiencia vital de desafiliación institucional. Pero se trata de jóvenes con deseos de consumo. De ahí que la escuela y el trabajo compitan con otras alternativas de ingreso. Como afirma Saraví: "La participación de los jóvenes en actividades delictivas y violentas nos habla de un escenario de sentidos en crisis e instituciones incapaces de interpelar a los sujetos. En este contexto surgen vías alternativas que no sólo se equiparan con la escuela y el trabajo, sino que para los grupos más desfavorecidos comienzan a tener ciertas virtudes". Si las apreciaciones y advertencias de la reflexión de Saraví son correctas, es urgente reconocer que no hay mejor política de seguridad pública ni estrategia anticrimen que la inclusión social de los jóvenes que hoy pueblan nuestras calles. No hay que recortar el gasto, hay que ampliarlo para ellos.

Mientras México no crezca y genere oportunidades de educación y ocupación formal crecientes, nuestros vastos contingentes juveniles seguirán corriendo el riesgo, y con ellos toda la sociedad, de ser un amplio ejército delincuencial de reserva.

 

Bibliografía

Ávarez-Mendiola, G. (2006), "Lifelong Learning policies in Mexico: context, challenges and comparisons" in Compare: A Journal of Comparative and International Education, Volume 36, Issue 3 September 2006 , pages 379 - 399.         [ Links ]

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Jorge Bartolucci, J. (2008), "Cobertura y calidad de la educación media superior en México ", ponencia en V Encuentro Nacional y II Latinoamericano: La Universidad como objeto de investigación, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires Facultad de Ciencias Humanas.         [ Links ]

Murayama, C. (2006), "México 2000-2006: La economía estancada" en Sánchez Rebolledo, A., ¿Qué país nos deja Fox? Los claroscuros del gobierno del cambio, Editorial Norma, México.         [ Links ]

Saravi, G. (2009), "Juventud y sentidos de pertenencia en América Latina: causas y riesgos de la fragmentación social" en Revista de la CEPAL, núm. 98, agosto.         [ Links ]

 

Información sobre el autor

Ciro Murayama. Es Profesor Asociado "C" Tiempo Completo en la Facultad de Economía de la UNAM, donde también realizó su licenciatura en Economía, tiene Doctorado en Ciencias Económicas y Empresariales, por la universidad Autónoma de Madrid, España, 2000. Sus líneas de investigación son: economía de la educación y empleo; financiamiento y fiscalización del sistema político mexicano en perspectiva internacional; globalización y economía mundial. Actualmente es responsable académico del proyecto PAPIIT: el financiamiento al sistema de partidos en las entidades federativas. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, Nivel 1.

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