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Economía UNAM

versión impresa ISSN 1665-952X

Economía UNAM vol.10 no.29 Ciudad de México may./ago. 2013

 

Artículos

 

Medio siglo de desigualdad en el ingreso en México*

 

Half a century of income inequality in Mexico

 

Fernando Cortés

 

Es profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México, y actualmente es profesor visitante en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM. Correo electrónico: <<fcortes@colmex.mx>>

 

Resumen

Este trabajo muestra la evolución de la desigualdad en la distribución del ingreso en México entre los años 1963 y 2010. Identifica tres fases: la primera registra una caída lenta pero tendencial de la desigualdad que culmina con la medición de 1984. La segunda, donde la desigualdad se eleva y se mantiene alta, se extiende desde 1989 hasta el año 2000; en este período tiene lugar el cambio en la orientación del modelo económico. La tercera fase muestra una disminución de la desigualdad a un escalón inferior en relación a la segunda e inicia en 2002, año de plena retracción económica que se caracteriza por una serie de modificaciones en la política social. En este artículo se argumenta que no hay suficiente información empírica para sustentar que hay una tendencia hacia la reducción de la desigualdad, sólo permite diferenciar escalones; y que la distribución del ingreso en 2010 es muy similar a la de 1984. Tomó un poco más de un cuarto de siglo para que México volviera a tener la distribución del ingreso que había alcanzado en la época del desarrollo orientado hacia adentro.

Palabras clave: Desigualdad, Distribución del ingreso, Medición de la pobreza.

 

Abstract

This work shows the evolution of inequality of the distribution of income in Mexico between 1963 and 2010. It identifies 3 stages: The first, which coincides with the abandonment of the stabilizing development model, register a slow but leaning drop of the inequality, finishing with 1984's evaluation. The second, where inequality rises and stays high, lasts from 1989 to 2000. During this time, a change takes place in the direction of the economic model. The third began in 2002, a year of full economic shrinking. It was characterized by a series of changes in social policy, and shows a decrease in inequality to a lower level in relation to the second stage (% the most important factors to consider are the ...% adoption of conditional financial transfer programs, which has caused trade liberalization in the agricultural sector; and public expenditure policy to face up to the crisis that the Mexican government has had in the last years). The author argues that there is not enough empirical information to support that there exist a (linear) tendency towards a reduction in inequality. And, that the income distribution in 2010 is very similar to that of 1984. It took a little over a quarter century for Mexico to achieve a comparable income distribution that it had at the inward-oriented development time.

Keywords: Inequality, Personal income, Measurement poverty.

 

Journal Economic Literature (JEL): D36, D31, I32.

 

Introducción

Este trabajo presenta una panorámica de la evolución de la desigualdad en México. Su cobertura temporal se extiende desde la década de los sesenta del siglo XX hasta el año 2010. Es un período en que el país sufrió varias crisis profundas (en los años, 1976, 1982, 1986-1987, 1994-1995 y 2008-2009) así como una retracción económica de 2000 a 2003 derivada del estancamiento de la economía de Estados Unidos (EU). En el segundo quinquenio de los ochenta se inicia el abandono del modelo económico sustitutivo de importaciones y se abraza otro orientado hacia el mercado externo que ha buscado posicionar a México en la globalización.

A fines de 1993 se firma el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Estados Unidos y Canadá y el año 2000, después de 70 años ininterrumpidos de ejercer el poder, el PRI abandona el gobierno que pasa a manos del PAN. Hacia fines de los años noventa, durante el último gobierno del PRI, la política social cambia de signo. El programa social Solidaridad se sustituye por el Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa), inaugurando así la era de los programas focalizados con transferencias monetarias condicionadas.

En este artículo se argumenta que en el período bajo análisis se pueden distinguir tres fases en el régimen de distribución del ingreso. La primera cubriría desde comienzos de los sesenta hasta mediados de los ochenta y habría tenido lugar durante la época del desarrollo estabilizador. La segunda, con vigencia durante los años noventa, años signados por la aplicación de las medidas de cambio estructural y la tercera fase se habría observado en la primera década del siglo XXI, años que se habrían caracterizado por la profundización del modelo económico prevaleciente en los noventa y por la expansión de la política social focalizada y de transferencias monetarias condicionadas. Por el momento no se dispone de información suficiente para saber si la reducción de la desigualdad en 2010 (último año incluido en la serie que se analiza) ha sido una fluctuación de corto plazo dentro de la tercera fase o bien el inicio de una cuarta.

La exposición se desarrolla en varias secciones, las tres siguientes se organizan de acuerdo a la naturaleza de la información disponible, así en el segundo apartado se presenta una sistematización de los cambios en la distribución del ingreso desde 1963 a 1977; el tercero está dedicado a examinar lo acontecido entre 1977 y 1984. La cuarta g sección cubre un poco más de un cuarto de siglo, se extiende desde el año 1989 hasta el 2010. En el quinto apartado, una vez que se han identificado las fases que ha atravesado a la desigualdad, se incluye una discusión de los principales resultados, y el trabajo cierra o con el planteamiento de consideraciones de carácter más general que surgen de los análisis y datos que se expusieron en los apartados precedentes.

 

El período 1963 a 1977

Para delinear la evolución de la distribución del ingreso en la década de los sesenta y setenta se emplearán la Encuesta de Ingresos y Gastos Familiares 1963, la Encuesta de Ingresos y Gastos de las Familias 1968, ambas a cargo del Banco de México, y la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 1977 (ENIGH77), cuya responsabilidad estuvo en manos de la Secretaría de Programación y Presupuesto.

Estas no fueron las únicas encuestas que recabaron ingresos en ese período. En 1974 la Secretaría de Comercio levantó una encuesta de ingresos y en 1975 lo hizo el Ceniet. La información de estas encuestas no se incluyó en este estudio debido a que la primera no cubrió todo el país, sino únicamente el Distrito Federal y las Áreas Metropolitanas de Guadalajara y Monterrey, y, en el caso de la segunda, no fue posible averiguar si la información se refiere a hogares o personas.

Es importante señalar que en la década de los sesenta sólo se tuvo acceso a información publicada, lo que como se verá impone fuertes restricciones al análisis. A partir de 1977 se dispuso de bases de datos en archivos magnéticos, con esa información es posible delinear con mayor detalle la evolución de la desigualdad en la distribución del ingreso.

El cuadro 1 muestra la participación de los deciles de hogares en el ingreso y los valores de los índices de Gini, calculados con los datos tabulados. Antes de destacar las características más importantes de los cambios de la distribución del ingreso en las décadas de los sesenta y setenta hay que tomar en cuenta que la publicación de la encuesta de 1963 no incluye la distribución según deciles, por lo que fue necesario estimarla a partir de intervalos de ingreso. Los porcentajes correspondientes a cada decil se obtuvieron por interpolación logarítmica. Además, las tres series no son estrictamente comparables, los ingresos de 1963 y 1968 incluyen, además del ingreso monetario de los hogares, valores imputados por autoconsumo y por el alquiler de la vivienda propia, mientras que la encuesta de 1977 publicó en papel y archivos magnéticos sólo el ingreso monetario, a pesar de que el cuestionario incluía preguntas sobre ingreso no monetario.

Los valores del índice de Gini permiten sostener que entre 1963 y 1968 hubo una reducción en la desigualdad. Si bien entre esos años la participación relativa del primer decil muestra una caída, también pierden los hogares localizados en la cúspide de la pirámide de ingresos -octavo, noveno y décimo- Por el contrario, aumenta la tajada del pastel que se llevan los seis deciles inmediatamente inferiores, del segundo al séptimo.

En los casi diez años transcurridos entre 1968 y 1977, no se alteró la desigualdad, durante la crisis económica de 1976, el valor del índice de Gini se modifica en el tercer decimal. Sin embargo, hay que ser cuidadosos en la interpretación. La caída en la participación relativa del primer decil se puede explicar porque el ingreso recabado en 1977, a diferencia de 1963 y 1968, no considera el autoconsumo ni el ingreso imputado por el uso de la vivienda propia. Se sabe, por la información que proporcionan las Encuestas Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) desde 1984 en adelante, que el ingreso en especie tiende a representar una proporción mayor del ingreso monetario en los deciles bajos que en los altos, de modo que si hubiésemos dispuesto del ingreso total (monetario más no monetario) la participación de los deciles inferiores debería ser mayor y por tanto el índice de Gini debería haber mostrado una reducción más pronunciada.1

Sobre la base de la información del cuadro 1 y las consideraciones sobre el recaudo respecto a las cifras se puede concluir que la caída en la desigualdad en este período se origina en el crecimiento del pedazo del pastel que correspondió a los sectores sociales incluidos entre el cuarto y octavo deciles y en la disminución relativa que experimentó la cúspide que descendió de 41.9 a 36.7% del ingreso total entre los años 1963 y 1977.

Las tendencias reseñadas no se contraponen a las conclusiones a que ha arribado Enrique Hernández Laos quien, a diferencia del procedimiento empleado en este estudio, ajustó los ingresos de las encuestas a Cuentas Nacionales. Este autor señala que el índice de Gini cayó de 0.541 en 1963, a 0.498 en 1968 y a 0.462 en 1977 debido a "un crecimiento sistemático en la participación relativa de los deciles intermedios, a costa principalmente de una reducción paulatina de la participación de los hogares de mayores ingresos" (Hernández Laos, 1992: 88).

Hay que tener cautela y no derivar de este resultado que aumentó la participación de las clases medias. Para llegar a una conclusión de esta naturaleza habría que estudiar la composición social de los deciles. En México se dispone de un puñado de trabajos que se han dado a la labor de identificar los "actores sociales" enmascarados por los deciles.

 

La distribución del ingreso en 1977 y 1984

La ENIGH84 está particularmente bien situada en el tiempo porque permite, por comparación con la ENIGH77, observar lo que ocurrió con la distribución del ingreso a raíz de la crisis de 1982.

La caída de los precios del petróleo, que se había iniciado en 1981, el aumento en la tasa de interés en el mercado internacional, la fuga de capitales y la suspensión de los créditos externos, fueron los detonantes de la crisis que explotó en agosto de 1982, que llevó a la moratoria del pago de la deuda externa por 90 días y a la nacionalización de la banca (Bueno, 1983: 81-85; García Alba y Serra, 1984: 53-71; Mares, 1984: 309 y 310).

En 1983 cayó más de un quinto la capacidad adquisitiva de los asalariados, la inflación se desbocó, pasó de 28.7% en 1981, a 98.9% en 1982 y 80.8% en 1983. La desocupación tuvo un crecimiento anómalo para la economía mexicana, al pasar de 4.2% en 1982, a 6.1% en 1983 y 5.6% en 1984 (Cortés, 2000: 37). México trató de enderezar la economía empleando una política de estabilización y ajuste, camino que abandonó en 1987, año en que se decidió aplicar abiertamente una política de cambio estructural, cuyas medidas se venían perfilando desde 1982 (Cortés, 2000: 20 a 37). Éste es el telón de fondo en que transcurren los cambios en la desigualdad a la vuelta de la década de los setenta a los ochenta.

Ahora bien, para analizar el cambio en la desigualdad en la distribución del ingreso entre 1977 y 1984 se decidió (i) emplear el ingreso monetario (ii) construir deciles de ingreso monetario, y (iii) calcular los índices de Gini con los datos agrupados.

Como ya se señaló la ENIGH77 no entrega información del ingreso corriente total (monetario y no monetario), sino se limita al ingreso corriente monetario. La base de datos de la ENIGH84 da información sobre el ingreso corriente monetario y no monetario. Con el propósito de generar información comparable en esta sección sólo se usará el ingreso monetario de la ENIGH84, tanto para ordenar los hogares y construir los deciles como para estudiar su distribución.

Además, hay que considerar que en la actualidad hay programas de cómputo que permiten calcular los índices de Gini con los microdatos, pero sus resultados difieren de los que se obtienen de los datos agrupados (por ejemplo, en deciles). Para evitar esta fuente de variación, se calculó el índice de Gini con datos agrupados tal como se reportaron en las publicaciones de las encuestas de 1963 y 1968.

El cuadro 2 muestra las distribuciones del ingreso monetario según deciles de hogares y los índices de Gini.

La disminución de la desigualdad en 1984 con respecto a 1977, que fue observable cuando INEGI dio a conocer los resultados del levantamiento de 1984 en cinco cuadernillos publicados entre 1989 y 1990, desató una ríspida controversia2 y fue un acicate para emprender investigaciones sobre el tema. Considerando que el país había atravesado por una fuerte recesión económica iniciada en el año de 1982 se esperaba que la desigualdad hubiese aumentado entre esos dos años. Los estudios realizados mostraron, por primera vez, que la crisis fue seguida por fuertes reducciones en la participación relativa del décimo decil (un fenómeno cuya regularidad se ha cumplido en México hasta la medición realizada en 2010, después de las crisis de 2008-2009), que se complementó con los aumentos en las participaciones de los deciles inferiores (del primero al séptimo).

Por otra parte, la disminución en la desigualdad fue acompañada por una fuerte contracción en los ingresos de todos los hogares del país (lo que llevó a acuñar el concepto "equidad por empobrecimiento" (Cortés y Rubalcava, 1991), pero que fue mucho más marcada en los hogares de los deciles superiores. Estos cambios llevaron a que la información estadística disponible, con todas las limitaciones que se han señalado, permitiría identificar una tendencia al abatimiento de la desigualdad en la distribución del ingreso. La caída observada en la desigualdad del ingreso, desde 1963 a 1984 -el coeficiente de Gini disminuyó de 0.523 a 0.456-, se originó en el aumento sistemático en las participaciones relativas del segundo al séptimo deciles en conjunción con las caídas regulares que experimentaron el noveno y décimo deciles. Sin embargo, las reducciones fueron mucho más marcadas en el décimo -en 1963 se llevaba 41.8% del pastel y en 1984 sólo 34.1%- que en el noveno -sus participaciones relativas fluctuaron alrededor de 17% en el período-. Las irregularidades en la parte del ingreso que queda en manos de los hogares de los primeros deciles a lo largo del período probablemente se deban a que en 1977 y 1984 únicamente se tomó en cuenta el ingreso monetario.

En síntesis, la información disponible permite sostener que los últimos años del modelo de desarrollo estabilizador se caracterizan por un lento pero sistemático proceso de reducción de la desigualdad en la distribución del ingreso, impulsada por una disminución pausada en la parte del ingreso en manos de los deciles superiores, particularmente el décimo pero también del noveno, y un aumento constante, a lo largo de estos años, de la participación relativa en el ingreso total de los hogares de los deciles inferiores, especialmente del segundo al séptimo.

 

La distribución del ingreso total en el período 1984 a 2010

En esta sección se considera la evolución del ingreso corriente total que se obtiene por la suma del ingreso monetario y no monetario. Debido a que la ENIGH77 sólo da información sobre el ingreso monetario se ha excluido de la serie.3

Ha habido dos cambios importantes en la fuente de información, en los 26 años que median entre 1984 y 2010, que podrían en principio alterar la comparabilidad de los ingresos reportados por las ENIGH y por lo tanto el análisis de la evolución de la desigualdad. La encuesta de 1992 introdujo la distinción entre localidades rurales y urbanas, en lugar de zonas de alta y baja densidad empleada en las encuestas de 1984 y 1989. Además, en 2008 con el propósito de recabar información para el cálculo de la pobreza multidimensional se anexó a la ENIGH el "Módulo de condiciones socioeconómicas". El ingreso que reporta este módulo difiere respecto a la ENIGH en el registro del ingreso no monetario.4 Estas dos modificaciones, amén de una serie de cambios de detalle, no tienen incidencia significativa sobre los resultados que se exponen en este estudio; el primero porque no altera los cálculos al nivel nacional y el segundo se evitó no usando todos los casos de la encuesta, sino únicamente los de la ENIGH, descartando la información del módulo.

Los cuadros 1 y 2 muestran la distribución del ingreso -por deciles de hogares, previa ordenación- según su ingreso total (tanto en 1963 como en 1968, mientras que en 1977 según el ingreso monetario). Esta manera de construir los deciles tiene el inconveniente de que los hogares con muchos miembros, que a su vez suelen tener numerosos perceptores de ingreso, tenderán a estar localizados en deciles altos, aunque la retribución a cada uno de ellos sea pequeña. Para corregir esta anomalía, en esta parte del estudio se construyen deciles de hogares ordenándolos según su ingreso per cápita, operación que es posible porque se cuenta con la información en archivos magnéticos. Recuérdese que no se dispone de los microdatos,5 de los años 1963 y 1968.

Los índices de Gini que se presentan en este apartado, no son directamente comparables con los de la sección anterior no sólo por el cambio en la variable6 sino también porque se calcularon directamente con los ingresos hogar por hogar y no con los tabulados. Además, a partir de 1992 las bases entregan información que hace posible estimar los errores de muestreo, incluidos los índices de Gini, lo que posibilita someter a prueba si los cambios observados se pueden o no deber al azar.

En el cuadro 3 se presenta información de la evolución de la desigualdad en México desde 1984 a 2010.

A pesar de que es frecuente que los estudios sobre la evolución de la desigualdad magnifiquen sus fluctuaciones empleando gráficas que amplían la escala de las ordenadas, tomando como origen un valor inmediatamente inferior al mínimo, como es el caso de la gráfica 1, en los hechos los valores de los índices de Gini presentan variaciones mucho menos marcadas (cuadro 3), con la excepción, tal vez, del cambio entre 1984 y 1989.

La gráfica ayuda a visualizar que hay cuatro momentos en que la fluctuación del índice de Gini es relativamente pronunciada: 1984 a 1989; 1994 a 1996; 2000 a 2002; y 2008 a 2010. En general, los índices de Gini del ingreso total y per cápita tienden a variar al unísono con las excepciones 1989 a 1992 (en que el primero marca una reducción y el segundo un aumento) y 1998 a 2000 (el coeficiente del ingreso total prácticamente no cambia y el del ingreso per cápita cae), en este último caso se sabe que los cambios observados son estadísticamente no significativos (véase cuadro 5) y es muy probable que tampoco lo sean los observados entre 1989 y 1992, pero no se dispone de medidas estadísticas que den sustento a esta afirmación ya que debido a carencias en la información en la base de 1989 no es posible calcular los errores estándar de los estimadores muestrales y por tanto no se puede llevar a cabo la correspondiente prueba de hipótesis.

Los datos del cuadro 3 permiten ver que en 1984 se requería juntar, en promedio, el ingreso por persona (per cápita) de 23 hogares del primer decil para igualar el correspondiente al hogar medio del décimo decil, o equivalentemente, el ingreso corriente medio de 10 hogares del primero para reunir el ingreso del hogar promedio del décimo. En 1989 se necesitaba el ingreso por persona de 32 hogares del primer decil para equiparar el del décimo, o el ingreso de 14 hogares del primer decil para acopiar la cantidad de que disponía el décimo. Estas relaciones se elevan en 1998 y 2000. A partir del año 2000 vuelven a caer y oscilan alrededor de 26 y 14 hogares respectivamente.

El cuadro 4 permite observar que el marcado aumento de la desigualdad en 1989 con respecto a 1984 fue producto de una caída en la participación relativa en el ingreso de los primeros nueve deciles y, por lo tanto, de un acentuado aumento del décimo. En 1996 con respecto a 1994 (bienio en que los índices de Gini experimentaron una reducción relativamente marcada) se observa el proceso inverso, los primeros nueve ganan participación relativa mientras que el décimo la pierde, aunque el movimiento no fue tan pronunciado como el que se registró en el quinquenio 1984-1989. Este mismo patrón se repite en 2000-2002 y 2008-2010.

Hasta ahora la presentación de los resultados ha hecho caso omiso de que los datos provienen de muestras aleatorias y que por lo tanto parte de las variaciones que se observan pueden tener su origen en el azar. El cuadro 5 muestra los valores del estadístico Z y el correspondiente nivel de significación7 para pares de años seleccionados.

Los tres primeros renglones muestran la variación de los índices de Gini antes y después de las tres crisis, que a su vez son los bienios que presentan las más fuertes variaciones en los coeficientes de desigualdad, se observa que son estadísticamente no significativos excepto el del coeficiente del ingreso corriente total de los hogares entre 2008 y 2010. Lamentablemente, como se ha señalado, para el quinquenio 1984-1989 no se cuenta con la información apropiada para estimar los errores estándares, y por lo tanto no es posible saber si la variación fue o no estadísticamente significativa.

Desde el cuarto renglón en adelante las pruebas de hipótesis referidas al ingreso corriente total muestran que los únicos cambios significativos tuvieron lugar entre 1998 y 2010. Los coeficientes de Gini del ingreso corriente total per cápita tuvieron cambios estadísticamente significativos entre 1996 y 2010; 1998 y 2010; y 2000 y 2010.

Los resultados expuestos de este cuadro no permiten formarse una idea clara de los cambios que ha experimentado la desigualdad desde 1992 a 2010, constituyéndose en un muy buen caldo de cultivo para la toma de posiciones encontradas. En efecto, por una parte, si se eligen convenientemente los años para comparar los índices de Gini se puede aportar evidencia empírica que apoye la idea de que la desigualdad ha disminuido, pero también se puede seleccionar los años de modo que se concluya que no ha cambiado significativamente. Por otra parte, la significación estadística de los cambios arroja información contradictoria dependiendo de si se usa el ingreso corriente total o per cápita (con excepción de 2010 con respecto a 1998) y, adicionalmente, en tres de los cuatro cambios significativos está involucrado 2010, que como se verá más adelante, es un año singular.

Una manera alternativa de encarar el tema de la significación estadística de los cambios observados en los niveles de desigualdad consiste en someter a prueba la hipótesis de Cortés (2010: 73 a 77) de que en el período que inicia en 1989, el índice de Gini y las participaciones relativas del primero y décimo deciles se distribuyen en dos escalones, uno que se extiende entre los años 1989 y 2000, en que la desigualdad es más elevada que la que se observó al finalizar la fase 1, y el otro escalón, ubicado en un nivel inferior, que iniciaría en 2002. Si esta hipótesis no fuese rechazada se podrían distinguir tres fases en la evolución de la desigualdad en México: la primera abarcaría desde 1963 a 1984 y se caracterizaría por la declinación del índice de Gini; la segunda iniciaría en 1989 y finalizaría en el año 2000, en ella la desigualdad fluctuaría alrededor de valores más elevados; y la tercera y última habría comenzado en 2002 y se extendería hasta 2010 o bien habría finalizado en 2008, y 2010 sería el inicio de una cuarta fase; la desigualdad en esta fase se ubicaría en un escalón inferior al de la segunda. La prueba de esta hipótesis enfrenta varias dificultades ya que no se dispone de suficiente información estadística para identificar la reducción tendencial de la desigualdad en la primera fase, ni para dirimir la pregunta de si 2010 es el inicio de una nueva fase o sólo una fluctuación de la tercera, ni tampoco para saber si el aumento de la desigualdad entre los años 1984 y 1989 fue estadísticamente significativa.

Sin considerar el cambio de la desigualdad en la distribución del ingreso en la primera fase, tema que fue desarrollado en el segundo y tercer apartados, el interés se centra en lo que resta de esta sección, en analizar el soporte estadístico a la idea de la existencia de dos fases adicionales. Ahora bien, para saber si los datos dan soporte a la idea de que se tienen dos subpoblaciones (el grupo 1 conformado por la información de la segunda fase -1989 a 2000- y el grupo 2 por la de la tercera -2002 a 2010-), se plantea la hipótesis nula: Grupo1=Grupo2, contra la alternativa de una cola, Grupo 1>Grupo2, para las pruebas de los coeficientes de Gini y la participación del décimo decil; mientras que la hipótesis alternativa para la participación del primer decil es Grupo 1<Grupo2.

Como un paso previo a la realización de las pruebas estadísticas correspondientes se procedió a aplicar el test Jarque Bera a la hipótesis nula de normalidad:

Los resultados de las pruebas llevan a concluir que no se puede rechazar la hipótesis de que los dos coeficientes de Gini (del ingreso total y del ingreso por persona) y las participaciones relativas del primero y décimo deciles siguen una distribución normal.

La hipótesis nula de que las mediciones de desigualdad y participaciones relativas son iguales en ambos grupos se contrastaron, en primera instancia, utilizando la prueba no paramétrica de suma de rangos (también llamada test de Wilcoxon o de Mann Whitney), cuyos resultados están en el cuadro 7.

La información de este cuadro lleva a rechazar la hipótesis de que los coeficientes de desigualdad de Gini tanto del ingreso total, como del ingreso per cápita y las participaciones del primero y décimo deciles son iguales en la segunda y tercera fases, por lo que la evidencia estadística permite concluir que la desigualdad declinó a partir de 2002.

Aprovechando el resultado de la aplicación del test Jarque Bera se realizó la misma prueba pero usando el test t.

Los resultados del cuadro apoyan nuevamente la idea de que las observaciones provienen de dos poblaciones estadísticamente distintas o, dicho en otros términos, que se pueden diferenciar dos clases.

 

También se ajustó la ecuación

Fase 3 es una variable dicotómica que asume el valor 1 para las observaciones de 2002 en adelante y el valor 0 de 1989 a 2000. Por otra parte la variable dependiente Y representa los coeficientes de Gini del ingreso total, del ingreso por persona, y las participaciones relativas del primero y décimo deciles.

Como se muestra en el cuadro 9 los efectos de la fase 3 son estadísticamente significativos en todas las regresiones,8 independientemente de que la variable dependiente sea el ingreso total, el ingreso per cápita, las participaciones relativas del primero o del décimo decil; las pruebas F muestran que tanto el término libre como la pendientes son distintos de cero y los coeficiente de determinación, ajustados según grados de libertad fluctúan entre valores un poco por debajo de 0.50 y 0.70.

Dada la naturaleza de las variables dependientes estas regresiones tienen el peligro de violar el supuesto de homocedasticidad, en cuyo caso las pruebas t, asociadas a los coeficientes de regresión, podrían llevar a conclusiones erróneas.

Los resultados del cuadro 10 muestran que no es posible rechazar la prueba de igualdad de varianzas de los errores.

La conclusión que arrojan las diferentes pruebas, incluida la no paramétrica, es la misma: los indicadores de desigualdad en la fase 2 son más elevados que en la fase 3. La desigualdad se habría reducido a partir del año 2002.9

Lamentablemente la escasez de información no permite analizar tendencias dentro de cada fase. Sin embargo, los resultados de las diversas pruebas apuntan en la dirección que después del año 2000 la desigualdad tendió a localizarse en un nivel inferior que en el período 1989 a 2000.

La sección que sigue está dedicada a discutir los resultados que se han presentado en los apartados precedentes.

 

Discusión de los resultados

La información que se ha presentado da pie para destacar tendencias y características singulares de la evolución de la desigualdad en la distribución del ingreso en México desde la década de los sesenta hasta la primera del siglo XXI.

Como se ha visto, hay suficiente evidencia estadística para distinguir tres fases en la evolución de la desigualdad o tal vez cuatro. La primera se extendería desde los años sesenta hasta mediado de la década de los ochenta y se caracterizaría por una reducción a ritmo lento. La primera medición de la segunda fase, que se extendería hasta el año 2000, se realizó en 1989 y estaría signada por un aumento marcado en los niveles de desigualdad y por fluctuaciones en torno a esos valores elevados. La tercera iniciaría después del año 2000, con una reducción de la desigualdad en 2002, localizándose en un escalón inferior que en la segunda fase; no es muy claro si el dato 2010 pertenece a la serie que inicia en 2002 o es el comienzo de una nueva etapa, aun en un escalón más bajo que el observado entre los años 2002 a 2008.

En la primera fase que cubre de 1963 hasta 1984, dos años después de la crisis petrolera de 1982, habría tenido lugar (recuérdese que estas tendencias deben atemperarse por las limitaciones en los datos) una declinación lenta pero persistente en la desigualdad en la distribución del ingreso hasta llegar a alcanzar en 1984 el punto más bajo de la serie que inicia el año 1963 y finaliza el 2010. La distribución del ingreso según deciles deja ver con claridad que la reducción en la inequidad, en esa época, se originó en una pérdida sistemática en la participación relativa del décimo decil en favor del cuarto al séptimo (tal vez octavo). En 1984 se necesitaba juntar el ingreso de 23 personas o 10 hogares del primer decil para igualar el de una persona o un hogar del décimo decil, respectivamente.

La segunda fase inicia con un fuerte aumento de la desigualdad en el quinquenio 1984 a 1989, variación que es la más pronunciada en la serie del ingreso corriente total y del ingreso corriente por persona. Como ya se ha señalado, por falta de la información apropiada en las bases de datos no es posible saber si este cambio, a pesar de su magnitud, fue o no estadísticamente significativo. Adicionalmente, en el año 1989 aumentó la participación relativa del décimo decil y disminuyó la de los nueve primeros, lo que significó una reversión de la tendencia que se había observado desde 1963: un aumento sistemático en la participación relativa de los deciles intermedios. Desde 1989 hasta el año 2000 el índice de Gini del ingreso corriente total fluctuó entre el valor mínimo 0.470 y el máximo 0.485 y el coeficiente del ingreso total por persona osciló entre 0.495 y 0.548. En la fase 1989 a 2000 era necesario juntar los ingresos de 30 a 34 personas o de 14 a 17 hogares del primer decil para reunir el ingreso de que disponía una persona o un hogar del décimo decil.

En la tercera fase el índice de Gini del ingreso corriente total de los hogares mostró variaciones en torno a 0.460 y el coeficiente del ingreso por persona fluctuó alrededor de 0.515. Como ya se señaló no es claro que la desigualdad de 2010, pertenezca a este escalón o bien sea el inicio de otro situado más abajo. En 2002 se registra una disminución de alrededor de 30 centésimas en los índices de Gini del ingreso total y del ingreso por persona, como resultado de una pérdida proporcional del décimo decil y la ganancia de los restantes. Fueron el primero y segundo deciles los que tuvieron un alza más marcada en su participación, con 20 y 14% respectivamente. Entre los años 2002 y 2008 la proporción del ingreso total que corresponde a todos los deciles tuvo pocas variaciones. En esta tercera fase se necesitó juntar los ingresos de alrededor de 26 personas o 13 hogares del primer decil para igualar el ingreso de una persona o un hogar del décimo decil.

Por otra parte, se observa que a lo largo de los últimos cincuenta años cada vez que hay crisis o contracción económica la desigualdad disminuye.10 Esta regularidad se observa en 1984, medición localizada a dos años de la crisis petrolera de 1982; en 1996 a un año del error de diciembre (1994-1995); también en 2002 (el primer gobierno del PAN experimentó una contracción económica pronunciada al inicio del sexenio y sólo en 2004 el país logró recuperar el PIB per cápita del año 2000) y por último, también ha tenido lugar en 2010, año en que el ingreso registra los efectos de la crisis alimentaria y de la crisis económica originada en el sector inmobiliario americano. Nótese, además, que el inicio de una nueva fase suele estar relacionado con las convulsiones económicas, es por esta regularidad que hace dudar si la distribución del ingreso observada en 2010 es o no el inicio de una cuarta fase. También hay que destacar que las reducciones en la desigualdad, asociadas a las crisis o retracciones económicas, provienen de una caída abrupta en la parte del ingreso de los hogares del décimo decil. En general, la pérdida de participación del décimo decil ha significado ganancias del primero al octavo deciles, mientras que el noveno ha tenido una participación relativamente estable en los años de crisis alrededor de 15.7 a 15.8 por ciento.

Antes de abandonar esta sección hay que destacar que después de más de un cuarto de siglo las distribuciones del ingreso de los años 1984 y 2010 son prácticamente iguales a juzgar por el conjunto de indicadores de que disponemos: (i) los índices de Gini del ingreso corriente total y per cápita difieren en apenas una y tres milésimas, respectivamente; (ii) las relaciones de ingreso per cápita entre el décimo y el primer decil son iguales y difieren, en el ingreso total sólo en 2 hogares (cuadro 3) (iii) la comparación de las participaciones relativas (cuadro 4) según deciles muestra la similitud de ambas distribuciones. En conclusión, ha tomado 26 años absorber el aumento de la inequidad en la distribución del ingreso que se observó por primera vez en 1989, en sincronía con los cambios estructurales en la economía mexicana que reorientaron la senda del crecimiento.

 

Consideraciones finales

Hasta mediados de los años noventa del siglo XX imperó la idea de que la desigualdad era buena para el crecimiento económico, su origen se encuentra en el trabajo de Kuznets, cuyo modelo estaba dedicado a hacer inteligibles los procesos de transformación económica de una economía rural que iniciaba el proceso de industrialización y, por lo tanto, sólo consideraba dos sectores. Sobre la base de este modelo Kuznets sostuvo la tesis de la U invertida entre crecimiento económico y desigualdad, que es la base conceptual de la tesis del goteo. Esta idea tuvo un vuelco importante en los noventa y fue concomitante con el advenimiento de la democracia en América Latina. En efecto, el pensamiento económico ortodoxo empezó a interesarse por la economía política o si se quiere por los procesos políticos y económicos que explicarían la desigualdad. Con el cambio de perspectiva ahora se plantea que la desigualdad es "mala para el crecimiento económico". Se produce así un acuerdo tácito con las ideas de la CEPAL desde la época de sus fundadores, continuadas por Fajnzylber (1986) y Vuskoviç (1993) que ha sido actualizada en el libro de la CEPAL La hora de la igualdad: brechas por cerrar, caminos por abrir (2010). Sin embargo, pese a coincidir en la conclusión, las explicaciones difieren y las recomendaciones de políticas son esencialmente opuestas (Cortés, 2012).

El pensamiento económico ortodoxo argumenta que las interacciones entre la desigual distribución de la riqueza y del poder, por un lado, y las imperfecciones del mercado por otro influyen sobre las políticas y el diseño de las instituciones. Los vínculos entre el poder (y su distribución), las instituciones que estructuran las oportunidades, y la elección de las políticas económicas, generan que los mercados no asignen los recursos en función de la eficacia sino de otros criterios, como, por ejemplo, mantener el poder de los que ya lo detentan en lugar de alcanzar el crecimiento económico sostenido con armonía social (Levy y Walton, 2009: 16).

Estas ideas aplicadas al caso mexicano plantean que la desigual distribución del poder, expresada en la riqueza extrema y el control operativo en el sector empresarial, por un lado, y en los sindicatos heredados de la época del corporativismo por otro, se han constituido en condicionantes de la desigualdad y obstáculos para el desarrollo de México, lo que impide el diseño de políticas y el funcionamiento de las instituciones que lesionen sus intereses (Guerrero, López y Walton, 2009: 112 y 152).

En esta sección final no se profundizará en la confrontación de las ideas de la economía estándar con el pensamiento de la CEPAL, trabajo que se ha desarrollado in extenso en otros estudios (Cortés, 2012), sino que se traen a colación para tener presente que el tema de la desigualdad no sólo debe considerarse como un imperativo moral, sino que está estrechamente relacionado con el crecimiento económico y el juego de intereses de diversos actores políticos. Un análisis comprensivo de este tema implica relacionar el papel de las élites en la conducción del crecimiento económico y la inclusión social.

A continuación se procederá a delinear los cambios en la distribución del ingreso en México durante el último medio siglo, en el marco de los debates actuales sobre el tema.

La caída de la desigualdad durante los años en que imperaba el modelo de desarrollo estabilizador fue consistente con la necesidad de ampliar el mercado interno, alimentada además por razones ideológicas que se remontan al origen del Estado en una revolución popular que buscó reducir la desigualdad económica (Tello, 2010: 153 a 186). La dependencia estructural del capital (Przeworski y Wallerstein, 1988), hace inteligible el porqué del ritmo pausado hacia la equidad; el ritmo en los cambios en la distribución del ingreso no debía afectar el ahorro y la inversión.

El fuerte crecimiento de la desigualdad, que inicia la segunda fase (1989 a 2000), tuvo lugar en medio de fuertes convulsiones económicas: el PIB per cápita en 1983 y 1986 sufrió fuertes caídas (6.5 y 5.9%, respectivamente), en 1987 la inflación llegó a casi 160%, en ese mismo año se redujeron las remuneraciones mensuales por persona ocupada y la tasa de interés real fue negativa desde 1982 a 1988.

Además, en medio de una discusión que tenía lugar en la mayoría de los países de América Latina, en esta segunda fase tuvo inicio el cambio del modelo económico. En esencia, la disputa se refería al peso que debían tener los elementos que conforman la relación Estado/mercado (R. Cordera y C. Tello 2010: 28 y 29). Unos planteaban más Estado que mercado, mientras que otros abogaban y abogan, por más mercado que Estado. En 1990 John Williamson comunicó que los gobiernos de la región habían aceptado ampliamente la posición de las agencias internacionales; era el momento en que veía la luz el denominado Consenso de Washington (Stewart F., 1995: 27). En esta concepción el mercado es el único mecanismo de asignación eficiente de los recursos, cualquier interferencia en su accionar aleja a la economía del equilibrio que maximiza el bienestar social. Por ello, el Estado debe tener una participación económica mínima que sólo se justifica cuando el funcionamiento libre del mercado crea problemas sociales agudos, que podrían, eventualmente, poner en peligro la estabilidad política. En síntesis, los grandes cambios que implica esta nueva orientación económica son: (i) el Estado debe jugar un papel reducido respecto al mercado y (ii) se finiquita la protección a los productores locales, y los mercados internos se abren a la competencia externa.

La economía mexicana se recuperó en los años noventa, aunque sufrió una crisis profunda en 1994-1995 (entre los años 1995 y 2000 México creció en promedio a 3.0% anual y cerró el año 2000 con una tasa anual de 5.6%), pero la desigualdad en la distribución no regresó a los niveles de 1984, muy por el contrario, funcionó durante la década de los noventa con los niveles de desigualdad más elevados del período estudiado en este trabajo, a pesar de que en 1996 los índices de Gini del ingreso total y del ingreso per cápita tuvieron, respectivamente, una caída de 21 y 39 centésimas de puntos, con respecto a 1994. El nuevo modelo económico, orientado hacia el mercado internacional, apoyado por la firma y puesta en operación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ha sido compatible con altos niveles de desigualdad en el reparto de los frutos del crecimiento económico.

La caída que experimentó la desigualdad en la tercera fase (desde el año 2000 en adelante) no se puede asociar a nuevos cambios estructurales al nivel macroeconómico como lo fueron las reformas de los ochenta y noventa. Aún más, el gobierno que asumió el poder en el año 2000, aunque de diferente signo político que el que había gobernado por setenta años, se propuso, sin éxito, completar las reformas de primera generación, pero fue derrotado en la arena política al intentar llevar a cabo la reforma laboral y la hacendaria. La reducción en la inequidad en este período se materializa en un medio conformado por una constelación de procesos macro y microsociales, por el aumento en el gasto social (datos de la CEPAL, 2012) muestran que en relacional PIB, el gasto social de México, ha aumentado de 6% en 1990 hasta 11% en 2010), y por la nueva política social que ha privilegiado la focalización y la condicionalidad de las transferencias monetarias entregadas por los programas sociales.

El 2002, año en que se acopió la primera ENIGH después del cambio de signo en el régimen, tuvo lugar el inicio de la tercera fase en la evolución de la desigualdad. De 2001 a 2003 la economía del país entró en un período de decrecimiento moderado y a partir de 2004 inició un proceso de crecimiento lento cuya tasa más alta fue la de 2006 (3.7% anual), proceso que fue abatido por el alza en los precios de los alimentos, primero, y los efectos de la crisis inmobiliaria norteamericana, después.

Ahora bien, los sectores sociales pobres, aquéllos ubicados en la base de la pirámide social no han sufrido caídas abruptas en su participación relativa en el ingreso a lo largo de todo el período, debido en parte, a diversas acciones encaminadas a encarar las épocas de vacas flacas.11 La investigación realizada en México por antropólogos, sociólogos, sociodemógrafos y economistas ha mostrado reiteradamente, a partir de la década de los ochenta, que los hogares pobres ante las caídas abruptas de sus ingresos provocadas por las crisis recurren a su fuerza de trabajo secundaria (envían a trabajar a sus niños, jóvenes, ancianos y mujeres que en otras circunstancias permanecerían en el hogar) y a agrupar hogares para disminuir el efecto de los costos fijos sobre el presupuesto familiar: González de la Rocha (1982 y 1988), Chant (1988, 1991, 1994), Benería (1987, 1992), Tuirán (1993), Selby et al. (1988), De la Rosa (1990); Cortés y Rubalcava (1991), García y de Oliveira (1994), Cortés (2000) Hernández Licona (1997).12 Además un factor de relevancia que incide sobre la relativa estabilidad del primer decil es que sus hogares no están plenamente conectados a los mercados (por ejemplo, en el año 2010 el primer decil percibía en especie un tercio de su ingreso total) lo que amortigua los efectos de las fluctuaciones económicas.

En la tercera fase, a las reacciones de los hogares pobres frente a las crisis hay que agregar el papel estabilizador en el flujo de ingreso que reciben los pobres por el Programa PROGRESA/OPORTUNIDADES,13 la focalización de los recursos monetarios que entrega beneficia preferentemente a los hogares rurales que se encuentran en los deciles inferiores y dentro de ellos a los más pobres, reduciendo la desigualdad en la distribución del ingreso entre la población pobre (Cortés, Banegas y Solís, 2007; Banegas, 2011). En consecuencia, el Programa contribuye a disminuir la intra e inter desigualdad y por tanto la desigualdad global. Sin embargo, hay que señalar que alrededor de 600 mil hogares pobres, muy probablemente del primer decil, no reciben los apoyos de Oportunidades ni del Programa Alimentario (PAL), ya sea por no estar en el radio de acción de las unidades de salud o de los planteles educativos, por habitar en localidades aisladas muy pequeñas y dispersas, o por motivos administrativos (CONEVAL, 2012).

La elevación en la participación relativa en el ingreso de los hogares de los deciles inferiores a partir del año 2002, y que se ha mantenido hasta 2010, no sólo se debe a la autoexplotación forzada de su fuerza de trabajo, a su limitada conexión con los mercados y a la política social, sino también a procesos económicos particulares que han empezado a ocurrir en la agricultura probablemente como consecuencia de la globalización. Hernández Laos (2008) reporta crecimiento en la ocupación y en los salarios rurales por aumentos en la productividad en los cultivos de temporal (maíz, frijol, trigo, sorgo y arroz) y Giarraca (2001) señala que los salarios rurales tienden a aumentar por la escasez relativa de mano de obra rural debida, por una parte, al crecimiento en la demanda ejercida por las empresas multinacionales exportadores de productos agrícolas y, por otra, a la escasez de mano de obra derivada de los flujos migratorios del campo.

En cuanto al décimo decil, que alberga a los hogares de mayores ingresos, habría que señalar también varios procesos concurrentes que ayudan a entender las caídas de su participación relativa en el ingreso después de cada crisis o contracción económica. Uno de los elementos que ha sido señalado como responsable de esta regularidad, pone la atención sobre las políticas de austeridad económica que han aplicado los gobiernos mexicanos, impulsadas por el dogma "déficit fiscal cero" para enfrentar las crisis recurrentes, así como las políticas salariales de las empresas modernas. Las variaciones en la desigualdad en la distribución del ingreso observadas desde la década de los noventa en adelante, no provendrían tanto de cambios en la dispersión de las productividades, ni en la preocupación gubernamental por reducir la desigualdad, como fue antaño, sino sería una consecuencia de la acción del gobierno y de las empresas para estabilizar sus gastos. La investigación ha mostrado que a las contracciones económicas suceden, por una parte, las reducciones en el empleo, en los sueldos y en los salarios reales de sectores sociales ubicados en el décimo decil como son los burócratas, los maestros y empleados universitarios (Rubalcava, 1998: 97 y 98, y 128 a 139), cuyas retribuciones son determinadas institucionalmente y no por el mercado, y, por otra parte, al hecho que las empresas del sector privado reaccionan rebajando costos, particularmente castigando salarios altos. En las empresas de hoy, más que en el pasado, cuando cae la producción las ganancias se reducen proporcionalmente más, debido a la existencia de importantes costos fijos, asociados sobre todo con el pago a los mandos medio-altos y altos.14

También hay que considerar que a partir de los cambios introducidos en el modelo de desarrollo sustitutivo de importaciones, la economía mexicana privilegió la exportación manufacturera, pero no sólo en el sector maquilador, sino también en actividades que requieren uso intensivo de fuerza de trabajo calificada, que suele formar parte de los deciles superiores en especial del décimo. En épocas de expansión económica aumenta la demanda de fuerza de trabajo calificada, acicateada por el dinamismo exportador lo que tiende a aumentar el premio, mientras que se reduce en épocas de crisis (Millán, 2012).

Otro elemento que ha sido señalado a raíz de la pérdida en la participación relativa que ha experimentado el décimo decil, particularmente a partir del 2002 tiene su origen en el excedente relativo de población con educación terciaria (Esquivel, Lustig y Scott, 2010: 175 a 217; López Calva y Lustig, 2010: 1 a 24; Lustig, López Calva y Ortíz-Juárez, 2012) resultado de la política educativa emprendida los últimos años por los gobiernos del país (Hernández Laos, Solís y Stefanovich, 2003; Hernández Laos, 2004); sin embargo, además de ser uno más de los procesos ligados a la caída en la participación del decil superior y por tanto a la desigualdad, hay que tomar en cuenta que si bien en él hay profesionistas, técnicos, trabajadores de la educación y funcionarios públicos o privados, ocupaciones en que tiende a prevalecer la educación terciaria, también se encuentran oficinistas y comerciantes, vendedores y agentes de ventas, que forman parte de las antiguas clases medias, aquellas que nacieron vinculadas a la expansión de la gran empresa que requería fuerza de trabajo no manual no calificada.

En síntesis, la reducción de la desigualdad a ritmo lento observada desde 1963 hasta 1984, fue consistente con la necesidad de crear mercado interno y con la ideología de un Estado surgido de una revolución popular que por restricciones políticas tuvo que cuidar el ritmo del proceso de redistribución. En los años ochenta se asistió al cambio de régimen económico, al vuelco de la economía hacia el exterior y al dominio ideológico del papel del mercado sobre el Estado, procesos que fueron acompañados por el aumento en la desigualdad en la distribución del ingreso: las participaciones relativas del primer y décimo deciles son, respectivamente, las más bajas y las más altas (estas últimas sólo comparables a las de 1963) del período considerado en este trabajo. Es muy probable, pero es materia de profundizar la investigación,15 que estos procesos sean una manifestación del aumento en la heterogeneidad estructural (Hernández Laos, 2003). En la tercera fase, la caída de la desigualdad en la distribución del ingreso a un escalón inferior al de la década de los noventa, se habría originado en un aumento en la participación relativa del primer decil que es concomitante con cambios en la producción agrícola de temporal y de exportación, el apoyo de la política social a los hogares pobres, sumadas a las estrategias que estos emplean para allegarse recursos para la supervivencia; el aumento de la tajada del ingreso en manos de los hogares en la base de la estratificación social se combinó con la caída en la participación del decil superior que estaría relacionada con los resultados logrados por la política educativa, el modo en que se ha insertado la industria nacional en la globalización y el manejo del gasto público. Resta por saber si la reducción de la desigualdad en 2010 inaugura o no una cuarta fase en la distribución del ingreso, o bien, fue únicamente una fluctuación coyuntural.

 

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NOTAS

*Agradezco a Rosa María Rubalcava, Delfino Vargas y Enrique Minor, quienes generosamente compartieron conmigo sus conocimientos en temas teóricos y estadísticos, que beneficiaron la realización de este trabajo.

1 El ingreso imputado por vivienda propia es proporcionalmente mayor en los deciles bajos porque no se toma en cuenta la situación legal de la propiedad.

2 La controversia giró en torno: (i) al hecho que la responsabilidad de la encuesta pasó del Banco de México, a la Secretaría de Programación y Presupuesto y luego al INEGI (ii) a que las encuestas no eran totalmente comparables debido a que la ENIGH84 cubría todo el año y recababa información sobre los ingresos no monetarios (iii) al tamaño de muestra trimestral de la ENIGH84, que era de alrededor de 5 000 cuestionarios unido al hecho que las autoridades del INEGI recomendaron, en atención a la marcada inflación que sufrió el país ese año, utilizar únicamente la encuesta del tercer trimestre que tiene sólo 4 735 entrevistas válidas. Hay que agregar que en el primer quinquenio de los noventa no se tenía acceso a las bases de datos, de modo que toda la discusión tenía como única referencia los datos publicados por el INEGI en cinco cuadernillos, uno para cada trimestre de 1984, y un quinto con los resultados de la encuesta de prueba levantada en el cuarto trimestre de 1983.

3 El análisis pormenorizado de las tendencias en la distribución del ingreso monetario se puede consultar en (Cortés, 2008).

4 Son tres las diferencias cuantitativamente más importantes. El módulo: (i) no incluye la imputación por el uso de la vivienda propia, (ii) sólo considera las transferencias monetarias que son recurrentes y (ii) el autoconsumo de registra en los establecimientos y no en el hogar y en los establecimientos como lo hace la ENIGH (Coneval, 2010: 94).

5 A pesar de que sí se cuenta con los microdatos de 1977, para mantener la comparabilidad con las distribuciones de 1963 y 1968, en la sección precedente se decidió utilizar deciles de hogares ordenados según su ingreso y no su ingreso per cápita.

6 El ingreso corriente total de la ENIGH de 1984 en adelante se incluye en el ingreso no monetario, además de imputaciones por autoconsumo y el valor por el uso de la vivienda propia, los regalos y los pagos en especie, mientras que en las encuestas de 1963 y 1968 sólo incorpora al ingreso no monetario los dos primeros conceptos (autoconsumo y alquiler), en tanto la encuesta de 1977 se limita al ingreso monetario.

7 Los errores estándar utilizados para calcular los coeficientes Z tomaron en cuenta que el diseño de muestreo de las ENIGH es complejo y sus tamaños son mucho mayores que los del muestreo aleatorio simple. En todo caso, no hay que descartar la posibilidad de que el tamaño de muestra sea insuficiente para que la prueba tenga la potencia necesaria para detectar efectos significativos, pero pequeños.

8 Como las variables dependientes de las cuatro regresiones varían entre cero y uno, también se ajustó un modelo logit, que arrojó resultados equivalentes.

9 Este análisis se replicó excluyendo el año 2010 en el grupo 2 (o tercera fase) y los resultados no variaron, lo que podría apoyar el argumento que la caída observada en 2010 fue una reducción de corto plazo originada por la acumulación de los efectos de las crisis en los precios de los alimentos y de la burbuja inmobiliaria.

10 Aunque, como lo muestran los primeros tres renglones del cuadro 5, los cambios no son estadísticamente significativos. A pesar de ello llama la atención la regularidad del fenómeno en la época de operación del nuevo modelo económico. Además, para detectar cambios sustantivos relativamente pequeños se debería hacer uso de pruebas de hipótesis que tengan potencia elevada, la potencia no sólo depende de los tamaños de muestra, sino también de los errores estándar, que en el caso de los índices de Gini suelen ser relativamente elevados.

11 Tuirán (1993) muestra que los sectores medios ajustan su presupuesto por el lado del gasto.

12 Los ajustes al presupuesto familiar en los sectores medios se hacen vía el gasto (Tuirán, 1993) por lo que no se reflejan en la distribución del ingreso.

13 Este Programa en el año 2000 cubría casi 2.5 millones de hogares, en 2002 poco menos que 4.2 millones y hacia 2010 alrededor de 6 millones de hogares.

14 El argumento de la reducción de los sueldos y salarios de los altos mandos de las empresas privadas me fue sugerido por Julio López, profesor de la Faculta de Economía de la UNAM.

15 En México se necesita estudiar la forma en que los hogares experimentan las consecuencias de las variaciones en la dispersión de productividades. Salvia (2010) lo investigó para la Argentina.

 

Información sobre el autor

Fernando Cortés Cáceres. Economista por la Universidad de Chile y Doctor en Ciencias Sociales por el CIESAS, Occidente. Es Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Investigador Nacional Emérito, del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) de México y Profesor investigador de El Colegio de México. Ha sido profesor en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en sus sedes de Santiago de Chile, Buenos Aires, Rio de Janeiro, Quito, San José de Costa Rica y México. También a sido profesor en varios países como: San José de Costa Rica, Buenos Aires, Estados Unidos y Uruguay. Tiene varias publicaciones entre las que destacan: Procesos sociales y desigualdad económica en México. Siglo XXI, México, 2000; La distribución del ingreso en México: en épocas de estabilización y reforma económica. CIESAS/Miguel Ángel Porrúa, México, 2000; y es coordinador de varios libros; en coautoría con Adam Przeworski, System Analysis for Social Scientists, John Wiley, 1974; en coautoría con Rosa María Rubalcava, Técnicas estadísticas para el estudio de la desigualdad social. El Colegio de México, 1982; Métodos estadísticos aplicados a la investigación social: análisis de asociación. El Colegio de México, 1987; Autoexplotación forzada y equidad por empobrecimiento: la distribución del ingreso familiar en México, 1977-1984. El Colegio de México, 1991; y El Ingreso de los Hogares, Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática, El Colegio de México y El Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Aguascalientes, 1994; en En coautoría con Agustín Escobar y Mercedes González de la Rocha; Método científico y política social: A propósito de las evaluaciones cualitativas de programas sociales, El Colegio de México, 2008 y ha escrito más de 150 artículos publicados en revistas y libros de varios países.

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