Journal of Economic Literature (JEL): N1, F01, O11, P16
Presentación
Los vertiginosos cambios mundiales dificultan aún más lo que ya era una difícil comprensión anterior del de las trasformaciones mundiales sus problemas de fondo: imperialismo, choques de naciones y de bloques, de clases, fuerzas sociales, étnicas o religiosas, problemas ambientales o género. Esto se debe en gran parte tanto a la complejización del mundo como a la dominancia teórica y metodológica del pensamiento neoliberal, el posmodernista, el neoinstitucionalista o cliométrico, que eluden y combaten al estudio integrado de los problemas; pero también al retraso de las ciencias sociales críticas para abordarlos sistemáticamente.2 Esto nos lleva a tratar de esbozar una visión unitaria de los principales problemas actuales, dentro del marco del Programa de Investigación Globalización, Conocimiento y Desarrollo (Proglocode).3 Para ello dividimos el trabajo en tres partes y una conclusión. Las partes tratan: 1) los rasgos fundamentales del capitalismo actual, 2) la crisis internacional y las transformaciones geopolíticas del orden mundial y 3) la respuesta política del embrionario bloque social-productivista emergente de países de economía mixta a la descomposición del bloque neoliberal dominante. Finalmente, en las conclusiones se resumen los resultados centrales del trabajo y se esboza un núcleo explicativo de los problemas planteados.
I. Los rasgos fundamentales del capitalismo actual
La época "dorada" del capitalismo de posguerra (Estado de Bienestar) se basó en los países desarrollados en la generalización del desarrollo económico y social de tipo fordista-keynesiano. Pero esto comenzó a declinar en Estados Unidos desde la segunda mitad de los años sesenta, para agotarse internacionalmente a partir de la gran crisis de 1974-1975 y la depresión inflacionaria subsiguiente (Pérez, 2004; Dabat y Rivera, 1993), que condujo al abandono de la convertibilidad del dólar y al fin del sistema monetario de Bretton Woods. En el plano productivo, el agotamiento del fordismo (base tecno-económica principal del desarrollo del país hasta entonces) tuvo que ver tanto con la obstrucción del proceso de fragmentación e intensificación del trabajo en la línea de montaje por la resistencia obrera,4 como con la saturación del mercado automotriz y de otros bienes de consumo duradero hacia finales de la época de combustible y dinero barato, en un sector completamente dependiente de las ventas a plazos. A ello se le agregó la burocratización y corporativización de instituciones keynesianas, y sus dificultades para atacar la inflación y los crecientes déficits fiscales, lo que en conjunto determinaron una , caída de la tasa de rentabilidad del capital desde un estimado de 8.3% en 1965, a 7.7 en 1976-1967 y 5.5 en 1971-1973 (Nordhauss, 1974). En ese contexto histórico, irrumpió la revolución neoliberal conservadora de Thatcher y Reagan, que al destruir las instituciones fordista-keynesianas, abrió paso de hecho a la revolución informática en ciernes y a un nuevo tipo de capitalismo mundial.
A partir del despliegue de las tecnologías electrónica y las telecomunicaciones, se transformó la dinámica de la producción y acumulación de capital, dando lugar a lo podría denominarse capitalismo informático (o informacional) global5 (Castells, 2002; Dabat, 2002). Este nueva etapa histórica de desarrollo del capitalismo se caracterizará no solo por el despliegue de las nuevas tecnologías y su concreción en la computadora y el complejo productivo establecido en torno a ella, sino también por ser la etapa de mayor y más acelerada industrialización de los países atrasados en la historia del capitalismo (Dabat, 2006), como lo demuestra el caso de los países periféricos más poblados del mundo como China, India o Brasil. En general, podría decirse que la nueva conformación espacial del mundo (la globalización) no solo favoreció el desarrollo acelerado de las nuevas tecnologías a nivel mundial, sino también a los países en desarrollo que supieron utilizaron políticas adecuadas de activismo estatal y aprendizaje tecnológico como base de un nuevo tipo de inserción competitiva en las nuevas condiciones internacionales.
1.1 La base informática o computacional del nuevo capitalismo
La electrónica tanto como ciencia o como industria, tuvo un lento desarrollo en el siglo XX, hasta que la revolución microelectrónica posterior a la segunda guerra mundial (invención del microprocesador) que posibilitó un crecimiento industrial muy rápido, primero en la industria bélica estadounidense, luego en la electrónica de consumo con fuerte participación japonesa y, finalmente, en la naciente industria de la computación de Estados Unidos (Ordoñez, 2004), donde paso a ser desde la década de 1980 la base tecno-económica de la producción mundial.6 Aunque la computadora, como toda máquina, es un instrumento de sustitución del trabajo vivo por instrumentos inanimados, su especificidad radica en que sustituye funciones cerebrales básicas, como el procesamiento de información para producir conocimiento, almacenamiento de los mismos, la revolución de la comunicación social (Dabat, 2006) y el impulso más gradual de la automatización de la producción e informatización de la mayor parte de la economía y la vida social. Por esa razón, el uso generalizado de la computadora personal (PE) y la "producción flexible" (Harvey, 1998) en ella basada y sus demás consecuencias, transformará a la mayor parte de los sectores económicos, la organización de trabajo y los aspectos fundamentales de la propia vida social y cultural.7
Los avances en tecnologías electrónicas y de las telecomunicaciones llevó a la constitución del nuevo complejo productivo que Dabat y Ordoñez (2009) denominaron "sector electrónico-informático" (SE-I),8 compuesto tanto por bienes tangibles (infraestructura, equipo electrónico, bienes operados por ese tipo de equipo), como intangibles (software) o servicios (telecomunicaciones) estructurados en torno a la computadora (Dabat, 2006), las redes de computadores y sus enlaces con otro tipo de equipos y actividades. El SE-I en conjunción con el sector científico-educativo sustituyó al complejo automotriz-metalmecánico como núcleo central de la producción social y dio lugar las llamadas "Sociedad de la Información" (Castells, 2002) y "Economía del Conocimiento" (David y Foray, 2002) basada en la investigación científica, la innovación o el aprendizaje tecnológico.
Estos cambios realzaron el papel de la propiedad intelectual y flexibilizaron la producción, dando lugar a un nuevo tipo de empresa tras-nacional tipo red, de competencia sistémica entre empresas y naciones y de cadenas productivas globales (Dabat, 2006). En principio, la revolución informática transformó las bases técnicas de las operaciones bancarias a partir de trasferencias electrónicas, cajeros automáticos y de la ingeniería financiera, o el uso generalizado de la PE que permitió la difusión de la información y pasó a ser utilizado por empresas, universidades y comunidades académicas, dependencias gubernamentales y posteriormente, la población en general. En una segunda etapa iniciada en 1995, se estableció la interconexión electrónica de los medios de información con el desarrollo del internet, potenciando el papel del SE-I (Dabat, Ordoñez, 2009). Finalmente, ya en el nuevo siglo, se llevó a la comunicación digital entre objetos ciberdirigidos, en cuanto nueva base de la automatización, el control remoto de diversos tipos de dispositivos mecánicos aéreos y espaciales, terrestres, navales y subterráneos, ferrocarril de levitación magnética o los primeros grandes pasos hacia la computadora cuántica o las redes comunicacionales de quinta generación.
El despliegue de las nuevas tecnologías, aunque desigual, tuvo un alcance global que revolucionó el conjunto de las actividades productivas y mercantiles. Sin embargo, dentro de él, cabe distinguir dos lógicas diferentes de desarrollo tecnológico. La primera es la de los países desarrollados encabezados por Estados Unidos, de innovación de punta por empresas trasnacionales muy innovadoras, sistemas científico-educativos nacionales de muy alto nivel y apoyo gubernamental en búsqueda de "rentas tecnológicas" (plusvalías extraordinarias) crecientemente orientadas a la inversión directa con fines de exportación en países de bajos "costos laborales unitarios". En cambio, la segunda lógica desarrollada por los países atrasados más dinámicos con gobiernos desarrollistas activos (a diferencia de los que se sometieron pasivamente a los imperativos del gran capital trasnacional), privilegiaron la educación masiva y movilización productiva de la población para el aprendizaje social, el upgrading en cadenas internacionales de valor (Gereffy, 1998) o las rentas de aprendizaje (Dabat, Rivera y Sztulwark, 2009). Esta orientación fue seguida primero en países como Corea. Singapur o Taiwán y luego, sobre todo por China e India bajo otras modalidades sociopolíticas y condiciones históricas. Pero como veremos, estos grandes logros históricos no pueden separarse de sus aspectos negativos u obscuros, que en conjunción con otros rasgos del nuevo capitalismo dejarán una estela de destrucción, despojo,9 miseria social y muerte.
En términos generales, la economía del conocimiento generó una oleada de desarrollo económico mundial, que permitió dejar atrás la declinación de las décadas de 1970 y 1980 (con los reparos que señaláramos), que incluyó a los propios países desarrollados de punta y especialmente a sus seguidores internacionales como México o las víctimas del mismo en el mundo entero. En la medida en que el uso de la tecnología no es social ni políticamente neutral,10 la revolución informática sirvió también a la tecnología militar a gran escala, a la ingeniería financiera especulativa (de trágico papel en la gran crisis económica actual), a la delincuencia organizada, a la manipulación masiva de la información (Offe, 1990) y del conocimiento y aún de la política, la distorsión de las comunicaciones (Portos, 2013), a la conspiración sistémica contra gobiernos progresitas (ver nota 40) y a un tipo de innovación socialmente regresiva o irrelevante en beneficio de los sectores acomodados a expensas de las crecientes necesidades insatisfechas de la población, que ha conducido a muchos autores a cuestionar la propia idea de innovación.11
Lo anterior nos lleva a la cuestión de la localización, tanto de los grandes logros como de los aspectos oscuros del fenómeno estudiado. En los países neoliberales desarrollados que encabezan la innovación de punta, el ritmo de los avances de la revolución informática y sus derivaciones científico-técnicas más radicales fue afectado fuertemente por la gran crisis internacional que padecieron para diluirse en gran medida en cuestiones menores de la electrónica de consumo (sofisticación de teléfonos celulares y gadgets, juegos electrónicos u objetos suntuarios en general), de equipos médicos muy caros inaccesibles para la gran mayoría de la población o de equipamiento militar y de espionaje (Dabat y Leal, 2013). Pero esto no sucedió de la misma manera con los países hasta ahora más basados en el aprendizaje tecnológico como China, Corea o aún Rusia del siglo XXI (esta última en casos muy puntuales) que tendieron a acercarse y en algunos casos a nivelarse o adelantarse sobre todo en las tecnologías básicas que apuntan a ser el sustento de la próxima revolución tecnológica en ciernes como, según señalan numerosas fuentes, la computación cuántica, las redes comunicacionales de quinta generación, la energía nuclear limpia, segura y no bélica a base de torio o hidrógeno, los ferrocarriles entubados de levitación magnética capaces de circular a más de mil km por hora, o nuevos materiales como el grafeno,12 o el torio (base una nueva tecnología nuclear limpia y civil).
1.2. La globalización como nueva configuración espacial del capitalismo
La difusión internacional de la revolución informática y el nuevo orden mundial neoliberal afectó profundamente al despliegue espacial del capitalismo, dando lugar tanto a una nueva configuración espacial de características muy diferentes a las anteriores, como también, por sus características socio-políticas, a un proceso muy acentuado de polarización social del mundo (Stiglitz, 2006) al que nos referiremos en la sección siguiente. En términos puramente espaciales (extensivos), la globalización constituye el más amplio proceso de internacionalización que jamás ha vivido el mundo. Pero el mismo se diferenció de los anteriores, no sólo por su mayor amplitud, profundidad y "gobernabilidad" mundial (hegemonía indiscutida de una única gran potencia y sus socios principales, por la unificación y gran ampliación del mercado mundial) o por la vinculación con el neoliberalismo y los procesos de privatización y desregulación que le siguieron y su relación con los aspectos negativos del cambio tecnológico que hemos considerado. En su aspecto material, la especificidad de la nueva y más amplia internacionalización, fue su basamento tecnológico en una infraestructura informacional completamente nueva (la base material de internet) compuesta por redes de fibra óptica de cableado submarinos o conexiones troncales terrestres tipo backbone, conexiones satelitales inalámbricas, redes públicas y privadas de comunicación en tiempo real, almacenamientos electrónicos de información, cadenas productivas trasnacionales, o magnitud de los intercambios científicos, gubernamentales, sociales o interpersonales.
El conjunto de los fenómenos mencionados alteró las relaciones entre las naciones, el mundo y las regiones. Pero también la estructura de la empresa trasnacional y el pasaje a la "empresa flexible tipo red" (Castells, 2002),13 la integración internacional de los mercados financieros o la ulterior desconexión relativa entre los intereses de la empresa trasnacional y los de su país de origen, vía las "derramas" negativas que llegó a generar para el primero (Basave, 2012). Pero también del nuevo tipo de competencia internacional "sistémica" de empresas y naciones, la división internacional del trabajo (inversión industrial acelerada en países periféricos), la creciente desintermediación bancaria en favor de los fondos desregulados de inversión (desvinculación del capital-dinero respecto al crédito orientado a la producción), de la magnitud y dirección de las migraciones internacionales y la constitución cultural de las sociedades pluriétnicas.
La globalización afectó a los canales de comunicación, información y conocimiento (nuevo papel del internet y de los grandes medios de comunicación de masas) o al carácter y funcionamiento de la delincuencia internacional cada vez más poderosa y diversificada (Dabat, 2002). Los fenómenos provocados por la globalización se extendieron desigualmente en el planeta, tanto al nivel de especialización (centros financieros crecientemente especializados vinculados a redes de paraísos fiscales, nuevos países periféricos de industrialización acelerada, nuevas potencias financieras por obra de grandes industrias petroleras como predijera en su momento Mandel (1975), así la alianza entre el neoliberalismo extremo y el fundamentalismo islámico. En términos generales, cada país ingresó de distinta manera a la globalización, con mayores o menores beneficios y perjuicios, lo que no produjo en absoluto una homogeneización del mundo sino más bien un nuevo tipo de interacción desigual entre capitalismos nacionales (Anderson, 2003)14 contrapuestos entre sí, en el contexto de nuevas redes internacionales de poder presididas inicialmente por la hegemonía mundial de Estados Unidos.
La globalización también se tradujo en nuevos grandes agrupamientos de naciones como el comercial de América del Norte en torno a Estados Unidos (TLCAN); la Unión Europea liderada por Alemania o la más reciente de Asia Oriental en torno a China,15 además de los existentes en América Latina (Mercosur, ALBA, Unasur) y otras regiones como el Consejo del Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG), la Comunidad de Estados Independientes (CEI) en torno a Rusia, o los pequeños espacios indio o sudafricano. Últimamente adquiriría particular importancia el bloque de los BRICS desde 2009 (China, Rusia, India. Brasil y Sudáfrica posteriormente).16
En cuanto a su dinámica y lógica de desarrollo, la globalización atravesó hasta ahora por dos grandes etapas (con rápida tendencia actual a la constitución de una tercera conforme veremos más adelante), derivadas de la relación entre el bloque hegemónico de países neoliberales e innovadores de punta dirigido por Estados Unidos y sus aliados, entre los que destaca la Unión Europea (factor claramente dominante de la primera etapa), y el ascenso (principalmente en la segunda etapa) de China, India, Rusia y otros países y regiones emergentes de economía mixta opuestas al neoliberalismo, la financiarización especulativa de la economía y la hegemonía mundial de Estados Unidos.
Si bien esta tendencia se manifestó a inicios del siglo actual, se precisa mucho más claramente desde la crisis internacional de 2008 centrada en Estados Unidos y Europa, la derrota y el retiro militar de Estados Unidos en Medio Oriente y la ruptura del equilibrio mundial que le siguió, signado por la aparición de crecientes zonas de desastre socio-económicas y políticas dominadas por la delincuencia internacional y el terrorismo yihadista de amplia extensión internacional, así como de la constitución de hecho de un frente mundial muy amplio contra el neoliberalismo y la hegemonía estadounidense y sus aliados (Ver Sección 3).
1.3. El neoliberalismo
En términos socio-institucionales e ideológicos, el neoliberalismo predominó ampliamente a nivel internacional desde las dos últimas décadas del siglo pasado, tanto por la recuperación de la hegemonía mundial de Estados Unidos y la orientación de las principales organizaciones internacionales, como por los paradigmas de pensamiento dominante en gobiernos, comunidades académicas y grupos empresariales (Anderson, 2003; Harvey, 2007) aunque esto no sucedería en todos los países, ni de la misma forma, como veremos. El neoliberalismo es una corriente de pensamiento social y económico que retoma y absolutiza los principios del liberalismo decimonónico, al creer que el mejor mecanismo de desarrollo humano es la promoción de la propiedad privada absoluta, el libre mercado, el individualismo a ultranza y el estado mínimo (Harvey, 2007; Dabat, 2010); pero que a diferencia de su primer antecesor clásico (el liberalismo de Adam Smith), el neoliberalismo actual es un nuevo tipo de conservadurismo político e individualismo extremo, opuesto frontalmente a la cooperación social y al intervencionismo estatal a un nivel jamás visto.17 Con base en estos principios, el neoliberalismo predominó y se expandió primeramente en la mayoría de las universidades e instituciones públicas de Estados Unidos y el mundo occidental.
El neoliberalismo fue una respuesta a la crisis de la década de 1970 de estancamiento inflacionario, que llevó al poder al neoconservadurismo de Thatcher o Reagan, respectivamente. Ello conduciría a un nuevo régimen socio-institucional de contracción del Estado y sus funciones sociales, crediticias y de desarrollo tecnoeconómico directo, en beneficio de la ampliación a gran escala de la magnitud y libre circulación del capital mediante las privatizaciones, la permisividad de la evasión fiscal o la reducción de la carga tributaria a las grandes empresas y los ricos (Ugarteche, 2010), incluyendo el mercado mundial y las políticas de entidades internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (Dabat, 2010). Estas medidas destruyeron el viejo orden fordista-keynesiano, pero también dio el paso a la revolución informática, al agilizar el acceso rápido al crédito vía los nuevos fondos de inversión en beneficio de jóvenes universitarios-empresarios emergentes del sector informático (Pérez, 2004). Habría que agregar que la relación entre neoliberalismo y la nueva tecnología informática, será también fundamental (pero a la inversa, como retroalimentación tecnológica del neoliberalismo), en la conformación del sistema financiero especulativo, como veremos en la sección 1.4.
Sin embargo, en un sentido histórico-social más amplio, el neoliberalismo (como ideología e institucionalidad dominante de la revolución informática y la globalización) provocó una serie de consecuencias catastróficas para el mundo entero. En los países periféricos la apertura comercial y la desregulación de los mercados tendrían consecuencias desastrosas para el empleo, la pequeña empresa o el nivel de vida de los trabajadores y la gran masa de la población. Pero a más largo plazo, el nuevo régimen socio-institucional también afectaría gravemente a los propios países desarrollados y a Estados Unidos en particular, tras la bonanza de fines del siglo pasado. La conjunción del debilitamiento de los estados nacionales, la globalización financiera, y la polarización social regresiva, dio lugar al enriquecimiento y consumismo desmedido de la cúpula superior de la sociedad, alentando la evasión fiscal hacia los paraísos fiscales, el curso cada vez más especulativo del sistema financiero, la inversión productiva a corto plazo, el incremento gigantesco del endeudamiento y las peores formas del individualismo18 y las conductas antisociales. A ello, se le sumaría la creciente agresividad de la única superpotencia mundial de la época, en su esfuerzo por tratar de imponer sus propios valores e instituciones a partir de su larga historia de intervencionismo militar (Hobsbawm, 1999).
Por el contrario, los países más poblados del mundo y de más rápida industrialización y modernización como China e India seguirán caminos distintos sin salirse de la globalización al lograr preservar Estados nacionales fuertes, impulsores del desarrollo económico y social, la industrialización y modernización de sus economías o la preservación de sus mercados internos (Dabat, Leal, 2013). América Latina, en cambio, haría inicialmente lo contrario, especialmente en el periodo de la crisis de la deuda y de su solución de la década de 1980 (Plan Brady) y la superación democrática-formal del interregno militar de las décadas de 1960 y 1970 (Oliver, 1999). Las consecuencias de ello, serán la creciente debilidad del Estado, una mayor desigualdad social, la concentración de la riqueza en grupos muy reducidos de la población o la cesión de los recursos naturales a grandes corporaciones trasnacionales. Esto debilitaría sensiblemente las economías nacionales (especialmente a la mayoría de las latinoamericanas) y las dejaría muy expuestas a la crisis internacional de 2001-2002. Pero esta exposición también provocaría en muchos países (sobre todo en América del Sur) un nuevo curso político y económico anti neoliberal en un sentido más parecido al de China o India, mientras otros países (entre ellos México) continuarían aferrándose a la ortodoxia del libre mercado.19
Pero si el neoliberalismo en general implica la desnaturalización de funciones históricas del propio Estado burgués (económicas, sociales y culturales) a costa de la desprotección del trabajo, las clases sociales subalternas y la sociedad en general, en relación al libre mercado, una de sus consecuencias económicas más extremas, será el desarrollo de un nuevo sistema financiero de carácter esencialmente especulativo en detrimento de la producción y el empleo. O sea un fenómeno que si bien llegó a predominar ampliamente a nivel internacional o las instituciones mundiales de regulación del capitalismo, se extendería (al igual que el neoliberalismo en su conjunto) muy desigualmente entre los distintos países y regiones, conforme vimos, puesto que un número creciente de países lograrían preservar o reconstruir instituciones financieras públicas orientadas hacia la producción y el empleo.
1.4. El nuevo sistema financiero especulativo
En el plano financiero la respuesta neoliberal a la crisis estanflacionaria de 1972-1981 fue la conformación de un nuevo sistema basado en la desintermediación bancaria (sustitución de los bancos regulados por fondos financieros desregulados como principales financiadores del desenvolvimiento económico) y por la titularización y desregulación del crédito, en las condiciones históricas generadas por el fin de la convertibilidad del dólar de 1971 y las paridades monetarias fijas de Bretton Woods y de la desestabilización y debilitamiento del anterior sistema.20
En este plano tendrá una importancia fundamental la innovación tecnológica que en conjunción con la globalización financiera, conducirá a las transferencias electrónicas en tiempo real, la utilización masiva de tarjetas de crédito o cajeros automáticos, la "banca virtual" operada por internet, la "contabilidad creativa" para ocultar beneficios, la evasión fiscal, los modelos computarizados de ingeniería financiera con fines evasivos y especulativos, la titularización del crédito,21 los instrumentos derivados y las agencias privadas calificadoras de riesgo. Ello conducirá a una enorme movilización internacional de fondos fiduciarios (prestamos aún impagos) con fines especulativos y a la multiplicación y diversificación de los fondos especulativos de inversión y su conversión en los principales intermediarios financieros22 a expensas de la anterior banca regulada.
Para completar e integrar esos fenómenos, se necesitaron tres pasos adicionales sucesivos: a) La completa desregulación de los nuevos entidades e instrumentos financieros comenzada en la City londinense con el "Big Bang" de 1986 (Marichal, 2010) para terminar en Estados Unidos con la Ley de Modernización Financiera de 1999 y la de Regulación Voluntaria de 2004 (Stiglitz, 2010; Dabat y Leal, 2013); b) La aparición en gran escala de las expresiones más sofisticadas de la ingeniería financiera (los "paquetes estructurados de deuda"), que constituirían el principal instrumento especulativo de la crisis de 2008; c) Ante el crecimiento muy grande del riesgo, aparecerán los crédit default swaps (CDS) o seguros ante incumplimientos de pagos, que elevarán la especulación y la "necesidad" de los rescates públicos (Álvarez, 2013).
El resultante final de ello, se traduciría en dos nuevos fenómenos de enorme importancia mundial que constituirán el aspecto central del llamado proceso de financiarización:23a) la aparición del llamado "Shadow Bank System"(Banca en la sombra) en Estados Unidos, denominada así por su total falta de regulación y supervisión pública (Marichal, 2010), que superará a la banca comercial regulada en volumen de transacciones a partir de 2004, lo que en los hechos implicó la desnaturalización de la función de primordial del crédito como factor fundamental de canalización del capital dinero temporalmente ocioso hacia la producción (Dabat y Leal, 2013); y b) el atesoramiento clandestino e ilícito24 ("fugas de capital") de enormes sumas de dinero hacia los llamados Paraísos Fiscales, sea para evasión fiscal o lavado de dinero a nivel internacional. Este hecho sustrae enormes recursos, no solo al control público y el uso productivo y social de los mismos, sino que es en sí mismo un hecho delictivo del que son beneficiarios o cómplices los dirigentes, ideólogos o instituciones del neoliberalismo.
1.5. La hegemonía mundial de los Estados Unidos: ascenso y declinación
Tras el fracaso militar en Vietnam y la crisis económica en 1974-1975, Estados Unidos perdieron temporalmente la indiscutida supremacía económica mundial que detentara desde la Segunda Guerra ante los embates de Japón y la recuperación europea encabezada por Alemania. Pero en esa coyuntura histórica, reestructuró su economía a partir de la revolución informática y el nuevo Sector Electrónico-Informático, lo que le permitió superar la crisis y alcanzar un predominio económico y político-militar mundial jamás alcanzado, a partir de la ruptura del equilibrio estratégico provocado por el "techo electrónico" del presidente Reagan, su llamada "guerra de las galaxias" (Rodríguez, 2011) que terminó de hecho con la paridad nuclear de la URSS.
La expansión de la revolución informática en los países desarrollados conllevó a la restructuración profunda de la producción capitalista en el mundo entero, en contraste con la decadencia económica-social de la URSS, el comienzo de su crisis política y de sus enormes dificultades para implantar la Perestroika (Hobsbawm, 2004), lo que estarían en la base de la caída de la URSS y del bloque socialista, poniendo fin a lo que quedaba del orden bipolar mundial, para abrir paso a otro periodo hegemonizado por Estados Unidos.25 El carácter abrupto de la caída de la URSS, llevó a diversos autores reaccionarios a imaginar el "fin de la historia", como única forma de vida social a partir de las ideas e instituciones neoliberales (Fukuyama, 1992), idea que en la realidad actual se pondrá en duda como pretendemos estudiar en este trabajo.
La hegemonía norteamericana condujo inicialmente a un sistema de estados subordinados al predominio económico, político e ideológico estadounidense, con base en su potencialidad tecnoeconómica, el cuasi-monopolio militar de armas de alta tecnología (Hobsbawm, 1999) y su control sobre las grandes cadenas de comunicación mundial. Esas condiciones permitieron la expansión de las ideas e instituciones neoliberales en la mayoría de los países periféricos, incluidos los ex miembros del bloque socialista. Sin embargo, a partir de la crisis económica del 2001-2002 y los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York y el comienzo de la "guerra contra el terrorismo", esta tendencia comenzó a cambiar. Como resultado de la competencia china, la declinación de la rentabilidad empresarial en Estados Unidos, de la creciente fuerza del nuevo sector financiero especulativo o de los sectores más conservadores ligados al complejo industrial-militar, el gobierno estadounidense acentuó sus rasgos neoliberales y militar-imperialistas tras el ascenso al poder del Partido Republicano y de George Bush a la presidencia de Estados Unidos a comienzos del nuevo siglo.
Las consecuencias más importantes de esta inflexión política fueron la completa libertad de acción del sector financiero-especulativo o del poder militar y de seguridad nacional estadounidense, junto a la reducción de la capacidad fiscal y regulatoria del Estado. La suma de la desregulación del sector financiero y del debilitamiento de las funciones económicas y sociales del Estado, desencadenaron la especulación financiera a niveles nunca vistos y la creación de una "banca en la sombra" descontrolada, como ya vimos, que conduciría a la gran crisis de 2008. Pero también al mayor debilitamiento de la competitividad productiva y la superioridad tecnológica del país, o a la incapacidad fiscal para atender los gastos públicas de salud, educación o seguridad social en general (Dabat, Leal, 2013). En el plano internacional Estados Unidos optó por acentuar o su alianza con Israel contra el mundo árabe-islámico o con Arabia Saudita contra la fuerzas progresistas del mundo islámico, dentro del contexto de la llamada "guerra mundial contra el terrorismo", la invasión a Afganistán e Irak, la generalización del espionaje electrónico ilegal y las operaciones encubiertas contra países e individuos hostiles a sus intereses, con el objetivo de preservar por medios bélicos la hegemonía mundial del país.26
La aplastante superioridad militar estadounidense permitió fulminantes victorias iniciales en Afganistán e Irak. Sin embargo, la expansión militar no se consolidó territorialmente, sino que además provocaría un enorme e infructuoso gasto público (Stiglitz, 2010), que concluiría en una gran derrota militar (retiro posterior de las tropas de ocupación), una región completamente devastada económica y socialmente y una desestabilización total de medio oriente que terminaría fortaleciendo a los principales enemigos de Estados Unidos en la región: Al Qaeda, los talibanes, Irán (dado el acercamiento posterior de Irak a Irán también shiita) o Rusia, sin que Estados Unidos obtuviera beneficio directo alguno. Pero el vacío dejado por la retirada militar estadounidense, favorecería también a la influencia regional e internacional de las monarquías fundamentalistas sunnitas de orientación wahabita27 encabezadas por Arabia Saudita, y con ello, a la mayor difusión del yihadismo bajo múltiples formas.
Volviendo al desenvolvimiento del mundo en su conjunto y a la declinación de la hegemonía estadounidense, el elemento nuevo fundamental de cambio del orden mundial fueron factores tales como el ascenso de los países emergentes asiáticos no neoliberales, como China e India; el resurgimiento de la economía rusa, el crecimiento de las economías sudamericanas posneoliberales, la presencia regional de Sudáfrica o el afianzamiento de países islámicos shiitas o afines como Irán o Siria. Todos ellos se caracterizarán por el alejamiento de la ortodoxia neoliberal dominante de un conjunto cada vez más amplio de países, los que a su vez alcanzarían altas tasas de crecimiento económico y social, en contraposición con la declinación y crisis de los países neoliberales. Fenómenos que mostrarán los límites de la hegemonía de Estados Unidos como prevería Hobsbawm (1999).
En síntesis, retomando el curso del nuevo capitalismo en su conjunto, este expresa el entrecruzamiento de los cinco elementos analizados (revolución informática, globalización, neoliberalismo, nuevo sistema financiero y hegemonía estadounidense); pero que mientras la bases electrónica-informacional y la globalización (esta última bajo formas no neoliberales), pasarían a ser el basamento del conjunto de la economía y la vida social del mundo, el neoliberalismo, el nuevo sistema financiero y la primacía de Estados Unidos, serían cada vez más cuestionados por distintos países y fuerzas internacionales, lo que eclosionaría más precisamente a partir de la crisis internacional iniciada en 2008 y la evidencia de la declinación histórica estadounidense (Dabat, Leal; 2013).
2. La crisis mundial y las transformaciones en curso del orden mundial
2.1. La crisis actual: nuevo sistema financiero y orden social neoliberal
La crisis financiera internacional de 2008-2010 debe ser vista como expresión del agotamiento del neoliberalismo como régimen socio institucional e ideológico prevaleciente a escala internacional, así como del empoderamiento de las naciones ascendentes en el escenario mundial (China, sureste asiático, Rusia, Irán y más recientemente, el bloque sudamericano de la Unasur) como indicios de la emergencia de un posible nuevo orden mundial posneoliberal, dentro de un contexto económico, político, cultural y militar muy conflictivo e incierto. Dentro de este marco general, la crisis y recomposición del orden internacional, se expresan en diferentes planos que trataremos de exponer sintéticamente comenzando por el financiero, como epicentro en Estados Unidos y posteriormente en Europa.
En la sección anterior se expusieron los aspectos fundamentales del nuevo sistema financiero especulativo y sus relaciones con el neoliberalismo, la revolución informática y la globalización. Lo que en esta sección nos interesa señalar es: a) que el colapso de ese sistema (como culminación y multiplicación exponencial de la crisis de las hipotecas subprime, o de alto riesgo)28 desencadenó la crisis económica y social ulterior, el descomunal rescate gubernamental al sector financiero y la gran empresa estadounidense, y la extensión de la crisis a la Unión Europea en el contexto de una colosal fuga de capital hacia los Paraísos fiscales; y b) que independientemente de otros factores considerados posteriormente, la crisis europea es una extensión directa de la crisis estadounidense, aunque particularmente centrada en la deuda soberana de los estados más débiles del continente con la banca alemana y de los países más ricos de la Unión, ya que los primeros no pueden pagar su deuda sin descargar el peso de la misma sobre los trabajadores, la clase media baja y los sectores desprotegidos de la población.
Este último aspecto incluyó la posibilidad muy cierta de ruptura de la Unidad Europea y el área monetaria del Euro (que ya comenzó a manifestarse políticamente en Grecia o, indirectamente, con la gran devaluación de hecho del franco suizo). Pero también, de que su extensión y profundización retroalimentó y acentuó fuertemente la crisis estadounidense y mundial (Ugarteche y Carranco, 2011). Al respecto debe de tenerse en cuenta que el enorme desembolso fiscal de 2008 para rescatar la banca y la empresa estadounidense elevó espectacularmente el endeudamiento público y el déficit fiscal de ese país, a un nivel que cuestiona seriamente la posibilidad del crecimiento futuro de la economía nacional.29 Fenómeno trasladado al plano político en la pugna entre los partidos Demócrata y Republicano sobre cómo resolver el problema; mientras que el Partido Demócrata plantea elevar la carga fiscal a los ricos, el Partido Republicano buscar reducir drásticamente el gasto social del gobierno (Dabat y Leal, 2013).
Pero en el fondo e históricamente, lo que más tienen de común las crisis estadounidense y europea, es el desfinanciamiento extremo de sus Estados nacionales por la fuga ilícita de los grandes capitales dinerarios hacia los Paraísos Fiscales como vimos, y el respaldo de esa situación por el régimen socio-institucional dominante. Los gobiernos que lo aceptan, no solo deben minimizar su desarrollo científico tecnológico, sino que tienen que optar entre políticas extremas de austeridad fiscal y social a costa de los trabajadores y pueblos, o por tímidos incrementos impositivos a los altos ingresos fiscalizables (que excluyen de hecho a los no fiscalizables ocultos en Paraísos fiscales).
Aunque el fenómeno daña a todo el mundo, afecta mucho menos a los países con Estados nacionales y finanzas publicas fuertes, sistemas financieros regulados, menor titularización del crédito, peso de los instrumentos derivados o "profundización financiera" (relación entre agregados financieros y economía real). Ello está dotando a esos países de mayores defensas institucionales y político-sociales para resistir y manejar la crisis, como sucede en los países emergentes de economía mixta, como veremos. A nivel internacional, la contradicción entre el libre juego especulativo del "dinero organizado" por un lado, y el desarrollo de economía real con crédito sano y empleo, por el otro, determinan dos vías alternativas muy opuestas de desarrollo mundial.
Países como China y otros países de economía mixta, al contar con mayores defensas contra la acción especulativa y antisocial del "dinero organizado", pueden crecer a tasas mucho más elevadas y equilibradas que la de los países "financiarizados". El cuadro 1, con datos anteriores a la crisis mundial, muestra como Estados Unidos contaba entonces con un nivel mucho más elevado de profundización financiera e instrumentos especulativos que el resto los grandes países del mundo, salvo Gran Bretaña.30
* No incluye derivados. ** No incluye derivados sobre acciones y commodities. Si se suman los derivados a estos rubros, alcanzarían en 2007 a 548 miles de millones, más 596 de derivados sintéticos y CDS (Credit Defaut Swap), para totalizar 1144 miles de millones de dólares. ***Los porcentajes son en relación al PIB. Fuente: Global Financial Stability Report, FMI, septiembre 2007.
Habría que agregar que la concentración monumental de capital dinerario y ficticio en Estados Unidos se elevó por el altísimo nivel y aceleración del endeudamiento público y privado del país, que lo convirtió en un gran deudor mundial (revirtiendo de esa manera, completamente, el papel alcanzado por el país a partir de la Segunda Guerra Mundial. Esto dio lugar al enorme flujo de capital externo hacia Estados Unidos para pagar el exceso de gasto del país en relación a sus ingresos, traducido principalmente en la adquisición de títulos públicos (letras del Tesoro) y privados (bonos y acciones), depósitos bancarios, títulos hipotecarios y derivados entre otros, con muy escasa participación de la inversión directa, reduciendo desde cifras cercanas a 30% de la inversión extranjera total, a menos de 10% en 2006 (CRS, Report for Congress, 2008).31
El camino seguido por la banca y el sistema financiero en Estados Unidos ocupa un papel central en la conformación de una vía específica de desarrollo capitalista, en la cual los elementos más acendrados del liberalismo y del individualismo aparecen dominados por el ascenso meteórico de lo que algunos llaman el "dinero organizado" (Parker, 1982). O sea elementos tales como el desfinanciamiento del Estado por la evasión sistemática de impuestos, "la puerta giratoria" de incesante rotación de cargos entre altos funcionarios gubernamentales y altos directivos financieros, empresariales o del industrial-militar, la institucionalización generalizada del soborno o los estímulos gubernamentales a la rentabilidad a corto plazo de empresas y directivos, a costa del beneficio social (Stiglitz, 2010; Dabat, Leal, Romo, 2012). Por ello, la crisis del 2008, pudo transmitirse más fácilmente al mundo entero más allá de Estados Unidos y Europa, alcanzado sobre todo a economías latinoamericanas (México y Centroamérica), sin dejar de golpear al resto.
2.2 Estados Unidos y los Países Desarrollado frente a la competencia mundial del mundo emergente y sus consecuencias sobre el Orden Mundial
La crisis financiera de Estados Unidos, su persistencia y la caída casi simultánea de Europa, no se deriva solamente de la pura expresión de políticas neoliberales. Aunque estos factores son causas fundamentales de la crisis, su factor subyacente de fondo es la declinación estadounidense y Europa ante la competencia industrial del bloque de países periféricos emergentes encabezados por China, que ya ha comenzado a expresarse en los primeros cambios institucionales del Orden Mundial.32 En términos generales, esto se debe a tres grandes fenómenos relacionados: a) La crisis de la primera etapa de la globalización de primacía absoluta de Estados Unidos y su régimen socio-institucional neoliberal; b) el desplazamiento del centro cíclico de la economía mundial desde Norteamérica y Europa Occidental hacia Asia Oriental, y China seguida de otros países de la región; y c) Como resultado de lo expuesto, la posibilidad del tránsito a un nuevo orden mundial multipolar (Stiglitz, 2006), de mayor regulación publica, inclusión social y mayor peso de grupos regionales de naciones.
La declinación interna de Estados Unidos no solo expresa la regresividad del sistema financiero, el debilitamiento fiscal y regulatorio del Estado, el endeudamiento externo o los enormes costos de preservación de la hegemonía. También otros aspectos tecno-productivos y socio-institucionales de fondo33 como son, a saber: a) el dominio de la empresa por los accionistas y su lógica de rentabilidad a corto plazo; b) la enorme y acelerada pérdida de competitividad internacional, incluyendo tecnología; c) el gran estrechamiento de la superioridad científica-tecnológica y educacional; d) el creciente deterioro de la infraestructura física e informática por inversión suficiente; e) la creciente ruptura del tejido social por la gran polarización de ingresos; f) la erosión de la base social del sistema, por un tipo inclusión basada mucho más en el crédito, que en el empleo o el salario; y g) Las desastrosas consecuencias del intervencionismo militar externo a grandes costos y escasos o nulos beneficios internos, y terribles efectos externos, como la creación de amplísimas áreas de desastre, generadoras de delincuencia en gran escala y yihadismo.
A su vez, el gran despegue económico de los países asiáticos, se derivó de la propia lógica de la globalización y la competencia internacional, que posibilitó que los países de activismo estatal desarrollista lograran un rápido aprendizaje tecnológico, fuerte desarrollo científico-técnico, logros en productividad, costos laborales unitarios más bajos, mayor competitividad,34 excedente económico y acumulación real y financiera (nivel de las reservas monetarias), muy por encima de los logros de la innovación de punta estadounidense (Dabat, Rivera y Sztulwark, 2009) carcomida por el derroche, la especulación o el gasto militar improductivo. Antes de 2008 ya era claro el arrollador avance económico de China y otros países. Las exportaciones chinas crecían a tasas anuales de 25% en 2000-2007 (30% en 2003-2007), las de India y Rusia a 24 y 27%, (2003-2007) y las sudamericanas a 16% en 2003-2010 (Dabat, Leal, Romo, 2012). Comparativamente, las de Estados Unidos lo hacían a 6% entre 2000 y 2007, y las de la Unión Europea a 12% (Ibarra, 2013).
Los logros de China se observan sobre todo a nivel del PIB (ppp), que creció a 10% medio en 1980-2010, y a 7-8% tras la crisis mundial, aún muy superior a la del mundo industrializado (Ibarra, 2013). Según el FMI (cuadro 2), en 2011 los países en desarrollo generaban dos tercios del PIB mundial, los BRIC (Brasil Rusia, India y China) 27% y la suma de Europa y Estados Unidos, un tercio. En 2014 China alcanzaría a Estados Unidos.
Fuente: FMI (2012), World Economic Outlook Database, Abril y (2014) Report for Selected Countries (PPP valuation of country GDP), octubre.
3. La respuesta política de los países en desarrollo social-productivistas ante la descomposición del neoliberalismo
El agotamiento de la globalización neoliberal y la actual crisis internacional, afectó al mundo en casi todos sus aspectos, pero también abrió espacios para la emergencia de proyectos nacionales y regionales alternativos como el de los gobiernos progresistas de América Latina. Las rupturas y disputas internacionales en los primeros años del siglo XXI, gestaron nuevas vías de desarrollo35 distanciadas de la ortodoxia intelectual, política e institucional del neoliberalismo y mucho más cercanas al "pos-neoliberalismo" (Figueroa y Cordero, 2011). Dentro de él, caben países muy diferenciados entre sí (relaciones de Estado y mercado, concepción de la democracia, papel de la empresa pública, social y privada, relaciones entre desarrollo económico y medio ambiente, derechos humanos o relaciones de género, etc.) pero agrupados contra el neoliberalismo, la financiarización especulativa o la hegemonía estadounidense.
Como resultado de este rechazo se ha ido formado en los últimos años un frente mundial contra el neoliberalismo y la hegemonía mundial de Estados Unidos, encabezado de hecho por China y su creciente alianza con Rusia, la Unasur, Irán o África del Sur, a la cabeza de una parte mayoritaria de los países en desarrollo. Este bloque emergente incluye un conjunto muy amplio de organizaciones y acuerdos entrelazados como el Foro Trilateral IBSA (Brasil, India y Sudáfrica), los BRICS (los tres países anteriores más China y Rusia), la Organización de Cooperación de Shangai, la Comunidad Euroasiática en torno a Rusia, la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), la Unasur, el Mercosur o el ALBA en América Latina, el Acuerdo marco de Cooperación militar y técnica entre Rusia e Irán, los acuerdos de ambos países con Rusia, el nuevo Irak y Líbano en torno a la cooperación económica y militar, el Foro de Cooperación China-África, el Grupo de los 77 reforzado por China (G-77 + 1) dentro de la ONU, o la alianza de hecho de Rusia e indirectamente de China con Irán y el shiismo musulmán en Medio Oriente.36
Esta convergencia se expresa en múltiples planos. Aparte aspecto más conocido y también más cuestionado del comercio con China37 el nuevo tipo de interacción más amplia, también dio un enorme salto en muchos otros planos no solo al comercio y la inversión recíproca, sino también a la cooperación científica y técnica, a grandes obras de internacionales de infraestructura, a un nuevo sistema internacional de pagos basado en monedas nacionales al margen del dólar, como las que han comenzado a desarrollarse en la mayoría de esos convenios o incluso acuerdos de seguridad o, incluso, militares. La cooperación política en el seno de la organización mundial se especialmente a partir del Grupo de los 77 + 138 en la ONU, o en organizaciones regionales como la OEA donde Estados Unidos ha perdido totalmente el control de la misma. Pero también, con distintas modalidades y alcances, en torno a conflictos militares locales, como las incursiones militares israelíes en la Franja de Gaza o la guerra de Medio Oriente contra Siria y su alianza con Irán promovida por Estados Unidos y sus aliados europeos, Israel y más tarde, el Yihadismo;39 el despedazamiento y la yihadización de Libia tras los ataques aéreos de la coalición dirigida por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, o la actual "guerra civil" ucraniana.40
Esos sucesos convierten a la crisis económica internacional iniciada en 2008 en una crisis política mundial de muy amplio alcance y variadas manifestaciones, que cuestiona las bases del orden neoliberal existente. Pero la persistencia y resistencia de este orden a desaparecer, ha desencadenado o amplificado grandes conflictos de muy distinta naturaleza, entre los cuales pueden destacarse los siguientes;
Nuevo tipo de espionaje, sabotaje y guerra cibernética, posibilitadas por la tecnología actual, como el ciber-espionaje civil, político y económico denunciado por Snowden, la paralización de dependencias gubernamentales a partir de virus informáticos, empresas o instalaciones militares, o el empleo de drones con fines criminales.
Guerras civiles de destrucción masiva y genocidio, nacionales y regionales, que apelan a muy diversos métodos de destrucción y exterminio respaldadas por potencias regionales o mundiales del bloque neoliberal dominante; como los que tuvieron lugar en Libia, la Franja de Gasa, Siria, Afganistán, Somalia, Ucrania, Yemen o Nigeria.
Grandes movilizaciones "pacíficas" de desestabilización de gobiernos progresistas por medios "blandos",41 que integran la amplificación de protestas socio-políticas opositoras diversas (ambientalistas, anti-corrupción, institucionales, etc.) mediante provocaciones externas, financiamiento o respaldo de agencias de espionaje y fundaciones extranjeras, grandes cadenas de comunicación o iglesias evangélicas y afines, o incluso grupos paramilitares (casos de Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Paraguay, entre otros, con distinto grado de éxito).
La discriminación o represión chovinista violenta contra las minorías étnicas por grupos xenófobos de extrema derecha, como la que tiene lugar en Estados Unidos contra la inmigración latina o la población negra, y en diversos países de Europa contra la inmigración islámica o africana.
Finalmente, aunque de hecho y no a nivel político, los crímenes de la delincuencia internacional (narcotráfico, comercio ilegal de armas, trata de mujeres y niños u órganos humanos, comercio ilegal de diamantes y otros bienes valiosos vinculado a las guerras africanas) La relación de ello con el neoliberalismo, se halla la base social de los mismos, como el desempleo, la miseria y las enormes desigualdades sociales (Stiglitz, 2012; Piketty, 2014), la opacidad de enormes capitales en juego, la "amoralidad" a ultranza del sistema, o la asociación o complicidad con gobiernos o empresas legales.
Este conjunto de hechos tan brutales, parecieran conducir al mundo a una nueva guerra mundial más espantosa aún que las anteriores. Pero a pesar de ello, esta resulta muy difícil por las propias condiciones tecno-económicas de la globalización, que entrelazan al mundo de tal manera (redes de comunicación, cadenas productivas globales, e interdependencia económica, tecnológica o científica, sociedades pluri étnicas) que la hacen muy improbable, aunque no imposible.
En síntesis podría decirse que estos males no son provocados por la revolución informática o la globalización en sí misma, sino por la institucionalidad, ideología y moralidad neoliberal que ha presidido hasta ahora esos fenómenos. En ese sentido lo que el mundo requiere no es menos innovación tecnológica o globalización, sino más bien su ampliación y profundización civilizada, liberándolas de sus ataduras socio-institucionales con el neoliberalismo dominante, para afrontar las espantosas carencias sociales actuales y las no menos lúgubres amenazas genocidas y ambientales futuras. O sea, a partir de una nueva globalización pacifica de la humanidad, de ampliación de los poderes públicos, el conocimiento y la inclusión social, que racionalice, humanice y amplié los logros de la interdependencia mundial, aunque con fines sociales, ambientales y democráticos.
Breves conclusiones
En las condiciones de agotamiento del capitalismo fordista-keynesiano tras la crisis de 1974-1975, de la caída al Estado de Bienestar de Occidente y, más tardíamente, del capitalismo nacional-populista de América Latina, tuvo lugar el advenimiento de la revolución informática, la globalización y el neoliberalismo (secciones 1.1, 1.2 y 1.3) y, en general, de lo que denominamos capitalismo informático-global. La irrupción del nuevo capitalismo conducirá a una nueva oleada muy desigual de desarrollo mundial bajo la hegemonía absoluta de Estados Unidos, al mismo tiempo que dará el golpe final a la Unión Soviética y lo que quedaba del campo socialista.
El desarrollo del nuevo capitalismo integrará competitivamente al mercado mundial a todos los países del mundo, aunque con efectos muy desiguales: a) Los países de integración pasiva y neoliberal, sufrirán las peores consecuencias de la apertura comercial, del debilitamiento del Estado y el empobrecimiento de su población; b) Los de integración activa basada en Estados desarrollistas fuertes, aprendizaje tecnológico en la base de la sociedad y aprovechamiento de sus bajos "costos laborales unitarios", ascenderán competitivamente dentro de la globalización a un ritmo vertiginoso de crecimiento económico e inclusión social (muy por encima de Estados Unidos y de los países desarrollados). Este será inicialmente el caso de países como Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong, pero sobre todo y más recientemente, de China desde los años ochenta, noventa y especialmente a comienzos del nuevo siglo, cuando aplastará en la competencia internacional a los países desarrollados alcanzando altos niveles de desarrollo tecnológico y pasará a ser acreedor de Estados Unidos. Detrás de China siguen países como India, la nueva Rusia de Putin42 o Brasil, para solo mencionar algunos de los nuevos países emergentes.
La contrapartida de este fenómeno será la declinación de Estados Unidos y su crisis de hegemonía incluyendo países y fuerzas seguidoras, ante la insostenibilidad de un régimen socio-institucional tan individualista, especulativo, derrochista y militarmente destructivo. Tras la euforia de la última década del siglo XX, los fenómenos mencionados conducirán a Estados Unidos a las crisis del siglo XXI que arrastrarán a Europa Occidental y otros países aliados, de la que solo podrán librarse en parte los países productivistas y más basados en el interés público y en rechazo al intervencionismo político y militar.
Es a partir de estas condiciones internacionales como se conformará un incipiente bloque alternativo de Estados nacionales de economía mixta, constituido por países muy diferentes en cuanto a poderío nacional y regional, niveles de desarrollo y relaciones económicas, sociales y culturales propias de cada delimitación espacial o de su papel dentro de la división regional e internacional del trabajo. En él convergen Estados y sociedades civiles muy diferentes, tanto en lo socio-institucional como en lo cultural; distintas relaciones entre Estado, mercado y economía social; sectores productivos y financieros; laicismo y religiosidad; desarrollo económico y medio ambiente; o en una gran cantidad de otros problemas como la concepción de la democracia, los derechos humanos o las relaciones de género. En términos históricos generales, en ello se conjugan y entremezclan dentro de ese bloque antineoliberal dos vías distintas de desarrollo forzadas por la historia a caminar juntas en la gran pugna mundial de hoy: la que podríamos llamar vía tecnocrática y autoritaria con rasgos patriarcales (aunque en gran parte heredados de tradiciones histórica-culturales pretéritas) como sería el caso de China o de Rusia (o de los principales países islámicos progresistas, aunque no solo de ellos), y lo que podríamos considerar como otra vía opcional aun en gestación con los que se estarían desarrollado en América del Sur (también presente en el conjunto del mundo, con rasgos más participativos y democráticos desde abajo, y con visiones más avanzadas en derechos humanos, sociales y participativos).
Estas diferentes vías no solo diferencian a naciones, sino que las atraviesan en cuanto relaciones sociales y culturales de clases, grupos sociales y fuerzas político-sociales internas a cada localidad, nación o regiones multinacionales; por ello, no pueden dejar de debatirse y confrontarse a lo largo del desarrollo histórico de esta etapa de vida de la humanidad. Pero ese debate y diferenciación, deberá necesariamente darse dentro de lo que hoy en día es la principal contradicción socioeconómica y política del mundo entre dos grandes frentes opuestos. La que separa a países, clases y fuerzas sociales agrupados en favor o en contra del neoliberalismo, Del dominio mundial o no de Estados Unidos o de la utilización especulativa o social de las enormes riquezas privadas escondidas ilícitamente en paraísos fiscales (ver nota 23) o de la eliminación del peligro de una nueva guerra mundial devastadora o una catástrofe ambiental. Cuestiones que nos llevan necesariamente a la construcción de un nuevo orden mundial multipolar, de grandes bloques regionales, de desarrollo productivo con pleno empleo, conocimiento científico y tecnológico en beneficio de la sociedad e inclusión social participativa. Solo dentro de un entorno internacional de ese tipo podrá ser viable la opción popular, democrática y solidaria desde abajo, cuya cercanía dependerá fundamentalmente de acumulación histórica de fuerzas que la misma logre en la lucha común de hoy contra el neoliberalismo.