Introducción
La continuidad en México de levantamiento de encuestas de ingreso y gasto de los hogares garantiza una comparabilidad histórica que permite observar que de la segunda mitad del siglo pasado al inicio de década de 1980, los ingresos de los hogares crecieron a un ritmo importante y bastante estable. El inicio de esa década marca una ruptura con el periodo anterior, las crisis de 1982, 1986, 1987 y 1994-1995 repercuten en caídas brutales en el ingreso de los hogares (Tabla 1). Desde 1995, los ingresos muestran un ligero crecimiento, pero como consecuencia de la crisis de 2008-2010 y del bajo crecimiento entre 2000 y 2003, los ingresos son inestables y vulnerables frente a un ámbito macroeconómico volátil (Tablas 1 y 2). De esta manera, el Ingreso Corriente Total Per Cápita (ICTPC) de los hogares mexicanos muestra un incremento durante el periodo 1992-2014 y 1992-2018 de aproximadamente 8%, un aumento muy débil considerando en el mismo periodo el crecimiento de la economía y de la riqueza (CEPAL, 2017), la disminución del tamaño del hogar, la incorporación de las mujeres al mercado laboral, el gasto considerable en programas sociales, productivos y ambientales, pero también el papel que ocupan y ocuparon la remesas, los mecanismos de reciprocidad y los gastos no monetarios en general. Según los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2018 sólo 22% de la población es considerada no pobre y no vulnerable (por ingreso o por carencia social), al comparar con 19% en 2008. Si se nota un leve avance en términos relativos con menos porcentaje de la población en situación de pobreza o vulnerable por carencia social, en términos absolutos ha aumentado el número de personas en situación de pobreza o vulnerabilidad. También cabe subrayar que en términos de bienestar económico, ha aumentado entre 2008 y 2018 el porcentaje de población vulnerable por ingresos de 5 a 7%.
1992 | 1996 | 2000 | 2006 | 2010 | 2014 | 2016 | 2018 | ||
ICTPC | Nacional | 3596,49 | 2930,34 | 3783,12 | 4431,78 | 3794,10 | 3873,01 | 3998,46 | 3894.39 |
Rural | 2079,61 | 1667,73 | 2207,90 | 2669,71 | 2348,96 | 2325,69 | 2403,43 | 2604.50 | |
Urbano | 4603,60 | 3746,69 | 4793,05 | 5488,99 | 4661,73 | 4803,29 | 4958,12 | 4724.78 | |
Ingreso Monetario | Nacional | 3133,75 | 2577,50 | 3405,42 | 3918,56 | 3462,17 | 3550,72 | 3767,91 | 3664.88 |
Rural | 1727,79 | 1393,55 | 1945,37 | 2286,21 | 2078,80 | 2057,24 | 2216,79 | 2408.14 | |
Urbano | 4067,23 | 3342,98 | 4341,50 | 4897,76 | 4292,65 | 4448,42 | 4701,15 | 4473.92 | |
Ingreso no monetario | Nacional | 462,73 | 352,85 | 377,71 | 514,55 | 334,03 | 323,86 | 256,28 | 229.51 |
Rural | 351,82 | 274,18 | 262,53 | 384,55 | 271,52 | 269,63 | 186,64 | 196.36 | |
Urbano | 536,37 | 403,71 | 451,55 | 592,54 | 371,56 | 356,46 | 256,97 | 250.85 |
Fuente: A partir de las ENIGH (Encuesta Nacional de Ingreso y Gastos de los Hogares, INEGI).
Al mismo tiempo se nota una ampliación de la desigualdad a partir de 1980 (Boltvinik et al, 1999; Campos et al, 2014), con un fuerte aumento del porcentaje que representan los ingresos de los deciles altos dentro del PIB y de la distribución total de los ingresos (CEPAL, 2017, Campos et al, 2015; Cortes et al, 2017; Monroy Gómez Franco, 2016). Esos resultados se inscriben en una tendencia al nivel mundial, así, el reciente Informe sobre la desigualdad global subraya que esta fase se caracteriza por aumentos súbitos de la desigualdad y que son los centiles de ingresos altos que captaron la mayor parte del crecimiento de los ingresos globales (Alvaredo, et al 2017). Más que describir esta tendencia en México, el artículo se enfoca sobre los efectos que causa la inestabilidad económica en las estrategias de adaptación de los hogares, en particular la diversificación de las fuentes de ingresos e empleos o la migración. Después de una primera parte metodológica, se discutirá la evolución del ingreso y de sus diferentes fuentes monetarias y no monetarias durante el periodo de estudio 1992-2018 a través de un análisis por decil de ingreso, por ámbito urbano/rural y por entidad federativa.
Metodología y datos
Los diferentes resultados que se presentan en este estudio tienen como fuente de información principal la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) para los años 1992, 1996, 2000, 2006, 2010, 2014, 2016 y 2018. Este ejercicio del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) sufrió modificaciones y adecuaciones en el diseño metodológico, en el instrumento de captación y en los diferentes rubros de ingresos que se captan, por lo cual se ha verificado que las estimaciones y los cambios descritos sean estadísticamente significativos. Además de los cambios y actualizaciones del INEGI para responder a avances metodológicos, normativos e transformaciones de la sociedad y N del mercado laboral, se entiende que el operativo de campo, el personal y su capacitación han mostrado progresos a lo largo de la experiencia acumulada en el proyecto ENIGH. Durante el periodo de estudio, es visible el fuerte aumento en el tamaño de la muestra de la encuesta a lo largo de los años 2000 (Tabla 3), y la introducción en 2008 del Módulo de Condiciones Socioeconómicas (MCS) que permite estimaciones al nivel de las entidades federativas. El Instituto maneja el periodo 1984-2014 como la antigua serie (“construcción tradicional”) disponible a través de los microdatos proporcionados en su página. La ENIGH 2016 constituye el inicio de una nueva serie y una nueva construcción de la encuesta (INEGI, 2017a; INEGI, 2017b; CONEVAL, 2017).
Año | 1992 | 1996 | 2000 | 2006 | 2010 | 2014 | 2016 | 2018 |
ENIGH | 11,920 | 16,403 | 11,657 | 22,765 | 30,168 | 21,786 | 81,515 | 87,826 |
MCS | 38,337 | 43,842 |
Fuente: INEGI.
La literatura abunda en estudios sobre la comparabilidad entre las diferentes ENIGH considerando los cambios y actualizaciones metodológicas. Coinciden en subrayar cambios mayores en el año 1992 (Cortes, 2012; Damián, 2007; Díaz, 2015), al inicio de los años 2000 y durante todo el decenio hasta 2008 (Díaz, 2015; Damián, 2007; Calva, 2007), fecha de la primer medición multi-dimensional de la pobreza por el CONEVAL. En cuanto a su representatividad, un estudio de Cortes y Vargas en 2017 muestra como el ingreso corriente total declarado en las ENIGH, pasó de representar 60.3% del total de ingreso de las personas en Cuentas Nacionales en 1994, a 33.5% en 2014 (Cortes et al, 2017). Lo anterior refleja que la ENIGH es un instrumento que no logra captar información satisfactoria de ciertos grupos poblacionales, en particular los hogares de ingresos muy altos (Santaella, et al 2017; Campos et al, 2015) y muy bajos (Miembros externos del Grupo Técnico Ampliado, 2017).
Se utilizará la ENIGH de 1992 como inicio del periodo de análisis, dado que se experimenta en este inicio de década transformaciones mayores en la sociedad y la economía. Desde luego, el cambio mayor consiste en la puesta en marcha de un programa de reformas estructurales que sigue casi puntualmente lo que se denominó el Consenso de Washington.1 También en esta fecha la ENIGH introduce una desagregación rural-urbano, se reorganiza la información en diferentes archivos, se abre la información al público (Cortes, 2012), aumenta considerablemente la muestra y se empieza a levantar bianualmente (Damián, 2007). El periodo de interés en este estudio abarca hasta el año 2014 dado que la última ENIGH 2016 no es comparable con las anteriores. El año 2016 inicia una nueva serie histórica, debido a cambios importantes realizados por el INEGI (Heath, 2017; Boltvinik, 2017), y de manera adicional el INEGI proporciona un modelo estadístico para el MCS-ENIGH 2016 y la ENIGH 2018 para garantizar la comparabilidad con la serie anterior.
A pesar de los factores enunciados, se cree que el instrumento permite estimaciones de calidad para destacar tendencias sobre el largo plazo. Se calcularan los diferentes ingresos deflactados a precio de agosto 2016 utilizando el tamaño del hogar ajustado para calcular los ingresos per cápita. Se construirán deciles de ingreso a partir del ICTPC de los hogares, y se utilizara una desagregación rural-urbana a partir de un umbral de 15 mil personas por localidad (Gordillo et al, 2017; OECD, 2007). Cabe mencionar ciertos aspectos metodológicos que se siguieron en este trabajo:
Se incluirá el rubro de autoconsumo en el cálculo del ICTPC debido a la importancia de éste en zonas rurales y en el sector agropecuario (INEGI, 1999).
No se integrara en este estudio la estimación del alquiler de la vivienda en el cálculo del ICTPC, debido a las dificultades y aproximaciones en su captación, en particular en zonas rurales (ver INEGI2).
Se integra el rubro de rendimiento de acciones en las percepciones financieras y de capital, y se integra las percepciones financieras y de capital en el ICTPC.
Se contabilizan los ingresos de cooperativas, sociedades y empresas que funcionan como sociedades dentro del rubro de ingresos por trabajo independiente, precisando que este se contabiliza generalmente como renta de la propiedad.
Se clasifican las “indemnizaciones por despido y por accidentes de trabajo” dentro del rubro de ingresos por trabajo subordinado.
Se excluyen los ingresos por trabajo de menores de 12 años.
La muestra aplicada en las ENIGH sólo permite una desagregación territorial a partir del año 2008. El análisis por entidad federativa se realiza con la enigh y el Modulo de Condiciones Socioeconómicas (MCS) por lo cual los resultados difieren del análisis de la sola ENIGH.
Este trabajo retoma las grandes categorías de ingreso que propone el INEGI, aplicando ciertos ajustes.
Ingreso monetario
Trabajo subordinado: considera los sueldos y salarios, jornales, destajos, horas extras, incentivos, comisiones, propinas, bonos, primas, aguinaldo, indemnizaciones de trabajo.
Trabajo independiente: incluye los ingresos provenientes de los negocios de tipo agropecuario, pesquero, forestal, actividades industriales, comerciales, de servicios, así como de cooperativas, sociedades y empresas que funcionan como sociedades.
Rentas de la propiedad: contiene al alquiler de tierras, terrenos, casas, edificios, locales, inmuebles; pero también de marcas, patentes y derechos de autor. Incluye los intereses provenientes de inversiones a plazo fijo, de cuentas de ahorro, de préstamo a terceros, de acciones, bonos y cedulas.
Transferencias: se desagrega este rubro entre i) jubilaciones y pensiones, ii) programas sociales y becas, iii) programas productivos, iv) remesas originadas dentro del país, v) remesas originadas fuera del país.
Otros trabajos: contiene los ingresos monetarios y no monetarios provenientes de otros trabajos realizados en los seis meses anteriores. Sólo se presenta este rubro a partir del año 2010.
Percepciones financieras y de capital y rendimientos de acciones: retiro de inversiones, ahorros, tandas, cajas de ahorro, pagos recibidos de préstamos, ventas de acciones, bonos, monedas, casas, condominios, terrenos, maquinaria, vehículos, herencias, dotes, loterías, o seguros de vida (entre otros).
Otros ingresos: otros ingresos no considerados en los anteriores.
Gasto corriente no monetario
Se retoma la clasificación propuesta por el INEGI en cuanto al gasto corriente no monetario, excluyendo al rubro “estimación del alquiler de la vivienda”.
Pagos en especie: se refiere a bienes y servicios que recibe un miembro del hogar como pago por su trabajo. También incluye la estimación monetaria de servicios y gastos tal como la consulta, la internación, los medicamentos, el material de curación (entre otros) que reciben los hogares por parte de prestaciones sociales.
Transferencias de instituciones en especies: se refiere a los bienes y servicios que reciben los miembros del hogar por parte de instituciones públicas o privadas.
Regalos provenientes de otros hogares: se refiere a los bienes y servicios que reciben los miembros del hogar por parte de miembros de otros hogares.
Autoconsumo: se refiere a los bienes y servicios que autoconsumen o se bienes y servicios del sector no primario que se utiliza dentro del hogar.
El ingreso corriente de los hogares, 1992-2018
El ingreso corriente total de los hogares está compuesto del ingreso corriente monetario y no monetario. Como se puede observar en el Cuadro 2, el ingreso per cápita de los hogares muestra un crecimiento débil entre 1992 y 2018 en zonas urbanas donde creció de 2.6 puntos porcentuales, pero creció de 25.2 puntos porcentuales en localidades de menos de 15 mil habitantes (rural en adelante). El alza se debe al aumento del ingreso monetario de los hogares, esencialmente los ingresos por trabajo asalariado, por transferencias, y por percepciones financieras y de capital. Los ingresos no monetarios representan según el año y el decil entre 4 y 20% del ingreso total. La parte no monetaria ha disminuido en términos absolutos y relativos entre 1992 y 2018, pero se puede apreciar en el periodo 2000-2006 un fuerte aumento, determinante en la disminución de la tasa de pobreza en esos años.
Además de la brecha de ingreso entre ámbito urbano y ámbito rural, el país se caracteriza por una importante desigualdad territorial entre municipios estancados en “trampas de pobreza”, y del otro lado “clubs de convergencia” (Bebbington et al, 2016). Al nivel estatal también se nota una fuerte heterogeneidad (Mapa 1), los ingresos más altos se encuentran concentrados en estados con una población urbana importante (Ciudad de México, Jalisco, Nuevo León, Quintana Roo) y los estados con mayor población rural agrupan deciles bajos (Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Zacatecas), los primeros siendo estados receptores de población y los segundos expulsores netos dado que las diferencias de ingresos entre territorios son determinantes en la migración interna (Gordillo et al, 2017).
El periodo de estudio fue impactado por dos crisis mayores en 1995 y 2007-2008, con repercusiones en los ingresos de los hogares de tal manera que se observa en 1996 y 2010 niveles de ingresos inferiores o casi idénticos a los de 1992 para ciertos deciles de ingreso. Durante los periodos de crisis son los ingresos laborales que muestran la mayor variación negativa. En los intervalos de esas dos crisis, los indicadores macroeconómicos muestran un crecimiento anual del Producto Interno Bruto de entre 2 y 7% (con un promedio de 2.7% sobre el periodo de análisis), con excepción del periodo 2001-2003 con un crecimiento anual del PIB negativo o menor a 1.5% (Cuadro 1). De esta manera se aprecia que entre 1996 y 2000 aumentan los ingresos, el consumo privado y la inversión privada antes de estancarse y disminuir entre 2001 y 2003 (Banco de México, 2002, 2006). El ámbito macroeconómico más favorable después de la crisis de 1995 repercutió en los ingresos de los hogares con un aumento importante entre 1996 y 2006. El alza es aún más marcada entre 1996 y 2000 debido a que el periodo siguiente (2000-2006) es inestable: empieza por una coyuntura de bajo crecimiento económico (2001-2003) y sigue una etapa de crecimiento del PIB superior a 3% anual entre 2004 y 2006. El periodo entre 2000 y 2006 también se define por un fuerte aumento de las transferencias y de los ingresos no monetarios. Por último, se debe considerar en el análisis que el sector agropecuario experimentó recesiones en 1992, 2002, 2005, y sufrió a partir de 2008 una disminución de su crecimiento anual, aunque menos marcada que la de la economía general. El periodo de estudio se caracteriza por una inestabilidad macroeconómica y cambios importantes en la política social, productiva y agraria, lo cual se asocia a transformaciones mayores en las fuentes de ingresos de los hogares.
Si se analiza el periodo 1992-1996, se observa que la crisis de 1995 tiene un impacto más agudo en las zonas rurales, son los ingresos agropecuarios por cuenta propia los más afectados como consecuencia de la fuerte huella que dejó la crisis económica pero también factores ambientales sobre la actividad agropecuaria (Basurto Hernández et al, 2012). En el periodo que sigue a esta crisis (1996-2006), son las zonas rurales que experimentan el aumento más importante en sus ingresos. La crisis que empezó en 2007 muestra una tendencia opuesta dado que los hogares urbanos (y los deciles bajos) tuvieron mayor afectación en sus ingresos (-15%) en comparación con los rurales (-12%) (Tablas 4 y 5), pero también indica que los ingresos urbanos se recuperaron de una manera más rápida que en zonas rurales en el periodo que sigue a esta crisis. En efecto entre 2010 y 2014, los ingresos urbanos crecen mientras que los rurales y deciles intermedios siguen estancados. Entre 2014 y 2018, los ingresos rurales crecen nuevamente y se nota una caída en los ingresos urbanos, reduciéndose así la brecha de ingresos entre ámbito urbano y rural.
Como se verá a continuación la crisis de 2008 tuvo un menor impacto en el sector primario y las zonas rurales que en el resto de la economía, pero el impacto fue de mayor duración. Además, cabe subrayar la disminución muy marcada en zonas rurales de las remesas internacionales entre 2006 y 2010, y en cuanto a los ingresos laborales es necesario analizar los resultados de manera espacial. En efecto, un análisis territorial realizado por López Arévalo y Peláez Herreros (2015) muestra que los territorios del norte, pero también aquellos con una fuerte relación comercial con Estados Unidos sufrieron la crisis en términos de empleos, en particular en el sector secundario donde muchos ocupados se desplazaron hacia el sector primario. Del otro lado, en estados del Sur los autores observan al contrario, la generación de empleos. El impacto de la crisis en zonas rurales es también amortiguado debido la permanencia de un importante autoconsumo en zonas rurales. En efecto, si se analizan los mismos resultados excluyendo el autoconsumo, se observa que los ingresos rurales habrían sido más afectados que los urbanos entre 2006 y 2010.
Hemos señalado que entre 1996 y 2000, son los ingresos rurales que crecieron de manera más importante. En el periodo siguiente (2000-2006), si bien el crecimiento es menor, sigue siendo superior al urbano. Así, la brecha de ingresos entre zonas urbanas y rurales disminuye entre 1996 y 2006, y en el periodo post-crisis, la variación del ICTPC entre 2010 y 2014 en zonas rurales sigue siendo negativo (-0.9%) mientras que las zonas urbanas marcan una recuperación (+3%). De esta manera, la brecha entre los ingresos urbanos y rurales permanece semejante entre 2006 y 2016, pero en el último periodo (2016- 2018) se nota una caída importante en los ingresos urbanos a comparación con los ingresos rurales que siguieron creciendo (Tablas 5 y 6).
Los análisis precedentes se pueden desglosar por deciles de ingreso (Tablas 7 y 8). Sobre el periodo 1992-2018 existe una relación inversa entre el decil de ingreso y el crecimiento del ingreso corriente per cápita, así el ICTPC del primer decil aumento sobre el periodo de 36% y el del noveno decil de 5%, y únicamente en el decil más rico se nota un crecimiento negativo del ICTPC (-0.38%). La huella de la crisis de 1995 sobre los ingresos es bastante similar entre los diferentes deciles aunque la contracción del ingreso es ligeramente menor en el primer y el último decil que en los demás. La crisis que ocurrió entre 2007 y 2011 muestra un impacto diferente dado que son los dos primeros y el último decil que tienen mayor contracción de su ingreso corriente a comparación con los otros deciles. Sin embargo, en el periodo siguiente (2010-2014), los deciles más afectados por la crisis (deciles 1, 2 y 10) son los únicos que muestran un crecimiento positivo de sus ingresos, es decir, que los otros deciles (del decil 3 al 9), fueron afectados de manera menos intensa por la crisis pero de manera prolongada dado que todos siguen presentando una disminución de sus ingresos. En el último periodo (2014-2018), los deciles intermedios (del 3 al 7) tienen mayor crecimiento de sus ingresos, si entre 2014 y 2016 el crecimiento del ingreso se concentra en los deciles más altos, es la situación inversa entre 2016 y 2018.
DECIL | 1992-2018 | 1992-1996 | 1996-2000 | 2000-2006 | 2006-2010 | 2010-2014 | 2014-2016 | 2016-2018 |
I | 35.55 | -16.40 | 18.15 | 46.16 | -20.21 | 14.12 | -2.00 | 5.23 |
II | 30.98 | -19.77 | 21.51 | 43.45 | -14.05 | 5.34 | -1.25 | 4.76 |
III | 27.50 | -19.59 | 24.20 | 37.40 | -12.60 | 0.00 | 1.95 | 4.28 |
IV | 24.04 | -19.51 | 27.02 | 31.24 | -11.54 | -1.41 | 2.43 | 3.49 |
V | 20.96 | -18.90 | 28.88 | 24.63 | -10.16 | -3.16 | 3.47 | 3.14 |
VI | 17.95 | -18.42 | 30.87 | 20.24 | -10.16 | -3.70 | 3.41 | 2.70 |
VII | 14.06 | -19.64 | 34.20 | 16.28 | -10.05 | -4.46 | 4.26 | 1.50 |
VIII | 8.49 | -21.15 | 32.90 | 15.30 | -10.23 | -4.55 | 4.06 | 0.70 |
IX | 4.54 | -20.92 | 32.50 | 15.32 | -12.47 | -2.89 | 2.82 | -1.03 |
X | -0.38 | -16.52 | 27.15 | 11.61 | -18.87 | 9.61 | 3.64 | -8.77 |
Fuente: a partir de las ENIGH (Encuesta Nacional de Ingreso y Gastos de los Hogares, INEGI).
Igualmente es interesante prestar atención a los periodos de crecimiento económico, el ciclo 1996-2000 expresa el mayor crecimiento de los ingresos en esos últimos 25 años, pero también en este periodo aumentó la desigualdad entre deciles dado que existe una relación positiva entre el decil de ingreso y el crecimiento de los ingresos. Se invierte esta tendencia en el periodo siguiente ya que entre 2000 y 2006, son los ingresos de los deciles bajos y de los hogares rurales que más crecieron. El periodo 2000-2006 se caracteriza pues por una fuerte disminución del número de personas en situación de pobreza. Si bien el aumento en los ingresos laborales, las remesas, las transferencias proviniendo de becas y del programa Oportunidades contribuyeron a esta baja, se observa que los ingresos no monetarios también participaron ampliamente al aumento del ingreso total, en particular los regalos proviniendo de otros hogares (Tabla 9). Después de 2000 las variaciones más importantes se concentran en deciles bajos y en el más alto. A esas variaciones muy heterogéneas entre deciles, contribuyen las condiciones de ocupación distintas dado que los primeros y el último decil se caracterizan por una mayoría de empleos como independientes mientras que predominan los empleos asalariados sobretodo en deciles medios.
Desegregación del ICTPC por fuentes de ingresos
Se analizan en esta sección las principales fuentes de ingreso de los hogares, sus contribuciones al aumento o disminución de los ingresos, así como el peso relativo que representan dentro del Ingreso Corriente Total Per Cápita sobre el periodo 1992-2018. De manera general, observamos una disminución de los ingresos no monetarios, de los ingresos por trabajo independiente o proveniente de alguna empresa, sociedad o cooperativa, de los ingresos agropecuarios, así como un aumento de los ingresos por trabajo subordinado, de las transferencias y de las percepciones financieras y de capital (Tablas 10, 11, 12).
Ingreso no monetario
El ingreso no monetario de los hogares disminuye de manera importante sobre el periodo para todos los deciles tanto en el ámbito urbano que rural. Esos ingresos representaban todavía en 1992 una parte importante del ingreso de los deciles bajos (respectivamente 20 y 14% del primer y segundo decil) y de los hogares del ámbito rural (17%). En 2014 y 2018 esos ingresos constituyen para el primer decil 15 y 10%, para el segundo decil 11 y 7% y para el ámbito rural 12 y 7% del ICTPC, además constituyen más de 10 del ICTPC de los hogares en Aguascalientes, Coahuila, Colima, Guerrero, Jalisco, Oaxaca, Quintana Roo, Sonora, Yucatán y Zacatecas. Son esencialmente las remuneraciones en especie y el autoconsumo (o autosuministro) que han disminuido en el periodo. Hasta 1996 el rubro de autoconsumo era fundamental para los tres primeros deciles dado que representaba entre 4 y 15% del ICTPC (Cuadro 9). Por su parte, los pagos en especie disminuyeron de más de la mitad en términos absolutos sobre el periodo, las disminuciones más importantes se observan en periodos de crisis, y cabe subrayar que esos pagos se concentraban en hogares del decil 5 al decil 10. Entre 2000 y 2006, los regalos provenientes de otros hogares aumentaron fuertemente, de tal manera que para el año 2006 representaron entre 8 y 9% de ICTPC para todos los deciles.
Ingresos laborales
Si se observan los ingresos laborales, es decir los ingresos por trabajo subordinado, independiente o provenientes de alguna sociedad, empresa o cooperativa, disminuyen en términos relativos sobre el periodo, y en términos absolutos presentan niveles casi similares entre 1992 y 2018. Los ingresos laborales representaban 79% del ICTPC en 1992 contra 72% en 2014 y 73% en 2018 (Tablas 10 y 11). Esta baja es más aguda en zonas rurales donde el ingreso laboral pierde peso relativo mientras que las transferencias y percepciones de capital aumentan de manera importante. El estancamiento del ingreso laboral es determinado por la pérdida de importancia del trabajo por cuenta propia mientras que los ingresos por trabajo subordinado aumentan sobre el periodo en términos absolutos y relativos dentro del ICTPC. Esta tendencia se amplifica en tiempos de crisis, en particular en zonas rurales, con caídas en el ingreso por trabajo independiente y estrategias de adaptación como la diversificación de las fuentes de ingreso, en particular a través del cumulo de otros trabajos, el cultivo de la tierra o la migración. El análisis territorial enseña que los ingresos por trabajo subordinado son particularmente importantes dentro del ICTPC de los hogares de las entidades federativas de la frontera norte, del Bajío, y de los estados con mayores ingresos por cápita (Mapa 2). El resultado anterior coincide con la implantación de numerosas empresas del sector secundario en esos territorios, la demanda de mano de obra dentro del sector agropecuario y la fuerte movilidad de población hacia esas zonas (Gordillo y et al, 2017). Por otra parte, en los estados con fuerte importancia del sector agropecuario y en los estados más pobres del país, los ingresos por trabajo independiente (en particular agropecuarios) siguen representando una parte importante de los ingresos totales (Mapa 3). También es interesante notar que esta baja no se ha acompañado de una importante disminución del tiempo de trabajo ya que se trabajaba en 2014 y 2018 unas 43 horas a la semana, casi lo mismo que en 1992 donde se trabajaba 44 horas.
El rubro de ingreso por trabajo subordinado es el más importante dentro del ingreso total sobre todo el periodo, sin embargo cabe mencionar que en 1992, en zonas rurales el ingreso por trabajo independiente era mayor al subordinado. En zonas urbanas, en deciles medios y altos predomina el empleo de tipo asalariado, 58% del ingreso total provenía de este tipo de trabajo para 1992 contra 62% en 2018, es decir, un aumento importante, pero inferior al incremento en zonas rurales donde el ingreso por trabajo subordinado pasa de representar 36 a 50% del ICTPC. En paralelo, se observa en zonas rurales que el porcentaje del ingreso por trabajo independiente dentro del total ha disminuido en aproximadamente 27 puntos porcentuales entre 1992 y 2014, sin embargo el rubro de ingresos por trabajo independiente aumenta nuevamente entre 2014 y 2018 tanto en zonas urbanas como rurales. Los ingresos por trabajo independiente predominaban en los primeros deciles, hasta los años 2000 constituían más de 20% de los ingresos de los tres primeros deciles (y del último decil), en 2018 solo los dos primeros deciles y el décimo mantienen una importancia relativa de sus ingresos por trabajo independiente (más de 14% del ICTPC).
Transferencias
Como se ha dicho, son los ingresos por transferencias los que más han aumentado en el periodo, de tal manera que constituyen más de 10% del ingreso total en todos los deciles, y 26% del ICTPC del decil 1 y 18% del decil 2, representan en 2018, en esos deciles se concentra el aumento más importante sobre el periodo (Tabla 12). Dentro del rubro de transferencias, las jubilaciones y las remesas son las más importantes, en 1992 las remesas (dentro o fuera del país) representaban más de la mitad de las transferencias mientras que las jubilaciones representaban 38% (Tabla 13). A partir de 2010 se observa a cambio, que las jubilaciones constituyen más de la mitad de las transferencias, mientras que el rubro de remesas disminuyó considerablemente. El porcentaje que representan las remesas fuera del país dentro del total de transferencia pasó de representar 20% en 2006 a 7% en 2010 o en 2018. Los ingresos por jubilación o pensiones se encuentran esencialmente en zonas urbanas, en deciles altos, y en las zonas más ricas del país, son fuertemente desiguales entre deciles. Como se verá a continuación esta desigualdad se refleja en un constreñimiento para adultos mayores de permanecer en el mercado laboral, en efecto el porcentaje de población de 65 años y más que declara haber trabajado en el último mes es superior a 30% y es superior en 2014 que en 1992.
En las zonas rurales, en los deciles bajos y en los estados más pobres del país predominan los ingresos derivados de programas sociales (Mapa 4 y Tabla 13) ya que aumentaron hasta representar para el primer decil 20% del ICTPC en 2014 y 2016, no obstante las transferencias sociales disminuyen entre 2016 y 2018 en todos los deciles tanto en términos absolutos que relativos. Además se incrementaron en este periodo las transferencias en especie (gasto no monetario) provenientes de instituciones, así como la cobertura del programa Seguro Popular. En un estudio del CONEVAL (CONEVAL, 2012) se subraya la ampliación de cobertura de los programas Seguro Popular y Seguro Médico para una Nueva Generación de 15.7 millones de personas a 53.3 millones entre 2006 y 2011. Cabe mencionar que el fuerte incremento de las transferencias monetarias o en especie proveniente de instituciones, así como la afiliación a programas sociales antes mencionados tienden a sustituir o complementar ingresos laborales bajos, pero contribuyen al mismo tiempo a la erosión de otros mecanismos de protección como el salario mínimo (Scott, 2016). Esos programas proporcionan cobertura en programas de salud que desincentivan o sustituyen la afiliación al seguro social (IMSS) y cotizaciones asociadas para el empleador. Este punto es clave considerando que el acceso a la seguridad social constituye una de las principales protecciones frente a la pobreza (Bebbington et al, 2016).
Las remesas originadas dentro del país así como los regalos entre hogares ocupan un peso relativo dentro del ICTPC mas importante en los primeros deciles (más de 3%), y las remesas que provienen del extranjero tienen una importancia mucho mayor en zonas rurales. El efecto de la crisis de 2008-2011 en Estados Unidos repercutió sobre el monto de remesas y sobre los flujos migratorios (Gordillo et al, 2017). Hasta los años 2000 y aún con la paulatina ampliación de cobertura de los programas sociales, las remesas originadas dentro o fuera del país representaban la casi totalidad de las transferencias de los hogares de los primeros deciles. Sin embargo es interesante observar que las remesas proviniendo de otro país se concentran en deciles medios. Lo anterior refleja la situación en la cual los hogares más pobres no disponen del capital inicial necesario -ni las redes sociales en el extranjero- para migrar hacia otros países. Los estados que recibieron en 2014 más remesas del extranjero como porcentaje de su ingreso total fueron (en orden) Zacatecas, Nayarit, Michoacán, Durango, San Luis Potosí, Guanajuato, Guerrero y Oaxaca (Mapa 6). Por su parte, Sonora, Ciudad de México, Sinaloa, Nuevo León, Jalisco, Michoacán, Colima, Yucatán, Tamaulipas, Morelos y Nayarit se caracterizaron por recibir importantes remesas originadas dentro del país (Mapa 5).
Si se analizan los ingresos derivados del programa productivo procampo, -hoy PROAGRO-, se observa que esos subsidios son de particular importancia para los ingresos de los deciles bajos y altos. En términos absolutos los apoyos del programa son altamente regresivos, y explican en parte la gran desigualdad de ingresos entre hogares rurales que trabajan en el sector primario, dependiendo del tamaño de los predios pero también del territorio (Fox y Haight, 2010). En el Mapa 7 se observa que esos subsidios son importantes en cifras absolutas y relativas en Chiapas, Campeche, Chihuahua, Durango, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Oaxaca, y Zacatecas. En resumen, las transferencias que perciben los hogares de deciles bajos provienen en más de 60% de programas sociales, y la otra porción importante han sido las remesas. Por otra parte, las transferencias recibidas por los hogares de deciles altos se constituidas a más de 50% por jubilación y pensiones.
Otros ingresos monetarios
Los ingresos por renta de la propiedad representan entre 0 y 5% del ingreso total según el decil, están constituidos por el alquiler de tierras o casas, intereses y rendimientos de inversiones (entre otros), esos ingresos se concentran en los deciles altos. Por último se observan diferencias importantes en valores absolutos entre deciles en cuanto a las percepciones financieras y de capital, por ejemplo en 2018 el ingreso per cápita proveniente de este rubro en el primer decil es de 15 pesos, contra 1155 pesos en el último decil.
Evolución del ICTPC por entidad federativa, 2010-2018
Las entidades federativas que muestran un receso en el Ingreso Corriente Total pero Capital entre 2010 y 2018 son en orden Veracruz (-11%), Estado de México (-8%), Morelos (-6%), Baja California (-5%) y Ciudad de México (-2%) (Mapa 8). Los estados con mayor crecimiento de los ingresos se encuentran todos en la mitad Norte del país, sin embargo cabe destacar en Yucatán un incremento del ingreso corriente de 19%. En Sinaloa, Jalisco, Baja California Sur, Durango, Hidalgo, Tlaxcala y Chihuahua se registran entre 20 y 33% de aumento del ICTPC. Es observable en Sinaloa, Durango y Zacatecas una presencia importante de ingresos agropecuarios y por transferencias de programas productivos, por remesas internacionales y al mismo tiempo un crecimiento importante del ICTPC sobre el periodo. En estados del sur con fuerte presencia de empleos agropecuarios como Michoacán, Guerrero, Oaxaca Chiapas, o Campeche, el crecimiento del ICTPC fue más moderado.
Ingresos del sector primario
La información de la ENIGH permite conocer con mayor detalle los trabajos realizados por los miembros de los hogares. Se genera una variable dicotómica que caracteriza si existe o no en el hogar al menos un miembro ocupado en actividades de agricultura, cría y explotación de animales, aprovechamiento forestal, pesca y caza. En 2014, 2016 y 2018, de la población 21% vive en un hogar donde al menos un integrante se dedica a un trabajo agropecuario o forestal, este porcentaje era de 25% en 1992. Si se desagregan los resultados entre zonas rurales y urbanas, sobre el periodo alrededor de 4% de los habitantes urbanos pertenecían a un hogar con actividad en el sector primario, a contrario, en zonas rurales este porcentaje es de aproximadamente 50% (Tabla 14). En 2014, los ingresos por algún trabajo agropecuario o forestal representan más de 5% del ICTPC en Zacatecas, Michoacán, Chiapas, Sinaloa, Yucatán, Durango, Oaxaca, Veracruz, Nayarit, Guerrero y Campeche (Mapas 9 y 10). La relación entre el decil de ingreso y el porcentaje de población que vive en un hogar con trabajador(es) agropecuario(s) es inversa, es decir que los empleos agropecuarios se concentran en zonas rurales y en integrantes de los primeros deciles.
Sobre el periodo, disminuyen los ingresos de origen agropecuario en términos absolutos y relativos, representan una menor parte dentro del ingreso total y dentro de los ingresos subordinados y por cuenta propia. Lo anterior se debe sobre todo a la caída de los ingresos por trabajo independiente agropecuario, dado que en zonas rurales los ingresos por trabajo asalariado agropecuario han aumentado y representan sobre todo el periodo 8% del ICTPC (Tabla 16). En paralelo es observable un aumento de los ingresos por trabajos asalariados no agrícolas, como resultado de la diversificación de las actividades productivas de los hogares, y la acumulación de diferentes trabajos.
La relación entre la coyuntura económica y los trabajos agropecuarios muestra que la crisis de 1995 tuvo un impacto mayor en los ingresos agropecuarios por cuenta propia que en el resto de la economía (Tabla 15), mientras que el trabajo agropecuario asalariado resistió más a la crisis que otros tipos de empleos como subordinado. Como hemos mostrado, las crisis del periodo 2007-2010 (crisis de los precios alimentarios y crisis financiera) tuvieron mayor impacto directo en las zonas urbanas pero la degradación salarial en zonas rurales continuó hasta 2014. Un análisis de las fuentes de ingresos en este periodo de crisis nos permite ver que el sector primario fue menos afectado que la economía en general, tanto en términos de ingresos que de fuentes de empleo. Los ingresos originados a partir del trabajo por cuenta propia o subordinado de tipo agropecuario o forestal son los que más han aumentado durante el periodo de crisis y es interesante observar que esta tendencia permanece en el periodo 2010-2014. Lo anterior también se refleja en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo donde se observa un aumento en la población ocupada en el sector primario en términos absolutos y una estabilidad en términos relativos sobre el periodo de crisis y post-crisis.
Entre 2006 y 2010, aumenta el porcentaje que representa los ingresos de fuente agropecuaria dentro del total de ingresos por trabajo independiente, es decir que, en este periodo de crisis, los ingresos del sector primario no se deprimieron tanto como otros sectores de suerte que el sector ha podido jugar un papel de refugio frente a la crisis. En el periodo de recuperación de la crisis (2010-2014), los ingresos por cuenta propia de tipo agropecuario siguen aumentando en zonas rurales, y la parte que representan dentro del total de ingresos por trabajo independiente y del ICTPC crece (Tabla 15). Finalmente, en el periodo siguiente (entre 2014 y 2018), disminuye el porcentaje que representan los ingresos por cuenta propia de fuente agropecuaria dentro de los ingresos por cuenta propia de los habitantes rurales.
En resumen, en esas dos crisis se nota un aumento del número de trabajadores agrícolas y de familias que dependen del sector primario. Además, en 2014, los ingresos de trabajos agropecuarios por cuenta propia son altamente importantes en los estados de (en orden): Yucatán, Zacatecas, Durango, Sinaloa, Nayarit, Campeche Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Puebla. Por otro lado los ingresos por trabajo asalariado agropecuario más altos se concentran en Sinaloa, Baja California Sur, Michoacán, Sonora, Colima, Baja California y Zacatecas.
Características de los diferentes deciles
En este apartado se busca profundizar el análisis por decil, comparando características sociodemográficas y económicas entre el año 1992 y 2018 de los diferentes deciles de ingresos. En los tres primeros deciles de ingreso se encuentra una población en su mayoría rural, con más de cinco miembros en el hogar, una fuerte tasa de dependencia infantil y viejez, así como un mayor porcentaje de población desocupada e inactiva a comparación con otros deciles. La comparación entre 1992 y 2018 muestra que ha disminuido el porcentaje de población rural que constituye los deciles inferiores como consecuencia del crecimiento de la población urbana y también de la pobreza urbana. En términos económicos, en los deciles inferiores predominan ingresos por trabajo agropecuario, por transferencias e ingresos no monetarios. Dentro de las transferencias son los programas sociales que proveen ingresos mayores, después de las remesas originadas dentro del país. En esos deciles se nota una transformación de los ingresos laborales, pasando de ser en mayoría por cuenta propia a asalariados, pero también la combinación de trabajos asalariados y por cuenta propia, tanto del sector primario como no agropecuario. En los tres primeros deciles, en 2018 más de 85% de la población se encuentra en situación de pobreza o pobreza extrema según criterios del coneval, mientras que el porcentaje de población que tenga acceso a la seguridad social es inferior a 30%, reforzando esta situación de vulnerabilidad. Por otro lado, la importancia que representan las actividades agropecuarias por cuenta propia en esos hogares constituye un refugio o resorte en tiempos de crisis, asegurando un medio de subsistencia y seguridad alimentaria.
La población en los deciles altos es en gran mayoría urbana, sin embargo se observa que en 1992 y 2018 más de 20% de la población del octavo y noveno decil se encuentra en ámbito rural. También es relevante subrayar que el porcentaje que representan los ingresos por trabajo independiente agropecuario dentro del ICTPC o el monto de ingresos de Procampo hacen notar valores altos para los primeros deciles y los últimos deciles. Los dos puntos anteriores reflejan la enorme brecha que existe en zonas rurales entre productores grandes orientados hacia la comercialización y del otro lado, productores con pequeñas parcelas para una agricultura de subsistencia, con un débil acceso al financiamiento y al mercado. La desigualdad también se observa al nivel territorial en términos de ingresos y subsidios productivos agropecuarios. Otra similitud que tienen los primeros y los últimos deciles en 2018 es el importante porcentaje de población mayor a 65 años, reflejando la fuerte desigualdad en términos de bienestar económico en la vejez. El determinante clave en explicar esta brecha de ingresos se encuentra en el acceso a un sistema de pensión y jubilación para adultos mayores de los deciles altos, y del otro lado una situación de pobreza en los deciles bajos, traduciéndose en muchos casos por la permanencia en el mercado laboral después de 65 años a través de empleos informales, inestables y con ingresos bajos (Garay Villegas et al, 2011).
Los deciles intermedios se caracterizan por una gran heterogeneidad entre indicadores sociodemográficos, de pobreza y condiciones laborales. Este grupo tiene acceso al sistema de jubilación y seguridad social por más de 20% de los hogares y los ingresos por remesas (originadas dentro o fuera del país) son importantes. Los ingresos por trabajo asalariado predominan dentro del ICTPC y del ingreso laboral. Si bien esos deciles fueron menos afectados que otros deciles por la última crisis durante el periodo 2006-2010, sus ingresos han sido impactados sobre mayor plazo dado que después de 2010 siguen siendo negativos y presentan la mayor variación negativa en porcentaje. Comparando los resultados entre 1992 y 2018, resalta que al inicio del periodo el porcentaje de jefas de familia dentro del total era alto únicamente en deciles superiores, mientras que en 2018 se presenta este perfil en casi todos los deciles y en particular en los intermedios. Entre otros elementos a subrayar, en 1992 los subsidios sociales eran constituidos por becas y donativos provenientes de instituciones y se concentraban casi únicamente en el último decil, en 2018 son fuertemente progresivos e incluyen programas sociales creados a partir de las noventas por lo cual se ha podido revertir esta tendencia. En cuanto a los ingresos provenientes de programas productivos, se concentran en deciles bajos y altos, y en todos los años el último decil presenta mayores ingresos por subsidios agropecuarios en términos absolutos.
A partir de los datos presentados se podrá avanzar en un futuro hacia una tipología refinada de hogares rurales, necesaria para la redefinición y diseño de la política orientada al campo. Algunos autores (Fierros et al, 2017; Yuñez et al, 2013; FAO, 2013) han aportado en esta dirección presentando clasificaciones a partir del nivel de ingreso, de los activos, de las fuentes predominantes de ingreso, del tamaño de las parcelas, o del contexto de vulnerabilidad de los hogares.
¿Qué se puede concluir para el diseño de políticas públicas?
La disponibilidad de una fuente de información robusta y comparable en el tiempo permite por un lado, evaluar los efectos de la política económica de libre comercio y de las reformas estructurales de los años ochenta a la actualidad. Por otro lado nos permite pensar esos cambios a partir de las particularidades de las instituciones, donde se puede observar con claridad la naturaleza de estas, aún más en tiempos de crisis. Como reacción a esos cambios los hogares se adaptaron de diversas maneras, sin embargo en este artículo nos hemos enfocado únicamente en las transformaciones mayores en las fuentes de ingresos de los hogares. De manera general, observamos una disminución de los ingresos no monetarios, de los ingresos por trabajo independiente o proveniente de alguna empresa, sociedad o cooperativa, de los ingresos agropecuarios, así como un aumento de los ingresos por trabajo subordinado, de las transferencias y de las percepciones financieras y de capital.
Este periodo muestra un leve aumento de los ingresos, los aumentos más pronunciados se encuentran en zonas rurales y en deciles bajos por lo cual se reducen tenuemente las brechas de ingresos entre deciles y entre zonas rurales y urbanas en ciclos de crecimiento. Así, los ingresos del último decil representaban en 1992 más de treinta veces las del primer decil mientras que en 2018 esta relación es de veintitrés. Empero, las crisis en 1995 y 2007-2010 contribuyeron en aumentar nuevamente la desigualdad entre ámbito urbano y rural y entre deciles. Como se ha mencionado, el resultado se debe a la vulnerabilidad de los ingresos frente a las coyunturas macroeconómicas, la cual se profundizó cuando el modelo de desarrollo se orientó hacia la apertura comercial sin mecanismos de acompañamiento suficientes a este proceso. Finalmente cabe mencionar la dependencia del país a sus exportaciones e importaciones agrícolas, y la volatilidad de los precios alimenticios y de los insumos. Los deciles bajos son de los más afectados por esas variaciones como efecto del alto porcentaje que representa este rubro dentro del gasto total (Lustig, 1982), pero también los productores agropecuarios son afectados por las variaciones en el precio de los insumos (Rubio, 2008).
Dentro de los ingresos monetarios, los ingresos laborales son los más importantes, no obstante disminuye el porcentaje que representan dentro del ICTPC en particular en zonas rurales y en los deciles bajos. Un cambio importante al respecto es el creciente peso que representa el trabajo subordinado dentro del trabajo total. El trabajo asalariado que tiene particular importancia en la Ciudad de México, Estado de México, Jalisco, Nuevo León, en el Bajío y en el Norte del país, traduce la fuerte concentración en esos estados de empresas, fabricas, maquilas del sector secundario. Por un lado este sector logró un crecimiento importante durante el periodo de estudio, en particular en el sector automotriz, textil, agroalimenticio o manufacturero, lo cual se traduce por ingresos mayores a comparación con otros sectores, siendo así un atractivo territorial para la inversión y los flujos de población. Por otro lado se observa que esos resultados se deben a una ventaja comparativa de esos territorios al nivel mundial en términos de nivel de calificación de la mano de obra y costo de la misma, es decir una competitividad centrada en un costo del trabajo bajo y en consecuencia el riesgo de deslocalización para otro territorio más atractivo.
En relación a los empleos agropecuarios si bien ha decrecido el número de trabajadores en este sector en términos relativos, han aumentado en términos absolutos sobre el periodo, y son determinantes en el bienestar económico de los hogares rurales en Zacatecas, en los estados del Sur y Sureste así como del Pacifico. Los ingresos agropecuarios disminuyen sobre el periodo de estudio; empero aumentan fuertemente los provenientes del trabajo como jornalero en zonas rurales de ciertos estados. De la misma manera que el sector secundario, se observa un crecimiento del sector agropecuario en ciertos aspectos, en particular el aumento progresivo de exportaciones (e importaciones) agrícolas hasta posicionarse como principal proveedor de productos agrícolas en el mercado estadounidense por primera vez en 2016 (USDA). También cabe destacar una agroindustria muy desarrollada en varios territorios (Padilla et al., 2014, 2016). Los principales productos de alto valor agregado son aguacate, azúcar de caña, frutos rojos, hortalizas, tequila, zarzamoras, pero también productos ganaderos y pesqueros. La producción se concentra en estados como Baja California, Chihuahua, Coahuila, Jalisco, Michoacán, Sinaloa, Sonora o Veracruz y depende del papel fundamental de las y los jornaleras/os y de las agroindustrias. De igual manera que en el sector secundario se observan flujos de población importante hacia esos estados, y una mano de obra que se emplea en trabajos precarios que carecen de protección social y salarios dignos (Gordillo et al, 2017). Por último, es interesante señalar que durante las crisis estudiadas en este artículo, los ingresos y los empleos por cuenta propia de fuente agropecuaria han aumentado, es decir que los productores rurales resistieron mejor a la crisis y se constituyeron hogares en este sector como refugio frente a la crisis hasta (al menos) 2014. El resultado anterior se puede articular con el hallazgo de un análisis anterior sobre la migración interna en México (Gordillo et al, 2017), en donde se observó que en periodo de crisis “la población urbana o semi-urbana con lazos fuertes en el ámbito rural se dirige más hacia zonas de débil densidad poblacional”, privilegiando actividades relacionadas con la tierra en donde el autoconsumo tiene un papel central.
Las transformaciones observables en tiempo de crisis son interesantes para distinguir grupos vulnerables y resilientes. Así la crisis de 1995 muestra un mayor impacto en zonas rurales, los ingresos agropecuarios se ven afectados sin embargo aumenta el porcentaje de población en un hogar agropecuario. La crisis financiera y alimentaria de 2007 a 2010 revela un mayor golpe inmediato en los ingresos urbanos y deciles bajos, sin embargo esos grupos muestran una recuperación en sus ingresos en el periodo siguiente de 2010-2014. Si se presta atención al efecto de la crisis en los hogares rurales y los deciles medios, es notable un efecto de largo plazo dado que presentan variaciones negativas de sus ingresos hasta 2014. En el último periodo (2014-2018) es visible un aumento de los ingresos rurales mientras que los ingresos urbanos permanecen estancados. Se requiere un análisis más profundo, particularmente territorial, para entender el efecto diferenciado de esta última crisis. Resalta que ramas de empleos asalariados así como del sector agropecuario con fuerte vínculo comercial con Estados Unidos fueron de los más afectados. Sin embargo en otros territorios menos abiertos se notaron generaciones de empleos en tiempo de crisis (López Arevalo et al, 2015). Finalmente se observa también en esta crisis una recuperación del sector primario en términos de empleos y cabe subrayar la importancia del rubro de autoconsumo y de gasto no monetario.
Los ingresos por remesas disminuyeron a partir de 2010 como consecuencia de la crisis en Estados Unidos y persiste un impacto diferenciado según el decil de ingreso. Son los deciles intermedios que más dependen de las remesas, los ingresos generados en el extranjero se concentran en deciles medios y altos reflejando el fuerte costo que representa la migración internacional, así como la necesidad de las redes para migrar. En los deciles bajos las remesas y los programas sociales son considerados una parte significativa dentro del ICTPC, lo cual traduce el fuerte gasto en política de desarrollo social, tanto a través de los subsidios sociales que de las transferencias no monetarias y que esos han sido claves en el crecimiento del ICTPC de esos deciles y la reducción de la brecha de ingreso entre deciles. La desagregación de las fuentes de ingreso muestra como los ingresos no monetarios disminuyen, pero siguen teniendo importancia en zonas rurales y para ciertos deciles. También fueron claves en la disminución de la pobreza entre 2000 y 2006. En los deciles medios y altos, los ingresos por pensiones y jubilaciones son importantes en términos absolutos y relativos, manifestando la desigualdad existente entre personas mayores de 65 años.
Además de este proceso de disminución de los ingresos por trabajos por cuenta propia y del aumenta del trabajo subordinado, es interesante observar otra forma de relación a través de la política de desarrollo social. Si los ingresos laborales reducen relativamente su importancia dentro de los ingresos totales es porque los ingresos provenientes de transferencias (esencialmente de la política de subsidios sociales), son los que más han aumentado, en particular en zonas rurales y nuevamente en los deciles bajos. Esos dos puntos son claves para entender la disminución en apenas veinte años de los ingresos por cuenta propia y del autoconsumo, es decir la capacidad de proveerse de sus necesidades sin emplearse en otro mercado. Además, es observable una fuerte intensidad migratoria en el país, ya sea temporal o de largo plazo, caracterizada por numerosos flujos rurales-urbanos. Los habitantes de pequeñas localidades dependen económicamente de la dinámica urbana, se observa una pluriactividad de los hogares que lleva a una movilidad para emplearse en trabajos lejanos, de corta duración y con ingresos bajos (Gordillo et al, 2017). Por último, es de prever que efectos relacionados con la alteración del clima afectaran la economía rural, como otros de los aspectos mencionados anteriormente deberán ser tomados en cuenta para elevar el bienestar de los habitantes rurales y urbanos.
El análisis anterior nos lleva a varias conclusiones centrales para el diseño de políticas públicas hacia el medio rural mexicano.
Primero Los programas sociales con subsidios progresivos deben articularse con una política productiva adaptada para pequeños y medianos productores (Grupo de Agenda Rural, 2018). La política de desarrollo rural debe articular mecanismos de protección social y un fomento productivo al campo considerando la pluriactividad de las familias y la diversidad en las fuentes de ingresos.
Segundo. El componente productivo es particularmente relevante en las regiones rurales más pobre del sur-sureste del país. Además, esas regiones se caracterizan por reservas de biodiversidad y servicios ecosistémicos, por lo que es necesario pensar esos territorios más allá de la parte agropecuaria.
Tercero. En todos los casos se requiere un impulso al desarrollo local mediante el acceso efectivo a servicios financieros seguros de ahorro y crédito adaptado al territorio.
Cuatro. Las diferentes políticas, además de articularse deben adoptar un enfoque territorial, buscar una sostenibilidad ambiental y efectos multiplicadores (Grupo de Agenda Rural, 2018).