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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.7 no.13 Ciudad de México may./ago. 2010

 

Reseñas

 

Historias nacionales, historia de la memoria

 

Eugenia Allier Montaño*

 

Nora, P. (2008), Les lieux de mémoire, prólogo de José Rilla, Montevideo: Trilce

 

* Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales/UNAM.

 

Pierre Nora nació en 1931 en Francia y es uno de los historiadores más destacados de su generación. Pese a su importancia, pocas de sus obras pueden leerse en castellano: por ejemplo, Hacer la historia, en colaboración con Jacques Le Goff, traducida rápidamente en 1978. Y es sólo en 2008 que su obra culminante, Les lieux de mémoire, ha sido traducida parcialmente a nuestro idioma. Obra publicada entre 1984 y 1992, organizada por los tres principales temas de la memoria en Francia: la República, la Nación, las Francias, se trata de un trabajo colectivo que involucró a más de setenta historiadores (en su mayoría franceses), dirigidos por Nora, que tenía como eje la noción de lugar de memoria.

El libro aquí reseñado contiene únicamente los textos redactados por Nora (debido, entre otras cosas, a la amplitud del original), introducidos por el sagaz prólogo del historiador uruguayo José Rilla, en el que traza lúcidamente el retrato de la vida y obra del historiador francés, al tiempo que incide en las tensas relaciones historia–memoria. En síntesis, Rilla recapitula los principales momentos de la obra de Nora, presenta algunos de los cuestionamientos que se le han hecho, para finalmente subrayar la importancia de esta forma de escribir la historia en segundo grado.

El primer artículo de Nora en este libro, el que de hecho abre y funda Les lieux, es "Entre memoria e historia", un texto ya clásico para la historia de la memoria en el que disecciona el presente en el que vivimos, no sin razón, pues es justamente éste el que nos ha llevado al auge de la memoria en los espacios públicos nacionales de muchos países occidentales, y porque es desde el presente que las memorias se narran. En este texto, Nora constata que la memoria actual es distinta de la de antaño, en donde lo histórico da paso a lo psicológico, lo social a lo individual, lo transmisivo a lo subjetivo y la repetición a la rememoración: no una memoria vivida sino una memoria que se busca por estar perdida. Es aquí donde el historiador presenta su primera definición del concepto: aquellos lugares donde se cristaliza y refugia la memoria, lugares "en los tres sentidos de la palabra, material, simbólico y funcional, pero simultáneamente en grados diversos" (Nora, 2008: 33).

Al constatar que en nuestro presente existe la mayor distancia entre historia y memoria jamás conocida, Nora desarrolla en este texto su famosa distinción entre ambos términos, deudora de lo expuesto por el sociólogo durkheimiano Maurice Halbwachs en su inacabado texto La mémoire collective. Para Nora, la memoria es la vida, con grupos vivos y en evolución permanente y con deformaciones sucesivas; está abierta a la dialéctica del recuerdo y la amnesia, por lo que es vulnerable a las utilizaciones y manipulaciones. Es tanto afectiva como mágica y como depende de los grupos, hay tantas memorias como grupos, por lo que es múltiple, colectiva, plural e individualizada. Por último, considera que la memoria es absoluta, pues se enraiza en lo concreto, el espacio, el gesto, la imagen y el objeto. Por su parte, entiende la historia como la reconstrucción problemática e incompleta de lo que ya no es, la representación del pasado: una operación intelectual y laicizante, que tiene un discurso crítico. Debido a su vocación universal, la historia pertenece a todos y a nadie, es decir, es relativa y no se liga sino con las continuidades. Finalmente, Nora no puede concebir sino una sola relación entre ambos términos, la de un análisis y una reconstrucción de la memoria según los métodos de las ciencias sociales, de las que hace parte la historia. En esta perspectiva, abrió un campo historiográfico extremadamente ambicioso: reconstruir la historia nacional alrededor de los "lugares de memoria".

En segundo lugar se presenta su artículo "De la República a la Nación", en donde a la pregunta de si en Francia las memorias son republicanas o nacionales responderá: "Lo importante no está allí sino en el hecho de que el bloque consolidado de la memoria republicana ha articulado al Estado, a la sociedad y a la nación en una síntesis patriótica" (Nora, 2008: 43). Finalmente, resalta que los usos políticos de la memoria no son exclusivos de Francia, pues la "invención de la tradición" fue un fenómeno de época del siglo XIX, que se ha mantenido hasta el día de hoy.

En "Las memorias de Estado. De Commynes a De Gaulle", Nora advierte el fin de las memorias de Estado francesas. De su estudio deduce que tres han sido las tradiciones formadoras de estas memorias: las Memorias de espada, que se arraigan en una reacción contra el Estado; las Memorias de la Corte, desplegadas en una dependencia marginal a la incumbencia del Estado; y las Memorias de la tradición democrática, ligada a la dispersión del poder del Estado y su posesión pasajera.

El mismo tipo de análisis se localiza en "Gaullistas y comunistas", un texto sobre las memorias gaullista y comunista en Francia: las dos fuerzas políticas que, por más de treinta años, dominaron la vida política francesa. Si la memoria comunista es militante, antropológica, sectaria, abierta y eternizada, la gaullista es contractual, simbólica, ecuménica, cerrada sobre sí misma e inmovilizada. Pero los recuerdos de estas corrientes no tuvieron la misma suerte: "La memoria gaullista le ganó a su historia, pero la historia del comunismo le ganó a su memoria" (Nora, 2008: 135). El presente político le reservó a una la consagración (la gaullista), mientras la convulsa historia reciente del comunismo se lo impidió a la otra.

Por último se ubican dos artículos sumamente importantes para el conjunto de Les lieux: "¿Cómo escribir la historia de Francia" y "La era de la conmemoración". Ambos textos están unidos por el análisis de la historiografía francesa, su construcción a lo largo del tiempo, destacando cómo los distintos presentes han conllevado modificaciones en las formas de escribir la historia de Francia. Y es justamente el presente que le ha tocado vivir a él, el que explica el surgimiento de una nueva historiografía: la historia de la memoria. A partir de lo cual puede precisar el concepto: "toda unidad significativa, de orden material o ideal, que la voluntad de los hombres o el trabajo del tiempo convirtieron en elemento simbólico del patrimonio memorial de una comunidad cualquiera" (Nora, 2008: 111).

La obra de Nora ha recibido no pocas críticas: por ejemplo, por las exclusiones y las opciones teóricas elegidas. Sin embargo, el principal cuestionamiento podría estar en lo que Rilla nombra "la vaguedad conceptual", que no ha impedido al término ser exitoso hasta el exceso. Nosotros agregaríamos dos cuestionamientos. En primer término que la historia de la memoria propuesta por Nora se limita al análisis de la producción de las memorias, dejando de lado las recepciones que conoce por parte de sus diferentes públicos. En segundo lugar, que una de las problemáticas que podemos observar de su distinción entre historia y memoria es que imposibilita la escritura de la historia del tiempo presente. Al suponer que la memoria es vida (pues depende de los grupos que la portan) y la historia es muerte (pues sólo entra en acción una vez que la memoria ha desaparecido), la historia del presente es asesinada epistemológicamente. En eso no fue el único: Paul Ricoeur cayó en el mismo error (Ricoeur, 2004: 638–639). si tomamos en cuenta que ambos abogaban por la historia del tiempo presente, es de creer que las tensas relaciones entre historia y memoria deben seguir analizándose para dejar de pensar que lo que separa ambos términos es la vida y la muerte.

Ahora sólo queda por ver si esta obra es un giro más, entre tantos otros, que se consume en su enunciación y debut editorial, o si en cambio puede ser puesta con todos los galones en la tradición más vertebral de la historiografía francesa. Lo que ya es cierto es que Nora logró captar un síntoma de la época que vivimos, marcada por el auge de la memoria: "Cuando otra forma de estar juntos se instale, cuando termine de fijarse la figura de lo que ya no se llamará más la identidad, habrá desaparecido la necesidad de exhumar los referentes y explorar los lugares. Habrá quedado definitivamente cerrada la era de la conmemoración. La tiranía de la memoria no habrá durado más que un tiempo, pero era el nuestro" (Nora, 2008: 195). Y en ese sentido, la importancia de su obra no puede dejar de ser reconocida.

 

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

Ricoeur, P. (2004), La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.        [ Links ]

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