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Andamios
versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063
Andamios vol.9 no.19 Ciudad de México may./ago. 2012
Artículos
Mirarse y ser vistas. Objetivación de dos colectivos de mujeres rurales
Look and be seer. Objectification of two groups of rural women
Mariana Viera Cherro*
* Licenciada en Antropología Social. Correo electrónico: marianaviera@yahoo.com.
Fecha de recepción: 9 de julio de 2009.
Fecha de aprobación: 15 de febrero de 2011.
Resumen
El presente texto se propone un análisis comparado de dos agrupaciones de mujeres del campo, una uruguaya, la Red de Grupos de Mujeres Rurales, y otra chilena, la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas. En primer término, se busca indagar en el carácter "rural" de ambas agrupaciones y, en segundo término, conocer qué espacio tiene en éstas la búsqueda de la constitución de un sujeto "mujer". Se entiende que tales concepciones repercuten en la autodefinición de los colectivos, en el modo en que buscan ser miradas, en las posibilidades de tejer alianzas con otros colectivos y, en definitiva, en el orden social al que aspiran.
Palabras clave: Mujeres, ruralidad, movimientos sociales, feminismo, género.
Abstract
This paper seeks to make a comparative analysis between two rural women organizations, one in Uruguay, the Red de Grupos de Mujeres Rurales, and the other one in Chile, the Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas. On the one hand, I investigate how the "rural" component of these two groups operates within each organizations, and, on the other hand, I look at how important it is for them the search for the construction of a "female" subject. I believe that these concepts have a strong connection with the self-definition of these groups, in the ability to make alliances with other groups and, ultimately, with the social order they are seeking.
Keywords: Women, rural areas, social movements, feminism, gender.
Introducción
Tomando en consideración la propuesta de la filosofía latinoamericana de ahondar en los modos de objetivación de los sujetos, esto es, los modos en que se autorreconocen y se afirman como tales (Roig, 1993; en Acosta, 2008) frente a experiencias de negación que los mantienen sometidos (Acosta, 2008), en el texto se reflexiona en torno a algunas cuestiones que hacen a la objetivación de dos sujetos colectivos de Uruguay y Chile: la Red de Mujeres Rurales de Uruguay y la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI) de Chile.
Interesa aquí la manera en que estos colectivos se definen a sí mismos, y por tanto la forma cómo quieren ser vistos por los agentes externos. Asimismo, se dejan planteadas algunas preguntas que buscarán guiar la continuidad de la investigación en la que se enmarca el presente análisis, en torno a cómo estas definiciones impactan en la elección que realizan los grupos de las temáticas sobre las cuales trabajar, y en qué sentidos estas temáticas los constriñen o los potencian.
Los ejes identitarios de tales colectivos sobre los que se focalizará la indagación serán, en primer término, el carácter "rural", que en el caso de ANAMURI se intersecta con el componente "indígena"; y en segundo término, el espacio asignado en las organizaciones a la búsqueda de la constitución de un sujeto "mujer".
Paralelamente, se caracterizarán algunos aspectos socio-históricos contextuales al surgimiento de ambos colectivos, y fundamentalmente el diálogo de ambas organizaciones con el feminismo, sea para afirmarse, contraponerse o ignorarlo.
Interesa pensar en el feminismo como un interlocutor privilegiado en cuanto se sostiene que, más allá de las diversas posturas que contiene el feminismo en sí, la autodefinición de una organización como feminista y la incorporación de las temáticas1 que hoy son de interés de las organizaciones que se autodefinen como tales, tiene vital importancia para el carácter de la lucha que estas organizaciones llevan adelante, y por tanto también, para el carácter de las democracias a las que aspiran.
El fundamento empírico de este análisis lo constituirán dos entrevistas2 a una representante de cada una de estas organizaciones,3 y algunos documentos elaborados por las mismas, por lo cual las reflexiones vertidas no buscarán arribar a generalidades sino, simplemente, enhebrar algunos problemas sobre los cuales seguir trabajando.
Los colectivos. Sinopsis del pasado al presente
La Red de Grupos de Mujeres Rurales, es una organización que surge en Uruguay en el año 1985 cuando se realiza la primera Feria Nacional de la Leche, organizada por la Cooperativa Nacional de Productores de Leche (CONAPROLE) y los productores del departamento4 de San José. B. relata el inicio de la Red de la siguiente manera:
En esa instancia se reunían también mujeres esposas de productores, que a su vez estaban allegados a la gremial y veían que había temas que, sin estar en contacto unas con otras, les interesaban a todas... la salud, la educación, su situación como mujeres, la reflexión sobre sí mismas, frente a sí mismas, a sus hijos, a su producción. A partir de ahí se hizo una actividad que reunió unas 150, 200 mujeres y que terminó en una representación en el Teatro Macció con sketches sobre los temas que habían tratado. La metodología había sido trabajar con papelógrafos en los diferentes temas, por un lado, salud, por otro lado, educación... y ahí se inscribían, porque era abierto, eran mujeres que iban a la fiesta de la leche, se encontraban con eso y participaban. Y salieron cosas muy buenas, muy fermentales, era como el primer choque con el sistema, de mujeres que venían de afuera, no por el choque en sí, sino porque era raro ver mujeres juntarse, que hubieran organizado eso y que además les hubiera salido bien; era como todo raro. A partir de ahí surge la misma curiosidad en Canelones y Florida. Estas mujeres de San José empiezan a acompañar a estos dos grupos y casi al año, estos tres grupos salen adelante. Y ahí comienzan a trabajar en sus distintos ámbitos, unos grupos más destinados al apoyo, a lo que tenía que ver de acompañar a las gremiales, otros más enfocados hacia el tema de salud, como de hecho se da con las mujeres de Florida, otros de la mujer en sí y de promover a otras mujeres para que se agrupen, como pasa con las mujeres del área lechera de Florida... todas con sus propias características pero todas juntas.
Actualmente son 17 grupos trabajando de manera permanente en cuarenta parajes en todo el país, aunque la mayoría se ubican en el departamento de Canelones también hay grupos de mujeres en San José "Por un Futuro" y el "Grupo de Mujeres del Área Rural Lechera"; en Florida, el grupo de Mujeres del Área Rural Lechera y Goisa (que es Goñi y Sarandí); y en Guichón (Paysandú) las mujeres de Capalvi, que es una cooperativa que pertenece a Manos del Uruguay, dedicadas a la elaboración de artesanías y tejidos.
B. se lamenta no poder hacer un trabajo hacia el Norte del país. Uno de los obstáculos para ello es la lejanía entre las mujeres aunque en algunos grupos del Sur esto también ocurre y se ha sabido cómo hacerle frente, y por otro lado porque lo más cercano, en cuanto a organización, son las gremiales de varones y eso hace más dificultoso, según B., todo el proceso de trabajo hacia las propias mujeres: "Si no hacés todo un trabajo interno hacia ti, terminás consintiéndolos, es el triple de trabajo, y darles a las mujeres más trabajo que el que tienen: que salgan al campo, vayan a la gremial y encima se sienten a pensar qué pueden hacer... ¡está complicado!".
Por su parte, ANAMURI surge en Chile el año 1998 como organización nacional. Se trata de la única organización que nuclea mujeres indígenas y rurales, aunque la incorporación de las indígenas fue a posteriori de su creación, por lo cual en una primera instancia la sigla con la que se dieron a conocer fue anamur. Las pocas mujeres indígenas que componían anamur desde un comienzo, de origen coya y aymara, fueron quienes pelearon para que se incorporara la "i" a la sigla, para que se las visibilizara como parte del colectivo, como un grupo potente dentro de la ANAMURI. M. señala al respecto del vínculo entre mujeres indígenas y no indígenas:
Siempre nosotras hemos tenido diferencias con las mujeres indígenas en la organización, las diferencias existen y como esas diferencias son bien marcadas nosotras hemos tratado siempre de no hablar por ellas. Ellas tienen su propia comisión indígena, y su encargada indígena al interior de la organización. Y cada vez que se hacen eventos, e invitan a alguna compañera indígena a una actividad, en eso somos muy respetuosas, no las suplantamos ni hablamos por ellas.
Hoy son 5 mil mujeres las nucleadas en torno a la asociación. En términos territoriales, integra organizaciones y mujeres provenientes, en su gran mayoría, de localidades rurales y comunidades indígenas asentadas desde la i a la x región del país.
Convergencias
Ambas organizaciones tienen en común definirse autónomas con respecto al Estado, los partidos políticos y los organismos públicos, lo que no significa que en algunas oportunidades puedan trabajar de manera conjunta con tales organismos. La autonomía del poder político por parte de las organizaciones de mujeres en Chile es señalada en relación a experiencias de organizaciones del pasado por Ruiz y Dominzaín (1990) con respecto a la acción del Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena, nacido en 1935, y cuyas denuncias se focalizaron en señalar la poca importancia que le daban a la mujer como electora y participante de la actividad política los partidos de izquierda (Socialista, Radical y Comunista).
Sin embargo, Araujo evalúa que el movimiento de mujeres y feminista de Chile en la actualidad tiene dos líneas divergentes en cuanto a cómo posicionarse en relación al Estado. Una vertiente señala la necesidad de vincular la radicalidad del pensamiento y acción feminista con la imposición de la agenda del feminismo en los espacios públicos políticos; otra parte del movimiento y aquí podríamos considerar a ANAMURI, aunque seguramente desde una perspectiva externa, ya que ellas no se consideran movimiento busca continuar al margen del sistema político institucional y tejer alianzas con otros grupos antisistémicos.5
La Red de Grupos de Mujeres Rurales y la ANAMURI convergen también en el tiempo de su gestación, aunque los orígenes fueron diversos y las lógicas de funcionamiento también.
Nacidos en las décadas posteriores a las dictaduras que imperaron en sus respectivos países, podrían considerarse parte de lo que Prates y Rodríguez Villamil (1985) denominan movimientos "reactivos" que cuestionan la legitimidad de los actos surgidos de la esfera estatal y que, en contraposición con los movimientos de iniciativa que adoptan una actitud de consumidores tomando a la organización como un instrumento útil para la satisfacción de sus necesidades personales, buscan caminar hacia una transformación estructural.
Araujo en su artículo sobre los movimientos sociales y su articulación en Chile, destaca este carácter de los movimientos latinoamericanos de los años '90, dirigidos a trabajar hacia un orden moral político diferente y por tanto confrontados con las dictaduras de las décadas anteriores que en su rol de impulsoras de la transformación neoliberal de las sociedades de América Latina actuaron como negadoras de los colectivos sujetos del presente estudio. Para el caso de las mujeres, si bien el fin de la dictadura despojó al movimiento de una base social de apoyo en tanto desaparecieron las razones que habían movilizado a un número importante de mujeres permitió que se perfilaran los objetivos relativos a la transformación de la condición de la mujer y de la opresión de género.
La emergencia de los conocimientos y el reconocimiento. Los aportes del feminismo académico en este proceso
El relato que hace B. de cómo comenzó el proceso que fermentaría en la constitución de la Red de Grupos de Mujeres Rurales, parece indicar un fuerte componente de identificación entre mujeres con relación a ciertas temáticas que resultaban de interés de todas las que en aquel momento acompañaban a sus maridos en el encuentro en San José. Se efectuó así una especie de "proceso de reconocimiento", entre las propias mujeres y entre las mujeres y determinadas temáticas. Un primer paso en lo que Gallardo plantea como parte del desafío de encauzar las luchas de las mujeres populares con la teoría de género consiste en la necesidad de que las mujeres socioeconómicamente humildes aprendan a expresarse en lo que para el autor son dos frentes: el propio de su género y el que moviliza al conjunto de los luchadores populares. Esta intersección de miradas sobre ciertas temáticas entre las mujeres presentes, que en el relato parece surgir de manera casi espontánea, se revela más adelante en la entrevista como emergente de un proceso iniciado años atrás a partir de algunas mujeres que, nucleadas en torno al Grupo de Estudio sobre la Condición de la Mujer en el Uruguay (GRECMU), habían iniciado un camino de reflexión conjunto con las mujeres rurales del área lechera de San José.
El Grupo Mujeres del Área Rural Lechera estaba ahí, en esas vueltas con algunas otras compañeras, se estaba formando de hecho la red y hacían muchos talleres con mujeres. Y un día una amiga me dijo "¿vamos a uno de estos talleres?", bueno, vamos. Iba una ingeniera agrónoma, a los que tenían que ver con producción; iba Cristina Grela,6 a unos que tenían que ver con salud; con salud sexual, iba Carmen Beramendi.7 Eran distintos talleres que iban haciendo que se llevaba gente, teníamos mucho contacto en aquel tiempo con la gente de GRECMU, y eran todas cosas que a nosotras nos desbordaban, te ibas de los talleres diciendo "quiero escuchar más, quiero entender más", porque no accedías a otra oportunidad e información que a la larga era formación.
En Uruguay, durante los años de dictadura, se comenzó a formar una masa crítica sobre la condición de la mujer en los países latinoamericanos. Esta masa crítica estaba conformada por mujeres activistas y académicas a un tiempo, que habían tenido que abandonar sus centros de estudio en el ámbito universitario debido a la intervención de la Universidad por parte del poder de facto y que comenzaron a desarrollar su actividad en centros como CIESU, embrión de lo que luego pasó a ser el GRECMU (1983). Estos centros, según relata Graciela Sapriza8, obtenían fondos gracias al envío de dinero del exterior que llegaba a quienes aún estaban en Uruguay para que pudieran desarrollar una actividad crítica.
En ese momento [GRECMU] estaba en el subsuelo del CIESU, una casa antigua y en el subsuelo estábamos nosotras, algo también muy sintomático, y ahí empezamos los encuentros, las charlas, y cada vez venía más gente, se llenaba. La convocatoria era muy dinámica y atrapante, no podías distinguir entre la acción académica y la política; de hecho nosotras habíamos producido informes académicos para redescubrir la discriminación. Era muy importante que vos dijeras, en una asamblea política o un encuentro de barrio, en un gremio: "hiciste discriminación con la mujer", y si alguien decía "no me digas eso", ahí sacabas las estadísticas de cuánto ganaban los hombres y cuánto la mujer... Se procesaron varios productos para convertirlos en un arma política, para develar cuál era la situación real de las mujeres. Se decide entonces en GRECMU crear un órgano de difusión al que se le puso "La Cacerola".
Por esos años se inicia el "encuentro" entre investigadoras mujeres procedentes del ámbito académico y mujeres rurales que empiezan a vislumbrar las trazas de una opresión que va más allá de su condición socioeconómica.
Estos encuentros coinciden con lo que en los '80 y '90 fue una transformación en el enfoque que hasta ese momento se estaba dando a la relación entre mujeres y desarrollo. En las décadas mencionadas, el concepto "mujeres", con el que hasta ese momento se trabajaba, pasó a desplazarse dándole ingreso al concepto de "género". Esto implicó la conceptualización y puesta en práctica de un nuevo enfoque de la relación mujeres y desarrollo denominado "Género en el Desarrollo", el cual lejos de presentar una visión homogénea y acabada supuso y supone aún hoy un constante proceso de generación de estrategias para incluir la teoría de género en la práctica del desarrollo (González y Grabino, 2005); sin embargo, y a pesar de las divergencias, continúa siendo el eje central en el discurso de los organismos internacionales para las políticas con foco en América Latina.
En la práctica, señalan las autoras, este enfoque coexiste con otros como el de "Mujeres en el Desarrollo", pero lo importante a señalar es que, sea desde una visión feminista/académica, sea desde la mirada de los organismos internacionales, a partir de los '80, y esto es generalizable para toda América Latina, las mujeres del ámbito rural comenzaron a estar en la mira como objetivos de políticas de desarrollo, como objetivos de la transformación feminista de la sociedad, y a "ser miradas" de múltiples maneras, muchas de ellas divergentes. Desde las mujeres activistas, por ejemplo, el enfoque de "Género en el Desarrollo" se criticaba en cuanto se consideraba que había dejado atrás la construcción de estrategias de visibilización de la mujer, cuando éstas eran todavía necesarias.
En este contexto de implicancias del trabajo académico con el activismo social comenzó a aflorar en Uruguay el vocablo "feminismo":
Me acuerdo que las primeras veces, cuando decíamos "feminismo", nos decían "pero eso es tan viejo", y nos hacían entrevistas por radio porque no tenían tema en ese momento, con la dictadura no podían hablar de otras cosas, de esto sí y me acuerdo que la primera vez que me entrevistaron dije "claro, por qué no me voy a definir como feminista, me parece elemental".9
La investigación académico-feminista, sobre todo en esos años, tenía como objetivo explícito la acción política, reconocer y hacer reconocer a las mujeres la importancia de su accionar y visibilizarlas como colectivo de importancia en la lucha en contra de la dictadura.
Una vez terminada la dictadura, se crearon nuevas organizaciones de mujeres de diferente tipo y, según Prates y Rodríguez Villamil, con grados diversos de ideologización y capacidad de formular propuestas más o menos explícitas con referencia a un orden social deseado. Entre estos grupos se puede contar la Red de Grupos de Mujeres Rurales, aunque las autoras no lo mencionan, seguramente por la novedad de su conformación.
En el caso de ANAMURI, en cambio, las dirigentas que estuvieron en el nacimiento de la organización habían tenido experiencias previas de participación en movimientos sociales, fundamentalmente en el sindical. M. fue asesora técnica de una coordinación nacional campesina, que funcionó durante los años de dictadura, y que aglutinaba cinco confederaciones sindicales mixtas. Fue ella con otras dos mujeres también del mundo sindical quienes comenzaron a aglutinar a mujeres comprometidas con la lucha política, "La Pancha y la Alicia... hacía años que estábamos dándole vuelta a estos temas y dijimos 'hay que formar una organización de mujeres'".
Nacida de este tronco, ANAMURI, destaca M., también responde a una lógica de funcionamiento sindical. Comenzaron a reunirse en una casa que arrendaba la Comisión Nacional Campesina en Santiago, en una pieza. Luego, cuando esta Comisión dejó de funcionar, las mujeres se dieron cuenta que no iban a poder solventar económicamente esa casa inmensa y buscaron otra más pequeña para instalarse.
Organizaciones y contexto socio-histórico. Apuntes para una dialéctica del proceso de constitución
Otro elemento que ANAMURI y la Red de Grupos de Mujeres Rurales comparten es haber nacido en la década de los 90, en contextos postdictatoriales, como resistencia frente a la profundización del modelo neoliberal resultado de la implementación de ciertas medidas sociales y económicas durante los períodos de facto. De estas experiencias dictatoriales también se pueden encontrar marcas en las maneras de objetivación de los colectivos estudiados, marcas que aún hoy están omnipresentes en términos de efectos de realidad (Acosta, 2008).
En el caso del testimonio brindado por la representante de ANAMURI, su experiencia de abortar de manera clandestina le permitió visualizar las vulnerabilidades a las que se ve sometida una mujer, profundizadas en un contexto de dictadura. Quizás como consecuencia de aquel acontecimiento, actualmente ella es una de las más interesadas en incorporar las temáticas concernientes a los derechos sexuales y reproductivos en la agenda de su organización. A pesar de su extensión, vale la pena seguir su reflexión en torno a esta vivencia:
A mí mira, la experiencia de los derechos sexuales y reproductivos la viví en carne propia, entonces eso también me hace pensar en las otras mujeres, porque yo también tuve la visión diferente de lo que una vive en la vida real. Y en lo personal yo en dictadura me tuve que hacer un aborto. Yo tenía tres hijos y era insostenible yo tener otro hijo, y al hilito, seguiditos, y vivía en dictadura, estábamos en la clandestinidad mi pareja y yo, estábamos viviendo situaciones de pobreza pero absoluta, absoluta, absoluta. Entonces era una cuestión de vida, para nosotros como grupos familiar y para esos niños que ya existían, entonces yo no tuve alternativa, tuvimos que recurrir a eso.
¿En Chile o en México?
En Chile. Entonces, ¿cuál es mi defensa frente al tema del aborto?, ¿a que el aborto sea una decisión personal?, que hay momento en que no solamente existe el tema de la mal formación. Esa es mi defensa. Ahora, yo estoy por el aborto en todas sus formas, no condicionado. Yo digo, las personas tienen que tener el derecho a decidir en ese tipo de momento, y que no son solamente los que dice el Estado o la Iglesia. Para la Iglesia yo no tenía razón (llora) era mujer casada, tenía hijos, ¿qué más tener otro hijo más, te das cuenta? Hay otras razones. En plena dictadura yo tenía esta contradicción, pero ellos que se dicen tan apegados a la vida, porque los grupos de derecha son todos pro vida, pero es una segunda contradicción, porque nuestra vida estaba en peligro, y nosotros estábamos cada día, todos los días, no sabíamos si a la noche nos íbamos a encontrar o no como pareja. Yo no tuve acceso a pastillas porque no podía ir a los consultorios, yo no tuve acceso a nada.
El "presente de la dictadura", las experiencias de un pasado que dejó marcas y cuestionamientos que hoy se procesan en términos de resistencia y demandas, son elementos que afectan la dialéctica de constitución de las organizaciones así como las transformaciones que éstas van procesando a través de su propia historia.
Las peculiaridades de los procesos económicos, políticos e ideológicos de cada uno de los países, incluso previo a las décadas de dictadura, debieron haber abonado asimismo a la manera en que tales movimientos se objetivaron; es justamente sobre estos aspectos que Ruiz y Dominzaín se cuestionaban en un estudio comparado sobre los movimientos de mujeres en Chile y Uruguay con el propósito, entre otros, de aportar a la "historia genética" (1990: 23) del movimiento de mujeres. En ese estudio, las autoras señalaban una serie de elementos diferenciados para Uruguay y Chile que resulta pertinente recordar aquí. Al contrario de las chilenas, señalan las autoras, las uruguayas, por tener una vinculación más directa con el trabajo consecuencia ello de la incorporación de un importante contingente de mano de obra femenina durante el batllismo, focalizaron sus demandas en el campo de lo económico, para poder elevarse a nivel del hombre en tanto productoras.
Este aspecto, sin embargo, parece haber cambiado años después, con los movimientos de mujeres que comenzaron a gestarse durante el período dictatorial y a los que más arriba se hizo referencia. Señalaba Sapriza10 sobre este aspecto,
Todos los movimientos de izquierda de esos años tenemos una visión crítica, no nos dejamos envolver con la utopía de la igualdad social diciendo bueno, más tarde vendrán las reivindicaciones de la mujer. Yo creo que no se formulaba en esos términos, de un antes y un después, no, como que la prioridad uno era la justicia, la igualdad social, pero de hecho participabas, y con una convicción de que estabas a la par, no tenías que justificar que eras mujer para participar. Pero luego vino la dictadura, la represión feroz, y el bloqueo de los partidos políticos, y de alguna forma la escasa actividad pública se hacía más desde las redes sociales, desde la actividad cotidiana. Y de repente ahí el lugar privilegiado era el de la mujer, y esto generó sus consecuencias, porque los hombres también se volcaron a ese espacio, forzaron su admisión ahí, y eso tuvo un impacto muy fuerte en las mujeres.
Ni movimiento, ni feminista: Mujeres rurales
Lo que primero aparece en las entrevistas son dudas acerca de si la Red de Grupos de Mujeres Rurales o ANAMURI pueden considerarse un movimiento, y también si pueden concebirse y ser vistas como feministas. Contra esta idea de concebirse como un movimiento, la actual presidenta de la Red señala: "Vos sabés que no lo tengo claro, porque un movimiento tiene que ver con ciertos objetivos específicos. Nosotros tenemos más que ver con un estilo de vida, un estilo de vida que está pasado de moda...".
Tal distancia de una y otra concepción particulariza el accionar del grupo haciéndolo converger en una identidad con la cual todas las mujeres se sienten involucradas: el ser rurales; practicada a través de un estilo de vida al que B. define más adelante en la entrevista, centrado en el respeto a los tiempos de la naturaleza y el contacto con la misma. No se trata de una identidad sustantiva, sino que se construye en la práctica, en el querer vivir en el campo; la propia B. es oriunda de la ciudad y se mudó a la campaña11 luego de casarse. El territorio aparece aquí de manera clara como un espacio existencial de autorreferencia (Escobar, s/d), y por tanto signo identitario con su doble carácter, social e individual.
Esta raíz identitaria permite a las mujeres de la Red de Grupos realizar sus demandas desde una particularidad específica: la de vivir en el y del campo,
Estos sujetos históricos y empíricos que desde la condición de sujeto como trascendentalidad inmanente a las estructuras, emergen en procesos de auto-reconocimiento y de auto-afirmación, desde que son negaciones explícitas del sujeto universal abstracto occidental hegemónico y por lo tanto del universalismo abstracto, constituyen a través de la afirmación de sus particularidades, perspectivas de fundamentación para la construcción de un universalismo concreto (Acosta, 2008: 78).
Este "ser rural" juega un papel central en la auto-representación y especialmente en lo que respecta a cómo quieren ser identificadas por quienes son sus interlocutores/as externos/as.
Nosotras tenemos una clara definición que tienen que ser mujeres que estén conectadas con el campo. De hecho, si tenemos compañeras que, por algún motivo, aún teniendo la explotación viven en la ciudad, si el grupo porque los grupos son independientes, si el grupo afecta a estas mujeres siguen formando parte del grupo, pero no van a poder representar a la institución en ningún acto. Su aporte es desde la base, que también es muy interesante. Mujeres que estuvieron años viviendo en el campo no les vamos a decir nada porque los últimos años de su vida vivan en la ciudad, pero no pueden ir a representar al exterior en nombre de las mujeres que viven en el campo cuando hay otras que sí viven en el campo, y que tienen todo mucho más fresco que quienes están ahí (B.).
Esta identidad que surge de trabajar en el campo parece ser la definición por excelencia del colectivo. El reconocimiento de esta condición aparece, en el mito12 que sustenta la historia de la organización, en un encuentro feminista realizado en San Bernardo, Argentina, en 1990. Es en ese momento que B. y las demás asistentes de la Red se dan cuenta de que dentro de la instancia no existía un espacio específico destinado a la mujer rural de América Latina; en aquel primer auto-reconocimiento en San José el "ser rural" era una condición de hecho y por tanto no visibilizada.
Es quizás en esa brecha, entre el discurso feminista general y la búsqueda de una especificidad, que el auto-reconocimiento y sus señales comienzan a configurarse y por tanto a fortalecerse. Esta identidad logra unificar y calar en el colectivo de mujeres en el sentido de afirmarlas; no son identificaciones, producto de los poderes dominantes, sino que se relacionan con los procesos de autoconstitución de los sujetos a partir de luchas en las que se enfrentan contra el sistema (Gallardo, 2006: 171).
En la genealogía que transita la Red desde aquel instante de reconocimiento como mujeres involucradas en ciertos temas en San Bernardo, continúa definiéndose, en su mismo accionar pero también en contraste con otros grupos u organizaciones, un perfil que identifica a la agrupación; es desde este perfil que las mujeres de la Red enfrentan la opresión del sistema, construyen lo que Gallardo denomina una "ciudadana particularizada", una:
particularización social de la práctica ciudadana [que] tiene efectos tensionadores, articuladores o integradores de la existencia social y apunta asimismo a una mayor transparencia de lo que se discute y cómo, y también, respecto de cómo se resuelven, ejecutan y evalúan los asuntos públicos (Gallardo, 2006: 208).
Las alianzas y la apertura hacia nuevas luchas. Temas, concepciones y dilemas
Los temas sobre los cuales trabaja la Red de Grupos de Mujeres Rurales siguen siendo aquellos que convergieron en aquel primer momento en San José y que tienen íntima vinculación, según su actual presidenta, con su condición de mujeres rurales. Sin embargo, se han procesado durante estos años también algunos cambios y que tienen que ver, señala B., con la visión que tienen las mujeres sobre ellas mismas, que también se ha ido transformando. Eso es quizás lo que ha habilitado a algunas de estas mujeres a intentar incorporar asuntos que antes resultaban externos a su lucha, como los derechos sexuales y reproductivos,13 algo que también se ha planteado a la interna de la ANAMURI como hemos señalado, como uno de los ejes de acción que la organización debería incorporar.
La promoción de alianzas que habiliten introducir, tanto a la Red como a ANAMURI, otros temas, supone el alineamiento de los "marcos" de las diversas organizaciones esquemas de interpretación y significados compartidos entre los actores a través de una ampliación de los mismos y la construcción de puentes que los intersecten (Johnson, 2002). Existen indicios de que en la interna de la Red de Grupos de Mujeres Rurales algunos de estos puentes ya se están comenzando a construir; sin embargo, como en todo colectivo, no existe un consenso acerca de introducir estas temáticas como un interés de la organización. B. explica que las razones de esto tienen que ver con los diferentes grados de involucramiento que cada uno de los grupos que conforman la organización han desarrollado en relación a las "temáticas de mujeres".
En ANAMURI, como ya se señaló, estos temas han comenzado a mencionarse "en conversaciones de pasillo", expresa M. Sin embargo, a través de la alianza con otras organizaciones, entre ellas la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) y lo que estas alianzas comprometen entre otras cosas, el que unos y otros movimientos se vayan contaminando de las respectivas temáticas, les permite ingresar en terrenos que antes parecían no ser propios, "Por eso yo insistí tanto con la MMM, porque desde la mmm podemos comenzar a tocar estos temas. (...) De hecho estamos haciendo talleres de temas muy específicos, que antes no hacíamos. De violencia, de salud reproductiva, con organizaciones de salud".
En un primer momento, explica M., el objetivo de la creación de este tipo de alianzas era el empoderamiento de las mujeres y la conformación de una organización autónoma, pero ese proceso, evalúa, ya ha concluido.
Queríamos demostrarles en el mundo agrario porque nuestra organización es del mundo agrario, que éramos tan capaces como ellos. Por eso nos separamos y por eso creamos una organización solo de mujeres, pero no quiere decir que no queramos a los hombres, ni nada de eso. Ya les demostramos que somos capaces, ahora podemos estar sentadas de igual a igual como ustedes.
No obstante, se puede leer de las palabras de M., se debe avanzar aún más... Pero ese avance supone un desplazamiento desde una identidad arraigada en el "ser rural". "El amor al campo era lo que nos identificaba, y nada más", recalca M., hacia una condición centrada en el "ser mujer rural".
Históricamente, el tema central de lucha de ANAMURI lo ha constituido el problema de las asalariadas agrícolas, debido al crecimiento del sector agroexportador en Chile, que desde los '70, con la profundización del modelo neoliberal en los países del Cono Sur durante las dictaduras está en manos de las transnacionales y se aprovecha de los beneficios que le otorga una mano de obra femenina, especializada y barata. El otro eje en el que ANAMURI centra su acción es el tema de la producción campesina, y ligado a ello el de la "soberanía alimentaria"14 y la nacionalización del agua, temas que desde su conceptualización fueron surgiendo a partir de alianzas con otras organizaciones internacionales y concretándose a través de ANAMURI a nivel nacional.
Hasta ahora el feminismo parece no haber calado del todo en la organización chilena. Según M., en ANAMURI existen algunas mujeres que entienden que ANAMURI es una organización feminista y otras que no, y ello tiene que ver asimismo con diversas concepciones sobre qué se entiende por feminismo. M. se cuenta entre aquellas que entienden que el feminismo no es estar en contra de los hombres, sino que significa trabajar a favor de las mujeres:
Nosotras hemos ido haciendo formación en el sentido de que si trabajamos por los derechos de las mujeres, si trabajamos por la equidad de género, por los derechos inalienables de las mujeres, somos feministas, pero las mujeres nuestras no se identifican como feministas porque ellas no están en contra de los hombres (...) Entonces les hemos dicho también que no todas las feministas están en contra de los hombres y que es un mal entendido.
El quererse definir como feminista no es sólo un problema de diferencias internas, sino que el propio movimiento feminista chileno no las acepta como tales en cuanto ANAMURI trabaja con organizaciones mixtas; para las organizaciones externas a ANAMURI, la asociación es una organización de mujeres, no feminista.
Contrariamente, la aproximación a diversas problemáticas desde la experiencia, que involucra necesariamente un cuerpo sexuado, aparece como más efectiva a la hora de reflexionar sobre las inequidades en relación al ejercicio de la sexualidad o la reproducción, mientras el alcanzar un mayor grado de abstracción resulta una tarea aún en construcción,
La reflexión viene luego y a veces viene de apuro, porque estás trabajando y se da, estás pelando fruta y se da, pero es otra historia porque es otro compromiso. Entonces muchas veces el tema llega hasta donde te afecta y quedás siempre en lo doméstico, le cuesta mucho más a las compañeras cuando hablás de temas más en general (B.).
Interrogantes sobre las que seguir trabajando
El recorrido que se ha planteado en las páginas precedentes conduce a una serie de preguntas que no se pretende contestar aquí, sino simplemente presentarlas como punto de mira para orientar futuras discusiones:
• ¿Cuánto tuvieron que ver los "feminismos tempranos" en América Latina en la ideología de las organizaciones que estamos investigando?
• Los diferentes orígenes urbano, feminista y rural de estas organizaciones, ¿han dificultado el acceso de la "agenda feminista" al ámbito rural?
• ¿Cómo incorporan el feminismo estos colectivos en la actualidad, a través de qué procesos? ¿Surgen como parte de "una agenda" o a partir de una conceptualización más generalizada acerca de la situación de inequidad de hombres y mujeres en los sistemas neoliberales globalizados?
• En el entendido de que existe un discurso emancipatorio por parte de las organizaciones analizadas, ¿hacia qué aspectos de la vida social se dirige?
Los discursos que hemos analizado muestran un cierto distanciamiento de las organizaciones en relación al quehacer y a la teoría feminista. ¿Por qué la ciudadanía particularizada en torno a lo rural ha tenido mejores resultados que en torno al ser mujer? Quizás ello se deba a la dificultad de dar respuesta a una urgencia de estas mujeres necesariamente ligada a su condición de productoras rurales.
La construcción de identidad ciudadana desde la corporalidad del ser humano como sujeto de necesidades, no implica la nihilización de las variantes culturales socio-históricamente operantes, sino que implica simplemente la consideración de la corporalidad como "última instancia" o criterio fundante en la construcción de identidad y por lo tanto en el discernimiento de las identificaciones (Acosta, 2008: 179).
Tal vez la fuerte teorización del feminismo y su identificación con la ciudad y las problemáticas de las mujeres de la ciudad, hayan sido elementos adversos para la adopción de una mirada feminista en las organizaciones de mujeres rurales. Como Johnson (2002: 109) subraya: "El movimiento rural es el único en el que todavía persisten, a nivel institucional, focos de desconocimiento o rechazo a la temática de género". La respuesta también podría estar en la más larga tradición de luchas de tipo sindical, ligadas al trabajo.
Sin embargo, se están abriendo algunos caminos, tanto de vinculación de estas organizaciones con mujeres activistas que trabajan directamente en la zona rural, como con organizaciones de mujeres feministas pero también antineoliberales y que, por tanto, atraviesan ambos tipos de discursos, como la MMM, y los grupos de activistas contra el neoliberalismo, grupos mixtos que fundamentalmente a través de sus fracciones de mujeres, como la Vía Campesina, sirven de nexo para introducir las preocupaciones del feminismo en los grupos de mujeres rurales. Veremos cómo la dialéctica de constitución de estos colectivos en vinculación con los contextos con los cuales dialogan continúan el proceso de configuración de sus identidades, alianzas y estrategias de lucha.
Fuentes consultadas
Acosta, Y. (2008), Filosofía Latinoamericana y democracia en clave de derechos humanos, Montevideo: Editorial Nordan-Comunidad. [ Links ]
Araujo, K. (2002), "Chile. Retos para la acción colectiva: la articulación entre movimientos sociales", en Mundos Paralelos. Agenda de género y movimientos sociales en Argentina, Chile y Uruguay, Santiago de Chile: Programa Mujer y Democracia en el Mercosur, pp. 55-90. [ Links ]
Escobar, A. (1998), "Antropología y Desarrollo". Artículo en línea disponible en: http://www.unesco.org/issj/rics154/escobarspa.html, 3 de febrero de 2009. [ Links ]
Gallardo, H. (2006), Siglo XXI. Producir un mundo, San José de Costa Rica: Editorial Arlekin. [ Links ]
González, M. N. y Grabino, V. (2006), "Género y Extensión rural: vaivenes de una relación", en Tommasino, H. y De Hegedus, P. (eds.), Extensión. Reflexiones para la intervención en el medio urbano y rural, Montevideo: Universidad de la República, pp. 137-151. [ Links ]
Johnson, N. (2002), "Agenda de género y articulación en los movimientos sociales", en Mundos Paralelos. Agenda de género y movimientos sociales en Argentina, Chile y Uruguay, Santiago de Chile: Programa Mujer y Democracia en el Mercosur, pp. 91-128. [ Links ]
Prates, S. y Rodríguez Villamil, S. (1985), "Los movimientos sociales de mujeres en la transición a la democracia", en Carlos H. Filgueira (comp.), Movimientos sociales en el Uruguay de hoy, Montevideo: Editorial Banda Oriental, pp. 157-195. [ Links ]
Ruiz, M. y Dominzaín, S. (1990), "Reflexiones para un estudio comparativo de la mujer en Uruguay y Chile", en Revista Hoy es historia, año VII, núm. 42, noviembre, Uruguay, pp. 23-31. [ Links ]
1 Derechos sexuales y reproductivos, violencia doméstica, prostitución, trata de blancas, entre otras temáticas.
2 Ambas entrevistadas pertenecen actualmente a la dirigencia de cada una de sus respectivas organizaciones. Para mantener el anonimato se nombrará con la letra B. a la representante de la Red de Grupos de Mujeres Rurales y con la M. a la representante de ANAMURI.
3 Se utilizarán aquí indistintamente los términos "colectivo" u "organización". La discusión de si éstas pueden o no ser consideradas, desde una perspectiva "ETIC" externa, movimientos sociales, deberá ser tema de futuras reflexiones. Desde una perspectiva "EMIC" interna al grupo, ni la Red de Grupos de Mujeres Rurales ni ANAMURI se identifican a sí mismos como movimientos.
4 Uruguay se divide políticamente en fracciones territoriales denominadas "departamentos", las cuales son administrativamente independientes de la capital, contando cada una de ellas con una institución administrativa departamental: la Intendencia. San José es colindante a la capital, Montevideo. Es un departamento con fuerte producción lechera, la mayoría pequeños productores que remiten a la empresa nacional CONAPROLE.
5 Se considera antisistémicos a aquellos grupos que se oponen al desarrollo de las fuerzas de la economía transnacional cuyo ejemplo paradigmático es el capitalismo e imperialismo estadounidenses, las cuales minan el poder de los Estados.
6 La Dra. Cristina Grela tuvo un importante desempeño en organizaciones de mujeres, entre ellas Católicas por el Derecho a Decidir, y también en la órbita política, desempeñándose como coordinadora del Programa Nacional de la Salud de la Mujer y Género, del Ministerio de Salud Público, desde su creación a fines de 2005. Además actuó como integrante de la Comisión de Seguimiento de los Compromisos Asumidos en Beijing.
7 En realidad quien desarrollaba esas charlas junto con Cristina Grela era Nita Samunis-ki; ambas como integrantes del plemuu (Plenario de Mujeres del Uruguay). La Fundación plemuu "es una organización no gubernamental que tiene por objetivo mejorar la condición de la Mujer Uruguaya; y por misión una nueva mujer, una nueva familia, una nueva sociedad" (www.plemu.org.uy). La mención a Carmen Beramendi fue una confusión aclarada en una conversación reciente con Grela (17-2-2011). Nita Samuniski se ha desempeñado en diversas organizaciones no gubernamentales; en la actualidad integra Mujer Ahora, una ONG fundada en 1989 para acompañar a las mujeres en la reflexión sobre sus condiciones de vida; su área principal de trabajo es la violencia doméstica.
8 Historiadora, integrante de GRECMU. Entrevista realizada el 22-3-2002.
9 Entrevista a Nea Filgueira, docente, fundadora de GRECMU, realizada en mayo de 2002.
10 Entrevista realizada el 22-3-2002.
11 Forma general de referirse a las zonas rurales.
12 Aquí la definición de "mito" asume su sentido más laxo, como narración.
13 Un ejemplo de cómo la Red de Grupos de Mujeres Rurales está incorporando estas temáticas por la vía de los hechos fue la convocatoria realizada por B. en el marco del "Seminario taller Soberanía Alimentaria. Desafíos y Oportunidades", realizado en Florida en octubre de 2008, a que todas las mujeres concurrieran al Parlamento para manifestarse por la aprobación de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, el día que se iba a plantear la discusión de la Ley.
14 La incorporación de este concepto, que es a la vez una agenda de acción, surge del trabajo con la Vía Campesina, movimiento que aglutina campesinos y campesinas en todas partes del mundo. La Vía Campesina define la "soberanía alimentaria" como "el derecho de cada pueblo a definir sus propias políticas agropecuarias y en materia de alimentación, a proteger y reglamentar la producción agropecuaria nacional y el mercado doméstico a fin de alcanzar metas de desarrollo sustentable, a decidir en qué medida quieren ser auto-suficientes, a impedir que sus mercados se vean inundados por productos excedentarios de otros países que los vuelcan al mercado internacional mediante la práctica del 'dumping'". Vía Campesina (2001), ¿Qué es la soberanía alimentaria?, acceso: http://www.viacampesina.org
Información sobre la autora:
Marian Viera Cherro. Licenciada en Antropología Social, cursando actualmente la Maestría en Ciencias Humanas, con énfasis en estudios Latinoamericanos (Centro de Estudios Interdisciplinarios Latinoamericanos, CEIL-Universidad de la República, Uruguay). Docente e Investigadora del ceil desde 2004. Como parte de las actividades en el Centro realiza investigación en torno a temáticas de democracia, derechos humanos y género, y vitivinicultura; así como actividades de docencia y extensión. Correo electrónico: marianaviera@yahoo.com.