Descubrir vínculos ahí donde ignorábamos su existencia, he ahí la tarea principal de las investigaciones científicas
Norbert Elias
Preámbulo: el valor heurístico de la sociología configuracional
Diversos estudiosos sobre la obra de Norbert Elias han señalado (Chartier, 1993; Delmotte, 2012; Dunning et al., 2004; Ducret, 2011; Zabludovsky, 2007) que la teoría sociológica eliasiana es uno de los mejores ejemplos de la perspectiva relacional que busca romper la clásica dicotomía que divide el análisis de la sociedad en dos polos: por un lado, la subsocialización de los individuos (i.e. teorías de la reflexividad y teorías posmodernas) y, por el otro, las teorías de la sobresocialización (teoría de campos de Pierre Bourdieu, teorías funcionalistas, entre otras). En otras palabras, para Elias la relación entre la sociedad y los individuos no deriva ni de la ausencia de regulación o de estructuración, ni del exceso de las mismas.
La metáfora que utiliza el sociólogo de Breslavia para dar cuenta sobre el material de trabajo de un sociólogo es: “cadenas flexibles”, es decir, según Elias, el verdadero objeto de la sociología no reside ni en el estudio de las partículas elementales de la sociedad (los individuos), ni en el estudio de las estructuras e instituciones, sino en los procesos; según sus propios términos: en las configuraciones. Son estas últimas las que producen el vínculo social. De la siguiente manera, Elias explica las razones que lo llevaron a desarrollar el concepto de configuración: “fue creado expresamente para ir más allá de la polarización confusa en la cual las teorías sociológicas colocan al ‘individuo’ por encima de la sociedad, o bien, colocan a la ‘sociedad’ por encima del individuo” (Elias, 1991c: 165. Traducción mía).
Según la teoría de las configuraciones, el sociólogo está obligado a buscar las interpenetraciones presentes en las relaciones entre individuos, particularmente, aquellas que forman relaciones de doble contingencia o doble vínculo (double bind). Así pues, de acuerdo con Elias, lo que la ciencia de la sociedad estudia es una red compleja de interdependencias funcionales. Desde esta perspectiva teórica, en toda relación, aun en aquellas donde se da una paradoja (como las del tipo inclusión-exclusión), existe siempre un vínculo (o una serie de vínculos) que genera proximidad o distanciamiento (Elias, 1993). Por lo tanto, centrar nuestra mirada en un vínculo social nos permite observar los hechos más allá de la abstracción de una perspectiva sistémica, pero también nos aleja de la ilusión posmoderna sobre la completa autonomía del individuo respecto de las estructuras sociales (como lo proponen, por ejemplo, las teorías de la reflexividad). Elias explica este doble rechazo de la siguiente forma:
la idea de un individuo totalmente independiente, de un hombre absolutamente autónomo y, por tanto, absolutamente libre, constituye el corazón de una ideología burguesa que ocupa un lugar preciso en el abanico de las doctrinas sociales y políticas contemporáneas. Este fenómeno, sea cual sea el nombre que le demos, es un ideal o una utopía que no corresponde y que no puede corresponder a la realidad social (Elias, 1991c: 168. Traducción mía).
Otra característica importante de la perspectiva teórica eliasiana es el énfasis que ésta pone en la lenta evolución de las configuraciones y en la imposibilidad de abordar la temporalidad de un proceso sociohistórico en su totalidad, puesto que uno de los límites del quehacer científico y, específicamente, de la investigación empírica es que esta última nos obliga a observar un fenómeno en un espacio y un tiempo por demás limitados. En el trabajo monográfico que Elias realizó junto con J. Scotson en Winston Parva (nombre ficticio dado a un suburbio obrero de Leicester) (Elias y Scotson, 1997), los autores abordan la cuestión de la dificultad que tiene el científico para analizar la evolución lenta de un proceso de larga duración. Esta dificultad deriva de que el sociólogo suele observar sólo una porción reducida del tiempo social del proceso en cuestión.
Ahora bien, la perspectiva configuracional nos invita a considerar dicha dificultad como un límite para las conclusiones a las que podamos llegar por medio del análisis de nuestros datos, pero también nos lleva a observar en este obstáculo epistemológico la oportunidad para realizar un tipo de sociología sensible de larga duración. De acuerdo con esto, no es casualidad que uno de los comentadores más importante de la obra de Elias en lengua francesa sea Roger Chartier, gran historiador social contemporáneo, cercano a la perspectiva de la larga duración, iniciada por los historiadores de la llamada Escuela de los Annales (véase Chartier, 1993).
Norbert Elias y su paso por Leicester: el anclaje empírico de la sociología de los procesos civilizatorios
Después de haber tratado brevemente algunas de las principales implicaciones epistemológicas de la teoría configuracional para el estudio de las formas sociales, esta segunda sección será dedicada al paso de Norbert Elias por la Universidad de Leicester, ya que fue en esta institución donde el sociólogo entró en contacto con el tema del deporte, y lo consideró un observatorio privilegiado del proceso civilizatorio moderno. Sin embargo, antes de adentrarnos en el análisis que Elias hace del ámbito deportivo, es preciso poner en perspectiva su interés por este tema.
Durante su estancia entre 1954 y 1962 en Leicester, ciudad industrial inglesa (Heinich, 2010), el sociólogo alemán se interesó por este subcampo, puesto que el ocio le permitió ilustrar de manera empírica algunos aspectos importantes de su obra precedente. La relación de mentor-discípulo que estableció ahí con dos de sus alumnos doctorantes, J. Scotson y E. Dunning, fue un elemento importante para la difusión internacional de la teoría civilizatoria que había desarrollado durante casi cincuenta años. Es a partir de su estancia en Inglaterra que los estudiosos de la sociología institucional mostraron un interés tardío por su obra, la cual para esa época ya era por demás fructífera.
En las colaboraciones con Dunning y Scotson podemos encontrar las bases de una aplicación concreta de dos ejes centrales de la sociología eliasiana. Por un lado, la etnografía sobre Winston Parva (Elias y Scotson, 1997), que mencionamos brevemente en el apartado anterior, curiosamente es la única investigación de campo de tipo cualitativo de toda la obra de Elias. La perspectiva relacional de las configuraciones sociales es movilizada con el fin de analizar la complejidad de los mecanismos de exclusión-inclusión que separan simbólicamente a dos grupos sociales: los “establecidos” (established) y los “marginales” (outsiders).
Mediante un análisis fino sobre los mecanismos de construcción de la alteridad, Elias y Scotson observan cómo la serie de interdependencias funcionales producen relaciones de distanciamiento y de proximidad entre los habitantes de dos sectores obreros vecinos, con características sociodemográficas similares (en términos de clase social, étnicos y de sector económico). Los autores analizan los lazos de antigüedad que unen entre sí a los habitantes del sector más antiguo de Winston Parva y que los separan simbólicamente de los obreros que se habían asentado recientemente en las afueras de dicha comunidad.
Elias y Scotson estudian cómo a pesar de que los modos de vida de ambos grupos son muy similares, se ven unos a otros radicalmente distintos. Según los autores, el derecho de antigüedad permite a los “establecidos” ejercer una actitud dominante frente a los obreros de los asentamientos nuevos. Elias y Scotson hacen hincapié al señalar cómo los rumores que circulan en el pueblo permean las representaciones colectivas, perpetuando una imagen degradante de los “marginales” (outsiders). Dicha imagen logra ser interiorizada y reproducida de forma profunda incluso por los miembros de las colonias de reciente creación. Así pues, la reflexión sobre los mecanismos de segregación simbólica entre comunidades se conecta de manera armónica con la teoría civilizatoria desarrollada por Elias (Elias, 1969a, 1969b, 1985), sobre todo, en la medida en que el caso de Winston Parva nos permite justificar de manera clara la pertinencia de un estudio a largo plazo.
Si un sociólogo se dedicase únicamente al análisis de los indicadores más recientes con los que dispone, no podría descubrir la dinámica lenta que da lugar al rechazo que los “establecidos” ejercen sobre los pobladores de los nuevos asentamientos. Por otro lado, este ejemplo nos enseña cómo el tipo de lazo social o de interdependencia puede evolucionar de tal forma que los “marginales” de una época pueden llegar a ser los “establecidos” más tarde. Esta posibilidad de revertir los lugares entre uno y otro grupo hace que el estudio de la evolución histórica sea indispensable en el análisis de los procesos sociales.
Más tarde abordaremos las implicaciones que esta monografía tiene para el estudio del deporte recreativo de la “clase creativa”, grupo social que analizamos en Montreal. Por lo pronto, señalaremos únicamente que la etnografía de Elias y Scotson es trabajo relevante para el análisis de tipo configuracional, puesto que ilustra cómo los procesos sociales que determinan los vínculos (aun aquéllos de enemistad) tienen una historia larga, cuya existencia no podemos ignorar en nuestros trabajos.
Si la monografía sobre la exclusión en Winston Parva nos permite ilustrar de forma empírica los alcances de la perspectiva configuracional, el trabajo que Elias realizó junto con E. Dunning (Elias y Dunning, 1986) constituye otro eslabón importante para la popularización y expansión de la teoría eliasiana.
En esta segunda colaboración de los años en Leicester el deporte se erige como ejemplo arquetípico de los procesos civilizatorios que tanto interesaron a Elias durante su extensa carrera. Tal y como lo hizo en su estudio sociohistórico sobre Mozart (Elias, 1991a), una de las figuras emblemáticas de la transición entre la sociedad cortesana y la modernidad burguesa; el deporte moderno, según Elias -especialmente a través de la formalización reglamentaria de algunas prácticas como el futbol y el rugby-, también es una buena ilustración del proceso de emergencia de nuevas formas sociales. En ese sentido, la transformación de las costumbres de las élites inglesas, ocurridas en los siglos XVIII y XIX, expresan procesos que inician algunos siglos antes en diversas cortes europeas.
En el apartado siguiente daremos cuenta de las maneras en que el estudio del proceso de pacificación parlamentaria (curialización), ocurrido en el ámbito del deporte, permitió a Elias ilustrar los alcances de su sociología histórica. Por tanto, antes de abordar las aristas de nuestro propio estudio de caso, y el uso particular que hicimos del pensamiento eliasiano en nuestra investigación, nos concentraremos en describir el vínculo entre la sociología de los procesos civilizatorios y los estudios socioculturales del deporte contemporáneo.
La “curialización” como fundamento del proceso de civilización. La adopción de la perspectiva eliasiana en el ámbito de la sociología del deporte
El libro de Elias y Dunning, Quest for Excitement1, aún es considerado en nuestros días una de las obras clásicas de la sociología del deporte. Una de las principales aportaciones de dicha investigación al subcampo disciplinario en cuestión reside en la manera en que el análisis teórico de las prácticas de ocio se integra a una amplia reflexión sobre la transformación lenta de los usos y costumbres del mundo moderno.
Elias y Dunning sostienen que los cambios civilizatorios en Occidente se dieron de manera lenta y que no fueron producto de un movimiento revolucionario, ni de la obra puntual de un grupo de individuos en particular y menos de una facción política. Esta perspectiva había sido ya ampliamente desarrollada en los trabajos de Elias sobre las dinámicas de las cortes europeas de la Edad Media; en la obra sociohistórica de Elias podemos encontrar un gran número de referencias a este tipo de fenómenos de larga duración, cabe citar la definición que Elias dio al concepto de proceso civilizatorio:
[Éste] consiste en una modificación de la sensibilidad y del comportamiento humano en un sentido bien definido [...] nada en la historia parece indicar que esta modificación haya sido obtenida mediante un procedimiento “racional”, mediante gestiones educativas de algunas personas aisladas o de grupos humanos. Ésta se dio sin ningún plan, pero eso no significa que no esté ligada a un orden específico (Elias, 1969b: 181-182).
Como lo había hecho en sus estudios sobre la vida cotidiana de la Europa premoderna, el proceso de formalización y codificación de las prácticas recreativas deportivas, y su traducción en deportes institucionalizados, según Elias y Dunning, ilustran la culminación de un largo periodo en el que las normas de cortesía de las cortes europeas llegan, finalmente, a expandirse y permear las mentalidades burguesas. Según la sociología de los procesos civilizatorios, las “buenas maneras” del ancien régime llegaron poco a poco a los sectores burgueses, permitiendo así la estabilización y el control de los comportamientos agresivos mediante modales de distinción. Este proceso, denominado “curialización”, se materializa de forma concreta en la creación de reglas de juego y en la institucionalización de ciertos deportes practicados por las jóvenes élites en la Inglaterra del siglo XIX.
Dentro de la sociología del deporte, el trabajo de Elias y Dunning facilitó el desarrollo de una tradición de estudios sociohistóricos del deporte; su trabajo fue emblemático (Dunning, 2002, 2012; Elias y Dunning, 1986; Maguire, 2011b; Malcolm, 1997; Sheard, 2004). Dicha tradición se centró principalmente en el análisis de la contención de las pulsiones violentas y en la transferencia inhibida de éstas hacia la competencia deportiva, es decir, en el marco de la teoría de inspiración eliasiana, el deporte no es definido como un mero pasatiempo físico que ocupa un papel secundario frente a las transformaciones de orden político o económico, sino que es considerado un fenómeno directamente conectado al arribo del nuevo orden civilizatorio moderno. Ahora bien, la sociología eliasiana del deporte sostiene que los juegos de la Antigüedad clásica, así como los juegos medievales, no corresponden propiamente al fenómeno que podemos calificar de “deporte”. En el mejor de los casos, dichas prácticas premodernas pueden ser consideradas como “pruebas” o “fiestas”. La denominación de “deporte” supone ya una serie de principios normativos de racionalización, de establecimiento de reglas fijas, de circuitos bien establecidos para su práctica.
Asimismo, cabe destacar que la perspectiva eliasiana no es la única que vincula el nacimiento de la primera modernidad con la evolución de las prácticas de tiempo libre. Otras perspectivas, como la teoría marxista o como la sociología inspirada por los trabajos de Michel Foucault, también permitieron desarrollar líneas de investigación para la sociología del deporte. Estas perspectivas coinciden en la descripción del vínculo histórico entre el nacimiento de la modernidad y el desarrollo de prácticas de ocio corporal. Antes de justificar las ventajas que, desde nuestro punto de vista, conlleva la adopción de una perspectiva configuracional en relación con las teorías marxista y foucaldiana, expondremos brevemente algunos de los principales aspectos de estas últimas.
Para Marx, las actividades recreativas de tiempo libre eran una pantalla, un oasis, que ocultaba al obrero el verdadero rostro de explotación de la sociedad industrial, puesto que lo llevaban a desarrollar la falsa esperanza de escapar de la dinámica enajenante impuesta por la fábrica. Según Marx, la condición del obrero que realiza actividades de esparcimiento es la del ser alienado. Dicho en palabras del autor, “el obrero no se siente él mismo sino cuando se encuentra fuera del trabajo, en este último es extranjero a él mismo. Está plenamente satisfecho cuando no trabaja y cuando trabaja no se siente en su elemento” (Marx, 1996: 112). Según esta perspectiva, el ocio deportivo, como la cultura y las otras formas de esparcimiento burgués, son simples escapes que permiten perpetuar dinámicas de dominación de clase. Para Marx, estas actividades le dan al obrero una imagen distorsionada de su propia condición de explotado. Por tanto, la división clásica entre la superestructura ideológica y la estructura económica abrió el camino para una serie de estudios dentro de la sociología del deporte que se centraron en la enajenación producida por éste y en su carácter de ideología burguesa de clase (Brohm, 1992, 2006; Yonnet, 2004).
Por otro lado, la sociología foucaldiana parte de un marco teórico en que el deporte se conecta directamente a la noción de biopoder. Para los sociólogos del deporte inspirados en Foucault, el nacimiento del deporte en el siglo XIX constituye un ejemplo del discurso social moderno que se centra en la disciplina y el rigor, principios ejercidos directamente sobre el cuerpo (ya sea en su acepción física o social). Foucault define el biopoder como “un poder que se ejerce positivamente sobre la vida, que busca controlarla y potencializarla, que busca multiplicarla ejerciendo controles precisos y regulaciones de conjunto” (Foucault, 1976: 180. Traducción mía). Según esta perspectiva, la modernidad representa algo más que la apropiación de los medios de producción por una clase. El gran cambio que el filósofo francés sitúa entre los siglos XVII y XVIII tiene que ver con la implementación de instrumentos de control social, ligados a la racionalidad institucional burguesa. Esta última se funda en los principios de vigilancia, castigo y disciplina.
Utilizar el punto de vista foucaldiano para analizar la historia del deporte moderno significa tomar en cuenta los efectos de la consolidación de un discurso disciplinario en la producción de un cuerpo modelado según normas hegemónicas. Así, las técnicas de entrenamiento, la lógica implacable de la competencia, la severidad de los castigos, el control sobre la estética y el funcionamiento de cada parte del cuerpo del atleta son, para los sociólogos del deporte de esta tradición (Defrance, 1995; Queval, 2004; Vigarello, 2004; Vigarello y Andreff, 2004), las pruebas de un trabajo sistemático de condicionamiento social ejercido por la racionalidad moderna.
Ante ambas posturas, la sociología del deporte de tradición eliasiana se distingue por sus alcances interpretativos acerca del proceso de nacimiento y de consolidación del deporte como institución social. Cabe destacar que para la sociología configuracional el deporte no es ni una evasión ideológica (como lo pretende la corriente marxista), pero tampoco es una ruptura radical con respecto a la premodernidad (como lo piensan los autores foucaldianos). En otros términos, una de las grandes aportaciones del trabajo de Elias y Dunning consiste en el hecho de mostrar cómo la creación del deporte entre los siglos XVIII y XIX es un proceso menos rápido de lo que suele pensarse. A partir de una concepción relacional de las interdependencias entre individuos, la sociología eliasiana escapa a una postura maniquea en la cual la única función del deporte sería la de perpetuar las estructuras de dominación de clase. Aunque el análisis de Elias y Dunning coincide con el de Marx y Foucault en el sentido de que los sociólogos configuracionistas también consideran que la aparición del deporte representa el acceso de la burguesía capitalista a una posición social ventajosa, a diferencia del marxismo y de la filosofía foucaldiana, los autores de Quest for excitement describen este proceso en su larga duración, es decir, en continuidad (no sólo en ruptura) con el Ancien régime.
Por otro lado, el hecho de que las disciplinas deportivas como el futbol, cuya reglamentación se dio en las escuelas de élite frecuentadas por la burguesía inglesa (Eton, Oxford, Cambridge), llegasen a transponerse rápidamente a las clases populares constituye, para los autores de la tradición eliasiana, la prueba de la fuerza de los vínculos de interdependencia entre grupos y no una mera prueba de la dominación de clase. Esto no quiere decir que la perspectiva configuracional niegue toda oposición entre grupos antagónicos, pero aun los desacuerdos y las confrontaciones son analizados como un tipo particular de vínculo. En el deporte, Elias observa la posibilidad de analizar las distintas formas de interrelación entre actores e instituciones, en particular, aquellas que conciernen a la formación de “zonas civilizatorias de prestigio” (Maguire, 2011a).
En síntesis, la expansión de usos y costumbres burgueses no representa para la sociología histórica eliasiana una ruptura total con el pasado, sino, más bien, una evolución civilizatoria en la que la necesidad de distinción y de especialización funcional de la burguesía se refleja en la institucionalización y la recepción de las nuevas prácticas deportivas creadas en el siglo XIX. Para los sociólogos que utilizan este marco teórico, el deporte no debe ser entendido únicamente como el resultado de una oposición dicotómica entre clases antagonistas, sino como un proceso lento ligado a la evolución de los hábitus y a la especialización funcional propia de la transición lenta entre la Edad Media y el Estado moderno.
Aunque, tal vez, el aspecto de los estudios eliasianos que tuvo más eco en la sociología del deporte fue el interés mostrado por el estudio de la inhibición de la violencia como trama narrativa del análisis de la modernidad. Esta perspectiva permite entender, entre otras cosas, la consolidación gradual de las prácticas de competición deportiva. Este elemento es uno de los puntos más controvertidos de la perspectiva eliasiana sobre el deporte. Sin ahondar en el asunto, mencionaremos brevemente el debate que este aspecto de la teoría eliasiana ha generado en el seno de la sociología del deporte.
La inhibición de la violencia: un aspecto controvertido de la perspectiva configuracional
Si hay un aspecto que ha sido tema de debate en la sociología del deporte en torno a la contribución de Norbert Elias a este subcampo disciplinario, sin duda, es el énfasis que la perspectiva configuracional pone en el análisis de la economía afectiva de las pulsiones agresivas en su intento de explicación del impulso civilizatorio (civilizing spurt) que dio origen al deporte moderno. Elias se interesó particularmente en explicar cómo en el transcurso del Renacimiento, los miembros de las cortes desarrollaron poco a poco una aversión hacia la exposición directa a las actividades que comportasen un alto grado de violencia física, aspecto que hasta entonces caracterizaba los “juegos populares” (folk games) de la Edad Media (Dunning, 2002; Elias y Dunning, 1986). Este proceso de cambio en las mentalidades se extiende, según Elias, hasta el siglo XIX y acompaña, entre otras cosas, el nacimiento del Estado moderno. En el deporte, esta tendencia significó la llamada “codificación parlamentaria” (Elias y Dunning, 1986), en la cual el prestigio social y el refinamiento de los estilos de vida de los jóvenes burgueses, en plena Revolución industrial, se generaliza como un referente axiológico. Esta tendencia codificadora se expresa en el establecimiento de las reglas de juego de varios deportes de equipo, hasta entonces practicados de forma relativamente anárquica.
El proceso de “curialización” de las prácticas recreativas ha sido usado por los continuadores de la tradición configuracional para estudiar un sinnúmero de prácticas deportivas, como el futbol y el rugby (Dunning y Sheard, 1989), el cricket (Malcolm, 2004) e incluso el boxeo (Sheard, 2004). Esta tendencia moderna hacia la “deportización de los pasatiempos” (sportization of pastimes) ha sido usada también para explicar la expansión mundial de ciertas prácticas, contribuyendo así a dar un carácter global al deporte (Maguire, 2011a). La estandarización de las interpretaciones de juegos y fiestas informales, que hasta entonces eran locales, hace que el deporte del siglo XIX construya vínculos entre países, regiones y continentes. Ahora bien, estos vínculos no son únicamente procesos de asimilación a una cultura elitista, sino que en varios casos representan movimientos de toma de conciencia por parte de las clases populares frente al poder de los dominantes (como con el cricket en varios países asiáticos [Malcolm, 2004]). La constante en estos análisis no es, entonces, la erradicación del conflicto, sino los aspectos normalizador y mundializado que el proceso de “codificación parlamentaria” (parliamentarization) del deporte trajo consigo. El crear reglas que homogenizaran los criterios permitió la expansión de las ligas, las competencias y los torneos alrededor del mundo.
No obstante la mayor importancia de este tipo de análisis sociohistórico del deporte, sociólogos de este subcampo, como el holandés Ruud Stokvis (1992, 2005), han puesto en entredicho la preminencia del tema del control de la violencia para explicar la institucionalización deportiva. Según este autor, la insistencia de los sociólogos eliasianos sobre el tratamiento de la transferencia de la violencia física a una violencia reprimida, les impide ver otras dinámicas importantes del deporte contemporáneo, como son la comercialización, las tensiones raciales o de género, entre otros temas. Utilizando el caso del cricket, estudiado por el sociólogo eliasiano Dominic Malcolm (2002), Stokvis llega a la conclusión de que dicho deporte no contenía en su fase premoderna un alto grado de violencia y, por lo mismo, sería erróneo verlo como un ejemplo del proceso civilizatorio de control de pulsiones agresivas (Stokvis, 1992).
Frente a esta crítica, el mismo Malcolm (2002) responde que antes de la escritura formal del reglamento la historia del cricket mostraba ya innumerables casos de lesiones dolosas entre jugadores, así como de batallas campales entre espectadores en las gradas. Por otro lado, autores como K. Sheard (2004) defienden la perspectiva eliasiana ante las críticas aludiendo que incluso los deportes de contacto, como el boxeo, fueron sometidos al proceso de codificación parlamentaria en el siglo XIX, lo cual permitió su desarrollo y difusión en el ámbito internacional, así como la protección médica de sus practicantes.
Otro ejemplo de defensa de la perspectiva eliasiana lo proporcionan los trabajos de Murphy (1990) acerca del hooliganismo contemporáneo. Lejos de representar una crítica a las tesis de la civilización y el refinamiento propuestas por Elias, el fenómeno de los hooligans es abordado por el autor como otro ejemplo de cómo las etapas de pacificación pueden intercalarse con etapas de explosión de violencia. Esta interpretación concordaría con la idea que Elias desarrolló en torno a las fases de descivilización (Elias, 1991c).
Sin pretender haber agotado el análisis de las implicaciones de este tipo de debates para la sociología contemporánea del deporte, pasaremos ahora a describir el uso particular que realizamos de la teoría configuracional dentro de nuestra investigación sobre las prácticas deportivas de los jóvenes profesionistas hipermodernos en Montreal. Cabe decir que, aun cuando la teoría configuracional constituyó nuestro principal marco teórico, el uso que hicimos de la obra de Elias es diferente de aquel que describimos a continuación. Esta parte se centrará en lo que consideramos los principales alcances y límites de la teoría eliasiana en cuanto al estudio de las prácticas deportivas de la era posindustrial.
La era hipermoderna y los estilos de vida deportivos de las élites profesionales
Si la teoría sociológica de Norbert Elias resulta ser un referente importante para entender el advenimiento de la modernidad burguesa, los continuadores de la tradición configuracional han consagrado menos trabajos a la descripción de la transición de esta última a la segunda modernidad (también conocida como modernidad tardía o como hipermodernidad). Cabe entonces hacerse las siguientes preguntas: ¿cuáles son los elementos que orientan los procesos civilizatorios hipermodernos?, ¿cómo explicar la era posindustrial desde un punto de vista configuracional?, ¿qué tipo de hábitus nos permiten entender el tiempo largo de nuestra época?
Los resultados de la investigación que describiré aquí de manera sucinta son el producto de nuestro interés por la renovación crítica de la perspectiva eliasiana del deporte en el contexto sociohistórico de la hipermodernidad contemporánea. Uno de los principales objetivos que definimos al momento de comenzar dicha investigación fue, precisamente, adoptar una perspectiva que nos permitiese preservar la orientación relacional de la sociología de los procesos civilizatorios y, al mismo tiempo, reflexionar sobre las relaciones de exclusión-inclusión propias de nuestra época. Para ello, decidimos concentrarnos particularmente en dos orientaciones de la teoría de Elias: el interés por el estudio del prestigio social y la división entre “establecidos” y “marginales”. En el apartado siguiente trataremos de situar estas líneas de reflexión dentro del contexto de la sociología de la hipermodenidad.
¿Cómo definir el proceso civilizatorio de la hipermodernidad?
La transición entre la modernidad industrial y la era posindustrial ha sido objeto de las reflexiones dentro de la sociología contemporánea. Numerosos son los autores que ven en la Segunda Guerra Mundial un momento paradigmático que marcó una ruptura frente al proyecto civilizatorio iniciado por los filósofos de la Ilustración. Así, utilizando las metáforas de la compresión espacio-temporal (Giddens, 2000), la sociedad líquida (Bauman, 2000), la sociedad en red (Castells, 2000) o la sociedad hipermoderna (Castel, 2004; De Gaulejac, 2010), la segunda mitad del siglo XX se ha pensado desde distintos marcos teóricos como un momento de renovación del capitalismo industrial.
Una buena parte de las teorías de la modernidad tardía hacen hincapié en el carácter individualista de la sociedad actual (Beck y Beck-Gernsheim, 2001; Lipovetsky y Charles, 2004; Sennett, 2006). La reflexividad, entendida como una ganancia de autonomía por parte de los individuos frente a la rigidez institucional de antaño, es vista como uno de los pilares que explican las transformaciones de las representaciones sociales contemporáneas. Así, tanto aquellos que ven en este proceso un aspecto liberador (Giddens, 2000) como aquellos que ven un desencantamiento egoísta o narcisista (Bauman, 2004; Honneth, 2005; Lipovetsky, 1983), suelen explicar el cambio ocurrido en este periodo como una pérdida de vínculo social.
Es frente a este tipo de explicaciones que una perspectiva relacional como la de Elias representa un ángulo interesante para la descripción y el análisis de la transición hacia la segunda modernidad. Al momento de iniciar nuestra investigación, elegimos como objetivo confrontar la perspectiva de las configuraciones con los marcos teóricos antes aludidos para criticar los fundamentos de la tesis de una atomización total de los individuos contemporáneos.
La teoría de las configuraciones nos pareció una fuente importante de reflexiones acerca de los procesos lentos (como antes lo expusimos) que explican la emergencia del neoliberalismo desde largo tiempo atrás. Por ello, nos inspiramos en los trabajos de Elias para observar si dicho marco teórico nos permitía describir de forma más acertada que las teorías de la modernidad tardía, la transición entre la primera y la segunda era moderna. Partimos entonces de la hipótesis de que lejos de destruir la posibilidad del vínculo, nuestro tiempo representa una manera de prolongar ciertas tendencias modernas. Pero ¿cómo definir esta nueva época?, ¿cuáles son los elementos que dan sentido a lo que llamamos hipermodernidad?
Es aquí donde entra en escena la sociología crítica de la sociedad gerencial (Castel, 2004; De Gaulejac, 2010), ésta me permitió adentrarme en el estudio de los procesos civilizatorios que definen a las nuevas élites del capitalismo tardío. Para esta sociología que trata de la formación de élites profesionistas, la hipermodernidad se define como una época en la que los individuos persiguen ideales normativos de horizontalidad en la toma de decisiones. Por otro lado, este periodo también se define como una búsqueda de altos grados de rendimiento físico y mental. El tipo ideal de esta época deja de ser el militar o el comerciante emprendedor de antaño, ahora el modelo a seguir es el gerente dinámico, el profesionista activo.
Para dar cuenta del diferencial de recursos simbólicos y materiales que distinguen a los arquetipos exitosos de este proyecto civilizatorio de aquellos que son excluidos del mismo, el sociólogo francés Robert Castel propone una diferencia analítica entre dos tipos de individuos. Los primeros, que denomina “individuos hipermodernos”, son quienes disponen no sólo de recursos materiales, sino también de recursos simbólicos (académicos, relacionales, etcétera) para desarrollar proyectos reflexivos exitosos. Los “perdedores”, que Castel denomina “individuos por defecto”, son quienes no consiguen realizar esos ideales de reflexividad.
De esta división, nos interesó analizar el polo menos abordado por la teoría sociológica: los individuos hipermodernos, es decir, aquellos hombres y mujeres que encarnan los modelos contemporáneos a seguir en función de sus estilos de vida. El arquetipo de estos individuos recae en la figura del “gerente” (manager), ya que representa no sólo al empleado de élite del capitalismo avanzado, sino también es una fuente de emulación a partir de su modo de vida dinámico. Esta clase de individuos hipermodernos constituye una “élite de prestigio” (Coenen-Huther, 2004), es decir, que independientemente del acceso rápido o lento de sus miembros al estatus de poder (económico, político o social), sus hábitos se difunden como modelos normativos hacia el resto de los grupos sociales.
Estos jóvenes adultos hipermodernos, graduados de universidades, cuya inserción profesional tiene que ver con las dinámicas del capitalismo cognitivo, constituyen lo que Richard Florida denomina como “clase creativa” (Florida, 2004). Esta clase se distingue de las élites del primer capitalismo por el hecho de instaurar una serie de principios valorativos que corresponden a la subjetivación de valores empresariales, como el asumir riesgos, el espíritu de aventura, etcétera. En sus modos de vida se opera un cambio importante: no son sólo un sector que aprecia el tiempo libre, sino que éste debe dejar de ser un tiempo de esparcimiento pasivo. En otras palabras, las actividades de ocio son programadas y agendadas como cualquier otra actividad profesional. Estos jóvenes se entrenan en el gimnasio, hacen yoga o practican algún deporte de equipo. Ahora bien, para ellos estas actividades son mucho más que meras distracciones, por el contrario, constituyen en nuestros días parte importante de su identidad como individuos globales.
Aspectos metodológicos de la investigación. ¿Existen “marginales” dentro de las élites de prestigio?
Nuestra investigación consistió en un ejercicio etnosociológico mediante el cual analizamos las dinámicas entre establecidos y marginales pertenecientes a sectores profesionistas de la “clase creativa”. Para ello realizamos 33 entrevistas biográficas de tipo “historia de vida” (17 hombres y 16 mujeres) en dos fases de trabajo de campo. En la primera fase (10 hombres y 6 mujeres) analizamos las trayectorias biográficas de jóvenes profesionistas practicantes de deportes al aire libre (outdoors), con un énfasis particular en la escalada, para ello utilizamos únicamente técnicas de entrevista a profundidad. En una segunda fase relizamos un estudio de caso etnográfico en el seno de un equipo de Ultimate. Elegimos este deporte porque en él encontramos varios elementos que nos remitían al modelo normativo de la hipermodernidad, puesto que se trata de un deporte relativamente nuevo, creado en circuitos universitarios norteamericanos a finales de la década de 1960 (Griggs, 2009; Zagoria y Leonardo, 2005). Por otro lado, este deporte es particularmente heurístico, ya que resume una serie de características propias de la sociedad posindustrial, como son la mezcla de género, el dinamismo, pero, sobre todo, el autoarbitraje, elemento que acompaña a dicha práctica desde sus orígenes. Dado que nuestro interés era describir las trayectorias deportivas recreativas, nuestro universo de estudio estuvo compuesto de jóvenes profesionistas entre 25 y 35 años que se encontraban en su primera década de trayectoria laboral.
Las configuraciones observadas: nuevas dinámicas de distinción de la “clase creativa”
En esta sección presentaré dos configuraciones de tipo “establecidos” versus “marginales”, una que corresponde a las dinámicas que observamos por medio de nuestras entrevistas a los adeptos a la escalada y otra que resulta del trabajo de campo en la liga de Ultimate de Montreal. Las configuraciones que presentamos aquí tienen que ver con la adopción de la perspectiva eliasiana de las civilizaciones, con el fin de describir el proceso de emergencia de la hipermodernidad.
Los resultados de nuestro estudio nos permiten ilustrar las características de los procesos de larga duración desde la perspectiva configuracional. En este proceso, distinguimos la interpenetración de dos culturas. La primera, que nombramos la cultura de los “deportes-estilo de vida”, corresponde a la que es producto de la respuesta contracultural entre los años 1960-1970. Los jóvenes adultos pertenecientes a esta forma social fueron iniciados al deporte según los valores de la época de sus predecesores (espíritu de aventura y descubrimiento, desenfado lúdico, contestación de la autoridad, valores ecológicos y espirituales, entre otros). Desde una perspectiva configuracional, este grupo corresponde a los “establecidos”, ya que gozan del prestigio social que deriva de su antigüedad. En varios casos (como el del Ultimate) se trata incluso de los pioneros de la práctica de estos deportes. Por su lado, los “marginales”, son aquellos jóvenes hipermodernos que llegaron tardíamente a la práctica de estos deportes y que trajeron con ellos otros valores gerenciales: espíritu de competición exacerbada, cultura de acondicionamiento físico, culto al rendimiento máximo, etcétera.
Configuración “establecidos”-“marginales” en la escalada: las contradicciones de una familia no tan unida
La escalada es un deporte que se nutrió en la década de 1960 con una cultura de la expedición y del viaje. La mayor parte de los practicantes de este deporte eran jóvenes universitarios emprendedores en busca de aventuras. Estos jóvenes, miembros de clases medias en ascenso, albergaban un espíritu iconoclasta basado en el rechazo a la rigidez institucional heredada del macartismo.
Las entrevistas a jóvenes profesionistas adeptos a esta práctica de ocio nos muestran una tensión entre los practicantes de este deporte que adoptaron una cultura al “aire libre”, transmitida por los escaladores de la década de 1960, y una nueva generación de escaladores “deportivos” o “de gimnasio”, grupo que viene a cambiar las dinámicas y pone en riesgo la idea de una gran familia de escaladores. Este nuevo grupo favorece la práctica de la escalada en muros interiores (indoors), basada en el modelaje del cuerpo y en la búsqueda de máximo rendimiento físico.
Aun cuando los dos grupos coexisten tanto dentro como fuera de las prácticas deportivas (muchas veces son colegas de trabajo o conocidos de la universidad), entre ellos comienza a existir una tensión importante. Mientras los escaladores deportivos tratan (de forma despectiva) a los “establecidos” como “hippies”, estos últimos critican a los miembros de la cultura de gimnasio diciendo que traen “malas maneras”. Así, uno de nuestros informantes, Mathieu, escalador experimentado que creció en la cultura al “aire libre” califica a los escaladores deportivos de “incivilizados”, ya que no siguen un protocolo de respeto por la naturaleza (fuman, traen música de estilo “tecno” a las montañas, tiran basura, se hospedan en hoteles de lujo, etcétera). Otra crítica que los “establecidos” hacen hacia los “marginales” es que traen consigo un espíritu que los primeros consideran “demasiado competitivo” (cf. entrevista con Mathieu). Este nuevo ethos se refleja incluso en el tipo de escalada que el nuevo grupo practica (escalada en bloque, que es mucho más atlética y basada en la fuerza muscular y que se puede practicar en gimnasio). Ahora bien, estas nuevas formas de interpretar prácticas como la escalada todavía no son la norma hegemónica, de ahí que podamos considerar a sus adeptos como los “marginales”. Sin embargo, el cambio está ya “en marcha”, sobre todo entre los nuevos escaladores, quienes deciden iniciarse en un tipo de práctica mucho más cercana a la lógica de la competencia exacerbada. En este contexto, incluso la práctica mixta, que era la norma hasta hace algunos años, resulta cada vez más difícil, puesto que la escalada en bloque favorece más a los escaladores varones sobre su contraparte femenina.
Configuración “establecidos”-“marginales” en el Ultimate. La contestación del autoarbitraje y del “espíritu de equipo”
En el caso del Ultimate, deporte que atrajo una gran cantidad de adeptos de la “clase creativa”, los “establecidos” son los jugadores de la primera generación. En el contexto montrealense, los pioneros del Ultimate comenzaron la práctica de este deporte en la década de 1990 en circuitos universitarios (Pattison, 2011). Ellos defienden un principio básico que es simbólicamente muy importante para la comunidad de practicantes del Ultimate: el “espíritu de equipo” (spirit), el cual, aunque es por demás polisémico, continuamente es evocado por los jugadores de la primera ola. Este principio consiste en el respeto por los rivales basado en el conocimiento profundo de las reglas del juego, que en el caso del Ultimate son sumamente complejas. El conflicto con la nueva generación de jóvenes profesionistas con valores gerenciales se da en la medida en que estos últimos vienen de deportes de equipo tradicionales y consideran que el respeto de las reglas debe ser verificado por un árbitro y que no le corresponde al jugador decidir si existe o no una falta.
Por otro lado, los “marginales” de la nueva generación importan un alto espíritu de competencia proveniente de la cultura de otros deportes, como el hockey, el futbol americano, entre otros. Ellos querrían que el Ultimate flexibilizara su rechazo a la regulación externa, puesto que desde su punto de vista favorecería el aumento de la intensidad del juego. Así, el grupo “marginal” querría que este deporte se dote de un sistema de arbitraje, lo cual según los “establecidos” cambiaría radicalmente la filosofía del juego. Hasta ahora el Ultimate ha permanecido autoarbitrado, pero el aumento del nivel competitivo y de la rapidez de las acciones hace que un sector de los nuevos iniciados prefiera que en el futuro cercano este deporte acepte la presencia de árbitros.
Conclusiones
Los dos ejemplos de configuraciones “establecidos”-“marginales” con los que terminamos esta reflexión sobre la utilización de un marco teórico eliasiano en el estudio de las prácticas deportivas de la “clase creativa” nos permiten afirmar que la sociología de inspiración configuracional nos ayuda a explicar cómo incluso los lazos de tensión son una fuerza vínculante entre los individuos de un grupo social determinado. La perspectiva sociohistórica de Norbert Elias nos enseña cómo el análisis de los procesos sociales es necesariamente limitado, puesto que los observamos en un espacio y en un tiempo determinado. Ahora bien, esta dificultad resulta heurística en la medida en que aceptemos que los procesos civilizatorios van más allá de los límites de la observación empírica. Reconocer la imposibilidad de aprehender en su totalidad los fenómenos que investigamos, nos permite acentuar la importancia de su estudio histórico. En el caso de las actividades de esparcimiento deportivo de la “clase creativa”, las configuraciones que analizamos nos llevan a pensar que la élite profesionista de nuestra era hipermoderna no es un grupo monolítico en el que las tensiones sean escasas. Estudiar la relación compleja entre los “establecidos” y los “marginales” en el seno de este grupo social nos lleva a ver en la confrontación de filosofías de vida, un movimiento pendular en el que los papeles pueden invertirse en un futuro no tan lejano. Es por ello que el estudio de las prácticas de ocio puede ayudarnos a distinguir, de manera más clara, ciertas tendencias que guían las transformaciones sociales de nuestro tiempo. Esto se puede hacer en la medida en que el análisis sociológico pueda ir más allá del presente o del estudio sincrónico de los objetos de estudio.
Nuestra investigación sobre el deporte recreativo de sectores de la “clase creativa” en Montreal también nos permitió hacer un uso distinto de la teoría eliasiana en el ámbito de los estudios socioculturales del deporte. En vez de concentrarnos -como lo hace una buena parte de los sociólogos del deporte pertenecientes a esta tradición- en la discusión sobre la inhibición de la violencia para la explicación del proceso de civilización, nuestra investigación buscó inspirarse en otro aspecto de la teoría de Elias: la relación ambivalente y cambiante entre “establecidos” y “marginales”. Este ángulo, por lo general ignorado dentro de la sociología del deporte, constituye una perspectiva fructífera para entender las luchas de poder entre facciones de grupos que interactúan en el seno de los grupos sociales que investigamos.
Por otro lado, nuestro interés por el tiempo libre de las élites profesionistas nos condujo a uno de los temas predilectos de la sociohistoria eliasiana: el prestigio. La “clase creativa” hipermoderna es un sector que, si bien no necesariamente acapara todos los puestos de mando, constituye un referente simbólico cada vez más importante, y ello gracias a la imposición generalizada de sus estilos de vida. La sociología de Norbert Elias es una perspectiva que nos permite observar en los cambios y en las continuidades culturales de éstos la transición lenta entre épocas distintas. Por ello, la obra eliasiana sigue siendo una fuente de inspiración importante para los sociólogos interesados en explicar el paso lento entre la primera y la segunda modernidad, combinando la microsociología y la sociología histórica.