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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.12 no.28 Ciudad de México may./ago. 2015

 

Artículos

Las aportaciones de Schütz, Berger y Habermas al debate sobre La objetividad del conocimiento

Contributions of Schütz, Berger and Habermas to the Debate on the Objectivity of Knowledge

Alfons Medina Cambrón* 

Sonia Ballano Macías** 

*Profesor de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna, Universitat Ramon Llull. Correo electrónico: AlfonsMC@blanquerna.ur.edu

**Colaboradora docente de los Estudios de Ciencias de la Información y la Comunicación de la Universitat Oberta Catalunya (UOC) y profesora asociada de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIB). Correo electrónico: SoniaBM@blanquerna.ur.edu


Resumen

En las ciencias sociales existe una dicotomía entre modelos de explicación científica o positivistas y modelos que inciden en la particularidad y comprensión de los fenómenos sociales. En este artículo analizamos las aportaciones de Schütz, Berger y Habermas al debate en torno a la objetividad del conocimiento. Schütz y Berger analizan la sociedad a partir del acercamiento y la comprensión de los fenómenos sociales desde dentro de éstos, aunque no consiguen salvar el subjetivismo inherente a sus propuestas. Por el contrario, Habermas, con la teoría de la acción comunicativa, aporta una visión más cercana al comprensivismo, pero superándolo a partir del análisis de la objetividad como intersubjetividad.

Palabras clave: Teoría de la acción comunicativa; objetividad; metodología de las ciencias sociales; comprensivismo; intersubjetividad

Abstract

There is a dichotomy in social sciences between positivist models -related to scientific explanations- and models that influence the particularity and comprehension of social phenomena. In this paper, we analyze the contributions made by Schütz, Berger and Habermas to the debate about the objectivity of knowledge. Schütz and Berger analyze society by close approaching and understanding, from the inside, the social phenomena, which permeates their proposal with certain inherent subjectivity. On the other hand, Habermas, with his Theory of Communicative Action, contributes to a vision that is closer to the Verstehen concept, although he surpasses it through the analysis of objectivity as part of inter-subjectivity.

Keywords: Theory of Communicative Action; objectivity; social science methodologies; Verstehen; intersubjectivity

Introducción: La objetividad en ciencias sociales

Umberto Eco, en Los límites de la interpretación, nos cuenta una anécdota que tiene como protagonista a Jacques Derrida. Explica Eco que recibió una carta de Derrida en la cual le comunicaba que, junto con algunos amigos, estaba formando un Collège International de Philosophie, y le pedía una carta de apoyo:

En 1984 Derrida me escribió para comunicarme que estaba instituyendo con algunos amigos un Collège International de Philosophie y me pedía una carta de adhesión. Apuesto que Derrida asumía que: a) yo había de asumir que él decía la verdad; b) yo tenía que leer su programa con un mensaje unívoco, tanto para aquello que se refería al presente (estados de hecho) como para aquello que se refería al futuro (propósitos del que escribe), c) la firma que era solicitada al pie de mi carta tenía que ser tomada más en serio que la firma de Derrida al final de “Signature, événement, contexte”. Está claro que la carta de Derrida podría haber asumido para mí otros significados y haberme estimulado a realizar sospechosas conjeturas sobre aquello que él quería hacerme en tender. Pero cualquier otra inferencia interpretativa tendría que haber estado basada en el reconocimiento del primer nivel de significado del mensaje, el literal (Eco, 1992: 34).

Eco viene a decirnos que no puede invocarse una teoría de la interpretación como deriva y deconstrucción, como hizo Derrida en el conjunto de su obra, porque hay un sentido en los textos o hay muchos, pero no se puede decir que no haya ninguno o que todos sean igualmente válidos (Eco, 1992).

Hemos querido comenzar este artículo con una reflexión alrededor de la literalidad, del sentido del texto o, mejor dicho, de los diferentes sentidos, para relacionarla con una idea más global sobre la verdad y la objetividad conectada al conocimiento. En este sentido, el lenguaje es un medio fundamental (de hecho, es el medio) para conectar nuestros pensamientos con la realidad física o social; y según la utilización o la mediación del lenguaje que creamos, entre otros elementos, tendremos diferentes tomas de posición teórica, normativa o estética alrededor de la realidad. Entonces, como científicos sociales: ¿podemos generar un conocimiento “objetivo” sobre la realidad?

En el ámbito de las ciencias sociales hasta el momento no se ha llegado a un consenso en relación con la fundamentación científica. Al simplificar las diferentes posturas, notamos que se ha mostrado un modelo de explicación científica que sigue el canon de las ciencias naturales (modelos explicativos-positivistas) y un modelo que remarca su incidencia en la particularidad, en las características especiales que tienen los fenómenos sociales y en cómo podemos llegar a comprenderlos (modelos hermenéuticos-comprensivos) (Adorno, 1973; Echeverría, 1999; D’Agostini, 2000). Esta dicotomía “ideal” se fundamenta en el hecho de que el objeto estudiado por las ciencias naturales difiere bastante del objeto propio de las ciencias sociales: la sociedad. Las tendencias al objetivismo, dentro de las ciencias sociales, han llevado a realizar teorías que siguen, en mayor o menor grado, el modelo (método) de las ciencias naturales. Por tanto, éstas tratarían los fenómenos sociales manteniendo una distancia con el sujeto estudiado, para así “no ser contaminados” de subjetivismo. Esta visión se correspondería con escuelas o teorías tan diversas como el neopositivismo lógico, el conductismo o el estructural-funcionalismo, por citar las que han dominado las disciplinas de las ciencias sociales durante gran parte del siglo XX.

En cambio, los modelos más subjetivistas han rechazado desde el principio la posibilidad de estudiar los fenómenos sociales de la misma forma que se estudia la realidad física; han puesto de manifiesto que los “objetos sociales” son fenómenos cambiables y que, a su vez, los investigadores pertenecen a ese mundo social. Por tanto, si se realiza un alejamiento del sujeto, sólo tenemos la apariencia de que encontramos la distancia epistemológica, pero realmente lo que sucede es que en el camino dejamos sin entender un gran número de variables. Las aproximaciones de tipo subjetivista intentan comprender los fenómenos sociales desde dentro de éstos, pero rápidamente se topan con la problemática inversa: ¿cómo realizar un estudio o una investigación científica sin perder la objetividad que se presupone a todo acercamiento científico?, ¿se ha de estar abocado a una forma de pseudoconocimiento a partir de la empatía? Una de las razones del fracaso de las ciencias sociales para superar el subjetivismo, que le es inherente, puede radicar en que las teorías de la acción que predominan en las ciencias sociales han acogido entre sus conceptos básicos la categoría de sentido, pero han esquivado los problemas que se siguen del recurso metodológico, el cual implica una interacción con alguien en el mundo de la vida.

No obstante, tanto las diferentes escuelas o tradiciones que se en marcarían dentro del positivismo como en las de la hermenéutica, se presupone una relación esencialmente pasiva entre el sujeto y el objeto: en el primer caso, el fundamento se encuentra en la experiencia de los sentidos; en el segundo, en las ideaciones que consideran diferentes de la experiencia y que informan sobre ésta.

En este artículo analizaremos las aportaciones de la sociología fenomenológica de Schütz (1974) y sobre los constructivistas sociales (Berger y Kellner, 1985; Berger y Luckmann, 1988; Berger, 1992) para finalmente mostrar la solución que ofrece Habermas al intentar salvar el supuesto subjetivismo inherente a las propuestas comprensivistas o hermenéuticas con su acercamiento al conocimiento social.1

El problema del comprensivismo: Las aportaciones de Schütz y la construcción social de la realidad

La obra de Schütz se nutre de dos aportaciones relevantes. Por un lado, las aportaciones de Weber, con sus conceptos de acción y racionalidad, así como de la construcción metodológica de los tipos-ideales, y, por otro, de la filosofía fenomenológica de Husserl. Estas aportaciones influirán sobre todo en sus discípulos para sentar las bases del constructivismo sociológico, aunque también podemos reconocer aplicaciones en la psicología, la educación y en otras disciplinas. Estas teorías afirman que la realidad es una construcción social que depende del significado social de las acciones humanas. Desde las teorías de la construcción social del conocimiento, la creación de éste depende del proceso de interpretación. La realidad es interpretada por los actores y es significativa dentro de un mundo coherente.

Schütz aplica a la acción el concepto de significado según Husserl, reformulando la sociología comprensiva en términos fenomenológicos. De esto resulta una sociología fenomenológica que otorga un papel relevante a la conciencia. La interpretación de la acción social que pro ponía la sociología comprensiva weberiana se concreta, de acuerdo con la sociología fenomenológica, en la interpretación de las vivencias conscientes del actor. Schütz también retoma de Husserl el concepto de mundo de la vida2 y lo transforma en sociológico: lo considera el trasfondo de evidencias y convicciones incuestionadas que usan los actores sociales en los procesos de interacción que dan significado a sus sentidos, que los interpretan (Schütz, 1974).

Para Schütz es realmente importante partir del concepto de acción. Sería imposible poder estructurar un mundo de la vida sin una teoría donde los actores sociales actúen:

Para una teoría de la acción, sin embargo, el punto de vista subjetivo debe ser mantenido en todo su vigor, ya que de lo contrario tal teoría pierde su cimiento básico: el elemento que remite al mundo de la vida y la experiencia cotidiana. Mantener el punto de vista subjetivo es la garantía única, pero suficiente, de que el mundo de la realidad social no será reemplazado por un mundo ficticio e inexistente construido por el observador científico (Schütz, 1974: 21-22).

El problema principal de las ciencias sociales es elaborar un método para abordar de manera objetiva el sentido subjetivo de la acción humana y tener en cuenta, al mismo tiempo, que los objetivos de pensamiento de las ciencias sociales deben ser compatibles con los objetos de sentido común constituidos por las personas en la vida cotidiana. Schütz está preocupado por dotar de carácter epistemológico y metodológico al estudio de las subjetividades humanas, que conforman el mundo social, a partir de lo que denomina mundo de la vida. Para ello, ha de rechazar las formas de conocimiento positivista, sobre todo, el conductismo dominante en las primeras décadas del siglo:

El conductismo, como todo otro esquema objetivo de referencia de las ciencias sociales, tiene como propósito principal explicar, mediante métodos científicamente correctos, lo que en realidad sucede en el mundo social de nuestra vida cotidiana. Sin duda, ninguna teoría científica tiene como objetivo o significado diseñar y describir un mundo ficticio desvinculado de nuestra experiencia de sentido común y, por lo tanto, sin ningún interés práctico para nosotros. Los fundadores del conductismo no se pro ponían sino describir y explicar los actos humanos reales dentro de un mundo humano real. Pero la falacia de esta teoría consiste en sustituir la realidad social por un mundo ficticio, promulgando para las ciencias sociales principios metodológicos que, si bien han resultado exactos en otros campos, han demostrado ser un fracaso en el dominio de la intersubjetividad (Schütz, 1974: 18).

Un problema metodológico que se plantea a Schütz es la manera en que se pueden captar científicamente los fenómenos subjetivos. El autor adoptará la posición del observador para resolver esta problemática. El fundador de la sociología fenomenológica recurre a una metodología similar a las construcciones de tipos ideales realizada por Weber. En su caso, se trata de la elaboración de tipos ideales personales. El tipo ideal personal es una construcción del investigador que sólo existe en la teoría del científico, pero, a la vez, tiene que hacer referencia a los procesos de significación del mundo de la vida, de la realidad social. La construcción de este tipo ideal podría proceder de la siguiente manera:

  1. En primer lugar, el observador científico estudia los datos o fenómenos del mundo de la vida.

  2. Con ellos, entonces, construye pautas típicas de acción de estos sujetos para intentar coordinar las pautas con un tipo personal ideal.

  3. Finalmente, este tipo personal ideal tiene que poseer todos los elementos significativos necesarios.

El tipo ideal debe ser compatible con los modelos de sentido común. Ha de cumplir cuatro postulados: significatividad (el marco de referencia del investigador, a partir del fenómeno elegido, que crea los marcos dentro de los cuales se podrán formar tipos ideales significativos), el principio de adecuación (cuando el enunciado científico sea creado conservando la característica de que todo acto humano efectuado dentro del mundo de la vida ha de ser comprensible, ya sea para el mismo actor social o para las otras personas que se interrelacionan con éste), coherencia lógica (el modelo debe estar constituido con el máximo grado de claridad, y ha de ser compatible con los principios de la lógica formal) y, finalmente, el postulado de compatibilidad (los tipos ideales han de tener supuestos científicamente verificables, que tienen que ser compatibles con la totalidad de nuestro conocimiento) (Schütz, 1974).

Para Schütz éstos son los principios que debe cubrir un modelo objetivo que sirva para que las ciencias sociales aborden el mundo social. Con estos criterios intenta salvar la subjetividad y a la vez no realizar (criticando los modelos positivistas) un modelo que represente “un extraño mundo imaginario, independiente de la vida cotidiana y sin conexión con él” (Schütz, 1974: 31-32).

Según Schütz, las personas en la vida cotidiana interpretamos ingenua y precientíficamente los fenómenos que acontecen, en cambio, las ciencias sociales tienen que hacer inteligibles estas nociones precientíficas. Así pues, el investigador de las ciencias sociales se enfrenta con un mundo subjetivo lleno de estructuraciones y tipificaciones de sentido común. Por lo tanto, una tarea previa a la construcción de los tipos ideales antes citados (construcción científica) ha de ser la descripción de estas tipificaciones.

Todas las respuestas de la sociología van encaminadas hacia un mismo tema: el investigador o científico ha de mantener la neutralidad. La posición metodológica de Schütz es la de la observación distante, “no el teatro de sus actividades, sino sólo el objeto de su contemplación, que él examina con distante ecuanimidad” (Schütz, 1974: 84). Sólo cuando se pasa del contexto objetivo al contexto subjetivo de significado se está autorizado para decir que se comprende a la persona “investigada”.

De esta manera, el conocimiento científico es un contexto objetivo de significados. Por lo tanto, la temática de las ciencias sociales ha de consistir en poder articular un contexto objetivo de significaciones, ya sea a partir de fenómenos subjetivos que tengan una significación general o de fenómenos subjetivos que tengan una significación particular. La problemática que intentará resolver Schütz viene marcada por dar contenido objetivo a los procesos particulares, a los fenómenos cambiantes de tipo social, a los actos humanos o, en palabras de Schütz, a los contextos subjetivos de significados.

Por tanto, la principal tarea de la sociología comprensiva consiste en la descripción de los procesos de establecimiento e interpretación de significado tal como los realizan los individuos que viven en el mundo social. Esta descripción puede ser empírica o teórica, puede tomar como tema el individuo o lo típico, lo particular o lo general, pero, sobre todo, enfocará los objetos culturales tratando de comprender su significado aplicando los esquemas interpretativos.

El acercamiento a la objetividad de la teoría de la construcción social de la realidad

En la sociología contemporánea los representantes más característicos del constructivismo (teoría de la construcción social de la realidad) son Peter Berger y Thomas Luckmann (1988), quienes aportan una concepción de la sociedad determinada por un tipo de explicación que dan al resto de fenómenos sociales. La obra que simboliza toda la corriente fenomenológica es La construcción social de la realidad. Un tratado de sociología del conocimiento.3

Desde la teoría de la construcción social, la creación del conocimiento depende de la interpretación que los actores sociales dan a las acciones humanas. Todos los datos obtenidos, ya sean de tipo cualitativo o cuantitativo, serán usados si clarifican la existencia de significados en la situación de estudio. La socialización es vista como procesos de internalización de las tipificaciones ya objetivadas, es decir, es la asunción subjetiva que se realiza de las instituciones, por ejemplo, como si fueran algo objetivo. Sin embargo, en realidad, éstas no son más que construcciones subjetivas que con el paso del tiempo se han institucionalizado y legitimado. Cuando hay suficiente grado de internalización para considerarnos miembros de una sociedad hablamos de socialización. La socialización primaria termina cuando la persona asume al otro generalizado, pero la socialización secundaria continúa toda la vida.

Desde la perspectiva de Berger y Luckmann, tanto la sociedad como el conocimiento que tenemos de ella son construcciones humanas. En comparación con los tipos ideales de los científicos sociales, las tipificaciones de los actores no son conceptos en el sentido científico, ya que no están definidos con precisión ni clarificadas sus interrelaciones ni su validez empírica. Su objetivo es proporcionar un plan para la vida.

El conocimiento sociológico requiere del sentido común, de las tipificaciones de los actores sociales que deben ser punto de partida de los tipos ideales. Por ejemplo, si el matrimonio monógamo es el típico de las sociedades occidentales (tipo ideal), es porque sus personas tienen la tipificación de ese tipo de matrimonio en sus conciencias. Pero, en este caso, estamos hablando de una tipificación de primer orden; el conocimiento científico lo conformarían tipificaciones de segundo orden. Para poder objetivar los procesos subjetivos mediante los cuales se construye el mundo intersubjetivo del sentido común, el método que los autores consideran más adecuado es el fenomenológico. El análisis fenomenológico de la vida cotidiana analiza el sentido común del mundo de la vida, ya que contiene múltiples interpretaciones precientíficas sobre la realidad cotidiana que damos por supuesta.

El conocimiento básico del orden institucional es un conocimiento preteórico, ya que es la suma de todo aquello que todas las personas saben sobre el mundo y que dan por supuesto; desde los refranes hasta los valores y las creencias. En el nivel preteórico, todas las instituciones poseen unos conocimientos que, en palabras de Schütz, serían los de receta, es decir, aquellos conocimientos interiorizados que son los que rigen nuestras normas de comportamiento. Para estos autores, la interpretación sociológica es aquella que permite tomar cierta distancia frente a la situación. La estructura de pertinencia no sólo es más rigurosa y sistemática, sino diferente:

Incluso en el [caso] de una conversación ordinaria en la vida cotidiana, [...] lo que yo, como intérprete, encuentro interesante se destaca frente a los intereses de los demás. [...] Si yo no soy un observador ordinario, sino un sociólogo, el proceso de interpretación es diferente en cuanto que soy, o debiera ser, mucho más consciente de la dinámica de esta interacción y, en consecuencia, debiera dominarla más. Igualmente, en mi condición de sociólogo, estoy sometido a normas implícitas y explícitas que regulan el procedimiento (Berger y Kellner, 1985: 73).

El oficio del científico no ha de ser conformarse con las tipificaciones tal como le llegan. La conceptualización hace referencia a la exposición clara de los diferentes significados de la interpretación de las tipificaciones del mundo de la vida, relacionándolos de forma causal, intencional, descriptiva, con otros sistemas de significados. Utilizando la terminología de Schütz, los conceptos sociológicos son construcciones de segundo orden (las de primer orden son las tipificaciones que se encuentran en la propia situación).

Sin embargo, como reconocen Berger y Kellner (1985), el problema básico es el de la objetividad. No se trata de subjetivismo puro, intuición o empatía. El proceso de objetivación científica se consigue, según los constructivistas, porque puede cambiarse a esa estructura de pertinencia (lo que le hace ver al sociólogo que está haciendo sociología y no cualquier otra cosa de la vida cotidiana). La estructura de pertinencia científica se caracteriza por un grado muy superior de conciencia y dominio que el intérprete científico puede aprender e interiorizar. Por lo tanto, podemos observar que para los constructivistas la subjetividad sería salvada por un recurso doble. Por un lado, la capacidad de las personas que se dedican a la sociología (y todo el saber acumulado por la disciplina) y, por otro lado, el contraste continuo entre las teorías producidas y la observación o los datos empíricos.

El posicionamiento de Habermas: aspectos básicos de la teoría de la acción comunicativa

Desde un punto de vista habermasiano, debemos entender las reflexiones sobre la objetividad o sobre la teoría del conocimiento dentro de su propuesta general de la acción y de la racionalidad comunicativa. Habermas explica la dificultad de basar una teoría general sobre la acción y la racionalidad en términos epistemológicos o metodológicos.4

Habermas realiza su aportación más relevante con la teoría de la acción comunicativa. Esta obra, editada en 1981, es la sistematización de diferentes ideas y artículos publicados en las dos décadas anteriores. Posteriormente, por ejemplo, en Facticidad y validez (1998), aplicará su teoría del discurso al derecho, al hacer una reconstrucción de los aspectos normativos de la sociedad introduciendo elementos de su teoría de la argumentación y la racionalidad comunicativa. En La inclusión del otro (1999) aplicará su teoría a los problemas de convivencia entre las diferentes culturas en las sociedades multiculturales. También podemos destacar sus trabajos en colaboración con Rawls sobre la política deliberativa (Habermas y Rawls, 1998).

En La teoría de la acción comunicativa, Habermas (1987a, 1987b) justifica su estudio de la racionalidad social en términos de racionalidad de la acción. Tras revisar y reelaborar las aportaciones de Weber (1980, 1992), Habermas amplía el concepto de racionalidad con el concepto de racionalidad comunicativa. La tradición del pensamiento social casi siempre había equiparado el concepto de racionalidad con una racionalidad de tipo instrumental. La racionalidad instrumental opera de acuerdo con los principios de dinero y poder, así cuando este tipo de racionalidad invade la vida cotidiana se produce la crisis de la esfera pública. Por el contrario, la racionalidad comunicativa presupone un proceso de inter acción de al menos dos individuos capaces de hablar y de actuar, que coordinan sus acciones para alcanzar un objetivo o llegar a un acuerdo. Se pasa, pues, de una teoría basada en el sujeto cognoscente individual a otra que da más relevancia a las interacciones entre participantes en una conversación.

Dentro del estudio de la racionalidad comunicativa se pueden distinguir diferentes tipos de acciones: la acción teleológica es un tipo de acción orientada a la realización de un fin a partir de los medios más adecuados para su obtención. El carácter normativo de la sociedad tiene su correlato en la acción normativa, que está regida mediante los valores o normas que tenemos en común. Otro tipo de acción es la dramatúrgica, que consiste en la afirmación de nuestro “yo” mediante autoescenificaciones en relación con los demás, dicho de otro modo, la vida social es como un gran teatro en el que se actúa en función de la imagen que se da y la que los demás tienen de uno mismo. Finalmente, la acción comunicativa se produce cuando hay un diálogo para coordinar acciones y los argumentos se basan en pretensiones de validez, dicho de otro modo: cuando lo que se afirma está basado en la verdad objetiva, la veracidad expresiva o la rectitud normativa (Habermas, 1987a).

Habermas plantea una concepción dual de la sociedad entre sistema y mundo de la vida. Por ejemplo, el lenguaje y la cultura son elementos constitutivos de este mundo de la vida. Esto provee a los participantes durante una conversación de un caudal de conocimientos aproblemáticos, es decir, de convicciones de fondo que ellos suponen garantizadas y que no deben cuestionarse continuamente. Se trata de un componente de confianza básica que se produce entre las personas cuando interactúan. Pero el mundo de la vida también es un lugar en el que los sujetos salen a encontrarse, se plantean sus enunciados o argumentaciones y pueden llegar a modificar, criticar o acordar nuevos planteamientos sobre estos tipos de saberes ya establecidos. En estos espacios, no colonizados aún por las dinámicas del poder, los participantes en una conversación pueden definir espacios y, a partir de sus argumentos y experiencias, pueden problematizar diferentes situaciones. Es en el mundo de la vida donde se evidencian o se intenta contrarrestar la progresiva colonización sistémica que sufre la opinión pública.

La aportación habermasiana a la objetividad del conocimiento a partir de la intersubjetividad

Habermas muestra un especial interés por las cuestiones metodológicas o de teoría del conocimiento. La justificación última de por qué las personas, capaces de lenguaje y acción, participan en procesos comunicativos para entenderse sobre algún aspecto en sus vidas buscando un proceso de entendimiento con pretensiones de validez, Habermas la sustenta en lo que denomina la argumentación o proceso discursivo, o lo que en obras anteriores, como La lógica de las ciencias sociales (1990), era una “teoría discursiva de la verdad”, aunque es lógico que esté preocupado por los temas metodológicos en especial, ya que en su aproximación desde la filosofía hacia una teoría social general o a la sociología -de hecho, teniendo en cuenta su carácter interdisciplinar- la preocupación por el carácter científico que han de tener las ciencias sociales es evidente.

En este sentido, Habermas intenta mantener el carácter científico de las ciencias sociales sin caer en el subjetivismo extremo de algunas aproximaciones comprensivas. De todas formas, su análisis no será un acercamiento estrictamente metodológico, ya que, como recuerda el autor, “los problemas de lógica de la investigación sólo me han interesado en conexión con las cuestiones materiales de la teoría de la sociedad” (Habermas, 1990: 15).

Esto no quiere decir que Habermas no estuviera realmente preocupado por sustentar una teoría crítica de la sociedad a partir de argumentos de teoría del conocimiento o por vía estrictamente metodológica. A principios de la década de 1980, con la elaboración de la teoría de la acción comunicativa, se da cuenta de que se trata de un empeño difícil, por no decir casi imposible; no porque no se pudiera realizar, sino porque las pretensiones de la teoría que proponía sobrepasaban los límites de un acercamiento en términos de teoría del conocimiento. Esta argumentación queda recogida en el prefacio a la nueva edición, que transcribimos de manera íntegra por su gran interés:

Durante mucho tiempo estuve convencido de que la empresa de una teoría crítica de la sociedad tendría ante todo que poder dar razón de sí misma por vía metodológica de teoría del conocimiento. La fundamentación de las ciencias sociales en términos de teoría del lenguaje, que en su momento puse en perspectiva en el prefacio a La lógica de las ciencias sociales, refleja todavía esa convicción. Pero es una convicción que he dejado de lado desde que, al intentar introducir la teoría de la acción comunicativa desde una perspectiva metodológica, me percaté de que ello no conducía sino a un callejón sin salida. El trabajo que recojo en el apéndice (se trata del artículo publicado en 1977 con el título, el “Objetivismo en las ciencias sociales”) se quedó en fragmento entre otras razones porque las categorías complementarias de acción comunicativa y mundo de la vida no pueden introducirse si nos limitamos a una consideración metodológica de la problemática de la comprensión. La teoría de la acción comunicativa, que he publicado mientras tanto, no es una prosecución de la metodología con otros medios. Esa obra rompe con el primado de la teoría del conocimiento, trata las proposiciones de la acción orienta da al entendimiento con independencia de los presupuestos trascendentales del conocimiento. Este giro desde la teoría del conocimiento a la teoría de la comunicación me ha permitido dar respuestas substanciales a cuestiones que desde una perspectiva metateórica sólo podían iluminarse como cuestiones y aclararse en sus presupuestos: a la cuestión de la base normativa de una teoría crítica de la sociedad, a la cuestión de la objetividad de la comprensión y de la unidad en el pluralismo de las formas de vida y juegos de lenguaje, a la cuestión de la posibilidad de un funcionalismo de orientación histórica y a la cuestión de cómo cabe superar la competencia de paradigmas entre la teoría de sistemas y la teoría de la acción (Habermas, 1990: 15-16).

Para Habermas las cuestiones metodológicas no pueden sustentar toda la amplitud de temas y conceptos que son básicos y explicativos dentro de la propia teoría. Por ello, la metodología pasará de ser el armazón de la teoría a constituir una parte más.5

El giro de la obra de Habermas se producirá desde una teoría basada en el conocimiento a otra basada en la teoría de la comunicación que tendrá como uno de sus ejes principales la filosofía del lenguaje. Los trabajos de Austin (1996) y Searle (1994) serán la base para ese giro. Las diferentes pretensiones de validez que incorporan los discursos van conectadas a la argumentación que se da en un acto de comunicación. Con estos elementos, relacionándolos con el concepto de mundo de la vida que hemos visto anteriormente y que toma de Schütz (1974) y de Husserl (1994, 1998), podemos introducir también la problemática de la comprensión en las ciencias sociales y los problemas para escapar de la subjetividad inherente a dichos planteamientos.

Habermas se adentra en la discusión tradicional en las ciencias sociales entre objetivismo y subjetivismo, que abocaba a una división entre unas teorías positivistas que dejaban poco margen de actuación si no se utilizaba los métodos lógico-formales, y la reacción hermenéutica, que podía llevar a las ciencias sociales a poder entender y dar “explicaciones” sobre los procesos sociales, pero que renunciaba a mantener u objetivar las teorías producidas. Para Habermas la comprensión de un significado o de una manifestación simbólica no se puede conseguir a través de la observación, ya que exige esencialmente la participación en el proceso de entendimiento y, por tanto, sólo pueden ser entendidos desde dentro. El científico social no cuenta con un acceso al mundo de la vida diferente del que tiene el lego en ciencias sociales: tiene que pertenecer al mundo de la vida para describirlo y explicarlo, ha de entenderlo y por eso participa también en su producción (Habermas, 1987a). La persona que investiga y teoriza en ciencias sociales está teorizando sobre una realidad a la que pertenece y de la que difícilmente puede salir. El teórico en ciencias sociales es a la vez experto y lego en el mundo de la vida al que pertenece. Es, también, causante y actor de estos cambios.

Otro aspecto a tener en cuenta es que el ámbito objetual de las ciencias sociales está ya constituido precientíficamente, es decir, los fenómenos u objetos que estudia el científico social poseen ya un saber preteórico, con cuya ayuda los sujetos pueden generar tales objetos en el mundo de la vida. Los investigadores sociales de entrada se topan con esta situación. El problema del Verstehen sólo pudo alcanzar tal importancia metodológica en las ciencias del espíritu y en las ciencias sociales porque no es posible acceder a una realidad simbólicamente preestructurada por vía de observación y porque la comprensión de un participante no es tan fácil de controlar metodológicamente como la percepción de un observador. Si bien las observaciones las puede realizar cada cual por sí solo, apoyado en mediciones si es necesario, esta situación llevaría a garantizar la objetividad de las observaciones. Las ciencias sociales se separan, por tanto, del análisis que se puede realizar en las ciencias naturales porque tienen que superar lo que Giddens (1987) llama la doble hermenéutica, ya que se da un problema de comprensión no sólo en la descripción de los datos, mediada por el lenguaje, sino en la misma obtención de los datos, que ya aparece mediada simbólicamente.

Sin embargo, esto no es más que un solipsismo metodológico, ya que la observación ha de quedar complementada por una comprensión del sentido. La comprensión del sentido no es practicable nomológicamente porque es una experiencia comunicativa. La comprensión de una manifestación simbólica exige, en principio, la participación en un proceso de entendimiento. Para ello, hay que abandonar la actitud objetivante que adopta el observador frente a los estados y sucesos (físicamente medibles), y sustituirla por la actitud realizativa de un participante en la comunicación (Habermas, 1990).

La específica problemática del Verstehen estriba, pues, en que el científico social no puede servirse de ese lenguaje encontrado en el ámbito objetual como si fuera un instrumento neutral. No puede montarse en ese lenguaje sin recurrir a la competencia y al saber preteórico de un miembro de un mundo social de la vida; competencia y saber que, intuitivamente, domina como lego y que introduce sin analizar en el proceso de entendimiento.

Para Habermas, las categorías de acción teleológica, acción normativa y acción dramatúrgica aseguran un desnivel metodológicamente relevante entre el plano de la interpretación de la acción y el plano de la acción interpretada. En cambio, en el momento en que describimos un fenómeno en términos de acción comunicativa, nuestros propios presupuestos ontológicos como investigadores no son más complejos que los de los actores sociales.

La diferencia entre el plano conceptual de la coordinación lingüística de la acción y el plano conceptual de la interpretación, que como observadores hacemos de esa acción, deja de funcionar como filtro protector. Pues según los presupuestos del modelo comunicativo de acción, el agente dispone de una competencia de interpretación igual de compleja que la del observador. El actor no solamente está provisto ahora de tres conceptos de mundo, sino que también puede emplearlos reflexivamente. El buen suceso de la acción comunicativa depende de un proceso de interpretación en el que los participantes llegan, en el sistema de referencia de los tres mundos, a una definición común de la situación (Habermas, 1987a: 167).

Hay que suponer en los actores una capacidad de crítica y una capacidad para actuar comunicativamente. Pero entonces, ¿hemos perdido la posición de observadores privilegiados frente al ámbito objetual?, ¿cómo podemos pasar a describir o a interpretar? La misma circunstancia de la que se origina el problema de la comprensión también puede considerarse la clave para su resolución, ya que las mismas condiciones de la comunicación, que posibilitan el entendimiento, son la clave para poder incorporar un control autorreflexivo del proceso mediante el cual llegamos a acuerdos con pretensiones de validez:

Como el intérprete científico, en su papel de participante por lo menos virtual, tiene en principio que orientarse por las mismas pretensiones de validez por las que se guían también los directamente implicados, puede, partiendo de esta racionalidad inmanente al habla, que es una racionalidad ya siempre compartida, tomar en serio la racionalidad que los participantes reclaman para sus emisiones o manifestaciones y a la vez someterla a un enjuiciamiento crítico. Quien convierte en tema lo que los participantes se limitan a suponer y adopta una actitud reflexiva frente al interpretandum no se sitúa fuera del contexto de comunicación investigado, sino que lo profundiza y radicaliza por un camino que en principio está abierto a todos los participantes. Este camino que va de la acción comunicativa al discurso está bloqueado de múltiples modos en los contextos naturales, pero es algo “ya siempre” inscrito en la acción orientada al entendimiento (Habermas, 1987a: 182).

Según Habermas, el científico social debe recurrir al saber que tiene como miembro del mundo de la vida para ejercer su labor profesional, pero el científico social que participa en la acción comunicativa no tiene las mismas intenciones que el resto de los participantes, ya que él busca la comprensión de este mismo proceso. Por lo tanto, lo que propone Habermas es que el científico social participe, desnudándose de sus atributos de actor, y concentrándose como hablante y oyente, exclusivamente, en el proceso de entendimiento (Habermas, 1987a). El problema de la metodología, pues, no es el habitual problema de la objetividad del cono cimiento, sino que se convierte en la compatibilización de la objetividad de la comprensión con la actitud realizativa del científico social que, a su vez, es un participante en el proceso de entendimiento.

Habermas asume la posición de desventaja del actor desnivel metodológicamente relevante, refiriéndose a la diferencia entre el plano de la interpretación de la acción y el de la acción interpretada. Para superar este hecho propone una investigación social basada en la acción comunicativa que cumple todas las condiciones que hasta el momento se han expuesto con tal de situar al intérprete y al interpretado al mismo nivel, en un plano de igualdad dentro del proceso de entendimiento en el cual los dos participan. Toda ciencia que permite las objetivaciones de significados como parte de su ámbito de conocimiento ha de enfrentar las consecuencias metodológicas de la función participativa de un intérprete que no da significado a las cosas observadas, sino que necesita hacer explícita la significación dada a objetivaciones que únicamente pueden comprenderse como procesos de comunicación. Estas consecuencias del contexto y aquella neutralidad axiológica parecen ser necesarias para la objetividad del conocimiento teórico. El científico social no puede asegurar la objetividad de su conocimiento:

recurriendo furtivamente al ficticio papel de observador desinteresado y huyendo así a un lugar utópico fuera del contexto vital que nos resulta comunicativamente accesible. Antes tendrá que buscar en las estructuras generales de los procesos de entendimiento, en los que no tiene más remedio que introducirse, las condiciones de objetividad de la comprensión para averiguar si el conocimiento de esas condiciones le permite cerciorarse reflexivamente de las implicaciones de su participación (Habermas, 1987a: 173).

Si en las otras acciones el científico social tenía opción para realizar una comprensión descriptiva o racional, en el caso de la acción comunicativa sólo podrá desarrollarse racionalmente, ya que es una propiedad inherente a ésta. Si el científico social tiene que conectar sus conceptos con los que encuentra en el contexto, entonces no puede proceder de forma diferente a como se hace en la práctica comunicativa. El investigador científico tiene que orientarse por las mismas pretensiones de validez que tienen los participantes, partiendo de la racionalidad del habla compartida y, a su vez, tendrá que tomar en serio las reflexiones de los participantes.

Conclusiones

Hemos analizado en este artículo los planteamientos comprensivistas y los intentos por salvar el subjetivismo de autores como Schütz o Berger, así como la postura crítica de Habermas a dichos planteamientos. La crítica de Habermas a Schütz vendrá orientada a partir de dos factores: en primer lugar, por su concepto restringido de mundo de la vida realizado en términos exclusivamente culturalistas, y, en segundo lugar, por no ser suficientemente válido el artificio de Schütz para salvar la subjetividad inherente a sus planteamientos teóricos.

Según Habermas, el teórico que más elaboró el acceso al conocimiento de la realidad en términos de comprensión fue Schütz. Al optar también por el empleo de categorías de acción, el teórico de las ciencias sociales se encuentra con tres aspectos metodológicos previos. En primer lugar, la vida social consiste en construcciones o tipificaciones de sentido del mundo de la vida cotidiana, constituido por sujetos que se mueven en él. La comprensión es el modo de experiencia del mundo de la vida, pero también el científico se ha de valer de él. En segundo lugar, el científico se ha de preguntar qué modelos típicos cabe construir que sean representativos de la acción humana. En tercer lugar, los conceptos teóricos con que el científico forma sus hipótesis tienen que conectar en cierto modo con los conceptos preteóricos con que los miembros de un mundo social interpretan su situación en el contexto de acción en el que intervienen.

Pero Schütz no acaba de resolver el problema de la doble hermenéutica. Piensa que para liberarse del particularismo presente en las relaciones en el mundo de la vida es suficiente una actitud teorética que le permita desligarse de su propia praxis individual como de la práctica cotidiana que investiga. El observador científico rompe los nexos espaciotemporales que le unen al mundo de la vida, presuntamente con un artificio metodológico que no acaba de explicar, lo denomina actitud teorética. Según Habermas, Schütz apunta sólo de pasada la resolución del problema, que se produce cuando la comprensión no es sólo un asunto individual del observador, sino que puede someterse a prueba y contrastación con otros observadores. Para Habermas, el científico no puede asegurar la objetividad de su conocimiento a partir de un recurso de huida del contexto vital al que pertenece.

Para Schütz responder a la pregunta del sentido que posee el mundo social para el observador significa preguntarnos por el significado que le da el actor a ese mundo o al sentido que le asigna dentro de él. Esta manera de proceder es la que nos permite dejar de ver el mundo social de una manera ingenua y emprender así el proceso de formalización que nos permita diseñar la génesis de sentido que tienen los fenómenos, tanto para el observador como para las personas observadas; es decir, los mecanismos que nos sirven para comprender la acción de los otros como acciones de uno mismo.

En cambio, la acción comunicativa se basa en un proceso cooperativo de interpretación en que los participantes se refieren simultáneamente a algo en el mundo objetivo, social y subjetivo, aunque temáticamente sólo subrayen uno de estos tres mundos. El entendimiento y el acuerdo son dos conceptos muy importantes en esta definición. Los actores sociales tienen que llegar a una definición común de la situación por medio de la negociación. Este incesante proceso de definiciones y redefiniciones implica una atribución de contenidos a los tres mundos.

Si Schütz no tuvo suficientemente en cuenta la dimensión intersubjetiva del mundo de la vida, algunos discípulos, como Berger y Luckmann, aumentaron esta carencia. La cuestión de la intersubjetividad mediada lingüísticamente es una de las diferencias clave entre las orientaciones fenomenológica y comunicativa de la sociología y entre las perspectivas constructivista y comunicativa en el análisis de la sociedad. No es que no se den procesos intersubjetivos en la perspectiva constructivista, sino que éstos son vistos como una especie de necesidad por parte de los individuos durante la construcción de significados. Desde el constructivismo se enfatiza la construcción de significados por parte del sujeto y, como resultado, la de su realidad.

Las aportaciones del constructivismo son importantes, ya que dan especial relevancia a la creación de conocimiento dependiente del acto de interpretación. Asimismo, rechazan todas aquellas ideas que propugnan que una teoría comprensiva no está relacionada con la elaboración de hipótesis y su comprobación empírica. Así, los datos empíricos y, por tanto, la utilización de técnicas cuantitativas o cualitativas -las más adecuadas para el objeto de estudio- serán válidas. Estos datos, extraídos a partir de las diferentes técnicas, serán útiles si pueden clarificar los significados existentes en cada situación estudiada. Por tanto, el sentido común de la vida cotidiana es un conocimiento relevante.

Las críticas son básicamente de dos tipos. Una primera tipología procede de aquellas posturas realistas que vienen a contradecir la idea de que todo son construcciones sociales y que no hay una realidad independiente de los actores sociales, o en todo caso, que esta realidad independiente no puede ser construida por los sujetos (Searle, 1997). Un segundo tipo de críticas son las que ya se realizaron a Schütz y que tienen como raíz el hecho de no poder superar convincentemente el problema de la objetividad. Los autores de la corriente constructivista explican esta consecución de la objetividad como si las personas, sobre todo los sociólogos y las sociólogas, tuvieran una especie de capacidad mental que les llevara, como un resorte, de estar en una tipificación de primer orden a una de segundo orden. Se trata de una especie de recurso mental que no acaba de estar suficientemente resuelto. No se define el proceso mediante el cual el investigador es capaz de “extrañarse-alienarse” y mentalmente realizar un proceso de ruptura y construcción del objeto de estudio.

Finalmente, a partir de la acción comunicativa se podría orientar la investigación hacia la construcción de juicios fruto de la intersubjetividad en un diálogo donde se tienda a la desaparición del desnivel metodológico. La acción comunicativa “convierte” a las personas “investigadas” en sujetos activos y participantes de la investigación y de la construcción de conocimiento.

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1No es objeto de este artículo ofrecer un tratamiento exhaustivo de todas y cada una de las explicaciones epistemológicas y metodológicas que sirven de base para el conocimiento científico. No obstante, se ha tomado a Schütz, Berger y Habermas por la preocupación que establecen en su teoría en cuanto a los problemas de interpretación que se dan en las ciencias sociales, en lo que se refiere a la producción de los datos. El mismo Habermas (1990) señala que es Schütz, creador de la sociología fenomenológica, quien pensó de forma más consecuente las implicaciones de un acceso, en términos de comprensión, a la realidad simbólicamente preestructurada. Hemos ejemplificado en Peter L. Berger, discípulo de Schütz y uno de los máximos impulsores de la construcción social en sociología, los planteamientos comprensivistas que se alejan de los postulados más objetivistas y positivistas que en el plano metodológico han dominado no sólo la sociología sino otras disciplinas sociales durante buena parte del siglo XX. De la misma forma hubiesen servido los planteamientos de autores como Luckmann y Kellner, o etnometodólogos como Garfinkel. Los postulados de Habermas explicitan una posible salida a los problemas de tipo epistemológico que plantean los acercamientos fenomenológicos en la investigación social.

2Para una crítica del concepto de mundo de la vida en Husserl, véase “Edmund Husserl sobre mundo de la vida, filosofía y ciencia” (Habermas, 1996). Para Husserl, el mundo de la vida se nos muestra como prerreflexivo; un saber de certeza aproblemática, como saber holístico de fondo, en el que convicciones de distinto signo (descriptivas, normativas o expresivas) se integran unas con otras, y constituyen el mundo de la vida con sus coordenadas espacio-temporales. Esta constitución tiene lugar como un todo abarcador que no es objetivado ni objetivable. El mundo de la vida sólo se abrirá desde la perspectiva interna de la subjetividad centrada en cada uno. Según Habermas, existe una diferencia fundamental entre la constitución del mundo de la vida en Husserl y la relación en Kant entre un yo trascendental y un yo empírico. En Kant el sujeto ocupa una doble posición: el yo trascendental se enfrenta en conjunto al mundo constituido por él, mientras que el yo empírico aparece en el mundo como una más entre las muchas cosas que se dan en él y permanece tan lejano al yo trascendental como cualquier otro fenómeno. En cambio, en la perspectiva de Husserl, los dos yos se encuentran totalmente conectados.

3El constructivismo social tiene su base en la sociología fenomenológica de Schütz, si bien han sido dos de sus alumnos (Berger y Luckmann) quienes lo popularizaron.

4Si se examina a profundidad la obra de Habermas, encontraremos que este tema es recurrente en varias obras. Puede que donde sea explicitado de la manera más clara sea en el prefacio de la edición de La lógica de las ciencias sociales (Habermas, 1990). También hay referencias a este tema en Habermas (1987a, 1987b, 1996, 1999).

5Vemos, por tanto, que la principal crítica a los planteamientos de una teoría en términos estrictamente metodológicos es realizada por el mismo Habermas, que ve necesario un giro lingüístico para poder ofrecer una explicación más amplia de la teoría de la acción social. No obstante, los planteamientos metodológicos de Habermas para salvar los problemas derivados de la comprensión quedan perfectamente explicitados en su Teoría de la acción comunicativa (1987a). Los críticos de la obra de Habermas suelen enfocarse en sus obras anteriores. Sin embargo, es en su obra posterior donde fundamenta casi todas las teorías que apunta en las obras y los artículos de la década de 1960. Para seguir el debate y las diferentes polémicas en torno a la obra de Habermas, véase Giddens et al. (1994). Posteriormente, buena parte de los debates se centran en los conceptos de política y democracia deliberativa, por los que sostiene un interesante debate con J. Rawls, y muy de pasada se tocan aspectos que están relacionados con las aproximaciones epistemológicas y metodológicas. Los debates sobre este tema sí que han generado una abundante bibliografía tanto de posturas que han desarrollado los planteamientos habermasianos como de autores que han mostrado sus grandes debilidades, destacando las dificultades para llevar a la práctica la teoría discursiva al ámbito de la praxis política.

Recibido: 27 de Marzo de 2014; Aprobado: 17 de Marzo de 2015

Alfons Medina Cambrón. Profesor titular de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna-Universitat Ramon Llull, España. Es doctor en sociología por la Universidad de Barcelona. Ha participado en diferentes investigaciones nacionales e internacionales desarrollando aspectos relacionados con la educación, los medios de comunicación, la inmigración, la democracia deliberativa y las nuevas tecnologías. Ha sido coordinador del doctorado de la Facultad de Comunicación Blanquerna y coordinador del V Congreso Internacional Comunicación y Realidad (2009).

Sonia Ballano Macías. Doctora por la Universitat Ramon Llull, España, licenciada en periodismo e investigadora y miembro de la Unidad de Calidad de la Facultad de Comunicación Blanquerna. Colaboradora docente de los Estudios de Ciencias de la Información y la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y profesora asociada de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), España. Ha participado en diversos proyectos de investigación y grupos de investigación con temáticas relacionadas con la educación y la comunicación: periodismo y sociedad de la información, educación mediática, brecha digital y apropiación y el uso de los medios de comunicación y las TIC por parte de la población infantil y juvenil.

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