Introducción
La participación política de las y los jóvenes es de suma relevancia para el desarrollo y la transformación de las sociedades, particularmente, en los contextos en los que vivimos en donde las lógicas económicas han trastocado las relaciones interpersonales y han contribuido sustancialmente a agudizar las desigualdades y la exclusión social. A pesar de que durante varios años prevaleció, en algunos ámbitos académicos, un discurso sobre el supuesto desinterés de los jóvenes por la política, recientemente se reconoce y se ha vuelto más evidente, el gran interés de muchos jóvenes por la política y el hecho de que no rechazan la democracia en sí misma, sino las formas concretas en las que ésta se expresa (Rodríguez, 2013).
Por ello, conviene preguntarnos, como proponía Urteaga (2010): ¿cuáles son los nuevos marcos de referencia de los jóvenes? ¿cuáles y cómo son sus acciones en el ámbito de la política? La búsqueda de respuestas a estas preguntas obliga a pensar en la participación política de jóvenes de forma diferente: desde la conceptuación de lo juvenil y la participación política, hasta los enfoques teóricos y las estrategias metodológicas para abordarla. Este trabajo se desarrolla respondiendo a la necesidad de emplear métodos alternativos para comprender la participación política de jóvenes actualmente. Expone la pertinencia de retomar la perspectiva teórico-metodológica de los marcos de significación, en particular la que ha sido desarrollada por Chihu (2004, 2007 y 2012) para aplicarla, con las modificaciones pertinentes, al estudio de la participación política no convencional de jóvenes. El énfasis de este artículo se encuentra en la discusión metodológica sobre la adecuación de esta propuesta para los fines mencionados.
La participación política de jóvenes
La participación política de las y los jóvenes actualmente se ha distanciado de las formas convencionales, que suelen limitarse a las vías institucionales planteadas desde las lógicas del gobierno. Algunas de las características más destacadas de las nuevas formas de participación política de los jóvenes son: a) la profunda desconfianza en instancias gubernamentales (i.e. Cuna, 2012), por lo que la participación es, generalmente, no institucional; b) el uso de una combinación de estrategias de participación tradicionales como marchas y mítines junto con nuevas propuestas, entre las que destaca el uso de las TIC, en particular del internet y las redes sociales (Segura, 2013); c) la formación de colectivos o agrupaciones ya no se genera tanto en función de adscripciones territoriales o categorías sociológicas clásicas como la ocupación, sino en torno a proyectos concretos, intereses culturales y de consumo; identidades relacionadas con la orientación sexual, el cuidado del medio ambiente, la defensa de los derechos democráticos, de mujeres, grupos indígenas, entre otros. Dependiendo de los contextos específicos, esta diversidad de formas asociativas movilizadas, pueden tener rasgos más reactivos, creativos o propositivos (Llanos y Unda, 2013).
La diversidad de formas o expresiones de la participación política existe como tal en la medida en que entendemos a “lo político” o “la política” en un sentido amplio, como la toma de decisiones e influencia en los asuntos públicos y no limitándonos al voto y la afiliación a partidos políticos. Tal como lo señalaban Llanos y Unda (2013: 148):
las formas de participación política adoptan geometrías variables que van desde formas de organización atípicas (no militantes, no presenciales, vía redes sociales, uso de nuevas tecnologías, movilizaciones puntuales de alta intensidad) hasta formas de coalición/integración de demandas y colectivos que, en un momento dado, agregan fuerzas en una dirección determinada produciendo con ello cambios y transformaciones de un estado de cosas.
Así, vemos que no será posible comprender la participación política de los jóvenes mientras no reconozcamos plenamente las formas innovadoras y constructivas que están proponiendo (Krauskopf, 2000). Lo que aquí planteamos para comprender las acciones políticas de los jóvenes4 parte de la idea de que debemos comenzar por comprender los significados que han construido en relación con su entorno y sus propias acciones. Tal como afirmaba Blumer (1969; en Benford y Snow, 2000), las personas actuamos con base en los significados que tienen las cosas para nosotros. Como se explicará a continuación, la teoría de los marcos de significación propuesta por Goffman (1974) y ampliada más tarde por Snow y Benford (1988) y Chihu (2002, 2007, 2012) nos permite acercarnos a estos significados y a su construcción.
Los marcos de significación
En 1974, Erving Goffman publica Frame Analysis. An Essay on the Organization of Experience, obra que se enmarca en la línea de pensamiento que había comenzado William James y que continuaron Alfred Schutz y Gregory Bateson, (1869, 1945 y 1955, respectivamente, en Goffman, 1974) sobre los diferentes “mundos”, “sub-universos” u “órdenes de existencia” que nuestra atención e interés hacen posibles. Goffman desarrolla en dicha obra, una forma de analizar la realidad social y, resaltando su perspectiva situacional, señala su interés por conocer qué es, para un individuo, lo que ocurre en una situación determinada en la que generalmente están involucradas otras personas. Explica que, en una situación en la que se juegan roles diferenciados -algo que sucede habitualmente-, es probable que cada participante tenga una perspectiva diferente de los demás acerca de lo que está sucediendo. Cada uno empleará espectros y niveles distintos para enfocar la situación, incluyendo algunos de los elementos que la componen y dejando otros fuera. A partir de estas premisas, Goffman afirma: “mi propósito es tratar de aislar algunos de los marcos de comprensión [frameworks of understanding] básicos, disponibles en nuestra cultura, para dar sentido a los eventos; y analizar las vulnerabilidades especiales a las que están sujetas estos marcos de referencia.” (Ibídem: 10).
Definimos las situaciones de acuerdo con los principios de organización que rigen los acontecimientos sociales y nuestra participación subjetiva en ellos: “marco [frame] es la palabra que uso para referirme a este tipo de elementos básicos que puedo identificar. Esa es mi definición de marco. La frase análisis de los marcos [frame analysis] es un eslogan para referirme al examen de la organización de la experiencia en estos términos.” (Goffman, 1974: 10-11). Más delante en el texto, Goffman precisa esta primera aproximación a la idea de marco definiéndolos como “esquemas de interpretación que permiten a los individuos localizar, percibir, identificar y nombrar [label] acontecimientos” (Ibídem: 21). Así, los marcos de significación simplifican y condensan la realidad social, al seleccionar y codificar situaciones y eventos, y relacionarlos con el ambiente en el que se desenvuelve el actor (Chihu y López, 2000).
El planteamiento de Goffman en esta obra ha servido como punto de partida para un amplio campo de investigación que abarca diferentes áreas y disciplinas. La teoría de los marcos de significación ha resultado de gran utilidad en la investigación social, específicamente en el campo de la acción colectiva y los movimientos sociales. Benford y Snow retomaron el trabajo de Goffman y desarrollaron el concepto de los marcos de acción colectiva, un trabajo enfocado a explorar esta cualidad de los marcos de significación para orientar las acciones colectivas. Ellos definen los marcos de acción colectiva como “conjuntos de creencias y significados orientados a la acción que inspiran y legitiman las actividades y campañas de los movimientos sociales” (Benford y Snow, 2000: 614). En la reinterpretación que hacen del concepto de Goffman, destaca la función de los marcos como dispositivos que ocultan o llaman la atención sobre una situación o un evento que definen como injustos (cf. Chihu, 2002).
En el estudio de los movimientos sociales desde la teoría de los marcos, se llama “encuadre” (framing) al proceso de significación o construcción de significado que llevan a cabo los actores sociales (Snow et al, 1986; Snow y Benford 1988; Gamson et al., 1982, en Benford y Snow, 2000). Esta acción de encuadrar denota un fenómeno activo, procesual, que implica agencia en la construcción de la realidad y del que resultan los “marcos de acción colectiva” (Benford y Snow, 2000: 614). Los movimientos sociales buscan definir los problemas que quieren solucionar, así como sus causas y posibles estrategias para solucionarlos, por medio de un discurso coherente que conforma el proceso de encuadre o “enmarcado”.
En México, uno de los investigadores que más ha trabajado el tema de los marcos para la acción colectiva es Aquiles Chihu Amparán. A partir del análisis que ha hecho sobre los trabajos de Goffman, Snow, Benford, Gerhards y Gamson, ha desarrollado una propuesta de análisis de los marcos para el estudio de los movimientos sociales. Su método para analizar el discurso político se realiza a partir de cinco dimensiones: el problema, las metas, el actor protagonista, la audiencia y el antagonista (Chihu, 2002, 2012, 2014; Chihu y López, 2004). La estrategia metodológica para su análisis se puede resumir de la siguiente forma: 1) delimitar el estudio de caso (actor social o político, evento o acontecimiento, tema, problema social o político); 2) habiendo delimitado el caso, se requiere ubicar al objeto político de estudio en el contexto histórico en el que ha surgido; 3) finalmente, se lleva a cabo la descripción su enmarcado (framing).
Nuestra propuesta para el análisis de los marcos de significación y marcos para la acción colectiva se basa en la estrategia de Chihu descrita anteriormente, pero incluye precisiones y modificaciones relevantes que permiten adecuarlo al estudio de la participación política no convencional de jóvenes. Las implicaciones y alcances de estas diferencias y de las demás modificaciones realizadas, se discutirán más adelante. A continuación, se presentan los pasos seguidos para el análisis, así como un ejemplo de esta propuesta a partir de una entrevista a un joven que participa en una comunidad “okupa”.
1. Delimitación del caso y análisis de coyuntura
Chihu propone comenzar con la delimitación del caso y aquí lo hacemos de forma similar, pero incluyendo tanto información sobre el joven informante como del colectivo en el que participa. Se retoman aspectos biográficos, de identidad propia, los motivos que le llevaron a ese colectivo en particular, así como características generales del colectivo. Se incluye un análisis de la articulación entre esta trayectoria individual o biográfica y el colectivo.
David5 tiene 31 años. Vive, trabaja y participa en una comunidad autónoma, “okupada”, en resistencia anticapitalista. Es originario de Ciudad de México pero vivió desde los cuatro hasta los diecinueve años en una ciudad del sureste del país. Regresó a la Ciudad de México para estudiar la carrera de psicología en una universidad pública y ha permanecido ahí desde entonces. Explica que la “cultura de resistencia” que le caracteriza proviene de su madre y familia materna, que fue con quienes compartió su vida después de que sus padres se separaran. Dice que, aunque no todos los miembros de esta parte de su familia se dediquen al activismo, todos tienen nociones de la justicia, la vida digna, la resistencia; y entienden el significado de tener que resistir, de transformar y generar lo propio a partir de sus recursos. Cuenta que cuando sus abuelos empezaron a formar una familia, decidieron “criarla o educarla, si no en los cánones estrictos de lo que en ese momento hubiera sido la resistencia, el socialismo, la revolución... pues sí, en los cánones de la dignidad” (D12)6 y aclara que, en este sentido, la dignidad tiene que ver con “el buen vivir” y “el desarrollo óptimo como seres humanos”. Haber crecido con esta familia no solo le dejó lecciones de resistencia, también le brindó acceso a una variedad de libros (entre ellos algunos sobre socialismo y comunismo), a lo que atribuye la formación desde pequeño, de un criterio particular.
Por otra parte, haber crecido en la región sureste, le abrió la posibilidad de vivir experiencias particulares que resultaron muy significativas y fueron trazando su camino hacia la forma de vida que lleva ahora. En primera instancia, el impacto de haber visto las grandes diferencias entre la forma de vida a la que estaba habituado en Ciudad de México y la que se llevaba en el lugar donde que creció. A lo largo de los años que vivió ahí, fue “conviviendo con las condiciones denigrantes de la banda indígena” (D12):
porque mi compañero [de aula] estaba en esa situación; porque por ser indígenas los sentaban hasta atrás [...], porque por ser indígenas los reprobaban, porque por ser indígenas se tenían que esperar para comprarse un algo en la tienda [...], porque por ser indígena lo buleaban, ¿no? Entonces, todas... todas esas condiciones pues, que no eran solo la fantasía del libro, sino que yo veía en la realidad. (D12)
En 1992, siendo niño aún, presenció una marcha indígena por el aniversario del descubrimiento de América y en la que derribaron una estatua erigida al conquistador Diego de Mazariegos y recuerda las dudas e inquietud que le generó este suceso. Un par de años después, ocurre el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Recuerda el periodo de vacaciones extendido; la forma en que imaginaba la guerra al principio, con avionazos y bombardeos aéreos, “como de los GI Joes” (D12); y recuerda cuando uno de sus compañeros regresó de las vacaciones familiares en Ocosingo y le contó de todo lo que había visto: las armas de los indios y las del ejército; las muertes y la sangre. Más adelante, en las pláticas con sus amigos de la secundaria, encuentran otro sentido al levantamiento, comprendiendo que las problemáticas que desataron la guerra de la Revolución seguían presentes y que esta vez “empieza a haber una propuesta clara por parte de los compañeros indios: transformar nuestra realidad. Decirle no a este gobierno, decirle no a estas dinámicas de muerte” (D12). Ahora, reconoce que este suceso marcó su vida, así como la de muchos otros mexicanos: “el levantamiento del Ejército Zapatista [...] marca generaciones y en particular a mí y a los que en ese momento vivíamos ahí en Chiapas” (D12).
Además de estos acontecimientos tan trascendentes, la vida en esa ciudad le brindó la oportunidad, siendo ya un joven, de conocer formas de pensamiento de otras latitudes a través de platicar y compartir ideas con personas de orígenes muy diversos. Debido a su “condición de rebeldía” (D12) empieza a faltar ocasionalmente a la escuela para salir a las calles y estar en contacto con los extranjeros que estaban en la ciudad. A partir de estos intercambios, llega a la conclusión de que no puede limitarse a una forma de vida acrítica y cómoda que resulta de ocuparse únicamente en trabajar y pagar impuestos:
no cerrarse a la conformidad o al confort que te brinda el “no hagas nada, no te preocupes, no pienses, nosotros te lo damos todo... nada más páganos impuestos” [...] “ya no te preocupes de dónde viene tu agua, a dónde se va tu popó, de dónde viene tu comida, cómo o qué calidad de aire respiras...”. “No, no pienses. No pienses. Trabaja” (D12).
Después de casi 15 años, regresa a la Ciudad de México para estudiar psicología social en una universidad pública. Las razones por las que no concluye este proceso educativo tienen que ver con la decepción que resultó de vivir de cerca la educación superior en nuestro país actualmente: las deficiencias en la calidad, el credencialismo al que llama “certificación por economía” y lo diferente que era la vida (política) universitaria a los movimientos estudiantiles en México en 1968 y 1971, que habían sido referentes muy importantes para él y de los que hubiera querido ser parte.
Con la renuncia a la universidad, comienza un periodo muy activo de participación política en diferentes espacios, por el cual llega a una casa “okupa” en las afueras de la ciudad, que había sido tomada principalmente por estudiantes y que fue un proyecto muy similar al de la comunidad en la que participa actualmente:
de alguna manera, siempre ha sido como parte de mi vida [...] esta cuestión de la lucha social o de la creencia, o la fe que otro mundo es posible. Y desde muy pequeño pues... o desde que tengo uso de razón, pues he tratado como de nutrirme y alimentar pues esa... resistencia y esa lucha en mi persona [...] y es hasta ese momento donde siento que ya hay como una posibilidad de mi parte o una madurez de... mi saber, de mi conocimiento, para llevar... empezar a llevar a cabo un ejercicio más... más real, como lo es el... o lo fue el de la ocupación ahí (D1).
El trabajo de este colectivo se basaba en generar sentido de comunidad y empoderamiento entre ellos y con los vecinos de la colonia, a partir de tres ejes principales: salud, educación y alimentación. Su participación en este espacio terminó después de que fueron desalojados de la propiedad por la policía, a raíz de una demanda de los “dueños legítimos”. Finalmente, todas las experiencias y aprendizaje de las etapas previas aunadas a la circunstancia particular del desalojo, lo llevan al espacio en el que se encuentra ahora.
La comunidad en la que participa actualmente está compuesta por un grupo de personas que habitan y/o trabajan en diferentes ámbitos: creación artística en teatro, danza, gráfica, pintura, joyería, laudería; salud, alimentación integral, agricultura orgánica, cultivo de plantas medicinales; “ecotecnología” con talleres de tecnologías alternativas; y político, a través de la defensa de derechos, resistencia al despojo y resistencia anticapitalista. Todas estas acciones buscan justicia, dignidad y autodeterminación, a partir de fomentar la comunidad, la horizontalidad, la conciencia y el respeto por la vida.
2. Enmarcado (framing)
Para Chihu, éste es el tercer paso o momento del análisis. Tiene que ver con el enmarcado que hacen los colectivos de una problemática y sus posibles soluciones. En su propuesta metodológica de análisis del discurso, el análisis de coyuntura7 se refiere al estudio de la arena política (o escenario) en la que “cobran vida los dramas sociales y los conflictos políticos” (Chihu, 2007: 57) mediante el enfrentamiento de un protagonista y antagonista, ante una audiencia. En este contexto, se genera un enmarcado de diagnóstico a través del cual se asigna la identidad de “villanos” (Ibídem: 58) a los antagonistas y se les responsabiliza de una situación injusta y problemática. Sobre este apartado no hay muchas diferencias entre la propuesta de Chihu y la que aquí se presenta, salvo en el análisis del protagonista.
a. Marco de diagnóstico
De acuerdo con lo que señala David, el principal problema que identifica su colectivo y al que buscan hacer frente es el capitalismo. Este sistema económico genera situaciones de vida particulares y problemáticas concretas. Desde la mirada de estos colectivos, en las nuevas generaciones se confunde la calidad de vida con el consumo. Lo que se valora más es tener un auto, una televisión de plasma o construir un segundo piso en la casa, para lo cual muchas veces necesitan tener hasta dos empleos, sacrificando su salud, tranquilidad, las relaciones con la familia y la satisfacción personal; porque a pesar de todos estos esfuerzos no logran no cumplir con las expectativas que impone el sistema.
Están entregando su energía, su vida a proyectos que no son de ellos, a proyectos que son de otros; que tienen que ver con beneficios para otros, no para ellos. Y a final de cuentas, pues eso lo que genera es... pues es esta pérdida de identidad. O sea, donde tú dejas de ser tú. (D4).
A partir del trabajo con el primer espacio “okupa”, se percata de una ruptura que ha habido entre las diferentes generaciones que habitan la colonia. La generación de los que ahora son ancianos, que tenían “como esta parte de lucha” (D3), pelearon para que las autoridades les proporcionaran la infraestructura y servicios básicos: agua corriente, electricidad, drenaje. Defendían su territorio y reconocían sus raíces en ese lugar. En cambio, los hijos y nietos de estos ancianos, es decir, las nuevas generaciones,
están sumergidos en el sistema, en la dinámica, en el trabajo; [...] ya también van perdiendo poco a poco como esa identidad de su barrio, de su colonia, de su herencia, no solo física o geográfica, sino de lo que implica el territorio, pues: la identidad y todas estas cuestiones (D3).
Este sistema provoca también que, inclusive las necesidades básicas, estén disponibles únicamente para quienes tienen el capital suficiente para conseguirlas. Así, el acceso a la cultura, a la salud, a la educación, a la vivienda se da en función de los recursos monetarios de cada individuo o familia. Con relación a esto, uno de los temas más relevantes para este colectivo es el acceso a la vivienda digna, ya que conforme los grandes capitales construyen casas y unidades residenciales para un sector de la población con mayor poder adquisitivo, la gentrificación está obligando a mucha gente a desplazarse al cinturón de miseria de la ciudad.
Con el capitalismo como el principal problema referido, los antagonistas para el colectivo son “los grandes capitales”. Como ejemplo de estos menciona: las inmobiliarias y desarrolladoras; supermercados como WalMart y Chedraui y minimercados como las tiendas OXXO; grandes hoteles, centros comerciales como Perisur; y empresas transnacionales como Sabritas, Bimbo y Nike. Los gobiernos, junto con dichas corporaciones y demás “capitales”, contribuyen a mantener el sistema: “O sea que al gobierno no le importas, ¿no?, que el gobierno lo único que quiere es lo que ha querido siempre, pues: dinero, poder, asegurar sus intereses” (D3).
De acuerdo con Chihu (2007), la audiencia son observadores neutrales o que no están comprometidos directamente con la causa, pero que el movimiento considera que podrían responder favorablemente a sus acciones. En esta propuesta no hay modificaciones sobre este aspecto. Las acciones de este colectivo buscan llevar una forma de vida diferente, al margen del sistema capitalista, para quienes lo integran, pero también buscan provocar un eco y encender reflexiones críticas en otros. El mensaje que generan a través de sus acciones estaría dirigido a todas las personas que, irreflexivamente, están inmersas en la lógica capitalista; que han encontrado la comodidad en el consumo o que aspiran a ello; que han dejado atrás las tradiciones, las raíces y la identidad que les daba su territorio y prácticas ancestrales. Para el colectivo, una proporción considerable de las personas que viven de esta manera son de clase media y media-alta. De acuerdo con la caracterización que hace David, estas personas están perdidas en su mundo, en la enajenación, llenas de deudas para pagar sus automóviles y propiedades; para mantener hijos en el extranjero, y cumpliendo automáticamente con obligaciones sin fin. El mensaje de que es posible vivir de manera diferente, podría invitarlos a participar de otras formas de intercambio y relaciones. Sin embargo, no tienen expectativas de que su trabajo cambie las acciones de los antagonistas:
las generaciones anteriores, eh... fueron generaciones que veían como una posibilidad el conversar con el gobierno, el negociar con el gobierno. O sea que creían que a través de esas lógicas o esas dinámicas, se podía establecer un cambio [...], pues nosotros nos damos cuenta que no es así (D3).
b. Marco de pronóstico
Junto con la construcción del marco de diagnóstico, se genera un marco de pronóstico a partir del cual se proponen acciones y estrategias concretas para la solución del problema. En términos generales, la principal meta u objetivo de este colectivo es la resistencia al sistema capitalista y la generación de formas de vida alternativas. Esto quiere decir ser autónomos, generar recursos propios y no depender de ser empleados por otros:
entonces, la idea es como... compartirlo con la pandilla y que la misma colonia, desde su propia realidad, desde sus propios medios, desde sus propias este... pues reflexiones [...] vaya generando como... esta cuestión de la autogestión, que no dependa de irse a emplear a... a un WalMart, a un Chedraui... (D4).
Les interesa lograr que la gente no tenga que trabajar para intereses ajenos, que generen sus propias fuentes de recursos y, en el mejor de los casos, produzcan sus propios productos y los intercambien para dejar así de utilizar los recursos monetarios. Esto implica generar comunidad, trabajar junto con otras personas:
podemos sembrar nuestro propio alimento, podemos sembrar nuestra propia medicina, podemos generar nuestra propia escuela. ¿Cómo? A través de nuestros propios mecanismos, ¿no?: a través de conocernos, a través de la asamblea, a través de... de interactuar entre nosotros, de generar colectividad (D3).
Así mismo, buscan el empoderamiento, principalmente a través de acciones para mejorar la salud, la educación y la alimentación:
algo a lo que llegamos con el colectivo fue... eh... a la firme convicción de que ... quien está bien educado, sabe lo que come; y que quien está bien educado para comer, pues tiene buena salud; y quien tiene buena salud, está bien comido y está bien educado, pues es un... es un ser óptimo para... el beneficio colectivo, pues. O sea, alguien que pueda entender... su lugar dentro de una colectividad y la importancia de su hacer o de su no hacer dentro de ella. Y de cómo... empoderarnos, ¿no? en este ejercicio político, de nuestros quehaceres (D1).
Simultáneamente, buscan la creación y defensa de espacios para todos, para lo cual recurren, eventualmente, a la ocupación de lugares deshabitados; y, temporalmente, también a la toma de espacios públicos (algunas calles o plazas) para llevar a cabo algún evento cultural con miembros de la comunidad.
En el proceso de enmarcado, son protagonistas quienes participan o simpatizan con las metas, valores y creencias del movimiento o colectivo. Ellos/as ponen en marcha las estrategias para hacer frente a la situación que se considera problemática o injusta. En el framing de David, los protagonistas en la lucha contra el capitalismo y las formas de vivir que se generan dentro de este sistema, son los colectivos “okupas”: tanto en el que participa actualmente como en el primero en el que se involucró.8
De la reflexión acerca de quiénes pueden y/o tienen una responsabilidad para resolver los problemas que ya se han señalado en el marco de diagnóstico, se desprende un discurso que no está propiamente anclado al marco del colectivo sino que refiere a la significación de experiencias y episodios biográficos previos a su incorporación a los colectivos. Esto parece corresponder a la definición de Chihu de los marcos de significación:
un conjunto de ideas acerca de cómo funciona la política, constituyen temas que atraen la atención sobre un asunto particular o ciertas personalidades, y que proveen un contexto para la explicación de los problemas. Reúnen un conjunto de dimensiones para interpretar los procesos políticos en general y a los políticos en particular (Chihu, 2007: 58).
Éste, que parece ser otro nivel en el discurso de David, o bien, otro proceso de enmarcado diferente del colectivo y más general, tiene como eje principal la pertenencia generacional. Desde este marco, los protagonistas de la transformación son los integrantes de una generación que, de acuerdo con lo que David señala, está delimitada por las marcas que han dejado determinados referentes. En primera instancia señala que, aún para su generación, el recuerdo de la segunda guerra mundial tiene un peso importante; que si bien no coincidió con ellos geográfica y temporalmente, les llegó la lección sobre lo que significa la guerra y lo que somos capaces de hacer los seres humanos. En el ámbito nacional, lo que marca a la “generación 1980” fue el comienzo del neoliberalismo y la promesa de bienestar. En particular, esta generación en la Ciudad de México estuvo marcada por la idea del progreso y “los IMECAs,9 los autos, las fábricas, la industria nacional que se estaba yendo a la..., a conciencia. Lo que fue el milagro mexicano en su declive. 1980. Salinas de Gortari, el fraude electoral, eh... la toma de la izquierda de la Ciudad de México, de la Capital, del Estado de México... y lo que les duró... [...] 1994, repito: el Ejército Zapatista” (D14).
A nivel local, donde ya crecí y viví: el Ejército Zapatista, que es como [...] pues piedra angular de lo que yo ahora veo que está sucediendo, o sea, [...] la enseñanza pues de que ese otro mundo es posible; de que se puede vivir sin patrón, de que se puede vivir dignamente; de que se puede tener salud, educación, alimentación, vestido, vivienda para todos, sin que unos tengan más y otros tengan menos; sin que tengamos que envidiarnos; sin que tengamos que pelearnos, pues. La tierra es bien grande y da pa’ todos [sic], no hay por qué pelear (D14).
En otro plano, un aspecto que, para él, también ha caracterizado a su generación es la separación de las familias, como lo que ocurrió con la suya y con las de muchos. Se empieza a romper el esquema de la familia tradicional. Y junto con ése, dice que, a su generación le está tocando también romper con otros esquemas, como el de la juventud, que se terminaba en un momento determinado porque tenían que volverse adultos, “y tenías que dejar los ideales y tenías que ponerte a trabajar y crear una familia [...] y donde no... no, pues no te la acababas” (D16). Para él, ahora la juventud puede no terminar: “eso a lo que llamamos juventud que es esa chispa, que es esa energía, está y estará en mí toda la vida” (D15).
Por todo lo anterior, considera que su generación tiene la responsabilidad de vincular la generación pasada con “la de ahora”, de ser una especie de puente: “somos [...] la parte que conoció el antes [...] y está construyendo el después”10 (D14). Considera que las condiciones para “la pandilla de los 90”11 ha sido más complicada porque con las separaciones de sus familias, ellos “quedan volando”, los padres “los dejaron”. “Entonces, la generación de los 90 está todavía más loca [risas] porque a ellos los dejaron, ¿no? Y no hubo quién les enseñara, no hubo quién les diera raíz, porque los papás estaban más perdidos” (D16).
Así, lo que lo mueve ahora es la intención de compartir con los jóvenes de la “nueva generación” esta búsqueda de un mundo diferente (“otro mundo es posible”), en el que unos no tengan más que otros, que todos tengan una vida digna. Es una “instrucción de vida”: “por la vida mía, por la vida tuya, por la vida de los que están y de los que vienen” (D11), que se da a partir de conocer, platicar y compartir:
tal vez no sepamos qué es lo que estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo, pero definitivamente, sabemos qué es lo que ya no queremos hacer. Sabemos qué es lo que ya no queremos reproducir, que son estas lógicas, individuales, egoístas, violentas, asesinas, [...] indiferentes, de muerte, pues (D11).
Este mundo al que rechaza y que se fundamenta en la incomprensión y la intolerancia, se origina en sentirse superior, diferente y mejor que el otro. Esto que llama “ilusión de superioridad” llegó a “esta parte del mundo” con la conquista, pero se ha vuelto parte de “nuestra propia humanidad”: “una mentira repetida mil veces, se convierte en una verdad. Y entonces, esa mentira que se nos repitió [...] y que no solo se nos repitió con palabras, sino con látigo, con sangre y fuego -diría el carnal Magón-12, nos creó en la mente ya esa ilusión de que hay alguien superior y hay alguien inferior” (D11). Actualmente, vemos esto reflejado en “la lógica del jefe”, por ejemplo; muchos han creído que sin alguien superior no se puede hacer nada: “Y entonces ahí vamos por la vida buscando quién nos acepta, quién nos guía, quién nos da trabajo, quién nos da de comer [...] porque yo no puedo, porque yo no sé.” (D11).
Además de la ilusión de superioridad, hay una ilusión de individualidad:
es una ilusión porque cualquiera que tenga como un poquito de sentido común sabe que estamos todos conectados con todos, ¿no? Es decir, lo que yo haga o no haga dentro de mi sociedad, dentro de mi comunidad, dentro de mi colectividad, dentro de mi familia [...] afecta positiva o negativamente. Depende hacia donde lo quiera uno llevar. En ese sentido, el mundo que no queremos, es ese mundo. (D9).
El reto es destruir o reestructurar esas lógicas, aunque este cambio ya no sea para su generación sino para los que vienen. Con este propósito, regresó a la universidad (como representante de las acciones del colectivo) para acercarse a esa nueva generación y compartirles otra forma de hacer las cosas y de vivir. Dice que no se trata de que todas las personas vivan de la misma forma que ellos, que es importante que cada quien viva como quiera, pero que sea realmente porque así lo han pensado y lo desean: “que de verdad sea su interés, sea [...] su sentir, ¿no? que no sea el que le pusieron a sangre y fuego, que no sea el de la domesticación. Que sea el de... pues el del entendimiento, de la autonomía” (D11).
Para él, su trabajo y compromiso con estos cambios significa “trabajar para la vida, construir para la vida”, para la suya, la de los que están y la de los que vienen. Destaca que “no todo está perdido”, que su trabajo vale la pena y que por ello, seguirá en ese camino.
3. Esquemas
Como hace Chihu, a partir de la información obtenida en la entrevista con David y que ya se ha descrito, se elabora un esquema que representa el proceso de enmarcado del colectivo. En el Esquema 1, a continuación, se muestran los elementos centrales del enmarcado o framing de la comunidad “okupa”.
En la propuesta que aquí se presenta, se agrega un segundo esquema que representa el marco de significación del informante. Este marco es más “general” que el del colectivo, tiene que ver con la forma de significar su realidad y la forma en que se posiciona o el lugar que ocupa en ella. Las experiencias de vida de este joven se han ido tejiendo para conformar su enmarcado de la realidad. El núcleo de este enmarcado tiene que ver con la percepción de injusticia y lo que se puede o debe hacer al respecto: “se va haciendo esa... pues esa costrita en uno ¿no? de ver tanta injusticia. Dices: ‘No, no puede ser. Y no puede ser que los demás nos estemos comiendo los mocos’.” (D12). Este marco ha contribuido a impulsar su búsqueda de una transformación social a partir del ejercicio de formas alternativas de vida. Su participación en el “okupa” es la principal vía para conseguirlo.
Los marcos de los colectivos son producto de la alineación de los marcos de sus integrantes en la negociación de significados que se da en las interacciones (Benford y Snow, 2000). Por su contenido y particularidades, es posible inferir que el marco de significación de David se ha ido conformando a partir de experiencias de vida significativas, entre las que podemos destacar la socialización familiar en los valores de la lucha y la dignidad, así como haber crecido en el sureste mexicano en la década de los 90. Esto posibilitó la interacción con una gran diversidad de personas con diferentes perspectivas y, más importante aún, haber vivido de cerca el levantamiento zapatista, cuyo eco se escucha fuerte a lo largo de todo su discurso, particularmente en estos términos: rebeldía, lucha, territorio, reivindicar las tradiciones, autogestivo, resistencia, esperanza, colectividad, economía local, comunidad, empoderamiento, organización, defensa, la vida digna, el buen vivir, transformar nuestra realidad, autonomía y otro mundo es posible. Ese discurso que remite a su pasado en el sureste y el impacto que el zapatismo tuvo en él, se entrelaza con el de la resistencia “okupa”. En ambos, lo más importante es que se puede vivir de otras formas, dignamente, a partir de la conciencia de pertenecer a una colectividad; y ello articula ambos marcos.
En el Esquema 2, a continuación, se presenta una síntesis del enmarcado general (marco de significación) del informante, a partir de los elementos ya descritos.
4. Síntesis
Finalmente, se propone concluir con una síntesis de los aspectos más relevantes del caso que permita tener una visión general del participante y de su involucramiento en el colectivo. Lo que se señala en este apartado, junto con los esquemas, permitiría comprender quién es el/la joven, su forma de comprender o significar la realidad, el lugar que ocupa de acuerdo con estos significados y su compromiso con una transformación social.
David se considera una persona que está “ahí en la lucha cotidiana” (D1), parte del “pueblo”. Destaca su espíritu de lucha y una condición de rebeldía, así como su capacidad de ser autodidacta y de cuestionar “más allá”. Dice que su vida es, en sí misma, un ejercicio político y está regida por el principio de autonomía. Para él, la autonomía, a diferencia de la libertad, implica asumir la responsabilidad que tenemos para con nosotros mismos pero también para con los otros. Esto deriva de entender que las personas estamos conectadas, que somos un conjunto y que lo que cada persona haga tendrá un efecto en los demás, al mismo tiempo que lo que cada quien haga por los demás, lo está haciendo para sí también. Considera que su generación debe promover la autonomía para reemplazar la idea de libertad que prevalece en nuestra sociedad, que implica una postura individualista que afecta a los demás y que es una “ilusión que nos ha vendido el sistema” (D16).
Como se ha señalado, el proceso de enmarcado implica un proceso simultáneo de construcción de identidad(es). En este caso, una muestra de la imbricación de ambos procesos es la coherencia entre la forma de David de definirse y sus marcos, en los que destaca la importancia de la pertenencia a una colectividad en un momento histórico particular, es decir, a una generación:
Yo aquí soy solo un momento: aquí en la casa, aquí en la Tierra; soy solo un momento, ¿no?. ¿Por qué? Quién sabe. ¿Cómo? Eso sí lo puedo decidir. Y eso es lo que me hace hacer lo que hago, como lo hago. Y te digo, lo hago [...] entendiendo pues que soy producto de una historia, que tengo una responsabilidad para con esa historia, para con mi gente, para con mis hermanos, [...] que no soy la panacea ni el mejor camino, pero... intento continuar el legado que nos han dejado [...] nuestros abuelos, nuestros antepasados, la gente que, igual que yo, creyó en las causas justas, que las defendió hasta con su vida y... que eso es la vida, pues. Y que si sólo voy a estar un momento aquí, me gusta hacer lo que hago, haciéndolo como lo estoy haciendo... y continuando el trabajo de otros [...], parte de este proceso, un eslabón más en una larga cadena de sucesos. Que, por ser quienes somos y tener lo que tenemos, lo vivimos y lo sentimos de esta manera (D20).
Reflexiones metodológicas y consideraciones finales
Las reflexiones sobre la propuesta metodológica de Chihu así como la pertinencia de retomar la perspectiva teórica de los marcos de significación para comprender la participación política no convencional de jóvenes, son parte de los resultados de una investigación que exploró una manera diferente de comprender las formas en que los jóvenes se involucran con otros para llevar a cabo estrategias o acciones que pretenden la transformación social. A diferencia de la mayoría de los trabajos sobre marcos de significación para la acción colectiva, esta investigación no se realizó con movimientos sociales, sino que contempló diferentes expresiones juveniles de participación política. Se incluyó una diversidad de colectivos que generalmente no son considerados para este tipo de estudios por tratarse de iniciativas “pequeñas”, es decir, grupos que cuentan con pocos integrantes y cuyas acciones tienen alcances limitados a sus ámbitos más cercanos o locales, pero que no por ello son menos importantes que aquellos más extensos. Esta precisión es el punto de partida para las reflexiones metodológicas sobre la modificación de la propuesta de Chihu a otras formas de acción colectiva y que serán desarrolladas a continuación.
Comenzaremos señalando una primera diferencia metodológica importante con el trabajo de Chihu: la propuesta que se presenta no es una forma de análisis del discurso de comunicados oficiales de algún movimiento social. El análisis que aquí se describe parte de información obtenida en entrevistas individuales, con un miembro de algún colectivo. Difícilmente se encuentra en estos casos un discurso oficial, probablemente debido a la particularidad de la organización y propósitos, así como lo reducido de sus grupos. Si bien a través de la entrevista se centra la atención en el individuo, se le considera una voz que habla por su colectivo desde la alineación que han hecho de sus marcos de significación para llegar a los marcos de acción colectiva.
En cuanto a aspectos más específicos de los marcos de acción colectiva, encontramos algunas particularidades en el tipo de audiencia y antagonistas señalados, así como en las estrategias y metas. Probablemente como resultado de la desconfianza actual de los jóvenes en las instituciones, encontramos que su participación no busca una respuesta por parte de las autoridades gubernamentales, no pretende influir en políticas públicas, ni busca el reconocimiento de los medios de comunicación; a diferencia de lo que encuentra Chihu en el estudio de los movimientos sociales (i.e. 2007). En el tipo de participación política a la que nos referimos aquí, vemos que tanto el marco de injusticia en la definición del problema como el antagonista, se definen en términos generales, no refieren a un problema muy particular ni a un grupo de personas concreto.
Con respecto a las metas y estrategias, se indagó también acerca de formas alternativas de solucionar las problemáticas referidas y las razones por las que se elige la propia estrategia, en las que se considera a las otras posibilidades como ineficientes o se reconoce complementariedad y posible alianza. En la definición de “los otros” se afirma y delimita la propia identidad, se resaltan características del colectivo a partir de la comparación y esto queda implícito en el marco, en la conformación del campo de identidad.
El análisis del protagonista es una de las aportaciones más relevantes de esta propuesta porque incluye no solo la descripción de quienes realizan la acción, sino también la incorporación de otros aspectos del proceso de significación. Uno de ellos es la adjudicación a los jóvenes de la responsabilidad de solucionar las situaciones que consideran problemáticas o la idea de que les corresponde, aunque sea solo parcialmente, actuar ante a ellas. Asumir esta responsabilidad se acompaña de una justificación de los motivos por los que consideran que a su colectivo le corresponde actuar en favor de la solución de las injusticias mencionadas. Dicha explicación contribuye a la comprensión de las diferencias entre las personas que deciden tomar acción para resolver determinadas situaciones indeseadas y aquellas que no lo hacen, a pesar de considerarlas igualmente problemáticas. Podemos inferir que estas diferencias tendrían que ver con el significado que algunos jóvenes dan a su pertenencia a una colectividad (la sociedad) y el lugar que ocupan en ella; y que se ponen de manifiesto al hablar de su pertenencia al colectivo.
Por otra parte, se incorpora un aspecto adicional que fue explorado en las entrevistas: el significado de la acción. Esto permite comprender el lugar que las acciones con el colectivo ocupan en la vida del informante, la relevancia en su definición personal y en la conformación de su identidad. Consideramos que el compromiso que se establece tanto con el colectivo como con la causa por la que luchan está altamente relacionado con la implicación personal a partir de la identificación13. Explorar directamente el significado que tiene para los jóvenes su acción permite también comprender las “razones”, más allá de la construcción de un marco de injusticia, de su participación en el colectivo. Este es el punto en el que confluyen todos los elementos del marco del colectivo y aspectos biográficos en donde aparecen otros grupos de pertenencia y referencia, por lo que puede ser considerado como una bisagra que articula el marco del colectivo con el marco de significación.
Dicha articulación es central en nuestra propuesta en la medida en que permite dar cuenta de la conformación de los marcos de significación. La construcción de los marcos para la acción colectiva depende de la interacción y negociación de los marcos de significación particulares de todos los jóvenes dentro del colectivo. Así, los marcos de significación pueden ser vistos como una etapa previa a la alineación de los marcos que resulta en el enmarcado del colectivo o marco para la acción colectiva. Ninguno de estos puede ser estático, ni mucho menos permanente, dado que su construcción es resultado de un proceso de constante significación y resignificación que se da en las interacciones de los miembros del colectivo. La información obtenida a partir de las entrevistas, nos permite reconstruir esos marcos en el presente, como una especie de fotografía de un momento del proceso de enmarcado, que continuará cambiando mientras siga habiendo interacción entre los miembros del colectivo y las condiciones externas a éste sigan su curso.
De acuerdo con Benford y Snow (2000), algunos investigadores han trabajado con los marcos de acción colectiva desde una perspectiva cercana al concepto psicológico de “esquema” cognoscitivo, ignorando el carácter interaccionista de los procesos a través de los cuales se generan los marcos (i.e. Johnston, 1995). Una característica importante que distingue los marcos de acción colectiva de los esquemas cognoscitivos y otros constructos similares es que los marcos de acción no son la simple suma de actitudes y percepciones individuales, sino que son también el resultado de la negociación de significados compartidos (Gamson, 1992). La diferencia implícita entre los esquemas y los marcos puede comprenderse si se piensa en los esquemas como la expectativas de cada individuo (o participante de una acción colectiva) sobre personas, objetos, eventos y escenarios; mientras que los marcos implican la “alineación” de estas a través de negociaciones que se dan en la interacción. Los marcos y los esquemas no son conceptos diferentes para un mismo fenómeno, pero son altamente interactivos; los marcos constituyen una respuesta interpretativa más amplia o la definición de “lo que está pasando” o “debe estar pasando” (Benford y Snow, 2000).
Aquí no se niega la interacción en la conformación de los esquemas mentales. Por el contrario, se recupera la perspectiva que mantuvo Goffman en su trabajo en el que el énfasis estaba siempre en la interacción y cuando llegaba a enfocarse en algún proceso que parecía más individual, lo hacía solo como una forma de acercarse a la comprensión de un orden social que ha sido “interiorizado”. Sin restar valor o importancia a las aproximaciones del estudio de los marcos de significación más recientes, consideramos de gran relevancia recuperar la perspectiva original del pensamiento de Goffman, como conjunto y más allá del trabajo de Frame Analysis, así como a algunos de sus conceptos específicos que ayudan a dar luz a la propuesta que se ha presentado aquí. Un ejemplo de ello es la pertinencia de incorporar aspectos de la biografía de los entrevistados, como parte de su “carrera moral”, es decir, una trayectoria “compuesta por los cambios progresivos que ocurren en las creencias que tiene sobre sí mismo y sobre los otros significativos” (Goffman, 1970: 29). La carrera moral, entendida como esta especie de historial de interacciones que va conformando una visión particular del mundo, nos ayuda a rastrear el proceso de conformación del marco de significación que llevaría a los jóvenes a integrarse en determinados colectivos (o fundarlos), que a su vez construirán, a partir de la interacción constante, su propio marco para la acción colectiva. Así mismo, la visión que sostenemos de que el discurso que surge en la entrevista en relación con el colectivo debe ser comprendido como parte del guión de uno de los tantos roles que la persona puede asumir: miembro activo del colectivo X, en este caso; es reflejo del enfoque dramatúrgico de Goffman14,15 (1971).
En comparación con otras tradiciones dentro del estudio de la acción social, el análisis de los marcos de significación para la acción colectiva no considera la movilización únicamente como el producto de la valoración de oportunidades y recursos, sino que considera la forma en que los actores involucrados interpretan tanto la situación como su propia acción. Este enfoque se aleja del determinismo estructural de los modelos de movilización de recursos y las aproximaciones psicológicas que pretenden explicar la participación o movilización desde el cálculo racional de costos y beneficios; y ha reavivado el interés por las dimensiones interpretativa, construccionista y cultural de la acción colectiva (Benford, 1997).
Desde esta perspectiva, se analizan los movimientos sociales en tanto productores de significados, que juegan un papel importante en la conformación de la identidad colectiva, “la que a su vez se construye recreando un imaginario colectivo constituido por el universo de las representaciones mentales, que expresan las aspiraciones de una colectividad” (Chihu, 2007: 69). Esta propuesta resalta el proceso de construcción de significados en la creación de identidades políticas y considera a los actores sociales como agentes que participan activamente en la producción y mantenimiento de significados para sí mismos (el colectivo), la audiencia y los opositores. El proceso de enmarcado, tal y como lo retomamos aquí, recupera la noción de agencia, por una parte, en la construcción de realidades por parte de los integrantes del movimiento y, por otra, en la (re)interpretación de los marcos establecidos. Chihu (2007) destaca la importancia de estudiar los procesos a través de los cuales se crean, expresan, mantienen y modifican las identidades. Las acciones en las que se involucran los individuos y grupos son, en sí mismas, formas de expresión de su identidad y relaciones con otros, así como de la situación en la que se encuentran.
Aquí sostenemos que, además de ser una expresión de identidad, las acciones de los jóvenes con sus colectivos son, al mismo tiempo, reflejo de una forma particular de significar el mundo. El análisis de los marcos nos brinda pistas importantes acerca de la ideología de un movimiento dado (Chihu y López, 2004), pero también de aquella que predomina en un determinado momento, en una sociedad dada. Las y los jóvenes que participan políticamente tienen una visión particular del mundo en la que identifican situaciones problemáticas o injusticias a partir de la comparación de la realidad que viven contra sus expectativas o ideales, a través de su propia moral. También a partir de esta visión del mundo, se posicionan a favor de sus ideales y buscan alcanzarlos a través la acción en conjunto con otros jóvenes quienes piensan de forma similar a ellos. Así, la construcción particular del mundo y de sí mismos, los llevan a movilizarse; a la acción colectiva.
Los marcos de significación son esquemas interpretativos que nos ayudan a comprender nuestro entorno y que, entre otras cosas, orientan las acciones colectivas (Chihu, 2000). Conocer los marcos de significación de los jóvenes que participan políticamente, nos permitiría tener una mayor comprensión sobre cómo son las construcciones del mundo que intervienen en su decisión de comprometerse con transformaciones sociales y que han elaborado socialmente, en la interacción.
Nuestra propuesta permite comprender las expresiones actuales de la participación política de jóvenes desde sus propios términos y significados. Lejos de aislar las acciones de participación política y los marcos relativos a ellas, se les contempla bajo una mirada amplia en la que se vinculan varios aspectos de la vida de las y los jóvenes. Al articular aspectos de su biografía con la incorporación que hacen de ciertos aspectos de la ideología de su sociedad y la negociación de estos significados con otros jóvenes (que se expresa en el enmarcado propio del colectivo), pretendemos abrir otra posibilidad de comprender la participación política de jóvenes desde la psicología social, adecuando esta forma de análisis, comúnmente inscrita en el ámbito de la sociología, a una perspectiva psicosocial.