El jaguar Panthera onca (Carnivora: Felidae) es el felino más grande del continente americano y el tercero más grande del mundo (Chávez y Ceballos, 2014; Galindo-Leal, 2009). Es de hábitos nocturnos, dependiendo de la región, y principalmente terrestre y solitario (Moreira et al., 2009). Históricamente se distribuía desde Arizona y Nuevo México, en el sur de Estados Unidos de América, hasta Argentina (Seymour, 1989). En México su distribución histórica abarcaba las regiones tropicales y subtropicales desde Sonora y Tamaulipas hasta Chiapas y la península de Yucatán, siguiendo las planicies costeras del golfo y del Pacífico (Hall, 1981). Actualmente se estima que ocupa el 46% de su área de distribución histórica (Rodríguez-Soto et al., 2011; Swank y Teer, 1989). Las poblaciones más numerosas en México se encuentran en el sureste del país: Campeche, Chiapas, Oaxaca, Yucatán y Quintana Roo (Chávez, Ceballos, Medellín y Zarza, 2007), aunque se ha identificado la porción norte de la Sierra Madre Oriental como una región donde es necesario obtener información sobre la presencia del jaguar (Grigione et al., 2009).
Por sus características crípticas es uno de los animales más difíciles de observar. Por otra parte, ante la creciente problemática de pérdida y fragmentación de hábitat, es una especie que se encuentra en peligro de extinción, ya que requiere de grandes extensiones de hábitat natural para sobrevivir (Chávez y Ceballos, 2014). Aunado a esto, la cacería representa otra gran amenaza para la especie, por lo que actualmente se encuentra clasificado en la Lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (Caso et al., 2008) y, además, considerado en México como en peligro de extinción (Semarnat, 2010).
En el programa de acción para la conservación de la especie: jaguar (Panthera onca), documento rector de la dirección de especies prioritarias de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, el cual describe las metas, estrategias y acciones a implementar para la conservación del jaguar en México; el Estado de Nuevo León es considerado nivel III entre los sitios prioritarios, debido a que se han presentado registros históricos de la especie y/o los hábitats han sido modificados, de tal forma que es muy probable que las poblaciones se encuentren en grave riesgo de desaparecer y/o sus poblaciones no son muy numerosas (Ceballos et al., 2006; Conanp, 2009), por lo que se recomienda llevar a cabo una evaluación de la situación actual del jaguar en el Estado de Nuevo León para determinar medidas adecuadas para su conservación y manejo (Chávez y Ceballos, 2006).
Desafortunadamente el estudio del jaguar en vida silvestre es complicado y oneroso, incluso a niveles tan elementales como conocer su presencia en un sitio determinado (Briones-Salas, Lavariega y Lira-Torres 2012); aun en aquellos sitios en los que continúa presente, la densidad poblacional tiende a disminuir debido a la persecución que deriva de la hostilidad de la gente (Rabinowitz y Nottingham, 1986; Sanderson et al., 2002; Weber y Rabinowitz, 1996), aunado a que la zona es identificada como de alto riesgo por depredación a nivel nacional (Zarco-González, Monroy-Vilchis y Alaníz, 2013). Esto, sumado a su conducta sigilosa, tiene como resultado que su registro sea cada vez menos frecuente (Gittleman, Funk, Macdonald y Wayne, 2001), por lo que para obtener registros confiables de su presencia es necesario el uso de diferentes dispositivos de captura o registro (Barea-Azcón, Virgós, Ballesteros-Duperón, Moleón y Chirosa, 2007).
En Nuevo León la presencia del jaguar ha sido señalada desde diciembre de 1909 (archivo municipal; Jiménez, Contreras y Zúñiga, 1994). Jiménez (1966) describe que a 9.6 km ENE de Zaragoza, un ranchero mató a un «tigre» en el verano de 1964. Por otro lado, Moreno (1987) tomó fotografías y midió un macho cazado en 1986 al pie de la sierra en Allende. Las observaciones de López-Soto, Rosas-Rosas y Niño-Ramírez (1997); Rosas-Rosas (1996) y Rosas-Rosas y López-Soto (2002) dejan claro que esta especie se distribuyó en el Estado. Existen predicciones que ubican a la especie en el área de estudio (Rodríguez-Soto et al., 2011), así también hay algunos informes anecdóticos que mencionan su presencia en esta área natural, pero creemos que es de la mayor relevancia presentar los primeros registros de P. onca en el Parque Nacional Cumbres de Monterrey en el estado de Nuevo León, México, sobre todo porque fortalece la hipótesis propuesta por Grigione et al. (2009), que mencionan que algunas regiones de la Sierra Madre Oriental funcionan como corredores biológicos, y permite el intercambio genético con las poblaciones de jaguares localizadas en el estado vecino de Tamaulipas.
Entre los años 2013 al 2015 se colocaron 7 cámaras trampa marca Bushnell® modelo Trophy Cam de 8 megapíxeles, una cámara trampa marca Moultrie® modelo M-990i de 10 megapíxeles y 4 cámaras trampa marca Wildgame Innovations®, modelo M10 de 10 megapíxeles en los parajes conocidos como La Yerbabuena, Los Sabinos y La Ventura en el límite del municipio de Allende y Montemorelos, en el estado de Nuevo León (25°11’45.4” N, 100°00’46.0” O y 25°10’51.3” N, 99°59’56.7” O), los mismos que forman parte del Parque Nacional Cumbres de Monterrey y donde la vegetación dominante incluye bosques de Quercus sp. y bosques mixtos de pino-encino (Rzedowsky, 1991) (fig. 1). En estos parajes se desarrolla la cacería cinegética responsable de venado cola blanca (Odocoileus virginianus) y del guajolote norteño (Meleagris gallopavo) y se han tenido registros de avistamiento de jaguar por los cazadores locales, así como indicios de depredación de ganado doméstico atribuidos a esta especie por los rancheros del área (fig. 1).
Las cámaras trampa se colocaron en senderos, manantiales, arroyos, cañadas y saladeros con rastros de presencia de mamíferos, a una altura no mayor de 40 o 50 cm del nivel del suelo, dependiendo de la topografía e inclinación del área. El circuito de estas cámaras fue programado para permanecer activo durante 24 h, así como para activarse después de 1 min y tomar 3 fotografías y vídeos de 10 seg. La posición de cada una de ellas fue georreferenciada con un geoposicionador modelo Garmin etrex®. Posteriormente, se revisaron al mes y en cada fotografía detectada se imprimió la hora y fecha. Complementariamente se utilizó como atrayente orina y excreta de jaguar, obtenidas de un criadero particular. El esfuerzo total de muestreo fue de 240 días-trampa.
Se obtuvieron 15 fotografías y 7 vídeos de jaguares, los cuales fueron identificados basándose en su patrón de manchas, que es único para cada individuo (Karanth y Nichols, 1998); esto permitió identificar 4 diferentes ejemplares: un macho (A), 2 hembras (B y C) y un individuo que no pudo ser sexado (D). Las fotografías fueron depositadas en la Colección Nacional de Mamíferos del Instituto de Biología de la UNAM, con el número de catálogo IREKANI-IB-CNM-UNAM-11762, IREKANI-IB-CNM-UNAM-11763 y IREKANI-IB-CNM-UNAM-11764. En el caso del macho (A) se obtuvieron 5 vídeos durante el 2013, un vídeo durante 2014, 3 fotografías en serie consecutiva en 2014 y 3 fotografías en serie consecutiva en 2015. El patrón de actividad registrado para este jaguar es de 20:00 a 05:30 h. En el caso de la primera hembra (B) se obtuvieron 3 fotografías en serie consecutiva durante 2014, a las 15:30 h. Para la segunda hembra (C) se obtuvieron 6 fotografías en serie consecutivas durante 2013, registradas a las 17:00 h. Finalmente, en el caso del individuo no sexado (D), se tiene un video del 30 de junio del 2013, con un registro de actividad a las 05:30 h (fig. 2).
Los parajes donde se obtuvieron los registros se ubican a 10.37 km al suroeste de la cabecera del municipio de Allende, y a 62.5 km al sur del área metropolitana de Monterrey, Nuevo León, y se encuentran en el sureste del polígono del Parque Nacional Cumbres de Monterrey y su zona de influencia. Basándonos en estudios publicados sobre las necesidades biológicas y ecológicas del jaguar (Briones-Salas et al., 2012; Chávez y Ceballos, 2014; López-Soto et al., 1997; Rabinowitz y Nottingham, 1986), sugerimos que la zona sur del Parque Nacional Cumbres de Monterrey cuenta con el hábitat necesario para albergar una población residente y la población más al norte de su área de distribución por la vertiente del golfo de México (Galindo-Leal, 2009). Además, esta región presenta tipos de vegetación templados como Quercus sp. y bosques mixtos de pino-encino, que ya han sido mencionados por otros autores y que funcionan como refugio (Monroy-Vilchis, Sánchez, Aguilera-Reyes, Suárez y Urios, 2008). Asimismo, el área cuenta con la presencia de cuerpos de agua y presas potenciales, que también fueron registradas durante los periodos de muestreo; tlacuache común (Didelphis virginiana), coatí (Nasua narica), mapache (Procyon lotor), venado de cola blanca (O. virginianus) y guajolote norteño (M. gallopavo).
Partiendo de las coordenadas de donde se obtuvieron los presentes registros de jaguar, y la ubicación de los registros históricos en el estado, los mismos se encuentran a 53.6 km SSE hacia el municipio de Iturbide, 122 km SSE hacia el municipio de Aramberri y 137 km SSE hacia el municipio de Zaragoza (López-Soto et al., 1997; Rosas-Rosas, 1996; Rosas-Rosas y López-Soto, 2002), es evidente el vacío de información entre la población de jaguares localizada en el sur del Parque Nacional Cumbres de Monterrey y las poblaciones de jaguar en el estado de Tamaulipas, por lo que es imprescindible continuar las monitorizaciones entre estas 2 regiones y ver el papel de la Sierra Madre Oriental en la conectividad y conservación de esta población a largo plazo (Dueñas-López, 2013).
Finalmente, resulta necesario fortalecer acciones de protección ambiental para asegurar la conservación de esta especie prioritaria, tales como: promover el pago de servicios ambientales, implementar el pago del seguro ganadero, capacitar a comités de vigilancia comunitarios y atender las denuncias sobre conflictos por depredación de ganado doméstico en esta área.
Agradecemos el apoyo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) a través del Proyecto 4.3: «Prevención y atención al conflicto ganadero con el jaguar (Panthera onca) en el Parque Nacional Cumbres de Monterrey y su zona de influencia», así como a Edgar A. Méndez-Torres y al criadero Manimals por habernos proporcionado las excretas y orina para el presente trabajo. Un reconocimiento muy especial a S. Mireles-Infante y R. Suárez-Hernández por el apoyo técnico, administrativo y la elaboración del mapa. MB-S agradece el apoyo de COFAA, EDI y SIP del IPN. RC, IL-T y MB-S agradecen al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y al Programa para el Desarrollo Profesional Docente para el tipo Superior (Prodep) por su reconocimiento y apoyo.