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Norteamérica

versión On-line ISSN 2448-7228versión impresa ISSN 1870-3550

Norteamérica vol.5 no.1 Ciudad de México ene./jun. 2010

 

Reflexiones: Apuntes bibliográficos

 

Speaking desde las heridas y One Wound for Another: una herida por otra: proyecto de cibertestimonios transfrontera

 

Silvia Núñez García*, Pilar Rodríguez Aranda**, Rodrigo Mier*** y Carmen M. Méndez–García****

 

* Investigadora y directora del CISAN. <nugar@servidor.unam.mx>.

** Escritora de Column of the Americas.

*** Profesor–investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

**** Pertenece a la Universidad Complutense de Madrid, España.

 

I PRESENTACIÓN

Silvia Núñez García

Speaking desde las heridas, cibertestimonios transfronterizos/Transborder (September 11, 2001–March 11, 2007), editado por Claire Joysmith, es una recopilación por demás original de testimonios recabados a lo largo de seis años (2001–2007), conformada por una amalgama de más de cien voces. Éstas se suceden articuladas en un plano de horizontalidad en donde conviven personalidades como Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Sandra Cisneros, Norma Alarcón o la propia Norma E. Cantú, con otras tantas que aunque desprovistas del halo de la fama, demuestran no sólo el impacto que los eventos dramáticos del 11 de septiembre de 2001 tuvo en cada uno de estos actores –¿testigos o espectadores?–, sino que el pensamiento conservador no es sino reacción irreflexiva frente a los parteaguas de la historia.

En un mundo simultáneamente globalizado y fragmentado, Speaking desde las heridas subraya que las fronteras persisten, que se reproducen, que separan; aunque también nos aproximan a avizorar al "otr@". En un incesante transitar, este libro nos reitera que las fronteras geográficas, de género, étnicas, nacionales, generacionales, de estilo literario, dan cuenta de las múltiples heridas que acaban por autonombrarnos.

El hecho de que su editora haya optado por incursionar en el ciberespacio para recopilar estos testimonios, nos permite advertir que, junto con ella, todos aún somos pioneros en un nuevo océano de posibilidades inimaginables [la "otra" realidad virtual/¿una realidad paralela?].

En síntesis, este libro convida a reflexionar sobre que en toda navegación está implícita la noción de un tiempo cargado de significados. ¡Enhorabuena a Claire Joysmith que ha podido trascender del Chronos en tanto tiempo cronológico (2001–2007), a un Kairos que advierte el tiempo cualitativo!

 

II PENSAR REMPLAZARÁ EL ACTO DE MATAR: SPEAKING DESDE LAS HERIDAS

Pilar Rodríguez Aranda1

El 11 de septiembre de 2001 o el 11–s (en inglés "9/11"), como comúnmente se le refiere, es una fecha que marca un cambio muy importante en la historia y, sin embargo, una fecha que puede ser fácilmente borra y no significar ya nada para las generaciones futuras, un dato más que recordar en el examen y nada más. Estoy pensando en otros 11 de septiembre, en Chile o en Sudáfrica, o en el "2 de octubre no se olvida". Aun cuando ese "no se olvida" sólo se aplica a quienes estuvieron ahí como testigos. La historia se convierte en una forma muy efectiva de censura cuando la cuentan aquellos en el poder: aquellos que sólo se sepan ciertas cosas (la historia oficial), lo cual, habitualmente significa simplificar las cosas al estilo del discurso del entonces presidente Bush: "them, the evildoers" (ellos, los malhechores) u "o están con nosotros o en contra de nosotros". En ese sentido, Speaking desde las heridas rompe con esa manera parcial de recontar, permitiendo reflexiones múltiples y haciendo eco de lo que miles de nosotros fuimos testigos en la pantalla de la "memoria entremetida" (Joysmith, ed., 2008: 91), como define a la televisión Cristina Rivera–Garza, una de las prologuistas de este libro.

Hace ocho años, yo vivía en Estados Unidos cuando la editora Claire Joysmith me envió un correo electrónico preguntándome si había escrito algo en respuesta a la caída de las Torres Gemelas. Ése fue el inicio de One Woundfor Another /Una herida por otra (2005), una compilación de testimonios de latinas y latinos en respuesta al 11–s. Cinco años después, Claire decidió expandir el alcance del contexto transfronterizo de ese primer libro y el resultado fue esta asombrosa colección de testimonios, 650 páginas, en los que la herida aparece claramente como un dolor colectivo y político que "deshace al mundo y, con él, a la idea de ese mundo" (Rivera Garza, 2008: 91).

Simplemente a partir del título uno se pregunta: ¿cómo se puede "hablar de una herida" y, más aún, hablarla de manera bilingüe?, ¿qué es un cibertestimonio transborder? En su introducción, Claire responde de inmediato a ésta y a muchas otras preguntas: "Desde un inicio, el objetivo fue dirigir la atención al binomio recuerdo / amnesia histórica, con una mirada crítica a las complejidades y las dicotomías por desmantelarse, como adentro/afuera, cerca/lejos, nosotros/ellos" (Joysmith, 2008: 50). La solicitud y recepción de los testimonios, tal como en la primera colección, se hizo a través de correos electrónicos, de ahí claro, el aspecto de "ciber", de "cibertestimonios"; la experiencia dejó de estar limitada a latinas y latinos de Estados Unidos y se cruzaron muchas fronteras "nacionales" (de ahí el transborder o transfronterizo); el "testimonio" fue elegido (una vez más), como un "medio para recobrar y documentar historias perdidas"; son los "relatos de experiencias vividas que, de otra manera, hubieran sido ignoradas y borradas de la memoria histórica" (Joysmith, 2008: 60). Cada testimonio, "la voz pequeña de la historia" (Beverley, 2008: 83), como lo nombra John Beverley, otro de los prologuistas del libro, es seguido por una autoidentificación que muestra realmente lo intricadamente complicados que son nuestros orígenes étnicos: "Soy defeña [...] de madre de origen libanés [...] y padre yucateco"; "nepantlera, activista espiritual, persona de raza mixta"; "nacido en la frontera interior o mexicano agringado", y así sucesivamente.

Algunos colaboradores de la primera compilación están aquí de nuevo, como Sandra Cisneros, Norma Alarcón y Ariel Dorfman; otros nombres que sobresalen, serían Raúl Salinas, Carlos Monsiváis, Berta Hiriart, José Emilio Pacheco. Pero aun cuando la mayoría de los colaboradores no son necesariamente "famosos", su entendimiento y profundidad del conocimiento que tienen de la herida profunda nacida del "Trauma Histórico",2 hace que sus testimonios sean poderosos y muy significativos. Como lo afirma, Maria Antònia Oliver–Rotger, la tercera prologuista, "El lenguaje de estos testimonios es claro, contundente y directo, porque proviene del alma y contrasta con la vaga fraseología de los medios globales y del lenguaje político" (Oliver–Rotger, 2008: 95).

En la película 11 '09 "01 11 de septiembre, en el segmento del cineasta egipcio Youssef Chahine, un soldado muerto dice: "Tú me puedes ver porque a ti te afectan las cosas que suceden... Yo vivo en tu mente". El artista responde que se siente furioso de que la gente no piense lo suficiente en los otros. Y el soldado le responde, "Tú no hiciste nada por ser escuchado". Con más de cien voces en este libro, esperaríamos ser escuchados, al menos un poquito más, aun si parece tan sólo un murmullo, pues la crueldad humana llena más volúmenes que su bondad. Speaking desde las heridas es, en efecto, un buen intento por contrarrestar tal disparidad, anhelando recuperar el "conocimiento" al que alude Gloria Anzaldúa, citado por Claire (Joysmith, 2008: 49), un conocimiento que hemos perdido en el camino: así como los hombres aprendieron que la Tierra no es plana, ahora necesitamos aprender que, efectivamente, Ella está viva, tal y como nosotros lo estamos, y que "[...] nuestros cuerpos y psiques están interiorizando el dolor del cuerpo sociopolítico mayor [...], nuestros cuerpos [..] también son territorios ocupados en los que otras guerras están sucediendo" (Gómez Peña, 2008: 301).

En otro segmento de la misma película,3 una maestra trata de explicar a docenas de niños afganos refugiados en Irán lo que acababa de pasar en Nueva York. Parecía una tarea imposible, cuando no podían siquiera comenzar a entender lo que era un rascacielos. Pero, para el resto de nosotros, en los llamados países "civilizados", como sería supuestamente, Estados Unidos, en esta era de conexión global instantánea, las noticias, las películas, en una palabra, la información, está disponible de inmediato con imágenes que nos ayudan a entender y de hecho nos convierten en testigos instantáneos; por qué no podemos sentir empatía con los "otros", los que viven sin hogar o viven en un pueblo sin hombres (u hombres sin piernas o sin brazos) y que están tan desesperados como para recorrer miles de millas para intentar encontrar una mejor vida, tan lejos de su propia gente, su propio idioma, a un lugar donde serán vistos como los oscuros invasores: "las mitologías satanizadas del cuerpo moreno se transfieren de una raza a otra, de un país a otro. Los recuerdos, así como los lapsos de atención, son cortos y cambiantes. El color, como la enfermedad, es contagioso" (Gómez Peña, 2008: 314).

Babel era el nombre de una torre donde nadie se entendía entre sí. Qué irónico que en Nueva York las torres contuvieran a trabajadores inmigrantes de más de cuarenta países, tantas y tan distintas lenguas y culturas, y aun así, el poder corporativo quiso ver el ataque como un enfrentamiento a su "libertad" (su blancura). Aun si los lectores de este volumen fuéramos sólo artistas, estudiantes y académicos, sería un buen inicio dar un paso para comenzar a descartar de nuestros vocabularios dicotomías inútiles, y dejar de culpar al Estado. Como dice John Beverley "Lo que nosotros realizamos como trabajadores culturales y educadores es hacer, deshacer y rehacer la hegemonía; en ese sentido, tenemos que trabajar con el Estado–nación, al mismo tiempo que intentamos transformarlo" (Beverley, por una bella 2008: 87).

Speaking desde las heridas es una de muchas herramientas potenciales de abordar hacia dicha transformación, que a su vez, implica cambiar nuestra manera la historia. cotidiana de habitar el mundo, como cuando Patrisia Gonzales nos aconseja qué hierbas usar para sanar el dolor y las heridas, para calmar el cerebro y sanar tanto el hígado como el corazón. Con gran humildad, ella termina diciéndonos: "Las plantas sabrán qué hacer" (Gonzales, 2008: 330).

También implica que cambiemos la visión que tenemos de nuestro futuro. John Brown Childs narra una historia precolombina que cuenta el pueblo de los Haudenausaunee, en el que el Conciliador le dice a la Madre de todas las naciones que "todos los pueblos se amarán entre sí y vivirán juntos en Paz," a lo que ella le respondió, "Su mensaje es bueno, pero una palabra no es nada hasta que adquiere forma... ¿qué forma adquirirá este mensaje?". Y él contestó "Tomará la forma de una casa comunal, todos vivirán bajo una madre principal. Tendrán una sola mente y vivirán bajo una sola ley. Pensar remplazará el matar.." (Joysmith, ed., 2008: 214–217). Y haciendo eco a estas palabras, José Skinner en su testimonio define la guerra en Irak como "una acusación directa del pensamiento conservador que, de hecho, ni siquiera es pensamiento, sino reacción irreflexiva". Esta manera de hacer eco y de entretejer las voces, hace que este libro sea una bella y poderosa forma de abordar la historia que está aún pasando. Como lo escribe Julio Ortega: "¿Qué puede ser la memoria sino un mayor proyecto? [...] Porque la violencia es la misma, pero cada víctima es diferente porque su sufrimiento es inadmisible/Porque el valor del pronombre se alza vivo en la torre que cada uno pone en pie/Allí donde nadie es ilegal" (Joysmith, ed., 2008: 214–217).

 

III SPEAKING DESDE LAS HERIDAS

Rodrigo Mier

Los textos reunidos en Speaking desde las heridas son el resultado de una indagación hecha por Claire Joysmith entre 2006 y 2007: un cuestionario de seis puntos fue enviado por Internet a unas 450 personas a las que se dio unos meses para enviar "algo" relativo a su experiencia tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. A pesar de que no todos los destinatarios respondieron al llamado de este cuestionario, lo cierto es que el número de participaciones se duplicó respecto de una indagación similar realizada en 2001 por Claire Joysmith y Clara Lomas, cuyos resultados conforman ahora el libro One Wound for Another / Una herida por otra.

Hay un pasaje "famoso" en el texto Ideología y aparatos ideológicos del Estado, de Louis Althusser, en el que se habla sobre el momento en que un individuo se constituye en sujeto. El ejemplo que pone Althusser es éste: un policía interpela (o llama) a una persona en la calle: "¡Eh, usted, oiga!". En nueve de diez casos, afirma este teórico, el individuo interpelado gira 180° y se vuelve hacia aquel que lo ha llamado. ¿Por qué?, se pregunta Althusser: porque reconoce que la interpelación se dirige precisamente a él (o ella) y que es precisamente él (o ella) quien ha sido interpelado (y no otro). La atención puesta sobre este pasaje se ha centrado en gran medida en esos nueve individuos interpelados, ese 90 por ciento de individuos que se vuelven cuando los llaman; no obstante, uno no puede más que preguntarse qué pasó con aquel o aquella que no fue interpelado, (o interpelada), con aquel o aquella que no respondió al llamado de la ley.

Siguiendo las cuentas dadas por Claire Joysmith en la introducción a Speaking desde las heridas, el llamado se hizo por vía electrónica a cerca de 450 personas, más unas cien o ciento cincuenta que recibieron de éstas el mismo correo. Sin ánimo de ser muy puntilloso, habría que decir que las 114 contribuciones que encontramos en el libro corresponden únicamente a 20 por ciento del total. (En sentido estricto, el libro cuenta en realidad con más testimonios, ya que algunos de éstos se encuentran "incrustados" en otros, como sucede con los relatos incluidos en el texto de Hilda Chacón). En otras palabras, sólo unos dos de cada diez individuos interpelados se sentaron a escribir frente a la computadora y, en algún momento, enviaron el texto en respuesta al llamado, que, habría que decirlo, en muchas ocasiones no se correspondió con las preguntas formuladas en el cuestionario. En la introducción se nos dice que este momento de subjetivación (i.e. el momento en que los participantes pulsaron enter/enviar en sus computadoras) "señala el compartir volitivo individual dirigido a una colectividad" (Joysmith, 2008: 54). Esta acción, me parece, correspondería al giro de 180° descrito antes en el ejemplo del policía que interpela al transeúnte. Pero el libro que presentamos hoy no es (o no es claramente) el llamado de la ley a sus sujetos. Entonces, habría que preguntarse, ¿quién o qué llama en este libro y quién o qué responde? Pero también habría que hacerse otras preguntas: ¿en dónde quedaron los que no respondieron?, ¿por qué no fueron interpelados?, ¿qué pensar de los ausentes si, como he mostrado, representan un número mucho mayor que el de los presentes?, ¿cómo contar a los que no contaron su historia (o un pedazo de ella)?

Como mencioné, en la introducción al libro se nos dice que las contribuciones han sido el resultado de un acto voluntario y que éste ha sido dirigido a una colectividad. Esto, me parece, es de gran importancia, pues descubre algo fundamental en la política: la intervención subjetiva. Todos los testimonios incluidos en Speaking desde las heridas son, de alguna manera, trayectos subjetivos trazados por sus distintos autores. Por otra parte, el hecho de que los textos se planteen como dirigidos a una pluralidad que va más allá del "yo" que los organiza, me parece que también descubre otro principio fundamental de la política: la acción colectiva. Esto es, precisamente, lo que encontramos en el prólogo escrito por John Beverley:

Lo que esta compilación hace es crear una comunidad; un tanto extraña, de algún modo arbitrariamente conjuntada por la voluntad de la editora y que existe sólo en el ciberespacio, que es "virtual" como se dice [...], pero también una comunidad que claramente comparte algunos presupuestos básicos y respuestas afectivas frente a lo que está sucediendo en el mundo, y que tiene capacidad para la acción colectiva (2008: 83).

Sin ánimo de negar lo dicho anteriormente, quisiera agregar que es necesario tener en cuenta que, si bien no se trata de una interpelación hecha por el Estado, como en el ejemplo de Althusser, lo que encontramos activo en este libro es parte de una compleja tecnología política que desde hace muchos siglos ha sido utilizada en Occidente para descubrir o producir la verdad. Se trata de una forma jurídica, administrativa, religiosa y médica definida como "indagación", la cual es en realidad un dispositivo ligado al ejercicio del poder, ya que tiene la peculiaridad de hacernos hablar o, más concretamente, de hacernos decir. Las seis preguntas que enmarcan Speaking desde las heridas y que hace visible un pedazo de memoria narrada por una serie discontinua de individuos son también las mismas que ponen a funcionar los engranes de una sofisticada maquinaria disciplinaria que no sólo nos hace hablar o decir, sino que nos pone en nuestro lugar o nos obliga a encontrar un lugar desde dónde hablar y decir. Éste es el sentido de "identidad cultural" que encontramos a lo largo del libro y del cual me gustaría decir algo más. Por ahora, sin embargo, quisiera volver al 11 de septiembre de 2001, que es de donde han partido (de manera explícita o implícita) los textos incluidos en los cibertestimonios de Speaking desde las heridas.

Algunos ojos (no muchos) fueron testigos del instante en que un avión comercial se impactaba contra los pisos superiores de una de las torres gemelas en Nueva York. A estos ojos se sumaron otros (muchos otros) que miraron el humo negro que salía de la torre golpeada cuando un segundo avión comercial se perdía en los pisos superiores de la otra torre. Prácticamente nadie se perdió el desmoronamiento de las torres: primero una, luego la otra.

Al margen de haber sido o no testigos presenciales de este acontecimiento (i.e. al margen de haber estado o no presentes), sería difícil negar que "algo" sucedió ese 11 de septiembre de 2001. No obstante, precisar (o intentar precisar) qué fue exactamente lo que sucedió resulta bastante más difícil. Y resulta difícil, porque sea lo que sea que haya pasado, en realidad "eso" que pasó no ha dejado de pasar. Si nos gusta jugar con los términos, bien podríamos afirmar que el 11 de septiembre no ha pasado. Pero, ¿qué podría querer decir "eso"?, ¿qué podría querer decir que el 11 de septiembre no ha pasado?

En una entrevista sobre el movimiento estudiantil del 68 en México, Héctor Aguilar Camín se preguntaba si el 68 era parte de nuestro pasado o parte de nuestro presente; esto es, si el movimiento del 68 era "historia reciente" o "política actual". No me cabe la menor duda de que todos los textos incluidos en Speaking desde las heridas consideran que el 11 de septiembre es "política actual"; esto es, que el 11 de septiembre es una herida abierta desde la cual se habla (en presente): "Hay momentos en la historia actual", podemos leer en uno de los muchos textos del libro, "que uno presiente inmediatamente como sobrecogedores, cruciales y de resonancia innegable para siempre en la historia" (Lomelí, 2008: 375).

Pero si el 11 de septiembre "no ha pasado", entonces debe ser el anuncio de otra cosa, el anticipo de algo que compete al futuro y al porvenir. Este futuro, me parece, tiene mucho que ver con la ética, con la política y con la retórica. Creo ver en muchos de los testimonios reunidos en Speaking desde las heridas una preocupación honesta por este porvenir: "¿Cómo seguir adelante after tragedy?", se pregunta uno de los testimonios. "After the World, as we have known it, has been rent apart? And yet, we must continue in our struggle to work for peace, even against such devastating and disheartening events as the events of September 11, 2001, that so dramatically changed our country, indeed our world" (Cantú, 2008:174).

Me gustaría decir algo más sobre esto, ya que, al menos a mí, me ayuda a contestarme una pregunta sencilla (y al mismo tiempo profundamente compleja) sobre el libro Speaking desde la heridas: ¿cómo leerlo? Lo que sigue no es, pues, más que un ejercicio de lectura, un intento por esclarecer(me) la actualidad política de esos textos y el futuro que anuncian.

Volver una y otra vez sobre lo acontecido ese día es ya, de alguna manera, ponerlo en duda; es ya, de cierta forma, sospechar que lo que vieron (o no) nuestros ojos es el síntoma de algo mucho más complejo. La pregunta no es, pues, qué sucedió el 11 de septiembre, sino qué sucedió en lo que sucedió; la pregunta relevante no es qué se cayó el 11 de septiembre, sino qué se cayó en lo que se cayó. (Si leemos este último enunciado un poco fuera de la escritura, también habría que preguntarse "qué se calló en lo que se calló el 11 de septiembre de 2001"). Estas preguntas, me parece, definen el escenario de los textos incluidos en Speaking desde las heridas. Lejos de la fragilidad de esas dos torres, los testimonios de este libro muestran la fragilidad de nuestro mundo y, también, la fragilidad de nuestra posición en él.

Muchos de sus textos nos remiten a este acontecimiento, cuya destrucción (e inmediata limpieza y desaparición) termina por vaciarlo de sentido y convertirlo en una especie de hueco desde el cual es posible construir una larga serie de narrativas personales. Si bien estas historias están detonadas por un suceso abiertamente público, todas ellas se desplazan "fuera" del acontecimiento para construir su verdad. (Toda verdad, ha dicho Alain Badiou, es postacontecimiento). Como podemos constatar en los relatos del libro, estos desplazamientos retóricos nos llevan a los innumerables escenarios en donde se desarrollan dramas de la vida privada o sucesos históricos, dentro y fuera del continente americano. Llama la atención la regularidad de estos escenarios, ya que en la esfera de la vida privada nos encontramos una y otra vez en el espacio íntimo, a veces seguro, de la casa o de la familia: "Yo terminé el 11 de septiembre de 2001", dice uno de los relatos, "en una bañera llena de agua caliente, llorando a gritos [...] El centro caliente de mi dolor [no se encontraba en la caída de las torres, sino en] una crisis familiar" (Averbach, 2008:127). En la esfera pública, por su parte, las referencias más recurrentes son el golpe militar en Chile (11 de septiembre de 1973), los atentados en la estación del metro de Atocha en Madrid (11 de marzo de 2004) y el huracán Katrina (agosto de 2005).

Pero si bien estos escenarios nos refieren a lugares comunes en la historia de nuestro continente o a espacios cerrados que usualmente asociamos con la seguridad, me parece que la mayoría de los textos comparte una retórica similar que define su presente (el suyo y el nuestro). Esta retórica, que gira en torno a la noción de "crisis", carece de sustento sólido. Así como las torres, en apariencia sólidas, se desvanecieron en el aire o se desmoronaron como un terrón de azúcar, el suelo que sostiene los testimonios del libro se encuentra en ruinas. No sería fácil mostrar esto con pasajes concretos extraídos del libro, ya que se trata, en última instancia, del sustento mismo de sus narrativas. Al margen del orden o de la forma en que decidamos leer estos testimonios, el "escenario afectivo" (o pathos) que definen como su presente, o como el estado de la situación, se condensa en un vocabulario negativo y un tanto sórdido: "miedo", "incendio", "violencia", "sangre", "quebranto", "zozobra", "incertidumbre", "guerra", "sufrimiento", "pesares", "horror", "desastre", "angustia", "odio", "ira", "terrorismo", "mal" o "llanto" son sólo algunos de los términos que encontramos obsesivamente presentes en los relatos del libro. En otro de los prólogos del libro, Cristina Rivera Garza resume acertadamente este vocabulario, al definirlo como una "verdadera gramática del dolor" (91).

La recurrencia de esta gramática me ha hecho pensar no tanto en los distintos sujetos que las enuncian en los textos reunidos en Speaking desde las heridas, sino en los pasajeros que viajaban aquel aciago día en los aviones secuestrados. Y pienso en ellos, por dos razones: primero, porque, con toda seguridad, esta "gramática del dolor" no había sido empacada en las maletas de los pasajeros que viajaban ese día en los aviones secuestrados y, segundo, porque contra lo que ellos mismos pudieran haber imaginado, esos pasajeros no tenían la más remota idea de lo que hacían. Con esto quiero decir que, en términos narrativos y políticos, los seres humanos que murieron aquel día (tanto en los aviones como en las torres), así como los que murieron después (tanto en Afganistán como en Irak) en realidad vivían, sin saberlo, en una ficción construida por alguien más. En términos políticos, podríamos decir que esos hombres y esas mujeres se convirtieron, fatalmente y al margen de su voluntad, en sujetos de la política de otro.

En el prólogo al libro Speaking desde las heridas, John Beverley sugiere que nuestra relación con el subalterno ha cambiado de ser un asunto ético, a uno político. Ante la violenta fuerza reaccionaria, dice, todos somos de alguna manera subalternos (Beverley, 2008: 88). Esta subalternización del individuo es a la que me refiero cuando hablo de ser sujetos de la política de otro. Creo ver en muchos de los relatos incluidos en el libro editado por Claire Joysmith (y en el cual me incluyo a mí mismo) una sensación compartida por sus protagonistas de ser sujetos de una política neoconservadora de la que, irónica y trágicamente, estamos conscientes. Y es aquí en donde veo también algo recurrente en los muchos textos que conforman este libro y que no tiene tanto que ver con nuestras formas de subjetivación o de sujeción, sino con algo más elemental que podemos formular como una pregunta de corte ético y político: ¿cómo debemos gobernarnos (o cuidarnos) a nosotros mismos en un presente que, como hemos visto, se desenvuelve en un escenario que no sólo es violento, sino que promueve en su estructura misma una polarización del campo social, una creciente migración forzada y un sinfín de exclusiones?

Arriba dije, un poco jugando con los términos, que el 11 de septiembre no había pasado. Lejos de negar el acontecimiento, mi intención era insinuar que el 11 de septiembre de 2001 mostró (como también lo hizo el fracaso militar estadunidense en Vietnam –esa otra "herida abierta" que Estados Unidos intentó fallidamente cerrar años más tarde en Irak–) que si bien el poder es muy real, también es contingente. Donde hay poder, ha dicho Michel Foucault, hay resistencia. Ésta es, tal vez, una de las preguntas más difíciles que le podemos hacer a los testimonios incluidos en el libro Speaking desde las heridas: ¿qué tipo de resistencia movilizan sus textos en la escritura? ¿Logran sus "anécdotas" o sus "experiencias personales" desorganizar o perturbar en algún sentido la violencia misma que las ha hecho aparecer? Estas preguntas no pueden más que quedar abiertas, ya que no definen la relación entre un "problema" y una "solución", sino algo más complejo: un trabajo paciente, constante y creativo en el que individuos y colectividades luchan en escenarios locales (quizás íntimos y privados), así como en el ámbito más amplio de lo global.

Hay algo que dice Alain Badiou respecto a la política, que bien podría acompañar a los testimonios incluidos en Speaking desde las heridas, así como a la lectura que decidamos hacer de ellos:

Es fundamental afirmar que la política es desinteresada, porque la lógica del mundo es la lógica del interés. Tenemos que afirmar categóricamente que la política es tan desinteresada como el arte, que hacemos política por la política misma, de la misma manera que un artista hace una obra por la obra en sí. La política no es un medio. La política es una afirmación. La afirmación de que otro mundo es posible. Y se puede afirmar que otro mundo es posible en un punto muy pequeño. No necesitamos cambiar el mundo para afirmar que otro mundo es posible. Necesitamos cambiar algo. Y hacerlo porque nos interesa hacerlo, porque queremos hacerlo (conferencia del 25 de abril de 2000).

Las reivindicaciones particulares o interesadas, dice Badiou, no deben ser tomadas, en un sentido estricto, como "políticas", ya que no están dotadas de un carácter universal; esto es, no implican a todos, a todo el mundo. Yo no sé si las muchas identidades culturales que aparecen a lo largo del libro Speaking desde las heridas (y que encontramos en las breves notas biográficas que acompañan los textos) logran, en este sentido, dotar de un carácter universal a la comunidad cibernética que parecen anunciar o si, por el contrario, este multiculturalismo sólo contribuiría a promover el interés interesado de los distintos grupos y, en última instancia, a la división social. (A mí me parece, y esto lo digo contra muchas de las cosas que encontramos en Speaking desde las heridas, que toda identidad, comprendida en su dimensión estratégica o esencialista, presupone siempre la aceptación de una posición marginal con respecto al centro; esto es, que toda identidad cultural está definida en términos negativos).

Al inicio de este escrito me pregunté cómo se podría leer este libro y dije que lo que haría se limitaría a un ejercicio de lectura, cuyo único objetivo consistiría en aclarar(me) un poco la actualidad política de sus textos y el futuro que anunciaban. Me gustaría volver a formular esa pregunta y sugerir que este libro hay que leerlo de manera impropia y, tal vez, un tanto iconoclasta. Esta lectura, me parece, tendría que realizarse sin nombres propios (o sea, sin autores) y sin identidades culturales; esto es, una lectura organizada desde la minúscula y el plural. Después de todo, when Speaking desde las heridas, ¿qué importa quién habla?

 

III ONE WOUND FOR ANOTHER: UNA HERIDA POR OTRA. TESTIMONIOS DE LATIN@S IN THE U.S. THROUGH CYBERSPACE (11 DE SEPTIEMBRE DE 2001–11 DE MARZO DE 2002) MÉXICO, UNAM, 2005

Carmen M. Méndez–García

Aun cuando ya han pasado casi diez años, raro es el día en que no se habla en las noticias, en Internet, en la radio o en conversaciones habituales los ataques a las torres gemelas del 11 de septiembre. Este acontecimiento y sus consecuencias históricas, políticas y sociales también han recibido la, atención de académicos, quienes han analizado sus secuelas desde perspectivas psicológicas y sociales y desde el campo de los estudios del trauma, analizado sus y desde luego, está comenzando a ser reflejado, tras un periodo de silencio o duelo, en multitud de productos culturales que cubren una amplia variedad de campos, desde el cómic hasta el cine, pasando por novelas y música popular. La aparición del libro que nos ocupa, One Wound for Another: y sociales y desde Una herida por otra. Testimonios de Latin@s in the U.S. Through Cyberspace (11 el campo de septiembre de 2001–11 de marzo de 2002) puede, pues, encuadrarse dentro de este movimiento de reflexión y testimonio sobre los acontecimientos del trauma. del 11–s. Es precisamente su manifestación dentro de este contexto lo que puede llevarnos a preguntarnos qué es lo que, específicamente, aporta este libro que en su subtítulo admite ubicarse dentro del género del testimonio, cuál es su principal contribución al estudio de estos acontecimientos y su influencia social.

El propio título de la obra de Clara Lomas y Claire Joysmith refleja lo que son, en nuestra opinión, los tres aportes fundamentales del volumen: en primer lugar, se destaca la dimensión cultural en la que se ubican los testimonios, que son los escritos por Latin@s: tal y como las editoras avanzan en el prólogo, es su intención "recoger los testimonios de quienes viven en Estados Unidos y conservan sus raíces mexicanas, dominicanas, chilenas, cubanas, puertorriqueñas, salvadoreñas; aquellos que hablan dos idiomas; aquellos que tienen una visión más amplia y sobre todo más crítica de la política norteamericana" (Joysmith y Lomas, eds., 2005: 17). En segundo lugar, el subtítulo explicita cuál es el medio utilizado para la compilación de los testimonios, y éste no es otro que el ciberespacio, lugar de encuentro e inmediatez. Por último, el título habla, en dos lenguas (como se hará a lo largo de todo el volumen) de heridas, de venganza, de reparación y de curación. Más adelante veremos cómo es la intención principal del libro "contrarrestar los efectos insidiosos de la 'borradura' y la amnesia histórica" (13), pues queda claro para el lector al finalizar el volumen que si la historia y las historias no se conocen, si no se tiene una visión amplia y crítica, si no se puede articular con las palabras adecuadas y escuchar o leer lo explicado, es imposible no repetir los errores del pasado y estaremos condenados a recrudecer la herida abierta de la que Gloria Anzaldúa (a quien está dedicado el volumen) habla en su obra Borderlands / La Frontera. El desafío que precisamente Anzaldúa lanza a los colaboradores del volumen, "levántate, rise up in testimonio" (Joysmith y Lomas, eds., 2005: 102) tiene que ser también recogido por el lector, que tiene también que levantarse para escuchar en testimonio, y recrear en numerosas ocasiones, a través de la lectura de las historias de estos/as latinos/as en torno al 11 de septiembre, su propia historia y las emociones e incertidumbres del día de los ataques y las semanas que le siguieron. Si es difícil para muchos de los testimonialistas del volumen recitar una oración, debido a la falta de palabras (Joysmith y Lomas, eds., 2005: 105), también el lector se ve atrapado de nuevo en esa misma mañana, viviendo con los narradores "la desorientación inicial, con frecuencia consciente de la falta de un discurso para articularla, contrapunteada por una necesidad de comunicarse por medio de palabras" (Joysmith y Lomas, eds., 2005: 71).

Las editoras se remiten a la concepción original del término testimonio, como "género etnográfico a través del cual la gente que no tenía 'voz' política ofrecía [...] relatos personales como testigo presencial de traumas, violencia, represión extrema de mucho tiempo y luchas duraderas por la supervivencia de comunidades enteras ubicadas dentro de regiones específicas o fronteras nacionales" (Joysmith y Lomas, eds., 2005: 61). Es este uso del testimonio y la ubicación del volumen dentro de esta tradición genérica la que confiere valor y actualidad a su labor, lo que permite que, como se indica en el prólogo, estas historias vayan más allá de la mera observación y se conviertan en testimonio, complementando la dimensión personal del testigo directo, con las implicaciones políticas que tuvieron los ataques para la estabilidad de sus barrios, sus ciudades, o sus países. No sólo se documenta el ataque, sino también las narraciones son un intento, al mismo tiempo, de cerrar las heridas producidas por esta violencia: es en la palabra donde autores y lectores se encuentran, lamiéndose sus heridas y reflexionando sobre la utilidad (o más bien, inutilidad) política, social y personal de la venganza, bien personal o bien institucional.

La libertad que se ofrece a cada uno de los testimonialistas de elegir el idioma de sus escritos no sólo redunda en una extraordinaria riqueza polifónica, sino que tiene también como resultado una elección significativa del lenguaje, puesto que para cada uno de los escritores elegir una lengua u otra tiene implicaciones que combinan lo político y lo personal, los efectos individuales y sentimentales de los ataques y también su lado más comunal y crítico. Independientemente de la lengua elegida, el cruce de historias sirve para tejer una narrativa común que une las experiencias personales a un nivel no sólo íntimo sino también comunitario, haciendo que las historias, con minúscula, se conviertan en la argamasa que une los ladrillos de la civilización (Alcalá, 2005: 90)

Previamente hemos comentado que una de las principales novedades del volumen es, precisamente, el medio que se escogió para recoger los testimonios: el correo electrónico, espacio que captura la inmediatez de lo vivido, de lo narrado. No sólo es también garantía de espontaneidad, sino que, al no estar mediadas las narraciones ni modificadas por las compiladoras (que permiten, en todo momento, que las voces hablen al lector directamente, cada una con sus propios dejes e interpretaciones) se facilita el diálogo con el lector, que es el receptor implícito de los correos, poemas o columnas: en una palabra, del testimonio. Resulta, evidentemente, lógico que se pidieran los testimonios directamente a través de Internet, dado que fue la manera en la que muchas de las personas que residían en Estados Unidos fueron capaces de ponerse en contacto con allegados en su mismo país o fuera de éste. Además de su presencia como nexo, los testimonios del volumen no dejan lugar a dudas sobre el otro gran papel que jugaron las comunicaciones electrónicas durante los días posteriores: Internet se convirtió en un gran repositorio de información donde se dio cabida a voces y opiniones opuestas a la postura mayoritaria y aparentemente homogénea de venganza tras el ataque, abriendo el camino para un movimiento organizado de resistencia a represalias posteriores.

Al hojear casualmente el libro, el lector interesado puede, posiblemente, sorprenderse por la presencia de grandes nombres dentro de las letras y la cultura latina intercalados con autores anónimos o desconocidos para el gran público. Sin duda, desde un punto de vista editorial, hubiera resultado más sencillo dar relevancia especial a estos 'pesos pesados' de las letras latinas en detrimento de otros testimonios que, aunque igualmente valiosos, no parecen tener a priori la ventaja de estar escritos por alguien de reconocido prestigio. La arriesgada decisión de las editoras de ubicar todos los testimonios en un orden puramente alfabético, de la a a la z, enfatiza el carácter plural y polifónico del libro, sin hacer distinción entre testimonios "mayores" y "menores", y amplía también para el lector la perspectiva de su propia vivencia y de las que puede leer a lo largo del volumen. La acertada elección del orden alfabético evita, evidentemente, otro tipo de ordenaciones, pero en lo referente a un posible orden genérico, no sólo éste no se echa de menos, sino que gran parte de la riqueza y emoción del libro se deriva precisamente de la alternancia de textos cómicos aunque amargos (como el escrito por Guillermo Gómez–Peña y Elaine Katzenberger), diarios (así, por ejemplo, los de Adriana González Mateos o Amelia María de la Luz Montes), o incluso una oración judía de Aurora Levins Morales, que insta a los lectores a "step out of your doorways and see your neighbors" (2005: 205). Poemas y canciones se alternan con correos electrónicos fechados y enviados durante los días siguientes al 11 de septiembre (Roselyn Costantino, Fidel Delgado, entre otros) y con testimonios que respetan el formato sugerido por las editoras, o historias más largas, mixtas, en español, en inglés, en Spanglish, que en ocasiones dejan lugar a artículos o columnas escritos para periódicos poco después de los ataques, con lo que años después aún se saborea la inmediatez de la pieza original. El primer testimonio que llegó a sus manos, de George Yúdice, aparece precisamente en último lugar (junto con una selección de las conclusiones de su obra The Expediency of Culture: Uses of Culture in the Global Era,) y sirve como un compendio crítico sobre temas que se han abordado en los testimonios anteriores: las consecuencias culturales del 11 de septiembre, la connivencia de los medios y el gobierno en muchas ocasiones, la censura para crear marcos interpretativos cerrados o para silenciar voces discordantes, al negarles cobertura mediática, las manifestaciones individuales o colectivas en contra de la guerra.

Cada testimonio incluye al final una identificación por parte de los autores, que aprovechan la oportunidad para hacer una radiografía de su historia, momento vital y origen nacional o implicación política con Estados Unidos. Lejos de tratarse de datos de trámite, muchos de los testimonialistas han escrito verdaderos tratados sobre su origen e ideas personales, sociales y políticas, que invitan a releer sus testimonios y a saborearlos de nuevo, ahora con el conocimiento que se obtiene de esos cortos apéndices (autodescripciones) que cierran cada uno de los testimonios.

Al enfrentarnos a esta gran variedad de formatos, una organización temática parece mucho más coherente para las necesidades de este análisis que una de carácter genérico. La interdisciplinariedad inherente a la naturaleza propia de la forma testimonial (Joysmith y Lomas, eds., 2005:66) resulta, sin embargo, en una serie de temas recurrentes y que se entrelazan a lo largo de las más de trescientas páginas del libro. El tema fundamental de esta obra, y el que parece de hecho haber estado en la mente de las editoras durante el proceso de petición de testimonios, es la posibilidad de una curación individual y colectiva a partir de la narración, de los sucesos del 11 de septiembre. Los sentimientos de desorientación y la necesidad de replantearse prioridades y buscar apoyo en los seres queridos, que es la base de un grandísimo porcentaje de testimonios, se complementa con la creencia en el poder curativo del duelo y su exposición, entendiendo el duelo no como un proceso meramente individual, sino también como un acto interpersonal y cultural, máxime cuando muchos de los testimonialistas parecen remitirse a sus raíces y a su propia historia familiar. Tal y como afirman las editoras, existe en ellas la profunda convicción de que "a través de la comunicación, la catarsis y la creatividad, a través de producir testimonio en sí, la herida inflingida [...] encontraría manera de iniciar algún proceso de sanación [...] que estos testimonios sean un medio para sanar heridas, de ayudar a otros a sanar heridas, para que otros sepan de las múltiples heridas de otros" (Joysmith y Lomas, eds., 2005: 70–80). En su testimonio, Gloria Anzaldúa denomina al espacio donde se desarrollan los testimonios 'Nepantla', un lugar fronterizo y psíquico entre el pasado, conocido, y el futuro, desconocido e imprevisible. Tan sólo el testimonio, la narración, puede ayudar a curar, como atestigua Norma Elia Cantú en su escrito, en el que destaca el poder de las palabras, que obligan a cambiar, a la justicia, a la paz.

El problema que muchos de los narradores encuentran para poder articular en palabras lo vivido es que tan sólo unos pocos tuvieron una experiencia directa de lo sucedido en la zona cero, mientras que la experiencia de la gran mayoría viene mediada por las imágenes, que seleccionan la información recibida y la modifican y, en cierto modo, explican antes de su interpretación por parte del espectador. Gustavo Geirola (2005:166) denomina a esto "guerra discursiva", una batalla no entre discursos, sino "entre el lenguaje y el acontecimiento", señalando cómo gran parte de lo sucedido es inabarcable e incomprensible hasta que empiezan a aparecer "los discursos académicos en los diarios más importantes del país, donde los intelectuales intentaban ayudar a que el balbuceo se tornara más coherente, a que el acontecimiento hablara y produjera sentido" (Geirola, 2005: 168). Algunos testimonios, como el de George Núñez, destacan cómo las imágenes repetidas hasta la saciedad en los medios de comunicación representan tan sólo una parte de la realidad; él lamenta la falta de otras fotografías o imágenes, y de otras muchas instantáneas que su retina recogió durante su experiencia en la zona cero en su labor trabajando en la Cruz Roja. Esta experiencia no directa, la interferencia de los medios de comunicación, es desde luego reconocida por las editoras, que adelantan que los testimonios "vienen de participantes que, tanto temporal como espacialmente, eran observadores globales, testigos, la mayor parte, a través de los medios masivos" (Joysmith y Lomas, eds., 2005: 61).

El aspecto de las latinidades en el libro se trata ya en el mismo título de éste, y sería un inmenso error no reconocer la importancia del origen nacional de casi todos los testimonialistas, mayor inclusive si se tiene en cuenta que México y gran parte de los países del resto del continente americano fueron los primeros afectados por el cambio en política internacional de Estados Unidos inmediatamente después del 11 de septiembre. Sin olvidar tampoco a todos los trabajadores latinos (ilegales, y por lo tanto, ni oficialmente desaparecidos ni oficialmente muertos) que pudieran haber muerto en el ataque a las torres gemelas, los/las autores/as analizan también el desmoronamiento del pacto migratorio entre Estados Unidos y México, y la desconfianza generalizada hacia el "otro" en territorio norteamericano. Los sucesos de aquel mes de septiembre obligan a replantear la cuestión de la visibilidad y la invisibilidad, como lamenta Eliana S. Rivero: "qué irónico: resulta que antes queríamos que se nos viera, no ser invisibles, sobresalir. Y ahora, a lo mejor queremos volver a nuestra invisibilidad, que no nos note para que no nos sospechen, para que no nos confundan" (2005: 248). Aunque, como afirma Socorro Tabuenca, el que vive en una identidad fronteriza tiene una capacidad adquirida de adaptarse a los cambios, no se pueden ignorar las nuevas implicaciones, políticas y sociales, de la latinidad, de la legalidad, y de la invisibilidad en Estados Unidos, y así lo demuestran las reflexiones de muchos de los testimonialistas.

Nuestro análisis en este momento se ha centrado en el estudio temático de la forma misma del testimonio, un género que enfatiza las historias, con minúscula, la vivencia individual de un suceso. Puede parecer, por tanto, que el libro se sustenta sobre una serie de narraciones altamente subjetivas que nada tiene que aportar, más allá del aspecto anecdótico: nada más lejos de la realidad. Como se reconoce en el prólogo del volumen, "lo personal es político" (Poniatowska, 2005:19), y por individuales que sean los testimonios, rara vez rehuyen los testimonialistas la implicación de lo subjetivo en lo histórico, de lo particular en lo político. El mismo Callfor Papers se nutre ya de una serie de preguntas en las que lo personal y lo político están equilibrados: de un total de cinco preguntas, dos se refieren a aspectos subjetivos, dos a aspectos objetivos, y una última pregunta, "What issues have opened up and/or changed for you [...] within the context of these last months' events, specifically as a La–El compromiso tino/a within the U.S.?" (Joysmith y Lomas, eds., 2005: 310), que abarca político y el análisis y une lo objetivo y lo subjetivo. Incluso los testimonialistas que no siguen social, nuevos el formato propuesto se encuentran, inevitablemente, comparando los en algunos casos, acontecimientos de 2001 con otras fechas significativas como el ataque a redescubiertos la Casa de la Moneda, en Chile (así, por ejemplo, en el testimonio de Ariel en otros, provoca Dorfman o Hilda Chacón), lo que ubica a los atentados del 11 de septiembre en un contexto no sólo político, sino también emotivo y personal. El compromiso político y el análisis social, nuevos en algunos casos, redescubiertos en otros, hace que muchos testimonios se muevan de lo político a lo personal y viceversa. Los acontecimientos se viven a veces como a lo personal experiencias que "han confirmado sospechas y me han reafirmado certezas." (Mier, 2005: 208).

Los descubrimientos individuales y políticos a los que llegan cada uno de los testimonialistas son demasiados, en número, y excesivos, en profundidad, para una reseña como la que nos ocupa. Destacaremos, sin embargo, cómo Rodrigo Mier constata que se ha confirmado una de sus sospechas, "el abismo que se ha abierto en Estados Unidos entre intelectuales y políticos. Los primeros se han extraviado (y protegido) en la irrealidad de la universidad y la teoría; los segundos se han perdido (y protegido) en la irrealidad de prácticas cada vez más irresponsables" (Mier, 2005: 208).

Este testimonio es uno de los últimos que el lector encuentra en el libro, y, sin lugar a dudas, si éste ha conseguido reflexionar, emocionarse, descubrir y descubrirse con todos los testimonios que lo preceden, llegará en este momento a darse cuenta de que este One Wound for Another / Una herida por otra es una respuesta a la necesidad de hallar en nosotros mismos la unión de lo emotivo, lo intelectual y lo político, de cerrar los espacios que existen entre estos tres aspectos, individual o colectivamente, para conseguir suturar, también, heridas. La sensación que deja el volumen (que es, en ocasiones, un trayecto doloroso a nuestras propias emociones y a la complejidad moral e intelectual de un tema tan complicado como el terrorismo internacional) es que las autoras han conseguido hacer realidad la advocación que Anzaldúa, a quien está dedicado el volumen, hace en su testimonio, "may we do work that matters": que nuestro trabajo importe, que marque la diferencia. Ésta era, obviamente, la intención de las editoras y es, sin duda, lo que hace valioso e imprescindible este volumen.

 

BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS

1 Una versión en inglés más breve de este texto apareció en Voices of Mexico, no. 86, septiembre–diciembre de 2009.

2 Trauma Histórico es definido por Maria Yellow Horse Brave Heart, como "el acto acumulativo y colectivo de recibir heridas, a través de las generaciones, 'emanado de un trauma masivo grupal'," citado por Patrisia Gonzales (2008: 329).

3 De la cineasta iraní Samira Makhmalbaf.

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