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Norteamérica
versión On-line ISSN 2448-7228versión impresa ISSN 1870-3550
Norteamérica vol.7 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2012
Análisis de actualidad
Expresiones de violencia de género en la frontera norte de México: el caso de Ciudad Juárez
Germán Vega Briones*
* Profesor investigador de El Colegio de la Frontera Norte, gvega@colef.mx.
Recibido: 20/03/2012
Aceptado: 18/09/2012
Resumen
Con base en casi cien entrevistas de campo, en este trabajo discutimos cuáles son las causas y los detonadores de la violencia ejercida por varones hacia mujeres trabajadoras de la maquila en Ciudad Juárez, Chihuahua. La hipótesis es que los varones recurren a la violencia para recordar a las mujeres cuál es su papel en la sociedad. La perspectiva de género y el supuesto ambiente "sexuado" de las mujeres que trabajan en las maquiladoras servirán para ofrecer una de las varias explicaciones de la violencia. Por ejemplo, años atrás Marvin Harris explicó que una de las razones por la que los varones se negaban a que sus esposas trabajaran era porque al ingresar al mercado de trabajo ellos perdían todos o parte de sus privilegios (como el aseo del hogar; o que alguien les prepare su ropa o los alimentos).
Palabras clave: violencia, género, ciudad de la frontera norte.
Abstract
Based on almost 100 field interviews, this article discusses the causes and detonators of violence perpetrated by males on women maquiladora workers in Ciudad Juárez, Chihuahua. The hypothesis is that men resort to violence to remind women of their role in society. The gender perspective and the supposed "sexualized" atmosphere of women working in the maquiladoras serve to offer one of various explanations of the violence. For example, years ago, Marvin Harris explained that one of the reasons men did not allow their wives to work was because when they entered the labor market, men lost all or part of their privileges (like having their homes cleaned, or having someone to get their clothing ready or prepare their meals).
Key words: violence, gender, northern border city.
Introducción
La idea central de este trabajo es mostrar y analizar algunas causas de violencia de género y sus diferentes manifestaciones o expresiones en Ciudad Juárez, Chihuahua. El trabajo se basa, en lo fundamental, en la exposición y análisis de algunas de las cien entrevistas, recabadas entre hombres y mujeres de Ciudad Juárez a principios de los noventa; otras fueron elaboradas en años más recientes (en todas se incluyen personas que hayan trabajado en las maquiladoras de Ciudad Juárez, como en El Paso, Texas, o más en el interior de Estados Unidos).
En un debate (publicado en un semanario local) acerca del asesinato de mujeres en Ciudad Juárez, Debbie Nathan (1996) refiere que las diferencias entre el trabajo y el ambiente de género revelaban las desigualdades entre la percepción del trabajo y el ambiente "sexuado" que existe entre mujeres trabajadoras de México y Estados Unidos. Esta autora comentaba que algunas estadunidenses que habían perdido su trabajo a consecuencia de la firma del TLCAN, cuando visitaron las maquiladoras de Ciudad Juárez encontraron que las mujeres que trabajaban en esta industria "no parecía que iban a trabajar", debido a la forma en que vestían ("con minifaldas o como si estuvieran acudiendo a una fiesta elegante"). A las trabajadoras estadunidenses les llamó la atención la atmósfera laboral sumamente sexuada que predominaba en las maquiladoras.
Este matiz de género en las maquiladoras puede percibirse a través de las noticias laborales que difunden los periódicos, particularmente sobre lo que "esperan de las mujeres que aspiran a trabajar en las maquiladoras". Aunque estas políticas de reclutamiento laboral parecieran estar dirigidas a las mujeres solamente, el hecho de enfatizar aspectos femeninos (de género) para obtener un trabajo, también impacta en los hombres, en su percepción de otros y de sí mismos. El hecho de privilegiar ciertos aspectos femeninos ("buena presentación", entre otras cosas), más que sus habilidades laborales o concebirlas como algo intrínseco a las mujeres, le otorga al "sexo" femenino más importancia que a sus capacidades laborales.
Para una mujer, el hecho de trabajar en una maquiladora tiene repercusiones que van más allá de los ingresos percibidos. La presencia de las maquiladoras ha impactado en la construcción de las identidades de género, tanto de las personas que ahí laboran como de las que no trabajan en ese entorno. Así, el ambiente laboral de las maquiladoras es fundamental para entender la forma en que hombres y mujeres conciben la vida, la familia y las relaciones entre géneros a lo largo de la frontera norte. No se debe olvidar que muchas de estas mujeres han trabajado en el sector servicios en El Paso, Texas, al menos por breves temporadas.
Debido a que se suele atribuir de manera acrítica la violencia como componente del machismo, autores como Alfredo Mirande señalan que
El punto de vista predominante en las ciencias sociales acerca del machismo mexicano tiene un contenido absolutamente negativo. Esta perpectiva sostiene que los orígenes de la excesiva masculinidad pueden ser rastreados hasta el periodo de la conquista española, constituyendo una compensación para la población colonizada carente de poder, y que en este sentido los sentimientos de inferioridad asumieron un carácter hipermasculino, agresivo y dominante. Existe un segundo punto de vista menos conocido que se basa en la cultura popular, particularmente en las películas y las canciones, mismo que refleja una imagen más positiva, quizás una concepción idílica del carácter nacional y la cultura mexicana. Más que enfocarse en la violencia y el dominio varonil, esta segunda perspectiva asocia la evolución del machismo o cualidades del macho, con distintos códigos de ética. [El concepto de macho] de acuerdo con esta perspectiva positiva, se basa en códigos de ética que resaltan [la] humildad, [el] respeto de uno mismo y otros [aspectos], como [el] honor y [la] valentía. Quizás lo más significativo de esta segunda perspectiva es que ser macho no implica cualidades como fuerza física, asociado a virilidad, sino cualidades internas tales como integridad personal, compromiso, lealtad y, lo más importante, fuerza de carácter (Mirande, 1997: 67).
Mirande también comenta que las concepciones del mundo acerca del machismo no varían significativamente por región, aunque existen diferencias significativas, según el estatus socioeconómico. Varones con más educación formal, con mayor ingreso y con ocupaciones profesionales han mostrado mayor probabilidad de tener una concepción positiva del mundo en términos de igualdad (Mirande, 1997: 76). Este autor indica que otra importante (y quizás paradójica) conclusión es que el sentido positivo de ser macho es esencialmente una cualidad andrógina, tal como la hembra (la mujer) es la contraparte femenina del macho. De manera similar, el hembrismo (femaleness) no se evidencia a través de atributos externos, como la dureza, belleza física, senos grandes, sexualidad o sensualidad, o excesiva femineidad, sino a través de cualidades internas, como orgullo, dignidad, coraje, perseverancia ante las adversidades y autoestima muy alta (Mirande, 1997: 143).
Una preocupación relativamente reciente, que consiste en dar cuenta de si el proceso del empleo en Estados Unidos, como en las maquiladoras de Ciudad Juárez, está generando algún tipo de "cambio" en las relaciones entre los géneros dentro de las familias, que cuentan con experiencia migratoria internacional (se sabe que de cada diez migrantes, cuatro son mujeres; algunas solteras y con mayores niveles de educación formal que los hombres), y si la participación de ellas en este proceso laboral está generando una situación de relaciones más igualitarias entre los géneros o si, por el contrario, la migración de mujeres ha exacerbado algún tipo de tensiones entre hombres y mujeres.
Especialistas como Christine Williams (1995) consideran que es necesario estudiar, también, los aspectos de género que permean la vida laboral de los varones. La mayoría de los estudios sobre el empleo de los hombres dicen mucho sobre los significados, propósitos y aspiraciones que caracterizan la vida laboral de éstos, pero indican poco o casi nada acerca de cómo la masculinidad se relaciona con este tipo de preocupaciones. Según Williams (1995), los empleadores otorgan deliberadamente las posiciones de mayor rango o mando a los varones, porque creen que esas posiciones o puestos requieren imparcialidad, habilidad empresarial, alta calificación técnica y agresividad, cualidades que han sido asociadas, en el caso de Estados Unidos y en países como México, con hombres de clase media. Se pagan, también, salarios más altos a los varones porque se suele asumir que requieren ingresos extra para mantener a sus "dependientes" (esposas e hijos). Resumiendo, el lugar de trabajo no es un sitio donde la cuestión de género sea algo neutral, sino uno fundamental para la creación y reproducción de diferencias y desigualdades de género, como lo ilustraremos más adelante con algunos ejemplos.
Williams (1995) comenta también que el significado e importancia de la masculinidad no son algo rígido, sino que continuamente son renegociados y reconstruidos tanto en el lugar de trabajo, como en ámbitos de socialización (por ejemplo la escuela, la iglesia, el vecindario, la familia, etc.). Williams (1995) finaliza su argumentación explicando que durante siglos el trabajo ha sido uno de los espacios de lucha más importantes en la consolidación y reproducción de la identidad de género, particularmente para los varones, donde las diferencias entre hombres y mujeres han sido enfatizadas sobre todo en términos estereotípicos.
El concepto de género
Aquí enfatizamos que las relaciones de género deben analizarse dependiendo de contextos específicos. El concepto de género que adoptamos tiene sus raíces en la cultura o grupo en estudio. Algunos aspectos de aquél, importantes en determinado contexto quizá no lo sean en otro (pensamos en entornos urbanos frente a los rurales; zonas urbanas frente a rurales; población indígena frente a población no indígena, entre otras). El entorno social y familiar, así como nuestras características individuales, imprimen valoraciones de género a nuestras interpretaciones. Mientras algunas relaciones de género son construidas y ejercidas en diferentes escenarios, como los mercados de trabajo, el Estado, los medios de comunicación, la escuela y la familia, autoras como Hondagneu-Sotelo (1994) sugiere que los elementos centrales del poder patriarcal y sus significados se construyen dentro de las relaciones familiares; que los niveles macroeconómicos y las transformaciones políticas son centrales para entender la construcción del sistema patriarcal (Lerner, 1986; 1993). En este sentido, la definición de género es esencial para entender algunos cambios en las relaciones de género y familiares.
Discusión y análisis de las entrevistas
En el siguiente apartado se presenta una serie de extractos de entrevistas para retomarlas, a manera de ilustración, de tal forma que nos brinden información sobre las distintas modalidades de violencia, sutiles o no, que los varones ejercen sobre las mujeres, independientemente de las importantes contribuciones económicas de éstas a la economía familiar.
Entrevista núm. 1
Edna R., madre de tres hijos, de diécisiete, quince y doce años, respectivamente, tiene 37 años de edad, cuenta con estudios de enfermería y se dedica a trabajar como agente de ventas para una compañía telefónica. Edna es divorciada; tiene bastante experiencia laboral en Estados Unidos. Antes de conseguir empleo en dicho país, laboró en algunas maquiladoras (por ejemplo, en Camisas de Juárez), en la Secretaría del Trabajo y Prevision Social, en planificacion familiar en el imss, así como agente de ventas. En 1984 se fue a trabajar a El Paso, Texas, en un restaurante y en un bar:
Me fui a El Paso porque quería mejorar mi economía, para ganar un poco más que lo que ganaba aquí en Juárez. En esa ocasion entré de manera ilegal, bueno, con pasaporte local, pero sin permiso para trabajar; duré en total un poco más de dos años trabajando en esta ciudad. Me fui a residir a El Paso porque no quería estar cruzando a diario como lo hace mucha gente, y quería, además, darles a mis hijos la oportunidad de estudiar en ese país. Durante esos dos años, económicamente estuvimos muy bien, y como fue en esa época (los noventa) que la situación para los ilegales se empezó a poner difícil, entonces decidí regresar a Ciudad Juárez. Luego arreglé mi residencia y nuevamente en 1993 regresé a Estados Unidos, sólo que en esa occasión fui a trabajar al estado de Kansas, en un lugar donde procesaban carne para distintos lugares, en una localidad que se llama Garden.
Luego de mi regreso de Kansas, entré a trabajar como representante de ventas en el área de líneas de larga distancia, en El Paso, de una compañía telefónica. Vivía en El Paso y trabajando aquí en Juárez, pero no era buen negocio para mí pagar renta en dólares, así que me vine con mis hijos a vivir con mi madre a casa de una de mis hermanas.
Relata que cuando se separó de su esposo sólo tenía dos hijos y que mientras trabajaba los dejaba al cuidado de sus vecinas, o con su mamá, cuando estaba aquí en Ciudad Juárez. Comentó que se separó de su esposo en 1982. Edna explica que, debido a los malos tratos e infidelidad de su cónyuge, decidió separarse de él. De hecho, empezó a trabajar porque su ex esposo era algo desobligado y pues "alguien tenía que trabajar para poder dar de comer a los hijos". Edna relató que decidió abandonar su empleo de Kansas porque se enfermó, estaba lejos de su familia y creyó que no era conveniente que sus hijos crecieran en un ambiente sin familares, particularmente ahora que estaba divorciada. Sólo lamenta haberse casado muy jovencita. También que cuando se casó, a las muchachas las educaban para obedecer en todo a los maridos, aun a pesar de que éstos las golpearan o las humillaran y fueran desobligados. "Aunque los tiempos están cambiando, aún hay mucho machismo en México y no es fácil para una mujer sola salir adelante". Si bien ahora muchos maridos consultan a sus esposas, en mis tiempos eso era algo muy difícil de lograr, a pesar de que una estuviera trabaj ando. Ahora tengo una hija que ya es prácticamente una señorita y le estoy inculcando la idea de que se dé a valer, de que estudie y que no se deje mandar por los hombres".
Edna tambien comenta que se siente muy bien desde la separación de su esposo, pero que a veces sí se le hace pesado no contar con el marido, "sobre todo en lo que respecta a la educación de los hijos, porque los hijos sin padres son más difíciles de educar, son más rebeldes y a veces ni caso te hacen, supongo que esta rebeldía es una manera de expresar su insatisfacción por haberlos privado de su padre". Comenta que afortunadamente toda su familia la apoyó en ese trago amargo de la separación, y que ya no volvería a buscar trabajo en Estados Unidos porque para ella ya se pasó la posibilidad de hacer fortuna en ese país, y porque no quiere que sus hijos crezcan alejados de la familia, pues en Estados Unidos ésa es la norma, crecer alejados de la familia o sin ésta (entrevista de Edna R. con Germán Vega, julio de 1999).
Como se observa en el caso de Edna, hay mucha coincidencia en lo que elaboran autoras como Scully (1990), quien subraya que debemos "examinar los significados que los hombres están aprendiendo e implementando para lograr sus metas a través de la violencia en todos los sentidos (sexual, doméstica, psicológica, de asesinatos, etc.). La distinción entre los hombres que admiten ser violentos y quienes niegan serlo no es tan importante, ya que el objetivo central de atención es comprender y explicar qué ganan los hombres a través de la violencia (independientemente de sus excusas y justificaciones), en una sociedad contemporánea abrumadoramente violenta. Diferentes investigaciones revelan que para muchos hombres violentos las motivaciones para golpear mujeres, violarlas o asesinarlas no son actos irracionales, inconscientes ni incontrolables, sino que constituyen actos deliberados y muchas veces planeados. Para algunos hombres, la violencia, en cualquiera de sus formas, es usada como un método de venganza (revancha) y castigo; para otros, es percibida como un "bono" agregado mientras la ejercen u otro tipo de acto criminal o delictivo.
En otros casos, los golpes, la violación y el asesinato de mujeres se percibe como un mecanismo para acceder sexualmente a mujeres no disponibles o inalcanzables para ese tipo de hombres; en tanto que para otros varones constituye una fuente de poder y sexo impersonal (Scully, 1990: 137). De ahí que no sorprenda que Edna reflexione y cuide la forma como ella educa a sus hijos, es decir, enseñándoles a participar en las labores domésticas y a no ser tan machistas, como ella percibe su entorno laboral en Ciudad Juárez.
Entrevista núm. 2
Abraham V. es un caso que nos permite observar algunas de las diferencias que significan haber nacido y vivido prácticamente todo el tiempo en la ciudad de El Paso, Texas, teniendo bastantes familiares en Ciudad Juárez. También nos permite mostrar cómo se construyen los discursos de género expresados a través del control o las explicaciones sobre el divorcio. Abraham tiene 47 años de edad, concluyó los estudios de preparatoria y es divorciado. Nació y vive en El Paso, Texas, aunque va y viene a Ciudad Juárez a visitar a sus familiares. Actualmente trabaja como empleado en un supermercado denominado Big 8. Abraham comentó que trabajó en el aeropuerto de El Paso durante veinte años:
Yo era una de esas personas que surtían los alimentos para los aviones, pero abandoné este empleo porque no me ofrecía posibilidades de ascenso, aun a pesar de que soy bilingüe y de que contaba ya con bastante antigüedad. Para poder ascender hubiera tenido que trasladarme a vivir a la ciudad de Dallas o Los Ángeles, pero esto jamás me atrajo. Además, como soy divorciado y vivo solo, pensé que iba a resultar bastante complicado ver más cotidianamente a mis hijos, ya que ellos viven con su mamá aquí en El Paso, Texas. Y la sangre es la sangre. Pienso que a nadie le gustaría vivir lejos de su familia, supongo que esto tiene mucho que ver con mis raíces mexicanas.
[Abraham relata que él empezó a trabajar] cuando cumplí dieciséis años de edad. Primero trabajé en el campo, en el área circunvecina a El Paso; después en un autocinema en esta ciudad. Trabajé también en varias tiendas y en la construcción. También trabajé como chofer y en un banco haciendo limpieza. En estos momentos trabajo como empleado en un supermercado. Déjame decirte que si he cambiado de distintos trabajos es porque siempre he buscado superarme, es decir, ganar mejores salarios y no porque sea una persona inestable o desobligada.
Abraham tiene siete años divorciado y, aunque está pensionado, continúa trabajando para ayudar a sus hijos y cubrir sus gastos. Vive en un pequeño cuarto por el que paga de renta 125 dólares al mes. Abraham piensa que así como están los tiempos es materialmente imposible vivir sin disponer de un empleo. Respecto de ese tema, Abraham cree que la causa de su divorcio fue que su ex esposa comenzó a trabajar: "Porque desde que mi esposa empezó a trabajar, empezó a cambiar mucho. Ya no me ponía tanta atención como antes. Ahora pienso que si hubiéramos vivido en [Ciudad] Juárez esta situación hubiera sido distinta, porque en México las esposas ponen más atención a sus maridos y a la familia en general".
Sobre casos similares al de Abraham, Scully (1990) comenta que al aplicar una perspectiva feminista sociocultural, respecto de la violencia que ejercen los hombres sobre las mujeres, se apoya en o se parte de varios supuestos: "que las culturas pueden y generalmente propician predisposiciones respecto de comportamientos que son definidos como desviaciones, es decir, desviaciones normales. Asumo que, por ejemplo, las violaciones, la violencia doméstica y otro tipo de agresiones, en su gran mayoría son comportamientos socialmente aprendidos" (Scully, 1990: 59). De ahí que Abraham conciba y elabore el argumento de que en México las cosas serían diferentes, porque en este país las mujeres sí dan más importancia a la integración de la familia. Por eso argumenta que:
A diferencia de México, aquí en Estados Unidos las mujeres son más liberales y no están muy interesadas en mantener la unidad familiar, en general no les interesa mucho la familia, están más interesadas en ellas mismas. Todo esto está llevando hacia el fin de la familia como institución principal de la sociedad, por esta razón existen tantos divorcios en Estados Unidos. Pero, como le digo, todo esto empezó desde que las mujeres entraron a trabajar (entrevista de Abraham V. con Germán Vega, 1996, Ciudad Juárez).
Entrevista núm. 3
Manuela A. es una dentista que trabaja en un centro comunitario de salud y ejerce dicha práctica profesional por las tardes, en su propio consultorio; tiene treinta años de edad; recientemente se divorció; tiene un varoncito de cinco años de edad; ella es originaria de una localidad rural del estado de Durango. Manuela comenta que:
Ahora las cosas son diferentes porque padre y madre tienen que trabajar para sacar adelante a los hijos, aunque en muchas ocasiones sólo las mujeras trabajan, debido a que existen hombres que no se hacen responsables de la manutención de los hijos o porque sus sueldos no les alcanzan; también creo que antes los hombres sí sabían desempeñar el papel y la función de padre, porque lo que es ahora uno batalla mucho con los hombres porque éstos ya no quieren cumplir con su función como proveedores, éstos ya no quieren hacerse responsables de la manutención de la familia.
Digo esto basada en mi propia experiencia y porque en mi familia somos varias mujeres y tengo una hermana que también se divorció, dado que sufría de malos tratos y humillaciones [agresión verbal]. Y aunque no tiene hijos, yo vi bien que se separara, porque si no ve uno apoyo en su compañero, se pregunta uno qué estoy haciendo con este hombre, para qué pierdo mi tiempo y mi vida, no lo voy hacer cambiar nunca, entonces uno se da cuenta de que ahora ha cambiado todo, de que han cambiado los tiempos y las maneras de pensar. Es cierto, ahora somos más liberales, pero para mí liberal significa superaración y demostrarle a los hombres que no éramos las tontas que ellos pensaban, que sólo podíamos pasar nuestro tiempo en la casa y la cocina. Además, hay muchos hombres que golpean a las mujeres, las maltratan y las humillan, y hasta la fecha no logro entender por qué algunas de éstas se dejan humillar o golpear, pero comprendo que a algunas de ellas no les quedaba otra más que aguantar golpes e insultos, y lo hacen porque tienen hijos qué alimentar y pagar los estudios, y pues siempre dos ingresos son mejores que uno, sobre todo si sólo trabajas en una maquiladora o por temporadas en Estados Unidos. Pero ahora eso ya no es tan común, porque ahora las mujeres nos preparamos y trabajamos, y si algo no funciona en el matrimonio, pues tenemos la oportunidad de separarnos, yo no digo que porque sea uno profesional tenga que divorciarse, no verdad, no es bueno estar desintegrando familias, claro que hay casas donde la pareja se está gritando constantemente y los hijos y la familia está presente y está viendo todo eso, para mí esto es un mal ejemplo, no es sano y es mejor separarse y vivir sola.
Manuela también trabajó en El Paso, Texas, pero sólo durante las vacaciones, limpiando casas. Manuela opina que actualmente trabajar sí le confiere mayor independencia y poder a las mujeres:
Sí, mucha independencia, lo puedes ver con tus propios padres, porque si eres soltera, no trabajas y vives con tus padres, éstos te ven y tratan de manera diferente, te tratan como a una niña. Además, hay hijas que se dejan manipular por los padres, supongo que porque los quieren mucho y lo hacen para que el padre se sienta bien y no haya conflictos en casa, yo veo esta manipulación en el caso de mis hermanas. Mi papá nos decía a las mujeres: "Para qué estudian, si ustedes se van a casar y las van a mantener", y la verdad que esto no es cierto, aunque ya no estamos en los tiempos de mi papá, antes sí era cierto que las mujeres no necesitaban trabajar tanto, pero ahora las mujeres tienen que superarse, tienen que trabajar porque los hombres ya no nos mantienen y ya ni siquiera se usa casarse.
Manuela menciona su separación como ejemplo de la independencia obtenida:
Yo pensaba ¿qué van a decir mis padres, mi familia, cuando sepan que me voy a divorciar? Cuando me separé, mi mamá lo primero que dijo: ¡ah!, ¿te vas a divorciar? En mi familia nadie se había divorciado antes, ¿yo voy a ser la primera y si mis padres no me entienden y no me dan su apoyo?, me preguntaba yo. Porque hay muchas mujeres que nomás porque sus familias no quieren que se separen éstas aceptan golpes, así que un día yo les comuniqué a mis padres lo de mi separación, y cuando uno no está acostumbrada a que la humillen ni a que la golpeen, me dije: "Bueno, si mis padres nunca me golpearon, nunca me humillaron, no estoy acostumbrada a vivir esto, en mi casa nadie usaba drogas ni había vicio de alcohol, ¿por qué tengo que soportar a un extraño que se comporta de esa manera? Yo he visto amigas, amigas que tienen una profesión, que sus esposos las golpean y hasta les han fracturado la muñeca y el cuello, y me dije: "esto no puede ser cierto". Entonces me dije: "yo no voy aguantar ni que me toque un poco, pobre de cualquier hombre que se atreva a golpearme". Por eso yo pongo mucha atención en la superación de la mujer para que puedan ser independientes, yo veo que a los hombres esto de la superación de la mujer no les gusta nada, y yo les he dicho a varios compañeros y amigos: "al paso que vamos, nosotras las mujeres vamos a mantener a los hombres, las mujeres vamos a estar al frente de la familia y ustedes van a tener que quedarse en la casa", pero lo único que no me gusta es que los hombres no puedan dar a luz, que no puedan ser madres para que vieran por todo lo que una pasa, especialmente cuando una es la que pare a los hijos.
Yo pienso que por eso andamos mal ahorita, que por eso hay más violencia, porque los hombres no soportan que una sea la que quiera mandar en casa, pero ahora con más mujeres trabajando, los papeles están cambiando, porque antes, cuando los hombres nos mantenían, ellos eran los que mandaban, pero ahora que las mujeres trabajan y muchas veces son el sostén de sus familias las cosas son diferentes. Así que mis padres no se ofendieron con lo de mi separación, me dijeron que aunque en nuestra familia no había divorcios si hay golpes en el matrimonio lo mejor es separarse, mi papá me dijo que las huellas de los golpes nadie se los quita, ni los mejores médicos, porque se quedan dentro de uno, en su corazón y en su mente, y por eso es mejor separarse, trabajar y ser independiente.
Aunque yo estoy convencida que trabajar fue lo que nos llevó a mi esposo y a mí a separarnos. Sí, porque los hombres no la apoyan a una en el trabajo, ellos deberían de dejarnos trabajar para que uno se dé ciertos gustos, se compre lo que a una le guste, pero generalmente los hombres no ven bien eso, no les gusta que una trabaje, y si nos dejaran trabajar no habría tantos problemas y una no tendría que llegar al extremo de considerar la separación como alternativa para poder trabajar. Por eso ahora yo trato de inculcarle a mi hijo, aunque apenas tiene cinco años, que los tiempos son diferentes, que todos somos iguales, que no debe haber diferencias entre hombres y mujeres, que todos debemos tener las mismas oportunidades, y eso es lo que pensamos en mi casa. Yo tengo sólo un hermano varón, es mecánico, pero en mi casa se acostumbra que él llega y lava su ropa, hace su comida y plancha su ropa, entonces como mi hijo ve esto, porque pasa todo el día en casa de mi mamá, me dice: "mamá, déjame a mí lavar mi ropa", y yo le digo: "pues ahorita sólo lava un poquito, deja que crezcas más y la vas a lavar toda y no nada más la tuya, vas a lavar también la mía", yo pienso que es en este momento cuando una, como madre, les debe enseñar a los hijos a conocer la vida y que aprendan que deben ayudar también en los quehaceres de la casa y que no dependan totalmente de una mujer o que no piensen que las mujeres sólo servimos para hacer ese tipo de trabajos. Creo que cuando los hijos de una son pequeños es el mejor tiempo para hacer más conscientes a los hombres para que dejen de ser menos egoístas y ayuden en todo a sus esposas y a sus familias en general.
Los trabajos de García y De Oliveira (1994) han discutido las interrelaciones entre trabajo y vida familiar en México, mostrando las diversas conexiones entre los aspectos culturales, sociales, demográficos, económicos y políticos que envuelven esta relación de vida familiar y trabajo; y cómo cada uno de estos elementos cumple funciones cruciales entre los géneros y las generaciones. Así, uno de los hallazgos más interesantes de estas autoras es que, a pesar de que los varones, en términos generales, continúan tomando las decisiones más importantes dentro de los hogares (como la compra o adquisición de la casa, y la decisión de que las mujeres trabajen o no), varias mujeres empiezan a considerar su participación laboral como parte de un "proyecto de desarrollo personal" y ya no sólo como algo complementario a las actividades laborales de los varones. Otros autores, como Mercedes González de la Rocha (1994), han encontrado también, en sus estudios sobre las familias de escasos recursos de la ciudad de Guadalajara, que hoy en día la participación laboral femenina resulta necesaria, porque un solo ingreso, tradicionalmente el de los varones considerados "jefes de familia," es insuficiente para la manutención de éstas.
Por su parte, González de la Rocha (1994) explica que la idea de percibir a los varones como los únicos proveedores económicos está cambiando, y que las economías domésticas de las familias mexicanas necesitan de la contribución monetaria tanto de las mujeres como de algunos de los hijos para compensar los bajos salarios y, a veces, escasas contribuciones de los varones. A pesar de esto, autoras como García y De Oliveira (1994) y González de la Rocha (1994) señalan que, pese a la cada vez mayor participación de las mujeres en los mercados laborales, incluido el estadunidense, desafortunadamente sus importantes contribuciones económicas aún no les permiten arribar al nivel de independencia esperado. Y todavía persisten relaciones de dominación y subordinación que siguen líneas de género y generaciones. En este tipo de relaciones, las mujeres y los menores se hallan en las posiciones de mayor subordinación, algo que no es tan fuerte en el caso de los hijos varones, especialmente a partir de que empiezan a realizar aportaciones económicas al gasto familiar.
Los especialistas concluyen, por ejemplo, que investigaciones recientes revelan la existencia de una estructura social compleja en la que el poder, la desigualdad y la opresión funcionan a través de líneas de género socialmente construidas y, en este sistema (particularmente en países del tercer mundo), la violencia, en sus múltiples expresiones, se utiliza como un mecanismo de control sobre las mujeres. En este sentido, los(as) especialistas han subrayado que el predominio del dominio masculino, las múltiples formas de violencia benefician a todos los hombres, no sólo a quienes golpean mujeres, las violan o asesinan. En este sentido, la existencia de la estratificación basada en el género se sustenta y refuerza a través de las instituciones legales, económicas, sociales y de índole política, las cuales se apoyan en el orden social institucional imperante (Hammer y Maynard citados en Scully, 1990: 49) (la Iglesia, la escuela, la familia y otras instituciones).
Tanto en los casos de Edna, de Gerardo y de Manuela, se argumentaría que si bien empiezan a proliferar los estudios que conectan las categorías de género, trabajo y migración internacional, en su gran mayoría estos trabajos, hasta ahora, han centrado su atención en individuos y no en grupos familiares o en la familia. Tradicionalmente, los estudios sobre migración internacional han enfatizado ciertos aspectos de este proceso, como las condicionantes socioeconómicas, funcionamiento de redes sociales, envío y uso de las remesas, lugares y tipo de empleos en Estados Unidos, la incorporación de mujeres y jóvenes al mercado laboral, así como los cambios en el estatus migratorio.
Sin embargo, poco se han estudiado los posibles cambios en las relaciones entre los géneros y las familias luego de haber vivido y trabajado en Estados Unidos, y particularmente sobre las prácticas de violencia hacia las mujeres que los varones, tanto en sus lugares de origen, como en Estados Unidos, continúan ejerciendo. En el caso concreto de la frontera norte, por ejemplo, Fernández-Kelly (1983) había señalado ya, a finales de los años setenta, que desde que las mujeres empezaron a trabajar, tanto en las maquiladoras como en Estados Unidos, comenzaron a presionar para incidir en las decisiones familiares de mayor envergadura. Esto significó, al menos potencialmente, "una amenaza para el rol de autoridad tanto de los esposos como de los padres de estas trabajadoras". Fernández-Kelly sostiene que las mujeres de la frontera norte no sólo fueron acusadas de olvidar sus "roles apropiados", sino que también fueron acusadas de causar la fragmentación de las familias y la formación de hogares encabezados por mujeres (como el caso de Abraham y demás juarenses entrevistados, tanto a principios de los noventa como en la actualidad).
Fernández-Kelly (1983) subraya, sin embargo, que previamente a la participación de las mujeres en los mercados laborales existía un grupo considerable de éstas que encabezaban hogares. Es decir, mucho antes de que las mujeres empezaran a trabajar, había familias en las que el principal sustento económico era proveído por las mujeres. Autoras como Hondagneu-Sotelo (1994) llevan esta discusión de familia y género al asunto de la reproducción del sistema patriarcal, al que esta autora define como "un fluido y cambiante grupo de relaciones sociales donde los hombres oprimen a las mujeres, y en el cual diferentes hombres ejercen distintos grados de poder y control (particularmente a través de múltiples formas de violencia)", en el que, irónicamente, algunas mujeres colaboran, aunque otras se resisten de diferentes maneras. Hondagneu-Sotelo se plantea lo que, a mi juicio, es una de las preguntas más interesantes de su trabajo: ¿qué elementos de poder patriarcal y de significados importantes son construidos (y reconstruidos) en las relaciones familiares, y cómo estas relaciones patriarcales son reproducidas a través de la migración? De una manera bastante crítica, Hondagneu-Sotelo (1994) señala que el énfasis en el análisis de la esfera reproductiva y de los hogares subestima el papel que desempeñan las estructuras de parentesco en la regulación de la vida social. Para esta autora, las relaciones patriarcales están expresadas contextualmente y tienen su contenido en las familias y sus redes sociales. Por otro lado, según Hondagneu-Sotelo, varios de los estudios de familias de migrantes asumen generalmente que todos los recursos son compartidos de manera igualitaria por todos los miembros de los hogares, lo cual no es necesariamente cierto, como también han mostrado otros trabajos (Selby et al., 1994; González de la Rocha, 1994). Hondagneu-Sotelo (1994) indica, además, que los estudios que se centran en las redes sociales asumen que las mujeres casadas se benefician, automáticamente, de los recursos y experiencia de las redes de sus compañeros, lo cual tampoco es cierto.
En este sentido, para Hondagneu-Sotelo las relaciones de género al interior de las familias circunscriben las opciones y decisiones en torno a la migración. Estas relaciones de género, junto con la edad, clase social y estado civil constriñen de varias formas a los individuos a la hora de decidir migrar a Estados Unidos. Hondagneu-Sotelo (1994) observa que, mientras la incorporación de las mujeres en la fuerza laboral ha erosionado de algún modo la posición "central" de los varones como principales proveedores económicos, el trabajo femenino no es necesariamente un signo de emancipación.
Hondagneu-Sotelo encontró, también, que existe una diferenciación por sexo (género) en el proceso migratorio internacional, en el sentido de que las mujeres buscan establecerse en Estados Unidos, mientras que los varones intentan regresar a México. Pierrette Hondagneu-Sotelo explica esta diferencia como resultado de que las mujeres se "empoderan" en Estados Unidos. Algunos críticos de Hondagneu-Sotelo (1994), como Alejandro Canales (2000), sostienen que si bien existen diferencias por sexo, también se presentan otros factores de diferenciación igual o más importantes, como la edad, origen (rural o urbano), posición en la estructura familiar, entre otros.
Entrevista núm. 4
Gerardo no está del todo de acuerdo con que su esposa trabaje, porque dice que descuida mucho a los hijos. Cuando su esposa trabaja, Gerardo ve la aportación económica de ella como una pequeña ayuda y considera que realmente
la mejor ayuda que puedes tener de una mujer, y digo esto no porque sea machista, es que se quede en casa al cuidado de los hijos, para que éstos no se metan en malos pasos, ya ves que ahora están de moda las pandillas y las drogas.
Bueno, francamente te diré que una mujer que trabaja, piensa y cree que tiene los mismos derechos que un hombre, pero por el solo hecho de ser mujeres ya llevan la batalla perdida, porque todavía la sociedad mexicana no ve con buenos ojos que las madres no atiendan a los hijos, y por eso las critican mucho, particularmente a las mujeres que después de trabajar se van con sus amigas a bailar o a tomar unos tragos. La sociedad tiene sus reglas y no le perdona a las mujeres que en lugar de estar en su casa con sus hijos anden por ahí con las amigas o amigos, y como la mujer es el pilar de la familia, una casa sin la mujer no es un hogar. Y, también, al andar en la calle, se exponen a recibir propuestas indecorosas, a ser tocadas o violadas, y en algunos casos hasta a ser asesinadas.
Gerardo explica por qué considera que debe ser la madre quien esté al cuidado de los hijos:
Porque la mamá es más importante por el hecho de ser mujer. Los hijos le tienen más confianza a ella porque los padres están trabajando o están enojados después de un día duro de trabajo. Generalmente uno como hombre les dice: "¿Sabes qué?, ahorita no me hables, vengo cansado y tengo problemas, luego hablamos". Y éste es un gran problema que tenemos los hombres: cortamos de tajo cualquier conversación con los hijos y la mamá no; ellas son generalmente más pacientes y prestan más atención a lo que tienen que decir los hijos.
Todo mundo conoce la importancia del empleo que genera la industria maquiladora, establecida a lo largo de las ciudades de la frontera norte de México, así como los fuertes lazos comerciales entre este tipo de ciudades fronterizas y Estados Unidos; sin embargo, la sociedad se ha estremecido a raíz de las casi cuatrocientas mujeres asesinadas, tanto en Ciudad Juárez (una más de las distintas formas de violencia que se ejercen sobre las mujeres, sin importar la edad), como en otras ciudades de la frontera norte; sin que hasta ahora exista una respuesta convincente sobre estos asesinatos (Monárrez, 2009). Algunas investigaciones han llamado la atención acerca del "ambiente sexuado" dentro del ámbito de las maquiladoras y cómo esto afecta las percepciones y relaciones de género. En una entrevista de campo con un trabajador de la maquiladora, cuando se le preguntó qué era lo que más le gustaba del trabajo en este tipo de industria, respondió: "Las muchachas". Es un ambiente industrial en el que muchas mujeres usan minifaldas, maquillaje e incluso participan en certámenes de belleza (Iglesias, 1985); y según algunos investigadores, varias mujeres perciben mejores salarios que los varones (muy pocas, por cierto), condición que les permite a algunas de ellas obtener cierta autonomía. A pesar de ello, las trabajadoras de las maquiladoras siguen siendo consideradas "objetos sexuales", tal como se desprende de varias entrevistas realizadas en Ciudad Juárez, como lo refleja la que tuvimos con Gerardo, y otras realizadas en diferentes áreas de la frontera norte de México. Este ambiente "sexuado" va mucho más allá. Así, cuando se les preguntó a los varones casados, en general, por qué nos les gustaba que las mujeres (sus esposas en particular) trabajaran -y éste sería el caso de Gerardo-, los hombres respondieron o argumentaron, en términos generales, que "cuando éstas trabajaban descuidaban mucho a los hijos y que ahora las mujeres también quieren gritar o mandar en sus casas". En este sentido, algunos varones atribuyeron el asesinato de mujeres en Ciudad Juárez al hecho de que "éstas se vestían y usaban maquillaje en forma [muy] provocativa" (a esto nos referimos cuando hablamos del "ambiente sexuado" de las maquiladoras).
Como veremos a continuación, tanto éste como otro tipo de discursos suelen esgrimirlos predominantemente los hombres, como en el caso de Gerardo. González de la Rocha (1994) indica que la violencia la utilizan los varones como un mecanismo que les permite reafirmar su control sobre las mujeres, y "para recordarles a éstas cuál es su lugar en el hogar". Empero, nosotros encontramos, al igual que García y De Oliveira (1994), que la participación laboral de las mujeres, en el área fronteriza de Ciudad Juárez, y en la frontera norte de México, en general, les ha permitido a algunas de ellas obtener ciertos niveles de autonomía, los cuales les han facilitado cierto margen de negociación respecto de la distribución de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos.
Entrevista núm. 5
Luis admite que sin el ingreso de su esposa jamás podría mantener a su familia. Considera, también, que el trabajo sí les da más poder e independencia a las mujeres, aunque esto no las exenta de violencia intradoméstica física y verbal: "Creo, además, que si sólo yo trabajara, jamás me gritaría tanto. El trabajo hace más fuertes, más valientes y más gritonas a las mujeres. Se puede decir que desde que ellas trabajan prácticamente mandan en sus hogares".
Luis admite que a él sí le molesta que su esposa trabaje, porque descuida mucho a los hijos y ellos necesitan muchas atenciones: "Debo reconocer que a mí me toca hacer ciertos trabajos de la casa, como limpiar la casa, lavar el auto, preparar y dar de comer a los hijos, lavar platos. Y, además, me toca disciplinar a mis hijos".
Sin embargo, Luis señala que es difícil creer que en estos tiempos las mujeres aguanten malos tratos sólo porque les sería difícil sacar adelante a la familia sin el apoyo del hombre, especialmente ahora que hay tantas oportunidades de trabajo en todas las ciudades de la frontera norte de nuestro país:
Además, a las mujeres se les facilita más encontrar trabajo. Para algunas mujeres basta con vestir escotadas o enseñar un poco las piernas y entonces tienen garantizado el trabajo. En el caso de los hombres es diferente, porque nosotros no podemos recurrir a este tipo de estrategias, tenemos que demostrar con nuestros conocimientos o trabajo qué es realmente lo que sabemos hacer. Desafortunadamente, así es nuestra sociedad: mientras a muchas de las mujeres se les contrata por tener un buen cuerpo o estar dispuestas a salir con los jefes, nosotros tenemos que mostrar otras habilidades que no tienen nada que ver con nuestros cuerpos. Es triste, pero ésa es la realidad, debido al carácter machista de nuestra sociedad. A veces he pensado, por ejemplo, que aquí en Ciudad Juárez han matado a muchas mujeres por su manera de vestir, porque quizás han engañado al marido, por vestirse escotadas y con minifalda cuando van al trabajo, o quizás simplemente por el hecho de ser mujeres y muchos esposos se enojan y se frustran cuando ven que sus mujeres aportan más dinero al gasto familiar que ellos. Esto les lleva también a golpearlas o a tratar de ser dominantes y mostrar en público quién manda en la casa.
De las partes o pasajes de las entrevistas podemos concluir, en concordancia con otros estudiosos(as), como Hirsch (1999), quien señala que ya es tiempo de reorientar la cuestión de si la migración empodera a las mujeres y dejar la búsqueda de una sola causa que explique dicho empoderamiento, ya que esta visión oscurece y hace pasar como invisibles los aspectos de género de los varones. Para esta autora: "Las parejas jóvenes tienen hoy en día mayores posibilidades de tomar decisiones conjuntamente con sus cónyuges, de compartir algunas tareas de la reproducción familiar y de valorar la intimidad (incluida la sexual) como una fuente de cercanía emocional". Para Hirsch, a diferencia de sus padres, las nuevas generaciones de migrantes no interpretan automáticamente los desacuerdos de sus esposas como un ataque a su autoridad u hombría (encontramos en varias entrevistas esta tendencia, particularme en la población jóven). Jennifer S. Hirsch (1999) menciona que aún hoy los varones continúan siendo valorados públicamente según su capacidad de proveedores, y que las mujeres son juzgadas según su dedicación a las tareas domésticas; sin embargo, esta autora reconoce que ha habido un cambio generacional de parte de los varones hacia una mayor ayuda y reconocimiento de la nueva capacidad de proveedoras económicas de las mujeres.
En mi investigación, realizada en Ciudad Juárez (Vega, 1999), con población que ha ido a trabajar a Nevada, Arkansas y Oklahoma, encontré que, efectivamente, tanto los varones como las familias aún suelen apelar a la posibilidad de la separación de los hogares (chantajes o ejercicio de una doble moral que yo calificaría como un mecanismo sutil de violencia hacia las mujeres), los riesgos que ellas corren cuando migran a Estados Unidos y el descuido de la educación de los hijos como elementos discursivos para disuadirlas de migrar. Evidentemente estos discursos, elaborados principalmente por varones, suelen apelar a la visión de una "doble moral", y comúnmente este tipo de hombres exagera su preocupación ante la potencial pérdida de los privilegios de que gozan cuando sus esposas e hijas permanecen en casa (me refiero, sobre todo, a las tareas o responsabilidades del trabajo doméstico y el cuidado de los hijos). Esto, sin embargo, no nos debe hacer suponer que las mujeres ni los varones son entes pasivos, tampoco debemos suponer que los varones son totalmente opuestos a "nuevos" cambios.
Szasz (1999), por su parte, llama la atención sobre aspectos sumamente relevantes poco aludidos en la bibliografía sobre migración femenina hacia Estados Unidos:
Los estudios sobre la mujer rescataron dimensiones socioculturales específicas en las motivaciones y características de la migración femenina y de la actividad laboral de las migrantes de origen rural, tales como la división del trabajo en el hogar, los patrones de autoridad, el control de la sexualidad femenina, los cambios acaecidos en el mercado matrimonial y las diferencias en los mercados de trabajo para hombres y mujeres en los contextos de origen y destino.
Los estudios de la mujer -indica Szasz- enfatizaron la importancia de la unidad doméstica y las relaciones de parentesco en el estudio de las migraciones de jóvenes rurales, y los estudios de género agregaron otras dimensiones, como las relaciones de poder y los conflictos de intereses en el interior de los hogares, así como los cambios relacionados con la autonomía femenina, la división del trabajo y las relaciones intergenéricas que resultan de las migraciones.
Al respecto, Szasz afirma que la corriente migratoria femenina en la actualidad es de origen y destino urbanos, y que ha aumentado la emigración internacional, destacando que las jóvenes solteras constituyen una minoría. Finalmente, Szasz indica, discutiendo aspectos de género, que los migrantes varones, aunque sean solteros, tienen más posibilidades de negociar arreglos residenciales, porque no están sujetos al mismo control de la sexualidad. Igualmente llama la atención sobre el creciente flujo migratorio femenino hacia Estados Unidos de mujeres solas, quienes emigran principalmente para trabajar. La creciente presencia de mujeres y jóvenes en el flujo migratorio internacional lo explica Szasz (1999) como consecuencia de las transformaciones que ha experimentado el mercado laboral estadunidense. Según Szasz, se prefiere contratar mujeres porque ello permite eludir más fácilmente el pago de los beneficios de seguridad social, así como por las ventajas que ofrece la rotación de personal (otro mecanismo aplicado con fines de control y "sutil violencia" hacia las mujeres). Empleos en el servicio doméstico, los servicios de limpieza, algunas labores de oficina, el trabajo en la industria del vestido y ciertas tareas en las industrias de envasado y empacadoras, se caracterizan por su bajo prestigio y exiguas remuneraciones (Szasz, 1999). En este tipo de empleo, por cierto, las mujeres suelen estar expuestas no sólo a prácticas de acoso sexual, sino también a violaciones que no denuncian, particularmente si se es indocumentada.
Por otra parte, Barrera y Oehmichen, eds. (2000) argumentan que la perspectiva de género ha permitido tener una nueva mirada para explicar e interpretar los movimientos migratorios, sobre todo la participación laboral de las mujeres, a Estados Unidos. Se indica, también, que aunque la migración corresponde a una estrategia familiar, las desigualdades de género convierten a la mujer en el eslabón más débil, y de ese modo el miembro más fácilmente sometido a unas estrategias de supervivencia que suponen relaciones de cooperación, pero también de conflicto, en las que se expresan la desigualdad y el poder dentro de estas unidades domésticas. Barrera y Oehmichen, eds. (2000) indican que frente a la ausencia masculina las mujeres han asumido nuevas responsabilidades que antes recaían en los varones, entre las que se hallan hacerse cargo del trabajo agrícola, la adquisición de los insumos y la defensa de sus tierras, así como la administración de las remesas en lugares como Ciudad Juárez.
Estas nuevas ocupaciones y responsabilidades no relevan a las mujeres de las tareas socialmente consideradas como "propias de su sexo", generalmente las vinculadas con el cuidado del hogar y de los hijos. Sus nuevas responsabilidades, señalan Barrera y Oehmichen, eds. (2000), no se traducen automática ni necesariamente en una mayor capacidad de decisión de las mujeres, tampoco les otorga una mejor posición de poder o de prestigio en el seno de las familias y comunidades. Más bien se abre un campo de conflictos, negociación y acuerdos que involucran una nueva construcción de lo que socialmente es aceptado como atributos de lo femenino y las relaciones entre los sexos.
Ariza (2000), por ejemplo, señala, también, que el hecho de aceptar que las mujeres trabajen para completar el ingreso del hogar somete la imagen masculina a un cúmulo considerable de tensiones y contradicciones, de ahí que con frecuencia la idea del retorno suscite reacciones opuestas: las mujeres, en una gran mayoría de los casos, no desean retornar, aunque al final lo hagan "en aras del bienestar familiar". Finalmente, Ariza (2000) argumenta que el problema más delicado es el de la evaluación del impacto de la migración sobre las relaciones de género. Señala cómo algunos autores proponen un modelo analítico cuyo eje reside en calibrar el efecto de la migración internacional sobre la situación de la mujer, a través de contrastar las diferencias en los niveles de intercambio (económico y no económico, sociales) que tienen lugar antes y después de la migración: "Estos intercambios incluyen tanto bienes y servicios, como cuotas de poder en cuanto al control de los propios recursos, los de otros miembros de la familia y el proceso de la toma de decisiones". Según Ariza (2000), las alternativas resultantes de la experiencia migratoria internacional serían la mejoría en la situación de la mujer, deterioro o reestructuración de las asimetrías. Esta propuesta se encamina en el sentido de recuperar los aspectos sociales, no únicamente económicos, del proceso migratorio.
Por otra parte, González-López (2005) discute, a partir de entrevistas con mujeres migrantes como Azálea: "Trabajo y me sostengo a mí misma, así que no tengo que tener sexo con mi esposo si no lo deseo. Antes de venir a Estados Unidos, usualmente hacía [sexualmente hablando] lo que mi esposo quería. No tenía más opciones, pero todo eso se acabó" (18). La autora asume que el relato de Azálea desafía la visión común que se tiene acerca de la sexualidad de los latinos (y de los mexicanos en particular). Para Gloria González-López (2005) la sexualidad es creada y reproducida a través de la vida familiar. La familia es el lugar primario y original del control social, institución en la que se redefinen y ordenan las políticas de las relaciones de género vinculadas con la experiencia heterosexual de hombres y mujeres, asimismo es el lugar donde cobran expresión las relaciones, la violencia y las relaciones amorosas. Por ejemplo, explica González-López, después de la migración, una madre puede redefinir su percepción sobre la virginidad y el sexo premarital en la medida en que está educando a sus hijos en un contexto sociocultural distinto del suyo. González-López documenta la noción de que las mujeres mexicanas necesitan preservar su "virginidad" más allá de las prescripciones religiosas, para construir ésta como un recurso para mejorar sus condiciones de vida (al que denomina capital femenino). La autora percibe la virginidad como el capital femenino que permite a las mujeres incrementar sus oportunidades sociales. Asevera que las mujeres también tratan de conservarse vírgenes por razones de respeto. Cabe señalar que detrás de este capital femenino se encuentra entreverada la posibilidad para las mujeres de explorar su agencia (poder) sexual, el placer y su autonomía en el nuevo contexto estadunidense (González-López, 2005). Esta autora presenta las experiencias de iniciación sexual entre los varones, mostrando no sólo las desigualdades de género y algunas prácticas de violencia hacia los hombres, incluida la prostitución, que incluye, también, la doble moralidad sexual y la rigidez con que se les inculca "ésta" a las mujeres. Según González-López, la virginidad es una cualidad más altamente valorada por los varones, particularmente si se proviene de una sociedad patriarcal como la mexicana. Asimismo da cuenta del miedo que padecen hombres y mujeres ante su primera relación sexual, temores que a su vez son reproducidos en sus propias familias.
Otros trabajos, como los de Hirsch (1999) han mostrado que si bien las mujeres ganan más autonomía y se empoderan trabajando en Estados Unidos, lamentablemente cuando regresan o vienen de visita a sus lugares de origen, mucha de esta autonomía se pierde ante la presión social de índole patriarcal, que aún es fuerte en muchas de las comunidades mexicanas y que, en este sentido, las mujeres viven un retroceso respecto del empoderamiento que habían alcanzado en Estados Unidos. Por otra parte, suelen ser los mismos padres y demás familiares quienes les recuerdan a las mujeres migrantes que las cosas en México son diferentes. Que acá no hay un número 911 para pedir ayuda ante el maltrato y que muchas de las viejas prácticas culturales de sus respectivos contextos siguen dictando qué es propio e impropio del comportamiento femenino y, por ende, de su sexualidad. O al menos lo que la comunidad espera de ellas respecto de estos asuntos que para nada son privados, aunque así lo proclamen los discursos y la legislación. Así que todavía falta recorrer una buena parte del camino para conocer más mujeres como Azálea.
Consideraciones finales
En términos generales, en ciudades de la frontera norte, como Ciudad Juárez, Chihuahua, México, persisten comportamientos y actitudes patriarcales, acompañadas de múltiples expresiones de violencia hacia las mujeres, como se desprende de los casos presentados. Aunque también se observa una actitud de mayor apertura entre los varones, incluso en los casos en que las mujeres no desarrollen algún tipo de actividad remunerada, pero esto apenas está cambiando, mas no necesariamente de manera rápida. Varios hombres y mujeres entrevistados señalaron, incluso, que desde que las mujeres trabajan, han obtenido no sólo el reconocimiento de sus compañeros, sino también mayores niveles de independencia y poder dentro de sus hogares. Como ya se dijo, esto se ha traducido, inmediata y mágicamente, en cambios de actitud en torno a la familia y prácticas matrimoniales, como lo ilustra el caso de las mujeres que han decidido vivir solas o que se plantean sus proyectos de vida más en términos de desarrollo personal que de cumplir exclusivamente sólo con el papel de la maternidad.
Evidentemente aún existen bastantes ambivalencia o contradicciones al respecto, ya que, por ejemplo, muchas mujeres continúan pensando que es obligación exclusiva de los varones el sustento económico de las familias. Algunas de ellas jamás se han planteado el trabajo como parte de un proyecto de desarrollo personal, tampoco consideran que la actividad remunerada les permitirá una mayor independencia o poder, etcétera.
En las ciudades de la frontera norte, su población trabajadora sí participa en algunas de las labores domésticas, fundamentalmente por razones de ahorro. En términos generales, se aseveraría que las familias obreras de la frontera norte enfrentan graves carencias en materia de ingresos, salud, vivienda, infraestructura urbana, educación, atención de los hijos y alternativas de empleo del tiempo libre (Reygadas, 1992). En muchas ocasiones, debido al hecho de laborar en turnos diferentes, se reparten las tareas (incluido el cuidado de los hijos), para mantener el hogar. Evidentemente, muchos hombres todavía se resisten a desarrollar algunas de las tareas domésticas (particularmente cocinar y cambiar pañales), algunos de los varones entrevistados expresaron que no deseaban ser considerados "mandilones", pero que debido a razones fundamentalmente económicas, existe cierta tendencia de parte de ellos a participar más en este tipo de actividades. Algunos de estos varones nos comentaron que "no había de otra" y que, además, no podían pagar la guardería o a alguien para que realizara los quehaceres del hogar. Ellos enfatizaron que no les molestaba del todo ayudar en algunas responsabilidades del hogar, pero que no deseaban que sus amigos u otros hombres se enteraran de ello.
En más de una ocasión, durante las entrevistas, nos tocó ver a los varones barriendo la casa, tendiendo las camas o cuidando a los niños mientras la esposa estaba fuera trabajando. Por supuesto que aún son las mujeres quienes realizan la mayoría de estas labores domésticas, pero se ya se observa también a hombres participando en algunas de éstas. En los casos en que las mujeres efectuaban la mayoría de las tareas domésticas, ello se debía, principalmente, a que había sólo un varón, quien era la única persona que percibía ingresos.
Por otro lado, en algunos casos de la frontera norte se podría hablar de una cierta tendencia al cambio de papeles entre los géneros (más mujeres trabajando y más hombres ayudando en el hogar), sin embargo, no debemos confundirnos y pensar que estos cambios cuestionan definitivamente las funciones típicas de dominio y violencia de los varones y sus concepciones tradicionales sobre la familia y el matrimonio. Además, no sabemos qué tantos de estos cambios son sólo coyunturales, así que es mejor hablar de cierta tendencia contemporánea. Aunque muchas de las mujeres conocieron a sus esposos durante su etapa laboral, algunas de ellas abandonaron los empleos cuando sus maridos y otros miembros de la familia les hicieron ver que el papel de las mujeres estaba con los hijos, particularmente mientras éstos estaban creciendo. Ésta fue la justificación más común dada por las mujeres para explicar por qué habían dejado de trabajar. Y aunque en las distintas ciudades de la frontera norte es fácil encontrar madres trabajando fuera del hogar, la gran mayoría abandona, al menos temporalmente, los empleos para cuidar a sus hijos, sobre todo cuando son pequeños. No conocimos ningún caso de algún hombre que se haya planteado la posibilidad de quedarse a cargo de los hijos para que su compañera ganara el sustento de la familia. Todo parece indicar que en localidades como Ciudad Juárez, así como en el resto de las ciudades mexicanas, aún se concibe al varón como el principal proveedor económico de la familia. ¿Cuál es, en este sentido, el significado del trabajo para las mujeres y cuál para los varones? Y ¿qué implicaciones hay cuando no se logra una buena negociación para ingresar al mercado laboral? Nos parece que en los sectores populares (obreros) los hombres consideran sus ingresos como la entrada más importante para los hogares, y que los ingresos de las mujeres se consideran, obviamente, por razones de índole ideológica y de dominio, como un complemento del ingreso que devengan los varones.
En términos generales, a la gran mayoría de los hombres entrevistados les molestaba y preocupaba que sus esposas trabajaran. Solían quejarse de que "ahora que las mujeres trabajan quieren mandar también en la casa", de que a veces se iban con sus compañeras de trabajo de parranda y que a lo mejor hasta estaban siendo infieles a sus maridos. Todo esto, nos parece, constituyen mecanismos ideológicos aplicados por los varones para no perder poder ni alterar su imagen como proveedores principales, pues esto les permite continuar siendo los "jefes de familia" y, por ende, justificar prácticas de violencia que les permite "recordarles a las mujeres cuál es su papel en la familia y la sociedad".
A pesar de considerar este trabajo como un simple estudio de caso, su aportación radica en mostrar, a través de algunos ejemplos, cómo funcionan los mecanismos (muchas veces sutilmente) a través de los cuales los varones continúan ejerciendo distintas modalidades de violencia hacia las mujeres. El hecho de que varias mujeres deban pedir permiso para trabajar, a pesar de la incapacidad de los ingresos de los varones para sostener a sus familias, nos parece que constituye todo un mecanismo sutil, ideológico y vertebrado en discursos elaborados en usos y costumbres de un sistema patriarcal (bastante machista muchas de las veces) al que suelen apelar los varones para no perder sus privilegios ni su dominio sobre las mujeres.
En relación con la participación de las mujeres en la migración, conviene discutir cómo los varones han tomado estos cambios de actitud de las mujeres migrantes; asimismo llamar la atención acerca de las resistencias, ambigüedades y distintas respuestas que ellos han manifestado ante tales cambios. Quizás hasta ahora uno de los elementos más evidentes encontrados entre los varones es el relacionado con el hecho de ser percibidos como "buenos" proveedores económicos, ya que la percepción que se tenga de ellos al respecto incidiría, incluso, en asuntos tan íntimos como la sexualidad y su percepción de la virilidad (construida o aprendida de otros varones).
Se diría, también, que en el caso de las mujeres, una vez que han participado en el mercado laboral, su concepción de la vida y sus proyectos personales de algún modo se modifican, y si bien sus importantes contribuciones económicas no constituyen una garantía de mayor empoderamiento, independencia y más posibilidades de tomar decisiones centrales para las familias, el trabajo de ellas, tanto en las maquiladores de la frontera norte como en Estados Unidos, sí ha dejado entrar un pequeño rayo de luz en términos de relaciones que potencialmente resultarían más igualitarias.
En su análisis sobre Ciudad Juárez, Fernández-Kelly (1983) mostró que el acoso sexual, la discriminación y la violencia (física o psicológica) eran "pan de todos los días" en el seno de las maquiladoras; sin embargo, a través de otras entrevistas con hombres y mujeres, constatamos que la noción de masculinidad no es algo rígido ni inmutable, esto se entiende perfectamente al interpretar la manera como Edna u otras mujeres decidieron terminar con relaciones sentimentales abusivas. El caso de Edna es un excelente testimonio de que a pesar de la presión social es mejor divorciarse que continuar siendo objeto de violencia y abusos de todo tipo. De hecho, mujeres como Edna, quienes no sólo cuentan con experiencia migratoria internacional, también empiezan a replantearse que ante hombres violentos o abusivos, el matrimonio no es ya la única opción; el trabajo remunerado y la obtención de mayores niveles de educación formal empiezan a formar parte de sus nuevos proyectos de vida.
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