Introducción
Dentro del conjunto de estudios que han tratado los procesos migratorios de cariz étnico de campesinos e indígenas mexicanos hacia Estados Unidos (Kearney, 1986, 1995 y 1996; Velasco, 2008; Besserer y Kearney, 2006; Stephen, 2005; Sánchez, 2008; Fox, 2013; Fox y Rivera-Salgado, 2004; Burke, 2004; Cruz y Barrios, 2009; Aquino, 2012), y en el contexto etnográfico de la reciente migración internacional transfronteriza de localidades rurales de Las Margaritas (Chiapas) a California, este artículo, desde una perspectiva disciplinar antropológica cualitativa, mediante un estudio de caso y por medio de testimonios orales y datos etnográficos, aborda dos procesos sociales específicos de migración y sus impactos. En el marco socioeconómico entre las políticas neoliberales y la migración como estrategia para hacer frente a las crisis de las economías campesinas y frenar la precarización/pauperización de las comunidades rurales, indaga etnográficamente y mediante el estudio de las trayectorias personales de migración el papel que las relaciones y organización familiar desempeñan en la realización y reproducción de este proceso migratorio chiapaneco. Asimismo, se exploran algunas de las dinámicas de circulación de bienes y dinero derivados del trabajo de los migrantes campesinos en Estados Unidos a través de las relaciones entre diversos miembros de la familia. Así, en el caso de una familia, se investigan cuáles han sido algunos de los cambios que los matrimonios jóvenes (con hijos y de residencia patrilocal) experimentan en las relaciones y organización familiar a raíz de la salida temporal de los esposos para desplazarse hacia Estados Unidos a trabajar.
Andamiaje teórico
Las migraciones internacionales, si bien desde hace siglos han sido parte fundamental de los procesos que han configurado el mundo moderno (el colonialismo, la urbanización, los Estados-nación, la industrialización), se han intensificado en el transcurso del siglo XXI (Conapo, 2015, 2016), y constituyen algunas de las dinámicas estructurales de los procesos de la globalización neoliberal (Márquez y Delgado, 2012; Ariza y Velasco, 2012). Además, en tanto procesos de movilidad espacial a través de diversas fronteras que implican dinámicas de relocalización (Gregory et al., 2009), las migraciones han sido abordadas por varias disciplinas, desde la economía y la demografía, hasta la historia, la sociología y la antropología (Brettell, 2015; Brettell y Hollifield, 2015).1
Ahora bien, en el presente artículo consideramos que la migración de carácter internacional es un proceso socioeconómico y cultural amplio y complejo, que se da en el marco de la(s) política(s) de los Estados nacionales y que, como ha sido señalado (Bustamante, 1997: 9-10; Durand y Massey, 2009: 39-40; Castillo, 2016), alude a múltiples dinámicas sociales: 1) las precarias condiciones de vida y el marco estructural de carencias que fomenta la salida de los migrantes de sus lugares de origen; 2) otro proceso macro es la demanda de mano de obra barata y temporal por parte de ciertos sectores económicos de los “países del primer mundo”, situación que atrae a los migrantes/trabajadores de los “países en desarrollo”; 3) también juegan un papel importante los propósitos y deseos de quienes migran, y lo que para ellos significa el proceso de desplazamiento geográfico y de cambio sociocultural y subjetivo que implica la salida de su lugar de procedencia; 4) finalmente, están las redes y estructuras familiares, comunitarias y sociales que hacen posible la migración y las relaciones entre el lugar de origen y los sitios de destino. Este texto se centra, sobre todo, en el primero, tercero y último puntos.
Particularmente, ciertas reflexiones desde la antropología y la geografía se han centrado en el papel de las redes sociales en las migraciones internacionales (Hardwick, 2015; Brettell, 2015; Gregory et al., 2009; Kearney, 1995). En el abordaje de la migración desde estas dos disciplinas, el estudio de estas redes, concebidas como relaciones y vinculaciones sociales de diversa índole entre varios grupos humanos (Gregory et al., 2009; Brettell y Hollifield, 2015), se ha focalizado, entre otros, en dos ejes analíticos:
Por un lado, cómo las redes sociales posibilitan las movilidades humanas transfronterizas (entre los países de origen y destino, a través de una serie de diversos lugares de tránsito en ambos países) (Hardwick, 2015; Brettell, 2015; Bretell y Hollifield, 2015; Kearney, 1995). Además, estas redes tienen un rol muy relevante en las dinámicas de inserción sociolaboral en los países de destino (Hardwick, 2015; Brettell, 2015; Brettell y Hollifield, 2015; Kearney, 1995).
Por otra parte, cómo estas redes sociales son los canales para el flujo de dinero, bienes y artículos relacionados con la migración (Hardwick, 2015; Brettell, 2015), flujos que, en un sentido inverso al recorrido inicial del migrante, parten desde los países de destino (donde se encuentran los migrantes), hacia el origen (donde se ubican los familiares de los migrantes) (Hardwick, 2015; Brettell, 2015; Brettell y Hollifield, 2015). Asimismo, estas redes son fundamentales para analizar las configuraciones de los cambios derivados de la migración (y sus dinámicas relacionadas: remesas, ausencia de individuos, etc.), en los lugares de origen (Hardwick, 2015; Brettell, 2015; Brettell y Hollifield, 2015).2
Y, derivado del ejercicio del capital social, en ciertos contextos propicios se estructuran redes migratorias, las cuales se caracterizan como un grupo de diversos vínculos y relaciones interpersonales que enlazan y comunican a los migrantes con sus pares que les antecedieron en los lugares de destino (Durand y Massey, 2009: 31). Dichas redes no sólo posibilitan y bajan los costos socioeconómicos del tránsito entre los países de origen y llegada sino que, además, propician los procesos de inserción sociolaboral del migrante una vez que llega a su destino. En este marco, Durand y Massey consideran que “cuando las redes migratorias están bien desarrolladas, ponen al alcance de la mayoría de los miembros de la comunidad las posibilidades de obtener trabajo, y hacen de la emigración una fuente confiable y segura de ingresos. Se forman verdaderos circuitos migratorios, por donde circulan personas, bienes, información y capitales” (Durand y Massey, 2009: 32).
Por otra parte, la migración, a través de las diversas redes entre los migrantes y sus familiares, genera una serie de cambios de diversa índole en los lugares de origen (Brettell y Hollifield, 2015; Gregory et al., 2009). Estos cambios no sólo se reducen a la ausencia de los jóvenes migrantes, sino también a los procesos sociopolíticos y económicos de reconfiguración, tanto a nivel (principalmente) familiar, como socio-comunitario (en relación con las localidades de origen) (Castillo, 2016, 2017). En una compleja dinámica de cambio y permanencia, la migración, derivada de diversas causas, se conforma como un proceso de reestructuración del orden social a nivel local, con un fuerte carácter socioeconómico, y en el marco de relaciones de poder entre los diversos sujetos sociales involucrados (Velasco, 2008; Castillo, 2016).
Estrategia metodológica
La investigación se basó en una estrategia metodológica fundamentalmente cualitativa, tomando como eje la comprensión de los procesos sociales desde la perspectiva de los propios actores sociales en sus contextos de vida (Ariza y Velasco, 2012; Gregory et al., 2009; Kearney, 1995; Taylor y Bogdan, 1994). Siguiendo los planteamientos de Ariza y Velasco (2012) y de Gregory y sus colaboradores (2009), se abordó la vida social desde el propio mundo de los sujetos en dos dimensiones fundamentales y ligadas entre sí: por un lado, las prácticas de los actores sociales mediante las cuales construyen su cotidianidad y reproducen material y socioculturalmente su existencia (Kearney, 1995; Taylor y Bogdan, 1994); por el otro, las diversas percepciones de dichos procesos por parte de los involucrados (Ariza y Velasco, 2012; Gregory et al., 2009).
Acorde con lo anterior, la metodología se basó en registros etnográficos (por medio de la observación participante) y entrevistas a profundidad abiertas y semiestructuradas con sujetos sociales clave (migrantes, exmigrantes, familias de los migrantes, autoridades agrarias, etc.). Se realizaron una decena de entrevistas y los ejes temático-analíticos fueron los siguientes:
Las causas de la migración y su relación con los contextos socioeconómicos a nivel local, municipal y regional. El énfasis importante de esta etapa inicial fue indagar la vinculación entre las razones para migrar y las condiciones de desarrollo sociomaterial en el origen.
Las características y descripción de los procesos migratorios (quiénes eran los migrantes, rutas y lugares de destino), poniendo especial atención en la conformación y funcionamiento de las redes familiares, sociales y comunitarias en la realización de las trayectorias migratorias.
Finalmente, los impactos de la migración en la localidad de origen (en diversos ámbitos, el productivo, el familiar, el comunitario).
Después de una detallada revisión de diversas historias migratorias de varios campesinos, el caso de Melesio3 resultó muy relevante para la investigación por varias razones: era un joven campesino que migró varias veces por causas relativas a sus condiciones materiales de vida y se valió de una red migratoria articulada (entre Chiapas y California). En todas las ocasiones, Melesio migró a California y estuvo en varias localidades (los valles agrícolas y las inmediaciones de la capital de California), desempeñando diversos trabajos (jornalero agrícola, trabajo en servicios de limpieza en una empresa; su familia, sus padres y su esposa e hijos tuvieron que reorganizarse a raíz de su partida, y también mostró la presencia de relaciones entre el origen (la familia del migrante) y el destino (el migrante trabajando en Estados Unidos; y, finalmente, el caso de Melesio y su familia sirvió para dar cuenta de los impactos socioeconómicos de la migración a nivel local y en los ámbitos familiares y comunitarios.
Para el registro y construcción de la información cualitativa se realizó trabajo de campo durante varios años (2005-2017) con Melesio y sus familias nuclear y extendida, así como con otros migrantes y exmigrantes. Fundamentalmente, se trabajó en la localidad de Melesio, en el contexto del área rural de Las Margaritas, Chiapas. En común con la gran mayoría de los poblados rurales del municipio, dicha comunidad se caracteriza por una economía de tipo agrícola-campesina, de autosubsistencia, basada en la producción de maíz y fríjol. También como parte de sus actividades productivas, estos campesinos tienen procesos de intercambio económico derivados del cultivo y venta de café. La localidad tiene trescientas hectáreas y se caracteriza por una condición étnica en relación con la ascendencia indígena tojolabal que presenta, con dinámicas de organización familiar patrilocal. La comunidad de Melesio, junto a otras decenas de poblados, tiene historias migratorias comunes que comenzaron con la vuelta de siglo y se distingue por un perfil de migrantes jóvenes campesinos sin documentos migratorios y con escasa educación escolarizada.
Estado del arte: migraciones mexicanas y chiapanecas
La migración internacional (económica) mexicana a Estados Unidos ha sido uno de los tópicos tratados de forma sistemática desde hace años por diversas disciplinas, tanto en la academia mexicana, como en la estadunidense. Desde perspectivas históricas, encontramos trabajos que han indagado la conformación de esta migración en los siglos XX y XXI (Durand y Massey, 2009; Conapo, 2010, 2015 y 2016). Hay, además, diversos estudios demográficos que han abordado las características de las personas inmersas en estos procesos migratorios y que viven y trabajan en Estados Unidos (Pew Hispanic Center, 2014; Conapo, 2010 y 2016).
También están las investigaciones que, desde la economía política de la migración y mediante el abordaje de escalas nacionales y regionales, han indagado las condiciones histórico-estructurales de los procesos de movilidad de poblaciones mexicanas de carácter irregular y transfronterizo (Márquez y Delgado, 2012; Castillo, 2016). Estos trabajos abordan, tanto las causas de la migración en los países de procedencia de los migrantes (en el estudio de los contextos de expulsión en los lugares de origen), como las dinámicas de atracción y de oferta de mano de obra (en el contexto de la necesidad de trabajadores para el mercado laboral del país de destino) (Márquez y Delgado, 2012).
Por su parte, desde las disciplinas sociológicas y antropológicas se han abordado los vínculos entre los países (de origen y destino) y las dinámicas de agencia sociopolítica de los migrantes, en el marco de los procesos de etnicidad, nacionalidad y ciudadanía (Kearney, 1996; Fox, 2013; Besserer y Kearney, 2006; Velasco, 2008; Fox y Rivera Salgado, 2004; Stephen, 2005; Sánchez, 2008). Menos frecuentes son los estudios geográficos en relación con las conformaciones espacio/territoriales de las migraciones (la distribución de los sitios de destino y origen) (Durand y Massey, 2009; Castillo, 2016; Castillo y González, 2018).
En otro rubro, hay trabajos de ciencia política que han dado cuenta de las vinculaciones entre la migración irregular y las políticas migratorias (Massey et al., 2009; Durand y Massey, 2009). En una línea parecida, están los estudios de sociología jurídica que tratan las relaciones entre ideologías racistas y las transgresiones a los derechos humanos (Bustamante, 1997). También son relevantes los estudios económicos sobre migración, desde trabajos sobre las vinculaciones entre la reestructuración económica y las transformaciones de la migración dentro del marco de la integración regional y mercados laborales (Villafuerte y García, 2008, 2014), hasta las investigaciones que abordaban los contextos histórico-estructurales de la migración, en el marco de dinámicas de desarrollo sociomaterial y dentro de las tendencias de expansión del capitalismo neoliberal (Márquez y Delgado, 2012; Castillo, 2016).
Investigaciones sobre la migración chiapaneca a Estados Unidos
Asimismo, dentro del universo de investigaciones desde las ciencias sociales que tratan la migración chiapaneca a Estados Unidos a finales del siglo XX y principios del XXI hay varias perspectivas, desde la sociología y la antropología (Burke, 2004; Cruz y Barrios, 2009; Aquino, 2012; Castillo, 2017), hasta la economía, la demografía y la geografía (Jáuregui y Ávila, 2007; Villafuerte y García, 2008, 2014; Villafuerte, 2015; Conapo, 2010; Castillo, 2016; Castillo y González, 2018; Castillo et al., 2018).
Los trabajos sobre esta migración tienen una historia reciente de poco más de una década. Probablemente esto se halle vinculado a que estas migraciones chiapanecas, que comenzaron muy a finales del siglo XX (Villafuerte y García, 2014), se tornaron masivas y notorias hasta iniciada la década del 2000. Considerando la disciplina de abordaje y la escala de análisis, se pueden agrupar dos conjuntos de estudios sobre la migración chiapaneca: en el primer grupo están los estudios económicos, sociodemográficos y geográficos que, desde el nivel estatal en los sitios de origen y con fuentes de información sobre todo de carácter cualitativo, analizan los contextos económicos de expulsión de los migrantes y abordan las características sociodemográficas y las configuraciones espaciales (en términos de lugares de origen y destino) de estas migraciones (Castillo y González, 2018; Castillo et al., 2018; Castillo, 2016; Jáuregui y Ávila, 2007; Conapo, 2010, 2015 y 2016; Villafuerte y García, 2008, 2014; Villafuerte, 2015). Varios de estos estudios permiten el abordaje de las condiciones histórico-estructurales que produjeron los contextos de expulsión y que posibilitan la descripción de la génesis histórica de estas migraciones.
Por otro lado, están los estudios sociológicos y antropológicos que, partiendo de varias lecturas sobre las transformaciones socioeconómicas y culturales de las localidades de origen, analizan las migraciones étnicas y se concentran en el abordaje de la emergencia de estos flujos en ciertas regiones chiapanecas (Los Altos, La Frontera, El Soconusco, La Sierra, etc.) (Burke, 2004; Cruz y Barrios, 2009; Aquino, 2012; Castillo, 2017). Una de las características destacadas de este tipo de trabajos es su abordaje local, con una fuerte lectura histórico-contextual. Esto no sólo permite una perspectiva que privilegia los sentidos y motivaciones de los campesinos migrantes para salir de sus lugares de origen, sino que, además, proporciona una visión de mayor profundidad analítica sobre los contextos de expulsión de los migrantes.
La migración y la crisis de las economías campesinas
En las localidades campesinas de Las Margaritas (Chiapas), la migración a Estados Unidos emergió a mitad de los años noventa en algunas comunidades, como parte del impacto de las políticas de la globalización y el libre mercado en el agro. En el año 2000, la migración se transformó en una dinámica de magnitud regional de dimensiones municipales e involucró a muchas de las comunidades, asentamientos y rancherías de las regiones de Las Margaritas. Este proceso de movilidad transfronterizo fue estimulado, además de la marginación y carencia de derechos sociales (salud, educación y empleo), por las políticas oficiales de corte neoliberal en el sector rural chiapaneco, lo que impactó negativamente las economías agrícolas.
En este marco histórico, el Estado mexicano, además de que no proporcionó los servicios educativos y médicos a los que la población tiene derecho, con el inicio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) (1994) y los procesos de la globalización y el libre mercado, la nueva política agraria perjudicó a los campesinos y benefició a los medianos y grandes propietarios y a las empresas transnacionales mediante el fraccionamiento y venta de la tierra y los ejidos. Harvey apunta que las políticas neoliberales propiciaron la emergencia de una nueva clase rural conformada por campesinos jóvenes que, sin opciones de trabajo ni tierra, escogieron la migración como vía de salida (Harvey, 1995: 449-450).4
En el marco del sector rural de Las Margaritas (1994-2000), la migración de campesinos de ascendencia tojolabal a Estados Unidos se transformó en una dinámica social para solucionar parcialmente el proceso de empobrecimiento del campo chiapaneco y como mecanismo de generación de recursos económicos para la obtención de los artículos de la vida cotidiana. Las conexiones entre migración y localidades campesinas aluden a dos dinámicas relacionadas con las actividades productivas de la zona rural de Las Margaritas:
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Derivado de las frecuentes debacles económicas y las crisis de los mercados agrícolas (internacionales, nacionales, regionales y locales), así como de la inestabilidad de los precios de los cultivos orientados al intercambio económico, aconteció un decrecimiento de los recursos monetarios de las comunidades como resultado de la venta de las cosechas (principalmente el café y los excedentes de maíz y frijol). El valor económico de venta y compra del café en Las Margaritas (la cabecera municipal) durante los últimos veinticinco años ha cambiado vertiginosamente. Ésta es una de las causas de las condiciones de inestabilidad económica que viven los campesinos desde hace un cuarto de siglo (entrevista con don Juan, 12 de diciembre de 2005, El Aguaje, Las Margaritas, Chiapas). Esto debido a que la venta de café es una de las principales actividades de generación de dinero en el municipio (entrevista con don Pedro, 17 de diciembre de 2010, El Aguaje, Las Margaritas, Chiapas).
Al interior de las comunidades se percibe que, año con año, hay incertidumbre respecto al precio del café (diarios de campo, enero de 2010 y enero de 2014; entrevista con don Pedro, 17 de diciembre de 2010, El Aguaje, Las Margaritas, Chiapas). En este tenor, una manifestación de esto es el cambio de precio de la caja y el quintal de café entre enero y marzo del 2014. Para inicios de ese año el café (seco y despulpado) costaba entre dieciocho y veinte pesos por kilogramo (diario de campo, enero de 2014), pero para marzo el precio se elevó hasta cuarenta pesos el kilo. Las causas de la variación del valor económico del café implican desde las relaciones de desigualdad y asimetría entre campesinos y compradores (“coyotes”), hasta el papel que juegan los intermediarios y acaparadores y, finalmente, considerando los oscilantes y variables mercados nacionales e internacionales.
En este cuadro de situaciones, autores como Villafuerte y García señalan que las depreciaciones del café entre 1980 y 1990 significaron un duro golpe para el sector rural chiapaneco en general (Villafuerte y García, 2014: 8-12). Entre los años de 1996 y 2002, aconteció una fuerte caída en la cantidad de dinero generado por las exportaciones de café (Villafuerte y García, 2014: 10); de forma simultánea, el valor económico de los utensilios y objetos necesarios para la vida diaria (vestimenta y materiales de diversa índole: zacate para techo, tablas para muros y cimientos de casa para la construcción de viviendas, alimentos de variado tipo, entre otros) en las comunidades rurales se incrementó de manera sostenida. El empobrecimiento de las comunidades campesinas se elevó constantemente hasta el punto de que, año tras año, los miembros de los asentamientos rurales obtenían menos dinero y los enseres de la vida cotidiana costaban más, con lo cual se acentuaron las situaciones de precarización de las condiciones materiales de vida, así como las dificultades para la reproducción socioeconómica de las localidades rurales de Las Margaritas (diarios de campo, enero de 2010 y enero de 2014).
Aunado a las dinámicas apuntadas en el punto previo, en los asentamientos rurales se ha reducido la autoproducción de los citados utensilios para la vida cotidiana. Esto supone una dinámica compleja y tensa entre los miembros de la comunidad y aquellos grupos foráneos que proporcionan estos artículos, lo cual se ha visto robustecido porque, desde la década de los noventa, se han incrementado las vías de comunicación (carreteras) entre las comunidades rurales y las ciudades más cercanas (la cabecera municipal y la urbe de Comitán) (diarios de campo, diciembre de 2010 y marzo de 2013; entrevista con don Pedro, 17 de diciembre de 2010, El Aguaje, Las Margaritas). Desde hace cerca de dos décadas, se presenta una mayor dependencia de las comunidades rurales en relación con el entorno exterior (la cabecera municipal, Comitán, etc.) y con los grupos foráneos no indígenas (comerciantes, compradores e intermediarios del café, médicos, etc.), individuos que proporcionan y venden los objetos y servicios necesarios para la vida cotidiana de los asentamientos rurales. Aunado a ello, esta serie de intercambios con lo exterior y los foráneos implicó el aumento de las relaciones de desigualdad y disparidad económica y sociopolítica entre los sectores y actores (no indígenas y urbanos) del exterior y las comunidades campesinas e indígenas.
Los contextos de origen: las comunidades de los migrantes
En el suroeste de Chiapas, particularmente en el municipio fronterizo de Las Margaritas y, contrapuesta a la relación de oposición entre pobreza acentuada y migración internacional que algunos autores han apuntado (Durand y Massey, 2009: 87-90), surgió una migración no documentada y transfronteriza hacia Estados Unidos a mediados de la década de 1990, entre campesinos originarios de las localidades rurales de dicho municipio. Como lo han sugerido algunos autores (Durand y Massey, 2009: 87-93), los habitantes de las zonas rurales del país, en tanto migrantes no documentados mexicanos, debido a su experiencia y pericia en el trabajo del campo pasaron a formar parte de la reserva de mano de obra barata de que se ha valido y vale la agricultura estadunidense (principalmente la californiana), para reducir sus costos de producción e incrementar sus ganancias.
Las Margaritas, al igual que Chiapas (entidad con altos índices de marginación y con los niveles más bajos de educación, salud e ingreso) (PNUD, 2010: 41, 51, 57), se caracteriza por un marcado componente sociodemográfico rural/indígena y por un alto rezago social e histórico estructural. En el año 2010, de la población absoluta de este municipio, 103 568 personas (el 92 por ciento de la población) vivía en situación de pobreza y 67 782 personas (el 60.80 por ciento) vivían en condiciones de pobreza extrema (Gobierno Municipal de Las Margaritas, 2012: 36).5 En este municipio el grueso de la actividad económica es agropecuaria (principalmente agrícola) y tiene un componente sociodemográfico fuertemente rural. A semejanza del marcado componente socioétnico de Chiapas (con 1 141 499 hablantes de lengua indígena) (INEGI, 2012: 38),6 en Las Margaritas el grupo tojolabal (con 42 644 hablantes) es el pueblo indígena más numeroso (Gobierno Municipal de Las Margaritas, 2012: 33), buena parte del cual se ubica en la zona rural del municipio.
Durante gran parte del siglo XX, Las Margaritas tuvo diversas fincas (algunas con decenas de miles de hectáreas), donde laboraron, en condiciones de explotación, gran parte de los antepasados de los actuales tojolabales trabajando como peones acasillados, realizando labores agrícolas y ganaderas (Gómez y Ruz, 1992; Lisbona, 2009). Debido a la presencia desdibujada del Estado y sus políticas de discriminación étnica, el proceso de colonización y fundación de ejidos fue lento y tardío, y se dio por etapas (Aquino, 2012: 60-62).7
En la actualidad, gran parte de los campesinos tojolabales y no tojolabales tienen antepasados que, en condiciones de opresión y discriminación, trabajaron como peones en las fincas. Además de una composición socioétnica similar, los asentamientos rurales en Las Margaritas (principalmente los ejidos y pequeñas rancherías) tienen en común que se conforman de familias nucleares, con patrones de patrilocalidad (los hombres son generalmente quienes heredan y tienen la propiedad de los derechos agrarios y del uso de la tierra), economías campesinas agrícolas y, en menor medida, actividades ganaderas (diarios de campo, diciembre de 2010 y marzo de 2013).
Desde la conformación de los ejidos en la región a mediados del siglo XX, la producción agrícola de estas comunidades de Las Margaritas ha tenido y continúa teniendo dos vertientes: por un lado, aquella que se orienta principalmente a los cultivos cíclicos para el propio consumo de las unidades domésticas y que nos remite principalmente al maíz y el frijol (además del resto de los cultivos de “la milpa”: calabaza, xilacayota, diversas variedades de chiles, etc.); y, por otra parte, los cultivos perennes dedicados a la venta e intercambio económico con el exterior, principalmente el caso del café y, en menor medida, el plátano (diario de campo, diciembre de 2010), aunque también los excedentes de las cosechas de algunos de los cultivos cíclicos de autoconsumo como el maíz y el frijol pueden destinarse a intercambios de índole mercantil (diario de campo, diciembre de 2010).
Dado que estas localidades rurales tienen una actividad fundamentalmente agrícola y además poseen la propiedad y uso de la tierra (ya que son ejidos), e incluso su producción se orienta fuertemente al autoconsumo, pueden ser caracterizadas como comunidades campesinas (Kearney, 1996: 15; Wolf, 1955: 453-454).8 Otros dos de los rasgos presentes en las comunidades tojolabales del suroeste chiapaneco y que se enmarcan dentro de los ejercicios de definición desde la antropología contemporánea del campesinado son la autodirección de la producción agrícola de autoconsumo por parte de los campesinos y la presencia de relaciones políticas y económicas de desigualdad con los grupos no campesinos (Kearney, 1996: 18).
La migración en el área rural de Las Margaritas es un fenómeno relativamente reciente que inició a fines de la década de 1990 con las experiencias de movilidad geográfica transfronteriza de algunos miembros de unas cuantas comunidades desplazadas (Cruz y Barrios, 2009; Castillo, 2016). Una de las primeras comunidades fue San Isidro, cuyos jóvenes campesinos migraron por la violencia y represión ejercida por el ejército mexicano a raíz del levantamiento armado de 1994 (Cruz y Barrios, 2009: 53-58). A partir del inicio del siglo XXI, esta migración se propagó y se volvió un fenómeno cada vez más frecuente en los asentamientos campesinos de Las Margaritas (diario de campo, diciembre de 2010; Aquino, 2012).
Para explicar la relación entre los recientes y crecientes procesos de migración transfronteriza a Estados Unidos y las comunidades campesinas de Las Margaritas es pertinente considerar dos procesos socioeconómicos y de relaciones sociales progresivos: por un lado, la precarización de las economías y la merma de sus cultivos destinados a la venta, debido a las políticas neoliberales en el agro y las crisis económicas de la globalización de finales del siglo XX y principios del XXI; este contexto de acentuación de la vulnerabilidad generó la búsqueda de otras alternativas fuera de las comunidades para obtener recursos económicos. Y, por otra parte, cómo, a partir de una coyuntura histórica concreta de mediados de la última década del siglo XX (la salida de los lugares de origen y el abandono de algunas comunidades a raíz del conflicto armado de 1994 y de la represión militar) (Cruz y Barrios, 2009: 53-58), surgió y se insertó la migración internacional hacia Estados Unidos como una estrategia socioeconómica en el área rural de Las Margaritas, entre las comunidades campesinas tojolabales y de ascendencia tojolabal.
En contraste con lo apuntado por algunos estudios en torno a que la migración internacional (por los costos económicos y sociales que implica) no es un proceso social que se asocie a zonas de alto grado de pobreza (Durand y Massey, 2009: 87-90), este artículo permite explicar por qué y cómo, a través de nexos concretos, una comunidad campesina de Las Margaritas con un muy elevado índice de rezago socioeconómico se engarzó a los circuitos migratorios internacionales hacia Estados Unidos.9
Procesos migratorios en comunidades campesinas
Tanto a nivel regional de las localidades rurales de Las Margaritas, como en la comunidad de estudio (El Aguaje), los procesos migratorios transfronterizos hacia Estados Unidos presentan un perfil más o menos homogéneo y constante desde su inicio (a finales de la década de 1990) y hasta hace varios años; se trata principalmente de hombres jóvenes solteros y casados (de entre dieciocho y cuarenta años), que se desplazan y la frontera sin documentos.10 A semejanza de lo señalado por otros estudios (Aquino, 2012; Cruz y Barrios, 2009), estos jóvenes campesinos frecuentemente llegan a emplearse en trabajos manuales “no calificados” y relacionados a la agricultura (entrevista con don Bernardo, 14 de diciembre de 2010, El Aguaje, Las Margaritas, Chiapas). En el caso de las comunidades rurales de Las Margaritas, para llevar a cabo el desplazamiento geográfico los campesinos migrantes se han valido de múltiples medios y nexos familiares y comunitarios (entrevista con don Isaac, 15 de diciembre de 2010, El Aguaje, Las Margaritas, Chiapas).11 En este contexto y de acuerdo con lo que señalan algunos estudiosos del tema en torno a la teoría del capital social en la migración (Durand y Massey, 2009), las redes migratorias, entendidas como “conjuntos de lazos interpersonales que conectan a los migrantes con otros migrantes que los precedieron y con no migrantes en las zonas de origen y destino mediante nexos de parentesco, amistad y paisanaje” (Durand y Massey, 2009: 31), desempeñan un papel fundamental no sólo para la realización del trayecto y el tránsito hacia los lugares de destino, sino también para acelerar y facilitar la inserción social y laboral del nuevo migrante.
Estas redes cumplen diversas funciones: facilitan la movilidad geográfica transfronteriza, reducen el esfuerzo y los costos socioeconómicos del proceso migratorio y, en la medida que pueden proveer empleo y hospedaje, hacen factible el incremento y maximización de los recursos económicos que puede obtener el migrante (Durand y Massey, 2009: 31).12 Estos nexos y redes sociales de diversa índole (familiar, comunitaria, de amistad) son una forma de capital social del que se pueden beneficiar los migrantes en las diversas etapas de su experiencia migratoria, ya sea a la salida del lugar de origen, en el tránsito/trayecto por el territorio nacional y cruce fronterizo, en la llegada/incorporación a los lugares de destino en Estados Unidos (con la estancia laboral en el país vecino) y en el retorno.
Relaciones familiares, entramado que permite y reproduce la migración
Ahora bien, este capital social del que pueden valerse los migrantes no es espontáneo ni natural, sino que tiene una génesis y proceso de construcción social y acumulación. De este modo, mientras para los primeros migrantes, en su carácter de pioneros e iniciadores, tuvieron que sufragar mayores gastos económicos, desplegar mayores esfuerzos y experimentar mayores riesgos para migrar, sus sucesores en la experiencia migratoria se valen de los conocimientos, redes, recursos y saberes que tienen y forjaron sus predecesores.13
A nivel del contexto etnográfico del área rural de Las Margaritas esto se percibe en diversas narrativas que refieren a los primeros migrantes. En este sentido, el tío paterno de Melesio comenta que los primeros en migrar “como [que] no sabían ni conocían, les costó mucho [esfuerzo y dinero], iban solitos y nadie los apoyó” (diarios de campo, diciembre de 2010 y marzo de 2013). En cambio, a decir de los familiares de los migrantes, el camino para los que siguieron a los primeros fue más fácil, pues se valían de los recursos y redes que habían creado sus antecesores (entrevista con don Bernardo, 14 de diciembre de 2010, El Aguaje, Las Margaritas, Chiapas).14 De este modo, se da un creciente proceso de acumulación de saberes y recursos para los siguientes migrantes, y cada nuevo evento de un proceso migratorio produce capital social entre los individuos, con lo que el migrante nuevo se vincula, incrementando las probabilidades de más migración (Durand y Massey, 2009: 32).
Ahora bien, esta serie de reflexiones de carácter más teórico general sobre la migración y el capital social pueden rastrearse y someterse a prueba mediante el abordaje de contextos etnográficos locales y, particularmente, por medio del tratamiento de casos y trayectorias personales e individuales. Para indagar el papel que la familia (nuclear y extendida) desempeña como entramado que posibilita la migración y sus efectos, recurriremos al caso de Melesio, de El Aguaje. Este joven campesino tiene poco menos de treinta años, se casó hace seis aproximadamente con una joven de una localidad vecina (después de su primer viaje a Estados Unidos) y tiene dos hijos pequeños que viven en la comunidad de la que él es originario. Ésta es la tercera vez que Melesio está en Estados Unidos. Ahora, tras diversos procesos de movilidad laboral que iniciaron con actividades agrícolas, trabaja en el sector de servicios (haciendo tareas de limpieza) en una ciudad del noroeste de California y tiene poco más de tres años que no ha vuelto a su comunidad ni ha visto a su esposa e hijos.
No obstante, se comunica con ellos principalmente a través de llamadas telefónicas varias veces al mes (diario de campo, diciembre de 2010). Así, en el tenor de lo señalado por especialistas de la migración (Durand y Massey, 2009: 31) y desde el caso específico analizado en el contexto histórico etnográfico de las comunidades rurales de Las Margaritas, las relaciones familiares de Melesio han desempeñado un papel fundamental en sus trayectorias migratorias.
La primera vez que Melesio se fue a Estados Unidos contó con el apoyo económico de su hermano mayor, quien, además de proporcionarle el dinero para el pago de parte del viaje desde Chiapas hasta Sonora y el cruce por el desierto de Altar hacia Estados Unidos (en la zona fronteriza de Sonora-Arizona), lo hospedó y ayudó a la inserción sociolaboral en las actividades de los campos agroindustriales de California (diario de campo, diciembre de 2010).
No obstante, el respaldo que recibió Melesio no se limitó a la ayuda fraterna de su hermano mayor, también incorporó a otros miembros mayores de su familia extendida. Lorenzo, “pollero” de la región que ha llevado por años a jóvenes campesinos desde Las Margaritas hasta Estados Unidos (principalmente al suroeste estadunidense), es tío materno segundo de Melesio. Gracias a este vínculo familiar, Melesio, una vez en Estados Unidos y establecido en un trabajo fijo, pudo pagar a Lorenzo de manera paulatina el resto de los costos económicos que implicó su viaje y cruce fronterizo.15 Asimismo, la relación con su tío Lorenzo y los vínculos de éste con varios mexicanos permitieron a Melesio relacionarse con otros migrantes e incrementar la socialización.
Cabe resaltar que éste no fue un caso aislado ni único; previamente, el hermano mayor de Melesio, a semejanza de otros jóvenes urbanos y campesinos de Las Margaritas emparentados con este “pollero”, inició su trayectoria migratoria a inicios de la década de 2000 gracias al vínculo con Lorenzo. En este caso, Lorenzo también contribuyó a la inserción sociolaboral del hermano mayor de Melesio en actividades manuales.
Otro ejemplo concreto de cómo las relaciones familiares sirven como una red de apoyo y de canalización y distribución del capital social en la migración fue el caso de Rogaciano, tío paterno de Melesio. Rogaciano vive en la comunidad vecina de San Juan, a poco menos de diez kilómetros de El Aguaje (diario de campo, diciembre de 2010). Rogaciano, quien lleva casi veinte años casado y tiene dos hijos adolescentes, migró a Estados Unidos a mediados de la década pasada, a fin de conseguir dinero para sufragar deudas acumuladas (debido a las enfermedades de uno de sus hijos). La otra motivación para migrar fue obtener recursos económicos para arreglar y mejorar su vivienda. Para realizar su experiencia migratoria el tío paterno de Melesio se valió del apoyo social de su hermano mayor, quien, como ya tenía trabajo en California, lo recibió en su casa (y lo incorporó al grupo de migrantes mexicanos con quienes vivía en Estados Unidos) y lo colocó laboralmente en actividades de pizca, riego y empaquetado de verduras (diario de campo, diciembre de 2010).16
Como se ha mostrado mediante los datos y la evidencia etnográfica de las trayectorias y experiencias migratorias de Melesio, su hermano mayor y su tío paterno, las redes y relaciones familiares desempeñan una función muy relevante para la realización y reproducción de los procesos migratorios en las comunidades de El Aguaje y San Juan en la pasada década. Esta urdimbre de nexos entre hermanos y tíos y tíos y sobrinos permitió tanto el desplazamiento geográfico (el tránsito) de los lugares de origen a los sitios de destino en Estados Unidos, como los procesos de inserción laboral y la incorporación social mediante la recepción y el establecimiento de los migrantes en los pequeños grupos de socialización y convivencia en que se organizan los mexicanos (sin documentos migratorios) en aquel país. Desde sus diversas posibilidades y contextos, los familiares (tanto los que están en México como en Estados Unidos) brindaron al migrante dinero, respaldo y apoyo social.
Distribución, circulación y apropiación de bienes derivados de la migración
Ahora bien, para el caso de la comunidad de El Aguaje (como reflejo de lo que acontece regionalmente en las comunidades campesinas del área rural de Las Margaritas), las relaciones familiares (tanto las de carácter nuclear como extenso) fungen como un entramado social para la reproducción de los procesos migratorios. Estas relaciones familiares también se vuelven conductos y dispositivos efectivos a través de los cuales los diversos recursos (dinero, bienes, saberes, etc.) generados por la migración y el trabajo desempeñado en Estados Unidos por los campesinos migrantes son canalizados y distribuidos de manera socialmente diferenciada desde el migrante (y el lugar en que se encuentra) hacia los miembros de su familia (nuclear y extendida) en los lugares de origen en Chiapas.
Asimismo, el uso y apropiación de estos bienes y recursos se da de diversas formas en función de los contextos específicos y las necesidades particulares de los familiares del migrante. Nuevamente, los casos de Melesio, su hermano mayor y su tío paterno directo nos ayudan a indagar cómo se manifiesta de manera concreta lo previamente dicho (diario de campo, enero de 2014). Por ejemplo, el hermano mayor de Melesio, quien lleva ya una década trabajando en Estados Unidos y aún no se ha casado ni tiene hijos, envía con relativa frecuencia remesas económicas a sus padres. El envío de este dinero tiene dos finalidades y usos precisos: por un lado, ayudar a sus padres con diversas necesidades materiales (reparar la vivienda, adquirir bienes necesarios para la vida diaria, etc.); por otra parte, proporcionar recursos económicos para que reciban atención médica. Respecto al primer punto, entre 2013 y 2014 el padre de Melesio pudo dar mantenimiento a su casa y construir un cuarto suplementario gracias al dinero que su hijo mayor le mandó desde California (diario de campo, enero de 2014);17 asimismo, le permitió adquirir utensilios necesarios para la vida diaria, como ropa, zapatos, chamarras, maches, etcétera.
En lo concerniente al segundo aspecto referente a la salud, el padre de Melesio pudo recibir atención médica y costear una intervención quirúrgica18 que necesitaba gracias a los recursos económicos que le enviaron Melesio y su hermano mayor; de manera semejante, la madre de Melesio, en el transcurso de los últimos meses y gracias al dinero proveniente de su hijo mayor, ha podido solventar los gastos de las consultas médicas y los medicamentos para la atención de una enfermedad crónica que padece desde hace años (diario de campo, noviembre de 2014). Debido a la falta efectiva de servicios e infraestructura médica en la gran mayoría de los asentamientos rurales de este municipio, las experiencias de los padres de Melesio no son aisladas ni poco representativas, por el contrario, como lo han mostrado investigaciones en el área rural de Las Margaritas (Cruz y Barrios, 2009: 45-60; Aquino, 2012; Castillo, 2017), en las comunidades de la región que cuentan con migrantes en Estados Unidos, es recurrente que parte de las remesas enviadas desde allá se destine para hacer frente a las enfermedades y tener acceso a los servicios de salud y atención médica de los familiares del migrante (generalmente fuera de la comunidad de origen).
Otro caso representativo es el de Melesio y su esposa e hijos. Nadia, la esposa de Melesio, recibe regularmente remesas económicas de parte de su esposo. Este dinero, además de servirle para obtener los alimentos y bienes necesarios para la vida diaria de ella y de sus hijos, también hizo posible que su hija mayor, quien tiene padecimientos crónicos, pudiera recibir atención médica en instituciones de salud pública con especialidades médicas en la ciudad de Comitán y en Tuxtla Gutiérrez. Asimismo, con el dinero acumulado por las remesas enviadas por Melesio, Nadia contrató personas para modificar (con materiales como bloc y cemento) su vivienda y adecuarla a sus planes y necesidades (diarios de campo, enero y noviembre de 2014).
Rogaciano, tío paterno de Melesio, pudo ampliar su actual casa y poner cimentación de cemento gracias al dinero que consiguió mientras trabajó entre 2005 y 2007 en Estados Unidos, realizando labores de pizca y riego en la agricultura californiana. En este tenor, los casos de Rogaciano y Melesio se enmarcan en lo señalado por algunos especialistas de la migración que apuntan que, frecuentemente y además de otros usos (como por ejemplo la inversión productiva), las remesas se destinan a la creación y/o mejoría del inmueble donde habitan el migrante y sus parientes (Massey et al., 2006: 99-110).19
También se ha señalado que este dinero derivado de la migración permite a los familiares de los migrantes mejorar e incrementar temporalmente sus condiciones materiales de vida (Castillo, 2017). Esto se manifiesta de diversas maneras, desde la modificación de la casa-habitación y la compra y uso de ciertos artículos provenientes del exterior y la ciudad (modulares de sonido, reproductores de CD y DVD, etc.), hasta la adquisición de diversos bienes y objetos que facilitan la vida diaria (como molinos que funcionan con motor) y el acceso a servicios para la resolución de problemas vitales (como la atención médica de enfermedades).
Relaciones de apoyo y reciprocidad entre los migrantes y sus familiares
Los vínculos y relaciones de ayuda y solidaridad no sólo tienen una dirección (geográfica y simbólica) de norte a sur y de los migrantes a sus familiares en los poblados de origen; también acontece lo contrario y, además, los flujos se dirigen en sentidos inversos. De hecho, y de acuerdo con la evidencia etnográfica de El Aguaje (pero cuya condición es extensiva a ciertas localidades de la región que tiene procesos migratorios a Estados Unidos), acontece que los familiares del migrante que aún residen en el lugar de origen lo ayudan con sus responsabilidades y deberes comunitarios (mientras está ausente de la localidad y laborando fuera del país). Entre muchas otras actividades y labores, los familiares pueden cubrir cargos (religiosos y/o de autoridad agraria y social) asignados al migrante, remplazarlo en las faenas comunitarias (del ejido, la iglesia, la casa comunitaria o ejidal, el mantenimiento de los caminos y linderos, etc.). Por ejemplo, el padre y el hermano menor de Melesio cubren las obligaciones y deberes que este joven campesino tiene para con la comunidad desde hace casi tres años, lo cual hace factible que Melesio mantenga en forma y de manera vigente su membresía y pertenencia a su comunidad (diarios de campo, marzo de 2013, enero y noviembre de 2014).
La migración y los cambios socioeconómicos a escala local
No obstante, si bien es cierto que la migración como articulación de diversos procesos sociales puede aportar bienes y saberes a través de ciertas relaciones (de parentesco y sociales), también implica una serie de cambios de distinta índole en los poblados de origen de los migrantes. Uno de éstos se refiere a la familia (especialmente la nuclear y en menor medida la extendida). En este tenor y derivado de la ausencia del joven migrante, hay algunos cambios en los matrimonios jóvenes (con hijos) de residencia patrilocal. Por lo regular, dado que la migración es masculina y que la familia por general vive en la localidad del cónyuge varón, se incrementa la cercanía (voluntaria y/o involuntaria) de la esposa del migrante en relación con sus suegros (especialmente una vez que el campesino ha partido hacia Estados Unidos y mientras esté ausente trabajando en ese país).
Por ejemplo, Nadia, la esposa de Melesio, debido a las modificaciones que están haciendo en su casa vive desde hace un par de meses con sus suegros, situación que se debe particularmente a que su casa no está aún en condiciones de ser habitada (diarios de campo, noviembre de 2014). De hecho, antes de los arreglos, la esposa de Melesio vivía sola con sus hijos en su propia casa. No obstante, Nadia iba muy frecuentemente con sus suegros, quienes la ayudaban con el cuidado y educación de sus hijos y con otras tareas y labores propias de las mujeres y madres de familia en la comunidad. Un ejemplo de las prácticas de apoyo y solidaridad entre suegros y nuera se manifestó en el hecho de que, en múltiples ocasiones, el papá de Melesio acompañó a Nadia a las consultas médicas para la atención de la hija mayor de ella. Dado el tipo de servicio médico que necesitaba la niña, las consultas eran en centros de salud y hospitales de Las Margaritas, Comitán y Tuxtla Gutiérrez (diarios de campo, marzo de 2013, enero y noviembre de 2014). Otra expresión de esto fue que el suegro de Nadia fue quien trató con las personas que hicieron los arreglos de la casa de su hijo Melesio (diario de campo, noviembre de 2014). Si bien el aumento de las diversas relaciones de cercanía y proximidad derivadas de la ausencia del migrante pueden hacer surgir prácticas de apoyo y solidaridad entre algunas personas y miembros de la familia nuclear y extendida (suegros-nuera, abuelos-nietos, etc.), no menos cierto es que también pueden presentarse otro tipo de dinámicas que tensan y deterioran los vínculos de los sujetos involucrados (por ejemplo, situaciones de control y vigilancia entre la esposa y los padres del migrante).
Reflexiones finales. Migración, cambio social y comunidad
Como lo ha mostrado la evidencia etnográfica de las trayectorias migratorias (de Melesio, Rogaciano, el hermano mayor de Melesio) y las experiencias de ser familiares de migrantes de ciertos miembros de El Aguaje (los padres de Melesio, Nadia la esposa de Melesio), las familias (nuclear y extendida) y las relaciones entre sus miembros desempeñan un papel importante para la realización y reproducción de procesos migratorios. Estas vinculaciones familiares proveen una urdimbre de múltiples nexos por los cuales circula el dinero que envía el migrante para que su familiar también migre y, además, fungen como redes de inserción sociolaboral para los nuevos migrantes, una vez que éstos llegan a los lugares de destino en Estados Unidos con sus parientes que ya se encuentran en ese país. El papel de las relaciones familiares como redes que apoyan, canalizan y dirigen el desplazamiento geográfico es fundamental para la pervivencia de los procesos migratorios.20
No obstante, las relaciones familiares no sólo contribuyen y pueden ser una de las bases para la realización de las trayectorias migratorias. Además, pueden desempeñarse como vías para el envío, canalización y distribución de bienes (materiales y simbólicos) y saberes entre los migrantes en los lugares de destino en Estados Unidos y sus familiares en las comunidades de origen en el sur de México. Estos intercambios no sólo se limitan a objetos ni a recursos económicos (remesas); también pueden abarcar prácticas, valores y actitudes.
En un marco más amplio, la migración y sus efectos (en las relaciones familiares y en la vida social comunitaria) se inserta dentro de una vieja línea de indagación disciplinar en torno a los cambios sociales, culturales y políticos en las comunidades étnico-rurales. Esto delinea un complejo sendero de transformación y continuidad respecto a temas ya clásicos dentro de la antropología mexicana, como, por ejemplo, la amplia veta de estudios sobre la “aculturación” que, entre otros, abordaron Gamio (1966), Redfield (1930) y Aguirre (1982). Esto podría contribuir a la reconceptualización de las “comunidades” y las “etnicidades” en el contexto de una modernidad fallida del Estado-nación mexicano y en el marco de los influjos de la globalización (Castillo, 2016), a partir de la exploración precisa y detallada de contextos etnográficos rurales y delimitados, en donde se han presentado procesos de politización y fuerte agencia social.
En este tenor y en concordancia con estudios sobre reconfiguraciones comunitarias en contextos migratorios (Velasco, 2008; Besserer y Kearney, 2006), el análisis del caso de los migrantes (Melesio, el tío paterno y el hermano mayor de Melesio) y sus familiares en El Aguaje conduce a un ejercicio de repensar “la comunidad” como un crisol de variados subgrupos, con un proyecto en común, pero también con diferencias entre sus miembros (Besserer y Kearney, 2006; Stephen, 2005).
El seguimiento por un periodo relativamente prolongado de la familia y comunidad de Melesio conmina a evitar la tentación de “esencializar” y “reificar” a la “comunidad” y sus sujetos. No se trata de un grupo cerrado y homogéneo por completo; por el contrario, está expuesto al cambio y las diferencias internas. Es necesario resaltar la manera en que los sujetos, mediante diversas actividades y prácticas, despliegan su capacidad de agencia en la construcción/definición de la “comunidad” y los procesos colectivos de los campesinos. Esto concuerda con lo señalado por varios autores (Fox, 2013; Fox y Rivera-Salgado, 2004; Velasco, 2008; Stephen, 2005), en relación con la capacidad de agencia de los migrantes en la definición y reconfiguración de sus proyectos sociocolectivos de vida en contextos de cambio.
Asimismo, este caso etnográfico muestra que la migración, aunque de manera diferenciada según el caso de los migrantes y sus familias respecto al envío de remesas y bienes en contextos comunitarios, es un proceso de reconfiguración socioeconómica con diversas intensidades y niveles (familiar, comunitario). Un abordaje a escala local y con una detallada reconstrucción del contexto etnográfico permite una mayor profundidad analítica en el rastreo e identificación de dichos cambios, en el marco de consideración de escalas regionales y municipales.
Derivado del ejercicio previo, hay varias líneas de investigación a desarrollar. Queda pendiente explorar si la migración contribuye (y en qué medida) a generar procesos diferenciados de adscripción étnica y comunitaria, así como indagar si hubo una acentuación de las diferencias socioeconómicas entre los miembros de la localidad que migraron y los que no lo hicieron.
Otra veta para trabajar es ver si los procesos descritos se presentaron (y con qué frecuencia e intensidad) en otras localidades de la zona rural de Las Margaritas, e incluso en otros municipios del sur chiapaneco, considerando que las precarias condiciones de desarrollo sociomaterial que conforman los contextos de expulsión migratoria son comunes a gran parte de las localidades rurales del municipio de Las Margaritas, y también a otros municipios rurales con un claro componente étnico campesino.
Por último, sería conveniente explorar cómo los cambios en los procesos migratorios chiapanecos internacionales de carácter no documentado se relacionaron con el resurgimiento e intensificación de las dinámicas de migración interna; esto a raíz de que, con la crisis de la economía estadunidense del 2008 y la precariedad de oportunidades de empleo para los migrantes en Estados Unidos, decayó de manera acelerada e importante la migración internacional mexicana y chiapaneca a ese país.