Introducción
La larga tradición migratoria de mexicanos a Estados Unidos ha sido fuertemente documentada, tanto en sus dimensiones social, política y cultural como económica, por lo que los estudios migratorios se han erigido como un campo prolífico con varias reformulaciones metodológicas; sin embargo, hoy en día no puede comprenderse el ascenso del trumpismo y su conexión con aquel fenómeno sin entender la crisis del capitalismo global iniciada en 2008 (Chacko y Jayasuriya, 2017), los fracasos de la administración de Barack Obama (Golash-Boza, 2018) y la incapacidad del liberalismo estadounidense para resolver los grandes conflictos sociales (Handmaker, 2019), como el racismo, las disputas entre clases sociales y la crisis ecológica.
Como señala William Robinson (2019), el neoliberalismo moderno ha provocado una polarización entre los ciudadanos, abonando a los problemas de legitimidad política.
En este sentido, la comunidad mexicana en Estados Unidos ha sido vista como parte de la problemática, lo que recientemente ha desatado reacciones airadas de denostación xenofóbica por parte de segmentos sociales y actores políticos locales que la han señalado como origen de un malestar sociocultural, económico e idiosincrático, escenario perfecto para la manifestación de retóricas antiinmigrantes que la acusan de ser un peligro, tan sólo por su presencia (Canales, 2019), principalmente, en lo concerniente a la seguridad nacional, asociándola con la violencia, la proliferación de ciertas enfermedades y un ejercicio desmedido del gasto social.
Parte de las respuestas del gobierno estadounidense ha sido reducir su inversión en lo social e incrementar las deportaciones, especialmente después de 2014, cuando el Departamento de Seguridad Nacional (Department of Homeland Security, DHS) se dio a la tarea de expulsar indocumentados con antecedentes penales, los que, desde su perspectiva, suponían una amenaza (Pintor y Rocha, 2021), así como implementar políticas restrictivas antiinmigrantes en los estados y a nivel federal.
El objetivo del presente trabajo es analizar el comportamiento de las remesas mexicanas en el periodo de Trump (2017-enero de 2020), en el marco de un neoliberalismo autoritario, así como sus efectos en las acciones y decretos de corte xenófobo y racista visibles desde hace tres décadas, en parte propiciados por el colapso del sistema económico y social estadounidense, todo lo cual ha dado pie a discursos enfocados en segmentos cada más amplios de la población anglosajona, fomentando oposición a los movimientos tradicionales y a corrientes consideradas progresistas o incluyentes en lo tocante a los derechos humanos de las minorías, como los hispanos, afrodescendientes, musulmanes, y en general contra inmigrantes y refugiados, pero de manera particular contra la comunidad mexicana (Kazin, 2016).
Las medidas de seguridad nacional estadounidenses se basan en un nuevo cons titucionalismo, que ampara la capacidad de ejercer autoridad y poder de forma autoritaria (Niembro, 2016), con la finalidad de endurecer políticas antiinmigrantes, como la de triplicar el número de agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (U. S. Immigration and Customs Enforcement, ICE), y hacer que México actúe como “tercer país seguro” en lo tocante a la migración centroamericana, centrándose en gran medida en la seguridad fronteriza, así como en los flujos migratorios, a raíz de un memorando de Donald Trump publicado durante su campaña en 2016, en el que alentaba a construir un muro fronterizo financiándolo con la imposición de un arancel del 2 por ciento al envío de remesas (Forbes, 2020).
Las medidas antiinmigrantes y los discursos de Trump están fuertemente vinculados no sólo con la actuación del sistema político de Estados Unidos y con su nacionalismo, sino con el procedimiento legislativo, que ha desgastado el consenso interno en las últimas décadas como reflejo de la crisis del capitalismo, cuyo único fin es la existencia de un mercado de consumo, que no brinda garantías ni a las clases bajas ni a las zonas rurales, desprotegiendo, incluso, a una parte de la clase media, que cada vez pier de más relevancia como actor político y de consumo.
En este sentido, el Estado keynesiano estadounidense moderno revela una crisis intermitente, como el observado en el gradual desgaste de los apoyos sociales (Esping-Andersen, 2002) y en el entorno del trabajo, lo que ha polarizado a la sociedad estadounidense, por lo que las minorías, y la presencia mexicana en particular, han sido objeto de repudio social (Gonzales, 2017), incluso por parte de un sector de la sociedad mexicoamericana.
Metodología
En el análisis del llamado trumpismo, fenómeno empujado por las contradicciones socioeconómicas del declive hegemónico de Estados Unidos, Luis Fernández (2021) señala que el discurso conservador-populista que prometía devolver su grandeza a Estados Unidos (“Make America Great Again”) resultó ser contradictorio, pues durante el mandato del republicano se resquebrajaron aún más los valores angulares del sistema estadounidense, como la igualdad, la justicia y la libertad (Alexander, 2017), mostrando al desnudo viejos problemas que lo han acompañado en los últimos tiempos, pero sobre todo, revelando el consenso de los grupos de poder respecto a las tendencias dominantes del país.
En este orden de ideas, este trabajo desarrolla una metodología de trabajo que incluye el análisis de datos estadísticos extraídos de censos oficiales. En la parte analítica se echa mano de la teoría crítica, específicamente del concepto de neoliberalismo auto ritario propuesto por Ian Bruff (2014), quien sostiene que, tras la crisis global capitalista de 2008, los Estados han experimentado un giro autoritario, reforzando los mecanismos legales y coercitivos para aplicar la ortodoxia neoliberal, renunciando a toda posibilidad de negociación con los sectores disidentes, por lo que este artículo se centra en la política migratoria de Trump, haciendo énfasis en el discurso, acciones y propuestas antiinmigrantes, estrategia tan bien orquestada que avivó a los sectores radicales a restaurar el orgullo nacional acudiendo a las posturas de Washington más radicales, como restringir los servicios de educación y salud, inclusive el libre tránsito de las personas afrodescendientes e indocumentadas, pero, sobre todo, como hemos dicho, se aborda el asunto de las remesas, tema sensible para 4 907 474 hogares (11 100 000 adultos) en el país (Domínguez, 2022).
Los datos estadísticos sobre los envíos de dinero fueron tomados del portal de Banxico (2022) y permiten observar su incremento, como hemos dicho, durante dos periodos: el trumpismo y la pandemia. Otra fuente de información fueron las propuestas de ley antiinmigrante aceptadas en los estados, publicadas por la National Conference at State Legislatures de 2005 a 2015, así como los datos de las “ICE Statistics”, publicadas por el DHS (2021), con la finalidad de observar las deportaciones en los últimos tiempos.
Este escrito se compone de tres apartados: en el primero se explica el concepto de neoliberalismo autoritario; posteriormente, analizamos las características del trumpismo y sus implicaciones en la cuestión migratoria; por último, nos enfocamos en el tema de las remesas y su incremento a lo largo de treinta meses, en medio de las adversidades políticas y sanitarias afrontadas por los mexicanos empleados en labores prioritarias, como la construcción, la agricultura, la manufactura, la preparación de alimentos, el mantenimiento y la limpieza, ocupaciones con altos índices de estrés y peligro, lo que se suma a la vulnerabilidad derivada de su carácter de indocumentados y la falta de dominio del idioma oficial (Rocha et al., 2022).
Formas y enfoques del neoliberalismo autoritario
El neoliberalismo es la manifestación más actual del capitalismo y ha impulsado la expansión de los mercados como forma de consolidar escenarios de acumulación desmedida en beneficio de los grandes capitales (Puello, 2013). Gran parte de la dinámica neoliberal descansa en las políticas de ajuste enfocadas en reducir el gasto público y acabar con los resabios del Estado benefactor, consolidando una política de austeridad (Jess, 2019), mientras amplía las áreas de acción del capital privado y refuerza los andamiajes jurídicos para consolidar políticas de privatización y liberalización económicas, fortaleciendo el individualismo, el consumo y la competencia, y esto ha sido posible gracias a la creación de leyes, acuerdos comerciales y tratados que han consolidado los procesos de privatización de empresas públicas y de los bienes comunes como tierra, agua, bosques, sistemas educativos, penitenciarios, salud, entre otros (Peters, 2005), agudizando las desigualdades social y económica; no obstante, Ian Bruff y Kathryn Starnes (2019) señalan que no se debe satanizar a los gobiernos por promover el libre mercado, sino por la imposición de este modelo en el mundo a través de la coerción o de obligar a acuerdos, tratados o convenios.
De acuerdo con Bruff (2014), vivimos un neoliberalismo autoritario, un giro hacia la extrema derecha, expresado en una erosión de la democracia y la participación social, que promueve cambios constitucionales y jurídicos para inmunizar al Estado de todo cuestionamiento a las políticas de ajuste económico en favor de las minorías privilegiadas. Así, los Estados neoliberales han sido incapaces de lograr acuerdos con la sociedad civil para la ejecución de políticas públicas, por lo que los cambios en las legislaciones se justifican como presuntas medidas para generar condiciones favorables a la inversión de capitales y la creación de empleos, salvaguardando los intereses de las corporaciones financieras y empresariales (Bruff, 2012). Esa táctica de inmunización conlleva una contradicción, pues los colectivos populares se ven empujados a crear estrategias de resistencia, visibilizando sus demandas.
Ernesto Gallo (2021) sostiene que el neoliberalismo y el autoritarismo estatal están fuertemente ligados, fenómeno que se observa en tres modalidades: en el primer contexto, preponderan los gobiernos tecnocráticos, obsesionados por el equilibrio fiscal; en el segundo, gobiernos que incentivan el nacionalismo populista, mediante una poderosa retórica antiinmigrante, como Trump, y, por último, están los regímenes autoritarios tradicionales, muy propios de las autocracias de las exrepúblicas soviéticas y China.
El concepto de neoliberalismo autoritario fue desarrollado, inicialmente, por Bruff (2014), quien sostiene que dicho modelo económico -expresado en procesos de desregulación del sector privado y en políticas de reducción del Estado de bienestar- ha tendido a reforzar los mecanismos de control, limitando la protesta social y, en suma, sancionando toda conducta que ponga en riesgo su funcionamiento.
Así, que independientemente de los tipos de regímenes, los gobiernos actuales refuerzan y consolidan esquemas de control para marginar, vigilar y someter a los colectivos que cuestionan las políticas de ajuste económico (Bojórquez et al., 2022) y de acotación de libertades, renunciando a las prácticas de antaño en las que se recurría a la negociación o la cooptación (Bruff y Tansel, 2019), pues en estas sociedades se prohíbe o regula el activismo social, que, en muchos casos, es incluso criminalizado (Bojórquez y Ángeles, 2021). En ese sentido, Rita Edozie (2021: 99) sostiene que el neoliberalismo autoritario “pone en riesgo las democracias occidentales consolidadas”, desestabilizando de manera evidente a las débiles e incipientes democracias del Sur global. En ese contexto, las políticas antiinmigrantes típicas del neoliberalismo autoritario no se han expresado sólo en Estados Unidos; también en otras zonas, donde estas personas son tratadas con desprecio, acceden a trabajos mal pagados e inseguros, y se les niega el acceso a la salud, lo que evidentemente vulnera sus derechos (Dutta, 2020; Igarashi y Ono, 2019).
El régimen de Donald Trump y su discurso antiinmigrante
De acuerdo con Alfonso Gonzales (2017), la de Donald Trump puede definirse como una gestión propia del neoliberalismo autoritario, en la que el Estado ejerció mayor represión, limitando las libertades civiles e impulsando una política racial que generó retrocesos, a contrapelo de los movimientos pro migrantes y grupos marginados.
Robert Antonio (2022) menciona que este autoritarismo neoliberal se enmarca dentro de la crisis sistémica del capitalismo en sectores medios y bajos que, paralelamente a la pérdida de legitimidad por parte de las elites políticas estadounidenses, ha provocado violencia del Estado y de la sociedad civil no sólo contra migrantes como tales, sino contra latinos, afroamericanos, indígenas, mujeres y miembros de la comunidad LGBTTTQ+, sean o no migrantes. Así, en las últimas décadas, en las campañas presidenciales de la Unión Americana, ha cobrado fuerza la retórica antiinmigrante, sobre todo en el Partido Republicano, buscando incentivar un nacionalismo a modo y obtener mayor votación.
Durante su candidatura, Trump difundió en la prensa y plataformas digitales un discurso que se expandió por el mundo, usando un lenguaje xenofóbico en contra de la inmigración ilegal, particularmente la mexicana. Pese a contar con un historial como empresario global en actividades hoteleras, inmobiliarias y de entretenimiento, considerando su discurso -según la clasificación Gallo (2021: 557) sobre las variantes en la actuación del neoliberalismo (autoritario, estatal, económico e híbrido)-, se puede ubicar dicho régimen en la categoría de nacionalismo populista, pues la retórica antiinmigrante y antiglobalización marcaron no sólo su campaña, sino también su gobierno, lo que atrajo a amplios grupos de seguidores, no sólo entre el segmento más conservador de la población, sino también entre el sector blanco tra bajador (Cisneros y Babblili, 2022), población que habita en antiguas zonas industriales y cuyos puestos de trabajo se desplazaron al Sur global, al buscar los empresarios menores costos de producción y laxas regulaciones medioambientales, y, sobre todo, entre ciudadanos de entornos rurales o de áreas con poca densidad poblacional, y sin estudios superiores.
En este sentido, estas personas que vieron limitados sus ingresos, así como los sectores que tradicionalmente se oponen a los movimientos sociales, se han posicionado como un bloque abiertamente a favor de la ideología de Trump, siendo gente que mostraba poca participación en procesos electorales anteriores, pero que, al escuchar las mencionadas arengas xenofóbicas y racistas a partir de 2015, se sintieron atraídos por su contenido, lo mismo que los miembros ultraconservadores del Partido Republicano (agrupados en su mayoría en el Tea Party). Todos ellos consideran que la llegada de inmigrantes pone en riesgo los valores de la sociedad estadounidense (Verea, 2018) y son llamados “restriccionistas de principios” (Verea, 2012: 43).
La estrategia de Trump de llegar a la presidencia a través de la denostación de los inmigrantes y los afrodescendientes tuvo éxito en algunos sectores sociales. Otro grupo que padeció su retórica fueron los musulmanes, de quienes afirmó que eran terroristas, por lo que estaba en contra de su ingreso al país (Hines, 2019), pronunciándose a favor de cerrar mezquitas y de expulsar refugiados sirios (Franco, 2016) que en ese momento vivían una tragedia humanitaria producto de una guerra de más de diez años. Este discurso Trump lo convirtió en una base electoral creciente que fue importante para su victoria e, incluso, durante su campaña en busca de la reelección, cuando planteaba la necesidad de atraer a migrantes europeos, en vez de a personas de piel oscura (Hines, 2019).
En palabras de Stephanie Canizales y Jody Vallejo (2021: 151), “Trump y su administración no fueron el origen de las experiencias de racismo de los latinos, pero su ascenso al poder se derivó, en parte, de la racialización de los latinos”. En este sentido, debe entenderse que el ascenso del trumpismo no es un hecho aislado, sino la construcción de un imaginario a partir de discursos que sectores de la sociedad mantenían restringidos en su pensamiento, pero que en momentos de crisis se expresan culpando a las minorías más vulnerables, propagando “el miedo de los blancos a perder su estatus debido a cambios demográficos y procesos históricos contemporáneos” (Canizales y Vallejo, 2021: 151).
De acuerdo con David Hursh (2018), las políticas propias del populismo de derecha encabezado por Trump configuraron un neoliberalismo autoritario basado en una forma de gobierno menos democrática, con cambios legales que erosionaron el ambiente político (Hursh, 2018), pero además impactaron el sistema de asilo y refugio en Estados Unidos, al que se impuso el llamado Protocolo de Protección de Migrantes (PPM), que impide la llegada del migrante directamente a Estados Unidos, poniendo como condición que permanezca en México mientras se aprueba su solicitud de asilo (BBC, 2021).
Michelle Keck y Monica Clua-Lozada (2021) argumentan que usar el tema migratorio como eje de una retórica que exacerba el racismo y la xenofobia para justificar la construcción de un muro entre México y Estados Unidos sin duda formó parte de la estrategia de reforzamiento de las formas autoritarias visibles en las políticas neoliberales de Trump que promovieron los mecanismos de acumulación en su país; sin embargo, contrario al neoliberalismo como política económica, esto hizo que el discurso enalteciera la soberanía y ésta se erigiera como punto central. Su asesor más influyente, Steve Bannon, introdujo la critica a la Acción Afirmativa -que históricamente ha funcionado como una forma de compensar a las minorías raciales, sea desde el punto de vista político o económico- para apoyarse en un supuesto nacionalismo laboral a fin de impedir, decía, que los extranjeros despojaran de los empleos a los ciudadanos estadounidenses (Minacov, 2021; Dutta, 2020).
En el marco de esa política, Trump deportó, tan sólo durante 2019, a 128 000 mexicanos, lo que, de acuerdo con Reynaldo Ortega (2019), generó cambios en las tendencias migratorias, disminuyendo la cantidad de mexicanos dispuestos a cruzar ilegalmente; aunque esto ya ocurría desde la crisis de 2008, originada por la llamada burbuja inmobiliaria. Se sabe que con Trump se registró un reforzamiento de las instituciones migratorias encargadas de las deportaciones; no obstante, diversos estudios señalan que es con George W. Bush y Barack Obama cuando se endurecen las políticas migratorias (Armendares y Moreno, 2019). Los datos muestran menos deportaciones en la administración de Trump (véase la Gráfica 1), pero es cuando se con solida el discurso que potencia el odio racial, transitando hacia una securitación y militarización de la frontera, llegándose a atentar contra los derechos humanos en los centros de detención (Smith, 2019).
En el marco de este discurso populista de derecha, se tomaron medidas que fue ron más allá del orden jurídico trastocando la moralidad con actos como la detención de personas que viajaban con sus niños y la separación de éstos de sus padres. Para Luca Manunza (2017), así como para Ali Bhagat y Susanne Soederberg (2019), los centros adonde remitieron a estas personas son el símbolo del neoliberalismo autoritario y evidencia del endurecimiento del Estado.
Algunas de estas medidas datan de tiempo atrás, como la prohibición de ingreso de ciudadanos asiáticos y las deportaciones en la década de los veinte del siglo pasado, lo que dio origen a la Patrulla fronteriza, pero fue la llegada de William Clinton a la presidencia (1993-2001) lo que agudizó la vigilancia de las fronteras, para evitar más entradas desde el Sur. Ejemplo de ello son la Operación Controlar la Línea (Hold-the-Line), en El Paso, Texas, y la Operación Guardián (Gatekeeper) en San Diego, California, programas que incrementaron sustancialmente la presencia de personal de seguridad (Pintor y Rocha, 2021). Así, el Estado se enfocó en sellar la frontera, pero no en deportar a los que ya habitaban en su territorio.
Ismael García (2018) comenta que los ataques del 11 de septiembre de 2001 provocaron un endurecimiento de la legislación estadounidense. En el marco de la Doctrina Bush, se promulgaron la Ley Patriota (USA Patriot Act) en 2001 y la Ley de Seguridad Fronteriza Reforzada y Reformaal Ingreso conVisa (Enhanced Border Security and Visa Entry Reform Act) en 2002, que aumentaron la capacidad del gobierno federal para emprender acciones antiterroristas, creando con ello un ambiente hostil. En 2006, el Senado de Estados Unidos aprobó la Ley de la Cerca Segura (Secure Fence Act), mediante la cual se autorizó la construcción de la valla que hoy se levanta en la frontera con México. Esa legislación transformó la estructura de metal en una doble valla fortificada que se extiende desierto adentro hasta el golfo de México (Lara, 2012).
Cabe destacar que durante el periodo previo a Trump la opinión pública estadounidense no ponía mucha atención a la idea de reforzar la seguridad interna, pero los sucesos del 11 de septiembre de 2001 cambiaron esa percepción y se tomaron medidas para reducir los riesgos de nuevos atentados terroristas (Corona, 2003). Esta preocupación por la seguridad interna llevó a la creación del ice, policía cuyo objetivo principal es proteger la seguridad nacional y pública, pero también realizar acciones más allá de la frontera, con gran rapidez y mediante la aplicación de juicios masivos (Dow, 2007).
Aunque el endurecimiento impactó en el tema de las deportaciones, fue durante Trump cuando se discutió el marco legal en favor de las mayorías, como la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (Deferred Action for Childhood Arrivals, DACA) en su versión ampliada. El juez John D. Bates, con tribunal en Washington, consi de ró “inexplicable” la derogación de la daca y de la Acción Diferida para Padres de Estadounidenses y Residentes Permanentes Legales (Deferred Action for Parents of Americans and Lawful Permanent Residents, DAPA), lo que significa que los llamados Dreamers podrán permanecer en Estados Unidos, pero si los solicitantes han cometido alguna de las faltas incluidas en la lista de causales de deportación del ICE, deberán salir del país y no podrán recibir los beneficios (Patel, 2018).
Gran parte del discurso de Trump, antes y durante su presidencia, estuvo matizado por el nuevo arancel a las remesas, las que, por naturaleza, son producto del fenómeno migratorio, pues en el caso de muchas naciones, incluyendo a México, la desigualdad económica ha sido una de las principales causas del éxodo, en busca de mejores condiciones de vida y de ayuda a quienes se quedan en los países de origen (Nguyen y Kebede, 2017). Por lo que retomamos la pregunta inicial: en medio de este entorno antiinmigrante y de emergencia sanitaria, ¿cuál fue el comportamiento del flujo de las remesas de los mexicanos en Estados Unidos?
Flujo de remesas de Estados Unidos hacia México (2017-2020)
A pesar de la retórica antiinmigrante durante la presidencia de Donald Trump, las remesas enviadas por los mexicanos que viven principalmente en Estados Unidos han roto récords, lo que, de acuerdo con Eunice Rendón, representante de Chicanos por la Causa, se debería, entre otros factores, al miedo a la deportación (El Economista, 2019) aunado al extraordinario funcionamiento de las redes de solidaridad de las familias en el contexto de vulnerabilidad económica como consecuencia de la pandemia y la voluntad de apoyar a sus familias en México; sin embargo, como sostienen Alejandro Canales y Dídimo Castillo (2022), el precio fue alto en términos de decesos, pues estos trabajos, considerados prioritarios, no se detuvieron y la COVID-19 cobró una gran cantidad de vidas, a razón de 141.7 decesos por cada 100 000 habitantes entre los latinos, 56.7 por ciento de los cuales se identifican como mexicanos, lo que contrasta con lo encontrado entre la población blanca, que perdió 48.4 vidas de cada 100 000.
En agosto de 2020, Trump anunció que buscaría mecanismos para que México pagara el muro, dejando entrever que, para ello, se cobraría el peaje a los vehículos que cruzaran la frontera común, además del mencionado impuesto a las remesas (Forbes, 2020). La razón última del aumento en el envío de remesas ha sido toda una incógnita, aunque el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), a través de su especialista Enrique Díaz-Infante, considera que los apoyos gubernamentales estadounidenses a los contribuyentes podrían explicar el aumento en el consumo y, por consecuencia, el impulso a las remesas de 2019 a 2021; sin embargo, no explica el incremento (Cota, 2021).
Este tema, el de los envíos destinados a las familias, ha sido ampliamente discutido en México, en parte por la dependencia de este ingreso a nivel macro, pues favorece los indicadores nacionales, aunque lo más notable es a escala micro, donde este recurso viene a paliar el desajuste económico de los hogares, pese a que su comportamiento sea variable. La bibliografía especializada muestra que, en particular, los migrantes mandan recursos a sus familiares dentro de los primeros cinco años en promedio, por lo que pueden considerarse cíclicos, sobre todo, cuando se toman indicadores como empleo, ingreso, idioma, situación migratoria y las políticas internas del país de recepción, que pueden repercutir en los envíos.
René Maldonado et al. (2010) sostienen esta hipótesis, sobre todo porque, a partir de 2008, la crisis global impactó de forma negativa a los principales países receptores, como México. Por su parte, Jeffrey Frankel (2011) afirma que las remesas funcionan como amortiguadores cuando los países entran en crisis o recesión, permitiendo que las familias funcionen y mantengan su correspondencia afectiva, por lo que este recurso adquiere significados sociales que van más allá del valor monetario (Moctezuma, 2008).
En esta tesitura, el estudio de Lozano et al. (2022) ofrece una visión sobre el efecto cíclico de las remesas, subrayando que actúan de forma resiliente, y, como lo mostró la crisis de 2008-2009, el carácter prioritario de los empleos de los migrantes mexicanos permite entender el nexo entre migración y remesas, pues el origen de este recurso está en la existencia de tales actividades y en la necesidad de brindar sostén a la familia. Diferentes organismos, instituciones y académicos contribuyeron a que estos recursos decayeran notablemente; sin embargo, los canales y redes, se activaron en la vida cotidiana transnacional durante la pandemia.
Las prácticas transnacionales cotidianas entre los migrantes mexicanos permiten construir y redefinir el involucramiento social en sus hogares, permitiendo observar cómo cambian las cosas significativas (violación de derechos humanos) en la era de las deportaciones, dando respuesta a los procesos que de forma sistémica se han impulsado en Estados Unidos, donde operan actores y densas redes que vinculan prácticas económicas permeadas por la solidaridad, la reciprocidad y la obligación (Guarnizo, 2004), realizando ajustes necesarios para enfrentar la adversidad, aunque en un primer momento los migrantes transnacionales no sean sujetos políticos, sino que, con base en este proceso, desarrollan propuestas que modifican su entorno individual, familiar y comunitario (Vertovec, 2006).
De esta manera, encontramos que el estudio de las remesas en México escapa a cualquier lógica especulativa al ser transnacional en su comportamiento, y ha adquirido nuevas formas de identidad y de presencia simbólica, no sólo en tiempos de crisis económica, sino también política, como durante el ascenso del trumpismo y el neoliberalismo autoritario, cuando estos recursos empezaron a repuntar en un contexto de medidas policiales restrictivas e incluso amenazas de deportación (véase la Gráfica 2).
Cuando se observa detenidamente esta gráfica, encontramos que entre 2005 y 2015 empieza el repunte, lo que se observa incluso durante la crisis de 2008, pero es partir de 2015 cuando el nivel de las remesas tiende a ser constante, año que precede al periodo de Trump, cuando, como hemos mencionado, se habla del cobro de un impuesto -sección 103.121 del Código de Regulaciones Federales (Code of Federal Regulations, CFR)-, para que las instituciones financieras, y particularmente las enfocadas a los envíos, no permitieran que ningún extranjero mandara dinero a menos que probara su legal estadía (Orozco, 2017); en este sentido, el Servicio Interno de Impuestos (Internal Revenue Service, IRS) es el encargado de exigir este requisito a los trabajadores.
Otro rasgo transnacional de la comunidad de migrantes mexicanos es que se han establecido en casi todos los estados de la Unión Americana, aunque por su nivel de concentración destacan la región sur, particularmente los estados fronterizos, como California, Texas, Nuevo México y Arizona, y son éstos los que más leyes, decretos y propuestas antiinmigrantes han promovido (véase la Gráfica 3). Carlos Veléz-Ibáñez (2015) y Lisa Magaña (2015) comentan que los legisladores convirtieron estas leyes de inmigración, antes instrumentos de carácter civil, en medidas contra la criminalidad, apoyados por el resurgimiento de organizaciones conservadoras, que impulsan propuestas a nivel local y estatal con la finalidad de restringir la presencia de migrantes.
Para comprender la situación a la que nos referimos en este trabajo, resulta importante observar esta gráfica, así como la información relativa a las remesas. Como lo explican José Salvador Cueto et al. (2019), los migrantes mexicanos han hecho visible lo que se conoce como “desgracia maravillosa”, al mostrar capacidades de reconstruirse tanto a nivel individual como colectivo, formando escudos protectores recurriendo a los atributos y valores que los identifican como comunidad transnacional.
En este contexto de neoliberalismo autoritario y la pandemia, se cerraron fronteras y hubo pérdidas laborales, que, en términos generales, fueron el doble de lo registrado en 2008. Muchos migrantes no contaban con seguro de desempleo y su cobertura médica era pobre, de apenas el 37 por ciento (Conapo, 2019), pero a través de sus distintos canales transnacionales lograron que se rompieran registros históricos en el envío de remesas, siendo municipios como Salvatierra (18.92 por ciento), Pénjamo (18. 69 por ciento), San Felipe (18.41 por ciento), Acámbaro (18.17 por ciento) y Valle de Santiago, los que más captaron recursos de acuerdo con la relación población/ingreso, pero la región fronteriza de Tijuana fue la que más acumuló, además de Ciudad Juárez, que se ubicó en el lugar 11 (BBVA Research, 2020).
Conclusiones
El fenómeno de la migración es tan antiguo como la existencia del hombre; sin embargo, a pesar de la libre movilidad de mercancías típica de los tiempos de neoliberalismo globalizador, la de los seres humanos cada día se restringe más, pues aparejado con la imposición de este modelo económico, se amplían las formas autoritarias basadas en discursos que consolidan un nacionalismo xenofóbico impulsado por narrativas antiinmigrantes que definen la oferta política. En este contexto, las acciones contra la comunidad mexicana, en especial la indocumentada, han generado el deterioro de su calidad de vida, y no sólo en términos económicos, sino también electorales, alimentando la idea de renunciar a una integración a la sociedad receptora, que avanza hacia una transformación radical por la presencia de los “otros”.
En este sentido, a pesar de la derrota electoral de Trump en 2021, no se abandonarán las tendencias del neoliberalismo autoritarito, sino que incluso pueden incrementarse, recurriendo a una retórica contraria a las minorías, pero también, dentro de ese mismo marco neoliberal, pueden promoverse iniciativas extremas, por ejemplo, acciones en contra de la comunidad LGBTTTQ+, movimientos ambientalistas, incrementarse las penas de muerte en estados antiinmigrantes o la anulación de los programas sociales en perjuicio de las segundas generaciones de migrantes, lo que encontraría apoyo de parte de ciertos segmentos poblacionales.
En cuanto al comportamiento de la remesas, consideramos que seguirán actuando como hemos visto, pues los migrantes saben de la necesidad de sus familias, así como el motivo que los empujó a llegar a la Unión Americana, aun soportando adversidades. No olvidemos que el impacto de estos recursos es multidimensional, sobre todo de naturaleza psicosocial, al ser un acto altruista y un símbolo de pertenencia, asociado a las estrategias particulares de cada familia, por lo que la instalación de un muro de contención no impedirá que continúen estas prácticas cotidianas en los contextos transnacionales.