Introducción
En México, la creación de áreas naturales protegidas (ANP), en la modalidad de reserva de la biosfera, ha establecido leyes, normas y restricciones específicas del uso del territorio y, sobre todo, para los pobladores que habitan en cada una de esas zonas. Las ANP son el instrumento de política ambiental más utilizado por el gobierno, por lo que el análisis acerca de sus consecuencias sociales y ambientales resulta cada vez más relevante (Durand 2014). En dichas áreas se prohíbe el uso del fuego para los campesinos (Rodríguez-Trejo et al. 2011); aunque esta restricción no emana de los decretos de las ANP, ni es uno de los objetivos de los programas de manejo, para las autoridades del medio ambiente la supresión de incendios fue preponderante hasta la década de 1990 (Jardel 2010). Al inicio del siglo XXI, la política gubernamental empezó la transición de la supresión del fuego al manejo integrado de éste, lo cual significó una participación directa de los campesinos y un cambio en el discurso y las prácticas relacionadas. Este proceso no ocurrió sólo por la iniciativa del gobierno, sino que éste contó con la asesoría de la organización The Nature Conservancy (TNC) y su plan de manejo integral del fuego (MIF) a escala global (TNC 2004).
El fuego es un fenómeno frecuente en las ANP de las zonas de montaña (Jardel et al. 2006); la política de conservación parte de la percepción generalizada del papel negativo que éste tiene en las superficies forestales, que prevalece en la opinión pública y entre los técnicos y los funcionarios. La prevención, combate y supresión constituyen la orientación dominante en relación con los incendios forestales, tanto en México como en otros países (Pyne 1996).
En México está en proceso una transición en la percepción social sobre el fuego y su papel en los ecosistemas; de un enfoque de prohibición absoluta a uno de manejo e identificación de regímenes de incendios. En este trabajo se entiende que la supresión supone la exclusión total del fuego en los ecosistemas, mientras que su manejo lo incorpora como elemento fundamental en la dinámica de ellos.1 Estas transiciones en la política ambiental modifican el papel del fuego en las formas campesinas de reproducción y en los ecosistemas, a los que trasforman al igual que lo hacen con la respuesta social y con las prácticas agrícolas.
Aquí se pone especial atención en la perspectiva de los campesinos en el uso y manejo del fuego en las ANP. Las políticas ambientales sobre el fuego responden a una preocupación ecológica, que desconoce las prácticas de los campesinos en el territorio sobre los usos del fuego, por lo que la pregunta es ¿cómo se configuran las respuestas y las resistencias de los campesinos en el uso del fuego, para seguir re produciendo su vida y su condición, en un contexto de conservación neoliberal? Desde hace muchos años existe una criminalización de las prácticas, así como una persecución y un ánimo de reconversión sobre los estilos agrarios. Aquí la intención es evidenciar los conflictos sociales, políticos y ecológicos generados por estos cambios en las políticas sobre el fuego dentro de la Reserva de la Biosfera La Sepultura (REBISE), en Chiapas (Pantoja et al. 2006), creada por decreto en 1995, cuando se definieron los límites formales a la expansión de la actividad agropecuaria, lo cual se tradujo en normas prohibitivas como no caza, no tala y no quema. Por esto, a través de la reconstrucción del discurso y de los cambios en el uso y manejo del fuego en las prácticas agrícolas, se rastrean las mediaciones y los conflictos entre los actores.
La quema sigue siendo una de las partes más importantes del ciclo de autoabasto en la producción de maíz, y es un hábito arraigado entre las generaciones de campesinos de México y del mundo (Huffman 2013); además, cumple con los objetivos de ahorrar trabajo, controlar las plagas y fertilizar el suelo. Lo que se observa en los ejidos de la cuenca alta del río El Tablón (CART) es un sistema de roza-quema (Hernández et al. 2011), ya que la rotación de las parcelas de cultivo quedó imposibilitada por el decreto de la reserva, además de la presión demográfica. Después de un ciclo de cultivo se maneja el rastrojo y la poca hierba que creció junto con el maíz.
El uso del fuego y sus percepciones se analizan desde dos perspectivas, a partir de la conservación y de la producción o de la lógica de la reproducción social de los campesinos. El fuego puede jugar el papel de amigo, que acompaña cuando está controlado, o de enemigo si se pierde el control, y se convierte en un incendio. En cualquier caso, la percepción de esta práctica se contrapone entre los actores, porque no ha sido igual para ellos, y es cuando surgen las negociaciones. La razón de fondo sobre el uso y el manejo del fuego es la disputa del control y la predictibilidad de éste, que implica presupuestos ideológicos, relaciones de poder y una forma de interpretación del fenómeno en los ecosistemas, así como la apropiación que hacen los campesinos desde sus prácticas, que es la materia en discusión aquí, y que ha causado la problemática analizada.
Ecología política y coproducción
El enfoque utilizado es la ecología política, porque permite "estudiar de la diferencia y los conflictos de la distribución económica, ecológica y cultural" (Escobar 2010, 33). Se entiende como
el estudio de las articulaciones entre múltiples prácticas y representaciones, a través de los cuales diversos actores políticos, actuantes en iguales o distintas escalas se hacen presentes, con efectos pertinentes y con variables grados de legitimidad, colaboración y/o conflicto, en la constitución de territorios y en la gestión de sus dotaciones de recursos naturales (Alimonda 2011, 46).
Estas articulaciones se relacionan con la coproducción para los estudios campesinos (Ploeg van Der 2008); un proceso que se refiere a la relación de una condición campesina con la naturaleza, donde tanto los recursos sociales como los naturales se crean y se recrean de manera constante generando continuamente una coproducción nueva. Este proceso le da formas específicas a lo social e interacciones ecológicas locales, y el resultado es la diferenciación de recursos naturales, así como los efectos positivos y negativos en la sociedad y en la naturaleza (Gerritsen 2010). A la coproducción se le puede llamar estilo agrario, que es un conjunto complejo, pero bien integrado, de nociones, elementos de conocimiento y experiencias de un grupo de campesinos en una región determinada, que describe la manera en que se deben realizar las prácticas agrarias (Gerritsen 2010).
Hay una disputa por la apropiación del uso y el manejo del fuego en el territorio. El objetivo central de este trabajo es evidenciar los cambios en las prácticas y en el discurso de cómo los campesinos utilizan el fuego, en un contexto de conflicto económico, ecológico y social generado por las políticas gubernamentales y su relación con los incendios en México y a escala internacional. Este contexto tiene un marco más general, reconocido como el proceso de conservación neoliberal (Durand 2014).
La ecología política, fundada en la práctica etnográfica (Little y Reinhardt 2007), pretende reconstruir cómo ocurren los modos de apropiación de la naturaleza -atravesados por discursos y, sobre todo, por relaciones de poder- de acuerdo con ciertas formas sociales, coproducciones específicas o estilos agrarios. Al hacer un análisis de este tipo es necesario: a) identificar y diferenciar la gama de actores involucrados en el conflicto socioambiental; b) incorporar los puntos de vista e intereses; c) mapear las relaciones entre los niveles y d) documentar etnográficamente la historia del conflicto, los acuerdos, las negociaciones y las alianzas y rupturas políticas.
Para poner en contexto las perspectivas campesinas hay dos procesos relevantes: la formalización del conocimiento científico y la creación de las instituciones de gestión sobre las políticas del fuego. Por un lado, existe la construcción de un discurso ambiental, como el conocimiento científico y la ecología, llamado profesionalización,2 además de una institucionalización. Las instancias internacionales reproducen el discurso sobre el fuego, que se implementa según las políticas públicas, y son las dependencias de gobierno las encargadas de llevarlo al territorio y los funcionarios de operarlo, así como quienes lo emplean, como los científicos que investigan en el área; la Figura 1 contiene una síntesis esquemática de este proceso.
Para estudiarlas, las perspectivas campesinas se definen como un conjunto de normas, supuestos y valores que resultan de la vivencia con el entorno natural, y permiten comprenderlo y explicarlo (Durand 2008). Esto parte de la experiencia personal, que tiene sus particularidades, pero que comparte ciertos aspectos con la comunidad con la que interactúa y en la cual participa. Estas perspectivas se llevan al terreno del uso y el manejo del fuego en los ejidos de la CART.
Metodología
Para este estudio se realizó una genealogía del conocimiento sobre el fuego y sus paradigmas científicos, se expuso la trayectoria histórica del avance de las disciplinas acerca del manejo del fuego en los ecosistemas, así como de su institucionalización y profesionalización, procesos que se reconstruyeron para el caso de México, sobre todo el establecimiento y cambio de orientación en leyes y programas de manejo, además se rastreó el progreso científico en el tema y sus directrices principales. La REBISE ha avanzado mucho en los programas de manejo del fuego, en las investigaciones científicas y en los apoyos internacionales de organizaciones ambientalistas (Pantoja et al. 2006).
Para reconocer el discurso en el proceso de la institucionalización e identificar a los actores en el territorio, se realizaron entrevistas semiestructuradas acerca de la implementación de las políticas sobre el fuego a los funcionarios de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) , a las autoridades del municipio de Villaflores, a las organizaciones no gubernamentales (ONG) involucradas y a los científicos, cuya actuación ha sido crucial para la profesionalización. Se hicieron diez entrevistas a informantes clave, -se grabaron y trascribieron, y después se analizaron con el programa Atlas.ti-;3 que abordaron tres temas generales: a) experiencia propia; b) opiniones sobre las problemáticas principales y c) perspectivas acerca de la transición de la supresión y el manejo del fuego.
En el trabajo con los campesinos se desarrolló una etnografía sobre el uso y manejo del fuego; se reconstruyeron las prácticas y los hábitos, y se trazó una trayectoria de sus cambios y trasformaciones, así como un registro del discurso que reproducen y el que le dirigen a los actores implicados en esta problemática. La metodología se divide en tres etapas, que se describen a continuación.
1. Entrevistas semiestructuradas a 23 campesinos del ejido Los Ángeles y una al representante de la brigada contra incendios del ejido Tierra y Libertad; su rango de edad era entre 20 y 60 años o más, y fueron hombres porque en su mayoría son quienes realizan estas actividades. Se hizo una reconstrucción de la historia del uso del fuego en dichos ejidos; para ello, las preguntas abordaron el registro de la quema, sus prácticas, hábitos y temporalidades, así como los objetivos y la forma en que deciden hacerla.
2. Observación participante en la preparación y realización de la quema y entrevistas semiestructuradas en el trayecto. Registro de prácticas, hábitos y discurso de la preparación y quema de parcelas. Fueron seis las visitas al terreno donde se iba a llevar a cabo la quema y otras seis al momento de quemar la parcela.
3. Encuesta a campesinos con base en la recopilación de la información ya recabada, que se sistematizó y se construyó con los propios términos de los campesinos. Se amplió el espectro de estudio a más comunidades -las más representadas fueron Los Ángeles y Tres Picos-, y se aplicó a 70 campesinos. La encuesta versó sobre los objetivos de las quemas, los acuerdos ejidales, las sanciones de la autoridad, las prácticas del uso del fuego y el momento del año en que se realizan.
La construcción del discurso campesino toma en cuenta la teoría fundamentada, es decir, la elaboración de las categorías y la forma de referirse a las prácticas y los hábitos es en sus términos, desde su epistemología y forma de aprendizaje. La construcción de las categorías y su jerarquización se hizo por medio del análisis y revisión de las entrevistas grabadas y analizadas con el programa Atlas.ti
Área de estudio: ejidos de la CART
La cuenca alta del río El Tablón se ubica en el municipio de Villaflores, en la Sierra Madre de Chiapas, es el área que contiene la zona núcleo y la de amortiguamiento más extensas de la REBISE (véase Figura 2). Se trata de un territorio que fue sometido a la extracción forestal semilegal y a la ganadería extensiva privada durante al menos 150 años, y en los últimos 50 la mayor parte de éste se repartió tardíamente en forma de ejidos. La fundación del primero, Los Ángeles, en 1960, es resultado del reparto agrario que se estaba haciendo como política nacional, y como parte del proceso llamado "colonización del trópico húmedo" (Revel-Mouroz 1980). Durante los primeros años de colonización se deforestó y se cultivó maíz para el autoabasto, mediante la expansión de la frontera agrícola. En la época de auge de la producción comercial de maíz en la región Frailesca (1970-1994) se utilizaron muchos insumos (Molinari 2012); su economía campesina, muy vinculada al mercado y especializada en cultivar maíz, experimentó una crisis productiva y estructural debido a los efectos del Tratado de Libre Comercio (TLC) (López-Arévalo 2008). La intensificación y expansión del cultivo de maíz como norma, sobre una parte de los bosques y el uso constante de laderas con fuertes pendientes y suelos delgados y arenosos, provocó problemas severos de erosión y contaminación de suelos y aguas, y también de salud pública (Valdivieso2008).
Después de la entrada en vigor del TLC, la ganadería se vuelve una herramienta principal en la forma de vida de los pobladores de la Frailesca; su crecimiento se debe, en gran medida, a que requiere poca inversión económica e insumos externos mínimos, por lo que es una alternativa productiva viable para campesinos-ganaderos, donde la agricultura ya no es redituable (Vaughan y Mo 1994). Además cumple una función central en la capitalización de las familias pobres, y forma parte de programas de apoyo al sector rural como el de Producción Pecuaria Sustentable y Ordenamiento Ganadero y Apícola (Trujillo 2009). La subcuenca El Tablón se ubica en una región en donde, por tradición, sus poblaciones tienen la cultura de usar el fuego. El sistema de roza-quema es la forma principal de cultivo en los ejidos de la CART; la quema sigue siendo parte del ciclo productivo de maíz, que ha pasado a ser monocultivo en casi toda la zona.
Resultados y discusión
Objetivos de la quema
Para asumir la teoría fundamentada, como marco teórico-metodo-lógico, se registró el lenguaje de los campesinos, relacionado con el manejo del fuego, lo cual refleja una concreción entre el discurso y la práctica. La Figura 3 contiene un glosario básico de los conceptos y algunas frases con los cuales los campesinos se refieren a la quema y a sus recursos naturales.
Uno de los hechos principales, que se debe entender, es por qué el campesino quema; es de radical importancia saber y comprender por qué lo hace. La quema corresponde a una parte esencial del ciclo de producción pero, sobre todo, del maíz; 83 por ciento de los encuestados siembra maíz o frijol en el terreno que quema, y sólo 5 por ciento de ellos lo hace para potrero. Esta diferencia tiene que ver con el periodo de preparación de una parcela para milpa o potrero, ya que mientras una es anual la otra es cada dos o tres años. La diferencia podría explicarse por la tradición maicera del lugar, así como por el arraigo del maíz en las prácticas culturales. Uno de los objetivos principales, ligados a la producción y a los incentivos de la ampliación de la frontera agrícola, cambió debido a la poca rentabilidad del maíz y a la prohibición de desmonte dentro de la ANP.
La quema cumple varias funciones: a) fertilidad, los campesinos creen que nutre la tierra, y así crece mejor el maíz, uno de ellos dijo que "justo ahí donde se quema es donde se da bonito el maíz", esto hace referencia a que ellos ubican muy bien los lugares donde se quemó el terreno y es más probable que el maíz crezca bien; b) ahorro de trabajo, aplicar fuego no cuesta nada, y requiere poca inversión de energía y tiempo, se hace en un día y sólo preparan el terreno (este aspecto está presente en Los Ángeles, sobre todo por la cuestión económica de los plaguicidas); c) plagas, el fuego es un gran controlador de plagas, además de barato. Entre las peores consecuencias de no quemar para el maíz y las vacas está la proliferación de las plagas. Uno de los problemas más notorios en el ganado vacuno es la presencia de garrapatas, -mencionado en 28 por ciento de los casos-, que si bien su causa no es unívoca, los campesinos asocian claramente el aumento de las poblaciones con los controles del fuego.
Una de las situaciones contraproducentes para la conservación es que mientras se reduce la intensidad en el uso del fuego se incrementa el de plaguicidas. Este es uno de los cambios más notorios, los campesinos han recurrido al "líquido", como ellos lo llaman, para sustituir los beneficios del fuego. Este resultado también se puede de ber a un proceso biológico evolutivo de generación de resistencia, que cada vez se demuestra más con los herbicidas. El campesino considera que mientras no haya alternativas para la producción, va a recurrir a lo que tenga a la mano y a lo que sepa usar.
Discurso y práctica sobre el uso del fuego en el ejido Los Ángeles
En el ejido Los Ángeles, las perspectivas campesinas se entienden como la historia, el discurso y la vivencia del fuego en el ciclo productivo. Para describir un estilo agrario, el enfoque se centró en el registro y la sistematización de las perspectivas campesinas, es decir, en la reconstrucción histórica sobre las prácticas de la quema y las decisiones alrededor del uso y el manejo del fuego en la agricultura.
Uso indiscriminado del fuego y conocimiento tradicional, 1960-1995
La fundación del ejido Los Ángeles marcó el inicio y la ocupación de la zona. Los campesinos, según cuenta el registro de su propia historia,4 provenían de la población de Agrónomos, en la cual fungían como peones o rentaban la tierra. Ellos estaban acostumbrados a cultivar según los objetivos y el mandato del patrón. Al recibir la tierra, los nuevos ejidatarios recrearon las relaciones patronales con el Estado y se generaron prácticas clientelares y paternalistas, que han dificultado la construcción de una autogestión de su territorio (Cruz-Morales 2014). Las relaciones entre los ejidatarios, el Estado y los actores involucrados han seguido reproduciendo relaciones asimétricas y de subordinación, producto de la historia del finquero y el peón.
En cuanto al uso del fuego, en esa época se distinguen dos prácticas concretas que lo describen: a) "ahí que se apague con el mar" y b) "cuidado con los postes".5 La primera se refiere a una realizada en el monte (montaña sin dueño), que consiste en usar el fuego como desmonte, sin cuidado aparente y sin preocupación alguna. Mencionaron que el fuego se prendía con un cerillo desde abajo de la montaña, y que ellos sólo iban a ver cómo se subía a todo el bosque. Germán dijo: "Nos gustaba ver la noche encendida, cuando todo el bosque se quemaba y todo el ejido se llenaba de humo, por varios días era eso"; otro agregó que "el monte se quemaba parejo y no se detenía hasta que llovía o hasta [que] se apagara por sí solo". El fuego quemaba toda la montaña, y no había una preocupación por el desmonte, los recursos o los animales que ahí habitaban. El objetivo era la ampliación de las zonas de cultivo y eso contribuía a extender la frontera agrícola. Pedro dijo que "en ese entonces no se cuidaba, ahora ya más". La quema se realizaba en las épocas más secas, en marzo y abril, sobre todo en este último mes, antes de la temporada de lluvia. "El chiste es que arda bien, si no, no sirve" dijo Joaquín, uno de los campesinos más experimentados. La decisión sobre el tiempo de quemar se hacía de manera personal y no se le preguntaba a nadie cuándo, "eso uno lo sabe, igual lo platica con el compañero, pero cada quien decide". Cundo el campesino iba a quemar lo hacía solo, si acaso acompañado de sus hijos, para enseñarles o para que lo ayudaran con el trabajo. Tampoco le avisaba al compañero de junto, porque al principio no había divisiones o después, ya a los dos les convenía quemar, es decir, con el proceso de parcelación y ganaderización del ejido vinieron los cuidados con el fuego, sumado a la colindancia de los terrenos. Debido al poco cuidado de las quemas, varios expresaron que perdieron cafetales enteros porque se fue la lumbre, un campesino comentó: "¡Uy!, sí alguna vez hubo problema porque el fuego se llevó el cafetal pero esa vez no quiso pagar el que prendió lumbre". Al cuidar el fuego se protegía su interés por otro tipo de producción, más que por una forma de manejo.
La otra práctica, "cuidado con los postes", se refiere a cuidar el alambre que rodea la parcela. Los postes representan una inversión fuerte de trabajo y dinero para el campesino, además de la importancia del ganado por el alimento y por el significado económico. El cuidado en esta parcela consistía en hacer la ronda, machetear o rastrojear,6 para lo cual requería invertir tiempo en el terreno antes de quemar. Algunos campesinos refirieron que esta práctica ya se realizaba desde hacía mucho tiempo, don Rogelio dijo: "Nosotros siempre hemos sabido cómo controlar el fuego, antes que vinieran los forestales, ya sabíamos hacerlo, ahora ellos vienen a querer enseñarnos". Sus padres le enseñaron las rondas para cuidar que no se fuera el fuego, y se hacían igual que ahora. La única diferencia es que eran de dos o tres metros y ahora se hacen de cinco. A esto se le puede llamar conocimiento tradicional del fuego, y aquí se relaciona con lo hecho por (Huffman 2013) para la región.
El conocimiento tradicional del fuego se define como las creencias, las prácticas y el conocimiento que los habitantes han desarrollado y aplicado en paisajes específicos, para objetivos concretos durante mucho tiempo (Huffman 2010) (véase Figura 4).
En este periodo se combina el uso indiscriminado y el poco cuidado del fuego; que sería más bien la regla, y sólo en pocos casos se controla. La práctica ahí que se apague con el mar se describió en el apartado anterior, sobre el uso indiscriminado del fuego.
Institucionalización de la supresión del fuego en la REBISE,1995- 2003
Con el decreto del área natural protegida se estableció uno de los cambios fundamentales en el uso y el manejo del fuego. Entre las ANP, la REBISE es donde históricamente se han suscitado más incendios forestales y, por tanto, es mayor la superficie dañada por éstos. En 1998, la dirección de la reserva (Instituto Nacional de Ecología-Secretaría de Medio Ambiente Recursos Naturales y Pesca, INE-SEMARNAP 1999) realizó un estudio sobre las amenazas, y los incendios se identificaron como la tercera más importante; sin embargo, después de 1998, pasaron a ocupar el primer lugar. A partir de esto surgió la preocupación por los incendios, lo que dio lugar a que, en 2003, al proceso de fortalecimiento de la REBISE se integrara el concepto del MIF, con un intercambio de personal con la TON, en Arkansas, con la participación de Víctor Negrete.
La política dentro de la REBISE es reflejo de la nacional sobre incendios, cuya premisa es la exclusión del fuego de los ecosistemas y sigue perteneciendo, de manera muy clara, al paradigma de su eliminación (Flores y Gómez 2013). Los objetivos del Programa Nacional contra Incendios Forestales, creado en 1972, están enmarcados en la supresión y son: prevención, detección, control y combate de incendios, y recaen en el tiempo tanto de la detección como de la llegada, en la duración de los incendios y en la superficie dañada. Muchas de las acciones y de los recursos se destinan a lograr estas metas, que refuerzan la supresión.
El programa de protección contra incendios forestales es sólido, y se ha moldeado la percepción de la población para que acepte que la presencia del fuego en los ecosistemas tiene efectos negativos. A lo largo de los años se ha concebido la idea, en todos los ámbitos (políticos, tomadores de decisiones, legisladores, técnicos, y población), de que el fuego es dañino. El panorama institucional actual en México sobre la protección contra incendios forestales refleja este gran desarrollo y, a la vez, la falta de manejo del fuego.
En los documentos del programa nacional contra incendios se repite una y otra vez que la causa principal de éstos son prácticas antiquísimas (sic) en el medio rural, donde los campesinos utilizan el fuego para preparar la tierra, limpiar entre siembras y procesar algunas cosechas (Cedeño 1999; SEMARNAP 2000; CONAFOR 2008; 2013). Lo irónico es que no existe un solo protocolo ni equipo en ninguna institución para determinar fehacientemente las causas del incendio (Jardel 2010). Desde hace cien años se ha culpado a los campesinos con los mismos argumentos (Mathews 2005).
Según el relato del campesino, en los primeros años el personal de la reserva no tenía presencia, era un área más de papel en el país. Desde antes se había establecido un campamento muy cerca del ejido Los Ángeles, en un terreno donado a la CONANP por un campesino. El problema es que la concientización sobre lo que significa un área natural protegida no quedaba claro al principio y, como lo señaló (Durand 2008) para otras ANP, los campesinos pensaron que les iban a expropiar los terrenos. Varios que recibieron de buena forma al ANP porque, según el discurso del gobierno, les iba a traer beneficios: "Nos dijeron que nos iban a dar recursos por la reserva pero eso fue muchos años después". El programa de control de incendios se materializó en 1997 (CONANP 2004), con un enfoque de supresión de fuegos, y trató de consolidar las brigadas comunitarias contra incendios.
Aunque en el decreto y en el programa de manejo no se prohíbe usar fuego, a los campesinos sí se les asignan responsabilidades directas sobre los incendios y sus causas (como se menciona en la norma oficial mexicana NOM-015-SEMARNAP/SAGAR-1997 (Diario Oficial de la Federación, DOF 1997). Esto, ligado a la práctica de uso indiscriminado del fuego, marca un punto de inflexión y de conflicto entre los cam pesinos y las autoridades ambientales.
Algunos campesinos relataron que después del decreto la política era de "no quema", que les traería una retribución económica si decidían no quemar en sus parcelas. De acuerdo con los testimonios, el programa duró tres años, pero no se encontró registro de él, y tuvo un efecto importante en la percepción de lo que podía o no hacer el campesino dentro de sus terrenos y en el ANP. Esta situación permite ver cómo chocan directamente dos lógicas contrapuestas: la de la conservación y la del campesino, por producir en su parcela. Esta política marcó uno de los primeros puntos de encuentro sobre el conflicto que aquí se quiere describir. Además de contribuir a las prácticas asistencialistas, muy arraigadas por la larga tradición del Partido Revolucionario Institucional en la zona.
La estrategia del gobierno así como de las ONG parte del desarrollo de las capacidades para apagar los incendios, así como instruir a las personas para manejar el fuego según las instituciones. La política se dirige al combate y control de los incendios, sin comprender el por qué de las quemas.
En 1998 se presentaron los mayores incendios en el país y los de La Sepultura fueron grandes; ese año se incendiaron 37 336 ha, de las cuales 80 por ciento fueron superficiales y 20 de copa, sobre todo en bosques de pino-encino (CONANP 2004). Este dato es al menos tres veces mayor que cualquiera de los años anteriores. Tras la gran oleada de incendios, el enfoque de supresión del fuego se reforzó y, antes de llegar a una propuesta para su manejo integral, se trató de aplicar la ley, y mostrar las consecuencias de las quemas que se convierten en incendios. Esto derivó en la implementación, con mayor fuerza, de los programas de control y prevención de incendios pero, sobre todo, de mostrar que en el territorio existía una autoridad que pudiera ejercer la ley. Después de esto, la amenaza sobre el campesino y las que mas se volvió constante y se ejerció de manera presencial en el ANP.
Este recuerdo sobre las amenazas está muy presente en los productores. Cuando se les preguntó por qué ya no se quema, varios respondieron que debido a la amenaza del cumplimiento de la ley, que es tan explícita que mencionaron a El Amate como el lugar a donde irían presos. La amenaza del incendio es muy fuerte, y quedó registrada tanto en el cambio de normas para las quemas como en el recuerdo de la gente.
Una de las experiencias más importantes sobre el control del fuego en la CART es el conflicto ocurrido del año 2000 a 2003, descrito por (Guevara-Hernández 2013), en el ejido California, colindante con Los Ángeles, que dejó sembrada la amenaza en la región. Aquí se describe el conflicto en tres etapas: a) la intimidación y la restricción; b) la mano dura y c) la regulación interna del ejido. Se destacan dos formas de gobierno opuestas, que operan y tratan simultáneamente de defender sus intereses. No se ha llegado a una conciliación, más bien se recrea un juego de poder sobre la gobernanza, que enfrenta objetivos distintos de lógicas diferentes, no dialogan sino que disputan el territorio.
El manejo del fuego en la REBISE, los acuerdos del ejido y cambios en la forma de la quema: 2003-2014
La CONANP marcó esta etapa con un paradigma nuevo en relación con el MIF, y por el cambio en los hábitos y las prácticas del campesino sobre las quemas. Otro aspecto importante es la implementación, desde 2004, del Programa Pago por Servicios Ambientales de la CONAFOR, y su importancia en el establecimiento de normas dentro de los ejidos de la CART.
La REBISE ha pasado por tres etapas en el manejo del fuego: a) de 1997 a 1998, cuando se trabajó en el tema de los incendios forestales con escasez de recursos y con poco personal capacitado, según el paradigma de supresión; b) de 1999 a mediados de 2003, cuando atendieron los incendios forestales y se recrudeció el enfoque de supresión, junto con un proceso de criminalización de las quemas y c) de 2003 a la fecha, donde el manejo del fuego reconoce su papel en los ecosistemas dependientes de él y la necesidad de entender su uso comunitario (Pantoja et al. 2006). El cambio de paradigma en la CONANP se puede explicar, en gran medida, por el auge y los incentivos económicos que empezó a implementar la organización The Nature Conservancy y su estrategia de manejo global del fuego en países con riesgo de incendios (TNC 2004). En México se puede rastrear la estrategia que utilizó la TNC, basada en la injerencia de cuatro ejes: la política gubernamental, la ciencia e investigación, el desarrollo de capacidades y el financiamiento de centros de formación (TNC et al. 2004).
Existe la idea generalizada de que la problemática de los incendios en la REBISE ya se resolvió, ya que los esfuerzos han disminuido. Las autoridades de la CONANP y los promotores del manejo del fuego reconocen los siguientes obstáculos: a) una visión centrada en los incendios forestales, sin admitir el papel ecológico del fuego; b) una política estatal posterior a los incendios de 1998, que desestimuló las prácticas de los campesinos, para reducir el riesgo de escape en las quemas agropecuarias (de cuchilla o de ensanche en las esquinas); c) la necesidad de ganarse la credibilidad de las comunidades para la ejecución de los proyectos y d) que los recursos humanos y mate riales son insuficientes para atender la problemática del fuego en el ANP. Admiten que uno de los factores principales que ha permitido el avance de la política del fuego es su presencia en las comunidades, la participación directa en el establecimiento de los programas, el reconocimiento explícito que tienen sobre su manejo y su aprendizaje empírico (Pantoja et al. 2010). Este proceso se ajusta a la relación patronal que tenían antes los campesinos, cuando eran peones, con los caciques de la región, lo que ahora se recrea es un control sobre las normas que regulan sus prácticas y un servicio al gobierno, resultado de los objetivos de conservación. A esto (Cruz-Morales 2014) le ha llamado clientelismo ambiental.
Manejo del fuego y cambio en la NOM-015
El manejo del fuego es un tema secundario en el programa nacional de incendios, aunque a partir de 2001 se ha impulsado, con la asesoría de The Nature Conservancy (CONAFOR 2012). El anuncio del tránsito hacia el manejo del fuego está sólo en el papel, como lo menciona la evaluación que hace (Rodríguez-Trejo 2011) del programa. Aunque existe una campaña de difusión y de comunicación sobre éste, lo cual no significa que el nuevo enfoque tenga un correlato con actividades operativas. La CONANP ha avanzado en esta materia, a tal punto que se generó una estrategia y lineamientos de manejo integral del fuego en las áreas naturales protegidas (CONANP 2011), que ha derivado en la publicación y el establecimiento de programas del MIF en varias ANP.7 Los cambios principales en el tránsito de un enfoque de supresión al de manejo del fuego se pueden ver en la comparación de las normas oficiales mexicanas-015 de 1997 y de 2007 (véase Figura 5).
La diferencia radical entre las normas estriba en la continuidad de la criminalización de las prácticas agrícolas en la NOM-015 de 1997, y la incorporación del uso del fuego por los campesinos, su reconocimiento y el establecimiento de normas que regulen la forma de la quema, mas no el uso del fuego. En la nom de 1997, incendio y quema son equivalentes, lo cual evidencia la criminalización. Los incendios pueden ser causados por un rayo o por factores humanos no ligados con el campesino, pero esta posibilidad se niega desde el principio. En la NOM de 2007 hay varios apartados donde se trata de cuidar que no toda la responsabilidad recaiga sobre el campesino, pero aun así se ve que se pretende desincentivar esta práctica. El problema con el uso del fuego, según las normas, es la alteración de los sistemas tradicionales. Esto significa que dejaron de tener cuidado con la quema en sus terrenos.
Los cambios principales de la NOM de 2007 se refieren a que los ecosistemas se incorporen a la clasificación de la TNC (Myers 2006). Al final de esta norma hay un anexo que reproduce fielmente y cita cómo se nutre el texto de los aportes de la TNC; los términos y las recomendaciones hechas por esta organización se aprueban y se reconocen en muchos de los textos oficiales consultados. Es evidente la injerencia y la aceptación total de los diagnósticos y las recomendaciones de la TNC hacia las instituciones mexicanas; se reconoce que este proceso está dentro de la conservación neoliberal.
Aquí se retoman algunas de las especificaciones de la NOM-015 de 2007, ya que resultan en reglas aplicables al territorio, después se reproducen en el discurso y en las prácticas de los campesinos de La Sepultura. Son parte de las conexiones, las interacciones y los encuentros que se pueden evidenciar desde un discurso internacional hacia un contexto local, como lo son las prácticas campesinas.
La NOM-015 de 2007 especifica que para realizar una quema controlada es necesario observar lo siguiente: a) llenar el aviso del fuego de manera personal o comunal; b) revisar que en un radio de 10 km no haya incendios; c) avisar a los vecinos sobre el día y la hora de la quema; d) no realizar quemas simultáneas en terrenos colindantes; e) detallar el protocolo de responsabilidad y de aviso en caso de incendio; f) hacer brechas cortafuego, y apilar el material combustible dentro de la zona de quema; g) realizar la quema acompañado de diez adultos y h) verificar que se haya apagado cualquier punto de reignición. Los puntos descritos están presentes en las quemas de los campesinos, y resulta interesante ver cómo se presentan en el uso y el discurso de ellos. En términos de (Bonfil-Batalla 1988) se estaría viendo un control cultural enajenado, ya que el uso del fuego es una práctica propia que ahora está controlada por un agente ajeno que dicta cómo, cuándo y dónde hacerlo. Los campesinos reproducen las mismas reglas contenidas en las especificaciones de la NOM-015 sobre el uso del fuego.
El proceso actual de la quema
En la actualidad se ve cómo en Los Ángeles se han generalizado los cambios en la forma de hacer la quema en las parcelas. En esta etapa, los campesinos tienen plena conciencia de las normas y las fechas para llevar a cabo la actividad. La estrategia de manejo del fuego está bastante desarrollada para algunos ejidos de La Sepultura. Además, existe un programa para ello en toda la reserva, así como de la región de la cuenca de El Tablón, que se diseñó como una forma de participación social. En la quema hay tres etapas: la previa, la de durante y la posterior a la actividad, también se categorizaron las prácticas con base en (Huffman 10) (véase Figura 6).
En el ejido todos saben que el periodo de quemas es en mayo, esto se debe a las regulaciones federales y estatales recientes, que dictan el día de inicio para gran parte del país y para todo el estado de Chiapas, que se define mediante un documento oficial y no por las condiciones climáticas. Los campesinos consideran que con este cambio "ya no arde igual, ya cuando dan el permiso para quema ya está húmedo el terreno". Este factor contribuye mucho a lo que ellos dicen que "a veces se chamusca el terreno porque no se quema bien el rastrojo". El permiso de la quema se obtiene en la asamblea ejidal en abril; se hace una lista de las personas que quieren quemar. Aunque en palabras de una autoridad del ejido "nada más es para cumplir un formato y para ampararnos, eso no significa que sean los únicos que queman". Hay una regulación interna, una especie de protección del propio ejido para que la Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente no pueda apelar por negligencia en caso de incendio. Una de las reglas asociada al día de la quema es "esperar dos porrazos de agua" para hacerlo. Dicen que con esto la humedad es suficiente para que el fuego no se vaya y así evitar un incendio. Esta regla la impone la autoridad, pero los campesinos la aplican. Vale la pena resaltar que hacen una diferencia clara entre una "lluvia que no es porrazo" y una "lluvia que sí moja el terreno". El acuerdo dentro del ejido es que al menos diez personas tienen que acompañar en la quema, pero esto no sucede en la práctica; aunque esta cantidad se ha incrementado, en las seis visitas que se hicieron al lugar se observó que fueron sólo cinco o seis personas. En el ejido Tierra y Libertad existe una sanción económica para cuando el fuego se salga de control, pero en el de Los Ángeles no está claramente definido que se aplique una en caso de que esto suceda.
La preparación del terreno se lleva a cabo en una o dos visitas al sitio, y consiste en hacer la ronda y el rastrojeo o macheteo. La brecha, según la regulación oficial, debe ser de al menos cinco metros, pero en todos los sitios visitados ningún campesino deja esta extensión, aunque saben que así debe ser; las rondas miden dos metros y a veces un poco menos. La quema se realiza dependiendo de la rapidez con la que crece el monte, y si se acumula combustible suficiente; algunos campesinos la siguen haciendo todos los años, sin modificar este hábito. Para contrarrestar este factor, el productor decide si utiliza la quema, con base en la experiencia del año anterior sobre las plagas, tanto con las vacas como con el maíz, pues aquí el fuego funciona como un medio de control.
El día de la quema se cita a los compañeros en algún lugar y todos juntos se van al sitio; antes se le avisa al vecino colindante el día en que se realizará la actividad, el terreno ya tiene que estar preparado con ronda y rastrojeado, y todos acuden con su bomba de agua personal. Como por lo general se trata de laderas, la ignición empieza de arriba para abajo, y se hacen contrafuegos para que se encuentren, y así el fuego se apague (véase Figura 7). Los eventos presenciados fueron entre las 10 y las 18 horas, cuando el sol es más intenso. Esta información no corresponde a las recomendaciones oficiales, que dictan que se haga en la mañana o en la noche; en el reglamento del ejido Tierra y Libertad sí se respetan estas disposiciones.
La quema se inicia en el punto más alto de la ladera, y se sigue por el combustible acumulado por la ronda. Esta línea de fuego de la ronda continúa hasta abajo, de tal forma que se queme todo el combustible más cercano a otra parcela o vegetación forestal. Después de que el fuego ha quemado un poco y ha bajado, se inicia otro punto de ignición, a manera de contrafuego, para que se encuentren y se apaguen al mismo tiempo. Se sigue haciendo así hasta bajar toda la ladera, y el último punto de ignición es en las faldas de la montaña.
Al final de la quema se rocían con agua los puntos donde sigue saliendo humo o en los que la madera todavía está prendida, y después todos regresan juntos al ejido. En caso de que el fuego se vaya, el campesino tiene la obligación de informarles a los compañeros, para que le ayuden a apagarlo, y cuando no se pueda, de acudir con la autoridad. Durante la estancia en campo, a dos campesinos se les fue el fuego y cuando se les cuestionó al respecto, al principio uno lo negó rotundamente, y sólo lo aceptó cuando se le dijo que así se había visto desde el sitio de observación: "Sólo se me fue un poco y eso ni es incendio porque lo pude controlar". El otro ni siquiera quiso entrar en materia, evitó el tema de manera elegante, y otro dijo que "hay unos fuegos que no son incendios, porque sólo se va poco. Los incendios son cuando se queman 20 o 30 hectáreas". Este aspecto es muy interesante, porque surgen las preguntas: ¿cuándo una quema se convierte en incendio?, ¿para quién es un incendio?, y ¿cuándo un fuego está fuera de control? Todo esto está tipificado en la ley, y por eso se cuestiona.
Cambios en las prácticas sobre el fuego en la cuenca de El Tablón
En los 74 cuestionarios se ven reflejadas las respuestas de varios ejidos, sobre todo de Tres Picos y Los Ángeles y, en menor medida, de Tierra y Libertad, California, Nueva Esperanza y El Triunfo, lo que permite ampliar a más ejidos los cambios observados, así como corroborar en qué medida se reproduce cierto discurso sobre la quema (véase Figura 8).
Hay preguntas que no muestran cambios significativos, desde la percepción del campesino, por ejemplo: ¿antes usted quemaba de la misma forma?, 68 por ciento contestó que sí, pero la respuesta es ambigua, porque no sitúa al campesino en un momento preciso, y también es paradójica, ya que no permite ver en qué cosas él piensa que es igual. Para la de ¿quema cada año este terreno?, 59 por ciento dijo que sí, pero para la siguiente: ¿cuánto tiempo lleva quemando este terreno?, la variedad de respuestas fue tan grande que no permite hacer aseveraciones generales. Se puede resaltar que algunos afirmaron que habían quemado el mismo terreno durante 40 años, lo cual habla de un manejo y conocimiento muy grande de la parcela. Pero no se puede decir que eso suceda generalmente o que después de dos o tres años se muevan a otra parcela; la rotación de éstas en sistemas de roza-quema es muy importante, y siempre hay que considerarla. La respuesta para ¿usted ha dejado de quemar un año?, fue afirmativa para 75 por ciento, esto significa que los campesinos han experimentado las consecuencias de no quemar, pero eso no implica que desde antes decidían no hacerlo año con año. Estos cambios, sobre todo los llevados a cabo en parcelas individuales, también se pueden reflejar en la nueva estrategia de conservación del Programa Pago por Servicios Ambientales, en la cual se refuerzan los acuerdos de la asamblea, así como el establecimiento de normas y procedimientos.
Estilos agrarios
En todos estos cambios generales que se pudieron caracterizar, se encontró también una diversidad de respuestas y estrategias sobre el uso y manejo del fuego, que permiten construir perfiles campesinos. Después de lidiar con el conflicto y la prohibición del uso del fuego, los campesinos generan estrategias que responden al cambio de discurso de las autoridades sobre el MIF. Aquí se desarrollaron tres estilos agrarios que se presentan a continuación.
El fuego como elemento vital del ciclo de producción, "sin fuego no hay comida"
La quema está relacionada, sobre todo, con el cultivo del maíz, ya que el rendimiento o la producción de la milpa la asocian con la quema en ese año. Al campesino que entiende todos los beneficios del fuego, así como las consecuencias de no utilizarlo, se le clasifica en este estilo, porque ha quemado la misma parcela durante 40 años. El conocimiento tradicional del fuego señalado aquí proviene de sus prácticas y aprendizajes; está integrado en su lógica de reproducción social y es parte elemental de su ciclo productivo; él sabe cómo, cuándo y por qué hay que usarlo, "ahí justo donde se quemó es justo donde pegó el maíz, en las zonas donde no agarró bien el fuego, no creció bien". Desde esta perspectiva, la tierra no trabaja igual si no se quema, y se hace cada año sobre el rastrojo de maíz, aunque con las medidas establecidas en el ejido. Un campesino respondió que la forma de la quema no ha cambiado, porque lleva mucho tiempo haciéndolo igual, y para él es insustituible. La amenaza de ir a la cárcel debido a los incendios es fuerte, pero no lo suficiente como para abandonar su medio de vida. La quema ya dejó de ser una herramienta para ampliar la frontera agrícola, debido al establecimiento del ANP y a la cercanía de los vecinos.
Aquí ya no se quema tanto, pero le echo más líquido
La primera respuesta de casi todos los campesinos fue que ya no se quemaba. Pero, al indagar un poco más, aceptaron que se hacía, pero que no con la misma frecuencia. Las quemas se realizan cada dos o tres años, cuando la plaga es abundante. El campesino aprendió a sustituir el fuego y sus elementos, y en este cambio pueden estar implicados dos procesos importantes: a) la ganaderización y b) formar parte de la brigada contra incendios.
Uno de los resultados más notables de la caracterización que hizo (Zabala et al. 2013) para el ejido Los Ángeles es que no existe la especialización total, sino más bien un grado de diversificación de las actividades productivas; hay un gradiente muy amplio entre agricultura y ganadería, pero no se ve que la agricultura haya desaparecido, aunque sea de subsistencia, y esté lejos de ser como en los años dorados de la producción de maíz. Esto quiere decir que todos siguen siendo cam pesinos y producen milpa. Como lo demostraron los estudios sobre la región, hubo una transición hacia la capitalización de las familias por medio del ganado; hay un incremento en los potreros.
El campesino redujo la intensidad de los terrenos quemados, porque transitó al modo de vida ganadero, donde éstos se queman cada dos o tres años, pero sigue quemando año con año la parcela donde siembra maíz. El fuego dejó de ser un elemento vital, porque la agricultura también dejó de serlo, ahora se usa pero se puede sustituir "echando más líquido", y asumir el gasto e incrementar el empleo de plaguicidas.
El segundo elemento de este perfil es la participación del campesino en las brigadas contra incendios. Uno de los supuestos más grandes del paradigma de la supresión del fuego es que es nocivo para los ecosistemas, por lo tanto es enemigo de la conservación. Este discurso lo reproducen quienes han estado en brigadas, aunque en él reconocen la necesidad absoluta del fuego para la actividad agrícola. En el campesino conviven los objetivos de la conservación y los de la agricultura, son contradictorios pero subsisten. La amenaza de la autoridad por los incendios es importante, pero no juega el papel principal en la transición al cambio de estrategia. Para no usar fuego cuando queda el rastrojo, también meten a las vacas al terreno para que quede trillado, ya que se comen el rastrojo y ya no es necesario quemar, aunque algunos no quedan satisfechos, porque la vaca no se lo come todo.
Aquí ya no se quema, si se hace bien, crece mejor entre las varas
La quema no se ha dejado de practicar, ahora se prolonga a más de tres años y se piensa que es suficiente con el trillado o con rastrojear o machetear el terreno. Algunos campesinos decidieron dejar de quemar, comprobaron que hay cultivos que rinden más si no se quema; como es el caso del frijol, algunos dicen que se da mejor sin quema, entre las varas que quedan. Utilizan la misma técnica con el maíz, y meten a las vacas para trillar.
También están los que buscan formas nuevas de producción, en este grupo se encuentran quienes bajo las restricciones del ANP y sus convicciones empezaron a experimentarlas. Está el caso excepcional de un campesino que dejó 19 hectáreas para reforestar, y empezó a transitar a un modo de vida silvopastoril. Entre estos campesinos se encuentran muchos de los que decidieron conformar el grupo que ha impulsado El Colegio de la Frontera Sur y la CONANP, a través de las experiencias de la siembra y el mantenimiento de los árboles forrajeros, así como de la puesta en marcha de los módulos silvopastoriles implementados por varias instituciones. Este es el grupo minoritario, aunque algunas experiencias se han caído, se puede observar en algunos integrantes la convicción de un cambio de producción, que va junto con los objetivos de la conservación.
Conclusiones
El vínculo de los campesinos con las autoridades y con los actores externos reproduce relaciones de subordinación y de asimetría política, lo cual reafirma la desigualdad social que impera en la región. La cultura de los campesinos, la de los peones de fincas, ha influido para que las relaciones de paternalismo y clientelismo se sigan alimentando (Cruz-Morales 2014). La capacidad de autogestión y la búsqueda de la autonomía se imposibilitan en una historia colonial y una falta de interés por el bienestar de la población, que hoy toma la forma de conservación neoliberal. Lo que se ve es más el resultado de la adaptación a un discurso y las prácticas determinadas por el discurso internacional y nacional sobre el manejo del fuego, que a una resistencia social.
La institucionalización del manejo del fuego pretende la desarticulación de éste dentro del ciclo productivo de los campesinos. Según esta perspectiva, el papel del fuego en la agricultura es secundario o marginal, lo cual tiene consecuencias en las prácticas concretas. Existe necesariamente un control de los discursos y prácticas de los campesinos bajo un régimen de verdad (Giraldo 2015) construido sobre el manejo del fuego, el cual reproduce ciertos conocimientos y certezas, al mismo tiempo que excluye todos los discursos y prácticas que no le sean útiles al régimen de verdad sobre el fuego, la quema y la agricultura.
Si al principio el Estado ejercía el control con el uso de la fuerza, según el enfoque de supresión, ahora el cambio es que las comunidades ejerzan su propio control, justificado con el conocimiento científico del manejo del fuego y los regímenes de incendios. Ahora la legitimación del control se hace efectivo en las prácticas y los discursos del campesino, lo que la conservación neoliberal llama la base comunitaria, proceso al que se ha denominado clientelismo ambiental (Cruz-Morales 2014)8 o servidumbre ecológica (Martínez-Alier 2005).
A la par, la CONAFOR, autoridad ambiental que maneja la campaña nacional contra incendios, continúa reproduciendo el paradigma de la supresión e invirtiendo sus recursos para lograr esos objetivos, y sigue presente el tema de criminalizar a los campesinos por el uso del fuego. Aunque la CONANP dio un giro, y empieza a orientar sus estrategias y recursos al manejo del fuego en varias ANP del país.
En cuanto a la apropiación del fuego, el discurso de la conservación necesita generar un régimen de verdad, en el cual se justifiquen las acciones en las esferas institucional, científica y comunitaria. Lo que se encontró fue la institucionalización de un discurso específico del fuego que, más allá de preocuparse por la biodiversidad o la conservación de los ecosistemas, se ubica en la tendencia generalizada de la conservación neoliberal. El establecimiento de las ANP, como formas de ocupación territorial, y la implementación de normas y leyes sobre la gestión de territorios pretende asegurar dichos lugares de inversión. En este trabajo se identificó la puesta en marcha del control del fuego en los ámbitos científico, político-institucional y comunitario; la desarticulación del fuego en uno de los sistemas de producción más generalizados a escala mundial. Existe la pretensión de acrecentar la ruptura metabólica entre el campesino y la tierra, entre el fuego y la agricultura, entre la conservación y la agricultura. Para la conservación neoliberal, el manejo del fuego pasa a ser una herramienta del objetivo más grande que es la mercantilización de la naturaleza.