Introducción: el campo de estudios del carnaval y el enfoque regional
Frecuentemente asociado con la Iglesia católica, con el periodo medieval europeo o con el periodo de desorden o excesos que antecede al tiempo disciplinado de la Cuaresma y la Semana Santa (Caro, 2006), el carnaval en el Mundo Nuevo es visto también en relación inevitable con la conquista y la regionalidad española/portuguesa/europea y con las luchas para la sobrevivencia y la protección de las áreas culturales de los pueblos originarios y afrodescendientes desde aquel entonces (Da Matta, 2002; De Oro, 2010). En este artículo se busca realizar una aproximación al fenómeno del carnaval en México desde la óptica del estudio regional y regionalizador local para alcanzar una comprensión que resalte tanto las diferencias como las similitudes entre los diferentes tipos de carnaval del país y las regiones donde se celebran. Se busca delimitar si existe cierta regionalidad de esta celebración o sobre qué ejes se formaron o logran identificarse las regiones o «tipos» de carnaval en México para fortalecer el campo de estudios sobre el tema y comprender mejor qué elementos, más allá de la conquista y la evangelización europea, con sus supuestos elementos de desorden y reversiones de orden, se visibilizan en ellos.
La región, según B. Giblin-Delvallet (1993:1264 en Giménez, 1996:12), «es una representación espacial confusa que recubre realidades extremadamente diversas en cuanto a su extensión y su contenido». «Extremadamente elusivo», explica Giménez (1996:12), el término región contiene, de manera aparentemente contradictoria, un aspecto de sistematicidad y de lógica inherente que, a pesar de su vaguedad, permite la identificación, caracterización e interpretación; en este marco, tanto la fluidez como la sistematicidad favorecen el campo de estudio sobre el carnaval, el cual se caracteriza por ser polisémico, cambiante y altamente contextual. La región, o cualquier fenómeno o apariencia que se haya construido en y por medio de su relación con un lugar, localidad o zona cultural o ambiental, promueve y causa, entonces, tanto su existencia y continuidad vivencial como su constitución ontológica y conceptual (Haesbaert, 2010) y puede, por ende, ser estudiada desde ambas direcciones. El enfoque regional facilita un análisis de los procesos de interacción entre la identidad y las características de una región o carnaval; provee la concientización de que esa identidad o regionalidad es una conceptualización y es producto de, y se origina en, el mismo proceso de cognición y homogenización que se crea; y transcurre en medio de y por las luchas hegemónicas contextuales tanto internas como externas, tanto individuales como colectivas, y siempre con tintes político-culturales que le resisten. En la regionalidad son las fuerzas políticas, económicas, ecológicas, físicas, sociales, culturales y étnicas las que se conjugan para dominar y formar los espacios, los flujos, las dinámicas o las interrupciones que se interpretan posteriormente como particularidades y expresiones regionales. Cualquier región, entonces, puede seccionarse de varias maneras y en ella es posible observar una multiplicidad de microrregiones; este proceso de división permite un examen más detallado de diferentes temáticas, procesos o enfoques teóricos (Giménez, 1996; Ramírez y López, 2015). Este proceso de contraste e identificación regional activa, que se reconoce como regionalización, contempla una parte metodológica ineludible de la mirada regional e implica también una ética de investigación: ¿qué mensajes contienen nuestras categorías de regionalización?; si planteamos los carnavales solo como herencia o calco europeo, ¿qué puede decirse sobre las manifestaciones, celebraciones y poblaciones del Mundo Nuevo?, ¿qué elementos y procesos no reconocemos o simplificamos y con qué consecuencias? Estos aspectos de análisis ayudan a dar forma y fuerza al estudio del carnaval, fenómeno que es cambiante por naturaleza y a la vez es un campo de estudios aún fluido por su polisemicidad, carácter plurihistórico y poca teorización (Báez y Garrett, 2009; Licona y Pérez, 2018; Newell, Jiménez y Pérez, 2022).
En un esfuerzo por fortalecer el campo emergente de los estudios sobre el carnaval, en este artículo,1 con apoyo en el enfoque regional y regionalizador y un detallado análisis bibliográfico, se intentará responder las siguientes preguntas: 1) ¿dónde se ubican los carnavales en México?, 2) ¿es posible identificar ciertas regiones donde se celebra el carnaval o qué regionalidad expresan los tipos o regiones donde se lleva a cabo?, 3) ¿qué componentes manifiestan qué carnavales en qué regiones?, y 4) ¿qué aprendizajes adicionales se pueden obtener de un análisis regional y regionalizador del carnaval en el país?
Una primera catalogación de los carnavales en México
Para obtener una idea inicial de dónde se celebra el carnaval en México se emprendió una búsqueda2 de bibliografía utilizando la palabra clave «carnaval» en bibliotecas locales, internet y YouTube, lo cual generó una primera base de datos de 179 fuentes, que reportaban 319 carnavales.3 Esta búsqueda bibliográfica diagnóstica4 indica, como punto de inicio organizativo, que los carnavales en México no han sido analizados todavía como un conjunto complejo y polisémico, con sus propias dinámicas y procesos culturales. Predominan los estudios particulares, aislados y descriptivos que emplean enfoques narrativos, etnográficos o patrimonializadores (Newell, Jiménez y Pérez, 2022). En los 179 trabajos registrados se encuentran pocas tendencias de análisis o de organización regional, pero destacan las siguientes: a) la investigación de Horcasitas (1980) sobre la danza de los tecuanes en los estados de Morelos, Guerrero y Puebla; b) la comparación de ciertos carnavales de la zona Altos tsotsil-tseltal de Chiapas realizada por Bricker (1986, 1989); c) la colección de ensayos de diversas áreas indígenas editada por Báez y Garrett (2009) producto del Segundo Simposio sobre Carnavales Indígenas organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Universidad Veracruzana en 2008; d) los estudios otomí-tepehua de Veracruz e Hidalgo realizados por Heiras (2010, 2014); e) el estudio histórico del carnaval en la Ciudad de México y sus múltiples barrios a lo largo de los casi 700 años de existencia de la ciudad, con su población pluricultural, realizado por Villarruel (2016); f) las investigaciones sobre los carnavales del pueblo amuzgo de Oaxaca y Guerrero ejecutadas por Aguirre (2017); g) la colección de ensayos que exploran carnavales en diferentes regiones de pueblos originarios realizada por Rubio y Neurath (2017); h) las descripciones etnográficas de carnavales de Guaymas, Sonora, y Mazatlán, Sinaloa, examinados por Uresti (2017); i) los apuntes etnográficos de carnavales en el área Puebla-Tlaxcala coordinados por Licona y Pérez (2018), y j) un estudio comparativo a partir de la bibliografía existente y de trabajo etnográfico acerca de los carnavales en Chiapas realizado por Newell, Jiménez y Pérez (2022).
En la mayoría de estos trabajos, los autores y coordinadores analizan el tema o las manifestaciones particulares del carnaval desde la óptica de una comunidad, un pueblo, una ciudad, un barrio o un grupo étnico, y no ofrecen un examen sistemático o comparativo, ni realizan contrastes u observaciones desde una óptica regional, intrarregional o interregional, o incluso más amplia. Asimismo, es sorprendente que no se ha generado, por ejemplo, ni desde la academia ni desde el sector turístico, algún atlas o trabajo comprehensivo del fenómeno en México.
Después de la búsqueda bibliográfica se implementaron los siguientes tres pasos para desarrollar un primer inventario y una interpretación comprehensiva del fenómeno del carnaval en México: 1) se ubicaron los carnavales identificados en la búsqueda bibliográfica en un mapa del país y se contabilizaron por estado como un primer esfuerzo de análisis regional; 2) se generó un cuadro comparativo cualitativo en el que se contrastaron y se buscaron similitudes entre cada carnaval para identificar qué factores transversales podrían corresponder a ciertos tipos y regiones donde se celebra el carnaval, y 3) se elaboraron interpretaciones y propuestas acerca de los elementos y tendencias descubiertos en los pasos anteriores para discernir en qué procesos de regionalidad los carnavales han estado inmersos con atención a sus elementos regionales particulares y particularizantes, a partir de lo cual se generó un primer mapa regional y una tipología heurística inicial.
Acerca del primer paso, como se mencionó previamente, se identificaron en esta fase 179 fuentes publicadas, que consideraban un total de 319 carnavales en todo México, y se generó una primera categorización con base en los estados de la República por la factibilidad del análisis y por la familiaridad con este sistema de división y regionalización (véanse Tabla 1 y Mapa 1). Desde este primer nivel de análisis se distinguen tres grandes categorías que corresponden a los siguientes estados y regiones del país: 1) siete estados de la República componen la categoría ‘20 carnavales y más’ con un total de 202 registrados, 2) tres estados aparecen con ‘de 10 a 19 carnavales’, con 38 carnavales en total, y 3) 22 estados ocupan la categoría de ‘de 1 a 9 carnavales’, que integran en conjunto 79.
ID | Tipo | ID | Localidad | Tipo | ID | Localidad | Tipo | ID | Localidad | Tipo | |
20 carnavales y más | |||||||||||
Veracruz. 43 carnavales | |||||||||||
1 | Cerro Azul | E | 12 | Temapache | E | 23 | Arroyo Florido | T | 34 | Mixtla de Altamirano | T |
2 | Chinampa de Gorostiza | E | 13 | Tepetzintla | E | 24 | Chicontepec | T | 35 | Sombrerete Papantla | T |
3 | Naranjos Amatlán | E | 14 | Chalma | E | 25 | Chontla | T | 36 | Tempoal | T |
4 | San Rafael | E | 15 | Chiconamel | E | 26 | Huayacocotla | T | 37 | Texcatepec | T |
5 | Puerto de Veracruz | E | 16 | Pánuco | E | 27 | El Higo | T | 38 | Tihuatlán | T |
6 | Tantoyuca | E | 17 | Platón Sánchez | E | 28 | Ixcatepec | T | 39 | Tlachichilco | T |
7 | Tamiahua | E | 18 | Pueblo viejo | E | 29 | Ixhuatlán de Madero | T | 40 | Villa de Aldama | T |
8 | Tuxpan | E | 19 | Colatlán | T | 30 | Llamatlán | T | 41 | Zacualpan | T |
9 | Tancoco | E | 20 | Castillo de Teayo | T | 31 | Ojite de Matamoros | T | 42 | Zontecomatlán | T |
10 | Tantima | E | 21 | Citlaltépetl | T | 32 | Ozuluama de mascareras | T | 43 | Yanga | T |
11 | Tampico el Alto | E | 22 | Benito Juárez | T | 33 | San Pedro Tziltzacuapan | T | |||
Puebla. 36 carnavales | |||||||||||
44 | Atlimeyaya | T | 53 | Francisco Z. Mena | T | 62 | Santa María Nenetzintla | T | 71 | Vista Hermosa | T |
45 | Apapantilla | T | 54 | Mecapalapa | T | 63 | San Agustín Tlaxco | T | 72 | Venustiano Carranza | T |
46 | Chiconcuautla | T | 55 | Molcaxac | T | 64 | San Martin Caltenco, Tochtepec | T | 73 | Zautla | T |
47 | El Llano San Jerónimo Xayacatlan | T | 56 | Naupan | T | 65 | San Miguel Xoxtla | T | 74 | Xicotepec de Juárez | T |
48 | Chilchotla | T | 57 | Napolucan | T | 66 | San Pablito Pahuatlán | T | 75 | Barrio el Alto | U |
49 | San Pedro Cholula | T | 58 | Pahuatlán | T | 67 | Santa Ana Xalmimilulco | T | 76 | San Baltazar Campeche | U |
50 | Guadalupe | T | 59 | San Francisco Ocotlán | T | 68 | Tlacuilotepec | T | 77 | San Jerónimo Calderas | U |
51 | Huauchinango | T | 60 | Pantepec | T | 69 | Tlaxco | T | 78 | Barrio de San Miguel Canoa | U |
52 | Huejotzingo | T | 61 | Plan de Arroyo | T | 70 | Tonanhuixtla | T | 79 | Santa María Xonacatepec | U |
Oaxaca. 28 carnavales | |||||||||||
80 | Chalcantongo de Hidalgo | T | 87 | San Pedro Amuzgos | T | 94 | San Martin Tilcajete | T | 101 | Silacayoapan | T |
81 | Cuexcontitlan | T | 88 | Santa Catarina Minas | T | 95 | San Pedro Xicayán | T | 102 | Rosario Temextitlán | T |
82 | Huaxpaltepec | T | 89 | Santa Cruz Papalutla | T | 96 | San Raymundo Jalpan | T | 103 | Tlachichilco | T |
83 | Santiago de Juxtlahuaca, | T | 90 | Santa María Zacatepec | T | 97 | San Sebastián del Monte | T | 104 | Tlaxiaco | T |
84 | Magdalena Jicotlán | T | 91 | Santa Rosa | T | 98 | Santiago Juxtlahuaca | T | 105 | Trinidad Zaachila | T |
85 | Ocotlán de Morelos | T | 92 | San Juan Copala | T | 99 | Santa María Huazolotitlán | T | 106 | Teotitlán del Valle | T |
86 | Pinotepa de Don Luis | T | 93 | San Agustín Tlacotepec | T | 100 | Santo Tomás Ocotepec | T | 107 | San Pedro Yolox | T |
Chiapas 27. carnavales | |||||||||||
108 | Bachajón | T | 115 | Jitotol | T | 122 | Rayón | T | 129 | Tenejapa | T |
109 | Copainalá | T | 116 | Las Rosas | T | 123 | San Andrés Larráinzar | T | 130 | Tila | T |
110 | Chenalhó | T | 117 | Ocotepec | T | 124 | San Fernando | T | 131 | Chalchihuitán | T |
111 | Chapultenango | T | 118 | Ocozocoautla | T | 125 | San Juan Chamula | T | 132 | Tuxtla Gutiérrez (Coyatoc) | T |
112 | El Bosque | T | 119 | Oxchuc | T | 126 | San Juan Cancuc | T | 133 | Venustiano Carranza | T |
113 | Huixtán | T | 120 | Pantelhó | T | 127 | Simojovel | T | 134 | Zinacantán | T |
114 | Ixtacomitán | T | 121 | Petalcingo | T | 128 | Tapalapa | T | |||
Hidalgo. 26 carnavales | |||||||||||
135 | Mixquiahuala | E | 142 | Huautla | T | 149 | San Agustín Metzquititlán | T | 156 | Tecozautla | T |
136 | Huejutla de Reyes | E | 143 | San Antonio el grande | T | 150 | San Bartolo Tuotepec | T | 157 | Santa Ana Huey- tlalpan | T |
137 | Alfajayucan | T | 144 | Juárez | T | 151 | San Felipe Orizatlán | T | 158 | Xochiatipan | T |
138 | Atlalco | T | 145 | La Raza Pachuca | T | 152 | San Salvador Actopan | T | 159 | Yahualica | T |
139 | Atlapexco | T | 146 | Metztitlán | T | 153 | San Lorenzo Achiotepec | T | 160 | Zacualtipán | T |
140 | Calnali | T | 147 | Molango de Escamilla | T | 154 | Tasquillo | T | |||
141 | Eloxochitlán | T | 148 | Pisaflores | T | 155 | Tenango de Doria | T | |||
Michoacán. 22 carnavales | |||||||||||
161 | Apatzingán | E | 167 | Copándaro | T | 173 | Santa Fe de la Laguna | T | 179 | Tiripetío | T |
162 | Álvaro Obregón | T | 168 | Isla de Jarácuaro | T | 174 | San Agustín del Pulque | T | 180 | Uruapan | T |
163 | Charo | T | 169 | Morelia | T | 175 | San Felipe de los Alzati | T | 181 | Villa de Jiménez | T |
164 | Cheran | T | 170 | Numarán | T | 176 | San Miguel Maravatio | T | 182 | Ziráhuato de los Bernal | T |
165 | Chilchota | T | 171 | Pamatácuaro | T | 177 | Santo Tomas | T | |||
166 | Coeneo | T | 172 | Pátzcuaro | T | 178 | Tarímbaro | T | |||
Tlaxcala. 20 carnavales | |||||||||||
183 | Acuitlapilco | T | 188 | Papalotla | T | 193 | San Pablo del Monte | T | 199 | San Juan Totolac | T |
184 | Apizaco | T | 189 | Panotla | T | 194 | Santa Ana Chiautempan | T | 200 | Tenancingo | T |
185 | Ignacio Allende Cuapiaxtla | T | 190 | San Cosme Mazatecochco | T | 195 | Santa María Atlihuetzia | T | 201 | Tlaxcala de Xicohténcatl | T |
186 | Huiloapan | T | 191 | San Dionisio Yauhquemehcan | T | 196 | Tetla | T | 202 | Tizatlán | T |
187 | Lázaro Cárdenas | T | 192 | San Francisco Tlacuilohcan | T | 197 | Tepeyanco | T | |||
De 10 a 19 carnavales | |||||||||||
Guerrero. 16 carnavales | |||||||||||
203 | Taxco de Alarcón | E | 207 | Chilacachapa | T | 211 | Ometepec | T | 215 | Tlalixtaquilla | T |
204 | Atlixtac | T | 208 | Colotipia | T | 212 | Pachivia | T | 216 | Xalpatlahuac | T |
205 | Barrio San Juan Tlamacazapa | T | 209 | Cuyuxtlahuac | T | 213 | Santa Cruz Papalutla | T | 217 | Xochistlahuaca | T |
206 | Barrio Nuevo Tecoanapa | T | 210 | Ixcateopan | T | 214 | Tlamacazapa | T | 218 | Zitlata | T |
Tabasco. 12 carnavales | |||||||||||
219 | Cárdenas | E | 222 | Comalcalco | E | 225 | Paraíso | E | 228 | Emiliano Zapata | T |
220 | Cunduacán | E | 223 | Jonuta | E | 226 | Teapa | E | 229 | Puxcatán | T |
221 | Centla | E | 224 | La Venta | E | 227 | Villahermosa | E | 230 | Tenosique | T |
Guanajuato. 10 carnavales | |||||||||||
231 | Acámbaro | E | 234 | Salvatierra | E | 237 | La Noria Dr. De la Mora | T | 240 | Suchitlán | T |
232 | Comonfort | E | 235 | Uriangato | E | 238 | San Miguel de Allende | T | |||
233 | Manuel Doblado | E | 236 | Yuriria | E | 239 | San Juan de la Vega | T | |||
De 1 a 9 carnavales | |||||||||||
Quintana Roo. 9 carnavales | |||||||||||
241 | Bacalar | E | 244 | Cozumel | E | 247 | Isla Mujeres | E | |||
242 | Cancún | E | 245 | Felipe Carrillo Puerto | E | 248 | Playa del Carmen | E | |||
243 | Chetumal | E | 246 | Holbox | E | 249 | Tulum | E | |||
Morelos. 8 carnavales | |||||||||||
250 | Anenecuilco | T | 252 | Jiutepec | T | 254 | Tlayacapan | T | 256 | Tepoztlán | T |
251 | Emiliano Zapata | T | 253 | Miacatlán | T | 255 | Tlaltizapán | T | 257 | Yautepec | T |
Jalisco. 7 carnavales | |||||||||||
258 | Amatitán | E | 260 | Autlán | E | 262 | Jalostotitlán | E | 264 | San Juan Bautista | |
259 | Ameca | E | 261 | Chapala | E | 263 | Sayula | E | |||
Ciudad de México. 7 carnavales | |||||||||||
265 | Ciudad de México | U | 267 | Martin Carrera | U | 269 | Iztapalapa | U | 271 | San Francisco Tlatenco | U |
266 | Peñón de los Baños | U | 268 | Iztacalco | U | 270 | Santiago Zapotitlán | U | |||
Estado de México. 7 carnavales | |||||||||||
272 | Toluca | T | 274 | Ocoyoacan | T | 276 | Zacamulpa Huitzizilapan | T | 278 | San Lorenzo Huitzizilapan | T |
273 | Jilotepec | T | 275 | San Francisco Tlalcilalcalpan Municipio de Almoloya | T | 277 | Chimalhuacán | T | |||
Tamaulipas. 5 carnavales | |||||||||||
279 | Altamira | E | 281 | Ciudad Victoria | E | 283 | Mariano Matamoros | T | |||
280 | Ciudad Madero | E | 282 | Tampico | E | ||||||
San Luis Potosí. 5 carnavales | |||||||||||
284 | Matehuala | E | 286 | San Juan de Guadalupe | U | 288 | General I. Martínez | U | |||
285 | Mexquitic de Carmona | T | 287 | Apostólica | U | ||||||
Zacatecas. 4 carnavales | |||||||||||
289 | Jerez | E | 290 | Miguel Auza | E | 291 | Morelos | E | 292 | Rio Grande | E |
Sinaloa. 4 carnavales | |||||||||||
293 | Guamúchil | E | 294 | Culiacán | E | 295 | Guasave | E | 296 | Mazatlán | E |
Colima. 4 carnavales | |||||||||||
297 | Armería | E | 298 | Colima | E | 299 | Manzanillo | E | 300 | Tecomán | E |
Nayarit. 3 carnavales | |||||||||||
301 | Peñita de Jaltemba | E | 302 | San Blas | E | 303 | Presidio de los Reyes Ruiz | T | |||
Yucatán. 3 carnavales | |||||||||||
304 | Mérida | E | 305 | Ixil | E | 306 | Puerto Progreso | E | |||
Campeche 3 carnavales | |||||||||||
307 | Campeche | E | 308 | Pomuch | T | 309 | Nunkiní | T | |||
Sonora. 2 carnavales | Querétaro. 2 carnavales | ||||||||||
310 | Guaymas | E | 311 | Nogales | T | 312 | Urecho | T | 313 | Villa Progreso | T |
Nuevo León. 1 carnaval | Durango. 1 carnaval | Coahuila. 1 carnaval | Chihuahua. 1 carnaval | ||||||||
314 | San Miguel de Bustamante | E | 315 | Tayoltita | E | 316 | Francisco I. Madero | T | 317 | Santa Bárbara | T |
Baja California Norte. 1 carnaval | Baja California Sur. 1 carnaval | Aguascalientes. 0 carnavales | |||||||||
318 | Ensenada | E | 319 | La Paz | E |
Fuente: elaboración propia.
Nota: T = tradicional/histórico, E = espectacular, U = urbano.
Se observa que es en los estados del centro y sur del país donde se realiza el mayor número de carnavales, y que existe una baja densidad de carnavales en el norte, donde también la población originaria es la más baja y tiende a ser, o a haber sido, menos sedentaria y más de naturaleza cazadora recolectora (véase Mapa 1). Esta regionalización resuena de manera directa con la propuesta de Kirchhoff (1967), quien secciona el país en dos partes: Mesoamérica y Aridoamérica, división que ha sido utilizada tanto en el ámbito académico, como en el político y socioeconómico, no siempre de manera productiva o efectiva.
Fuente: elaborado por Nancy Karel Jiménez Gordillo con datos obtenidos de la bibliografía hallada (adaptado de OpenStreetMap, disponible en celebérrima.com).
No parece ser coincidencia, sin embargo, que entre los estados de Chiapas, Oaxaca, Hidalgo, Michoacán y Puebla se contabilicen más de 100 carnavales. En 2010, estos cinco estados en conjunto tenían una población originaria de 3 004 976, que correspondía al 45.64 % de la población nacional, relativamente hablando (INEGI, 2010). Es necesario, entonces, examinar con mayor detalle las características de cada carnaval, descubrir si se puede hablar de alguna regionalidad y de qué tipo sería, y cuáles serían las implicaciones o macrosignificaciones.
A continuación se elaboró una tabla comprensiva y comparativa en Excel con las características de los 319 carnavales identificados en la bibliografía, con el apoyo de grabaciones de YouTube, utilizando seis puntos de comparación establecidos en un estudio previo (Newell, Jiménez y Pérez, 2022). Los seis criterios considerados fueron: 1) duración y secuencia del carnaval, 2) personajes y vestimentas, 3) tipo de personajes (antropomorfos, zoomorfos, históricos, metafóricos, cosmogónicos), 4) lugares de la celebración o ritual, 5) formas de organización, y 6) tipos de danzas y acciones significativas. Resumiento y tomando en consideración la gran disparidad de las fuentes y lo versátil de los carnavales en México, se logró y se propone aquí una clasificación regional y tipológica preliminar. Esta clasificación consiste de las siguientes cuatro macrocategorías: 1) ‘tradicional/histórico’, 2) ‘urbano’, 3) ‘espectacular’ y 4) ‘transnacional’ (véase Tabla 2). Al profundizar en el tema, se observa que estas categorías se encuentran relacionadas con, o son generadas por, tres ejes y procesos socioculturales que se pueden definir como: ‘del espectro urbano-rural’, ‘de organización indígena u organización oficial-gubernamental’ y de ‘uso de vestimenta e historia local o cosmogónico versus danzas, espacios, personajes y rituales inventados-modernos’. A continuación se describe cada categoría con sus características y se comenta sobre cierta regionalidad en cada categoría.
Tipo de carnaval | Núm. registrado | Ubicación y ejemplos | Características |
Tradicional/ histórico | 225 (ej. ensayos en Báez y Garrett, 2009; Báez y Sevilla, 2002; Newell, Jiménez y Pérez, 2022). | Pueblos originarios, pueblos urbanos. | Danzas fijas que hacen alusión a periodos de la historia prehispánica o colonial; personajes o grupos de personajes establecidos por elementos locales étnicos y zoomorfos que no varían; música de instrumentos naturales creados localmente; un sistema de organización desde abajo mediante el sistema de cargos; alta incorporación de fauna, flora local y endémica; realización de ofrendas espirituales y comunitarias mediante un código de reciprocidad; discursos ceremoniales y rituales en lugares sagrados naturales, casas de principales y plazas de iglesias. |
Urbano | 16 (ej. ensayos en Licona y Pérez, 2018). | Barrios o colonias de una ciudad (frecuentemente de asentamiento foráneo). | Danzas y acciones con elementos establecidos y fijos relacionados con localidades foráneas o con la historia de migración, como también con categorías nuevas, personajes establecidos, acciones reducidas a espacios específicos barriales, organización desde abajo, y personas encargadas de los gastos de la fiesta. |
Espectacular | 78 (ej. Münch, 2005; Reyes, 2003). | Puertos y ciudades turísticas. | Desfiles de carros alegóricos en calles principales y corredores turísticos de ciudades según algún tema preestablecido y acordado anualmente, la coronación y presentación de un rey y una reina del carnaval, realización de conciertos masivos y venta de diversos productos y servicios, la quema del mal humor y de Juan Carnaval al final, organización desde arriba. |
Transnacional | 1 (ej. Be Ramírez et al., 2018). | En el extranjero con presencia de población mexicana carnavalera. | Expresiones a reducida escala con elementos o acciones fijas de la comunidad de origen de la población mexicana, compartidas en medios sociales con miembros de la comunidad de origen. |
Fuente: elaboración propia.
Carnavales tradicionales
Los carnavales de corte tradicional en su mayoría incorporan elementos de la cosmovisión originaria y representan vínculos comunitarios con el calendario agrícola y con el tiempo de fertilidad de la tierra (Gossen, 1986, 1989; Guzmán, 1993; Báez, 2000; Hernández, 2005; Del Carpio y Lisbona, 2008; Nolasco et al., 2015; Newell, 2018, 2020, 2021); en otros casos hacen alusión o incorporan personajes de algunos dramas bíblicos -principalmente la persecución de Jesús por parte de los judíos (Martínez, 2006; Morales, 2013; Boccara, 2016)- o representan la conmemoración de batallas, como las danzas de moros y cristianos y la danza de conquista (Warman, 1985; Jáuregui y Bonfiglioli, 1996), que son un legado del teatro evangélico. Se realizan en pueblos, pueblos urbanizados y ciudades pequeñas, en donde mucha de la población originaria aún conserva su lengua y, en diferente medida, controla o maneja los cargos tradicionales. En términos espaciales o regionales, los carnavales tradicionales se encuentran en las partes sur y central del país, donde se ubican, por ejemplo, las poblaciones originarias tseltal, tsotsil, ch’ol, zoque, chontal, zapoteca, mixe, nahua, otomí, huasteca, de habla otomangueana y de influencia tlaxcalteca.
La organización de estos carnavales forma parte de las estructuraciones sociales orgánicas generadas por y a cargo de las poblaciones de las localidades. En varios pueblos el carnaval se lleva a cabo justo en el periodo de las ceremonias de entrega y recepción de algunos cargos comunitarios e históricos. La organización parte, entonces, «desde abajo», y forma una jerarquía de cargos que genera prestigio y continuidad en y para las comunidades.
Los carnavales tradicionales existen vinculados con lo que en muchos pueblos originarios se denomina «el costumbre» o «la tradición», palabras que se refieren a cuerpos de ética, cosmovisiones y comportamientos comunitarios, ritualísticos, autóctonos y agricultores. Una característica importante de los carnavales tradicionales es la presencia de danzas de conquista, así como de moros y cristianos, que fueron introducidas en el periodo colonial, las cuales se combinan con rituales indígenas (Jáuregui y Bonfigliolo, 1996). Estas danzas las realizan personajes que corresponden a dos bandos, que generalmente son opuestos y representan: el bien y el mal, españoles e indígenas, vencedores y vencidos, mexicanos y franceses, entre otros casos. Se interpretan en ellos acciones dramáticas con tres momentos bien definidos: desafío, batalla y desenlace. Las danzas se llevan a cabo en las calles, atrios de iglesias y plazas, y se dedican al santo patrono de cada lugar. En esta categoría figuran las danzas de tecuanes, de moros y cristianos, de la pluma y jardineros, de la culebra, de tejorones y de mascaritas, entre muchas otras. Otro elemento presente en estas danzas es la representación de determinados momentos de la historia de los lugares; por ejemplo, en Puebla se realiza un desfile donde destacan el batallón de los serranos, franceses, turcos, zapadores y zacapoaxtlas. En Chiapas, tanto en el área zoque como el área maya se reconocen elementos de la conquista, de la Reforma, del tiempo de los ingenios y haciendas, y de la Revolución Mapachista o Guerra de los Cristeros.
En esta categoría se integran figuras o patrones tan repetitivos, que nos indican la necesidad de indagar más sobre los antecedentes históricos de los carnavales, su regionalidad y sus elementos bioculturales. Nos referimos en específico, en este caso, a la danza del tigre o jaguar, la cual se extiende desde el Estado de México hasta la República de El Salvador (Horcasitas, 1980) y parece corresponder a cierta identidad autóctona de esta región. De acuerdo con la bibliografía revisada, existen variantes en la representación de esta danza, pero contienen elementos comunes, como la escenificación de la cacería, la persecución y la muerte del jaguar (Horcasitas, 1980; Rivera y Lee, 1991); en otros casos se interpreta como una representación del genocidio de la población indígena de la región (Hernández, 2005) o se relaciona con el tiempo de las haciendas o con la época prehispánica, por lo que es difícil lograr claridad en cuanto a la interpretación regional. En Guerrero se encuentra la danza de tlacololeros (Horcasitas, 1980), en Chiapas la danza del tigre y del toro (Del Carpio, 1993; Newell, Jiménez y Pérez, 2022) y en Tabasco la danza del pochó, con personajes como cojóes, pochoveras y jaguares (Navarrete, 1971; López, 2017; López, Ramos y Huicochea, 2019); todas parecen representar el conflicto entre diferentes etnias indígenas y los españoles, con el tigre o el jaguar como representación de los indígenas y el toro -muy presente en los carnavales europeos- como parte de la cultura española-colonial; sin embargo, no existe un análisis macrorregional que lo demuestre o que detalle las diferencias inter o intrarregionales.
Entre los carnavales tradicionales existen también aquellos que hacen alusión al robo de la joven, al casamiento y a la representación de la primera boda entre un hombre indígena y una mujer noble (Hernández, 2005). Estas danzas también exhiben un orden en las actividades y se caracterizan por la presencia de personajes inamovibles, guiados por el sistema de cargos, que se rotan entre las personas de la comunidad que optan por adscribirse al sistema.
Por lo general, las actividades de los carnavales tradicionales inician en las casas de los patrocinadores («autoridades») de las fiestas; posteriormente se recorren algunas casas, donde se realizan rituales y danzas y comparten algunos alimentos. También se realizan actividades en las iglesias principales o en sus atrios. El martes anterior al Miércoles de Ceniza todos los grupos se reúnen y bailan en un mismo espacio, que suele ser la plaza central; se trata del baile principal. En la celebración del carnaval tradicional se observan por lo general elementos como los siguientes: rituales en lugares considerados sagrados (cerros, ojos de agua, montañas, cuevas); la representación de figuras zoomorfas; un cierto número y definición de personajes o categorías de personajes que son inamovibles y con los cuales se estructuran las diferentes danzas; y las danzas y rituales se acompañan de música tradicional con tambor y pito, no con instrumentos modernos o de manufactura industrial.
Son las propias comunidades las que asignan a los encargados de los gastos de la fiesta, que recaen generalmente en un hombre; no es raro que sean las mismas personas o familias quienes deciden tomar este cargo tan importante, aun si este rota anualmente o por un periodo de tres años. Los nombres de estos cargos que reciben varían -otro tema de interés para la investigación regional-, aunque sobresalen las denominaciones de capitanes, mayordomos y alféreces. A estos personajes le siguen en importancia los siguientes: los encargados de dirigir los rituales en lugares sagrados y las danzas, los músicos tradicionales, los danzantes principales, las cocineras y los ayudantes de cocina. Las actividades giran en torno a grupos pertenecientes a barrios, cuadrillas o camadas, lo que parece tener antecedentes en los antiguos sistemas de los calpuli (prehispánicos) y las cofradías (coloniales).
En cuanto a los personajes, podría decirse que existe diversidad, pues no en todos los lugares son los mismos. En general se pueden observar dos tipos: por un lado, los que hacen referencia a la cultura propia de los grupos indígenas, incluso con elementos prehispánicos, y por otro lado aquellos que representan a la cultura occidental-española católica colonial. Entre los primeros se pueden observar: los chilolos en Oaxaca, los espaldas cruzadas o ka’abinales en Chiapas, los indios serranos en Puebla, los viejos en Veracruz y los comanches en Hidalgo. Del lado contrario, como representación de la población española, se pueden encontrar: el macho riata, las mascaritas, los hacendados, los vaqueros, las damas, los franceses, los moros y cristianos, los Mahomas, los huehues o los chinelos -variante que se asemeja a los huehues de Tlaxcala, que se localizan en diversos lugares de Morelos y en el Estado de México (Carro, 2011)-, entre otros. Sorprende que en todos los carnavales existen personajes que representan a mujeres y son interpretados por hombres, sin que esto sea específicamente una indicación transgénero. En Chiapas encontramos los maruchas; en Oaxaca las negras, Marías Candelarias o chinihuelas, y en Guerrero las mojigangas. En general representan personajes de la historia específica de sus comunidades, y también de la sociedad mexicana colonial y reformista. Adicionalmente, pueden también interpretarse desde una óptica de la historia presente. En general, se necesitan análisis adicionales para comprender estos elementos, así como el uso y la creación de estas metáforas a un nivel macro y microrregional.
Como bien menciona Medina (2011), muchos objetos que se utilizan en las fiestas en México, por ejemplo las máscaras del carnaval, hablan de los grupos humanos que los usan, de las prácticas religiosas, de las jerarquías existentes y del orden social, lo que permite traer al presente la historia de las comunidades. Realizar estudios y contrastaciones regionales de estos artefactos, personajes y danzas revelará mucho sobre México y sobre sus comunidades y regionalidades.
Carnavales urbanos
En segundo lugar existen los carnavales urbanos, que son guiados y organizados por grupos de personas que han migrado para sobrevivir económicamente de comunidades tradicionales o pequeñas a ciudades, o que se celebran en pueblos que por su crecimiento e industrialización se categorizan ya como ciudades, pero lograron conservar un núcleo de identidad local y autóctona. Estos carnavales suelen celebrarse solo en barrios concretos de una ciudad más grande, o solo en los barrios antiguos de una población que se ha convertido en ciudad. Los carnavales urbanos los realizan frecuentemente cuadrillas barriales, y es en estas fiestas donde un sector poblacional reafirma sus lazos de identidad comunal, barrial y local, como también su unicidad y su diferencia de los demás. Ejemplos de este tipo de carnaval son los que realizan en Puebla en los barrios de San Baltazar Campeche, El Alto Garibaldi, San Jerónimo Calderas, San Miguel Canoa, Santa María Xonacatepec y Santa María Nenetzintal; también los de San Juan de Guadalupe en San Luis Potosí y la Ciudad de México, indica Villarruel (2016), operan según una lógica similar (Licona, 1994; Loaiza et al., 2016; Licona y Pérez, 2018).
Los carnavales urbanos se realizan entre los tres y seis días anteriores al Miércoles de Ceniza o en relación con la Semana Santa; a veces se llevan a cabo las actividades durante los fines de semana porque quienes participan están sujetos a las dinámicas y exigencias del mundo moderno y asalariado. Se pueden observar personajes ya establecidos, como los huehues que rigen las danzas en los barrios de San Miguel Canoa y Santa María Xonacatepec, de Puebla, y también personajes principales de otros carnavales tradicionales en el mismo estado. Asimismo, como se mencionó, existen personajes de mujeres que son interpretados por hombres, como las xilonas en el carnaval del barrio de San Miguel Canoa, igualmente en el estado de Puebla. Sobresalen las figuras antropomorfas, inventadas, urbanas y modernas, y existe libertad en cuanto a la cantidad y ejecución de cada personaje.
La organización parte «desde abajo», como sucede en los carnavales tradicionales, pero coincide frecuentemente con elementos más asociados con el desarrollo de la urbanidad, como las cuadrillas y las fuerzas de trabajo gremial; estos grupos por lo general se establecen de acuerdo con lazos de familia, compadrazgo o amistad, y se reúnen solo en el tiempo de carnaval. En cada cuadrilla existen representantes que cubren parte de los gastos que implica la festividad, como el pago de los músicos, y también se encargan de organizar los recorridos, los ensayos y las danzas antes y durante la celebración. Cada cuadrilla confecciona los adornos de las vestimentas, los cuales son importantes ya que permiten distinguir un grupo de otros y representan símbolos con los que generan una identidad, así como un sentido de pertenencia socioterritorial en un entorno más competitivo y dividido por clase económica y tipo de trabajo. Las cuadrillas realizan recorridos a pie por los barrios, en los que los bailarines ejecutan algunas danzas con el acompañamiento de música y pirotecnia; en las ciudades las acciones están menos asociadas con un calendario o una acción ritual originaria, y no se percibe presencia significativa de vírgenes o santos patronos. La música es variada; se puede encontrar desde mariachis, hasta música de violín, bajo eléctrico, guitarra o saxofón; no hay instrumentos considerados tradicionales y de manufactura natural, como tampoco se observan otros indicadores relevantes étnicos o autóctonos.
Carnavales espectaculares
La tercera categoría la componen los carnavales que se pueden definir como espectaculares, los cuales se realizan en lugares principalmente urbanos y se organizan con fines de espectáculo turístico y de ingreso económico. Con frecuencia se llevan a cabo en ciudades que también son puertos, como Ensenada, Manzanillo, Mazatlán, Puerto de Veracruz, Coatzacoalcos y Puerto Progreso, un aspecto que valdrá la pena explorar más sistémicamente y con una perspectiva tanto histórica, como sociocultural y turístico-regional. Se sabe a partir de diferentes fuentes que los carnavales en estos lugares comenzaron a popularizarse en el periodo posterior a la Revolución mexicana como parte de la reconstrucción y apertura al mercado turístico, reglamentados y subsidiados por los ayuntamientos y las elites locales (Flores, 1998; Reyes Domínguez, 2003; Vargas, 1989). En Veracruz, por ejemplo, se institucionalizó el carnaval en 1925 como una atracción turística novedosa que se vinculó con el ser de la ciudad como puerto (Münch, 2005). Hoy continúan organizándose pero «desde arriba», contrario a lo que ocurre en los carnavales tradicionales, con la intervención de empresas privadas -principalmente cerveceras- y de los gobiernos municipales y estatales, que absorben parte de los gastos económicos que se generan en la celebración, lo que da una imagen de prosperidad, consumismo, libertad y despreocupación. Los carnavales espectaculares constituyen un empuje planeado y estratégico de una identidad demostrativa y construida; su objetivo es celebrar un cosmopolitismo, una multiculturalidad y un bienestar o armonía nacional característicos de un país dinámico.
En muchos sentidos estos carnavales se parecen a los más conocidos de Brasil y del Caribe, en donde se despliegan el espectáculo, el baile (salsa, merengue, etc.) y la alegría como performance. Quienes participan se mueven al ritmo de la música alegre y seductora, se baila, se canta y se visten de manera provocativa con colores, texturas y diseños contrastantes, a veces con poca piel cubierta, como explica Münch (2005) para el carnaval de Veracruz; el ritmo y la música marcan una pauta muy importante, y con frecuencia promueven el movimiento de caderas y el baile de parejas o grupos, similar al tipo caribeño. No es extraño observar esta preferencia en ciudades con puertos, ya que por lo generan han estado a la vanguardia del desarrollo tecnológico en los últimos dos siglos y presentan una cierta apertura a ideas novedosas y cambiantes; asimismo, probablemente el desarrollo de los carnavales en estas ciudades se encuentra vinculado con el mercado de los cruceros que predominó en los primeros años del auge del turismo masivo.
La misma apertura se observa en el hecho de que los carnavales espectaculares son, por lo general, diseñados cada año de acuerdo con determinadas temáticas que establecen los organizadores; por ejemplo, en Mazatlán, Sinaloa, se eligió en 2019 el tema del reino submarino; en el caso de Mérida, Yucatán, ese año el tema fue la flora y la fauna. Los trajes de las personas participantes se confeccionan de acuerdo con estos temas, y por lo general constituyen expresiones de gran habilidad artística y belleza estética; son manifestaciones completamente seculares y sin referentes étnicos o históricos. Los personajes que protagonizan los carnavales cambian anualmente y reflejan una gran diversidad de dinámicas y movimientos; emergen en relación con las temáticas y son puestos en escena solo mientras dura el carnaval.
Otro elemento característico común en los carnavales espectaculares es el desfile de carros alegóricos, lo que indica que el ritmo y el objetivo de los carnavales de este tipo no son los mismos que los de los tradicionales o urbanos, pues estos últimos tienden a excluir el ritmo veloz y moderno de los carros. Los carros alegóricos y los desfiles conforman, de hecho, el eje principal del carnaval espectacular, y recorren las principales avenidas de las ciudades, generalmente las calles situadas a la orilla del mar o las asociadas con el turismo. El desfile consta de dos elementos: 1) carros alegóricos con personajes simbólicos, como la reina y el rey del carnaval, los reyes infantiles o ciertos invitados especiales, habitualmente artistas o personajes de la política, y 2) las personas que van a pie en diferentes grupos de danza, que realizan comparsas y bailes coreográficos y estilizados. Los aspectos estéticos y la competencia entre los grupos o escuelas de danza forman parte notable de estos carnavales, y evocan la competencia que existe en el mundo asalariado, en donde diferentes negocios promocionan sus productos y marcas. Es interesante que el desfile se ha interpretado como la representación de una dicotomía entre gente bonita y gente fea, los de arriba y los de abajo, gente rica y gente pobre (Flores, 2001; Münch, 2005; Reyes Domínguez, 2003).
Al revisar la secuencia de actos en los carnavales espectaculares puede afirmarse que son atractivos estratégicos, pues se llevan a cabo en plazas centrales, a la vista del público en general, y en ellos se ejecutan, por ejemplo, la quema del mal humor y el sepelio de Juan Carnaval -un muñeco de pirotecnia que representa algún personaje de la vida local, nacional o internacional- como representaciones de alguna maldad universal y del mal humor que acecha a la sociedad. Se corona también a una reina y a un rey del carnaval, que son individuos mestizos. Asimismo, por la noche los carnavales se convierten en espectáculos musicales, pues se realizan conciertos masivos donde la gente tiene acceso gratuito, y en las calles se pueden ubicar puntos de venta, como en las ferias. La duración puede variar desde un fin de semana largo a una semana, y no existe una secuencia ritual; paralelamente, no es inusual que se desarrollen actividades específicas para la infancia, lo que evidencia que se toma en consideración una variedad de tipos de público.
Carnaval transnacional
Finalmente, la última categoría, el carnaval transnacional, es una creación que emerge de las condiciones de globalización a las cuales todas las comunidades están sujetas. En la actualidad, las migraciones masivas que se intensificaron entre México, Estados Unidos y otros países del mundo, se mezclaron con el desarrollo, la masificación de las nuevas tecnologías de comunicación móvil y el uso de redes sociales y de plataformas de comunicación virtual como Facebook, WhatsApp e Instagram. Por ejemplo, hoy empieza a ser común formar parte de grupos o comunidades de carnaval en Facebook. La creación de estos grupos ha apoyado y visibilizado a las comunidades de migrantes en el extranjero, y en ellos se observa cómo habitantes de comunidades mexicanas han trasplantado las celebraciones de carnaval de sus pueblos de origen en México a festividades en el extranjero, o celebran en el extranjero -quizás en un barrio, una calle o una casa- una versión reducida de «su» carnaval en México; suben las fotos a los grupos de Facebook y ahí se generan discusiones o likes sobre estas expresiones, lo que promueve vínculos con los familiares y con las personas de sus pueblos de origen. Este fenómeno se ha estudiado muy poco, ya que apenas se está constatando (Saumade, 2012; Be Ramírez et al., 2018; comunicación personal de Wendy Escudero y Sergio Litrenta, marzo de 2022), y se sospecha que irá en aumento, por lo que debe ser incluido en los estudios regionales sobre el carnaval.
Síntesis de tipologías/regionalidad
Al sintetizar esta tipología -excluyendo la última categoría por ser apenas emergente- con las observaciones acerca de la regionalidad por estado, se observa que en la zona norte existen cuatro carnavales tradicionales (16.7 %) y 20 carnavales espectaculares (83.3 %); en esta región predominan, entonces, los espectaculares y no figuran los urbanos. En el centro de México predominan los carnavales tradicionales con 118 (76.6 %), y hay 16 urbanos (10.4 %) y 20 espectaculares (13 %); estos datos coinciden con lo que se mencionó anteriormente, cuando se identificaron el centro y sur como zonas con mayor población originaria y mayor número de carnavales. En el sur del país, como en el norte, no figuran los carnavales urbanos, pero existen 100 tradicionales (70.9 %) y 41 espectaculares (29.1 %), lo que corresponde a lo antes mencionado (véase Mapa 2). Sin duda es necesario un análisis más profundo por zona y regionalidad en el que sobre todo se preste atención a los procesos que han generado ciertos tipos de carnaval en las diferentes zonas y regiones, pero sirva la información aquí presentada como una primera impresión que puede constituir una base sobre la cual se continúen estudios posteriores. Asimismo, sería valioso realizar investigaciones de mayor profundidad histórica, política, económica y étnica sobre los carnavales, así como sobre otras dinámicas, como la urbanización y el desarrollo por razones turísticas, que emergen como fuerzas impulsoras de esta festividad.
Fuente: elaborado por Nancy Karel Jiménez Gordillo con datos obtenidos de la bibliografía hallada (adaptado de OpenStreetMap, disponible en celebérrima.com).
Discusión y cierre: la utilidad del estudio regional y regionalizador en los estudios de carnaval
Claramente, México es un país rico y diverso, lo que se manifiesta también en sus carnavales. Esta celebración es una manifestación cultural, viva, polisémica, glocal, expresiva, compleja y biocultural, que utiliza símbolos variados que ponen en juego prácticamente todas las dinámicas y reglas, así como su mismo proceso de significación. Si bien nunca podrá decirse una palabra final sobre los carnavales en el país, es provechoso hacer más estudios y registros, sobre todo con o desde un enfoque etnográfico regionalizador, para comprender cómo los diferentes barrios, comunidades, puertos, ciudades y personas celebran esta festividad y cómo sus elementos -materiales e inmateriales-, prácticas y protagonistas han sobrevivido a través del tiempo, sosteniéndose tanto en periodos difíciles, como en momentos de prosperidad, alegría o resiliencia e ingenio simbólico. Todos los carnavales sin duda son, según los registros hallados -profundos y parciales algunos, y de subtemas variados-, celebraciones llenas de vida, significado, alegría, complejidad, color, contradicciones, comunidad, pasado, futuro e historia. No es posible argumentar científicamente que los carnavales han sobrevivido desde periodos muy antiguos o desde el pasado prehispánico, pero a partir de la bibliografía disponible puede deducirse que se prestan para entender y acercarnos, al menos en cierta medida, a los procesos de cambio y continuidad regional, política, sociocultural, económica, étnica, histórica y pluricultural que ha visto este país, a sus regiones y a las diversas poblaciones que viven o han vivido en ellas. Los carnavales son documentos intangibles valiosos que, por ende, merecen ser estudiados, documentados y mantenidos vivos con fervor.
La tipología y la regionalidad propuestas aquí para los carnavales mexicanos y sus regionalidades parecen reflejar los elementos de los procesos de urbanización y de transición de un país rural a un país con mayor grado de urbanización e incorporación, donde se manifiesta ya la participación en un mundo global, comercial, transnacional y pluricultural. Esto propone que el carnaval es un ámbito productivo de análisis para comprender procesos de esta naturaleza, y de ninguna manera es una temática superficial o meramente lúdica. Lo que se «juega» en el carnaval significa mucho, por lo que es necesario investigar estas hipótesis mediante una investigación de mayor profundidad, capacidad de alcance y comparación histórica. Los carnavales tradicionales, además, revelan pistas posibles e importantes de conservación e interacción bioculturales (Newell, Jiménez y Pérez, 2022), un tema y una veta analítica que no debe ignorarse, sobre todo para comprender mejor su regionalidad. ¿Cómo son las interacciones entre historia, carnaval y medioambiente-entorno natural?
Se debe refinar y verificar la tipología y las interpretaciones regionales propuestas aquí, además de realizar un mapeo más extenso de los carnavales en México y ubicar los carnavales y sus pueblos en los contextos más amplios y pertinentes de las fiestas tradicionales e históricas del país. Asimismo, es necesario implementar estrategias investigativas para identificar, comparar y reflexionar en temáticas como las siguientes: el caso de los carnavales transnacionales, que permiten el estudio de la transmisión y continuación de conocimientos de manera intergeneracional e interregional/nacional, entre comunidades de origen y destino de las personas migrantes a una escala más amplia que si se estudian solo por pueblo; las dinámicas cambiantes de género y de organización sociocomunitaria a la luz de la crisis planetaria que se padece actualmente, y las dinámicas de sexualidades y de géneros adicionales, las cuales sugieren que los carnavales fungen aparentemente como posibles vehículos y espacios de tolerancia, democracia y pluriculturalidad. Estos ejes prometen ser avenidas productivas y urgentes de estudio de los carnavales a escala inter e intrarregional.
Quizás, hasta es posible llevar el enfoque regional y sus implicaciones en el estudio del carnaval al nivel de una cierta propuesta autorreflexiva y decolonial, como la discutida por Navarrete (2023), al reflexionar sobre cómo las áreas o regiones donde existen, se formaron y perduran los carnavales son y han sido regiones de resiliencia, de fuerza simbólica o de habilidad semiótica, en vez de contemplarlos como un panorama cultural, social o histórico en México desde una antropología e historia limitada, colonial, dicotómica o reduccionista, como los modelos interpretativos del «área cultural de Mesoamérica» (Kirchhoff, 1967), las «regiones de poder» (Lomnitz, 1995) y las «regiones de refugio» (Aguirre, 1991), que privilegian de manera simple el dominio de una cultura sobre la otra. Se espera que este artículo, que aporta unos primeros pasos sobre el estudio del fenómeno del carnaval desde una mirada nacional y regional, con algunas observaciones transnacionales, pueda servir como inspiración o guía para fortalecer el campo de la investigación sobre el tema, en un país que se enorgullezca por sus habilidades semióticas positivas, como también por su habilidad de ser «arrecho».5