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Revista pueblos y fronteras digital

versión On-line ISSN 1870-4115

Rev. pueblos front. digit. vol.19  San Cristóbal de Las Casas  2024  Epub 15-Nov-2024

https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2024.v19.724 

Artículos

Actitudes hacia la lengua maya y sus hablantes a partir de procesos migratorios en la ciudad de Mérida: visiones del pasado y del presente

Attitudes toward the Mayan Language and its Speakers Based on Migratory Processes in the City of Mérida: A Glance into the Past and the Present

Eyder Gabriel Sima Lozano1 
http://orcid.org/0000-0002-1303-8919

1Universidad Autónoma de Baja California, México eyder.sima@uabc.edu.mx


Resumen

Desde la sociolingüística se relatan las actitudes de mayahablantes mayores de 50 años procedentes del interior del estado de Yucatán que habían migrado a la ciudad de Mérida (Yucatán, México). El objetivo es analizar sus actitudes hacia la lengua maya y hacia sí mismos como hablantes, considerando las visiones de la lengua tanto en el pasado, como en el presente, y sus efectos para su transmisión a las nuevas generaciones. A través de entrevistas y observaciones indirectas, y de un análisis de tipo inductivo, encontramos que las personas migrantes expresan actitudes más positivas en la actualidad que en años anteriores. Sin embargo, el mantenimiento y la transmisión del idioma maya en los hijos e hijas no siempre es posible debido a circunstancias de carácter social y educativo.

Palabras clave: sociolingüística; actitudes lingüísticas; adultos mayores; migración; lengua maya

Abstract

From a sociolinguistic perspective, this paper describes the attitudes of Maya-speaking people over fifty years of age from the state of Yucatán who had migrated to the city of Mérida (Yucatán, Mexico). This paper aims to analyze the attitudes Mayan speakers have toward both their language and themselves as speakers, considering how the Mayan language was viewed both in the past and the present, as well as how it is transmitted to the new generations. Using interviews and indirect observations, as well as an inductive analysis, it was found that migrants express more positive attitudes currently than in previous years. However, the conservation and transmission of the Mayan language to their sons and daughters is not always possible due to social and educational circumstances.

Key words: sociolinguistics; linguistic attitudes; the elderly; migration; Mayan language

Introducción

Existe una amplia documentación sobre el análisis de la lengua maya1 desde diversas disciplinas. Sin embargo, los estudios sociolingüísticos sobre actitudes todavía son escasos y en general no se centran en perspectivas teóricas y metodológicas vinculadas a la migración. Si bien se han tratado por separado actitudes y migración, como veremos en la revisión de la literatura, la relación entre estos conceptos como tratamiento analítico es escasa.

Entre los autores y autoras que han llevado a cabo estudios sobre actitudes hacia la lengua maya encontramos a Pfeiler (1993), autora que usó la técnica del matched-guise para analizar dos espacios rurales del estado de Yucatán, pero que centró sus hallazgos preferentemente en el español y trató el idioma maya de manera tangencial. También Durán y Sauma (2003), en el ámbito de escuelas primarias y secundarias de la ciudad de Mérida, hallaron actitudes positivas hacia la lengua maya. Por su parte, Dzib (2017) analizó las actitudes hacia este idioma en estudiantes de tres carreras de la Universidad de Oriente y concluyó que existía un fuerte aprecio hacia él. Estos trabajos se complementan con otras miradas teóricas desde la vitalidad de la lengua maya, como las de Pfeiler, Sánchez y Villegas (2014), así como las de Canché, Pfeiler y Carrillo (2010). Por su parte, Álvarez (2008) estudió el discurso negativo hacia este idioma en la comunidad de Holcá (municipio de Kantunil, Yucatán), en tanto Balam (2018) llevó a cabo una propuesta de talleres de enseñanza de esta lengua en la comunidad de Uayma (en el mismo estado) para subsanar las ineficiencias didácticas. Desde la dialectología perceptual, Hernández (2019) identifica variedades de la lengua maya que los propios hablantes ubican, mientras que otros autores han estudiado las dos formas en que los hablantes nombran la lengua, considerando que existe una variante que ellos llaman «pura», la jach maya, y otra mezclada, el xe’ek’ maya (Pfeiler, 1995; Pfeiler y Hofiling, 2006). Recientemente, Pfeiler y Skopeteas (2022) analizaron variaciones lexicales del maya yucateco y encontraron disminuciones en la variación del léxico en espacios urbanos. Desde una posición más cercana a la antropología lingüística, destaca el trabajo de Rhodes y Bloechl (2020), quienes abordaron la relación entre hablar maya y ser maya, y el de Rhodes (2020), quien estudió la institucionalización de la variante maya «verdadera», conocida como hach maya, desde una postura de purismo lingüístico.

En relación con la migración, las autoras y autores que enunciaremos estudiaron procesos diversos de los mayas, tanto a nivel local como internacional, así como la migración de retorno. Sánchez (2009) explicó el desarrollo migratorio en el estado en Quintana Roo desde áreas rurales a zonas turísticas. Con un corte antropológico, Be (2011) analizó la situación de migrantes yucatecos en Oxnard, California, en tanto que Be y Salinas (2019) se centraron en la experiencia de yucatecos varones, también originarios de Telchac, Yucatán, que arribaron a California. López (2011) centró su trabajo en profesionistas mayas yucatecos en la ciudad de Mérida y en sus historias de vida, mientras que Solís (2017) lo hizo con jóvenes migrantes yucatecos originarios de Xohuaycán que retornaron de California. Cornejo (2017) en su estudio acentuó las dinámicas que acontecían a jóvenes migrantes mayas tanto en los espacios turísticos de la península de Yucatán, como en las migraciones internacionales. Finalmente, Cruz y Baquedano (2020) analizaron la doble migración de retorno de niños estadounidenses que tenían origen yucateco, quienes regresaron a Yucatán siendo niños, pero posteriormente retornaron a Estados Unidos por causas económicas, sociales o educativas.

Como vemos, los trabajos sobre migración de los mayas no suelen incorporar prioritariamente miradas sociolingüísticas, si bien se menciona que los informantes son hablantes de la lengua maya. Asimismo, los trabajos sobre actitudes lingüísticas hacia esta lengua raras veces incorporan aspectos migratorios, pues enfatizan los lingüísticos. Es en este punto donde queremos ubicar nuestro estudio, a diferencia de los previos, pues se incorpora la relación entre actitudes y migración en el marco del proceso migratorio de los hablantes, las actitudes sobre sí mismos que expresan y las acciones de transmisión del idioma maya como efecto de la migración en un espacio urbano, en este caso la ciudad de Mérida.

Por lo anterior, a fin de complementar las perspectivas de investigaciones previas2 y la ausencia de estudios sobre actitudes lingüísticas hacia la lengua maya vinculados a los procesos migratorios, en este trabajo se plantea como objetivo analizar las actitudes hacia su lengua de hablantes del idioma maya mayores de 50 años, y hacia sí mismos como hablantes en el marco de su proceso migratorio en la ciudad de Mérida, considerando la visión de la lengua en el pasado, así como las miradas actuales y sus efectos para su transmisión en las nuevas generaciones.

En consonancia con el objetivo, planteamos las siguientes preguntas de investigación: ¿qué causas impulsaron el proceso migratorio de las personas hablantes de maya mayores de 50 años a la ciudad de Mérida?; en el pasado, ¿qué actitudes se generaron hacia la lengua, hacia ellas y ellos mismos como hablantes y cuál es la visión actual? y ¿cómo impactó el proceso migratorio hacia la ciudad de Mérida para la transmisión del idioma maya en las nuevas generaciones?

Marco conceptual para el estudio de las actitudes lingüísticas y la migración

Actitudes lingüísticas

Desde la sociolingüística,3 Lastra (1992) menciona que existen dos formas de explicar las actitudes hacia un idioma: la primera se centra en los mecanismos de estandarización, como las normas que emplea la mayor parte de la comunidad, la existencia de diccionarios y gramáticas, la enseñanza en las escuelas y su difusión en los medios de comunicación, y la segunda se basa en el análisis del número de hablantes y en el uso de la lengua en diversos ámbitos para medir su vitalidad. En esta segunda propuesta de Lastra ubicamos nuestro estudio, ya que nos interesa saber cómo el uso de la lengua se vincula a las actitudes,4 pues las personas informantes dieron cuenta en sus testimonios de que limitantes del uso del idioma y la visión hacia ellos como hablantes fueron condiciones que menguaron la transmisión de la lengua a sus hijos.

Basándonos en Fernández (1999), puntualizamos que las actitudes lingüísticas surgen por la influencia del ambiente social y las circunstancias específicas de cada comunidad. Particularmente, las actitudes pueden orientarse hacia una lengua, otras lenguas y sus variantes (Moreno, 1998) y, asimismo, por su naturaleza tienen implicaciones psicosociales, pues influyen directamente en los hablantes (Janés, 2006).

Las actitudes lingüísticas abarcan tres componentes: el cognitivo, que implica el conocimiento de la lengua y de sus hablantes; el afectivo, que valora y expone juicios sobre las lenguas, sus variantes y sus hablantes, y el conductual, el cual se refiere a las acciones y conductas hacia una lengua y sus hablantes (Castillo, 2007). Tales componentes pueden aparecer al mismo tiempo o puede predominar alguno, a la vez que, dependiendo del enfoque metodológico, los estudios pueden orientarse hacia alguno en específico (Fishbein y Azjen, 2011). Por otra parte, las ambigüedades en los componentes suelen ser comunes al momento de trazar estudios actitudinales, como lo expresa Ortega (1986), autor que se pregunta si un objeto puede ser entendido como un conocimiento sin que existan valoraciones y reacciones hacia el mismo, con lo que desea mostrar que no es fácil separar el conocimiento de los valores de la persona, es decir, de la parte afectiva.

Cabe mencionar que también existen otras orientaciones metodológicas para el estudio de las actitudes lingüísticas, pues dependiendo del enfoque se elegirán las técnicas o procedimientos que se aplicarán. Estos enfoques tradicionalmente son dos: el conductista y el mentalista (Agheyisi y Fishman, 1970; Fasold, 1990). Desde el primero se analizan las actitudes en el medio a través de técnicas como la entrevista y el cuestionario, en tanto desde el segundo se analizan las actitudes de forma introspectiva, pues están ocultas, por lo que se usan técnicas como el matched-guise. Una reciente tercera opción, denominada «métodos sociales», consiste en analizar las actitudes prestando atención al habla espontánea (Álvarez, 2008; Song y Wang, 2017). La técnica del incidente crítico es un ejemplo de esta corriente metodológica.

A partir de los planteamientos anteriores, y debido a que en nuestro estudio analizamos las actitudes hacia una lengua indígena considerando el aspecto temporal, presentamos definiciones de los conceptos centrales que nos guiarán, con una orientación dirigida hacia lo social y hacia los hablantes, pues nos interesa la identificación de las actitudes atendiendo al ambiente como el elemento que las detona. Volveremos sobre este tema más adelante.

Migración

Sordo (2019) define la migración como un fenómeno de dimensiones complejas. Las personas parten de su lugar de origen a un punto de llegada, que constituye un nuevo escenario, pero la migración también es una disposición de acciones que conlleva una nueva configuración demográfica y social basada en los objetivos de sus participantes (Be et al., 2018). En el caso de la migración de personas indígenas, las causas principales que la impulsan pueden ser la pobreza, conflictos socioambientales o la búsqueda de mejores oportunidades de empleo, salud, vivienda, educación o reconocimiento social, según menciona Granados (2012). Sin embargo, estas causas pueden ser válidas también para otros grupos sociales.

Por otro lado, la migración implica no solo el tránsito de personas con objetivos socioeconómicos de bienestar, sino también un proceso que mueve bienes, capitales, materiales e información (Be et al., 2018), lo cual se traduce en saberes, conocimientos, prácticas, tradiciones y una visión particular del mundo. Todo ello se refleja en la lengua, que por sí misma se convierte en un bien de los migrantes; esta, como un recurso que está siendo trasladado, experimentará transformación y cambios dependiendo del nuevo estado del mundo (Terborg, 2006; Terborg y García, 2011).

Como consecuencia de la migración se produce contacto lingüístico entre las lenguas que utilizan las personas migrantes y las del nuevo destino, lo que da lugar a influencias entre ellas o a la formación de nuevas variantes, como ocurrió en el caso de los hablantes de español que se desplazaron a Estados Unidos, donde el idioma se vio influenciado por el inglés, pero también en el ámbito de la migración de los mayas hacia urbes como Mérida, pues es innegable la influencia del maya yucateco en el español de la península de Yucatán (Aguilar y Ávila, 2021).

Cabe mencionar que las personas indígenas que migran a las urbes mexicanas experimentan una forma de adaptación social y cultural en el nuevo espacio, de tal modo que su estilo de vida cambia con respecto al del lugar de origen (Gracia y Horbath, 2019), pues experimentan transformaciones que modifican su cotidianidad. Además, la migración se considera como un rito de paso; por ejemplo, los yucatecos que acuden a California encuentran un dilema, pues, según Be y Salinas (2019), si desean trabajar deben optar entre conservar o perder su masculinidad. En este estudio, rescatamos la idea de que la migración genera expectativas, pues reprime o expande roles y conductas que afectan el estilo de vida del migrante debido a las presiones sociales del nuevo lugar de acogida.

Para el caso que nos ocupa, el de las personas hablantes mayas que se trasladaron a la ciudad de Mérida, es posible delimitar la migración a una experiencia interna o interregional, como explica Be (2019) acerca de la península de Yucatán, ya que el ir y venir de un lugar a otro influye tanto en sus participantes, como en sus recursos. Asimismo, Be (2021), ampliando la visión sobre las migraciones de los mayas yucatecos, apunta a dos migraciones características: la internacional, en la que los yucatecos se desplazaron a varios puntos de Estados Unidos para desempeñar trabajos agrícolas, y la interna, la que realizaron a la capital yucateca. Asimismo, menciona otra migración más reciente, la que se dirige hacia los centros turísticos de la Riviera Maya, en el estado de Quintana Roo. Estas migraciones son complementarias, pues la que ocurre hacia ciudades como Cancún implica un punto de partida, el aprendizaje de nuevos conocimientos como el inglés, que contribuye a crear condiciones para la migración internacional. Esta última tuvo su punto álgido en los años noventa, siendo California el estado donde más personas mayas llegaron, pues alberga a más del 66 % de los migrantes yucatecos (Be, 2021).

Así, la migración constituye un conjunto de acciones que contribuyen a la modificación de un estilo de vida en otro escenario, el punto de destino y lugar de arribo. En este proceso, las personas migrantes transforman y moldean sus prácticas tradicionales, de tal modo que pueden transitar de valores positivos regulares a negativos, pues el contacto con el nuevo espacio es determinante para que sean aceptados, se integren y puedan continuar con sus prácticas, como la lengua, la cual se ve inmersa en presiones que conllevan su transformación como resultado del contacto con hablantes de otras lenguas; en ello influye también la formación cultural que reciben los hijos en el nuevo entorno y que les induce a realizar cambios, entre ellos relegar el idioma de sus padres (Terborg y García, 2011).

Desde una visión socioeconómica, la búsqueda de bienestar deriva de la irrupción del capitalismo y del nuevo colonialismo, que no siempre permiten el desarrollo de los ámbitos rurales, los cuales quedan abandonados y sin recursos para sus habitantes. Así, una reflexión sobre la economía de los pueblos se liga a los procesos migratorios, pues las personas se ven forzadas a trasladarse a las ciudades, en donde experimentarán presiones para el desplazamiento de sus lenguas (Terborg y García, 2011).

Lengua, migración y actitudes

En esta sección plantearemos algunas definiciones de actitud lingüística convenientes en el plano social a fin de que sean la guía para el análisis de los datos. Garrett (2010) indica que las actitudes son orientaciones de tipo evaluativo hacia objetos sociales, sea una lengua o una acción, como las políticas del lenguaje. Esto tiene relevancia porque los análisis de actitudes lingüísticas implican no solo conocer lo que se sabe de una lengua, sino lo que sus hablantes expresan sobre ella y sobre sí mismos, así como sobre las acciones de los gobiernos y de la sociedad en pro o en contra del idioma, junto con los procesos, movimientos, cambios sociales, traslados y migraciones que abonan las actitudes. Lo anterior se ve ampliamente reflejado en la situación de la lengua maya que refieren las personas que lo hablan entrevistadas para este estudio.

Por su parte, Liebscher y Dailey-O’Cain (2009) explican que el entorno juega un papel clave en las actitudes debido a las interacciones comunicativas y sociales entre los sujetos que determinan las actitudes hacia un idioma. Así, las actitudes son una construcción entre los hablantes a partir de las negociaciones que ocurren en la interacción social. En el caso de los hablantes de la lengua maya, las negociaciones sobre su uso tienen que ver más que nada con los recursos disponibles en el espacio y con prácticas comunicativas no verbales, como letreros informativos o medios de comunicación.

En el ámbito de las migraciones es especialmente relevante el papel del entorno porque el lugar de origen y el de llegada son extremos diferenciados de actitudes hacia una lengua y en ambos espacios se asumen actitudes distintas. También, en esta dirección, Van Dijk (1984) afirma que las actitudes son resultado de la influencia social del medio en el que se desarrollan los hablantes y sus lenguas, pues las actitudes son esquemas organizados, pertenecientes a un grupo con una memoria histórica que las agrupa y esquematiza. Asimismo, son consecuencia de creencias arraigadas en la herencia histórica y cultural de un grupo, que las sistematiza y funge como organizador de ellas. En este estudio relacionaremos las actitudes con el tema de la migración y agregaremos la temporalidad. Así, tiempo y espacio generan actitudes en varias dimensiones: la lengua, sus hablantes, las nuevas variantes o lenguas en contacto y los nuevos hablantes del lugar del destino. No olvidamos mencionar que los componentes de las actitudes -cognitivo, afectivo y conductual- son continuos ejes particulares de las actitudes, por lo que serán considerados en el análisis como focos más finos.

Mérida: escenario de llegada

La ciudad de Mérida es la capital del estado de Yucatán, en México, y alberga una población de ٩٩٥ 129 habitantes según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2020a). La ciudad forma parte de una zona metropolitana en la que residen alrededor de un millón de personas (Ramírez y López, 2014; Pérez y Gamallo, 2014b). La entidad a la que pertenece, Yucatán, presenta un alto grado de bilingüismo entre la lengua maya y el español (Pfeiler, 1997; Pfeiler y Skopetas, 2022). A nivel nacional, Mérida ocupa uno de los primeros lugares en el uso de una lengua indígena a la par del español (Ortiz, 2005).

La ciudad de Mérida es, junto con Cancún en Quintana Roo, un polo atractivo de migración para personas no solo del interior del estado de Yucatán, sino también de los estados vecinos, del sureste mexicano e incluso de ámbitos internacionales (Gracia y Horbath, 2019). Asimismo, se ha posicionado como la ciudad más importante de la península (Burns, 1993), con una alta calidad de vida (García y Álvarez, 2003).

Entre las personas migrantes que han llegado a la ciudad, las que nos interesan particularmente para este estudio son las yucatecas que hablan la lengua maya originarias de otros municipios de Yucatán y de los estados de Quintana Roo y Campeche. Esta población ha configurado Mérida, ciudad que ha sido habitada por mayas en convivencia con otras poblaciones de orígenes étnicos variados.

En términos estadísticos, Pfeiler (1997) dio cuenta del alto grado de bilingüismo en el estado a finales del siglo XX, el 44 % de la población. Por su parte, el INEGI (2010) estableció que en la primera década del siglo XXI el porcentaje de hablantes de la lengua maya era del 27 % y el porcentaje de hablantes de lenguas indígenas en general, entre ellas la maya, era del 29.6 % (INEGI, 2015a). Se observa en estos datos un descenso de 1997 a 2010, pero un ligero ascenso durante el año 2015.

El mismo instituto nacional refirió que, en 2015, en la ciudad de Mérida un 10.20 % de la población era hablante de lenguas indígenas, entre ellas la maya (INEGI, 2015b). Según esta fuente, 519 167 hablantes de esta lengua correspondían al estado de Yucatán, lo que representaba un 22.36 % del total de los 2 320 898 yucatecos (INEGI, 2020b). A nivel regional, en 2020 el INEGI (2020c) registró que eran 774 755 las personas que hablaban la lengua maya. Sin embargo, los datos correspondientes a la ciudad de Mérida y su porcentaje de mayahablantes no se encontraron disponibles en los resultados del INEGI del año 2020.

En otro orden de cosas, no todas las personas mayahablantes que migraron a la ciudad de Mérida puede considerarse que tuvieron éxito. López (2011), en su trabajo sobre 17 profesionistas mayas, describió las desventajas de estos migrantes a su llegada a Mérida y refirió que solamente un 3 % alcanzó niveles exitosos en los planos social y económico. Además, el racismo hacia ellos (Iturriaga, 2018) y la segregación socioespacial (Pérez y Gamallo, 2014a) los relegaron a territorios con carencias. Sin embargo, a pesar de que disminuyó el uso del idioma maya y sufrió fuertes procesos de desplazamiento, no se puede negar que estaba presente, según los reportes del INEGI enunciados líneas arriba.

Metodología para la obtención de los datos

Para la obtención de los datos, la entrevista en profundidad fue el instrumento clave que se usó como hilo conductor para el trato con los informantes. Asimismo, se registraron en un diario de campo observaciones indirectas en el medio, sin interacción con los participantes. Las categorías de análisis las desarrollaremos en las siguientes secciones. El protocolo de ética consistió en pedir permiso consensuado de los participantes para la realización de la entrevista, para pasar a su hogar y, sobre todo, para tomar notas de lo que compartieron. Por ejemplo, en el diario de campo se anotaron datos sobre los nombres de quienes participaban, así como las calles y colonias en las que residían si esos datos se consideraban necesarios. En todos los casos se les preguntó si estaban de acuerdo en que se anotara la información en el diario de campo.

Las 11 entrevistas resultantes forman parte de un trabajo más amplio con otros hablantes bilingües de maya y español, así como monolingües, de diversas edades. Sin embargo, los 11 informantes cuyos testimonios analizamos aquí no solo coinciden en ser personas mayores y bilingües de maya y español, sino también en sus miradas hacia el pasado y el presente de la lengua maya, por eso quisimos acotar este trabajo a un análisis de estudio de caso como propuesta cualitativa fina que permitiera proporcionar más pistas para futuras investigaciones con alcances más amplios. En este marco, las 11 entrevistas constituyen un recurso importante para el análisis de las miradas actitudinales hacia la lengua maya, a partir de una temática delimitada a este tema concreto por parte de bilingües de maya y español mayores de 50 años.

El hecho de que solo fueran 11 las persnas informantes no es impedimento para realizar un análisis cualitativo que dé cuenta de los temas en cuestión, pues existen trabajos similares previos como el de Be (2015), que estudió el caso de una familia de Telchac, Yucatán, en el escenario de Cozumel, el de Solís (2017), que realizó 10 entrevistas a jóvenes mayas migrantes de retorno, o el de López (2011), que analizó el trayecto de 17 profesionistas mayas.

El trabajo de campo se realizó en Mérida. Los informantes residían en el centro de la ciudad y en la colonia San Marcos Nocoh, que se ubica al sur de la ciudad, en donde habitan muchos hablantes bilingües de la lengua maya y del español. Las variables sociolingüísticas obtenidas en las entrevistas fueron: género, actividad que realizaban, colonia en la que vivían, lugar de nacimiento y tiempo que llevaban viviendo en Mérida. Sin embargo, únicamente el lugar de nacimiento, la edad y los años de residencia en la ciudad fueron determinantes para las categorías que tomamos en cuenta, mientras que las otras variables no influyeron para la revisión de las actitudes que se analizan. En la Tabla 1 presentamos datos de los informantes, cuyos nombres se cambiaron para preservar su confidencialidad (véase Tabla 1).

Tabla 1 Datos y variables de los informantes 

Nombre Género Edad Lenguas que habla Actividad Colonia en la que vive Lugar de nacimiento Años de vivir en Mérida
1. Felipe Masculino 65 Primera lengua: maya. Segunda: español Vendedor Madero Dzemul, Yucatán 35
2. María Femenino 55 Primera lengua: maya. Segunda: español Ama de casa San Marcos Nocoh Kimbilá, Yucatán 25
3. Arnoldo Masculino 85 Primera lengua: maya. Segunda: español Ejidatario pensionado San Marcos Nocoh Muna 71
4. Javier Masculino 54 Primera lengua: maya. Segunda: español Albañil Sambulá Dzucacab, Yucatán 27
5. Irma Femenino 56 Primera lengua: maya. Segunda: español Intendente San Marcos Nocoh Espita 13
6. Filiberta Femenino 52 Primera lengua: maya. Segunda: español Ama de casa San Marcos Nocoh Kanikab, Acanceh, Yucatán 20
7. Paula Femenino 61 Primera lengua: maya. Segunda: español Vendedora San Marcos Nocoh Peto 27
8. Sandra Femenino 84 Primera lengua: maya. Segunda: español Ama de casa San Marcos Nocoh Muna 70
9. Eulalio Masculino 77 Primera lengua: maya. Segunda: español Ejidatario pensionado San Marcos Nocoh Chocholá 65
10. Sonia Femenino 82 Primera lengua: maya. Segunda: español Vendedora San Marcos Nocoh Aké 20
11. Loida Femenino 66 Primera lengua: maya. Segunda: español Ama de casa San Marcos Nocoh Cuzamá 15

Se eligió a participantes a partir de la variable etaria de ser mayor de 50 años a fin de conocer miradas del pasado hacia la lengua maya, en contraste con las actuales. Las entrevistas se realizaron en español, ya que los informantes también hablaban esta lengua.

El presente estudio se orienta hacia un análisis cualitativo de tipo inductivo, es decir, se consideraron las respuestas de los informantes sobre las preguntas de investigación. Las categorías se organizaron tomando en cuenta significados compartidos en los testimonios, los cuales se analizaron a través de las nociones de actitud lingüística y migración que propusimos en el marco teórico. Así, las categorías resultantes fueron: 1) «la movilidad hacia la urbe meridana: causas», 2) «de antes la maya lo tenían muy bajo y ahora está así», y 3) «sí les enseñé / no les enseñé». Los nombres de las categorías dos y tres fueron resultado de expresiones significativas de los hablantes.

Análisis de los datos

La movilidad hacia la urbe meridana: causas

La primera categoría de análisis, «la movilidad hacia la urbe meridana: causas», responde a nuestra primera pregunta de investigación: ¿qué causas impulsaron el proceso migratorio de las personas hablantes de maya mayores de 50 años a la ciudad de Mérida? La migración hacia la urbe de los informantes es el punto de partida para comprender sus actitudes hacia la lengua maya y el cambio de estas con el tiempo, pues el espacio, retomando la definición que ofrecen Liebscher y Dailey-O’Cain (2009), es el constructor que delimita la aparición y modificación de actitudes hacia un idioma. Así, una de las características básicas de las 11 personas entrevistadas es que todas eran originarias de alguna comunidad del interior del estado de Yucatán y migraron a la ciudad de Mérida. Felipe mencionó que sus padres lo habían llevado siendo un niño. María explicó que las necesidades económicas y la urgencia por buscar un mejor empleo fueron las causas que le llevaron a decidir mudarse a la ciudad. Arnoldo, en el mismo tenor, dijo que fue para buscar mejores condiciones de vida para su familia. Javier refirió que el gusto por vivir en Mérida lo llevó allá, pues después de una visita le fascinó el lugar. Por su parte, Irma dijo que fue por la necesidad de buscar un nuevo trabajo. Filiberta compartió que sus condiciones no eran óptimas en su comunidad y que llegó a Mérida para mejorar su situación económica. Por su parte, Paula recordó que fue su familia la que decidió migrar a la ciudad. Sandra aseguró que después de su matrimonio se trasladó a Mérida, pues para ella era importante brindar a sus hijos un mayor bienestar. Eulalio aludió que su familia tenía escasos recursos y escuchó que en Mérida podrían mejorar. Sonia también dijo que la economía fue determinante para que ella y sus familiares arribaran a Mérida con el propósito de lograr mejores trabajos, y Loida afirmó que miembros de su familia la invitaron 15 años atrás a que fuera a la ciudad para ayudarlos en un puesto de comida yucateca.

Se observa en estos testimonios que las comunidades del interior del estado de Yucatán ofrecían -y ofrecen en la actualidad- pocas oportunidades laborales, lo que impulsó la migración de mayahablantes tanto a Mérida, como a Cancún y Estados Unidos (Be, 2011; López, 2011; Solís, 2017). La riqueza que antaño existió por el cultivo y la venta del henequén, eje fundamental de la historia yucateca (Bolio, 2014), se perdió cuando este material dejó de tener valor en los ámbitos internacionales, pero también cabe recordar que los recursos que produjo esa actividad fueron aprovechados únicamente por personas de las clases altas y acomodadas. Aunado a lo anterior, la ausencia de políticas favorables para los ejidos impulsó movimientos migratorios (Gracia y Horbath, 2019). Ante las escasas oportunidades en las comunidades, Mérida es un polo atractivo para el inicio de una nueva vida, al igual que Cancún, destino turístico de Quintana Roo.

Al llegar al nuevo lugar, los sujetos migrantes llevaban consigo sus metas particulares a fin de conseguir un mayor bienestar económico y personal, pues la migración no solo es un cambio de espacio, sino que constituye la visión hacia un bien abstracto. El nuevo entorno, la capital yucateca, fue punto de partida para la formación de nuevas actitudes de los migrantes mayas hacia su lengua y hacia sí mismos como hablantes, de acuerdo con Liebscher y Dailey-O’Cain (2009), y en este marco el espacio de llegada fue constructor de nuevas actitudes hacia la lengua, como veremos más adelante. Del mismo modo, es relevante anotar que, en el lugar de destino, el reconocimiento de ser maya y mayahablante generó importantes discusiones. Si bien en este trabajo no se tuvo la oportunidad de profundizar en el tema de la identidad entre ser maya, mayahablante y mayero, haremos una breve mención sobre lo que la literatura reporta. En Yucatán, no todos los mayahablantes se adscriben como mayas, y menos como indígenas, pues para muchos los mayas eran los habitantes del pasado, los que construyeron las pirámides. Asimismo, la identificación se porta principalmente desde la lengua, por lo que es común escuchar la expresión «mayero», que no es equivalente a ser maya (Castañeda, 2004; Rodríguez, 2013). De acuerdo con Granados (2012), en la entidad, las personas indígenas se adscriben como mayeros, y debido a su identidad son susceptible de sufrir discriminación, exclusión o violencia (Iturriaga, 2018).

«De antes la maya lo tenían muy bajo y ahora está así»

La segunda categoría de análisis que titula esta sección, «de antes la maya lo tenían muy bajo y ahora está así» -expresión de una de las informantes-, pretende responder a la segunda pregunta de investigación: en el pasado, ¿qué actitudes se generaron hacia la lengua, hacia ellas y ellos mismos como hablantes y cuál es la visión actual? En este apartado se mostrará la comparación entre la visión hacia la maya que tenían los migrantes en el pasado, cuando arribaron a Mérida, y la que tenían en el momento de realizarse las entrevistas.

Las actitudes hacia el idioma maya que los informantes describieron durante su periodo de residencia en la capital yucateca son de antaño, pues mostraron una visión despreciativa, a la vez que otorgaron poco valor a la lengua y a sí mismos como hablantes. Por ejemplo, uno de los informantes, el señor Arnoldo arribó a la ciudad hace 71 años, de tal forma que es el tiempo más largo en este estudio que reporta las actitudes hacia la lengua maya en cuestión. El menor tiempo de migración es el de una de las participantes que llegó a la urbe hace 13 años, la señora Irma. Desde su periodo de arribo, la señora Irma compartió que encontró las actitudes negativas hacia el idioma maya, con cambios recientes más positivos. En su testimonio que se muestra a continuación es notorio cómo la entrevistada marcó una temporalidad en la actitud hacia la lengua maya, que anteriormente se valoraba como inferior en el ámbito local, es decir, que la sociedad en épocas pasadas consideraba que el idioma maya no tenía valor, ni tampoco la persona que lo hablaba. Por otro lado, es importante mencionar que la perspectiva de la informante parte de la ciudad de Mérida y de su relación con hablantes de español.

Irma: Pues ahorita los están viendo bien, porque ellos quieren aprender la maya, los que saben maya hay veces conversamos así, entonces les gusta escuchar cómo estamos hablando en maya, y este, ahorita quieren aprender la maya los meridanos.

Entrevistador: ¿Sí?, ¿por qué?

Irma: Pues para que puedan hablar, lo aprenden.

Entrevistador: ¿Y antes no la querían hablar?

Irma: De antes no, de antes la maya nos ponen a un lado, pero ahorita no. Ahorita quieren aprender también la maya.

En el periodo actual la maya, como menciona la informante, tiene un prestigio amplio entre los pobladores monolingües de español de la ciudad de Mérida y es bien vista; las personas «quieren aprender la maya», «pues ahorita los están viendo bien». Así, el deseo de aprender la lengua maya, como enuncia Garrett (2010), se convierte en un objeto de evaluación del aprendizaje, por lo que existe una dicotomía entre las actitudes hacia la lengua en el pasado y en el presente. Siguiendo a Van Dijk (1984), quien enuncia cómo las actitudes se convierten en esquemas organizados, puede considerarse que las personas informantes, hablantes de maya, organizaban sus actitudes hacia la lengua dependiendo del periodo como parte de una memoria histórica a la que ellas y ellos se referían continuamente, y según esta línea anteriormente su visión era más negativa que en el presente.

En consonancia con lo anterior, un hablante de la maya de 85 años relató una visión no positiva hacia la lengua y hacia él como hablante durante el periodo en el que arribó a Mérida, pues narró la preferencia por el uso del castellano. Mencionó también que 71 años atrás la gente de la ciudad tenía ideas no favorables hacia las personas mayahablantes, pues se consideraba que venían de los pueblos, del ámbito rural, por lo que muchos migrantes mayas sufrieron experiencias negativas por parte de los locales que hablaban español. El hecho de que las personas mayahablantes no hablaran español generó que las actitudes lingüísticas de quienes sí lo hablaban partieran del componente afectivo y conductual, pues utilizaban calificativos como «mayero» o «del pueblo», apelativos con los que, según las palabras del informante, descalificaban a los mayahablantes.

Dicho proceso de discriminación es análogo al que muestra Iturriaga (2018), quien en su libro Las élites de la ciudad blanca. Discursos racistas sobre la otredad expone magistralmente la representación sobre el estigma racial que ha ocurrido en la capital yucateca desde la Colonia hasta el presente. Analizando las prácticas de la élite radicada en Mérida, esta autora narra que ser yucateca o yucateco se sustenta en el orgullo de asumir prácticas de origen maya como la gastronomía, la presencia en las casas de «nanas mayas» o el uso de hamacas, entre otras. Sin embargo, explica que las personas de la élite del estado jamás se mezclarían con yucatecos de origen indígena, pues para ellos es importante la conservación del apellido y su historia familiar de orígenes europeos o libaneses. Así, la élite y las clases sociales privilegiadas podrán estar muy orgullosas de su presunto origen maya, tener nanas mayas a quienes les confieren autoridad sobre sus hijos y otros empleados indígenas, ir a comunidades para realizar obras de caridad y estar orgullosos de sus tradiciones mayas, pero la distancia social, étnica y geográfica que privilegia las zonas donde radican en la ciudad de Mérida es el eje para la continuidad de la «divina casta», metáfora con la que se nombra a los grupos de poder que históricamente han gobernado en la península de Yucatán y que mantienen, según Iturriaga (2018), una relación de dominación/subordinación.

En cuanto a la lengua maya, Iturriaga (2018) describe cómo se considera favorable su uso en ámbitos como el mercado y hospitales, pero no ocurre lo mismo en otros espacios como los centros comerciales, plazas y lugares donde acuden personas de la clase alta, aunque en ellos sea evidente la presencia de hablantes mayas. Esto ocurre a pesar de que el español que se habla en el estado, como dice la autora, muestra incorporaciones del maya yucateco. En este tenor, encontramos en la visión de un informante maya de 85 años una segmentación en la ciudad entre las personas migrantes mayas yucatecas y las originarias de la ciudad; estas últimas fueron por lo general las que crearon presiones para que los migrantes aprendieran y usaran el español, lo que tenía como objetivo, de acuerdo con López (2011), conservar su ideología, ocultar el pasado para neutralizarlo y permitir la visión dominante de los grupos de poder; según este autor, entre los recursos para alcanzar este objetivo se encontraba evitar el uso de la lengua maya. Por su parte, Be (2021) presenta el caso de un hablante de maya, radicado en Cancún, que relató cómo en algunos hogares los padres no deseaban que sus hijas e hijos hablaran el idioma debido a la discriminación que encontraron en la ciudad. Es interesante el testimonio porque el informante también mencionó cómo se aplaude al norteamericano, al extranjero que no habla bien español, pero al maya se le juzga en las mismas circunstancias. Por ello, en consonancia con los testimonios que reportamos para el presente estudio, Be (2021) asegura que, para evitar la estigmatización, los hablantes de lengua maya prefieren quedarse callados, lo que les orilla a aprender español para ser tomados en cuenta. De modo similar, el informante de 85 años referido dijo que aprendió a hablar español en la ciudad de Mérida:

Entrevistador: Usted, ¿dónde aprendió a hablar español?

Arnoldo: En Mérida, como dicen, hice un esfuerzo para aprenderlo, entré en un lugar […] me tratan bien, ellos dicen que también quieren que hable yo español con ellos.

Entrevistador: En su pueblo, ¿usted nunca aprendió español entonces?

Arnoldo: ¡No!, puro mayero.

Entrevistador: ¿Sus papás no hablaban español?

Arnoldo: ¡No!, no hablan, puro maya.

Entrevistador: ¿Tampoco usted no fue a la escuela?

Arnoldo: Puro acá en Mérida, nocturno, allí aprendí poquito.

Entrevistador: ¿Español?

Arnoldo: También.

El hablante detalla su esfuerzo por aprender español debido a la necesidad, para lo cual acudió a una escuela nocturna; en este sentido, el componente conductual activó sus acciones en pro del aprendizaje del español cuando migró de su comunidad a la urbe. Pero no todo el entorno fue negativo hacia los hablantes del idioma maya, pues en su relato el informante mencionó que le pedían amablemente que hablara español para poder comunicarse con los habitantes de la ciudad. Agregó también que personas hablantes del español mostraron interés y deseo por aprender la lengua maya, por lo que no es posible considera que en el pasado las actitudes hacia el idioma maya fueran totalmente negativas.

El interés de los hablantes del español por la lengua maya se debe al amplio contacto entre esta y el español (Lope, 1972, 1978, 1982; Iturriaga, 2018). Por su parte, Víctor Suárez (1945), en su libro El español que se habla en Yucatán, da cuenta extensa de cómo el español característico del estado de Yucatán presenta aspectos de la fonética, la morfología, la sintaxis y el léxico de la lengua maya; asimismo, describe aspectos culturales, históricos y geográficos mayas que van de la mano con la influencia lingüística. Si bien autores como los citados han puesto de manifiesto esta continua relación entre los dos idiomas, el caminar conjunto de ambos ha sido contradictorio, pues en ocasiones el idioma maya ha sido y es despreciado, mientras que en otros contextos ha sido apreciado, según el testimonio del participante de 85 años:

Entrevistador: ¿Todavía cree que exista el desprecio actualmente o han cambiado las ideas?

Arnoldo: Ah, pos según. Hoy yo creo que ya cambió, hay muchos que quiere, quiere hablar en maya, hay muchos que yo he oído, dice que ‘también yo quiero hablar en maya’.

Entrevistador: ¿Por qué quieren aprender maya esas personas?

Arnoldo: Hay un licenciado que es mi patrón dice: ‘¿Cómo, cómo, qué, qué dijo?’, dice, porque entonces, mata, ma’atan manik je’, este, patroncito, ma’atan manik je’. Que si no compra el huevo de sus gallinas, eso quiere decir ma’atan manik je’, que si no compra el huevo. El patrón, así, ¡ja!, ¿qué dice? Dicen entonces que ‘yo también quiero hablar en maya’, dice, ‘pero no puedo’, dice […] Por eso entonces hay muchos que quiere hablar en maya, que quiere aprender en maya, por ejemplo, sus hijos, así, ¡eh!, tan levantando, son jóvenes todavía y dice: ‘Háblame en maya’, dice, ts’o’ok a k’uchul, ken ti’, que si ya llegó. ‘Háblame en maya’. Ts’o’ok a k’uchul, entonces, estoy diciendo que si ya llegaste. ¿Cómo voy a decir, cómo voy a contestar? Dice: ‘dile que ya ts’o’oki’. Entonces te está contestando: ‘Ts’o’ok a k’uchul, ts’o’oki’, dice él también. Me está diciendo, ya, ya llegué.

En el discurso encontramos una diferencia entre el antes y el ahora. En sus palabras «hoy yo creo ya cambió» refleja una situación contradictoria entre el pasado, cuando encontró presión por usar el español y fue estigmatizado, y una visión actual más abierta en pro del idioma maya. Así, la temporalidad ha jugado un papel importante para la formación de actitudes hacia el maya yucateco y hacia las personas hablantes, pues, como observamos en este caso, cada época ha marcado un posicionamiento y ha respondido a la memoria histórica a la que se refiere Van Dijk (1984), según la cual las mismas personas hablantes son organizadoras de esas actitudes como consecuencia del entorno y de los actores, que mueven las presiones a favor o en contra de la lengua.

«Sí les enseñé / no les enseñé»

La siguiente categoría, «Sí les enseñé / no les enseñé», responde a nuestra tercera pregunta: ¿cómo impactó el proceso migratorio a la ciudad de Mérida para la transmisión del idioma maya en las nuevas generaciones? A continuación, se presenta lo que expresaron los padres migrantes hablantes de maya acerca de la transmisión de la lengua a sus hijos, es decir, si les enseñaron la lengua o no y cuáles fueron las causas de su decisión, mediatizadas por el proceso migratorio. Algo similar a lo que veremos en las siguientes líneas ocurre con la migración de mayas a la ciudad de Cancún que reporta Be (2021), quien afirma que muy pocos jóvenes hablan ya la lengua y que solo en los hogares en los que están presentes los abuelos y los padres es posible escuchar conversaciones en ella. El autor reporta casos particulares de hablantes monolingües de la lengua maya que arribaron en décadas pasadas a Cancún, donde incorporaron el español en sus actividades cotidianas y arrinconaron el uso de la lengua maya o lo redujeron al ámbito del hogar, aunque con límites comunicativos hacia los hijos, algo similar a lo que expresaron los informantes de este estudio.

En los diálogos con nuestros informantes sobre la enseñanza de la lengua maya a sus hijos, únicamente cuatro aseguraron que les transmitieron el idioma, mientras que otros cinco respondieron que no lo hicieron, uno mencionó que no tenía hijos y otro no respondió a la pregunta. De esta forma, algunas familias conservaron el idioma maya y lo transmitieron a sus hijos e hijas, pero en otras muchas los padres no. Sobre el proceso de enseñanza en el hogar, Chi (2011) reporta la vitalidad del idioma en la comunidad maya de Naranjal Poniente, en el estado de Quintana Roo, donde encontró que existían limitaciones en la comunicación de los abuelos con los padres y en ocasiones con los nietos. A pesar de ello, el autor menciona que en los núcleos familiares en los que se encuentran los abuelos es más probable que se conserve la lengua, en comparación con aquellos en los que solo están los padres y los hijos. De forma similar, entre las personas migrantes que entrevistamos la ausencia de la figura de los abuelos en la ciudad de Mérida fue un factor para que los hijos no hablaran la lengua maya; la excepción fue un caso en el que la familia nuclear estaba en contacto con tales parientes en el ámbito rural, como lo enunció Sonia, que narró cómo sus hijos se comunicaban con su suegra.

Retomando nuevamente las voces de los informantes, uno de ellos dijo que consideraba que había sido mejor no enseñarles la lengua maya a sus hijas e hijos, ya que en Mérida nadie la hablaba, excepto las personas provenientes de comunidades del interior, por lo que las actitudes conductuales preferentes hacia el español sembraron y protagonizaron la idea de que únicamente este idioma tenía utilidad lingüística. Así, el tránsito migratorio de un lugar rural a uno urbano implica también el cambio de una lengua a otra, aunque no afirmamos que esto ocurra en todos los casos, pues en algunos la migración a centros urbanos es un factor de pérdida del idioma, pero en otras situaciones esta se conserva. En cuanto a los informantes de nuestro estudio, encontraron muchas adversidades que aquí reportamos, aunque la situación no fue igual para todos. Por ejemplo, en tiempos recientes se reporta el uso de la lengua maya en las escuelas públicas. En este sentido, Arnoldo observó que el desarrollo de sus hijas e hijos estaba vinculado a la relación español-escuela porque: «ellos están levantando, pues sabemos que ellos necesitan hablar en español donde van a estudiar». Así, en el nuevo punto de residencia encontraron desventajas para que sus hijos fueran mayahablantes, pero hallaron ventajas en el ámbito escolar por el uso del español. La migración, en este caso hacia un centro urbano, refleja la relevancia de la política lingüística educativa favorable al español en una época, y posteriormente este saber se incrustó en una actitud cognitiva que se trasladó hacia actitudes conductuales en las que se perseguía el aprendizaje preferente del español.

En consonancia, otra informante afirmó que trató de enseñar a sus hijas e hijos la lengua maya, pero argumentó que no la hablaban en la escuela, pues ahí hablaban español. Es decir, a pesar de su voluntad por enseñarles la lengua maya, las actitudes conductuales en el contexto se fijaron primordialmente en favor del español. Además, la falta de continuidad en su motivación como madre para usar la lengua maya con sus hijos afianzó el desinterés de estos últimos. De esa forma, puede afirmarse que los padres han experimentado presiones que los hicieron tomar decisiones en pro del aprendizaje del español (Velázquez, Terborg y Trujillo, 2021). Por ello, es importante mencionar, siguiendo a Chi (2022), que la clave para que las lenguas originarias no desaparezcan es que las personas hablantes las enseñen y transmitan a sus descendientes, porque en el hogar se encuentra la primera planificación del lenguaje para las nuevas generaciones.

Por su parte, otra colaboradora, Paula, justificó que el escenario en el que crecieron sus hijas e hijos fue el causante de que hablaran español y no la lengua maya y mencionó que, aunque ella les hablaba en este idioma, no les explicaba la lengua. Así, el componente cognitivo de las actitudes, el saber sobre algo y, al mismo tiempo, el componente conductual, dirigieron las actitudes para que los hijos no hablaran la lengua. En tanto, otra de las participantes, Sandra, agregó un nuevo argumento que complementa la idea de que la escuela y el español fueron determinantes para no transmitir el idioma maya: «Por pena». Ella se refería a que sentía pena y vergüenza de que sus hijas e hijos, si hablaban maya, se sintieran avergonzados, pues el español era la lengua que aprendieron en la escuela. De esa forma, su testimonio refleja un ambiente discriminante hacia la maya y hacia sí misma como hablante, pues el escenario le hizo creer que enseñar la maya a sus hijos era negativo, pero que sus hijos hablaran español era lo idóneo. El hecho de que no se transmitiera la lengua maya va acorde con lo enunciado por Chi (2022), quien, a manera de metáfora, explica que la transmisión de un idioma se parece al envejecimiento de un árbol, cuyas hojas y ramas se caen, pero que lucha por vivir algunos años más, hasta quedar simplemente como un viejo tronco con algunos retoños.

Por último, los argumentos que mencionó Eulalio para que sus hijas e hijos no hablaran maya fueron el exceso de trabajo y la falta de tiempo, que no le permitieron enseñárselo a sus descendientes. Brevemente, en cuanto a los informantes que aseguraron que sus hijas e hijos hablaban la maya, sus respuestas se limitaron a afirmar que sí lo hablaban. Resalta lo enunciado por Sonia, quien explicó cómo su suegra, al ser monolingüe en ese idioma, influyó para que sus vástagos se hicieran mayahablantes, por lo que una pista para preservar la lengua puede ser la cercanía de las niñas y niños con el ámbito rural y con familiares mayas, similar al argumento de Chi (2011).

A partir de lo anterior podemos observar que el hecho de que no se enseñe o transmita la lengua maya a la siguiente generación oscila, pues algunos padres sí contribuyen a ello, mientras que otros deciden no hacerlo. Chi (2022) en este sentido afirma que la socialización y reproducción de la lengua maya únicamente ocurre con la presencia de los abuelos, y que por la presión social las madres y padres escogieron el monolingüismo en español, para lo cual tuvieron que evitar el uso de la lengua maya. Por otro lado, el autor es optimista sobre los procesos de migración y el uso de la lengua al asegurar que las niñas y niños pueden renegociar las categorías sociales existentes, de tal modo que las nuevas generaciones pueden ser los nuevos hablantes del idioma maya, en lo cual estamos de acuerdo.

Discusión

La revisión de las actitudes hacia la lengua maya en el escenario de la ciudad de Mérida, a través del proceso migratorio que algunos mayahablantes realizaron en décadas anteriores desde sus comunidades de origen hacia la capital yucateca, deja ver un entramado de conflictos y presiones para que el español sea la lengua elegida en ámbitos educativos y prácticamente sea la lengua nativa de los hijos de migrantes mayas, en detrimento del idioma de los padres.

Entonces, retomando la idea de que la lengua maya es un bien de los mayahablantes, según Be, Ramírez, Salinas, Solís y Corona (2018) es al mismo tiempo un tesoro que, con dificultades, se conservó con el devenir de los años en las nuevas generaciones; es un tesoro lingüístico que quedó escondido esperando ser hallado, es decir, activado en las y los hablantes de herencia maya. En la revisión de los datos que hicimos encontramos una visión del idioma en el pasado predominantemente negativa, pues ni la lengua ni sus hablantes eran apreciados, a excepción de ciertos casos. Sin embargo, actualmente la maya se ha posicionado y ha recuperado su valor como un bien no solo de los mayahablantes, sino de toda la sociedad de la península de Yucatán.

A pesar de ello, no se observa la implementación de acciones significativas que permitan el mantenimiento y la vitalidad del idioma, si bien se reconoce un ambiente en el que los valores y ciertas políticas lo favorecen, como el hecho de que se planteara la obligatoriedad de la enseñanza de la lengua maya en Yucatán (Forbes, 05/12/2019) o la puesta en marcha de un convenio para que los congresistas del estado la aprendan (La Verdad, 05/03/2022).

Algunas bondades que han permitido actitudes positivas hacia esta lengua se centran en la grandeza de los antepasados mayas; como dijeron algunos informantes, la lengua «es nuestra raíz, nuestra historia». Han surgido también ciertas condiciones para que, por ejemplo, en los medios de comunicación se dediquen espacios a la lengua maya y para que se promocione un turismo que, si bien tiende a favorecer el utilitarismo de las personas mayahablantes, presenta a la vez un enfoque llamativo que dimensiona a los mayas como los arquitectos de la península y que promociona el idioma maya entre los turistas, de tal forma que muchos muestran interés en él. Sin embargo, estas acciones, aunque de cierto valor, no siempre tienen un impacto real en la vitalidad del idioma. Por ejemplo, Pfeiler y Skopeteas (2022)) refieren que ninguno de los informantes con los que trataron había aprendido la lengua en un espacio educativo. Por su parte, Guerrettaz, Johnson y Ernst-Slavit (2020) reportan que los docentes de lengua maya en Yucatán carecen de conocimientos eficaces para la enseñanza y no cuentan con instrucción específica en educación bilingüe, lo que impide que tengan un conocimiento profundo del idioma. Esto se debe, como mencionan algunos autores, a que la enseñanza de esta lengua se limita a expresiones y vocabularios, por lo que se ve la necesidad de darle valor en la academia para que se incluya con el mismo nivel que otras asignaturas, como las ciencias exactas, la historia o la literatura. Se observa, entonces, que el camino es largo para la preservación del idioma maya, pues ni el hogar ni la escuela están siendo entornos adecuados para que pueda alcanzar vitalidad y para que se produzca la transmisión intergeneracional en las familias de los hablantes mayas, así como lo narraron los participantes.

A partir de la postura de los 11 informantes se observan dos visiones: una actitud negativa hacia la lengua maya en el pasado que guardó la lengua solo para su uso en el hogar y una más positiva en el presente, por lo que el tiempo ha modificado tales actitudes como consecuencia de los aspectos sociales del escenario. De acuerdo con la definición de Van Dijk (1984), las actitudes cambian según las circunstancias históricas, tema que debe considerarse desde la sociolingüística, para marcar un antes, un ahora y, también, el futuro sobre cualquier idioma.

Por otro lado, las actitudes hacia la lengua y los hablantes que expresaron los informantes fueron bastante similares en cuando al pasado, cuando se consideraban con grados y aspectos negativos, según sus palabras. Sin embargo, hace falta un análisis más profundo de las personas hablantes de maya en el presente, ya que existen actitudes más positivas hacia la lengua maya, pero el hablante de la lengua continúa bajo una visión poco favorable, ya que se le describe como alguien pobre, sin educación, que vive en los pueblos, por lo que cada uno de los componentes de las actitudes lingüísticas -cognitivo, afectivo y conductual- debe dar fe de las actitudes no solo hacia la lengua, sino también hacia las personas mayahablantes, pues, como dice Terborg (2006), si no se actúa en pro de los hablantes, son poco útiles las actitudes positivas hacia la lengua.

Consideraciones finales

Las entrevistas a las 11 personas que participaron en este estudio, si bien no son suficientes para ofrecer una muestra representativa de las actitudes hacia la lengua maya en el pasado y en el presente, dan pistas sobre el rumbo que pueden tomar futuras investigaciones. En los testimonios destacan, además de la dimensión temporal, las causas por las que las personas migrantes transmitieron o no la lengua maya a sus hijos, ya que esta acción es relevante para identificar no solo las actitudes, sino la vitalidad, el desplazamiento y la pérdida de una lengua. La mayor contribución del estudio consistió en focalizar a los hablantes de la lengua maya de décadas pasadas como un sector vulnerable, en un escenario negativo hacia su lengua, lo cual puede contribuir a crear conciencia y a favorecer el registro de la memoria histórica de los mayahablantes migrantes que arribaron a Mérida.

En algunas notas de prensa se lee que actualmente existen intentos por hacer obligatoria la enseñanza de la lengua maya en el estado de Yucatán, así como que los políticos aprendan el idioma, lo cual aplaudimos. Sin embargo, de acuerdo con lo planteado por Terborg, Velázquez y Trujillo (2021), de poco sirven las acciones para favorecer una lengua si no alcanzan a sus hablantes y no se genera un bienestar para ellas y ellos.

Así, nos preguntamos si las decisiones sobre política lingüística en el estado de Yucatán contemplan a las personas mayahablantes como un sector de población que requiere ser atendido para preservar el idioma, y no se trata solo de meros discursos valorativos sobre la lengua, lo cual no tendrá impacto para detener la disminución del número de mayahablantes en la península de Yucatán.

En cualquier caso, es importante reconocer las actitudes positivas hacia la lengua maya y el ambiente valorativo que expresan sus hablantes, así como otros sectores de la población yucateca que, por supuesto, tienen validez. Sin embargo, queremos hacer un llamado para que pronto escuchemos expresiones como: «los niños ahora aprenden maya», «estamos hablando maya donde quiera que vayamos», «hablamos maya y español», que hipotéticamente darían fe del mantenimiento y la preservación de la lengua.

El español yucateco, por otro lado, no puede hacerse a un lado, pues es la lengua de contacto e históricamente ha acompañado a la maya en la construcción del escenario lingüístico peninsular, por lo que un modelo bilingüe de enseñanza-aprendizaje es más sano e incluyente, pues la mayoría de las personas mayahablantes son bilingües de las dos lenguas. No deja de tener importancia, incluso, el inglés, pues la vocación turística de la península de Yucatán debería aprovecharse para formar personas bilingües maya e inglés, o trilingües maya, español e inglés.

Por último, la ciudad de Mérida, capital yucateca y la mayor urbe de la región, seguirá siendo un polo atractivo para la llegada de mayahablantes que buscan nuevos giros laborales y sociales, ya sea para radicar definitivamente en la metrópoli o para estancias temporales. De esa forma, las trayectorias espaciales continuarán marcando la adopción de prácticas que pueden ser favorables o negativas para la lengua. Por otra parte, las personas mayas no solo migran en la actualidad hacia la capital yucateca, pues la Riviera Maya y la parte turística del estado vecino de Quintana Roo también son puntos donde se desarrollan actividades laborales en las que se ha incorporado a mayas peninsulares. No olvidamos la migración internacional de mayas hacia Estados Unidos ni la novedosa migración de retorno de mayahablantes yucatecos a sus comunidades de origen; sobre estos temas, la literatura actual será de gran interés para comprender estas nuevas facetas de la migración y su relación con las actitudes lingüísticas, sobre todo si la migración de retorno activa el deseo de los retornantes por recuperar o seguir hablando la lengua maya. Tales espacios seguramente son creadores de contrastes y de nuevos modos de transformación de la cultura y la lengua, por lo que se convertirán en oportunidades para nuevos estudios sociolingüísticos sobre los mayas peninsulares del presente.

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1Para nombrar la lengua estudiada usaremos las siguientes expresiones: «lengua maya», término general que usa la población; «la maya», forma que usan sus hablantes y también personas monolingües en español; «maya yucateco», término académico de la variante lingüística que se habla en la península de Yucatán y en Belice, pues existen otras lenguas mayas en los estados mexicanos de Tabasco y Chiapas, y también en Guatemala; asimismo, la forma «idioma maya» es parte del paradigma de estilo y redacción que se usará en el presente trabajo.

2Si bien la literatura sobre actitudes y migración es bastante amplia en el contexto nacional mexicano y en el internacional, no tomamos ejemplos de tales contextos debido a dos razones: 1) la falta de espacio para dar cuenta de ellos y 2) no son vinculantes para este trabajo ya que la literatura sobre el tema en relación con la lengua maya en la península de Yucatán es suficiente como punto de partida, a diferencia del marco teórico, en donde sí se retomaron datos de autores nacionales e internacionales.

3En este estudio nos decantamos por la sociolingüística, pero es importante señalar que otras disciplinas pueden respaldar el tema, como la antropología lingüística, con el beneficio de que se siguen perspectivas más amplias, como la interrelación entre estructura lingüística, el uso del lenguaje y las ideologías lingüísticas con una mirada etnográfica más amplia. En este trabajo no nos dirigimos hacia esta línea, pues el enfoque se centra en las actitudes lingüísticas y en aspectos puntuales como la temporalidad.

4Junto con las actitudes se podrían considerar las ideologías lingüísticas, ya que no residen únicamente en la mente, sino también en de los procesos sociales más visibles. Por ejemplo, Rhodes y Bloechl (2020) analizan el vínculo entre el uso de la lengua maya y la identificación social de las personas como mayas. Asimismo, se sugiere en otro estudio la incorporación de actitudes e ideologías dentro de un paradigma teórico más amplio.

5Cómo citar este artículo: Sima Lozano, Eyder Gabriel. (2024). Actitudes hacia la lengua maya y sus hablantes a partir de procesos migratorios en la ciudad de Mérida: visiones del pasado y del presente. Revista Pueblos y Fronteras Digital, 19, pp. 1-30, doi: https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2024.v19.724

Recibido: 09 de Abril de 2024; Aprobado: 08 de Agosto de 2024; Publicado: 24 de Septiembre de 2024

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