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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.5 no.1 Texcoco ene./jun. 2008

 

Las familias mazahuas de San Antonio Pueblo Nuevo municipio de San José del Rincón, Estado de México, México

 

Mazahua families from San Antonio Pueblo Nuevo, San José del Rincón municipality, State of México, México

 

María Eugenia Chávez-Arellano*

 

* Programa Universitario de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades. Universidad Autónoma Chapingo. Chapingo, Estado de México. 56230. (mchavez@correo.chapingo.mx).

 

 

Resumen

El concepto de familia tradicional es insuficiente para dar cuenta de la dinámica particular de las familias en el medio rural, y específicamente de los grupos domésticos indígenas. No obstante, con base en un trabajo de investigación sobre identidad y cambios culturales en la comunidad de San Antonio Pueblo Nuevo, en este trabajo se presenta un panorama general de la unidad doméstica y las relaciones familiares que se generan en su interior como resultado de la alta migración temporal y definitiva que distingue a los pobladores de esta región. Nos basamos en algunos datos estadísticos sobre los hogares de jefatura femenina y en la información obtenida en la comunidad mediante un cuestionario y algunas entrevistas realizadas in situ, para dar cuenta del papel de las mujeres en esta situación.

Palabras clave: Familias, indígenas, mujeres.

 

Abstract

The concept of traditional family is insufficient to account for the specific dynamics of families in rural areas, and specifically for indigenous domestic groups. However, based on a research work on identity and cultural changes in the community of San Antonio Pueblo Nuevo, in this article we present a general view of the domestic unit and family relations that are generated inside them as a result of high temporary and definitive migration that distinguishes the inhabitants of this region. We are based on some statistical data about the homes with female heads of households and in the information obtained in the community through a questionnaire and some interviews carried out in situ to describe the role of women in this situation.

Key words: Families, indigenous peoples, women.

 

Introducción

Este documento tiene como objetivo describir los efectos que la salida temporal o permanente de hos miembros de la unidad doméstica tiene en las relaciones familiares de los que permanecen en una comunidad; en este caso San Antonio Pueblo Nuevo, en el municipio de San José de Rincón en el Estado de México, cuya población mayoritaria es de la etnia mazahua. Se resalta el papel de las mujeres de la comunidad en la reproducción y continuidad del grupo familiar, tanto en los aspectos económicos como socio culturales.

El trabajo se apoya en un enfoque de género porque de acuerdo con la experiencia de investigación en el lugar se puede afirmar que, con ciertos matices que se abordan en el desarrollo del trabajo, las mujeres mazahuas de Pueblo Nuevo tienen un alto grado de participación e independencia en la toma de decisiones relacionadas con sus actividades productivas y reproductivas de las unidades familiares que les toca encabezar por la ausencia de los hombres, que trabajan fuera de la localidad. Los resultados presentados están basados en dos fuentes principales de información: 1) la aplicación de encuestas a 25 familias, mediante las cuales se pudo identificar el número total de miembros que permanece en la comunidad y de aquellos que trabajan fuera, así como de las actividades que realizan en cada caso; 2) entrevistas y conversaciones informales con miembros diversos de los grupos domésticos analizados, durante una estancia prolongada de campo durante 2002 y 2003.

El ensayo está organizado en siete apartados: en el primero se aborda la migración como factor estructural resultante de condiciones desfavorables que obligan a la gente a buscar opciones de vida fuera del lugar originario, pero también como factor que promueve cambios inmediatos y a largo plazo en los estilos de vida de la gente que se queda; en ella se hace una breve alusión a los antecedentes migratorios de la región. En el segundo se refieren las características de la migración en la región y la localidad como parte de una larga tradición. En el tercero y cuarto hay una breve discusión teórica sobre la manera en que concibo los cambios culturales y las cuestiones de género y familia. En el quinto se hace una breve presentación de algunos datos basados en censos sobre la situación de las mujeres en relación con la educación formal y el bilingüismo. El sexto es una discusión sobre los hallazgos obtenidos con base en el trabajo de campo y, por último, se presentan algunas conclusiones acerca del tema central.

 

Migración y cambios

La migración, como fenómeno estructural que responde a la búsqueda de satisfacciones básicas fuera del lugar de origen, ha sido ampliamente analizada en sus diversas modalidades. Los movimientos migratorios rural - urbanos, ya sea como salidas eventuales o permanentes de la población, dan cuenta de una serie de cambios y transformaciones no sólo económicos, sino culturales, que han modificado los estilos y conceptos de vida de la gente.

La salida del lugar de origen, de manera voluntaria o forzosa, temporal o permanente, individual o en grupo, es originada por una serie de factores que se complementan y rara vez se presentan de manera aislada, por lo que es pertinente subrayar la importancia que tiene explicarla en sus diversas dimensiones. De manera general, los principales factores que determinan los flujos migratorios son económicos, personales, ambientales, políticos o culturales. Pero a su vez la migración genera cambios en diversos sentidos. En el caso de los grupos domésticos de los cuales salen algunos miembros a trabajar a un lugar diferente al de su residencia, los que permanecen deben realizar una serie de ajustes que les permitan organizar la continuidad de su vida cotidiana sin los que se van: reasignan actividades tanto dentro como fuera del hogar. A largo plazo la migración afecta también estilos de vida que incluyen elementos tanto simbólicos como materiales que se objetivan en el consumo y en actitudes diversas.

En el caso de los que se quedan, su acomodo o reorganización de acciones tiene por objeto la pervivencia del grupo familiar, de tal suerte que resulta interesante identificar cómo cada miembro asume papeles diversos para garantizar esta reproducción social y económica de la familia en el lugar de origen, mediante la participación de cada uno en actividades productivas, políticas, sociales, religiosas. Además, considero que los efectos migratorios en la vida diaria de la gente, tanto la que se va como la que se queda, se expresan también en formas de adaptación y adopción que adquieren sentido para la gente en razón de sus necesidades.

 

Migración en la región mazahua

En la región donde se ubica San Antonio Pueblo Nuevo existe una historia larga con relación a la movilidad de sus pobladores. Esta comunidad tuvo atención especial cuando Arizpe (1976) documentó las causas y modalidades que adquiría la migración en esta localidad y la presencia urbana que sus habitantes fueron ganando en la ciudad de México a lo largo del tiempo.

Los orígenes de los movimientos migratorios de los mazahuas hacia diferentes regiones del país son imprecisos, pero a continuación señalaré algunas versiones: Gómez Montero (1986:128) indica que la emigración mazahua de la región de San Felipe del Progreso tiene sus índices más altos a principios del siglo XX, entre otras cosas debido a que "el comercio ambulante era una actividad en los hombres mazahuas que no estaban ligados a una hacienda: consideramos que a través de esta actividad se iniciaron los primeros movimientos migratorios, ya que los hombres, aprovechando los tiempo muertos que les dejaban los trabajos agrícolas ... recorrían a pie grandes distancias para vender mercancías características de la región".

Otra fuente (Yhmoff, 1977) indica que la primera migración masiva realizada a México fue de habitantes de Pueblo Nuevo debido a un conflicto entre líderes por el control del Ejido. Ésto ocurrió en 1949, cuando en un pleito entre dos cabecillas, mueren 110 personas, y el gobierno tiene que enviar al ejército para contener la lucha. La mayoría de la gente del bando perdedor sale hacia la ciudad de México y las mujeres («Marías») comienzan a dedicarse a la venta de frutas en las calles y los hombres a cargadores en el mercado de la Merced (Yhmoff, 1977). Los datos que proporciona este autor resultan difíciles de corroborar con otras fuentes como archivos o documentos históricos. De hecho, sobre este evento en particular, no me fue posible hallar fuentes escritas, ni encontrar en la ciudad de México personas que pertenezcan a este grupo de familias que, de acuerdo con este autor, salieron a causa de este problema. En el pueblo, sin embargo, sí hay personas que recuerdan los acontecimientos, aunque vagamente.

Como resultado de una revisión de expedientes en el Registro Agrario Nacional (expediente 2152), encontré una demanda levantada en 1943 por algunos pobladores del lugar. En esta demanda se acusa a tres personas de haber asesinado a algunos indígenas en diferentes fechas de 1938 a 1943. Se argumentó que los crímenes no fueron castigados debido a la situación económicamente privilegiada de los agresores. De acuerdo con diversos testimonios pude confirmar que este conflicto se prolongó durante varios años de tal suerte que algunos de nuestros informantes han señalado que hay personas que tuvieron que vivir fuera del pueblo por mucho tiempo, pues mataron a otros por problemas de posesión de tierras.

A partir de entonces ha habido un constante ir y venir de los mazahuas de la región noroeste del Estado de México hasta formar parte del paisaje citadino. No obstante haber sido innumerables veces víctimas de la represión policial, los mazahuas se mueven constante y fluidamente de la ciudad a sus pueblos y de sus pueblos a la ciudad y a otros lugares que también se han convertido en sus residencias permanentes, como algunas poblaciones al oriente y al norte del mismo Estado de México (Nezahualcoyotl, Tecamac, Ecatepec) e incluso a zonas de la frontera norte del país (Pérez Ruiz, 1991).

Arizpe (1976) acota cómo, en el caso de San Antonio Pueblo Nuevo, los conflictos entre dos grupos por el manejo del ejido y su incidencia en la explotación del zacatón, se presentaron a causa de las primeras migraciones. Actualmente, podemos afirmar que hasta hace tiempo la migración de los mazahuas era exclusivamente estacionaria es decir, había una relación con el ciclo agrícola, durante el cual la migración a la ciudad disminuía, pues la gente regresaba a sus labores en el campo. Con el tiempo, este tipo de migración se ha diversificado puesto que aunque no ha desaparecido del todo, parece haber una tendencia por irse a la ciudad y permanecer allá por muy largos períodos, independientemente de las labores agrícolas. En muchos casos las nuevas generaciones no muestran interés por volver, más bien han sido las personas mayores y especialmente las mujeres (muchas de ellas viudas) quienes han regresado a su lugar ya que no había nadie que cuidara de su casa, la de sus padres, de sus tierras y de sus santos. Estas personas a veces viven con una hija o un hijo y sus yernos o nueras, quizás los nietos más pequeños, pero siguen manteniendo una relación constante con la ciudad, ya que sus otros hijos, hijas u otros parientes viven de manera permanente en la ciudad de México y se les visita con cierta frecuencia. Es muy posible que la mayoría de esos nietos, aún niños, tarde o temprano decidan irse a la ciudad a trabajar con sus conocidos. Además es pertinente hacer notar que persiste el arraigo de algunos originarios de Pueblo Nuevo, que ya no viven ahí, por causa de las mayordomías que se heredan de generación en generación y que les obligan a volver cada año a la fiesta, aun cuando la o el mayordomo ya no tenga casa en el pueblo y su arribo sea únicamente por esa causa.

En la encuesta encontramos que cada familia tiene un promedio de tres miembros que trabajan fuera del lugar en diversas actividades, de las cuales destaca el comercio. Sólo uno de ellos, en promedio, colabora con los gastos de la familia en el lugar y al hay menos una mujer soltera fuera. Los viajes continuos que realizan las mujeres casadas o madres de familia a la ciudad de México u otra localidad del mismo estado para visitar a sus hijos o hijas no son una forma real de migración, pero también al abandono de la casa o del trabajo agrícola por períodos largos. La mayor parte de las aportaciones económicas de las personas que trabajan fuera de la localidad se destinan a la celebración de fiestas patronales o de otro tipo, así como a la mejora en las construcciones de oratorios o de sus casas.

 

Cambios culturales

Morin (1983) señala que en la naturaleza, la vida y la muerte, la organización y la desorganización, los acuerdos y los antagonismos no sólo de los organismos biológicos sino de las acciones, relaciones e interacciones humanas son posibles gracias a su condición de movimiento permanente. Esto es importante porque para la comprensión de la vida social como un proceso continuo y en movimiento constante, es preciso partir de que el conocimiento de la sociedad, como realidad observable, no se compone de normas inamovibles y leyes estáticas de comportamiento social.

La implicación principal de lo anterior es presentar de manera positiva la idea de los cambios culturales, y no como si ésto llevara consigo una pérdida de valores, tradiciones o identidad. Por el contrario, los cambios culturales son una expresión de la vida en movimiento. Por otro lado, considerar que los cambios culturales se imponen arbitrariamente en los grupos sociales y personas supone considerarles entes pasivos que se someten irremediablemente a la determinación estructural del sistema dominante que no deja resquicio de cuestionamiento.

En este caso me refiero a cambios culturales como todas las formas de incorporación permanente de estilos de vida, que tanto material como simbólicamente permiten a las personas adaptarse a lo nuevo, tanto en su lugar de origen como fuera de éste. Estos cambios culturales pueden manifestarse tanto en formas de relaciones intra y extra familiares como en formas de consumo o expectativas de vida.

Con base en lo anterior, trato de explicar los procesos de cambios culturales en las sociedades actuales es mucho más complejo que pensar que las personas, en este caso indígenas, arrastran consigo una carga de tradiciones que no les abandonan y que son reproducidas de manera estática y mecánica o, que para sobrevivir, pierden completamente sus formas y estilos de vida originales de manera violenta y a causa de las formas modernas de homogeneización cultural (medios de comunicación, educación). Ambas cosas son parcialmente ciertas, hay resignificaciones y hay incorporación de elementos de la vida pública y valores translocales que penetran con los medios electrónicos como la televisión, la radio o por las experiencias del contacto con los otros. Y quizá, como señalara Lévi-Strauss (1997: 324) respecto de la ubicuidad de lo occidental en el mundo: "...esta adhesión al género de vida occidental, o a alguno de sus aspectos, está lejos de ser tan espontánea como a los occidentales les gustaría creer. Resulta menos de una decisión libre que de una ausencia de opciones."

La marginación y la falta de oportunidades en el lugar de origen llevan a la gente a tomar decisiones importantes respecto de su permanencia o salida, pese a los riegos que supone un cambio temporal o permanente de residencia. Usualmente, las prácticas cotidianas a través de las generaciones devienen tradiciones que se presentan como opción de vida alterna y se objetivan en un deseo de cambio. Este es el caso de los movimientos migratorios en la región mazahua que se han presentado desde épocas remotas, mediante los cuales se han ido generando redes de comunicación y apoyo entre los habitantes originarios de la zona.

Sin embargo, es importante no entender el deseo de cambio como una acción negativa hacia lo que se hereda y a lo que ha sido recibido como parte de una cultura, sino como producto de un proceso más complejo de interacciones entre grupos y entre individuos que forzosamente incorporan y resignifican (adoptan y adaptan) elementos de diversas culturas que comparten. La resignificación entendida, en este sentido, como una forma de participación de otros mundos o sistemas de vida junto con los elementos de la cultura propia y las experiencias de los sujetos, es algo que resulta fácilmente perceptible en acciones tan triviales como el uso de aparatos electrónicos en regiones donde no hay servicio de luz eléctrica, la incorporación de alimentos que, junto al consumo de productos tradicionales, o en lugar de ellos, le dan sentido a las formas de consumo, a la participación de grupos musicales que utilizan tecnología moderna alternada con la música tradicional de la región, al uso o desuso estratégico del vestido o idioma originales, etcétera.

Pero no sólo formas de cultura objetivadas en productos consumibles como alimentos, ropa, automóviles o el uso de maquinaria moderna y productos químicos para la producción agrícola pueden verse como formas de resignificación. También la moral, las expectativas, y en general las actitudes ante la vida adquieren sentidos variados y están conformadas por elementos que difícilmente pueden calificarse como tradicionales o modernos (occidentales) de manera excluyente. Las formas culturales son altamente complejas en sociedades que, como la mexicana vive a la vez en la marginación social y económica, pero que participa de manera activa en las formas más modernas de la producción y el consumo.

Entre los mazahuas de Pueblo Nuevo, las manifestaciones de cambio son expresadas y sentidas de distintas formas y a distintos niveles, desde el arreglo de las casas, modificación en las construcciones y formas de alimentación, hasta la introducción paulatina de las formas de organización y administración crecientemente racionales que se van imponiendo. Pero uno de los efectos más notables se expresa en las relaciones al interior de los grupos familiares mediante la reorganización de los papeles que cada uno de sus miembros debe desempeñar en ausencia de los otros.

Algunos estudios de género han demostrado que la incorporación de las mujeres a las actividades productivas en el campo ha derivado en su empoderamiento (Townsend y Zapata, 1999). Otros trabajos también han documentado cómo las mujeres han llegado a desempeñar un papel importante en la vida política tanto local como regional, no sin hacer notar la heterogeneidad de las experiencias vividas por éstas (Barrera Bassols, 2000). Algunos más destacan la presencia de las mujeres en la organización de las campesinas y ejidatarias en la lucha por la continuidad de sus familias y el acceso a los recursos materiales (Buechler y Zapata, 2000; Zárate, 1998). Pero en todos los casos destaca el papel activo y de lucha que han jugado en la obtención de su reconocimiento como sujetos de acción. Es decir, en cada caso, el camino recorrido y las metas alcanzadas han sido precedidos de una lucha que redobla los esfuerzos y que por lo general los hombres no tienen que dar de cara a las situaciones de crisis (Aranda y Robles, 2000).

La reorganización de actividades y la consecuente incursión de las mujeres mazahuas de Pueblo Nuevo a actividades fundamentalmente masculinas como las formas de gobierno, el acceso a los apoyos gubernamentables o la aceptación social e individual de una mayordomía femenina debido a la ausencia de los hombres de la familia, no necesariamente trastocan los órdenes estructurantes de la base de las relaciones de género. Además, las actividades agrícolas que las mujeres y los niños realizan no se ven como una incursión al mundo de hombres (adultos), ya que su papel en este aspecto queda subordinado a una actividad de apoyo o ayuda a sus hombres y no como una actividad sustancial. Sin embargo, es posible sostener que este tipo de cambios han repercutido también en alguna medida sobre las percepciones que las mujeres van teniendo de sí mismas en el proceso de contacto con el exterior o con los agentes de cambio que les impactan mediante la influencia de quienes han salido. Esto último se manifiesta en varias situaciones: la tendencia a aceptar la violencia física de los esposos con menos sumisión; en la intención de convencer -no siempre con éxito- a los hombres para que les permitan hacer uso de métodos anticonceptivos; en la aceptación de que ellas pueden ser autosuficientes en la manutención de los hijos o nietos que a veces quedan a su cargo.

 

Género y familia

Indudablemente la percepción de la familia como estructura ideal dentro de la cual cada uno de sus miembros tiene que cumplir actividades y papeles establecidos e incuestionables ha sido, en parte, superada por las familias realmente existentes. García y de Oliveria (2007) han mostrado de manera exhaustiva la diversidad de familias que conforman el panorama poblacional en México. Pero uno de los principales puntos a resaltar para comprender las diversas formas de composición de los hogares es reconocer que al interior de cada uno existen relaciones de poder que privilegian a los varones.

Conocer el medio familiar de un grupo social es una manera de entender cómo se ha construido un orden social a través de las acciones y experiencias diarias en una cultura. La casa también refleja cómo se significan esas acciones por medio de la diferenciación entre espacios abiertos y cerrados, lugares de acceso sólo para los que viven ahí y lugares a los que cualquiera puede acercase, lugares que pueden ser vistos por otros y lugares privados.

En el caso de los estudios del medio rural, el grupo familiar ha tenido un papel preponderante en la explicación de la reproducción social y económica. La unidad familiar campesina ha sido estudiada desde diversas posiciones: aquéllas que la conciben como un ente cuya reproducción se da con base en el uso exclusivo de la fuerza de trabajo familiar (Chayanov y Kerblay, 1981) o las que consideran que hay algún tipo de relación entre la unidad familiar y el exterior (Shanin, 1979). También se ha identificado a la unidad familiar campesina como forma de producción, consumo y organización simple o "folk" y como parte de un continuo que tiene en polo opuesto a la sociedad urbana (Redfield, 1947, 1961). En este caso, la idea de la unidad familiar campesina o grupo doméstico es útil para referirse también a los grupos indígenas del medio rural que comparten una vivienda común, independientemente del número de personas que en él habitan, pero será entendida también como uno de los espacios de producción, reproducción y organización de significados (espacio de socialización), que permite centrar la atención en diversos aspectos de la vida diaria de sus miembros como elementos fundamentales de la construcción social de la identidad: ser hombre, ser mujer, ser hijo, esposa, campesino, comerciante.

Los estudios clásicos de la llamada economía familiar campesina se desarrollaron desde una perspectiva prácticamente unidimensional (económica) que no contempló la diversidad de relaciones al interior del grupo, obviando las diferencias entre hombres y mujeres, así como las desigualdades generadas como producto de estas relaciones.

Por otro lado, un buen número de estudios sobre el medio rural en México ha dirigido su atención al conocimiento e interpretación de las relaciones de género en las familias rurales e indígenas y al papel que las mujeres han tenido en la vida económica, política o ambiental de sus comunidades especialmente en situaciones de crisis económica Alberti y Zapata (1997); Aranda y Robles (2000); Buecheler y Zapata (2000); Vázquez García (2005). Estos estudios han arrojado importantes aportes sobre las relaciones de poder y explotación que se objetivan al interior de los grupos familiares y que de una u otra manera son expresiones de relaciones de poder que están presentes en ámbitos sociales más amplios.

En este trabajo parto de que la familia, con todas sus diversidades, sigue siendo el espacio de socialización por excelencia dentro del cual se despliega el aprendizaje más importante de las relaciones entre hombres y mujeres y de las jerarquías propias de la sociedad de clases, mediante las cuales se reproducen las relaciones de poder patriarcales. De hecho, la familia es importante como primera institución de socialización del ser humano, en el sentido más estricto. Es el ámbito en el que primero se interiorizan y transmiten las formas comunes de ser y de pensar, tales como la alimentación, las prácticas de trabajo, de descanso, religiosas, lingüísticas, las relaciones entre padre y madre, entre padre e hijos e hijas y entre madre e hijos e hijas; en general de los miembros del grupo familiar con otras personas y, por supuesto, las identidades de género.

Por ser el espacio doméstico familiar el primer transmisor de estas relaciones, se convierte en un ámbito privilegiado de análisis para comprender las razones por las cuales los aprendizajes interiorizados en las etapas tempranas de la vida de los seres humanos resultan determinantes de las formas de producción y reproducción social, económica y cultural de la sociedad y de ciertos grupos específicos. El género es uno de los aprendizajes más fuertemente sedimentados en la vida de los seres humanos y, por tanto, más cuestionado.

Ser hombre o mujer son construcciones sociales de tal complejidad que por lo general en el entramado de su base, la moral eclipsa la explotación y la diferencia de clases. La particularidad que en un sistema de clases adquieren las relaciones de género está en el control que se ejerce de manera diferenciada hacia la sexualidad. Por esta razón, es importante señalar que, aunque las mujeres se vuelvan protagonistas de diversos procesos a lo largo de su vida, los hombres siguen ejerciendo un fuerte control sobre ellas mediante los juicios y sanciones sobre su comportamiento sexual, lo cual perpetúa la supremacía de los varones, estén o no presentes. Es el caso de las relaciones entre mujeres y hombres mazahuas.

A pesar de caracterizarse como personas fuertes, decididas, pero sobre todo activa y permanentemente trabajadoras, las mujeres mazahuas están atadas a una serie de creencias y percepciones del ser buenas madres, esposas, hijas. Situación, esta última, ligada a la construcción de una identidad genérica cuyas bases se asientan sobre pautas y procesos de elaboración conjunta de lo que da sentido a las atribuciones social y culturalmente asignadas.

 

Elementos descriptivos de la situación de las mujeres en Pueblo Nuevo

De acuerdo con la información del INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática), en los 15 barrios de la comunidad de Pueblo Nuevo hay 3 228 mujeres (50.58%) y 3 155 hombres (49.42%). Esto implica un incremento importante en la población femenina, ya que el censo de 1990 registró 48.50% de mujeres en la localidad. Este aumento puede ser resultado del incremento en la migración masculina, ya que muchos hombres salen continuamente a trabajar durante diferentes épocas y con estancias de diversa duración. Una característica, sobresaliente de esta comunidad es que tanto mujeres como hombres salen mucho de sus pueblos a trabajar o a vivir, y frecuentemente se establecen de manera más o menos permanente en sitios urbanos.

La condición de las mujeres en esta comunidad muestra que se hallan en una situación de desventaja en relación con indicadores como el monolingüismo y la educación formal. La mayoría de la gente en Pueblo Nuevo habla mazahua y español; sin embargo, de los que sólo hablan su lengua original, el número de mujeres es ocho veces mayor que el de hombres. Con relación a la educación formal, el promedio de escolaridad y la asistencia a la escuela, los resultados muestran nuevamente una desventaja para las mujeres (Cuadro 1).

El promedio de escolaridad y el número de personas con educación formal y alfabetizadas es favorable a los varones. Incluso la cantidad de personas que no asisten a la escuela en edad escolar (6 a 14 años) es mayor entre mujeres que entre hombres y en su conjunto corresponden a 8.17% de la población total dentro de este intervalo de edad: 931 hombres y 891 mujeres (Cuadro 2).

 

Familias mazahuas de Pueblo Nuevo y sus relaciones de género

En el contexto de la comunidad mazahua en cuestión, y con base en el trabajo de campo, doy por hecho que en cada hogar o casa viven uno o más grupos domésticos que siempre tienen lazos familiares (consanguíneos o adquiridos). Es decir, en esta comunidad comparten casa personas ligadas por lazos de parentesco que no necesariamente responden al modelo clásico de las llamadas familias nucleares. Pero puede distinguirse si en una casa hay más de una familia de acuerdo con el número de cocinas existentes u ollas comunes. Es decir, el gasto común para la alimentación de determinado número de miembros indica un grupo familiar. En una casa puede haber más de uno, si se separan los gastos. Cuando los ingresos convergen en un gasto común, hay una única familia.

La idea de familia permanece, en la medida que los lazos de parentesco son siempre comunes y las relaciones entre ellos están jerárquicamente identificadas por edad y sexo. Por otro lado, INEGI identifica 1 213 hogares, que en este caso corresponden a las casas donde viven las familias, y no diferencia si en cada uno vive más de una familia.

En el Cuadro 3 se muestra que del total de hogares (1 213) en 243 (20.2%) una mujer está al mando de la familia. Este dato resulta relevante en la medida que independientemente de lo poco significativo que pudiera parecer el número, no sólo hay un reconocimiento de que las mujeres se hallan al frente de la familia, sino que también hay una aceptación al respecto. No obstante, hay que tener en cuenta que algunas de estas familias se reconocen con jefatura femenina porque los hombres han muerto y no porque estén fuera o no sean los proveedores materiales de la familia. Esta es una precisión importante, ya que en el trabajo de campo identifiqué familias en las cuales una mujer se hace cargo de la manutención de todos los que viven en el hogar. Por lo general esta mujer tiene apoyo de PROCAMPO, toma decisiones y organiza las actividades de otros miembros del hogar y, sin embargo, sigue reconociendo al padre, al hermano o algún otro hombre mayor como el jefe de la familia, aunque éste se encuentre económicamente inactivo por la edad o por discapacidad. El reconocimiento de una autoridad masculina o de la pervivencia de un hombre como jefe de la familia u hogar está entonces determinado no sólo por su papel activo como proveedor principal, sino también por un reconocimiento de mayor jerarquía otorgado a través de una tradición que privilegia a los varones sobre las mujeres.

Encontramos también que en la comunidad habitan personas que nunca han salido de ella, y cuya vida se ha limitado a la región; el pueblo o el municipio. Aún más, algunas mujeres, cuando se casan o comienzan una vida conyugal, reducen sus actividades a los límites del pueblo, ya que es el hombre quien se encargará de comprarle lo que necesite en la casa y, más adelante, serán los hijos quienes abastezcan con lo necesario a su madre. Muchas mujeres permanecen en el pueblo con sus hijos, nueras, yernos y nietos, debido a la ausencia del esposo o hijos mayores, por lo que asumen de manera necesaria no sólo el cuidado de la familia en la casa, sino que se convierten en proveedoras del dinero necesario para la manutención de los miembros de su grupo doméstico debido a principalmente a dos circunstancias: a) el período que toma a los migrantes colocarse en un trabajo para poder enviar o llevar dinero a la familia puede ser largo; b) no siempre los que se van continúan siendo proveedores.

Las actividades que realizan las mujeres en este lugar tienen la misma importancia que en cualquier sociedad campesina o indígena, en cuanto a su participación en las labores agrícolas, aunque éstas sólo sean reconocidas como de apoyo o ayuda. En los casos en que los hombres salen a trabajar y dejan a la familia en el pueblo, las mujeres participan en ciertas actividades agrícolas, aunque sin sustituir a los hombres en todas las fases del trabajo; más bien es un trabajo compartido, y cuando el esposo o padre están ausentes, hay algún familiar varón: hermano, yerno, hijo, que se encarga del trabajo agrícola. En casos extremos no se trabaja la tierra, en otros, las mujeres asumen todas las responsabilidades, incluyendo las actividades domésticas y las agrícolas.

Durante las temporadas en que no hay actividad, agrícola e independientemente de que estén o no estén en el pueblo los hombres, muchas mujeres buscan ocupaciones remuneradas en el centro del pueblo, como lavanderas, limpiando casas, o echando tortillas; actividades por las que se alquilan a cambio de cantidades muy bajas de dinero, según se arreglen con la señoras que ocupan sus servicios. Muchas otras mujeres compran dulces, frutas, flores en San Felipe o en Atlacomulco, y venden en las puertas de sus casas, afuera del panteón, o durante alguna celebración religiosa de las capillas de los barrios.

Muchas mujeres casadas permanecen solas (sin esposo) por periodos prolongados y no siempre son apoyadas económicamente por los aportes que el marido obtenga por su trabajo fuera del pueblo. Si el varón no ha salido del pueblo a trabajar, ha garantizado el abastecimiento de maíz para una buena parte del año, pero hay otra serie de necesidades que llenar y que no siempre son cubiertas por la venta de los productos agrícolas que producen: maíz, zacatón, pulque. En estos casos las aportaciones que hacen las mujeres con sus actividades son imprescindibles para ir solucionando lo que se presente: la compra de bienes de consumo diario, como cebollas, aceite o pastas para sopas.

Generalmente no hay una exigencia por parte de las mujeres para que sus esposos resuelvan algún problema económico o hagan aportaciones de dinero para la casa. Se da por hecho que así es y se acepta de buen grado como suficiente que los hombres sean buenos y responsables incluso se celebra haber tenido suerte de contar con un marido que no las golpea.

La asunción y cumplimiento de las tareas define lo que implica ser mujer o hombre y, como sucede en otros ámbitos, la regla indica que con mucho menor frecuencia las mujeres dejan de realizar lo que les corresponde o lo que se espera de ellas. Es decir, las mujeres se encargan de los hijos pequeños, la preparación de alimentos, la venta del pulque, las compras de lo necesario para comer o para vender si tienen negocios, en cuyo caso, la atención del negocio siempre está bajo la responsabilidad de ellas, aunque en muchos casos se apoyan en la ayuda de los hombres (esposo, hermanos o hijos) quienes compran en la cabecera municipal o en La Merced1 las mercancías y las materia primas que requieren para vender. Muchas de estas actividades son además compartidas con los hijos e hijas.

Pese a su gran actividad, su aparente independencia de acción y movilidad física: ir de compras a la cabecera municipal o a otros pueblos, o salir constantemente a vender, la relación de las mujeres con los esposos o hijos varones mayores es de subordinación. Una mujer puede parecer agresiva, independiente, valerse por ella misma e incluso tomar algunas decisiones importantes, pero siempre queda en espera de la sanción final del hombre, cuya fuerza moral impone el orden donde se necesita y, físicamente, puede imponerse a través de una reprimenda o de una golpiza. En muchas ocasiones la familia entera oculta las agresiones físicas del jefe de familia, y si la mujer llega a estar en cama a causa de golpes, dicen que se ha caído de una escalera o del camión o en actividades domésticas. Durante el trabajo de campo este tipo de situación se presentó con más frecuencia entre parejas de esposos o concubinos mayores de 50 años. Entre las parejas más jóvenes, cuando hay agresiones físicas por parte de los hombres, hay una tendencia a aumentar el número de denuncias ante el delegado, quien se ocupa de reconciliar a los esposos y hacerles prometer que no habrá reincidencia.

La institucionalización de muchos aspectos de la vida va construyendo un orden social significativo para quienes lo viven, para quienes lo experimentan, y lo comparten. Por supuesto no es suficiente señalar que la vida social es únicamente producto de una institución erigida a partir de la simple habituación a situaciones particulares. Las reglas de funcionamiento social son producto de la comunicación constante entre los miembros de una cultura o de un grupo y cuyo conocimiento se presenta como algo natural porque así se ha vivido y se ha percibido. Implica de alguna manera una interiorización de experiencias, espacios, formas de acción, roles y concepciones que se sostienen a partir de la comunicación y la interacción con los cercanos: familiares, amigos, vecinos; así como con gente con la que se tiene poca relación. Esta comunicación constante permite construir, y aceptar un mundo particular, un imaginario social que se afianza en la conciencia y lleva a las personas a actuar y participar de acuerdo con su entorno y su momento. La familia, entonces, se reconoce como un ámbito creador de significados no sólo de género sino de significados respecto del trabajo, las relaciones, la moral, a partir de su influencia en la formación emocional, intelectual y en general del desarrollo personal de sus miembros.

Las relaciones entre los miembros de las familias mazahuas se presentan como una especie de acuerdos tácitos en los que cada uno sabe lo que se espera de ella o de él. Las mujeres realizan las actividades de la casa, de la parcela o del comercio según sus costumbres y la organización que se da al interior de su grupo familiar. A la vez, asumen el papel subordinado al hombre en un sentido moral que les indica cual debe ser su forma de comportamiento y les permite asumir su compromiso de esposas, madres, suegras, abuelas: como madres deben amamantar a los hijos e indicarles tareas de acuerdo con su sexo y su edad. Por ejemplo, las niñas deben comenzar a ayudar en los quehaceres de la casa y la preparación del maíz y las tortillas a partir de los 10 u 11 años. Como esposas deben estar en casa cuando el hombre llega a ella y demanda comida y atención. Como suegras y abuelas suelen ser las consejeras para la solución de conflictos conyugales, ya que en muchos casos en sus primeros años de vida la esposa va a vivir a la casa familiar del hombre y queda subordinada a la familia del esposo. Incluso en los casos en que la pareja vive en una casa separada, la relación con la familia de él es de tal influencia que las conductas de los esposos son constantemente sancionadas -tanto negativa como positivamente- por la familia política. A pesar de que las mujeres casadas viven periodos largos sin sus esposos, la obediencia, el recato sexual y el cumplimiento cabal de lo que se espera que hagan es condición de estabilidad y tranquilidad de su vida diaria. La trasgresión a las normas y a lo establecido supone también la aceptación de las sanciones correspondientes tanto por parte de sus hombres-esposos o hijos, como de los otros miembros del grupo social.

De acuerdo con Berger y Luckmann (1991), la realidad se presenta como natural, las acciones, las formas de comportarse y las expectativas se dan por sentadas es decir la vida se presenta como una realidad objetivada en la medida en que las cosas eran así cuando los sujetos nacieron y seguirán siendo cuando mueran. Pero el sentido de esta realidad objetiva es posible sólo en tanto que las experiencias son compartidas y forman parte de un proceso continuo de comunicación y de resignificación que sostiene el sentido de esa realidad. En otras palabras, el mundo en el que tiene lugar la vida común de la gente, sus acciones diarias, aparentemente insignificantes pero cargadas de significado, es siempre resultado de actividades humanas. Que la vida y su contenido aparezcan como algo fuera de la decisión de las personas y que continúe aún después de su muerte no significa que la realidad objetiva de la cual somos parte exista independiente de las acciones humanas. Es creación y recreación permanente de las personas que la construyen, la interpretan y la transforman continuamente con sus actos. Procesos que adquieren sentido en contextos sociales específicos. Así, la experiencia y vivencias personales se entrelazan con acontecimientos colectivos y expectativas personales.

Las mujeres mazahuas conversan entre ellas de manera extraordinariamente extrovertida, especialmente en su lengua, para contarse los problemas que tienen con sus esposos o sobre lo que venden; acerca de las experiencias de sus hijos o hijas en México. Pero estas conversaciones no se realizan en sus casas, sino cuando se encuentran en la plaza, en alguna tienda o esperando los autobuses que les llevan y traen de San Felipe. Hay entre siete y ocho corridas diarias de autobuses que salen del pueblo diariamente a partir de las seis de la mañana y con intervalos de una u hora y media. Para las personas que abordan los camiones la espera de la salida de alguno de ellos es, a diario, motivo de reunión en la plaza hasta por 30 o 45 minutos, tiempo que se aprovecha para conversar e intercambiar saludos. Es común ver a las mujeres, solas o con sus hijos, reunidas fuera de alguna tienda alrededor de la plaza tomando cervezas y comiendo golosinas mientras parte el camión.

En general, la relación de las madres con sus hijos está conformada por la obligación que tienen de darles ciertas órdenes para que hagan algo por ellas, como ir a comprar cosas o delegar alguna actividad doméstica. Esta organización incluye la división del trabajo por edades; por ejemplo, el cuidado de los animales y el pastoreo es una actividad infantil. Las niñas o niños deben sacar a los borregos, que permanecen encerrados en un corral pequeño de madera, y llevarlos al monte. Esta es una actividad que actualmente realizan además de ir a la escuela. La gran mayoría de los señores y señoras casados recuerdan que su vida antes de casarse era en el monte, con los animales y sin haber asistido a la escuela. Yo crecí cuidando, se refiere invariablemente a haberse hecho cargo de los animales. Incluso hay personas que dicen no haber vivido con sus padres, para señalar que salían temprano de su casa con los animales, permaneciendo hasta entrada la tarde fuera de la casa. Para las mujeres, el cumplimiento de esta actividad se interrumpía en el momento de ser raptadas o casarse. Usualmente la alusión a la vida de casadas refiere una ruptura fuerte entre sus experiencias de niñas y las de adultas.

Pero la diferencia entre las actividades reales o posibles propias para las mujeres, se identifican no sólo por lo que hacen, sino también por lo que no les corresponde hacer. Tal sería el caso de suponer que es más importante que vayan a la escuela los hombres y no las mujeres, o que la comida se privilegie en cantidad y prioridad para los varones; es decir, ellos comen primero y lo que sobra es para ellas.

La situación de las mujeres en el ámbito de las familias mazahuas es relevante en la medida en que la actividad femenina en el medio familiar de los mazahuas es destacada. Son ellas quienes, amén de asumir aquellos quehaceres que tradicionalmente les han sido asignados, tales como la solución de los problemas alimentarios y el cuidado de los hijos, en muchos casos también atienden los quehaceres de producción agrícola y las actividades comerciales, como la venta de animales o pulque. Ante situaciones en donde las migraciones masculinas son altas, es común que la carga familiar, no sólo de cuidados, sino de manutención sea asumida por la madre o la mujer que queda al frente de la casa.

En el caso de la gente de Pueblo Nuevo, la movilidad física hacia otros lugares, dentro de su municipio o fuera de él, es igualmente factible tanto para hombres como para mujeres adultos, así como para gente joven, independientemente del sexo, ya que siempre hay una persona cercana con quien establecer un contacto para emigrar (redes). Sin embargo, es pertinente señalar que para las mujeres hay factores de mayor peso que otros que permiten decir alejarse de la casa temporalmente o abandonar el pueblo de manera permanente. El hecho de que todos los hijos se hayan quedado a vivir fuera del pueblo o, en caso de mujeres jóvenes, cuando se van con la madre o familiares. Además, estén ausentes o no los hombres del lugar, la participación de las mujeres en las actividades económicas es importante, pues cuando no se alquilan de lavanderas o ayudantes domésticas con gente del mismo pueblo, practican el comercio ambulante en los barrios, durante las fiestas o en el panteón del pueblo.

La construcción de género se relaciona con una serie de reglas de convivencia entre hombres y mujeres, pero también entre generaciones. Los estereotipos propios de los papeles entre sexos comprenden una serie de actividades propias de hombres y de mujeres.

El trabajo productivo es una actividad que realizan los hombres desde los ocho o diez años de edad. Como en la mayoría de las zonas rurales, las mujeres adultas participan de este tipo de trabajo cuando los esposos están fuera de la comunidad o la mujer es viuda. Se considera una forma ideal del manejo de la economía familiar que la esposa no participe en las labores agrícolas pues "para eso tienen marido", pero que a su vez cumpla con los deberes que le han sido conferidos por la tradición familiar: tener los alimentos listos a la hora y en cantidad adecuada para cuando los hombres llegan a comer, así como adiestrar a las hijas que se encuentran en edad (desde los 11 o 12 años) de asumir las tareas de una mujer. Esto, sin embargo, es más un estado deseable que no siempre se cumple pues frecuentemente las mujeres participan por igual en las labores del campo, estén o no ausentes los hombres. Cuando faltan los hombres en la casa porque salieron a trabajar fuera de la comunidad o porque han muerto, las mujeres pueden asumir las tareas que les corresponderían a ellos sin dificultad pues están familiarizadas con ellas. Por el contrario, los hombres jamás realizarán alguna tarea femenina en caso de faltar la esposa o las hijas. En caso de viudez, generalmente queda alguna hija o nuera que se hace cargo del padre o suegro, en su defecto, no importa la edad, el hombre solo suele buscar otra pareja que se ocupe de él para que tenga ropa y comida apropiadas.

Paradójicamente, la existencia de un gran número de madres solteras no representa un problema moral ni social para la gente de esta comunidad. Una mujer puede seguir soltera y tener dos o más hijos del mismo o de diferente padre (en algunos de estos casos el padre no es del mismo pueblo). El verdadero problema de comportamiento moral tiene que ver más con la forma pública en que las mujeres se relacionan con los hombres. Es decir, que una mujer se exhiba en conversaciones públicas con los hombres es motivo de sanción moral ya que la gente conversa mucho entre grupos de mujeres y grupos de hombres, nunca de una a uno. Hablar directamente con un hombre, una vez o reiteradamente, es mal visto y significa que existe entre ellos alguna relación afectiva no aceptada, a menos que sean parientes cercanos como hermanos, tíos o sobrinos.

Por otro lado, las mujeres siempre estarán sujetas a una autoridad masculina ya sea el padre, el esposo o los hermanos mayores e incluso los hijos, quienes al formar una familia propia y convertirse en jefes de familia, adquieren cierta autoridad moral para con la madre y las hermanas aunque sean adultas. Los hombres adultos se convierten en protectores de las mujeres de su familia con una autoridad compartida entre ellos (padres, hijos y yernos). Es una autoridad incuestionable ya que se acepta su ejercicio incluso a través de golpes y es justificada por las mujeres que, desde su perspectiva femenina, no han cumplido con sus actividades asignadas.

Actualmente la aseveración de Forero (1996) "(que)... los varones son quienes detentan la propiedad, ejercen la autoridad y monopolizan las funciones políticas y religiosas de la comunidad", está siendo un poco matizada, al menos en el caso de Pueblo Nuevo. Ellas participan en política, son propietarias de tierras o negocios, reciben apoyos gubernamentales, heredan tierras, casas o mayordomías.

En 1994 ocupó la delegación del pueblo una señora que resultó electa como resultado de una campaña y en un proceso sin precedentes para la designación de ese puesto. Para el período 1994-1997, en asamblea comunal se eligió a un delegado quien, ante las manifestaciones de inconformidad por su elección, decide renunciar y proponer, junto con un grupo de aliados, a la señora que ejerció el cargo durante tres años. Por primera vez se organizó un proceso de voto directo y secreto en el que las papeletas se depositaron en botes a manera de urnas. Lo sobresaliente de la campaña consistió en ir de casa en casa para indicar a las personas que debían votar eligiendo tarjetas del color que se le asignó a la candidata, en caso de que los electores no supieran leer. Además se recurrió a convocar a la gente "de México", es decir, a los comerciantes que son nacidos en Pueblo Nuevo, pero que ya no viven ahí, ya que la señora y algunas personas de su equipo de apoyo pertenecen a aquellos que viven parcial o totalmente fuera del pueblo. Estos recursos permitieron la victoria de la señora con cierta facilidad.

Evidentemente, los valores morales en relación con los valores de género se conservan y la participación activa que las mujeres ejercen en distintas actividades no implica que se desprendan de los primeros. Las mujeres que trabajan en las actividades agrícolas, en el comercio o alguna actividad doméstica asalariada están tan sujetas a las sanciones morales y masculinas como aquellas que permanecen en el hogar, ya que la decisión por el trabajo no es siempre tal. Es decir, las mujeres trabajan por una necesidad estructural más que por un cambio en la concepción de papeles de género. El trabajo, de hecho, se convierte en una carga extra, como sucede generalmente con las mujeres en las ciudades que se han incorporado al trabajo asalariado. En este sentido, algunos de los valores morales se ven incluso reforzados ante la necesidad de salir y exponerse a los ambientes extra familiares.

Por otro, lado, hay mujeres viudas que se encargan de las tierras del esposo y cuyos hijos, a veces, no viven en el pueblo. Hay familias donde sólo nacieron hijas. Otros casos en los cuales dos o tres hijas menores se convirtieron en madres solteras o no se casaron y están a cargo de la casa familiar, en la cual vive el padre, y cuyos hijos mayores no están interesados en las tierras de cultivo porque se han establecido fuera del pueblo. En casos como estos, y a partir de la tendencia creciente a legalizar las propiedades, es de esperarse que la herencia hacia las mujeres se vea sujeta a modificaciones que obliguen a su reconocimiento y respeto.

Algunas mujeres se saben en desventaja por su condición genérica y a la vez comienzan a reconocer la importancia de defenderse, lo cual se manifiesta en el hecho de que es cada vez más frecuente la denuncia de violencia y agresión por parte del esposo; situación que indudablemente obedece a condiciones de contacto externo a través de los medios (radio o televisión) que difunden los derechos de las mujeres y, por supuesto, a través de las experiencias de la migración.

 

Conclusiones

De acuerdo con el objetivo central de este trabajo, es posible señalar que los efectos resultantes de la migración temporal o permanente de los miembros de un grupo familiar en la dinámica de aquellos que se quedan, se manifiestan fundamentalmente en aspectos de consumo, expectativas y escasamente en las relaciones de poder al interior de las familias. Empero, existe una identidad genérica femenina en movimiento o transición que responde a la necesidad real de enfrentarse a la ausencia de los hombres y asumir una serie de actividades que no les corresponden de hecho, pero que les son obligadas, paradójicamente, por su condición de mujeres que echan mano de cualquier estrategia o práctica que les permita sacar adelante a la familia.

Esta lenta transformación de la identidad genérica en razón de los cambios incorporados a la vida cotidiana de las mujeres no muestra señales de una autonomía absoluta pues se puede ser fuerte, no dejarse del esposo e incluso exigir algunas consideraciones especiales, pero debido a que se cumple con el papel de esposa se está en casa cuando el varón llega, se le tiene la comida a tiempo y la ropa lista.

Las mujeres únicamente reconocen su liderazgo al interior de su grupo familiar si el esposo, padre, hermano o cualquier otro varón que represente autoridad ha muerto. En caso de ausencia temporal corta o prolongada de los hombres o la presencia de un anciano o un discapacitado, siempre lo reconocerán como representante de la jefatura de su familia, no importa si ellas son las responsables de la manutención del hogar y de la toma de decisiones en su dinámica interior.

En lo material, los efectos más importantes de la migración en la familia se perciben en el consumo de bienes materiales: arreglo de casas y oratorios, adquisición de vestido y calzado y elección de alimentos diversos.

Por último, es necesario señalar que otro efecto destacable es la generación de expectativas que se han ido construyendo desde hace al menos cinco o seis generaciones de migrantes y las cuales han conllevado el desplazamiento de elementos étnicos de identificación como el idioma, el vestido de las mujeres, las formas de unión de parejas y conformación de familias, el arraigo a la tierra, en fin, todas aquellas expresiones culturales que son reflejo de una interpretación del mundo vivido.

 

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Nota

1 Un mercado popular muy grande en la Ciudad de México.

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