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Agricultura, sociedad y desarrollo
versión impresa ISSN 1870-5472
agric. soc. desarro vol.7 no.2 Texcoco may./ago. 2010
La administración del agua en un centro urbano colonial: la ciudad de Puebla en el Siglo XVII
Water management in a colonial urban center: the city of Puebla during the 17th Century
Celia Salazar-Exaire
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Av. Ejércitos de Oriente s/n, Unidad Cívica 5 de mayo, Puebla, Tel. 01 222 235-14-78. (cexaire@hotmail.com)
Resumen
Puebla, la segunda ciudad en importancia del virreinato, se constituyó en un centro urbano de gran relevancia para la Nueva España durante el siglo XVII, en el cual su población requirió del servicio de agua corriente para solucionar las necesidades básicas de la vida diaria. En este trabajo se presenta un análisis de la localización de las fuentes de agua disponibles, las formas de conducción y distribución del líquido, para conocer los problemas a los que se enfrentaron las autoridades coloniales para dar solución al requerimiento de agua de la población que habitaba en Puebla durante el segundo siglo de la vida colonial.
Palabras clave: Conducción del agua, distribución del agua, mercedes reales, México, otorgamiento de agua, siglo XVII.
Abstract
Puebla, the second most important city during the colonial period, became an urban center of great relevance for the New Spain during the 17th Century, when the population required running water services to solve basic needs of daily life. In this article, we present an analysis of the location of available water sources, and ways of conduction and distribution for the liquid, in order to understand the problems that colonial authorities faced when responding to the population's water requirement in Puebla during the second century of colonial life.
Key words: Water conduction, water distribution, royal grants, México, water assignment, 17th Century.
Introducción
La distribución del agua representa en la actualidad un gran reto para las autoridades, tanto de los centros urbanos como de las comunidades rurales, siendo un factor determinante para el bienestar de la población. En el siglo XVII, el garantizar que la población tuviera agua fue un proceso sumamente complicado, al igual que en los tiempos actuales, por la necesidad de ubicar los mantos acuíferos, además de contar con una infraestructura hidráulica adecuada para conducirla hasta el centro urbano. Esta responsabilidad recayó en las autoridades civiles, quienes tuvieron que enfrentar los problemas que con respecto al agua se presentaban en la ciudad de Puebla.
Es importante destacar que este periodo fue de gran prosperidad para la ciudad, pues se consolidó como el segundo centro urbano del virreinato, en el que la economía tuvo un desarrollo importante debido a la producción de manufacturas textiles, de la elaboración de embutidos y las altas cosechas trigueras de la zona de Atlixco. La ciudad de Puebla se definió en su estructura, con su plaza central, sus numerosas iglesias y sus calles rectas siguiendo el modelo de tablero de ajedrez.
Este trabajo tuvo el objetivo de analizar los problemas a los que se enfrentaron las autoridades de Puebla para hacer llegar el agua al centro de la ciudad y de esa manera garantizar el suministro del líquido a la población. La metodología que se ha empleado está basada en la investigación documental en fuentes de archivo y bibliografía.
Dentro de la producción historiográfica sobre Puebla varios cronistas, tanto de la época colonial como de los siglos XIX y XX, han dedicado algunas páginas al estudio de las características de los mantos acuíferos y a la forma de conducción y distribución del agua, (Alcala y Mendiola, 1991; Bermudez de Castro, 1980; Fernández de Echeverría y Mariano Veitya, 1962; Leicht, 1986). Algunos investigadores contemporáneos se han abocado a estudiar aspectos del agua en la Puebla de los Ángeles en diferentes periodos históricos; entre ellos, Alberto Carabarín (Carabarín, 2000) ha realizado el estudio del agua en el siglo XVI entre 1531 y 1555, donde se analizan las técnicas empleadas para introducir el agua desde los principales manantiales ubicados al oriente del Río San Francisco hasta el centro de la Plaza Pública y la organización administrativa que permitió que los conocimientos tecnológicos se pusieran en práctica, resaltando la actuación del regidor don Luís de León Romano, funcionario de la ciudad que se hizo cargo de una de las obras hidráulicas implementadas en la Puebla de los Ángeles.
Los estudios, también contemporáneos, de Rosalva Loreto (Loreto, 1994) han abordado aspectos de la distribución del agua en la ciudad en el siglo XVIII, tomando a los conventos establecidos en Puebla como ejes rectores de la distribución del agua a los vecinos, dado que estas instituciones generalmente contaron con una fuente o pila de agua, donde además de solucionar las necesidades del líquido propias de su institución, sirvieron para abastecer a la población.
Sonya Lipsett (Lipsett, 1993) ha contribuido a dar una explicación a la problemática de la dotación de agua a la ciudad, y cómo este elemento natural y vital se fue constituyendo en un medio para tener mayor prestigio y poder dentro de la sociedad poblana.
La importancia de estudiar las formas de acceder al agua en una ciudad de antiguo régimen, radica en que en estas sociedades la dependencia de los recursos naturales es muy fuerte. Esta relación con la naturaleza ha influido en la organización social, debido a que el abasto del líquido requiere de una organización social y de la puesta en práctica de una estructura jurídica que norme, tanto la forma de construcción de los cauces del agua, como la manera de dotar del líquido a la población, siendo un servicio que dependía de las autoridades de la ciudad.
La localización de las fuentes de agua
En la ciudad de Puebla el agua era de dos calidades: potable y sulfurosa. Los manantiales de agua dulce, de los que bebía la población, se encontraban al nororiente de la ciudad; uno de ellos era el que se localizaba al pie del cerro de Belem (Fernández de Echeverría y Mariano Veitya, 1962) cerca del convento de San Francisco y que se les había mercedado a los frailes franciscanos en 1558. Otro manantial se ubicaba al sur del convento de San Francisco, en un lugar conocido como La Huerta de Pescaditos.
Uno de los manantiales más importantes era el que nacía cerca de la salida a Tlaxcala, llamado de la Cieneguilla, que estaba al poniente del Cerro de Belem, pues de él se surtía gran parte de la ciudad.1 Otra fuente de agua se encontraba ubicada al sureste de la traza urbana, y que fue otorgado al Convento del Carmen en 1586, donde anteriormente se ubicaba la ermita de los Remedios.
En la Hacienda de Amalucan, al oriente de la ciudad, también nacía un manantial que fue mercedado a los sacerdotes Jesuitas, quienes costearon la construcción de la atarjea que llegaba hasta el Colegio del Espíritu Santo cruzando el río. Existía otro manantial en el barrio del Alto de San Francisco, conocido como el Agua Santa, que no era muy abundante, pero por estar en el lecho del río no era posible conducirlo y sólo se usaba para lavar ropa. En este sitio se construirían los lavaderos de Almoloya.
Los manantiales de agua sulfurosa se ubicaban en el poniente de la traza urbana; entre ellos destacan el ojo de agua de San Pablo a una altura de 2158 m, el manantial de Rancho Colorado a 2176 m y el llamado Del Matadero, que se ubicaba al poniente del actual templo de San Agustín y otros tres ojos de agua que nacían cerca de la parroquia de San Sebastián. Este tipo de agua se utilizaba para el riego de huertas y para baños medicinales (Fernández de Echeverría y Mariano Veitya, 1962).
"Las más cercanas a las casas son de agua algo gruesa y salobre, y por esto no se tiene en tanto como las otras fuentes, que están de la otra parte del arroyo de los molinos, donde ahora está el monasterio de San Francisco. Estas son muy excelentes fuentes, y de muy delgada y sana agua; son ocho o nueve fuentes; algunas de ellas tienen dos y tres brazadas de agua" (Benavente, 1979).
Es importante mencionar que, además de los manantiales, existían tres ríos que regaban a la ciudad: el Atoyac, que la rodeaba por la parte del nor-poniente; el San Francisco que más bien atravesaba al centro urbano dividiendo la traza española de los barrios indígenas, y el Alseseca, que limitaba la ciudad por la parte oriental. El agua de los ríos era utilizada para activar molinos de trigo, facilitar las labores de los obrajes y favorecer el proceso del curtido de pieles. El río San Francisco era utilizado como desagüe aprovechando su nivel más bajo en la topografía de la ciudad.
La conducción
En el proceso de fundación de la ciudad de Puebla, los encargados de realizar la edificación se enfrentaron a un terreno que debía ser transformado para uso urbano. Se trataba de un paisaje natural introduciendo en él cambios provenientes de una concepción cultural diferente, y una de esas variaciones tuvo que ver con el agua. Se debía dotar de una infraestructura que permitiera el aprovechamiento del agua, cuyas bases estarían sustentadas en la influencia árabe de la Península Ibérica con elementos técnicos de origen musulmán, introducidas por los españoles con el objetivo de satisfacer las necesidades básicas de la población.
En la construcción de la ciudad de la Puebla de los Ángeles, después de la cuadrícula y la división de las primeras manzanas con sus ocho solares cada una, los fundadores se preocuparon por abastecer de agua a la población que la habitaría.2 Para dar solución al proceso de conducción del agua, ya investigada la localización de los mantos acuíferos y conocidas las fuentes de agua disponibles, los esfuerzos se abocarían a resolver el mecanismo de conducir el agua por las calles de la ciudad para el abasto de los habitantes y la manera de distribuir el líquido. Este trabajo requería de una planificación conjunta, en la que era indispensable la participación tanto de las autoridades como de una parte de la población, que aplicarían una forma cultural del aprovechamiento de los recursos naturales existentes (Bohem de Lameiras y Sandoval Manzo, 1999).
Para hacer posible la conducción del líquido, el primer paso era realizar la construcción de un aljibe o almacén que obstruyera el curso natural del agua y que permitiera contenerla antes de ser conducida a un surtidor para después enviarla por los caños a la ciudad3. Estos depósitos se levantaban en el lecho mismo del manantial o fuente de agua, a partir del cual se realizaba su conducción, ya que de aquí salían los canales de distribución.
La planeación de la obra hidráulica tuvo objetivos precisos y se debieron reunir esfuerzos tanto de las autoridades como de las personas calificadas para realizar el trabajo, ya que era preciso poner en práctica conocimientos adquiridos por la experiencia y que constituirían una transformación del paisaje (Bohem de Lameiras y Sandoval Manzo, 1999).
La primera obra hidráulica que se hizo para introducir el agua al centro de la ciudad data de 1545 y estuvo a cargo de Hernando Caballero; esto no quiere decir que posteriormente no se encontraran nuevas fuentes de agua. Así, en 1625, ante el descubrimiento de un nuevo manantial cerca de la madre de la Cienguilla, el obrero mayor Lorenzo Rodríguez Osorio se hizo cargo de la construcción de una presa como la mencionada, también llamada caja nueva de agua, que facilitaría la distribución.4
Este sistema hidráulico, -presa y surtidor- tiene antecedentes en las instalaciones de origen romano muy comunes en la Península Ibérica, mismo que se siguió utilizando durante la dominación árabe (Icaza Lomelí, 1992). Esta construcción debía contar con pretiles altos para impedir que el agua llovediza entrara al estanque y evitar que se contaminara (Pavón Maldonado, 1990). A partir de esta instalación se iniciaba la construcción de la cañería nueva en la que se había proyectado tener 150 varas5 de largo desde el estanque hasta la ciudad.
En la Puebla del siglo XVII, la red de cañerías que venía de La Cieneguilla, entraba por la parte donde se ubicaban los hornos de cal y conducía el agua en forma casi recta pasando por la actual iglesia de Nuestra Señora del Refugio hasta llegar a la primera caja de agua que se construyó dentro de la ciudad (Leicht 1986), posiblemente es la que en algunos documentos aparece como el almacén real y donde en la actualidad se conserva una placa que alude a su origen (en la esquina de las actuales calles 5 norte y 16 poniente). Hasta esta caja, el agua corría a cielo abierto por una acequia que se construyó en forma elevada por medio de un arco. Al llegar a la actual iglesia de La Merced, cerca de donde se ubicaba el obraje de Tapia,6 se iniciaba la cañería que se empezó a construir en forma subterránea en medio de la calle que conducía el agua hasta la conocida pila de Carrasco,7 donde seguramente doblaba hacía el oriente hasta llegar a la iglesia de La Santísima Trinidad para dar vuelta nuevamente hacia la plaza pública, donde se construyó una fuente que servía para que los vecinos tomaran el agua, o bien los aguadores pudieran llenar sus cántaros para venderla a los habitantes de la ciudad (Figura 1).
El mecanismo para la construcción de las obras de la red hidráulica consistía en ofrecerlas en pregón a los interesados en hacerse cargo de ellas, quienes presentaban una propuesta de construcción con el cálculo de los costos. Las autoridades del ayuntamiento recibían sus propuestas y debían elegir lo que convenía más a la ciudad. Generalmente ésto se hacía al término del medio día, cuando las autoridades bajaban a los portales de la Audiencia para hacer el remate de la obra.8
En esta época fue necesaria la ampliación de la red hidráulica hacia el sur, por donde se estaba construyendo el Convento del Carmen;9 esta decisión seguramente obedeció a que se empezaba a poblar esta parte de la ciudad y el agua corría sin un cauce determinado, ocasionando daños a las calles. Se presentó una queja por parte de los frailes del convento de Nuestra Señora del Carmen por los daños que el agua estaba haciendo en las calle aledañas al convento, por lo que solicitaron, el 23 de Junio de 1600 que se mandara al obrero Pedro López Florín para aderezar las tres o cuatro calles por donde se derramaba el agua que venía a dar a la calle de Nuestra señora de los Remedios (El Carmen) para que no siguiera creando perjuicios.10
Dado que los costos por las obras de las cañerías, cajas y pilas eran elevados, se acordó en marzo de 1602, que todos los vecinos de la ciudad que solicitaran mercedes de agua para sus casas deberían pagar 300 pesos de oro común para gastos, y que además la cantidad que se debía otorgar no debería exceder a la paja de agua sin remanente.11
Esta nueva red hidráulica iría a través de la calle desde la plaza pública hasta la plaza del Convento del Carmen12, y coincidía con el camino real que iba a Atlixco, es decir por la actual calle 16 de septiembre. Mientras que las obras del nuevo caño avanzaban, varios vecinos de esta parte de la ciudad presentaron peticiones de mercedes de agua para tener la facilidad de contar con ella en sus casas.
La distribución
Desde su fundación, las ciudades coloniales estaban bajo el poder de los ayuntamientos formados por el alcalde mayor y los alcaldes ordinarios, quienes eran apoyados por una serie de regidores que se encargaban de asegurar que la ciudad contara con todo lo necesario13. La forma de distribuir el agua era decidida en las reuniones de cabildo, por tanto era privilegio de sus integrantes determinar a quién se le daba la facilidad de contar con agua en sus casas y a quién no. Al tener esta prerrogativa, los funcionarios se beneficiaron con esta ventaja dotándose ellos mismos del líquido; así la asignación de derechos sobre el agua significaba la posibilidad del grupo hegemónico de controlar la posesión de este recurso natural, adquiriendo mayor poder.14
Para obtener una merced real de agua, las personas que poblaban la ciudad de Puebla debían constituirse como vecinos,15 para tener el líquido necesario y satisfacer sus necesidades, una vez que tenían su registro de vecindad, podían solicitar una merced real de agua. Se le llamaba merced a la cesión que el Rey hacía de los bienes que le pertenecían. Dado que los recursos naturales de la Nueva España eran propiedad del Rey, y él por su derecho podía ceder estos bienes a sus vasallos. Esta solicitud era presentada en la sesión de cabildo, una vez analizada tomando en cuenta la cantidad que se requería y su ubicación; se mandaba al obrero mayor del agua para que hiciera la vista de ojos16 y determinara si las condiciones de los manantiales y cursos permitían que se hiciera la merced. Si era posible otorgar la merced se daba respuesta afirmativa a la petición en un cabildo subsiguiente.
"Merced de agua a Antonio Nuñez Franco... Pide una paja de agua en la caja que se ha de hacer en la esquina del canónigo Alonso Fernández de Santiago para de allí llevarla y meterla en las casas de Gabriel Caballero mi compadre por ser una posesión como el principal y tener dentro de las dichas casas gran cantidad de indios y negros...".17
El agua como parte de los bienes reales solo se podía ceder, no se podía vender, sin embargo, para dotar de agua a algún vecino se requería hacer obras de infraestructura que si se cobraban, por lo general tenían un costo de 300 pesos al inicio del siglo XVII.
Este pago no todos los vecinos lo debían aportar, pues estaban exentos los funcionarios del ayuntamiento y los miembros del clero. El 25 de enero de 1602 se acordó que a monasterios y conventos se les otorgaran medio real de agua;18 y el 30 de marzo de 1602, se estableció que a los regidores de cabildo se les podía dar una paja de agua con su remanente sin tener que pagar nada por ella.19
La cantidad que se concedía comúnmente era la de una paja20 de agua para los servicios de una casa, como se establece en el siguiente acuerdo:
"Este día se acordó que las mercedes que se hicieren a las casas de los vecinos de esta ciudad del agua que ahora se trae a la plaza y pila de ella no pueda ser más de una paja de agua se ha de dar a la ciudad por dicha paja de agua trescientos pesos de oro común y no menos para gastos de las aguas".21
Para llevar un control de las obras de la traza del agua y los repartimientos que se hacían en la fuente pública, se acordó llevar un registro puntual de las obras hidráulicas que se realizaran en la ciudad. Se establecía que la medida del real fuera la base, y de allí seguirían las subdivisiones.
"... cada real se reparta en ocho piezas poniendo el repartimiento de cada caja en el margen y del medio tomín y cuartillo para que por esta medida se esté y conforme a la medida de este real se haga la medida de toda el agua que viene y que a todos los monasterios que está dada se haga repartimiento de medio real a cada uno de ellos así de frailes como de monjas y colegios sin que se les pueda dar más para que la ciudad vea el agua que tiene y lo que está dado a los conventos y colegios y la que le queda para la plaza principal y las demás plazas y repartimientos que convenga"22 (Figura 2).
Para que la medida del agua fuera mejor tomada, se incluyó en el documento del dibujo de la data correspondiendo a círculos con diferente medida.
Al estar exentos del pago por los servicios del agua, se incrementaron las solicitudes de los miembros del cabildo para obtener agua para sus casas. Así vemos que los requerimientos que se presentaron ante el cabildo entre 1600 y 1620 llegaron a 50 peticiones.
Para regularizar las dotaciones de agua a las instituciones religiosas, se pidió a todos los colegios y conventos que exhibieran sus títulos de merced de medio real de agua en octubre de 1603. Parece que esta petición provocó que las instituciones que no habían sido beneficiadas con una merced, la solicitaran, así el racionero del Hospital de San Pedro, Joan Ortega se presentó ante el cabildo y reclamó que no se le había otorgado a dicho hospital merced alguna, a pesar de la necesidad que se tiene del agua.
Vista esta petición, el cabildo accedió a otorgar una merced de agua pero no un tomín, sino de medio real como estaba establecido. El agua se llevaría de la caja que está en la cárcel pública de esta ciudad y se le pidió a Pedro López Florín hiciera la data en la caja.
Aprovechando esta nueva construcción que iba hacia el convento del Carmen, Miguel Jerónimo de Meneses, en nombre de la Santa Iglesia Catedral, propuso que se hiciera una caja de agua en las paredes de la dicha iglesia para que se tuviera comodidad para tomar el agua. Esta propuesta también contemplaba que los Colegios de Jesús Maria y San Juan, el convento de San Jerónimo y el Hospital de Nuestra Señora se vieran beneficiados, además de los vecinos que vivieran cerca, con la construcción de esta caja y alcantarilla,23 que se haría en la esquina de la puerta falsa de la catedral.
La petición fue examinada por el cabildo y aprobada, en consecuencia se mandó al albañil y obrero de la ciudad que hiciera esta caja y alcantarilla conforme lo propone la iglesia, y se establecía que se hiciera por donde en esa época se hacían los divinos oficios.
Al aprobarse la propuesta de esta obra, el Colegio de San Juan Evangelista solicitó medio real de agua de la esquina de la catedral de la ciudad y que va al Convento del Carmen. De la misma manera Gabriel de Arrieta, mayordomo del hospital de Nuestra Señora con advocación de San Juan de Letrán24 pidió medio real de agua de la misma data.
"Gabriel de Arrieta, mayordomo del hospital de la advocación de Nuestra Señora de monasterios, colegios y hospitales de esta ciudad a cada uno de medio real de agua para su sustento... suplico a vuestra solemnidad que haciéndose la dicha merced por entero permita y le de licencia para que del nuevo encañamiento de agua que va al monasterio de Nuestra Señora del Carmen de esta ciudad de la caja que está señalada en la esquina de la iglesia catedral de ella pueda el dicho hospital llevar y sacar y encañada su merced de agua y para ello se le haga nueva merced en esta conformidad".25
El medio real de agua que se le otorgó, como estaba señalado, se tomaría de la caja de la catedral y debía llegar a un pilar que se debía poner en la pared del dicho hospital donde la ciudad señalara y viere que convenía. En la esquina del hospital había un pilar que era público, en cuanto a este se pedía que se continuara con el servicio del agua porque de él se beneficiaban los vecinos de este barrio mediante la construcción de una pila donde cayera el real de agua que se le había otorgado.
Como es posible observar, la construcción del caño que iba hacia el convento del Carmen provocó que varios vecinos, clérigos y regidores de esa zona de la ciudad solicitaran agua para sus casas, aprovechando el acuerdo de cabildo en relación a que podían obtener algunos, medio real de agua y otros una paja, sin tener que pagar por ella.
Las personas que se asentaron en este centro urbano requerían de tener agua para uso doméstico y para manufacturas, pero a través del estudio pudimos constatar que quienes tenían oportunidad de contar con una merced de agua para sus casas, en un alto porcentaje eran personajes relacionados con el gobierno de la ciudad o con el clero. Observando los números de las 117 solicitudes de mercedes reales que se presentaron entre 1600 y 1699, 42 requerimientos fueron realizados por personal relacionado con el ayuntamiento, mientras que 19 fueron hechas por clérigos; datos que confirman la preeminencia del poder político y religioso en el acceso al agua.
Así tenemos, por ejemplo a Fernando Pacheco, vecino de Puebla, arcediano de la catedral de Tlaxcala,26 que había sido beneficiado con dos mercedes reales de una paja de agua cada una para el uso de su casa; a Francisco Díaz de Vargas27 que tenía el puesto de Alcalde ordinario dentro del Ayuntamiento se le otorgó también una paja de agua; de la misma manera al regidor Diego Carmona Tamariz28 se le mercedó medio real de agua.
La posibilidad que tenían los miembros del Ayuntamiento de distribuir el agua constituyó un instrumento de poder en manos de las autoridades, puesto que sirvió para fortalecer el dominio del grupo hegemónico, que estaba formado por descendientes de conquistadores y primeros fundadores de la ciudad (Fernández de Echeverría y Mariano Veitya, 1962), ya que tenían la facultad de distribuir el líquido, tanto para ellos como para los vecinos,29 así esta institución se convirtió en un campo de poder en torno al agua (Juárez et al., 2006).
De manera que el control del agua se constituyó en una forma de ejercicio de poder y dominio en Puebla (Sack, 1991), que fue aprovechado por los integrantes del ayuntamiento que desde el siglo XVI se avecindaron en la Ciudad de Puebla de los Ángeles, por ello podemos afirmar que el rasgo característico de la distribución del agua fue la desigualdad, puesto que se beneficiaron los sectores más privilegiados de la sociedad.30
La gestión de los recursos naturales para la solución del abasto de la ciudad era una de las funciones del ayuntamiento en las ciudades coloniales, así había una gran preocupación porque la población de la urbe tuviera el servicio de agua tanto en sus casas con tomas privadas como el acceso a fuentes públicas, además de que las instalaciones hidráulicas estuvieran en las mejores condiciones. Por ello cuando había lodazales, el ayuntamiento intentaba solucionar lo más pronto posible el problema, debido a que provocaba muchas molestias a los vecinos, por ello se mandaba que se hicieran oquedades en las tomas para que el agua que llegara a salir no corriera por las calles; en caso de que el agua fuera muy abundante se manda conducirla ordenadamente a las tomas de vecinos o en su caso al Río San Francisco, que en esa época servía como desagüe para la ciudad.
Otra preocupación que tenía activos a los funcionarios eran las quiebras y daños que continuamente tenía el caño por donde se conducía el agua al centro de la ciudad, por ello primero se pensó que para dar solución al problema lo que se necesitaba era cambiar toda la zanja por una nueva, sin embargo esto no fue posible, según vemos en los testimonios porque a pesar de que ya se había rematado la obra, no se llevó a cabo, provocando las quejas continuas por la falta de agua.
Para la solución de los problemas del agua el ayuntamiento había previsto contar con un fondo destinado a solventar los gastos provocados por los reparos de las instalaciones hidráulicas y la construcción de las nuevas obras que eran necesarias para dotar de agua a las diferentes zonas de la ciudad. Este fondo estaba formado con un impuesto conocido como de "las tres cuartillas" que se debía pagar por cada fanega de trigo, y que incrementaba los recursos de los llamados de propios. Los llamados de propios eran posesiones que el ayuntamiento tenía y que le servían para solventar algunos gastos generados en la administración de la ciudad, casas y terrenos. Sin embargo de este fondo, era común que las obras de gran envergadura fueran rematadas al mejor postor, como en las actuales licitaciones. En estos remates el que ganaba la obra ponía las condiciones, como en uno de los casos localizados en el que pide se le den veinte indios para emplearlos en la obra y se hacía responsable de realizar la construcción. De esta manera el ayuntamiento, en algunos casos, se auxiliaba de particulares para estar en condiciones de edificar las obras necesarias para la conducción y distribución del agua.
Conclusiones
El abuso de las autoridades de la Puebla de los Ángeles en la adjudicación de derechos sobre la tierra y el agua fue una constante que perduró desde el siglo XVI hasta los años en que se ubica el presente trabajo, pues en 1557 las autoridades en la Península Ibérica mandaron que Don Luis de Velasco, Virrey y Gobernador de La Nueva España realizara una visita a la Ciudad de Puebla, en la que solicitó a la autoridades del Ayuntamiento le mostraran los libros de cabildo para constatar la forma como estaban ejerciendo sus responsabilidades los funcionarios y observó lo siguiente
"... mande traer los libros del cabildo de esa dicha ciudad y por ellos me consto y averigue la deshorden y exseso grande que aveis tenido en repartir entre voz vecinos de esa dicha ciudad, y principalmente, entre vos los dichos regidores, muchas cavallerias y suertes de tierra, huertas y solares en términos de esa dicha ciudad, en perjuicio de la republica de ella, porque siendo como es ciudad, que cada dia se va poblando y se a de poblar y ennobleser mucho mas conviene y es nesesario que tengan solares cavallerias suertes y huertas para poder dar y repartir a los que de nuevo vinieren a vivir..."31
Como resultado de su visita, don Luis de Velasco ordenó que desde ese momento no repartieran los miembros del ayuntamiento solares, ni huertas, ni caballerías, entre ellos; de no obedecer el mandato se impondría una pena de cien pesos de oro para la Cámara de su Majestad y la suspensión del oficio que ocuparan los funcionarios;32 sin embargo este ordenamiento no se respetó pues continuaron los abusos.
Para la Corona esta concentración de bienes en las mismas personas que ejercían la autoridad en la ciudad era riesgosa, puesto que este grupo de funcionarios adquiría mayor poder económico, lo que en un momento dado podría convertirse en una fuerte competencia para el poder del Virrey en La Nueva España, además del fundamento al que se recurre, que podrían verse afectados los nuevos vecinos que quisieran vivir en la Ciudad de Puebla y para quienes ya no habría recursos que mercedarles.
Fuentes de información Primarias
Archivo General del Ayuntamiento de Puebla. Series de Actas de Cabildo y Expedientes.
Archivo General de la Nación, Ramo Tierras.
Secundarias
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1 AAP, Actas de Cabildo 5, f. 25.
2 Ya Felipe II establecía en 1573, en sus Ordenanzas de Población, que se procura tener cerca el agua y que se pueda conducir al pueblo. (González de Cossío, 1957).
3 AAP, Actas de cabildo Vol. 16, f. 255.
4 Este obrero mayor gastó en las obras 238 pesos en materiales y salarios de los trabajadores. AAP, AC 16, f. 255, 1625.
5 Vara: medida de longitud que equivale a 0.8359 m.
6 Seguramente estaba ubicado cerca de la actual iglesia de Nuestra Señora del Refugio.
7 La pila de Carrasco estaba ubicada en la esquina de la actual 2 poniente y 5 norte de la ciudad de Puebla.
8 AAP, AC 17, f. 164, 1629.
9 Actualmente ubicado en la 16 de Septiembre de 1702.
10 AAP, Actas de Cabildo 13, f. 111v.
11 AAP, Actas de Cabildo 13, f. 186v.
12 El convento del Carmen tiene su antecedente en la ermita que el regidor Hernando de Villanueva inició a la entrada de la ciudad por el lado sur, dedicada a Nuestra Señora de los Remedios en 1548. Esta ermita estaba atendida por el gremio de los sastres, que en 1554 erigieron una cofradía. En 1586 vinieron a Puebla los frailes carmelitas descalzos, quienes obtuvieron del Obispo Diego Romano la cesión de esta capilla, y además se les otorgó tres solares más para que construyeran su convento e iglesia.
13 El Ayuntamiento estaba formado por el alcalde mayor, los alcaldes ordinarios que eran dos y una serie de regidores: el procurador mayor, procurador de los pobres presos, obrero mayor, patrón de fiestas, alcalde de la alhóndiga, veedor de carnicerías, y dos comisarios de tierras. Además de estos funcionarios, los regidores elegían algunos cargos menores como el de mayordomo, abogado asesor, procurador en México, procurador en Madrid, alcalde de la alhóndiga, maestro mayor de arquitectura, el obrero mayor, el obrero de la cañería del agua, capellán de cabildo, dos maseros, portero, medico, cirujano, barbero y boticario de la cárcel (Alfaro Ramírez, 1994).
14 Estamos de acuerdo con la postura de que el agua no es solamente un recurso físico-ambiental, sino el resultado de una construcción social que en su aspecto político, su manejo y control representa una forma de ejercicio del poder y dominio. (Ramírez, et al., 2006).
15 La ley 14, Tit. XII, lib. IV recoge la disposición en 1578, citado por Solano, 1991.
16 Inspección ocular del sitio donde se localizaba el agua.
17 AAP, Actas de Cabildo 13, f. 242.
18 AAP, Actas de Cabildo 13, f. 178.
19 AAP, Actas de Cabildo 13, f. 187.
20 Paja: medida de agua, que es considerada como unidad en las mercedes de agua urbana, produce por un minuto un cuartillo o libra de agua, o 45 centilitros (Robelo,1908).
21 AAP, Actas de Cabildo 13, f. 189v.
22 AAP, Actas de Cabildo 13, f. 178.
23 La alcantarilla era un partidor de aguas, ya que una de las funciones que cumplía era la de separar el flujo del agua que corría por la cañería principal y hacerlo distribuir hacia cañerías derivadas (Carabarín Gracia, 2000).
24 Ubicado actualmente en la 7 oriente No. 413.
25 AAP, Actas Cabildo 13, f. 287v.
26 Cuando se mencione la Catedral de Tlaxcala o el obispado de Tlaxcala nos estaremos refiriendo al de Puebla, puesto que no fue sino hasta el siglo XIX cuando se cambió oficialmente el nombre.
27 AAP, Exp. 52, f. 26-26v.
28 AAP. Exp. 52, f. 30-30v.
29 De igual manera como ocurría en el siglo XVI en Canarias. (Macias Hernández, 1990).
30 Características que también se ha visto en el caso de la España de esta época (Pérez, 1990).
31 Archivo General de la Nación, Ramo Tierras, vol. 167-2, f. 254.
32 AGN Tierras, Vol. 167-2 f. 256.