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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.8 no.2 Texcoco may./ago. 2011

 

Artículos

 

Disputas del territorio rural: la Cholula prehispánica frente a la expansión de la Puebla colonial

 

Rural territory disputes: pre-hispanic Cholula in face of the expansion of colonial Puebla

 

José Alvaro Hernández-Flores, Beatriz Martínez-Corona

 

Campus Puebla. Colegio de Postgraduados. Km. 125.5 carretera México - Puebla La Libertad Cholula. 72130. (josealvarohf@gmail.com) (beatrizm@colpos.mx).

 

Resumen

En este ensayo se expone la recomposición territorial que han sufrido los municipios conurbados de la región de Cholula, en el estado de Puebla, México, como resultado de su vinculación con la capital del estado. Se parte de la conceptualización del territorio cholulteca, concibiéndolo como un espacio históricamente constituido. Se examinan relaciones sociales y patrones de dominación imperantes en las sucesivas etapas históricas de su desarrollo, que finalmente derivaron en la conformación actual del territorio.

Palabras clave: conflicto, crecimiento urbano, relaciones sociales y territorio.

 

Abstract

This essay exposes the territorial recomposition that suburban municipalities in the Cholula region, in the state of Puebla, México, have suffered as a result of their connection with the state's capital. We start from the conceptualization of the Cholula territory, conceiving it as a space that has been constituted historically. Social relations and domination patterns prevalent in successive historical stages of its development are examined, which finally derived in the current conformation of the territory.

Key words: conflict, urban growth, social relations and territory.

 

Introducción

En las últimas décadas, el crecimiento desordenado y acelerado de las ciudades ha impactado significativamente la estructura de los territorios ubicados en la periferia de las grandes urbes. El resultado de este proceso ha sido la conformación de espacios periurbanos, caracterizados por mantener un situación intermedia entre lo urbano y lo rural, espacios que están expuestos a cambios demográficos, económicos e institucionales que suscitan una gama muy diversa de respuestas locales.

La conformación de estos espacios periurbanos suele ir aparejada a la fragmentación territorial de los procesos productivos locales, así como a cambios importantes en el modo de vida, configuración identitaria, y prácticas sociales, resultados de la adaptación de los actores a los nuevos contextos. La ciudad de Puebla -ubicada a 130 kilómetros de la capital de la República Mexicana, México, D.F. - no es ajena a este proceso. En los últimos años ha experimentado un crecimiento urbano explosivo y desordenado.

La ciudad de Cholula, que existe desde tiempos prehispánicos, ha sido particularmente afectada por este proceso. Desde la fundación de la ciudad de Puebla en el siglo XVI, la cual supuso la pérdida de 30% del territorio cholulteca (González, 1985); hasta los recientes procesos expropiatorios inducidos por los procesos de industrialización y el auge del mercado inmobiliario, la dinámica de crecimiento urbano ha subordinado la dinámica productiva y social de las localidades aledañas, eminentemente rurales, a favor de los procesos urbanos e industriales de la urbe.

Lo anterior ha derivado en la conformación de un territorio heterogéneo donde las lógicas urbanas y rurales se confrontan cotidianamente. De esta forma, a pesar del dominio territorial que los actores urbanos ejercen en la actualidad subsisten, a lo largo de todo el territorio cholulteca, diversas prácticas sociales y productivas asociadas al modo de vida rural, las cuales a la vez que desempeñan un papel central en el desarrollo de estrategias orientadas a la reproducción social de los grupos domésticos, constituyen una forma de resistencia frente a la modernización avasallante impuesta por la dinámica de desarrollo urbano (Bonfil, 1973).

Este trabajo tuvo como objetivo principal hacer un recuento histórico del proceso de recomposición territorial que desde el siglo XVI han venido experimentando los municipios que pertenecen a la región de Cholula1 como resultado de su vinculación funcional con la ciudad de Puebla

El planteamiento central es que los cambios en la estructura social y productiva de los territorios en disputa, no sólo han subordinado los intereses de los actores rurales frente a los de los urbanos, sino que, además, han inducido el surgimiento e intensificación de procesos económicos, ambientales y sociales que ponen en riesgo las subsistencia y el modo de vida campesino en la región.

Por ello, el conflicto entre los ayuntamientos de Puebla y San Andrés Cholula -municipios que en los últimos quince años se han enfrascado en una disputa legal por la definición de sus límites territoriales- son solamente una expresión objetiva de la lucha por el territorio que ha marcado, desde hace cinco siglos, la relación entre Cholula y Puebla.

 

Cholula prehispánica: la conformación de un territorio señorial

Diversos estudios arqueológicos e históricos coinciden en afirmar que la zona donde actualmente se ubican las ciudades de San Pedro y San Andrés Cholula es una de las más antiguas e importantes de Mesoamérica. Su posición geográfica privilegiada -en el altiplano central mexicano- le permitió ser punto de conexión entre las diferentes rutas del México prehispánico (Matos, 2007; Solís y Velásquez, 2007). Se trata de un territorio que desde tiempos ancestrales ha estado poblado de forma ininterrumpida por diferentes grupos étnicos (Bonfil, 1973). Entre los grupos más antiguos destacan los olmecas preclásicos, cuyo florecimiento data de 1500 a.C., y quienes se consideran los pobladores originales de esta región.

Hay evidencia de que a inicios del periodo clásico (hacia 200 d. C.) la región de Cholula se vio sometida a una fuerte influencia teotihuacana. Fueron los teotihuacanos quienes fundaron la ciudad, estableciendo una fuerte relación cultural y espiritual con Teotihuacán (Nolasco, 1973). De ahí que, en el ocaso de esta última, Cholula heredara la tradición de "ciudad sagrada" adquiriendo una influencia que superó los límites del valle del Atoyac y que se extendió más allá del altiplano central.

En el siglo VIII d. C. los olmecas-xicalancas se establecen en la región. Este grupo ejerció un dominio territorial que se extendió durante tres siglos sobre todo el valle de Puebla y Tlaxcala. Diversas fuentes históricas coinciden en que la organización política de este grupo era de tipo dual (Kubler, 1968). En efecto, los olmecas conformaron en esta región un gobierno teocrático formado por dos sacerdotes, probablemente presididos por un consejo en representación de cada grupo o calpulli, que formaban una especie de confederación tribal que dominó una extensa área geográfica (González, 1972). La simbología religiosa de estos sacerdotes estaba representada por el tigre (Tezacozque) que tenía dominio de lo bajo y la tierra; y el águila (Amapane) que dominaba la altura, el agua y el viento. Ambos estaban relacionados con el culto a la madre tierra, a la fertilidad, y a la agricultura (González, 1985).

En el siglo XII d.C. arriban a Cholula los toltecas-chichimecas, grupo invasor de origen nahua que llegó a la región primero en calidad fugitivo, y que poco tiempo después se impuso militarmente a los olmecas-xicalancas.

Los toltecas-chichimecas fueron quienes dieron origen al nombre actual de Cholula llamándole "Tollan-Cholollan-Tlachihualtepetl", lo que se puede interpretar como "la gran ciudad de los que huyeron en donde está el cerro artificial" (González, 1985:46).

Es importante hacer notar que la derrota de los olmecas que habitaban Cholula no significó su desaparición total. Una vez sometidos, los olmecas-xicalancas se refugiaron en la parte sur de la gran pirámide, donde se les permitió seguir conservando en gran medida su identidad cultural y sus prerrogativas políticas y religiosas (González, 1985:21). Los toltecas-chichimecas se asentaron en la parte noroeste, formando cinco estancias o barrios que posteriormente abandonaron para construir su propio santuario a Quezatlcoatl, al norte de la gran pirámide, en el área que ocupa actualmente el convento franciscano de San Gabriel, en lo que hoy se conoce como San Pedro Cholula (Álvarez et al., 1992). El santuario de Quetzalcoatl se convirtió en el centro religioso más importante del altiplano central, convirtiendo a Cholula en un relevante centro de peregrinaje.

A partir de ese momento Cholula fue habitada por dos diferentes grupos étnicos que compartieron tierra, lenguaje y religión. Esta situación influyó sin duda en la organización territorial y en la distribución espacial del asentamiento cholulteca, el cual se dividió en distintas cabeceras organizadas de acuerdo con su origen: tolteca- chichimeca y olmeca-xicalanca. La convivencia entre ambos grupos dio lugar a un paulatino proceso de aculturación, cuya evidencia más notable fue la adopción del sistema político-religioso dual de los dos sacerdotes (Tezacozque y Amapane), por parte de los toltecas (González, 1985).

La hegemonía que ejercieron los toltecas-chichimecas sobre el valle de Cholula terminó en 1359 de nuestra era, año en que fueron invadidos y dominados por los huejotzincas procedentes del Valle de México (González, 1972). Un siglo después, los tenochcas asedian militarmente a Cholula y someten a los huejotzincas (Nolasco, 1973:24). En el Cuadro 1 se resume la historia de los diferentes grupos étnicos que ocuparon la zona antes de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo.

El análisis histórico de la composición demográfica de Cholula durante la época prehispánica permite elaborar algunas hipótesis en torno a diversos sucesos que tuvieron lugar durante la Colonia y etapas posteriores.

Cuando llegaron los españoles encontraron una población dividida en dos grupos étnicos (toltecas y olmecas), que si bien coexistían de manera relativamente pacífica, tenían divergencias en cuanto a su posición política frente al dominio mexica. Bien se sabe que las filiaciones genealógicas de muchas familias cholultecas estaban emparentadas con algunos linajes de Tlaxcala; mientras que muchas mujeres mexicas habían sido casadas con señores cholultecas como arreglos de compenetración política, lo que implicó incluso el establecimiento en Cholula de algunos grupos provenientes del valle de México (González, 2002). Las crónicas señalan que Cholula se encontraba dividida en seis grandes cabeceras indígenas de las cuales tres estaban a favor de Moctezuma, y tres en contra (Torquemada, 1969). Estas diferencias influyeron en el hecho de que los habitantes de Cholula fueran incapaces de ofrecer una postura firme, sólida y homogénea frente a los conquistadores españoles (Gallegos, 2011). Así mismo, la conformación dual del territorio cholulteca, sustentada en las características étnico-culturales de sus habitantes, justifica, en buena medida, el hecho de que en los siglos posteriores ciertas porciones de su territorio original pudieran separarse con cierta facilidad, sin que se diera una resistencia importante (List, 2005).

 

La fundación de una ciudad española en territorio indígena

En 1519 las huestes de Hernán Cortés, acompañadas por un importante contingente tlaxcalteca, arribaron a tierras cholultecas, la cuales estaban ubicadas camino a la gran Tenochtitlán.

La grandeza de Cholula a los ojos de los conquistadores queda constatada en la descripción que hace Hernán Cortés en su segunda Carta de Relación, donde destaca el carácter agrícola y religioso de la ciudad sagrada:

"Esta ciudad de Cholultecal está asentada en un llano y tiene hasta veinte mil casas dentro del cuerpo de la ciudad, y tiene de arrabales otras tantas (... ) Esta ciudad es muy fértil de labranzas porque tiene mucha tierra y se riega la más parte de ella, y aun es la ciudad más hermosa de fuera que hay en España, porque es muy torreada y llana, y certifico a vuestra Alteza que yo conté desde una mezquita cuatrocientas treinta y tantas torres en la dicha ciudad, y todas son mezquitas. Es la ciudad más a propósito de vivir españoles que yo le visto de los puertos acá, porque tiene algunos baldíos y aguas para criar ganado, lo que no tienen ningunas de cuantas hemos visto, porque es tanta la multitud de gente que en esta parte mora, que ni un palmo de tierra hay que no esté labrado" (Cortés, 1985:45).

La presencia de las tropas españolas, aunada a las desavenencias entre cholultecas y tlaxcaltecas, acabó por tensar las relaciones ambivalentes entre los señores cholultecas, que finalmente desencadenaron la represión etnocida de 1519 la cual es ampliamente descrita por el propio conquistador (Cortés, 1985). A partir de ese momento daría inicio una serie de abusos tanto a nivel poblacional como territorial por parte de los conquistadores españoles.

Una vez consumada la conquista de México-Tenochtitlan, y con la finalidad de dotar de tierras a los conquistadores castellanos, Cortés estableció en el nuevo territorio, sin la anuencia del emperador Carlos V, el repartimiento de indígenas en encomienda (Gibson, 1967). Cortés encomendó Cholula a don Andrés de Tapia, a quien le sucedió en el cargo don Rodrigo Rangel. En 1529, la Primera Audiencia llevó a cabo una redistribución de las jurisdicciones repartidas a los conquistadores. Los indígenas cholultecas fueron entregados en encomienda a don Diego Fernández de Proaño y a don Diego Pacheco. En 1531 la Segunda Audiencia canceló la concesión y convirtió a Cholula en un corregimiento, quedando sus habitantes como tributarios directos de la corona castellana (Gerhard, 1986).

En ese mismo año se hizo la desagregación territorial de la extensa llanura de Cuetlaxcoapan para fundar la ciudad de Puebla de los Ángeles, a escasos ocho kilómetros de Cholula. Este hecho contrajo radicalmente las tradicionales fronteras noreste y oriental del reino cholulteca, la cuales habían conseguido subsistir una década después de la invasión española. Así, "todo el extremo oriental, salvo la pequeña franja territorial al norte de la nueva ciudad española, se contrajo hasta el curso que toma el Río Atoyac rumbo al sur. A esta corriente fluvial se extendió la jurisdicción española en su flanco occidental para garantizar una reserva de territorio al crecimiento urbano, una gran área de explotación agropecuaria, y un abastecimiento asegurado de líquido y la fuerza hidráulica del Atoyac" (González, 2002:62).

La fundación de la ciudad de Puebla fue el primer y más profundo golpe que se asestó en términos territoriales a Cholula, la cual perdió de un plumazo más del treinta por ciento de su territorio original. González (2002) señala una serie de factores que convergieron en el establecimiento, sobre territorio cholulteca, del nuevo enclave de poder español. En primer lugar, se consideraron las prerrogativas que tuvo la provincia de Tlaxcala por haber colaborado con las tropas españolas, situación que anuló las pretensiones de establecer la ciudad española en su territorio. En segundo lugar, se señalan las características físicas de la llanura de Cuetlaxcoapan, la cual estaba escasamente poblada, contaba con abundantes ojos de agua calcárea y sulfurosa, además de que estaba irrigada con el agua dulce de una importante vertiente del río Atoyac de la que los españoles podían surtir el nuevo asentamiento. Finalmente, se menciona la posibilidad de que la propia dirigencia cholulteca hubiera dado su aprobación para fraccionar esa enorme planicie, con tal de que los españoles no se asentaran en el emplazamiento mismo de la ciudad cholulteca.

La edificación de una ciudad española en un punto intermedio entre México-Tenochtitlan y el Puerto de Veracruz fue de vital importancia para el desarrollo comercial de la Nueva España. Asimismo, la construcción de un asentamiento español colindante con los territorios de Cholula y Tlaxcala fue una medida de la Corona para minar la importancia de los señoríos indígenas en el Altiplano Central. De esta manera, el nuevo centro urbano nació protegido y beneficiado con importantes distinciones y privilegios que hicieron de él un dinámico polo de desarrollo económico, político, cultural y religioso que ejerció gran influencia sobre confines remotos, que incluían diversos asentamientos prehispánicos, entre los que se encontraban Cholula, Huejotzingo, Calpan, Amozoc, Tepeaca y Tecali (Gallegos, 2011).

La fundación de la ciudad de Puebla trajo consigo la repartición de fuerza de trabajo indígena extraída de Cholula que fue distribuida entre vecinos y concejales españoles como aliciente para su establecimiento definitivo dentro de la nueva ciudad. De hecho, fueron los cholultecas quienes construyeron y mantuvieron el asentamiento español, y quienes labraron las grandes extensiones de terreno con que los habitantes de Puebla fueron dotados por la Corona. Si bien la Corona trató, por diversos medios, de proteger a los cholultecas y mantenerlos apartados de los colonos españoles, la atracción que ejerció el nuevo asentamiento propició el desplazamiento cotidiano de los cholultecas hacia la ciudad de Puebla, ya para trabajar, ya para vender o adquirir mercancías diversas.

En 1535 Felipe II ordena se reconozca a Cholula bajo la advocación de San Pedro, y concede medir una legua de tierra por cada viento desde su iglesia para ejidos y necesidades de la comunidad. Con esta merced, el gran territorio de Cholula se vería reducido a 10 km2. El 27 de octubre de 1537 Cholula recibió el título de República de Indios, y desde ese momento quedó subordinada y sometida a Puebla, la ciudad española (Ashwell, 2004).

La fundación del nuevo asentamiento español obligó a ajustar las fronteras ambiguas de Cholula con las entidades jurisdiccionales de Huejotzingo y Tlaxcala (González, 2002). Asimismo, produjo diversos conflictos de límites territoriales entre la ciudad de Puebla y Cholula por lo que, a partir de 1546, por orden de Antonio de Mendoza, Virrey de la Nueva España, se otorgó poder a Antonio de Cañeda (juez de la comisión en la división y diferencias de las tierras y términos entre la ciudad de los Ángeles y el territorio de Cholula) para que determinara los límites entre ambas ciudades, tomando como punto de división entre ambos territorios el Río Atoyac (Gallegos, 2011).

Desde principios de la colonia el barrio de San Andrés Colomochco, una de las cabeceras más grandes de Cholula, cuyos pobladores eran de origen olmeca-xicalanca, se mantuvo independiente de la dinámica del resto de los barrios cholultecas. En 1557 se inició en este barrio la construcción de un convento franciscano con la misión de asistir al enorme grupo de indígenas que habitaba en la parte sur del valle (Vetancurt, 1982). La separación fue el reflejo de la división étnica existente entre San Pedro y San Andrés, lo que derivó en la existencia de dos conventos a muy corta distancia, y la necesidad de un gobierno doble después de la conquista (Gallegos, 2011). Para 1640, San Andrés logró erigirse como cabeza de doctrina, aunque es hasta 1714 que se le reconoce jurídica y políticamente como República de Indios, con sus pueblos sujetos y con el derecho a elegir sus propios gobernantes, alcaldes y regidores (Gerhard, 1986).

Durante el siglo XVII Cholula se vio afectada por la separación de algunos otros pueblos. En 1699 lograron separarse Santa Isabel y Santa María Coronango, los que se constituyeron también en curatos o cabeceras de doctrina separadas. De esta forma, para finales del siglo XVII el valle de Cholula se encontraba dividido en diversas jurisdicciones parroquiales (San Pedro Cholula, San Andrés Cholula, Santa Isabel Cholula y Santa María Coronango).

Pese a la prohibición que recaía sobre los españoles de asentarse en los territorios indígenas, San Pedro Cholula representó uno de los casos novohispanos más evidentes del incremento de población europea en tierras indígenas (González, 1985). El Rey trató de evitar los abusos revalidando decretos anteriores, pero dados los beneficios que veían los españoles en ocupar estas tierras (fuerza de trabajo asegurada y superficies aptas para el desarrollo de la ganadería y la agricultura) los esfuerzos de la Corona fueron insuficientes. Durante los siglos XVI y XVII se registran en Cholula conflictos con los españoles por repartimiento de indígenas, obrajes, despojo de tierras, intromisión en la República de Indios, y proliferación del ganado vacuno o lanar (Velasco, 2005). Así, los conquistadores hacen caso omiso de la ley que sancionaba el coasentamiento de españoles y cholultecas y paulatinamente se apoderan del centro de la ciudad, desplazando a la población nativa hacia los barrios de origen prehispánico.

 

La lucha por la tierra: reforma agraria en el territorio cholulteca

Históricamente, las comunidades que se asientan en el territorio cholulteca han estado íntimamente ligadas con la tierra por medio de la agricultura. La población nativa que se asentó en esa región encontró en la actividad agrícola una forma de librarse del hambre y la inseguridad, y desarrolló en torno al cultivo de la tierra un nuevo modo de vida. De acuerdo con Florescano (1976) la domesticación del maíz y otros cultivos dio origen a la familia extensa campesina, la cual surgió como una unidad económica autosuficiente cuyos lazos de sangre se fortalecieron en el aislamiento y en el esfuerzo colectivo de sus miembros por asegurar la supervivencia en el territorio. De la familia campesina se derivó el calpulli, una organización social cuyos cimientos lo constituían los lazos de parentesco y los derechos sobre la tierra, pero en forma comunal (Bonfil, 1996). De esta forma, desde tiempos ancestrales, los habitantes de Cholula no conciben a la tierra como una mercancía. Hay una vinculación mucho más profunda con ella. La tierra es un recurso productivo indispensable, pero es también algo más que eso: es un territorio común que forma parte de la herencia cultural recibida de sus antepasados. En territorio cholulteca la organización del calpulli sobrevivió durante la colonia en forma de barrio, pero su contenido religioso y político se orientó compulsivamente a intereses de la evangelización y el coloniaje (Gibson, 1967).

En la Nueva España la relación con la tierra se mantuvo durante la Colonia por medio de las denominadas Congregaciones de Pueblos de Indios (Gallegos, 2011). Este sistema de poblamiento constituyó la máxima expresión de la política de la Corona, la cual pretendía concentrar a las diezmadas comunidades indígenas dentro de ciertos núcleos para evitar su dispersión (Florescano, 1976). La política proteccionista de la Corona española otorgó a las congregaciones tierras y agua en un área no mayor de 500 varas, a partir del centro del pueblo hacia los cuatro puntos cardinales. Posteriormente mediante las ordenanzas de 1687 y 1695, se les concedieron 100 varas más, es decir, el fundo legal se amplió a 600 varas. Para finales del siglo XVIII, la mayoría de los pueblos cholultecas poseía más tierra que las 600 varas que la ley disponía y contaban por lo tanto con suficiente tierra para su usufructo y subsistencia (Torales, 1990).

Las irregularidades en torno a la tenencia de la tierra trajeron como consecuencia el sistema de composiciones, por orden de la Corona española. Las composiciones fueron un proceso legal para regularizar la propiedad de la tierra mediante el pago de una cantidad al fisco, que implicaba la revisión de títulos de propiedad, la remedición de las tierras comunales, así como el establecimiento de mojoneras. Más tarde, estas composiciones fueron consideradas como títulos de propiedad (Gallegos, 2011). A partir de las composiciones realizadas por mandato de la Corona entre 1709 y 1717, los habitantes de los pueblos cholultecas contaron con un instrumento legal, que les permitió defender sus tierras ante la constante amenaza de los particulares, deseosos de extender sus propiedades (Torales, 1990).

De 1560 a 1640 la población originaria del valle de Puebla se vio sometida a epidemias, migraciones y congregaciones que tuvieron como consecuencia una reducción de 70% en la población indígena que habitaba el área de Cholula, y una redistribución poblacional de las zonas rurales a las urbanas (Hoekstra, 1992). Los cambios poblacionales ocasionaron que la producción agrícola proveniente de las zonas rurales comenzara a decrecer, situación que impulsó a los españoles a incursionar en la agricultura a través de las haciendas.

Hoekstra (1992) sugiere que pese a la caída poblacional y el subsiguiente incremento de tierras disponibles, el despojo de tierras a las comunidades indígenas no fue un proceso generalizado en el Valle de Cholula. De acuerdo con este autor, la mayoría de las haciendas compró las tierras a caciques y miembros de la nobleza indígena cuyos intereses habían sido afectados por las leyes tributarias de la Nueva España. En su mayoría se trataba de tierras que se ubicaban en ciénagas o terrenos empantanados a las orillas de los ríos y que no eran aptas para la producción agrícola.

Para mediados del siglo XVII se habían establecido ya varias haciendas en el valle, aunque en comparación con otras regiones del país estas haciendas no ocuparon grandes extensiones, además de que algunas de ellas fueron entregadas en arrendamiento a pequeños propietarios (Vázquez, 1997).

Durante el siglo XIX, a pesar de los diversos cambios que se dieron en la división territorial de la República mexicana, Cholula no presenta modificaciones en sus límites. Una vez consumada la Independencia de México se expidió por decreto el acta constitutiva de la Federación, la cual estableció la República federal, dividiendo el territorio mexicano en estados, departamentos y territorios. El estado de Puebla comprendía en su división territorial veinticinco partidos y veintisiete departamentos. Cholula formaba parte de uno de los partidos. Para 1853, el partido de Cholula estaba formado por cinco municipalidades, 38 pueblos, 32 haciendas, 14 ranchos, cuatro molinos, cinco parroquias y 22 escuelas (Orozco y Berra, 1853).

Cuando el número de habitantes de los pueblos comenzó a crecer, el exceso de tierras acumulado en unas pocas personas se convirtió en motivo de reclamo. En plena efervescencia de la Revolución Mexicana, el 2 de febrero de 1915, se promulgó en la ciudad de Cholula un decreto que convocaba a los diferentes presidentes municipales y a las autoridades de todos los pueblos de la región a comenzar el desmembramiento de las haciendas y llevar a cabo el reparto agrario prometido por la Revolución.

Las siguientes décadas se caracterizan por una lenta, pero paulatina recuperación de las tierras proveniente de las afectaciones a las haciendas circunvecinas a los pueblos de Cholula. La conformación de nuevos ejidos constituyó, hasta cierto punto, una suerte de recuperación del territorio cholulteca, la cual no estuvo exenta de conflictos entre campesinos, ejidatarios, hacendados y autoridades municipales.

Sin embargo, la cantidad de tierra destinada a cada familia campesina jamás llegó a tener la extensión necesaria para mantener la subsistencia familiar a partir de la producción agrícola. Antes de 1942 la parcela "tipo" a nivel nacional era de 4 ha de riego o 10 de temporal por individuo. Debido a que esta dotación se consideraba insuficiente para mantener a una familia "tipo" campesina (la cual se consideraba de seis miembros) la extensión de tierra concedida cambió oficialmente a 10 ha de riego o 20 de temporal. No obstante, más de 50% de las resoluciones presidenciales entre 1920 y 1940 para los estados del centro, concedieron de una a tres hectáreas de tierras cerriles o incultivables, lo que se tradujo, en el caso de Cholula, en una recuperación de terrenos incipiente o insuficiente (Velasco, 2005).

 

Crecimiento urbano y expropiaciones: la lucha por el territorio en los ejidos de cholula

A partir de la década de 1960 y hasta mediados de 1970, el auge de la industrialización de la ciudad de Puebla floreció gracias al mercado de tierras tomado de la propiedad privada, ranchos y haciendas. Simultáneamente, Puebla experimentó un proceso de crecimiento urbano muy rápido concentrado en la región de mayor densidad demográfica, ésto es, la capital y los alrededores de Cholula (Melé, 1994). De acuerdo con Salamanca (2005) durante la década de los sesenta la capital poblana creció en una extensión de 25.8 km2, con un incremento de 77% en relación con la década anterior, con una tasa media anual de crecimiento de 3.8%, lo cual indica un acelerado proceso de urbanización.

Desde principios de la década de los setenta, hasta mediados de los ochenta, el crecimiento industrial de la zona de Puebla se genera a costa de una serie de expropiaciones que afectan no sólo al antiguo territorio cholulteca sino a algunos otros territorios aledaños.2

Fincada en una estrategia de incremento de los factores de localización regionales, que dotaba de incentivos a la industria para instalarse fuera de la capital, la nueva etapa de expansión urbana de Puebla reforzó la tendencia de crecimiento urbano hacia el noroeste de la capital, sobre el territorio de lo que fuera la antigua ciudad de Cholula, un área que históricamente se había configurado como rural y que se mantenía hasta entonces con una vocación exclusivamente agrícola, con un fuerte componente de organización indígena tradicional (Hernández, et al., 2009)

La primera gran expropiación que tuvo lugar en ejidos pertenecientes a Cholula se remonta a los años ochenta, cuando el entonces gobernador del estado de Puebla, Mariano Piña Olaya, solicita por causa de utilidad pública la expropiación de tierras pertenecientes a los ejidos de San Andrés Cholula, Cacalotepec y Tlaxcalancingo, pertenecientes al municipio de San Andrés Cholula; el de Santa Marta Hidalgo perteneciente al municipio de Santa Isabel Cholula; y el de Santa Ana Ocozautla, perteneciente a Santa Clara Ocoyucan. El motivo era la construcción de la súper carretera Puebla-Atlixco. Pese a que la ley agraria prevé que los individuos expropiados deben ser indemnizados con base en un avalúo que debe considerar el precio de las tierras a valor comercial, en este caso los precios se fijaron a valores agrícolas, recibiendo los ejidatarios un promedio de 90 centavos por metro cuadrado, lo que fue considerado por los propios ejidatarios como un despojo (Patiño, 2004).

La nueva vía de comunicación generó una creciente demanda de suelo urbano que devino en un acelerado fraccionamiento de los ejidos ubicados al oeste del municipio poblano durante la segunda mitad de la década de los ochenta y principios de los años noventa. Los predios más afectados por este proceso fueron precisamente los de los ejidos de San Andrés Cholula y Tlaxcalancingo, Santiago Momoxpan, y Chiautenco, pertenecientes a los municipios conurbados de San Andrés Cholula, San Pedro Cholula, y Cuautlancingo.

De forma paralela al fraccionamiento de los ejidos se hicieron importantes obras públicas (vías rápidas de cuatro carriles y electrificación), corredores industriales, centros de salud pública y educación que aumentaron la plusvalía de los terrenos y fomentaron la disputa por los mismos.

En 1990 se publica el Programa de Desarrollo Urbano de la Ciudad de Puebla, el cual incluye a los ejidos mencionados anteriormente como parte de la zona metropolitana de la ciudad capital, y propone su expropiación con el fin de constituir una reserva territorial con el propósito de ordenar y regular el desarrollo urbano. Así, el gobierno de Mariano Pina Olaya emitió una declaratoria en la que modificó el uso de suelo de los cuatro ejidos conurbados (Rappo y Cortés, 1993). Parte del programa establecía que el espacio comprendido entre el Río Atoyac y los límites municipales de la ciudad debían constituir una reserva agrícola del lado oeste de la ciudad, mientras que las zonas norte y sur se orientarían fundamentalmente al crecimiento urbano. En 1992 es aprobado el Programa de Ordenamiento Territorial de la Región Cholula-Huejotzingo-San Martín Texmelucan que comprendía la ejecución de dos reservas territoriales al oeste de la ciudad, privando de sus tierras a cientos de ejidatarios (López, 1993).

El 30 de abril de 1992 el ejecutivo federal decreta expropiar por causa de utilidad pública una superficie de 1071 ha destinadas a la constitución de la reserva territorial para el ordenamiento de la zona metropolitana de la ciudad de Puebla. Los ejidos afectados por dichas expropiaciones fueron San Andrés Cholula con 696 ha (de 756 ha con las que había sido dotada originalmente), San Bemardino Tlaxcalancingo con 140.8 (de 358 ha), Santiago Momoxpan con 87.6 (de 164 ha), y La Trinidad Chiautenco con 147.2 (de 181 ha) (Velasco, 2005; Rappo y Cortés, 1993; Melé, 1994). Así, de las mil 459 ha con las que estos ejidos fueron dotados originalmente sólo quedaron 388 disponibles para los campesinos de la región. Las expropiaciones implicaron una pérdida de 73.4% de sus tierras. Como puede observarse, estos ejidos ubicados apenas a escasos ocho kilómetros de la ciudad capital, prácticamente perdían todo su territorio, o gran parte de él, a partir de este decreto expropiatorio.

En el decreto de expropiación se señalaba un precio de indemnización que variaba entre 3888 pesos por metro cuadrado en San Andrés Cholula y 5121 en Momoxpan. En promedió se liquidó el metro cuadrado a 4218 pesos. Susana Rappo y Sergio Cortés (1993) estiman que para finales del sexenio de Piña Olaya el valor comercial de dichos terrenos era por lo menos 20 veces mayor, por lo que conservadoramente calculan que por la venta de 1071 hectáreas pudieron recibirse 800 mil millones de pesos, deducida la indemnización.

Pese a las protestas, movilizaciones y la lucha legal que emprendieron los ejidatarios y avecindados de los ejidos afectados, el gobernador Manuel Bartlett, al asumir la gubematura del estado en 1993 desconoce los amparos y las ventas ilegales y propone el Programa de Desarrollo Regional Angelópolis donde se incorporan las reservas territoriales hechas en el sexenio anterior a un proyecto de urbanización más amplio.

En gobiernos posteriores, y después de un proceso de represión por parte del gobierno estatal, el movimiento campesino en contra de las expropiaciones fue desarticulado. De este modo, en donde en el pasado hubo milpas, actualmente se erigen centros comerciales, universidades privadas, desarrollos inmobiliarios, industrias y vías rápidas de comunicación establecidas en función de las necesidades de la ciudad capital.

El cambio de uso de suelo en los antiguos ejidos cholultecas ha reavivado, además, un antiguo conflicto por límites territoriales entre el municipio de San Andrés Cholula y la ciudad de Puebla. El conflicto se remonta a 1962, cuando el cabildo poblano solicitó promover la supresión de los territorios y los pueblos de San Jerónimo Caleras, San Felipe Hueyotlipan, San Miguel Canoa, La Resurrección, San Francisco Totimehuacán, San Andrés Cholula y Cuautlancingo, para incorporarlos al municipio de Puebla. La petición estuvo basada en que la capital del estado tenía sólo 123.17 km2 (a la fecha cuenta con 524.3), los cuales eran "insuficientes e inadecuadamente distribuidos para el funcionamiento y crecimiento de la ciudad". Las bases de la solicitud explicaban que en la zona metropolitana había 336 mil habitantes, con la posibilidad de crecer a un millón, y, además, que las comunidades de otros municipios estaban en el área de influencia de la ciudad de Puebla, por lo que los vecinos recibían servicios públicos de la comuna capitalina (Pérez, 2006).

Con tales fundamentos, el mandatario presentó al Congreso local la propuesta. El decreto fue aprobado el 26 de octubre de 1962 y definió un nuevo límite entre la capital y San Andrés Cholula que durante décadas fue ignorado por autoridades de ambos municipios, dando lugar a un vacío legal que ha generado disputas entre ambas administraciones, que llegaron incluso hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, donde el municipio de San Andrés interpuso una controversia constitucional para reivindicar los derechos sobre su territorio -la cual fue desechada a principios del 2007- sin que el asunto haya quedado resuelto.3

Actualmente los municipios de San Pedro Cholula, San Andrés Cholula, Juan C. Bonilla, Cuautlancingo y Coronango -todos ellos ubicados en el territorio sobre el que se asentaba la antigua ciudad de Cholula-forman parte de la conurbación directa de la capital (Pérez, 2005). Su cercanía con la ciudad de Puebla, su proximidad a importantes vías de comunicación y su dotación de recursos naturales e infraestructura, los configuran como municipios propicios para el asentamiento de nuevas industrias, así como para el desarrollo del crecimiento inmobiliario, profundizando una tendencia que parece no revertirse.

 

Conclusiones

Durante las últimas décadas, las comunidades de origen campesino aledañas a la capital del estado de Puebla se han visto sometidas a un paulatino proceso de transformación debido al impacto del crecimiento de la ciudad. Las consecuencias para los municipios cholultecas han sido desastrosas. La instalación de infraestructura urbana e industrial propició la revalorización y el incremento de la plusvalía de los terrenos agrícolas, dando lugar a procesos expropiatorios y a presiones de diversa índole sobre territorios donde persistía un modo de vida eminentemente rural. La especulación con los terrenos aledaños a los ejidos expropiados contribuyó a pauperizar a la población local por el encarecimiento del precio del suelo y la vivienda, entre otros bienes urbanos.

Actualmente, la especulación sobre los terrenos agrícolas de la región de Cholula por parte del sector inmobiliario no sólo constituye una amenaza en términos de la demanda de recursos directamente vinculados con las prácticas agrícolas (agua y suelo), sino que además acrecienta el clima de conflicto en la región. En efecto, Cholula constituye hoy en día un espacio fragmentado y diverso, donde se confrontan cotidianamente actores, modos de vida y lógicas urbanas y rurales.

En este contexto, la disputa limítrofe que se desarrolla entre los municipios de Puebla y San Andrés Cholula, expresa de forma muy clara el tipo de relación que la capital del estado ha entablado históricamente con sus municipios conurbados.

En suma, se puede afirmar que el crecimiento de la ciudad de Puebla a costa de los antiguos territorios cholultecas ha derivado a lo largo del tiempo en importantes cambios en la estructura social y productiva de los territorios en disputa. Si bien en esa zona la agricultura y la ganadería siguen siendo actividades productivas relevantes, es evidente que la introducción de otras prácticas vinculadas al sector industrial ha modificado las estrategias productivas y de reproducción social de los diversos grupos humanos que habitan en esta región. Aunado a lo anterior, hay una serie de problemas sociales, económicos y ambientales, fruto de que la expansión de una ciudad que no termina de crecer.

 

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Notas

1 La región de Cholula está integrada por 27 municipios, 7 de los cuales (San Pedro Cholula, San Andrés Cholula, Coronango, Juan C. Bonilla, Cuautlancingo, Santa Clara Ocoyucan, Santa Isabel Cholula) se consideran, para fines de este trabajo, municipios conurbados.

2 El ejemplo más acabado de este proceso es el de la expansión de las industrias asentadas en la periferia de la Angelópolis. Tan sólo la compañía Volkswagen afectó primero 189 ha de los campesinos de San José Almecatla en el municipio de Cuautlancingo y, posteriormente, 86.68 ha de San Francisco Ocotlán, municipio de Coronango, y 26.52 ha en La Trinidad Sanctorum, municipio de Cuautlancingo. Otros casos que ejemplifican la voracidad del proceso de expansión industrial sobre el territorio campesino fueron la construcción del parque industrial Quetzalcóatl que implicó la afectación de 500 ha, reduciendo la producción agrícola de los municipios de Huejotzingo, Juan C. Bonilla y San Martín Texmelucan, y la construcción del aeropuerto Hermanos Serdán con el cual prácticamente se terminó con los cultivos agrícolas de esta región (Patiño, 2004).

3 El área en disputa representa una recaudación nada despreciable, en particular para el municipio de San Andrés Cholula. Un ejemplo notable lo representa el monto que recaudó en está área el municipio en 2003, el cual representó 75% de los casi 12 millones de pesos que percibió la comuna cholulteca ese año.

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