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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.2 no.2 Mérida sep./dic. 2007

 

Reseñas

Alba González Jácome, Silvia del Amo Rodríguez y Francisco Urri García (coords.). Los nuevos caminos de la agricultura. Procesos de conversión y perspectivas. México, Universidad Iberoamericana y Plaza y Valdés, 2007. ISBN 9789707226579. 506 pp.

Ana Bella Pérez Castro* 

Lorenzo Ochoa* 

*UNAM, IIA

González Jácome, Alba; del Amo Rodríguez, Silvia; Urri García, Francisco. Los nuevos caminos de la agricultura. Procesos de conversión y perspectivas. México: Universidad Iberoamericana, Plaza y Valdés, 2007. ISBN: 9789707226579. 506p.


En el libro que comentamos se "discuten cuestiones teóricas y estudios de caso relacionados con la situación actual de los campesinos mexicanos en varias partes del país" apunta Alba González Jácome en su introducción, anteponiendo las figuras de Alexander Chayanov, Alfred Kroeber, Eric Wolf y Ángel Palerm, entre los investigadores más relevantes de este sector de la población. En efecto, el estudio del campesinado debe, sin lugar a la duda, un gran reconocimiento a Alexander Chayanov y a su particular concepción de la "economía campesina". Su texto, La organización de la unidad económica campesina, fue rescatado del olvido al ser traducido al inglés en 1966 y, más tarde al español (1974). Teodor Shanin, unos de los máximos difusores de la obra de Chayanov, consideraba que su valor residía en mostrar que la explotación campesina se guiaba por una lógica diferente a la capitalista.

Desde el punto de vista teórico, Chayanov sugería y sigue siendo sugerente para explorar campos relacionados con la influencia de la organización familiar en la dinámica de la explotación agraria. Pero no fue el único, también hay una deuda con Carlos Marx, autor que discrepó de los planteamientos expuestos por Chayanov respecto a los mecanismos de desigualdad social. Nos explicamos. Chayanov planteó que el campesinado persistía como categoría social porque no tendía a sobrepasar el límite fijado por sus necesidades, y eso le hacía aumentar o disminuir la intensidad de su trabajo, permaneciendo en un nivel social estable. Por su parte, Marx consideraba que en el marco del capitalismo se incrementaban constantemente las necesidades, y el campesino tendía a intensificar su producción para poderlas abarcar. Para Chayanov la economía campesina era un modo de producción equivalente a otros como el feudal o capitalista. Para Marx, en cambio, no lo era, puesto que la producción mercantil simple se desarrollaba en cualquier modo de producción. La integración de las aportaciones de Chayanov y de Marx implica reconocer la especificidad de la forma de producción campesina.

Cabe también destacar la importancia de otros autores como Karl Kautsky y Vladimir Ilich Lenin, quienes plantearon conceptos relativos a la cuestión campesina. Las diferencias entre uno y otro existen, de tal forma que mientras el segundo elaboró una teoría en la que afirmaba la inevitable desaparición del campesino y su transformación en proletarios urbanos o rurales y una minoría convertida en burgueses agrícolas, el primero reconoció que las estructuras capitalistas de la agricultura y sus necesidades de fuerza de trabajo creaban situaciones que permitían y aún exigían la persistencia de formas domésticas de producción en el campo.

Los estudios sobre el campesinado por vez primera, concentraron el interés común de investigadores procedentes de distintas disciplinas, entre las que se encontraba la antropología. El resultado fue la fundación de la revista Journal of Peasant Studies que empezó a publicarse en 1973. Efectivamente, el interés por el campesinado se suscita en el contexto económico y político de los años setenta, época en la que su presencia en el mundo aumentaba, su producción empezaba a orientarse hacia el mercado y lejos de ser conservadores irrumpían en la escena mundial encabezando conflictos sociales y revoluciones, como lo expusieron Eric Wolf y Teodor Shanin.

En México, dentro del campo de la antropología social y siguiendo el debate iniciado en los Estados Unidos, los estudios sobre los problemas relacionados con el campo, la agricultura y los campesinos serían tema de interés para varios investigadores, entre los que destacan Roger Bartra, Rodolfo Stavenhagen, Ricardo Pozas, Arturo Warman, Luisa Paré y Ángel Palerm. Unos y otros entablaron serias discusiones siguiendo de algún modo las antigua polémica entre Lenin y Kautsky, y entre Chayanov y Marx. Varios puntos se discutían, su persistencia y aun reproducción, su ubicación en la escala social, si era una clase, segmento, grupo, modo de producción y su articulación con el mercado, su presencia a lo largo de la historia y la particularidad de la llamada "economía campesina". No obstante lo anterior, uno de los puntos que mayor discusión generó fue el relativo al futuro de los campesinos. Para unos, la persistencia de los campesinos era resultado de:

a) La necesidad que tenía la agricultura capitalista de los productos y la mano de obra campesina (Stavenhagen 1976).

b) El carácter dependiente del capitalismo, que no era capaz de proletarizar a toda la fuerza de trabajo disponible (Díaz Polanco 1977).

c) La posibilidad de un desarrollo múltiple para el campesinado, en donde las formas precapitalistas pudieran subsistir y desarrollarse dentro del sistema, lo que daría una especificidad a las formaciones sociales de los países dependientes (Esteva 1978 y Warman 1972).

d) La necesidad que tiene el sistema capitalista de mantener estas formas de producción emprendiendo la reforma agraria y otros proyectos de regeneración del campesinado para su propia protección, esto es, como una necesidad política (Stavenhagen 1976).

En el lado opuesto estarían los razonamientos de aquellos que preveían la desaparición del campesinado, por ejemplo:

a) El minifundio estaba en vías de desaparecer, por lo tanto, era inevitable la desaparición y eliminación de los campesinos por parte del capitalismo. Tal situación suponía su transformación en asalariados sin tierra, es decir, en proletarios (De la Peña 1979, Bartra 1974 entre otros).

b) La eliminación gradual del campesinado preveía una descampenización pero no necesariamente la proletarización (Feder 1977).

c) La alternativa que presentaba el sistema capitalista de incorporar estas formas de producción sometiéndolas a través del capital financiero e industrial (Paré, 1977).

Los años ochenta marcan el surgimiento de la ecología política, lo que implicó ampliar el enfoque de la economía política hacia cuestiones derivadas de la interacción con el medio ambiente. Las diferencia sociales en el acceso a los recursos, el papel de los factores políticos en el uso y gestión de tales recursos, las dinámicas de desarrollo y sus efectos sobre el medio geográfico, así como la articulación entre los contextos locales y la globalidad pasaron a ser los principales temas de interés.

Hoy, a más de treinta años de aquellas polémicas y aportaciones, los campesinos vuelven a ocupar la atención en las discusiones académicas. Prueba de ello es el libro que nos interesa comentar: Los nuevos caminos de la agricultura: procesos de conversión y perspectivas coordinado por Alba González Jácome, Silvia del Amo Rodríguez y Francisco D. Gurri García, aunque las preocupaciones que se abordan en los trabajos que integran el volumen no sean las de entonces. En efecto, en esta obra, el conjunto de investigadores que participa intenta dar cuenta de la forma cómo, en la actualidad, se organizan las sociedades campesinas y los agricultores en pequeña escala, para la producción y reproducción de los bienes materiales en una época de cambios acelerados, propios del mundo moderno.

La obra cuenta con un prólogo de Arturo Gómez Pompa, en el cual no sólo destaca la importancia de la agricultura considerada tradicional, sino que señala la subestimación que se ha hecho de ésta, enfatizando que los escenarios del futuro del mundo aparentemente apuntan hacia su revaloración.

Uno de los ejes sobre el cual gira el texto en general, es la dicotomía tradición-modernidad. Se pierde la tradición y se llega a la modernidad pagando el alto costo que implica para los sistemas agrícolas y los campesinos. Por esta razón los autores, como el título mismo de la obra lo indica, juegan con el concepto de conversión, entendiendo por ello los cambios o ajustes que hacen los campesinos y agricultores de pequeña escala, para adaptarse a las nuevas condiciones del ámbito rural en un tiempo relativamente corto. De particular importancia es destacar las relaciones que han establecido y la forma como ahora lo hacen los productores agrícolas con el medio, aspecto material y objetivo del proceso de la producción. Trata, asimismo, de los productores, de los campesinos como protagonistas de historias y debates académicos como lo deja ver González Jácome en su introducción general. Pero, apunta, no es solamente el concepto de campesino el que ha cambiado, sino que los campesinos mismos se han transformado. Esta posición nos obliga a reconsiderar nuestros viejos conceptos del campesinado y ver de una manera diferente a los campesinos de hoy que para sobrevivir han tenido que cambiar. González Jácome señala:

Este libro discute cuestiones teóricas y estudios de caso relacionados con la situación actual de los campesinos mexicanos en varias partes del país y su articulación con varios componentes de la sociedad nacional, como son: el mercado, los cultivos para la subsistencia, para autoabasto y los comerciales, la estructura y organización de la familia y de la fuerza de trabajo tanto agrícola como no agrícola, junto con los procesos de ajuste -o de conversión- que han tenido que realizar en espacios de tiempo relativamente cortos, con el objeto de modificar o de transformar su antigua agricultura tradicional hacia otro tipo de agricultura como la convencional, la orgánica, o alguno de los tipos combinados que incluyen, por ejemplo, el autoabasto con métodos convencionales, o la tradicional con el comercial (p. 15)

González Jácome va definiendo los grandes temas de debate. Así, hurga en el pasado para traernos algunos de los planteamientos polémicos de los investigadores más relevantes en estudios del campesinado; especialmente de la primera década del siglo pasado, como los de Alexander Chayanov, Alfred Kroeber y Eric Wolf. El propósito es confrontar las posiciones de éstos con los materiales de investigación que dan cuerpo a este volumen. De esta suerte, la autora analiza los estudios realizados acerca del campesinado en diversos lugares de la República y compara su visión con los planteamientos de estos autores. En dos tiempos distintos, González Jácome y los estudiosos del pasado parecieran caminar juntos debatiendo sobre las particularidades de la economía campesina, la relación del campesino con la sociedad capitalista y el futuro del campesinado.

De esta manera, si bien discute sus postulados a la luz de casos concretos, también reconoce los grandes aportes, como la interrelación o articulación campesina con el mercado capitalista planteada por Ángel Palerm y el mismo Eric Wolf en su trabajo sobre la gente sin historia. Al final de la introducción, en puntos para la discusión, González Jácome nos presenta dos posiciones relacionadas con el porqué se está dando la pauperización campesina: la primera, que considera ser una consecuencia del proceso de globalización, mientras que en la segunda hace énfasis en la imposibilidad del mismo campesinado para adaptarse a los cambios acelerados que conlleva el mundo moderno y la economía neoliberal. Tal posición es cuestionada por la autora, pues estima que han sido los mismos campesinos los que han participado en los procesos de modernización.

Esta introducción general es el marco que nos abre la entrada a una serie de trabajos organizados en tres secciones. La primera se titula "Cuestiones medulares para la discusión" y, bajo tal título, los coordinadores agruparon cuatro capítulos teóricos sobre la transformación de los campesinos y lo que ello significa. El segundo grupo de trabajos conjuga lo que denominan "El manejo de los recursos", en tanto que la última sección amalgama aquellos que tienen que ver con "La agricultura tradicional y sus procesos".

El capítulo que abre el primer apartado es de Roberto Escalante, Luis Miguel Galindo y Horacio Catalán, quienes realizan un análisis macroeconómico de la relación del campesinado mexicano con el Estado desde 1960 hasta 2002. Su análisis describe tres etapas: la primera comprende de 1940 a 1965, cuando el sector agropecuario mexicano adquirió el papel relevante en el proceso de industrialización de la economía mexicana. La segunda corresponde a la década de los sesenta cuando el sector agropecuario se contrajo en los niveles de producción provocando el deterioro y la pérdida de la autosuficiencia alimentaria. Esta fase culminó en los ochenta, cuando el gobierno priorizó la producción de frutas y vegetales para la exportación, abandonando el apoyo a la producción de granos. En esta fase se cancelaron los apoyos gubernamentales al campo, se llevaron a cabo las reformas al artículo 27 constitucional y se canceló el reparto agrario, como parte de la política del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. Ahora vivimos la tercera etapa, en la cual el sector agropecuario mexicano ha perdido por completo su importancia, al no ser considerado más como la mejor estrategia para mantener un ritmo acelerado de crecimiento que permite mejorar las condiciones sociales de la población.

El segundo capítulo de la primera parte "Conversión social y cultural", se debe a Alba Gonzalez Jácome, quien aborda el paso de los agrocecosistemas tradicionales a los alter nativos en México. La autora presenta una reseña histórica relativa al campesinado basada en estudios de caso en los estados de México, Michoacán, Guanajuato, Tlaxcala, Veracruz, Campeche, Quintana Roo, Chiapas y Oaxaca. El trabajo proporciona una visión panorámica, por demás rica en su temática y, más aún, por el empleo de sus fuentes de información. González Jácome plantea, entre otros aspectos, el manejo de las diversas áreas naturales y los sistemas agrícolas tradicionales, tanto como el papel de los mercados y sus impactos. Pero también hace referencia al manejo que hacen las poblaciones rurales de sus recursos, la dieta y sus transformaciones, los riesgos ambientales y las formas que existen para disminuirlos, la aplicación de diferentes sistemas agrícolas a distintos microambientes, la manipulación de la agrodiversidad, la composición de la familia y su organización para la producción. Asimismo, se refiere al papel que juega la migración dentro de la economía rural, las formas de organización, entre las que destaca los sistemas de ayuda mutua, el papel de la tradición y la historia oral como fuentes de información y transmisión del conocimiento de las estrategias agrícolas, y los ajustes que están haciendo las sociedades mexicanas para cambiar su agricultura por alguna de otro tipo como la comercial, convencional, orgánica o sustentable. Finaliza la autora apuntando las lagunas que aún quedan pendientes para acercarnos a la agricultura tradicional, pero destaca su importancia como conocimiento básico que puede ser utilizado en la construcción y reconstrucción de los sistemas agrícolas alternativos y sustentables.

El capítulo "La acción del hombre en las selvas tropicales: panorama general y soluciones posibles", de Silvia del Amo, se enfoca a tratar los resultados que obtuvo el Programa de Acción Forestal Tropical AC (Proaft) en el manejo de selvas tropicales. Su investigación deja ver la falta de interés y apoyo de los organismos gubernamentales para la realización de proyectos de esta naturaleza. Con base en el análisis que llevó a cabo a partir de sus datos empíricos propone tres acciones para combatir los problemas en el trópico como resultado de las lecciones que para ella dejó el Proaft: 1) revalorar la cultura como un recurso clave para el desarrollo sostenible, 2) aceptar la forma indígena de producir como un modo más de sostenibilidad y 3), volver a establecer la autosuficiencia y autogestión como meta, recuperando los sistemas y prácticas tradicionales como las estrategias de supervivencia y etno-ecodesarrollo. Del Amo concluye que hay tres grandes problemas que se deben enfrentarse en el trópico: 1) detener la deforestación, 2) aplicar un manejo sustentable y 3) elevar el bienestar de las poblaciones.

El último capítulo de esta sección está signado por Tomás Martínez Saldaña y Leticia Gándara Mendoza, "La agricultura sustentable: una opción del desarrollo para una dimensión social de la agricultura". En este trabajo los autores hacen hincapié en la importancia de ver la agricultura como cultura, como una forma de vida, un modo de ser y de pensar que se manifiesta en usos y costumbres del aprovechamiento del suelo, de la flora, del entorno, de donde se obtiene el sustento diario. Dado el contenido que encierra, los autores sugieren "que hay que volver a estudiar la agricultura con la metodología de las ciencias sociales..." (p. 147), enfatizando que "pasar por alto que el descuido en el estudio de la vinculación de la agricultura con la economía, con la sociedad y con su entorno tiene un alto costo sociocultural". Y no dudan en subrayar, que "Dicho descuido se ha diagnosticado al hablar del desarrollo sustentable, pero no se ha atendido el problema básico del descuido agrícola, base prioritaria para todos los países del mundo que se encuentran en vías de desarrollo" (p. 148). En todo caso, para Martínez Saldaña y Gándara Mendoza, la agricultura sustentable debe ser una opción pública apoyada por el Estado; consideran que tal forma de producir es una estrategia novedosa y útil para el rescate del equilibrio que se ha perdido en la relación campo-ciudad. Para fundamentar sus posiciones, el análisis que hacen de la agricultura tradicional donde el campesino no ve en la agricultura una mercancía, sino su medio de vida, donde se conjugan su conocimiento del entorno con su cosmovisión "Por lo tanto, la agricultura sustentable será el resultado de una política agrícola basada en el conocimiento y manejo eficiente de la riqueza genética, botánica y productiva de la agricultura tradicional" (p. 157). Y agregan, "El conocimiento técnico se enriquece con los aportes de la agronomía capitalizada y tecnificada y con los éxitos y fracasos de la agricultura tradicional analizados de una manera científica" (p. 157).

El segundo conjunto de trabajos se agrupó bajo el nombre "El manejo de los recursos". En éste se presentan las investigaciones realizadas en comunidades indígenas y mestizas, permitiendo a los autores exponer, entre otros aspectos, los cambios que han sufrido respecto a sus modos de producción, el paisaje agrario, el paso de la agrodiversidad y del policultivo a las limitantes de los monocultivos. Asimismo, destacan la importancia de los huertos familiares, las estrategias productivas y la diversificación de la producción para el autoabasto a la economía de mercado.

Tales temas son tratados en el siguiente orden. El caso de la zona totonaca es analizado por Silvia del Amo Rodríguez en su capítulo: "El rescate de las prácticas de manejo de recursos naturales y la reconstrucción social en una etnia asediada". La autora discute la importancia que tiene el rescate y restauración de los recursos naturales y culturales que resume en seis principios unificadores. Piensa que, más que lo que ha hecho toda la tecnología producida en el siglo XX para solucionar el problema de la pobreza, es la recuperación del conocimiento (saberes) tradicional, fundado en el manejo de la vegetación secundaria, lo que nos acerca más a un desarrollo sustentable y a soluciones locales para aliviar las carencias.

José Luis Blanco Rosas, bajo el título "Los cambios en el sistema milpero de los zoque-popoluca del sur de Veracruz: el manejo de la agrodiversidad", con un buen sentido de la importancia que tiene la profundidad histórica destaca cómo la milpa, en la definición de Mesoamérica hecha por Paul Kirchhoff, no fue vista como un rasgo cultural, sino solamente sus componentes que, como rasgos aislados, no permiten verla como un sistema. Aun cuando Blanco Rosas aclara que la milpa de origen mesoamericano ha sufrido cambios importantes a lo largo del tiempo, su mayor transformación la sufrió en el siglo XX. El análisis de este rasgo durante varias décadas del siglo pasado, especialmente a partir de los años sesenta, le permiten dar a conocer un panorama específico de los drásticos cambios y el deterioro del sistema milpero de los zoque-popoluca del sur de Veracruz. Particularmente, porque "la pérdida de la biodiversidad en cultivares del tercer mundo es uno de los holocaustos silenciosos de la modernidad" (p. 206).

El trabajo de la "Agroforestería en la selva maya: antiguas tradiciones y nuevos retos" de Edward A. Ellis y Luciana Porter-Bolland puede considerarse un ensayo cuyas raíces anclan entre los mayas de los siglos iv-x de nuestra era. Incluso, llegan a plantear que: "Como sus antepasados, los mayas actuales son 'manejadores del paisaje' " (p. 217). Sin duda, un trabajo interesante que requiere de un análisis y discusión más puntuales de lo que aquí le podemos dedicar, especialmente de la parte que corresponde al colapso de la cultura maya y sus repercusiones (p. 216). Esto lo subrayamos, porque llama la atención que los autores sólo repitan de manera mecánica los supuestos de otros investigadores sin detenerse a analizar los fenómenos culturales mismos (cfr. Ochoa 2008). Dentro de esta misma sección sigue el capítulo de José A. Alayón y Francisco Gurri: "El flujo y balance en los agroecosistemas de campesinos tradicionales y convencionales del sur de Calakmul, Campeche". Los autores parten de la investigación de dos sistemas campesinos desarrollados en las selvas del sur del estado y, como indica el título, discuten las estrategias de lo que consideran dos distintos agroecosistemas: el tradicional, basado en el uso de energía biológica de los miembros de la familia, aprovechamiento de la energía solar y un alto intercambio de energía entre las parcelas y el solar, subsistemas agrícolas complementarios. El segundo es el convencional, en el cual se enfatiza la producción para el mercado y depende de la energía externa que tiende a no ser renovable, de la mano de obra asalariada y que presenta poco intercambio entre subsistemas. De particular importancia es su idea de privilegiar la estrategia tradicional por ser más sustentable aunque menos redituable que la segunda.

Un cambio de ambiente y cultura en comparación con los dos estudios anteriores es el que nos ofrece José Isabel Juan Pérez, al ocuparse del estudio de los "Huertos familiares y cultura en el ecotono sur del Estado de México". En éste no sólo describe las características de los huertos y la importancia social, cultural y ecológica que representan, sino que establece las diferencias que existen entre los de las zonas urbanas y los de las rurales, donde la experimentación por medio de la introducción de nuevas especies es una práctica que parece tener sus orígenes en el siglo XIX. "La experimentación, dice el autor, incrementa la diversidad de los huertos" (p. 279), en beneficio de la productividad.

Beatriz Albores, por su parte, en el capítulo "Dos rituales agrícolas diagnósticos en la zona lacustre del antiguo Matlazinco, Estado de México", nos presenta su interpretación de dos ciclos de fiestas relacionados con la agricultura. Las observaciones de la autora relativas a la agricultura y las fiestas relacionadas con ésta le permitieron detectar, por un lado, los antecedentes prehispánicos y, por otro, la confluencia de dos ciclos agrícolas, relacionados con los ámbitos femenino y masculino. Todo ello como resultado de haber interpretado los mencionados ciclos de fiestas, 1): Cuatro fiestas en cruz de San Andrés, que es de carácter femenino, y 2): Cuatro fiestas en cruz griega, de carácter masculino. De esta suerte, a pie forzado desde nuestro punto de vista, intenta vincular los rituales de la zona lacustre con el manejo de ecosistemas distintos en la zona del Alto Lerma.

El último trabajo de esta sección, el "Manejo del agroecosistema campesino en Canteritas, Guanajuato" de Víctor Enrique Abasolo Palacio, tiene como punto central la descripción y análisis de la forma como los campesinos de esa población llevan a cabo las actividades de subsistencia y, entre éstas, las actividades agrícolas, el manejo del ganado y la recolección. A diferencia de los trabajos anteriores, el autor nos introduce en el problema de lo que puede considerarse un sensible y real uso y manejo del agua, a partir de principios ecológicos como resultado del conocimiento y manipulación del entorno geográfico frente a la escasa precipitación pluvial. De ahí que el autor explaye su trabajo al señalar las estrategias culturales de adaptación social y ambiental.

La tercera sección, llamada "La agricultura tradicional y sus procesos" consta de seis capítulos que tratan del cambio sistémico experimentado por los campesinos tradicionales, aportando ejemplos del éxito comercial de campesinos tradicionales. El énfasis recae en el papel que juega la organización familiar, las costumbres religiosas, el mercado y los cultivos comerciales. En este sentido, Juan Jesús Velasco Orozco, en "El papel de la agricultura en el patrón de subsistencia de una sociedad campesina en transición", describe y analiza la actividad agrícola de los campesinos de San Felipe del Progreso, Estado de México. Respecto al patrón de subsistencia indagó el tipo de cultivo por familia, la tecnología empleada y la producción, la cría de animales y la recolección, para considerar la importancia de la agricultura en la subsistencia de la familia campesina en la medida que asegura únicamente el abasto de alimentos. Tales apreciaciones le llevan finalmente a considerar que si bien la agricultura en esta población no es una actividad que genere ingresos en dinero, es fundamental como estrategia para la subsistencia básica, cuando no hay ingresos monetarios. De ahí su conclusión: "a pesar de que la agricultura no es una actividad importante en lo que se refiere a obtener dinero, es fundamental para que la familia pueda enfrentar el mercado laboral en un contexto capitalista, el cual no siempre absorbe la fuerza de trabajo disponible… Por lo que se puede decir que la agricultura con la cría de animales representan para el campesino y su familia la estrategia de subsistencia básica, cuando no hay ingresos monetarios" (p. 336).

Por su parte, Laura Reyes Montes, en el trabajo "Tendencias de la agricultura en el Valle de Ixtlahuaca, Estado de México" parte de preguntarse ¿cómo las sociedades campesinas de esta región han generado, a través de su cultura, diferentes formas de adaptación sociocultural como respuesta a las condiciones del medio natural y a los cambios sociales, económicos y políticos del país? Pregunta a la que intenta dar respuesta destacando las características del grupo, forma de organización y la importancia de la composición de la familia campesina. Concluye señalando que las tendencias de la agricultura en estas sociedades están orientadas, por un lado a conservar la agricultura tradicional con los cultivos básicos para el autoabasto y, por otro generando una agricultura comercial introduciendo cultivos destinados a la venta en su sistema agrícola tradicional. Tales estrategias permiten mantener la subsistencia y mejorar la economía de la unidad campesina (p. 349).

El texto de Leonardo Ernesto Márquez Mireles: "De la agricultura tradicional a la convencional en Cruz de Piedra, Estado de México", tiene como objetivo discutir algunos cambios en el patrón de subsistencia entre los campesinos de esa comunidad aclarando que lo que motivó su estudio fue el aparente "éxito" de su agricultura comercial. El desarrollo de la investigación le permite sostener que a pesar de los cambios económicos y del avance de la modernización, permanecen todavía algunos sistemas de conocimiento y manejo agrícola tradicional. Sistemas, que al decir del autor, exhiben elementos importantes de sustentabilidad: son bien adaptados al ambiente local, dependen de recursos locales, son de pequeña escala y descentralizados, y suelen conservar la base de sus recursos naturales. En dos cuadros por demás interesantes el autor muestra lo que permanece y los cambios sufridos en un lapso de 74 años. Permanencias y cambios que se dan en la cosmovisión, la agricultura, los instrumentos agrícolas y la organización del trabajo. Y si bien resalta los beneficios que han traído a la población los cambios en la agricultura, también da cuenta del impacto negativo como son la pérdida paulatina de los sistemas de ayuda mutua, el incremento de la emigración, el bajo salario que perciben las mujeres, el incremento de agroquímicos y la mayor dependencia hacia el mercado. En este sentido, la exigencia de la agricultura dirigida al mercado implica el cambio de policultivo al monocultivo, por lo cual procuraron introducir productos que tuvieran mejores precios. Los habitantes de Cruz de Piedra eran campesinos y ahora, como señala Márquez Mireles, son productores agrícolas a pequeña escala, organizados en unidades domésticas, que dependen del trabajo familiar en una economía de producción comercial, orientada a la subsistencia, el mercado y la reproducción (p. 364).

Los artículos de Aurora Cristina Martínez, "Actividad cafetalera: crisis, contexto y productores", y el de Cristina Rentería Garita, "De alternativa campesina a certidumbre comercial: la producción de café orgánico en Pamal Navil", nos muestran los casos de campesinos tradicionales de Oaxaca y Chiapas relacionados con la producción cafetalera. En ambos trabajos se enfatiza la importancia que adquieren los productores campesinos agregando valor al grano al producir café orgánico. No obstante, en el primero se aprecia el juego entre lo local y el ámbito internacional en el marco de la crisis de la economía cafetalera mundial que se ha querido paliar abriendo "nuevos nichos de mercado, a base de producir calidades de café especiales" (p. 388). En el segundo caso, Rentería Garita nos lleva de la mano por los sinuosos caminos de la política rural, ejemplificando con el caso de Pamal Navil, del municipio de Chilón, Chiapas. La historia que relata va desde la fundación del lugar hasta la producción del cafetal orgánico y los pasos seguidos para ajustarse a la demanda del mercado internacional.

Finalmente, el trabajo de Ramón Mariaca Méndez, Noé Samuel León Martínez, Antonio López Meza y José Pérez Pérez, titulado "Dinámica de la milpa en Los Altos de Chiapas" describe la importancia de los conocimientos, tecnología y germoplasma de la milpa tzotzil y tzeltal de Los Altos de Chiapas, así como los procesos de conversión que tal agroecosistema sufre en el espacio y en el tiempo. Después de un extenso y arduo trabajo, tanto de gabinete como de campo, los autores nos legan sus reflexiones: la existencia de un sistema agrícola en el que se involucra prácticamente la mayoría del manejo de los recursos naturales con que cuenta la comunidad tradicional ejemplificando con un estudio de caso. Sin lugar a la duda, el extenso trabajo de estos investigadores es una síntesis monográfica donde dan cuenta del ciclo agrícola de la milpa estrechamente ligado a las particularidades culturales y el bagaje de creencias relacionadas con dicho ciclo. Todo ello lo culminan exhibiendo los cambios que han ocurrido en los Altos de Chiapas, desde las pérdidas de la cultura material e ideológica, hasta las innovaciones que se presentan.

Cierran el volumen, y lo enriquecen, las reflexiones debidas a Alfred Siemens y a Francisco D. Gurri García, que invitan a pensar que estos nuevos caminos de la agricultura son un título que refleja el contenido de un texto tan bien amalgamado.

Por fin queremos apuntar nuestras propias reflexiones en torno a los temas, las propuestas, los conceptos, las posiciones y las miradas con que los autores se acercaron a lo que consideran los nuevos caminos de la agricultura.

Los trabajos que integran el volumen tratan dos de los aspectos más descuidados del proceso de la producción: la cultura y el entorno geográfico. En efecto, el medio geográfico como producto de los procesos históricos sociales cuya explotación y transformación se encuentra ligado a la tecnología, a las relaciones sociales, la cultura y la ideología. El medio como espacio en el cual las poblaciones humanas y otras especies intercambian energía. El medio que responde a la acción del hombre suscitando respuestas de retroalimentación que afecta, de una u otra forma, a las diferentes especies que comparten un espacio definido.

El marco metodológico en el cual se enmarcan los distintos trabajos nos lleva a pensar en la idea de sistema, cuyos elementos claramente reconocidos se relacionan en lo que se pretende ser una totalidad funcional.

Sin minimizar los grandes aportes contenidos en este volumen, en el tintero quedaron todavía algunos puntos para discutir. Aclaramos. Si bien es cierto, como apunta Alba González Jácome en su introducción general, los distintos conceptos de familia campesina han respondido a diversas épocas y sus características se han modificado a lo largo del tiempo, en parte como respuesta a los cambios en la sociedad mayor, que de una u otra forma han impactado a las poblaciones rurales. En su obra Social Structure (1949), Peter Murdock inicia afirmando "La familia es un grupo social caracterizado por la residencia común, la cooperación económica y la reproducción. Caracterización que hasta el controversial Claude Lévi-Strauss (1964) acepta definiéndola más o menos en esos términos, como elemento constructivo de la vida social. La simpleza para entender lo que es la familia se complejiza cuando se hace uso del concepto de unidad doméstica, por lo que cabe preguntarse en qué difiere uno de otro conceptos. La respuesta pareciera enfocarse a referir la familia en función del parentesco y el de unidad doméstica en función de la residencia común (Yanagisako, 1979). Sin embargo, autores como David Schneider (1968, 1984) que partiendo del caso de la sociedad estadounidense cuestiona el considerar que el parentesco se base en la biología, que la reproducción sexual crea vínculos sociales entre personas, o que el parto establezca lazos importantes entre las madres e hijos. Indudablemente que puede cuestionarse la concepción que hoy en día se tiene de familia; pero, como antropólogos, sabemos el papel que juega en las sociedades campesinas, la importancia del parentesco y la residencia común. Por ello, consideramos que la discusión relativa a tal concepto, y la diferencia que existe con el de unidad doméstica, son puntos en los que faltó profundizar.

Otro aspecto que amerita seguirse discutiendo es el relacionado con la concepción que se tiene respecto a la agricultura tradicional. Nos interesa destacar uno de los retos que la misma Alba González Jácome considera. En efecto, para ella:

Aún quedan muchas lagunas en este conocimiento; la agricultura tradicional sigue aportando un conocimiento básico que puede ser utilizado en la construcción y reconstrucción de los sistemas agrícolas alternativos y sustentables. Son muchos los aspectos a considerar, porque la conexión entre sistemas sustentables en términos ecológicos no necesariamente significa que sean económicamente redituables y viceversa. Los estudios interdisciplinarios tienen que realizarse; pero necesitan modelos de investigación que sean compatibles en su estructura lógica. La conversión de la agricultura tradicional en sustentable y redituable es aún asunto del futuro; sin embargo el conocimiento científico y el conocimiento tradicional siguen siendo los cimientos de su construcción (p. 95).

Su reflexión nos sitúa en lo que parece una encrucijada difícil de sortear y aún más imposible lograr si pensamos en un mundo donde lo que importa es la idea de ganancia. El nuevo rostro de nuestros cerros, de los ríos, lagunas y mares, de los bosques y selvas, de desiertos y valles no nos permite predecir buenos augurios. Menos todavía si pensamos en que sistema social vivimos. El futuro donde se logre una agricultura tradicional sustentable y redituable pareciera hacernos pensar ante todo en un cambio de sistema político. Situación que obviamente nos lleva al tema de la relación Estado-grupos productores y con ello a la necesidad de continuar trabajando las experiencias que como en el caso de algunas de las contribuciones se presentan en este libro.

Otro tema para discutir es la aparente oposición entre tradicional y convencional, y coincidimos con la apreciación que hace en sus reflexiones Alfred Siemmens en el sentido de lo discutible que puede ser aquí el concepto de convencional como algo diferente a lo tradicional ya que, como señala lo tradicional era y es todavía, en ciertos contextos culturales, convencional.

La importancia de esta obra debe destacarse no sólo por el conjunto de trabajos que la integran, sino porque es un texto donde los campesinos siguen siendo tema de debate, y porque las investigaciones que la conforman son buen material para motivar nuevas inves tigaciones y mayores discusiones.

San Pablo Tepetlapa, julio de 2008

Autores citados

Bartra, Roger, 1974 Estructura agraria y clases sociales en México. México, ERA. [ Links ]

Chayanov, Alexander V., 1974 La organización de la unidad económico campesina. Buenos Aires, Nueva Visión. [ Links ]

Díaz Polanco, Héctor, 1977 Teoría marxista de la economía campesina. México, Juan Pablos Editor. [ Links ]

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