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Tla-melaua

versión On-line ISSN 2594-0716versión impresa ISSN 1870-6916

Tla-melaua vol.9 no.38 Puebla sep. 2015

 

Reseñas

Atropellado amanecer. El comunismo en el tiempo de la Revolución mexicana

Giuseppe Lo Brutto* 

* Profesor-investigador titular del Posgrado en Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades "Alfonso Vélez Pliego", BUAP, México. (giuseloby@msn.com)

Condes Lara, Enrique. Atropellado amanecer. El comunismo en tiempo de la Revolución mexicana. México: BUAP, 2015.


Buenas tardes a todas y todos los presentes. Agradezco la atenta invitación para participar como presentador de esta obra de Enrique Condes Lara, Atropellado amanecer, el comunismo en el tiempo de la revolución mexicana, en el marco del VI Coloquio Internacional de Estudios Mexicanos "La izquierda que no quería crecer: límites y perspectivas de un proyecto de nación relegado", organizado por el Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla.

La verdad es un honor ser presentador de un libro que por muchos sentidos me hizo reflexionar en torno al papel histórico de la izquierda en México y sobre todo entender también, a través de otros elementos sociológicos, políticos y económicos, el actual momento de la izquierda en México y el "supuesto proceso de transición democrática" que este país ha vivido desde la revolución hasta hoy.

No cabe duda que, proviniendo de una familia comunista italiana (en cuyas filas se puede mencionar a uno de los dirigentes locales que quedó en la historia de mi comunidad de origen, Mussomeli, Sicilia, Italia, lo zio Francesco Lo Brutto, por su liderazgo en el Partido Comunista Italiano ―PCI―, sus principios de justicia y sus luchas que lo distinguieron siempre a lo largo de su vida), poder hablar hoy sobre el papel que jugó el Partido Comunista Mexicano (PCM) en este país es un motivo más para seguir intentando comprender a México y al mismo tiempo a América Latina frente a los cambios que este continente ha vivido en estos últimos quince años. Cambios que en cuanto a la toma del Estado se reflejaron en América del Sur con el llamado "giro a la izquierda", sin duda llenos de contradicciones que significaron un momento importante en la historia del continente.

En cuanto a México, que es tema de análisis de este coloquio internacional, creo que es pertinente empezar el análisis sobre el papel histórico de la izquierda tanto a partir del siglo XIX (este libro nos da los instrumentos necesarios), como (tal como se está realizando en este congreso) con mayor fuerza a partir de las huelgas de los ferrocarrileros en los cincuenta, seguido por el del 68 con todas las implicaciones que comportó a nivel nacional e internacional la matanza de los estudiantes en la plaza de las Tres Culturas, la represión del 71 (El Halconazo), la reforma política del 77, con la legalización del PCM, la candidatura en el 82 de Rosario Ibarra "de Piedra" con el Partido Trotskista a la presidencia de la república (primera mujer candidata a la presidencia), la candidatura del 88 de Cuauhtémoc Cárdenas con el Frente Democrático Nacional, el fraude electoral y la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), las numerosas asociaciones pro democracia, expresiones de la sociedad civil (sectores de izquierda y derecha) en los noventa, la reforma electoral del 97, la victoria del prd en el Distrito Federal 1997, y la supuesta transición del 2000 con la llegada del Partido de Acción Nacional (PAN) al poder.

En ese sentido, y con respecto tanto al tema de este seminario como a las investigaciones que se han realizado en el Posgrado en Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades "Alfonso Vélez Pliego" de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), y en específico en el cuerpo académico "Sociología Política y del Desarrollo", considero primero que la expresión más viva de la herencia de la izquierda mexicana es hoy Morena; que México ha vivido una tortuosa y hoy "a medias", dirían en este país, transición democrática; que América Latina entró de lleno en una fase posneoliberal que no necesariamente implica un cambio en el patrón de desarrollo y que finalmente, hoy más que nunca, es indispensable y necesario un análisis sobre el papel de "las izquierdas" en América Latina y México para poder no solamente generar mayor conocimiento científico y análisis de la realidad política, económica y social del continente, sino que, al mismo tiempo, permita elaborar estrategias para el cambio.

Dicho esto, y volviendo al tema principal de la obra que tengo el honor de presentar esta tarde, debemos poner como primer punto del análisis de esta investigación que el Partido Comunista en México nace como un partido comunista sui generis; es decir, nace en un contexto de la Revolución mexicana (que fue básicamente una revolución burguesa), cuyas características le dan ese atropellado amanecer que, en palabras del autor, hacen del mismo partido, en su origen, un partido con poca incidencia en la realidad del país. Sin embargo, sus ideales vienen retomados por los líderes y caudillos de la época que, un contexto de la Revolución, los hacen suyos y rechazan cualquier forma de intervencionismo extranjero (en relación con el papel que el Partido Comunista de la Unión Soviética -PCUS- jugaba en el PCM y sus posibles influencias en el país).

Queda claro cómo el naciente nacionalismo revolucionario se hará de algunos de los principios del comunismo y al mismo tiempo pondrá al Estado como elemento de equilibrio en la lucha capital/trabajo. Yo añadiría que se irá poco a poco conformando el Frankenstein (el pri) que durante 70 años gobernó a México y que volviendo además al poder en 2012 es más aún un Frankenstein del siglo XXI con una contradicción entre su pretensión de ser un partido de las masas sin distinción de clase y operar como un partido de derecha, al estilo PAN (la aprobación de las leyes de reformas estructurales).

Un segundo elemento por considerar en esta presentación es el de las realidades distintas entre Europa y América Latina (y, por ende, México), en donde el capitalismo se instauró con características distintas. Si es cierto que vivimos en un sistema cuya esencia es capitalista y cuya extensión es mundial, es también cierto que cada país tiene características distintas tanto en la forma en que las condiciones capitalistas se instalaron, como en la manera en que las distintas modalidades de acumulación se han ido gestando en estos ciclos de auge y crisis de este sistema capitalista. Por ello, siguiendo a Harvey, hoy resulta fundamental entender que la modalidad de acumulación neoliberal tiene rasgos y características que la distinguen en cada país, aunque se trata de una modalidad cuyos patrones se reproducen en la totalidad del sistema. A manera de analogía, tal como señala Paco Ignacio Taibo II, el neoliberalismo mexicano es un "pinche neoliberalismo", que se diferencia de otros por sus características sui generis. Lo mismo podríamos decir del contexto histórico en el que se sitúa esta investigación.

Un tercer elemento que Condes Lara pone en la mesa del debate creo que es esta encrucijada entre lo nacional y lo internacional, es decir, esta contradicción misma que el PCM no pudo eludir. El PCM fue un partido que en sus orígenes no tuvo fuerza en México tanto por el contexto de la Revolución, como por "la falta de capitanes", se podía decir, parafraseando a Antonio Gramsci.

Después de una parte introductoria que grosso modo refleja lo anteriormente dicho, el autor pone énfasis en este papel nulo de las colonias en el pensamiento marxista en sus orígenes. Efectivamente, en palabras de Marx y Engels, América Latina era una tierra incógnita. Se pone el acento en el hecho de que las colonias no eran ni siquiera tomadas en cuenta en el proceso de revolución que tenía ese sello eurocéntrico.

El autor, en el primer capítulo, retoma el debate en torno al papel de la clase proletaria, la pequeña burguesía y por ende la social democracia, enfatizando el análisis sobre los temas tales como el Estado-nación, la cuestión nacional, y el todo en este marco de dar a entender cómo, en los países coloniales, el Partido Comunista no podía tener esa gran fuerza que tuvo en Europa. Queda claro que los acontecimientos históricos, desde la revolución bolchevique, la muerte de Lenin y la llegada de Stalin al poder, influenciarían la suerte de la Internacional Comunista y de las líneas por seguir en los demás países del mundo en cuanto a la realización de la revolución.

En cuanto a América Latina, sería hasta el VI Pleno Ampliado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (IC) en 1926 y en las discusiones del VI Congreso de la IC, en 1928, que aparecería con fuerza en el debate el tema de esta región y, en general, de las colonias. Esto se presentó, en palabras del autor, como "uno de los nudos estratégicos de la situación internacional".

Creo que es importante remarcar cómo el papel primario exportador de las economías de estos países latinoamericanos desde 1848 hasta 1940 sería su sello de dependencia de las economías de las "ex madre patria". En ese sentido, a partir de 1926 hay un esfuerzo para darle al movimiento proletario revolucionario de América Latina la hegemonía del proletariado. Podría decirse que el VI Congreso es un parteaguas para entender este descubrimiento de América Latina. En palabras de Condes Lara, "se formó la imagen de lo que es la región en el pensamiento marxista". Desde las declaraciones de Fernando Lacerda, en Brasil, Rafael Carrillo, en México, Pelufo, en Argentina, y Martínez, en Venezuela, podemos entender la fuerza que fue asumiendo la izquierda comunista latinoamericana. Sin embargo, y aquí creo que el autor no profundiza mucho, es Mariátegui el primer gran marxista latinoamericano que pone en tela de juicio al marxismo eurocéntrico y que pone el acento en el papel de los indígenas como actores de la revolución, en el papel cultural y de identidad latinoamericana como fuerza generadora de la revolución. Hay que recordar el antistalinismo de Mariátegui, expresado por los delgados que van en su representación, Hugo Pesce y Julio Portocarrero, en la primera Conferencia Comunista latinoamericana en 1929 en Buenos Aires (Argentina), que le costará al mismo Mariátegui su marginación ideológica y el cargo de secretario general del partido comunista peruano.

El segundo capítulo del libro abre con un análisis sobre el contexto mexicano entre 1910 y 1930. Analiza a los actores clave (políticos, económicos y sociales), para ir ampliando el análisis que llevará al autor a dar un contexto de la realidad mexicana de ese momento histórico particular, para, en capítulos sucesivos, ir introduciendo con más vigor y análisis el papel del Partido Comunista Mexicano en sus albores.

La realidad política, económica y social de México en la segunda década del siglo XX fue de gran inestabilidad, de guerra, destrucción y enfermedades que pusieron a prueba a cada gobierno que se fue conformando en ese contexto de la Revolución.

A partir de los años veinte del 1900, los grupos al poder en México entendieron que para sostenerse en el poder no bastaba con conquistar al Estado, sino que era indispensable seguir teniendo el apoyo de las masas. A lo largo del capítulo, se pone en evidencia cómo los constituyentes de Querétaro consagraron los artículos 27 y 123 a la cuestión agraria y a los obreros. Se evidencia cómo los grupos posrevolucionarios que gobernaron México retomaron elementos del comunismo. En síntesis, obreros y campesinos se habían hecho elemento clave de ideología, postulados y legislación de la Revolución mexicana.

Al mismo tiempo, se entrecruzaban las motivaciones de aquellos políticos y caudillos que utilizaban a las masas (obreros y campesinos) para sus intereses y aquellos que veían en ellos la parte fundamental y motivo del proceso social mexicano. El autor pone el acento en cómo esto representó para los comunistas mexicanos uno de los grandes problemas estratégicos a que se enfrentaron a lo largo de los años treinta del siglo pasado.

El problema era cómo realizar una revolución en un contexto en donde hay una alianza entre obreros y campesinos, en donde su gobierno los reconoce, usa sus lenguajes y se ostenta como revolucionario, el todo en una realidad en donde la idea "estalinista" de revolución había penetrado igual en México.

Desde Calles a Obregón, los usos en la terminología comunista fueron muy frecuentes, y los obreros y los campesinos se habían transformado en parte fundamental de la Revolución mexicana. Es interesante la evolución del papel de los obreros, como el rol de la Casa del Obrero Mundial (COM), quien apoyó y luego entró en conflicto con Carranza. Esto llevará a este último a afirmar que si bien la Revolución mexicana se había hecho en contra de la tiranía capitalista, no iba a permitir que se levantase otra tan perjudicial para el bien de la república, como podía ser la de los trabajadores.

A partir de esta experiencia, Condes Lara pone el acento en el papel de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) en la política de esos años. No cabe duda de que a partir de cuestionarse sobre el papel de los obreros en la lucha política, el papel de los sindicatos, entre otros, se dará paso a los distintos grupos y posiciones de la izquierda. En ese contexto, por ejemplo, los contrastes entre la Confederación General del Trabajo (CGT) y la CROM no tardaron en aparecer.

El autor señala cómo al prevalecer la negociación sobre el conflicto, aquellos sectores de la izquierda que insistieron en el enfrentamiento, poco a poco se fueron aislando de la lucha política y de la posibilidad de influir en sectores clave del movimiento obrero. Yo apuntaría al hecho de que todo esto debe leerse en un contexto posrevolucionario mexicano y en la construcción de un Estado corporativista.

El papel de Morones a partir de 1924 fue muy importante tanto en la CROM como en la defensa del presidente Calles. Aquí se cumple la hipótesis del autor en cuanto a la manera en que los gobiernos posrevolucionarios jugaron y utilizaron a la ideología y a la fuerza de los obreros, y debilitaron cualquier papel que el proletario pudiese tener fuera de la construcción del Estado posrevolucionario.

Tanto la CROM como el Partido Laborista Mexicano (PLN) fueron actores fundamentales en el gobierno de Plutarco Elías Calles. Los acontecimientos que seguirán y la lucha Obregón-Morones para la presidencia de la república llevará al asesinado del primero y al ocaso del segundo y de su grupo, la CROM.

En ese contexto, el tema de la propiedad de la tierra asume un rol determinante. La heterogeneidad de los distintos actores de la Revolución mexicana puso de relieve que el problema agrario era mucho más complicado de lo que se suponía. La aparición del Partido Nacional Agrarista (PNA) muestra cómo tanto este último como la CROM fueron expresión de personalidades en un contexto de convulsión posrevolucionario que tuvieron su auge y su declive relacionado con sus propios "patrocinadores".

Tal como señala Condes Lara, la radicalización campesina en esos años cuajó con la Liga Nacional Campesina (LNC). Sin embargo, los comunistas sobresalieron en los preparativos y la constitución de una nueva agrupación nacional. Su táctica era la alianza con caudillos y fuerzas en torno a un proyecto de unificación nacional campesina para el efectivo reparto agrario.

El VI Congreso de la Internacional Comunista, aquel que, como apuntó el autor desde el comienzo, dio visibilidad a América Latina en el pensamiento marxista eurocéntrico, permitió que se implementara en México la política de "clase contra clase" y de "contraofensiva" revolucionaria. La ruptura con el gobierno preconizó la división de la misma LNC.

Otro actor en esta realidad mexicana de las primeras décadas del siglo xx es el clero. El autor pone el acento en cómo la Iglesia y el poder extranjero eran sinónimos en ese contexto revolucionario, primero, y posrevolucionario, sucesivamente. La guerra de los cristeros que enfrentará Calles será la máxima expresión de la lucha entre el Estado y la Iglesia católica. Un presidente que, como lo señala Condes Lara, fue muy influenciado por la ideología obrera y que mucho poder le dio a la CROM.

Me parece importante señalar cómo el autor inscribe este conflicto en un contexto de crisis capitalista, y al mismo tiempo señala que esta guerra provocó crisis económicas en México y el abandono de lo rural, poblando más, de esa manera, las ciudades del país. Todo ello en una situación de caída tanto en el producto interior bruto como de la producción agraria.

Al mismo tiempo, creo importante también, en el análisis de esa realidad histórica, entender el papel que México empezó a tener a nivel internacional, en un contexto en el que el mundo estaba en continua fibrilación. La Revolución y los ideales de los obreros, sobre todo en la cuestión de las empresas extranjeras presentes en el país, también necesitaron mediaciones en algún momento determinado; por ejemplo, durante el gobierno de Calles derivado de las relaciones del país con los Estados Unidos y de las consecuencias que de esta se derivaron. Es en ese contexto donde el análisis del papel de los militares y el ejército permite entender el desarrollo histórico del México posrevolucionario y el papel de los obreros y campesinos en esa realidad convulsa de las primeras décadas del siglo XX. El surgimiento del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1928 se inscribe en ese momento histórico, y tiene el objetivo de empezar una nueva etapa en la historia del país, unificando fuerzas y apuntalando a la recomposición del Estado Nacional, dándole al partido esa figura de poder estatal.

El tercer capítulo es un análisis sobre el utopismo, el anarquismo y la socialdemocracia en México. Considero importante ese análisis porque permite entender las ideas y la historia de los movimientos políticos en el país, influenciados por las ideas eurocéntricas. Mencionar los acontecimientos, las agrupaciones de izquierda y sus posturas es fundamental para entender ese momento de la vida política, económica y social mexicana, lo cual corrobora la hipótesis del atropellado amanecer del comunismo en México.

Entre los utopistas que tuvieron alguna influencia en México, Condes menciona a Robert Owen, a Victor Considerant y a Albert Kismey Owen. Estas ideas no solamente apuntalaron grupos conservadores, oligárquicos, entre otros, sino que al mismo tiempo estuvieron presentes en el pensamiento y quehacer de importantes protagonistas de la construcción de la nacionalidad y del Estado mexicano. Nos señala el autor cómo en el mismo pensamiento de Benito Juárez están presentes las ideas de Saint-Simon. El mismo Melchor Ocampo fue influenciado por Proudhon, sin ser Ocampo, tal como señala el autor, ni socialista, ni utopista o anarquista, sino, diría yo, un ecléctico que utilizaba las ideas de los pensadores a su conveniencia.

En ese mismo sentido, el autor menciona el caso de Julio López, cuyo levantamiento a favor de los oprimidos y pobres de México y del universo (que fue su Manifiesto) lo llevó al fusilamiento por órdenes del mismo Benito Juárez. El del griego Plotino Rhodakanaty, que fue quien inculcó las ideas del fourierismo a López, que influenciará, a su vez, a los futuros dirigentes del primer socialismo mexicano, entre ellos Francisco Zalacosta, Santiago Villanueva, Hermenegildo Villavicencio, Juan de Mata Rivero y Prisciliano Díaz.

Con López Chávez, por primera vez en México se conforma un movimiento campesino que llamaba a la organización de la sociedad, propugnando la formación de sociedades agrarias. Diría el autor: una utopía agraria que se instalaba en el campesinado. El Plan de la Barranca de 1879 iría en esa dirección y al mismo tiempo revelaría la presencia de distintas corrientes de pensamiento sin revelar cuál es la clase dominante. A este le seguirá el Plan socialista de la Sierra Gorda (y el levantamiento encabezado por Albero Santa Fe), que llevará a la unificación del movimiento agrario de los pueblos de Querétaro y Guanajuato y al pronunciamiento político de Miguel Negrete. Diego Hernández y Luis Luna serán, respectivamente, el secretario y primer secretario del directorio socialista.

Desde la Ley del Pueblo (inspiración de Alberto Santa Fe), el periódico bisemanal La revolución socialista, hasta los once números del semanario La Internacional, notamos la expresión de ese utopismo socialista en México que acabará en 1884, y será puesto en segundo lugar por las corrientes anarquistas, anarco-comunistas y socialdemócratas.

En efecto, tal como nos señala el autor, el Congreso General Obrero que tuvo su primer congreso en marzo de 1876, el Gran Circulo de Obreros en México que fue parte de ese Congreso, el Gran Circulo de la Unión, el periódico liberal independiente, socialista y acérrimo defensor de la clase obrera, El Hijo del Trabajo (aunque éste apoyará poco después a Porfirio Díaz), el grupo La Social de tendencia anarquista, El Manifiesto de los trabajadores de 1876, el grupo la Primera Sucursal, son la expresión de la dinámica de la izquierda de ese comienzo de la segunda mitad del siglo XIX en México. En ese momento histórico, Condes Lara pone en evidencia cómo los anarquistas se habían convertido en la mayor fuerza del movimiento obrero en el país. Sin embargo, el Porfiriato se encargaría de diluir esas fuerzas obreras.

A principio del siglo XX el magonismo sería la expresión anarco-comunista más importante de México, y el periódico Regeneración (periódico independiente de combate) sería la expresión de esa lucha por los ideales del bien público y los republicanos. El partido Liberal (PL) que surgirá a posteriori del congreso de San Luis Potosí será fundamental para preparar la futura Revolución mexicana y su lucha contra el Porfiriato.

Me parece importante señalar, tal como lo hace el autor, cómo el semanario Regeneración fue, en palabras de José C. Valdés, "el periódico mexicano más emocional por su virulencia, más cautivador por sus ideas y más intenso por su perseverancia" (p. 249).

El hijo del Ahuizote y Regeneración fueron periódicos importantes en ese momento de la vida política, económica y social de México, en donde el Estado oligárquico tuvo su mayor fuerza y sometimiento en el país. Además, el programa del Partido Liberal y el Manifiesto de la Nación tuvieron una difusión grande (medio millón de ejemplares distribuidos en México, el sur de los Estados Unidos, Europa y América Latina) gracias al semanario Regeneración (250 000 ejemplares). La influencia del magonismo fue fuerte, y aunque hubo una división en el PL en 1904, en las vísperas de la Revolución mexicana se fue delineando su unificación. El Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906 tuvo enormes repercusiones. Los acontecimientos que siguieron fueron el resultado de posturas e intereses políticos distintos de los diferentes líderes en el contexto de la Revolución.

En esa realidad, la Casa del Obrero Mundial, fundamental para el futuro desarrollo del sindicalismo en México, fue un centro de reunión en donde se intercambiaron ideas, se implementaron cursos y se dieron ciclos de conferencias. Promovió la creación del día del trabajo en 1913 e impulsó durante la presidencia de Carranza reformas a favor de los trabajadores. Se clausurará definitivamente en agosto de 1916, y la CROM, con su líder Morones, será a partir de ese momento la agrupación que representará con más fuerza a los obreros en México. Tal como señala el autor, "esta fue la principal fuerza sindical y política en el movimiento obrero mexicano, que no la única, con la que tropezaron los comunistas en México al constituirse en partido" (p. 288).

La fundación de la CGT (22 de febrero de 1921) se dio en un contexto de una convención de los anarco-sindicalistas, financiados por la Federación Comunista del Proletariado Mexicano. Esa convención será conocida como la Radical Roja. En ese contexto, y para asegurar el correcto manejo de la cgt, se formaron el Centro Sindicalista Libertario (CSL) y el periódico Verbo Rojo. Su enfrentamiento con la CROM en los años sucesivos será paradigmático. Tal como señala Condes Lara, lo que puso en crisis la CGT fue el reformismo de la Revolución mexicana. Siguiendo la hipótesis del autor de Atropellado amanecer, esta fue la segunda agrupación obrera de importancia con quien se toparon los comunistas desde que iniciaron sus actividades en México.

El cuarto capítulo de este libro está dedicado a este atropellado amanecer del comunismo en México. Es un contexto en constante transformación, en un país que vive la Revolución, donde llegan las ideas de la revolución rusa. Sin embargo, los acontecimientos que llevarán a la formación del Partido Comunista, o mejor dicho de los partidos comunistas en México, se darán en una realidad en el que la superación del Estado oligárquico del Porfiriato se inscribe en la construcción del Estado posrevolucionario. La convulsión de los acontecimientos y la llegada de extranjeros que influenciarían el surgir de este nuevo sujeto político serán las condicionantes que el autor analiza.

Uno de los slackers (perezosos) de los Estados Unidos que mayor influencia tendrían en la vida política de la izquierda en el país es Robert Haberman, quien jugaría un papel importante en la Liga de Resistencias Socialista de Yucatán (PSY), y en el Congreso Socialista de Motul en el mismo estado mexicano. Un personaje fuertemente vinculado a Felipe Carillo Puerto.

Miembro del Partido Socialista de los Estados Unidos, tendría un peso importante para superar el anarquismo como fuerza imperante en el movimiento obrero mexicano, carga anarquista heredada por la com. Después de un periodo de persecuciones, el triunfo de Agua Prieta permitirá al PSY hacerse hegemónico. A partir de 1921 (II Congreso Obrero Socialista), tomaría el nombre de Partido Socialista del Sureste (PSSE). El debate en el partido en torno al hecho de entrar o no a la Tercera Internacional le dará el golpe a la III Internacional Comunista para penetrar en México a inicios de los años veinte del siglo XX.

Otro personaje que tanto escándalo crearía en las filas de los izquierdistas mexicanos es Nath Roy, quien en contacto con el gobierno de Carranza financió la edición de El Socialista. Muchos historiadores mexicanos afirmaron en años posteriores que Nath Roy se auto dio un papel central que nunca tuvo en la vida política mexicana.

En este capítulo, el autor pone el acento en la debilidad del Partido Socialista, sobre todo por la ausencia de un pensamiento marxista en el movimiento obrero mexicano. Las diferencias entre quienes querían entrar a la Internacional Comunista y quienes propugnaban para que fuera parte de la Internacional Socialista (entre ellos el líder de la CROM, Morones) radicalizó las posiciones entre los dos grupos. Al final, el hecho de haber entrado a la Internacional Comunista llevó a la escisión en el grupo. Un nuevo congreso nacional socialista nombró a un comité ejecutivo de duración determinada. El Partido Nacional Socialista tendrá en el ideario a Proudhon, Kropotkin, y en palabras de Condes Lara fueron más documentos doctrinarios que documentos políticos los que se acordaron.

Sin embargo, a pocos días de haber finalizado el congreso (septiembre de 1919), algunos exponentes de esta fuerza (que duró muy poco) lo abandonaron para formar el Partido Comunista de México, entre ellos Barreda, Tabler, Rodríguez y Estrada. En esta historia, misteriosa y llena de slackers, fue Borodin quien, en palabras del autor, impulsó a algunos izquierdistas a abandonar al Partido Socialista y convertirlo en el Partido Comunista Mexicano.

El 24 de noviembre de 1919 será la fecha fundacional del Partido Comunista Mexicano, cuando en una reunión del PS en el Distrito Federal se adoptó como propio el Manifiesto de la Internacional Comunista a los Proletarios del Mundo. José Allen será su primer secretario general. Al mismo tiempo, Nath Roy, su esposa Evelyn Trent y Frank Seaman serán los delegados para la II Internacional Comunista.

En ese momento existían tres grupos en México: el Partido Socialista de Cervantes López, el Partido Comunista de México de Gale y el Partido Comunista Mexicano encabezado por Allen. Además, a los pocos meses aparecería el Partido Laborista Mexicano, de Morones. La rivalidad fue muy dura entre los dos partidos comunistas que llevaron a la expulsión de Gale en 1921, acusado de "provocador y aventurero norteamericano".

Es importante señalar cómo el autor evidencia la exageración de los informes que se mandaban a la III Internacional Comunista sobre el diagnóstico del Partido en México. En ese contexto, la llegada del japonés Katayama al país con el objetivo de unificar a Allen y a Gale haría de esta naciente agrupación política un partido lleno de misterios y controversias desde su nacimiento.

Es sorprendente cómo en 1983, una investigación de Paco Ignacio Taibo II y Rogelio Vizcaíno señalará al mismo Allen (primer secretario del PCM) como un agente militar norteamericano. Esto que nos relata Condes sigue sustentando su hipótesis del atropellado amanecer del PCM, un partido endeble desde su nacimiento y con escasez de militantes.

De la llegada del japonés Katayama lo único rescatable es la labor editorial hecha con la Biblioteca Internacional, en donde se editaron trabajos de Lenin, Bujarin, Trotsky, Zinoviev y Gorky. En consideración del autor, el bolcheviquismo en México hizo que las corrientes de Allen y de Gale, los anarco-sindicalistas no vieron en un primer momento mayores impedimentos para convivir y las diferencias de pensamiento y de doctrina no aparecieron dado su desprecio hacia los socialistas. Esto cambiaría en poco tiempo.

Un papel importante en ese contexto lo desarrollarán los jóvenes de la Juventud Igualitaria, quienes constituyeron, al lado de los veteranos sindicalistas rojos, el alma de la Federación Comunista del Proletariado Mexicano, alianza de anarquistas, comunistas y sindicalistas revolucionarios, propuesta formulada por el Partido Comunista Mexicano que respondió a la urgencia de contar con un organismo de la multitud de acciones. Este hecho ayudaría a la conformación de la CGT.

Es importante señalar cómo los acontecimientos de Rusia aumentarán las asperezas entre los comunistas y los anarquistas. El Partido Comunista Mexicano fue afectado también por estas diferencias teóricas y por el aplastamiento de los anarquistas en la Unión Soviética, en un país como México, en donde los anarquistas eran una de las fuerzas más fuertes en la izquierda. A todo esto, si añadimos el contexto convulso de la Revolución mexicana, la realidad para ese sujeto político iba a ser muy complicada para entenderla, pero sobre todo para transformarla. En consideración del autor, a finales de 1921, el PCM estaba alejado de los movimientos reales y de los organismos vivos de la clase obrera.

El primer congreso del PCM, que se da en el contexto de un partido débil en sus miembros y liderazgos, será prácticamente su real fundación, ya que se formulará una caracterización del desarrollo histórico de México. En este atropellado amanecer, las iniciativas desarrollados por los comunistas en el país no siempre coincidían con las directrices de la I Internacional Comunista. Entender el pensamiento marxista era otra debilidad. En mi opinión, la tarea era doblemente ardua: en primer lugar, entender un pensamiento eurocéntrico en una realidad diferente complicaba más las cosas; en segundo, tal como señala el autor, la presencia de los slackers dificultaba más las cosas, por su falta de conocimiento del pensamiento marxista y, al mismo tiempo, por acentuar la idea de que "el que viene de afuera sabe más". A partir de ese congreso, el partido se llamará, hasta 1939, Partido Comunista de México. De ese momento en adelante, el Partido se transformó en el depositario de la doctrina y del saber de los clásicos. Tal como señala Condes Lara, el Partido fungió de Iglesia en el comunismo como la mediación insustituible e imprescindible entre la profecía de los clásicos y la clase que redimiría y, al hacerlo, salvaría a la humanidad.

La fundación en 1922 del Sindicato Revolucionario de Inquilinos (SRI), en palabras de Taibo II, "se le apareció como un alternativa a su marginación en el movimiento sindical, y a ella se asieron como náufragos y salvavidas". A lo largo de sus primeros diez años de vida, el PCM fue un partido desarticulado e inestable debido a la propia Revolución mexicana (como se ha dicho en más ocasiones en esta reseña a partir de los hechos que al autor de forma brillante narra en el libro). Los líderes de ese entonces no supieron hacer una lectura de esa realidad mexicana revolucionaria, antes, y posrevolucionaria, después. En palabras de Condes Lara, no entendieron las claves de los procesos históricos latinoamericanos.

En esa realidad, es interesante cómo las ideas que sirvieron a la construcción del Estado posrevolucionario fueron tomadas por parte de los líderes del Estado mexicano; no obstante, eran las ideas importantes de ese partido que tuvo un atropellado amanecer en un México que no quisieron y no supieron entender. En términos "Manzionani" se podría decir: "Ai posteri l'ardua sentenza!".

El último capítulo de este libro está destinado a la influencia del marxismo-leninismo en las instituciones del México posrevolucionario, desde los periódicos que narraron la Revolución rusa hasta la influencia de los jefes revolucionarios rusos en los revolucionarios mexicanos.

El Estado mexicano que salió de la revolución no fue ni capitalista ni comunista; fue un Estado que se asumiría como por encima de las clases. Por ello, y discrepando con el autor sobre el hecho de que ese Estado se puso por encima de las clases, me parece importante señalar que el Estado, en cualquier momento histórico, siempre ha reflejado y sigue reflejando la lucha capital-trabajo. De hecho, se considera una relación de esta lucha que sintetiza el antagonismo social que caracteriza al sistema capitalista.

Lo que se formará en México será un Estado desarrollista con la pretensión de conciliar esa lucha capital-trabajo; un Estado con la falsa expectativa de garantizar el interés general a todas las clases sociales, asumiéndose (sin lograrlo) como responsable de su educación y de su salud, de darle alimentación a todos y a todas y de defender su campo; un Estado que, aprovechando esa fase histórica, haría del nacionalismo revolucionario la bandera para recuperar la dignidad que las corporaciones extranjeras le habían quitado. Sin embargo, la historia nos ha demostrado que eso se dio a partir de crear las condiciones de construcción de esa burguesía mexicana sui generis, es decir, corrupta, y al mismo tiempo autoritaria, que supo aprovechar toda la fuerza que el Estado tenía para defender sus intereses.

No cabe duda, y coincido con el autor, de que a ese Estado le sirvieron algunos de los ideales socialistas, pero nunca marxistas; por ello, nunca se propuso la instalación del socialismo en México. Lo que se construyó fue un Estado poderoso, que acabó siendo autoritario durante 70 años, bajo la falsa pretensión de estar al servicio de todas las clases sociales. Un Estado, diría yo, que de las cenizas del viejo Estado oligárquico, de las ideas de la Revolución mexicana (una revolución burguesa), supo construir un aparente ideario que acabó volviéndose autoritario; un Estado que intentó construir una nueva relación con la sociedad, en un contexto de antagonismo que nunca disminuyó, sino que, al contrario, fue aumentando.

Finalmente, me parece importante señalar que ese Estado posrevolucionario (cuya construcción implicó ese atropellado amanecer), a partir de la aplicación de las políticas desarrollistas, fue un Estado que creyó, igual que el socialismo real y el capitalismo, en el progreso. La realidad actual nos muestra exactamente esto. Por lo tanto, la izquierda mexicana que se construyó, en primer lugar, no supo alejarse de las ideas de la Revolución; en segundo, su contexto sui generis no le permitió tener la fuerza necesaria para su consolidación (por las disputas entre los grupos, entre otros motivos) y en el momento en que la tuvo, todas las contradicciones del sistema capitalista en un contexto neoliberal la obstaculizaron muchísimo. Hoy, la herencia de toda esa izquierda, que podría sentar las bases para empezar a generar un cambio (sin que ella misma sea la solución y por ende la panacea), es Morena. Esto, sin embargo, es otro análisis, que nos permitirá discutir más en profundidad en otras ocasiones.

Muchas gracias, sobre todo por la posibilidad de estar aquí discutiendo y analizando estos temas.

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