Sumario:
1. Subsunción de la vida y el territorio a la lógica moderno capitalista / 2. Resistencia comunitaria y límites al capital: recreación del hábitat en Cherán / 3. Cherán: praxis espacial y autonomía en tiempos de emancipación / 4. Los cuatro barrios / 5. Las fogatas / 6. La plaza, la pérgola y la casa comunal / 7. Las tierras comunales / 8. Proyectos para el territorio / 9. El arte de habitar: recreación del hábitat, recreación de lo común / 10. Conclusiones / 11. Bibliografía
1. Subsunción de la vida y el territorio a la lógica moderno capitalista1
Del año 2008 a abril de 2011, la comunidad purépecha de Cherán, ubicada en la sierra purépecha de Michoacán (México), fue copada por el capital narcotraficante hasta volver imposible la vida en el casco urbano y devastar más de la mitad de sus bosques.2 En tan solo tres años, Cherán se vio asediada no sólo en su bosque, por la deforestación, sino también en sus calles y negocios, por bandas armadas, cobros de piso, extorsiones, desapariciones, asesinatos, toques de queda tácitos, desgarramiento del tejido social; en pocas palabras, la dislocación de la vida.
En los momentos más álgidos de la devastación, grupos armados, junto con la policía municipal se encargaban de mantener a raya a quien quisiera siquiera atreverse a protestar. Cuentan los cheranenses que, desde el centro del pueblo, se podía ver y escuchar los talamontes en el cerro San Miguel, “cual enjambre” -por la cantidad y ruido de las sierras motorizadas-, desmontando el bosque y bajando los trozos de árboles en camionetas al orden de más de treinta. Después, se les veía circular desde las cinco de la madrugada hasta el anochecer, por las calles del pueblo, para alcanzar la carretera que los llevara al aserradero.3
Ante ello, gente de la comunidad explica: “Aquí ya entraban los malos y ya nos cobraban cuotas a los comerciantes, a los tianguistas, a todos, y ese era el temor […] ¿qué está sucediendo? ¿Por qué lo hacen, por qué se nos meten?”.4 Dos comuneros dirían en aquel momento:
No nada más acabaron con el bosque, sino que también fueron acabando con nuestra fauna, con los animales, con todo lo que acontece en un pueblo purépecha [...] Pasaban por aquí los vehículos, por todas la calles principales de la comunidad. Todavía ellos de forma burlona [...] llegaban a las tiendas, saqueaban y se iban. Nadie les podía decir nada, las mujeres, los hombres, nosotros; con esa impotencia de no poderles decir nada, gritarles, ¡detenerlos! Era urgente. Lo nuestro era una desesperación.5
La devastación, tanto del bosque crecido en las tierras comunales de Cherán como de la vida social en esta comunidad, es una de las expresiones más crudas de lógica mercantil capitalista. Es una muestra de cómo ésta construye su dominación sobre la relación metabólica entre las sociedades y la naturaleza habitada, así como sobre el cuidado de los afectos y la vida en común.
De este modo, enajena a los comuneros y sus familias de la capacidad de decisión y actuación dentro de los cauces conocidos. Finalmente, el mercantilismo expropia y monopoliza el territorio, con lo cual imposibilita las relaciones entre la comunidad y la naturaleza y entre la propia sociedad,6 así como el acceso al beneficio y riqueza vital del bosque, hasta el estallido de la dignidad.
2. Resistencia comunitaria y límites al capital: recreación del hábitat en Cherán
El día 15 de abril del 2011, después de varios intentos infructuosos, el pueblo de Cherán decidió poner fin a la violencia, que imponía día a día la zozobra, el miedo y la tristeza. Recuperaron colectivamente la alegría, la dignidad, su voluntad de vida y el bosque, que estaba siendo asesinado frente a sus propios ojos de manera devastadora, rapaz, ecocida y descarada.
En el ocaso del día previo, un grupo de mujeres de Cherán, resueltas, regaron por las calles un pronunciamiento llamando a ponerle fin al despojo. Sin imaginar la magnitud que tomaría su acción, en la madrugada del quince, comenzaron un alzamiento contra el narcotráfico y la apropiación destructiva del bosque y el territorio de la comunidad, a la voz de “Ya basta compañeros y compañeras”. El levantamiento de las mujeres fue inmediatamente seguido por jóvenes. Al tañer de las campanas de la capilla del Calvario, en cuestión de minutos, como reguero de pólvora ante un cerillo, la comunidad en su conjunto se hallaba alzada y brava.
Las camionetas y camiones que atravesaban las calles portando el troceo producto del desmonte, fueron perseguidas y detenidas, descargadas y quemadas. Las “guardias blancas” -pistoleros que escoltaban los transportes- y los policías municipales, que protegían las camionetas, fueron desarmados y capturados después de haber enfrentado sus balas contra la población enardecida, armada con cohetes, palos, alambre de púas y herramientas de labranza.
Desde entonces, Cherán ha fortalecido su dignidad y territorio recuperados, en un andar no exento de sinsabores y tensiones internas. Pero se ha caracterizado por la reelaboración del tejido y las formas comunitarias del hacer social, del territorio y del hábitat en su conjunto.
El oleaje de rabia e indignación por el despojo de los bienes comunales y el exterminio de la vida que tuvo lugar en la comunidad de Cherán, hace más de cuatro años, revela la dinámica de acumulación por despojo y sobreexplotación que es intrínseca a la forma capitalista contemporánea.7 Asimismo, esta reacción comunitaria evidencia la confrontación con el modelo de civilización de la modernidad capitalista.8 A su vez, alienta las formas comunitario-populares de autorrealizarse y proyectarse en su relación con el mundo habitado.9
A partir del alzamiento de la comunidad de Cherán por la reapropiación del territorio y la reconstitución de su tejido social, ha tomado forma su praxis,10 respecto a su densidad cultural y expresión espacial -arquitectónica, rural y territorial-. En la cotidianidad posterior al levantamiento, estos dos elementos plasman las formas comunitarias de recreación digna de su hábitat y vitalidad.
Hablemos, pues, del habitar como la praxis social espacio-temporal que da forma a un mundo material -vivido como una segunda naturaleza humana-11 en que se concretan toda actividad y relaciones sociales de la colectividad con base en su bagaje cultural e histórico, con su memoria corporal y colectiva. En tal praxis, se expresa su manera de vivir, de participar en la vida urbana,12 como forma específica de realizar, comprender y proyectar su vida, así como su estar en y con el mundo. Observemos esto y, en su relato, comprendamos las profundas implicaciones que la praxis espacial temporal tiene para la configuración del hábitat en común.
3. Cherán: praxis espacial y autonomía en tiempos de emancipación
En términos de producción del espacio habitado, el proceso que comenzó el 15 de abril de 2011 amplificó y revitalizó un modo de recreación social, de relacionarse y habitar, propicio para la comunidad. En otras palabras, revitalizó las formas comunes de articulación que se habían retraído poco a poco hacia las actividades reproductivas invisibilizadas de la cotidianidad y a los momentos de las festividades religiosas, tras décadas de una creciente dominación de la producción del hábitat por la modernidad capitalista.13
Esta capacidad de articulación generalmente pasa desapercibida -frente a la homogeneidad de la vida y sus configuraciones espaciales-, cuando observamos de manera superficial la existencia cotidiana; cuando no nos atrevemos a leer14 las particularidades que se nos presentan como indicios de praxis espaciales. Tales indicios demuestran los modos de habitar particulares que desean sus habitantes, y que son necesarios para la existencia satisfactoria de quienes viven los espacios día a día.15
Para entender la recreación de la praxis espacial comunitaria en Cherán, uno de los elementos de mayor centralidad en este caso es “la apropiación y redimensionamiento de lo político como momento constitutivo de la socialidad comunitaria, correspondiente con una redefinición y redimensionamiento de la escala del territorio, así como de la capacidad de autoproducción del espacio social en su conjunto”.16 Es un proceso dialéctico en donde la praxis espacial de la comunidad, generada por tal reapropiación política, facilita recíprocamente esa reorientación del hacer político.
La regeneración del tejido social de Cherán se ha expresado en al menos cinco dimensiones de la praxis espacial comunitaria. Bajo la mirada modernizante, tales dimensiones suelen concebirse como añejas, anacrónicas, propias de la pobreza, por su relación con la tradición. Sin embargo, he ahí su potencia, su vigencia y su capacidad de brindar soluciones adecuadas al problema general de la producción de un espacio habitado, destinado para la recreación social de Cherán. Estas dimensiones incorporan formas históricas largamente cultivadas y conocidas por los cheranenses.17 Por tanto, son susceptibles de ser actualizadas, moldeadas, articuladas y modificadas propositivamente por quienes las han gestado con su propia historia y cultura.18
4. Los cuatro barrios
La forma primera de apropiación del medio habitado que se halla enraizada en la cultura purépecha de Cherán se dio en la escala de las cuatro partes que, ancestralmente, organizan política y geográficamente la forma de crecimiento territorial, pertenencia y relacionalidad de la comunidad. De este modo se compone la organización territorial y simbólica en la escala del asentamiento físico del pueblo.19 En el purépecha de Cherán, al barrio se le llama Irenharhikua y, en ocasiones, anapu (originario de).20
Esta forma de organización del espacio continuó en las costumbres religiosas y festividades tradicionales, pero fue expulsada del espacio del gobierno comunitario por las formas de la política liberal o moderna capitalista. De este modo, se ha convertido en la expresión espacial de la forma directa de ejercer el resguardo de la comunidad y la toma de decisiones respecto a los asuntos fundamentales.
Es el modo comunitario del hacer político vuelto sustrato material donde los cuatro rumbos del pueblo tienen el mismo peso. Ello se expresa en la valoración igualitaria de cada una de las asambleas barriales, así como en la representación equitativa que cada barrio tiene en la forma de gobierno. Todo esto encarna la perspectiva del equilibrio y la proporcionalidad entre las partes.21
Hacer político, equilibrio y proporcionalidad se realizan tanto al interior de la actividad de gobierno -en su relación con la comunidad en su conjunto, sin producir desequilibrios a ninguno de sus integrantes ni secciones territoriales-, como en la relación de la sociedad con el territorio habitado. La comunidad parte de la perspectiva de la necesaria complementariedad para la continuidad de ésta como “común”.
Los barrios o partes del pueblo se basan en los puntos cardinales, pero se adaptan a la conformación física del territorio sobre el cual se asienta la comunidad. El barrio Primero se halla en la sección noroeste de la comunidad, se llama Jarhukutini (el lado de la orilla) por estar a la vera de la cañada donde se encuentra el manantial de Kumitzaro, que lo divide del barrio Cuarto o Parhikutini (del otro lado). Éste está en el costado nororiente, a las faldas del cerro Karishjuata o cerro del borrego, por su forma. La cañada, a pesar de cruzar zigzagueante desde el este, girando hacia el norte, constituye la referencia que delimita a estas partes socioespaciales y políticas de la comunidad.
A su vez, el origen oriente de la cañada, el cual coincide con el eje este-oeste que divide a la comunidad, continúa hasta El Calvario. Funda la referencia que marca el límite del barrio Parhikutini con el barrio Tercero o Karhakua (arriba, en lo alto, el de arriba), pues sube por la inclinación que viene del cerro Kukundikata en el lado suroriental del poblado.
Finalmente, el barrio Segundo o Kétsikua (abajo, el de abajo) continúa la inclinación del cerro Kukúndikata hacia el oeste hasta el plan que baja del cerro San Marcos al sur y continúa hacia el plan del cerro Juanchan.
Los cuatro barrios siguen manteniendo, pues, una referencia cotidiana con el sustrato natural del cual son parte. Su identidad se basa en esta organización del espacio habitado y, en ella, se posibilita la vida colectiva.22 Esta vida mantiene su autonomía a partir de la recreación de las relaciones familiares y de proximidad al interior de cada barrio, con relación a los demás irenharhikuecha.23 Pero, al mismo tiempo, está en coordinación constante con los mismos.
A partir de esta forma del espacio comunitario, se genera el cuerpo institucional del gobierno administrativo de la comunidad, tanto en la definición de los responsables principales que integran el Concejo Mayor o K’eri jánhaskaticha -formado por doce representantes, tres por cada uno de los cuatro barrios, llamados K’eris-,24 como de quienes trabajan en las distintas comisiones y concejos operativos -cerca de veinte.25
De este modo, el nuevo gobierno expresa la coordinación equitativa de cada barrio en la gestión de la vida social y territorial comunitaria, constituido a partir del principio de equidad y equilibrio de fuerzas colaborativas y, a la vez, contrapuestas. Además, esta forma de articulación del espacio y de la actividad política encarna en el funcionamiento mismo de las comisiones y concejos operativos, los cuales recurren a la gestión de sus trabajos como segmentos coordinados. Ello permite ejecutar las labores desde la comunidad misma.26
La forma de organización territorial por barrios influye directamente en el sistema y lógica de elección de las personas que gobiernan, las cuales son propuestas y electas por apoyo expreso y directo en las asambleas de cada uno de los cuatro barrios. Cada una de estas unidades socioterritoriales define con autonomía y libertad a sus representantes. Esta forma de reproducción cotidiana del espacio fortalece la organización autonómica en el sentido de la autogestión y la autoplaneación.27 Promueve la decisión de la propia comunidad sobre la forma más adecuada para estructurar su gobierno.
Un elemento clave para mantener su vitalidad es el Concejo Coordinador de Barrios o Irhénharhikuecheri Orhéjtsikua, parte fundamental del gobierno comunal, conformado por dos integrantes de cada barrio. Este concejo se encarga de informar por igual a sus barrios y a las comisiones del gobierno, incluido el Concejo Mayor, de las percepciones, solicitudes, exigencias, cambios, transformaciones, dudas y propuestas en los barrios. Es decir, es quien mide el estado de relación entre gobierno y comunidad y quien procura que la forma de organización política y su relación territorial se mantenga equilibrada.28
En la configuración espacial de la comunidad, cada barrio tiene una identidad particular y mantiene espacios específicos de reunión, lugares históricos o simbólicos que ellos mismos gestionan y mantienen. Sin embargo, estos lugares no son propiedad de los barrios, sino que están a su cargo territorialmente y son parte del conjunto del espacio habitado de la comunidad; sea para su uso material o, en términos de la pertenencia colectiva, como referentes simbólicos de todo Cherán.
Por mencionar algunos casos, la asamblea del barrio Jarhukutini sesiona en el salón de la Casa Comunal que está en su territorio. El lugar donde comenzó el alzamiento, la capilla de El Calvario, está entre el barrio Karhakua y el barrio Parhikutini. La Casa de Cultura, que es sede de múltiples reuniones y talleres, y donde se encuentra el Concejo de Bienes Comunales, se encuentra en el barrio Kétsikua. Todos esos espacios se habitan cotidianamente de manera compartida por los cheranenses.
El espacio constituido por los barrios es, pues, la garantía de la apropiación efectiva y cuidado de cada uno de los lugares de la comunidad para su beneficio. A través de ellos, la escala espacial del asentamiento se liga directamente a la escala mayor del territorio en su conjunto y a la mínima de la calle y la casa particular.29
5. Las fogatas
Desde el primer día del alzamiento, como medida de resguardo, se recurrió a la instalación de puntos de vigilancia y cuidado en más de sesenta esquinas de la comunidad. Estos puntos materializaron una nueva forma de constitución del espacio social que recreó la matriz de la socialidad purépecha: el fogón o parhangua.30
Tanto la necesidad de calentarse en las guardias bajo las frías noches de la sierra, como la de alimentarse colectivamente con lo que cada familia de la calle tenía en las semanas y meses que la comunidad se mantuvo atrincherada,31 llevaron al espacio exterior la vida interna de cada hogar purépecha. El tiempo y el espacio extraordinario de las festividades familiares, los velorios y las fiestas comunales -que toman la calle para compartir las alegrías, el duelo o refundar la memoria- se volvieron el espacio y el tiempo ordinario de la existencia cotidiana. Se fundieron con la dimensión espacial temporal en la que se tejen y reafirman los afectos que constituyen la socialidad p’urhe: el fogón.
Cada grupo de vecinos, por calle o esquina, construyó una fogata en la que incorporó en su centro dos o más parhanguecha (o fogones en español). Como el fuego, que generación tras generación ha organizado la vida familiar y la convivencia en torno a la cocina, fue la base material que alimentó literalmente a las familias que formaban cada fogata y las cuidó del frío que se siente en las noches serranas de la meseta purépecha. La fogata no es, si no están quienes la componen como organización territorial.
La reapropiación comunal del territorio tuvo las fogatas como base y esencia para su producción efectiva. Fue desde aquí donde se bordó nuevamente el tejido social que se había ido desmembrando por la acción disolvente del despojo y la violencia. Se reforzaron los lazos familiares y se reconstruyó la vecindad en cada calle de los cuatro barrios. De este modo, inició la reconstitución del gobierno autónomo de la comunidad y la repartición de la capacidad de decisión y acción que hasta la fecha es la base para el proceso de recreación del territorio comunitario.
La forma de organización espacial de las relaciones en la cocina p’urhe y el nivel simbólico que está implícito en ésta tomaron por asalto la calle y los modos de la vecindad que se habían ido transformando con la expansión de la modernidad. El compartir los alimentos en la parhangua, el compartir el espacio y el momento, compromete a quienes conviven en un nivel de intimidad profundo, pues se nutren de los frutos del trabajo y de las historias que al fuego surgen.
En la constitución física del espacio de las fogatas, además de la parhangua, todos los elementos materiales y técnicos de construcción, así como las formas y relaciones espaciales de uso de la cocina tradicional, se reprodujeron a la escala y dimensión que requerían grupos tan numerosos como los vecinos de una calle entera. Esto se refleja en la altura del murete que delimita las fogatas; la geometría y sistema constructivo de la cubierta; la altura de bancos, sillas y tocones que hacían las veces de asientos; la forma de las parhanguecha; la dimensión y organización de la plat’jatakua,32 todos los aspectos propios del espacio de la alimentación, llevados a la escala de la convivencia colectiva prolongada. Así, las fogatas expresaban claramente los saberes arquitectónicos históricos de los purépecha y los modos comunales de producir y habitar el espacio.33
Las fogatas se mantuvieron en su mayoría por casi un año y, si bien hoy en día como estructuras físicas se han desmontado casi en su totalidad, el tejido de relaciones sigue vigente y activo. Reaparece en cada actividad colectiva que corresponde al barrio o a la comunidad en su conjunto, desde la dimensión de la organización vecinal formada a partir de los núcleos familiares y de parentesco en su asentamiento territorial, de la calle o cuadra.
6. La plaza, la pérgola y la casa comunal
En el centro de Cherán, lugar de confluencia de los cuatro barrios y en la escala del reconocimiento simbólico/político de la comunidad, se halla la plaza de la comunidad. En ella, se asienta la Casa Comunal que hasta antes del levantamiento era el lugar del gobierno municipal, hoy desaparecido y disgregado en estructuras de gobierno correspondientes a cada comunidad que integraba al municipio.
La Casa Comunal es hoy el lugar del gobierno comunitario: del Concejo Mayor, los concejos y coordinaciones, así como del auditorio, que hace las veces de sede para reuniones, talleres, cine comunal, y de Radio Fogata, la radio comunitaria que se fundó durante el levantamiento.
En los días posteriores al alzamiento, el gobierno municipal se desintegró, los policías habían huido y el presidente municipal y el resto de sus integrantes habían sido destituidos. La Presidencia se mantuvo cerrada hasta que se constituyó el gobierno comunal. El espacio fue abierto para ser remozado por gente de la comunidad, que lo pintó de arriba a abajo en su fachada, con lo cual se reorganizó la dimensión de sus espacios en relación a la articulación de las nuevas actividades y fue entregado al nuevo gobierno.
La Casa Comunal, entonces, se transformó en el espacio del acontecer ordinario de la vida comunal, donde se llevan a cabo las labores de gobierno y administración de la comunidad. Pero, en los momentos extraordinarios (asambleas de la comunidad, velaciones, informes, festividades, ceremonias), cede su primacía a la plaza en la cual puede juntarse el gobierno con la comunidad para dialogar.
En el contexto que rodea la plaza comunal, pueden observarse las transformaciones que el imaginario de la modernidad ha traído a la arquitectura del pueblo. Sin embargo, pueden verse también las formas en que su sentido colectivo y su valor de uso social se han recreado.
La plaza, en términos de su conformación física, está integrada por la explanada principal y una calle -hoy vuelta peatonal en su costado sur poniente- que corre de este a oeste y por la cual se extienden, en su lindero sur, algunos edificios modernos, la escuela primaria Casimiro Leco y la biblioteca municipal. Sobre esta calle peatonal está siempre el corredor de puestos comerciales y locales de comida que van cambiando a lo largo del día. Esta calle, o andador peatonal, tiene en su centro un kiosco pequeño, que es lugar de reunión para niños y jóvenes de la comunidad.
Mientras tanto, la explanada central está rodeada por el templo de San Francisco y su patio atrial, en el costado norponiente, y por edificaciones de dos niveles en sus costados norte, sur y oriental. Estos edificios conservan, en términos generales, los rasgos distintivos de la arquitectura de la región, en su forma de trabajo de la madera, los materiales constructivos y los elementos de su diseño. Tal es el caso de los corredores en planta baja y alta que dan hacia la plaza, los cuales generan un espacio de transición entre el interior de las edificaciones -de uso habitacional y comercial, en su mayoría- y el espacio propiamente exterior de la plaza.
Esta transición resalta la función convivencial de la plaza e integra los corredores a la misma. Así, da un carácter íntimo a un espacio que, pese a encontrarse al aire libre y abierto en varias de sus esquinas, se percibe como interno, para la vida de la comunidad con sus bancas y jardineras perimetrales; los puestos ambulantes de comida; el asta bandera, en el costado sureste (frente a la Casa Comunal); su fuente y escalinatas en que se sientan jóvenes y ancianos por igual.
La plaza es el lugar semanal del mercado y donde familias, jóvenes, grupos de niños y ancianos salen a pasear, platicar, contemplar el atardecer o cenar kurundas, pozole, tamales y, según la temporada, pan con miel, uchepos, atole de tamarindo y demás gustos culinarios de tierra purépecha. Es, pues, el espacio comunal donde se tejen las afectividades. Asimismo, de las fiestas y ceremonias religiosas, de los bailes y de las reuniones de la comunidad.34
Con la expropiación violenta y reiterada del derecho al territorio que habían sufrido los pobladores de la comunidad, también la plaza y las calles se habían vuelto un desierto, y los bailes de las fiestas habían degenerado en mares de alcohol. Actualmente, la alegría y la tranquilidad mayormente se han reapropiado de su espacio. A estas actividades naturales de la plaza se han sumado otras, a partir de abril del 2011. Ahora, tienen lugar también las asambleas informativas y se ha convertido en el espacio de reunión para recibir a los grupos solidarios que se han acercado a Cherán desde el inicio de su lucha, incluso en ocasiones, para darles de comer.35
Desde entonces, en la plaza, se han realizado obras de teatro y conciertos. Es el lugar de referencia para inicio y llegada de los paseos en bicicleta por la comunidad, las marchas y manifestaciones contra las injusticias; festivales infantiles, y es el lugar central donde se concluye la nueva fiesta comunal: el aniversario del levantamiento. No es primordialmente una plaza cívica; es, sobre todo, la plaza comunal.
La mayoría de estas actividades se realizan con apoyo de un elemento arquitectónico, ubicado en el cuerpo de la plaza sobre su costado oriente: la pérgola. Ésta es una plataforma o templete de figura tendencialmente rectangular con el lado largo en sentido norte-sur. En la arquitectura de su cubierta integra elementos de la geometría histórica de los purépecha.
La pérgola es un espacio fundamental en las plazas de las comunidades de la sierra que les brinda su identidad; es escenario central en ceremonias y fiestas comunales. Sobre ella, tocan las bandas de viento de la comunidad o de comunidades vecinas. Desde la recreación del tejido social, es un lugar donde también se dirigen las asambleas generales, las ceremonias comunales de carácter político y las festividades cívicas. Es templete para conciertos de artistas que van a la comunidad a brindar su música de manera libre y solidaria, y es también el lugar en el que se han velado a los muertos de la resistencia.
La arquitectura de la pérgola y la plaza no han cambiado en estos tres años, pues reflejan la identidad histórica de la comunidad en sus aspectos estéticos, formales y funcionales, pero nuevas funciones han surgido para ellas. Tales usos reflejan las transformaciones en el habitar de la comunidad y la expansión de la espacialidad comunitaria, incluso en la vitalidad de usos que se encontraban ya abandonados, debilitados o deformados.
La forma del gobierno comunal ha modificado la relación entre el edificio de gobierno (la Casa Comunal) y la plaza, de modo que se ha intensificado su contacto y el vaivén entre ambos espacios. Asimismo, se ha reintegrado la Casa Comunal al espacio colectivo y la vida cotidiana de la plaza comunal.
7. Las tierras comunales
El conjunto del espacio físico que constituye Cherán: el asentamiento urbano y el conjunto de las tierras naturales de las que tiene posesión forman parte del habitar y la geografía en proceso de reconstitución. Es ésta la escala de la economía material del sustento directo de la comunidad.36
Cherán, en su conjunto, ha tomado una serie de decisiones para restituir, en lo posible, la vida en sus cerros y tierras. Esto es restituir la vida y dignidad del pueblo mismo para cumplir el compromiso de reciprocidad y proporcionalidad de la comunidad con el territorio que los ha procurado ancestralmente. Una mujer de Cherán lo expresa de la siguiente manera:
Un legado que ha trascendido de siglos atrás. Desde nuestros antiguos habitantes de estas tierras se fue transmitiendo ese conocimiento de defender lo que es nuestro. Y estas tierras son nuestras, nosotros somos los herederos de estos bosques, de estas tierras. No en el sentido de propiedad, de que esto es mío; sino en el sentido de que todos compartimos un espacio común, de que todos respiramos aire, de que todos vemos montañas, de que todos vemos alimento en estas tierras, de que vemos vida aquí.37
El proceso de regeneración de las tierras comunales tiene como base la conformación del Concejo de Bienes Comunales o Irétsikueri Jurámukua (integrado por representantes de los comuneros de cada barrio) en sustitución del Comisariado,38 la reforestación de las tierras taladas y el cuidado del bosque en su conjunto, tanto por el Concejo, como por las faenas de los comuneros, de la comunidad y los recorridos de la Ronda Comunitaria por el conjunto del territorio. Poder observar los frutos de estas acciones llevará años y es una labor que ya ha costado varias vidas. Entre más lejos del casco urbano se vaya en el proceso de protección y reforestación del bosque, más al descubierto se está con respecto a los ataques de los paramilitares que no dejan de acechar a la población.
La proyección a largo plazo de la territorialidad comunitaria es también el núcleo que garantiza la continuidad en el tiempo del mismo Cherán. Las tierras no son sólo la capa superficial de materia inerte que se suele considerar en el espacio urbano. Por el contrario, significan, en términos radicales, el agua de la que se abastecen habitantes humanos, animales y vegetales por igual; fuente de alimento no mercantil y de leña para el fogón; espacio de recreo; lugar de los espíritus; espacio que regula las lluvias, las temperaturas y los vientos.
Uno de los primeros actos que realizó la comunidad en el camino de la reconstitución del territorio fue la puesta en marcha de un vivero comunal. Gestionado por biólogos, agrónomos y comuneros de Cherán, produce sus propias semillas y plántulas a partir de las especies de árboles de la sierra y del trabajo de personas de la comunidad que laboran en él.
El trabajar para la reforestación con árboles de la misma región garantiza la adaptación de los retoños al medio natural, el suelo, las lluvias, el viento y sus componentes; los hace más resistentes a plagas e insectos de la zona; garantiza que se logren y vivan la mayoría de los árboles que serán trasplantados del vivero a los cerros, valles, cañadas y planes.
La labor es importante no sólo por su aparente objetivo de regenerar la capa arbórea, la densidad de “especies maderables” que existía antes, sino porque los árboles son la garantía de la proliferación del resto de seres animales y vegetales, de la cohesión de la tierra, de la atracción del agua en el subsuelo y el cielo, por igual. A sus pies, bajo su sombra, entre sus raíces y en sus troncos, la vida se recrea y encuentra sustento.
8. Proyectos para el territorio
Gracias a la organización política y espacial por fogatas, barrios y concejos, durante 2011, en poco más de tres meses, se puso en marcha un proceso de definición de proyectos comunitarios en Cherán. Estos proyectos abarcaban desde la infraestructura sanitaria hasta la dignificación de la arquitectura purépecha vernácula o la producción agrícola con perspectiva comunitaria para la recuperación de una economía local que contemple redes de intercambio en la región. Este proceso se llevó de manera paralela a la lucha para el reconocimiento legal del gobierno por usos y costumbres. Ello culminó en la aceptación por el Estado mexicano de esta forma de gestión de la vida pública y del territorio.39
Poco a poco se ha avanzado, se trabaja en el nivel de la planeación y aún quedan pasos por venir para la concreción material del territorio ya imaginado. Esbozos del mismo son, entre otros, los esfuerzos por incorporar sistemas de aprovechamiento de agua en el espacio agrícola y casero. Durante varios meses, del 2011 al 2012, se trabajó en reuniones por barrios para la construcción del Plan de Desarrollo Comunitario.
Profesores y estudiantes de la Facultad de Economía “Vasco de Quiroga”, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo apoyaron las reuniones. La discusión amplia sobre aspectos fundamentales para el rumbo de la gestión de la vida social imprimió un sello distintivo a la forma y racionalidad de la institucionalidad y ejercicio político de gobierno en Cherán.
Incluso, hoy en día, el gobierno comunal tiene como deber, para la realización de las obras, consultar a las asambleas de calle, fogata, barrio o de toda la comunidad, dependiendo de la escala del trabajo que se desee desarrollar. En las reuniones se discuten las razones de los proyectos, su diseño, trazo, objetivos, funcionalidad, materiales, formas de participación, grados de afectación a la vida cotidiana en el periodo en que se realizan las actividades, duración del trabajo, montos del gasto, etcétera. De todo ello, depende su rechazo, modificación o aprobación.
En el plan de desarrollo, se plantea: “El Cherán que estamos soñando y construyendo desde hoy, para nosotros y nuestra región”,40 con lo cual se concreta un conjunto de proyectos necesarios para la realización digna de la comunidad. En él han quedado asentados los principios transversales para el gobierno de la comunidad: respeto a la tierra y la vida; cuidar la vida de la comunidad; preservar para las generaciones futuras; construir una sociedad democrática.
Asimismo, aparecen sus líneas estratégicas, entre las cuales destacan: identidad, cultura, desde y para, la autodefensa, la libertad y la dignidad; recuperación, cuidado y protección de la naturaleza, “nuestro ecosistema de vida, la madre tierra”; recuperación e impulso de una economía comunitaria equitativa, una economía para la vida.
Con estos principios, entre los varios proyectos que están en marcha o por hacerse, están: recuperar la práctica y la espacialidad de la faena,41 como medio colectivo para la realización y aprendizaje práctico de las actividades comunes; los recorridos con jóvenes, niños y niñas por el territorio; la reforestación comunitaria para la regeneración de los cerros; la puesta en marcha del vivero comunal; la gestión comunal del aserradero; planes para la recuperación de las formas tradicionales de construcción; incorporación de tecnologías adecuadas para la solución de los espacios sanitarios de casas y espacios públicos; el proyecto en marcha del trazado de las líneas existentes de dotación de agua y recolección de aguas sanitarias; la limpieza, recuperación y mantenimiento de los arroyos que cruzan el poblado, y la construcción colectiva de espacios para el preparado común de los alimentos de las fiestas barriales.
Como trasfondo de esta gestión del hábitat, hay una planeación desde la noción de territorialidad. El hábitat se compone tanto por el espacio más específicamente urbano del asentamiento, como por el entorno rural del que depende y sobre el cual debe hacerse responsable. Así, se recupera, tendencialmente, la forma de territorialidad propia de las comunidades p’urhe, donde la base para las relaciones equitativas se da a partir del respeto a las escalas territoriales y a la autonomía que les corresponde en la decisión de lo que con tal territorio debe hacerse.
Esta política introduce, entonces, una tendencia a formar un territorio regional definido a partir de una retícula de relaciones entre comunidades. Supera la estructura jerárquica de comunidades supeditadas a un centro municipal y un espacio de municipios como mosaicos mutuamente excluyentes.42
Llama la atención la naturalidad con que fue pulverizada la organización político-territorial municipal, una vez que se aceptó legalmente el nuevo gobierno comunitario de Cherán y la escala del territorio administrado por éste -limitado a las tierras de la comunidad y no a la extensión entera del municipio-. Como muestra de la artificialidad de esta estructura, superpuesta a la vida cotidiana de las comunidades, ninguno de los otros asentamientos impugnó la decisión y, hasta la fecha, nadie lo ha hecho.
9. El arte de habitar: recreación del hábitat, recreación de lo común
Entre otros puntos que resaltan de la relación entre dimensión espacial y recreación social, podemos hablar de una “forma y racionalidad de la relación con el sustrato material que sustenta a la comunidad, caracterizada por la centralidad de una relación metabólica entre sociedad y naturaleza”,43 tendiente al equilibrio.
Tanto la praxis política instaurada por la comunidad, como la actitud inicial del alzamiento en la recuperación del medio natural, muestran una dinámica orientada a la desenajenación del mundo no humano y humano por igual. Desenajenación tanto económica como política, en un entorno que los había construido simbólica y materialmente como objetos inertes o desvalorizados, sometidos al interés de narcoempresas y talamontes. Por su parte, esto último es expresión acabada de la racionalidad de la modernidad capitalista.
La praxis comunitaria puesta en marcha nos muestra una noción integrativa del mundo, reinventada desde su forma cultural histórica. Comprende la mutua influencia de los seres que en ella interactúan y acentúa la convivencia y la importancia de la vincularidad, la colaboración, la labor de servicio y la reciprocidad.44 Ello implica la búsqueda de lo colectivo y una práctica “natural” cultural, de la hospitalidad, la cual compromete a quien es recibido y quien recibe, a corresponder de manera responsable y con cuidado del otro.45
Esta hospitalidad, esta vincularidad y la corresponsabilidad que les es inherente proviene del territorio que las sustenta, respecto a los ancestros -nuestros muertos- que nos heredaron el mundo habitado y con aquellos por venir. Este tipo de relación simbiótica con el medio, esta forma de reciprocidad en el metabolismo sociedad-naturaleza ha dado pie a un proceso de definición, para corto y mediano plazo, de proyectos de producción agropecuaria para el sustento, así como en lo inmediato a labores para reforestación del bosque diezmado y a proyectos para su regeneración.
10. Conclusiones
Es evidente, entonces, la emergencia del espacio social material como espacio prioritario para la recreación digna y satisfactoria de la vida en común. La propuesta que va esbozándose en Cherán -no sin contradicciones- expresa el problema social de la reproducción simbólica y material de su comunidad, y de todo lo común en general.
Toda la humanidad se encuentra en tal disyuntiva. El ejercicio de lo político, como concreción práctica de su matriz cultural46 purépecha, como demostración de la vitalidad de la praxis comunitaria apunta a un modo de producción de la vida y el territorio que se concreta en los nuevos actos, proyectos y planes ya expuestos, para su recreación cualitativa y adecuada.
Lo político comunitario en Cherán incluye, entre sus prioridades, el cambio socioespacial del territorio comunal y la producción del espacio material en modos adecuados a los fines de recreación de la sociedad como valor de uso de la vida creada. Tal cambio se realiza a partir de una economía de lo común y una política de la actuación colectiva, en semejanza con la praxis de la unidad económica histórica de la comunidad p’urhe: la familia comunitaria.47 En ella, sus integrantes se encuentran incorporados en la contribución para su reproducción, para su realización plena.48
Como constante de la forma de reproducción social-territorial de matriz purépecha, esta praxis comunitaria y la forma de estructurar las interrelaciones y vínculos es la misma dinámica y matriz actuando en las distintas escalas y temporalidades de las fogatas, barrios, comunidades y regionalidad. He aquí la recreación del hábitat en Cherán.
Finalmente, el conjunto de imágenes que hemos trazado da un panorama de la reconstitución en común del territorio cheranense por parte de sus habitantes. Asimismo, se percibe la voluntad de actualización de un modo diezmado de producción y espacialización de la vida. Cherán muestra el freno a las condiciones socio-espaciales por los procesos históricos que han confluido en la transformación destructiva de la condición del mundo colectivo y sus espacios naturales.