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Tzintzun. Revista de estudios históricos
versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X
Tzintzun. Rev. estud. históricos no.60 Michoacán jul./dic. 2014
Reseñas
Escobar Laplana, David, Una colección para la transición: Espejo de España, de la Editorial Planeta (1973-1978)
Brice Calsapeu
Gijón, Ediciones Trea, 2012, 264 pp.
Instituto de Investigaciones Históricas Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Desde hace una década, el actual pacto político y social instaurado en España con el retorno de la democracia es cada día más cuestionado pero esto no es todo. Uno de los puntos de encontronazo es el de la memoria histórica en relación con el proceso que inicia con la segunda república española (1931) y termina con la restauración pactada de la democracia en 1978. En la sociedad civil han surgido iniciativas como los foros estatales de memoria histórica para vigilar y protagonizar un renovado tratamiento de la memoria histórica. Hoy en día se podría hasta hablar de la exigencia de una memoria a contrapelo, según la expresión de Walter Benjamin, enfocada a rescatar los a olvidados. Estamos frente a un momento bullicioso bastante alentador de reconstrucción desde abajo de la memoria histórica española contemporánea. La sociedad está impulsando esta segunda ola de la memoria histórica, ya que no había podido darse un profundo análisis catártico de la historia más reciente del país en el marco de la transición y en razón del espíritu de consenso que la caracterizó, a decir del ex jefe de gobierno José Luis Rodríguez Zapatero.
En este contexto, la publicación del libro de David Escobar Laplana cubre una necesidad innegable. Su tema es la colección Espejo de España de la Editorial Planeta, que publicó no menos de 178 títulos entre 1973 y 1995. Buena parte del éxito de esta colección vino de la coexistencia de los puntos de vista más encontrados, así como de autores procedentes de horizontes diversos y actores de la historia reciente: historiadores, intelectuales o hispanistas, todos perteneciendo al espectro más amplio del tablero político. La colección representó más que una bocanada de aire en el panorama de la historiografía publicada en el territorio español, tras décadas de una sofocante producción de memoria que no tenía otro fin que borrar y manipular trozos enteros de la historia del país en beneficio del régimen franquista. Fue sin duda un locus amoenus intelectual, donde se pudo fraguar una contribución valiosa a una mejor interpretación de los fenómenos políticos de la época.
El libro es el resultado de una tesis de doctorado sostenida en el año 2008 en la Universidad de Bordeaux. La elaboración de la misma no se puede desvincular de un trabajo anterior que hizo Escobar Laplana sobre el escritor Manuel Vázquez Montalbán y su novela sobre el multifacético representante del gobierno vasco en el exilio, Jesús de Galíndez Suárez (1915-1956). Como lo recuerda Vicente Garmendia en el prólogo, este trabajo le hizo "tomar conciencia que la recuperación de la memoria histórica es también un acto de resistencia frente al Estado y que es subversiva en la relación con la memoria oficial". Fue al leer Pasionaria y los siete enanitos (1995), tercer libro de Vázquez Montalbán, publicado en la colección Espejos de España, que el entonces estudiante descubrió la profesión de fe del que fue el promotor de esta colección, el catalán Rafael Borràs Betriu.
El destino de la colección Espejo de España está íntimamente ligado a la figura y trayectoria de este editor. Después de unas primeras experiencias con la revista La Jirafa y sus proyectos editoriales Nauta y Ariel con la colección "Horas de España", Borràs concluye con esa colección su trabajo de recuperación de la memoria histórica. David Escobar quien pudo, mediante varias entrevistas intimar con él, nos restituye aquí la trayectoria intelectual, política y profesional de Rafael Borràs, una de las grandes figuras del mundo editorial de la transición. Porque en efecto, el trabajo empieza en la hora de los vencidos. Escobar describe detalladamente el contexto histórico del surgimiento de la colección, detalla la evolución del régimen memorial, desde una memoria impuesta y la negación de la memoria de los vencidos con el papel aplastante de la censura, hasta la búsqueda de un consenso que pueda acompañar la transición. En este sentido son muy interesantes las anécdotas del trabajo del editor Borràs frente a la censura, los pormenores y gajes del oficio, que nos muestran las negociaciones, entre el dar y aflojar con las oficinas de censura que supuso en este tiempo ser editorialista.
Reside allí, en mi opinión, la fuerza del trabajo del investigador. Supo conciliar la omnipotente figura de Borràs con la realidad del campo literario y el aparato teórico construido por el sociólogo Pierre-Félix Bourdieu (1930-2002). El relato no se vuelve una biografía hagiográfica del catalán ni tampoco un áspero estudio historiográfico del campo literario historiográfico español. Se aprecia mucho el equilibro desplegado entre estos dos polos a lo largo del libro. La colección, producto del hombre Rafael Borràs no se puede entender fuera del campo literario de la época. El trabajo de este editor catalán es el resultado de una constante interacción entre los varios polos que conforman el campo. Un trabajo que, además y para un mejor entendimiento, necesita pasar por la sutil distinción operada por Escobar entre las categorías de editor y publisher. De grandísimo interés son las páginas que nos muestran la manera en que Borràs supo convencer a José Manuel Lara, hombre del régimen franquista y que estaba en esa época a la cabeza del imperio Planeta, creer en el proyecto de la colección, no solamente desde un punto de vista del rendimiento económico, sino también como proyecto aperturista. Fue una apuesta ganadora que supo atraer a los lectores cansados de la historia oficial franquista y que se volvió un proyecto rentable, no solamente por la longevidad de la colección (22 años de vida), sino también por varios títulos que se volvieron best-sellers en el mercado.
El libro se divide en tres grandes secciones. La primera se enfoca en la problemática de la memoria. Hace un recorrido de la política de la memoria del régimen y subraya el carácter totalitario de la historiografía oficial. El Estado franquista necesitaba controlar la memoria reciente para poder legitimar su existencia inscribiendo muy temprano el franquismo en una tradición histórica en vez de un proceso histórico. Por lo tanto de manera muy temprana se va a erigir un aparato censor que tendrá como objetivo eliminar de la esfera pública toda una serie de ideas o ideologías. Y si la censura se suavizó a partir de la ley de 1966, con ello marcó la liberalización que acompañaba de manera forzada en cierta medida la evolución sociológica y cultural del país, hubo que esperar la ley 24/1977 sobre la libertad de expresión para que desapareciera por lo menos institucionalmente. Pero como bien lo subraya David Escobar, en ningún momento la ley de 1966 significó la desaparición de la arbitrariedad, sino que la censura se volvió más insidiosa. En la construcción de una memoria colectiva, este autor rescata las grietas que se fueron formando fuera del país, a partir del exilio: en París con las Editions de la Librairie Espagnole o Ruedo Ibérico; en México con las ediciones Séneca (1939-1949) encabezadas por José Bergamín o la colaboración del Fondo de Cultura Económica con la Casa de España, que pasaría a ser más tarde El Colegio de México, o con el exiliado Juan Grijalbo que fundó su editorial en 1962. Pero las cosas evolucionaron también desde dentro y podemos tomar la España franquista como un bloque intelectual monolítico; la misma evolución del régimen fue acompañando la demanda de una historiografía que no estuviera secuestrada.
En este contexto aparece la figura de Rafael Borràs, portador de un proyecto intelectual que va a ocupar la segunda gran parte de este trabajo. Nacido en 1935 en una familia de la burguesía media de Barcelona, este editor se considera miembro del bando de los vencidos o más exactamente de los no vencedores. Su trayectoria intelectual se vio marcada en 1955 por el encuentro con el poeta falangista Dionisio Ridruejo Jiménez (1912-1975), alto responsable en la Dirección General de Propaganda de 1936 a 1940, y quien a partir de 1942 empezó un proceso de ruptura con el franquismo conservador, lavado de toda veleidad social, que culminaría con su exilio. De allí, Borràs se orientaría hacia una postura política crítica del régimen, pero considerando el diálogo como una virtud cardinal de la democracia. Virtud que seguramente tuvo la ocasión de poner a prueba en su contacto diario con la censura y sus arbitrariedades en sus primeros proyectos editoriales. En 1973, su llegada a la dirección editorial de Planeta, momento cumbre en su carrera, y la creación de la colección Espejos de España, representaría para la misma editorial un gran cambio. Borràs pondría su capital simbólico de editor comprometido con la promoción de la escritura del pasado al servicio de Planeta.
La tercera parte del libro se enfoca propiamente en la colección Espejo de España y el peso de Borràs como compagnon de route liberal de la transición democrática. De manera muy original el autor retoma las tres grandes épocas abarcadas por la colección: República, Guerra Civil y Dictadura franquista. Para cada época aísla temas específicos (intervención extranjera, Guernica, asesinato de Federico García Lorca, corrupción del régimen franquista...) al mismo tiempo que confronta a los autores que han publicado sobre tales temas. Logra así confeccionar un asiduo lector de la historia reciente y de la colección Espejo de España. Según el autor del conjunto de la colección, se impone la imagen de una república acosada, una visión más bien matizada que oscila entre caos social y frustraciones. En relación con la guerra civil misma, uno de los méritos mayores de la colección fue el esclarecimiento de numerosos episodios importantes del conflicto, más allá de la propaganda y de los mitos. En cuanto al régimen franquista, sobresale su carácter brutal, ampliamente corrupto. Se recordaba a los españoles los años difíciles que dejaban atrás, en una época en la que tendrían que hacer elecciones políticas fundamentales.
Allí reside la tesis fundamental del libro de Escobar Laplana. Aunque la colección en sí era un proyecto de largo aliento, cobraba todo su sentido en un momento histórico preciso, el de la transición democrática. Rafael Borràs supo captar a un lectorado amplio, proponiéndole una oferta variada y equilibrada de puntos de vista sobre temas que hasta la fecha habían sido proscritos y disimulados. El gran interés de la colección residía en no imponer una relectura unívoca de los acontecimientos, sino posturas de ambos bandos. El otro mérito de esa colección fue proporcionar fuentes documentales como memorias de los principales actores. Tuvo un papel fundamental, como verdadero lugar de memoria, en la recuperación del pasado inmediato español que obviamente favorecía a un proceso como la transición en su deseo de limar las asperidades entre los dos bandos rivales de la guerra civil.
La actividad editorial del catalán en Planeta empezó de nuevo en 2005, con una nueva colección de historia contemporánea, España Escrita. Si bien es cierto que la nueva colección está sucintamente aludida en la conclusión del libro de Escobar Laplana, considero que era necesario ofrecerle un apartado que conectara ambos para apreciar los elementos de continuidad y de diferencia; lo que en cierta medida hubiera podido ayudar a afinar el análisis de la importancia de la colección Espejos de España. A pesar de eso, Una colección para la transición Espejo de España es un libro destacable no solamente por su agradable estilo, sino también por su actualidad y el enfoque elegido. Se pueden advertir reminiscencias de la obra de Lucien Febvre en este deseo de construir la obra como un diálogo permanente entre el individuo y el cuerpo social. Es un libro que nos habla del pasado y el papel de un individuo en la construcción de la imagen de este pasado, la manera en que esa imagen puede llegar a ser modulada por el campo literario, como cuerpo social, y así acompañar ciertos momentos políticos cruciales. No es de dudar que las exigencias de memoria histórica por las cuales está pasando la sociedad civil española sean, entre otras, el resultado de la existencia en su tiempo de proyectos editoriales como el de Espejo de España.