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Tzintzun. Revista de estudios históricos
versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X
Tzintzun. Rev. estud. históricos no.60 Michoacán jul./dic. 2014
Reseñas
Silva Riquer, Jorge, La producción y los precios agropecuarios en Michoacán en el siglo XVIII. El mercado regional colonial
José Alfredo Uribe Salas
Morelia, Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo-El Colegio de Michoacán-Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2012, 227 pp.
Facultad de Historia. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
El historiador Jorge Silva Riquer ha dedicado parte de su vida profesional y sus capacidades intelectuales a documentar dos vertientes del mercado colonial novohispano: su comportamiento en la larga duración y su consolidación. Lo ha hecho a través del estudio puntual de las actividades agrícola, ganadera, el comercio rural-urbano y el consumo. En esa perspectiva de análisis, su teoría y modelo explicativo han integrado otras variables no menos significativas como la demografía, el acceso a la tierra y a sus recursos, las actividades manufactureras, la extracción y beneficio de plata, lo mismo que la circulación monetaria. Como resultado de sus investigaciones, ha publicado obras importantes: La administración de alcabalas y pulques de Michoacán, 1776-1821 (1993); La estructura y dinámica del comercio menudo en la ciudad de Valladolid, Michoacán, a fines del siglo XVIII (2007) y El mercado regional de Michoacán y el mercado urbano de Valladolid, 1778-1809 (2008).
A decir del autor, su último libro La producción y los precios agropecuarios en Michoacán en el siglo XVIII. El mercado regional colonial, cierra un ciclo en sus intereses de investigación, cuyo núcleo epistémico fue problematizar las dinámicas del mercado interno colonial a partir de la integración de los mercados regionales. Y lo hizo acompañado de sus profesores y colegas, como Carlos Sempat Assadourian, Enrique Florescano, Claude Morin, Eric Van Young, John J. TePaske, Herbert S. Klien, Antonio Annino, Juan Carlos Garavaglia, Juan Carlos Grosso, Richard Salvucci, Carlos Marichal, Pedro Pérez Herrero, Manuel Miño, Ma. Isabel Sánchez Maldonado, y otros, con quienes discutió enfoques, teorías y modelos explicativos, y puso a prueba su formación académica, su estilo y su propio ejercicio hermenéutico plenamente visible en la narrativa de su obra.
En ese recorrido de casi dos décadas, animó reuniones académicas y coordinó obras colectivas que cuestionaban resultados anteriores y proponían nuevos datos, interpretaciones y tesis sobre el universo complejo que representaba la categoría de mercado, mercado interno o mercado regional. Esa práctica intelectual y colectiva, que se concretó en obras como Mercados e historia (1994); Circuitos mercantiles y mercados en Latinoamérica, siglos XVIII y XIX (1995); El mercado interno de México. Siglos XVIII y XIX (1998); Mercados indígenas en México, Chile y Argentina siglos XVIII y XIX (2001); Mercados regionales de México en los siglos XVIII y XIX (2003). En conjunto, éstas le otorgarían la madurez y la experiencia suficiente para labrar su propio camino en el ámbito de la historia económica y un lugar en primera línea en el debate actual sobre el espacio colonial de los mercados regionales.
La producción y los precios agropecuarios en Michoacán... documenta la tesis de un crecimiento de la producción y la estabilidad de precios en el periodo de estudio (1660-1803), sin que esto signifique hacer tabla raza de sus particularidades en el tiempo tanto en la macro-región que representaba el territorio de la Nueva España, el obispado de Michoacán o el particular espacio regional que el autor denomina Michoacán. Por el contrario, el autor arriba a su conclusión final después de haber documentado, analizado y explicado la presencia de crisis agrícolas, precios altos y periodos de estabilidad en un sentido comparado. Pero el problema no es tan sencillo como parece. Lo cierto es que el aumento de la producción y la existencia de precios estables estuvieron acompañados por el aumento de población y la ampliación y reutilización de la tierra con fines productivos.
¿Qué quiere decir esto? Fue la demanda de los mercados regionales, con su relación campo-ciudad, la que estableció los mecanismos de competencia y la que estimuló a la ampliación y diversificación de sus propias actividades, con precios más o menos estables, a los espacios productivos agrícolas y ganaderos locales. Lo que hizo posible el incremento de la circulación de productos y la integración del mercado interno novohispano.
La revisión puntual de los pormenores de esta tesis se puede seguir en las 227 páginas que dan cuerpo al libro. La estructura de la obra deja ver, de manera puntual, la estrategia metodológica que instrumentó el autor en cuatro grandes unidades analíticas: El espacio productivo agropecuario michoacano, 1660-1803; Tendencias de la producción agropecuaria en Nueva España y Michoacán durante el siglo XVIII; La producción agropecuaria básica en Michoacán, 1660; así como El crecimiento económico en el obispado de Michoacán, 1660-1803.
En el punto de partida de la investigación el autor discute y analiza el espacio fiscal eclesiástico y el control fiscal que ejercieron la Iglesia y la Corona en la recaudación del diezmo sobre la producción de maíz, trigo, frijol, becerros borregos, cerdos y mulas, y los precios de cada uno de los géneros que estaban bajo el control fiscal del diezmo. Silva Riquer somete a una revisión crítica la naturaleza y estructura de los registros decimales, como los del diezmo liquido o valor neto de lo recaudado por la Iglesia, lo que permite ver las tendencias a largo plazo, incluso en sentido comparado entre varios espacios coloniales y fiscales, como el arzobispado de México, y los obispados de Puebla, Michoacán, Guadalajara, Durango y Oaxaca, y, por otra parte, el diezmo en valor o en dinero (precios corrientes), que permite conocer el precio al que fue tasado el artículo al momento de pagar el impuesto en cada una de las unidades agrícolas o agropecuarias en los partidos decimales de Valladolid, Puruándiro, Maravatío, Zitácuaro y Zamora. Pero es necesario leer cuidadosamente y detenidamente la legislación fiscal y las circunstancias particulares de su instrumentación para poder ensamblarlos con el análisis pormenorizado que ejecuta el autor sobre miles de datos referidos a producción y precios en el siglo XVIII, y sus particulares condiciones en las que se realiza la actividad productiva, la oferta y la demanda, la circulación de los productos y su valor monetario en la parte final del proceso que es el consumo.
En un segundo bloque, el autor avanza en el análisis y discusión de las características que tuvo el crecimiento económico en el espacio regional que denomina como Michoacán, para formular el modelo de mercado regional, mismo que será fundamental en la explicación de cómo se integra y define el mercado interno novohispano. En el estudio, incorpora diversas variables explicativas como las condiciones del entorno ecológico, la presión demográfica, el trabajo incorporado en las unidades productivas, el acceso a la tierra, las crisis climáticas, las facilidades de circulación de los productos por el territorio más allá del espacio de estudio óque en términos actuales, cubre el norte, noreste y noroeste del actual estado de Michoacánó, y los vínculos crecientes con el mercado de consumo en ámbitos mayores dinamizados por las ciudades de Guanajuato, México y Guadalajara hacia el centro y occidente de la Nueva España.
Silva Riquer analiza el comportamiento de la producción en el arzobispado de México y en los obispados de Puebla, Valladolid, Guadalajara, Durango y Oaxaca, y discute el concepto de crecimiento a partir de la información decimal proveniente de lo recaudado por la Iglesia. Con todos los matices posibles, el autor observa un crecimiento sostenido y constante, aunque con diferentes magnitudes en orden decreciente; México, Puebla, Michoacán, Guadalajara, Durango y Oaxaca. En una segunda escala de análisis, utiliza la misma operación para el Obispado de Michoacán, y documenta que en la región de estudio a la ampliación y diversificación de sus propias actividades, con precios más o menos estables, a la ampliación y diversificación de sus propias actividades, con precios más o menos estables, óMichoacán, oriente, centro occidente y sierraó, hubo un crecimiento sostenido en la producción agropecuaria hasta ocupar una cuarta parte de los valores recaudados en el obispado. Para observar críticamente las características y el comportamiento de la producción en las diferentes regiones del obispado de Michoacán (bajío, oriente, occidente y norte) somete a una revisión crítica las series decimales elaboradas por Claude Morin en 1979 y por Ma. Isabel Sánchez Maldonado en 1994, las contrasta con los valores fiscales obtenidos para su espacio de estudio, los mismos que representan 18% del total recaudado en todo el obispado entre 1670 y 1803. El análisis de los datos, los enfoques comparado de magnitudes distintas óproducción y preciosó en los diversos espacios fiscales coloniales, le permiten al autor ver, con mayor cuidado y precisión, la naturaleza de las series fiscales elaboradas por otros investigadores para tratar de responder a sus propias preguntas, y la solvencia de las mismas para entender y explicar las dinámicas de la producción y sus precios en la tridimensionalidad del espacio referido: Nueva España, obispado de Michoacán y Michoacán, en la perspectiva de un entramado de actividades productivas, circulación de productos y precios de consumo.
En un tercer nivel de estudio, el autor avanza en escenarios cada vez más particulares y concretos, referidos a la producción agropecuaria básica en Michoacán, en el largo periodo que va de 1660 a 1803, previo al desenlace del movimiento de independencia. Detecta diversos periodos de alza y recuperación, así como desaceleración debida a distintos factores naturales, sociales o fiscales, pero constata un crecimiento "significativo y estadísticamente fuerte" en la producción agropecuaria desde el inicio del siglo XVIII, procesando los datos de las series a través de las medidas móviles quinquenales y los índices de crecimiento quinquenal de cada serie. Ahora bien, ese crecimiento "significativo y estadísticamente fuerte" corroborado a partir de magnitudes mayores y quinquenales, lo contrasta con los valores en reales registrados en cada uno de los partidos a través del diezmo de cada uno de los productos analizados, como el maíz, trigo, frijol, becerros, borregos, cerdos, mulas, y otros seriales y legumbres que estaban o se integraron a la dieta alimenticia de una población también en crecimiento. En ese universo, encuentra Silva Riquer que el maíz y el trigo, con 26% y 39% del valor total, respectivamente, orientaron en cierta medida la tendencia de crecimiento en los partidos analizados. Aún así, el autor realiza diversos ejercicios de correlación entre el volumen de producción y su precio entre distintos artículos agropecuarios, como el frijol y el ganado, para apreciar el comportamiento de la economía regional agraria óampliación del espacio agrícola o la incorporación de nuevas tierras para la producción, diversificación de granos, legumbres y animales, y nuevas formas de acceso a la tierra, como las "composiciones", los peguales o el arrendamientoó y la consistencia de su tesis general sobre la integración del mercado interno colonial.
La parte final de la investigación es muy interesante, en tanto que el autor regresa sobre sus pasos para integrar en un todo, que es el crecimiento económico en el obispado de Michoacán, las distintas variables desagregadas de su análisis: la población, la demanda de tierra, crisis climáticas, circulación y demanda. Pero ahora, bajo un nuevo esquema analítico, se trata de la incorporación de las evidencias decimales sobre la producción y precios agrícolas en su relación con la actividad minera óya estudiada ampliamente como motor de arrastre de las demás actividadesó, la manufactura y la actividad mercantil en general.
El autor recupera entonces el concepto de productividad para ver el comportamiento de la economía del obispado de Michoacán y de la región Michoacán, más cercana ésta a las dimensiones jurisdiccionales de la Intendencia de Michoacán establecida como parte de las reformas borbónicas. Y aún cuando reconoce escasez de moneda y circulación deficiente, trae a colación la presencia de un patrón de precios y de producción fuertemente relacionados con el mercado interno colonial, donde la circulación de la plata en sus diversas modalidades desencadenaría un proceso articulador y de estímulo para otras muchas actividades productivas. Es decir, la presencia y el impacto de la moneda en las transacciones mercantiles se convertirían en un elemento integrador de las condiciones propias de ese mercado novohispano a finales del periodo colonial. Por ello resulta muy interesante el ejercicio analítico que despliega el autor sobre la correlación de los valores de plata de Guanajuato, y los valores agropecuarios del obispado de Michoacán y de la región Michoacán, para concluir que efectivamente existió una vinculación muy estrecha entre la producción de plata y la agropecuaria. El otro caso es el de la ampliación de las actividades manufactureras en distintos espacios coloniales, haciendo cada vez más visible las relaciones diferenciadas entre campo y ciudad por medio del establecimiento de cadenas productivas que integraron dinero, aditamentos tecnológicos, insumos agrícolas y mano de obra para satisfacer la demanda creciente de pueblos y ciudades de diferentes latitudes del territorio de la Nueva España.
En fin, se trata de un estudio cuidadosamente armado, con series estadísticas contrastadas y argumentos sólidos y convincentes. Pero también, la investigación-libro es provocadora, y eso es bueno, porque permite reformular las preguntas que nos hemos hecho en el pasado, o elaborar nuevas preguntas a partir de las ya resueltas y de las evidencias que lo sustentan. Éstas, aunque no formaron parte propiamente de la problemática a estudiar en La producción y los precios agropecuarios en Michoacán en el siglo XVIII. El mercado regional colonial, surgen de manera natural estimuladas por las buenas investigaciones. Por ejemplo, ¿algún día se podrá conocer de manera desagregada el volumen de producción que fluyó del mercado regional de Michoacán o de cualquier otro, para satisfacer la demanda de consumo de otras latitudes fuera de él o de ellas?, ¿cuáles fueron los incrementos en el valor-precio de los productos individuales óagrícolas y ganaderosó fuera de su ámbito de producción, y a que parámetros de competitividad se vieron sometidos en el proceso de integración de un mercado interno novohispano? ¿Hasta qué punto el crecimiento de la producción agropecuaria y la estabilidad de precios forjaron una perspectiva política diferente en los sectores beneficiados en sentido contrario a las políticas borbónicas de modernización de las estructuras administrativas y fiscales de sus espacios coloniales? ¿En donde se puede ubicar la fisura entre un crecimiento de la producción y precios estables, que seguramente añadió perspectiva y satisfacción a un número creciente de la población novohispana, vistos en la larga duración, con el desencadenamiento acelerado del movimiento o guerra de independencia, después de 1804? ¿En que medida los ingresos fiscales obtenidos por la Iglesia y la administración civil retornaron, o no, como incentivos diversos para el crecimiento de la producción y la estabilidad de precios al consumidor final?
Otras investigaciones, con el mismo rigor que contiene el libro de Jorge Silva Riquer, podrán proporcionarnos respuestas convincentes y abrir otras muchas posibilidades de comprensión y entendimiento sobre la organización de los espacios económicos y fiscales y sus relaciones con el conflicto en la historia de México hasta nuestros días.