El Jefe Máximo, por su política socialista y control
político de las masas era comparable a José Stalin
o a Benito Mussolini, pero ciertos hechos mostraban
que Calles sentía mayor afinidad con Roma que con Moscú.
Ezequiel Padilla
EL fascismo italiano, pionero europeo de esa fórmula totalitaria compuesta, entre otros elementos, por un nacionalismo exacerbado, no circunscribió sus alcances ni sus proyectos dentro de los confines itálicos. Desde su conquista del poder, y con el mito de Roma corriendo entre los ejes ideológicos del fascismo, la agenda de Mussolini había adoptado una naturaleza imperial, lo que comportaba entre otras cosas la extensión de la influencia fascista hacia otras partes del mundo, entre ellas América Latina. Pero al mismo tiempo, el propio surgimiento de un modelo de organización social y política que confrontaba de forma directa al bolchevismo y de modo tangencial al liberalismo, sugería desde sus inicios que el fascismo no sería un tema exclusivamente europeo.
El régimen fascista italiano consideraba que en Latinoamérica tenía sobre los viejos colonizadores anglosajones y franceses, la ventaja de la afinidad religiosa, étnica y cultural. Latinoamérica representaba en lo general para el fascismo italiano la posibilidad de alternar las fuentes de abastecimiento de recursos naturales, y en menor grado, la posibilidad de tender lazos diplomáticos que le permitieran ganar influencia en la región, contribuyendo de este modo a la triangulación de sus relaciones de frente a potencias adyacentes a su ámbito territorial como Inglaterra o Francia.
Con el propósito de extender su esfera de influencia, el fascismo italiano se valió en algunos casos de las comunidades de italianos emigrados en América del Sur; es el caso de Brasil, Argentina y Perú, países en donde el fascismo tuvo a su vez un más grande impacto. Para los gobiernos de algunos de estos países Italia significaba a su vez la posibilidad de adquirir material de proveedores distintos a los de Estados Unidos, Francia o Inglaterra, países de los que prácticamente toda Latinoamérica no sólo dependía económicamente sino de los que también desconfiaba.1
El intensificarse de los contactos entre Italia y México, a partir de los años veinte del novecientos, debe ser por tanto entendido como parte de un complicado intento italiano de penetración continental, en búsqueda de simpatías políticas, pero sobre todo de contactos comerciales y de fuentes de abastecimiento material fuera de Europa.
Desde el lado mexicano, la relación reviste importancia, pues tiene lugar en un momento histórico de conformación estructural gubernamental. En este proceso, Italia representó a su vez uno de los varios modelos que las élites políticas mexicanas tomaron en cuenta, para darle forma al institucionalismo sobre el que se habría de montar el desarrollo nacional para los años venideros.
La relación México-Italia
El México de inicios del siglo XX era un caso particular en América Latina. La revolución y su aparatosa lucha armada lo habían cancelado temporalmente como meta para migrantes y empresarios de casi todo el mundo. Sin embargo, como enclave geopolítico, el país sí despertaba una cierta ambición para algunas potencias europeas, sobre todo por su colindancia con los Estados Unidos, lo que ya desde la primera guerra mundial lo presentaba como un enclave susceptible de influencia.2
En el caso de los italianos, México nunca fue en realidad meta de sus grandes olas migratorias, pero para los años veinte del novecientos, el italianismo había igualmente permeado hondo en algunos sectores de la sociedad mexicana. Para ese entonces muchas familias italianas se habían insertado exitosamente en las elites sociales. Entre los empresarios estaban, por ejemplo, los Lodigiani, que eran propietarios de la fábrica de chocolates "La Suiza", en la ciudad de México; o los Cusi, terratenientes en Michoacán; entre los artistas destacaba Adolfo Ponzanelli, el escultor florentino que trabajó con Adamo Boari en la edificación de Bellas Artes, pero también había italianos dentro del activismo, como Tina Modotti, o entre la masonería, como Nanni Leone Castelli, e incluso dentro del ámbito atlético o deportivo como el esgrimista Rómulo Timperi, maestro de armas del político mexicano Alfonso Reyes.3 Y había también familias de italianos, que sin ser sus fortunas espectaculares ni tener una destacada presencia en las elites de la sociedad, habrían de dar a México una activa descendencia, profesional y políticamente hablando, como lo fue el caso del emprendedor piamontés Vincenzo Lombardo, quien legaría a la política mexicana un personaje lo mismo controvertido que determinante, es decir, su nieto Vicente Lombardo Toledano.4
La política y la diplomacia
Al México inmediato a la revolución le interesaba ciertamente ser reconocido diplomáticamente, pero Italia no figuraba entre sus mayores intereses. Sin embargo, el emerger del fascismo suscitó de inmediato una gran curiosidad en prácticamente todo el mundo y México no fue la excepción. El impacto del fascismo en este país repercutió al cabo de unos meses en la creación del Partido Fascista Mexicano en 1923, imitación discordante y lejana de su original.
La relación diplomática México-Italia en los años de la posrevolución, osciló entre el acercamiento comercial y el desencuentro político debido en parte a los violentos y continuos cambios de gobierno ocurridos en México luego de la caída de Huerta, y en parte también a la creciente animadversión entre los revolucionarios y la Iglesia católica. Estos altibajos llegaron a contaminar también las relaciones comerciales y entre privados, contribuyendo de este modo a crear un escenario de lejanía más que de proximidad.
En la primera mitad de los años veinte el acontecimiento más importante en la relación bilateral México-Italia, ocurrió en 1924 con la llegada a México de la misión propagandística de la Nave Italia a Veracruz, a cargo del embajador extraordinario Giovanni Giuriati, y que tocó el puerto mexicano como parte de una extensa gira por América Latina con el fin de llevar a cabo una amplia difusión de todo lo que la Italia de la época representaba, y que comprendía desde la cultura hasta su organización militar y naval, pasando por la producción artesanal, agrícola e industrial.5
Se trataba del lance más visible que llevó en esos años la Italia fascista para extender sus influencias a tierras trasatlánticas en búsqueda de simpatías políticas, puertos comerciales, contactos económicos y recursos naturales, tanto entre las poblaciones de migrantes italianos asentadas en los diferentes países del continente, como entre las sociedades oriundas.
Cabe hacer un paréntesis para mencionar, que en la acción propagandística y al lado de los rubros industrial y agrícola, la función ideológica del fascismo era una parte importante del proceso de neocolonización en tierras americanas. Por ello, el régimen fascista no escatimó auspiciar misiones culturales, académicas o científicas, con el objeto de demostrar lo que en el ideario fascista se consideraba la superioridad histórica de Roma en cuanto madre de la civilización latina.6
La primera de estas misiones se había llevado a cabo en mayo de 1923, cuando un grupo de profesores italianos propuso a Giovanni Gentile, entonces ministro de educación, una misión italiana universitaria a embarcarse en el verano de ese año con rumbo a Brasil, Argentina y Uruguay. La misión se compuso de diez profesores universitarios pertenecientes a las facultades de leyes, ingeniería y química de diferentes universidades en Italia. Ésta partió de Génova en el Duca de Aosta el 12 de septiembre de 1923, y llegó a Buenos Aires el 1 de octubre de ese año. La relación final de la visita habla de la gran acogida que prodigaron a la misión las autoridades políticas y académicas de las naciones visitadas, quienes a decir de Franco Vittorio Cremascoli, secretario general de la misión, no escatimaron en honores, atenciones, banquetes e invitaciones para con los visitantes italianos. En Argentina, la misión -nombrada por argentinos y uruguayos la "embajada de la juventud"- se entrevistó con el presidente Alvear, en Uruguay con el presidente Serrato, y en Brasil -donde se bautizó a la misión como "embajada de la Inteligencia"- con el presidente Pessoa; encuentros que reflejaron la importancia que le dieron los respectivos gobiernos a la visita de los italianos. Por su parte, a juicio de los impulsores de la misión, "magníficos terrenos y oportunidades se abrían para una próxima inmigración italiana". Y aunque reconocían que Italia no era del todo bien conocida en aquellas tierras, en cambio sí se podía constatar, aseguraban, el respeto y la admiración que ésta levantaba en ámbitos universitarios e intelectuales de la América Latina.7
En el caso de la expedición de la Nave Italia, el 10 de septiembre de 1924, el capitán Carlo Grenet, notificaba mediante un reporte haber alcanzado el puerto de Veracruz el 24 de agosto a las ocho de la mañana, y en el mismo exponía sus quejas sobre las condiciones sanitarias del lugar, mismas que lo llevaron a prohibir todo suministro de agua que llegara de tierra, para lo que proveyó de cantimplora a todo aquel que debió bajar de la nave. Para aquel México Grenet ciertamente no tuvo las mejores palabras, su testimonio representa la impresión que una buena parte de los italianos -y europeos en general- de entonces tenían sobre este país:
El gobierno mexicano es de tendencias más bien bolcheviques, si de tendencias se puede hablar en un país donde los partidos son de carácter destacadamente personal, los intereses por el poder ligados a raterías y malversaciones, las revoluciones a la orden del día [...]
Y continuaba el mismo Grenet más adelante en su reporte, hablando de las ventajas que ofrecía México:
De conversaciones tenidas con personalidades y periodistas,8 comprendí cuanta ignorancia había sobre las verdaderas condiciones de Italia y del fascismo, y como sería fácil, con propaganda inteligente, crear un estado de ánimo favorable a nosotros, dadas las innegables simpatías que el nombre de Italia despierta.9
Por lo demás Grenet se quejó también en su misiva del atraso de las estaciones de repetición mexicanas y su mal funcionamiento, calificando al Golfo como la peor zona para las radiocomunicaciones debido a las intensas descargas atmosféricas que ahí se verifican, lo que sin embargo compensaban las transmisiones provenientes de los Estados Unidos, que informaban, entre otras cosas, de las condiciones meteorológicas.10
A pesar de estas impresiones, para varios de los representantes políticos a bordo de la embarcación, la etapa mexicana del trayecto fue considerada, más allá de algunas dificultades logísticas,11 todo un éxito según lo escrito en un telegrama del embajador extraordinario Giovanni Giuriati.12
El éxito de la misión de la Nave Italia confirmaba también el hecho de que ya en noviembre de 1924, Eugenio Coselschi, futuro organizador de los fasci en el extranjero, solicitaba la autorización de Mussolini para llevar a cabo una nueva misión a América Latina, esta vez con la participación de profesores, estudiantes universitarios, profesionales, etcétera, con el objeto de "lograr una penetración cultural de más amplio alcance".13
La expedición de la Nave Italia generó entusiasmo en los círculos oficiales mexicanos. Con motivo de la visita, notas, avisos e informes fueron girados por la Secretaría de Relaciones Exteriores a varias secretarías más, tales como Educación Pública, Guerra y Marina, de Industria, Comercio y Trabajo, a la Confederación Nacional de la Cámara de Comercio, entre otros. El propio Álvaro Obregón pronunció unas palabras de bienvenida a los visitantes en la capital, y en general, el gobierno mexicano recibió con grande simpatía la llegada de la embarcación, dispensando al representante italiano de su majestad -Giuriati- todas las facilidades y distinciones de que se le consideraba acreedor.
Los años posteriores inmediatos a la misión italiana de 1924, es decir, los primeros años del gobierno de Plutarco Elías Calles, la relación bilateral pareció bajar de intensidad. Esto se debió a la imagen negativa con que la prensa italiana retrataba al presidente mexicano y a su marcado anticatolicismo, pero también era consecuencia del mal concepto en que las organizaciones sindicales mexicanas autoproclamadas socialistas, aliadas de primera importancia del presidente, tenían al gobierno de Mussolini, y enemistarse con esos grupos era la última cosa que el régimen callista quería. Sin embargo, el gobierno permitiría en 1927, la creación del fascio mexicano, probablemente, como sugiere Savarino, porque lo consideraba un asunto exclusivo de la exigua población migrante italiana y no veía en él riesgo alguno. Así lo sugería también el hecho de que el gobierno callista llegara a incluir migrantes italianos dentro de algunos de sus proyectos de desarrollo. Fue el caso de las nuevas zonas irrigadas para las que en ocasiones se necesitaban colonizadores dispuestos a producir, tarea para la cual, a decir del propio Calles, además de los italianos, se privilegió la invitación a alemanes, polacos y húngaros.14
Si bien las misiones y la diplomacia del fascismo tenían como cometido el de tocar temas sociales, culturales y políticos que le permitieran ampliar su influencia, en el caso de México, particularmente atractivas para el régimen italiano fueron las posibilidades que ofrecía el acercamiento de carácter comercial y en materia de recursos naturales.
En septiembre de 1926, una propuesta llamó la atención de la Presidencia del Consejo de Ministros en Italia; ésta no llegaba a través de los tradicionales canales diplomáticos, en lugar de pasar por el Ministerio del Exterior, como era estilo, llegaba directamente a las oficinas centrales del régimen. La misiva la suscribía el abogado Joaquín Cándido Acevedo, a la sazón cónsul honorario de México en Sao Paolo, Brasil, y director de un periódico en esa misma ciudad. La iniciativa del cónsul proponía al gobierno de Italia la creación de una sociedad italosudamericana para agilizar el creciente comercio de mercancías entre estos dos polos. El asunto interesó sin duda a las autoridades italianas, quienes ordenaron investigar al interlocutor latinoamericano a través del Ministerio de Asuntos Extranjeros italiano y la policía brasileña. Finalmente, la desconfianza que el personaje le generaba al régimen italiano impidió la conclusión del proyecto.15
El gobierno de México tampoco menospreciaba los posibles intercambios y sociedades comerciales que esporádicamente pudieron surgir entre firmas mexicanas y la Italia fascista, pero fueron mayormente los novedosos sucesos en terreno político lo que le generaba curiosidad a los jerarcas del régimen. Ahora bien, es muy probable que en México, aun ya entrados en los años de Cárdenas -como escribió Arnaldo Córdova- pocos conocieran de bien a bien lo que sucedía en lo sociedad y en la política de Italia a partir del surgimiento del fascismo,16 pero también es cierto que el paulatino afirmarse de éste en Italia atrajo cada vez más el interés de la clase política mexicana, que se empeñó desde un inicio, como las de muchos otros lugares, dicho sea de paso, en explicarse su naturaleza. Esta curiosidad exigía una intensa labor de seguimiento y recolección de información por parte del personal diplomático, tarea que a partir de 1923 llevarían con menor o mayor grado de detalle y cuidado todos los diplomáticos mexicanos de primera línea despachados en Italia.17
Uno de los primeros informes de los que se tiene noticia, entre los recibidos por los órganos del ejecutivo federal en aquel periodo, lo es el reporte que el 31 de enero de 1926 escribía el consejero diplomático de Rafael Nieto:
Se le considera (al fascismo) como un movimiento de las derechas por tratarse de una "reacción" al comunismo y al bolchevismo. Se inició, no como una agrupación de individuos que sostienen un programa determinado, sino por la fuerza producida por la coalición de dos mentalidades y de dos espíritus opuestos; es un movimiento netamente italiano, que representa una corriente enteramente en la nueva historia mundial, pues no es conservador ni reaccionario, no es de las derechas ni tampoco es democracia. Es un movimiento que tiene diversos tiempos y diversos aspectos; es reaccionario y revolucionario, conservador y progresista, es la síntesis de todos los medios y de todas las funciones de todos los partidos políticos, que no sigue un plan definido sino que norma su conducta de acuerdo con las contingencias cotidianas, sin que por ello desconozca la propia ruta.18
Los años entre 1925 y 1928 fueron en general de una nutrida actividad informativa en los canales diplomáticos y algunos periodísticos cercanos al régimen mexicano. Los ministros de la embajada, o a su falta los consejeros y/o encargados de negocios en turno, se abocaron a la investigación y al estudio con el objeto de profundizar en informaciones, sistematizar, teorizar y allegarse de todo tipo de material útil para lograr una mejor visión del fenómeno del fascismo.
Como se ha mencionado, en ese mismo periodo y sobre todo gracias a la prensa -la religiosa, la laica y la oficialista- la imagen de México en Italia decayó notablemente debido a la feroz persecución que desató el callismo contra los católicos. Se habló entonces en Italia, como en muchas otras partes del mundo, de un Plutarco Elías Calles siniestro, tan radical como intransigente, con lazos con el Partido Laborista y con los sindicatos socialistas, ganándose así la difamadora -e inmerecida- etiqueta de bolchevique. Un par de ejemplos de este tipo de linchamiento periodístico lo constituyen los artículos Al di lá dei mari, de Piero Belli, y L'America Latina attraverso il mio occhio, de Manlio Miserocchi, en los que se pintaba a México como un país salvaje, sin instituciones consolidadas ni prensa honorable, e indefectiblemente marcado bajo el sello bolchevizante. Estos artículos, según lo publicó El Universal en una nota del 5 de mayo de 1926, fueron la causa de un incidente violento que hizo víctimas en Milán a dos funcionarios del consulado mexicano en esa ciudad.19
Al igual que la prensa católica, lo mismo hicieron muchos periódicos oficialistas a partir de 1928, cuando Mussolini iniciaba la fase de conciliación con las autoridades de la Iglesia romana, preámbulo de los pactos de Letrán. Al fascismo mediático, el conflicto mexicano le sirvió como un medio más para acercarse a la jerarquía católica a través de invectivas contra el gobierno callista, mostrando así una actitud solidaria y moderada.
Por ese tipo de críticas y en los mismos años, el gobierno de México protestó ante el gobierno de Italia a través de su agregado militar, el teniente coronel Vicente Peralta, por motivo de la presentación de la obra "La Porpora del Re", de un tal Abramo Massima, en la que se criticaba nuevamente al gobierno de Calles con motivo de la persecución religiosa.20
No obstante, los golpes de la prensa y su repercusión en la relación bilateral, el gobierno de México no dejó de seguir estudiando al fascismo italiano. En junio de 1928, a la vigilia de las elecciones, cuando era inminente el triunfo de Álvaro Obregón, Luis Rubalcava, representante ad ínterin de México en Italia, sondeaba de cerca el conducirse del fascismo frente a la Iglesia católica, probablemente ya también como parte de la búsqueda de una solución obregonista al conflicto religioso mexicano. En sus comunicaciones, Rubalcava enviaba recortes de periódicos que según su opinión reflejaban dos actitudes del fascismo: la primera mostraba la intención de este último para congraciarse con el Vaticano, y la segunda acerca del desdén del Vaticano frente a los avances del fascismo.21
En general, 1928 fue un año en que la información política de los diplomáticos mexicanos en Italia fluyó de manera constante. Los partes diplomáticos reportaban los mayores adelantos del fascismo, pero también incluían traducciones de los más importantes discursos de Mussolini, como el que dio en el Congreso Industrial Italiano de Roma en julio de 1928; noticias relevantes sobre el gobierno italiano, como la crisis ministerial, también de julio de 1928 y que llevó a la dimisión de casi todos los ministros que fueron consiguientemente reemplazados por adeptos incondicionales del fascismo; o la discusión en Palazzo Chigi, en octubre de ese mismo año para la constitucionalización del Gran Consejo Fascista, llevando adjunto el reglamento aprobado y que regulaba la relación partido-Estado; o incluso traducciones de artículos periodísticos de carácter propagandístico como el titulado "El fascismo en marcha a los ojos del mundo".22
Para finales de los años veinte, el fascismo ensanchaba su presencia y dinamismo en Europa y fuera de ella. Entre 1928 y 1929 se crearon setenta nuevos consulados, se nombraron ciento veinte cónsules fascistas y se dictó un nuevo estatuto para los fasci del exterior.23 El régimen italiano endurecía así el control sobre sus representaciones, toda actuación diplomática debería contribuir al enaltecimiento del fascismo como fuerza rectora de la nación.
El gobierno callista de México, autoproclamado al igual que el fascista de Mussolini, como "renovador"; estaba, a semejanza de su par italiano, empeñado en reconstruir las instituciones públicas después de la violenta sacudida revolucionaria. Por ello, ejemplos y modelos en materia de administración y de políticas públicas de otras partes del mundo servían muchas veces de patrón para la creación y/o transformación de estructuras gubernamentales envejecidas y obsoletas. La Secretaría de Relaciones Exteriores turnaba permanentemente los partes diplomáticos que recibía de sus embajadas a las diferentes secretarías según fuera el argumento. De esta manera los informes de la representación mexicana en Italia fueron reenviados a las direcciones generales de las secretarías de Hacienda, de Agricultura y Fomento, de Pensiones Civiles de Retiro, de la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, de Guerra, de la Universidad Nacional, etcétera. Y no eran pocos los titulares de esas dependencias quienes respondían a estos informes pidiendo a su vez que se abundara en temas de interés precisos.
En esta dinámica, la embajada de México en Italia recibía a menudo solicitudes de información respectiva a leyes, estadísticas, estructuras institucionales, políticas públicas, normatividad y demás documentación similar que permitía observar el funcionamiento de los mecanismos estatales italianos en diferentes áreas y materias. Los ejemplos son numerosos, uno de ellos lo constituyen las solicitudes que en octubre de 1930 la Dirección General de Pensiones Civiles dirigió a la embajada de México en Italia a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores, para que le fueran enviadas legislación, publicaciones y estadísticas acerca de las pensiones civiles en aquel país. Esta petición, como muchas otras, fue atendida de primera mano por el entonces ministro Ezequiel Padilla, que en diciembre de ese mismo año hizo llegar a la Dirección de Pensiones un paquete de documentación con folletos sobre legislación diversa en materia de pensiones: seguro obligatorio contra el desempleo involuntario; seguro obligatorio contra la tuberculosis; disposiciones sobre la Casa Nacional de la Maternidad y para la tutela de las obreras y empleadas durante la gravidez y el puerperio; seguro obligatorio para la invalidez y la vejez, legislación sobre las pensiones civiles y militares y, finalmente, informe de actividades del año 1929 de "La Caja Nacional de Seguros Sociales de Italia". Toda esa documentación fue recibida por el que fuera -desde 1925- el primer director general de Pensiones Civiles para el retiro de México, Maximiliano M. Chabert.24
En aquel proceso de reinvención institucional, no era tampoco raro que miembros de la clase política mexicana en viaje por Europa, ya fuera por motivos recreativos -como el del general Arnulfo Gómez en 192525- u oficial, como el de Abelardo Rodríguez, que en los primeros meses de 1930 recorrió Palestina, Constantinopla, Egipto, Grecia, Italia y España, se dirigieran personalmente a Elías Calles para comunicarle los pormenores de su periplo,26 informándole y dando sus impresiones sobre la política y sociedades que tenían oportunidad de observar.
Tal fue también el caso de Marte R. Gómez, quien en julio de 1930 en misión oficial por Europa, visitó la legación mexicana en Roma y en agosto de ese mismo año, desde París, remitió también directamente al ex presidente Calles un informe bastante detallado sobre la génesis, naturaleza y obras del fascismo, así como la personalidad de su líder. El político tamaulipeco confesó que al llegar a Italia, estaba "lleno de prejuicios en contra del fascismo", pero tras su primer contacto con éste, poco después de penetrar en el país desde Francia, cambió repentinamente su visión. 27
A menudo los mismos diplomáticos, por iniciativa propia enviaron propuestas que a su juicio podían ser aplicables en México, bajo el fundamento de su eventual utilidad o beneficios. Muestra de ello es, entre otras, la misiva número 952, del 26 de diciembre de 1931, enviada por Ezequiel Padilla a la Secretaría de Relaciones Exteriores y en la cual acompañaba la fundamentación de una sugerencia para la adopción de un sistema de promoción turística que siguiera la imagen del implementado en Italia. El ministro Padilla proponía la creación de "zonas completas de atracción, en vez de lugares aislados", y hacer del Distrito Federal, con Coyoacán, San Ángel, Xochimilco y Pirámides incluidos; o bien de la región de los lagos en Michoacán, zonas turísticas al estilo de la Partenopea en el sur de Italia. Y explicaba los mecanismos de funcionamiento y estrategias de publicidad turística que el régimen italiano operaba, proponiéndolos como modelo para México.28
En la primavera de 1931 pasó por Roma otro visitante distinguido: el ex presidente de México y ex dirigente del Partido Nacional Revolucionario (PNR), Emilio Portes Gil, quien se dirigía a París para encargarse de la legación en Francia en sustitución de Alberto J. Pani. En Roma, Portes Gil se entrevistó con el ministro Ezequiel Padilla y aprovechó para observar de cerca el fascismo italiano. En abril de ese año Portes Gil envió a Elías Calles una nota fechada el día 3, que ilustra por sí sola el interés oficial por las creaciones que había echado a andar el fascismo en Italia, al encontrarlas afines a los objetivos de algunas instituciones nacionales, tales como el partido oficial:
Muy estimado general y fino amigo: Hoy he hecho el envío al general Cárdenas [presidente a la época, del PNR] de dos folletos que se refieren a la organización de una institución que aquí existe y que se denomina "Dopolavoro", siendo el organismo de acción del Partido Fascista. Tal institución desarrolla funciones muy importantes en los aspectos educativo, de cultura popular, artística, física y asistencia social y humanitaria. La labor que desarrolla esta institución no difiere mucho de la que lleva a cabo el Partido Nacional Revolucionario, pero dichos folletos contienen datos muy importantes que creo podrán ser de gran utilidad. Estoy documentándome con mayores detalles sobre estas actividades y que igualmente tendré el gusto de enviarle al general Cárdenas la documentación respectiva. Con mis más afectuosos saludos, soy de usted como siempre su amigo y seguro servidor. Emilio P. Gil.29
El gobierno de Italia por su parte no se interesaba en grado equiparable en México, al menos no en el aspecto político, pero en ocasiones la información también viajó en sentido opuesto. En abril de 1932, por ejemplo, en el ámbito de la difusión universal de su colosal obra de organización juvenil, la legación de Italia en México, a través de su representante, Gianfranco Viganotti Giusti, solicitó a Relaciones Exteriores todas las disposiciones legales en materia de educación física y juvenil, y le extendió adjunto un cuestionario a la Secretaría de Educación Pública para que ésta hiciera favor de responderlo.30
En diferente episodio, el mes de abril de 1932, la legación de Italia en México le dirigió a Manuel Téllez, entonces titular de Relaciones Exteriores, un oficio mediante el cual le solicitaba entregase al "Ministro del Interno" -refiriéndose al secretario de Gobernación- los ejemplares que el gobierno mexicano había solicitado a su par italiano del Código Penal y de Procedimientos Penales, así como un ejemplar del Reglamento para la Ejecución de la Ley de Seguridad Pública.31
Pero si bien Italia no concedía a México el mismo nivel de importancia en temas de política, gobierno o sociedad, sí lo llegó a hacer en aspectos comerciales. En el tema de los recursos naturales México representaba, en concreto para los fascistas, la posibilidad de tener un abastecimiento alterno, particularmente de petróleo. La Italia mussoliniana carente del mineral en su propio territorio siempre estuvo atenta a cualquier oportunidad de hacerse del preciado recurso. Éste era quizá el único plano en el que México despertaba un real o más grande interés para Italia, después de todo no era casualidad que para los años veinte, dos de las representaciones consulares italianas se ubicaran una en Tamaulipas y otra en Veracruz, estados que a la época poseían ya dos de los mayores desarrollos petrolíferos mexicanos. El interés comercial de Italia generaba una relación conveniente para ambos hemisferios, pues México adolecía a su vez de compradores a gran escala que le permitieran arrancar una parte del control petrolífero a las compañías americanas.
Fue así que en mayo de 1932, interesado tanto en la explotación petrolera como en encontrar nuevos destinos de colonización para los migrantes italianos, lo que podría redundar en un crecimiento de su influencia, el Ministerio del Exterior fascista sondeaba la situación laboral en Tamaulipas, la cual, de acuerdo a lo que respondía el reporte de la representación consular, se encontraba atravesando uno de sus peores momentos debido en buena parte a la lucha político electoral a desarrollarse en la entidad el mes de julio siguiente. En el mismo reporte se hablaba de que la oportunidad de trabajo para los extranjeros en México era cada vez más difícil a causa de la nueva Ley Federal del Trabajo, que en su artículo 9 obligaba a los patrones a contratar en no menos del 90 por ciento la primera vez que el fascismo italiano fijaba su atención en México buscando abastecimiento petrolífero. Ya en 1931 Leona Patroni Griffi, una viuda italiana caída en bancarrota, había ofrecido a su gobierno la venta de una extensión de tierra heredada de su marido en Ciudad del Carmen, Campeche, conocida como Santa Cruz de Cárdenas. La oferta interesó mucho a las altas esferas del gobierno italiano, pues según lo dicho por la oferente, los de la región se presumían terrenos aptos para la extracción de petróleo. La Presidencia del Consejo de Ministros pidió entonces al Ministerio de Asuntos Exteriores investigar el asunto y emitir su parecer. Asuntos Exteriores pidió a su vez a los agentes consulares en México que investigaran la cuestión por su cuenta.32 El negocio demoró un par de años, debido también a la lentitud de las vías de comunicación. En el proceso de investigación, en octubre de 1933 y previniendo la conclusión de las tratativas en sentido favorable para Italia, la legación de ésta pidió a la Secretaría de Relaciones Exteriores le remitiera copias de la legislación existente en materia de explotación de terrenos petrolíferos, así como la existente en materia de crédito agrícola, solicitudes que atendieron la Secretaría de la Economía Nacional y el Departamento Agrario, respectivamente, respondiendo la primera en noviembre de ese mismo año y la segunda, con lujo de dilación, en enero de 1934, proporcionando ambas los documentos requeridos.33 Al final, después de diversos acercamientos con la señora Griffi y exhaustivas investigaciones por parte de los agentes consulares italianos en México, éstos desalentaron la compra de los terrenos, pues se descubrió entre otras cosas que sobre ellos pesaban enormes gravámenes que habrían elevado los costos de manera tal que, de adquirirse, el negocio terminaría por ser muy poco conveniente para el gobierno italiano.34
El intensificarse de los intereses de Italia por los recursos de México, obedecía también a otro hecho. A partir de julio de 1932, fecha en que Mussolini toma en sus manos la cartera del Ministerio de Asuntos Extranjeros, Roma emprendió una más agresiva política expansionista y colonizadora. En este propósito, Mussolini se valió de España como vía para acrecentar las relaciones económicas y culturales con América Latina, la cual tenía una creciente importancia para el dictador, por ser al mismo tiempo refugio para la migración italiana y mercado para la cada vez más grande industria productora italiana. En consecuencia, Italia abrió entonces nuevos consulados en Estados Unidos, México y Brasil. Y con ayuda de capital británico, tendió además cables submarinos propios.35
En correspondencia, en noviembre del mismo año, la legación mexicana en Italia informaba a la Secretaría de Hacienda sobre los diversos avances que reportaba el fascismo en el tema económico.36 Precedentemente, en septiembre de ese mismo año, la legación italiana había enviado en forma propagandística al secretario de Gobernación una copia de un volumen de los "Actos parlamentarios, discusiones" de la Cámara de Senadores de Italia, acompañados de su respectiva traducción.37
Entre los informantes mexicanos hubo quienes sin dejar de acusar al fascismo de ser un régimen impositivo y autoritario, reconocían en Mussolini el elemento necesario de un sistema político organizado en torno a la figura del líder como nodo central de la acción. Uno de éstos fue Octavio Reyes Spíndola, diplomático mexicano que en noviembre de 1932 envió en su informe político una relación en la que hace diversos cuestionamientos al fascismo italiano, mismo que, a su parecer, no podía existir realmente sin la figura central de Mussolini. A este último le reconoce, sin embargo, su obra de disciplina y organización de Italia como un ejemplo digno de imitarse gracias al dinamismo y a la genialidad de su líder.38 Y antes de que terminara aquel año, el mismo Spíndola envió mediante reporte confidencial a la Secretaría de Relaciones Exteriores un informe de la célebre y simbólica visita del jefe del gobierno italiano al Papa.39
Las campañas publicitarias impulsadas desde el poder, que cubrían de espectacularidad las empresas del Duce, rindieron entre sus dividendos, el de elevar a Italia, a ojos del mundo, al nivel de otras potencias. Así lo percibía en México Ezequiel Padilla, quien en un discurso del año 1932, pronunciado ante la xxxv Legislatura Federal, en el marco de la creación de la Secretaría de la Economía Nacional, el destacado orador guerrerense hacía un encomiástico recuento de las prácticas económicas de Estados Unidos, Rusia e Italia como principales centros irradiadores de ideología en el mundo. Ahí, Padilla se refirió al fascismo italiano como el formidable ejemplo de lo que significaba en la vida moderna la construcción económica sobre principios claramente definidos. El fascismo italiano, dijo, a diferencia de Rusia y Estados Unidos, busca el equilibrio, la coherencia, la cooperación de las clases. He allí su premisa fundamental.
El sistema Fascista -dijo- descansa fundamentalmente en el sistema de las corporaciones, y las corporaciones son un conglomerado de sindicatos; allí no preocupa la libertad individual; es necesario encontrar el órgano en donde todas las clases de la producción se coordinen, y se ha hecho obligando al sindicalismo de toda la Italia, de todas las fuerzas económicas, y al mismo tiempo a la coordinación de los sindicatos pertenecientes a una línea de actividades, en una corporación, que es la que juzga todos los conflictos, que es la que resuelve todos los encuentros y todos los choques entre los distintos sindicatos. Allí el trabajador no está abandonado, y en esto es necesario en gran parte combatir prejuicios. En la corporación fascista el trabajador no está aislado; en la corporación fascista el contrato colectivo que representa la conquista máxima práctica dentro de la lucha de clases, porque ya no es el hombre abandonado y solo con su debilidad, sino que ya obra solidarizado en un sindicato que tiene personalidad y fuerza, es una conquista definitiva; la corporación, como digo, coordina todos los sindicatos; de la corporación se asciende a un Consejo de Corporaciones y por último se llega al Ministerio de las Corporaciones que es el eje del Gobierno Fascista.40
Episodios como el anterior ilustran la persistencia con la que se mantuvo el tema corporativista en México, tanto en los informes diplomáticos como en la mesa de los políticos, quienes aun concluido oficialmente el periodo de gobierno de Elías Calles, continuaron observando el fascismo en cuanto modelo de organización política y de masas, siguiendo con particular atención el sistema de las corporaciones.
Otro tema recurrente en muchos de los jefes del régimen mexicano, lo fue el de las estructuras internas del Partido Fascista -no hay que olvidar que eran los años en que se pulía aún la incipiente estructura del pnr en México- con sus vertientes juveniles afiliadas a la Opera Nazionale Balilla y más tarde a la Gioventú Italiana del Littorio.41
Para conocer y estudiar aquel tipo de modelos se aprovecharon todas las invitaciones a eventos, lo que no era muy complicado, pues el gobierno de Italia, por su parte, no dejaba de lanzar proyectos para exhibir al mundo la renovación de la que se decía portador. El 3 de mayo de 1933 por ejemplo, la legación de Italia comunicó a Relaciones Exteriores una invitación dirigida a la Universidad Nacional Autónoma de México y a la Confederación Nacional de Estudiantes, para participar tanto en los Juegos Universitarios Internacionales de Turín, como en la Confédération Internationale des étudiants a llevarse a cabo en Venecia.42 En el mismo mes, el ministro de la legación de Italia en México, le remitió al secretario de Relaciones Exteriores, Puig Cassauranc, dos ejemplares de una muestra gímnico-atlética de los dopolavoristi. De esas copias, una estaba destinada al presidente de la República -Abelardo Rodríguez- por haberle manifestado al ministro italiano, el día de la presentación de las cartas credenciales, su "alto interés por la Opera Nazionale Dopolavoro". Y en efecto, el 4 de julio de 1933, la oficina de la presidencia de la República, a través del secretario particular, acusaba de recibo, mencionando además que el folleto de referencia "ha sido ya remitido al departamento del trabajo para su estudio." 43
En otros temas, relativos a la política social italiana, llegaron a la Secretaría de Relaciones Exteriores, en abril y en agosto de 1933, sendos informes de la legación mexicana. En el primero de éstos se incluye una relación de los avances de las campañas de alfabetización, con comparativos numéricos entre el siglo XIX y el XX al año de 1931. Pero en el mismo documento se informaba también acerca de las campañas contra la tuberculosis, de la reducción de los flujos migratorios de italianos al extranjero, de la producción industrial, de los avances en el intercambio comercial, así como sobre la presencia formal de bancos en Italia. Mientras que en el segundo informe, el de agosto, Manuel Téllez describía el panorama político de Italia comenzando por el nuevo rol de Mussolini al frente de las fuerzas armadas y su aparente fascistización, las maniobras militares italianas, el congreso socialista en París y la política internacional italiana.44
De igual forma, en junio de 1933 Horacio Uribe describía puntualmente los trabajos que en materia de acción social y cultural llevaba a cabo el fascismo, destacando por el lado cultural los Carri di Tespi, que llevaban espectáculos teatrales a campesinos y obreros de toda Italia. Mientras que por el lado de infraestructura urbana y previsión social, Uribe resaltaba con sorpresa la construcción de más de mil apartamentos, sólo en Roma, para los empleados ferroviarios, así como la creación del Ente Nacional para la Maternidad y la Infancia, "que proveía servicios de casa cuna, consultorios para las madres, asilos infantiles y refectorios para madres y niños, para un total de 1100 institutos creados en sólo un año en edificios ex profeso y con las mejores calidades de higiene y salubridad." Y subrayaba, además, entre sus cifras, que mientras de 1925 a 1929 la población italiana había aumentado en un 4 por ciento, la producción en cambio creció en un 11 por ciento.45
De nuevo, en julio de 1933, Manuel Téllez envió un informe detallado acerca del primer año de funcionamiento del Instituto del Mobiliario Italiano, que se constituía para apoyar a empresas en crisis, información que fue girada para su conocimiento al secretario de la Economía Nacional.46 Y en agosto de 1933, la legación de Italia en México pedía al secretario de Relaciones Exteriores hiciera favor de entregar al presidente de la república las publicaciones a él personalmente dirigidas, de: "Utilización de las artes populares para los 'loisirs ouvriers', "Viterbo y su tierra", "El fascismo para los trabajadores de la tierra", "Costumbres, Música, Danza y fiestas populares italianas" y algunas más.47
En aquel mismo mes de 1933, Manuel Téllez finalizó uno de sus reportes con un apartado sobre León Trotsky y el fascismo, cuyos dirigentes, ante la persecución de que era víctima el político ruso en Francia, le insinuaban a través de Il Popolo d'Italia de Milán, que podía escoger, si así lo deseaba, Capri como residencia alternativa, lugar donde vivía tranquilamente y desde hacía años Máximo Gorki.48
En su informe político de septiembre de 1933, Téllez abordó de nueva cuenta los temas de la educación y formación de la infancia y juventud italiana. Hacía referencia a los centros estivos de mar, de montaña, lacustres, etcétera, donde año con año eran mandados los niños a hacer "vida sana". Contaba Téllez en su informe que aquel año en particular el Partido Fascista había pagado los viáticos de tres mil niños, hijos de italianos residentes en el extranjero, así como de austriacos y alemanes, quienes pasaron un mes en Italia. Y refería también que al Grupo Universitario Fascista (guf) se le asignó un barco para emprender un recorrido turístico por varios países de Europa, con precios accesibles y a costas tanto del partido como de fondos privados. Téllez exponía con claridad y detalladamente las actividades deportivas y artísticas que se llevaban a cabo en esos campamentos, así como las de la Opera Nazionale Balilla, a la que, según lo escrito en sus informes, juzgaba de modelo sumamente interesante y se comprometía a seguir proveyendo informes de su estructura y funcionamiento.49
Nuevamente en 1933, en el mes de diciembre, Manuel Téllez redactó un recuento de la Obra Asistencial del Partido Fascista, la que entre muchas otras funciones, dijo en sintonía con el anticatolicismo campeador en los círculos de gobierno mexicanos, tenía la de ayudar a los desempleados sin hacerlos sentir la ayuda bajo la "forma de la caridad cristiana que rebaja tanto al individuo".50
Finalmente, en su informe de noviembre de 1933, Manuel Téllez abundó en las corporaciones de categoría y habló de su formación, estructura, funcionamiento y reglamentación, así como de la disciplina en las relaciones colectivas. El informe incluía la ya para entonces célebre Carta del Lavoro, publicada en abril de 1927, la reforma del 20 de marzo al Consejo Nacional de las Corporaciones, haciendo tanto una descripción del mismo como de su conformación. Esta información llegó a través de Relaciones Exteriores hasta cada una de las "autoridades competentes", según respondió con fecha del 26 de enero de 1934 la misma sre.51
En el tema del corporativismo de las asociaciones de trabajadores, de fundamental interés para el aparato político del régimen mexicano, "[lo] que se considera de importancia inmediata -comentaba Manuel Téllez en 1934- es que el gobierno de México esté informado paso a paso del giro que vaya tomando la organización corporativista, acto del gobierno italiano que entraña una verdadera acción revolucionaria de innegable valor histórico".52
En eso coincidía Horacio Uribe, encargado de negocios ad ínterin de la embajada, quien en octubre de 1934, redactó una extensa relación (33 fojas), donde hacía un análisis del tema de las corporaciones y describía meticulosamente su estructura, su objeto, su composición, espíritu y funciones dentro del régimen. Y aunque hacía una crítica sustentada en la que calificaba de inocente el propósito de fondo de la teoría económica fascista, reconocía, sin embargo, que el aspecto político de la corporación era el más importante y profundamente revolucionario del sistema, por tratar de introducir el trabajo en la organización del Estado. Afirmaba el diplomático que el aspecto económico era el más interesante del sistema corporativo, pues reconocía que la iniciativa y la propiedad privada eran los ejes del progreso humano, pero que era, asimismo, indispensable la intervención del Estado.53 En un informe más, fechado el 31 de diciembre de 1934, Horacio Uribe describía la labor del Instituto Superior de Estudios Corporativos, del Trabajo y de Previsión, que se dedicaba prácticamente a la formación del obrero para defender sus intereses de clase, ideologizándole acordemente a los nuevos institutos.54
Iniciando el año 1934, en el mes de febrero, la legación de Italia entregó a Relaciones Exteriores tres ejemplares de la Carta del Lavoro, cuya introducción y comentarios corrían por cuenta de Arnaldo Mussolini.55 Mientras que en el informe político firmado el 31 de ese mismo mes de febrero, el ministro Manuel Téllez abordó de nuevo - ya lo había hecho Ezequiel Padilla en 1931- el tema del turismo, que tanto había crecido en Italia durante los años del régimen fascista, lo que era mérito en buena parte, a decir de los remitentes, de la Compañía Italiana de Turismo, creada en 1926. Téllez proporcionaba en su informe algunas cifras y advertía a las autoridades mexicanas cómo el turismo en Italia había llegado ya a la cantidad de 2 millones 500 mil visitantes en el 1933, lo que se traducía en ganancias para muchas empresas controladas por el Estado, como por ejemplo las derivadas de la adquisición de boletos de ferrocarril. Decía Téllez en su informe que todo esto obedecía a la atención que el gobierno le prestaba al tema, pues se había descubierto que el turismo bien organizado era una verdadera fuente de ganancia.56
Por último, en diciembre de 1934, cuando ya el maximato abría paso a la administración cardenista, Horacio Uribe mandó a México un informe más acerca de la formación política de la juventud, una de las tareas fundamentales del régimen y que en México estaba incluida en los estatutos del pnr. Esta labor estatal, decía Uribe en su informe, estaba basada en el aspecto intelectual, físico, moral y político, y a la postre habría de permitir al Estado mismo seleccionar a los elementos mejor dotados para el liderazgo político. "El fascismo -escribió Uribe- al preparar a los jóvenes para su política preserva la revolución."57
Pero una última orden llegó a la legación de México en Italia antes de acabar ese año. En el mismo mes de diciembre, el día 6, el Departamento de Asuntos Políticos de la Secretaría de Relaciones Exteriores le pidió a su representación, no se sabe con qué fines, que enviara urgentemente un estudio con detalles precisos sobre el sistema de propaganda internacional que empleaba el gobierno italiano.58
Por su parte, el 15 de diciembre de ese mismo año, la legación de Italia en México le comunicó a la Secretaría de Relaciones Exteriores que desde el día 9 de ese mismo mes habían comenzado a transmitirse a través de la estación a onda corta de Prato Smeraldo, Italia, los programas de radio para América Latina, y le proporcionaba las coordenadas donde podían estos ser escuchados. No se tiene información acerca de si Relaciones Exteriores giró a su vez este promocional a organismos de difusión pública abierta, pero sí obra en constancias que la noticia fue comunicada mediante nota oficial a las oficinas generales del Partido Nacional Revolucionario, quien le acusó por su parte de recibido en febrero de 1935.59
La sociedad
Contactos de otro tipo, por fuera de la política y la diplomacia, lo fueron las comunicaciones de algunos miembros de la sociedad civil con intereses en los proyectos fascistas. Uno de estos casos es el del doctor Jorge B. Carpio, director del hospital civil de Zumpango, quien, por ser probablemente un descendiente de italianos, participara como fiduciario organizador de un peregrinaje que el fascismo planeó en 1931 a instancias de la Asociación Nacional Arma de Caballería, con el objetivo de mantener vivos los sentimientos sociales y patrióticos de los ex militares italianos, y cuyo propósito era el de llevar en una visita a Italia a los ex combatientes italoamericanos en los meses de octubre y noviembre de 1932.60
Ejemplo de penetración cultural en sentido inverso, es decir de México a Italia, lo fue, en 1934, el proyecto personal que corrió a cargo de un célebre historiador y abogado mexicano, el licenciado Ramón Mena Isassi, quien proyectaba difundir la cultura mexicana en el mundo, y como parte de ese plan ofreció -por un precio de doscientos dólares- al ministro de Educación en Italia, una serie de películas referentes a la cultura azteca y fundación colonial de México, cuya primera proyección llevaba por nombre "La Piedra del Sol". Pero la Italia fascista rechazó la oferta argumentando que, primero, no contaba con programas orientativos al estudio de la cultura mexicana, y después -decía, y era cierto- porque entre los idiomas en que dichas películas estaban traducidas no se contaba el italiano.61
Ulteriores esfuerzos de difusión cultural por parte del régimen fascista lo constituyen las misivas que durante el año de 1934 el Ministerio de Asuntos Extranjeros y la Oficina de Servicios de Propaganda adscrita a la sección de prensa del jefe del Gobierno, enviaron a las diferentes representaciones diplomáticas de Italia en México y al Fascio constituido en la ciudad de México. Esas comunicaciones se acompañaban de diversas películas para su proyección y difusión, entre las que se contaban "Campamentos del Año IX", "Año IX", "Discurso del Duce en Turín", "Umbria", "Giornale n° 439", "Stramilano", "Giornale Die n° 2 parte tercera". Estas películas fueron proyectadas y difundidas con gran éxito entre diversas personalidades mexicanas, así como entre los "camaradas del fascio mexicano", no sólo en la ciudad de México sino también en Tampico, Monterrey y Chipilo, según lo referido por Ponzanelli, secretario fascista de la zona en la misiva 439 del 7 de agosto de 1934.62
Un envío más tenía como destinatario final a un público que incluía personajes del ejército. El 12 de octubre de 1934, el ministro de la legación italiana en México solicitó al Ministerio de Asuntos Exteriores el envío de algunas publicaciones en lengua española con motivo de una petición realizada por parte del general Amezcua y "otras personalidades locales". Las publicaciones que se especificaban eran: la "Carta del Trabajo"; el "Discurso de Mussolini sobre la constitución de las Corporaciones"; "Del desarrollo y la actividad del ordenamiento corporativo en el primer decenio de la Era Fascista" y "otras publicaciones de ese tipo".63
Conclusiones
La de México e Italia durante los años del callismo y del fascismo fue una relación diplomática más bien complicada, de desencuentros y desconfianza entre los gobiernos, que llegó a impactar también en la política y las relaciones comerciales. Sin embargo, hubo siempre, subyacente y velado, un interés de la clase política mexicana por el fascismo que contrariaba a la retórica socialista del régimen, cuyos discursos comportaban la oposición oficial al régimen de Mussolini, Ello no impidió, sin embargo, que en México algunos sectores de la sociedad continuaran mostrando un interés o simpatía por el fascismo que los llevaba a acercarse a las instancias oficiales y de representación italianas.
El estudio de formas de gobierno como lo era el fascismo, se debe en buena parte a las necesidades que la fase de reconstrucción nacional posrevolucionaria callista debía afrontar, lo que daba pie a la exploración y en algunos casos a la imitación de modelos operativos que funcionaran para México. Por su parte, la Italia mussoliniana de los primeros años atrajo la curiosidad e incluso la admiración de muchos, como se puede intuir a partir del interés que el fascismo generaba en la propia sociedad mexicana. Esto no sugiere que la Italia fascista determinara las conductas y políticas del gobierno callista mexicano, que si bien reprodujo ejemplos de otros países en temas específicos, también fue muchas veces conductor de procesos endémicos que arrojaron resultados originales sin referente en alguna otra parte del mundo.
Lo que los partes diplomáticos y las misivas de políticos de visita en Italia ponen de manifiesto, es que políticos y funcionarios mexicanos de los años del callismo quisieron comprender el fascismo y se interesaron por algunos aspectos particulares de éste. Ahora bien, ¿sirvieron esos modelos, o parte de ellos, de ejemplo para el gobierno mexicano? La frecuencia y detalle de los informes en materias como la organización de corte corporativista y obras como la del Dopolavoro y las agrupaciones de jóvenes, así parecen sugerirlo, pero la pregunta merece aún estudios más profundos. Hasta ahora no puede responderse a cabalidad ni en un sentido ni en otro.