INTRODUCCIÓN
El presente trabajo tiene la finalidad de conocer el impulso, desarrollo e importancia que otorgó a las Conferencias de San Vicente de Paul de Señoras el arzobispo Atenógenes Silva y Álvarez Tostado 2 durante su gobierno en la arquidiócesis de Michoacán, cargo que desempeñó de 1900 a 1911, periodo en el cual tuvieron su máximo auge la mayoría de las fundaciones. Sostenemos que la actividad en la promoción de dichas organizaciones estuvo marcada desde las últimas décadas del siglo XIX y que las particularidades que caracterizaron a éstas a principios del siglo XX, considerando el contexto que privaba en la época, se permearon y tomaron parte en el movimiento del catolicismo social, 3 pasando de la actividad caritativa a la acción social católica y que a su vez fueron parte importante en el trabajo que realizó la Iglesia para mantener y ampliar su influencia social.
Este texto se encuentra dividido en tres partes, la primera versa sobre el contexto en el cual se reorganizaron las Conferencias; la segunda desarrolla la actividad de las cuatro fundadas en la ciudad de Morelia, centro y cede del arzobispado; la tercera y última se trata de una radiografía sobre las fundaciones y accionen de dicha organización, pero extensiva a todos los poblados y parroquias foráneas del arzobispado, para así conocer su contexto inmediato y sus trabajos.
CONTEXTO
Entre 1857 y 1867 la Iglesia atravesó una etapa difícil y de cambios, producto de acontecimientos tales como la promulgación de la Constitución de 1857, las Leyes de Reforma, la Guerra Civil de 1858-1861 y el proyecto conservador de la monarquía, que concluyó con el fusilamiento de Maximiliano de Augsburgo. 4 La Iglesia había sido devastada y se encontraba “con su poder económico destruido, su influencia política quebrantada y con su autoridad espiritual debilitada”. 5
Durante el gobierno presidencial de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876), la Iglesia enfrentaría la política anticlerical y la decidida convicción de ejecutar todos los artículos de la Constitución de 1857; aunado a ello, la anexión de las Leyes de Reforma en 1874. Ante este panorama los arzobispos de México, Guadalajara y Michoacán combatieron las medidas de manera pacífica y apelando a la acción colectiva de los católicos a través de la Instrucción pastoral que los Illmos. Sres. Arzobispos de México, Michoacán y Guadalajara dirigen a su venerable clero y a sus fieles, publicada el 19 de marzo de 1875; de esta manera tomaron postura pública ante el Estado. El objetivo del documento fue instruir a los feligreses sobre la conducta que habían de tener para cumplir sus deberes “hacia Dios y su Iglesia” frente a la anexión de las Leyes de Reforma, promulgada el 10 de diciembre de 1874.
La Instrucción propuso formas de defender, vivir y fomentar la religiosidad entre los católicos. El plan de acción planteado por el episcopado mexicano hizo frente a la nueva configuración de la Iglesia ante la independencia con el Estado a mediados del siglo XIX y demandó la organización de los católicos. Como bien lo menciona Laura O´Dogherty, “los laicos, quienes gozaban de libertades antes desconocidas, restaurarían la presencia de la Iglesia a partir de esas libertades”, 6 situación que permitió su proceso de reconstrucción. El documento exhortaba a los católicos a respetar la autoridad civil y abordaba tres temas nodales para la Iglesia católica mexicana fundamentales para su reorganización y revitalización: la educación, el culto y la caridad, pero solo trataremos el último de éstos.
Respecto al tema de la caridad, la Instrucción reseñaba de manera particular en la expulsión de las Hermanas de la Caridad como una señal, digamos, del embate de las nuevas leyes y su refrendo, medida que dejó un profundo vació en la caridad cristiana. Por este motivo los arzobispos promovieron las Conferencias de San Vicente de Paul 7 para continuar la labor de las extintas Hermanas, recomendando con ahínco que las primeras fueran fundadas en todos los poblados e invitaran a participar como socios a los católicos, en especial a las señoras. 8 El fin perseguido por el episcopado mexicano fue multiplicar las Conferencias por todo el territorio nacional, en las villas, los pueblos y las ciudades, con la ayuda de los párrocos, a quienes se les encomendó que exhortaran y aconsejaran a sus feligreses sobre su fundación. Los arzobispos apelaron a la libertad y la constancia de los seglares católicos para el fomento de la caridad, como una práctica en donde los pobres serían socorridos con alguna regularidad, y los socios “habrán contraído para con Dios un mérito de incompatible precio, y de infinito provecho para sus almas”. 9
Las Conferencias de San Vicente de Paul de señoras y señores 10 tuvieron una estructura que integró en su trabajo a las clases sociales altas y medias. Existieron varios tipos de socios en la organización, pero los fundamentales fueron los socios activos que colaboraban realizando visitas a domicilio, apoyando en la limpieza de edificios como hospitales y orfanatos, cocinando para los pobres, etc., y los socios contribuyentes u honorarios quienes tenían la obligación de aportar una cantidad fija mensual y asistir a las reuniones. 11
La mujer en ese momento fue vista como “el sexo devoto” y se reconocía su alto compromiso con la caridad cristiana. 12 La manera de considerarla en la sociedad, su compromiso, activismo y sensibilidad, representó una fortaleza para la revitalización de la Iglesia, reflejada en el trabajo que realizaron como asociación durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera década del XX. 13 Los trabajos que realizaron las Conferencias de señoras tuvieron dos grandes ejes: el primero consistió en el fomento del culto, y en este rubro se contemplaba la ayuda a los pobres para realizar bautizos, primeras comuniones, bodas religiosas, retiros espirituales, horas de adoración a la virgen en sus varias advocaciones, celebración del aniversario del santo de cada conferencia y participación de la eucaristía; todo tenía el objetivo de “ejercitarse en el amor de Dios”. El segundo eje tenía que ver con obras caritativas hacia el prójimo, tales como visitar a los enfermos en hospitales y a domicilio, adquirir, organizar y repartir los alimentos, donar ropa, colaborar espiritual y económicamente en el entierro de las personas que lo requerían, promover la fundación de escuelas, orfanatos, hospitales, asilos, y establecer el catecismo para niños y niñas en las iglesias. 14
Asimismo, las socias realizaban trabajos voluntarios, pues la afiliación a dicha asociación no obedecía a un beneficio económico, sino espiritual, situación que las volvía sujetos de bendiciones por parte del papa y el arzobispo. Además, serían prospectos para ganar indulgencias y esto les permitiría salvar sus “almas”. 15 Pertenecer a la agrupación representaba una forma de trabajo distinto al de sus hogares que traían consigo reconocimiento y prestigio social. 16
Durante el largo gobierno de Porfirio Díaz Mori, quien colaboró directa o indirectamente en el desarrollo de la organización, las Conferencias tuvieron un auge mayor. 17 Las condiciones económicas, políticas y sociales del país crearon el escenario para que la asociación se reorganizara y fortaleciera, aunado a otros acontecimientos transcurridos a principios del siglo XIX. Uno de estos fue la publicación de la encíclica Humanum genus del papa León XIII en 1884, la cual versaba sobre los peligros de la masonería, y entre cuyos remedios recomendaba la Asociación, acción ya tomada por el episcopado mexicano desde 1874.
LAS CONFERENCIAS EN LA CIUDAD DE MORELIA
Atenógenes Silva y Álvarez Tostado llegó a Morelia el 28 de noviembre de 1900 investido como tercer arzobispo de Michoacán, decidido a reorganizar, fortalecer e impulsar las Conferencias de San Vicente de Paul de señores y señoras, fundadas por su antecesor José Ignacio Arciga. 18 Con ese objetivo, formó un Consejo Arquidiocesano tanto de señoras como de señores, siendo de la última la única organización de las cuales se encuentra registro de sus actividades en toda la arquidiócesis. 19 Consideraba que eran de suma importancia para la realización de acciones concretas en pro de su pastoral social; lo sabía debido a la experiencia de organización que tenía como director de las Conferencias de señoras de Guadalajara y como obispo de Colima. En esta gestión episcopal encontramos elementos y prácticas del episcopado mexicano que nos remiten a mediados del siglo XIX, aunque también ubicamos trabajos desarrollados en el marco de un catolicismo social activo de principios del siglo XX, que marcaron su acción pastoral.
Una de las primeras cosas que realizó el arzobispo fue acercarse a la élite de Morelia con el objetivo de conocerles y exponerles la importancia de su ayuda en las acciones que estaba implementando su gobierno eclesiástico: educación y caridad. Hizo hincapié en “la necesidad de desarrollar entre ellos el espíritu de asociación, a fin de dar cima a tantas obras buenas que han permanecido hasta hoy estacionarias, como las que están a cargo de las Conferencias de San Vicente de Paul. Pidió ayuda para realizar su proyecto emprendedor y progresista.” 20 Silva recomendó que todos y cada uno de los asistentes se afiliaran a una asociación. Esta petición fue seguramente porque vio poca actividad de las tres asociaciones que estaban fundadas en Morelia y las 9 foráneas que recibió en 1900, 21 pues estaba acostumbrado a una laboriosidad mayor.
Para abril de 1901 organizó la Junta de Caridad de Señores en Morelia, bajo los estatutos de las Conferencias de San Vicente de Paul de Señores. En las elecciones los cargos recayeron en José Vélez como presidente, Baltazar Izquierdo y Anastasio Mier, Vicepresidentes, Mariano Laris como secretario, Joaquín Oseguera, tesorero; vocales, los licenciados José M. Aldayturriaga, Manuel Anciola y Juan Infante. 22 A esta asociación se unirían, meses más tarde, otros miembros. En mayo del mismo año Silva convocó a una reunión de “damas distinguidas de la sociedad” de Morelia en la cual reorganizaron las tres Conferencias de señoras de la ciudad: La Purísima, San Rafael y Divino Pastor. 23 Silva fomentó esta asociación tanto de hombres como de mujeres en Morelia durante su administración, una colaboración entre ambas, pero coordinada ésta por el propio arzobispo para la realización de algunas obras de caridad.
El arzobispo sabía de la importancia que representaba la de señores y señoras en cuanto a influencia económica y social, pues ambas permitirían rápidamente observar la materialización de obras; en Morelia, por ejemplo, de 1901 a 1902 ya se había construido y puesto en funcionamiento varias instituciones. El Primero fue el Orfanatorio del Sagrado Corazón de Jesús inaugurado en 1901 con el objeto de albergar a niños huérfanos. Fueron bienhechores de éste las socias de las Conferencias de Señoras de Morelia, al interior de la cual se formó la Sociedad Femenil Pro-Infancia, 24 Esta sociedad tuvo como objetivo establecer el orfanatorio y apoyar a las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús en los gastos del orfanatorio; se comprometieron a dotarlo de alimentos, mobiliario, ropa y todo lo necesario para su funcionamiento. 25 Atenógenes Silva donó el predio donde se estableció el alberge; fue ubicado en la casa número 83 del Jardín Azteca. Dicha propiedad se registró a nombre del canónigo Juan de Dios Laurel. Finalmente, el propio Cabildo, por orden del arzobispo, contribuyó con 2 672 pesos y 3 centavos del fondo de colecturía para invertirlos en los arreglos del orfanato. 26
Los niños menesterosos tuvieron, además de un lugar donde dormir y ser alimentados, un espacio para ser educados en la instrucción primaria. Cada año se realizaban los exámenes de manera pública acorde a la costumbre de la época, y el evento era presenciado por Silva y las señoras bienhechoras. Unos meses después de su fundación, llegaron a Morelia las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres el 21 de junio de 1901, con la encomienda de hacerse cargo del orfanatorio por instrucciones de Silva. 27 Especial atención merece el hecho de que Silva continuamente se proponía la construcción y mantenimiento de asilos que permitieran el alojamiento de adultos y niños pobres, sobretodo mientras trabajó con las Conferencias de señoras, y en el caso de Morelia también con las de señores. Por ello, se puede observar, con lo mencionado anteriormente que en Guadalajara la Conferencia del Sagrario Metropolitano sostenía un asilo para niños y niñas; en Colima la asociación de Sagrado Corazón, establecida en dicha ciudad, fundó el asilo para ancianas 28 y finalmente, Michoacán no fue la excepción, ya que se construyó otro asilo para recoger niños huérfanos.
También fue fundada en junio de 1907, la Casa de la caridad “Asilo del Divino Redentor” inaugurada por Silva en compañía de los miembros del Cabildo Catedral Francisco y con la ayuda económica de las Conferencias. Tuvo como propósito dar asilo a las ancianas desvalidas e inició sus labores dando alojamiento a ocho ancianas, aunque se proyectaba alojar a muchas más. 29 Debemos mencionar que esta institución estuvo auspiciada por gente que residía en la ciudad de México como Rafael Ortiz de la Huerta, quien cedió los derechos de su casa ubicada en la calle Nacional número 203, frente al Templo de la Cruz, con la condición de establecer el asilo ahí. 30 Por otro lado, la señorita Ernestina Larráinzar, quien también residía en México, fundadora de las religiosas denominadas “Hijas del Calvario”, permitió que la nueva casa quedara atendida por esta congregación. La directora del asilo fue María Dolores García. En este y otros casos, Atenógenes Silva se movilizó para buscar apoyo no solo de la clase alta de Morelia, sino también de sus similares en otros espacios como México y Guadalajara. 31
Otra de las instituciones de caridad, pero con una visión más práctica fue el Taller Guadalupano de Morelia que se inauguró el 20 de enero de 1902, y se ubicó en el número 25 de la calle Bonitas. Esta fundación fue realizada bajo el auspicio del arzobispo y la conferencia de señores, representada esta última por Joaquín E. Oseguera, Plutarco Murguía, Joaquín Flores Anciola, Manuel Anciola, Pedro Gutiérrez y Manuel Sunderland. 32 El taller de bonetería y costura tuvo por objeto “dar trabajo decente a una multitud de señoras pertenecientes a una cierta clase decente pero escasa de recursos que ni pueden dedicarse a toda clase de trabajos ni pueden por otra parte mantenerse de la caridad pública y por lo mismo tienen sufrimiento”. 33 El plantel estuvo dividido en dos departamentos: el de bonetería, integrado por 18 máquinas para fabricar camisetas, calzoncillos, medias, calcetines y toda clase de piezas de punto; el otro, de costura, contaba con dos secciones, una que albergaba varias máquinas de coser para emplear costureras y otra de máquinas destinadas a prestar gratuitamente el servicio a personas que no pudiendo pagar la confección de su ropa, quisieran hacerla personalmente en el taller. 34 El taller dio trabajo constante a más de 100 señoras.
Es de poner atención al objetivo de dicho establecimiento, que se creó con el fin de ser una fuente de trabajo para las mujeres menesterosas, reflejando la idea de que la pobreza y los problemas sociales no pueden ser resueltos con la caridad de dar alimentos, vestidos y alojamiento a los pobres, sino que da un paso más allá en el problema social, interviniendo y asumiendo un compromiso y una propuesta para dar solución a conflictos sociales, como el de ofrecer empleo a mujeres que lo requerían.
Junto con el proyecto anterior se fundó La casa amiga de la obrera “Taller de Nazaret” el 19 de junio de 1902 en la calle del Suspiro número 24. El evento fue todo un acontecimiento para la población de Morelia; desfilaron varios carruajes con “las familias más honorables” de la ciudad, se realizó la bendición del arzobispo, y en el acto social los niños del orfanato deleitaron a los invitados con sus cánticos. Para concluir, un gran banquete. El evento fue concurrido y apadrinado por algunos canónigos de la catedral, los señores y señoras de las Conferencias, entre otras personas. 35 En este suceso de beneficencia se puede observar que al pertenecer a una asociación religiosa eras visto con cierto prestigio al ser presentados ante la sociedad que admiraba el desfile y aparecer en el periódico los nombres. La casa amiga de la obrera estuvo dirigida por y a cargo de las religiosas Hijas de María Auxiliadora. La institución tuvo por objeto “socorrer y educar a las niñas de las obreras que están ocupadas todo el día en los talleres, y también dar trabajo, moralizándolas e inculcándoles la virtud a las mismas obreras […] además de la enseñanza y educación dará alimentos a las niñas y pequeños niños indígenas”. 36
Dentro del espacio que ocupó el taller se destinó un salón para uso de la Sociedad de Obreras Católicas, fundada en enero de 1906 por Atenógenes Silva. Los fines de la Sociedad fueron “el incremento de la instrucción y moralización del elemento femenino de la clase obrera, proporcionándose trabajo a la vez que útil, honesto”. 37 Los directores fueron Benjamín González y el Diacono Porfirio Moren; la presidenta, Francisca Espinoza V. de Pérez Gil; vicepresidenta, Paula Orozco V. de Ruiz; tesorera Catalina del Sagrado Corazón, y secretaria, Dolores de la Vega Flores.
El Taller de Nazaret fue un lugar donde confluyó el apoyo de las Conferencias de San Vicente de señores y señoras de Morelia, abanderados el sustento económico y de trabajo por la caridad cristiana, la que a su vez se ajustó al contexto y confluyó con los principios del catolicismo social que desarrollaban en la arquidiócesis de Michoacán una propuesta para mejorar las condiciones de las obreras y su participación activa en los problemas sociales.
Por otro lado, podemos observar el interés de varios espacios promovidos por Silva que se encaminaron a dar herramientas a las mujeres para su inserción en la vida laboral. El Taller Guadalupano y el Taller de Nazaret fueron dos establecimientos que se complementaron; la primera fue una fuente de trabajo mientras la segunda era el espacio con las condiciones favorables para la alimentación e instrucción de los hijos de las obreras. Además, ofrecían a las mujeres educación y capacitación.
Para administrar todos los institutos el arzobispo fundó en 1902 la Dirección de Institutos de Caridad, a cargo de una Junta de Caridad de las Conferencias de San Vicente de mujeres y otra de señores; el objetivo de esta era el de encargarse de administrar y repartir el dinero a los orfanatorios, talleres y otras instituciones. 38
La participación familiar en las obras de caridad emprendidas por las asociaciones es observable a través de las fuentes; destacan al respecto los apellidos Iturbide, Elguero, Solórzano, Oseguera, Martínez, Laris, Contreras, Izquierdo, Espinoza, entre otros. 39 La familia Elguero tuvo integrantes en varias asociaciones, por ejemplo, Francisco Elguero quien fue miembro de la Conferencia San Vicente de Paul de Señores, de la asociación de seminaristas y de los círculos obreros; su esposa Magdalena Videgaray fue Presidenta del Consejo Central de las Conferencias de San Vicente de señoras. 40 Elguero sería después uno de los fundadores del Partido Católico Nacional en Michoacán.
El impulso y desarrollo de las Conferencias de San Vicente de Paul se debe al apoyo que recibió Silva de las familias de la élite moreliana y sus alrededores, así como a las acciones del arzobispo para atraer su interés. Una de estas tareas fue intensificar los retiros espirituales de los señores, señoras y jóvenes que él personalmente impartió trimestralmente en promedio. Además del recurso captado por las asociaciones de caridad, sus integrantes realizaban actividades con el mismo fin como lo fueron las kermeses, rifas, entre otras. En Morelia el día dos de noviembre se realizaba la venta de dulces tradicionales que las mujeres de las Conferencias, según cuenta la prensa, realizaban con sus propias manos. 41 La vendimia pasó a ser una tradición, un lugar de convivencia y de establecimiento de relaciones sociales.
EL TRABAJO CARITATIVO-SOCIAL EN EL ARZOBISPADO DE MICHOACÁN
Las Conferencias en el arzobispado fueron pocas; contaban en 1900 solo nueve foráneas. De esto se percató el prelado Silva y las avivó entre la feligresía aprovechando las visitas pastorales. Aun con ello, consideramos que no fue tan efectiva la recomendación verbal, ya que no se observa en las fuentes algún reporte o aumento de estas asociaciones sino hasta enero de 1905, cuando Silva decidió establecerlas por escrito a través de una carta pastoral que decía: “hemos juzgado muy convenientemente dictar las disposiciones siguientes para reorganizar y cultivar convenientemente las Conferencias de caridad según la Institución de San Vicente”. 42
Delineó las actividades de las Conferencias de señoras que serían las de socorrer a los enfermos pobres a domicilio y en hospitales, además de realizar todas las obras de misericordia espiritual y corporal. Las de señores tuvieron el objetivo de “socorrer a las familias vergonzantes y ayudar a la educación de los niños y de las niñas pobres”. Los informes de sus trabajos se harían anualmente al Consejo Arquidiocesano, fundado uno para señoras y otro para señores, siendo director general de ambos el propio Silva. 43 Las Conferencias de señores no tuvieron el mismo desarrollo en la arquidiócesis. Como mencionamos, Silva comunicó en 1909 al delegado apostólico Ridolfi que había en toda la arquidiócesis nueve Conferencias de señores, 44 aunque solo conocemos la fundada en Morelia, razón por la que nos enfocaremos a las de señoras.
Al principio, la disposición ocasionó varias reacciones en los feligreses y los párrocos, pues fundarlas dependía de la situación socio-económica de cada parroquia, vicaría y hacienda, así como de la perseverancia de los sacerdotes. Por ejemplo, en la vicaría de Santa María de Magdalena, donde el sacerdote comentó que “los vecinos decidieron que hasta que se desocuparan de sus trabajos rurales, pues no podían desatenderlos porque era el trabajo para su subsistencia”. 45 El cura de Capula, José Arredondo, comunicó que no las había establecido pues no recibió el reglamento, más en su oficio se comprometió a hacerlo en cuando lo tuviera. En Villa Morelos el párroco José Villar avisó que estaba trabajando en la conformación de las Conferencias pero que “los hombres prefieren la Sociedad de Obreros Católicos que estaba prosperando”. En Tzitzio, el cura, Vicente Calderón declaró que “no sabía de la pastoral porque apenas había recibido el curato”, en Jerécuaro el cura no estaba enterado de la disposición al igual que el párroco de Copándaro; el de Capula argumentó que solo esperaba el reglamento para fundarlas. 46 En Teremendo el cura reportó que se dificultaba mucho la instalación de las organizaciones por ser todos sus feligreses gente de campo, jornaleros y casi todos pobres, pero se comprometió a hacer todo lo posible. De Chupícuaro se informó que era muy pequeño el poblado y ya estaban establecidas asociaciones como la Vela Perpetua, La Tercera Orden y la Asociación Josefina. En Angamacutiro se informó que no se habían establecido porque mucha gente pertenecía a otras asociaciones y en estas agrupaciones los socios realizaban visitas a los enfermos y se les daba a los más necesitados. 47
Lo anterior refleja el abanico de condiciones que se presentaban en las parroquias, donde hacía presencia la cuestión económica de la población, situación que no mejoró pues la fundación de las Conferencias en los poblados antes mencionados nunca se realizó. No sucedió así en Villa Morelos, donde se integró en 1908 con 54 socias activas y 369 honorarias. 48 Aún con este panorama se presentaron los párrocos y feligreses que se comprometieron y tuvieron los recursos para atender el mandato del arzobispo, observándose un aumento de las Conferencias en la arquidiócesis, principalmente en las de señoras desde 1905. Entre 1905 y 1906, el Consejo Central de Señoras, conformado por la presidenta Magdalena Videgaray de Elguero, la vicepresidenta, Soledad Moral de Iturbide, la secretaria María Ortiz Torres, y la tesorera Catalina Iturbide de Oseguera, reportó 26 Conferencias. 49 El número de socias activas en 1906 fue de 2 025 y de honorarias 2 784; tuvieron entradas de 22 532 pesos y 12 centavos de los cuales gastaron 19 415 pesos y 71 centavos, 50 invertidos en las acciones espirituales y de caridad. Véase cuadro 1.
Actividades |
Cantidad |
---|---|
Atención a enfermos |
5 175 |
Visitas a domicilio de familias |
16 400 |
Bautismos |
34 |
Recetas médicas surtidas a enfermos |
3 175 |
Piezas de ropa distribuidas |
1 387 |
Confirmaciones |
2 |
Primeras comuniones |
2 596 |
Matrimonios |
7 |
Sacramentos de devoción |
2 885 |
Viáticos |
7 349 |
Muertos (ayuda económica y espiritual para el funeral) |
317 |
Raciones (cantidad de platillos de comida distribuidos) |
54 309 |
Socorros particulares (visitas y donativos a familias menesterosas) |
1 748 |
Fuente: El Progreso Cristiano, tomo III, núm. 41, 21 de octubre de 1906, s/n.
El crecimiento y desarrollo de las Conferencias de señoras no se detuvo en 1906. Para 1907 ya existían en la arquidiócesis 36 asociaciones participando en la caridad, 51 y para 1908 ascendieron a 41 ya instaladas. El siguiente año se reportaron 43 organizaciones y para 1911 se habían agregado dos más a la lista del Consejo Central de Morelia. El crecimiento de la asociación de señoras fue considerable, pues en 1900 existían 12 y 45 en 1911 (Véase cuadro 2). Cabe aclarar que el número de afiliadas reportadas por el Consejo Superior fue de 2 327 activas y de 5 847 honorarias representaba un aproximado pues faltaron en el reporte las socias de Huetamo, La Goleta e Indaparapeo, cuyos informes se habían retrasado.
De las Conferencias, cuatro estuvieron ubicadas en Morelia y las restantes en las siguientes parroquias: Abasolo, Acámbaro, Angangueo, Apaseo, Aporo, Ario, Celaya, Chamacuero, Charo, Chucándiro, Huanímaro, Huetamo, La Piedad, Maravatío, Panindícuaro, Pátzcuaro, Pénjamo, Puruándiro, Quiroga, Pátzcuaro, Salamanca, Salvatierra, Santa Cruz, Santa Ana Turicato, Tacámbaro, Tanhuato, Tarimoro, Tiripetío, Tuxpan, Villa de Hidalgo, Villa Morelos, Valle de Santiago, Zacapu, Zinapécuaro, Zitácuaro e Indaparapeo. Asimismo, en las vicarías de San Bartolomé, Villa Jiménez, Zacapendo, San Bartolo, La Goleta y San Andrés del Paso. 52
Año |
Núm. Conferencias |
Socias activas |
Socias honorarias |
Entradas |
Salidas |
---|---|---|---|---|---|
1904 |
12 |
660 |
1 575 |
10 000 |
10 080 |
1905 |
20 |
1 146 |
2 173 |
15 835 |
15 014 |
1906 |
26 |
2 025 |
2 784 |
2 253 212 |
1 941 571 |
1908 |
41 |
2 491 |
3 752 |
21 948 |
21 049 |
1909 |
43 |
2 204 |
4 446 |
22 945 |
22 253 |
1911 |
45 |
2 327 |
5 847 |
22 278 |
23 912 |
Fuente: Trigésima octava memoria del Consejo General de las Señoras de la Caridad de México. Leída en la Asamblea General que tuvo lugar en la iglesia de la Purísima Concepción de esta capital, el día 24 de febrero de 1905 en que se dio cuenta de las Obras de la Caridad del año de 1903 a 1904. Bajo la presidencia del Illmo. y Rmo. Sr. Dr. Próspero M. Alarcón, dignísimo arzobispo de México, México, Talleres tipográficos J. de Elizalde, 1905, p. 3; Trigésima quinta memoria del Consejo General de las Señoras de la Caridad de México. Leída en la Asamblea General que tuvo lugar en la iglesia de la Purísima Concepción de esta capital, el día 27 de diciembre de 1908 en que se dio cuenta de las Obras de caridad del año de 1907 a 1908. Bajo la presidencia de S. S. Sr. Dr. Antonio de J. Paredes, vicario capitular de esta Arquidiócesis, México, Guerrero Hnos., 1908, p. 3; Trigésima sexta memoria del Consejo General, p. 4; Trigésima octava memoria del Consejo General de las Señoras de la Caridad de México. Leída en la Asamblea General que tuvo lugar en la iglesia de la Purísima Concepción de esta capital, el día 20 de diciembre de 1911 en que se dio cuenta de las Obras de la Caridad del año de 1910 a 1911. Bajo la presidencia del Illmo. y Rmo. Sr. Dr. José Mora del Río, dignísimo arzobispo de México, México, Guerrero Hnos., 1911, p. 6; y El Progreso Cristiano, tomo III, núm. 41, 21 de octubre de 1906, s/n.
Dentro de las tareas realizadas por las señoras de la caridad, encaminadas al culto, estuvieron la preparación de niños y niñas para recibir la primera comunión, hacer la labor de convencimiento para que parejas en amancebamiento se casaran por la Iglesia. Buscaban que todos los niños fueron bautizados y las socias ponían los gastos que requerían para que el servicio les fuera otorgado en la parroquia. Igualmente las señoras visitaron a los presos para ofrecerles alimentos como lo hacían las organizaciones de Angangueo, Apaseo, La Piedad, Maravatío, Pátzcuaro, Puruándiro, Quiroga, entre otras. Las visitas realizadas por las señoras a los prisioneros se hacían en compañía de algún sacerdote, que en varios casos celebraba misa en la prisión y obsequiaban algunas prendas a los presos. 53
Otra línea en las actividades caritativas consistió en auxiliar el sostenimiento de asilos; en Charo —por ejemplo— existió una casa llamada Asilo del Sagrado Corazón de Jesús destinado a la atención de niños o párvulos. 54 En Apaseo se abrió en 1908 el Asilo de la caridad de San Vicente de Paul a cargo de la conferencia de aquel lugar con el fin de atender señoras de edad avanzada. En La Piedad se estableció también un asilo, que para 1908 sostenía a doce huérfanos, además de brindarles la instrucción primaria. En Indaparapeo apoyaron el asilo parroquial, aunque no era financiado totalmente por las señoras de la caridad. 55
La asistencia económica y espiritual a los enfermos fue una acción que realizaron todas las Conferencias de la República mexicana y las de la arquidiócesis michoacana no fueron la excepción, pues fueron varias las que sostuvieron hospitales (Huetamo, Puruándiro, Quiroga, Salamanca, Valle de Santiago). 56 Otras solo tenían un espacio provisional donde atendían a los enfermos, como la de Salvatierra.
El 8 de abril de 1907 se inauguró un pobre salón con diez camas para enfermos. Tenemos un pequeño botiquín. Las señoras y señoritas de la Conferencia visitan a los enfermos todos los días, se informan de sus males, de si les dan las medicinas y alimentos, y se interesan, por ellos cuanto pueden. No cuentan con más recursos que los que proporciona la caridad pública, con el centavo que de puerta en puerta recogen las socias activas […] 57
Es preciso destacar, como se observa en párrafo anterior, que en la conferencia de Salvatierra las socias debían pedir para el sostenimiento, lo cual evidencia la carencia económica de la asociación. Cabe preguntarnos por las socias honorarias, quienes solo estaban comprometidas a brindar regularmente la limosna pero que seguramente no siempre fue así y también asistían al enfermo, trabajando como activas. En el caso particular, en 1908 las señoras reportaron 65 socias activas y 103 honorarias. Aún en estas condiciones se registró que atendieron a 126 enfermos y realizaron 172 visitas a domicilio en el año. 58
Cuando no se contaba con ningún espacio sostenido por las Conferencias para la atención a los enfermos, sus miembros acudían a hospitales civiles y particulares cercanos a su población. La ayuda consistía en pagar los gastos de su enfermedad a los médicos que los atendían, las medicinas, la comida e incluso los gastos para intervenciones quirúrgicas como sucedió con la de Áporo, que envió tres enfermos a Maravatío para ser operados y los gastos le fueron cargados. Espiritualmente, buscaban su acercamiento a la fe religiosa, la comunión, etc., y si el enfermo moría se hacían cargo de los gastos funerarios; en algunos casos, los costos eran repartidos entre la Conferencia y los familiares, dependiendo de la situación económica de estos últimos. 59
Otra línea de acción importante de la organización fue el fomento de la educación informal y formal. En el primer caso implementaron el catecismo para niños y adultos, no solo como rezos y mandamientos, sino como una manera de influir en su conducta ante la sociedad; para segundo caso, como ejemplo, la conferencia de Pátzcuaro mantuvo la Escuela de la Caridad integrada por niños y niñas. En Puruándiro se lograron abrir dos escuelas; a la primera, nocturna para adultos, asistían en 1909 un promedio de 20 alumnos; a la segunda, para niñas, concurrían ordinariamente 94. Estas escuelas disfrutaron de buena ubicación y contaron con los útiles necesarios para el estudio. 60 Las Conferencias tuvieron diferentes ritmos de trabajos, según las condiciones económicas y sociales locales. Algunas eran muy pequeñas y otras — con mayor número de socias— contaban un mayor presupuesto, posibilitadas entonces para sostener instituciones de caridad que requerían mensualidades constantes para sus gastos. Otras se enfocaron a las visitas domiciliarias. Tenemos algunos ejemplos: en Puruándiro, el arzobispo Silva impulsó la construcción de un hospital con ayuda del párroco Jesús Álvarez y los integrantes de las Conferencias; a la sazón, la organización de mujeres reportó 88 socias activas en 1909 y 94 honorarias que atendieron a 1 436 enfermos y realizaron 2 665 visitas a enfermos. 61 Un factor que determinó la prioridad en cuanto a la asistencia de enfermos fue el hecho de tener un hospital a su cargo.
En el mismo 1909, la asociación establecida en La Piedad contaba ya 105 socias activas y 138 honorarias, cuyas integrantes pusieron énfasis en el reparto de alimentos. En un año ofrecieron 170 754 raciones de comida a los pobres y los enfermos atendidos fueron 350 en total. 62 Estas descripciones muestran lo complicado de medir por medio de sus reportes, la importancia y el impacto de las Conferencias a nivel parroquial. Debemos considerar el número poblacional, la situación económico-social, las condiciones de infraestructura y el énfasis que dio cada organización a los diferentes rubros de atención al pobre.
La conferencia de Celaya presentó una agrupación de mujeres no muy numerosa en cuanto a socias entre el año de su creación (1897) y 1911. 63 En una de sus visitas, el arzobispo Silva realizó los ejercicios espirituales a las señoras de aquella parroquia, entre quienes figuraban las socias de la conferencia de San Vicente de Paul. En esta reunión surgió la idea, seguramente incitada por el arzobispo, de fundar un orfanatorio. Las señoras se propusieron realizar una colecta, Silva se comprometió a duplicar la cantidad que se captara y así arrancó la construcción de aquel en agosto de 1902, inaugurado el 14 de febrero del año siguiente. 64 El orfanatorio recibió niños huérfanos y ancianos. Estuvo dirigido por el párroco Francisco Góngora y la vigilancia inmediata de los asilados estuvo a cargo de la Congregación de las Hermanas de los Pobres. Estas fueron sus bases:
El objetivo de esta institución es socorrer a las ancianas; educar y alimentar huérfanos y niños pobres, especialmente a las hijas de las obreras que están ocupadas todo el día, en talleres y también moralizarlas e inculcarles virtud. 3. El Taller además de la enseñanza y educación a las niñas y pequeños niños indígenas, les dará los alimentos, así como también a las ancianas asiladas. 4. a las niñas que no sean pobres, solo se les dará gratuitamente la enseñanza y educación. 5. Se aceptarán y agradecerán todas las limosnas, en numerario, semillas, ropa, etc. Con que las personas caritativas tengan a bien ayudar, y esas limosnas se remitirán a la señorita tesorera de la Junta de Caridad. 65
Este orfanatorio resultó ser uno de los más prósperos. Tan solo en 1905 ya se proyectaba formar un asilo para que ancianos y niños tuvieran su propio espacio, como en efecto se realizó. Los trabajos fueron sostenidos económica y laboralmente por la conferencia de Señoras. Apuntamos que el trabajo de las señoras de la caridad de Celaya no fue reflejado en los informes del Consejo General; la explicación probable quizá esté relacionada con el retraso en el envío de informes que cada conferencia enviaba al Consejo Central de Morelia.
En general las Conferencias establecidas en México y en las parroquias del arzobispado de Michoacán tuvieron un crecimiento considerable. A mediados de 1911 existieron 30 consejos centrales en el país y Michoacán destacó a nivel nacional en lo que a organización de caridad se refiere contó con 2 327 socias activas y 5 847 honorarias, totalizando 8 174 miembros, solo por debajo del Consejo de Guadalajara, el más numeroso. Véase cuadro 3.
Podemos observar un crecimiento importante en los trabajos de las Conferencias a nivel arquidiócesis de Michoacán, fomentado por el arzobispo Silva y reflejado en los informes de finales de 1911 al Consejo Superior; en estos se indica que se posicionaron en los primeros sitios en cuanto a número de organizaciones. 66
CONCLUSIONES
Por todo lo anterior, podemos concluir que las organizaciones de la arquidiócesis michoacana, aquellas dirigidas a la caridad por el arzobispo Silva, son la continuidad de la acción pastoral social que venía realizando la jerarquía eclesiástica desde mediados del siglo XIX con la Instrucción pastoral.
Atenógenes Silva instauró y fomentó las Conferencias mediante varios mecanismos; su iniciativa y respaldo total dieron prueba de ello. Lo hizo a través de sermones, en las visitas pastorales y en los retiros espirituales. Como referimos antes, el edicto pastoral de 1905 disponía que se establecieran la Conferencias en cada parroquia y poblado, y fue éste el medio más eficaz, pues obligó a los sacerdotes a comprometerse con el convencimiento de la feligresía para las fundaciones, y para los seglares significó un deber católico.
Las Conferencias aumentaron en número de manera considerable a partir de 1905. En 1904 existían las 12 que había recibido el arzobispo Silva en el año 1900; pero en 1905 ya se reportaban 20 organizaciones, las que siguieron en aumento. Para 1911, último año de su administración eclesiástica, el Concejo Central de Morelia reportaba 45 Conferencias, colocando al Concejo de la diócesis michoacana en el primer lugar a nivel nacional. El impacto que tuvieron en la arquidiócesis fue fundamental: tuvieron presencia en 38 de las 63 parroquias y en 6 vicariatos que conformaban el arzobispado.
Silva modificó la forma de concebir a las Conferencias; no eran ya simples agrupaciones —que no menos importante— de caridad al prójimo, atención de sus necesidades materiales y espirituales. Ahora estaban dotadas con un perfil de acción que permitiría el mejoramiento social sin limitarse, sobre todo las instaladas en la ciudad de Morelia, que estuvieron aptas para proporcionar herramientas de trabajo, lo que incentivó beneficios para los obreros y estrechó alguna relación entre sectores sociales diversos.
El arzobispo tuvo la sapiencia para llevar a cabo su propuesta pastoral que apuntaba al afianzamiento de las organizaciones, introduciéndolas de manera coordinada a la corriente del catolicismo social, en un estado liberal. El resultado, la intervención de los católicos en la creación de instituciones de beneficencia, de obreros, hospitales y redes sociales importantes para la participación social de la Iglesia.
Al final de 1910, las Conferencias fueron una forma de movilización social que permeó la vida cotidiana de las parroquias. Desde repartir alimentos hasta procurar la mejora económica, educativa y laboral de su prójimo. Las Conferencias, sin duda, aportaron invaluable apoyo en el restablecimiento de la institución católica, permeando para bien, según sus principios, a la sociedad de aquel entonces, fortaleciendo la influencia social de la Iglesia.