INTRODUCCIÓN
A comienzos de 1933 algunos funcionarios del gobierno de México y empresarios de la capital de ese país formaron un comité con el fin de reunir fondos para ayudar a transportar a sus lugares de origen a los miles de mexicanos que fueron arrojados de Estados Unidos debido al desempleo y a las acciones para deportar extranjeros que se tomaron en ese país a raíz de la Gran Depresión. Asimismo, se impusieron como meta fundar colonias agrícolas con algunos de ellos y organizaron una, la cual bautizaron con el nombre de Número 2, que se estableció en Pinotepa Nacional, en la costa del estado de Oaxaca, lugar que presentaba pocas condiciones geográficas, ambientales y sanitarias favorables para el establecimiento de grupos humanos ajenos a la región. Aun así, se trasladaron al lugar poco más de 350 personas (hombres, mujeres y niños) quienes en su mayoría estaban en situación precaria; la prensa de la época anunció los preparativos y las grandes expectativas que se esperaba del establecimiento. A pesar de ello, en menos de un año todos abandonaron el lugar y la colonia desapareció.
En este contexto, el presente artículo analiza la historia de la Colonia Número 2 desde su gestación en febrero de 1933 hasta su desaparición en abril del año siguiente. Muestra que nació bajo la premisa de colaborar en la reincorporación al país de aquellos que llegaron de Estados Unidos, es decir, la idea de la formación de la colonia era apoyar a algunos grupos que retornaban para reintegrarse a la vida social y económica después de haber permanecido por un tiempo en el exterior, al mismo tiempo que se impulsaba la colonización de ciertas partes del territorio nacional, sobre todo en zonas tropicales.
Este trabajo señala que las causas inmediatas del fracaso fueron el maltrato que los administradores ejercieron contra los pobladores así como al desabasto de alimentos que no cubría las necesidades básicas de las familias que ahí llegaron. Igualmente, planteo —y esa es la hipótesis de este trabajo—, que la ruina tuvo que ver con el poco interés de los funcionarios federales que colaboraron en su fundación, a tomar algún tipo de medidas para resolver los problemas urgentes que enfrentó la población y así evitar que las personas huyeran del lugar. La misma posición tuvieron los empresarios de renombre que participaron. Los primeros no ayudaron porque sus iniciativas tendientes a formar colonias agrícolas con mexicanos procedentes de Estados Unidos se limitaban a dar algunas tierras y apoyos mínimos para su sostenimiento, lo cual en el caso que aquí se estudia fue decisivo para su ruina, pues las personas que llegaron requerían otros apoyos debido a la condición miserable en que arribaron. Los otros, los empresarios, concordaban con la idea de otorgar solo algunos terrenos y ayuda elemental. Es decir, la desaparición de la población fue una responsabilidad compartida de funcionarios y empresarios.
Del mismo modo, detrás de esta manera de actuar está otro factor de relevancia que salta a la vista a lo largo de la historia de la colonia: la ausencia de una política de colonización con directrices claras sobre la selección de tierras (de calidad y viables de producir); crédito e inversión (para asegurar el financiamiento del asentamiento); obras de irrigación (para apuntalar el abasto controlado de agua); infraestructura (casas, escuelas, hospitales, vías de comunicación); responsabilidades de las dependencias, o de los particulares, que se encargarían de ello; marcos legales para respaldar a quienes fundarían esas colonias; entre otros. Ello fue crucial para que la colonia no lograra consolidarse. La relevancia del artículo radica en que examina la formación de la primera colonia que se estableció en México con personas de origen mexicano procedentes de Estados Unidos (repatriados como se les llamaba en la época y como se les conoce en la historiografía) con algún tipo de intervención de funcionarios federales y empresarios en las primeras tres décadas del siglo XX. Nunca antes se había hecho algo igual. También es destacado porque es un ejemplo de las acciones que se tomaron, en un momento de crisis —a consecuencia de la numerosa migración de retorno que provocó la recesión de 1929, es decir, en el marco de la crisis económica internacional—, para intentar establecer poblaciones con personas desempleadas de Estados Unidos que salían de manera urgente de ese país y, al mismo tiempo, paradójicamente, muestra la incapacidad y el desinterés de los actores involucrados (oficiales y privados) por sacar adelante la única colonia que se formó con este tipo de personas, es decir, no pudieron ni siquiera consolidar un asentamiento de este tipo debido a varios factores entre los que estuvo el desinterés oficial y de los empresarios, así como la limitada política de colonización que en general existía en México. Hasta el momento se sabe poco de la historia de la Colonia Número 2. La historiografía de la repatriación de mexicanos de Estados Unidos durante la Gran Depresión (1929-1940), menciona la fundación de la colonia y su fracaso pero no desarrolla el tema. 1 Recientemente el libro Voces de la repatriación presentó más información general sobre la colonia, pero no hizo un análisis fino sobre la importancia que tuvo en el contexto de las medidas que se tomaron para incorporar al país a los migrantes de retorno y los motivos cruciales que llevaron a la desaparición de la colonia. Tampoco hizo un estudio meticuloso de quiénes fueron los actores que estuvieron involucrados en el proyecto, el papel que cada uno jugó, las razones por las cuales se eligió Pinotepa, el tipo de personas que fueron al lugar y las razones por las cuales finalmente salieron. 2 Este artículo profundiza en esos tópicos.
LA COLONIZACIÓN CON INMIGRANTES Y REPATRIADOS DE ESTADOS UNIDOS (1880-1929)
A lo largo del siglo XIX y principios del XX, entre las élites gobernantes de México, prevaleció el deseo y la ilusión de colonizar con extranjeros blancos, procedentes de ciertas partes de Europa y con grandes capacidades laborales para explotar las riquezas naturales que tenía el país. Para ello, se promulgaron leyes y se promovió en papel el arribo de inmigrantes. Esta aspiración no se cumplió. Durante el Porfiriato fracasaron los diversos planes oficiales de colonización. Fueron muy pocos los extranjeros que llegaron a México para establecerse, fundar nuevas poblaciones y explotar los recursos naturales del país en su beneficio y de la economía nacional (algunos de los ejemplos más representativos fueron las colonias mormonas y menonitas en Chihuahua, los molokanos rusos y unas cuantas colonias de italianos). Igualmente, más allá de algunas concesiones de tierra, muy pocos recibieron algún otro tipo de ayuda oficial ya fuera a nivel federal, estatal o municipal. 3
Durante el gobierno de Porfirio Díaz, además de promover el arribo de inmigrantes extranjeros, también se intentó impulsar la repatriación de mexicanos que vivían en Estados Unidos con fines colonizadores, principalmente con el objetivo de que formaran colonias agrícolas. Una de las ideas en las que se apoyó esa iniciativa fue el estereotipo de cierto tipo de repatriado el cual destacaba por “su experiencia y conocimiento de modernas técnicas agrícolas” adquiridas durante su estancia laboral en Estados Unidos. La Ley sobre Colonización y Baldíos de 1883 dio cierta preferencia a los repatriados mexicanos. Les ofreció a los que estuvieran dispuestos a establecerse en los desiertos de la frontera, 200 hectáreas, el doble de la otorgada a extranjeros. 4 Lo cierto es que los que llegaron a establecerse en sitios que no eran sus lugares de origen, después de haber permanecido por un tiempo en el exterior, lo hicieron de muy diversas maneras y por distintas razones. Hubo quienes se organizaron por iniciativa propia y vinieron a fundar colonias; existieron compañías que los organizaron con el mismo fin; estuvieron quienes recibieron títulos de propiedad del gobierno federal para establecerse. No faltaron los particulares, especie de pequeños empresarios, que intentaron fundar colonias.
En 1883 un grupo de México-estadounidenses fundó una colonia llamada La Ascensión en el Distrito de Galeana, al noroeste de Chihuahua. Cinco años más tarde, 325 repatriados se establecieron en el distrito de Güemes, cerca de ciudad Victoria, Tamaulipas, donde se fundó la Colonia Patria. En esa misma década, bajo el patrocinio de una compañía (Mexicana Internacional Colonizadora), 125 familias mexicanas procedentes de California se asentaron en la colonia Carlos Pacheco en Ensenada, Distrito Norte de Baja California. Más tarde, en 1893, otra colonia fue formada en Tecate, Baja California, por 41 repatriados a quienes el gobierno mexicano había otorgado títulos de propiedad para establecerse. Poco antes de que finalizara el siglo XIX, un particular, Luis Siliceo firmó un contrato con la Secretaría de Fomento para la compra, venta y colonización de un millón de hectáreas de terrenos baldíos nacionales existentes en Chihuahua, Coahuila, Guerrero, México, Michoacán, Puebla y Veracruz, aunque pronto abandonó la empresa al no contar con los fondos suficientes para realizar sus planes. A principios del siglo XX, otro particular, José María Porras Lugo, también firmó un contrato de colonización con la misma dependencia, a través del cual varias familias mexicanas de Estados Unidos fueron asentadas en terrenos nacionales pertenecientes al municipio de Janos, Chihuahua. 5
En las primeras décadas del siglo XX, continuaron los intentos por fundar colonizas en algunas regiones del país con mexicanos que habían pasado un tiempo en Estados Unidos. Un particular, doctor Horacio E. López, Inspector Médico de Escuelas Nacionales del Distrito Norte de Baja California, le presentó una petición al presidente Francisco I. Madero para trasladar a 2 000 familias para fundar cuatro colonias agrícolas en la región fronteriza del territorio de Baja California. En 1913 una compañía particular facilitó el traslado de cerca de 400 familias de Texas a Coahuila. En 1916, 33 mexicanos residentes en Texas aceptaron la oferta de las autoridades coahuilenses de establecer colonias. Al año siguiente, el gobierno federal y el de Sonora dieron pases gratis de ferrocarril a más de 10 000 repatriados —cifra citada por Lawrence Taylor que parece sumamente exagerada pues no hay noticia de un retorno en tal dimensión—, a varios de los cuales les fueron otorgados terrenos en la margen izquierda del río Colorado en Sonora. En 1920, algunos empresarios particulares les ofrecieron terrenos en diferentes regiones para que las colonizaran. 6 Siete años después se llevó a cabo uno de los experimentos más importantes de los que haya noticia; por iniciativa propia, un grupo de 300 personas procedentes de La Laguna, California intentaron asentarse en Acámbaro, Guanajuato; sin embargo al poco tiempo fracasaron. 7
A pesar de estas experiencias, fueron continuos los pronunciamientos de funcionarios e intelectuales a favor de crear colonias agrícolas de repatriados con la idea de poblar, impulsar el desarrollo agrícola de algunos sitios y aprovechar las “grandes aptitudes” de los repatriados. La idea era seleccionar a cierto tipo de personas, sobre todo “agricultores expertos”, para que fueran a las regiones irrigadas del norte del país donde se suponía que la composición racial “era superior a la del sur”. Algunos personajes que se pronunciaron por este tipo de proyectos fueron Manuel Gamio, padre de la antropología mexicana; Andrés Landa y Piña, jefe del Departamento de Migración de la Secretaría de Gobernación a finales de la década de 1920; Gilberto Loyo, uno de los demógrafos más importantes de la época que intervinieron en la elaboración de la política de población durante la década de los treinta; así como los ideólogos de la irrigación, entre ellos, el ingeniero Javier Sánchez Mejorada. 8
A finales de la década de los años veinte, el panorama que se presenta en materia de repatriación y fundación de colonias agrícolas es que hay muy pocas noticias de personas procedentes de Estados Unidos que hubieran llegado a México a establecer dichas colonias. Sobre todo, se sabe muy poco sobre los problemas que enfrentaron, así como en general sobre su desarrollo, la participación de los gobiernos locales y del federal por lo cual es difícil hacer un balance social y económico de su historia. En cuanto a la existencia de una política encaminada a impulsar la colonización y creación de colonias, por la parte oficial o privada, esta fue inexistente y difusa: a veces respondía al interés de grupos de mexicanos en Estados Unidos, otras a empresarios particulares, así como a compañías, en menor medida, a algunos gobiernos estatales norteños que otorgaron algunas concesiones de tierra y el federal que en pocas ocasiones también dio algunos permisos.
Bajo esta situación, es muy aventurado hablar de una política de colonización con repatriados, pues en realidad esta no existió. Es decir, las autoridades mexicanas nunca tuvieron una idea de cómo llevar a cabo esta empresa. Indudablemente, tenían un ideal y un discurso que subrayaba el interés en colonizar con repatriados, lo cual significaba crear colonias agrícolas en lugares con poca población, sobre todo del norte del país, en zonas irrigadas de preferencia, bajo un componente que tenía que ver con el control del territorio (frente a los enemigos reales y potenciales: Estados Unidos y los grupos nómadas), así como un objetivo económico: la explotación de los recursos naturales para apoyar el desarrollo agrícola y económico del país con hombres con capacidades extraordinarias adquiridas en Estados Unidos. 9
Las escasas medidas para promover la repatriación, centradas en dar pasajes de ferrocarril a algunas personas para que se dirigieran de la frontera a ciertos sitios para “colonizar” —y en ocasiones concesiones de tierra—, no llevaron a la creación exitosa de colonias agrícolas de repatriados. Hasta el momento no existe noticia de un establecimiento fundado, respaldado y desarrollado por la mano oficial, o particular, desde finales del porfiriato hasta las primeras tres décadas del siglo XX. No era la forma de proceder de las instituciones oficiales ni los actores de la clase política, tampoco lo fue de los empresarios privados, situación que se repitió en el caso que aquí se estudia.
LA REPATRIACIÓN DE MEXICANOS DE ESTADOS UNIDOS Y EL COMITÉ NACIONAL DE REPATRIACIÓN
Entre 1930 y 1933 una avalancha de más de 300 mil personas de origen mexicano salió de Estados Unidos rumbo a México debido al desempleo y el hambre ocasionado por la Gran Depresión, así como por las políticas laborales y migratorias que el gobierno de ese país tomó en contra de los extranjeros para expulsarlos y no darles trabajo. Al mismo tiempo, autoridades locales tomaron medidas para sacar a miles de extranjeros, entre ellos a los de origen mexicano, a través de programas de repatriación como en el caso del condado de Los Ángeles, California y Detroit, Michigan. Esta etapa es conocida en la historia de la migración mexicana como la era de las repatriaciones y ha sido de las más numerosas en el siglo XX. 10
Ante la llegada de miles de personas a territorio mexicano, el gobierno de ese país desplegó diversas acciones para apoyar el retorno de sus compatriotas más necesitados siendo la principal, el pago de pasajes de ferrocarril desde la frontera hasta sus lugares de origen. Asimismo, junto con algunos gobiernos estatales, ofreció tierras en diversos puntos del país para que se establecieran a pesar de lo cual la gran mayoría fue a sus pueblos donde tenían conocidos y familiares. 11 Muy pocos estuvieron dispuestos a ir a otros sitios en donde se les prometió tierra. Uno cuantos fueron a los sistemas de riego (especialmente el sistema número 4, Río Salado) donde el gobierno federal promovió ampliamente de palabra la instalación de repatriados aunque en los hechos tuvo reservas para recibirlos; 12 otros se dirigieron a Sonora (Bácum y La Misa), San Luis Potosí (Ríoverde y San Antonio de Coronado) gracias al ofrecimiento de tierras de los gobiernos estatales; unos más fueron a Mexicali, Baja California, debido al intercambio de propiedades entre estadounidenses en esa región y mexicanos con inmuebles en Estados Unidos. Además hubo contingentes que fueron a San Quintín, Valle de la Palmas y Ensenada gracias a que el gobierno federal les dio facilidades para adquirir terrenos. 13 El establecimiento que recibió más publicidad de todos ellos fue la Colonia Número 2, que se estableció en la región de Pinotepa Nacional, Oaxaca. Iniciativa que surgió de un comité que formaron funcionarios federales y empresarios.
En octubre de 1932 Eduardo Vasconcelos, secretario de Gobernación, junto con Jorge Ferretis, novelista y periodista que laboraba como traductor de francés e inglés en el Departamento Administrativo de la Secretaria de Gobernación, y Alfonso Fabila Montes de Oca, encargado de una recién creada oficina de repatriación gracias a su experiencia como migrante, se reunieron para planear la manera de formar un comité para resolver, según ellos, las dificultades que ocasionaba el arribo de personas indigentes a la frontera y el traslado a sus lugares de origen. 14 Ferretis y Fabila propusieron buscar la cooperación de grupos de la iniciativa privada. Para ello se entrevistaron con Alfredo Levy, vocal de la Confederación de Cámaras de Comercio y entusiasta promotor de la Campaña Nacionalista de octubre de 1931, la cual impulsó el consumo de productos nacionales, para que éste invitara a personas destacadas en el comercio, la industria y la banca a cooperar a “solucionar el problema” que significa el retorno a México de millares de nacionales de Estados Unidos. 15
A finales de noviembre, se realizaron algunas reuniones en las que participaron, entre otros, Andrés Landa y Piña, jefe del Departamento de Migración de la Secretaría de Gobernación, Enrique Zúñiga, presidente de la Cámara Nacional de Comercio, José González Soto importante empresario textilero de Puebla y representante de la Cámara española. 16 Las reuniones dieron origen a la fundación del Comité Nacional de Repatriación, Acomodamiento y Reincorporación (CNR). El Ing. Federico Lachica, promitente hombre de negocios de la capital fundador del Consejo Directivo de la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), fue designado como presidente del organismo, Alfredo Levy, vicepresidente y Ferretis secretario General. Así, aquellos que quedaron a la cabeza del proyecto eran hombres de negocios y empresarios, en segundo plano participó un funcionario de Gobernación. Establecieron que el CNR tendría dos objetivos, el primero era realizar una campaña nacional para juntar medio millón de pesos, dinero con el cual se pretendía contar con fondos extras para el traslado de repatriados desde la frontera a sus lugares de origen y, el segundo, establecer una o más “colonias agrícolas de repatriados en diversas zonas del país”. 17
Respecto al primer objetivo, la Campaña del Medio Millón (CMM), como se le llamó, comenzó el 10 de diciembre de 1932, y estuvo apoyada por el presidente Abelardo L. Rodríguez quien encabezó los donativos. Además, colaboraron diputados, senadores, presidentes municipales, gobernadores, empleados federales, hombres de negocios, jefes militares de diversas partes del país y cientos de particulares. En ciudades de la frontera (Laredo, Ciudad Juárez), el norte (Chihuahua, Monterrey), centro (Aguascalientes, Guadalajara, Guanajuato) y sur del país (Oaxaca), así como en las municipalidades se formaron comités para reunir fondos. La campaña duró cuatro semanas, finalizó su primera etapa el 31 de enero de 1933, momento en que se habían reunido menos de 200 mil pesos. 18 La cmm mostró la preocupación de algunos funcionarios del gobierno federal y empresarios, por trasladar a las personas que estaban llegando a la frontera a sus lugares de origen para lo cual recurrieron a una fórmula que en la época era muy común, la formación de comités para allegarse fondos. Estuvo marcada por un fuerte discurso nacionalista y logró amplia colaboración social de los diversos estratos cobijados en la bandera de respaldar y asistir a los connacionales que venían de Estados Unidos.
En relación al segundo objetivo del CNR, lo primero que hizo Federico Lachica fue enviar a los gobernadores una comunicación solicitándoles informes de tierras para establecer a repatriados. En ella aseguraba que “teniendo necesidad de proceder al pronto acomodo de elementos repatriados”, el comité encarecía se sirviera dictar órdenes para que urgentemente fueran proporcionados informes sobre terrenos que pudieran “ser colonizados en las mejores condiciones”: pertenencia, ubicación, extensión, cultivos posibles, condiciones de cesión, etc., etc., los cuales servirían para “orientar, en términos generales, el criterio de este organismo”. Igualmente, aseguraba que se proyectaba el acomodo “preferentemente en suelos tropicales, teniendo en cuenta que solo se estará en posibilidad de dar una elemental refacción”. Dos aspectos saltan a la vista en la comunicación. El primero es acerca del deseo de colonizar con repatriados regiones cálidas y, el segundo, referente a que el Comité solo proporcionaría una ayuda mínima a quienes quisieran establecerse en esos lugares. Para convencer a los gobernadores de las bondades que tendría aceptar a repatriados aseguraba que “el establecimiento de los núcleos de población agrícola que se proyectan”, implicaba un beneficio positivo para la región en que se asentarían, pues su instalación sería costeada por este comité y sus resultados serían “la explotación de una riqueza local”. 19 Pensaban en formar centros destinados principalmente a labores agrícolas financiados totalmente por el CNR. No existe información acerca de que algunos gobernadores respondieran la petición de Lachica.
LAS COLONIAS NÚMERO 1 Y 2
La documentación del CNR sugiere que se organizaron dos colonias. La primera, conocida como la Número 1 se instaló en El Coloso, Guerrero, con un pequeño grupo de personas, posiblemente entre 20 y 30 procedentes de Detroit, Michigan, en donde el comité casi no tuvo ninguna participación. Fernando Sordo, vicepresidente del CNR, afirmó que la colonia fue establecida por la Secretaría de Agricultura y Fomento, la cual se encargaría de “refaccionar” a los repatriados que ahí se establecieron. El CNR no seleccionó las tierras, las personas que fueron ni intervino en su instalación. Tan solo brindó una ayuda mínima; de finales de 1932 a mayo de 1934, en “gratificaciones” dio tan solo 1 peso y 50 centavos y en víveres 36 pesos y 50 centavos; para herramientas, artículos de aseo, medicinas y construcción no desembolsó nada. 20 Por la poca participación que tuvo el comité en esa colonia, puede afirmarse que el establecimiento fue usado de manera demagógica por los propios integrantes del comité, a fin de mostrar que éste había tenido qué ver en su fundación para así exagerar los alcances de su trabajo, es decir, intentaron aprovechar la situación para decir que habían fundado una primera colonia cuando en los hechos intervinieron muy poco. En realidad la atención del comité estuvo centrada en la Colonia Número 2.
José González Soto, vocal del CNR y dueño de la Fábrica Violeta de textiles en Puebla, sugirió el sitio donde habría de establecerse la Colonia Número 2 que fundaría el Comité. 21 Desde un principio insistió que fuera el estado de Oaxaca a donde debían enviarse a los repatriados especialmente al municipio de Pinotepa Nacional, distrito de Jamiltepec, donde había un acaudalado terrateniente llamado Ismael Walls, que ofrecía regalar mil hectáreas de terreno de una hacienda de su propiedad en caso de establecer la colonia en esos terrenos a cambio de que se le compraran otras propiedades. 22 También el general brigadier Juan José Baños, prominente terrateniente originario de Pinotepa quien gobernó el distrito de Jamiltepec desde la revolución y resistió todos los intentos de cambiar el paisaje político de la región, puso sus terrenos a disposición del CNR, a fin de que se evaluara su compra para establecer repatriados. Baños fue uno de los más entusiastas propagandistas de la idea de que la colonia quedara establecida en dicho lugar. 23
González Soto hizo campaña exaltando y exagerando las grandes bondades, de la región de Pinotepa con el objetivo de justificar por qué debía ser elegida para establecer una colonia de repatriados. Según él, la mayoría de la gente de esa región era “de una mentalidad muy superior a la del resto de México”; asimismo, desde su punto de vista, los vecinos de Pinotepa eran “altivos, inteligentes y cultos”, y no obstante la lejanía del centro de México, tenían características superiores al tipo medio del resto del país. Lo que hizo González Soto —a diferencia de muchos de sus contemporáneos— fue exaltar las cualidades de la población pluriétnica formada por mestizos, mixtecos y afrodescendientes de Pinotepa. 24 Igualmente creía que “las zonas tropicales” ofrecían “grandes potencialidades” para realizar “grandes producciones agrícolas dirigidas a la exportación”. Fue más allá, pues consideró que los repatriados encontrarían “buenas escuelas” y todo lo necesario para desenvolverse en un medio “muy superior al mismo medio norteamericano”. González Soto, por interés propio o por desconocimiento, exageró las condiciones del lugar, pues la región presentaba un panorama poco propicio en el ámbito político, ambiental y sanitario para el establecimiento de algún contingente humano.
A comienzos de 1931, la situación política de Pinotepa era tensa pues miembros de la Defensas Sociales encabezadas por Enrique Galán López habían expulsado a las autoridades locales lo que había provocado un clima de desorden y violencia. 25 Era un lugar sin autoridad y con graves conflictos internos que afectaría la estabilidad de los repatriados. Enrique G. Unda, director de la escuela primaria elemental federal en el sitio, aseguraba que estaba rodeado de pantanos en donde morían los peces y se pudrían las materias orgánicas que se formaban con los árboles que caían. Esto producía emanaciones putrefactas que tenían el ambiente “envenenado” e invadido de moscos anopheles. Unda aseguraba que era “un lugar malsano y aislado de las vías de comunicación y de tierras pobres”. Igualmente, la lepra, especialmente entre los afrodescendientes, era una de las enfermedades que azotaban la región así como el paludismo que se había convertido en algo grave; 26 “otra de las calamidades de la región” era la fiebre tifoidea. 27 Por si fuera poco, fue una zona azotada duramente por los temblores de mayo de 1931 que se dieron en todo el estado. Algunas fuentes aseguraban que tan solo en la capital del estado de Oaxaca 1 500 casas habían sido destruidas y había cerca de 30 000 personas sin hogar. En esos días diariamente se registraban temblores en Pinotepa Nacional lo cual tenía en la zozobra a los habitantes. 28 En general era un lugar con instabilidad política, insalubre, expuesta a catástrofes naturales y fuente de enfermedades, aspectos en los cuales no reparó el representante del CNR que promovió el establecimiento de una colonia en ese lugar.
A diferencia del primer objetivo del CNR, en donde la intervención de funcionarios de diversos niveles (federales, estatales y municipales) fue decidida y estuvo presente casi en todo momento, para el segundo participaron de manera intermitente y en ocasiones de manera secundaria. Las riendas del plan, sobre todo al inicio, estuvieron a cargo de González Soto, con un perfil empresarial y de voluntariado, quien mostró poca destreza y cuidado para elegir el sitio donde se establecería una colonia con personas procedentes de Estados Unidos. A pesar de ello, la elección del sitio fue rápidamente tomada; en menos de un mes se designó el lugar. A finales de febrero de 1933 El Oaxaqueño anunciaba que la colonia de repatriados se fundaría en Pinotepa Nacional, Oaxaca, en las inmediaciones de la Laguna de Chacahua. 29
Para concretar el proyecto, algunos funcionarios de la Secretaría de Gobernación, se entrevistaron con el gobernador de Oaxaca a fin de informarle del establecimiento de la colonia y pedirle su apoyo. Según una nota periodística los funcionarios fueron muy bien acogidos por las autoridades de Pinotepa y del estado. El propio licenciado Anastasio García Toledo, gobernador de la entidad, en compañía del jefe de operaciones militares, general Federico Rodríguez Berlanga, fue a la región de Pinotepa con el objeto de cooperar en la formación de la colonia. 30 El gobernador mostró disposición para que las personas se establecieran en Pinotepa. Los hombres fuertes de la región (Ismael Walls y Juan José Baños) estuvieron de acuerdo y cooperaron con tierras.
El lugar que se designó para establecer a las personas estaba situado a unos 5 kilómetros de Puerto Minizo y a unos 23 kilómetros de la población de Pinotepa Nacional la cual contaba con aproximadamente 2 131 habitantes. Era “un claro abierto” en plena selva tropical y fue trazada simétricamente con calles rectas y sus aceras divididas en lotes; se planeó dar a cada colono un lote, donde provisionalmente habría de construir su casa de varas y palma, único material con que se contaba. 31 El teniente coronel Adalberto Lagunas, diputado en 1922 por Zimatlán de Álvarez, se ocupó de delimitar la zona que se escogió, mientras que unos técnicos estudiaron las condiciones de aquellos terrenos a fin de determinar cuáles eran los cultivos cuyo rendimiento sería “mayor y de mejor aceptación en los mercados del país”. 32
“LA SELECCIÓN” DE LOS CANDIDATOS Y SU TRASLADO
Los dirigentes del CNR organizaron una comisión a cargo de Jorge Ferretis y Antonio J. Rábago, secretario general y vocal del Comité, a fin de que se dirigiera a San Antonio, Texas y la frontera de Laredo, para “seleccionar hasta 250 familias” que serían enviadas a la costa de Oaxaca. Su objetivo fue realizar arreglos para el traslado de “cientos de familias” que formarían “la primera colonia” de repatriados que se establecería en Pinotepa Nacional. 33 A principios de abril de 1933, estuvieron en San Antonio y al parecer convencieron a algunas familias de ir a México pues les ofrecieron tierras desmontadas, herramientas y animales. 34 No hay información acerca de que Ferretis y Rábago hubieran realizado grandes reuniones para invitar a numerosos grupos a venir a México, ni se sabe que hayan pedido el apoyo de los cónsules de los lugares de donde fueron. En Nuevo Laredo había 50 familias que llegaron de Detroit, Michigan, quienes solicitaron al presidente de la república formar parte del contingente que iría a Pinotepa. 35 También se incorporó un grupo de 125 hombres, 85 mujeres y 65 niños, los cuales cruzaron la frontera mexicana por algún punto del estado de Texas, colindante con el de Nuevo León y en ese momento se encontraban en la colonia Camarón, Nuevo León. 36 Así, el contingente que se reunió estuvo conformado por tres grandes grupos. El primero, era de San Antonio, el segundo, repatriados de Detroit y, el último, retornados de Texas quienes llegaron a la colonia Camarón en busca de ayuda para trasladarse a otro sitio.
No existen noticias acerca de qué los integrantes del CNR hayan discutido qué tipo de personas, o grupos, deseaban elegir. La información muestra que se enfocaron en aquellos que deseaban salir de Estados Unidos porque su condición era insostenible o repatriados que habían llegado a México y estaban varados en la frontera o en alguna población cercana y requerían apoyo urgente pues estaban enfermos, sin dinero, mal vestidos y pasando hambre. A ellos les ofrecieron que, a cada familia, se le daría “una porción de diez hectáreas de tierra con casa, implementos de labranza, semillas para la siembra y habilitaciones” hasta que se levantara la primera cosecha. 37
El 14 de abril llegaron a la ciudad de México los que venían de Nuevo Laredo. Posteriormente arribaron los de Camarón, Nuevo León. 38 En los siguientes cinco días se logró reunir a un grupo de 362 personas formado por 152 hombres, 69 mujeres, 72 niños y 69 niñas, en su mayoría nacidos en Estados Unidos. 39 Se realizaron los preparativos para que pronto fueran trasladados a Pinotepa. El 19 de abril salieron de la capital a bordo de un tren especial del Ferrocarril Interoceánico con destino a Iguala, Guerrero. El plan de viaje contemplaba trasladar a las personas de Iguala al puerto de Acapulco en donde los estaría esperando el barco “Bravo” de la Secretaría de Guerra y Marina, a fin de llevarlos a Minizo, Oaxaca, puerto cercano al lugar en donde quedaría establecida la colonia. En Acapulco el grupo permaneció 22 días, pues no llegaba el buque que los trasladaría a Pinotepa. Después de casi un mes, el buque partió hacia la bahía de Chacagua, donde desembarcaron las personas y de ahí se dirigieron a los terrenos llamados de Collantes, ex Distrito de Pinotepa Nacional. Después de 53 días de viaje desde la ciudad de México, finalmente, el 20 de mayo, llegaba el contingente a su destino. 40
LAS DIFICULTADES QUE ENFRENTARON LOS COLONOS
El contingente que llegó a Pinotepa enfrentó principalmente maltrato de los administradores del establecimiento y la falta de alimentos y herramientas para trabajar la tierra. Desde el comienzo algunos repatriados se quejaron del trato que les dieron los encargados de organizar la colonia quienes al parecer estaban bajo las órdenes de Andrés Landa y Piña, jefe del Departamento de Migración. 41 Según algunos testimonios, la vida fue insoportable pues so pretexto de imponer disciplina, se hicieron acompañar de seis individuos armados en cuya presencia se ofendía de “palabras y hecho” a los colonos amenazándolos con duros castigos en caso de desobediencia. 42 A finales del año, las dificultades crecían pues los colonos se quejaban de la forma autoritaria y ofensiva con que eran tratados. 43 Rafael González Carbajal y otros repatriados habían sido tratados de forma soez y despectiva por las autoridades encargadas del lugar. 44 Ignacio Becerra y José S. González, que encabezaban, según ellos a 100 jefes de familias de repatriados, afirmaba haber sido objeto de humillaciones y vejaciones. 45 Los repatriados señalaron que el director de la colonia los trataba como reclutas. 46
El abasto de alimentos fue otro motivo de queja. Algunos pobladores aseguraban que el sistema de reparto era escaso, de mala calidad y con precios altos, causa principal del disgusto. Antonio Menchaca, un repatriado que vivió en la colonia, tenía una tarjeta en la que se mostraba el sistema que se practicaba: maíz, 4 kilos 800 gramos.; fríjol, 700 gramos., arroz o pastas, 300 gramos; café, 200 gramos; piloncillo, 1 kilo 400 gramos; manteca, 200 gramos; carne, 1 kilo; harina, 1 kilo; sal, 80 gramos; jabones, 4; cerillos, 2. Esta era la dotación para una semana sin que por ningún motivo le aumentara la ración a nadie. Asimismo, semanariamente recibían un peso en efectivo para gastos menores. Así, los artículos de primera necesidad que les eran proporcionados no servían para alimentarse suficientemente por lo que pasaban hambre. El descontento crecía porque el doctor Díaz Martínez, Delegado de Salubridad en la colonia, no les proporcionaba los medicamentos necesarios para atender las enfermedades que sufrían, entre ellas la malaria. 47
Además del régimen estricto al que fueron sometidos, la escasez de alimentos y medicinas, no contaron con las herramientas necesarias para trabajar la tierra. A los colonos solamente se les dotó de un machete y un hacha para hacer las labores agrícolas “en forma enteramente primitiva”, pues solo llegaron a la colonia dos arados. 48 Sebastián Díaz y Nicasio Ceniceros, quienes formaron parte del grupo de personas que llegaron a Pinotepa, afirmaban que nada se les cumplió de lo ofrecido en Estados Unidos. No encontraron tierras desmontadas, herramientas suficientes, ni animales; debido a ello tuvieron que sembrar como se estilaba en la región y “de la cosecha que se levantó no recibieron ninguna participación”. 49 Por si fuera poco, enfrentaron condiciones climáticas extremas que afectaron los cultivos que intentaron llevar a cabo. El trabajo fue realizado en medio de la lluvia y de toda clase de insectos y alimañas propias de “los climas tropicales extra cálidos”. A mediados de mayo, pudieron abrir suficientes terrenos de cultivo para producir una cosecha la cual se perdió en su mayor parte debido al exceso de lluvias. 50
La comisión que se había organizado para desarrollar “un plan de acomodamiento” de las familias de repatriados había hecho poco por obtener de los agricultores locales la venta de cereales a precio bajo a fin de asegurar su alimentación. Tampoco el cuerpo médico que envió el Departamento de Salubridad inició los trabajos de saneamiento de la zona a fin de contener el paludismo, ni se instalaron casas apropiadas para los colonos ni se realizó la entubación de agua y el servicio sanitario. Igualmente no se envió la maquinaria agrícola para que los colonos trabajaran. 51 La “zona rica, en condiciones para ofrecerles bienestar y relativa riqueza” que algunos observadores creían encontrarían los colonos no existió.
La respuesta de los actores oficiales y privados frente a los problemas que se presentaron fue tibia. El 18 de junio Eduardo Vasconcelos, secretario de Gobernación, se dirigió a Acapulco, Guerrero, para supuestamente solucionar las dificultades de la colonia de repatriados con la cooperación de las autoridades locales. 52 Más tarde a finales de 1933, Andrés Landa y Piña también programó un viaje a fin de intentar zanjar las dificultades de la colonia ya que creía que, en caso de que no se tomaran acciones contundentes, el establecimiento podría desaparecer. El propio Alfredo Levy encabezó una comitiva que fue a Pinotepa. Se sabe que algunos repatriados le hicieron notar los procedimientos de que eran víctimas por parte del director de la colonia así como la falta de artículos de primera necesidad. 53
Las diversas comisiones que se organizaron para visitar la colonia tuvieron la intención de ver cómo vivían las personas, oír sus quejas y conocer de cerca los apuros que pasaban. Sin embargo, no hay noticias de que los empresarios que formaron parte del CNR, ni los funcionarios federales que intervinieron en algún momento, hayan impulsado medidas para remediar su situación. Los primeros no estuvieron dispuestos a invertir más tiempo ni dinero en auxiliar a las personas que se establecieron en Pinotepa. Los segundos tomaron la misma actitud. Las autoridades estatales también marcaron distancia. Ninguno quiso hacerse responsable ni intentar promover acciones para salvar el establecimiento. Al final González Soto, Levy, Lachica, Landa y Piña, Ferretis y el secretario de Gobernación, que había promovido la formación del CNR, brillaron por su ausencia.
LA HUIDA
A unas cuantas semanas de establecida la colonia, partieron 20 personas. 54 A finales de octubre algunas salieron rumbo a la capital de Oaxaca pues afirmaban que era inaguantable la situación que ahí imperaba. A principios de noviembre salieron otras 40. Algunas noticias aseguraban que, a finales del mismo mes, solo quedaban 115 colonos, pero seguían desertando. 55 Un informe de Enrique G. Unda, director de la Escuela Federal, informaba que 35% de los colonos dejaron la Colonia con todo y familias, y los que quedaban estaban alistando su viaje. 56 A finales del año, los que aún permanecían decidieron desertar. 57 A finales de enero de 1934, circularon notas periodísticas informando que la colonia de repatriados establecida en Pinotepa Nacional había quedado disuelta definitivamente. Los últimos 20 colonos que aún permanecían, atacados por el paludismo, abandonaron sus humildes chozas. 58 A finales de febrero, se reportaba que tan solo quedaban 8 o 10 familias a lo sumo, las cuales posteriormente también partirían. 59 En abril, los repatriados habían desaparecido del lugar y al siguiente mes se anunciaba públicamente el fracaso de la colonia. Existe información acerca de que varios de ellos se dirigieron a la capital del estado de Oaxaca, 60 otros fueron a Acapulco y de ahí a la ciudad de México. Algunos decidieron volver a Estados Unidos, principalmente a Texas, mientras que un pequeño grupo de 20 a 25 personas se estableció en La Calavera, Rioverde, San Luis Potosí, donde el gobierno del estado les ofreció tierras. 61
El desmoronamiento de la Colonia Número 2 fue ampliamente difundido en la prensa nacional y en la mexicana en Estados Unidos. Algunos de los colonos que participaron en el experimento de Pinotepa consideraron que dos habían sido los factores que contribuyeron a la disolución de la colonia: “el régimen despótico y cruel implantado” por los administradores y la falta de alimento por lo que muchos pasaron hambre. 62 En este sentido, levantaron cargos contra el CNR por la manera en que habían sido tratados y por la falta de apoyo. Ante estas denuncias se pensó en que la Procuraduría General de la República podría abrir una investigación sobre la manera en que el comité había usado los fondos obtenidos por la colecta del medio millón. Además se designó una comisión para investigar las irregularidades. El trabajo del CNR terminó en un gran escándalo de corrupción y un desastre la colonia que promovió. 63
CONCLUSIÓN
A pesar de los pronunciamientos de algunos actores de la clase política e intelectuales a favor de la creación de colonias agrícolas de repatriados, hasta 1932 no se había fundado ninguna donde estuvieran involucrados tanto representantes gubernamentales como privados de gran renombre. En plena crisis mundial (1930-1933), aun cuando hubo una verdadera necesidad de hacer frente al arribo de miles de personas procedentes de Estados Unidos, el gobierno federal no tomó medidas extraordinarias para formar colonias a pesar de que consideraba que podían ser una solución para dar trabajo y ocupación a los desempleados que regresaban al país y, a pesar de los numerosos pronunciamientos a favor de ello, y las contantes promesas de tierra en diversas partes del país que se difundieron en la prensa nacional. 64
La formación del CNR tuvo su origen en la avalancha de personas de origen mexicano que ingresaron procedentes de Estados Unidos a comienzos de la década de los años treinta y retomó la ilusión de formar colonias agrícolas con migrantes retornados, mismas que venía de décadas anteriores. En ese sentido, la propuesta no fue novedosa. Lo que fue diferente fueron los motivos que la originaron, el tipo de lugar que se eligió para establecerla, las personas que la formaron y los actores que estuvieron involucrados. Ello rompió los esquemas tradicionales con los cuales hasta el momento se había pensado formar esas colonias. En primer lugar, el origen de la Colonia Número 2 estuvo en el CNR y en la unión de funcionarios y empresarios para hacer frente al retorno de nacionales. Esto fue nuevo, pues hasta entonces habían sido grupos por iniciativa propia, empresarios que impulsaron los proyectos o gobiernos estatales y el federal que dieron algunas concesiones de tierra para que se establecieran.
En segundo lugar, la colonia nació de una iniciativa tendiente a resolver una emergencia nacional, la de “acomodar y reincorporar” al país a algunos de los miles de paisanos que venían de Estados Unidos. Es decir, fue en el contexto de la recesión económica y tuvo como propósito reintegrar a los nacionales que habían emigrado, proporcionarles los medios para que se establecieran en territorio nacional y recursos básicos para mantenerse. Antes no se había pensado en que dichas colonias sirvieran para establecer a los que eran expulsados de Estados Unidos de manera apresurada, en situación precaria y desempleados como en el caso que aquí se estudia, sino específicamente agricultores seleccionados, con ciertas capacidades y en grupos reducidos. Detrás de la fundación de la colonia, no existió tal idealismo; esto no se mencionó en ningún documento, lo cual llama la atención debido a que, como se señaló anteriormente, era una idea muy extendida en diversos niveles de la sociedad, desde la clase política hasta la prensa. Tampoco hay indicios de que se intentara llevar a cabo una selección de los candidatos para formar la colonia y en muy contadas ocasiones se hizo referencia a que debían ser agricultores.
En tercer lugar, el sitio que se eligió para establecer la colonia, una zona tropical, fue diferente a las propuestas que hasta entonces muchos habían planteado en México: zonas irrigadas del norte. Esto se debió en gran parte a la idea de Federico Lachica y de González Soto, quienes se mostraron a favor del ideal de poblar e impulsar la producción agrícola en regiones con suelos tropicales. Desde comienzos de la década de los años treinta, algunos personajes en México tenían una visión utópica del potencial del trópico húmedo la cual giraba en torno a la idea de emprender una “conquista que permitiría el surgimiento de un emporio agroproductivo”. Como afirma Fernando Tudela, en la raíz de esa utopía había un mito que Lachica y González Soto compartían, “el de la extraordinaria fertilidad de los suelos tropicales”. 65 Las condiciones del suelo, climáticas y sanitarias de Pinotepa contradijeron ese idealismo. Asimismo, los habitantes del lugar se sintieron intranquilos por la llegada de repatriados. Ello mostraba también que las personas involucradas en el proyecto tenían escasos conocimientos sobre el tema y que la valoración sobre el lugar fue poco cuidadosa. No existe información acerca de que los integrantes del CNR hayan discutido los diferentes lugares para establecer personas, las características de esos sitios, quienes irían, cuántas personas, cómo se les ayudaría, entre otros aspectos. Los informes de los dirigentes muestran que hubo una falta total de planeación para llevar a cabo esta misión. Así, los 216 mil 786 pesos y 32 centavos que supuestamente se usaron en la adquisición de implementos agrícolas y aperos, mobiliario, gastos de instalación y gastos generales sirvieron de poco para lograr establecer a más de 350 personas. 66
No hay que descartar dos hipótesis que pudieran estar detrás de la elección del lugar. La primera tenía que ver con que los actores involucrados en el proyecto hicieron todo lo posible para que el grupo de repatriados fuera a un lugar lejano, donde en teoría no causara problemas económicos ni sociales a los habitantes locales; en concreto donde no fueran una carga para la nación. La segunda, estaba relacionada con la idea de enviarlos a un lugar alejado de la frontera donde les fuera difícil volver a emigrar a Estados Unidos. Así se cumplirían dos objetivos por los que se pronunciaron algunos actores de la sociedad mexicana de esa época respecto a los migrantes retornados: evitar que se convirtieran en una competencia laboral y en una carga social para las localidades a las que arribaban y, al mismo tiempo, evitar que volvieran a emigrar para no tener que enfrentar de nuevo el problema que representaba su retorno.
Es ingenuo pensar que el hecho de que los integrantes del CNR tomaran algunas medidas tendientes a establecer repatriados en México, que no concordaban con las propuestas que hasta entonces prevalecían, fueran las determinantes en el fracaso de la Colonia Número 2. No cabe duda que el lugar que se eligió así como el tipo de personas que conformaron la colonia, fueron elementos que no favorecieron la supervivencia del establecimiento; no obstante, hubo otros que habría que tomar en cuenta, los cuales también pudieron tener relevancia. Uno de ellos fue el desinterés de los empresarios que estuvieron a la cabeza del comité, quienes a pesar de contar con el poder económico para intervenir (Lachica era socio del licenciado Aarón Sáenz en la compañía Fomento y Urbanización (FIUSA) y había sido gerente de la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, mientras Levy tenía fuertes vínculos con COPARMEX), no lo hicieron ni presionaron a los funcionarios para que brindaran mayor apoyo a fin de evitar que los pobladores huyeran. Ellos pudieron haber hecho más por respaldar a las personas que llegaron a Pinotepa.
El factor más crucial atrás de toda esta historia, fue la falta de una política de colonización sólida tendiente a fomentar el establecimiento de mexicanos que venían del exterior. A pesar de que detrás de la fundación de la colonia estuvo el sueño de contribuir a la colonización de zonas tropicales, nunca contó con los elementos claves para ello pues en México, no existían criterios sobre la elección de tierras de buena calidad, abiertas al cultivo, agua segura, sistemas de irrigación, extensión suficiente, buen clima, comunicaciones y organización. Asimismo, había carencia de planeación acerca del tiempo que requería la agricultura, la inversión que proporcionarían las instituciones bancarias para adquirir semillas, maquinarias y herramientas para trabajar y hacer producir la tierra, así como la necesidad de contar con trabajadores diestros. Del mismo modo había ausencia de planeación, acondicionamiento de los lugares, organización y otros apoyos especiales. Igualmente, no había un soporte legal para los proyectos de colonización, es decir, legislaciones especiales en donde se establecieran las potestades que protegerían y apoyarían a los interesados en colonizar.
Las iniciativas en pro de la colonización con repatriados y la formación de colonias agrícolas con ellos —tal como había sido desde comienzos del siglo XX— fue muy corta de visión y consistía, como se vio en el caso de la Colonia Número 2, en dar algunos terrenos o venderlos, para que las personas se establecieran, así como unas cuantas provisiones para cubrir las necesidades básicas. Eso era todo. Debido a esta manera de proceder no sorprende que, entre 1930 y 1933, la mayoría de los intentos que se hicieron para establecer repatriados —no con la idea de formar colonias agrícolas sino porque el gobierno federal o algunos estatales les ofrecieron terrenos para establecerse— fueran también un fracaso. En estos casos, al igual que sucedió en la Colonia Número 2, si bien hubo condiciones particulares que no favorecieron el asentamiento de paisanos llegados de Estados Unidos, también fue notable la ausencia de una política de Estado que contribuyera a su consolidación. Es decir, la mayoría de los casos en donde se asentaron repatriados, en lugares designados especialmente para ellos, fueron un desastre: a comienzos de 1930 un contingente de más de 200 personas, procedente de Arizona, fue a La Misa, Sonora, donde el gobierno de estado les ofreció tierras, su permanencia duró menos de un año; a mediados del siguiente año, un grupo de posiblemente 500 persona procedentes de Los Ángeles, California, se dirigió al valle de San Quintín, Baja California, en donde compraron tierras de la Federación, en medio de la llanura desértica, aislados, sin agua, comida ni medios para producir y sin ningún apoyo federal o estatal la mayoría huyó del lugar; 67 las 20 o 30 personas procedentes de Detroit, Michigan, que fueron a El Coloso, Guerrero (la llamada Colonia Número 1), también abandonaron el sitio mientras que las 50 personas que se dirigieron a El Meco, San Luis Potosí, también dejaron el lugar. En este sentido lo que sucedió en Pinotepa no fue algo excepcional, más bien fue algo hasta cierto punto común. Lo que fue diferente fue la amplia expectativa que generó debido a la publicidad que la prensa le dio y a que hubo actores del gobierno de México, así como empresarios de renombre involucrados en el proyecto —algo que nunca antes había sucedido—. A final de cuentas el caso de la Colonia Número 2, es una muestra más de dos tendencias que prevalecieron en el México de comienzos del siglo XX: el desinterés por ayudar a los migrantes retornados a formar colonas agrícolas —a pesar del discurso y las declaraciones a su favor— y la carencia de medidas y acciones consistentes para ello, lo cual fue determinante para que no se lograra establecer ni una sola a comienzos de la década de los años treinta cuando volvieron una gran cantidad de personas en busca de apoyo oficial para reintegrarse al país de sus antepasados. Igualmente mostraba algo más relevante: la incapacidad de buena parte de la clase política y de los empresarios nacionales para reincorporar a los migrantes de retorno a la vida social y económica de la nación.