La reconstrucción de las trayectorias vitales, tanto de personajes de la política como de la cultura en México durante el siglo XX, ha sido una labor a la que se han dedicado a explorar con profusión los catedráticos de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA) James W. Wilkie y Edna Mozón de Wilkie, quienes basados en entrevistas de historia oral, han hecho aportaciones significativas al enfoque y acercamiento con que se ha abordado, desde la academia estadounidense, el fenómeno de la Revolución Mexicana, sobre todo al poner el énfasis en su “etapa constructiva”. Prueba y resultado de esta labor son las obras Frente a la Revolución Mexicana. 17 protagonistas de la etapa constructiva (México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2004), México visto en el siglo XX. Entrevistas de historia oral (México, Instituto de Investigaciones Económicas, 1969), y Daniel Cosío Villegas: un protagonista de la etapa constructiva de la Revolución Mexicana (México, El Colegio de México, 2011).
A lo largo de su trayectoria, los Wilkie han realizado más de 100 entrevistas tanto a líderes mexicanos como latinoamericanos. Algunas siguen inéditas, y en este contexto, se enmarca el proyecto de elaboración de la historia oral de la vida pública de Porfirio Muñoz Ledo (Ciudad de México, 23 de julio de 1933). Las reuniones en que se llevaron a cabo las entrevistas que dan como resultado este libro, tuvieron lugar en el transcurso de dos años, en los respectivos meses de diciembre de 1987 y 1988 en la ciudad de Los Ángeles, California. Dos años cruciales, no solo para la trayectoria personal de Muñoz Ledo, sino para la vida pública del país y de lo que todavía se entendía como el “régimen revolucionario”.
Conocedores de los procesos políticos contemporáneos en México, los autores conducen las entrevistas con probidad y conocimiento de causa, planteando preguntas complejas y de no fácil respuesta a un entrevistado que, como se deja entrever, pretendía guardarse cosas para la publicación de sus memorias.
Más allá de ser una acumulación de datos y anécdotas personales, el voluminoso trabajo de 944 páginas da cuenta de la visión particular de Muñoz Ledo sobre el desenvolvimiento del sistema político mexicano, tanto en un análisis retrospectivo como prospectivo, en donde el contexto particular en que se generan las entrevistas, de forma subrepticia, permea algunas de las respuestas y los planteamientos del entrevistado.
En este libro —a diferencia de la obra titulada Daniel Cosío Villegas—, hay una marcada intención de trazar un lienzo con la vida y las posturas políticas del entrevistado, relato denso por la propia formación como politólogo de Muñoz Ledo, pero también por su amplia trayectoria dentro de la elite de la clase política mexicana: desde su arribo a esta en la década de los sesenta, hasta el momento mismo en que se llevan a cabo las conversaciones. Esta densidad en la descripción y el análisis de una amplia gama de temas relacionados con la política pública, la economía, la educación y las relaciones internacionales es, sin embargo, atemperada por un trabajo de edición que compagina de manera espléndida la anécdota, las vivencias personales y familiares e, incluso, el buen humor del personaje interpelado. En suma, es un retrato fiel del ser humano que es Porfirio Muñoz Ledo.
Algunas aseveraciones, incluso revelaciones que hace el entrevistado, resultan polémicas, quizás hasta arrogantes, pero invitan a la reflexión dado que comprenden puntos finos de la configuración del poder en México y de la reflexividad de Muñoz Ledo en relación con su generación, la de “Medio Siglo”, las precedentes y las posteriores. En este sentido vale mencionar su vínculo, tanto intelectual como político y sentimental, con grandes personalidades nacionales e internacionales como Maurice Duverger, André Malraux, Jaime Torres Bodet, Felipe González, Fidel Castro, Mario de la Cueva, Ignacio Morones Prieto, Víctor L. Urquidi, solo por mencionar algunos, pero también son notables sus desencuentros con Jesús Reyes Heroles, Miguel de la Madrid y Jeane Kirkpatrick en su etapa como embajador en la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Como toda historia oral, esta debe apegarse a ciertas características. Toda una metodología que los Wilkie han sabido perfeccionar a lo largo de los años. La obra en general representa, desde una perspectiva metodológica, un afinado resultado y un referente para aquellos que quieran hacer historia oral, en el entendido de que esta puede trascender el usual papel de sustento empírico de investigaciones históricas sobre temas contemporáneos más generales. En este sentido el relato comienza por el principio. Con reminiscencias y recuerdos de la niñez y la vida familiar de Porfirio Muñoz Ledo, de sus padres educadores, de su origen clasemediero, de la disciplina en la familia, de la admiración — que no filiación— que su padre sentía, y que de alguna manera hereda el joven Porfirio, por Vicente Lombardo Toledano y Lázaro Cárdenas del Río, y que tuvieron su impronta en él mismo.
La obra está dividida en seis capítulos precedidos por un prefacio en donde los Wilkie advierten, finamente, que la historia oral plasmada en el libro solo cubre la mitad de la vida pública del entrevistado, teniendo en cuenta que este sigue en activo hoy en día. El Prefacio también les sirve a los autores para situar la obra en el contexto actual, toda vez que se relata, de forma somera, la trayectoria que Muñoz Ledo ha seguido de 1988 hasta 2017 en que funge como Comisionado para la Reforma Política de la Ciudad de México.
Hay también, antes del capitulado y posterior al Prefacio, una nota personal en donde Porfirio Muñoz Ledo explica el proceso a través del cual se concertaron las entrevistas, apartado que denota el hecho de que el borrador final fue objeto de una acuciosa lectura de parte de él mismo, en el sentido de corregir errores, así como remediar “inevitables subjetivismos o posibles inexactitudes en su veracidad histórica” (p. 22) y en donde ofrece disculpas si existiesen personajes que se sientan ofendidos u olvidados en el relato.
Los títulos de los seis capítulos incluso son didácticos. Cada uno de ellos retoma una etapa que se asume como crucial en la vida del personaje entrevistado. El primero de ellos representa, a mi entender, una primera sección de la obra en general: el capítulo “1. El estudiante”, recorre las primeras memorias y desenvolvimiento como estudiante, desde el nivel primario, pasando por la etapa universitaria en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), hasta la obtención de su diploma de doctorado en Ciencia Política en la Universidad de París. Luego viene una segunda sección en donde se pueden ubicar los capítulos “2. El servidor público”, “3. El dirigente político” y “4. El diplomático”; en los cuales se revela como tal su vida pública, desde su ingreso al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y su primer cargo burocrático como Subdirector de Educación Superior e Investigación Científica en la Secretaría de Educación Pública, pasando por su frustrada aspiración presidencial en 1976 y las intrigas que imposibilitaron su candidatura a la Secretaría General de las Naciones Unidas.
Considero que los dos últimos capítulos pueden ser entendidos como dos secciones en sí mismos: “5. El educador” y “6. El dirigente de la oposición”. En el primero encontramos la trayectoria académica de Muñoz Ledo, la importancia que le da a los cuadros que formó y que de alguna manera también lo acompañaron en los puestos que desempeñó en la administración federal, así como su participación en el fortalecimiento y creación de programas de estudio, tanto en su elaboración como en su implementación en instituciones académicas de prestigio nacionales e internacionales. El segundo, a mi parecer el más significativo de todo el libro, relata las complicaciones, los aciertos y tropiezos que dieron forma a uno de los acontecimientos que, visto a la luz del presente, caracteriza el fin de la etapa del predomino del pri sobre la vida política de México y el comienzo de un proceso de democratización sin precedentes, en el cual el país sigue inmerso hasta hoy. Un apartado importante es donde se habla del fraude de 1988, cómo se gestó, cómo se fraguó y quiénes fueron sus principales ideólogos y ejecutores.
Se puede asumir, por el contenido general de la obra, que Muñoz Ledo ha sido coherente con su visión y su orientación ideológica. Esto lo evidencia sus profundas críticas hacia el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) —y hacia la élite tecnocrática que encumbró—, ubicándolo como el “enterrador” de la Revolución y que se sintetiza en la recurrente frase “el día en que por la vía electoral cambie el poder de un partido a otro […] Ese día cambiaría la historia de México” (p. 131). Prueba de esta visión crítica también resulta de su acendra postura en contra de prácticas como la del tapado y del dedazo, así como de la denuncia sobre los instrumentos que impidieron, una y otra vez, la democratización del PRI.
En consecuencia, se puede explicar su intención por democratizar al partido desde dentro y, una vez frustrada esa posibilidad, su decisión de separarse de este. Por eso, siendo coherente con su ideología socialdemócrata y en consonancia con lo que había propugnado durante toda su trayectoria a propósito del cambio de régimen a través de la reforma electoral y las elecciones, fue el primero que festejó genuinamente el triunfo de Vicente Fox Quezada en el año 2000, pero a la vez, también fue uno de los primeros que denunció el fracaso de este último en la democratización plena del país. De sus reflexiones en torno a esto, se extrae que el problema no era tanto sacar al PRI de Los Pinos, sino democratizar el sistema político mexicano, sin importarle que este cambio fuera conducido por la derecha o por la izquierda.
Porfirio Muñoz Ledo ha anunciado varias veces su intención de retirarse de la vida pública, creyó que al terminar su papel en la ONU se retiraría a la academia y le sobrevino la emergencia de la Corriente Democrática; luego de la alternancia en el año 2000 quizás sus expectativas de un futuro ya no muy largo debido a su edad le plantearon intenciones de retirarse a la vida privada; lo cierto es que a la luz de los recientes acontecimientos de la vida política de México, su ciclo continuará al cumplir con su responsabilidad como diputado federal por el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) en la LXIV Legislatura, cuarta formación partidista por la que accede al Congreso.
Por supuesto, como en toda historia, habrá quien tenga opiniones y análisis diferentes y contrapunteados respecto de los del personaje. Lo cual estimulará al lector para consultar otras fuentes sobre los episodios de la vida nacional que conforman los relatos del entrevistado plasmados en la obra de los Wilkie. Hay veces en que incluso se puede llegar a pensar que la vida de Muñoz Ledo se funde con las grandes creaciones institucionales (que las hay, como lo evidencia el libro) durante los sexenios de Adolfo López Mateos (19581964), Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) y José López Portillo (1976-1982). Lo que queda también claro, o nebuloso, dependiendo de la perspectiva que se lea esta obra, es la tácita habilidad del entrevistado para situarse en lo mejor del régimen, cuando estuvo inmerso en él, sin ensuciarse con “los polvos de los lodos” del autoritarismo priista.
En resumen, es una historia de uno de los políticos contemporáneos que, para el lector medianamente informado, le resulta más conocido, más visible y que más ha sido objeto de controversias en los últimos treinta años, pero del cual se sigue teniendo un profundo desconocimiento en cuanto a su labor en las altas esferas de la vida política y académica mexicana, así como en la diplomacia internacional. Estoy convencido que este libro subsana en gran medida ese desconocimiento y, a la vez, comprende la mayor de sus aportaciones.