“Colores, puntos, flechas, nos vale cualquier signo con tal de que hable claro. El mapa debe hablar a primera vista. No lo hacemos para nosotros, sino para alguien que un día lo mirará, quizá dentro de mil años. ¿Qué queremos que él vea? Ahí aparece la cuestión de la escala. Las cosas importantes sólo se ven a pequeña escala. Dos ejércitos a punto de entrar en combate: es fácil representar el número de soldados, su ubicación, su armamento […] Pero ¿y las razones de unos y otros para morir?, ¿y el valor y el miedo de un soldado? Es fácil dibujar una calle, pero su olor, sus sonidos, un instante de vida en esa calle […]”.1
INTRODUCCIÓN
Este ensayo analiza los escritos que Károly László2 —exiliado húngaro de la guerra de independencia de Hungría contra la Casa de Austria— realizó sobre México durante los ocho años de su residencia en el país (1857-1865). László escribió un diario y varios artículos, los cuales ofrecen una visión personal de la época que nos permite entender cómo la vivió y cómo la vio. Sus narrativas pueden enriquecer nuestros conocimientos al complementar las fuentes existentes —en particular sobre el Istmo de Tehuantepec—, tanto con nueva información como con otra perspectiva. El análisis está hecho en gran parte con las herramientas de la microhistoria, un campo de investigación que surgió en la segunda mitad del siglo XX, como una propuesta de la nueva Historia: “Los microhistoriadores tienen un microscopio en lugar de un telescopio en sus manos. Al enfocarse sobre ciertos casos, personas y circunstancias, la microhistoria permite el estudio histórico intensivo del tema, dando una imagen completamente diferente del pasado en comparación con las investigaciones sobre naciones, estados y grupos sociales […]”.3
Entre los más destacados representantes de la microhistoria, se puede mencionar a los historiadores italianos Carlo Ginzburg4 y Giovanni Levi,5 al francés Emmanuel Le Roy Ladurie,6 a la estadounidense Natalie Zemon Davis7 y al mexicano Luis González y González.8 Los primeros textos académicos en Hungría en el género de la microhistoria, así como escritos acerca de publicaciones extranjeras en este campo en forma de reseñas, surgieron en los ochenta y noventa, alrededor de la caída del sistema socialista y del subsecuente cambio del régimen político del país. A partir de 1988, han sido publicados más de una docena de volúmenes en la serie Mikrotörténelem (Microhistoria), bajo la edición del historiador Gábor Klaniczay, que incluyen tanto escritos de autores húngaros como traducciones de obras clásicas extranjeras.9 En este sentido, el presente ensayo pretende unirse al campo esbozado por los trabajos mencionados.
Como punto de partida, primero se expone el desarrollo de las relaciones húngaro-mexicanas y los puntos de encuentro en el siglo XIX, con énfasis sobre la emigración trasatlántica tras la fallida guerra de independencia de 1848-49; después se presenta una breve biografía de Károly László, incluyendo las características y experiencias que dejaron huella en sus escritos. László llevó un diario por más de veinte años (del 25 de septiembre de 1848 al 1 de enero de 1870), que cubre todo el periodo de su emigración (Turquía, Estados Unidos y México) y su eventual regreso a Hungría.10 Aparte, escribió varios textos para revistas húngaras. La interacción del diario con los artículos, así como el análisis de sus escritos en general (los temas que abordaba o que evitaba, la manera como escribía, sus puntos de vista, la imagen que ofrecía de México) forman el foco de este estudio.
PUNTOS DE ENCUENTRO Y DESENCUENTRO ENTRE MÉXICO Y HUNGRÍA EN EL SIGLO XIX
Los nexos entre México y Hungría en el siglo XIX fueron más bien esporádicos, y en la mayoría de los casos se trató de la llegada de viajeros, aventureros y soldados húngaros. A finales de la época, y con el avance de los transportes y el comienzo de la ola migratoria de Europa Centro-Oriental, fueron seguidos por otros grupos, en su mayoría emigrantes que se dirigían hacia los Estados Unidos. Antes del arribo de los inmigrantes, hubo dos sucesos con una diferencia de aproximadamente 15 años entre uno y otro, que resultaron en la intensificación temporal de los lazos húngaro-mexicanos (los anotamos en orden de importancia, más que cronológico): uno, el imperio de Maximiliano en México (1864-1867) que incluyó la participación del Cuerpo de Voluntarios, entre ellos unos mil húngaros;11 y dos, la emigración que se desató tras el fracaso de la guerra de independencia de Hungría, por la cual empezaron a llegar los excombatientes al continente americano desde finales de 1849.12 Debido a la escasa diferencia en tiempo, algunos miembros de los dos grupos —con afiliaciones políticas e ideas sobre los Habsburgo bastante diferentes— coincidieron en México.13 Los voluntarios llegaron directamente al país, mientras que los exrevolucionarios, casi sin excepción, arribaron primero a Estados Unidos y después a México como parte de una experiencia interamericana.
La historia de los exiliados húngaros en los Estados Unidos ha sido investigada ampliamente, y contamos con varias publicaciones al respecto, pero no sucede igual con las personas que llegaron a México. Su número es desconocido y sabemos sólo de algunos casos aislados, de los que destacaré dos:
El primero es János Xántus14 (1825, Csokonya - 1894, Budapest), notario auxiliar en la comarca de Somogy e hijo del asesor legal de los condes Széchényi.15 Se unió a la guerra de independencia contra los Habsburgo pero fue capturado y forzado a enlistarse en las tropas del imperio austriaco. Logró desertar, y tras una corta estancia en Inglaterra, emigró a los Estados Unidos. Entre otras actividades, fue soldado bajo el seudónimo de Lajos Vésey,16 recolector de plantas y animales para el Instituto Smithsoniano, y cónsul de los Estados Unidos en Manzanillo (1861). Tras su regreso a Hungría, se convirtió en el primer director del zoológico de Budapest, abierto en 1866, y encabezó la colección etnográfica del Museo Nacional de Hungría desde 1872. “Gracias a su trabajo, el Museo Nacional de Hungría se convirtió [...] en una de las instituciones importantes de su tipo en Europa. Al mismo tiempo los especialistas del Instituto Smithsoniano encontraron 390 especies de plantas y animales en sus colecciones, que habían sido desconocidas hasta entonces para los científicos, entre ellos el colibrí Xántus (Hylocharis xantusii) que habita únicamente en México”.17 Xántus fue un investigador de renombre internacional que publicó en 1860 el libro Utazás Kalifornia déli részeiben [Viajes por el sur de California],18 así como numerosos artículos,19 incluidos algunos relatos de viaje sobre Mazatlán y la ciudad de México.20 En el discurso pronunciado en la Academia de Ciencias tras su muerte, se citan 24 especies de animales y 2 de plantas que llevan su nombre.21
El segundo exiliado húngaro que destacaré es Pál Rosti (1830, Pest - 1874, Dunapentele),22 miembro de una familia prominente de la vida política y cultural de Hungría. Tenía 18 años cuando se unió a la guerra de independencia. Sus lazos familiares le hubieran podido salvar de las potenciales represalias tras la derrota, pero decidió no quedarse. Aprovechó su estancia en Europa Occidental para complementar sus estudios sobre ciencias naturales y fotografía. Partió hacia el continente americano en 1856,23 para repetir —en parte—, el viaje de su gran ídolo Alexander von Humboldt. Sus fotografías sobre México, Cuba y Venezuela son muy valiosas,24 porque figuran entre las primeras que se tomaron en esos países.25 Las imágenes mexicanas han sido expuestas en varias ocasiones, entre otras en 1984 y 1998 en México, y en 1990, 1998 y 2012 en Hungría. Publicó en 1861 su relato de viajes bajo el título Uti emlékezetek Amerikából [Cuadros de viaje desde América] ilustrado con 15 litografías, 2 grabados y 25 xilografías.
Como en el caso de János Xántus, la mayoría de los exiliados llegaron primero a Estados Unidos, y desde allí, se trasladaron a México, dando cuenta en sus escritos de una visión que muestra marcas imborrables, tanto por ese hecho, como por venir de Hungría.
LA VIDA DE UN EXILIADO
Károly László nació el 30 de marzo de 1815 en la ciudad de Kecskemét, Hungría, que entonces contaba con unos 50 mil habitantes. Hizo ahí sus estudios básicos y los continuó en una de las principales ciudades del país, Debrecen, apodada como la Roma calvinista. Estudió derecho y teología; esta última por el deseo de su padre György László, quien siendo pastor ayudante de su iglesia —calvinista—, quiso que su querido hijo le siguiese en el oficio. Tras terminar sus estudios en Debrecen, Károly László se desempeñó como director de escuela en Szentmihály, en la comarca de Szabolcs. Se cuenta que introdujo nuevas materias obligatorias: educación física y música; dos aficiones que le acompañarían toda la vida. Finalmente, después de tres años, decidió volver a los estudios y esta vez aprender lo que le interesaba desde el principio: la ingeniería.
La guerra de independencia que estalló en 1848 cambiaría para siempre la vida del ingeniero de 33 años, quien se alistó en el grupo de voluntarios Hunyadi donde le encargaron tareas de artillería. Combatió hasta el final del conflicto, y participó en una de las últimas batallas en el área de Temesvár —Szentandrás (hoy Timi’oara— Sânandrei, en Rumania) el 9 de agosto de 1849, después de la cual, uniéndose a otros grupos de soldados bajo el mando del general polaco Jozef Bem, salió del país hacia Turquía en la denominada “emigración Kossuth”, llamada así por Lajos Kossuth el líder político del fallido intento independentista. Fue allí, ya en el exilio, que conoció a Kossuth, convirtiéndose en su secretario privado y amigo íntimo. Le acompañó en su visita a los Estados Unidos (1851-1852), donde Kossuth fue recibido con gran entusiasmo por la población; sin embargo, no logró el objetivo principal por el que cruzó el océano: asegurar el apoyo del gobierno de los Estados Unidos para la causa de la independencia de Hungría y reiniciar la contienda.
Los caminos de Kossuth y László se separaron entonces, pero ambos siguieron siendo muy cercanos hasta los últimos días de sus largas vidas. Kossuth regresó al otro lado del Atlántico, mientras que László se quedó en los Estados Unidos haciendo trabajos de ingeniería para diferentes compañías de canales y ferrocarriles.26 También participó en el trazado de la nueva frontera entre México y los Estados Unidos, resultado de la guerra de 1846-1848 y de la venta de La Mesilla en 1853.27 Fue en el otoño de 1857 cuando, gracias a su compatriota Félix Nemegyei, obtuvo una oferta de trabajo de la compañía J. B. Jecker, para trabajar en los deslindes del Istmo de Tehuantepec como jefe de dibujantes. Atraído tanto por el sueldo como por lo desconocido, László la aceptó.28
Su viaje tuvo lugar en noviembre de 1857, saliendo de Washington el día 7, arribando a Veracruz el 18, y finalmente, a Minatitlán el 24 de noviembre. En el diario no hay una separación significativa entre los relatos estadounidenses y los mexicanos, en parte porque al viajar a México no sabía que pasaría varios años allí, convirtiéndose en una etapa que marcaría su vida. Por otra parte, llegó a México siendo ya un ciudadano estadounidense, y siguió manteniendo relaciones amistosas y profesionales en el vecino del Norte, y más tarde, al establecer su empresa maderera con Nemegyei, formó vínculos comerciales y financieros con otros estadounidenses, en particular en Boston, para facilitar el negocio. Con este último fin, también realizó varios viajes entre México y los Estados Unidos. Donde sí empieza a notarse una marcada diferencia es en la presentación de los dos países: Estados Unidos aparecen como un lugar desarrollado, un posible ejemplo para Hungría, con poca crítica, excepto a la esclavitud, que László reprocha con pasión. A México entretanto, lo describe como “despoblado, inculto e incivilizado”,29 un lugar donde los extranjeros llegan con la sola intención de hacer mucho dinero, como él.
LOS TEXTOS DE KÁROLY LÁSZLÓ: EL DILEMA DEL GÉNERO
Los escritos de Károly László pertenecen a una mezcla de géneros interconectados. Nuestro punto de partida es el diario que escribió durante su exilio, el cual le sirvió como una autocuración del trauma de la guerra fracasada, la salida forzosa de su país de origen, con la subsecuente pérdida de amistades y lazos familiares, así como contra las dificultades que le esperaban en el extranjero. Es un texto personal e íntimo, en el que podemos leer sobre su añoranza por Hungría, sus enfermedades, intentos fracasados de cortejar a algunas damas, las dificultades y pleitos dentro de la compañía J. B. Jecker, etc.
László organizó el diario cuidadosamente en tomos, y preparó los índices correspondientes, lo que demuestra que el autor tenía planes con el texto: publicarlo más tarde, o elaborar otro escrito con base en éste. Siendo secretario privado de Lajos Kossuth, tenía conciencia de lo importante que eran sus experiencias como emigrante. Sabía que la crónica de los años que pasó con el máximo líder de la guerra de independencia, podría ser de gran interés en Hungría; sin embargo, también entendía que hasta que el statu quo no cambiara en Europa Centro Oriental, no tendría la posibilidad de compartir dicha experiencia con el público húngaro en general. En contraste, sus vivencias mexicanas sí podrían llegar a Hungría; es así como en 1858, hizo un acuerdo con el editor de una de las revistas más populares de la época —Vasárnapi Újság [Revista Dominical]— para enviar una carta mensual durante un año, para su publicación.30
Estimado Señor Editor,
¿Hubiera creído que un día tendría un lector desde un lugar al otro lado del océano, que la mayoría de sus lectores ni siquiera conoce? No hay mal que por bien no venga, dice el dicho. Una de las ventajas del daño de 1849 es que cientos, hasta miles de jóvenes húngaros fueron dispersados por el mundo, los cuales de otra manera no hubieran podido ir más allá de nuestras fronteras. Aprenden idiomas en el extranjero, adquieren experiencia y conocimientos, y los comparten con sus compatriotas que se quedaron en casa, de manera privada y a través de revistas y diarios. Les proveen de lecturas útiles y así hacen provecho a la patria. Soy uno de estos viajeros, ya ciudadano estadounidense pero también hijo de Hungría; porque para ser un buen ciudadano americano no seré un mal patriota húngaro. Mi ardiente deseo y anhelo es servir a mi patria con mi escaso talento. Esto me motivó, aunque nunca he escrito para el público antes, y aun cuando ahora en la práctica del húngaro estoy más atrás que hace 10 años, a elaborar cartas para los lectores de su revista de mucha estima, y espero que tomando en cuenta mi objetivo, ellos juzgarán mi estilo con piedad.31
El deseo de contribuir al desarrollo científico y cultural de Hungría desde el extranjero, fue característica del pensamiento de la emigración Kossuth. Empujado por el espíritu nacional, László redactó su primera carta en México el 17 de octubre de 1858, y la última, el 1 de diciembre de 1860. Las cartas fueron publicadas en Hungría entre el 2 de enero de 1859 y el 26 de mayo de 1861. La diferencia en tiempo entre las fechas de redacción y su eventual publicación, oscilaba desde un mes y medio hasta cinco meses. En total, László mandó 15 cartas: 12 acerca de México y 3 relacionadas más bien con los Estados Unidos. La mayoría de dichos escritos fueron fechados en Minatitlán, 2 en Chinameca, 1 en Veracruz y 3 en Nueva York.
Las primeras cartas se basaron en el diario, pero László no simplemente copió los textos, sino que los adaptó al público. El texto fragmentado, y a veces seco del diario, cobró una nueva vida en las hojas de la revista. Después, aparentemente porque las partes sobre México ya no dieron abasto, László cambió de estrategia y empezó a preparar directamente relatos de viaje. En estas ocasiones no escribió sus excursiones en el diario, sino que simplemente indicó en él, que el relato detallado del viaje se encontraba en la carta número tal, enviada a la revista Vasárnapi Újság.32 En sus últimas misivas, László volvió a basarse en el diario. Se trata de escritos tipo resumen, por ejemplo, de plantas, animales salvajes y domésticos, costumbres y fiestas.33 Por ende, para estudiar su experiencia en México, es necesario leer tanto los artículos publicados como el diario; son textos que se complementan y se entrelazan.
El retorno a las bases constitucionales en Hungría, tras la fallida guerra de independencia de 1848-1849, se efectuó casi veinte años más tarde, con el debilitamiento del poder de los Habsburgo. Esto se relacionaba con problemas internos tanto económicos como políticos del imperio, y con los procesos de la unificación italiana y alemana. El ejército imperial sufrió derrotas en 1859 en Solferino ante las tropas ítalo-francesas, y también en 1866 en Königgrätz contra los prusianos. El compromiso entre los Habsburgo y los líderes húngaros, se hizo en 1867 e incluyó la transformación del imperio en una estructura dual. Se componía de dos Estados con sus propias capitales y políticas interiores, bajo el mando de la misma persona, emperador de Austria y rey de Hungría a la vez.34 Los asuntos comunes de las dos partes cubrían defensa, política exterior y finanzas. “La moneda, la zona aduanera y el servicio diplomático, así como las representaciones exteriores, fueron compartidos, también. Por tanto, el mundo poco notó los cambios, y no es de extrañar que en la vida diplomática siguieron utilizando el nombre Austria, que fue sustituido por Austria-Hungría solo al final del siglo XIX”.35 La denominación “Monarquía Dual Austro-Húngara”, oficial en Hungría, fue poco común en otros lugares.
La formación de la Monarquía fomentó el regreso de varios exiliados, entre ellos Károly László, quien siguió escribiendo y publicando después de su retorno a Hungría. En 1868, al año siguiente de su regreso, apareció una serie de tres artículos de su autoría en Vasárnapi Újság sobre Palenque. El primero contiene textos del diario y trae dos dibujos de unas lápidas mayas que vio situadas junto a la entrada principal de uno de los templos;36 en contraste, los otros dos textos son más bien elucubraciones históricas.37 Aparte de elaborar artículos principalmente para la revista de su ciudad natal, Kecskemét, publicó en 1887 una selección de los textos de su diario, con un título que se podría traducir como Fragmentos de un diario, sobre exiliados y refugiados, y con especial énfasis sobre Kossuth y su entorno, en Turquía y en los Estados Unidos.38 László escogió básicamente las partes del diario donde estaba con Kossuth, porque éstas no habían sido publicadas antes, y él quería demostrar su punto de vista sobre los años emigratorios, así como mostrar la personalidad del líder de la revolución al público húngaro, que incluía tanto la generación que vivió la guerra de independencia, como una posterior, sin experiencia directa. El libro salió a la luz mientras László y Kossuth estaban vivos,39 y fue precisamente este último quien escribió unas líneas de introducción, muy cálidas.
En resumen, los textos de László —como se señala párrafos anteriores— se complementan, alternándose entre el diario, las cartas abiertas, los artículos y el libro, y también cambiando de lo personal hacia lo público y/ o colectivo. Con todo esto, el formato de sus líneas varía también, entre el manuscrito y los textos impresos.
ESTRATEGIAS DE ESCRITURA
Károly László fue uno de los primeros húngaros que escribieron sobre México para los lectores de su lugar de procedencia. Estando consciente de su papel pionero, y de la escasa información que existía en Hungría sobre ese lejano país, utilizó varias técnicas para reducir distancias, tales como la abundancia en los detalles, puntos de referencia con respecto a Estados Unidos y Hungría, así como las temáticas de los relatos.
Abundancia en detalles
Sus descripciones minuciosas, que frecuentemente contienen medidas, tamaños, precios y otro tipo de datos —con toda seguridad relacionada con su profesión de ingeniero—, ayudaron mucho a los lectores húngaros a formarse unas ideas sobre las condiciones en México, y en particular, sobre el Istmo de Tehuantepec. Fue en Minatitlán donde se encontraba la oficina que encabezaba László como jefe dibujante, cuando trabajaba para J. B. Jecker & Co. Adelante se citan partes de su relato sobre el poblado y su alojamiento:
Minatitlán se ubica en la orilla izquierda del río Coatzacoalcos, a 20 millas inglesas del Golfo de México, en una cadena de colinas orientadas en dirección noroeste. En 1850 solamente había 70 casas en Minatitlán, habitadas por una población mixta. En el presente [1857], Minatitlán tiene 120 casas y una población mixta de unas 1 200 personas. Una cuarta parte de los habitantes son mexicanos de origen español, una cuarta parte son blancos de Europa o de los Estados Unidos, que vinieron con el objetivo de hacer dinero, y dos cuartas partes son indios. Los extranjeros construyen casas de tablones con techo de madera. Algunos de los mexicanos también viven en casas igualmente grandes, pero cubiertas de teja.40 […] Me hospedé con el Sr. Jakob Maas. Las paredes de mi cuarto eran de ripia de una sola capa. No había ático, así que el sonido de los frecuentes chubascos directo sobre la madera resultó ser bastante molesto por las noches. El piso del cuarto era la tierra misma. La habitación tenía tres espacios para ventanas, con tablas pero sin vidrio. El cuarto tenía 9 pies de ancho y 12 pies de largo. Había una cama de campamento con dos almohadas y un par de sábanas, una mesita burda, un sillón, una palangana y una jarra, una bacinica, un espejo y una pequeña toalla que cambiaban cada semana. Pagaba 15 dólares por este cuarto y por la limpieza que fuera necesaria. Aparte gastaba 1.50 dólares diarios por la comida. Es verdad que era mucho, pero nuestra comida fue majestuosa, la mejor en la ciudad. Por lo tanto el número de los que comíamos con regularidad en la casa, oscilaba entre 12 y 20, de los cuales solamente seis vivíamos en el mismo edificio. Nuestros compañeros de comida eran todos hombres honrados y selectos, porque el casero no aceptaba ni a desconocidos sospechosos, ni a trúhanes, borrachos o vagos. Todos los que comíamos en la casa éramos hombres. La razón de esto es que los numerosos extranjeros que viven aquí, llegan a este país despoblado, inculto e incivilizado únicamente con el objetivo de hacer mucho dinero, y dejan atrás a sus familias, si tienen, por unos años.41
Puntos de referencia: los Estados Unidos
Paralelamente con las descripciones detalladas, otra herramienta que utilizó László para guiar a los lectores fue hacer comparaciones. Existe una triangulación en sus textos entre lo descrito (México) y los dos puntos de referencia con los cuales lo compara: Hungría y los Estados Unidos.42
En el siglo XIX los húngaros tendieron a viajar hacia el Oeste para aprender cosas nuevas, y hacia el Este para estudiar sus orígenes. Por tanto, los viajes al Oeste se vincularon con el futuro mientras que los de la otra dirección, con el pasado.43 Los escritos sobre los Estados Unidos pertene- cieron al Oeste, y los húngaros que los visitaron redactaron descripciones muy favorables sobre este país. Trato diferente recibió México, ya que —aunque la presencia de los húngaros resultó de un viaje hacia el Occidente—, no lo consideraron como parte del concepto del Oeste. Es más, tendía a figurar en los relatos como lo opuesto de los Estados Unidos.44
Los Estados Unidos (y Hungría) aparece como sinónimo de lo desarrollado, industrializado y moderno, mientras que México aparece como retrasado e incivilizado.45 Esta visión de László permaneció inalterable durante los años que vivió en México, a pesar de haber podido sentir una cierta semejanza con los mexicanos, por haber nacido y crecido en un país situado en la semi-periferia de la economía mundial, y por tanto, contar con una experiencia de atraso. Por el contrario, adoptó una perspectiva paternalista y un “aire de superioridad”, que distorsionó sus descripciones sobre México, y dificultó su entendimiento de las condiciones locales.
Cuando estas carretas burdas pasaron junto a los carros bien armados y pintados, traídos de Norteamérica por la compañía constructora de carreteras, fue interesante ver la enorme diferencia entre los dos vehículos. Pensé para mis adentros: ‘si la máquina de vapor no se hubiera inventado, ¿cuánto tardaría este pueblo en inventarla?’46
Los Estados Unidos representó una segunda patria para László y muchos exrevolucionarios, un país que les dio la bienvenida como exiliados, y con el paso del tiempo, la ciudadanía. László llegó a México como estadounidense tanto en papel —el pasaporte— como en pensamiento, en el sentido de haber adquirido en ese país la gran mayoría de sus conocimientos sobre México (incluyendo hechos históricos, información contemporánea, prejuicios, estereotipos, etc.). Por tanto, en sus relatos ofrece una mirada desde “una visión imperial”.47
Creemos que aquí [en el Istmo de Tehuantepec] se hará una conexión con California, y pasarán por estas tierras centenares de viajeros, y se mudarán aquí miles de estadounidenses y europeos con el fin de hacer negocio. Creemos que en los ríos en cuya ribera hasta ahora hacen su siesta los lagartos pachorrudos sin ser molestados, navegarán veloces barcos de vapor cargados con oro de California. Creemos que la selva será talada y se construirán ciudades hermosas, y el incansable agricultor estadounidense hará aparecer la riqueza de estas tierras fértiles. Creemos que este país, hoy salvaje, se convertirá en la patria de la civilización y de la riqueza aún durante nuestras vidas.48
Según László, México no era, ni sería capaz de solucionar sus problemas para salir adelante. El progreso únicamente podría llegar desde fuera. László con toda seguridad tenía conocimientos sobre la expansión previa de los Estados Unidos hacia el Oeste, y contaba con experiencia personal en cuanto al subsiguiente aumento territorial hacia el Sur, puesto que participó en el equipo que trazó la nueva frontera entre ambos países. Le pareció natural que este crecimiento estadounidense continuara hacia América Latina e incluyera todo México.
La mayor parte del Istmo de Tehuantepec es propiedad de la nación. Su deslinde por encargo del gobierno está en camino. Al terminar el deslinde, dividirán las tierras y las venderán. No dudo que los industriosos norteamericanos arribarán en masas. Removerán la tierra y sacarán a la luz del día las riquezas de las praderas fértiles y de las montañas rocosas. Convertirán esta jungla inconsciente de su riqueza en un país rico, civilizado y diligente y tal vez lo anexarán a los Estados Unidos, lo que es el anhelo ardiente de la mayoría de los estadounidenses, y constituye inclusive un plan difícilmente ocultable.49
Se refleja así que el excombatiente de la guerra por la independencia de Hungría, creía firmemente que la mejor solución sería la incorporación de México a los Estados Unidos. Curiosamente, otros exrevolucionarios húngaros con currícula similares (emigración a ultramar y adquisición de la ciudadanía estadounidense) compartían su opinión. Irónicamente, los que lucharon por la independencia de su patria contra los Imperios Habsburgo y Ruso,50 no detectaron ningún paralelo entre sus objetivos y la situación de México, y hasta vieron deseable el fin de su independencia.
Puntos de referencia: Hungría
Aparte de los Estados Unidos, Hungría también fue una referencia recurrente en los textos de László. De esta manera logró conectar lo desconocido con lo familiar, y acercar el exótico México al público lector:
Los animales domésticos son casi los mismos que hay en Hungría: reses, caballos, asnos, mulas, carneros, cabras, cerdos, perros, gatos, gallinas, pavos, patos, gansos.
El ganado bovino es similar al de Hungría, pero tiene cuernos menos grandes. Las vacas dan poca leche, en razón del tipo de raza del animal así como de una mala pastura. Una res cuesta 60-80 forintos. Si uno compra varias, el precio puede bajar a 10-14 forintos por animal, pero es imposible adquirir una vaca lechera con su becerro en menos de 40-60 forintos.
Los caballos de aquí también se parecen mucho a los caballos de Hungría, y su precio ronda alrededor de 30-400 forintos. Es decir, se compra una buena yegua por 30-40 forintos, porque los mexicanos nunca montarían en una yegua, ya que lo consideran ridículo, hasta vergonzoso y afeminado. 80-100 forintos bastan para comprar un caballo de montar confiable, pero los más bonitos se venden por 300-400 forintos.
Los borregos son muy flacos, porque no existe un buen pastadero, y cuando se trasquilan, su pelo (que no merece ser llamado lana), es de un color sucio, como de hollín, de 3-4 pulgadas de largo, burdo y enredado, como el pelo del perro pastor de la llanura de Debrecen. Crían pocos carneros porque no usan su pelo y ni siquiera a los nativos les gusta su carne, que no es de extrañarse. Los cerdos son más pequeños que en Hungría y parecerían estar entre el cerdo húngaro mangalica51 y la raza szalontai52 en cuanto a aspecto. Por lo general la gente de aquí no mejora ni a las plantas, ni a los animales, ni a ellos mismos.53
Hungría invariablemente tiene una imagen positiva en los textos. El país por el que había luchado, la patria añorada que tuvo que abandonar a la fuerza, se hizo aún más bonita para László desde la lejanía. Además, hay que tomar en cuenta que escribió para un público húngaro, que anhelaba ver a su país presentado de una manera positiva.
László fue un apasionado nacionalista. Se mantuvo en contacto con otros excombatientes de la guerra de independencia y tenía planes de volver a luchar si se presentaba la oportunidad; sin embargo, esto quedó frustrado por el Armisticio de Villafranca.54 Al esfumarse los planes de resucitar la lucha libertadora, por lo menos quiso contribuir al desarrollo de su país natal elaborando y enviando escritos sobre lugares poco conocidos en Hungría, así como consignando, junto con su socio y amigo Félix Nemegyei, dos grandes pedazos de caoba para la Academia de Ciencias Húngara, entonces en construcción.55 El cargamento, de unas 2 - 2.5 toneladas, llegó a Hungría y la madera fue utilizada para el salón de actos: “Las puertas y algunas cubiertas de las paredes fueron trabajadas con aquellos enormes bloques de madera […] que nuestro compatriota Károly László mandó desde México”.56 El edificio neorenacentista de la Academia junto al Danubio, sobrevivió la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, y la decoración de caoba mexicana en la sala principal se puede apreciar hoy en día.
László arribó a México para desempeñarse como jefe de los dibujantes de los deslindes. Más tarde, cuando los dos ingenieros principales (uno de ellos Nemegyei) fueron despedidos, dirigió los trabajos por un tiempo. Finalmente, también fue despedido, lo que él atribuyó a las intrigas internas de la Compañía J. B. Jecker. Para finales de enero de 1859, tanto Nemegyei como László se encontraron desempleados, pero en lugar de regresar a los Estados Unidos, decidieron formar su propia empresa. El contrato que hicieron para 800 toneladas de caoba en abril de 1859, se puede considerar como el inicio de su negocio de maderas finas. Tuvieron que enfrentarse con varios obstáculos, incluyendo la falta de experiencia y de buenos recursos financieros, la lentitud de las comunicaciones, el clima, etcétera, pero a pesar de todo, después de 18 meses sus ganancias alcanzaban ya una suma de alrededor de 8 500 dólares.57
Al principio vendieron madera de la cercanías del Río Tonalá, pero Welsh & Allen compraron los derechos exclusivos del estado de Veracruz para negociar con caoba desde el área del Tonalá,58 por tanto los húngaros tuvieron dos opciones: mover su negocio a Coatzacoalcos (donde la competencia era fuerte), o bien trasladarse al estado de Tabasco y empezar a vender madera desde el área del Río Usumacinta. Se decidieron por esta segunda opción y se establecieron en San Juan Bautista. En noviembre de 1863 László se mudó a la ciudad de Frontera, lo que no resultó ser muy afortunado para él, por los constantes enfrentamientos sostenidos entre el ejército liberal de Tabasco y las tropas francesas de intervención entre diciembre de 1863 y febrero de 1864, que causaron mucho daño a la ciudad.
[No mucho más tarde] en mayo de 1865, 100 franceses, 5 austriacos y 60 soldados mexicanos arribaron por mar a Frontera. Inmediatamente se dividieron en grupos pequeños, en busca del enemigo, pero no encontraron a ninguno, puesto que habían abandonado el poblado sin oponer resistencia. Se tiraron balas, que silbaron sobre mi casa, y rompieron las ramas de los frutales del jardín, pero el edificio quedó ileso. Había 5 húngaros entre los 50 austriacos: Imre Traucsák, Józseg Horváth, István Kováts, Eduard Schmidt y Ferenc Posh. […] Los húngaros se quejaron de que los engañaron. Les dijeron que no vendrían a luchar sino a mantener el orden, ya que el emperador había adquirido su trono por la voluntad de la mayoría de la población. Pero ahora tenían que batallar contra mexicanos escondidos en arbustos, bajo clima tropical, en llanuras pantanosas e insalubres, y su pago era únicamente 1/16 dólar.59
Ya en 1863 László tuvo la idea de abandonar México y ofreció vender su parte del negocio a Nemegyei por 8 000 dólares, pero su amigo la rehusó.60 Sin embargo, la lucha interna entre liberales y conservadores, así como la intervención francesa y el imperio de Maximiliano de Habsburgo en México, convencieron a László a regresar a los Estados Unidos, lo que hizo en octubre de 1865.
Aunque László se convirtió en una persona acaudalada en México, y contaba con ciudadanía estadounidense, no quiso pasar el resto de su vida en el continente americano. Aprovechó el Acuerdo entre Austria y Hungría (Ausgleich, 1867) para regresar a Europa.61 La Hungría de los 1860 fue, sin embargo, muy diferente del país que había dejado atrás en 1849. Por una parte, hubo considerables cambios económicos y sociales, y por otra, los veinte años en el extranjero embellecieron las memorias, y tendieron a ocultar los problemas. Los propios exiliados cambiaron con el tiempo y regresaron con una visión diferente del mundo, algo no necesariamente aceptado por las comunidades locales. De otra forma, aunque los exrevolucionarios pensaban regresar a casa, esto es, un lugar familiar y bien conocido, ésta había sido testigo de muchos cambios. László no superó los obstáculos de la reintegración. Después de retornar, perdió sus ahorros, y después de haber procreado cuatro hijos, su esposa lo abandonó y László murió pobre a la edad de 79 años.62
Temas
László no cambió la imagen que en Hungría se tenía sobre México, que desde el principio tendió a ser negativa, sobre todo por las traducciones de los relatos de los conquistadores. En ellos los indígenas son descritos como bárbaros y violentos y, como tales, pueblos a quienes la civilización europea traería beneficios, justificando de esta manera la presencia y conquista europea en las Américas. Las descripciones elaboradas más tarde por distintos viajeros, tendieron a reforzar este carácter inferior y mostrar a México desde una perspectiva “imperial”. Los escritos de los emigrantes húngaros de la guerra de independencia de 1848-49 entran claramente en este último grupo —a pesar de que ni Hungría ni el Imperio Habsburgo contaban con colonias de ultramar—. La importancia de los escritos de la emigración Kossuth no reside en modificar dicha imagen, sino en aumentar los conocimientos sobre México, y preparar por primera vez textos escritos directamente para los lectores húngaros, en lengua húngara.
El diario nos ayuda a comprender el funcionamiento y la organización de la compañía J. B. Jecker en México, así como los trabajos de deslinde en el Istmo de Tehuantepec y el trabajo particular para el que contrataron a László. De esta manera, describe las condiciones de su primera tarea en los deslindes, que fue recorrer la línea desde Oluta, Veracruz, hacia el cerro o volcán San Martín, en dirección norte.
Mi vestimenta para el trabajo de campo incluyó lo siguiente. Aparte de la ropa blanca, unos pantalones azules, un par de botas impermeables que me llegaban hasta las rodillas, un sombrero de paja, un chaleco y un abrigo, si bien, debido al gran calor, usé muy pocas veces los últimos dos. Por lo general hacía tanto calor —especialmente si no soplaba el viento o trabajábamos en el valle, donde no llegaba la brisa— que mi camisa chorreaba de sudor. Me la quité, la exprimí, y la sequé al sol mientras trabajaba con mi instrumento, medio desnudo, sin cambiar de lugar. Todo el tiempo colgaba en mi cuello una bolsa de cuero de ternera que había usado en los tiempos de la guerra de independencia en Hungría. Cargaba ahí mis apuntes, utensilios para comer y beber, un pedernal, un pedazo de acero, yesca, etcétera. Usaba un cinturón ancho con funda a la cadera, que tenía una pistola de seis cargas (Allen) y otra de cinco (Colt), y un cuchillo grande. Aparte de estas armas, mi rifle de dos cañones siempre se encontraba cargado en nuestro campamento, en parte para autodefensa nocturna y en parte para la caza del domingo.
Mi equipo humano constaba de las siguientes personas: un ayudante (Wilson), un cadenero principal (Schöner), un cocinero (James Clook) y 5 o 6 indios, a quienes utilicé para mover y tensar las cadenas, sostener la bandera y para abrirnos brecha y limpiar la línea de la vegetación.
En las primeras seis millas usé como instrumento el teodolito, y después el compás. Medimos con una cadena de 66 pies de largo, que se divide en 100 partes, llamadas enlaces, o links, y es equivalente a 4 roads [rods]. 80 de estas cadenas dan una milla inglesa. Todos los indios contaban con una espada corta y ancha, que llamaban machete. Con esto cortaban y limpiaban nuestra senda a través de arbustos espesos, juncales, cañaverales, etc., hasta un ancho de 4-6 pies. Los árboles más gruesos que impedían la buena visibilidad, eran cortados con las hachas, que siempre cargamos con nosotros durante los trabajos.
Utilizamos un toldo ligero de 12 pies de ancho y 12 de largo, para protegernos contra las lluvias nocturnas, el rocío y los bichos que pudieran caer de los árboles. Fijamos dos ramas en la tierra y pusimos un poste encima como soporte central. Extendimos el toldo sobre este soporte y tensamos los lados con cuerdas de cáñamo atadas a unos tubos de cobre fijados en la tierra. Así, la parte más baja del toldo quedaba a unos 4 pies del suelo. No tenía ni lados ni fondo. Abajo montamos 2 camas de armazón de varas para nosotros cuatro, separadas por un espacio de un pie. Estas camas se ubicaban a 2 pies de la superficie, ya que descansaban sobre dos brazos de ramas, metidos en la tierra. Encima de las varas hicimos nuestro lugar para dormir. El mío constaba de dos esteras, cada una doblada en dos, y una manta grande, doblada en cuatro. Utilicé una bolsa llena de cabello de maíz y algunas prendas de vestir como almohada, y otra manta doblada en dos para taparme, o en noches frías un sarape grande doblado a la mitad. Mis compañeros blancos tenían camas similares. Los indios dormían al aire libre, en el suelo. Algunos tenían una esterita o un sarape. Si llovía por la noche, se metían debajo de nuestras camas.
Construimos una plataforma de ramas para nuestros víveres, que se ubicaba a 3 pies del suelo, sostenida con estacas. Aquí amontonamos la comida en bolsas de mimbre, con lo que no la podían alcanzar las hormigas, o simplemente no les gustaba. El resto lo colgamos de una barra atravesada encima de dos ramas fijadas en el suelo. Por la noche, y en caso de lluvia incluso durante el día, cubríamos todo con esteras.
Nuestros víveres eran los siguientes. Para nuestros indios, recibimos del comité deslindador “raspado” (tortilla seca) en vez de pan, carne de res cortada del ancho de un chorizo y secada al sol (tostado), papilla de arroz, frijoles negros, café y panela (azúcar que preparan los indios de la caña, no refinada, de color amarillo oscuro) y sal.
Para nosotros, los cuatro blancos, recibimos del comité pan tostado, jamón, carne de cerdo salpresada, queso, sardinas, papilla de arroz, frijoles negros, café, azúcar, vino tinto francés, aguardiente, sal, vinagre, pimienta, etcétera. Además, tenía la autorización —similarmente a los demás jefes de grupo— de comprar cualquier cosa fresca y después rendir cuentas. Aprovechando, compré pavos, conejos, huevo, camotes, ejotes, jitomates, chayotes y otros vegetales tropicales. Nuestro cocinero preparó para todos únicamente el almuerzo. El desayuno de los indios constaba de lo siguiente. Hervían agua en una olla grande y derretían en ella un pedazo de panela (azúcar), añadiendo un poco de café molido y tostado. Entretanto cada uno de ellos preparaba su pedazo de carne de res seca (tres cuartos de libra por persona) en la brasa. Lo acompañaban con raspado o tortilla fresca y aquel café muy ligero. Para nosotros blancos, el cocinero hizo papilla de arroz o un recalentado de frijoles, preparó jamón, huevos revueltos y un buen café. Después de haber desayunado con ganas, empezamos a trabajar entre las 7 y las 8. Regresamos a nuestro campamento alrededor de las 5, y almorzamos con gran apetito. El sol salía a las 6 y media y se ocultaba a las 5 y media. Después de almorzar, a la luz de las velas, solía estudiar español o escribir cartas, sentado en mi cama, debajo de la tienda. Mientras tanto mis compañeros junto a un fuego, y los indios junto al otro, fumaban y platicaban hasta las diez. Entonces todos nos acostamos, sin dejar guardia, y nunca, ni humano ni animal nos robaron nada, con la excepción de un pavo, que fue arrastrado del árbol y matado por un animal durante la noche.63
Las líneas de arriba dan testimonio de los días ordinarios, incluyendo la vestimenta y la comida de las personas, amén de aspectos más generales, como las estructuras sociales y la división del trabajo. László muestra lo que él sintió y vio, su visión personal del pasado. Nos revela aspectos que él, como un contemporáneo de su momento, conoció. Nosotros necesariamente tenemos otro ángulo: los detalles de las vidas individuales se borran cada vez más con el tiempo, mientras conocemos el desarrollo de los eventos que afectaron aquellas vidas, pero cuyo fin muchos de los propios actores no lograron ver.
Los escritos estudiados muestran tanto a México como al propio László. Se revelan sus prejuicios, su idea de superioridad y de misión civilizadora, así como sus intereses personales como la religión y las creencias. En Hungría, donde nuestro personaje creció, convivían —y conviven— varias iglesias cristianas como la católica, la calvinista, la luterana y la ortodoxa. Su entorno familiar fue protestante y la región de su origen también lo fue; no obstante, igualmente hubo presencia de las otras denominaciones.64 Como mencioné, debido a expectativas familiares, László estudió teología calvinista para convertirse en pastor, lo que nunca hizo por preferir la carrera de ingeniero.
Los santos católicos, la decoración exuberante de algunas iglesias, la riqueza del clero, así como la credulidad e ingenuidad de algunos creyentes católicos locales, fueron temas criticados y hasta ridiculizados en sus escritos.
Yo viendo las chozas del pueblo, la gente pobre y lenta, la casa de Dios que ni se terminó y ya está en ruinas, y sabiendo que los niños no van a la escuela, que las familias viven en la miseria y que el cura gana entre 8 000 y 12 000 dólares anuales, suspiré hondo y deseé la llegada de la civilización y de la Ilustración lo antes posible.65
Viendo que la iglesia [en Chinameca, Ver.] estaba abierta, entramos. Los obreros estaban pavimentando el piso de la sacristía con ladrillos y haciendo una limpieza general de la iglesia. Consecuentemente, la mayoría de las numerosas estatuas de madera, que eran de tamaño humano y estaban pintadas de una manera realista, estaban cubiertas. Especialmente Santa María, escondida en la sacristía, estaba tan tapada que solamente logramos ver su falda con volantes que seguía la moda de las crinolinas. Por lo general, es raro encontrar pinturas en [los muros de] las iglesias de México, pero hay mucha decoración tallada. Hacen las estatuas de tamaño humano, con colores naturales y con ojos que casi pestañean, para que la gente tonta imagine a los personajes aún más reales, y así les ruegue y prodigue.66
También mostró un interés especial en los instrumentos musicales y las fiestas, tanto religiosas como no religiosas. Preparó descripciones del día de San Juan Bautista (24 de junio), de San Pedro (30 de junio), de las fiestas en Catemaco (18 de julio) en honor a San Martín, santo patrón de Acayucan (11 de noviembre), de la Virgen de Guadalupe (12 de diciembre), así como de las celebraciones del carnaval, las corridas de toros, del fandango y del día nacional de México. En 1858 detalló el día de la independencia de esta manera:
El 15 de septiembre.
[…] ya por la noche empezaron los preparativos para los festejos del 16 de septiembre, que es el aniversario de la declaración de independencia de México. Las casas estuvieron iluminadas desde la tarde hasta la medianoche. Yo, sin sospechar que algo pasaría durante las horas nocturnas, me acosté a las diez, pero a medianoche fui despertado por cañonazos, ruido de cohetes, el crepitar de las ramas quemándose, el sonido de trompetas y tambores, música y gritos de ¡viva! Al escuchar que el alboroto se iba acercando a nosotros, me levanté y me asomé por la ventana, y vi una alegre multitud marchando por la calle. Tocaba una marcha, acompañada por dos trompeteros y un soldado con un pequeño tambor. Detrás de ellos venía un grupo de personas empujando y jalando un carro [alegórico]. [Uno de sus lados] era blanco y tanto su interior como los rayos y el centro de las ruedas estaban pintados de verde. En la parte de atrás del carro había una escena iluminada. En primer plano, sobre dos banderas cruzadas, se veía el águila mexicana (un águila apoyada en una sola pata, sobre una planta de nopal, y que sostiene una serpiente, con su pico y la otra pata). Arriba del águila se podía ver el gorro de la libertad, que emitía rayos a todo su alrededor. En la parte de atrás se podía leer lo siguiente: ¡Vivan los Héroes de 1821! Todo el diorama iluminado iba colocado bajo un arco de hojas de palmera. Una niña vestida con los colores nacionales (verde, blanco y rojo) iba sentada adelante. Su cabeza lucía adornada con extensas plumas y tenía en su mano una vara larga, que apoyaba en el piso. La gente alrededor del carro —unas 200 personas— iban gritando vivas, quemando ramas y disparando sus rifles.
El 16 de septiembre
[…] por la mañana se hizo otra vez un saludo nacional (21 salvas) con los dos cañones del inválido y anclado vapor militar mexicano. A las diez un cura que vino especialmente para las festividades, celebró misa en la iglesia, en la parte recién cubierta de tejas, justamente para esta ocasión. Las salvas fueron disparadas por los cuarenta soldados colocados afuera. La música durante la misa consistió en un violín, una guitarra y un fagot. Tocaron valses, mazurcas y otras piezas en las pausas. A las doce se volvió a repetir el saludo nacional desde el vapor militar. Después hubo silencio hasta las 5 de la tarde. A esta hora trompetas y tambores anunciaron el desfile. Éste empezó desde la casa del gobernador del distrito, Francisco Zerega, y tras hacer una vuelta por las calles, terminó en una carpa temporal hecha de lona y decorada con varitas verdes, flores, el escudo nacional, etc., donde el abogado Hernández, quien había venido de Acayucan, dio un corto y entusiasmado discurso desde una banqueta hecha especialmente para esta ocasión. Al final del discurso, a las seis, el vapor militar tiró el último saludo. Entonces empezó la iluminación de la ciudad. Nuestra oficina fue iluminada con 60 velas. La aduana, el cuartel militar y el alojamiento de los oficiales tenían muy bonita iluminación. Algunos individuos lanzaron cohetes. Similarmente a la noche anterior, hubo baile y fiesta, hoy inclusive en dos lugares. Uno abajo del techado donde se ofreció el discurso, pero un fuerte chubasco corrió a la gente a las 8. El agua y el viento apagaron las velas y dejaron la ciudad en la oscuridad habitual.
El relato de László de 1863, escrito en lo más álgido de la intervención francesa es bastante diferente:
El 16 de septiembre.
El día de la declaración de la independencia de México. Los partidarios del imperio no solamente le permitieron a la gente celebrar este día con ruido y pompa, sino que ellos mismos ayudaron a que resonara aún más. Hubo cañonazos, música, procesión, discurso, fiesta, baile, y el entretenimiento más querido de los mexicanos: la borrachera y el juego de naipes apostando dinero. Están festejando los partidarios del imperio la independencia de México que le acaban de robar al pueblo, cambiándola por el yugo de Napoleón III, y también festeja el pueblo atarantado, a quien le quitaron la libertad de expresión, y todas las armas, hasta el último cuchillo. ¡Qué ironía! ¡Qué tontería, qué ceguera!
En la mayor parte de sus escritos László evitó los temas políticos, posiblemente porque tenía en mente una posible publicación en Hungría. Es interesante notar que ni aquí, ni en el resto de su diario menciona a Maximiliano o a los Habsburgo. De convicciones liberales, László estuvo en contra del imperio, y por tanto su opinión hubiera sido negativa acerca de Maximiliano, algo que no necesariamente hubiese tolerado la censura en casa. Criticar a Napoleón III en cambio fue más digerible. Esto no quiere decir que László simplemente cambiara la figura de Maximiliano por la de Napoleón III y lanzara su ira sobre él. En realidad, tenía una mala impresión del emperador francés tanto por los sucesos en Europa, es decir, por haber fallado en el apoyo del reinicio de la guerra de independencia húngara (véase Armisticio de Villafranca), así como por los acontecimientos en México.
CONCLUSIONES
“El imperio Habsburgo contó con una autoimagen multiétnica, pero fue el idioma, no la etnicidad, lo que dominó la organización de la cultura científica”.67 Lo que por una parte fue la principal novedad de los textos de László, esto es, escribir directamente en húngaro para el público en Hungría, fue también la razón principal de que esos escritos no fuesen conocidos mundialmente. Al escoger el húngaro como canal de comunicación, hizo una gran aportación a la vida cultural y científica de su país de origen; sus artículos y otros textos pudieron llegar a un público relativamente amplio en Hungría y popularizarse, pero al mismo tiempo, el autor tuvo mucha menos posibilidad de alcanzar reconocimiento internacional.68
El aislamiento de los textos escritos en húngaro es un fenómeno general, característico no solamente de las obras del siglo XIX. A finales de los 1980 y principios de los 1990, fue publicada en México la obra Anecdotario de viajeros extranjeros en México, siglos XVI-XX, que reúne en 3 tomos una lista de textos, escritos, y experiencias reales y ficticias de viajeros extranjeros. Se mencionan en ella 1 262 obras de 1 061 autores.69 No figura ningún húngaro del siglo XIX: ni Pál Rosti, ni János Xántus, ni Károly László.
La presencia de László en el istmo coincidió y rebasó la estancia del sacerdote francés, Charles Étienne Brasseur de Bourbourg, cuyas experiencias fueron redactadas en el libro Viaje por el Istmo de Tehuantepec, 1859-1860, elaborado primero en francés y traducido al español.70 Las experiencias mexicanas de László, que se encuentran en los últimos 2 tomos de su diario, cubren el periodo de 1857-1865, y tienen una extensión de más de 400 000 caracteres, sin contar espacios. Si añadimos los artículos que escribió para la revista Vasárnapi Újság, se alcanza una formidable cantidad de material. En gran parte, aspectos como la voluminosidad de su trabajo, así como el poco prestigio que otorga publicar un diario en lugar de un libro, fueron las principales razones que desalentaron a los investigadores sobre preparar una edición completa y anotada de la obra de László.71 Si bien, conscientes de su valor histórico-cultural, tendieron a citar algunas partes.72
Durante el sistema socialista en Hungría (1948-1989), los estudios acerca de emigración y comunidades o individuos húngaros en el extranjero, por lo general no fueron apoyados. Los húngaros fuera del país eran considerados sospechosos, hasta traidores, independientemente de si su migración tuvo lugar en los años socialistas, o antes, entre las dos guerras mundiales.73 Una “puerta chica” o posibilidad para los investigadores, fue indagar en la historia emigratoria de personajes revolucionarios, puesto que las revoluciones fueron fenómenos resaltados en el pensamiento marxista; esto hizo posible el estudio de la emigración Kossuth, aunque con varias limitaciones. En primer lugar, habría que tomar en cuenta que el ejército húngaro fue vencido en 1849 debido a una colaboración entre Austria y Rusia, que incluyó la presencia de tropas rusas en tierras húngaras. El estudio y la conmemoración de la revolución y guerra de independencia de Hungría (1848-49) durante los años de la Guerra Fría, eran oportunidades para recordar la intervención militar rusa del siglo XIX, lo que podría obviamente interpretarse como alusiones implícitas a los eventos de 1956 y a la presencia del Ejército Rojo en Hungría.
El 15 de marzo —fecha de inicio de la revolución— seguía siendo día nacional, pero con poco entusiasmo por parte de los líderes políticos, preparados cuidadosamente para evitar cualquier punto que pudiera ofender a la Unión Soviética. En tal virtud, la investigación de un aspecto de la emigración Kossuth podía caber entre los temas de un historiador, pero posiblemente no sería su principal línea de estudio. En segundo término, otra limitación importante para este tipo de trabajos, era que la posibilidad de viajar al extranjero en aquellos tiempos estaba seriamente restringida, haciendo difícil, si no imposible, investigar los movimientos migratorios en los lugares de destino, o sea fuera de Hungría. Una tercera dificultad era que las oportunidades de publicación eran escasas, en particular en idiomas extranjeros, con la excepción del ruso. Después de 1990, desaparecieron dichas restricciones y aparecieron nuevas, como la falta de recursos.
No obstante, investigar las actividades de la emigración Kossuth en México es deseable, ya que podría ser mutuamente beneficioso para ambos países. Traducir al español, anotar y publicar el diario junto con los artículos de László que aparecieron en Vasárnapi Újság, es una posible continuación de este trabajo. Otra alternativa, aún más ambiciosa, es cambiar el ámbito geográfico de México a América del Norte y estudiar los textos de László escritos tanto sobre sus experiencias cotidianas en México como en los Estados Unidos. Esto, de hecho, se podría extender a otros excombatientes de la guerra de independencia húngara, puesto que la gran mayoría primero llegó a los Estados Unidos y después se trasladó al Sur. Sus experiencias personales y visión individual de los sucesos de la época, así como la interacción de lo vivido y percibido en los dos países, podrían formar la base de una nueva investigación hecha desde una perspectiva interamericana.