REORGANIZANDO EL SABER
A finales de la década de 1950, el historiador Wigberto Jiménez Moreno impulsó la creación de un Departamento de Investigaciones Históricas (DIH) dentro del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) con el objetivo de incrementar la investigación histórica. En 1959, bajo la dirección del mismo Jiménez Moreno, se inauguró este nuevo Departamento que se conocería coloquialmente como “El Castillo”, porque su sede era el anexo del Castillo de Chapultepec. Durante sus primeros años de existencia, fue un centro pequeño y con una presencia reducida en el medio académico e intelectual. Cuando Enrique Florescano tomó en sus manos la jefatura del DIH, en febrero de 1971, este cobró una relevancia real dentro del ámbito académico.1 El cambio más importante impulsado durante su gestión fue la estructuración de la investigación en torno a la creación de una serie de seminarios. Los investigadores elegían en colectivo un tema, así como un programa y plan de trabajo; a cada miembro se le asignaba una tarea individual y específica dentro de lo acordado. Realizado esto, los miembros se reunían una vez por semana a discutir los avances con sus pares.2
Florescano había entrado en contacto con el sistema de seminarios mientras estudiaba su maestría en Historia Universal en El Colegio de México (1962-1964) y, sobre todo, durante su doctorado en la École Pratique des Hautes Études, institución que fue fundada con el objetivo central de promover la investigación por medio del aprendizaje práctico.3 Lo que se buscaba era fomentar la generación de nuevo conocimiento y la formación de investigadores a través del trabajo en seminarios y laboratorios.4
Los seminarios del DIH se articularon bajo la premisa de que hacía falta llevar a cabo dos tareas fundamentales dentro de la investigación histórica en México: revisar críticamente el corpus historiográfico y promover la investigación en aquellos campos y problemas que no se habían estudiado entonces.5 Con el afán de reparar estas faltas, se crearon dos tipos de seminarios. Los primeros se dedicaron a revisar la historiografía política, social y económica existente; y los segundos a explorar temáticas que habían sido relegadas a un segundo plano.6 En un principio, la organización del trabajo en torno a seminarios encontró resistencia dentro del DIH, en donde algunos de los investigadores argumentaron que el trabajo colectivo entorpecía la investigación individual.7 Sin embargo, los resultados de este modelo, materializados en una importante producción académica y una intensa formación de nuevos investigadores, fueron notables.8 Con el tiempo,
todos los investigadores terminaron participando en los seminarios hasta que estos incluso se volvieron un rasgo distintivo del Departamento.
LOS SÁBADOS DE SEMINARIO
De manera paralela a los seminarios institucionales del DIH, a finales del año de 1976, Florescano creó uno informal. Como él mismo cuenta:
En breve tiempo, lo que comenzó como charla ocasional de amigos se transformó en cita semanal imprescindible. Nos reuníamos los sábados por la mañana en una larga y luminosa sala de cristales emplomados del Departamento de Investigaciones Históricas del INAH, un convivio que más tarde se proseguía en comidas efervescentes en el restaurante El Mirador, al lado del bosque de Chapultepec. El compromiso era considerar, cada sábado, uno de los temas de actualidad, presentado por uno de los miembros del grupo, y luego escuchar el parecer de los demás.9
A estas reuniones, que llegarían a ser conocidas como el “Seminario de los sábados”, acudían individuos no solo de muy distintas edades,10 sino provenientes de diversas tradiciones intelectuales, instituciones y disciplinas académicas. Asistían historiadores como el propio Florescano, Alejandra Moreno Toscano, Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer; antropólogos como Guillermo Bonfil Batalla y Arturo Warman; economistas como Rolando Cordera y José Blanco; sociólogos como Pablo González Casanova y Julio Labastida; literatos o estudiosos de la literatura como Adolfo Castañón, José Joaquín Blanco, Antonio Alatorre, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco; científicos “duros” como Luis Cañedo, Eugenio Filloy, Julio Frenk, Cinna Lomnitz, Daniel López Acuña y José Warman; filósofos como Carlos Pereyra y Luis Villoro; la musicóloga Yolanda Moreno Rivas y el politólogo José Luis Reyna.11
Los asistentes del Seminario compartían una serie de elementos que fueron los que finalmente sentaron las bases para la configuración de una red intelectual que sucesivamente colaboraría en diversos espacios.12 A su vez, estos elementos definieron una forma particular de generación de conocimiento y nociones singulares de cómo difundirse. Estos personajes habían crecido durante el periodo de estabilidad política y desarrollo económico que vivió México a partir de 1940, un periodo caracterizado por la migración del campo a la ciudad, el crecimiento demográfico y la industrialización. Los integrantes del Seminario organizado por Florescano se habían desarrollado bajo el influjo de este periodo de desarrollo y pertenecían a las novedosas clases medias. Su fuerte presencia en el seno de la sociedad, y su nueva capacidad económica, les habían garantizado, entre otras cosas, el acceso a la educación. Prácticamente todos los asistentes al Seminario de los sábados habían realizado estudios universitarios y muchos contaban con posgrados —cursados lo mismo en México que en el extranjero. Eran herederos de la expansión y diversificación de la educación superior iniciada en los años cuarenta.
En México, la educación de masas, y particularmente la universidad de masas, trajo la profesionalización del trabajo académico y posibilitó el surgimiento del académico profesional como un nuevo actor social. Los asistentes al Seminario de los sábados que eran de mayor edad inauguraron en estas universidades la posibilidad de vivir del trabajo académico, dando clases e investigando. Los más jóvenes llegaron a integrarse a un ambiente en el que la universidad ya era una forma de vida. Así, este grupo de personas se encontraba sumergido en la dinámica de la investigación rigurosa y las publicaciones académicas, algunos incluso habían publicado obras especializadas que ya entonces eran consideradas canónicas en sus campos de estudio.13
Pero además de los pasillos de la academia, un espacio de reunión del grupo que fue especialmente significativo fue La Cultura en México, el suplemento de la revista Siempre!14 Este suplemento, bajo la dirección de Carlos Monsiváis inaugurada en 1972, incorporó al equipo editorial y de redacción a varios de los participantes del Seminario de los sábados tales como Héctor Aguilar Camín, Adolfo Castañón, José Joaquín Blanco, Rolando Cordera y Carlos Pereyra. Como se verá, esta sería una experiencia fundamental para que el grupo tuviera conocimiento de las implicaciones de emprender el proyecto de una publicación periódica.
No obstante, el punto de unión más fuerte entre estos historiadores, antropólogos, sociólogos, literatos y demás asistentes del Seminario de los sábados era la experiencia del movimiento estudiantil del 68 y sus repercusiones. El movimiento estudiantil que había culminado con una represión desmedida por parte del gobierno trajo para este grupo de personas el sentimiento de que era necesario repensar la realidad nacional.15 Lo que había sucedido en el año del 68 para estos jóvenes que crecieron con las ventajas de la estabilidad económica y política de México era inexplicable. En palabras de Héctor Aguilar Camín:
[…] es la fecha de arranque de la nueva crisis de México; ahí se abre un paréntesis (que dura hasta hoy) de un país que perdió la confianza en la bondad de su presente, que dejó de celebrar y consolidar sus logros y milagros para empezar toparse todos los días, durante más de una década, con sus insuficiencias silenciadas, sus fracasos y sus miserias. Salvo por las anticipaciones paranoides de la autoridad, la del 68 no fue una crisis estructural que pusiera en entredicho la existencia de la nación; fue sobre todo, y ha seguido siéndolo, una crisis política, moral y psicológica, una crisis de convicciones y valores que sacudió los esquemas triunfales de la capa gobernante; el anuncio sangriento de que los tiempos habían cambiado sin que cambiaran las recetas para enfrentarlos.16
Esta crisis consistía, básicamente, en una incertidumbre generalizada. Por un lado, no se sabía hacia dónde se dirigía el país, cuál era su futuro. Por otro lado, no se entendía en qué punto se estaba, no se comprendía el propio presente: ¿Cómo podía ser un mismo país este que era sede de las Olimpiadas y que, al mismo tiempo, derramaba la sangre de sus jóvenes?17 El 68 fue el inicio de una etapa de cuestionamientos que desató la búsqueda de respuestas, soluciones y medios para satisfacer las nuevas necesidades intelectuales de la sociedad mexicana.
José Joaquín Blanco, uno de los principales participantes del Seminario y más tarde de la revista Nexos, afirma: “hubo un enojo enorme ante las matanzas, no fue tanto una reflexión sesuda sobre las relaciones culturales o económicas, todo empezó con la ira ante el autoritarismo y las matanzas”.18 En este contexto nacional e individual, estos jóvenes se decidieron a pensar los problemas que aquejaban al país con el ánimo de encontrar una respuesta colectiva a la situación presente.
En el Seminario se discutían temas de toda índole, generalmente relacionados con la investigación que cada uno de los individuos se encontraba realizando, aunque en ocasiones también se solicitaban participaciones especiales sobre un tema particular.19 Debido a la pluralidad entre los participantes, los problemas estudiados no se reducían a alguna disciplina o tendencia intelectual.20
EL PROYECTO
Pronto surgió la necesidad de materializar los resultados de esta experiencia de intercambio en un nuevo proyecto: una publicación periódica.21 Como señala Florescano: “cada semana, en el Castillo, el grupo fijaba un tema conforme la coyuntura lo demandaba y alguno de nosotros lo desarrollaba. Si no había alguien en el grupo que lo pudiera desarrollar, se invitaba a alguien y después se abría la discusión. Así nació la revistaNexos”.22 La revista quería cumplir con el propósito de difundir las ideas trabajadas en el Seminario, pero también para llenar un vacío que existía en el panorama cultural mexicano.
En los años que siguieron al movimiento estudiantil del 68 y a la represión del 10 de junio de 1971, el periódico Excélsior dirigido por Julio Scherer, se constituyó como uno de los más importantes medios críticos. A lo largo de estos años, el gobierno había tolerado la existencia del periódico. Sin embargo, para 1976 las cosas cambiaron y tuvo lugar lo que se conoce como el “golpe a Excélsior”, una represión por parte del gobierno. Varían las versiones sobre los motivos de esta represión por parte del gobierno al diario dirigido por Julio Scherer. Empero, el resultado fue contundente: Scherer se vio obligado a abandonar, junto con un amplio equipo de editorialistas y reporteros, las instalaciones y la dirección del diario para no volver jamás.23 A raíz de esto, Scherer y otros importantes antiguos colaboradores de Excélsior como Manuel Becerra Acosta, quien era subdirector, y Octavio Paz, director del suplemento Plural, fundaron nuevos espacios mediáticos e intelectuales. A finales de 1976, Scherer creó la revista Proceso y Paz la revista Vuelta. Becerra Acosta fundó el periódico unomásuno en 1977.
Si bien en Nexos no había nadie que hubiera sido afectado directamente por el “golpe a Excélsior”, su primera publicación en 1978 puede ser considerada como parte de los medios críticos que aparecieron tras la represión ejercida desde el Estado. Compartía con ellas el interés de enfrentarse a la cultura oficialista y proponer una visión crítica del país. Como bien señala Ignacio Almada Bay, Nexos buscaba:
[…] de alguna manera llenar —en áreas de especialidad— el vacío dejado por la expulsión de Julio Scherer y su equipo de colaboradores de Excélsior y el fin de un diario independiente, cuya existencia había confirmado que era posible ir más allá de las tragedias del 2 de octubre de 1968 y del jueves de Corpus de 1971, que formábamos parte de un país vivo, un país que no estaba fatalmente condenado entre la apatía y la compasión como coartadas.24
Héctor Aguilar Camín coincide en tanto plantea que la crisis en el periódico Excélsior generó el espacio posible para la propagación del mundo universitario, periodístico y académico que se había gestado a partir del movimiento de 1968.25
Este proceso coincidió, paradójicamente, con la percepción de que la vida cultural y política comenzaba a abrirse a la participación de nuevos actores como la revista Nexos. Aguilar Camín argumenta que: “el espíritu de reforma política aquellos años fue el telón de fondo y la condición de posibilidad pública de aquellas fundaciones periodísticas y culturales”.26 Tras la candidatura única de José López Portillo en las elecciones de 1976, en el contexto de una grave crisis económica y la radicalización de un sector de la izquierda, el régimen del PRI se había visto obligado a emprender un proceso de apertura que cristalizó en la Reforma política de 1978. Con ella, se permitió la inclusión de nuevos actores al juego político, y esto tuvo su correlato en la ampliación de actores en el campo cultural. En este contexto, los miembros del Seminario de los sábados decidieron fundar una revista con objetivos que respondían de manera directa a lo que sucedía en el país.
El más inmediato consistía en crear un espacio en donde poder difundir para un público más amplio los resultados del trabajo de investigación y análisis realizado en el Para hacerlo, los creadores de Nexos tenían muy claro que las ideas discutidas en el Seminario tenían que trascender el lenguaje de la Academia: había que “traducirlas” para que abandonaran los cubículos y estuvieran al alcance de lectores no especializados. Como plantea Luis Miguel Aguilar:
Nexos surge de la confluencia de un grupo de intelectuales, académicos, periodistas y escritores para llevar el conocimiento que se generaba en los cubículos e institutos de investigación a un público más amplio. Era como un ejercicio de “traducción”: “traducir” el lenguaje especializado o de cubículo, el de las jergas académicas, a un lenguaje que pusiera el conocimiento en los puestos de periódicos y en los locales cerrados.27
No se trataba solamente de difundir sus ideas sino de que estas actuaran sobre la realidad, lo que precisaba generar ideas propositivas basadas en diagnósticos analíticos y críticos de la realidad.28 Como recuerda Aguilar Camín, surgía por un genuino afán de los miembros del Seminario por participar en el debate sobre la nación.29 O, en palabras de Luis Miguel Aguilar, “[…] no solo se trataba de responder al contexto histórico, sino de crear, o contribuir a crear, un propio contexto histórico”.30 Para hacerlo se propusieron fundar una publicación novedosa, tanto en su contenido como en su forma.
LA APARICIÓN DE NEXOS
La revista Nexos. Sociedad. Ciencia. Literatura apareció por primera vez en enero de 1978 con un equipo de Redacción y un Consejo Editorial conformado casi por completo por participantes del Seminario de los sábados. El director era Enrique Florescano y en la redacción estaban Héctor Aguilar Camín, Adolfo Castañón y Julio Frenk. El Consejo Editorial estaba dividido en tres secciones: “Sociedad e Historia”, “Ciencia” y “Literatura y Artes”.31 La primera la integraban Guillermo Bonfil, Pablo González Casanova, Lorenzo Meyer, Alejandra Moreno Toscano, Carlos Pereyra, José Luis Reyna, Luis Villoro y Arturo Warman. La segunda, Luis Cañedo, Eugenio Filloy, Cinna Lomnitz, López Acuña y José Warman. La tercera, Antonio Alatorre, José Joaquín Blanco, Carlos Monsiváis y Yolanda Moreno Rivas.
La revista, en un inicio, recibió cierto apoyo material de parte Manuel Moreno Sánchez, un importante político miembro del Partido Revolucionario Institucional y posteriormente Partido Social Demócrata (PSD), padre de Alejandra Moreno Toscano y, por tanto, suegro de Enrique Florescano.32 Moreno Sánchez les prestó una casa que tenía en Prado Norte (número 450) en las Lomas de Chapultepec, en donde pudieron instalar las primeras oficinas de Nexos. Esta casa había sido ocupada previamente por el periódico unomásuno, mismo que también había apoyado Moreno Sánchez.33 Por otro lado, la revista logró hacerse de financiamiento a partir de venderle publicidad a fuentes tanto privadas como estatales. Sobre todo se anunciaban editoriales, otras publicaciones culturales, instituciones académicas, galerías de arte, entre algunas empresas más grandes como Altos Hornos de México, y Don Pedro-Domecq. Los anuncios gubernamentales eran de algunas de sus dependencias culturales, como el Instituto Nacional Indigenista, el Archivo General de la Nación, Instituto Nacional de Bellas Artes-SEP, entre otras como la Secretaría de Hacienda, el Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores y el Departamento de Pesca.
La revista Nexos empezó a ser impresa en la Imprenta Madero, la cual fue fundada a principios de la década de los cincuenta por Tomás Espresate y Eduardo Naval, quienes también eran dueños de la Librería Madero. En ella trabajaron personajes fundamentales en la renovación del diseño y la edición mexicana.34 Esta imprenta tiene una importancia fundamental en la historia del diseño en México por sus propuestas, entre los que destacan los barridos de color, el uso de obras de artistas famosos y de fotografías de alto contraste, así como el uso de troqueles o suajes y dobleces de papel. Su lugar en la historia intelectual también es central por la serie de proyectos culturales que allí se materializaron: editorial ERA, La Cultura en México, Nexos, por solo mencionar algunos.35 El encargado de realizar el diseño de Nexos fue Bernardo Recamier, el cual diseñaba desde 1974 La Cultura en México en lugar de Vicente Rojo. En este sentido se estableció una continuidad entre ambas publicaciones no solo en términos del equipo y estilo editorial, sino también en la propuesta visual. El mismo Recamier reconoce esto y dice haber retomado elementos del suplemento dirigido por Monsiváis tales como el uso de imágenes eróticas y juguetonas en las páginas de Nexos. 36 En esto coincide Luis Miguel Aguilar, que además apunta: “ambas publicaciones compartían algo más: la voluntad editorial de ponerles a los artículos cabezas imaginativas, incluso juguetonas y paródicas”.37
Se buscó un formato que se alejara de las revistas culturales mexicanas existentes en el momento.38 Se decidió que Nexos se imprimiera en papel periódico, a dos tintas y en formato tabloide. Como recuerda José Joaquín Blanco, parecían “periódicos grandes”.39 El formato tabloide desapareció tras ser utilizado un año pues en los centros de venta se doblaba y caía por sus dimensiones. Almada Bay dice: “se caía en los estantes de Sanborns, no había manera de sostener la revista con ese formato”. Por su parte, Luis Miguel Aguilar explica:
[…] a los pocos números se vio que ese formato era impracticable: la publicación se doblaba o vencía tanto en los puestos de periódicos como en los locales cerrados, y hubo que modificarle el formato sobre la marcha. Empezó por doblarse a la mitad, reduciéndole la portada y poniéndosela en uno de los dobleces del formato tabloide, para que tuviera sostén a la hora de exhibirla, y luego derivó en el más practicable tamaño carta que aún ahora conserva después, claro, de muchas variaciones: de la impresión a dos tintas y papel de poco gramaje a portada en color, papel bond con más gramaje, papel couché, toda en color, etcétera.40
En el número 13 (enero de 1979) adoptan el tamaño carta, el cual sigue siendo usado hasta el día de hoy.
La idea de iniciar Nexos en formato tabloide la tomaron sus fundadores de The New York Review of Books (o NYRB). De esta publicación bimensual estadounidense, además, tomaron otra idea central. La NYRB se caracterizaba por la publicación de reseñas de novedades editoriales bajo el planteamiento de que estas eran una forma de escritura, con rigurosos requerimientos intelectuales y estilísticos, que debían asemejarse al ensayo crítico y no al comentario. Nexos se origina bajo la idea de hacer lo mismo.41 Jean Meyer escribe al respecto:
Enrique Florescano fue el primero de todos nosotros en leer la New York Review of Books; me enseñó a leerla y no he dejado de hacerlo hasta la fecha, con mayor provecho. Enrique nos decía que México necesitaba de semejante revista. […] Su proyecto, proyecto compartido por el grupo amistoso que había informalmente formado, era académico —para no decir científico, pero se vale decir científico— a la vez que político; científico porque pretendía, al estilo de la NYRB, hacer progresar el conocimiento por el conducto de las reseñas de libros. Político, al estilo de la misma NYRB, porque el conocimiento es liberal y lleva a la libertad, protege, consolida la libertad adquirida, conquistada u otorgada.42
La NYRB había publicado su primer número en febrero de 1963 con la idea de llenar un vacío en el mundo del periodismo estadounidense: el de las reseñas críticas frente a los “dulces y blandos elogios que caen por todas partes a la escena” y las reseñas emanadas de una “actitud acomodaticia”.43
Bajo la edición de Barbara Epstein y Robert Silvers, se apostó por pedir a personas especializadas dar su punto de vista acerca de los libros de reciente publicación. Las reseñas escritas tenían que ir más allá del simple comentario y en sentido estricto ser verdaderos ensayos interpretativos escritos con rigor académico aunque con un estilo más ligero.44 La propuesta encontró eco en un grupo con intereses académicos como el que había ideado Nexos. El equipo del Seminario de los sábados quiso imitar la propuesta de la NYRB porque consideraba fundamental difundir de manera crítica aquello que se publicaba en el mundo de la academia. El modelo de reseñas-ensayo era una gran opción para cumplir con este objetivo que se habían planteado. Bajo la dirección de Florescano, se destinaron la mayor parte de las páginas de Nexos a reseñas de publicaciones de toda índole y sus distintas secciones quedaron conformadas y articuladas bajo esta lógica.
“Minimalia”, una de las secciones, adoptó cabalmente el modelo de las reseñas-ensayos de la NYRB. Los artículos de esta sección eran firmados y se ocupaban de reseñar uno o varios libros. La sección “Pie de página” también estaba conformada por reseñas, pero estas eran realizadas por el equipo de la redacción y generalmente no se firmaban.45 El propósito de la sección era informar sobre las novedades del mundo editorial y las reseñas no eran tan detalladas ni metódicas como en las páginas largas de la revista, sino que incluían solo la información básica de las obras.46
También se creó una sección llamada “Por entregas” con el original propósito de reseñar revistas.47 En esos años, dependencias del gobierno y universidades tenían diversas publicaciones periódicas de las cuales Nexos quiso ocuparse, por lo que publicó reseñas de revistas en general o de números específicos.48 Esta sección resulta fundamental para entender la manera en que Nexos surgió en diálogo con el campo de las publicaciones periódicas del momento en México.
Se dedicó una sección especial a los textos que no fueran reseñas: “Cabos sueltos”. Esta columna tomó su nombre de una sección del periódico La libertad de Justo Sierra, el cual era estudiado en aquel entonces por Adolfo Castañón, miembro del Seminario de los sábados.49 En esta sección se trataban diversos temas de actualidad, aunque también se publicaron cuentos y poemas. En un principio se aprovechó el formato tabloide para que esta recorriera la parte inferior de varias páginas y así pudiera ocuparse de varios temas en un mismo número. A partir del número 45, tras haberse adoptado el formato tamaño carta, se decidió que todos los números abrirían con “Cabos sueltos”.50 Como lo demuestran “Cabos sueltos”, y algunos otros textos, Nexos en realidad nunca se limitó a publicar reseñas.51 Sin embargo, con el paso del tiempo, el equipo de redacción empezó a caer en cuenta de que no bastaba acercarse a la realidad mediante la reseña de libros y revistas, y los ensayos fueron cada vez más predominantes.
Una característica se mantuvo presente: fueran reseñas o ensayos,Nexos era un espacio de entrecruzamiento entre los distintos saberes. Como lo indicaba su propio nombre y el subtítulo que lo acompañaba, era una publicación que buscaba construir nexos entre las distintas ramas del conocimiento humano. Como Adolfo Castañón indica, esto se buscó desde un principio: “se quería que la revista fuese multidisciplinaria y que combinara una profundidad teórica en los diversos ámbitos con un pasable registro de la actualidad mexicana, latinoamericana y, por supuesto, mundial”.52 La “Editorial”, aparecida en el primer número, también lo decía claramente:
[…] nexos quiere ser lo que su nombre anuncia: lugar de cruces y vinculaciones, punto de enlace para experiencias y disciplinas que la especialización tiende a separar, a oponer incluso. Aspira a ser un foro donde se expresen los problemas de la ciencia y la tecnología, la investigación económica y social, el ensayo literario, la historia y la realidad política.53
Es cierto que el golpe a Excélsior había resultado en una multiplicación de revistas y que existía como importante antecedente el suplemento La Cultura en México, pero Nexos apareció como algo radicalmente distinto a todo ello en tanto no solo buscó hacer dialogar al conocimiento académico con un público más amplio, sino que también quiso hacerlo dialogar consigo mismo. José Joaquín Blanco recapitula al respecto:
En esa época no escaseaban revistas y suplementos culturales y académicos, pero se tendía no solo a la especialización sino al marginamiento […]. Sin menoscabo del cultivo profesional de cada campo, urgían puentes, comunicaciones, trasvases, reacciones y contaminaciones entre los diversos trabajadores de la cultura y sus productos.54
Nexos, como lo había hecho originariamente el Seminario de los sábados, logró agrupar colaboradores provenientes de distintas disciplinas para abordar temas desde una visión multidisciplinaria. Esto se organizó asignando a diversos encargados para cada una de las divisiones disciplinares de Sociedad. Ciencia y Literatura.
Los creadores de Nexos creían que a partir de la década de los cincuenta se habían dado una serie de importantes transformaciones en México que habían hecho que la cultura hegemónica, que ellos denominaban “la cultura literaria”, entrara en crisis. Estos cambios tenían que ver con la crisis económica, pero también con “las fuertes tensiones que crean la explosión demográfica y la “modernización” capitalista, la dependencia científica y tecnológica, la urbanización deforme y la marginación social de millones de seres, el influjo neocolonial de los medios de comunicación, la ruptura de la sociedad tradicional y el surgimiento de una sociedad de masas subdesarrollada.”55 En suma, la realidad mexicana era más compleja y “sus contradicciones y sus puntos de fricción” cada vez mayores. Eso hacía inminente construir una nueva cultura que pudiera aportar explicaciones que respondieran a esta nueva realidad.56
A tono con su actividad en el Seminario de los sábados, para los fundadores de Nexos, los discursos que podrían explicar el país no provenían ya del ámbito literario, sino del académico. Entonces, Nexos buscó acercarse a la realidad desde las distintas disciplinas aprendidas en las aulas universitarias, y no desde el ensayo literario que había caracterizado a esa llamada “cultura literaria”.57 Se posicionaron en oposición a los escritores que a su parecer habían dominado el campo cultural mexicano. En contra de las explicaciones de México construidas por literatos, los creadores de Nexos se propusieron generar conocimiento con rigor académico. “Juzgamos limitado, o inútil, diseñar un proyecto cultural que no incluya en su perspectiva los desafíos y el análisis de la realidad social a que pretende dirigirse”, declaraban.58
En congruencia con esto, Nexos incluyó en sus páginas, además de reseñas, artículos y transcripciones de mesas redondas con especialistas sobre los temas de actualidad más relevantes. Bajo la lógica de la multidisciplina que también se había heredado de las discusiones del seminario informal organizado por Florescano, durante los primeros años se encuentran en la revista lo mismo una mesa redonda sobre energía nuclear (“Temas y voces de la energía nuclear”) que artículos sobre el campo mexicano (“No todo el campo es orégano. Panorama de la lucha campesina 1978-1979” de Alfredo Camhaji), o sobre política internacional (“El proyecto de Reagan” de Luis Maira).59
Estas serie de publicaciones concordaban con los temas que desde el primer número habían planteado los integrantes de la redacción que serían aquellos propios de la revista:
El petróleo o la reforma política, la inflación y la quiebra financiera del Estado, la urbanización y las colonias populares, los giros ideológicos de la cultura popular por la penetración de los medios masivos o los muy amplios sectores de la clase media que se precipitan en un mercado de best-sellers, muebles provenzales, música instrumental, cultos esotéricos o astrológicos. En fin, la clausura de todo resquicio democrático en varios países de América del Sur, la remodelación fascista de la dependencia, las brechas de la opulencia y la miseria; el horizonte de un largo, impredecible, periodo de sujeción científica y tecnológica entre un puñado de países líderes y el resto del mundo.60
Esta serie de temas eran vistos no solamente como objetos de estudio, sino como una manera de crear la realidad a la cual los creadores de Nexos aspiraban.61 Dicho de otra forma: no se estudiaban solo con la finalidad de obtener cierto conocimiento sobre la realidad, sino también pata actuar de manera directa sobre ella.
Es importante considerar que la agenda que Nexos plantearía desde muy pronto, y la manera en la cual quería participar de la vida pública por medio de ella, asumía su inclinación con las ideas de izquierda.62 Los propios miembros de la revista se designaban a sí mismos de esta manera y, por lo menos en los primeros años este fue un rasgo que Nexos quiso acentuar en sus contenidos y a través del cual le interesaba ser reconocido en el campo cultural mexicano, en especial frente a la revista Vuelta de Octavio Paz.63 Héctor Aguilar Camín recuerda:
Nexos no nació de un proyecto político política ni tuvo un liderato dominante. Tampoco respondió a una ideología. Pero nació en los terrenos y dentro de las coordenadas de la izquierda. Su diversidad se dio durante muchos años dentro del cuadrante de la izquierda. Cualquiera que conozca la izquierda mexicana de aquellos años sabrá que decir esto equivale a decir perspectivas, sensibilidades y trayectorias no solo divergentes, sino a menudo irreconciliables. La revista era tácitamente “de izquierda”, como opuesta a la revista “de derecha” que había sido Plural y era Vuelta.64
José Joaquín Blanco incluso plantea que el discurso de “izquierda moderada” de Nexos fue lo que más incidencia tuvo en el público. La razón de esto, para él, es que se logró estructurar un discurso moderado de izquierda durante años de guerrilla y radicalización, y al mismo tiempo hacer “cierta crítica civilizada, no muy beligerante, a los proyectos oficiales”.65
REFLEXIONES FINALES
En enero de 2018, con motivo de celebrar sus cuarenta años de existencia, la revista Nexos convocó a 96 autores frecuentes de la revista, provenientes de distintas generaciones, a que escribieran un breve ensayo en el cual analizaran el presente de México y esbozaran sus ideas sobre el país del futuro. Algunos de los autores que participaron habían sido miembros del Seminario de los sábados y colaboraron desde un inicio en Nexos, pero muchos otros no habían nacido siquiera cuando la revista fue fundada.66 Mucho ha cambiado desde 1978, el año en que apareció Nexos, aunque la revista mantiene algunos de los elementos que la caracterizaron desde un inicio: ciertos personajes del grupo fundador, varias de sus secciones y, sobre todo, un discurso periodístico en diálogo con la academia y un ánimo por incidir en las problemáticas del país.67 El caso de Nexos reafirma que las revistas son artefactos culturales que no se mantienen estáticos, sino que cambian a lo largo del tiempo y del espacio. Las posibles permanencias (nombre de la revista, formato, algunos autores) no niegan los cambios. Es importante prestar atención a las distintas sociabilidades que una misma revista puede generar a lo largo del tiempo.