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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.77 Michoacán ene./jun. 2023  Epub 02-Jun-2023

 

Reseñas

GONZÁLEZ REYES, Gerardo y Magdalena PACHECO RÉGULES (coords.), La religiosidad popular en México: una visión desde la historia, México, Universidad Intercontinental, 2019, (Serie Religiosidad Popular desde sí misma, núm. 3), 189 pp.

Harald U. Jaimes Medrano1 

1Instituto de Investigaciones Históricas

GONZÁLEZ REYES, Gerardo; PACHECO RÉGULES, Magdalena. La religiosidad popular en México: una visión desde la historia. 2019. Universidad Intercontinental, México: 189p.


La religiosidad popular en México: una visión desde la historia constituye una compilación de diversas disertaciones que se elaboraron teniendo como eje conductor el concepto de religiosidad popular y su desarrollo dentro de la historiografía cultural en México. La obra es el resultado de una investigación interdisciplinar que busca profundizar en las prácticas, ritualizaciones y tradiciones del acervo cultural religioso mexicano; además, aborda a los diferentes actores y su papel dentro de las celebraciones religiosas, e indaga, por el sistema de cargos y mayordomías, el proceso de hibridación y las numerosas identidades culturales que han surgido como elementos sincréticos en la particularidad de la religión católica en el país.

De esta manera, el libro que aquí se reseña —la tercera publicación de cuatro que conforman el proyecto interinstitucional— hace parte de un compendio de saberes articulados en distintos eventos académicos desarrollados en la Universidad Intercontinental, con el propósito de dar a conocer los diferentes enfoques existentes en la complejidad temática que refiere a la religiosidad popular.

El resultado de este volumen es un análisis desde diversas disciplinas, pues los autores y las autoras responden a la temática de acuerdo con su campo investigativo. En el balance general de la obra confluyen los saberes de etnohistoriadores, historiadores e historiadoras, quienes realizan un acercamiento a la realidad del país en diferentes periodos de tiempo, teniendo como referente el fenómeno religioso como cohesionador social que entreteje los rituales de la cotidianidad en un entramado festivo de carácter sincrético, en el que se yuxtapone el binomio sagrado y profano.

De esta manera, a lo largo del libro se identifica el compendio de creencias establecidas en el marco del ciclo festivo religioso mexicano, que tiene sus particularidades fundadas en el periodo colonial novohispano, en el cual las celebraciones locales se mezclaron con las manifestaciones rituales de la liturgia católica,1 lo que desencadenó en el surgimiento de las expresiones propias de la religiosidad popular.2 Es así como la particularidad de la religiosidad popular en México está dada en la colectivización de las creencias, tal como lo plantea François Houtart, al afirmar la existencia de una objetivación de lo sobrenatural, de un tiempo escatológico en el que se enmarcan celebraciones.3 En efecto, el santoral y las diferentes advocaciones ratifican la conciencia social que se complejiza con las dinámicas propias de la cultura local de cada una de las creencias de la población.

En este orden de ideas, el primer capítulo del libro, titulado “La religiosidad popular: conceptualización clásica y conceptualización charteriana. Una revisión desde la historiografía”, hace referencia al concepto de religiosidad popular. Su autor, Antonio de Jesús Enríquez Sánchez, establece que el debate que se ha generado en torno al concepto, obedece a los múltiples significados que ha merecido la expresión popular. Para abordar su línea de análisis, toma como referencia la veneración al compendio cristológico por parte de la población del valle de Ixtlahuaca durante el siglo xix, mediante la cual arguye que la noción del término popular es compleja e inoperante para tratar la creencia de la generalidad de la población, pues con frecuencia se ha referido a las clases menos favorecidas, con dificultades económicas, además de analfabeta, desconociendo que en sí misma la creencia religiosa sobrepasa los límites de esta división social.

Enríquez Sánchez señala que el debate debe centrarse no en la religiosidad, sino en el término popular, pues su connotación es multidimensional, compleja y enmarca un compendio de factores que refieren a una generalidad. De esta manera, para dar cuenta del concepto, analiza e interpreta las disertaciones realizadas por Roger Chartier en su obra Sociedad y escritura en la Edad Moderna,4 en la que se indica que existe una prefiguración de la noción misma de lo que se concibe como popular, que surge a partir de la dicotomía entre las clases dirigentes, lo que se entiende por culto en una época determinada y aquello que le es opuesto, es decir, el vulgo, lo común.

En efecto, para el autor, la designación de la religiosidad popular está dada por el reconocimiento que hace el alto clero de lo que es diferente, pero esta aceptación de la otredad da como resultado una interrelación fluida entre el dogma litúrgico y la creencia de la población, sin importar la condición económica o social de esta, lo que ocasiona la fluctuación de los saberes, rituales y manifestaciones culturales de la fe, como en el caso de la devoción a los cristos en el valle de Ixtlahuaca.

Sobre esta misma línea de estudio se encamina la propuesta de Gilberto León Vega, “¿La tortilla como corpus Christi? El sacramento de la comunión entre los nahuas del centro de México, según las fuentes etnohistóricas del siglo xvi”, en la que otorga una nueva perspectiva al conocimiento historiográfico sobre la importancia de elementos propios de la cotidianidad, como la tortilla, en la evangelización y la adaptación del dogma religioso en la comunidad nahua durante el siglo xvi.

El autor hace un exhaustivo análisis de los textos realizados por fray Bernardino de Sahagún para identificar las estrategias de evangelización de los franciscanos; además, mediante el estudio de la significación de elementos de especial importancia para la comunidad nahua, aborda los procesos de hibridación cultural que se permitieron en la consolidación del culto cristiano de los pueblos originarios.

En concreto, León Vega analiza la carga simbólica que otorgaron los nahuas a la tortilla, atribuyéndole connotaciones propias de la creencia católica y yuxtaponiendo la sacralización en elementos de tipo cotidiano. Asimismo, destaca un proceso de transculturación que se hizo en las comunidades a partir de la adaptación de las creencias del nuevo mundo, lo que permitió una reelaboración en el modo de aceptar y de expresar la fe cristiana.

El aporte principal del texto indica que los frailes franciscanos, con anuencia de la Iglesia católica, permitieron algunas concepciones culturales de los nahuas del centro de México en la apropiación religiosa dentro de la predicación cristiana. El autor señala que esta particularidad en el modelo de evangelización fue característica de la colonización de toda la Nueva España, pues fue más sencillo para la institución eclesiástica la creación de símbolos análogos en el afianzamiento de la creencia.

Para reafirmar este postulado, León Vega toma como referencia el proceso de transculturación de Tonatiuh con Jesucristo, reafirmado la creencia en la deidad del sol, pero adaptada al cristianismo, explicando la importancia, y la pronta aceptación, de la festividad del corpus Christi en la comunidad nahua, por su estrecha relación ritual con los dogmas preexistentes a la llegada de los españoles. De esta manera, el autor encamina su análisis a la referencia nahua del tonacayotl, que refiere al maíz como elemento sagrado de subsistencia para los mesoamericanos y su relación cercana con la hostia del ritual católico.

Destaca entonces un marco común de significación en objetos y símbolos análogos, como la tortilla y la hostia o Tonatiuh y Jesús, en el proceso de hibridación cultural que se dio tras la evangelización de los nahuas. Su estudio resulta interesante en la medida en la que ejemplifica acertadamente el entramado de la religiosidad popular desde sus orígenes, tras el intercambio cultural de los nahuas con los españoles.

Para profundizar más al respecto, el tercer capítulo, titulado “Meditaciones y ofrecimientos a la pasión de Nuestro Señor Jesucristo delante de su imagen, por los nueve coros de los ángeles para la devoción de los peregrinos de Chalma, siglo xvii”, de Magdalena Pacheco Régules, se dedica a establecer la importancia de los novenarios y las oraciones en la consolidación de la religión en el virreinato de la Nueva España. La autora realiza un exhaustivo análisis de las meditaciones redactadas por Francisco de Florencia, en el siglo xvii, para identificar los matices de la religiosidad popular en los peregrinos de Chalma.

Esta investigación permite identificar la afluencia que se tenía al santuario de Chalma desde el siglo xvi, y explica cómo, aunque las oraciones y las meditaciones eran de uso exclusivo para los frailes agustinos, se hicieron de conocimiento a los asistentes a las romerías para acentuar las conductas poco tradicionales que se efectuaban camino al templo; de hecho, Pacheco Régules establece la importancia de los novenarios en el culto aun cuando la mayoría de sus asistentes no supieran leer ni entendieran el contenido de las jaculatorias.

Por su parte, Iván Romero Torres, en su texto “Usos, abusos y costumbres en torno a la ‘superstición’ indígena en el Arzobispado de México, segunda mitad del siglo xviii”, aborda el conjunto de ritualizaciones por parte de las comunidades indígenas en el siglo xviii. A partir del análisis de las disertaciones escritas por Antonio de Ribadeneira y Barrientos, posteriores al IV Concilio Provincial Mexicano, el autor describe las designaciones por parte del arzobispado mexicano frente a las manifestaciones religiosas de los indios. Relata los abusos cometidos desde las autoridades eclesiásticas en los primeros años del proceso de evangelización, así como la paulatina asimilación de las prácticas rituales de las comunidades y el surgimiento de la religiosidad popular.

Los capítulos restantes de la obra, se dedican a analizar las expresiones propias de la religiosidad popular en contextos determinados: por un lado, Karen Ivett Mejía Torres, con su texto “Religiosidad femenina y dirección espiritual: pretensiones de santidad en la villa de Toluca a fines del siglo xviii”, explica cómo la figura femenina tuvo especial relevancia en la configuración del ritual festivo novohispano; mientras que, por otro lado, en el capítulo “Religiosidad y lectura: la práctica de las novenas en México, siglos xviii y xix”, Ana Cecilia Montiel Ontiveros analiza cómo las novenas y las jaculatorias influyeron notablemente en la ratificación del culto cristiano, loque sirvió como estrategia de ratificación de la creencia en el grueso de la población.

Sobre este punto, Montiel Ontiveros evidencia cómo la reforma protestante fomentó la lectura en las prácticas devocionales de los creyentes católicos. Según la autora, la imprenta de tipos móviles vino a propagar la difusión de cuadernillos y folletos para promover las oraciones en los espacios públicos, colectivizando, así, el culto, además de incluir jaculatorias para el perdón de los pecados, modificando la estructura tradicional del ritual, especialmente en Nueva España, pues la feligresía recurría a los novenarios para hacer peticiones, pagar mandas o pedir favores en contra de las pestes, los terremotos, las enfermedades y las hambrunas que asediaban constantemente.

De otra parte, la investigación de Gerardo González Reyes y de Edwin Saúl Reza Díaz, “Vivir la religión entre montañas. Un caso de heterodoxia devocional en el Arzobispado de México: Huitzizilapa a principios del siglo xix”, dirige su análisis al estudio de un caso en el que se acusa a unos indios de practicar rituales paganos en una población del valle de Toluca. Su aporte principal está encaminado a dilucidar la influencia del pensamiento ilustrado en la concepción educativa de la religión. En este sentido, el proceso de catequización se legitima como irruptor de las prácticas supersticiosas y de las creencias paganas, sin condenar directamente a las comunidades por la adaptación propia que hacen al culto; en cierto sentido, se puede decir que con el cambio de El Barroco a La Ilustración, la religiosidad popular se abre paso lentamente a un proceso de aceptación por parte de la Iglesia católica y sus referentes litúrgicos, ampliando la feligresía y ratificándose como arquetipo de repetición.

Sobre este punto dirige su narración Alberto Hernández Vásquez, con su texto “Patronazgo y religiosidad contemporánea en San Miguel Tecomatlán, Tenancingo, Estado de México”, quien dedica su mirada al proceso de aculturación que afianzó la religiosidad popular, asegurando su perdurabilidad en el marco temporal contemporáneo, centrándose, específicamente, en el estudio de San Miguel Arcángel, santo patrono del pueblo de Tecomatlán. Mediante el contexto histórico de la población, el autor manifiesta la importancia de la figura del santo en la consolidación de la autonomía del pueblo. De esta manera —comenta—, la festividad en honor al arcángel San Miguel no necesariamente requiere de la presencia del sacerdote o del seguimiento fiel de la liturgia eclesiástica, sino que concentra a la feligresía en torno a la imagen, argumentando el hecho de que desde la colonización hispana las comunidades originarias aceptaron las figuras sacras del catolicismo, pero imponiendo sus propios códigos y cargas simbólicas culturales, apropiándose así de los significantes religiosos en su construcción identitaria hasta el día de hoy.

Por otro lado, en el último capítulo de la obra, titulado “Testimonios de religiosidad popular: los exvotos en Tonatico”, Maricela Dorantes se centra en el análisis de los exvotos del Santuario de Nuestra Señora de Tonatico, como expresiones propias de la religiosidad popular de la población. La autora manifiesta que el ritual a la advocación mariana se realiza de acuerdo con las cargas culturales de la feligresía local que, mediante los exvotos, expresa la estrecha relación existente entre la figura deifica y la humanidad, enmarcando el culto en las necesidades particulares de la población, otorgándoles identidad en la forma de sacralizar la festividad, prevaleciendo la religiosidad popular.

En este sentido, en general, el libro coordinado por González Reyes y Pacheco Régules, ofrece un paralelismo entre las concepciones previas a la colonización de las comunidades mesoamericanas y las atribuciones culturales que surgieron una vez iniciados los procesos de evangelización, lo que permitió el desarrollo de una religiosidad popular particular con características disímiles a las de otras adaptaciones al catolicismo, así como la aceptación de elementos profanos en la ejecución del ritual propio de la liturgia eclesiástica.

De esta manera —y con esto concluyo—, el aporte de la obra en mención complementa el análisis historiográfico de la categoría conceptual denominada religiosidad popular y otorga una perspectiva de deconstrucción del término, enmarcándolo en el surgimiento de la alta cultura y de lo que concibe como popular, lo que permite identificar la intencionalidad de reconocimiento y permisividad existente por parte de la Iglesia católica frente a la devoción y ejecución del ritual del grueso de la población, asegurando y legitimando así, la permanencia de la creencia.

Notas

1Rama, Carlos M., Historia de las relaciones culturales entre España y América Latina. Siglo xix, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1982, p. 55.

2Díaz Patiño, Gabriela, “La soberanía social de Jesucristo”: El Sagrado Corazón de Jesús en el discurso de reconquista espiritual en el Arzobispado de Morelia, 1875-1923, tesis de maestría en Historia, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2001, p. 35.

3Houtart François, Sociología de la religión, Managua, Nicarao-cea 1992, p. 25.

4Chartier, Roger, Sociedad y escritura en la Edad Moderna. La cultura como apropiación, México, Instituto Mora, 1995, p. 10.

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