La metaplasia ósea endometrial es una patología poco conocida y muy poco frecuente con una incidencia estimada de 3:10,000 casos.1 Se halla más comúnmente en pacientes que se encuentran sometidas a estudios por infertilidad.2 Clínicamente puede presentarse como un cuadro de dolor pélvico o como dismenorrea;1,2 también se le detecta en el entorno clínico de una hemorragia uterina anormal o de pérdida gestacional recurrente.2
Existen dos teorías que explican su presencia, ya sea como una metaplasia ósea verdadera de las células endometriales maduras o en respuesta al antecedente de un aborto y la consecuente retención de restos óseos fetales en la cavidad endometrial.1-5
El diagnóstico se realiza, la mayoría de las veces, de manera incidental por medio de un ultrasonido pélvico,1-4 ya sea como estudio de rutina o en el contexto de los estudios de la paciente con infertilidad.2 Los datos ultrasonográficos compatibles con la metaplasia endometrial ósea son pequeñas imágenes hiperecogénicas dentro de la cavidad uterina,1-4 dichas imágenes se asemejan a la que proyecta un dispositivo intrauterino.1
Otro método diagnóstico que se considera el estándar de oro es la histeroscopia. En este estudio podemos encontrar fragmentos de tonalidad blanca o aperlada, coraliformes o especulados (Figura 1). Además, como tratamiento definitivo, la histeroscopia nos permite extraer los fragmentos antes descritos por medio de unas pinzas de agarre. El diagnóstico definitivo debe establecerse por medio de un estudio histopatológico.1-3