Editor asociado: Raúl Ortiz Pulido
Introducción
Los ecosistemas áridos y semiáridos, caracterizados por presentar temperaturas extremas y una escasa precipitación pluvial, ocupan casi la mitad de la superficie continental mundial (Ward 2009). En México se observa un patrón similar, ya que los matorrales xerófilos cubren alrededor del 50% del territorio, se trata de los tipos de vegetación más extensos del país (Rzedowski 2006).
Las comunidades de aves de los ecosistemas desérticos se han considerado pobres en especies y endemismos (Udvardy 1958, Serventy 1971, Wiens 1991) por lo que su estudio ha recibido poca atención si se compara con el de otros ecosistemas (Wiens 1991, Arizmendi y Espinosa de los Monteros 1996). Sin embargo, estas comunidades se caracterizan por tener un elevado número de endemismos y de especies de hábitat restringido (Stotz et al. 1996, Escalante et al. 1998), lo que las convierte en sitios con ensambles de especies muy diferenciados que comparten poca similitud entre sí y con otros tipos de vegetación (Stotz et al. 1996). Además, las comunidades de aves de las regiones desérticas son complejas debido a su riqueza taxonómica y funcional (Tomoff 1974, Arizmendi y Espinosa de los Monteros 1996).
Los estudios sobre la avifauna de las regiones desérticas mexicanas se han llevado a cabo principalmente en los estados del norte del país donde este tipo de vegetación es dominante, y se presenta en estados como Nuevo León (Contreras-Balderas 1992), Coahuila (Contreras-Balderas et al. 1997), Tamaulipas (Ramírez-Albores et al. 2007) y Baja California Sur (Rodríguez-Estrella 2007), pero también en la región centro-sur de México, principalmente en el Valle de Tehuacán-Cuicatlán (Arizmendi y Espinosa de los Monteros 1996, Dávila et al. 2002).
El Valle del Mezquital es una región semiárida que ocupa la mayor parte del suroeste de estado de Hidalgo y se extiende hacia el norte del Estado de México y el este de Querétaro (López 2005). Junto con el desierto de Sonora, el desierto chihuahuense y el Valle de Tehuacán-Cuicatlán, es una de las principales áreas desérticas del país y en ocasiones es considerado una prolongación del desierto chihuahuense, con el que comparte una gran similitud florística (Shreve 1942, Rzedowski 1973). Algunos estudios han mostrado que el Valle del Mezquital es un centro de diversidad importante para grupos como hormigas (Hernández-Muñiz y Castaño-Meneses 2006), anfibios y reptiles (Fernández-Badillo y Goyenechea-Mayer 2010) y plantas vasculares (Rojas et al. 2013). No obstante, en general se considera que existe una escasez evidente de estudios biológicos en el valle (Shreve 1942, Fabre 2004, Fernández-Badillo y Goyenechea-Mayer 2010), incluidos los relativos a la avifauna (Martínez-Morales et al. 2007, DeSucre et al. 2009, Almazán-Núñez et al. 2013).
La escasa información disponible sobre las aves del Valle del Mezquital está concentrada en la porción centro y norte, y en la mayoría de los casos, los registros son muy antiguos, aislados, o listados breves e incompletos. (Martín del Campo 1936, 1937) realizó algunas observaciones ornitológicas en los municipios hidalguenses de Actopan, Ixmiquilpan, Tasquillo y Mixquiahuala; reportó 52 especies. Friedmann et al. (1950) y Miller et al. (1957) proporcionaron registros de 49 especies para los municipios de Ixmiquilpan, Tasquillo, Tecozau tla y Actopan en Hidalgo, y San Juan del Río y Cadereyta en Querétaro. Newman (1954) reportó la presencia de Toxostoma ocellatum y Diglossa baritula en Omitlán, lugar próximo a Actopan. Por otro lado, Pichardo (1987) estudió la comunidad de aves de Alfajayucan, Chapantongo y Chilcuatla, Hidalgo, donde registró un total de 111 especies. En años más recientes, González-García et al. (2004) estudiaron la ornitofauna de la parte noroeste del valle, en el límite político entre Hidalgo y Querétaro, y aportaron nuevos registros para ambos estados. Gómez de Silva (2005) describió la comunidad de aves de Peña Blanca, Querétaro, un sitio árido cercano al Valle del Mezquital. Hernández Palafox et al. (2007) determinaron la densidad poblacional y el uso del hábitat de la Codorniz de Moctezuma (Cyrtonyx montezumae) en Huichapan y Alfajayucan, Hidalgo; mientras que Pineda-López et al. (2013) reportaron registros notables de especies acuáticas raras para la región de Nopala, Hidalgo, y Polotitlán, Estado de México.
Sin embargo, excepto por algunas observaciones efectuadas por Martín del Campo (1937), Friedmann et al. (1950) y Miller et al. (1957) en el municipio de Tula de Allende, Hidalgo, la parte sur del valle ha sido la menos explorada y la información sobre su avifauna es prácticamente inexistente. Por lo anterior, el presente estudio tiene como objetivo describir la composición taxonómica, la estacionalidad y endemismo de las especies, y la estructura de la comunidad de aves del sureste del Valle del Mezquital, con lo que se pretende ampliar el conocimiento de la avifauna del valle así como el de las regiones semiáridas del centro de México, las cuales han sido ignoradas en términos biológicos durante mucho tiempo.
Método
Área de estudio
El sureste del Valle del Mezquital abarca los municipios hidalguenses de Atotonilco de Tula, Atitalaquia, Tetepango, Ajacuba y San Agustín Tlaxiaca, así como los municipios de Apaxco, Tequixquiac y Hueypoxtla en el Estado de México (19° 52’ 12” y 20° 04’ 45’’ N, 99° 11’ 56” y 99° 01’ 07” O; Figura 1). El área de estudio se ubica dentro de la región fisiográfica del Eje Neovolcánico, en la subprovincia Valles y Volcanes del Anáhuac (INEGI 2011). El intervalo altitudinal va de 2205 a 2943 msnm. El clima es semiseco con lluvias en verano (bs, García 1998), con una precipitación promedio anual de 608 mm (CONAGUA 2016) y un marcado régimen de secas (octubre-mayo).
Al ser una región semiárida, el tipo de vegetación predominante es el matorral xerófilo, el cual se divide en tres subtipos: 1) matorral espinoso-crasicaule, con dominancia de Acacia schaffneri, Mimosa biuncifera, Opuntia sp. y Cylindropuntia sp.; 2) matorral espinoso, con dominancia de A. schaffneri y M. biuncifera, sin elementos vegetales suculentos, y 3) matorral submontano, con dominancia de Vauquelinia corymbosa, una rosácea típica de los desiertos norteamericanos (González 1968). En la región existen otros hábitats de menor extensión pero igualmente importantes: 4) bosque de encino, desarrollado en pequeños parches aislados, con Quercus deserticola y Q. rugosa como especies dominantes; 5) cultivos de maíz y alfalfa, y 6) pastizal ganadero.
Trabajo de campo
Elegimos 12 localidades dentro del área de estudio (siete ubicadas en el Estado de México y cinco en Hidalgo), de tal forma que representaran la mayoría de los tipos de vegetación presentes en la región (Figura 1B). De enero a diciembre de 2013 efectuamos una visita mensual al área de estudio. Durante cada visita trabajamos de cuatro a seis localidades diferentes, que fueron seleccionadas por su cercanía y procurando abarcar todos los tipos de vegetación. De esta forma, cada localidad fue visitada cuatro veces a lo largo del año, con una periodicidad de tres meses. Realizamos recorridos matutinos (06:45 a 11:00 h) en transectos de 3 km de longitud, con el método de conteo por puntos (de 25 m de radio), separados cada 250 m para evitar el recuento de individuos (Hutto et al. 1986). Las aves fueron observadas e identificadas con binoculares (7×35 mm, 8×42 mm) y con varias guías de campo (Howell y Webb 1995, National Geographic Society 2006, van Perlo 2006, Peterson y Chalif 2008, Sibley 2011). Los registros auditivos también fueron considerados. Se realizaron recorridos fuera del muestreo para incrementar el número de especies en el inventario, incluimos visitas a cuerpos de agua (estacionales y artificiales) y zonas urbanas, e implementamos estaciones de escucha para el registro de especies nocturnas. Además, realizamos visitas ocasionales posteriores al estudio, durante 2014, 2015 y 2016, que aportaron registros adicionales a los obtenidos durante 2013.
Trabajo de gabinete
Elaboramos el listado de las especies registradas siguiendo el orden sugerido por la World Bird List ver. 6.4 del International Ornithological Committee (Gill y Donsker 2016). La estacionalidad de las especies se determinó con base en los datos obtenidos en el campo y siguiendo los criterios propuestos por Navarro-Sigüenza et al. (2014), asignando las categorías de residente permanente, visitante de invierno, residente de verano y transitoria. Calculamos la abundancia relativa de cada especie por medio de su frecuencia porcentual de registro, es decir, la proporción de visitas mensuales en las que fue observada (Pettingill 1969), asignando las siguientes categorías: muy abundante (90-100%), abundante (65-89%), común (31-64%), poco común (10-30%) y rara (1-9%). Para el cálculo de abundancia de las especies residentes permanentes y transitorias, consideramos los datos de frecuencia de los 12 meses de muestreo; para las residentes de verano, los de siete meses (marzo a septiembre); y para las visitantes de invierno, los de ocho meses (septiembre-abril). Respecto al endemismo, se clasificó como especie endémica a aquella cuya distribución geográfica total se encuentra dentro de los límites políticos del país; cuasiendémica a la especie en la que parte de su distribución se extiende fuera de México en un área no mayor a 35,000 km2; y semiendémica a la especie endémica al país durante una época del año (González-García y Gómez de Silva 2002). El estado de conservación se consultó en tres fuentes distintas: la NOM-059-SEMARNAT-2010 (DOF 2010), los Apéndices de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestres (CITES 2016) y la Lista Roja de la International Union for Conservation of Nature (IUCN 2016). Las especies exóticas, que son aquellas que se encuentran fuera de su área de distribución nativa no acorde con su potencial de dispersión natural, fueron catalogadas según Álvarez-Romero et al. (2008).
Con los datos de 2013 construimos una curva de acumulación de especies y calculamos la riqueza asintótica en el programa EstimateS ver. 9.0 (Colwell 2013), utilizando los estimadores no paramétricos Chao2 y Bootstrap. Estos estimadores presentan la ventaja de que no asumen una distribución a priori de los datos y han mostrado una mayor efectividad que los estimadores paramétricos (Magurran 2004). Además, elaboramos una matriz de presencia-ausencia de especies entre tipos de vegetación, que utilizamos para construir un dendrograma de similitud en el programa NTSYS 2.0 (Rohlf 2008), aplicando el índice de similitud de Czekanovski-Dice-Sørensen y el método de ligamiento promedio aritmético no ponderado (Moreno 2001). Para este análisis no se incluyeron las zonas urbanas ni los cuerpos de agua, debido a que las especies de estos lugares fueron registradas a través de muestreos libres, sin el uso de un método estandarizado (i.e., puntos de conteo) como en los tipos de vegetación restantes.
Finalmente, para comparar la similitud en la composición de especies entre el sureste del Valle del Mezquital y otras regiones áridas y semiáridas de Norteamérica, elaboramos un dendrograma con los datos de riqueza y composición de los siguientes sitios del norte de México y el sureste de Estados Unidos: Galeana, Nuevo León (Contreras-Balderas 1992); Valle de Cuatrociénegas, Coahuila (Contreras-Balderas et al. 1997); sureste de Arizona (Evans 2001); Baja California Sur (Rodríguez-Estrella 2007); Big Bend, Texas (Bryan 2011); y Celaya, Guanajuato (Zuria y Gates 2013). También incluimos dos regiones semiáridas del centro de México: el Valle de Tehuacán (Arizmendi y Espinosa de los Monteros 1996) y la Reserva de la Biosfera Barranca de Metztitlán (Ortiz-Pulido et al. 2010). El proceso de elaboración de este dendrograma de similitud fue el mismo que el descrito para la comparación entre tipos de vegetación del área de estudio.
Resultados
Registramos 160 especies de aves distribuidas en 118 géneros, 44 familias y 15 órdenes (Anexo 1). De estas especies, 149 fueron observadas durante 2013, siete se incluyeron durante visitas en 2014 (Anas diazi, Eugenes fulgens, Glaucidium gnoma, Myiopsitta monachus, Empidonax hammondii, Eremophila alpestris y Petrochelidon pyrrhonota), dos más en 2015 (Athene cunicularia y Cardellina rubra) y otras dos (Salpinctes obsoletus y Passerina ciris) hasta octubre de 2016. Considerando únicamente la información obtenida sistemáticamente en 2013, el estimador Bootstrap predijo una riqueza asintótica de 162 especies, mientras que para Chao2 fue de 174 especies (Figura 2). Lo anterior indica que registramos entre 98.8 y 92.0% de las especies esperadas, respectivamente, considerando todas las observadas de enero de 2013 hasta octubre de 2016. En el Anexo 2 se describen los registros de especies considerados relevantes para el área de estudio.
Las familias con mayor riqueza de especies fueron Parulidae (18 especies), Icteridae (13 especies), Tyrannidae (12 especies), Trochilidae y Emberizidae (ambas con 11 especies) (Anexo 1). Del total de especies, 98 (61.3% de la avifauna total) son residentes permanentes, 48 (30.0%) visitantes de invierno, 11 (6.9%) transitorias y tres (1.8%) residentes de verano (Anexo 1). Respecto a la abundancia relativa, 27 especies (16.9%) son muy abundantes, 28 (17.5%) abundantes, 41 (25.6%) comunes, 23 (14.4%) poco comunes y 41 (25.6%) raras (Anexo 1). En términos de endemismo, registramos siete especies endémicas de México (4.4%), dos (1.3%) cuasiendémicas y 17 (10.6%) semiendémicas (Anexo 1). Además, 27 especies (16.9%) se encuentran bajo alguna categoría de amenaza (Anexo 1): de acuerdo con la NOM-059-SEMARNAT-2010, Accipiter cooperii, Buteo lineatus, Athene cunicularia y Passerina ciris se encuentran sujetas a protección especial, mientras que Anas diazi, Rallus limicola y Geothlypis tolmiei están amenazadas. Dentro del Anexo II de CITES se incluyen todas las especies registradas de las familias Accipitridae (5), Tytonidae (1), Strigidae (4), Trochilidae (11), Falconidae (1) y Psittacidae (1). Por otro lado, Passerina ciris se encuentra dentro de la categoría “Near Threatened” (casi amenazada) de la IUCN. Registramos también seis especies exóticas: Bubulcus ibis, Columba livia, Streptopelia decaocto, Myiopsitta monachus, Sturnus vulgaris y Passer domesticus (Anexo 1).
En relación con los tipos de vegetación, en el Cuadro 1 se resumen los patrones de riqueza avifaunística para cada uno de ellos. El matorral espinoso-crasicaule presentó la mayor riqueza específica (85 especies), seguido por el matorral submontano (77 especies) y el bosque de encino (75 especies). Estos tipos de vegetación también albergaron el mayor número de especies dentro de alguna categoría de endemismo, de especies incluidas en el Apéndice II de CITES, de especies residentes permanentes y visitantes de invierno. En todos los casos, el matorral espinoso y el pastizal ganadero presentaron los menores valores de riqueza. Las especies exóticas se observaron únicamente en los cultivos y en las zonas urbanas.
El dendrograma de similitud entre tipos de vegetación formó un grupo principal conformado por el bosque de encino, el matorral espinoso-crasicaule, el matorral submontano y el matorral espinoso, en el que estos tres últimos formaron a su vez un subgrupo (matorrales xerófilos sensu lato). En cambio, el pastizal ganadero y los cultivos fueron los tipos de vegetación con menor similitud en la composición de especies comparados con los demás (Figura 3).
En la Figura 4 se muestra el dendrograma de similitud en la composición de especie de aves del sureste del Valle del Mezquital y otras regiones áridas y semiáridas de Norteamérica. La composición general de especies del área de estudio muestra una gran similitud (cercana al 77%) con la de dos regiones desérticas del suroeste de Estados Unidos: Big Bend, Texas, y el sureste de Arizona. A su vez, este grupo de tres localidades se asemeja en composición con la Reserva de la Biosfera Barranca de Metztitlán, Hidalgo. Un segundo grupo evidente en el dendrograma es el conformado por las regiones áridas y semiáridas del norte de México (Galeana, Nuevo León; el Valle de Cuatrociénegas, Coahuila; Baja California Sur; y Celaya, Guanajuato). El Valle de Tehuacán, en cambio, fue la región más disímil respecto a las demás, sin formar parte de un grupo en el dendrograma.
Discusión
Las 160 especies que conforman la comunidad de aves del sureste del Valle del Mezquital representan 22.7% de las reportadas para el Eje Neovolcánico (705 especies, Navarro-Sigüenza et al. 2007) y 13.9% de la avifauna mexicana total (1,150 especies, Navarro-Sigüenza et al. 2014). Los estimadores no paramétricos empleados para la elaboración de la curva de acumulación de especies (Chao2 y Bootstrap) indican que se registró más del 90% de la avifauna esperada para la región. Este elevado porcentaje, aunado al registro de todos los taxa de aves ampliamente distribuidos en México (Gómez de Silva y Medellín 2001), permite decir que el listado obtenido es relativamente completo, lo que es de esperar luego de cuatro años consecutivos de visitas a la región.
Sin embargo, en el futuro aún es probable el registro de especies representativas de los desiertos norteamericanos como Callipepla squamata, Micrathene whitneyi, Auriparus flaviceps, Amphispiza bilineata, Corvus cryptoleucus y Cardinalis sinuatus; de algunas visitantes de invierno como Calamospiza melanocorys y Pipilo chlorurus; o bien, de algunas transitorias como Empidonax minimus e Icteria virens, todas ellas reportadas para el centro y norte del Valle del Mezquital (Martín del Campo 1936, 1937; Friedmann et al. 1950, Miller et al. 1957, Pichardo 1987, Gómez de Silva 2005). Aunque la información obtenida de los pobladores locales sugiere la presencia de la codorniz escamosa (Callipepla squamata), su existencia en el área de estudio no pudo ser corroborada.
El porcentaje de especies residentes permanentes fue elevado, al conformar más de la mitad de la avifauna registrada (61.3%), un patrón presente en el país, donde su proporción es cercana al 70% (Navarro-Sigüenza et al. 2014). El registro de un número considerable de especies visitantes de invierno (48), las cuales conforman un tercio de la ornitofauna regional y se concentran principalmente en el matorral espinoso-crasicaule y el matorral submontano, evidencian la importancia del área de estudio en el ciclo anual de este grupo de especies. Las especies raras y poco comunes fueron predominantes en términos proporcionales respecto a las abundantes y muy abundantes, una distribución de abundancia descrita generalmente para las comunidades animales (Tokeshi 1993). La mayoría de las especies clasificadas como “muy abundantes” fueron granívoras (e.g., colúmbidos, fringílidos y emberízidos), un gremio bien representado en los ecosistemas áridos debido a la variedad y abundancia de semillas que éstos proveen, sobre todo de pastos y leguminosas (Morton 1985, Gonnet 2001).
Los hábitats desérticos y boscosos desarrollados en las regiones montañosas de México, como el Eje Neovolcánico, son ricos en especies de aves endémicas por su antigüedad y complejidad (Navarro y Benítez 1993, Navarro-Sigüenza et al. 2014). Que el Valle del Mezquital se encuentre dentro de esa provincia fisiográfica y que presente ambos tipos de hábitat (matorrales xerófilos y bosque de encino) explica que se hayan registrado siete especies endémicas y dos cuasiendémicas. De ellas, cinco se distribuyen ampliamente a lo largo de los sistemas montañosos mexicanos (Ptiliogonys cinereus, Melanotis caerulescens, Basileuterus rufifrons, Cardellina rubra y Atlapetes pileatus), una es propia del occidente del país (Turdus rufopalliatus, véase Anexo 2) y tres se restringen a las regiones semiáridas del centro de México (Toxostoma ocellatum, Geothlypis nelsoni e Icterus abeillei). También existen especies con poblaciones permanentes en el Eje Neovolcánico (Plegadis chihi, Cistothorus palustris, Geothlypis trichas, Melospiza melodia y Passerculus sandwichensis), pero que son visitantes de invierno en la mayor parte del país (Howell y Webb 1995, Peterson y Chalif 2008).
Las especies de afinidad neártica fueron las más características de la comunidad de aves del área de estudio. En esta categoría se encuentra la mayoría de visitantes de invierno (e.g., Setophaga sp.), especies residentes como Lanius ludovicianus, Sitta carolinensis y Zenaida macroura (Escalante et al. 1998) y endémicas de las regiones áridas de Norteamérica como Geococcyx californianus, Megascops kennicottii, Athene cunicularia, Campylorhynchus brunneicapillus, Phainopepla nitens, Toxostoma crissale, Spizella atrogularis y Melozone fusca (Hubbard 1973), las cuales alcanzan el límite meridional de su distribución en el Valle del Mezquital (Howell y Webb 1995). Lo anterior, junto con el bajo número observado de especies de afinidad neotropical (Amazilia violiceps, Colibri thalassinus y Diglossa baritula), hace que la composición de especies del Valle del Mezquital sea más similar a la de los desiertos del suroeste de Estados Unidos (Arizona, Evans 2001; Big Bend, Texas, Bryan 2011) que a la de otras regiones semiáridas del centro-sur de México, como el Valle de Tehuacán, el cual tiene un aporte importante de elementos neotropicales y un gran número de endemismos de los bosques tropicales caducifolios con los que limita (Arizmendi y Espinosa de los Monteros 1996; Figura 4). Por otra parte, la similitud en la composición de especies del sureste del Valle del Mezquital con la de la Reserva de la Biosfera Barranca de Metztitlán (Ortiz-Pulido et al. 2010) puede explicarse debido a la presencia de tipos de vegetación compartidos, así como por la proximidad geográfica entre ambas zonas.
El Valle del Mezquital, a diferencia de los desiertos más septentrionales, posee condiciones menos extremas y una vegetación rica y diversificada (Shreve 1942). En particular, el su reste del valle es un mosaico de varios tipos de vegetación que incluye matorrales xerófilos, bosques de encino, cultivos y cuerpos de agua. Esta heterogeneidad ambiental posiblemente contribuye al incremento de la riqueza específica de la zona estudiada, pues un ambiente heterogéneo provee una gran variedad de recursos que permiten la coexistencia de un número elevado de especies, tal vez debido a que evitan la exclusión competitiva ocasionada por el uso diferencial de tales recursos (Blake y Karr 1987). De considerar únicamente los tres tipos de matorral xerófilo presentes en la región: espinoso-crasicaule, espinoso y submontano, la riqueza sería de 102 especies, un valor similar al reportado para otros matorrales del centro y sur del país [Valle de Tehuacán, 90 especies (Arizmendi y Espinosa de los Monteros 1996); Barranca de Metztitlán, 113 especies (Ortiz-Pulido et al. 2010)], pero aún mayor que la de algunos de los estados del norte de México [Valle de Cuatrociénegas, 87 especies (Contreras-Balderas et al. 1997); sur de la Península de Baja California, 56 especies (Rodríguez-Estrella 2007); Galeana, Nuevo León, 76 especies (Contreras-Balderas 1992)].
Los parches de bosque de encino presentes en el área de estudio representan los escasos remanentes de bosques templados en el Valle del Mezquital (González 1968) que, a pesar de su pequeña extensión, son sitios importantes para el establecimiento de un gran número de especies (Blake y Karr 1987), incluyendo varias endémicas y migratorias. Por otro lado, los agroecosistemas desarrollados en las regiones semiáridas de México han demostrado ser sitios que concentran un elevado número de especies de aves, tanto residentes como migratorias, por lo que incrementan la riqueza regional al proveer de recursos alimenticios, protección y sitios para su reproducción (Mellink 1991). Lo mismo sucede con los cuerpos de agua, pues debido a que su disponibilidad es uno de los principales factores limitantes para las aves de desiertos norteamericanos (Bock 2015, Lee y Rotenberry 2015), su presencia permitió incluir 15 especies de hábitos acuáticos o semiacuáticos al listado regional (e.g., Anas discors, Egretta thula, Fulica americana, Chloroceryle americana, Sayornis nigricans y Cistothorus palustris).
El inventario de la riqueza biológica del país aún no está completo (Flores y Gerez 1994). Por esta razón, los estudios avifaunísticos locales son importantes porque contribuyen a entender los patrones de distribución espacio-temporal de las aves y además permiten establecer la importancia biológica de pequeñas áreas que a menudo pasan inadvertidas en trabajos a gran escala (Gómez de Silva 1997, Knopf 2010). El primer reporte del zarapito pico largo (Numenius americanus) para Hidalgo, así como los registros publicados más meridionales del cuicacoche crisal (Toxostoma crissale) para México, son indicios de que el Valle del Mezquital es pobremente conocido en términos ornitológicos, pero también incentiva a aumentar el número de trabajos avifaunísticos en otras partes del valle, principalmente en la porción sur.
Las regiones áridas y semiáridas de Norteamérica son muy susceptibles a los disturbios derivados de los cambios de uso de suelo y la fragmentación (Brawn et al. 2001, Arriaga 2009), lo que conlleva a que las poblaciones de aves de estos ecosistemas tiendan a decrecer en las últimas décadas (Brawn et al. 2001, Hunter et al. 2001). En el caso de México, los matorrales xerófilos contienen hasta un tercio de las especies de aves endémicas del país (Flores y Gerez 1994, Escalante et al. 1998), no obstante, se han estudiado marginalmente, sobre todo en los aspectos de la reproducción y requerimientos ecológicos de las especies (Dixon 1959). Lo anterior, por lo tanto, debe promover los trabajos biológicos sobre las aves de las regiones desérticas mexicanas. En este contexto, el estudio de la comunidad de aves presentes en el sureste del Valle del Mezquital incrementa el conocimiento de este grupo para las regiones semiáridas del centro del país y ofrece información valiosa para la elaboración de planes de conservación y manejo de una región geográfica que no ha sido estudiada exhaustivamente, a pesar de su gran riqueza biológica.