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Migración y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-7599

Migr. desarro vol.14 no.27 Zacatecas jul./dic. 2016

 

Artículos

Fin del colapso y nuevo escenario migratorio México-Estados Unidos

Aim of the collapse and new migratory scene Mexico-United States

Alejandro I. Canales* 

Sofía Meza** 

* Demógrafo y doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México. Desde 1998 es profesor investigador en la Universidad de Guadalajara. México.

** Maestra en Relaciones Económicas Internacionales y Cooperación UE-ALC por la Universidad de Guadalajara. México.


Resumen:

El inusual freno del crecimiento de la migración mexicana en los últimos años llevó a algunos autores a hablar de un posible colapso del sistema migratorio México-Estados Unidos. Sin embargo, desde nuestra perspectiva consideramos que no habría suficiente evidencia empírica ni argumentación teórica para sustentar una tesis de ese tipo. Por de pronto, datos recientes tomados de fuentes estadísticas tanto mexicanas como estadounidenses, informan de un repunte de la emigración a los Estados Unidos, así como de un freno del retorno desde ese país, dando inicio así, a una nueva fase dentro de este largo ciclo migratorio, y en donde los factores estructurales retoman su incidencia e influencia en su dinámica. En este sentido, todo nos indica que el freno de la migración configuró más bien, una fase coyuntural dentro de un ya largo ciclo de la migración de México a Estados Unidos, y cuya dinámica estuvo determinada por la crisis económica de fines de la década pasada.

Palabras clave: Colapso migratorio; retorno; emigración; crisis económica; ciclo migratorio

Abstract:

The unusual pause in the growth of Mexican migration in recent years led some authors to talk of a possible collapse in the Mexico-United States migratory system. However, from our perspective, we do not see that there exists sufficient empirical evidence nor theoretical argument to sustain a thesis of this kind. Notably, recent data drawn from statistical sources -both Mexican and from the United States- as well as a halt to migrant returns from the USA, indicate a new phase within this large migratory cycle, where structural factors showed their impact and influence in that dynamic. In this sense, everything indicates that the pause in migration constituted, instead, a temporary phase within the larger Mexico-United States migration cycle, whose dynamic was determined by the economic crisis at the end of the previous decade.

Key words: migratory collapse; return; emigration; economic crisis; migratory cycle

Introducción

El inusual freno del crecimiento de la migración mexicana a Estados Unidos en los últimos años tomó a todos por sorpresa. A partir del 2008 la población mexicana residente en Estados Unidos detuvo abruptamente su continuo y prolongado ritmo de crecimiento; se

estabilizó en un monto inferior a 12 millones de personas, cifra que incluso descendió a partir de 2011. En este marco, Galindo (2015) tras analizar diversas fuentes de información tanto de México como de Estados Unidos, estima los saldos migratorios entre ambos países. Concluye que las nuevas dinámicas de la emigración junto al incremento inusitado del retorno, conllevan a que por primera vez en muchas décadas se alcance en un periodo relativamente prolongado un saldo migratorio nulo, donde las salidas de migrantes de México se compensan con las entradas derivadas del retorno de migrantes desde Estados Unidos.

Algunos autores consideran un posible colapso del sistema migratorio México-Estados Unidos (Durand, 2013); ello propicia un amplio debate en cuanto a sus causas y consecuencias a nivel político y académico (Alarcón, 2012) que abarca las nuevas condiciones de la situación de inmigrantes en los Estados Unidos, afectados por los efectos de la crisis económica de fines de la década pasada así como de las condiciones de la economía y sociedad mexicana para recibir y absorber productivamente a los cientos de miles de migrantes que retornan cada año (García Zamora, 2012).

Datos más recientes sobre la dinámica migratoria parecen contradecir la tesis del colapso. Múltiples fuentes informan tanto un repunte de la emigración como un freno del retorno, dinámicas que combinadas derivan en un regreso del crecimiento de la población mexicana residente en los Estados Unidos. Asimismo, una vez pasada la etapa de crisis económica las condiciones estructurales prevalecientes tanto en México como en Estados Unidos vuelven a ser propicias para el reinicio de un flujo migratorio, lo que inaugura un nuevo ciclo en la historia reciente del sistema migratorio entre ambos países.

En este sentido, nuestra tesis es que más que un "colapso" de la migración México-Estados Unidos, lo que hemos experimentado es una compleja fase de interrupción temporal del flujo migratorio, misma que habría durado no más de un lustro. Si bien la dinámica del flujo experimentó por momentos un freno y descenso absoluto, ello ocurrió por un "lapso" determinado y en ningún caso pareció configurar una tendencia definitiva que indicara el fin de un proceso social que ha prevalecido por más de un siglo. Incluso cuando los datos pudieran sustentarlo en un inicio, lo cierto es que no resulta ni teórica ni metodológicamente consistente sustentar el colapso de procesos sociales de larga data a partir de situaciones coyunturales, más aún cuando en esas mismas coyunturas se mantendrían vigentes todas las condiciones que desde las más diversas y hasta opuestas visiones teóricas y políticas se han esgrimido para explicar el origen y sostenimiento de las migraciones.

Con base en lo anterior se presentan en este artículo datos empíricos sobre la dinámica reciente del sistema migratorio México-Estados Unidos, se incluyen los volúmenes de los flujos y los indicadores de las condiciones estructurales que los sustentan. Se inicia con un análisis acerca del actual contexto de la migración México-Estados Unidos, donde se destaca el papel de la nueva política antinmigrante de ese país así como los efectos de la crisis económica de los últimos años. En la siguiente sección se lleva a cabo una revisión y reseña de los principales textos y autores que han argumentado a favor de la tesis del colapso migratorio. Finalmente, se exponen datos que permiten relativizar y circunscribir dicha tesis a un lapso muy específico, y que documentan el reimpulso de la migración. Además, se muestran datos que documentan la persistencia de las condiciones estructurales, demográficas, económicas y laborales que dan sustento a este repunte de la migración mexicana a los Estados Unidos.

Nuevo contexto de la migración México-Estados Unidos

En los últimos 15 años se ha configurado un nuevo contexto político y económico en el cual es posible enmarcar las nuevas tendencias de la migración México-Estados Unidos. Pueden señalarse al menos dos grandes fenómenos que han irrumpido en estos años y que han modificado de diverso modo la dinámica migratoria.

  1. Por un lado, el nuevo carácter de la política migratoria de los Estados Unidos, que basado en los principios de la seguridad interna ha terminado fortaleciendo las posiciones más radicales contra la inmigración.

  2. Por otro lado, cabe destacar la crisis económica de 2008-2010 y sus impactos en materia de empleo, salarios y condiciones de vida, así como la lenta recuperación económica entre 2010-2015.

Todo ello se conjuga para conformar un nuevo marco estructural en el cual se desenvuelve la dinámica migratoria, y que sin duda permite entender el freno de la emigración y el incremento del retorno, lo que deriva en una coyuntura de saldo migratorio nulo.

a) Criminalización de la migración indocumentada

Desde fines de los 1990 se gesta un cambio radical en la orientación de la política migratoria de los Estados Unidos, que se consolida a partir de los atentados del 11/9. La base ideológica es la doctrina de la seguridad interna que pone en un primer orden de prioridad la lucha contra el terrorismo, lo que relega a un segundo y tercer orden el enfoque de derechos humanos en la definición de la política migratoria. Con el objetivo de reforzar la seguridad en las fronteras se promueven políticas y programas antinmigrantes como el de Comunidades Seguras, que implicaron la implementación de diversos mecanismos de control de la migración no sólo en las zonas fronterizas sino también en los lugares de vivienda y trabajo de los migrantes en las ciudades al interior del país. Junto a ello, se reformaron las leyes y actas que regulan tanto la situación de los migrantes indocumentados como las atribuciones de los distintos agentes vinculados al control migratorio y de la población en general. Los márgenes de acción de policías, agentes fronterizos y otros funcionarios no sólo se expandieron, sino que dejaron de operar con base en un enfoque de derechos para hacerlo con el enfoque de seguridad interna, donde es más importante y prioritario el control y la seguridad del Estado y las instituciones que el respeto a los derechos fundamentales de la población, especialmente en el caso de los inmigrantes.

Esta clase de políticas gubernamentales fortalecieron actitudes de discriminación y xenofobia por parte de distintos sectores estadounidenses en contra de los inmigrantes latinos. Massey, Durand y Pren (2009) así como Ramírez y Aguado (2013) señalan cómo la promulgación de la llamada Ley Patriota (usa Patriot Act) junto a numerosas políticas discriminatorias elaboradas años antes a nivel nacional y local, han abonado a esta construcción social del migrante como un potencial peligro criminal. Luego de los atentados en suelo norteamericano el 11 de septiembre de 2001, se amplió la capacidad de vigilancia y control del gobierno con la finalidad de atrapar posibles terroristas. Entre estas políticas, la Ley Patriota posibilitó la implementación de radicales medidas de control social y político de la población: redadas masivas tanto en zonas fronterizas como al interior del país, las que si bien eran diseñadas para perseguir y atrapar terroristas, en la práctica remitieron principalmente contra los migrantes latinos e indocumentados.

Uno de los principales instrumentos en los que se fundamenta esta estrategia de endurecimiento de la política antinmigrantes es la nueva política de deportaciones, que junto con criminalizar la inmigración indocumentada ha derivado en una masiva deportación de extranjeros, de manera preferente inmigrantes mexicanos. Con base en una compleja y vasta maquinaria legislativa y judicial construida desde la década de 1990, la deportación ha sido el instrumento más efectivo para expulsar de ese país a los extranjeros mediante pretextos legales donde adquiere un rol preponderante la criminalización de la migración indocumentada. Como sustenta Alarcón (2016), hoy en día prácticamente la mitad de los deportados mexicanos son categorizados como criminales por la justicia de Estados Unidos, cuando en la mayoría de los casos su Crimen no pasa de ser una falta administrativa, como infracciones de tránsito o similares, pero que en el actual esquema legal constituye lo que se denomina "felonía agravada".

b) Impactos de la crisis económica

Sin duda, la actual situación de la migración mexicana responde directamente a la dinámica del ciclo económico recesivo por el que atravesó la economía estadounidense y cuya profundidad, efectos y consecuencias sólo son comparables con la crisis de la década de 1930. Considerando las características de esta crisis económica, Castles y Miller (2010) advierten que la evolución de la crisis adoptó varias formas, con lo que afectó el empleo de distintos tipos de migrantes de manera diferenciada. En una primera etapa, como crisis financiera, tuvo grandes impactos en los trabajadores migrantes altamente capacitados, mientras que los de baja calificación laboral fueron afectados de modo indirecto por la disminución de la demanda de vivienda, bienes y servicios.

Aunque la crisis económica golpeó directamente a la dinámica productiva de los Estados Unidos, el principal impacto se manifestó en la gran pérdida de empleos, especialmente entre 2008 y 2010. Mientras el PIB se redujo en un 3 por ciento entre 2007 y 2009, a partir de entonces inició una fase de recuperación alcanzó en 2010 el nivel que tenía en 2007, y continuó una senda de lento pero sostenido crecimiento (Gráfica 1). Es diferente la situación respecto a la generación de empleos. La pérdida de puestos de trabajo se extiende hasta 2010 para sólo en 2011 iniciar una lenta recuperación, misma que en 2014 permitió retomar el nivel de empleo que la economía norteamericana generaba en 2007. Cabe resaltar que entre 2007 y 2010 la economía de Estados Unidos perdió 5.1 por ciento de los puestos de trabajo, que corresponde a casi 7.5 millones de empleos, y se tardó casi cinco años en recuperarlos.

Fuentes: Bureau of Economic Analysys, National Economic Accounts y Bureau of Census, Current Population Survey, March Supplement.

Gráfica 1 Estados Unidos, 2000-2015. Producto Interno Bruto y volumen de empleo. 

Esta crisis económica y financiera en Estados Unidos generó una importante contracción de los mercados de trabajo, lo que afectó los sectores donde típicamente tienden a concentrarse los migrantes mexicanos: construcción, manufactura y servicios. Entre 2007 y 2010 los mexicanos habrían perdido 470 mil empleos netos, que equivalen a 6.5 por ciento del total de ocupados (Canales, 2014). Lo anterior implicó que ya hacia 2009 la tasa de desempleo de los mexicanos alcanzara un máximo histórico de 13.3 por ciento de la fuerza de trabajo, que aunque se ha reducido en los últimos años aún se mantiene por encima del promedio nacional y del promedio histórico para este grupo étnico (Delgado y Gaspar, 2012; Canales, 2012).

De esta forma, la migración mexicana ha tenido que lidiar tanto con la disminución absoluta del empleo disponible, como con la precarización del que aún mantiene. Al respecto, Ramírez y Aguado (2013) utilizan la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte (EMIF); encuentran que quienes regresan por no haber hallado un empleo o no alcanzar los ingresos esperados pasan de 10.1 por ciento en 2006 a 23.2 por ciento en 2009.

En ese contexto de crisis de empleo los más afectados son los trabajadores de baja calificación, quienes se han enfrentado a una reducción de sus horas de trabajo, salarios, y en general, a una mayor precarización de sus condiciones laborales y contractuales. Sin embargo, no se ha reducido en igual medida el volumen de empleos. Esto se explica por el hecho de que en Estados Unidos la crisis económica se inserta en un proceso de más largo aliento de cambio en la estructura de las ocupaciones; mismo que lleva a una polarización manifestada en un incremento de los empleos en servicios de baja calificación, pero orientados a diversas actividades que sustentan la reproducción social y cotidiana de la población de altos ingresos (Canales, 2014). Se trata de los llamados servicios de proximidad, tales como servicio doméstico, industria del cuidado, mantenimiento y limpieza, preparación de alimentos, entre muchos otros.

La crisis no habría alterado esta tendencia estructural, sino por el contrario, la habría profundizado, incrementando los niveles de precarización de estos empleos pero sin reducir su volumen cuantitativo. De esta forma, en contextos de adversidad económica el costo de la reproducción social de los sectores medios y altos de la sociedad sería subsidiado por la precarización laboral impuesta a la población migrante, en un entorno donde la vulnerabilidad social a la que este grupo se ve sujeto le impide negociar mejores términos en las condiciones laborales de su actividad.

Debate sobre el nuevo ciclo en la migración México-USA

Podemos identificar al menos tres grandes perspectivas desde las cuales se ha abordado la dinámica de la migración mexicana de la última década. Por un lado, quienes plantean la tesis del colapso del sistema migratorio México-Estados Unidos. Por otro lado, los que sugieren que este freno es fruto del proceso de integración económica entre ambos países. Por último, quienes han puesto énfasis en el auge de la migración de retorno.

a) Tesis del colapso del sistema migratorio México-Estados Unidos

Es la visión preponderante en el debate y en la cual la tendencia de un saldo nulo migratorio entre México y Estados Unidos es una nueva fase o escenario en la dinámica del sistema migratorio (Massey, Durand y Pren, 2009; Durand y Arias, 2014; Passel, Cohn y González-Blanco, 2012).

Con base en el flujo indocumentado y la migración de tipo circular que desde siempre caracterizó al sistema migratorio México-Estados Unidos, Durand (2013) plantea no sólo la tesis del colapso del sistema migratorio, sino también la imposibilidad de repararlo. Se fundamenta en evidencia empírica recopilada en localidades con arraigada tradición migratoria en el Occidente mexicano. Al analizar el caso de Epenche Chico, localidad del municipio de Mazamitla, Jalisco, encuentra que en años anteriores a 2011 (fecha de inicio del análisis) nadie había cruzado la frontera de manera indocumentada, situación inusual considerando la larga tradición migratoria de estas comunidades. No obstante, sí halla migrantes que cruzaron de manera documentada gracias a una mayor disponibilidad de las visas para trabajadores temporales.

Similar situación se repite en comunidades y localidades de Guanajuato y San Luis Potosí incluidas en las encuestas del Mexican Migration Project. En ambos casos se verifica que por primera vez en 25 años (2009) ninguna persona había realizado un primer viaje a Estados Unidos en forma indocumentada, indicativa de que este tipo de flujo migratorio de salida se habría detenido. Por el contrario, los que sí migraron lo hicieron usando visas agrícolas y de servicios.

Durand (2013) atribuye el estancamiento a un complejo engranaje compuesto de varias piezas que involucran factores de carácter económico, político y de control fronterizo. Esta combinación de circunstancias tuvo como resultado desalentar el cruce indocumentado ante el incremento de los costos y los riesgos del cruce fronterizo así como de la inserción y asentamiento en los Estados Unidos. Asimismo, argumenta que la reducción de los envíos de remesas producto del impacto de la crisis económica, afectó también a la llamada "remesa sistémica", esto es, el dinero que se envía a las comunidades de origen para hacer los preparativos del viaje migratorio de sucesivos migrantes, y de ese modo sustentar la reproducción del patrón migratorio. De esta forma, el efecto de la crisis habría sido doble: directamente al reducir de manera drástica las opciones de empleo e inserción laboral, e indirectamente al afectar la sustentación económica del sistema migratorio en sí mismo.

Durand y Arias (2014) presentan otro caso empírico en la localidad de Pegueros en Tepatitlán, Jalisco, que también abona a la tesis del colapso de la migración indocumentada. Allí detectaron un notable incremento del número de migrantes de retorno además de una disminución de los flujos de salida. Según los autores, una combinación de factores sociales, demográficos, culturales y migratorios ha llevado a los migrantes de esta localidad a establecer una permanencia indefinida en suelo estadunidense, junto a un desincentivo de nuevos desplazamientos indocumentados. Esta situación ya se observaba en 2005, aunque en menor intensidad: a diferencia de sus padres, la generación nacida después de 1990 ya no percibía la migración indocumentada a Estados Unidos como una opción atractiva de desarrollo económico o personal, optó por incorporarse en los mercados de trabajo dentro de sus regiones. La migración interna aparece ya como una opción válida para ellos, pues aunque el salario ofrecido siga siendo menor al que ofrecen los trabajos en Estados Unidos, esta diferencia sería en parte compensada por las prestaciones sociales que se ofrecen en México.

El creciente clima antinmigrante, el encarecimiento de los costos del desplazamiento, los mayores riesgos y peligros que implica la migración y cruce indocumentado, junto a los efectos de la crisis económica, desencadenaron nuevas percepciones y valoraciones sociales y subjetivas frente a la migración, lo que llevó a muchos jóvenes a quedarse en sus localidades o bien optar por desplazamientos internos. Esta nueva situación migratoria daría pie a la conformación de un inesperado pero oportuno "bono laboral" que favorecería a los empresarios mexicanos. Distinto al pasado, las empresas ya no enfrentarían un escenario de escasez de mano de obra derivado de la emigración internacional (Durand y Arias, 2014).

Por medio de modelos logísticos se determina que la probabilidad de hacer un primer viaje de manera indocumentada se redujo drásticamente, incluso fue menor que la registrada al inicio del Programa Bracero. De esta forma, el saldo migratorio nulo sería la evidencia de que el tradicional patrón migratorio mexicano habría dejado de existir, pues pasó de ser un flujo circular, continuo y recurrente a un "fenómeno de establecimiento familiar, laboral, a largo plazo, indefinido y de retorno incierto" (Durand y Arias, 2014: 173).

Por el contrario, para quienes cuentan con algún tipo de visado (turista, sobre todo) que les posibilite no exponerse a los costos y riesgos que implica la migración indocumentada en la actualidad, la migración continúa siendo una opción altamente atractiva que los lleva a permanecer en Estados Unidos el máximo tiempo que les permite su estancia legal; de esa manera evitan ser fichados por las autoridades migratorias, lo cual según las nuevas leyes migratorias les impediría posteriores desplazamientos documentados.

En la misma línea argumentativa, Massey, Pren y Durand (2009) encuentran que los patrones migratorios mexicanos se han transformado y evolucionado como respuesta a los cambios en la política migratoria de Estados Unidos; destaca el virtual cese de la migración indocumentada frente a los nuevos contextos políticos y legales. De acuerdo con estos autores la nueva era migratoria comenzó a dibujarse a partir de 1998, con la militarización de la frontera y las subsecuentes leyes de control fronterizo y redadas al interior del país. Para 2007 elementos multifactoriales operaron de manera simultánea a fin de disminuir el flujo de migración mexicana indocumentada. Conforme a sus estimaciones las probabilidades de migrar sin documentos por primera vez y de intentarlo por segunda o tercera vez han disminuido considerablemente, lo que interpretan como un nuevo patrón migratorio. Passel, Cohn y González-Barrera (2012), también bajo esta visión, reconocen que a pesar de que existen mejores oportunidades laborales en Estados Unidos los mexicanos prefieren no inmigrar debido al aumento de riesgos y de costos económicos de cruzar una frontera más vigilada y con mayores peligros. Todo ello habría llevado a la prevalencia y persistencia en los últimos años de un saldo nulo migratorio, mismo que contrasta con la dinámica de crecimiento del stock de inmigrantes mexicanos residentes en Estados Unidos experimentada en décadas anteriores.

b) Tesis de la burbuja migratoria y la integración de mercados

De acuerdo con la propuesta de Martin (2003), más que un colapso la coyuntura migratoria de la última década puede interpretarse como un fenómeno completamente normal y esperable, derivado del impacto a largo plazo de la integración económica y comercial impulsada por el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México y Estados Unidos. Según este autor en un inicio el TLC habría generado un crecimiento acelerado de la migración como consecuencia directa de la integración de mercados entre ambas naciones, fenómeno que se habría observado a partir de mediados de los años noventa; lo denominó migration hump, o "joroba" migratoria, y corresponde a un crecimiento muy acelerado pero circunstancial y transitorio, que se explicaría por las profundas asimetrías económicas y productivas que se dan al inicio de operaciones del TLC. No obstante, se trataría de un fenómeno transitorio que tendería a reducirse en la medida que el mayor intercambio comercial y económico comenzara a tener efectos positivos en el desarrollo y transformación de la economía mexicana, al reducir las asimetrías y distancias con la economía norteamericana. Esta es la situación migratoria que habría comenzado a experimentarse a partir de mediados de la década pasada, y que tendría como basamento estructural una combinación de factores económicos y demográficos en territorio mexicano.

Demográficos: la reducción de la tasa de fecundidad en México en las décadas de 1980 y 1990 reduciría las presiones para migrar, debido a que los hogares con un menor número de hijos tienden a mantenerlos en la escuela por más tiempo, lo que reduciría la necesidad de que los más pequeños ingresaran al mercado laboral y en el largo plazo provocaría un aumento en el nivel educativo de los mexicanos, que son menos propensos a migrar a medida que su educación aumenta.

Económicos: a mediano plazo, el crecimiento de la economía mexicana se traduciría en mejores empleos y salarios más competitivos. En este marco, el freno de la migración no sería consecuencia de las políticas de control y restricción migratoria estadounidenses, sino una consecuencia natural de la integración económica. Si la demanda de mano de obra migrante desde Estados Unidos persistía, serían los migrantes centroamericanos o chinos quienes ocuparían el vacío dejado por los mexicanos.

Es una lectura propia de enfoques neoliberales que, sin embargo, no se corresponden con los datos de la dinámica económica y demográfica de la sociedad mexicana. Al respecto, García Zamora (2012) refuta la tesis de que hayan mejorado las condiciones de la economía mexicana; se basa en datos oficiales que ponen en evidencia el aumento de la pobreza y la disminución del ingreso en prácticamente la totalidad de los hogares. Reconoce que ha habido mejoras en las condiciones de vida, mismas que han permitido una mayor posesión de bienes y mejores oportunidades, pero éstas no han sido suficientes como para reducir la brecha salarial con respecto a Estados Unidos, la cual ha seguido consolidando las asimetrías productivas y económicas entre ambos países. Esta situación lo conduce a apoyar la hipótesis de que es el estado de la economía estadounidense la principal determinante para la migración mexicana.

En este predicado, la migración mexicana crecería en momentos de expansión de la economía estadounidense y se reduciría en las contracciones económicas, como ha ocurrido en los últimos años. Los datos corroboran esa tesis y muestran que históricamente los migrantes no responden con el ciclo de empleo en México. Así por ejemplo, en la primera mitad de los años noventa la migración se reduce a pesar de que se incrementó el desempleo en México. Por el contrario, en la segunda mitad de esa década se da la relación inversa, aumentó el desempleo mientras la migración se redujo. Con base en estos datos, se afirma que la migración guarda mayor relación con la disposición de empleo en territorio estadounidense, por encima de la falta de oportunidades en México y de los diferenciales salariales que prevalecen entre ambas naciones.

c) Retorno y su impacto en la nueva dinámica migratoria

Aunque el tema del retorno no es nuevo, lo cierto es que durante la histórica relación migratoria entre México y Estados Unidos nunca ocupó el centro de atención ni de la academia ni de la política, entre otras cosas porque el porcentaje de las personas retornadas era opacado por los altos incrementos anuales en las emigraciones. Fue sólo a partir de la crisis económica de 2008 que el tema del retorno adquiere una importancia mediática inusitada cuando diversos políticos y funcionarios públicos de alto nivel aluden a un "inminente" retorno masivo de mexicanos, que tendría graves efectos en los mercados laborales del país (Alarcón et al., 2009).

En este marco surge un legítimo interés académico por el tema, el cual se ve confirmado por las tendencias observadas en los primeros años de la crisis, cuando desde diversas fuentes se registra un inusitado incremento del retorno de mexicanos. Aunque las cifras estuvieron lejos de indicar un regreso masivo desde los Estados Unidos, lo cierto es que las estadísticas de ese periodo indican que las tasas de retorno se duplicaron respecto a las registradas históricamente (Gandini, Lozano y Gaspar, 2015).

Distintos factores, tanto a nivel macro-estructural como microsocial, se conjugan y entrecruzan para dar lugar a una compleja y multidimensional dinámica del retorno (Lozano y Martínez, 2015). La revisión de la literatura apunta a distintos elementos que influyeron sobre el retorno de los mexicanos, de entre los que sobresalen dos. Por un lado, la ya mencionada crisis económica de 2008 que derivó en una severa contracción de los mercados de trabajo en territorio estadounidense y que implicó una reducción significativa de las opciones laborales para los migrantes mexicanos. Particular importancia adquiere la contracción del sector inmobiliario y de la construcción, actividad donde se concentraba gran parte de los trabajadores masculinos (Canales, 2014). Por otro, destaca la "criminalización" de la migración indocumentada, derivada del endurecimiento de la política migratoria estadounidense que en la última década realizó un histórico número de deportaciones mediante programas Comunidades Seguras; mismo que no sólo se enfocó en el reforzamiento de las fronteras, sino que también implementó medidas de control de la movilidad en los lugares de vivienda y trabajo de los migrantes, lo que en la práctica se tradujo en un dramático aumento de las deportaciones y devoluciones "voluntarias" de migrantes mexicanos (Rivera, 2015).

En los últimos años, a partir del incremento del retorno, se ha profundizado en el estudio de las características y posibles consecuencias del retorno de los mexicanos. Sin querer ser exhaustivos, podemos sintetizar estos estudios señalando que a través de ellos se ha establecido que el retorno es un fenómeno esencialmente masculino, de migrantes de baja escolaridad (Lozano y Galindo, 2014; Gandini, Lozano y Gaspar, 2015; Ramírez y Aguado, 2013), que en muchos casos optan por reinsertarse en ámbitos urbanos y no necesariamente en sus localidades de origen (Masferrer, 2014; García y Zamora, 2014; Terán, Giorguli y Sánchez, 2015), sin los impactos esperados en materia económica y de capital humano (Cobo, Giorguli y Alba, 2010; Jardón, 2015), y que suelen enfrentar diversos problemas para su reinserción social y laboral (Anguiano, Cruz y Garbey, 2013; Ramírez y Lozano, 2015).

Tendencias recientes: del colapso a la recuperación migratoria

El principal dato que nos permite refutar la tesis del colapso es el repunte de la migración de mexicanos a ese país, que se registra a partir de 2014. Al analizar la dinámica del stock de mexicanos residentes en Estados Unidos en los últimos 15 años es posible identificar las diferentes coyunturas y fases temporales que ha experimentado en este tiempo y que en conjunto conforman un ciclo migratorio de más largo aliento. En el marco de este ciclo migratorio se advierte la fase específica de freno y estancamiento que se refiere la tesis del colapso migratorio, a la vez que puede circunscribirse a un lapso muy determinado; según indican los datos más recientes, este último ya habría sido superado dando paso a una nueva fase de expansión y crecimiento de la migración y del volumen de la población mexicana en Estados Unidos.

  • a) Con base en los datos que reporta Current Population Survey, se perciben al menos cinco fases coyunturales en la dinámica migratoria medida a partir del stock de mexicanos residentes en Estados Unidos (véase Gráfica 2).

  • b) Primera fase expansiva que va de enero de 2000 a diciembre de 2003, y que se caracteriza por un alto crecimiento cercano a 8 por ciento anual.

  • c) Segunda fase que abarca de enero de 2004 a noviembre de 2008, donde el ritmo de crecimiento se modera bajando a una tasa de 3 por ciento anual. d) Tercera fase de estancamiento que comprende de diciembre de 2008 a enero de 2011. En estos años la población mexicana residente en Estados Unidos se mantiene estable en un nivel que fluctúa alrededor de 12 millones de personas, cifra que corresponde al máximo alcanzado hasta ese momento.

  • e) Cuarta fase donde se da un descenso importante del stock de mexicanos residentes en Estados Unidos, el cual pasa de los casi 12 millones en febrero de 2011 a 11 millones en abril de 2014. Se trata de una caída nada despreciable que en promedio representó una tasa de decrecimiento de 2.4 por ciento anual. Corresponde a lo que algunos autores han denominado "colapso" o "desplome" de la migración.

  • f) Quinta fase que inicia en mayo 2014 y se prolonga hasta nuestros días. Es una fase de reimpulso de la migración que en sólo dos años se recupere el volumen de la población mexicana residente en Estados Unidos que prevalecía en 2011, muy próximo a su máximo nivel histórico de 12 millones de mexicanos.

Fuentes: Current Population Survey, Basic, enero 1999 a julio 2016.

Gráfica 2 Fases y coyunturas del actual ciclo migratorio México-Estados Unidos. Población nacida en México residente en Estados Unidos (dato mensual basado en promedios anuales móviles). 

Los datos indican que efectivamente el nuevo contexto estructural (crisis económica + política antinmigrante) tuvo un efecto negativo sobre la migración, el cual se restringe sólo a un lapso específico. La crisis económica junto a la nueva política antiinmigrante, lograron por algunos años frenar e incluso revertir la dinámica de crecimiento de la población mexicana residente en Estados Unidos. Entre febrero de 2008 y abril de 2014 la población se estancó, luego descendió a una tasa de 2.4 por ciento anual promedio en esos seis años.

Sin embargo, a partir de mayo de 2014 retoma su tradicional senda de crecimiento de tal forma que en tan sólo estos dos últimos años ya había recuperado el nivel que tenía a fines de 2008, justo antes de que se iniciara el estancamiento y posterior descenso. Este nuevo ciclo de expansión y crecimiento de la migración mexicana es un dato irrefutable de que el llamado "colapso" migratorio en realidad fue un fenómeno coyuntural que se restringió a un periodo de años. La recuperación económica de Estados Unidos ha generado nuevamente condiciones contextuales favorables para la inmigración laboral mexicana que se expresa, entre otras cosas, en la recuperación e incluso superación de los niveles de ocupación y empleo prevalecientes antes de la crisis. Asimismo, aunque el clima antinmigrante se ha mantenido, lo cierto es que el volumen de deportaciones en 2015 fue sustancialmente menor al prevaleciente en años anteriores. Así como el ciclo de saldo nulo migratorio se explica por el incremento del retorno de mexicanos y la reducción de la emigración, este ciclo de recuperación se sustenta en la combinación de esas mismas dinámicas pero en sentido inverso, un descenso del retorno migratorio además de la recuperación del flujo de salida de mexicanos hacia Estados Unidos.

a) Auge y descenso del retorno migratorio

En el caso de la migración mexicana el retorno nunca fue un tema relevante. Hasta la década de 1980 el retorno era relativamente marginal e involucraba en promedio a menos de 20 mil migrantes al año (100 mil quinquenales). Es recién en la década de 1990, con el sustancial incremento de la emigración, que el retorno comienza a adquirir un volumen relativamente importante, aunque en ningún caso superó a los 60 mil migrantes al año.

Fuente: elaboración propia con base en Censos y Conteos de Población de 1960, 1970, 1980, 1990, 2000 y 2010; Conteos de Población de 1995 y 2005, ENADID.

Gráfica 3 Tendencia histórica de la migración de retorno (flujos quincenales). 

En la segunda mitad de la década pasada y los primeros de la actual la situación se modificó sustancialmente. Entre 2004 y 2009 el retorno involucró a 714 mil personas; llegó a un nivel máximo entre 2005 y 2010 cuando en esos cinco años retornaron 825 mil personas. Es sin duda un crecimiento explosivo, resultado directo de los efectos combinados de la crisis económica y la política antinmigrante que implicó la deportación (remoción) de casi 2.5 millones de mexicanos entre 2005 y 2014.

Al igual que lo ya señalado para el caso del stock de mexicanos residentes en Estados Unidos, esta explosión del retorno parece haber sido una situación coyuntural circunscrita a un periodo específico de años, misma que ya estaría siendo superada. Los datos más recientes indican que en el quinquenio 2010-2015 el retorno se habría reducido a menos de 450 mil migrantes, esto es menos de 90 mil migrantes por año; cifra que si bien es superior al promedio histórico, es igualmente menor a la que prevaleciera entre 2004 y 2014.

Esta situación de auge y descenso del retorno queda aún más clara al comparar las tasas de retorno en cada quinquenio para el periodo más reciente. En el periodo de mayor auge del retorno (2005-2010) la tasa alcanzó un nivel de 7.5 por ciento acumulado, cifra que duplica el nivel prevaleciente desde la segunda mitad de los noventa. No obstante, ya en el quinquenio 2009-2014 se redujo a 6 por ciento, para caer definitivamente a sólo 3.7 por ciento en el periodo más reciente (2010-2015), porcentaje que es prácticamente igual al que prevalecía a fines de los noventa e inferior al de la década de 1980 y primera mitad de 1990.

Fuente: elaboración propia con base en Censos y Conteos de Población de 2000 y 2010; Conteos de Población de 1995 y 2005, ENADID de 2009 y 2014; Encuesta Intercensal 2015.

Gráfica 4 Tasa quincenal de retorno en México. 

b) Del desplome a la recuperación de la emigración

La dinámica del flujo de salida de migrantes mexicanos hacia Estados Unidos presenta prácticamente la misma tendencia pero en sentido inverso. De 2005 a 2013 se da un virtual desplome del flujo de emigrantes; en 2014 inicia su recuperación, tendencia que se mantiene y acentúa en 2015. Lo relevante es que esta tendencia de desplome y recuperación se registra tanto en las fuentes de información mexicanas como en las norteamericanas.

En el caso de las fuentes mexicanas, la ENOE permite captar desde 2005 el volumen total de mexicanos que en cada trimestre abandonan el hogar de residencia en México para trasladarse al extranjero, emigración que casi en su totalidad corresponde a Estados Unidos. Con base en este indicador, y usando los datos para el cuarto trimestre de cada año se observa un virtual colapso de la emigración, el cual parece seguir dos grandes etapas. Una primera entre 2005 y 2007, cuando el flujo trimestral se desploma de casi 210 mil emigrantes a sólo 110 mil. Curiosamente, entre 2007 y 2009 el flujo se mantuvo estable en esta cifra, aun cuando corresponde a los peores momentos de la crisis económica y de empleo en Estados Unidos. A partir de 2009 se acentúa el desplome de la emigración, alcanza su punto más bajo en 2013 con menos de 60 mil emigrantes; desde ese momento inicia una fase de recuperación que en dos años ha permitido que el volumen de emigrantes se aproxime a 100 mil personas trimestralmente, cifra prevaleciente en 2009.

Current Population Survey (CPS) capta de dos formas la emigración reciente. Por un lado, pregunta directamente por quienes han arribado a Estados Unidos el año anterior a la fecha de la entrevista. Por otro, indaga el año del último arribo a ese país. Al combinar la información de ambos indicadores se reconstruyó el flujo de inmigrantes recientes para cada año de la encuesta en el lapso de 2005 a 2015. La tendencia que reporta esta medición es similar a la ya descrita por la ENOE, aunque los volúmenes discrepan significativamente. Se registra un desplome del volumen de la inmigración de mexicanos a Estados Unidos, el cual se desarrolla también en dos etapas. Primero, entre 2005 y 2009, cuando se pasa de un flujo de casi 480 mil inmigrantes mexicanos al año en 2005 y 2006, a sólo 330 mil en 2008 y 311 mil en 2009. A partir de entonces vuelve a acentuarse el desplome de la inmigración; registra su punto más bajo en 2012, cuando habrían ingresado sólo 135 mil migrantes mexicanos. Desde se año el flujo anual se estabiliza en el mismo nivel; retoma una senda de recuperación en 2015, pues alcanza una cifra de 200 mil migrantes mexicanos.

Fuente: elaboración propia con base en Current Population Survey, 2005 a 2015; Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 2005 a 2015.

Gráfica 5 México, 2005-2015. Tendencia de la emigración a Estados Unidos según distintas fuentes. 

c) Regreso de un saldo neto migratorio negativo

La conjunción de las tendencias del retorno y la emigración configuran una nueva fase dentro del ciclo migratorio: el regreso de un escenario de saldo neto migratorio negativo, donde si bien aún no se alcanzan los niveles absolutos prevalecientes antes de la crisis, sí implican un cambio en cuanto a la tendencia observada durante la crisis. Al respecto, los datos que proporciona la ENOE permiten sustentar esta tesis. En la segunda mitad de la década pasada el saldo migratorio muestra una clara tendencia a reducirse, pasa de un volumen de más de 500 mil emigrantes netos en 2006 a menos de 100 mil en 2010. Desde entonces y hasta 2012 se mantiene en un nivel ligeramente superior a 100 mil emigrantes netos; inicia su recuperación a partir de ese año al pasar de 125 mil emigrantes netos a más de 220 mil en 2015, consigue así los niveles del 2008 cuando comienza la crisis económica. Si bien aún no se alcanza el nivel de emigración neta que prevalecía antes de 2008, lo cierto es que de continuar esta tendencia ascendente de la emigración neta es esperable que hacia 2017 se obtenga el mismo nivel que en 2007.

Fuente: estimaciones con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, ENOE.

*Proyecciones propias según la tendencia en años recientes.

Gráfica 6 México, saldo neto migratorio. 

Los datos presentados indican que el colapso existió, pero que corresponde sólo a una de las fases que componen y dan forma a un ciclo de más largo aliento de la migración entre México y Estados Unidos el cual abarca las últimas dos décadas. En este contexto, la fase del colapso migratorio fue precedida por fases de expansión y estancamiento, a la vez que es actualmente sustituida por una nueva fase de recuperación y auge de la migración mexicana. Tanto la dinámica del stock migratorio, esto es, el volumen de la población mexicana residente en Estados Unidos, como de los flujos de salida (emigración) y regreso (retorno migratorio) son consistentes con las distintas fases o ciclos de la migración mexicana de las últimas dos décadas.

Asimismo, es relevante constatar el peso de las condiciones económicas y estructurales. Los ciclos de estancamiento y descenso (mal llamado "colapso") de la migración coinciden grosso modo con los momentos más álgidos de la crisis económica, a la vez que la fase de recuperación del flujo migratorio también coincide con las fases de recuperación del crecimiento económico y del empleo en Estados Unidos. García Zamora (2012) advierte que la dinámica de la migración mexicana muestra una importante sensibilidad a los ciclos económicos en Estados Unidos, y que aunque las condiciones políticas y el ambiente antinmigrante tienen un impacto nada despreciable, en el fondo son los factores vinculados a la estructura económico-productiva y de los mercados de trabajo quienes más directamente inciden en los ciclos migratorios. Esto permite explicar por qué el estancamiento y virtual colapso migratorio correspondió a una fase migratoria acotada a los tiempos de la crisis económica y de empleo en Estados Unidos, pero que en ningún caso implicó o comprometió de manera seria la dinámica estructural de la migración. Es de suponer y esperar que en la medida que se mantengan las condiciones que promueven el actual ciclo de crecimiento de la economía norteamericana, la migración mexicana tenderá a mantener su dinámica de recuperación y auge; se incrementará la emigración y se reducirá el retorno, lo cual implicará regresar a un ciclo de saldo migratorio negativo para México o positivo desde la perspectiva de Estados Unidos.

A continuación se expone un análisis sobre las tendencias recientes de las condiciones y causas estructurales que determinan la dinámica del sistema migratorio México-Estados Unidos. La tesis es que mientras permanezcan esas condiciones estructurales, se espera que el sistema migratorio mantenga su vitalidad y se aleje de los fantasmas de un virtual colapso y desplome del flujo migratorio.

Condiciones estructurales del actual ciclo migratorio

En párrafos anteriores se mostró que los datos más recientes no confirman la hipótesis del colapso del sistema migratorio México-Estados Unidos. En esta sección se analizan las causas estructurales de la migración, se aportan datos empíricos que permiten sustentar dicho repunte y enmarcarlo en un contexto más general de las condiciones estructurales que han impulsado el largo ciclo migratorio de las últimas dos décadas y que continúan y se acentúan en la actualidad. Esa visión estructural y de más largo aliento posibilita situar y acotar el horizonte temporal del llamado desplome migratorio, circunscribiéndolo a una fase coyuntural dentro del ciclo estructural.

a) Integración comercial y divergencia económica y salarial

Tanto los enfoques neoclásicos como los estructuralistas y marxistas coinciden en señalar que las diferencias salariales y productivas son uno de los factores estructurales que explican y causan el inicio de las migraciones internacionales. La desemejanza entre ambos enfoques radica en que mientras los primeros postulan que con la integración comercial y económica esas brechas tienden a reducirse, y así disminuyen las presiones migratorias (Martin, 2003), los enfoques estructuralistas sostienen lo contrario: que las brechas productivas se incrementan, y por tanto, se mantienen y acentúan las causas estructurales de la migración (Canales, 2015).

Los datos favorecen las tesis estructuralistas, pues todo indica que las asimetrías económicas y productivas no sólo se han mantenido, sino que se han acentuado en las últimas dos décadas. Con relación a los niveles de productividad la brecha entre ambos países, que ya era elevada en la década de 1990, se ha incrementado sistemáticamente en las últimas dos décadas, aun a pesar de los efectos de la crisis económica que afectó a la economía estadounidense. En la segunda mitad de aquella década la productividad por hora trabajada era casi tres veces superior en Estados Unidos respecto a México; 10 años después y ya en plena crisis económica esta diferencia se incrementó a 3.2 veces, y alcanzó una brecha de 3.5 veces entre 2010-2015. Esa sistemática pérdida de posición competitiva de la economía mexicana frente a la estadounidense se debe a que mientras en este país la productividad no ha dejado de crecer sistemáticamente en los últimos 20 años (con un nivel de 47 dólares por hora trabajada en el quinquenio 1995-2000 a más de 62 en 2010-2014) en México apenas se incrementó dos dólares en todo ese periodo (16 dólares por hora en el quinquenio 1995-2000 a sólo 18 en 2010-2014).

Respecto a la brecha salarial la tendencia es aún más acentuada a favor de Estados Unidos. Si en 1995-2000 el salario anual promedio era 3.4 veces superior al de México, para 2010-2014 la diferencia aumentó de tal modo que el salario promedio era 4.4 veces superior. En este caso el incremento de la brecha salarial se origina en dos dinámicas contrapuestas. Mientras en Estados Unidos el salario promedio anual aumentó (de 47 mil dólares anuales en 1995-2000 a 56 mil dólares en 2010-2014), en México tuvo un descenso superior a 7 por ciento (de 13.7 a 12.7 mil dólares en el mismo periodo).

Fuente: OECD. Stat, http://stats.oecd.org/

Cuadro 1 Productividad y salarios de México y Estados Unidos, además de brecha salarial y de productividad. 

Junto a estas asimetrías en el ámbito productivo y salarial se producen tendencias igualmente contrapuestas, pero complementarias en los mercados laborales de uno y otro país. En México se aprecia un superávit en la oferta laboral, esto es, un volumen de trabajadores significativamente superior al volumen de empleos que genera la economía. Estados Unidos manifiesta una situación inversa, es decir, un déficit de fuerza de trabajo determinado por un volumen de trabajadores sustancialmente menor al volumen de puestos de trabajo que produce la dinámica económica.

En México el superávit corresponde a la diferencia entre el volumen de empleos y puestos de trabajo formales que produce la economía y la fuerza de trabajo ocupada que origina la dinámica demográfica. El volumen de empleos corresponde al total de trabajadores permanentes y temporales que reporta el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Los ocupados por su parte se obtienen de las encuestas de empleo, incluyen a los asegurados al IMSS y a los ocupados en la economía informal. A éstos se agrega el total de mexicanos ocupados residentes en Estados Unidos, lo que proporciona el total de trabajadores mexicanos ocupados; ello se asume como la oferta total de trabajadores.

Con base en esta definición se estima que el superávit de fuerza de trabajo ocupada en México no sólo es de gran magnitud, sino que además ha ido creciendo en la última década: de 32 millones en 2003 a 40 millones en la actualidad. Asimismo, se percibe que la migración a Estados Unidos representa cerca de 18 por ciento de este superávit de fuerza de trabajo, lo cual evidencia el nivel y la dimensión que asume la emigración como válvula de escape y de reducción de la presión sobre el mercado de trabajo doméstico.

Fuente: Banco de Información Económica (BIE), INEGI, http://www.inegi.org.mx/sistemas/bie

Cuadro 2 México, 2003-2015. Ocupados según condición formal, migrante y superávit laboral. 

En Estados Unidos se experimenta la situación inversa con un continuo y sistemático déficit de mano de obra incluso en contextos de crisis y estancamiento económico. Este déficit se estima como la diferencia entre el volumen de puestos de trabajo que genera anualmente la economía y el volumen de la población económicamente activa nativa que produce la dinámica demográfica; es decir, los ocupados y desocupados nativos de ese país, sin incluir los inmigrantes.

Con base en esta definición se considera que el déficit de mano de obra experimenta tres fases en los últimos años. Por un lado, antes de la crisis económica el déficit muestra un sostenido crecimiento, pasa de menos de 13 millones de trabajadores en 2003 a casi 18 millones en 2007. Por otro lado, como efecto de la crisis económica el déficit se reduce a 9.6 millones en 2010. No obstante, se evidencia que aun en contextos de crisis el déficit de mano de obra sigue siendo un factor estructural, incluso en el peor momento representó más de 7 por ciento de la población ocupada. Finalmente, a partir de 2010 la recuperación económica reimpulsa el crecimiento del empleo, con lo cual el déficit estructural de fuerza de trabajo retoma su tendencia ascendente: de 9.6 millones de trabajadores en 2010 a 18.9 millones en 2015, cifra que representa en la actualidad casi 13 por ciento de los puestos de trabajo.

El déficit estructural de mano de obra es una condición que favorece y promueve la inmigración, donde los mexicanos asumen un rol de importancia que se acrecienta en los momentos de crisis económica. Ya antes de la crisis la inmigración mexicana cubría 45 por ciento del déficit estructural en el mercado de trabajo. Tal proporción se eleva 70 por ciento en los peores momentos de la crisis (2010), para mantenerse sobre 40 por ciento en años recientes. Los datos revelan el gran peso que tiene la inmigración mexicana en la dinámica de los mercados laborales en Estados Unidos, en términos de contribuir a suplir el déficit estructural de mano de obra generado por el desajuste entre la dinámica económica y la dinámica demográfica de ese país. La importancia que esta situación tiene para el reimpulso de la inmigración de origen mexicano en Estados Unidos forma la tesis central del presente artículo.

Fuente: estimaciones propias con base en Current Population Survey, March Supplement, varios años.

Cuadro 3 Estados Unidos, 2003-2015. Déficit de fuerza de trabajo (millones de trabajadores) 

En síntesis, los datos muestran no sólo las asimetrías económicas, productivas y laborales de ambos países, o cómo ellas se acentúan con el tiempo, sino que además plantean un contexto de complementariedad entre ellas, mismo que se evidencia en el caso de la complementación entre el superávit de fuerza de trabajo en México con el déficit de Estados Unidos en ese mismo rubro.

b) Dinámica del empleo y la migración en Estados Unidos

El déficit de fuerza de trabajo es consecuencia directa del proceso de envejecimiento de la población norteamericana. Tiene dos formas de impactar en la configuración de la oferta de mano de obra en ese país: en cuanto a la composición por grupos étnicos y migratorios del crecimiento total de la fuerza de trabajo; en la composición etárea de ese crecimiento para cada grupo étnico.

En el primer caso son los grupos inmigrantes los que generan un mayor aporte al crecimiento total de la fuerza de trabajo. Entre 2000 y 2015 los inmigrantes, aun cuando representan sólo 18 por ciento de la fuerza de trabajo, contribuyeron con 58 por ciento del crecimiento de la Población Económicamente Activa (Pea); cifra superior a 42 por ciento que aportaron los grupos nativos, los cuales representan más de 80 por ciento de la fuerza de trabajo. Asimismo, dentro de la población nativa es la de origen latino la que genera el mayor aporte pues contribuye con 29 por ciento del crecimiento de la Pea contra sólo 13 por ciento de los demás grupos nativos.

En el segundo caso los datos son aún más elocuentes e ilustran cómo el proceso de envejecimiento afecta directamente a la composición etárea de la población nativa. Entre los inmigrantes mexicanos casi 60 por ciento del crecimiento de la Pea corresponde a trabajadores menores de 50 años, proporción que se reduce 50 por ciento en el caso de los inmigrantes de otros países latinoamericanos y 35 por ciento en los provenientes de otras regiones del mundo. Para los nativos se observa una circunstancia diferente. En los blancos no latinos se advierte una situación extrema del proceso de envejecimiento, donde disminuye el volumen absoluto de los trabajadores jóvenes en favor del incremento de los mayores. Mientras los primeros se reducen en más de 14 millones de personas, los mayores de 50 años se incrementan en 12 millones.

La fuerza de trabajo de origen negro no latino experimenta un fenómeno similar, pero de magnitudes menores. De igual manera experimenta un proceso de envejecimiento, que si bien no implica una reducción tan drástica de la fuerza de trabajo menor de 50 años, sí conlleva un gran crecimiento de la de mayor de esa edad. Los mexicano-americanos y otros latinos, en cambio, muestran un proceso distante del envejecimiento demográfico; los menores de 50 años aportan más de 80 por ciento del crecimiento de la Pea de ese grupo étnico, ello evidencia que se trata de una población eminentemente joven.

Fuente: Current Population Survey, March Supplement, 2000 y 2015.

Cuadro 4 Estados Unidos, 2000-2015. Crecimiento de la fuerza de trabajo según origen étnico-migratorio y grandes grupos de edad. 

Estos datos ilustran la dinámica del envejecimiento de la Pea de Estados Unidos y manifiestan un proceso de reemplazo demográfico de un grupo étnico (blancos no latinos) por otro emergente (inmigrantes latinos y nativos de origen mexicano y latino). Todo indica que a mediano plazo (de dos a tres décadas) la composición étnica de la fuerza de trabajo de Estados Unidos se irá "latinizando"; se reducirá el peso que actualmente tiene la población blanca no latina, tal como se prevé que ocurra a nivel de la población en general (Canales, 2015).

c) Crisis económica, inserción laboral y polarización de las ocupaciones

El reemplazo étnico-demográfico no es un proceso lineal ni homogéneo, sino diferenciado en cuanto a las ocupaciones en las que se emplea e inserta cada grupo étnico y demográfico, así como en los impactos y consecuencias que sobre este proceso ha tenido la crisis económica. Tales cambios se incluyen en un proceso más amplio y global de transformaciones en la estructura ocupacional de Estados Unidos, mismo que adquiere formas diferenciadas según los principales grupos étnicos y migratorios; ello constata la forma en que la matriz ocupacional adquiere ropajes de una matriz "racializada", donde los puestos de trabajo en la cima de la estructura ocupacional tienden a ser desempeñados por trabajadores blancos no hispanos, mientras los ubicados en la base de la pirámide son ocupados por inmigrantes latinos (Canales, 2007).

La crisis económica de años recientes si bien implicó una reducción del nivel de empleo, no alteró en lo fundamental esta base estructural de diferenciación étnica de las ocupaciones. Por el contrario, los datos indican que la crisis ha profundizado esa diferenciación y desigualdad étnico-migratoria frente al trabajo y las ocupaciones mediante el reforzamiento de la polarización del empleo junto a la diferenciación étnica de la estructura ocupacional. Para ilustrar esta tesis se presenta un análisis estadístico que refleja el cambio en la inserción laboral de los inmigrantes mexicanos, tanto en lo que se refiere a su participación en la estructura ocupacional como a sus condiciones laborales. Se reclasifica la estructura de ocupaciones con base en las siguientes grandes categorías de análisis.

Actividades de dirección del proceso de trabajo. Incluye gerentes, ejecutivos, ingenieros, administradores, servicios profesionales, y otras actividades de alto nivel que se dedican principalmente a la organización, planificación, dirección y control de las actividades que desarrollan los trabajadores, así como la gestión de las empresas.

Actividades de administración y distribución. Se refiere a actividades de apoyo a la dirección, además de la distribución y comercialización de bienes y servicios producidos. Corresponde a empleados y trabajadores de cuello blanco en general.

Actividades de producción. Trabajos vinculados al procesamiento y transformación de bienes y mercancías. Son los que ejecutan directamente el proceso de trabajo.

Construcción. Aunque suele incluirse como una actividad productiva, la diferencia es que en ella se da una alta concentración de mano de obra inmigrante y mexicana en particular.

Actividades de reproducción social. Corresponde a trabajos y servicios que se vinculan directamente con la reproducción de la población: servicio doméstico, industria del cuidado y atención de personas (de adultos mayores, enfermos y niños), preparación de alimentos, limpieza y mantenimiento, entre otras.

Esta clasificación permite visualizar y dimensionar la profundidad del proceso de polarización de la matriz laboral en la economía norteamericana, y advertir cómo se vincula con los patrones de inserción laboral de los trabajadores según su origen étnico-migratorio. Como se observa en la siguiente tabla, entre 2000 y 2015 el empleo en Estados Unidos se incrementó en 13.1 millones de puestos de trabajo, cifra que representa 10 por ciento acumulado en ese periodo. Sin embargo, este crecimiento no se reprodujo por igual en todas las ocupaciones. Mientras los puestos de dirección del proceso productivo así como los de la reproducción social se incrementaron en 12.8 y 5.5 millones, respectivamente, las ocupaciones directamente productivas se redujeron en 6.1 millones, a la vez que las de apoyo administrativo, ventas y construcción se mantuvieron relativamente en el mismo nivel. Esta dinámica diferenciada expresa la polarización de las ocupaciones, donde las más dinámicas son las que se ubican en los extremos de la pirámide ocupacional.

Es relevante el incremento de los puestos de trabajo en el sector denominado como trabajos de la reproducción social. Aunque se trata de ocupaciones de baja calificación y de alta precariedad laboral son la contrapartida necesaria y que se complementa con el crecimiento de los puestos de trabajo en el vértice opuesto de la estructura ocupacional. El incremento de la población ocupada con altos niveles de ingreso, recursos y poder adquisitivo ha derivado en una promoción de la demanda de servicios personales tanto altamente evaluados (diseñadores de interior, psicoanalistas, boutiques de exclusividad) como de baja calificación (servicio doméstico, servicios de limpieza y mantenimiento, preparación de alimentos, servicios del hogar y la vivienda, industria del cuidado) (Canales, 2015).

Al diferenciar esta dinámica del empleo por origen étnico-migratorio de la fuerza de trabajo se observa cómo la polarización no es sólo en cuanto a los puestos de trabajo sino también respecto a la condición étnico-migratoria de los trabajadores, con lo cual la polarización ocupacional adquiere una forma de "racialización" de la desigualdad social y laboral. En el caso de los blancos no latinos el mayor crecimiento se da en los puestos de dirección, que crecen en casi 6 millones de trabajadores ocupados; se mantiene el descenso absoluto en actividades de apoyo administrativo y ventas, así como de producción y construcción. Por el contrario, dentro de los inmigrantes mexicanos lo que más crece son los puestos de servicios personales que contribuyen a la reproducción social de otros grupos. Los mexicanos insertos en estas ocupaciones se incrementan en 1.2 millones, lo que concentra 41 por ciento del crecimiento del empleo. Asimismo, aunque aumenta también la ocupación en puestos de dirección, éstos representan sólo 15 por ciento del total del incremento del empleo en ese grupo demográfico.

Fuente: Current Population Survey, March Supplement, 2000, 2008, 2010 y 2015.

Cuadro 5 Estados Unidos. Crecimiento de la población ocupada en ciclo de largo plazo y en fase de crisis económica, según grupos étnico-migratorio principales y grandes grupos de ocupación. 

Estos datos ilustran el doble proceso de polarización. Mientras los trabajadores blancos no latinos se concentran en los puestos más altos de la pirámide ocupacional, los inmigrantes mexicanos y latinoamericanos lo hacen en las ocupaciones de la reproducción social y de la construcción. Desempeñan aquellas actividades orientadas a satisfacer y mejorar la calidad de vida de otros grupos sociales más beneficiados, particularmente de los ubicados en puestos de dirección del proceso de trabajo; les asisten en distintas actividades que permiten no sólo su reproducción material y cotidiana, sino también la reproducción de su patrón de consumo y los estándares de su estilo de vida.

Sobre este doble proceso de polarización actúa la crisis económica impactando de modo diferenciado no sólo a las ocupaciones, sino también a los grupos étnicos y migratorios. A nivel nacional, entre 2008 y 2010 se perdieron 7.1 millones de puestos de trabajo, que representaron una caída de 5 por ciento del empleo. Sin embargo, esa crisis no arrastró tras de sí a todas las ocupaciones por igual. Mientras los trabajos productivos, administrativos y de la construcción se redujeron en 12.6 por ciento y 20 por ciento, respectivamente, los de alta dirección lo hicieron en sólo 0.4 por ciento y los de la reproducción social en 0.2 por ciento. Es decir, aunque la crisis afectó fuertemente a los puestos productivos y de apoyo administrativo, no tuvo mayor impacto en los empleos ubicados en los extremos de la pirámide ocupacional.

Se trata de un impacto diferenciado no únicamente en cuanto a las categorías ocupacionales y su jerarquía social, sino también respecto a los grupos étnicos y migratorios que se emplean en esos puestos. Los trabajadores de origen blanco no latino reproducen esa tendencia general en la que la gran reducción se da en las ocupaciones de ejecución (productivas y administrativas), donde la caída del empleo superó 3.5 millones de puestos. Las ocupaciones de dirección sólo se redujeron en 400 mil puestos, a la vez que las de reproducción social en 325 mil.

En los inmigrantes mexicanos la gran caída ocurre en los empleos de la construcción, de los cuales entre 2008 y 2010 se perdieron 435 mil. Asimismo, en los trabajos de producción la pérdida, aunque menor, es igualmente importante ya que abarca casi 150 mil empleos. Por el contrario, el empleo en trabajos de reproducción social se incrementó en más de 250 mil nuevos puestos, lo que supera con creces la dinámica en los empleos de dirección y de apoyo administrativo. Todo indica que en esa crisis económica los trabajos de la reproducción social (servicio doméstico, cuidado de personas, mantenimiento, preparación de alimentos y otros servicios personales) fungirían como un refugio laboral para muchos de los trabajadores que perdieron sus empleos como obreros, jornaleros de la construcción y otras actividades productivas.

La combinación de este conjunto de tendencias confirma la tesis de que en esta crisis económica el impacto del empleo tuvo consecuencias diferenciadas no sólo en cuanto a la estructura del empleo y las ocupaciones, sino que a través de ello profundizó la diferenciación étnico-migratoria evidenciando el proceso de "racialización" de la estructura ocupacional, donde la desigualdad de los empleos y puestos de trabajo es también una forma de desigualdad étnica y migratoria. No consiste sólo en un déficit global de mano de obra, sino de cómo ese déficit adquiere la forma de una demanda y de una necesidad estructural de determinado tipo de mano de obra, que pueda insertarse en puestos de trabajo altamente precarios, flexibles y de bajos niveles de valoración social y económica, pero que resultan necesarios e indispensables para mantener los estilos de vida y patrones de consumo de la población de clases medias y altas, esto es, de quienes se ubican en los niveles altos de la pirámide ocupacional (directivos, gerentes, ingenieros, médicos, otros profesionales así como técnicos calificados). La reproducción social y cotidiana de dichos grupos demanda una continua y creciente mano de obra que la dinámica demográfica local no permite generar. Ante tal situación la inmigración surge como una respuesta eficaz y eficiente, en términos de que reduce los costos de la reproducción social además de que contribuye a mantener y reproducir los beneficios y privilegios de las clases acomodadas.

Asimismo, en un contexto donde la reducción de los trabajos directamente productivos (agrícolas, manufactureros, apoyo administrativo, entre otros) pudiera significar una menor demanda de trabajo no calificado y por tanto de inmigrantes latinos y mexicanos, el auge de los trabajos de reproducción social emerge como un nuevo nicho del mercado laboral para aquéllos. La exportación de puestos de trabajo productivos, off shore, se compensa con el auge de puestos de trabajo no transables (construcción y servicios personales), donde los inmigrantes mexicanos y latinos tienden a concentrarse. De esta forma, la demanda de los trabajos y trabajadores es la contracara de la reconversión económica de la sociedad norteamericana, donde la nueva matriz laboral y la "racialización" de las ocupaciones refleja la polarización social y diferenciación étnico-migratoria de la sociedad estadounidense.

No se trata de una situación coyuntural propia de momentos de crisis económica, sino de un proceso estructural que reconfigura la estructura de clases de la sociedad norteamericana, y donde la inmigración latinoamericana y mexicana participa de modo relevante y fundamental. Más allá de los factores coyunturales y circunstanciales que pudieran haber derivado en un freno de la inmigración mexicana, estas dinámicas de la estructura ocupacional y su "racialización" son factores estructurales y estructurantes del papel de la inmigración en la reproducción social y económica de la sociedad norteamericana.

Conclusiones

El reciente freno de la migración de México a Estados Unidos se interpretó inicialmente como el inicio del colapso del sistema migratorio entre ambos países. Por su parte, el descenso de la emigración junto al incremento del retorno significó no sólo un momento de saldo migratorio nulo, sino incluso de un saldo positivo para México por algunos años; situación que contrasta con la persistencia de un continuo y sostenido saldo negativo que predominó en México y se acrecentó a partir de la década de 1980, el cual llegó a niveles que superaban los 500 mil emigrantes netos anuales.

Datos recientes indican que el colapso o desplome del sistema migratorio México-Estados Unidos está aún lejos de producirse. Todo denota que el freno de la migración con sus fases de saldo nulo y saldo negativo se estaría revirtiendo en los últimos dos años, y que esas situaciones constituirían sólo dos fases de un ciclo migratorio más amplio y de más largo aliento. Actualmente ya estaríamos en una nueva fase de recuperación del flujo migratorio hacia Estados Unidos, lo que se traduce en un reimpulso del crecimiento del stock de población mexicana residente en ese país. El gran flujo de retorno experimentado en la segunda mitad de la década pasada habría sido sólo una situación coyuntural y circunstancial, volviéndose a experimentar en los años recientes (2010-2015) niveles y tasas de retorno similares a los de años anteriores a la crisis económica. Asimismo, el flujo de emigrantes mexicanos que se redujo significativamente en la última década, habría iniciado una fase de reimpulso revirtiendo esa tendencia e incrementándose significativamente. La conjunción de ambas dinámicas se traduce en el fin de la fase de saldo nulo y positivo, y el inicio de una nueva fase de saldos migratorios negativos.

Es probable que el llamado colapso migratorio habría sido tan sólo una fase dentro de un ciclo de largo plazo de la migración de México a Estados Unidos, cuya dinámica habría estado determinada por la conjunción de dos fenómenos particulares; por un lado, los efectos coyunturales de la crisis económica de fines de la década pasada; por el otro, los efectos del nuevo contexto político de la migración, caracterizado por la política de criminalización de la migración indocumentada y el clima antinmigrante que le ha acompañado.

El reimpulso de la emigración junto al freno del retorno conforma una nueva fase dentro de este largo ciclo migratorio, donde los factores estructurales retoman su incidencia e influencia en la dinámica migratoria; el fin de la crisis económica a comienzos de esta década, junto al fin de la crisis de empleo que ella generó, sirven de base para el reimpulso del dinamismo del sistema migratorio entre ambos países; las condiciones estructurales prevalecientes antes de la crisis emergen en el escenario post-crisis con igual o más fuerza. Lo anterior alude a las asimetrías productivas y salariales, así como a la complementación entre el déficit de mano de obra predominante en Estados Unidos y el superávit de fuerza de trabajo preponderante en México.

En ese marco de asimetrías económicas y complementariedades demográficas, el actual contexto de recuperación económica actúa nuevamente como factor estructural detonante de esta nueva fase de emigración de México a Estados Unidos. A tal contexto estructural cabe agregar otro agente de complementariedad que toma cuerpo a través de la migración: la dinámica de polarización y "racialización" de la estructura ocupacional. Tres dinámicas caracterizan los cambios en la estructura ocupacional y conforman las condiciones estructurales que impulsan esa nueva fase del ciclo migratorio.

Primera. La pérdida continua y sistemática de puestos de trabajo directamente productivos como resultado del proceso de exportación de puestos de trabajo, off shore, en el marco de la globalización de los procesos productivos (Delgado, 2013).

Segunda. La polarización del empleo, donde junto al crecimiento de los puestos de dirección del proceso de trabajo (gerentes, ingenieros, servicios profesionales, ejecutivos, managers, planificadores) ocurre un incremento similar en los puestos ubicados en los estratos inferiores de la pirámide ocupacional, los cuales corresponden a servicios personales orientados a sustentar la reproducción social y cotidiana de los estratos medios y altos de la población.

Tercera. La "racialización" de la estructura ocupacional, donde los puestos ubicados en la cima de la pirámide laboral son ocupados por trabajadores de origen blanco, mientras que los que se encuentran en la base son ocupados por inmigrantes mexicanos y latinoamericanos. La diferenciación ocupacional adquiere cada vez más una forma de desigualdad social basada en la condición étnico-migratoria de la población, lo que refuerza las estructuras de desigualdad social entre los diferentes grupos étnicos y migratorios que constituyen la población de Estados Unidos.

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