Dejemos el rol de pitonisa para célebres páginas de la literatura grecolatina. La actividad adivinatoria nada tiene que ver con las líneas que siguen. Los intelectuales no nos dedicamos a hacer prognosis insensatas, mas sí, al leer críticamente el presente (que ciertamente no se agota en un mero análisis de coyuntura), en ocasiones puede ser que demos en la tecla con lo que, a corto o mediano plazo, acaece. Ello no ocurre por artes ocultas sino por una atenta hermenéutica del tiempo presente.
Ahora bien, ¿por qué estas líneas introductorias que tienen algo del tenor de la advertencia? Pues porque las muy preocupantes políticas educativas a nivel de Educación Superior que se anuncian para la Argentina en el período 2023-2027 (Administración de Javier Milei) tienen cierto vínculo con lo que hace ya casi 10 años debatí en ocasión de una invitación con la que fui honrada a la Universidad Andina Simón Bolívar, Quito.1 En aquel encuentro el tema convocante pivoteaba sobre Educación Superior en América Latina. Las líneas que a partir de la incidencia de la colonialidad en la Educación Superior se avizoraban para la universidad del mañana resultaban ciertamente preocupantes de no moverse el timón rector de las políticas educativas de entonces. Pues, por cierto cambiaron las administraciones (Cristina Fernández de Kirchner, segundo mandato, 2011-2015; Mauricio Macri, 2015-2019; Alberto Fernández, 2019-2023; Javier Milei, 2023-2027) pero no así el rumbo de la Educación Superior en lo que a la injerencia del neocolonialismo académico respecta, siendo esto evidente muy puntualmente en lo que ha dado en llamarse “zona de sacrificio”, como se denomina a la Norpatagonia argentina, región de la que procedo.2
Ciertamente no pueden homologarse las políticas públicas respecto a lo que para la vida universitaria se ha diseñado y ejecutado (y se propone ejecutar a futuro).3 Se malentiende el propósito de este escrito si se piensa que tales políticas son lo mismo y que todo da lo mismo. Se malinterpreta el cometido de estas líneas si se supone que lo que esta autora está diciendo es que las políticas en educación superior son idénticas ayer y hoy, esperándose lo mismo para mañana. Lo que se procura mostrar es que, puntualmente en lo que a las zonas tenidas como espacios de salvación de la economía (actualmente en situación ruinosa), en virtud de su invaluable riqueza hidrocarburífera y metalífera, las políticas económicas extractivistas (o neoextractivistas, no importa acá la sutil diferenciación)4 hacen oídos sordos a los efectos biocidas, terricidas o letales que las mismas comportan. Ante ello, gran parte de la vida universitaria5 sigue su rumbo sin alzar la voz, tal vez creando alguna que otra instancia de tibio contralor, pero no sale de modo pertinaz a enfrentar el modelo de devastación antropogénica que se yergue ante nuestros ojos. No sale (reitero, mayoritariamente) a acompañar a vecinos y comunidades que sí están enfrentando este modelo de muerte que se ha implementado en las zonas del megayacimiento hidrocarburífero Vaca Muerta, al que nos referiremos más abajo. No está la universidad como institución llevando a cabo acciones en pos del cese de esta brutal expoliación de los mal llamados ‘recursos naturales’ y bien llamados ‘bienes comunes’.
Para que ello ocurra tiene que reconocerse la universidad como institución moderno colonial por excelencia, tiene que advertirse que la educación superior replica una estructura piramidal y jerárquica y que es el lugar desde donde, cual navaja de Ockham se decide sobre la procedencia de conocimientos que se ponderan como valiosos y los que son botados al cesto de residuos. Y esto no es poca cosa pues el lugareño no es escuchado. La experticia llega, diseña, expolia y recauda desatendiendo el derredor, desoyendo el mundo en el que irrumpe. De tal forma, la traza doxa/episteme, opinión/ciencia, saber ordinario/investigación rigurosa sigue regulando el universo del conocimiento y todo ello en connivencia con geopolíticas del conocimiento entregadas al capital.
Hace ya casi dos décadas Catherine Walsh decía que “[h]ablar de las geopolíticas del conocimiento, entonces, es reconocer la naturaleza hegemónica de la (re)producción, la difusión y el uso del conocimiento, no simplemente como ejercicio académico, sino como parte fundamental del sistema-mundo capitalista y moderno, que a la vez y todavía, es colonial”.6 Así, importa, al hablar de cuáles son las dinámicas que se vienen dando en la Educación Superior dar cuenta de la geopolítica del conocimiento imperante en mi país, y con mucha más relevancia, en mi zona, lugar donde se juega, reitero, el futuro de la economía nacional y no solo eso.
Hace tiempo insisto en que el mundo de la Educación Superior en Argentina, pareciera estar cruzado por mensajes y discursos oscilatorios, inconciliables e incompatibles, uno que propicia lo emancipatorio, (sobre todo en gobiernos progresistas) y otro que se ajusta sumisamente a los mandatos del patrón de poder imperante (sobre todo en la administración macrista, hoy con muy estrechos lazos con la administración ultraconservadora y ultraliberal de Javier Milei).
¿Cuáles serían los elementos o factores que advertimos para afirmar lo dicho? Veamos esos dos mensajes contradictorios, por caso al interior de los últimos dos mandatos de la administración kirchnerista 2007-2011 y 2011-2015. Mientras, por una parte, había una revaluación de lo propio llevada a cabo por excelentes políticas de repatriación de académicos en el extranjero (como lo fue el programa RAICES del año 2008)7 junto a la narrativa sostenida en la importancia de la independencia y soberanía en todas sus dimensiones -política, económica y energética-, por la otra, muchas acciones se dirigieron en su contrario, es decir, hacia una especie de acción convalidante de gestos inconfundiblemente neocoloniales, entendiendo por tal la reedición de una forma de opresión por parte de quienes detentan un diferencial de poder que posibilita sojuzgar a otros bajo muy diversas modalidades (ideológicas, económicas, financieras, culturales, etc.), no solo bajo la ocupación territorial, aunque algo de esto ciertamente hubo y sigue habiendo.
En la última década y media, aproximadamente, a partir de la exploración-explotación del megayacimiento hidrocarburífero en la formación geológica Vaca Muerta en la Provincia de Neuquén, convenios, en distintos momentos y de diverso tipo, con empresas transnacionales (Exxon, Apache, Chevrón y EOG de EE. UU.; Américas Petrogas, Azabache, Antrim Energy, Madalena Ventures, de Canadá; Total de Francia; Shell de Holanda, sumando memorandos de entendimiento con las petroleras de Malasia Petronas, la china Sinopec, y la compañía rusa Gazprom y tantas otras) parecen ser moneda corriente, lo que, indudablemente no se condice con el discurso de lo nacional y de crítica al imperio, a los poderes hegemónicos, y a las corporaciones, propiciado por el peronismo, muy por el contrario. Por caso, y para ejemplificar lo dicho, a nadie se le ocurriría que es compatible con lineamientos políticos tenidos por progresistas, suscribir, en aras de la soberanía energética, cuestión que ciertamente celebramos, un acuerdo secreto para la explotación hidrocarburífera que compromete incluso a generaciones futuras. Eso es lo ocurrido con el convenio entre Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) y Chevron. Se aprobó el acuerdo mencionado pese a la resistencia llevada a cabo, sobre todo en Neuquén Capital, por parte de vecinos, trabajadores, estudiantes, colectivos, movimientos sociales, etc., fuertemente reprimidos por las fuerzas públicas frente a la Legislatura de la Provincia, el día 28 de agosto de 2013. Lo expuesto no es del orden de lo episódico; encaja con el rumbo de la educación superior que en más se orientaría hacia la preminencia de ciertos campos disciplinares que contribuirían a las arcas estatales y de privados, acentuando el declive de las Humanidades y las Ciencias Sociales, siempre caídas en desgracia.
Educar para la energía. La Educación Superior al servicio de la industria hidrocarburífera ayer y hoy
En la página oficial de la Fundación YPF8 del año 2012 se leía con mayúscula claridad la inexorable filiación que de ahora en más se sellaría entre academia y mercado. El titular rezaba así: “La Universidad con YPF. Oportunidades y desafíos de una nueva etapa” y luego de dar cuenta de los beneficios infinitos de esta afiliación entre industria, universidad y mercado, cierra así:
Bajo el lema Educar para la Energía, la Fundación YPF tomó un nuevo rumbo estratégico, que busca, entre otras metas, crear y actualizar tecnicaturas, carreras de grado y posgrado vinculadas con la energía. Trabajaremos como articuladores con la industria, con el objetivo de vincular el mundo académico con el campo de trabajo, y lograr que los estudiantes avanzados puedan tener experiencias dentro del desarrollo que la industria está viviendo hoy.9
“Educar para la energía” difundía las bondades de carreras vinculadas con la energía, son esos ámbitos disciplinares los que deben presentárseles a los jóvenes, en tanto franja etaria destinataria de la campaña comunicacional, como polo de atracción para los estudios superiores y son esas las carreras del futuro. A saber: Ingeniería en Petróleo, Geología, Geofísica, Ingeniería Ambiental, Química, Física, Energías Renovables, Ingeniería Mecánica. La leyenda publicitaria decía “Anímate a estudiar algo distinto. Las carreras de la tierra son apasionantes, y te dan la posibilidad de hacer algo por tu futuro y el de todos”. Son estas las carreras que “te cambian la vida”, rezaba el spot publicitario.10
Interesa analizar las sugestivas imágenes de aquella publicidad gráfica aparecida en los más importantes periódicos. A página completa, se publicitaban convocantes fotografías de jóvenes con colorida vestimenta casual y muy urbana, con aspecto de mochileros venidos de la metrópoli, ubicados en algún lugar que bien podría ser de la estepa patagónica, indicando con el brazo en alto y el dedo índice levantado, el horizonte promisorio de esta tierra prometida. ¡Si hasta parecen la versión aggiornada de Rodrigo de Triana!, aquel marinero andaluz que acompañó a Cristóbal Colón y replicando la leyenda, fue el primero en gritar “Tierra”, según el relato del diario de a bordo de Colón.
Con aspecto extremadamente citadino, los muchachos emprendedores oteaban la lejanía, divisando la lontananza y su inmensidad. Los recién llegados a este suelo -que, reitero, todo hace pensar que se trataba de la Patagonia- se encontraron con el “desierto”, sin poblador alguno, ni tampoco ganado, “la nada”, ni gentes ni flora ni fauna, sólo “desierto a conquistar”,11 solo vacío, según las imágenes de la mentada campaña publicitaria.
Es que “en la Patagonia, donde además de sobrar territorio,12 sobra viento, tenemos viento para hacer dulce. Entonces, es un factor muy importante, o sea, es muy rica la Patagonia en minerales, en energía y también tenemos viento”, fueron palabras textuales de la Sra. Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, en ocasión del almuerzo con empresarios estadounidenses (entre ellos Monsanto),13 en el Council de las Américas en Nueva York con fecha 15 de junio de 2012, celebrando así las potencialidades de estos territorios sobrantes. Podríamos preguntarnos si quizás no estamos frente a algo parecido a la reedición de una nueva conquista del mismo desierto.
Interesa poco si hay acaso flora, fauna o persona que se vea alterada con esta nueva avanzada sobre territorio patagónico a partir de la exploración/explotación de Vaca Muerta. Y claro que los hay. La zona en cuestión, que se presenta como futuro hogar de los futuros egresados, tiene sus moradores desde siempre que en gran medida se han dedicado a las actividades de cría de ganado. El intendente de la ciudad de Añelo (localidad adyacente a Vaca Muerta) Darío Diez, al ser consultado al respecto, sostuvo que había que alentar la radicación de las empresas y ver alguna solución para las familias de crianceros. Poblaciones convertidas en escollos, en estorbos según los parámetros del desarrollo expoliatorio. En una entrevista llevada a cabo por el Observatorio Petrolero del Sur, con fecha 28 de Setiembre de 2014, se le preguntó:
OPSur -Con el boom de Vaca Muerta, ¿cómo se da la relación del criancero y su tranquilidad con las petroleras?
DD: Hay choques. El director de Producción municipal junto con la Provincia enviaron a hacer un relevamiento para ver en dónde están ubicados, cuántos animales tienen, cómo viven, en qué zona están, qué empresa está operando, qué área están ocupando, si tienen documentación, si son fiscaleros, si tienen tenencia, si tienen título. La idea es empezar a ver esta problemática, que no está tan acentuada, pero que se va a acentuar a medida que se avance con el yacimiento [Vaca Muerta]. El departamento de Añelo tiene más de cien crianceros en toda esa zona. Hay que identificar cada uno de los puestos de los crianceros y tomar una decisión. Avisarle qué va a suceder, si el lugar en donde está es área de explotación o no, cómo podemos convivir, cómo se lo va a asistir y cómo se le va a seguir permitiendo hacer su actividad, en qué condiciones está su tenencia.
Hay que entender que el yacimiento Vaca Muerta tiene una prioridad nacional, que es buscar la solución energética, y está más allá de cualquier otra actividad económica que se pueda generar.14
En ningún momento, ni en la prensa escrita ni en otros medios, la existencia de zona poblada se presentó como un impedimento para darle curso a la radicación de las multinacionales, allí no hay nadie que forme parte del paisaje, a juzgar por la concepción de los creativos que han hecho esta campaña, pero lo que es más doloroso aún, tampoco parece un inconveniente severo para las máximas autoridades locales. En igual sentido, cómo exigir a los estudiantes una mirada crítica y reparos de orden de lo ético si no han sido preparados en esa dirección. Aquí se hace patente el racismo en toda su dimensión, esa es población inexistente, su actividad laboral tampoco importa, están invisibilizados a los ojos del poder, que es quien genera tal invisibilidad, o denegación del ser, de esos otros que no están, no son.
La campaña ‘Educar para la Energía’ no educa en pos de preservar comunidades, ni suelo, ni acuíferos ni fauna. ¡Qué importan las alertas sobre posibles mutaciones genéticas, aire contaminado o poblaciones diezmadas!
La universidad no sensibiliza a los jóvenes respecto de las tantas y nuevas muertes que se dan en este presente letal. Se mantiene impertérrita y actúa conforme los designios del mercado y de la industria. Los estudios superiores acatan un mandato y es el de acomodarse confortablemente en el vínculo academia-mercado-industria, desde una lógica empresarial neoliberal.
Por caso, la Universidad Nacional del Comahue, excepto cierta minoría,15 ha evitado poner en discusión el nuevo acontecer regional a partir de la realidad local alterada que se fue dando desde el furor de Vaca Muerta. Una nueva realidad local que significó cambios alarmantes: especulación inmobiliaria, alquileres exorbitantes, rutas colapsadas (y con ello aumento de la tasa de accidentes viales), desordenado aumento demográfico, alcoholismo, drogadicción, casos de trata de personas, crisis en el sector sanitario (falta de hospital de alta complejidad en la localidad de Añelo en adyacencias de la locaciones de fracking como ya se dijo) a lo que se suma un brutal cambio para las comunidades rurales e interrupción de actividades de crianza de animales y cultivo de huertas en zona de pozos por el impacto contaminante en el agua, entre otros inconvenientes que han cambiado brutalmente la vida y el entorno todo de manera irreversible o casi.16
Tampoco hubo respuesta contundente por parte de la Universidad Nacional del Comahue al requerimiento presentado oportunamente en el mes de octubre 2012 por el Colectivo Asamblea Permanente Comahue por el Agua, ante el Consejo Superior para que se expidiera sobre la técnica extractiva de fractura hidráulica, habida cuenta de los riesgos que ello implica para los acuíferos de la zona, y por las muertes producidas por metales pesados en sangre. En dicha oportunidad el expediente se conformó con profusa información oficial de los países que se oponen (en unos casos con prohibición y en otros casos con medidas en mora) a la técnica extractiva. Como respuesta a la solicitud se votó la conformación de una comisión ad hoc, finalmente nunca constituida. Es que en la UNCo impera mayoritariamente, por cierto, no de manera unánime, el discurso del progreso sostenido en la lógica del desarrollo, en sintonía con la políticas extractivas ayer y hoy, o sea del pasado reciente y en el presente, más allá de la distancia ideológica con el deleznable ultraliberalismo de la administración Milei.
Nueva carrera (de esas que te cambian la vida)
Lo planteado respecto de la Casa de altos estudios a la que pertenezco se ve de manera más palmaria aún en la otra joven universidad de la zona: la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), creada en el año 2007. Con fecha 17 de marzo del año 2015, la UNRN dio por inaugurado el primer ciclo lectivo de la Tecnicatura Universitaria en Hidrocarburos en la ciudad de Cinco Saltos, pequeña localidad de 22 000 habitantes, según el censo del año 2010 y 25 000 habitantes en el año 2022. En el acto oficial de lanzamiento de esta nueva oferta académica se destacó la importancia de “formar recursos altamente calificados” y su vicerrector Pablo Bohoslavsky señaló que: “Este resultado no hubiera sido posible si no hubieran coincidido la existencia de la Universidad de Río Negro, el incremento de la actividad petrolera, el descubrimiento de nuevos pozos, y el paso de YPF a manos del Estado argentino”.
Interesa decir que la localidad elegida para el emplazamiento de esta nueva carrera fue la primera ciudad de la zona en expedirse por la negativa respecto al fracking. A los pocos días de esta votación, la Sra. Intendenta de la ciudad la vetó por considerar que los concejales se habían excedido en sus atribuciones, asegurando a su vez que la explotación hidrocarburífera en la zona era compatible con el desarrollo sustentable. Crear una carrera de estas características en este lugar puede ser interpretado en términos de una provocación. Esto es, en el mismo escenario geográfico y político donde sus concejales en el marco del Consejo Deliberante votaron la prohibición de la fractura hidráulica para el ejido de Cinco Saltos, Provincia de Río Negro, en febrero 2013, es, en esa misma ciudad donde se crea una carrera fuertemente orientada a la extracción hidrocarburífera, siendo su director, Vladimir Cares Leiva, uno de los más empecinados defensores de la fractura hidráulica con periódicas apariciones en diarios locales en aquellos años. Corresponde también agregar que en esta pequeña localidad está la Facultad de Agronomía, dependiente de la Universidad Nacional del Comahue y que la fruticultura es la actividad económica local, actividad no compatible con la industria hidrocarburífera, que sin embargo sigue desarrollándose de manera simultánea (se cosecha peras y manzanas a cincuenta metros de torres de fracking).17
Capitalismo académico
Pareciera que el imperio de esta concepción del conocimiento entramado con el mercado, las corporaciones y el capital, no escandaliza a nadie, o tal vez a muy pocos. Corren tiempo de la universidad complaciente con el capital, el mercado, la industria y la empresa. Pese a que se pregone en contrario, los hechos muestran un ordenamiento de los estudios superiores que ha radicalizado lo que se proponía en los años noventa, por lo que sería un desatino pensar que la universidad no es neoliberal o que dejó de serlo absolutamente en alguna administración: sus acciones y el modo de responder desde sus políticas académicas, sí lo son. Incluso repárese que no se ha modificado de manera sustantiva la Ley de Educación Superior n° 24 521 de fecha 10 de agosto de 1995, años de furia privatizadora. Dicha ley, con una mínima modificatoria, sigue regulando la vida universitaria.
El teórico mexicano Jaime Ornelas Delgado, sostiene, respecto al vínculo entre capitalismo académico18 y neoliberalismo, que:
“[l]as políticas de ciencia y tecnología impulsan con mayor fuerza la investigación aplicada, tanto como la innovación que demandan los procesos productivos y administrativos en el sector productivo. De esta manera, se promueve, intensamente, la vinculación entre universidades, empresas y gobierno, mediante un proceso que tiende a fortalecer la idea de que la Educación Superior no es un derecho sino un servicio mercantil que debe ser ofrecido en el mercado por empresas particulares.
Actuar dentro del esquema del capitalismo académico ha significado organizar a las universidades públicas con miras a crear y ampliar sus capacidades para producir conocimientos con los cuales negociar con las empresas privadas y gubernamentales. De esta manera, el conocimiento generado en las universidades públicas se convierte en una mercancía que se puede adquirir en el mercado pagando su precio. Y como el conocimiento lo adquiere quien puede pagarlo, como ocurre en la economía de mercado, los compradores (demandantes) terminan por someter a sus intereses las líneas fundamentales de la investigación universitaria, es decir, determinan o influyen en la determinación del conocimiento que deberá producirse.19
La ligazón academia, investigación, empresas, gobierno, mercado y capital conforman una conjunción en conformidad con el neoliberalismo de nuestros días, deviniendo el conocimiento en mercancía y los estudiantes en clientes hoy, y potencial ‘capital’ humano a mediano plazo, orientados hacia una pronta ‘inducción’ en el mundo del trabajo, con forma de un entrenamiento laboral bajo el modo de pasantías20 de aprendizaje en empresas aliadas a las casas de altos estudios, lo que no es sino personal capacitado con salarios bajos, y sin estabilidad en el puesto, o sea, flexibilización laboral sin más. De tal forma, las universidades se comportan, en este caso, como una agencia de colocaciones en las empresas, ubicando a sus alumnos avanzados en la industria tan pronto como ello sea posible.
Corresponde aclarar que al señalar la trama entre universidad y mercado no estamos diciendo que el problema radicaría, por caso, en la comercialización de los productos en el mercado por parte de las universidades, sino que lo que estamos indicando tiene que ver con la consolidación de los estudios superiores en una determinada dinámica y lógica empresarial.
De tal forma, la lógica de mercado atrapa a la dinámica universitaria, pero no como una suerte de consecuencia indeseable o de aviesa acción de siniestra cooptación que toma de imprevisto a los estudios superiores, sino que, en lo que al escenario argentino respecta, esto ocurre en común acuerdo academia, capital y políticas gubernamentales; no hay situación sorpresiva alguna.
Universidad: fondos y conocimiento tóxicos
Los rumbos que viene tomando la academia argentina en los últimos tiempos, en lo que a su financiación respecta, encuentra relativa oposición (pero no la suficiente como para suponer que pueda modificarse el estado de situación). Cabe recordar sucintamente el debate que se dio a partir del 2008 en ocasión del acuerdo llevado a cabo por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) -entidad que congrega a todos los rectores de las universidades públicas- quienes convinieron a favor de aceptar fondos cuya procedencia era de la explotación metalífera del yacimiento minero Bajo de la Alumbrera, en la Provincia de Catamarca21 donde se desarrollaban actividades extractivas de minería a cielo abierto de indiscutida toxicidad con consecuencias de estrago socioambiental.
Con excepción de algunas universidades,22 la academia argentina aceptó financiar sus proyectos con fondos de una empresa Minera Alumbrera23 fuertemente cuestionada e incluso judicialmente imputada por las acciones de contaminación por el modo de explotación minera que desempeñada, que produjo exorbitantes utilidades y ganancias, tantas como perjuicios ambientales irreversibles. Otra inyección de dinero de la explotación de Bajo de la Alumbrera a las universidades nacionales se concretó con fecha 18 de mayo de 2009 por un monto de 36.8 millones aceptado por el CIN bajo la resolución n° 699.
Santiago Albina, de la Universidad de Mar del Plata, en un artículo nunca mejor titulado, “Plata Sucia” expresa que:
La argumentación de quienes apoyan la recepción de los fondos de YMAD24 suele basarse en una distorsión de lo dispuesto por la Ley Nº 14 771, alegando una supuesta obligación legal a aceptar ese dinero. Mientras que la ley sí establece que la Alumbrera distribuya parte de sus utilidades al sistema universitario, de ninguna manera obliga a las Universidades a tomar esos fondos. Al dar el visto bueno al giro de las utilidades, las Universidades otorgan un aura de legitimidad a la Empresa y a su modelo de explotación económica. Al privilegiar los argumentos que avalan la supuesta legalidad del financiamiento por sobre la ponderación de los efectos destructivos y contaminantes de la actividad de la Alumbrera y la manera en que vulnera los derechos humanos de las generaciones actuales y futuras, las Universidades actúan de manera totalmente opuesta a los principios que deben regir su accionar. Hay voces que avalan la recepción de fondos en función de la situación de ahogo presupuestario en que se encuentran las Universidades, a causa de su desfinanciamiento por parte del Estado Nacional.
En realidad, estas posturas no hacen más que evidenciar la inexistente voluntad de lucha de esos sectores para modificar esa situación, así como exponen el (mínimo) valor que le asignan al compromiso de las Universidades con las sociedades que las mantienen.25
Corresponde decir que en el caso de la Universidad Nacional del Comahue, el Consejo Directivo del Centro Universitario Regional Zona Atlántica (CURZA) rechazó dichos fondos por Resolución n° 005/2011 habida cuenta de la procedencia mal habida de los mismos. Se trata del mismo centro regional que luego, en el año 2013, se pronunciaría por el rechazo a la fractura hidráulica, ya mencionado líneas arriba.
Entonces, las universidades argentinas han recibido para su financiación fondos procedentes de las utilidades de la empresa trasnacional citada y de otras. En muchos casos también percibe fondos bajo la modalidad que se denomina “servicios a terceros” que es la prestación calificada de las universidades a las empresas y el cobro por los servicios prestados, algo cercano a una especie de honorarios institucionales. Esta modalidad, que viene siendo discutida hace años en la universidad, es problemática dado que de esta manera la empresa y la industria terminan siendo las que inyectan fondos en nuestras desfinanciadas universidades a la luz de la ausencia de un adecuado presupuesto universitario, condicionando, por supuesto y muy fuertemente nada más y nada menos que la “producción” de conocimiento. Sostiene Enrique Javier Díez Gutiérrez: “La cosmovisión neoliberal insiste en que el ‘Estado mínimo’ ha de dar pasa a la iniciativa privada, y dejar la Educación Superior en manos del mercado. Se intenta no sólo reducir el peso económico del sector estatal en la educación, sino también condicionar la financiación pública a la previa obtención de financiación privada”.26
Esto está expresado en referencia al escenario europeo, pero que sin inconveniente podemos extrapolarlo a nuestras realidades latinoamericanas, o al menos, sin duda a la Argentina, habida cuenta del caso señalado. Significa a su vez una brutal distorsión respecto a lo propio del quehacer educativo, que con estas prácticas queda totalmente desnaturalizado pues:
[D]onde prevalece la ley del mercado la educación se desnaturaliza, se trata entonces de enfrentar y revertir el proceso de mercantilización que avanza rápidamente en las instituciones públicas de Educación Superior, pues de lo contrario la educación universitaria acabará convirtiéndose en un servicio mercantil más para dejar de ser el principal crisol donde se forja la identidad regional y nacional.27
Así entonces, en lo que a servicios a terceros respecta, se genera un desequilibrio entre aquellos campos del conocimiento que son requeridos y otros que no podrían brindar servicio alguno, al menos según la lógica de la que estamos hablando, por caso, las Humanidades y parte de las Ciencias Sociales. De tal forma, ciertos ámbitos disciplinares, carreras y facultades, son factibles de ser subsidiados por la empresa en virtud de la contraprestación que brindan y otras no, justamente aquellas que podríamos decir, están, si no en franca extinción, en vías de estarlo. En cambio, las otras, aquellas que “hacen el futuro”, las que “te cambian la vida” según la campaña publicitaria ya mentada, son las generadoras de los conocimientos que son requeridos y por ello, incluso, deben acomodarse a los tiempos que corren (por caso, cambios en los planes de estudios o autorización de percibir estos fondos por parte de la universidad, según lo ya dicho renglones arriba).
Edgardo Lander sostuvo al respecto que “con el acelerado desplazamiento del financiamiento público por el corporativo y las relaciones cada vez más estrechas entre universidad e industria, se han producido transformaciones profundas en la cul tura académica y en el ethos de la ciencia”.28 Es en ese sentido que afirmamos que la mercantilización de los estudios superiores distorsiona su razón de ser y ello a su vez gravita, entre otras cuestiones, en la credibilidad y verosimilitud de los resultados en investigación.
¿Y las Humanidades y las Ciencias Sociales?
Como he dicho en otra ocasión, en gran medida las Ciencias Sociales y Humanas se encuentran, con su silencio, en una instancia de cómplice ataraxia político-académica. Permítaseme traer a colación reflexiones a propósito de esta cuestión.
[S]ería deseable para las humanidades un estado de permanente pesar y aflicción que recuse la naturalización de la civilización criminal en la que estamos insertos, en donde lo criminal viene desde los nuevos modos de re y neo-colonización; hoy, con la convalidación y anuencia de administraciones regionales […] Debieran estar conmovidas ante el colapso al que occidente ha llegado en donde la vida ya no importa, y si importa es sólo en el marco de una lógica de mercado costo-beneficio. Nuestro presente es el de la civilización de la muerte o cultura del horror, ¿pueden ante esto las humanidades permanecer en silencio?29
En los renglones siguientes sostuve:
¿No es acaso siniestro que justamente las humanidades permanezcan tan ausentes en este presente? No incurre este sospechoso adormecimiento en una especie de cómplice convalidación, o acaso quepa pensar que este letargo de las humanidades es una clara muestra de su estado de colonizadas, y que el reto sea hoy, entonces, una acción decolonizante en pos de su despertar. De un despertar doliente pero indispensable si queremos que las humanidades se vuelvan humanas. Se trata de un prolífico desconsuelo y aflicción ante el presente letal como lógica que diseña cada uno de nuestros días. El hoy no es sino un estado de fascismo y misantropía hiperbólica, radicalizada, extrema, un desprecio visceral hacia el género humano que se traduce en políticas fascistas, muy bien maquilladas y discursivamente comprometidas con la humanidad toda, no obstante, convalidando acá y allá crímenes de lesa humanidad que ya conviven sin producir insomnio alguno, muy por el contrario, produciendo la ataraxia e imperturbabilidad de quienes justamente si de algo debieran ocuparse y es su razón de ser, es de aquello que ocurre al género humano. Es en ese sentido que recusamos ese estado de obscenidad intelectual y proponemos justamente la posibilidad de salida de dicha instancia siempre que se advierta que ese estado de letargo e imperturbabilidad puede ser puesto a cuenta de una estrategia colonial que lo que produce, estimula y legitima es precisamente un distanciamiento brutal entre el pensamiento y la acción y un abismo también brutal entre el mundo y lo que acaece y la teorización respectiva.30
La exaltación de las carreras aliadas a las ingenierías y la devaluación de otros campos como las Ciencias Sociales y las Humanidades no es simplemente una cuestión que pueda contrastarse analizando la abismal diferencia de financiamiento y subsidio entre las ciencias duras y las tenidas por blandas, sino también en términos de valuación social y en el imaginario colectivo, éste reforzado desde las más altas autoridades.
De esto se ocupó muy especialmente la Sra. Presidenta el día 1 de marzo del año 2015 en la inauguración del 133° periodo de sesiones ordinarias del Congreso Nacional, refiriéndose al escenario de la universidad argentina y de las preferencias de los jóvenes, en apoyo a lo que señalamos al comienzo de este escrito respecto a la tendencia en Educación Superior en Argentina. Afirmó:
En vez de mi hijo el doctor, ahora quiero que sea “mi hijo el ingeniero”, pero de los buenos.31
Por primera vez, en la UBA,32 tenemos más inscriptos en ingeniería que en carreras sociales.
Hay más ingenieros porque estamos dedicando más de 50 millones de pesos en becas exclusivas para ingenieros.
Por eso, por el modelo, es que tenemos más ingenieros.33
Una de las cuestiones que hemos aprendido de parte de la perspectiva decolonial es a extremar, en la medida de lo posible, todos los mecanismos que posibiliten un corrimiento intelectivo en pos de la desobediencia epistémica que nos abra a otros escenarios y no necesariamente los ponderados y supra valorados por la episteme moderna colonial; debemos entonces también mostrarnos radicalmente críticos ante planteos de esta índole. Estos posicionamientos exaltaron las hoy denominadas “carreras de la tierra”, que es lo mismo que decir ciencias físico-naturales o ciencias duras. Son éstos los ámbitos que occidente y la tradición eurocentrada ubicaron desde la revolución científica a esta parte, como los espacios de legítimo conocimiento frente a otros, amarrados a la mera contingencia y amigos de la doxa. Si, como dice Mignolo, necesitamos ser epistemológicamente desobedientes, seámoslo aún al costo de ser políticamente incorrectos mostrando que esta historia local referida a la dinámica del conocimiento en nuestro horizonte poco se ha diferenciado de los designios y diseños globales (sigo parafraseando a Mignolo); ello se vuelve problemático por cierto, éticamente controversial, y reedita una manera más invisible y sofisticada de colonialismo. No solamente por el desembarco desenfadado de empresas e industrias en territorio ajeno sino por la cooptación epistémica acerca de los beneficios que estos nuevos modos de hacer mundo, de hacer conocimiento, de hacer ciencia, de hacer futuro. Un futuro que mientras algunos celebran como la panacea que asegurará todo tipo de bendiciones sobre la Patagonia y sobre la Argentina toda, otros vislumbramos hace ya tiempo como una brutal embestida colonizadora que se incrementará a niveles demenciales a partir de las propuestas ultraliberales actuales, con visos delictuales, por otra parte.
Es cierto que se requiere actuar sin demora en materia de la soberanía energética, pero la política universitaria no puede enmarcarse en esa exigencia, si ello implica perjuicios indisimulables e irreversibles. No negamos que la emergencia energética se vuelva cuestión de Estado, lo que estamos cuestionando es que el modo en que se han desplegado las estrategias para la resolución de la emergencia y el acomodamiento (y silencio) de los estudios superiores a esta coyuntura en nada beneficia a la comunidad en su conjunto. Tiene más que ver con el flujo de intereses y capitales, con un modelo de paulatina pero creciente primarización de la economía, de una economía centrada en políticas extractivistas y una geopolítica del conocimiento adecuada a ello.
Vuelvo a Lander, quien en el 2000 se preguntaba “¿Conocimiento para qué? y ¿Conocimiento para quién? Reflexiones sobre la universidad y la geopolítica de los saberes hegemónicos”. Sobre las ciencias sociales, sostenía que:
En sus vertientes hegemónicas, estas disciplinas, asumiéndose como portadoras exclusivas de la verdad sobre la realidad histórico-social, desempeñan en este contexto, el papel que en épocas anteriores jugó la teología cristiana en la legitimación del dominio colonial. Mediante la naturalización y la cientifización de la cosmovisión liberal, incluida la concepción de una naturaleza humana ahistórica y universal […] asumen a la sociedad de mercado como el único orden social posible.34 De esta manera está negada siquiera la posibilidad de imaginar modalidades de vida colectiva que no estén organizadas por la lógica del mercado. En forma aún más directa, estas ciencias sociales hegemónicas desempeñan un papel activo en la conformación del modelo de sociedad de mercado, por la vía de las políticas que se derivan de sus proposiciones normativas.35
Esto es, la geopolítica del conocimiento en nuestros días, tal el estado de situación planteado y la dirección impresa a los estudios superiores desde las decisiones políticas gubernamentales da qué pensar y para ser más explícita, continúa a pie juntillas las geopolíticas de los saberes hegemónicos.
Se advierte entonces un proceso de despliegue o expansión/re-expansión de la colonialidad en los estudios superiores y ello es lo que da sentido al título de este trabajo: neocolonialismo académico, pareciera que la universidad ha abierto sus puertas a los designios del capital trasnacional, a los diseños globales, con la más absoluta anuencia de las administración nacional y regional.
Comencé haciendo referencia a cierto estado de confusión a partir de mensajes absolutamente incompatibles, de muy distinto tenor, por una parte, emancipatorios, y por la otra, de sometimiento y entrega.
No obstante, entiendo que no hay confusión alguna y está clara la línea directriz que prima en la Educación Superior hoy, que conjuga sin demasiado conflicto el universo del conocimiento, del capital y del mercado en una armónica trama, que a pocos académicos desvela y que a muchos empresarios, industriales, hombres y mujeres de negocios, y al capital trasnacional los tiene absolutamente encantados. Este es un buen y lamentable ejemplo respecto de la buena salud de la que goza el neoliberalismo bajo la forma de neocolonialismo, que no son cosas del pasado, al menos la Educación Superior en Argentina da muestras de lo contrario.
Me niego a aceptar que aquellos años hayan marcado algo así como un inexorable rumbo de la universidad en el contexto latinoamericano. Más allá que pueda considerarse inconveniente dar cuenta de lo que ocurre en estos escenarios importa que lo planteado no quede encerrado en preocupantes historias regionales y mínimas. Entiendo que interesa reparar en la dimensión re y neocolonizadora de los estudios superiores y de la educación en general, hoy como ayer y cómo ello cambia la vida, claro que la cambia: la amenaza de muerte permanente es ya indisimulable en nuestros días, las muertes mismas también lo son. Se dice que en las universidades habita el saber, pero también el silencio respecto a este presente letal, colonialidad del saber mediante, que ha cooptado de manera tan dramática como triunfal, mentes, cuerpos y saberes.
La Educación Superior por acción u omisión se despliega, conforme con lo presentado, siguiendo un rumbo que lejos está de ser propio de perspectivas críticas, urticantes y disruptivas respecto al estado de cosas, sino, por el contrario, en un alarmante asentimiento a los designios de un exasperante neocolonialismo académico, reeditando así formas de saqueo, intrusión y expropiación que trasciende lo estrictamente económico, impactando por tanto en todos los órdenes de la vida humana y no humana.