Introducción
Las políticas públicas para el sector agroalimentario en México están orientadas a la conversión de la producción agrícola de pequeña escala a la producción altamente competitiva que satisfaga las demandas del mercado tanto nacional como internacional. Una parte de esta producción la llevan a cabo comunidades indígenas que representan el 6.6% de la población total del país (INEGI, 2010) y para quienes la siembra de alimentos forma parte indisociable de su cultura, en especial la siembra del maíz. Por ello, la transformación del campo en México hacia una producción de exportación representa una amenaza para la soberanía alimentaria de los campesinos ya que reduce la producción de alimento para el autoabasto familiar a pesar de que les proporcione ingresos económicos.
Las acciones de estas políticas públicas incluyen financiar programas productivos para que los campesinos inicien o modernicen actividades económicas en comunidades rurales. La apicultura es una de las actividades agropecuarias financiadas por diversas instituciones ya que requiere poca inversión, no necesita deforestación y la miel tiene una alta demanda en el mercado europeo. Actualmente la cría de abejas en el mundo enfrenta diferentes limitantes como la pérdida de vegetación, la debilidad en la cadena productiva, la reducción en la producción, plagas, enfermedades y la falta de equipos para la producción y el almacenamiento (Lehébel-Péron et al., 2016; Tesfaye Dubale, 2015; van Veen, 2014). Además, las cooperativas apícolas enfrentan problemas organizativos ligados a la participación y administración de los miembros (Deribe, 2014).
México presenta condiciones adecuadas para la producción de miel orgánica certificada debido a su amplia diversidad ecosistémica y florística. Esto lo vuelve atractivo para otros países que demandan productos apícolas orgánicos, es decir, producidos sin utilizar sustancias químicas que pueden afectar la calidad de la miel (Garibay et al., 2010). En la península de Yucatán la apicultura la llevan a cabo campesinos que no se dedican exclusivamente a esta actividad, sino a una amplia diversidad de actividades agrícolas y pecuarias, donde la producción de miel permite el acceso a dinero en efectivo (Echazarreta et al., 1997). De esta forma los campesinos forman un sistema complejo de actividades agropecuarias, donde la apicultura es una pieza más de este conjunto y la distribución de la atención en varias actividades no maximiza la producción de miel. La lógica campesina que orienta la administración de sus propios recursos contrasta con la lógica empresarial, mientras la economía campesina prioriza los medios biológicos y culturales para el sostenimiento del grupo doméstico y deja en segundo término la reposición de los medios de producción; la agricultura empresarial pretende la máxima ganancia y la acumulación de capital (Schejtman, 1980). Esta situación de amplia diversidad productiva y baja productividad de miel no es exclusiva de México, es una situación internacional que se repite en comunidades donde los pequeños productores utilizan las ganancias de la exportación de miel para su sobrevivencia diaria y no para aumentar su capital indefinidamente (Deribe, 2014; Tesfaye Dubale, 2015).
Para solucionar los problemas organizativos de las cooperativas y aumentar la productividad de estos grupos, el Banco Mundial ha buscado fortalecer las capacidades de las organizaciones de productores y la modernización de sus técnicas (Rondot y Collion, 2001). Ésta no es la mejor estrategia, ya que la modernidad puede implicar la pérdida de identidad y de las culturas tradicionales, así como de las identidades colectivas (Giménez, 1995). Esto ocurrió en la península de Yucatán a fines del siglo XX, donde el proceso de modernización incluyó la incorporación de elementos externos e industriales, por medio de la educación formal, la televisión, la religión y la comparación frente a lo urbano. Lo anterior se evidenció en cambios en la vivienda, el idioma y en las actividades cotidianas que apuntan a la desaparición de los primeros y la transformación de las relaciones familiares (Baños Ramírez, 2000). La búsqueda de la modernidad también modifica la organización comunitaria, que tiene fuertes bases de solidaridad con valores y normas compartidos que funcionan como reguladores de la sociedad (Sasín, 2012). A manera de ejemplo, el cambio en las viviendas tradicionales y la incorporación de la televisión repercutió en la organización del espacio y por tanto en la convivencia familiar de los mayas de Yucatán (Baños Ramírez, 2000).
A pesar del conocimiento de la organización comunitaria, las formas de organización aceptadas por los financiadores son sólo las cooperativas, formuladas bajo estándares desconocidos por los socios (Afonso et al., 2013). Dentro de la estrategia para el desarrollo no son considerados los aspectos subjetivos que explican las prácticas productivas de los campesinos, tampoco son tomadas en cuenta las formas de organización comunitaria, por el contrario, las políticas requieren de la modificación de las actitudes y motivaciones de los campesinos para abrir paso a la perspectiva de desarrollo deseable por el Estado.
En este artículo se aborda la subjetividad de los apicultores durante la toma de decisiones del proceso de transición hacia la producción orgánica. Por subjetividad nos referimos al conjunto de sentimientos, creencias, valores, actitudes y motivaciones que conducen al sujeto a construir su propia realidad de forma individual o colectiva (Gil Montes, 2008); la subjetivación política implica una relación con condiciones externas al sujeto, que genera fuerzas opuestas entre sí (Tassin, 2012). Entendiendo al sujeto como el individuo que no está privado de poder, recursos e influencia, con el derecho a ser reconocido igual y diferente a otros, y con la voluntad transformadora de su exterior (Touraine, 2000; Touraine 2005); “el sujeto es la voluntad de un individuo de obrar y de ser reconocido como actor” (Touraine, 2000: 207).
El conocimiento de las subjetividades puede ayudar a la comprensión de la realidad construida desde los sujetos y, al mismo tiempo, entender cómo surgen sus proyectos colectivos (Zemelman, 1997; Fernández y Ruiz Velasco, 1997). Por ello proponemos que las instituciones externas deben considerar la perspectiva del apicultor para diseñar y ejecutar sus planes y programas. También, argumentamos que el desarrollo de las comunidades debe fundamentarse en las distintas perspectivas de desarrollo de los involucrados. Las preguntas iniciales de este estudio fueron: ¿qué sucede con las subjetividades y las perspectivas de desarrollo de los campesinos mayas que reciben constantemente proyectos con el fin de hacer más productivas sus actividades agropecuarias?, ¿cuáles fueron sus motivaciones y actitudes para entrar en la apicultura orgánica y de qué forma éstas se transformaron durante las intervenciones que incentivaban la inocuidad en la miel? El presente documento analiza las subjetividades de los apicultores mayas peninsulares, que pasaron por un proceso de transición desde la producción de miel convencional a orgánica pero que no continuaron con dicho proceso. La compresión de los aspectos subjetivos de los campesinos y de las modificaciones que éstos sufren durante la aplicación de los programas productivos permiten comprender la complejidad de las problemáticas involucradas desde la perspectiva del apicultor.
Método
La metodología usada fue cualitativa (Denzin y Lincoln, 2011) con base en la teoría fundamentada (Strauss y Corbin, 2002) y la observación participante (Hammersley y Atkinson, 1994). Incluyó la realización de entrevistas semi-estructuradas y a profundidad (Taylor y Bogdan, 1987).
El caso de estudio fue la Cooperativa Flor de Tajonal, ubicada en el centro del estado de Quintana Roo, en las coordenadas 19.66169° 35' latitud norte y -88.05511° 3' longitud oeste (INEGI, 2014). El nombre de la cooperativa hace referencia a una flor melífera propia de la región, que aparece en las etapas de sucesión de la milpa. Quintana Roo forma parte de la península de Yucatán, territorio del grupo étnico denominado mayas peninsulares que tienen una larga tradición en el cultivo de la milpa y la cría de abejas nativas. Actualmente, el aspecto distintivo de los indígenas mayas es su vida comunitaria basada en fuertes vínculos culturales, como la lengua, el cultivo de la milpa y las creencias religiosas.
Para el trabajo de campo se seleccionaron las comunidades de Kampocolché, Filomento Mata y Presidente Juárez del municipio de Felipe Carrillo Puerto pues allí viven los fundadores de la cooperativa bajo estudio y se concentra el 52% de sus socios actuales. Cuarenta apicultores fueron entrevistados durante mayo y junio de 2015, las entrevistas fueron grabadas bajo consentimiento y posteriormente transcritas. El análisis del material se realizó, previa codificación (Coffey y Atkinson, 1996), con el apoyo del programa informático Atlas Ti y, posteriormente se utilizó el análisis del discurso (Jørgensen y Phillips, 2002) con el propósito de comprender los aspectos subjetivos en la toma de decisiones relacionada con las prácticas apícolas de los campesinos mayas.
Los integrantes de la cooperativa de estudio habían trabajado juntos desde 1999 iniciando con 10 socios, hasta organizarse formalmente en 2004. Actualmente la cooperativa está compuesta por 102 socios y se formó con la intención de obtener mejores ingresos por la venta de la miel. Todos los socios de la cooperativa son varones, con una edad promedio de 50 años; el 64% de los socios tienen una escolaridad de primaria, el 20% secundaria y el 9% ninguna escolaridad, de acuerdo al último registro de la cooperativa.
La cooperativa Flor de Tajonal pasó por un proceso de transición a la producción orgánica durante 2008 a 2010, año en que logró la certificación orgánica por la empresa CERTIMEX. Durante el proceso se adoptaron cambios en los apiarios, a partir de cursos de capacitación, visitas a las comunidades y verificaciones de la empresa certificadora. Así, en 2010 la propia cooperativa definía a sus dos productos principales como “miel orgánica y miel convencional multifloral a granel”. Sin embargo, después de un año de transición y un año de producir miel orgánica los miembros acordaron no renovar la certificación porque no les era redituable ya que las ganancias resultantes de la venta de miel no eran suficientes para cubrir el pago de la certificadora.
Al igual que muchas comunidades alrededor del mundo, las comunidades mayas han sido objeto de intervenciones gubernamentales y no gubernamentales nacionales e internacionales; si bien en el papel dichas intervenciones han buscado mejorar las condiciones de vida de las comunidades, las distintas contradicciones de sus acciones han impedido la realización de dicho objetivo. Este también es el caso de la cooperativa Flor de Tajonal que por medio de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) y el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) fue beneficiaria de las denominadas “Buenas prácticas de producción de miel” a partir de las cuales se buscó enseñar a sus apicultores técnicas que incrementaran la productividad y evitaran la contaminación del producto con agentes patógenos, según los estándares de calidad internacional. En contraparte, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) por medio de su Programa de Pequeñas Donaciones en México (PPD) promovió la apicultura orgánica como una estrategia para la conservación de la selva. Los cambios en la subjetividad que evidenciaremos a continuación se manifiestan en las actitudes y motivaciones de los campesinos mayas, antes orientados a la comunidad y ahora más individuales y orientados al mercado internacional.
En este documento se distinguen cuatro partes principales: 1) El marco teórico en el que se enmarca la subjetividad política 2) Las actitudes y las motivaciones de los apicultores después de la transición a la producción orgánica 3) La transformación de las subjetividades por las intervenciones internacionales 4) Conclusiones.
Marco teórico
Los procesos de subjetivación son procesos heterogéneos y configuran, en diferentes ámbitos, a los sujetos individuales y colectivos a partir de distintas prácticas históricas de saber y poder (Agamben, 2011). La subjetivación, y en especial la subjetivación política, implica la formación de un nuevo sujeto (Tassin, 2012). En los procesos de subjetivación se involucra lo que la teoría foucaultiana llama dispositivo, el cual se constituye mediante una red de diferentes elementos discursivos y no discursivos que siempre están inscritos en una relación de poder (Agamben, 2011). Los dispositivos modifican las conductas de los sujetos y las guían de tal forma que actividades cotidianas como producir o consumir se vuelven parte de una estrategia dirigida por el Estado para su propio cuidado (Foucault, 1988) o, en tiempos del neoliberalismo, la dirigen hacia el libre mercado. Así, el poder en los tiempos actuales tiene una influencia que se extiende a la vida de las personas y las guía hacia el neoliberalismo, generando nuevos mercados para todo tipo de cosas materiales e inmateriales. Con lo inmaterial nos referimos a la transformación de la subjetividad de los individuos donde ocurre lo que Guattari llama el cambio molecular, el cambio en las formas de pensar (Guattari y Rolnik, 2006). Incluso la búsqueda del desarrollo sustentable no escapa a esta influencia, ya que ésta requiere de procesos de subjetivación para producir sujetos que se relacionen de manera diferente con su ambiente (Reid, 2013). Los mercados de carbono dan cuenta de cómo las valoraciones, en relación a la protección de los bosques, también han podido ser transformadas con la pretensión de alcanzar el desarrollo sustentable.
Podríamos decir que el fin último de los procesos de subjetivación es convertir al sujeto en un homo economicus. Zafirovski (2000) define a éste como el sujeto preocupado por sí mismo, insociable y guiado por elecciones racionales. Estas elecciones se refieren al comportamiento que se guía con el afán de obtener la máxima utilidad posible y están basadas en un cálculo consciente (una imagen mental) de costo-beneficio. La motivación del homo economicus es utilitaria, pretende el alcance de bienes privados, ganancias o bienestar y está inmerso en la lógica del mercado y la competencia (Zafirovski, 2008; Anderson, 2000). La preocupación por sí mismo lo orienta a la búsqueda continua de beneficios que satisfagan sus preferencias y deseos bien definidos, entendidos estos últimos como caprichos, frivolidades, diversión o influencias de moda (O’Boyle, 2005). Esta autosatisfacción lo lleva a separarse de otros individuos, organizaciones o entidades colectivas que no fortalezcan sus motivaciones económicas y por lo tanto no está influenciado por la cultura, los valores o cualquier aspecto emotivo (Tomer, 2001).
El homo socio-economicus por su parte, no sólo toma decisiones racionales, sino que las consideraciones lógicas y empíricas van precedidas de emociones y juicios de valor, es decir, de otros aspectos subjetivos. Su ser está conformado por un “yo” y un “nosotros”, que implica la búsqueda de la satisfacción propia y el cumplimiento de deberes morales para con la familia y la comunidad, los cuales son tanto o más importantes que la satisfacción propia (Tomer, 2001). Además, esta satisfacción está orientada en mayor medida a las necesidades requeridas para la sobrevivencia, es decir, a la alimentación, vivienda, vestido, educación y cuidado de la salud. En tanto que las necesidades se requieren continuamente, las actividades que las producen no pueden ser dejadas de lado (O’Boyle, 2005). Esto no significa que su comportamiento no esté dirigido a la obtención de ganancias o la satisfacción de deseos, sino que conlleva un balance entre necesidades y deseos a nivel individual y a nivel colectivo, lo cual no significa una maximización siempre inacabada de utilidades sino una satisfacción de ellas hasta cierto punto. El homo socio-economicus es “comunal, dependiente, semejante y centrado a otros, y ligado a su cultura” (O’Boyle, 2005:489); no es un trabajador-consumidor, para quien el trabajo es un medio para obtener dinero o bienes, sino que trabajar es tan o más importante que los productos que éste le pueda generar, trabajar en sí mismo es una necesidad porque la configuración de su actividad forma parte de la expresión de sí mismo y de su sentido de pertenencia (O’Boyle, 2005).
Los mayas peninsulares están en constante tensión entre ser un homo socio-economicus que resiste a la globalización o convertirse en homo economicus que el sistema económico neoliberal requiere para seguir expandiéndose. Las comunidades mayas tienen una organización vinculada a su sistema productivo de autoconsumo, que tiene como principal fuerza de trabajo a los grupos domésticos (Estrada Lugo, 2005). En este sentido, las intervenciones que incentivan la producción para la exportación, amenazan la relevancia de la organización comunitaria. De ahí que argumentemos que los cursos de capacitación por mucho tiempo han funcionado como dispositivos que transmiten significados y valoraciones diferentes a las de los mayas.
El concepto de campesino ha sido dinámico en el tiempo. Desde ser definido sólo como un agricultor que cultiva para su subsistencia, hasta ser reconocido como un actor que se mueve en múltiples estrategias económicas (Schüren, 2003). El campesino maya peninsular, a la par de su plasticidad para transitar en diferentes actividades económicas, conserva como centro de sus estrategias al cultivo de la milpa, principalmente para la cosecha de maíz (Schüren, 2003). La lógica del campesino no es la de un empresario capitalista (Schejtman, 1980), porque aunque se mueva entre diferentes estrategias económicas según el mercado (Martín Castillo, 2016) mantiene la organización familiar que le da fuerza a la agricultura y su motivación que impulsa la producción es el sostenimiento de la unidad doméstica, no la acumulación de capital (Schejtman, 1980).
Las instituciones promueven un nuevo sujeto que debe transitar de formar parte de un colectivo comunitario a transitar a la producción internacional y competir en el mercado. Aunque existe un proceso de resistencia que impide la conversión total del sujeto, han ocurrido transformaciones que dan lugar a un nuevo sujeto que no es sólo un campesino maya, sino que es un campesino-apicultor-maya. Si bien la apicultura formaba parte de su sistema de múltiple diversidad productiva, hoy los campesinos empiezan a depender de la venta de miel para obtener ingresos económicos.
Para modificar las conductas es necesario modificar las actitudes y las motivaciones, que en un principio estaban adscritas a la comunidad y que con la insistencia de entrar al mercado internacional se han ido adaptando y resquebrajando pero no se han roto totalmente.
Definimos las actitudes como expresiones específicas del individuo en relación a un objeto externo, son tendencias particulares de actuar como resultado de una cognición o afecto. La actitud no se puede ver como el comportamiento, sino que debe ser inferida a partir de un proceso en el cual podamos apreciar si tiene un sentido positivo o negativo (Pickens, 2005; Heberlein, 2012). Las motivaciones son estímulos que conducen a formular estrategias para satisfacer necesidades o deseos establecidos por el individuo mismo (Borkowski, 2005).
Los programas productivos son formas de producción de subjetividad neoliberal; por medio de ellos el Estado trata de aplicar incentivos económicos para dirigir la conducta de los receptores de las donaciones. La transición a la producción orgánica de miel lleva al apicultor maya a comportarse como un homo economicus.
Resultados y Discusión
Actitudes y motivaciones hacia la producción orgánica de miel
Para satisfacer las demandas de consumidores europeos preocupados por la salud y la conservación del ambiente los campesinos modifican sus prácticas pues requieren cumplir normas que califiquen a su miel como libre de contaminantes. Esta modificación va más allá de la tecnificación y modernización de los insumos y el equipo para la producción; requiere la modificación de actitudes, motivaciones, formas de producción locales y de organización comunitaria.
El proceso de conversión a la producción orgánica generó expectativas en los campesinos ante la promesa de que se les pagaría más por su miel. Sin embargo, esto no ocurrió; por el contrario, la transición generó rupturas entre miembros de la cooperativa y el desinterés de una parte de ellos en la producción orgánica. La decepción y la sensación de haber sido engañados se debe a que pese a haber seguido las normas establecidas por la certificación orgánica, permitido las visitas de los inspectores dentro de su apiario e invertido en un equipo completo de acero inoxidable no lograron que su miel obtuviera un precio que justificara todos esos esfuerzos.
Trabajar la orgánica es bueno, pero que nos paguen de más, si me van a exigir de más y después un peso o dos [de diferencia]… para que vamos a seguir haciendo mucho trabajo ¡que me van a exigir! (Apicultor de 54 años).
El costo de producción hace que la actividad no sea redituable para los apicultores, mucho menos en la producción orgánica donde la mano de obra y la inversión se incrementan hasta un 70% (Güemes Ricalde et al., 2006). Las intervenciones tampoco consideran que el apicultor tiene un sistema productivo compuesto de múltiples actividades, como el ganado, el cultivo de frutales, hortalizas y la milpa, y que dependiendo de las circunstancias lo complementan con trabajo asalariado en las ciudades cercanas. Además, la producción orgánica es poco flexible en sus lineamientos donde establece los requisitos para la producción, los materiales y el equipo para la extracción de miel, por lo que no permite la innovación tecnológica desde las comunidades. El mismo apicultor cuyas palabras mencionáramos previamente explica la dificultad de usar el equipo de extracción y lo compara con un equipo rústico proveniente de su inventiva:
Ahorita no lo utilizamos [el banco de acero inoxidable], una palangana [recipiente de plástico] así llevamos y ahí cortamos… porque no pesa llevarlo, el banco vamos a cargarlo en una vereda, porque ahí no hay carreteras. Nosotros tenemos una palangana… [coloca entre maderas un cuadro de miel] cuando se llene le pongo en otro recipiente y vuelvo a cortar otro… lo exprimimos en un sabucán [bolsa hecha de tela plástica con diminutos agujeros] y sale la miel ya colado.
En palabras de los apicultores mayas la miel orgánica se define como miel limpia, libre de suciedad, con equipo limpio y de acero inoxidable; para alcanzar este requisito consideran que sus prácticas deben incluir: “lavar las piletas, cambiar los panales viejos, quitar las cajas pintadas y no usar químicos a la hora de la producción”. Estas actividades implican reducir la atención de otras actividades y dedicarlas a la apicultura, aumentando el número de visitas y el costo de la gasolina para acarrear agua. Existe entonces un proceso que es impuesto para así cumplir con la demanda de un producto inocuo, pero que no se corresponde con un pago justo para los productores primarios.
El mercado de miel convencional en la península de Yucatán enfrenta distintas desventajas para los apicultores debido a que su estructura es oligopsónica, el acaparamiento de la miel abarata el precio que se le paga a los campesinos y acumula las ganancias para los acaparadores del producto y de los exportadores (Caro Encalada et al., 2012).
A pesar de las muchas críticas a la confianza que se tiene en el mercado, los programas productivos que promueven la producción orgánica siguen basados en el supuesto de la competencia perfecta, la cual no ocurre en el mercado de la miel. Además de estos supuestos de competencia perfecta existen otros aspectos subjetivos que influyen en el comportamiento humano y se asume que ofreciendo ciertos incentivos éste se modificará a conveniencia (Mathis y Shannon, 2009). Para los mayas peninsulares, los aspectos subjetivos incluyen las valoraciones que hacen hacia los elementos culturales que les dan identidad, como el cultivo de maíz y las relaciones comunitarias.
La transformación de las subjetividades en los apicultores
Para que el modelo neoliberal tenga éxito, es necesario cambiar la subjetividad de los apicultores. Uno de los promotores de la producción orgánica y de la productividad apícola describe la manera en que producen actualmente los campesinos y la forma en que espera que sea a futuro:
si hoy planteáramos el hecho de entrar al programa orgánico, los que pondrían resistencia son los adultos y la tercera edad… cuando tú les vas a dar un curso te dicen: -yo tengo veinte años de apicultor, ¿Qué más me puedes enseñar?- Entonces es muy complicado a ellos convertirlos con las nuevas tendencias y exigencias del mercado. No así con los productores jóvenes y de nuevo ingreso a este sector apícola, porque esos son gente ávida de aprender y los puedes moldear a lo que el mercado exige… Inclusive dentro de la gente de la tercera edad hay menos número de colmenas. Y los jóvenes rápidamente van incrementando niveles de producción, técnicas que incorporan a la cuestión apícola. Si tú tienes arriba de 100 colmenas ya te puedes dedicar netamente a la apicultura y llegarla a 200 o 300 colmenas. En cambio, la gran mayoría de la gente, que obvio, viene de la idiosincrasia de los antiguos productores de decir: es una actividad complementaria a la milpa… ¡es mi ahorrito!1
Este discurso es la representación generalizada que se tiene de los campesinos desde fuera de la comunidad y la representación del ideal de una apicultura altamente productiva. Para alcanzar este ideal se llevan cursos de capacitación a los apicultores y se les incentiva para que asistan a congresos de apicultura en otros estados del país. En los procesos de subjetivación las motivaciones y las actitudes cambian desde una visión de producción tradicional a la intensificación convencional de los apiarios. Desde el punto de vista económico, se espera que el campesino actúe sólo racionalmente, es decir, que elija opciones con una expectativa de un pago más elevado y que sea esta premisa la que guíe su comportamiento (Lakshminarayanan y Santos, 2010), desde esta perspectiva se considera a los campesinos irracionales porque su comportamiento está fuertemente influenciado por aspectos culturales, ya que prefieren dedicar tiempo a actividades agrícolas como la siembra de maíz que no les reditúa económicamente pero que forma parte de su dieta básica.
En el caso de estudio identificamos cinco apicultores que son socios fundadores de la cooperativa y líderes en la producción. Estos apicultores tienen la intención de invertir en equipo apícola y alimentación artificial para incrementar el número de colmenas. El siguiente discurso es de Fabián (46 años), un apicultor que inició con 3 colmenas y actualmente tiene 58:
pues a mí me gustaría tener hasta yo 150 colmenas, esa es mi meta que yo quiero aumentar… ahorita tengo 58 colmenas… mi meta es llegar más de 100, porque yo he visto personas que viven sólo de sus colmenas, así como le digo a mis hijos, vamos este año seguir, si no podemos el otro año… nuestra meta es aumentar, esa es mi decisión: es aumentar...
El deseo de aumentar el número de colmenas es repetitivo en este subconjunto de apicultores líderes. Ellos han interiorizado la posibilidad de incrementarlas a partir de ver o “escuchar” a otras personas que “viven de la apicultura”. Además la motivación está acompañada de la actitud hacia reinvertir en el equipo apícola. Estas son actitudes características del homo economicus que “compara, calcula, racionaliza, elige, toma y maximiza” (O’Boyle, 2011:4).
El capitalismo requiere de sujetos que deseen ser parte del sistema de mercado, que se involucren en la búsqueda de tecnologías e innovaciones tecnológicas, que incrementen su producción pecuaria y que satisfagan las necesidades de un consumidor externo a su comunidad. Es por ello que el cambio en la subjetividad, específicamente en las actitudes y motivaciones, se vuelve básico para modificar las prácticas productivas en la apicultura. Otro apicultor líder en su comunidad señala un cambio importante en su propia subjetividad:
es como tener unos animalitos así nada más, no pensábamos nosotros que es para que uno le haga una cantidad y para que pueda producir más, nada más es como tener unos puerquitos allá, así estaba lo de la apicultura antes cuando yo empecé… (Edad: 59 años).
Este apicultor hace referencia a la representación que tenían de las abejas, al referirse a ellas como animales de traspatio, los cuales son considerados como una caja de ahorro destinados a utilizarse en caso de emergencias o fiestas. Esta representación ha cambiado desde que él inició hace 30 años, pues ahora la actividad apícola constituye su principal fuente de ingresos.
El despliegue vertical de leyes, programas y proyectos tiene repercusiones en los sujetos que son objeto de las acciones de las políticas públicas. Los discursos del Ejecutivo Federal, nos hablan de su intención de cambiar el modo de pensar de los campesinos, desde una visión de sobrevivencia a una empresarial y productivista. La Ley de Desarrollo Rural Sustentable pretende: “Elevar la productividad, la rentabilidad, la competitividad, el ingreso y el empleo de la población rural” (DOF, 2012:4) para lo cual pretende aumentar la eficiencia de las unidades de producción, y establece que le corresponde al Estado mexicano direccionar el desarrollo nacional y de desarrollo rural (DOF, 2012). Por medio de este tipo de objetivos se define la incidencia de las políticas públicas en las prácticas productivas y en las subjetividades de los productores de miel. En sus discursos nos damos cuenta que el Estado pretende la maximización de la eficiencia en la productividad agrícola y pecuaria. Para lograr que las inversiones sean aprovechadas, es fundamental el cambio en la forma de pensar de los individuos, lograr que ellos se convenzan de los beneficios de la liberación de los mercados. Como leemos en los fragmentos anteriores este convencimiento es más claro en los apicultores líderes con ánimos de aumentar sus apiarios pero motivados por obtener ingresos que les permitan mantener la educación formal de sus hijos. Además, la ventaja que les ofrece la apicultura es que permite un ingreso mayor que el que obtendrían con la migración a ciudades cercanas:
Te digo con 30 estoy ¡re-que-te-conforme! Tomamos un curso ahí en Cozumel de apicultura… me preguntó su cuate: -¿cuál es tu meta?-. Le dije: mi meta le dije pues estoy conforme con 30 [colmenas]. Y me dice: ¿qué será si tendrías unos 50 colmenas?-. le digo: -pues a mí me da igual- … Ya después comencé a aumentar mis colmenas, entonces vi que de allí sostenieron los estudios de mis hijos, primero mi hija hizo su estudio, pues yo no trabajo, que yo te dijera que tengo que salir a trabajar [a otras ciudades] para poder mantener, no, yo me dedico a la apicultura… (edad: 46 años).
Así, los programas productivos buscan la transmisión de la cultura capitalista e incentivan los procesos de subjetivación para convertir a los campesinos mayas en un homo economicus. Sin embargo, en los sistemas tradicionales la subjetividad se crea a escala de comunidad oponiéndose así a la producción de subjetividad industrial e internacional del sistema capitalista (Guattari y Rolnik, 2006).
La apicultura es una actividad productiva que busca principalmente satisfacer necesidades básicas de los campesinos, que se complementa con su sistema básico de producción que es la milpa y le permite mantener sus ingresos por los programas de gobierno. A pesar que el sistema capitalista empuja a los sujetos hacia el individualismo, el proceso de transformación en los mayas peninsulares no ha ocurrido del todo porque los apicultores no están buscando el aumento desmedido de capital, sino que pretenden el mínimo de producción para la satisfacción de sus necesidades familiares. Los apicultores declaran que el destino de las ganancias de la producción de miel es la educación de los hijos -que muchas veces incluye la estancia y el mantenimiento en otra ciudad-, la compra de algunos electrodomésticos como refrigeradores, o el “gasto familiar” que se refiere a la compra de abarrotes, y una parte la destinan a la reinversión. Esta reinversión en ocasiones ocurre en otro sistema de producción, la ganadería de bovinos o de animales de traspatio que nuevamente, están pensados para el autoconsumo familiar y para festejos religiosos que responden a aspectos culturales que fortalecen las bases comunitarias. Las motivaciones por creencias religiosas en diferentes culturas son una guía de comportamiento muy importante, que impone reglas y acciones entre miembros de la comunidad (Ley y Tse, 2013).
La producción intensiva y orgánica certificada requiere actitudes individualistas, racionales y calculadoras que rompen la organización comunitaria. En este sentido, uno de los apicultores líderes y con actitud positiva hacia la producción orgánica se refiere así a la manera en que en la cooperativa afrontaron el incumplimiento de los requisitos por uno de los apicultores:
Pues yo creo que lo justo es dar de baja a una persona nada más, que no se castigue a todo el grupo. Durante la temporada en que hubo inspección sólo hubo uno que salió que estuvo aplicando azúcar en su colmena… lo dimos de baja y a todos los demás pasaron (edad: 46 años).
El incumplimiento ocurrió cuando el apicultor atravesó por una enfermedad crónica que afectó su desempeño en la apicultura, y no habiendo mecanismos adecuados de comunicación o colaboración quedó fuera de la sociedad. Esto refuta el supuesto teórico que se tiene de las cooperativas, sobre que éstas forman parte de la economía social y solidaria donde el principal interés no es el ánimo de lucro individual sino el reparto de ganancias de una forma más horizontal entre los socios (Alvarez Quispe, 2015). En modelos con requisitos exigentes, como es el mercado orgánico, no queda lugar para aspectos subjetivos como la ayuda mutua entre miembros de una comunidad o una sociedad, lo que importa es el cumplimiento con la certificadora.
Para lograr por completo la transformación a un “sujeto neoliberal”, el sistema tendría que romper con la organización por grupos domésticos que opera en las comunidades. Sánchez de Puerta y Taberner (1995) mencionan que la decisión de la adopción o no adopción de una tecnología no es individual, sino que ocurre de forma grupal o comunitaria. En las comunidades de Quintana Roo la decisión de incursionar en los procesos ocurre principalmente dentro de los grupos domésticos y luego hacia la comunidad, pero efectivamente no es individual. Así los apicultores se encuentran en continua tensión entre incursionar de forma individual y aumentar su producción, pero al mismo tiempo impulsar el desarrollo de sus compañeros apicultores en la comunidad. Por un lado, el mensaje de las intervenciones es que deben convertirse en apicultores empresarios y modernos que satisfagan las demandas del mercado internacional, y los apicultores responden al proceso incentivando el incremento de la producción. Por otra parte, los apicultores son parte de una comunidad y de grupos domésticos que regulan los comportamientos y son estas organizaciones quienes definirán si continúan con los proyectos de producción orgánica planteados, incluso por sobre las decisiones de la cooperativa. Además, los miembros de las comunidades forman parte de una cultura que prioriza elementos como las fiestas a las que les destinan parte importante de su tiempo y ahorros para su organización y participación, y no están dispuestos a modificar esta actitud en aras de destinarlo a la apicultura. Otro elemento que demuestra la representación que tienen los mayas de la apicultura como un componente que fortalece estas relaciones familiares, es que los apicultores mayas ofrecen como regalo algunas cajas de abejas a cada hijo o yerno que contrae nupcias, de la misma forma como ellos recibieron sus primeras colmenas de sus padres.
Las instituciones externas han motivado el interés por el cuidado del ambiente. Los apicultores reconocen que modificaron sus estatutos para ser sujetos de apoyo para el PNUD, así incluyeron en su acta constitutiva el objetivo de proteger la selva. También los líderes iniciaron una campaña de concientización de 2007 a 2010 para promover la relación entre el cuidado de la cubierta forestal y la producción de miel. En el siguiente discurso de un apicultor se aprecian las modificaciones en la relación del campesino con sus recursos naturales y la manera de administrarlos ahora:
Yo hacía mucha milpa pero cuando iba en los eventos [congresos], pues nos dicen que no debemos tumbar mucho monte porque es el que le da vida al… mundo, entonces por lo de la apicultura fue cuando medio me calmé, pero antes yo hacía hasta 10 u 8 hectáreas de milpa aunque sin cosechar mucho maíz pero sólo nos gusta tumbar la milpa… la tumbamos y aunque no haya cosecha tumbas porque es tu trabajo, entonces fue cuando me metí en la apicultura y es cuando me siento y digo: -¡Dios mío! ¿Por qué estoy tumbando mucho monte si de ahí viene la miel?-… Cuando vamos en las reuniones es cuando más nos metieron el sentido de que no hay que tumbar lo que son árboles verdes. Por eso entonces digo ya mejor me voy a meter en la apicultura y tranquilo aquí gracias a Diosito que de la apicultura de ahí vivimos de ahí nos da para comer, de ahí saco para comprar mi maíz, de ahí saco para comprar lo poco que tenemos (edad: 46 años).
En el texto anterior el apicultor expresa el discurso que ha interiorizado sobre la relación entre la conservación de la selva y la producción de miel a partir de su asistencia a los congresos de apicultura, y cómo ha modificado sus prácticas productivas tradicionales en respuesta a las políticas ambientales de conservación. Si bien la apicultura entre los mayas peninsulares se ha posicionado como una actividad económica relevante para la familia, difícilmente los campesinos se convertirán exclusivamente a la apicultura, ya que su lógica se basa en la multiestrategia, donde las múltiples actividades les proporcionan una diversidad de recursos en diferentes épocas del año. Para el caso de la apicultura, lo más importante es que la cosecha de miel ocurre en la época de sequía, es decir, cuando hay escasez de alimentos provenientes de los cultivos y de la ganadería de bovinos. De no estar presente la apicultura, los grupos domésticos verían afectada su alimentación de enero a mayo. Además, los apicultores reconocen que continuarán cultivando la milpa, aunque ésta sea sedentarizada y no trashumante como en tiempos pasados.
Conclusiones
Las subjetividades de los campesinos mayas se están transformado, ya que no sólo tienen una visión de cultivar para autoconsumo y cuidar las abejas como un ahorro, sino que la apicultura está convirtiéndose en una actividad semi empresarial para ellos. Sin embargo, la transformación a un homo economicus que anhela el sistema económico neoliberal no ocurre completamente debido a la resistencia que ejercen las comunidades mayas, la cual se expresa en las valoraciones que tienen hacia su vida comunitaria, los festejos y la vida familiar.
El desarrollo comunitario ocurre cuando las personas involucradas son capaces de decidir qué es mejor para su vida y aprovechan la interacción con las instituciones para potenciar los recursos que tienen para su bienestar. Así, la planeación de las acciones de política pública debería concebirse desde las actitudes y motivaciones de los involucrados, sin la imposición de modelos externos, lo cual no ocurre. En cambio, en México el modelo dominante de innovación es vertical desde la investigación, seguida del financiador, el extensionista y termina en el agricultor (Muñoz Rodríguez y Altamirano Cárdenas, 2008), lo que puede generar efectos alienantes en los campesinos (Sánchez de Puerta y Taberner, 1995).
El intento de imponer el modelo dominante y la resistencia de los campesinos por mantener sus modos de vida es un proceso en constante tensión, no resuelto aún. En este artículo documentamos representaciones de la apicultura que han cambiado y prácticas de la lógica campesina que permanecen y que difícilmente se modificarán para lograr una conversión exclusiva a ser apicultor.
Los procesos orgánicos limitan la innovación desde los campesinos porque no permiten ninguna modificación a lo establecido por las normas de las empresas certificadoras. En este sentido, los programas productivos deberían formularse de abajo hacia arriba para incluir las valoraciones, actitudes y motivaciones de los campesinos mayas. Esto supone contemplar sus formas de organización y su diversidad cultural y productiva, aceptando sus derechos colectivos y sus formas de solución de conflictos. Una vez identificadas éstas a partir de un diálogo de saberes2, sería posible generar proyectos que nazcan desde la perspectiva de desarrollo de los mayas, y no sólo desde la demanda del mercado internacional y del gobierno federal. Los campesinos saben cuáles son las dificultades que enfrentan en la actividad apícola así como sus necesidades de infraestructura y capacitación, las cuales por ahora están lejos de la incursión en la producción orgánica certificada. De esta manera, se vuelve necesaria la atención de estas necesidades y el aprovechamiento de sus conocimientos locales, que abran mercados alternativos que surjan desde los intereses de los involucrados y que pueden avanzar a la par de las demandas de mercado actuales.