Introducción
El paradigma de la política del paisaje ha cambiado desde el siglo pasado a nivel global. Actualmente se busca la inclusión de actores locales, sus aspiraciones y preferencias (Nogué, 2010), así como la multifuncionalidad y servicios de los ecosistemas (Southern et al., 2011), como lo es la estética del paisaje y no sólo los alimentos y materias primas (Gobster et al., 2007). Esto ha generado que la ética ecológica y social formen parte de las agendas gubernamentales de planificación para el desarrollo en diversas partes del mundo (Ling y Dale, 2011). En México, las legislaciones encargadas de la protección y planificación del paisaje son la Ley general de Asentamientos Humanos (LGAG) promulgada en 1976 y la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA) publicada en 1988 (Aguilar-Bellamy, 2006). Sin embargo, estas leyes no han sido del todo efectivas en la práctica.
Por lo anterior, el estudio de la percepción del paisaje se ha convertido en un componente clave para realizar una adecuada planificación y ordenamiento territorial (Matsuoka y Kaplan, 2008). Esto ha provocado un creciente interés en la evaluación del paisaje. Ésta se utiliza para comprender y valorar la percepción del público hacia el paisaje así como las relaciones físicas y psicológicas entre los usuarios con las áreas verdes y espacios abiertos (van den Berg y van Winsum-Westra, 2010). Esta evaluación también ha servido de herramienta multidisciplinaria para establecer la calidad de un determinado paisaje (Cakci-Kaymaz, 2012) y a partir de ello, generar instrumentos y políticas de planificación territorial (Molina-Urra y Escalona-Ulloa, 2012). Esto se debe a que percepción puede variar entre grupos sociales (Matsuoka y Kaplan, 2008; Soini et al., 2012) y en tiempos diferentes (Muños-Pedreros, 2004). A continuación se describen y analizan algunos conceptos de la percepción del paisaje y su proceso así como algunas teorías y métodos utilizados recurrentemente en la evaluación de la percepción del paisaje.
Definición de paisaje
A través de la historia el concepto de paisaje se ha definido de diferentes maneras, dependiendo del contexto cultural, científico y social (Steenbergen y Reh, 2001). La palabra paisaje, proviene del latín pagus , que hace referencia a país, lugar de origen o pertenencia. Existen aproximaciones semánticas, fonéticas y conceptuales de las palabras francesas pays y paysage; italianas paese y paesaggio; inglesas land y landscape; catalanas pays y paisatge; y alemanas land y landschaft (Gastó-Coderch et al., 2010). Mientras que percibir se deriva de la palabra estética del griego “aisthanesthai” o “aistheta” que significa percibir las cosas materiales (Cakci-Kaymaz, 2012).
De acuerdo a diversas fuentes de literatura, se pueden identifican cuatro épocas diferentes de la conceptualización el paisaje. La primera se relaciona a los filósofos griegos de los años 500 a 400 a.C., donde la ocupación principal era la comprensión, sentido y percepción del paisaje (Coccia, 2009). Una segunda época, es la de los artistas, entre los siglos XII y XVI en Europa, que exaltaron la estética del paisaje a través de obras pictóricas y literarias (Aguilar-Bellamy, 2006). La tercera época es la dominada por los geógrafos en el siglo XIX y fortalecida por los ecólogos en 1960 en Europa (Aguilar-Bellamy, 2006). En esta época existían definiciones del paisaje como: “una parte de la superficie terrestre que, por sus… relaciones interiores y exteriores tienen un carácter específico y se distinguen de otros por fronteras geográficas y naturales” Troll (1968) y “unidades ecológicas” o “territorios heterogéneos dinámicos” (Forman y Godron, 1986). El principal énfasis que se hacía del paisaje era de carácter fisionómico, como la delimitación y contrastación con diferentes paisajes por sus atributos tangibles desde el punto de vista biológico y geográfico.
La cuarta época se aprecia a partir de los años 90’s, influenciada por la psicología ambiental. En esta época surgen definiciones como “la combinación entre la naturaleza y la cultura” (Zonneveld, 1995), donde se conjugan las ciencias duras (físicas y biológicas) y blandas (sociales o humanidades) para explicar la dicotomía naturaleza-sociedad del paisaje desde el pensamiento complejo, holístico y dinámico (Urquijo-Torres y Barrera-Bassols, 2009). Una definición con gran influencia contemporánea ha sido la provista por el Consejo de Europa (CE, 2000) “territorio tal como lo percibe la población cuyo carácter sea el resultado de la acción e interacción de factores naturales y humanos”. Además Jacobs (2011) complementa al decir que “el paisaje encarna la memoria de los procesos naturales y la actividad humana… es una expresión de lo que somos y valoramos… proporciona apoyo crítico a lo que queremos ser y cómo queremos vivir”.
De acuerdo a lo anterior, la concepción del paisaje ha evolucionado de una imagen u objeto físico-espacial a un ente o territorio percibido por un observador o grupo de observadores. Además, se considera que actualmente la concepción, estudio, conservación y desarrollo del paisaje sienta sus bases en la opinión pública de un grupo social determinado para satisfacer las demandas. Con el objeto de abundar en la comprensión y valoración de la percepción del paisaje, se describe a continuación brevemente el proceso cognitivo de ésta y algunas consideraciones teóricas y metodológicas de la evaluación.
El proceso de la percepción del paisaje
Munar et al. (2008) mencionan que desde la perspectiva del materialismo, el paisaje que no se percibe no existe. La conciencia y pensamiento del paisaje es consecuencia del mundo físico, siendo éste una abstracción de la realidad. Por lo tanto, desde este enfoque, la percepción del paisaje se puede concebir como un proceso mental o cognitivo, por el cual se construye el conocimiento o experiencia útil, incitado y fundamentado en el entorno natural y cultural.
De acuerdo con Punter (1982), la percepción del paisaje es un proceso que se compone de tres etapas consecutivas y cíclicas: 1) experiencia; 2) cognición; y 3) evaluación o preferencia. La experiencia del paisaje es individual debido a que cada persona tiene particularidades propias, es dinámica porque éstas varían por una nueva experiencia y es fisiológica porque se adquiere a través de los sentidos, siendo la vista el más importante (Cakci-Kaymaz, 2012). La cognición es individual y subjetiva, pues el conocimiento adquirido es una representación o abstracción de la realidad, que está influenciada por experiencias, asociaciones y recuerdos del individuo (van den Berg y van Winsum-Westra, 2010; Cakci-Kaymaz, 2012). Por su parte, la evaluación implica establecer una comparación entre dos o más opciones (Nogué, 2010) que pueden ser reales o ideales.
Aunque la experiencia y cognición del paisaje se adquieren de forma individual y subjetiva, la evaluación del paisaje se puede realizar de manera colectiva, tomando en cuenta los aspectos culturales, sociales y económicos del grupo evaluado (Nogué, 2010). Es por ello, que gran parte de los estudios sobre percepción del paisaje hacen referencia a las diferencias individuales (nivel de estudios, profesión, residencia, etc.) que determinan la preferencia del paisaje de un grupo social (García-Albarado y Dunnett, 2009). No obstante que la percepción puede variar según el individuo, grupo social o época, existen teorías y métodos que han estado vigentes hasta nuestra década. Algunas de ellas se exponen a continuación.
Evaluación estética del paisaje
El tema de la evaluación estética del paisaje se ha discutido ampliamente en las últimas décadas (Porteous, 1996; Cakci-Kaymaz, 2012). Ante esto se han propuesto diversas teorías sobre la percepción, entre las que sobresalen: “Gestalt” o “forma” (Koffka, 1935; Köler, 1938; Wertheimer, 1938); el enfoque psicobiológico (Berlyne, 1971); “Affordances” u oportunidades de acción (Gibson, 1986); procesamiento de la información (Kaplan y Kaplan 1978); y perspectiva-refugio (Appleton, 1975). De estas teorías se han derivado innumerables investigaciones para la comprensión de la percepción y la planificación del paisaje. Al respecto, Cakci-Kaymaz (2012) menciona que la evaluación del paisaje se puede realizar desde la perspectiva objetiva y subjetiva. La objetiva asume que la calidad estética del paisaje se debe a las características físicas del entorno, y la subjetiva la adjudica a las características culturales y sociales del observador.
De manera general, existen dos métodos de evaluación estética del paisaje: 1) la evaluación directa que valora el paisaje como un todo; y 2) la evaluación indirecta, que valora cada uno de los elementos del paisaje que lo componen por separado (Muños-Pedreros, 2004). Estos métodos se emplean bajo dos modalidades: in situ (en el sitio) y ex situ (fuera del sitio). Convencionalmente en una evaluación de percepción se emplean cuestionamientos escritos y de visualización (fotografía, mapas, maquetas, etc.). No obstante, la fotografía ha sido un instrumento de controversia, debido a que pueden existir diferencias de encuadre, campo visual, distancia, entre otros, que puede conducir a sesgos en los resultados (Svobodova et al., 2014) . Sin embargo, tanto los cuestionamientos escritos como visuales poseen sus propias debilidades y fortalezas (Zheng et al., 2011) . Actualmente, las metodologías de evaluación estética del paisaje más efectivas son que las consideran la combinación de los diferentes tipos de métodos y la integración de nuevas herramientas como como los sistemas de información geográfica, métodos participativos y encuestas por Internet.
La percepción en la evaluación del paisaje es de vital importancia, pues se infiere que un mismo paisaje puede tener diferentes significados, al ser una representación cognitiva particular de la realidad para cada individuo. La evaluación del paisaje se concibe como una herramienta metodológica básica en el proceso de la planificación de un territorio. Los resultados de estas evaluaciones pueden variar de acuerdo al contexto cultural, natural, social, tiempo y al paradigma del grupo evaluado (conocimiento, preferencias, necesidades, experiencias y anhelos), por lo que se obtienen tendencias de preferencia y no resultados generalizables.