Introducción
México se caracteriza por su diversificación tanto natural como social, por lo que en el país existen diversos niveles de vida de la sociedad. Uno de estos niveles son los de marginación. La marginación es un fenómeno estructural que se origina en el modelo de desarrollo y se manifiesta tanto en la dificultad para propagar el avance técnico en el conjunto de la estructura productiva, como en la exclusión de grupos sociales del proceso de desarrollo y del disfrute de sus beneficios (CONAPO, 2005).
En el país existen 53.3 millones de mexicanos pobres de un universo nacional de 120 millones de habitantes, es decir cerca de 50% de la población en México CONEVAL (2013). Además, cerca de 27.1 millones se encuentran en pobreza alimentaria y alrededor de 4 452 personas al día se unen a dicha cifra (CONEVAL, 2011).
Las dimensiones socioeconómicas que se estudian con mayor frecuencia para este fenómeno son la educación, la vivienda y la disponibilidad de bienes. Con estos se generan los índices de marginación con los cuales se divide el país en grados de marginación: muy alto, alto, medio, bajo, muy bajo. Así, existen 120 municipios marginados, de los cuales 28 están en Chiapas, (INEGI, 2010). Las propuestas que se han generado para combatir la marginación han sido numerosas. Si bien, algunas han sido acreditadas, no todas se han puesto en seguimiento y no todas son la mejor opción para mejorar los niveles de vida de los mexicanos de bajos recursos.
Los primeros esfuerzos del gobierno mexicano para atender las necesidades de las poblaciones más vulnerables se llevaron a cabo durante la década de los años setentas, a través de diversos programas como el Programa de Inversiones Públicas para el Desarrollo Rural (PIDER), la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (COPLAMAR), y el Sistema Alimentario Mexicano (SAM). Sin embargo, dichos programas estaban aislados ya que la población objetivo a los que iban destinados no eran los grupos prioritarios en la agenda gubernamental de la época. En los años ochenta, la marginación alcanza niveles verdaderamente alarmantes y comienzan a buscarse estrategias que subsanaran los costos sociales y los efectos negativos en la calidad de vida de la mayor parte de la población mexicana que habían dejado el ajuste y las reformas estructurales implementadas a principios de dicha década (Palacios, 2007). Es así como el combate a la pobreza se vuelve prioritario e inaplazable en la agenda gubernamental.
En 1989, con el surgimiento del Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL) inicia la época de los programas específicos de combate a la pobreza. Marcando la pauta en la lucha contra la pobreza. Además, fue creado, para compensar los efectos del ajuste estructural que se venía aplicando desde mediados de los años ochenta y basado en la participación popular, por lo que presentó una fuerte discrecionalidad y politización. Sin embargo, después de 25 años, no se ha podido combatir la marginación en el país.
Ante esto, la persistencia campesina es definida como sobrevivencia y está circunscrita a actividades agrícolas y no agrícolas (Wolf, 1975; Valtierra, 1989, 1990; Echeverri, 2002). Por su parte Boltvinik (2012), indica que la persistencia campesina tiene que ver con las acciones discontinuas o a la estacionalidad de las actividades agropecuarias y su valor de cambio-uso, en comparación con las actividades industriales que él llama continuas y que tienen certidumbre por los procesos a los que se refiere. Por su parte Rojas et al. (2014) menciona en un estudio realizado en la Sierra Juárez de Oaxaca que las estrategias de reproducción son concebidas como las prácticas sociales que se realizan de manera consciente o no, para mantener o cambiar la posición de las y los sujetos que las realizan, tales estrategias contemplan las actividades domésticas y productivas involucradas en la formación de un ingreso económico, que en el medio rural incluyen: actividades agrícolas, artesanales, comerciales y de servicios. En este trabajo se entiende a la persistencia campesina como todas aquellas estrategias de vida que los campesinos realizan para seguir reproduciendo la unidad familiar, incluyendo los apoyos que bajo el enfoque de la nueva ruralidad son incluyentes para más estratos de la población.
Las estrategias de subsistencia campesina sobrepasan a menudo el contexto de la Unidad Familiar. Incluyen, además, las relaciones sociales de solidaridad y reciprocidad (mucho más marcado en Oaxaca, por los gobiernos democráticos de “usos y costumbres”), que incluyen préstamos de recursos monetarios, alimentos, fuerza de trabajo, ayuda mutua en las labores comunitarias para ayuda en ciertas labores del proceso productivo, obras comunitarias para proveer de servicios domésticos u otras obras de servicio común, los cuales no son incluidos en la teoría clásica económica, sino que se enmarcan en la teoría sustantivista dentro de las comunidades Bolvitnik, (2012); Rojas et al. (2014); Magdaleno et al. (2014), y a lo cual Wolf (1975) llama los contratos diádicos.
El objetivo de este trabajo fue analizar la productividad del sistema de “milpa” de las regiones de alta marginación del estado de Chiapas, así como los factores internos y externos que afectan la oportunidad y riesgo del sostenimiento de las familias campesinas de dicha región. Para así poder responder a preguntas cómo si ¿Los apoyos gubernamentales otorgados a las zonas marginadas perjudican los niveles socioeconómicos? ¿Disminuyen los niveles productivos de las familias en las zonas marginadas? ¿Crean dependencia económica en las familias de las zonas marginadas? ¿Cuáles son los problemas en el corto y mediano plazo que enfrentaría el país con una dependencia social, de las familias en zonas marginadas?
Materiales y métodos
Se levantaron 124 encuestas; 63 en el municipio de Ocotepec en siete localidades y 61 encuestas en el municipio de Copainalá, en cuatro localidades.
La información obtenida fue de productores pertenecientes a los grupos de trabajo incorporados al proyecto “innovación para el desarrollo económico y social del sector productivo rural en la región sur sureste de México” operado en dichos municipios por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) durante 2009- 2013. La selección de la muestra fue al total de jefes (as) de familia participantes en el proyecto y sin reemplazo.
El área de trabajo se localiza al norte del estado de Chiapas, en la región de las montañas del Norte, la cual está formada por 23 municipios, que en conjunto ocupan una extensión de 6 098.5 km2 equivalente a 8.1% del territorio estatal. Con una población aproximada de 324 273 habitantes y representa 8.3% del total estatal. Esta zona limita al norte con los estados de Tabasco y Veracruz.
Se analizó la interacción de las estrategias con otros subsistemas, así como el uso, disponibilidad y dinámica de los mismos y se añadieron los programas de apoyo del Gobierno Federal y Estatal. Al respecto se incorporan conceptos tales: amanecer, programa de estímulos para personas de 60 años y más del Gobierno del estado de Chiapas; Setenta y más; programa de apoyos a personas de la tercera edad del Gobierno Federal; Oportunidades: programa de apoyos para madres e hijos(as) en edad escolar. Maíz solidario; programa de apoyos en insumos consistente en maíz mejorado, biofertilizante, herbicidas y 100 kilogramos de fertilizantes, PROCAMPO; PROGAN, que son programas de apoyo al campo y a la ganadería del gobierno federal, Chiapas solidario, apoyos a las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas, CODECOA, programa del Gobierno estatal que consiste en la entrega de herramientas básicas y menores a productores, PESA, Programa Estratégico para la Seguridad Alimentaria de la FAO-SAGARPA.
Resultados y discusión
Los productores y sus familias de ambos municipios, poseen un sistema de producción basado en los policultivos cuyo centro es el maíz, Zea mays (L). En México se le ha denominado “milpa”, el cual gira alrededor del maíz criollo, asociado con frijol de la especie Phaseolus spp. y coccineus spp, además de la calabaza Cucurbita pepo y en algunas ocasiones con chayote Sechium edule Jacq. Merill, en los cercos o arboles de la periferia. Se complementa con cultivares de pimienta Pimenta dioica (L.) Merrill, y café Coffea arabica (L.), bajo condiciones de temporal y pendientes mayores al 60%, aunque existen terrenos con pendientes de 30%. Arriba de los 1 500 msnm se pueden ver árboles en el traspatio de durazno Prunus persica (L.) y aguacate criollo o “chinini” Persea spp.
Basados en el enfoque de los sistemas de producción descritos por Hart (1985), se conceptualizan a los sistemas como un arreglo o conjunto de componentes físicos unidos o relacionados que actúan como una unidad o un todo, cada conjunto que lo compone se comporta como una entidad completa. Spedding (1979) define los sistemas de producción agrícola como la entrada de insumos y la salida de productos agrícolas de origen biológico. Sin embargo, para entender a un sistema de producción es necesario desagregar sus partes y estudiarlas una por una, con la ayuda de diversas disciplinas, de tal manera que al final se tenga un entendimiento mayor del sistema de producción. Spedding (1979); Tripp (1990); Hart (1985); Pontie (1992).
En ese sentido Pontie (1992) desde la óptica agronómica, conceptualiza a los sistemas de producción como el conjunto estructurado de las producciones agrícolas y pecuarias que son retenidas por los agricultores en su unidad de producción para realizar sus objetivos, Pontie a diferencia de los autores anteriores y para el enfoque social enriquece la definición con la inclusión de los campesinos o agricultores como operadores y beneficiados. Un poco más tarde Borlaug y Enkerlin (1997) retoman esta definición e incluyen también el factor humano, concluyendo que un sistema de producción agrícola es un conjunto de prácticas que incluyen la tecnología y los recursos humanos, y que a través de estos elementos se consigue la producción agropecuaria. Esta visión de la unidad familiar o unidad de producción se ve mayormente enriquecida con los conceptos sobre quienes conforman la familia campesina y las características de la unidad familiar o unidad campesina y los factores que coadyuvan a robustecer la economía campesina y las estrategias de persistencia o sobrevivencia, vertidos por Chayanov (1974); Wolf (1975) y posteriormente retomados por Martínez en (1987) y Galesky (1997).
Así, se vislumbra una fotografía de cómo están las relaciones en ambos municipios, las cuales fueron analizados en conjunto. Si bien existen diferencias entre ambos municipios, la tendencia de ventas e ingresos son muy parecidas. La Figura 2, se pueden apreciar los cuatro subsistemas bien diferenciados: 1) el agrícola que tiene los cultivos de maíz unicultivo, maíz asociado con frijol, calabaza, estos tres últimos englobados en el sistema “milpa”, además de otras especies como la pimienta, el café y algunas plantas de cacao, mencionan además el chayote como una verdura de autoconsumo y en ocasiones para la venta; 2) el pecuario donde algunos productores tienen vacas lecheras cuya producción es de cuatro litros diarios que cuando se requiere se elabora queso para la venta, el promedio es de 3.14 cabezas de ganado y 2.14 aves por jefe de familia; 3) el subsistema forestal básicamente de pino Pinus spp. y “acahual” o matorral de varios años que es utilizado para pastorear cuando los productores tienen ganado y por último; y 4) el subsistema de la unidad familiar donde se destacan las características de los productores y sus familias, sea nuclear o extensa.
La edad promedio de los productores es de 44 años de edad con una experiencia como agricultores de 32 años aproximadamente. Además tienen en promedio 6.9 hijos, lo que para algunos indicadores de la unidad familiar campesina representan fuerza de trabajo (Figura 2). Sin embargo, estos al alcanzar los 15 años de edad migran hacia los principales mercados de trabajo mencionados en la Figura 7. Estos datos son coincidentes con los reportados por Magdaleno et al. (2014) quien realizó su estudio en el centro del país y encontró que unas de las alternativas de sobrevivencia campesina es la migración interna.
Por otro lado y aunque no se encontró en este estudio Aguirre (2013), indicó que los campesinos del centro de Veracruz tienen además de su actividad primaria la venta de subproductos para incrementar sus ingresos y toman en cuenta la venta de servicios eco turísticos como una alternativa más de persistencia sin que estos sean considerados como micro o pequeños empresarios. Por su parte, Rojas et al. (2014) señalan en su estudio realizado en los pueblos mancomunados de la Sierra Juárez de Oaxaca, que los campesinos rehúsan a trabajar como beneficiadores y asalariados en las explotaciones madereras y para ellos las estrategias de persistencia están basadas únicamente en el manejo y explotación del bosque, contrario a lo que sucede en otras regiones con índices de marginación alto. Esto tiene lógica desde el punto de vista de las estrategias comunitarias y sociales imperantes como la ayuda mutua en actos religiosos y privados como la “guelaguetza” y el “tequio” para los trabajos comunitarios en beneficio de la población. Tomé et al.(2014), encontraron que las estrategias de persistencia campesina en un estudio realizado en Puebla se vieron fortalecidas por la cercanía a los centros industriales en dicho estado, y si bien se veían forzados a dejar el empleo en forma temporal o definitiva volvían a las actividades agropecuarias, concluyen estos autores que los campesinos pasaron de ser una sociedad agropecuaria a ser una sociedad industrial-mercantil, por los empleos indirectos y el involucramiento de la mayor parte de la población económicamente activa (PEA) que sustituyeron las labores agropecuarias por la renta de su fuerza de trabajo o de la especialización en algún oficio.
De acuerdo con los estudios de la nueva ruralidad ampliamente descrita por (IICA, 1999; IICA, 2000; de Llambí, 2000; Guzmán, 2000; de Souza y Cheaz, 2001 y retomadas por Cadena (2004) y Cadena et al. (2013), no sólo se debe considerar para la economía familiar las actividades agropecuarias, el 39% de los productores de los municipios de Copainalá y Ocotepec, además de ser agricultores tienen otro oficio o son artesanos. También reciben remesas de familiares que están en otros lugares sin que se haya especificado si es en territorio nacional o en los Estados Unidos de América. Además, reciben tanto los productores como sus familiares un sin número de apoyos gubernamentales entre los que destacan oportunidades, PROCAMPO, PROGAN, Chiapas solidario, Maíz Solidario, Kilo de ayuda, Amanecer, setenta y más, CODECOA, entre otros, tal como se muestra en la Figura 3.
En la Figura 4 es notable la gran diferencia que existe entre ambos municipios por el nivel de ingresos por ventas de los excedentes de productos agropecuarios una vez satisfechos sus requerimientos calóricos, mientras que existe mayor ingreso por venta de ganado y productos de industriales perennes como el café y la pimienta es claro que en Ocotepec, las familias tienen menos ingresos por la misma actividad. Por otro lado los apoyos que reciben de los programas de gobierno federal y estatal tienen un gran significativo para la reproducción de la unidad familiar.
Aguirre (2013) en un análisis teórico conceptual indicó que la persistencia campesina es evidente debido a la flexibilidad de la producción ante los embates del mercado y la sociedad en general. Dicha flexibilidad, le permite al sistema de producción campesino reacomodarse a las diferentes situaciones de la dinámica del mercado, está determinada por su funcionamiento basado en el uso de mano de obra familiar. Sin embargo, es evidente que no tomó en su análisis los ingresos por concepto de apoyos gubernamentales y otros organismos no gubernamentales, sin embargo en contraste con lo encontrado en los municipios de Ocotepec y Copainalá los productores si han flexibilizado sus actividades productivas con el único objetivo de tener una seguridad alimentaria para ellos y sus familias. Es notable que los ingresos por dichos apoyos son más importantes que los obtenidos por la venta de productos primarios, y la tendencia sigue siendo igual en ambos municipios, mayores ingresos en Copainalá y menores en Ocotepec, Garrido (2012).
No obstante de tener y mantener sus niveles productivos que les permitan a los productores reproducir sus unidad familiar, la actividad estacional de las actividades agropecuarias, el que los productores tengan algún oficio aparte de ser agricultor y un número de hijos (as) que puedan contribuir con recursos para el sostenimiento de la unidad familiar hace que un porcentaje alto salga de la comunidad al mercado de trabajo, siendo uno de los más frecuentes la cabecera municipal, donde el trabajo más frecuente es el de jornalero, en tanto que para otros destinos el oficio más indicado es el de albañil y el de la industria de los servicios turísticos y alimentos (Figura 5).
Carton de Grammont citado por Figueroa (2005), indicó específicamente que para este tipo de subcontratación entre productores o campesinos (SIC) no transforma a los campesinos en empresarios ni en proletarios que viven de ese salario, antes bien son formas de autoayuda reciproca en el ámbito agropecuario.
Si bien es cierto, que los niveles productivos no disminuyen sino que en algunos casos se incrementan ligeramente por efecto de la intervención, es cierto que estos no son lo suficientemente atractivos para evitar la migración de las unidades familiares, ahora bien ¿porque debemos suponer que los proyectos, programas e intervenciones con fines de mejorar las condiciones de vida de los pueblos que viven en condiciones marginadas tienen que “quedarse” en sus lugares de origen? ¿No es una visión sumamente egoísta pensar en negarles las mismas oportunidades a dichos pobladores de gozar de los adelantos y desarrollos tecnológicos -si es que lo quieren- antes que pensar en que si se logran excedentes productivos producto de la intervención se tuvieran que “anclar” a su unidad productiva?
Algo si es seguro que con los apoyos gubernamentales los productores de estas comunidades esperan los apoyos a los que tienen derecho y que por el simple hecho de estar inscritos deben recibirlo, no es motivo de este documento el destino final que se le da a esos recursos, pero una cosa si es cierta, no se invierte en la unidad productiva, más bien se usa para la compra de enseres, ropa y alimentos no producidos en la unidad familiar, sobre todo aquellos que no son en especie.
Conclusiones
A pesar de que Copainalá y Ocotepec son municipios vecinos, existe diferencia entre ellos en términos económicos y de competitividad, la producción que se realiza en Copainalá alcanza unas ventas rescatables que aportan al ingreso monetario familiar, sin embargo, en las localidades de Ocotepec, la mayoría de familias producen para el consumo propio.
La relación que guardan con los centros de consumo genera una mayor variedad de oficios y estrategias de sobrevivencia impulsando un mayor equilibrio entre ingresos económicos monetarios y de autoconsumo.
Un aspecto que puede generar riesgos de vulnerabilidad es la dependencia económica de programas gubernamentales como PROCAMPO, PROGAN, OPORTUNIDADES, o AMANECER, que como se ha demostrado, llega a superar los ingresos de la producción misma. El apoyo económico dado por el gobierno no es factor que asegure el bienestar o el crecimiento económico de la familia, pues no se les da un seguimiento y los productores no invierten el dinero obtenido en su producción, pues se muestra que los gastos de producción no son ni la tercera parte del dinero que el gobierno les otorga.