Introducción
Los manglares son ecosistemas dinámicos que proveen servicios ecológicos y económicos al ser humano ya que permiten el desarrollo de especies acuáticas durante sus etapas juveniles, la madera es aprovechada para el comercio y para construcción de viviendas, y son fuente de combustible al usarlos como leña o carbón. Jiménez (1999), estimó que en los manglares de la Costa del Pacifico se desarrollan cerca de 181 especies de aves, 30 especies de moluscos, 99 especies de crustáceos, y 87 especies de peces. Vale la pena destacar que la mayoría de estas especies son aprovechadas para el comercio y forman parte de la dieta alimentaria de las comunidades aledañas al manglar.
Dentro de los servicios ecológicos que brindan los manglares se encuentran la regulación climática, control de la erosión, captura de carbono, regulación hidrológica, protección de costas y uso recreativo o turismo ecológico (Aburto-Oropeza et al., 2008). De igual forma, los manglares son importantes agentes de remediación, al funcionar como biofiltros naturales en sitios contaminados con metales pesados (plomo, cromo, y cadmio), especialmente porque estos compuestos quedan fijados en la biomasa de las raíces y la madera (Foroughbakhch et al., 2004), aunado a su función como filtros de aguas residuales, ya que este ecosistema tiene la capacidad de disminuir la carga de materia orgánica del agua que utilizan en sus procesos naturales, lo cual es similar a la función que cumple una planta de tratamiento de aguas residuales (Sanjurjo y Welsh, 2005).
El servicio ecológico y económico que proveen los manglares se reduce debido a las continuas actividades antrópicas que dan origen al cambio de uso de suelo, a nivel mundial destacan la sobreexplotación de la madera, industria petrolera y gasífera, extensión de granjas camaronicolas, bancos de sal, infraestructura industrial y turística, construcción de represas, y desarrollo urbano (FAO, 2007).
Considerando que los ecosistemas de manglar son vulnerables ante el incremento del nivel del mar ocasionado por el cambio climático, el cambio en el uso de suelo bloqueará su migración al interior del continente, y por consiguiente se perderá la productividad del ecosistema (Smith et al., 2001), amenazando la seguridad humana y generando impactos económicos regionales y nacionales. Se ha reportado que la deforestación de manglares en Kenia no solo reduce la biodiversidad, sino que hay menos ingresos del gobierno en términos de regalías y derechos turísticos, un aumento de la erosión costera y la eventual reducción de los pastos marinos y arrecifes de coral (Fondo y Martens, 1998). Asimismo, el cambio de uso de suelo, muy relacionado con la deforestación, contribuye con el proceso de calentamiento global (Magaña, 2011), debido a la liberación del bióxido de carbono.
En México, las especies de manglar más características son Rhizophora mangle L. (mangle rojo), Avicennia germinans L. (mangle negro), Laguncularia racemosa (L.) Gaertn. (mangle blanco), y Conocarpus erectus L. (mangle botoncillo), de acuerdo a la NOM-059-SEMARNAT-2010 estas cuatro especies se encuentran en la categoría de amenazadas (López y Ezcurra 2002; DOF, 2010); asimismo, se reportan dos especies más identificadas en la costa de Chiapas Rhizophora harrisonii y Avicennia bicolor (Rico, 1982; Jiménez, 1999). Actualmente se estima que los manglares de México ocupan una superficie de 770.057 ha distribuidas en 17 estados con influencia de litoral (CONABIO, 2009).
En el estado de Tabasco se han perdido cuando menos 50% de sus humedales, en donde se estima que 19 922.9 ha corresponden a manglar (Domínguez-Domínguez et al., 2011; Landgrave y Moreno-Casasola, 2012). Las causas que conducen a la pérdida del manglar se deben al cambio de uso de suelo originado por actividades como la industria petrolera, el establecimiento de zonas de cultivo y zonas de pastoreo (Gallegos y Botello, 1988). La actividad petrolera ha generado impactos negativos en el manglar debido a la contaminación de cuerpos de agua y la degradación del suelo, ocasionado por los continuos derrames de hidrocarburos y desechos tóxicos, alterando sus propiedades físico-químicas y con ello causando la muerte de propágulos, plántulas y árboles de mangle (Adams, 1999; García-López et al., 2006; Olguín et al., 2007; Jacott et al., 2011).
Asimismo, la construcción de carreteras, canales y establecimiento de centros de población, han ocasionado la deforestación y desplazamiento de los manglares, tal es el caso de la Reserva de la Biósfera de Pantanos de Centla que de 1990 a 2000 sufrió una pérdida de 1 616 ha de manglar (Guerra y Ochoa, 2005). En este sentido, la interrupción del flujo superficial del agua altera la tasa de recambio aumentando la salinidad del agua y provocando la muerte del manglar incluyendo Avicennia germinans (López y Ezcurra, 2002).
Aunado a lo anterior se tiene la competencia que existe entre la superficie del manglar y el establecimiento de pastizales para uso ganadero, ocurriendo un proceso de drenado de suelos para la expansión agrícola y ganadera. Sin embargo, se ha identificado que en zonas donde se ha interrumpido el drenaje natural, ocurre una gran acumulación de cantidades de sales, sobre todo NaCl y por lo tanto un aumento en el pH del sustrato, lo que provoca un mal desarrollo del manglar y una alta mortalidad (Góngora, 2005), aunado a que pierdan su capacidad de auto regeneración debido al pisoteo intenso del ganado y a que en ocasiones se alimentan de los propágulos y plántulas de mangle negro y blanco (Ramírez et al., 2010). Una de las principales razones de la pérdida de manglares es la aplicación de políticas económicas productivistas, orientadas a la obtención de ganancias a corto plazo (Calderón et al., 2009); aunado a que los patrones del cambio de uso del suelo y su cobertura están determinadas por la interacción de factores económicos, ambientales, políticos, sociales y fuerzas tecnológicas en escalas locales a globales (CCSP-LUIWG, 2003).
La sobreexplotación de los recursos y los cambios de uso de suelo, constituyen el eje central sobre la cual debe enfocarse la gestión ambiental del ecosistema manglar, ya que pueden manejarse a nivel regional o local (Uribe, 2009); de igual forma, su conservación y uso sustentable debe enmarcarse en función del nivel de afectación de los distintos agentes potenciales de perturbación (Flores et al., 2007).
Aunque de manera general se han documentado los factores que están contribuyendo a la deforestación del manglar en México, Márquez et al. (2005), mencionan que la magnitud de la deforestación varía en función de la región; en particular, del periodo considerado y los métodos empleados para su evaluación. En este sentido, en Tabasco hay pocos estudios a escala local y regional que permitan identificar el impacto que los agroecosistemas tienen sobre la superficie del manglar y por lo tanto determinar su grado de afectación y tendencias, por lo que es necesario generar información que sirva de base para la elaboración de propuestas que coadyuven al manejo sustentable de dicho ecosistema, en este sentido evaluar los cambios de la cobertura vegetal permite estimar el grado de trasformación de una región (Espejel et al., 2004).
Metodología
Área de estudio
El área de estudio fue integrada por cuatro ejidos del municipio de Cárdenas, Tabasco: El Sinaloa ubicado entre los 18º 18’ 50” y 18º 21’ 50” de latitud norte y entre los 93º 42’ 10” y 93º 45’ 10” de longitud Oeste; El Alacrán ubicado entre los 18º 21’ 0” y 18º 23’ 20” de latitud Norte y entre los 93º 35’ 10” y 93º 42’ 10” de longitud Oeste; El Golpe ubicado entre los 18º 18’ 20” y 18º 20’ 40” de latitud Norte y entre los 93º 28’ 50” y 93º 31’ 50” de longitud Oeste; y Las Coloradas ubicado entre los 18º 18’ 30” y 18º 20’ 10” de latitud Norte y entre los 93º 32’ 20” y 93º 34’ 40” de longitud oeste, con una superficie total de 2 877.04 ha, distribuidas en la costa de Tabasco alrededor de la Laguna Machona (Figura 1), la cual se conecta al Golfo de México a través de una bocana artificial conocida como Boca de Panteones.
El área de estudio forma parte de los humedales costeros de Tabasco, en donde la vegetación dominante son los manglares asociados a condiciones estuarinas (Barba et al., 2006); las especies presentes son: Avicennia germinans (mangle negro), Rhizophora mangle (mangle rojo), y Laguncularia racemosa (mangle blanco); las cuales crecen sobre suelos Histosoles y Solonchaks (Domínguez-Domínguez et al., 2011). Las principales actividades económicas en la zona en orden de importancia son: la pesca, la ganadería, y en menor grado las actividades agrícolas.
Análisis e interpretación de ortofotos digitales
Los cambios de cobertura y uso del suelo se analizaron a partir de la interpretación de ortofotos digitales escala 1:20 000 (1995), y 1:10 000 (2008). La generación y manipulación de la información espacial se realizó mediante el uso del Software ArcGisTM versión 9.3/2008. En la construcción de los polígonos ejidales se usaron las coordenadas proporcionadas por el Registro Agrario Nacional del estado. La interpretación se realizó en pantalla en forma visual y con apoyo en trabajo de campo. El uso de suelo y tipos de vegetación se clasificaron de acuerdo a lo descrito por Palma et al. (2011): coco, cocopasto-ganado, cuerpo de agua, manglar, pasto-ganado, suelo desnudo, vegetación hidrófila, pasto halófito, acahual, y matorral. De esta manera fue posible generar los mapas preliminares, a escala 1:10 000, para cada polígono y conocer el perímetro, superficie y clase de uso de suelo. Para cuantificar la superficie por clase de uso suelo se uso el programa Excel 2007.
Verificación en campo y ajuste de leyenda
La verificación en campo consistió en visitas periódicas a la zona de estudio, con el objeto de revisar la confiabilidad de la interpretación preliminar de las ortofotos. Durante estos recorridos se identificaron los tipos de uso de suelo mediante observaciones directas sobre el terreno y pláticas con los habitantes de los ejidos. Se tomaron las coordenadas con un geoposicionador marca Garmin modelo Etrex HTH, las cuales fueron usadas para los ajustes y correcciones.
Resultado y discusiones
Se identificaron tres tipos de agroecosistemas aledaños a los manglares, que fueron: coco, coco-pasto-ganado, y pastoganado, cuya superficie ocupada mostró variabilidad en el periodo evaluado. En el Cuadro 1 se observa que en 1995 la superficie ocupada por el manglar era de 568.49 ha, la cual en 2008 mostró un incremento de 148.72 ha, sustituyendo parte de la vegetación hidrófila que en 1995 ocupaba 543.48 ha y en 2008 se redujo a 355.10 ha. Asimismo, el agroecosistema pasto-ganado en 1995 ocupaba una superficie de 487.07 ha, y para 2008 perdió 21.19 ha que fueron sustituidas por manglar principalmente. De igual forma en 1995 habían 226 hectáreas del agroecosistema coco que se redujeron para 2008 a 36.37 ha, esto se debe a que 189.73 ha fueron asociadas al agroecosistema coco-pasto-ganado y en algunos casos fue invadido por el manglar principalmente en los ejidos El Sinaloa y El Alacrán, lo cual concuerda con lo reportado por Palma et al. (2007), quienes mencionan que en la zona de costa el uso de suelo está basado en el cultivo de coco, sólo o asociado con pasto y manglares.
Cn= camino; Cc= Coco; Cpg= coco-pasto-ganado; Ca= cuerpo de agua; Mg= manglar; Pg= pasto ganado; Sd= suelo desnudo; Vh= vegetación hidrófita; Ph= pasto halófito; Ah= acahual; Mr= matorral; Au= área urbana. Fuente: elaboración propia basada en ortofotos de 1995 y 2008 proporcionadas por INEGI.
En la dinámica de la superficie ocupada por manglar de 1995 a 2008 se observa que el ejido El Golpe tuvo el mayor incremento con 107.28 ha, y en menor proporción los ejidos Las Coloradas, El Alacrán y Sinaloa con 31.2; 7.49 y 2.75 ha respectivamente. Un panorama similar fue reportado por Sol et al. (2009), al evaluar el cambio de uso del suelo en la UMAFOR-Costa durante el periodo 2000 a 2007, en donde se identificó un incremento de 97 ha de manglar.
Es posible que el incremento de la superficie de manglar se debe a que las mareas influyen para que el suelo se convierta en un sustrato adecuado debido a la penetración del agua salada, excluyendo especies que carecen de las adaptaciones necesarias para tolerar dichos ambientes Sánchez et al. (1998); tal es el caso de las 188.38 ha de vegetación hidrófila y las 21.19 ha del agroecosistema pasto-ganado que fueron desplazadas por el manglar en el área de estudio. Al respecto conviene decir que la zona ha experimentado un proceso de salinización desde 1975, derivado de la apertura artificial conocida como Boca de Panteones, canales interlagunares, dragados en lagunas y esteros y canalización de acceso a campos petroleros (Zavala, 1988). En una encuesta realizada a los ejidatarios se confirmó que las superficies de suelo que anteriormente se dedicaban a la ganadería ahora están invadidas por vegetación de mangle. De acuerdo con Yáñez-Arancibia et al. (2010), los manglares tienen una capacidad de acomodación para contender con mejor éxito, que otros sistemas naturales, al cambio climático global, por lo que es de esperarse que en el área de estudio ya se esté dando dicho proceso.
Las cifras estimadas indican que la superficie de manglar se ha incrementado; sin embargo, al comparar los mapas generados de 1995 y 2008 se comprobó que el manglar ha colonizado nuevas áreas, pero en otras se ha perdido, los círculos negros en la Figura 1 muestran superficies de manglar que desaparecieron en 2008, y otras que se incrementaron. Se estima una pérdida total de 32.9 ha siendo el ejido El Golpe el que presentó la mayor superficie deforestada con 22.6 ha, los ejidos El Alacrán y El Sinaloa perdieron 7.9 ha en conjunto. En 2008, la superficie de manglar perdida en el ejido El Golpe y las Coloradas fue sustituida por matorral, acahual, y vegetación hidrófita, y en el caso de los ejidos el Alacrán y el Sinaloa la sustitución se dio por acción antrópica al crear el agroecosistema cocopasto-ganado.
Vale la pena destacar que las causas por las que el ejido el Golpe presenta la mayor pérdida podría ser el resultado del aprovechamiento maderable que fue autorizado por la SEMARNAT en 2002, el volumen anual de aprovechamiento de acuerdo al plan de manejo fue de 30 000 m3, a ejercer en 10 años (2002-2011), considerando tres especies: 8 250 m3 de Rhizophora mangle, 12 000 m3 de Laguncularia racemosa, y 9 760 m3 de Avicennia germinans, con un diámetro mínimo aprovechable de 10 cm para cualquier especie (Oficio de autorización SGPA/TAB/02.-1383, de fecha 20 de agosto de 2002), en 2008 ya se habían ejercido 22 400 m3.
No obstante, Flores et al. (2007), consideran que el aprovechamiento sustentable del bosque de manglar requiere de técnicas silvícolas con conocimiento de capacidades de carga y de reforestación. Sin embargo, en un estudio realizado por Sol et al. (2009), se identificó que pese a los planes de manejo forestal autorizados, en la zona el aprovechamiento de madera no se ha dado de manera regulada ya que no existe rotación de parcelas y se han extraído puntales de 5 cm de diámetro, lo cual limita su regeneración natural y favorece el desarrollo de otro tipo de vegetación. Asimismo, la falta de fuentes de empleo provoca la sobreexplotación del recurso, por lo que es de esperarse que este patrón de explotación se repita a lo largo de las zonas donde la presión demográfica es alta y los medios económicos escasos (López y Ezcurra, 2002). Sin embargo, dichas actividades están protegidas por la Ley de Desarrollo Rural Sustentable que fomenta el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales productivos, que permitan aumentar y diversificar las fuentes de empleo e ingreso (título 1o, artículo 7, párrafo V), aunque no define claramente que es un aprovechamiento sustentable.
En cuanto a la superficie de manglar que se perdió debido al establecimiento del agroecosistema coco-pastizalganado, es necesario considerar que el mercado es un factor determinante en la decisión del uso del suelo que realizan los campesinos (Márquez et al., 2005). Sin embargo, se estima que los beneficios económicos que genera el agroecosistema coco-pastizal-ganado asciende a $15 222 86 ha-1año-1 (US $1 177 48), lo cual es dimensionalmente menor comparado con los beneficios que provee una hectárea de manglar, el mangle rojo mantiene una productividad pesquera de unos 37 mil dólares ha-1año-1, el aprovechamiento maderable genera beneficios de US $ 706 ha-1año-1, el valor de la leña como fuente de combustible se estima en US $11.57 m3 y de manera general se ha estimado que los servicios ecosistémicos tienen un valor de 1 600 millones de dólares al año (AFE-COHDEFOR/OIMT, 2001; Montiel-Aguirre et al., 2006; Stolk et al., 2006; Aburto-Oropeza et al., 2008).
Aunado a lo anterior, la transformación de superficies de manglar para el establecimiento de agroecosistemas, en parte es resultado del reparto agrario, ya que al asignar suelos inundables aunado a las condiciones de marginación condujeron al relleno y desecación de los mismos como una alternativa para generar bienes de consumo y comercialización, en este sentido el artículo 62 de la Ley Agraria establece que a partir de la asignación de parcelas, corresponderá a los ejidatarios beneficiados los derechos sobre uso y usufructo de las mismas. Es importante considerar que la perdida en superficie de los manglares ocasiona la fragmentación del ecosistema, y por ende los coloca en un estatus de vulnerabilidad a la flora y fauna que dependen de este ecosistema incluyendo al ser humano.
Conclusiones
El agroecosistema coco-pasto-ganado influye en el cambio de uso de suelo, debido a que son especies de valor comercial que generan ingresos económicos a comunidades de alta marginación; sin embargo, es posible que mediante el adecuado aprovechamiento de los múltiples recursos que ofrece el manglar se puedan obtener mayores beneficios económicos, sin poner en riesgo su conservación.
Los beneficios económicos obtenidos del agroecosistema coco-pastizal, son mínimos comparados con aquellos que provee el ecosistema manglar.
El incremento de la superficie del manglar encontrada, es resultado de perturbaciones antrópicas que favorecieron un ambiente propicio para su colonización, impactando de manera negativa en el agroecosistema ganado-pastizal.
Los resultados pueden ser alentadores, desde el punto de vista ecológico, ya que las nuevas franjas de manglar sirven de barrera para evitar que la salinización de suelos se introduzca a zonas de uso ganadero; sin embargo, desde el punto de vista económico resulta perjudicial para los productores que tuvieron que abandonar sus tierras para buscar otras fuentes de ingresos.