Introducción
El presente trabajo, inicia con la premisa que muy acertadamente hacen Abitbol y Botero (2005): “las teorías no se escogen por cuán verdaderas sean (ya que, casi nunca lo son), sino por su utilidad en la construcción de los modelos específicos que se usan para explicar fenómenos, hacer cosas y resolver problemas en situaciones concretas”. O bien, como dirían Maturana y Varela (1994), antes de intentar una formalización, es necesario tener una descripción completa de los fenómenos o del sistema que se quiere formalizar.
En este sentido, se asume importante lo dicho por Padrón (1994), “…es necesario que el estudiante maneje nociones epistemológicas que le ayuden a explicar determinadas operaciones, esto a la luz de un marco conceptual insertado en un enfoque epistemológico predefinido. Para ello, no sólo es importante ubicar y entender la línea epistemológica en la que se encuentra el investigador, sino tener conocimiento de las demás líneas, y así, tomar una postura crítica que contribuya a mejorar la calidad de los trabajos de investigación”. Cabe destacar, que existen pocos trabajos que se hayan preocupado por insertarse en alguno de los distintos paradigmas de la investigación. Algunas de las aportaciones al respecto son la de Mardones y Ursua (1982), Padrón (1994); así como, Pasek y Matos (2006) las cuales se considerarán, para ubicar finalmente la teoría Luhmanniana.
Dado lo anterior, la propuesta teórica de la autopoiesis de Luhmann, es una opción de frontera para explicar los fenómenos que ocurren en la sociedad contemporánea, ella ofrece la complejidad, sin duda, podría ser útil para tratar de comprender los fenómenos sociales. Para lograrlo, es importante contar con las bases epistémicas de tal teoría, para utilizarla de manera coherente; considerando la propuesta de García (2006), el proceso de investigación se debe iniciar con un marco epistémico, para precisar ¿cómo conocemos? y ¿qué conocemos? Tal como mencionan Álvarez et al. (2014), el enfoque epistemológico elegido por un investigador, guiará de manera adecuada la elección del enfoque teórico y metodológico, de ahí la importancia que el investigador maneje elementos epistémicos, para la construcción adecuada del objeto de estudio.
Con base en lo explicado, se considera relevante que el investigador pueda clarificar, explorar y asumir conscientemente un paradigma determinado (Pasek y Matos, 2006), ello contribuirá a cimentar las bases teóricas de los diversos trabajos realizados, y por realizar, donde el investigador tome una postura con solidez, e incluso tomar cuidadosamente elementos de ambas corrientes, que puedan ayudar a explicar y a comprender mejor los fenómenos bajo estudio. Por lo anterior, se plantea que el objetivo de este documento es ubicar de manera congruente al estudio de agroecosistemas con enfoque autopoiético, en la corriente epistemológica adecuada, lo cual contribuirá a asumir el paradigma correspondiente, con solidez y coherencia.
Origen epistemológico vs teoría de sistemas sociales autopoiéticos de Niklas Luhmann
Considerada la importancia que tiene la teoría de los sistemas sociales autopoiéticos (TSSA) y por tanto la autopoiesis de Luhmann para el presente documento, resulta relevante dar respuesta a la siguiente interrogante ¿Cuál es la génesis epistemológica de la teoría de Luhmann? Para dar respuesta a ese cuestionamiento, es necesario hacer un breve recorrido histórico acerca de las principales corrientes epistemológicas conocidas y a partir de ello llegar a las bases de la propuesta de Luhmann. Esto con el fin de conocer y aprehender ese conocimiento y de esa manera tener bases sólidas para comprender, interpretar y aplicar la TSSA. Para ello debe partirse de lo que se considera como filosofía de la ciencia y epistemología; haciendo notar la diferencia que existe entre los primeros con la filosofía general. Tiempo atrás, se ha utilizado el termino filosofía de la ciencia (pareciendo más “literario”, despertando cierta desconfianza) o bien: epistemología (que es una palabra con aspecto más serio, “científico”); como se puede notar, desde la elección del término, se inicia la controversia (Mardones y Ursua, 1982).
Por un lado, el concepto de epistemología es empleado de diversas formas: según el país y para lo que se use, sirve para designar una teoría general del conocimiento, o bien para estudios pormenorizados de la génesis y estudios de las ciencias. Lo que se puede decir es que la epistemología no es el reflejo de una ortodoxia; no pretende descubrir “la verdad” de la epistemología. Es únicamente un intento de análisis; la epistemología no busca imponer dogmas a los científicos, sino estudiar la génesis y la estructura de los conocimientos científicos (Mardones y Ursua, 1982). Por otra parte, la filosofía, más que las otras disciplinas, revela lo que es el hombre en toda su realidad; tiene que ver más con el hombre mismo que con su entorno y su acción radica dentro del sujeto; ya que permite y hace posible un mayor perfeccionamiento de sí mismo (Pantano, 1949).
De lo anterior, la filosofía abarca todo tipo de pensamiento, conocimiento, donde el ser humano busca estar en armonía como sociedad y se permite cuestionamientos metafísicos. De aquí se desprende la filosofía de la ciencia, ésta se encarga de lo concerniente a la ciencia. Permitiéndose aun interrogantes metafísicas; mientras que la epistemología, sólo se contemplan hechos comprobables científicamente.
Cronología y polémica de dos tradiciones epistemológicas irreconciliables: la aristotélica y la galileana
Estas dos tradiciones tuvieron su origen en la antigua Grecia. La tradición aristotélica se remonta al estagirita, como a uno de sus primeros representantes, mientras que la galileana, aunque recibe el nombre de Galileo Galilei, hunde sus raíces en Pitágoras y en Platón. Para la corriente aristotélica lo primero es la observación y después la idea; es decir, se buscó una razón teleológica: ¿Con el fin de qué ocurrían los fenómenos? Mientras que para la corriente galileana, se pensó que primero era la idea; además de que se interesa por el dominio y poder sobre la naturaleza; ya no se interesó por responder el ¿por qué? y ¿para qué? sino sólo por el ¿cómo? de los fenómenos (Mardones y Ursua, 1982).
Algunos autores hacen una distinción clara entre las dos posturas, definiendo que el pensamiento clásico de Aristóteles creó el vitalismo, asignándoles a los seres vivos un elemento rector inmaterial finalista, el cual adquiría expresión mediante la materialización de sus formas. Después de Aristóteles, y como variación de sus nociones fundamentales, en la historia de la biología se registran teorías que intentan abarcar toda la fenomenología de los sistemas vivientes, bajo una fuerza organizadora peculiar, la presión inevitable de la expresión y el impulso decisivo del pensamiento cartesiano, emerge así un enfoque distinto, que insistía en que los únicos factores operantes en la organización de los sistemas vivos, son los factores físicos, negando la fuerza de un sistema inmaterial organizador de lo vivo (Mardones y Ursua, 1982; Maturana y Varela, 1994).
Asumiendo lo anterior, se piensa, que conocer todo lo concerniente a la epistemología, ayudará a que los investigadores puedan tomar la decisión de aprehender un paradigma que esté de acuerdo con su estilo de pensamiento. Para lograr esto, deben de considerarse los diferentes paradigmas existentes, los cuales se desprenden de las dos tradiciones mencionadas anteriormente. Mardones y Ursua (1982) proponen tres posturas: la empírica analítica; la fenomenológica, hermenéutica y lingüística; y la dialéctica o crítico hermenéutica. Padrón (1994), por su parte, señala así mismo, tres enfoques o paradigmas: el empirista inductivo, el racionalista deductivo y el fenomenológico introspectivo.
Padrón (1994); Mardones y Ursua (1982); Pasek y Matos (2006), analizaron las posturas epistemológicas conocidas y se propone una postura emergente, el enfoque holístico o paradigma de la complejidad; y se utilizaron cuatro elementos básicos: el ontológico (concepción del universo de la realidad), el gnoseológico (concebir y generar el conocimiento del hombre al enfrentar la vida), axiológico (concepción sobre el papel de los valores), el metodológico (procedimiento para abordar la realidad), y el epistemológico (cómo se genera el conocimiento científico). Las propuestas anteriores ofrecen un amplio panorama de las diversas posturas existentes; sin embargo, considerando que todas las propuestas emergen de las dos principales corrientes, y para fines del presente trabajo, se utiliza la propuesta de Mardones y Ursua (1982) (Figura 1).
Posturas epistemológicas
Para internarse en los objetivos del presente trabajo se aborda el análisis a través de las dos corrientes filosóficas principales, la postura aristotélica o materialista, y la galileana o idealista. En la corriente Aristotélica o materialista se encuentra una bifurcación; por una parte, está la postura fenomenológica, hermenéutica y lingüística, y por el otro, la postura dialéctica o crítica hermenéutica según la clasificación de (Mardones y Ursua, 1982). Como sabemos, la postura dialéctica o crítico-hermenéutica, se opone totalmente a la posición empírico analítica, puesto que conciben a la realidad como cambiante y dinámica, la cual se ve transformada por las mismas actividades del hombre (Mardones y Ursua, 1982; Pasek y Matos, 2006). Esta postura está principalmente representada por la escuela de Frankfurt, en el siglo XX, atendiendo a dos tesis básicas: la primera se dirige a la dialéctica de las relaciones de dominación (herencia del marxismo); la segunda, desde una vertiente subjetivista que recoge los trabajos de Dilthey, Husserl y Heidegger, en la separación entre “ciencias de la naturaleza” y “ciencias del espíritu”, y los conceptos de “comprensión” en lugar del de “explicación”.
En la misma línea, la teoría crítica que surge de la necesidad de emancipación, pasa por la explicación de cómo el hombre es enajenado y sometido a través de mecanismos socio-culturales, lo cual incluye a la misma ciencia en cuanto a estructura y dominación. Estas ideas emancipadoras no se encuentran en la postura positivista, es decir, no pasan por la “explicación científica”, es útil sólo en los enfoques de “interpretación” y “comprensión” (Padrón, 1994). La postura fenomenológica, hermenéutica y lingüística, como derivación de las posturas de la escuela de Frankfurt, en la década de los 60’, sigue otra variante, la cual se desplaza hacia el empirismo (en términos de experiencialismo o vivencialismo), manteniendo sus propios estándares fenomenológicos, reflexivistas y subjetivistas del paradigma de Frankfurt (Padrón, 1994). Debe quedar claro que, en esta sub-línea, no se pretende desconocer la “racionalidad científica” tal como la entiende la tradición positivista-empírica; sólo contradice su reduccionismo, para ellos, el mundo es una especie en construcción que diseñan los hombres, ya que para acceder a la realidad, se utilizan los símbolos elaborados por él, como el lenguaje; y se apoyan en que el centro de atención es el fenómeno y su comprensión, por ello se considera que la ciencia es fundamentalmente un producto histórico del hombre (Mardones y Ursua, 1982).
Resumiendo, podemos entender que a diferencia de los empiristas, que tenían una visión objetivista (dónde el sujeto no se involucraba con el objeto), la fenomenología planteaba lo contrario, consideraron que el sujeto debía involucrarse con el objeto para poder comprender el fenómeno, es decir, tienen una visión subjetivista de la realidad.
En referencia a la línea galileana, como sabemos, ésta tiene como objetivo el manejo y control de la naturaleza para fines empresariales; es decir, busca básicamente la eficiencia financiera y económica. Algunos autores dividen a esta postura en racionalismo-idealista y empirismo-realista (Padrón, 1994), o empírico-deductivo, racionalista-deductivo y holístico o de la complejidad (Pasek y Matos, 2006). Como se puede deducir, en esta línea se encuentran los empiristas, racionalistas, positivistas y, todos los que participan en el paradigma de la complejidad. Cabe mencionar que todos estos paradigmas emergieron en diferentes épocas, por lo que para fines del presente documento, todas ellas se ubicaron en la línea general del idealismo platónico.
La postura empírico-analítica, se encuentra en la corriente galileana, y apareció en el siglo XIX, buscando cumplir los sueños de la Ilustración. De mano de la burguesía tenía y tiene como objetivo que la búsqueda del conocimiento culmine con el dominio de la naturaleza para lograr el progreso material (Mardones y Ursua, 1982). En la misma línea, la galileana, se ubica la postura racionalista-realista (Padrón, 1994) o racionalista-deductiva (Según Pasek y Matos) representada por Popper, Einstein, Chomsky, etc. La Línea galileana pasa primero desde una forma de ciencia con objetos observables, para posteriormente pasar a lo calculable y pensable (Padrón, 1994). Otra postura emerge de la corriente galileana, el enfoque holístico, esto debido a la creciente conciencia de la complejidad de los fenómenos naturales y sociales, surge así la necesidad de una postura que pudiera analizar ampliamente estos fenómenos.
Teoría de sistemas
Asumiendo ya las dos corrientes epistemológicas, este documento se remite a la postura del pensamiento sistémico. Como se había mencionado anteriormente, el enfoque sistémico se encuentra en la corriente galileana. Según Arnold y Osorio (1998), el mismo Bertalanffy, se reconoce como positivista, diciendo de sí mismo: “en filosofía, la formación del autor siguió la tradición del neopositivismo del grupo de Moritz Schlick, posteriormente llamado Círculo de Viena. Pero, como tenía que ser, su interés por el misticismo alemán, el relativismo histórico de Spengler y la historia del arte, aunado a otras actitudes no ortodoxas, le impidió llegar a ser un buen positivista”.
Respecto de lo anterior, es importante mencionar el planteamiento de Herrscher (2005), éste sostiene que mientras que el enfoque empirista ya pasó de 400 años sin cambios, el pensamiento sistémico ya ha pasado por tres generaciones distintas de cambio: la primera generación (la de la investigación operativa), que trataba sobre la interdependencia, en el contexto de los sistemas mecánicos; la segunda (la de la cibernética y los sistemas abiertos), trataba del doble desafío, interdependencia y auto-organización, en el contexto de los sistemas vivientes, y la tercera generación, que responde al tripe desafío de interdependencia, auto-organización y libertad de elección, en el contexto de los sistemas socio-culturales.
Las tres generaciones de sistemas y sus principales representantes, se han mantenido en la línea galileana (Bertalanffy, Rolando García, Herrscher, Van Gigch, Morin, Chiavenato, etc) ya que, a pesar de que se considera el estudio de la parte social, no se incluyen ideas de emancipación, así el conflicto se maneja sólo como una disfunción del sistema. El término “agroecología” que apareció en siglo XX, y en los años 80s se consolida como disciplina. Desde Gliessman, Conway, Altieri, Odum, Hechts, la agroecología tenía la noción técnico-agrícola-ecológica; sin embargo, al introducir en la investigación, el componente socio-cultural del enfoque de sistemas complejos, éste supera a los agroecólogos, y Morín, Caporal, Costabeber y Paulus integran el pensamiento complejo al análisis de sistemas, e introducen en la agroecología una mirada más compleja y holística, de los sistemas de producción (Álvarez et al., 2014), por lo que se abandonó al agroecosistema cómo algo solamente físico-biológico, para integrarse a los estudios de sistemas complejos, superando cualitativamente a la agroecología.
Consecuentemente, emergen visiones abstractas sobre el concepto de sistemas, Herrscher (2005) menciona que los sistemas no son cosas, sino que hay cosas a las que se decide tratar como sistemas; en esta línea de abstracción, García (2006), define a los sistemas complejos como “…representaciones de recortes de la realidad, conceptualizados como una totalidad organizada, en la cual los elementos ya no son separables y no pueden ser estudiados aisladamente”. Esa posición, al considerar a los agroecosistemas como representación (modelo) también aclara y ubica al enfoque de sistemas complejos en posición de frontera para explicarlos, comprenderlos e interpretarlos. Debido a la compleja realidad del mundo, por ello los fenómenos son cada vez más difíciles de estudiar (adicionados los efectos de la globalización), el enfoque de agroecosistemas tiene la necesidad de sustentarse en la teoría de sistemas complejos.
Con base en las referencias anteriores, el pensamiento complejo, propuesto por Edgar Morin, Rolando García y Niklas Luhmann, corresponde a una cuarta generación de sistemas. Éste enfoque sistémico complejo, ofrece una nueva forma de abordar la realidad, de manera multidimensional y no reduccionista. La sociedad contemporánea exige un nuevo enfoque, uno que permita abordar los fenómenos complejos dentro de su múltiple diversidad.
Sistemas autopoiéticos
Pasando a la propuesta de sistemas autopoiéticos. Tendremos que considerar que Maturana y Varela (1994), fueron los primeros que ofrecieron esta propuesta, bajo un enfoque solo biológico; inclusive, desde un inicio se posicionaron en la corriente galileana diciendo: nuestro enfoque será mecanicista: no se aducirán fuerzas ni principios que no se encuentren en el universo físico.
Luhmann toma esta idea y la traslada a fenómenos sociales causando una gran controversia en el ámbito científico, ubicando al ser humano en el entorno del sistema social, no en su estructura. Humberto Maturana, dado su enfoque biológicista, no encuentra adecuado aplicar ésta propuesta en los sistemas sociales, no como lo hace Luhmann, ya que Maturana propone la existencia de sistemas sociales, pero bajo una visión completamente biológica. El enfoque de la TSSA y la autopoiesis es entonces pospositivista y postempiricista (Figura 2), válida tanto para fenómenos biológicos como sociales, lo cual es realmente una revolución en el campo de la epistemología moderna (Arnold, 1988).
No es posible olvidar que la obra de Niklas Luhmann, es considerada heredera de la perspectiva de sistemas sociales de Talcott Parsons (Lewcow, 2012), Luhmann retoma el funcionalismo parsoniano desde una óptica diferente. Para él, el sistema funcional no se estaba aplicando adecuadamente, define entonces su postura teórica como funcional-estructuralista y no como estructural-funcionalista, como lo fundamentaba Parsons.
Luhmann, propone que no existen estructuras dadas que deban ser sostenidas por funciones requeridas, sino que es la función la que prima sobre la estructura (Arriaga, 2003).
Al fundamentar Luhmann (2005) que la función debe ser observada por encima de la estructura, dicha función consiste en la comprensión y reducción de la complejidad. Aunque la TSSA se coloca en primera instancia en la corriente idealista; sin embargo, Luhmann toma elementos de la fenomenología y de la hermenéutica para adaptarlos a su teoría (Sánchez, 2007), entendiendo que ya no es suficiente explicar los fenómenos sociales (Erklaren), sino que es necesario también comprenderlos (Verstehen). Esto muestra la necesidad de nuevas miradas eclécticas en la dinámica epistemológica moderna. Luhmann propone una teoría social plausible, comparada con las propuestas por Weber y Habermas; no obstante, no sólo es importante acercarnos más al entendimiento de los complejos fenómenos sociales contemporáneos, sino que estas propuestas deben considerar recursos teóricos que muestren la importancia de los aspectos morales en la interacción de los seres humanos (Sánchez, 2007), algo de lo que aún carecen las propuestas mencionadas.
El agroecosistema bajo un enfoque autopoiético
El enfoque y concepto de agroecosistemas, ha tenido varias vertientes, es utilizada en relación con su perspectiva de objeto de estudio, como parte de la nueva ciencia de los sistemas complejos; y como una abstracción de la realidad agrícola, por lo que también se le considera como un modelo (Vilaboa et al., 2009), éste enfoque tiene sus orígenes en la teoría general de sistemas, propuesta por Bertalanffy (1976), donde se le consideró como un ente real, como un sistema abierto que posee cierta estructura, componentes, entradas (inputs), salidas (outputs), función e interacción entre sus elementos y componentes. Como puede notarse, el concepto se mantiene en la línea galileana, y aunque éste ha tenido diferentes enfoques, varios de éstos, hacen referencia al ecosistema modificado por el hombre, cuyo objetivo es obtener ciertos productos para beneficio del mismo (Hernández, X. 1977; Odum, 1985; Hart, 1985; Conway, 1987).
Según García et al. (2010) hay varias concepciones de agroecosistema, están: la ecosistémica, la espacio-temporal, la cibernética, la unitaria, la modeladora, la evolutiva, la diagnóstica, la sistémica y la autopoiética. Si bien se tienen diferentes nociones, todos siguen en la misma línea galileana; aunque investigadores como Gallardo et al. (2011) proponen un ensamblaje de paradigmas para hacer ciencia (empírico-inductiva, teórico-deductiva e introspectivo-vivencial); aunque hay aún investigadores que se niegan a la complementariedad. Muchos de ellos ni siquiera han considerado el estudio y objetivo de la emancipación social, característica de la postura dialéctica o crítica hermenéutica.
Conclusiones
Es importante y deseable que los investigadores se integren dentro de nociones epistemológicas, ya que esto seguramente contribuirá a mejorar la calidad de sus trabajos de investigación, partiendo de bases filosóficas mejor fundamentadas. El enfoque de teoría de los sistemas sociales autopoiéticos se encuentra ubicado en la corriente galileana, donde se ha buscado el dominio y control de la naturaleza, para maximizar las ganancias; además de que también se consideran, eventualmente, elementos de la hermenéutica y fenomenología; escasamente se han tenido ideas de emancipación social. El cuerpo teórico que ofrece Luhmann, muestra claramente la importancia de complementar los métodos, con el fin de mejorar la explicación y comprensión de los fenómenos complejos.
Desde nuestra perspectiva, el estudio de los agroecosistemas puede mejorar en gran medida con algo de conocimiento epistémico y teórico, ya que de éstos debería de desprenderse la metodología a utilizar en los diferentes trabajos de investigación. Y sobre todo, dichas nociones permitirán tener una visión más crítica de las posturas existentes, ya que muchas veces los investigadores se enclaustran en una sola postura sin conocer las demás, limitando así el análisis de los fenómenos complejos del agroecosistema.