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Revista mexicana de ciencias forestales
versión impresa ISSN 2007-1132
Rev. mex. de cienc. forestales vol.4 no.16 México mar./abr. 2013
Artículo
Vulnerabilidad del ecosistema como construcción sociocultural. Una aplicación práctica
Ecosystem vulnerability as a sociocultural construction. A practical application
Ana Lid del Ángel Pérez1, Gabriel Díaz Padilla1, José Alfredo Villagómez-Cortés3, Carlos Mallen Rivera2, Rafael Alberto Guajardo Panes1
1 CE. Cotaxtla. CIR-Golfo Centro-INIFAP. Correo e: delangel.analid@inifap.gob.mx
2Centro Nacional en Investigación Disciplinaria en Conservación y Mejoramiento de Ecosistemas Forestales (CENID-COMEF). INIFAP.
3Facultad de Medicina y Zootecnia. Universidad Veracruzana.
Recibido el 10 de julio de 2012
Aceptado el 11 de diciembre de 2012.
Resumen
El objetivo del presente trabajo fue desarrollar y validar una metodología que permita analizar el paisaje mediante la combinación de técnicas de evaluación puntuales en campo y de interpolación espacial, para identificar zonas con vulnerabilidad territorial específicas categorizadas con índices de fragilidad. El método comprende cuatro etapas: juicio de expertos para definir variables que determinan la fragilidad en un paisaje; georreferenciación y levantamiento de información directa a través de la lectura del paisaje en puntos equidistantes; categorización del índice de fragilidad; y aplicación de técnicas de análisis espacial para la generación de un mapa continuo (ráster o matricial) de la territorialidad del Índice de Fragilidad del Paisaje (IFP). Se calculó el índice de fragilidad en el transecto del área que va desde el Cofre de Perote hasta el litoral veracruzano del Golfo de México, se regionalizó como niveles de fragilidad paisajística con base en los percentiles de una distribución Weibull, y se cuantificó la fragilidad actual del paisaje para diversos usos del suelo. A partir del método cartográfico es factible realizar el monitoreo de un área geográfica a través del tiempo, y la detección de su posible vulnerabilidad. Esta herramienta puede ser útil para la gestión territorial y la del desarrollo rural.
Palabras claves: Análisis espacial, ecosistemas, índice de fragilidad del paisaje, gestión territorial, paisaje, sostenibilidad.
Abstract
The aim of this study was to develop and validate a methodological tool to analyze the landscape by combining specific in-field assessment techniques and spatial interpolation techniques, so as to identify specific areas with territorial vulnerability categorized by fragility indexes. The methodology comprises four stages: expert judgment to define the variables that determine fragility in a landscape; georeferencing and dathering information through direct landscape readings at equidistant points; categorization of the fragility indexes, application of spatial analysis techniques for the generation of a continuous (raster or matrix) map of the territoriality of the Landscape Fragility Index (LFI).Fragility indexes were calculated in the transect area from the Cofre de Perote to the coast of the state of Veracruz. Levels of landscape frailty were regionalized based on Weibull distribution percentiles, and current landscape fragility was assessed for different land uses. In conclusion, methodology for generating cartographic LFIs was developed and validated which allows monitoring of a geographic area over time and the detection of potential vulnerability. This tool can be useful for land management and rural development.
Key words: Ecosystems, landscape, landscape fragility index, spatial analysis, sustainability, territorial management.
Introducción
La disminución de la cantidad y calidad de los recursos naturales en México tiene como consecuencia un deterioro en la calidad de vida de la población. Este problema se agrava con la globalización de las relaciones multilaterales que fortalecen la demanda de bienes y servicios provenientes de los países que ya no disponen de muchos de esos recursos, pero que presionan a los que aún los tienen. Este es el caso de las masas forestales de Latinoamérica, llamadas pulmones del mundo y que la comunidad internacional tiende a considerar como bienes públicos globales. Es evidente, que la demanda creciente sobre la producción de bioenergía implica cambios potenciales en el uso del suelo en los frágiles ecosistemas tropicales, los cuales;afectarán no solo a los recursos naturales, sino también a la obtención de alimentos, e impactarán en forma negativa las formas tradicionales de acceso a los mismos.
El panorama actual parece señalar que no es factible considerar el crecimiento local sin tomar en cuenta las fuerzas externas y las demandas de un mercado mundial, que impacta en las políticas de desarrollo internas. Lo anterior genera nuevas formas de subordinación, y aumenta la brecha entre los países pobres y los ricos, y como señala Gros (2003): la globalización en curso parece debilitar la capacidad de los estados para controlar sus espacios nacionales. Asi, en el escenario latinoamericano, inmerso en una globalización hegemónica, es perceptible la magnificació de una valorzación económica como criterio prevalente sobre los bienes y servicios ambientales, y un persistente olvdo del vinculo entre naturaleza, cultura y sociedad. Por otra parte, si bien la delimitació territorial de las naciones avanza, la multilateralidad de las relaciones internacionales reconfigura nuevas formas de apropiació y expoliación de recursos naturales. Lo anterior es auspiciado por la disparidad de consumo entre las naciones, por lo que las políticas de desarrollo sustentable nacionales permanecerán como una quimera, si los países dueños de ellos no establecen políticas de desarrollo independientes, coherentes con su carácter multicultural y ecosistémico, de orden sustentable y participativo, lo cual no es del interés de las políticas de globalización.
Por otra parte, las consideraciones de valor económico en la contabilidad de los recursos naturales y las formas de aprovechamiento que se fundamentan en la producción por unidad de superficie favorecen los valores económicos y el crecimiento de las rentabilidades privadas, que a su vez, originan una serie de efectos, en demérito de los ecosistemas y de la sociedad en su conjunto, los cuales pagan la cuenta de tales impactos.
Actualmente, la problemática ambiental ha evidenciado que el desarrollo tecnológico y la globalización no han logrado equilibrar; algunos aspectos prioritarios para la vida: la igualdad social, el bienestar y la conservación de la naturaleza. Los resultados de;esta desigualdad se observan en una mayor fragilidad y menor; resiliencia de los ecosistemas y los paisajes. Estas características no pueden ser ignoradas en la planeación territorial, en la contabilización de las posibilidades de uso o cambio de uso del suelo, ni en la generación de políticas de desarrollo sustentables. Por ello, como ruta viable para alcanzarlo, México debe considerar primordialmente la valoración de sus recursos naturales, pero con fundamento no solo en el valor económico o ecológico, sino en ambos, en función de su valor biocultural, entendido este como; un vínculo complejo entre cultura y ambiente, pues no es posible ignorar el hecho de que su uso por parte de los grupos humanos que habitan y aprovechan los ecosistemas ha permitido la acumulación de conocimientos sobre la biología de las especies y los procesos ecológicos locales (Reyes-García y Martí, 2007). Una de las mejores formas de entender y considerar las posibilidades de intervención y gestión territorial de un área o paisaje es a través de su morfología, y tomar en cuenta que sus componentes son básicamente cuatro: el relieve, el agua, la cubierta vegetal y los elementos antrópicos (Muñóz- Pedreros, 2004).
En el contexto geográfico, un paisaje es una unidad espacial de fenómenos interdependientes (Sauer, 1925; Troll, 2010); el concepto denota la importancia de la unión de los elementos físicos y culturales, ya que un sitio, en su plena connotación, es una expresiócualitativa de lugar en términos de área física como la suma de todos los recursos que el hombre tiene a su disposición, los cuales puede desarrollar, ignorar, o sustraer mediante su uso o explotación. El paisaje es sometido a la transformación humana, y esta se constituye en su más importante factor morfológico, por lo que como señaló Delgado (2010) es precisamente en este aspecto en el que se requiere efectuar trabajo de campo para capturar lo esencial de su composición.
Se aplica el concepto de paisaje cultural de Garcés (2009) que representa una obra conjunta de hombre y naturaleza e ilustra la relación intensa y vital de la sociedad que modifica su ambiente con fines productivos; es decir, un conjunto integrado,superpuesto y acumulado de capas antrópicas de ocupación sobre paisajes naturales; compuesto por formas, estructuras y unidades, y sujeto a desarrollos y cambios, en los que se verifican las complejas interdependencias entre ambiente natural y cultura, y que, con el tiempo, configura una construcción cultural del paisaje.
El presente trabajo aborda la fragilidad del paisaje desde una perspectiva mixta de análisis, esto es mediante la categorizació de variables cuantitativas y cualitativas de acuerdo con el grado con que afectan la fragilidad del paisaje, y el empleo de Sistemas de Información Geográfica (SIG), los cuales se han convertido en una herramienta importante para los estudios del medio ambiente y del paisaje. Se efectúa el inventario y monitoreo del paisaje, a partir de imágenes de sensores remotos(fotografías aéreas, imágenes de radar e imágenes de satélite),las que se analizan, procesan y organizan mediante SIG, en los cuales los análisis espaciales (dimensión fractal, conectividad y vecindad entre otros) y temporales (análisis de series de tiempo)aplicados a las imágenes de sensores remotos y las bases de datos espaciales (mapas) brindan una poderosa herramienta para el estudio del comportamiento evolutivo del paisaje(Zonneveld, 1972). La gestión de los datos obtenidos en campo se incorpora a un SG vectorial y ráster, el cual permite la valoración, la representación cartográfica y la expresión de los valores medios correspondientes a las unidades. La utilización de los SIG hace posible de una manera rápida y sencilla el análisis geoespacial de la información, y con ello la visualización de patrones territoriales del comportamiento de la(s) variable(s) de interés, en este caso la fragilidad de un paisaje, que al mismo tiempo lo hace más vulnerable. Por tanto, el objetivo del presente trabajo fue desarrollar y validar una herramienta metodológica práctica y sencilla para analizar el paisaje, mediante la combinación de una serie de técnicas de evaluación puntuales realizadas en campo y técnicas de interpolación espacial para generar zonas de vulnerabilidad con territorialidad característica y categorizadas en índices de fragilidad.
Materiales y Métodos
La metodología comprende cuatro etapas: I) formación de una mesa de juicio de expertos para definir variables que determinan la fragilidad en un paisaje; II) levantamiento de información y georreferenciación de manera directa, a través de un tipo de lectura del paisaje de puntos equidistantes; III) categorización del índice de fragilidad; y IV) aplicación de técnicas de análisis espacial para la generación de un mapa continuo (ráster o matricial)de la territorialidad del Índice de Fragilidad del Paisaje (IFP).
I) Juicio de expertos y generación de algoritmos de cálculo del Índice de Fragilidad del Paisaje (IFP)
Se estableció una dinámica de grupo en una mesa de discusión interdisciplinaria de expertos. Esta técnica se ha aplicado en diversos tipos de estudios que requieren fijar parámetros de clasificación e indicadores de evaluación, tanto en investigaciones disciplinarias como interdisciplinarias (Barlow y Dietz, 1998; Pérez, 2000; Torres, 2008). El principio de inclusión consideró ser investigadores o académicos con experiencia y formación en sistemas de información geográficos, ingeniería forestal, agronomía, suelos, agroecosistemas, sociología, economía y estadística vinculados con temáticas de desarrollo sostenible, ambiente o conservación. La intención fue obtener una aproximación al uso del suelo en un área de trabajo determinada, a través de la definición de una serie de variables que permitan definir, en forma más precisa, la fragilidad del paisaje desde el punto de vista de cada disciplina, que además integran diferentes dimensiones de análisis, así como las escalas de aporte a la fragilidad para cada una de las variables seleccionadas.
El eje central de discusión fue la determinación de características clave a través de variables que definen un paisaje o ecosistema frágil, que al mismo tiempo presente los diversos usos del suelo con indicadores de fragilidad ambiental mediante la combinación de factores ecosistémicos y humanos, como medida de la huella ambiental (Torrealba, 2011). Los indicadores incluyeron descriptores de cuyo análisis estadístico se generaron índices, que a su vez permitieron plasmar de forma espacial la situación actual de uso con elementos suficientes para considerar el riesgo por cambio en el uso del suelo o el efecto de medidas de mitigación. La elaboración de índices tomó en cuenta que cada uno define un nivel de riesgo, al mismo tiempo que una oportunidad para establecer políticas, bajo un concepto de desarrollo sostenible que coordine la ordenación del territorio, la planificación ambiental y el desarrollo rural (Betters y Rubingh, 1978; Troitiño, 1995).
En este caso, los índices constituyen una herramienta útil para definir de manera más precisa el impacto de acciones naturales y antropogénicas en un área determinada, como una medida verificable de los cambios cualitativos o cuantitativos que se presentan en un territorio a través del tiempo (Mondragón, 2002).
Los índices de fragilidad del paisaje (IFP) se obtuvieron con base en el registro en los valores cuantitativos y cualitativos de 16 variables definidas previamente como indicadores de fragilidad mediante el juicio de expertos; a las que se les asignaron valores cuantitativos ponderados en función de su aporte a la fragilidad del paisaje, los cuales constituyen los descriptores. Por lo tanto, cada indicador incluyó categorías de fragilidad visibles en campo; de esta manera, se estableció una escala de 1 hasta 5, donde conforme aumenta el valor en la categoría se incrementa el grado de fragilidad (Cuadro 1).
Doce de los 16 indicadores utilizados se refieren a la situación natural del sitio, sin olvdar que Sauer (1925) señaló al área geográfica como un paisaje cultural, de tal forma que el área natural es un medio que la cultura, como agente, transforma, a lo cual agregó,como la demostración más palpable de que un mismo medio natural puede dar origen a diversos paisajes. Por ello, los otros cuatro indicadores pretenden reflejar la humanización del territorio(Delgado, 2010).
Cada uno de los indicadores del Cuadro 1, también fueron ponderados en el análisis por orden de importancia en el proceso de vulnerabilidad en el siguiente orden: pendiente, uso del suelo, altitud, diversidad de estratos de vegetación, cobertura del dosel, disturbios, presencia de agua, presencia de fauna silvestre, mantillo, erosión, estadio de vegetación, caminos, componentes y mantillo. A cada uno de ellos se les asignaron valores de fragilidad, que a su vez fueron sumados para calcular el IFP, de acuerdo con la siguiente fórmula:
Donde:
IFP = Índice de fragilidad del paisaje
pp = Peso ponderado
Cabe agregar que esta herramienta pretende abrir el camino para la representación espacial de las características de fragilidad de un área determinada, y por tanto es factible de mejorar. Se destaca también el hecho de que cada paisaje es diferente, pero con el propósito de establecer su carácter como un sistema interrelacionado con sucesos de orden natural y cultural, se hizo necesario seleccionar algunos rasgos sobresalientes y relacionados.
II) Georreferenciación y lectura de paisaje
Se determinó una zona de trabajo para aplicar la metodología y establecer los puntos de georreferenciación y estaciones de muestreo. Para lo anterior, se recomienda efectuar el trazo de una malla sistemática y equidistante de puntos sobre una imagen del área de trabajo en la cual se dispersaron estos de manera espacial. El objetivo es diseñar un transecto de la zona, que de acuerdo con Garitacelaya et al. (2006) es una banda de muestreo diseñada y dimensionada en función de cada masa, sobre la que se procede a la toma de los datos que se han definido previamente. Al igual que otros métodos de inventario, se basa en el análisis detallado de una determinada superficie, considerada representativa de una zona más amplia a la que se extrapolan los datos. Algunas referencias sobre el diseño de transectos (Eberhardt, 1978; Gregoire y Valentine, 2003; Grosenbaugh, 1958), asi como de su utilización en estudios del medio natural como método de toma de datos de campo destacan la estimación de la cobertura de especies de carácter arbustivo o la abundancia y fundamentalmente de fauna, ya que el método se ajusta perfectamente a su movilidad.
Dentro del entorno de sistemas de información geográfica y estudios de terreno existe un método conocido como mapeo de zonas centrales, mismo que se utilizó para efectuar la lectura de paisaje, la cual define un área principal o de influencia, o actividad para un organismo, objeto, o recurso (Bolstad, 2005). Normalmente involucra la identificación de características del área a partir de un conjunto de puntos, los cuales pueden ser usados para definir un polígono o varios, mediante técnicas espaciales, y es muy usada para realizar análisis de patrones de la actividad humana o conocimiento de organismos vivientes en un área geográfica.
La estación de muestreo consderó un diámetro de 25 metros, en ellas se recabó información hacia cada uno de los puntos cardinales de los indicadores correspondientes al índice de fragilidad del paisaje (Figura 1). La superficie del punto de muestreo fue del centro del punto a la periferia del área considerada, por lo que cada estación de muestreo se conformó de una superficie aproximada de 1 963 m2. La malla sistemática para el levantamiento de la información en campo se trazó sobre una imagen de Google (2010) y consistió en 147 puntos separados a una distancia de 2.5 kilómetros en los cuales se obtuvo información de importancia para la calificación del IFP. Después del registro de los valores en campo se elaboró una hoja de cálculo con los valores de IFP.
III) Categorización del índice de fragilidad del paisaje (FP)
Dada la variabilidad o dinámica de las variables, se establecieron categorías o límites entre clases. Como una herramienta de apoyo para esta decisión se evaluó la bondad de ajuste de los datos con distribuciones teóricas, con lo que se simplificaron los datos. De esta forma se analizaron probabilidades, se definieron percentiles de interés, y se determinaron los intervalos de clase necesarios para una correcta categorización de los valores. La categorización del IFP permitió evaluar la bondad de ajuste con respecto a varias distribuciones: normal, gama, Weibull y log-normal. Para valorar la bondad de ajuste se aplicó la prueba de Anderson-Darling, recomendada por Díaz (2009) como una prueba potente para este fin. Su cálculo se realizó con Minitab versión 15 (2009). Entre más alto es el valor A2 Anderson-Darling, la distribució presenta un menor ajuste de los datos (Cuadro 2).
La asimetría fue negativa, (-0.34), lo que indicó una mayor concentración de valores hacia los más altos, y la dispersión de los datos o frecuencias estuvo moderadamente sesgada a la derecha (Figura 2). Si bien en algunos de los casos se utilizan las medidas de posición (deciles, cuartiles o percentiles) y se asume una distribución normal, es necesario valorar la bondad de ajuste de esta y otras distribuciones y, posteriormente, con base en los valores de los parámetros de la distribución delimitar los requeridos de las medidas de posición.
La estratificación de los diferentes IFP se hizo a partir de los percentiles 20, 40, 60 y 80. Así, por ejemplo, el percentil 20 corresponde a la distribución en la cual 20 %, de los datos son menores a ese porcentaje y, en consecuencia, 80% de ellos están por encima de ese valor.
Al considerar la bondad de ajuste con la prueba de Anderson-Darling (Díaz, 2009), los valores críticos A2 para las distribuciones normal, lognormal y Weibull fueron 1.48, 2.138 y 0.877, respectivamente. En este caso, el valor de p para la distribució normal y lognormal fue menor a 0.005, en tanto que para la distribución Weibull fue de 0.024, por lo que se decidió, con un porcentaje de error menor a 5%, rechazar la hipótesis nula de que los datos se ajustaban a la distribución normal y lognormal. Al asumir que los datos se ajustan mejor a una distribución Weibull, se pueden obtener los estadísticos descriptivos para el índice del factor de vulnerabilidad y calcular los percentiles correspondientes a dicha distribución (Figura 3).
Con base en los cuantiles de la distribución Weibull se tomaron los criterios para categorizar los niveles de desagregación del índice de fragilidad, los cuales se muestran en el Cuadro 3.
IV) Aplicación de técnicas de análisis espacial para la generación de un mapa continuo (ráster o matricial) de la territorialidad del IFP
Con la idea de cuantificar el IFP por uso de suelo se sobrepuso en el SIG, el IFP calculado y el uso del suelo en la zona (Uso del suelo del Inventario Nacional Forestal (Conafor-Semarnat, 2009), para tener una aproximación de la distribución de la vulnerabilidad en cada uno de los usos del suelo.
La generación de imágenes se hizo con base en el modelo de elevación digital del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (1995), cuya resolución es de un dato cada 90 metros. A continuación, se procedió a interpolar espacialmente el IFP estimado a partir de la red de puntos, lo cual consiste en un procedimiento de predicción de los valores en sitios no evaluados o medidos, dentro de la misma región (Burrough y McDonnell, 1998; Ibarra et al., 2009), y que permite generar una imagen denominada ráster, que se utiliza para describir el mundo real como un conjunto regular de celdas normalmente cuadradas y espaciadas por la misma distancia en sus ejes coordenados (Boldstad, 2005); para ello se utilizó el método de Inverso de la Distancia al Cuadrado Optimizado (IDO), el cual básicamente depende de la selección del parámetro de potencia, de la estrategia en la búsqueda de vecinos y asume que las cosas que están más cerca de otras son más semejantes que aquellas que no lo están (ESRI, 2001).
Al respecto, Díaz (2009) señala que así se asigna el peso más grande al punto más cercano, y que este disminuye a medida que aumenta la distancia dependiendo del coeficiente potencial b. El peso de un punto se expresa como:
Donde:
N = Número total de puntos
di,e= Distancia entre el sitio a estimar e y el punto i
ß = coeficiente de potencia
El valor del punto de interés se estima a partir del promedio ponderado de la variable medida, y a cada punto se le asigna un peso en virtud de la distancia con respecto al punto a estimar. Para una red de N puntos, la ecuación básica es:
Donde:
Pe = dato estimado en el sitio e
Pi= dato medido del punto i
Wi = denota el peso del punto
i = representa el punto estimado en sitio e
N = número total de puntos cercanos al sitio e, que se utilizarán para estimar el dato en el sitio.
La aplicación de este proceso geoestadistico, genera un mapa de superficies continuas con información de un dato cada 90 metros, en un proceso conocido como "rasterización de la información". Una vez que se tiene el mapa de superficies, con información sobre el IFP, se procedió a sobreponer la capa vectorial sobre los diferentes tipos de vegetación prevalentes en la zona, para lo cual se consultaron diversas fuentes donde destacan las cartas de uso del suelo del INEGI (2006), series II y III y el Inventario Nacional Forestal y de Suelos (2009).
Con la finalidad de obtener la superficie estimada para cada tipo de uso con su respectiva categoría del índice de fragilidad en un mapa y en formato tabular se siguió el proceso descrito en la Figura 4 en la que se presenta un diagrama simplificado del algoritmo de cálculo del IFP y de la generación de superficies continuas para una zona de validación de la herramienta.
Resultados y Discusión
La Figura 5 muestra la zona de estudio seleccionada para validar la metodología, que se localiza entre 97°07’34" y 96°19’23" de longitud oeste y 19°30’50" y 19°16’44" de latitud norte del ecuador, y comprende al transecto altitudinal de Cofre del Perote a las cercanías de la ciudad de Veracruz. Asimismo, se observa la malla sistémica que señala la ubicación del transecto altitudinal, mismo que varía de este a oeste, y la dispersión espacial de los puntos de muestreo de campo (círculos), los cuales captaron prácticamente toda la variabilidad del paisaje.
Se definió la variación altitudinal de la zona de validación mediante estratos cada 500 metros sobre el nivel medio del mar (Figura 5), en ella se aprecia que va del noroeste al suroeste, con su punto mínimo altitudinal en el municipio de La Antigua en la línea costera del Golfo de México, y el máximo en el Cofre de Perote. La delimitación espacial de zonas hipsométricas proporcionó información sobre la relación altura sobre el nivel medio del mar y el área que esta ocupa respecto a su distribució en el terreno, lo que permitió cuantificar y cualificar el relieve del terreno, diferenciado por colores en la Figura 5.
Uso del suelo
La Figura 6, muestra la delimitación espacial de los diferentes tipos de vegetación presente en la zona. Sobresale la superficie agrícola; sin embargo, habría que señalar que gran parte corresponde a cultivo de café bajo sombra diversa o simplificada, pero para fines de clasificación se consideró como agrícola. Esta forma de uso del suelo se inserta en áreas del bosque mesóflo de montaña, disturbados desde la instalación de las huertas de café a mediados del siglo XVIII (Guadarrama, 2008), así como cultivos hortofrutícolas y recientemente caracterizadas por una elevada densidad de población, que denota el cambio de uso del suelo y la presión sobre el paisaje, principalmente por deforestación (Del Angel-Pérez et al., 2011).
Dada la importancia del bosque mesófilo de montaña en las funciones hidrológicas, estos disturbios definen una baja calidad de los servicios ambientales, donde la demanda de agua supera la oferta regional (Del Angel-Pérez et al., 2011) y su impacto en la economía regional y la calidad de vida de las poblaciones ha provocado fuertes movimientos migratorios (Mestries, 2006) que determinan una gran vulnerabilidad ecológica y social.
Asimismo existen zonas que fueron deforestadas para el establecimiento de pastizales, no solo en el bosque mesófilo, sino también en áreas originales de selva baja, media y alta de tipo caducifolio, apreciadas en las partes más bajas (Figura 6). Al respecto, el análisis socioeconómico efectuado por Del Angel-Pérez et al. (2011) en la misma zona indica que el cambio de uso del suelo en diferentes momentos históricos llevó a intensos procesos de fragmentación de las masas forestales, sobre todo en las áreas de bosque, las cuales aparecen en las imágenes subsecuentes como las más frágiles, y que al mismo tiempo constituyen las zonas de mayor densidad poblacional, con alta marginación, y poblaciones con los ingresos más bajos.
La información muestra que con la metodología es factible definir y actualizar de forma precisa el uso del suelo, ya que la malla de puntos georreferenciados mantuvo una equidistancia muy cercana. En el Cuadro 4 se resume la desagregación de los niveles de vulnerabilidad de acuerdo al uso actual del suelo.
Los paisajes más frágiles, con IFP más altos, y por lo tanto los más vulnerables son los constituidos por Selva Baja y Alta, aunque las estimaciones son porcentualmente bajas (2.8%), en realidad solo constituyen sus reductos, pues gran parte de estos ecosistemas se han transformado en áreas ganaderas,de producción de caña de azúcar y huertas de mango y otros frutales. Los IFP medio altos configuran un gran riesgo ya que ocupan el segundo lugar en importancia debido al tamaño de superficie (22.5%), también se localizan en los ecosistemas de Selva Mediana, y se extienden al bosque Mesófilo y a los pastizales (Cuadro 4).
Los IFP bajo-medios conforman una superficie más grande (42.9%), y afectan principalmente a los pastizales, la Selva Baja, al bosque de Encino y de Pino. Finalmente, los IFP más bajos integran 19.3% de la superficie total y se ubican, sobre todo, en los pastizales, la Selva Baja y el bosque de Encino.
Interpolación espacial de valores IFP y sobreposición del uso del suelo
Con base en la combinación de indicadores y descriptores utilizados se observa que en la parte oeste de la zona de estudio, donde predominan los bosques y pastizales, se aprecia mayor vulnerabilidad, la que decrece en dirección este a oeste con excepción de la zona de Jalcomulco, cuyo índice de fragilidad resultó menor. Lo anterior conduce a plantear que al aumentar la altitud, la probabilidad de deterioro o vulnerabilidad del paisaje es superior (Figura 7), en particular en la zona correspondiente al bosque Mesófilo de Montaña.
La Figura 5 muestra que en términos de vulnerabilidad destacan zonas con más altitud y pendiente, de uso agrícola, compuestas principalmente por cafetales, actividad económica más importante de las localidades enclavadas en esos paisajes (Mestries,2006), y coinciden con la existencia de municipios con los más bajos niveles de marginación (Del Angel-Pérez et al., 2011; Conapo, 2007); mientras que, 56% de la superficie destinada al uso agrícola se localiza en un nivel bajo-medio de vulnerabilidad.
En términos generales, la vulnerabilidad del uso del suelo se ubica en un nivel bajo-medio, que representa 42% de la superficie total de la zona seleccionada para la validación de la metodología.
Las zonas con vulnerabilidad baja-media y baja se sitúan en áreas cercanas a la línea costera y con pendientes menores. La vulnerabilidad más baja que se observa en las imágenes se localiza en Selva Baja, cuyo dosel actual se compone por huertas de mango, guanábana y caña, así como por pastizales. De alguna manera la Conapo (2007) y Del Angel-Pérez (2011)señalan que se conforman con municipios dedicados a actividades vinculadas con caña de azúcar, huertas de frutales y ganadería, con menores niveles de marginación, comparativamente con los de las zonas más vulnerables de la parte alta.
Conclusiones
Se desarrolló una metodología cartográfica para la generación de índices de fragilidad de un paisaje (IFP), la cual constituye una herramienta obtenida por y para el trabajo interdisciplinario que genera la situación actual de un área y permite su monitoreo a través del tiempo, ya que al sobreponer capas de uso del suelo muestra la vulnerabilidad de un territorio.
La combinación de información captada en estaciones de muestreo estratégico mediante trabajo de campo, y la informació secundaria obtenida y agrupada mediante un proceso de interpolación con el modelo de Inverso de la Distancia Optimizado permitió estimar el índice de fragilidad, en un transecto desde el Cofre de Perote hasta el litoral veracruzano del Golfo de México. El índice de fragilidad se regionalizó como niveles de fragilidad paisajística con base en los percentiles de una distribución Weibull, y se cuantificó la fragilidad actual del paisaje en los diversos usos a que se destina al suelo. El proceso descrito provee elementos metodológicos para realizar trabajos de gestión territorial y desarrollo rural, a partir del factor paisaje de una zona de interés.
Con base en los resultados del trabajo, se sugiere como plan de acción desarrollar actividades o programas encaminados a la conservación en las áreas de fragilidad baja, y la restauració en zonas de media a alta fragilidad. Sin embargo, lo anterior deberá fundamentarse en planes de acción integrales basados en un desarrollo sostenible que considere la fragilidad del paisaje en los diferentes ecosistemas presentes en una zona, así como los usos e intereses de la población que los habita. Específicamente, en el caso de la Selva Mediana, la cual cuenta con una superficie aproximada de 23 228 ha en condiciones de vulnerabilidad que va de media-alta a alta, deberán ejecutarse acciones de conservación. Una situación similar aplica para los bosques mesó filos y la selva alta. En contraste, las zonas a las que se pueden destinar acciones de restauración son las de bosque de Encina.
Referencias
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