Introducción
Las poblaciones del borrego cimarrón (Ovis canadensis Shaw, 1804) han disminuido globalmente, debido a la fragmentación del hábitat, la competencia por este con el ganado doméstico y por la transmisión de enfermedades propias de los úlimos (Jiménez y Hernández, 2010). Otros factores importantes que las afectan son la cacería furtiva, la construcción de carreteras y caminos, minería y actividades recreacionales en su hábitat (Cossio, 1975; Araujo, 1976; Valverde, 1976; De Forge et al.,1993).
En México, el borrego cimarrón se registró como desaparecido en las serranías áridas y escarpadas de casi toda la parte norte del país, incluso en los estados de Chihuahua, Nuevo León y Coahuila (Medina y Martínez, 1990). Actualmente, las tres subespecies que existen en en el país se restringen a las siguientes entidades: O. c. mexicana Merriam, 1901 se distribuye en serranías de Sonora; O. c. cremnobates Elliot, 1904, en Baja California; y O. c. weemsi Goldman, 1937 en Baja California Sur (Menéndez 1985).
No obstante, que la subespecie O. c. weemsi tiene estatus de Sujeta a Protección Especial, de acuerdo a la NOM-059- SEMARNAT-2010 (Semarnat, 2010), es posible aprovecharla cinegéticamente bajo estrictas medidas de manejo.
En Baja California Sur, las poblaciones de borrego cimarrón se han reducido, principalmente, por la fragmentación de su hábitat y la cacería furtiva (Semarnap, 2000); a finales del siglo XX se localizaba solo en 40 % de su intervalo de distribución original (Jiménez et al., 1996). En las últimas décadas, dado su gran valor cinegético, su número ha decrecido, únicamente hay remanentes en pequeñas áreas de Sonora, Baja California y Baja California Sur, y está extinta en Chihuahua, Coahuila y Nuevo León (Krausman et al., 1999 en Espinosa et al., 2006); pese a que se han realizado esfuerzos importantes para recuperar la, mediante reintroducciones.
La intervención de diversas organizaciones civiles y gubernamentales han contribuído a que en Baja California Sur existan poblaciones estables, susceptibles de un aprovechamiento cinegético racional y controlado (Semarnap, 2000), en donde se ha llegado a cotizar hasta en 300 mil dólares un solo permiso de cacería (García, 1998).
Los primeros censos aéreos de borregos cimarrón se hicieron en Sonora, fueron realizados en los años 1993 y 1994 (Lee y López, 1993; Lee y López 1994) con la finalidad de establecer una correcta tasa de aprovechamiento, o en su caso, definir una veda temporal para la recuperación poblacional, en ellas se consideró el número de borregos observados por hora de vuelo (Lee, 1997a; Lee, 1997b).
Los ejemplares presentes en la isla El Carmen son originarios de la sierra El Mechudo, del mismo estado, y se distribuyen, principalmente, en la parte media y septentrional de la Isla, donde se ubican las fuentes de agua permanentes. Como parte del Programa de Recuperación del Borrego Cimarrón del Desierto en el Estado de Baja California Sur, fueron introducidos, durante el invierno de los años 1995 (10 hembras y 2 machos) y 1996 (12 hembras y 2 machos) (Jiménez et al., 1996, 1997; Jiménez y Hernández, 2010; Jiménez et al., 2005). Solo a 20 de los 26 ejemplares liberados, se les colocaron collares de radiotelemetría (De Forge et al., 1997).
La isla El Carmen, por sus características topográficas y climatológicas ofrece buenas condiciones para el establecimiento del borrego cimarrón; la ausencia de depredadores y la poca, o nula actividad humana ha evitado la cacería furtiva (Benavides et al., 2001; sin embargo, la población residente recibe suplementación alimentaria para evitar que la vegetación xerófila de la isla sea sobreexplotada por los borregos que se quieren mantener en la isla.
Los objetivos de este estudio fueron conocer el tamaño poblacional actual, la cantidad de machos, hembras y crías que componen la población, su distribución y los factores que inciden en ella.
Materiales y Métodos
Localización
La isla El Carmen está situada en la región noroeste de México, dentro del Golfo de California, entre las coordenadas geográficas 25°48’28” y 26°03’34” de latitud norte y 1°03’28” y 1°13’43” de longitud oeste. Tiene una longitud aproximada de 27 km y una anchura de 9 km, en dirección noreste - suroeste (Inegi, 1978); la conforman una serie de mesas y sierras de origen volcánico, que alcanzan hasta 479 metros sobre el nivel del mar (Benavides et al., 2001). En la isla se registran tres tipos de vegetación: halófila, con 902.1 ha (5.9 %); matorral sarcocrasicaule, con 271.1 ha (1.79 %); matorral sarcocaule, con 12 427.9 ha (82.3 %); y sin vegetación aparente 1 498.9 ha (10.01 %), correspondiente a la zona de la laguna de la salinera y playas. (Figura 1).
Se utilizó el método de conteo en franjas modificado por Hayne (1949), el cual consiste en caminar a lo largo de una línea determinada al azar, y por la accesibilidad del terreno, generalmente, por arroyos y cañadas; durante la caminata se estimaron las distancias de avistamiento promedio de borregos cimarrones, mediante triangulación, con estos valores se calculó el área de la franja cubierta por el observador con el apoyo de binoculares (Nikon Monarch 10 x 56), telescopios (Buchnell Trophy 20 x 60 x 65) y distanciómetro (Nikon Laser Forestry Pro de 10 - 500 m).
Se establecieron nueve franjas, que fueron recorridas cinco veces del 201 al 2014, con una longitud promedio de 3 844.29 metros y 347.45 metros de ancho; el número de repeticiones en cada transecto estuvo influenciado por las condiciones climatológicas, que complicó el acceso a algunos sitios de monitoreo, ya que la presencia de marea alta, dificultó la salida a determinados sitios. Por lo que la superficie media por transecto fue de 1 335 km2 (133.5 ha).
La fórmula para aplicar el método de franjas modificado por Hayne (1949) es la siguiente:
Donde:
D = Densidad de borregos por hectárea
f = Número de transectos recorridos
Zi = Número de borregos observados por franja
Aj = Área muestreada por cada transecto
Se consideró un total de 12 000 hectáreas como hábitat potencial para el borrego cimarrón y no la totalidad de la superficie de la isla (15 100 ha), debido a que aproximadamente 3 100 ha están cubiertas por la zona de la salinera y dunas sin vegetación aprovechable por la especie (Zurita, 2012).
Los muestreos se llevaron a cabo por un periodo de dos a cinco días, los sitios se ubicaron de tal manera que permitieron cubrir visualmente la mayor parte de las laderas en la sierra, desde los cuales se buscaron a los grupos o ejemplares de borrego cimarrón empleando binoculares (10 x 50 mm) o telescopio (15-45 x 60 mm). Una vez avistados, se procedió a registrar su localización, el número de ejemplares, las clases de edad y sexo. Los periodos de observación fueron entre las 5:00 y las 10:30 horas, para un total de cinco y media horas diarias, en promedio.
Los animales observados se clasificaron como: machos clase I, II, III, IV (Figura 2), hembras, corderos, macho juvenil, hembra juvenil y no identificados, los criterios para la clasificación fueron la edad, el tamaño del cuerpo y cuernos (Geist, 1968).
El análisis estadístico, se hizo con la prueba de Mann-Whitney para dos muestras independientes, ya que los datos no mostraron distribución normal. Las pruebas no-paramétricas se usan cuando no se tiene información sobre la composición de los datos poblacionales y falta el conocimiento sobre su distribución de probabilidad; además de, que no se cumplen las condiciones exigidas para la aplicación de las paramétricas. También, si las muestras son pequeñas y se desconoce la densidad de probabilidad. El programa empleado fue Statistica versión 7.1 (StatSoft, 2005).
Resultados y Discusiones
Se realizaron un total de 1 151 avistamientos de ejemplares de borrego cimarrón durante los 92 días de monitoreo comprendidos entre los años 201 y 2014; es decir, un promedio de 12.51 por día. Correspondieron a 488 machos (87 clase IV, 191 clase III, 138 clase II, 28 clase I, 43 juveniles y 1 cordero); 459 hembras (430 hembras adultas, 28 juveniles y 1 cordero); y 195 individuos considerados juveniles y corderos, sin lograr identificar sexo; nueve individuos a los que por la distancia de avistamiento o condiciones del paisaje, no fue posible identificarles sexo y edad.
La distancia promedio de avistamiento fue de 347.45 m, con un mínimo de 193.5 m y un máximo de 427 m. La longitud promedio del transecto fue de 3 844.3 m, con un máximo de 9 100 m y un mínimo de 1 560 m; los cuales estuvieron determinados por la topografía del terreno. La superficie promedio de muestreo fue de 133.6 ha, con base en el ancho y largo del transecto. La densidad promedio fue de 4.9 borregos por kilómetro cuadrado, con un estimado total de 616 ejemplares para la isla. Se observó una marcada concentración en la parte media de la isla, en donde se ubican las únicas cuatro fuentes de agua dulce permanentes.
Estructura poblacional
Se obtuvo una media de observación diaria de machos- hembras-juveniles-corderos de 5.3-5-0.65-2.1 (Figura 3), equivalente a una proporción de 41:38:5:16 (1.0:0.93:0.12:0.39). La relativa homogeneidad de la población de machos con respecto a las hembras puede resultar de que en la isla, a pesar de que se practica el aprovechamiento cinegético de los machos adultos, también se ha realizado la captura de hembras para programas de reintroducción en la zona peninsular (Jiménez y Hernández, 2010).
La ausencia de depredadores del borrego cimarrón en la isla, tales como el puma (Puma concolor Linnaeus, 1771) y el coyote (Canis latrans Say, 1823) explican, en parte, la proporción similar de machos y hembras, pero, posiblemente lo más importante es el manejo de la población que busca mantener equilibrada la población, circunstancia atípica para otras zonas de distribución de la especie, en ls que se presentan proporciones hasta de tres hembras por cada macho (De Forge et al., 1993).
En el presente estudio se documentan proporciones de casi 1:1 entre machos y hembras, por lo que es una población totalmente diferente a todas las registradas en la zona continental, y es una población exótica en la isla, con un control riguroso de sus animales, por medio de cacerías legales exclusivamente de machos que cumplen con los requisitos para ser aprovechados, y con extracción, en ciertos años, de una sección de hembras que son trasladadas a otros sitios para repoblaciones; todo ello mantiene la relación entre machos y hembras en la población de la isla. Por otro lado, se observa, claramente, una marcada concentración de los borregos en los cuatro sitios con fuente permanente de agua.
Respecto al método de muestreo utilizado (conteo en franjas modificado por Hayne, 1949), el número registrado de borregos cimarrones en la isla El Carmen está por debajo de la capacidad de carga estimada para toda la isla, la cual es de 1 033 ejemplares, con base en la evaluación de la materia seca disponible como forraje (Zurita, 2012). Dado que el agua es el factor limitante más importante para el borrego en la isla, este subutiliza buena parte de la vegetación disponible en la misma; es decir, la lejanía entre los cuerpos de agua hacen que los borregos no se dispersen de esos sitios, por lo que solo durante la época de lluvias, los animales se desplazan a otros lugares, lo que origina una subutilización de la capacidad forrajera, ya que únicamente el borrego cimarrón y una pequeña población de cabras ferales utilizan dicho recurso, el resto del año. Este es el principal problema que mantiene la población de la isla casi a la mitad de su capacidad de carga, que aumentaría, si se colocaran más aguajes tanto en la parte norte, como en el sur de la isla.
Durante las observaciones se avistaron un total de 1 151 borregos cimarrones, de los cuales 51.53 % (488 ejemplares) fueron machos, de las siguientes clases de edad: 17.83 % clase IV, 39.14 % clase III, 28.28 % clase II y 5.74 % clase I, 8.81 % de machos juveniles y 0.20 % machos corderos (Figura 4).
De los 459 borregos hembras registrados en los muestreos, que representan 48.47 % de la población total, 93.68 % fueron ejemplares considerados parte de la población reproductivamente activa (hembras adultas) y el restante 6.32 %, aún no se integran como parte del reclutamiento de la población (6.10 % hembras juveniles y 0.22 % de corderos hembras) (Figura 5).
Lee y López (1993) indican una relación machos-hembras- corderos-juveniles de 56:100:32:7 (0.56:1.0:0.32:0.07), en un estudio con censo por medio de helicóptero en Sonora, México; López et al. (1995) documentan una proporción machos- hembras-corderos de 71:100:1 (0.71:1.0:0.1) en una población de O. c. cremnobates del norte de Baja California, mediante un muestreo de transectos en línea; ambos resultados difieren de los presentados por González et al. (2011), quienes consignan una proporción tres o cuatro veces mayor de hembras, respecto a los machos para Ovis canadensis mexicana en poblaciones del estado de Sonora. Los registros anteriores son diferentes a los obtenidos en la isla El Carmen, ya que corresponden a poblaciones silvestres del continente, sujetas a los procesos naturales de competencia, depredación y cacerías legales e ilegales, y la población del presente estudio está totalmente controlada de todos los procesos naturales y antropogénicos.
En una investigación en Baja California (De Forge et al., 1993), se evaluó el intervalo norte de su territorio, a través de censo aéreo en helicóptero, desde la frontera internacional sur hasta la bahía de San Luis Gonzaga. Se observaron 16 grupos de borregos cimarrones: 603 ejemplares entre adultos y carneros, en un total de 68 horas de vuelo, con una tasa promedio de observación de 8.9 borregos por hora. La proporción de machos-hembras-crías-juveniles fue de 32:100:45:22. A partir de proporciones de observación de 40 - 60 %, se estimaron 780 a 1 170 individuos presentes en el área de aproximadamente 3 095 km2. En el conteo se incluyeron 97 borregos adultos (38 clase II, 26 clase III y 33 clase IV), 303 hembras adultas (2 ó más años de edad), 135 corderos, 33 machos viejos y 35 hembras viejas.
En un censo aéreo, (Lee y López, 1993), en el periodo noviembre a diciembre de 1992, se avistaron 155 grupos en 20.7 horas de vuelo, para un total de 528 individuos clasificados. La tasa de observación fue de 9.9 borregos por hora en los intervalos del norte y 37.3 en los intervalos del oeste y sur de Caborca. La proporción machos-hembras-crías-juveniles fue de 37:100:18:36, y la población calculada fluctuó desde 880 a 1 760, con proporciones de observación de 30 - 60 %.
En el trabajo que aquí se documenta se realizaron 1 151 avistamientos entre individuos y grupos de individuos, de ellos 488 correspondieron a machos (87 clase IV, 191 clase III, 138 clase II, 28 clase I, 43 juveniles y 1 cordero); 459 hembras (430 hembras adultas, 28 juveniles y 1 cordero) y 195 ejemplares considerados dentro de la categoría de juveniles y corderos, sin lograr identificar sexo, así como nueve individuos a los que, por la distancia de avistamiento o condiciones del paisaje, no fue posible identificar su sexo y edad. La diferencia en los resultados responde a que los estudios de De Forge et al. (1993) y Lee y López (1993) se hicieron en un período corto de un año, y mediante conteos con helicóptero; mientras que la presente investigación se llevó a cabo del verano del 201 al verano del 2014, a través de la observación directa de los animales en aguajes y comederos, las cuales fueron usadas para obtener las proporciones de machos, hembras, crías y juveniles.
La densidad promedio de borregos observados por transecto en la época invernal fue de 7.57, que resultó estadísticamente diferente (p<0.05) de los 5.24 individuos registrados por transecto en la época de verano. Otro aspecto a resaltar es el incremento en la tasa de natalidad en el periodo del verano de 2013, consecuencia de las abundantes precipitaciones registradas durante 2012, que no alcanzaron a reflejarse durante el invierno de ese mismo año, pero que se presentó un incremento notable en este rubro, en el verano posterior a este evento, y que mantuvo una tasa alta de natalidad, mayor a 50 %, durante los periodos de monitoreo poblacional subsecuentes (Figura 6).
Un aspecto a destacar, es la influencia de las precipitaciones pluviales sobre la natalidad y mortalidad de los animales de la isla, ya que en 201 se tuvo una baja natalidad, con una alta mortalidad, por venir precedido de dos años con precipitaciones de 46 y 1 mm, respectivamente; muy por debajo del promedio de 185 mm que se registra en la región, lo cual repercutió en una producción baja de alimento y, por lo tanto, en una pobre capacidad de carga que incidió en los reproductores, de los cuales solo pocos se reprodujeron, mientras que para los años 2013 y 2014 aumentó la natalidad y disminuyó la mortalidad, por la abundancia de precipitaciones pluviales que alcanzaron 388 y 325 mm para los años de 2012 y 2013, respectivamente; con ello, la producción de alimento creció (Zurita, 2015). Y por lo tanto, hubo un incremento de la capacidad de carga en los años 2012 a 2014, los reproductores alcanzaron una condición física ideal para su reproducción. Además, en la isla no existen depredadores naturales como: el puma, el coyote y el jaguar (Panthera onca Linnaeus, 1758) que afecten las poblaciones naturales introducidas.
Un aspecto que destaca del presente estudio es la amplia gama de edades de la población, ya que se registraron animales de todas las edades durante, prácticamente, todo el año tanto en época de verano, como de invierno: neonatos, corderos, juveniles y adultos; lo anterior indica que no hay una estacionalidad marcada para el periodo reproductivo; influido principalmente por la suplementación alimentaria que reciben, pero además, por la ausencia de depredadores naturales. La suplementación alimentaria que se les proporciona en la isla, incide, asimismo, en la estacionalidad del periodo reproductivo que normalmente es afectado por la escasez de alimento durante la época crítica de estiaje, ya que, según datos de Álvarez y Medellín (2005), la temporada de celo ocurre en el otoño y parte del invierno, con nacimientos en la primavera.
No obstante que la especie tiene una temporada reproductiva muy amplia, desde julio hasta diciembre, en el caso concreto de la isla El Carmen, esto no es tan marcado, debido a que, prácticamente durante los 12 meses del año se observan ejemplares de todos los grupos de edad, sobre todo en los años con abundancia de precipitaciones pluviales, lo anterior se constató por las observaciones realizadas en verano e invierno y por comentarios de las personas que manejan la población.
La densidad promedio de borregos por transecto en la región central de la isla fue de 28.68, lo que resultó estadísticamente diferente (p<0.05) de los 8.51 individuos registrados, en promedio, por transecto en la zona norte y los 1.64 individuos promedio, observados en la parte sur (Figura 7). Hay una marcada influencia de los aguajes en la distribución de los ejemplares, sobre todo en la época de verano, ya que en invierno, como resultado de las precipitaciones de agosto y septiembre, el agua se acumula en sitios naturales (tinajas) y artificiales (represas y bordos de abrevadero), además del aporte de agua de la vegetación, aún verde durante el periodo invernal.
En un estudio realizado en la sierra El Mechudo en Baja California Sur, se observaron machos adultos y subadultos a distancias mayores de los cuerpos de agua, los más distantes a 300 - 500 m, mientras que las hembras juveniles permanecen a una distancia menor, entre 200 - 300 m (Guerrero et al., 2003).
El análisis de la estructura poblacional, a través de los cinco diferentes periodos de monitoreo (verano-1, invierno-12, verano e invierno-13 y verano 14) se tuvo un mayor número de avistamientos (1.45 veces más) de borregos en la época invernal, debido a que en comparación con la de verano, no les resultan tan estresantes, además de que las lluvias en la región se presentan, generalmente, a finales de verano y otoño (137 mm de los 156 mm que es la media), y favorecen la abundancia de alimento verde en la temporada invernal.
De acuerdo con las observaciones realizadas durante el conteo de los borregos cimarrones, 46 % de los registros se obtuvieron en topografías del terreno con pendientes mayores a 31 grados, a pesar de no contar con depredadores naturales el comportamiento del borrego cimarrón, de seleccionar hábitats con pendientes pronunciadas prevalece en la población de la isla El Carmen; este dato concuerda con un estudio de Guerrero et al. (2003), quien documenta que los ejemplares de borrego cimarrón de la sierra El Mechudo prefieren sitios con pendientes mayores a 80 % (40 grados), ya que les permite tener mayor terreno de escape para ponerse a salvo de depredadores, dicho comportamiento se observa sobre todo en el caso de los ejemplares machos, mientras que las hembras prefieren este tipo de condición solo cuando tienen crías.
Conclusiones
La población de la isla El Carmen es más estable que las del continente, presentan proporciones más homogéneas entre machos y hembras, debido al control que se maneja en ella.
La distribución de la especie no es homogénea en toda la isla, existe una marcada concentración de borregos cimarrones en la parte centro y centro norte de la isla, lugar con las únicas fuentes permanentes de agua dulce.
Durante los años con buenas precipitaciones pluviales (2012 y 2013, con 388 y 325 mm respectivamente), se observó una distribución uniforme al interior de la isla, por tener fuentes de agua disponibles, tanto en tinajas como en las plantas, así como un incremento en las tasas de natalidad, reclutamiento y en la mejor condición corporal de los individuos.
Las condiciones controladas de la isla, tanto en agua y sobre todo en comida permiten que los períodos reproductivos se prolongen y se presenten crías durante más meses del año, en comparación con las poblaciones del continente.
En general, las mayores observaciones de los borregos cimarrones (46 %) se dieron en sitios con pendientes superiores a 31 grados, con preferencia por sitios con inclinación, principalmente para su protección contra el clima y depredadores, no obstante la ausencia de estos en la isla.
A pesar del éxito del programa de reintroducción de los borregos cimarrones en la isla El Carmen, que se refleja en el marcado incremento de su densidad poblacional, se estima que la isla está aún por debajo de su capacidad de carga, de acuerdo al potencial forrajero. Sin embargo, se deben evaluar los impactos que ocasionan estos organismos exóticos en la isla, fundamentalmente sobre la vegetación, dada la presencia de especies de cactáceas consideradas en riesgo de extinción.