Introducción
La insatisfacción corporal se ha definido como el malestar que tiene una persona ante su apariencia física, por lo cual realiza conductas nocivas para su salud en un intento de modificar su imagen corporal (Devlin y Zhu, 2001). Entre las conductas alimentarias anómalas que la insatisfacción corporal desencadena, se encuentran: la dieta restrictiva, el vómito, el atracón, entre otras; las cuales pueden no solo inducir fluctuaciones importantes en el peso corporal (Neumark-Sztainer, Wall, Larson, Eisenberg y Loth, 2011), sino también desencadenar un trastorno de la conducta alimentaria (Allen, Byrne, McLean y Davis, 2008; Moreno y Ortíz, 2009).
El índice de masa corporal (IMC) ha sido ampliamente estudiado como variable clave en la imagen corporal y las conductas alimentarias. Se ha referido que ya a temprana edad (9-12 años) un alto IMC está relacionado a mayor insatisfacción corporal y presencia de conductas alimentarias anómalas (Clark y Tiggemann, 2006, 2008), e incluso es considerado un importante predictor —para ambos sexos— de la insatisfacción corporal (Bully y Elosua, 2011; Hutchinson y Rapee, 2007; Ko et al., 2015; Paxton, Eisenberg y Neumark-Sztainer, 2006; Paxton, Neumark-Sztainer, Hannan y Eisenberg, 2006) y las conductas alimentarias anómalas (Kiziltan, Karabudak, Ünver, Sezgin y Ünal, 2006; Ko et al., 2015; Nunes, Barros, Anselmo-Olinto, Camey y Mari, 2003). Pero, a pesar de la relevancia del IMC, no se puede perder de vista que existen otros factores que pueden contribuir a la presencia de la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas, ejemplo de ello es el contexto sociocultural altamente enfocado en la apariencia corporal.
Diversos estudios se han dado a la tarea de documentar cómo la tríada de influencia sociocultural —familia, medios de comunicación y pares— asigna el rol que deben seguir tanto los hombres como las mujeres de una determinada cultura. Con relación a la imagen corporal, estos grupos sociales suelen fomentar la delgadez en mujeres y la musculatura en hombres, como ideal y requisito para aspirar al éxito social. Condición que conlleva un incremento en la prevalencia tanto de insatisfacción corporal como de conductas alimentarias anómalas (Cafri, Yamamiya, Brannick y Thompson, 2005; Garner y Keiper, 2010; Striegel-Moore y Bulik, 2007), además de fomentar la interiorización del ideal corporal, entendiendo por esta la apropiación o la aceptación de las normas sociales relacionadas con la apariencia, y esto hasta el punto de que las personas modifiquen su conducta para aproximarse a los estándares sociales (Thompson, Heinberg, Altabe y Tantleff-Dunn, 1999). Por tanto, a la interiorización del ideal corporal se le considera un importante factor predictor tanto de la insatisfacción corporal (Stice, 2001), como de las conductas alimentarias anómalas (Ruíz et al., 2004).
Entre las diferentes influencias socioculturales que inciden en la interiorización del ideal corporal, poco se ha abordado el rol de los pares, los mismos que son considerados una importante fuente de influencia sobre las cogniciones, las actitudes y las conductas de un individuo. Los contextos de pares proporcionan al individuo información del mundo que les rodea, soporte emocional, sentido de pertenencia, así como un espacio para probar y adoptar valores independientes a los de los padres (Kail y Cavanaugh, 2006); porque los mensajes transmitidos por los pares pueden ser entendidos más claramente y, por ende, tener mayor probabilidad de ser interiorizados (Cunningham, Vaquera, Maturo y Narayan, 2012). De esta forma, durante la adolescencia cobra gran relevancia el grupo de pares, ya que estos fungen como referentes de los roles y los comportamientos socialmente aceptables para quienes están en esta etapa del desarrollo (Feldman, 2007; Hoffman, Paris y Hall, 1996).
Diversas investigaciones han señalado que la influencia de pares tiene relación con el desarrollo de la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas en edades de entre 9 y 23 años (Ata, Ludden y Lally, 2007; Bearman, Presnell, Martínez y Stice, 2006; Clark y Tiggemann, 2006; Dohnt y Tiggemann, 2006; Gerner y Wilson, 2005; Hutchinson y Rapee, 2007; Jones y Crawford, 2005; McCabe y Ricciardelli, 2005; Mooney, Farley y Strugnell, 2009; Paxton et al., 2006a; Phares, Steinberg y Thompson, 2004), sin embargo esto parece contraponerse a lo esperado en otras etapas del desarrollo; es decir, se ha afirmado que a pesar de que los grupos de pares desempeñan un rol importante a lo largo del desarrollo, es en la adolescencia cuando cobran mayor importancia, mientras que en la preadolescencia son los padres, y en la adultez temprana la familia (Chein, Albert, O’Brien, Uckert y Steinberg, 2011; Gardner y Steinberg, 2005; Salvy, Elmo, Nitecki, Kluczynski y Roemmich, 2011). Esto conduce a la necesidad de reflexionar sobre la importancia que hoy en día tienen los círculos sociales con relación a la aceptación y satisfacción con el cuerpo a cualquier edad y, por ende, que sea necesario cuestionarse si la influencia de pares solo sigue siendo relevante durante la adolescencia. Por tanto, el propósito de este estudio fue evaluar la influencia de pares, la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas en preadolescentes vs. adolescentes, además de analizar el rol de la influencia de pares y la interiorización del ideal corporal en la predicción de la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas.
La figura 1 muestra el modelo hipotético de este estudio. Se observa que el IMC, la influencia de pares y la interiorización del ideal corporal tendrán un efecto directo sobre la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas, al mismo tiempo que la interiorización del ideal corporal fungirá como mediadora del efecto de la influencia de pares sobre la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas; además de plantearse la existencia de un efecto directo de la insatisfacción corporal sobre las conductas alimentarias anómalas. Finalmente, se espera que los adolescentes obtengan puntuaciones más elevadas en insatisfacción corporal y conductas alimentarias anómalas que los preadolescentes.
Método
Participantes
La muestra fue no probabilística de tipo intencional (N = 448), la cual se dividió en dos grupos, de acuerdo con los criterios de la Organización Panamericana de la Salud (2008): preadolescentes, de 10 a 11 años (135 mujeres y 138 hombres), y adolescentes, de 12 a 18 años (95 mujeres y 80 hombres). Todos los participantes eran residentes de la zona metropolitana de la Ciudad de México, provenientes de seis escuelas públicas y una privada de enseñanza básica, media y media-superior.
Instrumentos y medidas
Test Infantil de Actitudes Alimentarias (ChEAT, por sus siglas en inglés; Maloney, McGuire y Daniels, 1988), que evalúa la presencia de síntomas y características de los trastornos de la conducta alimentaria. El ChEAT cuenta con 26 reactivos, con seis opciones de respuesta tipo Likert. Este instrumento fue adaptado a población mexicana por Escoto y Camacho (2008), en hombres y mujeres de entre 9 y 15 años de edad. Estos autores reportan que el cuestionario posee una consistencia interna adecuada (α = 0.82), y una estructura de cinco factores (motivación para adelgazar, evitación de alimentos engordantes, preocupación por la comida, conductas compensatorias, y presión social percibida). No obstante, en el presente estudio se consideró únicamente la puntuación total en el ChEAT como indicador de conductas alimentarias anómalas.
Cuestionario de Imagen Corporal (BSQ-16, por sus siglas en inglés; Evans y Dolan, 1993), que evalúa insatisfacción corporal a partir de 16 ítems, con seis opciones de respuesta tipo Likert. En un estudio preliminar, Amaya (2013) examinó las propiedades psicométricas del BSQ-16 en una muestra independiente a la del presente estudio, cuyos resultados confirmaron que esta versión del BSQ cuenta con muy buena consistencia interna (α = 0.91) y una estructura unifactorial.
Cuestionario de Actitudes Socioculturales hacia la Apariencia-versión Revisada (SATAQ-R, por sus siglas en inglés; Cusumano y Thompson, 1997). Su finalidad es evaluar la consciencia, entendida como el reconocimiento de las normas sociales con relación a la apariencia; así como la interiorización, definida como la aceptación y adopción de dichas normas. Este instrumento está conformado por 21 reactivos, con cinco opciones de respuesta tipo Likert. Cusumano y Thompson propusieron una estructura bifactorial: consciencia, conformado por 11 ítems (α = 0.83), e interiorización por 10 ítems (α = 0.89). Este instrumento fue adaptado y evaluado en población mexicana (Amaya et al., 2013), y se confirmó que ambos factores poseen buena consistencia interna (α = 0.88 y 0.92, respectivamente). Para la presente investigación solo se consideró la segunda subescala, en tanto indicativa de la interiorización del ideal corporal.
Inventario de Influencia de Pares sobre la Preocupación Alimentaria (I-PIEC, por sus siglas en inglés; Oliver y Thelen, 1996). Evalúa la influencia de pares sobre la preocupación por la alimentación y la imagen corporal. Consta de 30 reactivos con cinco opciones de respuesta tipo Likert. Amaya, Mancilla, Alvarez, Ortega y Bautista (2011) evaluaron las propiedades psicométricas de este inventario en población mexicana, y derivaron dos versiones del I-PIEC: una para el sexo femenino, con 22 reactivos (α = 0.94), y otra para el sexo masculino, con 20 reactivos (α = 0.92). Ambas versiones con una estructura de tres factores: mensajes (burlas o mensajes negativos acerca de los hábitos alimentarios y la imagen corporal), interacción con pares del mismo sexo (hablar y comparar hábitos alimentarios y cuerpos), y popularidad con pares del sexo opuesto (creencia de que ser delgado puede aumentar la popularidad entre pares). Para la presente investigación solo se consideraron los 20 reactivos que coincidían en ambas versiones, obteniendo así un alpha de Cronbach de .92 para la muestra de este estudio.
IMC. Establece la relación entre el peso y la estatura, por medio del cual es posible obtener un diagnóstico rápido del déficit o exceso ponderal. Este índice se obtiene mediante la operación aritmética IMC = kg/m2. Para obtener el peso se empleó una báscula electrónica Tanita con capacidad de 200 kilos y una sensibilidad de100 gramos; mientras que la estatura se obtuvo mediante un antropómetro GPM desmontable de dos metros.
Procedimiento
Se presentó a las autoridades de las instituciones educativas el protocolo de la investigación. Posteriormente se solicitó la firma del consentimiento informado a cada uno de los participantes y, para aquellos que eran menores de edad, este fue otorgado por los padres. Después se realizó la aplicación de los cuestionarios, en los horarios y espacios asignados por las autoridades de cada institución. Las aplicaciones se realizaron en forma grupal, se les explicó a los participantes el objetivo del estudio y se les leyeron las instrucciones (a los participantes de entre 10 y 12 años de edad también se les leyó cada uno de los reactivos), se les solicitó contestaran de forma individual, y se les aseguró la confidencialidad de los datos recabados. En total, esta sesión tuvo una duración aproximada de una hora. Después de contestar los cuestionarios, uno de los investigadores midió y pesó a cada participante, para posteriormente calcular su IMC. Finalmente, cabe señalar que se entregó un informe a cada una de las instituciones educativas, además de que aquellos participantes que reportaron altas puntuaciones en los cuestionarios, fueron canalizados con el psicólogo o el trabajador social de la escuela.
Análisis de datos
Mediante el paquete estadístico SPSS (versión 20), se utilizó la prueba t de Student (para grupos independientes) para evaluar si había diferencias entre preadolescentes y adolescentes en influencia de pares, interiorización del ideal corporal, insatisfacción corporal, conductas alimentarias anómalas e IMC. Después, para examinar en cada grupo la asociación entre dichas variables, se calcularon los coeficientes de correlación de Pearson. Para ambas pruebas, la significación estadística se determinó con base a un nivel de alpha menor o igual a 0.05. Finalmente, a través del Programa de Ecuaciones Estructurales (versión 6.1.), en cada grupo (preadolescentes y adolescentes) se realizó un análisis de senderos (path análisis), para conocer la contribución de la influencia de pares (considerando: mensajes, interacción y popularidad), la interiorización del ideal corporal y el IMC en la predicción de la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas. Como indicadores de un adecuado ajuste de los modelos, se retomaron los parámetros siguientes: 1. estadístico χ2, el cual tiene que ser no significativo (Kline, 2005); 2. el índice de ajuste normado (NFI), índice de ajuste comparativo (CFI), índice de ajuste incrementado (IFI) e índice de ajuste no-centralidad (MFI), para los cuales se han sugerido como deseables valores ≥ 0.95 (Pérez, Chacón y Moreno, 2000; Schreiber, Stage, King, Nora y Barlow, 2006); y 3. el error cuadrático medio de la aproximación (RMSEA), para el cual se proponen valores ≤ 0.06 (Pérez et al., 2000; Schreiber et al., 2006). Además, para optimizar los modelos, consideraron los índices de Lagrange, de Wald y los residuos estandarizados.
Resultados
La media y desviación estándar de las variables evaluadas en cada grupo se presentan en la tabla 1. De acuerdo con la prueba t de Student, se encontraron diferencias significativas entre los grupos en interiorización del ideal corporal, interacción con pares del mismo sexo, conductas alimentarias anómalas e IMC. En estas variables, excepto conductas alimentarias anómalas, los adolescentes obtuvieron mayores puntuaciones que los preadolescentes; por el contrario, los grupos no difirieron en cuanto a insatisfacción corporal y dos aspectos de la influencia de pares: los mensajes y la popularidad.
Preadolescentes(n = 273) | Adolescentes(n = 175) | t | p | |
---|---|---|---|---|
M (DE) | M (DE) | |||
Insatisfacción corporal | 63.99 (29.05) | 66.18 (32.32) | 0.74 | 0.456 |
Conductas alimentarias anómalas | 12.60 (7.66) | 8.68 (6.30) | 5.65 | 0.001 |
Interiorización del ideal corporal | 16.61 (7.78) | 19.57 (8.30) | 3.81 | 0.001 |
Índice de masa corporal | 20.61 (4.04) | 22.10 (3.81) | 3.88 | 0.001 |
Influencia de pares | ||||
Mensajes | 16.27 (7.89) | 16.05 (7.44) | 2.82 | 0.763 |
Interacciones | 4.48 (2.34) | 5.27 (3.20) | 1.00 | 0.003 |
Popularidad | 8.33 (5.19) | 7.85 (4.78) | 0.98 | 0.326 |
En los preadolescentes, las correlaciones de la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas con el resto de las variables a estudio fueron significativas; siendo las correlaciones más altas las de insatisfacción corporal con popularidad (r = 0.76) y con interiorización del ideal corporal (r = 0.66); y, en el caso de las conductas alimentarias anómalas, la correlación más alta fue con insatisfacción corporal (r = 0.64), seguida de popularidad con pares del sexo opuesto (r = 0.35). Mientras que, en los adolescentes, las correlaciones más altas fueron las de insatisfacción corporal con popularidad y con interiorización del ideal corporal (ambas con r = 0.69) y, para las conductas alimentarias anómalas, la correlación más alta fue con insatisfacción corporal (r = 0.52), seguida por la interiorización del ideal corporal (r = 0.35; ver tabla 2).
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | |
---|---|---|---|---|---|---|---|
1. Insatisfacción corporal | — | 0.64 | 0.69 | 0.34 | 0.55 | 0.49 | 0.69 |
2. Conductas alimentarias anómalas | 0.52 | — | 0.35 | 0.19 | 0.32 | 0.34 | 0.34 |
3. Interiorización del ideal corporal | 0.66 | 0.32 | — | 0.18 | 0.54 | 0.51 | 0.66 |
4. Índice de masa corporal | 0.33 | 0.05 | 0.18 | — | 0.33 | 0.15 | 0.33 |
Influencia de pares | |||||||
5. Mensajes | 0.63 | 0.28 | 0.50 | 0.42 | — | 0.56 | 0.73 |
6. Interacciones | 0.49 | 0.28 | 0.49 | 0.02 | 0.50 | — | 0.46 |
7. Popularidad | 0.76 | 0.35 | 0.61 | 0.39 | 0.74 | 0.49 | — |
Preadolescentes, debajo de la diagonal; adolescentes, arriba de la diagonal. Todas las correlaciones mayores o iguales a 0.15 son significativas (p < 0.05).
En el grupo de preadolescentes, el modelo hipotético no obtuvo adecuados índices de ajuste. No obstante, con la finalidad de optimizar el ajuste del modelo, se revisaron las pruebas de Wald, de Lagrange y los residuos estandarizados, siendo estas dos últimas las que sugirieron incorporar cinco senderos: dos que van del IMC a los mensajes de pares y a la interacción con pares del mismo sexo; dos más que van de los mensajes de pares a la interacción con pares del mismo sexo y a la popularidad con pares del sexo opuesto; y uno que va de popularidad con pares del sexo opuesto a interiorización del ideal corporal. En tanto que la prueba de Wald sugirió eliminar aquellos senderos con valores < 0.10. En la figura 2 se muestra el modelo final para los preadolescentes, el que en general obtuvo adecuados índices de bondad de ajuste (χ2 = 39.31, p > 0.05; NFI = 0.95; CFI = 0.97; IFI = 0.97; MFI = 0.95), a excepción del RMSEA (0.09). En este modelo se observa que las conductas alimentarias anómalas solo fueron predichas por la insatisfacción corporal, y que esta solo recibió efecto directo de la interiorización del ideal corporal y de la popularidad con pares del sexo opuesto. Además, la insatisfacción corporal fungió como mediadora de los efectos de las variables restantes sobre las conductas alimentarias anómalas; al igual que la interiorización del ideal corporal y de la popularidad con pares del sexo opuesto, las que fueron mediadoras del efecto del resto de las variables sobre la insatisfacción corporal. Con este modelo se explicó 64% de la varianza de la insatisfacción corporal, y 27% de la correspondiente a las conductas alimentarias anómalas.
De la misma manera, el modelo hipotético en el grupo de adolescentes tampoco obtuvo adecuados índices de ajuste. La prueba de Lagrange y los residuos estandarizados sugirieron agregar cuatro senderos para optimizar el modelo, los cuales fueron: uno del IMC a mensajes de pares; dos que van de mensajes de pares a interacción con pares del mismo sexo y a popularidad con pares del sexo opuesto; y uno de popularidad con pares del sexo opuesto a interiorización del ideal corporal. Mientras que la prueba de Wald sugirió eliminar aquellos senderos con valores < 0.20. El modelo final para adolescentes se muestra en la figura 3, el cual arrojó adecuados índices de bondad de ajuste (χ2 = 27.95, p > 0.05; NFI = 0.95; CFI = 0.97; IFI = 0.97; MFI = 0.96), pero nuevamente a excepción del RMSEA (0.08). Se observa que la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas fueron predichas por las mismas variables que en los preadolescentes; no obstante, con este modelo se explicó 57% de la varianza de insatisfacción corporal y 40% de la relativa a conductas alimentarias anómalas.
Discusión
En el presente estudio se evaluó la influencia de pares, la insatisfacción corporal, el comportamiento alimentario anómalo, la interiorización del ideal corporal y el IMC en preadolescentes y adolescentes. Una de las hipótesis del presente estudio fue que las puntuaciones para insatisfacción corporal y conductas alimentarias anómalas serían más altas en adolescentes; encontrando que los grupos no difirieron en insatisfacción corporal, mensajes de pares y popularidad con pares del sexo opuesto. Las diferencias entre grupos se observaron en: IMC, interacciones con pares, interiorización del ideal corporal y conductas alimentarias anómalas, obteniendo los adolescentes las puntuaciones más altas, excepto en la última variable. Por un lado, estos hallazgos se contraponen a los de investigaciones previas, que han fundamentado mayor insatisfacción corporal en los grupos de mayor edad (Bearman et al., 2006; Bucchianeri, Arikian, Hannan, Eisenberg y Neumark-Sztainer, 2013; Bully y Elosua, 2011); pero, por otro lado, se confirma que la edad está asociada positivamente a la interiorización del ideal corporal (Alvarez-Rayón, Franco-Paredes, López-Aguilar, Mancilla-Díaz y Vázquez-Arévalo, 2009). Una posible explicación a estos hallazgos es que la interiorización del ideal corporal —que se va reforzando a lo largo del desarrollo humano— se puede manifestar desde la edad preescolar (Ambrosi-Randic, 2000; Dohnt y Tiggemann, 2006), lo que indicaría que los niños de 5-7 años de edad ya están conscientes de aspectos relativos al peso, la grasa, las prácticas de control de peso o la imagen corporal, y si esta cumple o no con las expectativas sociales, y ello explicaría por qué no se observan diferencias entre grupos de edad en insatisfacción corporal, pero sí en interiorización del ideal corporal y en conductas alimentarias anómalas. Por último, el que se hayan observado diferencias en interacciones con pares del mismo sexo puede deberse a que durante la adolescencia se busca independencia respecto de los padres y, por ende, la pertenencia a un nuevo grupo que satisfaga las necesidades sociales, como son la afiliación, la amistad, la aprobación y el reconocimiento (Mann, 2002); por tanto, resulta evidente que fuera del círculo familiar, los pares constituyen la fuente primaria de contacto social.
Como segundo hallazgo, se encontró que las asociaciones de la influencia de pares y la interiorización del ideal corporal con la insatisfacción corporal fueron más altas que con las conductas alimentarias anómalas y, por el contrario, el IMC fue una de las variables con las correlaciones más bajas con insatisfacción corporal y conductas alimentarias anómalas. Una posible explicación a estos resultados es que los referentes subjetivos, como el sentirse insatisfechos con la imagen corporal, pueden ser más relevantes en la predicción de las conductas alimentarias anómalas, que los referentes objetivo, como lo es el peso corporal (Mancilla et al., 2006).
El segundo objetivo de este estudio fue analizar los predictores de la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas en preadolescentes vs. adolescentes, encontrando que, en ambos casos, la insatisfacción fue predicha por la popularidad con pares del sexo opuesto y por la interiorización, en tanto que las conductas alimentarias anómalas tuvieron como principal predictor a la insatisfacción corporal. Los dos modelos sugieren que el IMC, en sí mismo, no predice la insatisfacción corporal ni la práctica de conductas alimentarias anómalas, como manifiestan investigaciones previas (Bully y Elosua, 2011; Hutchinson y Rapee, 2007; Kiziltan et al., 2006; Ko et al., 2015; Nunes et al., 2003; Paxton et al., 2006a; Paxton et al., 2006b), pero sí contribuye indirectamente a estas mediante la influencia de los pares, quienes con sus opiniones acerca de la apariencia física y el peso corporal dan pie a la adopción del ideal corporal socialmente establecido, el que si no se cumple, repercute de forma directa sobre la satisfacción corporal. Estos hallazgos confirman resultados de investigaciones previas (Ruíz et al., 2004; Stice, 2001; Thompson et al., 1999), y aportan evidencia empírica a la premisa expuesta por Thompson y Stice (2001), quienes enuncian que la interiorización del ideal corporal es reforzada por los agentes sociales, como son los pares, y que al actuar conjuntamente, pueden desencadenar la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas. Además, en este estudio se observó que los pares adquieren un papel trascendental en la aceptación o el rechazo de la imagen corporal, lo cual coincide con investigaciones previas (Dohnt y Tiggemann, 2006; Ferguson, Muñoz, Garza y Galindo, 2014; Lawler y Nixon, 2011; Mancilla-Díaz et al., 2012), lo que confirma la premisa de que los pares pueden convertirse en un modelo a seguir (Kail y Cavanaugh, 2006; Papalia, Wendkos y Duskin, 2010).
Una de las aportaciones del presente estudio fue evidenciar el importante rol que desempeñan los pares, el cual ha sido pocas veces considerado en el estudio de los trastornos de la conducta alimentaria (Meyer y Gast, 2008) y, dado que los pares constituyen una fuente de contacto más proximal que los medios de comunicación, se considera pertinente profundizar en la comprensión de su rol como un predictor sociocultural de los problemas relacionados con la imagen corporal y las conductas alimentarias anómalas a lo largo del desarrollo humano.
A partir de las limitaciones inherentes al presente estudio, se sugieren dos vertientes a considerar en futuras investigaciones. La primera de ellas está encaminada a incluir otras variables psicológicas (e.g., depresión, ansiedad, ineficacia, perfeccionismo, inseguridad interpersonal) y/o sociales (e.g., familia, medios de comunicación) en el estudio del desarrollo de la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas, ya que estas son producto de un contexto biopsicosocial más amplio del que aquí se consideró (Bardone-Cone, Cass y Ford, 2008; Quick, Eisenberg, Bucchianeri y Neumark-Sztainer, 2013; Rodger, Paxton y McLean, 2014). La segunda vertiente supone el retomar aquella evidencia empírica que sugiere diferencias esenciales en la insatisfacción corporal experimentada por hombres y mujeres (Amaya, Alvarez y Mancilla, 2010; Bully y Elosua, 2011); es decir, en las mujeres pondera la relativa al deseo de adelgazar y, en los varones, la referente al deseo de incrementar el tono/masa muscular, por lo que sería conveniente que futuros estudios consideren hacer un análisis diferencial entre ambas vertientes.
Responsabilidades éticas
Protección de personas y animales
Los autores declaran que los procedimientos seguidos se conformaron a las normas éticas del comité de experimentación humana responsable y de acuerdo con la Asociación Médica Mundial y la Declaración de Helsinki.