Introducción
Los problemas de nutrición infantil en México despiertan un alto interés por estudiar las formas en que se alimentan los niños. La prevalencia nacional combinada de sobrepeso y obesidad, que en niños de 5 a 11 años reporta la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino ([ENSANUT-MC], Instituto Nacional de Salud Pública, 2016) es de 33%, similar al 34% reportado en la encuesta publicada en 2012 por Gutiérrez et al., pero 7% mayor respecto a la previa (Olaiz et al., 2006). La prevalencia de sobrepeso también incrementó en niños menores de 5 años, pasando de 7.6% en 2006 a 9% en 2012. Aumento que parece reflejar la insuficiencia de las acciones planteadas hasta el momento.
El estudio de la conducta alimentaria (CA), del comportamiento relacionado con la ingesta de alimentos, de los hábitos alimentarios, de la búsqueda y selección de alimentos, es fundamental para comprender mejor los factores que contribuyen al desarrollo y mantenimiento de diversos problemas de salud relacionados con la alimentación (Osorio, Weisstaub y Castillo, 2002), como son la desnutrición y la obesidad.
Ainuki y Akamatsu (2013) advierten que si bien la adopción de hábitos alimentarios saludables no permanece estable a lo largo de la vida, tiene su fundamento en la infancia. No obstante, dicho aprendizaje representa varios retos; entre ellos, la introducción de alimentos novedosos a la dieta del niño, y una problemática asociada a ello es el rechazo de alimentos novedosos, la neofobia, la cual ha sido identificada como un problema no clínico de la alimentación que, sin embargo, a largo plazo, puede producir problemas nutricionales o conductuales (Hernández, Fernand y Vollmer, 2016; Kaar, Shapiro, Fell y Johnson, 2016). El desarrollo de las preferencias alimentarias en los niños puede representar una “lucha” para los padres, al intentar conseguir que los niños consuman una amplia variedad de alimentos y favorecer elecciones más saludables. Otra problemática relacionada con la introducción de alimentos novedosos es lo que se conoce como el “comer caprichoso”, “quisquilloso” o exigente de los niños, y que se refiere al rechazo de varios alimentos y el consumo de solo unos cuantos (Carruth et al., 1998; Taylor, Wernimont, Northstone y Emmett, 2015).
Ffavorecer la autorregulación alimentaria, entendida como la capacidad de ajustar la cantidad de alimentos ingeridos, en concordancia con las necesidades fisiológicas del organismo (Schwartz, Scholtens, Lalanne, Weenen y Nicklaus, 2011), permite que los niños ingieran cantidades adecuadas de energía, proporcionando una estabilidad en su peso corporal a lo largo del tiempo. Al respecto, algunos autores señalan que los niños tienen una capacidad innata para regularse a través de señales internas de hambre y saciedad, pero que dependiendo de los aprendizajes que van adquiriendo, este mecanismo puede verse afectado, por atender mayormente a las señales externas, como es el tamaño de la porción (Fisher y Birch, 1999), o incluso, a las peticiones de los padres de que coman más alimento (Orrell-Valente et al., 2007). Así, una problemática que podría generarse desde la infancia es el comer en ausencia de hambre, o el comer en respuesta a estados emocionales (e.g., Tan, y Holub, 2011, 2015).
La forma en que los padres afrontan dichas problemáticas puede estar vinculada al desarrollo de ulteriores problemas clínicos relacionados con la alimentación, como la desnutrición o la obesidad (Keränen, Rasinaho, Hakko, Savolainen y Lindeman, 2010; Rodgers et al., 2013). Por tanto, el estudio de los efectos de las prácticas alimentarias parentales (PAP) sobre la CA de los niños es relevante en la prevención de sus alteraciones y otros problemas asociados.
Las PAP se definen como aquellos comportamientos específicos que caracterizan las interacciones entre los padres (o cuidadores) y un niño durante la alimentación (Black y Creed-Kanashiro, 2012; Castrillón y Giraldo, 2015), y que los padres adoptan con el propósito de influir en la CA de sus hijos (Vaughn et al., 2016). Así mismo, se han diferenciado las prácticas parentales de los estilos parentales, en medida de que estos últimos actúan solo como un moderador del vínculo entre lo que los padres realizan y lo que el niño desarrolla en consecuencia, ya que son las conductas específicas de los padres las que tienen un efecto directo sobre la conducta del niño (Brenner y Fox, 1999). O’Connor et al. (2009) señalaron que los estilos parentales resultan más difíciles de cambiar, así que centrarse en las prácticas parentales específicas puede ser más productivo para elaborar programas de prevención de las problemáticas asociadas a la alimentación.
Recientemente, Vaughn et al. (2016) realizaron una revisión en la que categorizaron las PAP reportadas en la literatura en tres grandes constructos de orden superior: el control coercitivo, la estructura y el apoyo a la autonomía. Dicha categorización atendió en parte a las relaciones encontradas con la CA de los niños, siendo las de control coercitivo las que tendrían relaciones indeseables, mientras que la segunda y la tercera categoría sostendrían relaciones deseables con el aprendizaje de comer saludablemente. Según estos autores, las prácticas de control coercitivo no toman en cuenta las necesidades de los niños y sólo se centran en el objetivo de los padres, quienes pretenden dominar, imponer o presionar al niño y, en ellas, se incluyen la restricción, la presión para comer, las amenazas, los sobornos y el uso del alimento para controlar emociones. Por otra parte, las prácticas de estructura implican la organización que los padres hacen del ambiente de alimentación del niño, incluidas las reglas y los límites sobre qué, cuándo, dónde, y cuánto comer, considerando elecciones guiadas, monitoreo del consumo, rutinas de comidas, modelado, así como la disponibilidad y la preparación de los alimentos. Finalmente, las prácticas de apoyo a la autonomía, o capacidad del niño para autorregularse aun cuando los padres no estén cerca, y ayudarlos a desarrollar un sentido de aprobación y apropiación de las conductas que los padres están intentando inculcar, serían: la educación nutricional, al involucrar a los niños en la planeación, las compras y la preparación de los alimentos; la estimulación de la ingesta de ciertos alimentos, sin dar consecuencias por no complacerlos, tal es el caso de elogiar a los niños por comer alimentos específicos o probar alimentos novedosos; dar razones o explicaciones para persuadir al niño; y negociar para resolver diferentes opiniones entre los padres y niños sobre qué, y cuánto comer.
No obstante, Castrillón y Giraldo (2015) señalaron que no hay información suficiente que permita orientar a los padres sobre cómo contribuir a la autorregulación alimentaria de sus hijos, ni sobre el manejo de problemas no clínicos de la alimentación en niños, por ejemplo, cómo enfrentar la negativa a consumir alimentos.
En México son escasos los estudios enfocados al tema de las PAP, esto a pesar de la influencia que se ha documentado que tienen sobre las problemáticas relacionadas con la alimentación de los niños, como en el caso de la obesidad infantil (e.g. Martínez-Munguía y Navarro-Contreras, 2014). Las PAP utilizadas en México son aún desconocidas, aunque la reciente validación para población mexicana del Cuestionario de Alimentación Infantil (CFQ, por sus siglas en inglés; Birch et al., 2001), realizada por Navarro y Reyes (2016), así como la evaluación de las propiedades psicométricas de la Escala de Estrategias Parentales de Alimentación y Actividad (PEAS, por sus siglas en inglés; Larios, Ayala, Arredondo, Baquero y Elder, 2009) en madres mexicanas (Flores et al., 2015), probablemente representan el inicio del estudio de dichas prácticas en nuestro país.
Sin embargo, aunado a la apenas creciente investigación sobre el tema, Vaughn et al. (2016) señalaron dos inconvenientes a solventar: la inconsistencia en la terminología empleada y la falta de descripciones claras de las PAP, lo que ha impedido, por un lado, la comprensión de su efecto sobre la CA de los niños y, por otro lado, la comparación transcultural. Bajo este contexto, el presente trabajo representa un primer paso en dicha línea de investigación, al pretender proponer, a partir de una revisión selectiva de la literatura, descripciones conductuales de las PAP y clarificar las relaciones documentadas entre éstas y la CA infantil.
Método
Se realizó una búsqueda de artículos científicos publicados entre enero de 2006 y noviembre de 2016 en las bases de datos Web of Science, Scopus, Science Direct, Scielo y Redalyc, con base a la combinación de las palabras clave: “children eating behavior OR children food intake” AND “parental feeding practices OR parental feeding control”; en tanto que la búsqueda en español incluyó las palabras clave: “prácticas alimentarias parentales” AND “conducta alimentaria en la infancia OR ingesta de alimentos en niños”.
Se seleccionaron solo los artículos científicos que incluyeran descripciones operacionales u ostensibles de las PAP, y que establecieran, a través del método experimental, del observacional o de reportes, alguna relación con la CA de niños desde el nacimiento hasta 11 años de edad, en cualquier condición de peso corporal, y sin problemas clínicos de alimentación. Se descartaron aquellos estudios que solo reportaban peso corporal o índice de masa corporal, por ser éstas medidas indirectas de la CA. Inicialmente se identificaron 221 artículos a texto completo, de los que se eliminaron 172, a partir de la revisión del resumen, y 22 luego de la revisión del extenso, esto por no cumplir con alguno de los criterios de inclusión. Por tanto, se incluyeron en el presente estudio un total de 27 artículos; de los cuales, 18 consideraron reporte por parte de los padres, cinco fueron experimentales y cuatro observacionales. No obstante, se agregaron dos artículos más, los cuales son investigaciones documentales y que, en el caso de la presente investigación, solo fueron retomados para la descripción de PAP.
Las descripciones a analizar de las PAP se retomaron del texto del artículo, o bien, a partir la medida usada en su evaluación. Estos datos se organizaron en tablas, ubicando siempre como primera descripción la de Vaughn et al. (2016), por ser éstas la más recientes y contener definiciones operacionales de todas PAP. Posteriormente se analizaron similitudes y diferencias entre las descripciones. Finalmente, las PAP se reorganizaron y analizaron en términos de las relaciones encontradas con la CA infantil.
Resultados
Multiplicidad y diversidad de descripciones
Las Tablas 1, 2 y 3 muestran las PAP referidas en la literatura y las distintas descripciones que se han hecho de ellas. Por tanto se pueden ver las discrepancias en la terminología y en las descripciones. Entre las principales inconsistencias en la terminología, pueden identificarse tres: 1. El uso de terminología distinta para descripciones similares (Tabla 1); 2. Un problema de sobre-inclusión, es decir, donde la descripción de una práctica, o una parte de ella, está incluida en la descripción de otra práctica (Tabla 2) y; 3. El uso de terminología similar para descripciones distintas (Tabla 3). El análisis de cada uno de estos casos es analizado en el siguiente apartado, con su implicación en la comprensión de su relación con la CA infantil. La Tabla 4 muestra las pocas descripciones operacionales de las PAP con base a una terminología y descripción consistente.
Notas. Con negritas la práctica descrita por Vaughn et al. (2016); entre corchetes otro término empleado para una misma descripción.
Notas. Con negritas la práctica descrita por Vaughn et al. (2016); entre corchetes otro término empleado para una misma descripción, o bien, para lo subrayado en la descripción.
Nota. Con negritas la práctica descrita por Vaughn et al. (2016)
PAP | Descripción | Fuentes |
---|---|---|
Elecciones guiadas | Permitir elegir qué comer, de entre determinadas opciones. | Vaughn et al. (2016) |
Monitoreo | ||
Razonamiento |
Notas. Con negritas la práctica descrita por Vaughn et al. (2016).
Implicaciones de las discrepancias en la descripción
La Tabla 5 sintetiza y organiza los hallazgos principales reportados respecto a las PAP y su relación con el aprendizaje de la alimentación en los niños; específicamente, los hallazgos se clasifican con base a tres ejes: 1. La aceptación o rechazo de alimentos novedosos; 2. la preferencia de alimentos, como el consumo de alimentos saludables o no saludables, o la aceptación o evitación de una variedad de alimentos; y 3. sobre la autorregulación de la ingesta de alimentos en los niños.
Del total de relaciones que se encontraron en esta revisión con respecto a distintos aspectos de la CA de los niños, 48.7% muestran una práctica a favor del desarrollo de conductas saludables, tales como la aceptación de alimentos novedosos, la aceptación de varios alimentos, la ingesta de alimentos saludables y una mayor autorregulación. Las PAP que surgen en este rubro son: la incitación física, el recompensar o negociar la conducta de comer, el usar el alimento como reforzador, el ejercer presión para comer, la restricción, el modelado, el involucramiento del niño, la persuasión verbal o el razonamiento, el elogiar, el monitoreo y la disponibilidad de alimentos saludables. Mientras que el resto tuvieron relaciones con algún aspecto de la CA no saludable, como: el rechazo de alimentos novedosos, el rechazar varios alimentos, la ingesta de alimentos no saludables, la sobreingesta, y el comer en respuesta a señales externas o a estados emocionales. Las PAP asociadas con estas conductas fueron: la incitación física sin modelado, la presión para comer, el castigo y el reforzamiento, el recompensar o el negociar la conducta de comer, la amenaza, la restricción, el ver televisión durante la comida, el control sobre la alimentación por parte del niño, las reglas parentales, el uso de alimento como reforzador, y la utilización del alimento para regular emociones. No obstante, los resultados muestran datos aparentemente contradictorios, ya que una misma práctica puede relacionarse con CA deseables, pero también con indeseables. Situación que puede deberse a las diferentes terminologías y descripciones empleadas para referir a las PAP.
Conducta alimentaria | Prácticas alimentarias parentales | Método(s) | Edad de niños (años) | Fuentes | |
---|---|---|---|---|---|
Ingesta de alimentos novedosos | Aceptación | ||||
Rechazo (neofobia) | |||||
Preferencias alimentarias e ingesta de alimentos variados y saludables | Aceptación (variedad) | ||||
Rechazo (exigente o quisquilloso) | |||||
Preferencias alimentarias e ingesta de alimentos variados y saludables | Ingesta de alimentos saludables | ||||
Ingesta de alimentos no saludables | |||||
Autorregulación alimentaria | Sobre-ingesta de alimento | ||||
Comer en respuesta a señales externas o a estados emocio nales |
Notas. (-) Correlación negativa con el aspecto conductual del niño señalado en la primera columna; * Prácticas alimentarias parentales con aparentes resultados contradictorios.
Un primer problema resulta de aquellas descripciones que hacen referencia a acciones prácticamente iguales, pero que utilizan terminología distinta (ver Tabla 1). Tómese como ejemplo el caso de la PAP llamada “castigo y reforzamiento de comer”, cuya descripción es similar a otra denominada “uso de incentivos o condicionantes”. Asimismo, la PAP de “amenaza o soborno”, descrita como amenazar con quitar algo por mal comportamiento, o prometer u ofrecer al niño algo a cambio de un buen comportamiento, puede incluir la primera práctica“castigo y reforzamiento de comer”. Este primer problema de la inconsistencia en la terminología es quizá el menor de ellos, porque la dificultad radica solo en el hecho de identificar la similitud en la descripción y los distintos términos empleados para esclarecer relaciones reportadas con la CA del niño.
Un segundo problema es el de sobre-inclusión, es decir, descripciones incluidas bajo la misma terminología o categoría pero que, en realidad, podrían referir a más de un tipo de PAP (ver Tabla 2). En el ejemplo anterior, el castigar o el recompensar la conducta de comer, en sí mismo podría tener efectos diferenciales entre una y otra. También, Blissett, Bennet, Donohoe, Rogers y Higgs (2012) reportaron, bajo la misma categoría, la práctica de recompensar y de negociar, las cuales para Vaughn et al. (2016) serían dos prácticas distintas, ya que la negociación entraría en la categoría de apoyo a la autonomía y el reforzamiento en la de control coercitivo. Esto podría explicar por qué se encontró relación de la práctica recompensar/negociar tanto con la aceptación como con el rechazo de alimentos nuevos (ver Tabla 4), empañando así la comprensión de las relaciones de estas prácticas con la CA infantil.
Aunado a este problema, algunas descripciones pueden ser incluidas en otras PAP. Tal es el ejemplo de la descripción de “animar” propuesta por Vaughn et al. (2016), la cual corresponde en gran medida a la de “presión verbal para comer” de Blissett et al. (2012), o la de “instrucciones neutrales” de Orrell-Valente et al. (2007). Esto expone que la falta de claridad en la terminología contribuye a la confusión entre las relaciones de dichas prácticas con la CA del niño. Así, a la práctica de “instrucción neutral”, del estudio de Orrell-Valente et al., se le ha relacionado con una conducta deseable en el niño, que es la aceptación de varios alimentos; mientras que la de “animar” (Tan y Halub, 2012), cuya descripción correspondería más a la práctica de presionar, se le ha relacionado más con una conducta indeseable, la de comer en respuesta a señales externas.
Un tercer problema resulta de las PAP nombradas bajo una misma terminología, pero que hacen referencia a descripciones operacionales distintas; por ejemplo, las de restricción y de presión para comer. Algunos autores consideran la restricción como la limitación respecto a cuánto alimento comer (Orrell-Valente et al., 2007); otros más bien hacen referencia a una práctica de prohibición, donde se instruye sobre no consumir un cierto tipo de alimento (Jansen, Mulkens y Jansen, 2007); y otros la describen como poner fuera del alcance del niño algún tipo de alimento (Campbell, Crawford y Ball, 2006). Aunque todos estos autores nombraron “restricción” a las descripciones anteriores, hacen referencia a acciones distintas y, por ende, los resultados sobre la CA infantil parecieran ser contradictorios. Campbell et al. (2006) no encontraron efectos significativos en la cantidad o el tipo de ingesta de alimento en niños de 5 y 6 años, cuando sus padres reportaron dejar fuera del alcance del niño algún tipo de alimento; mientras que Jansen et al. (2007), quienes consideraron la restricción más como una prohibición del alimento, reportaron incremento en su consumo. Esta inconsistencia en la terminología podría estar relacionada con el hecho de que tales prácticas sean asociadas con las CA saludables, pero también con las no saludables (ver Tabla 2).
Una posible solución a esto sería identificar la distinción entre las conductas con una terminología diferente, o bien, realizar subcategorías de las PAP. Ogden, Reynolds y Smith (2006) señalaron que la restricción también puede ser encubierta, cuando se limitan las oportunidades para consumir o la disponibilidad de alimentos en el hogar, sin mediar una restricción explícita; no obstante, sus efectos han sido poco estudiados. De aquí surgirían dos tipos de restricción, la encubierta y la manifiesta, distinción que tendría implicaciones relevantes en la comprensión de sus efectos. Por ejemplo, Vaughn et al. (2016) propusieronn considerar la restricción encubierta como parte de la categoría de estructura, ya que implica el establecer límites y el monitoreo, con efectos probablemente deseables sobre la CA infantil; mientras que la restricción manifiesta estaría dentro del control coercitivo, con efectos probablemente indeseables sobre la CA.
Además, siguiendo con la clasificación propuesta por Vaughn et al. (2016), habría que considerar que la restricción puede incluir alguna argumentación, lo cual la convertiría en práctica de razonamiento, y si incluyera información nutricional acerca del alimento, podría considerarse como una práctica de educación nutricional, o bien, si aunado a la restricción se brindaran otras alternativas de consumo, la convertiría en una negociación. Esto puede explicar lo que los padres del estudio de O’Connor et al. (2009) señalaron sobre la efectividad de combinar las PAP para favorecer el consumo de frutas y verduras en sus hijos, pues pasarían de una práctica coercitiva, a una variedad de prácticas de estructura y apoyo a la autonomía. Por lo anterior, Vaughn et al. describen a la restricción como las acciones de naturaleza manifiesta que limitan el acceso a ciertos alimentos, generalmente palatables, donde no se proveen opciones a los niños para elegir, y en donde no se dan razones, ni incluye negociación. Pero escasas investigaciones consideran así dicha práctica; por lo tanto, poca evidencia hay de su relación con la CA infantil, y mayormente en términos de la restricción como práctica de control coercitivo. Pero, de calquier modo, esta definición aún no resuelve la distinción entre limitación de la cantidad y la prohibición de alimentos específicos.
Un análisis similar de las diferencias encontradas en la PAP denominada “presión para comer”, nos muestra que también cuenta con múltiples descripciones que parecen hacer referencia a tipos distintos de presión, como la verbal o la física, el dar la instrucción para comer o el realizar una acción para hacer que el niño coma, respectivamente. Además dichas descripciones difieren en términos de la cantidad de alimento, de modo que pueden ir desde “terminar la porción de comida” (Galloway, Fiorito, Francis y Birch, 2006), “comer más alimento” o “más allá de la cantidad elegida por el niño” (Campbell et al., 2006; Orrell-Valente et al., 2007; Tan y Holub, 2012; Vaughn et al., 2016), o desde “comer la cantidad suficiente” (Kröller y Warschburger, 2009) hasta “solo probar un alimento” (Blissett et al., 2012; Blissett, Bennett, Fogel, Harris y Higgs, 2016).
También difieren en la descripción concreta de la acción de “presionar”, algunos autores se refieren a insistir, exigir o incluso luchar físicamente (Vaughn et al., 2016), otros a pedir con tono brusco, acosar, insistir o amenazar para comer (Orrell-Valente et al., 2007), para otros sería requerir o instruir (Galloway et al., 2006; Blissett et tal., 2012), pero puede también referir a alentar, incitar o animar (Orrell-Valente et al., 2007; Tan y Holub, 2012; Kröller y Warchburger, 2009). Esto demuestra la falta de consistencia y claridad en la descripción de esta práctica (“presión para comer”), la cual aunque es una de las más estudiadas, dichas discrepancias no permiten clarificar sus relaciones con la CA infantil. Evidencia de ello es que encontramos que a esta práctica también se le ha relacionado tanto con CA deseables como indeseables (ver Tabla 2).
Por último, cabe resaltar que se encontraron menos inconsistencias en las terminologías y las descripciones de las PAP consideradas de apoyo a la autonomía por Vaughn et al. (2016), pero también una menor cantidad de artículos que las incluyeran; no obstante, en general, los resultados han apuntado a que en los niños se relacionan con más CA deseables.
Conclusiones
El interés por el estudio de las PAP y su relación con la CA infantil se ha duplicado en los últimos cinco años, estimación hecha considerando el promedio de artículos publicados por año durante el periodo de 10 años que abarcó este estudio (35 en últimos cinco años vs. 18 en primeros cinco). No obstante, los reportes de estas investigaciones en muchos casos carecen de descripciones claras sobre las prácticas, con inconsistencia en cuanto a la terminología, o incluso, algunos no contienen definiciones sobre las prácticas evaluadas, dificultando ello la comprensión de las relaciones entre dichas prácticas y las CA.
A pesar de que no se realizó una revisión sistemática, sino selectiva y no exhaustiva, una limitación del presente trabajo pudo observarse en la necesidad de consensuar la terminología y las descripciones de PAP utilizadas entre los diferentes estudios, lo que favorecería el estudio y comprensión de las mismas, permitiendo no solo mejorar su forma de evaluación, sino también la posibilidad de realizar estudios transculturales y, con ello, fortalecer la evidencia empírica relativa a la relación de dichas prácticas con la CA infantil.
En este sentido, Vaughn et al. (2016), a partir de su revisión de literatura, se propusieron establecer descripciones claras de cada una de las prácticas identificadas. Descripciones que resultaron, en efecto, ser las más claras, por lo que podría considerárseles en futuras investigaciones, en aras de lograr un consenso. Sin embargo, es necesario cuidar algunos aspectos de dicha propuesta. Por ejemplo, la nomenclatura y la clasificación de las PAP que Vaughn et al. proponen hacen referencia a efectos deseables e indeseables, pero si nos apegamos a las descripciones de estos autores, encontramos que se reduce bastante la evidencia existente entre tales prácticas y su relación con la CA infantil, por lo que más bien deberíamos concluir que aún se conoce poco sobre los efectos o relaciones de cada una de las PAP con la CA de los niños. Por otro lado, en algunos casos, la descripción de las prácticas de dicha propuesta no resuelve del todo la problemática en la multiplicidad de terminología y la diversidad de descripciones de las prácticas; por ejemplo, respecto a la práctica de restricción o la de presión, que pueden referirse a una cantidad específica o a toda la porción de alimento.
Resolver estas diferencias en la terminología y hacer un análisis de aquellas PAP que parecen corresponder a diferentes subtipos (e.g. restricción de cantidad o prohibición de un alimento, castigo o reforzamiento), podría ayudar a clarificar sus relaciones con las CA deseables e indeseables para la salud en niños. Sin duda, aclarar estas relaciones impactará en el diseño de mejores programas de prevención y corrección que favorezcan un incremento de aquellas PAP asociadas a las CA saludables.
Aunque aún se está a gran distancia de poder explicar los efectos, a corto y largo plazo, de las PAP sobre la CA infantil, si se toma la dirección correcta, se podrá avanzar con pasos firmes. Establecer acuerdos en cuanto a la terminología y las descripciones de las PAP, antes de continuar con la investigación sobre sus relaciones con la CA, puede evitar que los resultados derivados sean contradictorios o poco contundentes, evitando así información que carezca de utilidad y no aporte evidencia empírica a esta línea de investigación.
Por otro lado, la mayoría de las investigaciones incluidas en esta revisión fueron realizadas con base a la utilización de cuestionarios. No obstante, es posible que el estudio de las PAP en el contexto natural, a través de métodos de observación, pueda proporcionar información detallada que permita plantear descripciones operacionales más claras, exclusivas y exhaustivas de las PAP, así como la identificación de la respuesta alimentaria del niño a esas prácticas dentro de la interacción diádica padre-niño en la alimentación, y ello permita realizar el análisis funcional de dichas interacciones, favoreciendo la comprensión de lo que el niño, en efecto, puede estar aprendiendo sobre su alimentación. Además, el contar con estudios transculturales y longitudinales que permitan darle seguimiento a la estabilidad socio-cultural de las PAP, y de los efectos a largo plazo sobre la CA de los niños, serán de gran relevancia en este camino a la explicación sobre su influencia en el desarrollo de la CA saludable o no saludable, permitiendo avanzar en la prevención de los problemas relacionados con la alimentación, tales como la obesidad.