Introducción
Mientras que los eventos, situaciones y circunstancias se pueden concebir como generados y desarrollados por los personajes que en ello intervienen, paradójicamente, cada uno de estos recortes de la realidad, fragmentados a partir de apreciaciones inmanentes -es decir, desde y para sí mismos-, parece producir y determinar las características de su pensar y proceder.
Al parecer, cualquier manifestación del comportamiento humano o el juicio que pueda hacerse de él, depende, más que de la propia realidad y de su experiencia, de la manera en que cada persona concibe e interpreta la existencia. Esta dinámica que se encuentra históricamente en todos los ámbitos, incluido el científico y el educativo, parece habernos implicado en un artilugio intelectivo en el que, desde el mínimo movimiento generado y hasta los aparentes cambios estructurales que se generan en el proceso de construcción del conocimiento, reiteradamente llevan como elemento de reconocimiento y validación el adjetivo conceptual dominante o de moda (como la pandemia), mismo que suele ser mantenido, al menos, hasta la aparición del siguiente evento epistemológico.
¿Por qué circunscribir todo a un evento como si fuera el timón que guía el curso de la realidad y no verlo como uno más entre el cúmulo de fenómenos presentes en la dinámica realidad de nuestra vida diaria? ¿por qué no pasar del espacio temporal e ir a la génesis de las circunstancias por las que se originó y se ha desarrollado un pensar pragmático utilitarista, que parece habernos hecho incapaces de un sentido de trascendencia? ¿por qué no ir más allá -o acaso más acá- de una forma única y “legitimada” de conocer, para considerar cosmovisiones o formas de percibir y producir conocimiento que parecen haber sido sistemáticamente ignoradas? ¿qué implicaciones tendrá una visión trascendente que dirija la mirada no sólo hacia, sino desde el humano, como expresión de su ser en la diversidad de interacciones con el otro y lo otro (ciencia, procesos de enseñanza-aprendizaje, e incluso en la cotidianidad)?
La magnitud de las transformaciones que en la dinámica social han sido manifestadas en gran medida por el confinamiento a causa de la pandemia por Covid-19, han venido a cuestionar el aparato ejecutivo del sistema pragmático de nuestra forma de vida; con ello, también ha posibilitado el descubrimiento de una crisis en los fundamentos ontológicos de la de la educación. Aunque históricamente, como ya lo señalaba Lao Tse hace más de 2,500 años y lo apuntaba Marilyn Ferguson por el año 80 del siglo próximo pasado y seguramente entre o posterior a ellos, el “qué y cómo” (hacer) y el “por qué” (ser) se hayan puesto en pugna y se haya privilegiado el hacer como algo normal y natural, ambos han estado y estarán presentes como fuerzas que buscan armonizarse. Además, aunque quisiéramos considerar como nuevo este fenómeno de la inminente elección, dado que tanto para la realidad como para el conocimiento la única constante es el cambio (Nicol, 2003), habremos de reconocer que siempre ha estado presente.
El sentido inmanente que se le da al hacer, instituyendo una forma de pensar dominante para la intelección de los fenómenos, prácticamente excluye todas aquellas formas de percibir y pensar la realidad que no comulgan con los supuestos fundamentales de la llamada ciencia en la tradición moderna occidental. Por otra parte, aunque una visión trascendente que atiende al ser parece posibilitar su cuestionamiento y la percepción de la unidad epistemológica en la pluralidad, el desarrollo de un movimiento diferente al dominante acostumbrado ha generado tres tendencias: la angustia permanente por el desplome o carencia de certidumbres que permitan mantener una postura para un transitar estable en la activa y mutable realidad; la exacerbación del apego a lo conocido en espera de su restablecimiento con la menor afectación posible; o bien, la aceptación y adopción de un pensamiento en que el cambio permanente sea considerado como dinámica natural.
En el primer caso, parece que la angustia es inversamente proporcional a las certezas; entre menos “rocas firmes” (instituciones, nociones, conocimientos, teorías y leyes), mayor es la angustia por transitar en una realidad que, por tan inestable, difiere de lo instalado por la forma de pensar heredada, que a su vez, se autopreserva como promesa de certidumbre epistemológica. En el segundo, cuando los cambios logran percibirse, se busca la sujeción inercial a lo instituido y, cuando esto ya no es posible, lo que queda es anquilosarse, o bien, adoptar ávidamente las llamativas tendencias de moda como convicción de actualidad y legitimación. Finalmente, también hay quienes se adaptan al ritmo de los cambios, o bien los provocan, desde formas alternativas al pensamiento dominante.
Será cuestión de seguir con la inercia intelectiva de las formas epistemológicas tradicionales y darle tiempo al acontecer histórico para que, por el desarrollo normalizado del conocimiento, podamos percibir la profundidad y efectos del fenómeno, o bien, aprovechar la coyuntura circunstancial que nos posibilita una forma de pensar trascendente más acorde con las necesidades de solidaridad, altruismo, cooperación y sentido universal, que el confinamiento circunstancial parece haber acusado como carencia humana primordial.
Para aprovechar esa particularidad e ir al origen de las circunstancias que la desencadenaron, se requiere de un salto retrospectivo hacia, pero sobre todo introspectivo, desde espacios de conocimiento esenciales, naturales, innatos, que nos sensibilice para advertir esas formas de sabiduría relegadas u olvidadas con las que hemos coexistido durante tanto tiempo prácticamente sin afectaciones o repercusión en nuestra forma de vida; “una conducta en la que el polo Yin materno recupere su lugar ante la avasalladora hegemonía del polo Yang exigida por la empresa civilizadora” (Soublette, 1990: 11). Se habla de la sabiduría contenida en el Tao Te King de Lao Tse, escrito alrededor del siglo VI a.C., que habrá de servir como referente o punto focal perspectivo a través del cual se proyecten las ideas generadas en la presente reflexión.
Este trabajo se desarrolla como extrapolación de la dimensión epistemológica de una investigación que se realiza en el Doctorado en Ciencias Educativas; parte del diálogo introspectivo entre la propia experiencia de percepción intuitiva y la de su concienciación retrospectiva. Incluye seis apartados en los que se expone la experiencia de percepción de la realidad, proyectada por Lao Tse en el Tao Te King; un diálogo entre la vivencia de percepción-concienciación y la de excitación-respuesta, desencadenadas a partir del encuentro con la visión trascendente de este particular pensamiento tradicional oriental.
De inicio se presenta una concepción de la realidad y la relación que guarda la vía de percepción con el conocimiento que se genera de ella; en un segundo apartado se sugiere una estrategia para la concienciación de esa experiencia de conocimiento; se continúa con una exposición de la genestesia y sus perspectivas, o lo que vendría siendo el Tao y sus sentidos que, como alternativa o rescate de una forma de conocimiento ancestral, posibilita una visión trascendente de la realidad; el cuarto apartado describe el lugar o nivel que guarda la genestesia en relación con la forma en que la metodología de la ciencia concibe la generación del conocimiento; en el quinto apartado podemos advertir el alcance y potencialidad que, desde lo inmediato hasta lo trascendente, tienen las aquí consideradas como perspectivas o sentidos; finalmente, a manera de punto focal prospectivo, se recopilan algunas ideas centrales y se proponen nuevas interrogantes con posibilidades de reflexión que invitan a asumir, desde la genestesia, una forma de pensar conciliadora, incluyente y virtual para el desarrollo de una conciencia emancipadora que posibilite la expresión del Ser en la diversidad y la complementariedad con el otro y lo otro.
De la realidad del conocimiento y del conocimiento de la realidad
Partiendo de la premisa de que la realidad no es un ente al cual se puede acceder, ni en totalidad ni bajo una única forma, sino que se va descubriendo en diferentes planos y desde diferentes dimensiones o espacios de conocimiento, habremos de tener presente que para ser captada, descubierta y aprehendida, requiere también de diferentes vías que aparecen como relatos de experiencia que cada persona va teniendo en su encuentro con esa realidad que le ha sido expresada o develada.
Se puede decir entonces que el modo de concebir la realidad es tan diverso como sus formas de percepción y que las características atribuidas a ella son tan específicas como las múltiples ciencias, corrientes y tradiciones que la abordan. Aunque dentro de una corriente o escuela de pensamiento se definan los mecanismos cognitivos y la metodología para construir o consolidar un conocimiento particular, al parecer, al concebir la múltiple y dinámica realidad desde esta fragmentaria especialización y, por tanto, desde el juicio y la exclusión, el conocimiento sobre los eventos y situaciones circunstanciales parecen quedarse en niveles de indefinición y de confusión, no habiendo una clara distinción del espacio que abarca cada noción implicada. Se puede seguir buscando el método, la forma de pensar o la perspectiva única, o bien, la forma de armonizar la pluralidad de cosmovisiones desde el propio dinamismo de la realidad pues, en último término, cada una de ellas aporta sólo una dosis de conocimiento y verdad parcial de la realidad.
La realidad “es” haciéndose conocimiento pero no le es imprescindible, es decir, la realidad “es” aunque no exista en forma posible, actual, histórica y situacional; por su parte, el conocimiento indefectiblemente “se hace siendo” realidad y solamente con ello, pues no hay conocimiento per se sino que todo conocimiento es conocimiento de “algo” (de realidad) y, por tanto, al conocer (ese algo) se hace realidad al actualizarse. Al conocer las cosas “no sólo cambian durante su efímera existencia, también cambian en un sentido más profundo en cuanto salen del estado de no existencia al estado de existencia” (Soublette, 1990: 71) y viceversa; por ello, aunque la realidad “sea”, solamente actualizada es susceptible de ser percibida intelectualmente, es decir, conocida.
Hablar de la realidad desde esta visión es asumir que su mismo conocimiento o concienciación1 es su certeza; un convencimiento o sabiduría vivencial que involucra lo intelectual, corporal y espiritual, de tal manera que, al ser compartido entre diferentes planos y entre diferentes sujetos, siendo experiencial o fenoménico, no permite imponerlo ni en su fondo ni en sus formas, aunque puede ser voluntariamente aceptado y asumido por una persona o por una comunidad; “enseñanza sin palabras o influencia por el Ser y no por el hacer” (Soublette, 1990: 142). Un tipo de conocimiento que trasciende las tradiciones, enfoques, escuelas y disciplinas -sin negarlas- para llegar al Sentido de la realidad y no sólo a su representación. “La verdadera sabiduría es un estado superior del ser que se da sobre el funcionamiento ordinario de la mente. En ese estado se toma conciencia del sentido del mundo, a modo de una vivencia y no intelectualmente” (Soublette, 1990: 11) es decir, fenoménicamente.
Para llegar al Sentido o Ser de la realidad, parece necesario ir más allá de lo racionalmente acostumbrado, a la génesis de las circunstancias en que ésta es percibida, aprehendida y expresada, al espacio aquí llamado Genestesia;2 un ambiente de sabiduría esencial, natural, innato, conciencia del origen, procedencia y orientación del conocimiento. “De cualquier modo que las cosas florezcan vuelvan a la raíz de la cual crecieron. Volver a la raíz significa quietud, quietud significa volver a la condición original, volver a la condición original esa es la Ley Eterna” (Tse, 571-531 a.C., XVI: 5-9).
Una noción que, intuida a partir de la necesidad de trascender del espacio de discusión entre las diferentes concepciones, representaciones e interpretaciones, más allá de la calificación y del juicio; un ambiente como en el que la materia y la energía pierden su definición, o como los embriones en un determinado estadio que, aunque definidos genéticamente, poseen la potencialidad de ambos sexos; ahí donde se detonan, gestan y producen tanto el conocimiento como la sabiduría, donde el conocimiento es potencial y creativo, libre y ocioso.
Un espacio, por llamarle de algún modo, revelado mediante una experiencia introspectiva que, en un intento de desapropiación teórica, vaciamiento perfecto o estado de conciencia sin contenido, se ha asumido como posibilidad para la percepción del sentido universal, existente y virtual de la realidad. Una realidad considerada aquí como unidad entre lo existente, que “es”, “puede ser” y “no es” (dada, posible, imaginal y transicional), y lo virtual, aquello que: va hasta lo imposible, impulsa, crea los detonadores, posibilita y potencializa; una virtualidad o “chispa” potencial, dinámica, vida; en resumen, ese “no-Ser” de Lao Tse, integrador de la realidad.
Porque si se quiere percibir algo, la condición primaria es el vaciamiento que conlleva la introspección, una disposición de apertura que permite verter lo contenido en el interior; pero, además de esa introspección, se considera necesario un reconocimiento retrospectivo donde, desde el encuentro con diferentes personajes y sus expresiones esenciales, seamos posibilitados para acceder a esa sabiduría primigenia de conocimiento innato en continuo descubrimiento y desarrollo. “Si quieres que algo se contraiga debes primero dejar que se dilate. Si quieres que algo se reduzca debes primero dejar que se desarrolle” (Tse, 571-531 a.C., XXXVI: 1-2, 5-6). De esta forma, tener un referente analógico a la experiencia de percepción propia, ha proporcionado un punto focal perspectivo de actualización tal como se presenta en la realidad, es decir, como unidad en la diversidad.
Entre la experiencia de conocimiento y su concienciación
Lo que se ha llamado genestesia lleva a la observación y percepción de expresiones de la realidad por medios sensitivos, emotivos, intelectuales, intuitivos y espirituales, cual si fuesen desde una misma naturaleza y nivel. Expresiones que desencadenan reacciones o respuestas espontáneas tal como sucede con la excitabilidad de toda unidad funcional; estímulos o experiencias que llevan a fijar la atención en un objeto, pero además, generan y desarrollan respuestas para trascender lo instintivo y puramente racional dado que involucran una concienciación intelectiva. La intención es transitar de una sensación de certeza, al desarrollo de un proceso de reflexión intencionado y dirigido a comprender y armonizar la propia expresión con aquella que le produjo el estímulo; de aquí surge el interés por encontrar las formas de indagar sobre aquello que le ha provocado curiosidad, interés, indignación e incluso franco repudio.
Así, el investigador es llamado a una profundización sistemática para nombrar, describir y categorizar esa expresión de realidad particularmente percibida, vertiendo las ideas y “preconcepciones” generadas en la introspección, más que como teorías o conceptos “validados”, como proyecciones virtuales, nociones potenciales o puntos focales. Una especie de Epojé que, pasando por la idea escéptica de búsqueda constante y asomando a la idea hursseliana de un paréntesis o desconexión de la cotidianeidad, reconoce cómo el cúmulo de experiencias cognitivas presentes y cambiantes, cual elementos epigenéticos, posibilita la percepción-expresión de y en esa realidad.
Describir la experiencia perceptivo-intelectiva de la interacción personal con la realidad (concienciación) requiere convocar, desde un ejercicio retrospectivo, tanto la propia vivencia como la presencia de diferentes autores, teorías, categorías, discursos, etc.; un recurso que posibilita explicarla mediante la generación de nuevos cuestionamientos y concepciones actualizados en una nueva experiencia o fenómeno de autopoiesis virtual o potencial; un ciclo uroboresco de autogeneración, recreación y reinicio continuado con cada aparente final.
Si bien Nicol (2003: 104) describe su concepción del conocimiento como un proceso con sus fases definidas, “Podríamos distinguir en el conocimiento una fase primaria, que es el aparecer (intuición o aprehensión inmediata del ser); una segunda fase que es el reaparecer (representación, mental o verbal); y una tercera fase que es el parecer sobre lo representado”, se puede decir que, a nivel de genestesia, no existe ni límite ni orden riguroso de presentación pues, aunque se presentan ciertas dominancias, todos están presentes a la vez.
La sistematización propuesta, para la generación de la experiencia de conocimiento y su concienciación, consiste en procurar prácticas potenciales, flexibles y ajustables que con su misma dinámica articulen cada momento de investigación, a fin de responder a las necesidades de lo emergente (diferente a los pasos estrictamente ordenados y consecutivos de un método prescrito); “Lao Tse estima que a los hombres hay que dejarlos que actúen libremente, sin inhibir su creatividad con pautas de conducta o de gobierno” (Soublette, 1990: 157). Mientras estos momentos conserven una dirección y sentido en torno del objeto de estudio, serán válidos y adecuados aunque en su emergencia vayan distinguiéndose entre sí; “el científico básico ha de tener plena libertad de pensamiento en la búsqueda de lo nuevo, para seguir el camino apetecido, modificarlo en el curso de la investigación y proponerse nuevas metas” (Carrato, 1974: 16).
La genestesia, sus perspectivas y el conocimiento del mundo
La genestesia, metafóricamente un “multiverso” de conocimiento de la realidad y realidad del conocimiento, se encuentra constituida por un vasto espacio de lo desconocido (aparentemente vacío, no-Ser) y por infinidad de universos inquietos (Ser) dinamizados por la potencialidad del sentido (Tao); estos universos (paradigmas) están integrados, a su vez, por la permanente interacción entre sus planos (teorías y disciplinas) y dimensiones (ontológica, epistemológica y metodológica); una interacción en que se confunde el espacio ocupado con el vacío pero, igualmente, dan manifestación a cada uno de esos universos.
En ese multiverso de conocimiento, acorde con lo concebido como genestesia, se percibe la manifestación de dos perspectivas a las que se ha designado como inducere y exducere; sentidos inmanentes a partir de los cuales se desarrolla el flujo de experienciales o estímulos que generan la concienciación continua de la realidad y su expresión en lo cotidiano.
En la perspectiva inducere (formativa-normativa) el flujo de impulsos sugerentes se dirige desde el exterior hacia el interior del ser cognoscente, enfocando y restringiendo la visión a un punto prefijado; en la exducere (de expresión), este conjunto de estímulos de la realidad son propulsados desde el interior del sujeto, haciendo emerger la concienciación de la experiencia, pero también, la experiencia de esa concienciación, ampliando su proyección a medida que fluye desde su interior.
Lao Tse hablaría de ellas como Yin para exducere (no-Ser, suave oscuridad, de carácter materno receptivo, intuitivo y afectivo, no-obrar o interferir) y Yang para inducere (Ser, fuerza luminosa, de carácter paterno, creativo, intelectual, actuante). Dos sentidos imprescindibles e interdependientes porque sólo se puede hablar de ellos reconociendo que si hay un interior es porque hay un exterior, y viceversa; Ser y no-Ser, materia y energía, cuerpos celestes y espacio vacío, sin el uno no puede concebirse el otro; dialéctica natural armónica que se devela como complemento y no como alternativa; “expresiones de lo Yin y de lo Yang respectivamente, de modo que se los concibe como complementarios” (Soublette, 1990: 71). Aunque las fronteras para esos sentidos no pudieran ser estrictamente definidas o se hayan gastado muchos recursos en el afán de querer delimitarlos dicotómicamente, al complementarse y sobreponerse sin descartarse, siguen integrando esa única y misma realidad.
Cuando se habla de genestesia, se hace referencia a ese estado superior en el que la vivencia lleva a tomar conciencia intuitiva de un sentido del mundo, pero también, a reconocer que están implicados otros niveles de conocimiento desde los que se expresa y aprehende la realidad. “Cuando la atención se dirige al no-Ser, conduce a contemplar la Esencia Maravillosa; cuando es hacia el Ser, conduce a contemplar los límites espaciales” (Lao Tse, I: 7-10). Dentro de esos estados o niveles de conocimiento (hacia el Ser) se encuentra el intelectivo que, aunque habremos de acreditarle haber dado origen al complejo entramado científico, paradójicamente, hemos de reprocharle el sobrevalorarlo y prácticamente exclusivizarlo en agravio de otras formas de percepción de la realidad.
“La sabiduría taoísta no consiste en saber. El saber corresponde a una forma inferior de conciencia” (Soublette, 1990: 11); “Quien se entrega al estudio día a día acrecienta su saber. Quien se entrega al Tao día a día se deshace de su saber. Disminuyendo y disminuyendo alcanza finalmente el estado de no-obrar” (Lao Tse, XLVIII: 1-4). Aquí se menciona el saber como el conocimiento generado por el ser humano desde sus limitaciones de ente creado igual que el resto del universo; por tanto, el conocimiento intelectual es considerado en un nivel incompleto, diverso de lo que la ciencia moderna propone. Conocer o saber, para Lao Tse, es tomar alternativa, juzgar desde ella (lo bello, lo feo, lo bueno, lo malo) en el orden humano; por su parte, el no-obrar o no interferir con el orden natural es asumir esa dialéctica armónica de orden trascendente, una sabiduría más allá del conocimiento humano.
De acuerdo con Lao Tse, cuando hay valores surge la codicia y el engaño pues, la elección desde el conocimiento humano o conocimiento racional, lleva a catalogar como superior y verdad lo elegido, como inferior o sin valor lo desechado; “los hombres de hoy, en su racionalidad utilitaria, no sólo están impedidos de poner en práctica esa verdad, sino que la ignoran como verdad” (Soublette, 1990: 237). El ser representa aquí el sentido pragmático del conocimiento en aras del orden civilizatorio, es decir, un conocimiento o saber parcializado, fruto del esfuerzo por ajustarse al comportamiento establecido por el desarrollo y el progreso. Por lo anteriormente dicho, se considera importante la posibilidad de ir a otro nivel de conocimiento del sentido del mundo, ese que para Lao Tse es el conocimiento verdadero (sabiduría), un conocimiento espontáneo donde no hay distinción ni discriminación, el espacio de la genestesia.
La inclusión de la metodología de la ciencia en el espacio de la genestesia
Sería vano intentar demarcar el límite entre el conocimiento y la realidad porque la misma manifestación genera potencialmente conocimiento, pero a la vez, la realidad se va transformando cuando el conocimiento es expresado. Aunque a cada cual se le asigne una identidad propia, posibilitada y actualizada de manera esencial por su respectivo complemento identitario dentro de cada paradigma, en el espacio de la genestesia cada uno es parte del otro. La genestesia sería como la manifestación (Te) del Uno, del sentido del mundo y principio único, el Tao de Lao Tse.
Emplazarse en el espacio de la genestesia permite ubicar los diferentes puntos focales, en sus respectivas dimensiones, a través de los cuales se introyectan o proyectan las diferentes perspectivas.3 Los puntos focales son locus en que coinciden las diferentes dimensiones desde donde es visualizada la realidad y generado el conocimiento individual; de dónde parta o hacia dónde se dirija el conocimiento de la realidad será su sentido, lo considerado como perspectiva.
Haciendo un recorrido general de la estructura mencionada, desde algunos elementos de la metodología de la ciencia, se puede inferir cómo la unión de dimensiones genera una superposición de superficies definidas que constituyen los diferentes paradigmas, tradiciones y/o escuelas: positivista (empirista), interpretativo (naturalista) y crítico (socio-crítico) (Sandín, 2003). Estas tradiciones, de acuerdo con las teorías y disciplinas que las sustentan (el interaccionismo simbólico, la fenomenología, la acción comunicativa, la etnografía) adquieren las tendencias o enfoques: cuantitativo, cualitativo y mixto, cada uno con sus diferentes métodos o procedimientos para la problematización, identificación y selección de fuentes, como también, las técnicas de recolección y análisis de datos.
Se utilizan las imágenes de la Figura 1 en un intento de visión gráfica donde las dimensiones ontológica, epistemológica y metodológica que menciona Sandín (2003) están figuradas por las coordenadas x, y, z; el espacio contenido dentro de la figura que se forma con estas dimensiones conocidas y perceptibles, en este caso por el intelecto, sería una superposición de áreas4 que representa una tradición o paradigma. Los vectores (flecha rosa y roja) representan las perspectivas que, al pasar por un punto focal, se introyectan al interior de los planos y superficies dentro de la misma tradición o universo, o bien, se proyectan fuera de ellos hacia otras tradiciones o universos.
Toda tradición contiene en sus principios las diferentes dimensiones que le proveen de identidad y determinan la forma en que dentro de ella se concibe, genera y valida el conocimiento;5 fundamentos conformados por los referentes teóricos que le sirven como el cimiento y estructura que soporta la actividad de cada disciplina. El enfoque manifiesta el tipo de características por considerar en los fenómenos que se presentan en determinada realidad por estudiarse; si bien todas las particularidades son importantes para su conocimiento, al aplicar determinado método o técnica desde algún enfoque, siempre se privilegian algunas y se prescinde de otras.
Entonces, enfocando dentro o desde el nivel de tradiciones, métodos, técnicas y teorías, la complejidad de la realidad del conocimiento permite generar esa sinonimia y polisemia que suscita confusión, pero sobre todo, cuando la atención se parcializa en una perspectiva, a lo que puede aspirarse es a un conocimiento fragmentado solamente. De aquí nuevamente se percibe la necesidad de ir a un espacio más amplio de conocimiento, ahí donde no hay confusión ni existen las distinciones que suelen hacerse desde el juicio, la calificación, la categorización excluyente y la rivalidad, al espacio de la genestesia; el Tao Te King lo dirá como “La bondad suprema es como el agua. La virtud del agua es la de beneficiar a todos sin distinciones y permanecer en los lugares bajos de la tierra; …y porque no rivaliza con nadie está siempre libre de todo reproche” (Tse, 571-531 a.C., VIII: 1-3,13-14). Particularmente, para tener una percepción, interpretación y descripción diferente y ¿por qué no?, más completa de la realidad, considero necesario poner atención en la manifestación perceptible de la genestesia, las perspectivas.
Alcances y potencialidad de las perspectivas
Una perspectiva o sentido inducere pone al intelecto como el punto de convergencia que permite conocer un fragmento reducido de la realidad, el volumen contenido en una tradición, el área entre dos dimensiones, e incluso, lo contenido en una sola dimensión. En su expresión pragmática se puede ejemplificar en la transmisión de conocimientos para la formación del sujeto cognoscente y en el conjunto de normativas que permiten preservar, desde las instituciones, la posición, postura, métodos y prácticas discursivas de las diferentes tradiciones, enfoques y corrientes de pensamiento. Esta perspectiva posibilita conocer y aceptar sólo aquello que se encuentra dentro de los límites del conocimiento (interpolación), eso que las mismas tradiciones determinan para la realidad, evidente en la sistemática resistencia al cambio de concepciones, la aceptación y adopción de nuevas ideas.
Desde el sentido exducere, la perspectiva se proyecta a partir del sujeto y a través de los puntos focales desde las dimensiones (además de las ya mencionadas, la espiritual y la sensorial o intuitiva), posibilitándonos una extrapolación dimensional, es decir, un conocimiento cada vez mayor, potencial y creador (virtual), que va más allá de los límites “científicamente validados”. Esta perspectiva se evidencia en la aparente intransigencia de quienes, poniendo resistencia a la alienación institucional generan alternativas de pensamiento, pero también, las fisuras que desestabilizan la así llamada ciencia normal… “la ciencia normal suprime frecuentemente innovaciones fundamentales, debido a que resultan necesariamente subversivas para sus compromisos básicos” (Kuhn, 1971: 3).
Si bien en la amplificación de la proyección se pueden perder detalles o particularidades, la ganancia se logra en la percepción ampliada. Algo así como lo sucedido con la concepción del universo: la tierra se concebía inmóvil cuando ella misma era tomada como referencia; móvil cuando la referencia era el inmóvil sol, y ambos resultaron móviles cuando fue tomada como referencia la galaxia o la familias de galaxias a la que pertenece la nuestra; esto justifica la importancia de considerar ambas perspectivas y de no excluirles sino integrarlas mediante este ejercicio intro y retrospectivo.
Además de permitirnos conocer lo que hay dentro de los límites establecidos, esta perspectiva nos posibilita para conocer, descubrir y crear otros universos y multiversos que hasta ahora se consideran imposibles; es decir, se puede conocer lo que hay dentro y entre las tradiciones, pero también, lo que hay más allá de ellas; se trata de esa extrapolación dimensional generada mediante una dinámica focal, una proyección no estática ni determinada o dada. La reacción que se genera a partir de la interacción del sujeto cognoscente con la realidad, suscita una respuesta intelectual o conocimiento potencial que, reenfocándose permanentemente, se va posibilitando, actualizando y autogenerando en esa autopoiesis virtual.
Un conocimiento o comprensión de la “esencia maravillosa” (Yin o no-Ser) que, como tendencia desapegada o desapropiada, posibilita la experiencia trascendente o sabiduría; un conocimiento “verdadero” (para Lao Tse) manifestado tanto por los llamados místicos como por los “ancianos” o “sabios” de la cotidianidad. Lo místico6 y la sabiduría ancestral, tanto de los pueblos tradicionales como de la vivencia diaria (las situaciones inéditas de un salón de clase, al interior de una familia o en las relaciones interpersonales y ecológicas), son considerados, más que conocimiento, creencias infundadas por estados alterados de conciencia,7 o calificadas como instinto, astucia o intuición y, de esa forma, son generalmente ignoradas por no ser producto de una sistematización racionalizada.
La perspectiva exducere se constituye como una fuerza de comprensión-expresión donde el ejercicio intelectual es considerado como una posibilidad y oportunidad para generar conocimiento pero no la única; esta perspectiva considera otras formas de aprehensión y percepción, como la intuitiva y la mística, que van más allá del espacio de lo considerado intelectualmente posible; de esta manera, lo trascendente es que las diferentes formas, métodos, enfoques y, finalmente, instituciones y tradiciones con sus dogmas y normas, son sólo puntos focales a través de los cuales se hace posible ir desarrollando y proyectando el conocimiento, pero no la fuente o génesis de éste.
Fritjof Capra (1983: 12), en su libro El Tao de la física encuentra un paralelismo importante entre los recientes descubrimientos de la física, la biología y la psicología, y los alcanzados por las tradiciones ancestrales y experiencias místicas o espirituales donde la intuición tiene un papel determinante. “la investigación sería, de hecho, inútil si no estuviera complementada por la intuición, que es la que da a los científicos nuevas ideas y los hace más creativos”.
Parece difícil hacer coincidir los términos e interpretaciones a que se ha hecho referencia, probablemente porque se habla desde diferentes planos, áreas, dimensiones, enfoques, tradiciones, teorías o disciplinas aisladas y conjuntas; quizá sería necesario designar a cada cosa desde el nivel de generación (genestesia), desde sus perspectivas o sentidos, o bien, de alguna de sus formas de percepción, concienciación y representación; de cualquier modo, seguiría presente el planteamiento que generó la reflexión inicial. ¿Habrá de ser la interpretación de la realidad quien determine nuestra forma de pensar y actuar y no la realidad misma?, si la transformación permanente es la constante ¿por qué instalarse en un evento transitorio (de moda) para desarrollar toda una estructura cognoscitiva de reconocimiento y validación?
Desde la conjunción de las perspectivas de la genestesia se puede encontrar una vivencia del sentido holístico del mundo, posibilitando aceptar formas de sabiduría relegadas por no tener origen intelectual, de esa forma, trascender del pensar pragmático utilitarista espaciotemporal e ir hasta la génesis de las circunstancias que originan las situaciones y eventos, o bien, aceptar y adoptar el cambio permanente como dinámica natural para el desarrollo de una nueva forma de pensar y de vivir. El haber hecho un desarrollo mayor de la perspectiva exducere ha sido porque se considera ignorada, relegada y poco explorada; y aunque pareciera débil e indefinida, es potencial, fecunda, generadora; por consiguiente, dinamizadora no sólo de sí misma sino de su perspectiva complementaria, la inducere.
A manera de punto focal prospectivo
Resulta interesante advertir las coincidencias entre lo que se ha descrito inicialmente desde la experiencia de introspección y lo vivenciado desde la excitación-expresión a partir de la exploración de un gran punto focal prospectivo, para esta reflexión el pensamiento de Lao Tse. Seguramente Carl Jung describiría estos hallazgos como eventos de sincronicidad pues esa forma de pensar se ha venido actualizando históricamente hasta nuestros días en diferentes épocas, lugares y personajes como en Heráclito, Tagore, Boschetti, Capra; ¿Acaso será la presentación de ciclos contextuales que se presentan con determinada regularidad en la realidad? ¿serán eventuales expresiones de dominancia en la permanente presencia de las perspectivas?; para nosotros es simplemente otra expresión actual del sentido del mundo.
Considerar que la realidad no se puede abarcar ni conocer en su totalidad, lleva a una concienciación de las proyecciones virtuales de la experiencia perceptiva, es decir, un convencimiento que partiendo de la experiencia integral (cuerpo, intelecto y espíritu) se manifiesta en la vida; un ejercicio intro-retrospectivo, donde las propias preconcepciones dialogan con las ideas no convencionales, en el espacio denominado genestesia; esa condición en la que participan los sentidos o perspectivas inducere y exducere, que abre posibilidades de intelección desde las cuales se puede integrar y proyectar el conocimiento de la realidad. Una vivencia del sentido del mundo que posibilita aceptar formas de sabiduría no convencionales pues, aunque se asuma que cada tradición marca “sus” límites, alcances, naturaleza y “cientificidad”, permite considerarlas como expresiones y partes integrantes de una realidad en génesis y aprehensión permanente.
Se puede continuar con la tendencia limitante del sentido inducere, incluso intentar la emergencia del conocimiento y expresión desde la perspectiva exducere; sin embargo, caer, como muchos de los creadores o seguidores de las diferentes corrientes, en el reduccionismo descalificador que se está criticando; pero también, aunque a estas estructuras se les considere necesarias e inherentes al desarrollo del proceso de conocimiento de la realidad, está presente la oportunidad de asumir una proyección conciliadora, incluyente, virtual, que desde la oportunidad y opción posibilite el desarrollo de una perspectiva de intelección para una conciencia emancipadora, generadora de agentes libres y libertadores de la razón y de la sujeción institucional.
¿Cuál es el sentido de trascendencia? Precisamente, ir más allá de los límites establecidos por las estructuras y por quienes las instituyen; un pensamiento atemporal no circunscrito a la historia, que no depende de los sujetos, los entes, los eventos, las situaciones, circunstancias o de la percepción que se tiene de ellos, sino que, su sentido ontológico parte desde el ser que se trasciende transformándose con la realidad, se comparte, es todo y en todo.
“Lo propio de la actitud sabia es detectar las mutaciones cuando se hallan en estado de germen y adoptar oportunamente las actitudes que puedan orientar los movimientos y las cosas que se generarán en ellas” (Soublette, 1990: 195).