Vivimos tiempos difíciles en varios aspectos y en diversos ámbitos. Lo que en un momento fue amenaza ahora es un golpe presente y continuo que, cada día, cobra víctimas y deja secuelas. El COVID-19 tiene al mundo en vilo y ha modificado nuestro ritmo de vida. Además de ser un problema de sanidad, se ha vuelto económico, político y, si enfocamos bien, existencial. La dinámica de la vida familiar, escolar, laboral, religiosa y social también se ha modificado. Si miramos la letalidad de este virus, nos explicaremos por qué produce miedo.
La forma en que muere una persona por causa de este virus, con la terrible dificultad para respirar y en soledad, causa miedo y dolor. La pérdida de empleos y el horizonte económico pintado de gris, también generan pavor. La incertidumbre de un futuro inmediato, si de por sí ya traía cargas nada halagüeñas, ahora suscita un miedo sutil que cala en lo hondo del ánimo. ¿Qué pasará una vez que pase la pandemia? Se necesitan años para una recuperación más o menos similar a la que había previa a la pandemia.
El confinamiento al que mucha gente ha sido obligada, por sí solo, ya señala que algo grave está pasando. Al problema sanitario, se añade el problema económico que complica la delicada situación. Algunos, como el Nobel de economía Amartya Sen, han señalado que lo más grave no es la detención de la dinámica económica ni el desempleo, sino la hambruna que viene.Y ello sí, sostiene, producirá mucho dolor. Hay quien, además de lo anterior, advierte el riesgo de que el estado, al mantener a todos en su casa, conectados a la web, logre un control auténtico sobre las personas y, por tanto, surja un nuevo autoritarismo centralista. Si el mercado fenece, parece ser la premisa, entonces que el estado intente salvarnos.
Como si lo anterior no fuera suficiente, algunas perspectivas basadas en teorías de la conspiración cobran cierto auge en algunas zonas del imaginario colectivo. Esas visiones pretenden denunciar el complot mundial que busca el establecimiento de un gobierno universal dirigido desde Londres o Nueva York. Para dicha mentalidad, la pandemia es un invento en el que confabulan esos intereses poderosos, las grandes farmacéuticas internacionales y los perversos medios de comunicación. Lo grave no es la interpretación o la lectura, sino la convicción que se vierte: el virus ni siquiera existe.
Lo que es un hecho es que la pandemia ha modificado los ritmos y ha obligado a muchos a resguardarse en sus domicilios. Sin duda esto ya es un gran cambio en la dinámica social tal y como ésta venía dándose. Para otros, la pandemia no cambiará a los seres humanos y, una vez pasada aquélla, volveremos a ser los mismos. Para ellos, la crisis, por tanto, sólo afectará a los excluidos y marginados, como de hecho ya venía ocurriendo antes del coronavirus. Ni la muerte ni el hambre, concluyen, modificarán la estatura y la calidad de los seres humanos.
En este contexto, más allá de toda interpretación, los hechos muestran una situación donde se ve, en primer lugar, la fragilidad humana. En segundo lugar, la ausencia de sistemas de salud robustos y vigorosos. Por el contrario, se ha visto su insuficiencia y su incapacidad para atender oportunamente a los afectados directos y a quienes los asisten. El derecho a la salud como prerrogativa universal aún es un pendiente para muchos sectores sociales, especialmente los más vulnerables. En tercer lugar, las secuelas que lo anterior ha traído dejan un panorama desolador para los próximos años.
Angustia, incertidumbre y miedo parece ser una trilogía que prevalece en un panorama de ruinas provocado por este Tsunami que ha golpeado, sobre todo, la seguridad existencial de los seres humanos. El miedo, no es, sin embargo, buen consejero para dar pasos seguros en la reconstrucción del espacio existencial y de los ámbitos de la actividad humana. Como una emoción básica ciega, puede llevarnos a otorgar apoyo a opciones políticas y/o gubernamentales que tengan visos autoritarios, demagógicos o populistas.Tales opciones suelen ignorar la vida y los avances institucionales en materia del estado democrático y social de derecho.
Ante tal panorama es mejor salir del ámbito meramente emocional y trascender al de las razones. Es preciso reflexionar y ubicar las razones de una esperanza que nos inspire a trabajar en una reconstrucción más digna y humana. En primer lugar, es preciso alentar no la visión amarillista de los medios respecto de la crisis, sino la versión de los médicos, de los científicos de la medicina para que, en la medida de lo posible, con toda claridad nos indiquen cómo está la situación de la pandemia. En segundo lugar, es deseable que los gobiernos informen con puntualidad, oportunidad y veracidad la situación real del avance y contención del virus. En tercer lugar, la sociedad, además de estar informada, debe exigir a sus autoridades transparencia en lo que realizan para atender la crisis y rendición de cuentas de lo que invierten en ello, máxime cuando es ella misma la que ha sido golpeada por la recesión generada que amenaza con permanecer por largo tiempo.
Tomás de Aquino (S. Th., I-II, q. 40, a.1) señala que la esperanza no es el mero deseo o anhelo. Sus características, dice el Aquinate, son las siguientes: 1) Su objeto propio es el bien, lo bueno, pues simplemente no se espera algo malo o el mal. 2) Se espera algo futuro (y en esto se parece al deseo), pero no presente (en esto se distingue del gozo). 3) Se espera el bien pero como algo arduo, difícil de alcanzar; nadie espera algo fácil que esté en su poder alcanzarlo. 4) Finalmente, que ese bien difícil de conseguir sea alcanzable. No se espera lo imposible.Y en esto se distingue la esperanza de la desesperanza.
A lo anterior hay que añadir que, además, el objeto de la esperanza, al menos en el sentido en que lo estamos planteando y bajo las circunstancias señaladas, no depende enteramente de nosotros. Verdad es que, por lo arduo que supone el bien alcanzable, depende de nuestra disposición y tesón lograrlo hasta cierto punto. Pero su entera consecución parece escapar a nuestra voluntad; aquí es donde entraría aquello que las personas de esperanza denominan: Gracia. Tendríamos que estar abiertos a este don, si podemos llamarlo así.
Con la mirada más tranquila, es posible visibilizar a los más vulnerables para que sean los sectores más atendidos y, a partir de ahí, se pueda proclamar la dignidad humana como fundamento de toda dinámica social. Si esto ocurre, estamos seguros que regresaremos a la normalidad con una mejor actitud. Quizá no cambien muchas cosas, pero la fundamental habrá cambiado, la del reconocimiento del otro, nuestro hermano, nuestro semejante, nuestro compañero que nos necesita aquí y ahora. Ese rostro es el de la esperanza. No hay miedo que nos impida mirar este rostro concreto. La esperanza, en ese sentido, siempre vivirá, aun en las horas más oscuras.
Este número de Open Insight presenta, en la sección Estudios, seis largas contribuciones que abarcan, de alguna manera, la filosofía antigua, medieval, moderna y contemporánea, pues van desde Aristóteles hasta Jorge Mario Bergoglio, pasando antes por Buenaventura y Kierkegaard, aunque también hace espacio a dos problemas actuales de gran relevancia para la filosofía, como el lugar de la mujer en el mundo del trabajo y la revolución sexual a partir de los movimientos estudiantiles de los años sesenta.
Del escritor italiano Massimo Borghesi, nos llega una reconstrucción del itinerario académico e intelectual del joven Mario Bergoglio. Si bien el futuro Papa, en los inicios de su formación intelectual, mostró un gran interés por el pensamiento de Maurice Blondel, este interés lo conduciría finalmente hacia el pensamiento dialéctico del jesuita francés Gaston Fessard, cercano en algunos aspectos a la dialéctica de la superaciónde Hegel, pero profundamente animado por la espiritualidad jesuita. Fruto de sus lecturas y de sus propios esfuerzos intelectuales serán la visión y el proyecto de la Compañía de Jesús en Argentina y en América Latina que irá construyendo; por lo que es a partir de este momento donde se sitúa el inicio de la actividad creativa intelectual de Bergoglio, ya como pensador y no como un mero estudioso de ideas ajenas. Un segundo personaje importante en este caminar fue Romano Guardini con su teoría de la «oposición polar», que mantiene lo universal y lo particular en una tensión que no se resuelve en la anulación de alguna de las partes. El pensamiento de Guardini también influirá en su crítica a la tecnocracia moderna mediante el concepto del «concreto viviente», que no es un ente homogéneo e indiferenciado, sino que posee su propia individualidad y complejidad, con las que enriquece y nutre la comunidad llamada Iglesia. Además de lo dicho anteriormente, el escrito de Massimo Borghesi tiene entre sus frutos iluminar las raíces filosóficas de la pastoral del papa Francisco.
Francisco Villar, académico de la Universidad de Buenos Aires, hace un estudio sistemático de los argumentos erísticos según Aristóteles, considerando la noción psicológica de «apariencia» (φαντασία) en el tratado Sobre el alma. Considerar el aspecto psicológico de una falacia está justificado, ya que los argumentos que «parecen» verdaderos, pero son falsos, tienen un correlato en la facultad representativa. Es así que el trabajo de Villar no sólo explora el aspecto puramente lógico o formal de una falacia, sino el trasfondo anímico sobre el que se dan. En este artículo el lector encontrará enunciadas una por una las definiciones de silogismo erístico que realiza por Aristóteles en Tópicos y Refutaciones, y podrá ver con claridad la conexión semántica y conceptual que hay en las obras aristotélicas mencionadas respecto de la noción de apariencia.
Sin ninguna intención de demeritar los demás trabajos del presente volumen, el texto de Willmar Acevedo y Gonzalo Soto es quizás el más filosóficamente atrevido de todos. Los autores apuestan aquí por una relectura de la obra más importante de Buenaventura, el Itinerarium mentis in Deum, trayendo a la época actual tres aspectos: la figura del turista, la itinerancia y el camino místico. Se trata de un texto donde confluyen visiones de sociólogos contemporáneos como Paul Virilio y Zigmunt Bauman, con unas más clásicas, como son las de Gilson y Ratzinger, que tiene entre sus objetivos, aunque quizás no explícitamente, entender ese tipo de espiritualidad sin divinidad tan propia del mundo contemporáneo. Se trata de actualizar las ventajas que la espiritualidad del franciscano podría tener para la vida interior de las personas hoy, pero sin traicionar el núcleo original de su pensamiento. Es así que ambos autores nos ofrecen aquí un trabajo bien documentado, fiel al pensamiento y al espíritu del Doctor Seráfico, que además de ser una breve exposición de éste, constituye un buen ejercicio filosófico de pensar el mundo contemporáneo a la luz de la tradición.
José Luis Evangelista, conocido especialista en el pensamiento de Kierkegaard, nos ofrece un análisis y crítica de los Discursos edificantes del pensador danés escritos en 1843. Si bien estos textos han recibido poca atención en el mundo académico por no tener un carácter riguroso y expositivo, Evangelista sabe poner de manifiesto las conexiones que tiene con obras mayores como Dos épocas y La enfermedad mortal. La estrategia argumentativa de Kierkegaard tiene como peculiaridad que éste no se concibe a sí mismo como una autoridad que pontifica desde un púlpito sobre lo que sus oyentes deben y no deben hacer; por el contrario, en estas obras Kierkegaard se muestra irónico y provocativo, lo que según Evangelista sería una muestra de que no busca sino que el lector se comprometa él mismo con su propia búsqueda de la verdad. A partir de una hermenéutica sobre el edificar y sobre el derribar, que sirve de articulación para todo el trabajo, el autor detalla en qué consiste el verdadero sentido de estos discursos y se pregunta por sus posibles interlocutores, sin que por ello su texto se convierta en una mera exposición temática de dichos escritos.
Por su parte, el profesor Joaquín García-Huidobro se detiene en el movimiento cultural del 1968 y repara en la influencia que tuvo en el pensamiento filosófico y teológico del momento, y más particularmente en lo que respecta a la aparición de la píldora anticonceptiva y sus consecuencias para la liberación sexual. A lo largo de una exposición enriquecida por referencias a la música y el cine, que sirven para bosquejar la atmosfera cultural e intelectual de la época, García Huidobro va ofreciendo de manera detallada los puntos de convergencia y de distanciamiento que hubo entre varios pensadores de la época, particularmente Horkheimer, y la Humanae Vitae de Pablo VI. El texto de García-Huidobro presenta una rica descripción de la antropología filosófica que subyace, y en última instancia estructura, la posición de Pablo VI, que si bien tiene puntos de contacto con la crítica enarbolada por el filósofo alemán, posee para el autor una mayor riqueza y profundidad al poner en el centro a la persona.
Por último, el texto que nos ofrece Verónica Román, profesora de la Universidad Panamericana, enumera varios elementos para entender la compleja relación entre mujer y trabajo en la época contemporánea. Con este fin en mente, la autora realiza un recorrido histórico para analizar con detalle el desarrollo de la función social de la mujer, recorrido histórico que intercala con elementos de la historia de los movimientos feministas. Román encuentra que en la época moderna se gestó un quiebre importante en la manera de concebir el cuerpo y la racionalidad, que se vio indefectiblemente reflejado en la diferenciación del trabajo, lo que finalmente puso en una relación desigual a la mujer frente al varón. Para la autora, durante la Modernidad lo femenino fue visto como un obstáculo para la mentalidad racionalista, por lo que se vio desplazado a los ámbitos de las tareas que supuestamente no requerían de un esfuerzo intelectual: el doméstico o el del cuidado de los enfermos, por poner un par de ejemplos. Este cambio de mentalidad le permite a la autora explicar por qué durante la Edad Media la mujer tuvo un papel muy importante en la toma de decisiones políticas y por qué su rol en el trabajo no era especialmente diferente del que tenía el varón; cosa muy distinta a lo que ocurrió durante la primera revolución industrial. Fue hasta la Primera Guerra Mundial cuando las mujeres pudieron participar en las actividades industriales, debido a la escasez de mano de obra masculina como consecuencia de la guerra; lo que llevó a que las demandas feministas de la época se articularan de una manera más sistemática y organizada. El texto de Román prosigue ofreciendo tópicos específicos que determinaron —y determinan aún— la relación que guardan las mujeres con el ámbito laboral, para finalmente ofrecer una valoración crítica y bien documentada sobre la situación actual de las mujeres a este respecto.
La sección Hápax Legómena nos ofrece una conferencia poco conocida del historiador y pensador ruso Alexandre Kojève acerca de las condiciones fundamentales que originaron la ciencia en Occidente. Fiel a su espíritu de historiador de las ideas, Kojève se pregunta por los motivos históricos y sociológicos que han hecho que sólo en la civilización cristiana se haya desarrollado la ciencia. La hipótesis de Kojève es que el cristianismo cuenta con un dogma muy propio, la encarnación, que implica de suyo un cambio en la concepción de la naturaleza y el mundo material, condición indispensable para el desarrollo de la ciencia experimental y no puramente teórica, como fue la de los antiguos griegos o indios. Esta traducción viene precedida por una presentación realizada por David Carranza, donde se ofrecen algunos datos para contextualizar la conferencia y valorar apropiadamente el aporte filosófico de Kojève.
En la sección Reseñas, esta edición de la revista ofrece dos interesantes contribuciones sobre fenomenología de la educación y filosofía de la ciencia. En primer lugar, Rubén Sánchez se encarga de analizar detenidamente el aporte de Vincenzo Costa a la filosofía de la educación, centrándose especialmente en tres tópicos presentes en el título de la obra: fenomenología, educación y formación. Por su parte, Christopher Mendoza se centra en un amplio y complejo texto del filósofo y científico italiano Gianfranco Basti, compuesto de numerosos artículos que abarcan tópicos como las neurociencias y los sistemas complejos, y su posible relación con un realismo de corte tomista.