Introducción
A partir de la publicación de la obra seminal de Serge Moscovici La psychanalyse, son image et son public en 1961, el concepto de representación social ha cobrado un lugar fundamental en las ciencias sociales en general y más particularmente en la psicología social y cognitiva, la comunicación social, la antropología, la educación, los estudios de las culturas, etcétera. La representación social es “una modalidad particular del conocimiento cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos” (Moscovici, 1979: 17). Esa modalidad a la que se refiere Moscovici es un conocimiento “espontáneo”, “ingenuo”, ése que habitualmente se denomina conocimiento de sentido común, que es socialmente construido y compartido en el seno de diferentes grupos. Este tipo de conocimiento tiene una raíz y un objetivo práctico: “apoyándose en la experiencia de las personas, sirve de grilla de lectura de la realidad y de guía de acción en la vida práctica y cotidiana” (Jodelet, 2011: 134).
En el campo de la educación esta propuesta ha encontrado un terreno fértil, ya que permite observar el juego de las representaciones sociales en los diferentes niveles del sistema escolar, por ejemplo, en el nivel político en el cual “son definidos los fines y las modalidades de organización de la formación, el nivel de la jerarquía institucional cuyos agentes están encargados de la puesta en práctica de estas políticas, y el nivel de los usuarios del sistema escolar, alumnos y padres” (Jodelet, 2011: 140-141). Además posibilita captar la visión del mundo que los actores escolares aportan y utilizan para actuar o tomar posiciones, así como para entender la dinámica de las políticas educativas.
El desarrollo del campo de estudio de las representaciones sociales data de cinco décadas a la fecha; éste ha pasado por distintas etapas, con momentos de latencia, episodios de confrontación o de crítica,1 que en diferentes épocas impidieron su aceptación debido al predominio de orientaciones epistemológicas diversas, inicialmente el conductismo, el estructuralismo, la forma mecanicista de pensar el marxismo, y más recientemente los paradigmas posmodernistas (Jodelet, 2003). Sin embargo, en las últimas décadas este enfoque ha dado lugar a numerosas corrientes de investigación y variados modelos de aproximación teórica y empírica en muchos países del mundo. En la medida en que esta teoría y sus conceptos se han ido desarrollando y precisando se ha cristalizando un campo de investigación, en cuyo interior se delimitan áreas específicas y se esbozan ópticas diferentes.
En lo que concierne a los desarrollos teóricos del concepto existe una gran variedad de textos que dan cuenta de sus orígenes, su naturaleza, sus conceptos centrales, sus procesos de construcción, etcétera (Moscovici, 1979; Jodelet, 1986, 1989; Ibañez, 1994; Wagner y Elejabarrieta, 1994; Abric, 2001). Sin embargo, en el caso de aproximaciones empíricas al estudio de las representaciones sociales la bibliografía no es tan extensa.2 En el diseño e implementación de un estudio en este campo surgen numerosas dudas sobre el camino a seguir, es decir, qué decisiones claves y definitorias debemos tomar. En la investigación educativa, como lo documentan Cuevas y Mireles (2016), se genera un número de estudios importantes sobre representaciones sociales; sin embargo, algunos de ellos presentan cierta confusión nocional, imprecisiones metodológicas y algunas inconsistencias investigativas. El propósito de este texto es precisamente exponer algunas reflexiones y recomendaciones metodológicas que pueden ser de utilidad para aquellos estudiantes o investigadores, del campo de la investigación educativa,3 que están interesados en la propuesta teórica-metodológica de las representaciones sociales (RS).
La construcción del objeto de estudio
Comienzo con el tema de la construcción del objeto de estudio4 porque éste es el paso inicial en toda investigación, en general, y en particular en el estudio de las RS. Una de las primeras tareas que se plantean en el diseño de una investigación en este campo es determinar si aquello que pretendemos investigar es en sí un objeto de representación social. Este paso es esencial ya que, como señala Julia Flores, lo importante “no es tanto el estudio de la representación de un objeto, sino saber primero cuál es el objeto de la representación, porque no todo objeto es necesariamente objeto de representación” (Flores, 2005: 16); dicho en otras palabras, no todo objeto, hecho o fenómeno social es susceptible de hacer emerger una representación social.
Existen algunas condiciones que se deben cumplir para considerar a un objeto social como un objeto de representación; dicho objeto debe aparecer en las conversaciones cotidianas y estar presente en los medios de comunicación y se debe apoyar en valores variables según los grupos sociales que le asignan su significación (Jodelet, 1989). Además, como señalan Wagner y Elejabarrieta (1994), para que un objeto social se convierta en objeto de representación es necesario que éste constituya algo extraño o novedoso que es necesario hacer comprensible, es decir, tiene que ser un objeto socialmente discutible y relevante para un grupo.5
Es necesario tener en mente todas estas condiciones para poder determinar si aquello que queremos investigar es objeto de una representación social y si es factible analizarlo desde esta perspectiva teórico-metodológica. Aunque todo objeto sea producto de una elaboración simbólica ya que el “símbolo y el objeto están genéticamente ligados”, no por eso toda materia simbólica es objeto de representación social (Flores, 2001: 15).6
La construcción o elección del objeto de estudio también tiene que ver con el problema que se quiere investigar y con las posibilidades o ventajas de realizarlo desde la perspectiva de las representaciones sociales.
Enunciar exactamente el objeto de representación que se ha elegido es otra precaución metodológica que se tiene que tomar en cuenta. Es necesario recordar que “toda representación social es representación de algo y de alguien” (Jodelet, 1986: 475). Esto implica que al enunciar el objeto de estudio se tiene que especificar exactamente cuál es objeto de RS y quiénes lo comparten.7 Por lo cual enunciaciones generales como “las representaciones sociales de la evaluación”, sin especificar quiénes son los sujetos que se supone comparten dicha representación, no serían adecuadas. Asimismo, no es pertinente hablar de las RS de un sujeto social dado sin especificar el objeto representado; por ejemplo “las representaciones sociales de los estudiantes de nivel básico”.
Determinar los sujetos de estudio
Otro paso central en la delimitación de una investigación sobre RS es determinar quiénes serán los sujetos de estudio. Su selección se puede llevar a cabo en términos de grupos, poblaciones, estratos o conjuntos sociales, en cuyas manifestaciones discursivas y comportamientos estudiaremos la representación (Sá, 1998). Cabe señalar que aunque frecuentemente se estudian las representaciones sociales a través de la interrogación de los individuos, el sujeto de la investigación no es el individuo en sí mismo sino el grupo social. En relación con la selección de los sujetos de estudio es importante tener en mente que no son las características sociopsicológicas o demográficas de un individuo las que determinan si puede ser sujeto de investigación; el criterio más bien sería, si el individuo es parte del grupo social bajo estudio. Visto desde la teoría de las representaciones sociales “un grupo es un grupo porque comparte una representación social” (Kooijmans, 2014: 74). El grupo social en la investigación, en este campo de estudio, siempre es relativo a un objeto de representación específico y a un tiempo y espacio determinados.8
Existen varios criterios que pueden ser tomados en cuenta en la delimitación de los sujetos que conformarán el grupo a estudiar. Por ejemplo, si lo que interesa en la investigación es captar las subjetividades y sus pautas de organización (ideologías), los muestreos preplanificados, cerrados a lo imprevisto, resultan inconvenientes, ya que el investigador necesita sumergirse en la problemática desde el trabajo de campo. A partir de una comprensión teórica y empírica previa del sujeto y del tema de estudio, el trabajo de campo le permitirá obtener los criterios para una acertada selección de los sujetos.
En lo que concierne la delimitación del número de sujetos a entrevistar se puede seguir el criterio de saturación,9 que especifica que cuando los argumentos comienzan a repetirse se llega al límite del número de participantes , dado que una mayor cantidad de individuos no aportaría ninguna significación diferente al contenido de la representación.
Determinar las dimensiones del contexto sociocultural
Si se parte de la idea de que las representaciones sociales se establecen a través de la comunicación social y sirven como guiones de acción, se puede entender que la relación que tiene el grupo social con el objeto de representación depende del contexto social, cultural, histórico, comunicativo y pragmático que comparte el grupo. Por tanto, es importante identificar el contexto sociocultural en el que se desenvuelven los sujetos y grupos, sus prácticas sociales particulares, redes de interacción, instituciones u organizaciones implicadas, medios de comunicación al acceso de los grupos seleccionados, normas o valores relacionados con el objeto de estudio, etcétera (Sá, 1998: 25). Como señalan Rateau y Lo Monaco (2013: 24), nuestras pertenencias a grupos sociales, “ya sea que se trate de asociaciones, de clubes, de organizaciones profesionales, de partidos políticos o de redes sociales, nos llevarán a modelar nuestra percepción del contexto”.
Es debido al contexto en el cual se ubica el grupo, al rango de las experiencias concretas que tiene con el objeto de estudio, al conocimiento común y a las representaciones sociales ya existentes en este contexto, que un grupo social construye sus representaciones sociales en la manera en que lo hace y con las características que tiene (Wagner y Yamori, 1999). También son importantes las instituciones u organizaciones en las que interactúan los sujetos y grupos, así como la inserción social de los individuos en términos de pertenencia a determinados grupos y las prácticas sociales en los que éstos participan. La Figura 2 da cuenta de la importancia de los contextos en los que se ubican los sujetos de estudio.
Una vez que lo anterior ha quedado claramente especificado se puede decidir qué perspectiva teórica y metodológica se seguirá y qué instrumentos se emplearán.
Establecer la perspectiva teórica y metodológica que se adoptará
Antes de iniciar este apartado considero importante señalar que el proceso de diseño de una investigación no es un proceso lineal ya que éste implica idas y vueltas al fenómeno, a la teoría y a la metodología. Habitualmente iniciamos la formulación de una investigación con la delimitación del objeto de representación social, esto implica que ya conocemos, de manera general, la teoría y por eso decidimos abordarlo desde esta perspectiva. Como señala Sá (1998: 26): “La construcción del objeto de investigación puede ser vista conceptualmente como un proceso decisorio por el cual transformamos conceptualmente un fenómeno del universo consensual en un problema de un universo reificado, y en seguida, seleccionamos los recursos teóricos y metodológicos que serán utilizados para la resolución del problema”.
También es importante señalar que la elección de una perspectiva metodológica está determinada, en gran medida, por consideraciones empíricas, por ejemplo, el tipo de objeto o fenómeno a estudiar, los sujetos que conforman el grupo, el contexto socioeconómico y cultural en el que se ubican, la factibilidad de realizarlo desde esta perspectiva.
Los requerimientos conceptuales necesarios para formular una fundamentación teórica consistente, así como los métodos y técnicas adecuados para el estudio del problema de investigación, es otra consideración importante en el diseño de una investigación.
En relación con los fundamentos teóricos, cabe mencionar que existen diferentes líneas de investigación que formulan diversas maneras de cómo se lleva a cabo la construcción psicológica y social de las representaciones sociales. Entre las diferentes aproximaciones o escuelas10 Jodelet (2003) menciona las siguientes: el modelo del núcleo central, desarrollado en la Universidad de Aix-en-Provence, por la escuela de Midi (Jean-Claude Abric, Claude Flament, Christian Guimelli, Pascal Moliner, Michel-Louis Rouquette), centrado en los procesos cognitivos; el modelo de la escuela de Ginebra: Willem Doise y sus colaboradores (Alain Clémence, Fabrice Lorenzi Cioldi, Dario Spini) quienes conciben a las representaciones sociales como un principio de “tomas de posición”; también se ubica una corriente más antropológica representada por Denise Jodelet. De igual manera, existen desarrollos más recientes como la perspectiva dialógica, desarrollada por Ivana Marková en el Reino Unido; la comunicacional, representada por Annamaría de Rosa en Italia, así como la corriente interpretativa en la que se ubican autores como Gerard Duveen y Sandra Jovchelovitch en Inglaterra, o Uwe Flick y Wolfgang Wagner en Alemania y Austria (cf. Jodelet, 2003).
En lo que concierne a las aproximaciones metodológicas, cabe señalar que existen diferentes formas de abordaje o apropiación de los contenidos teóricos que implican variados procedimientos metodológicos. Cada enfoque marca un estilo de trabajo estrechamente vinculado con los objetivos del investigador y con el objeto de investigación (Banchs, 2000: 3.1). Por ello es necesario ubicar las tendencias que influyen en los procedimientos metodológicos de los estudios. Si bien existen diferentes maneras de agrupar las corrientes que han abordado de manera sistemática el estudio de las representaciones sociales, una que resume en cierta manera a todas éstas es la que propone María Auxiliadora Banchs (2000). Ella las agrupa en dos enfoques: el procesual y el estructural. El estructural se centra en la organización de las representaciones, haciendo uso del método experimental, o bien de análisis multivariables que permiten identificar dicha estructura. El procesual aborda dos tipos de procesos: los cognitivos mentales, de carácter individual y los de interacción y contextuales, de carácter social, que inciden en la conformación de las representaciones sociales. Desde este enfoque se privilegian dos vías de acceso al conocimiento: una a través de métodos de recolección y análisis cualitativo de datos, otra a partir de la triangulación, combinando múltiples técnicas, teorías e investigadores para garantizar la confiabilidad en las interpretaciones.
En todo estudio de representaciones sociales es necesario que exista una concordancia teórica y metodológica. Por ejemplo, si se decide llevar a cabo un estudio siguiendo el enfoque procesual que se sustenta en una aproximación hermenéutica, se tendría que elegir una metodología cualitativa que se incline por captar la construcción y comprensión del sentido. Por otra parte, como señala Sá (1998: 76), si se busca estudiar el contenido cognitivo de las representaciones “concibiéndolo como un conjunto organizado o estructurado y no como una simple colección de ideas y valores”, entonces la perspectiva inaugurada por Jean-Claude Abric, más conocida como la del Núcleo Central, puede ser la elegida.
Cabe señalar que si bien la distinción entre procesual y estructural es útil para caracterizar las aproximaciones más emblemáticas en el campo, es recomendable ver la oposición entre contenidos y procesos no como puntos antagónicos sino como parte de un continuum. En ciertos momentos algunos investigadores pueden hacer uso de ciertos métodos que son considerados como característicos de uno u otro tipo de enfoque y esto no implica que se abandonen los principios en los que se sustenta su filiación epistemológica. Por ejemplo, en un enfoque procesual se puede utilizar el análisis de la asociación de palabras no solamente con la finalidad de encontrar el núcleo central, sino para ubicar campos semánticos o procesos discursivos.
Diseño del instrumento(s) de acopio de la información
Una vez que se ha decidido la perspectiva metodológica que se adoptará es necesario que los instrumentos que se van a utilizar sean acordes con dicho enfoque. La elección de los métodos y técnicas apropiados depende de las características del objeto de estudio y las preguntas de investigación, los objetivos que se persiguen y las preferencias del investigador (cf.Wagner et al., 2011).
El acopio de la información es un punto clave que determina, en cierta manera, el logro de los objetivos que uno se propone en un estudio sobre representaciones sociales. Una interrogante central para el desarrollo de una investigación sobre RS atañe a las herramientas que el investigador elegirá y utilizará para captar su objeto de estudio. Existen dos grandes tipos de métodos para el acopio de información que constituirá el material a partir del cual se podrán identificar las representaciones sociales, aquellos denominados interrogativos y los llamados asociativos (Abric, 2001).
En la Figura 3 se incluyen aquellos instrumentos que, de acuerdo con Abric (2001), son utilizados en cada uno de los dos métodos mencionados.
Cabe señalar que el acopio y análisis de la información son dos fases del proceso de investigación que están claramente interrelacionadas, por lo que debe existir una concordancia teórica y metodológica entre ambas.
Dado que existen textos en los que se detalla la explicación de cada uno de estos métodos (Abric, 2001; Araya, 2002), no presento aquí la descripción de cada uno de ellos. Prefiero centrarme en algunas consideraciones sobre las ventajas de algunas de las técnicas que son más utilizadas y en la necesidad de diseñar un instrumento que sea adecuado para analizar el discurso producido por los sujetos de estudio sobre el objeto de representación.
La entrevista
La entrevista en profundidad, por mucho tiempo considerada junto con el cuestionario como el instrumento principal de acopio de representaciones, continúa siendo, hasta la fecha actual, un instrumento indispensable para todo estudio de representaciones sociales.
De acuerdo con Ruíz (2003: 174), la entrevista puede considerarse como “un acto de interacción personal, espontáneo o inducido, libre o forzado, entre dos personas, entrevistador-entrevistado, en el cual se efectúa un intercambio de comunicación cruzada”. Por lo anterior, y siguiendo a Ibáñez (1994), cuando las personas revelan sus representaciones mediante sus producciones verbales, no están efectuando la descripción de lo que está en su mente, sino que están construyendo activamente la imagen que se forman del objeto con el cual les confronta las preguntas de la investigadora o investigador.
La entrevista es ante todo una técnica que se traduce en la producción de un discurso. El discurso es “un conjunto coherente de saberes compartidos, construido, con frecuencia, de manera inconsciente por los individuos de un grupo social” (Charaudeau, 1985: 56). Esos discursos sociales, son testimonio de la manera en que las prácticas sociales son representadas en un contexto sociocultural dado y racionalizadas en términos de valor (lo bueno/malo, divertido/aburrido, nuevo/viejo). Además el discurso implica la comunicación: “refiere no sólo un acto de expresión de significados, sino presupone también un sistema de relaciones sociales y un conjunto de conocimientos culturales previamente establecidos que permite dicha expresión” (Rodríguez, 2001: 85). Por eso, los discursos obtenidos por medio de entrevistas pueden poner de manifiesto las representaciones sociales. Como dice Vela Peón (2001: 68): “La entrevista proporciona una lectura de lo social a través de la reconstrucción del lenguaje, en el cual los entrevistados expresan los pensamientos, los deseos y el mismo inconsciente”. Lo que el investigador busca encontrar es lo que es importante y significativo en la mente de los informantes, sus significados, perspectivas e interpretaciones, el modo en que ellos ven, clasifican y experimentan su propio mundo (Guber, 2004).
En las exploraciones de corte cualitativo, en las que el material de análisis lo constituyen los discursos producidos por los informantes, las modalidades de entrevista más utilizadas son las siguientes: en profundidad y semiestructurada o focalizada. Las entrevistas en profundidad11 han sido descritas como no directivas, no estructuradas, no estandarizadas y abiertas. En este tipo de entrevista se intenta que el relato del entrevistado o informante surja libremente con una mínima intervención del entrevistador. No hay propiamente preguntas, sino una guía de temas a abordar. En la entrevista focalizada se abordan temas específicos y se construye un protocolo o guía mediante el cual se delimitan aquellos aspectos sobre los cuales se requiere profundizar; esto para evitar que la conversación se desvíe de los tópicos de interés del investigador y se pueda obtener la mayor cantidad de información sobre el objeto de estudio de la investigación.
En los estudios sobre RS el diseño de la guía de entrevista puede tomar varias modalidades. En algunos casos las preguntas se formulan teniendo en cuenta las tres dimensiones a partir de las cuales es posible analizar, con fines didácticos y empíricos, las representaciones sociales como “universos de opinión”: la información, el campo de representación y la actitud (Moscovici, 1979: 49). Si bien, en algunos casos el recorte de cada una de estas dimensiones es complejo, el uso de este análisis dimensional proporciona información sobre el contenido y sobre la construcción de las representaciones sociales. En otros estudios el instrumento es diseñado teniendo como criterios diferentes hipótesis en las que se sustenta la investigación o en categorías y/o dimensiones de los conceptos teóricos del estudio.
El relato de vida
Un tipo de entrevista en profundidad que últimamente también ha sido utilizado para el acopio de las representaciones sociales es el relato de vida (cf.Rodríguez, 2001). Los relatos de vida son narraciones que los actores despliegan ante las preguntas del investigador, aunque con la flexibilidad y apertura que implica la idea del diálogo abierto.
El relato de vida tiene su origen en las llamadas “fuentes orales”, o sea, las fuentes vivas de la memoria. La historia oral tiene interés en considerar el ámbito subjetivo de la experiencia humana concreta y del acontecer socio histórico, tal como lo expresan los sujetos sociales (Aceves, 1997). Para captar la historia oral, existen dos herramientas básicas: la historia de vida y los relatos de vida; si bien ambas son parte del relato oral, existen diferencias entre ellas. Estas diferencias quedan explícitas en el Cuadro 1.
Rasgos | Historia de vida | Historia oral temática |
---|---|---|
Rango | Intensivo | Extensivo |
Medios | Directo | Directos-indirectos |
Muestra | Individual | Amplia-diversa |
Enfoque | Caso único | Múltiple-temático |
Técnica | Entrevista en profundidad | Entrevista semidirigida |
Evidencia | Testimonio personal Experiencia y vivencias | Testimonio personal Experiencia colectiva y tradición oral |
Producto | Autobiografías Trayectorias vitales “Historia de vida” | Relatos de vida Trayectorias "tipo" “Historias orales” |
Etiqueta | ("Life-history") | ("Life-stories") |
Fuente: Aceves (1997: 12).
Como se observa en el Cuadro 1, existen diferencias entre historias y relatos de vida. Al respecto Rodríguez (2001: 81) aclara que:
Por relatos de vida hay que entender un conjunto de narraciones en las que los actores, a petición del investigador, exponen sus experiencias y contextos de vida. No son historias de vida en tanto no pretenden una investigación sistemática sobre el complejo transcurrido de una vida, sino relatos en el sentido de narraciones breves sobre algunos pasajes de la vida, producidas en el transcurso de un diálogo abierto con el investigador.
El relato de vida es útil para identificar y analizar el uso de diversos mecanismos discursivos que expresan la importancia que el sujeto le da a los pasajes que ha decidido relatar. Finalmente, podemos decir que este tipo de relato nos permite adentrarnos, indirectamente, a los contextos y la vida cotidiana que es narrada, lo cual es útil a la hora de realizar el análisis e interpretación de los discursos.
El relato de vida puede ser de utilidad para captar las RS dado que, como señala De Garay (1997), al analizar el discurso obtenido mediante este método, el investigador puede identificar las representaciones de aspectos o situaciones específicas de la vida de un ser humano que no son “simples formas de ver el mundo” sino más bien se trata del “conocimiento práctico que sustentan nuestras percepciones del entorno, de la vida, y porque orientan nuestras relaciones con los otros, a la vez que estimulan la construcción de los juicios de valor que a diario aplicamos y compartimos en sociedad” (De Garay, 1997: 25).
Grupos focales
Recientemente para el estudio de las representaciones sociales se recurre a las entrevistas grupales, es decir, a la técnica de “grupos focales”. Esta técnica es una modalidad de entrevista grupal abierta y semiestructurada, en la que se procura que un grupo de individuos, seleccionado por los investigadores, discutan y elaboren, desde su experiencia personal, una temática o hecho social que es objeto de investigación. El grupo focal es un método de investigación colectivista, se centra en la pluralidad y variedad de las actitudes, experiencias y creencias de los participantes, y se lleva a cabo en un espacio de tiempo relativamente corto (Margel, 2001).
El principal propósito de la técnica de grupos focales en la investigación social es lograr una información asociada a conocimientos, actitudes, sentimientos, creencias y experiencias que no serían posibles de obtener, con suficiente profundidad, mediante otras técnicas tradicionales, como por ejemplo, la observación, la entrevista personal o la encuesta social.
Generalmente los grupos están compuestos por seis u ocho sujetos (máximo 12), donde un conductor o facilitador convoca a la discusión sobre el objeto de representación y asuntos afines. Con estas entrevistas se trata de acercar lo más posible al ambiente cotidiano. El número de sesiones y/o grupos se determina a través del criterio de “saturación” y la información recogida es explorada mediante análisis de contenido o análisis del discurso.
Análisis de la información
La elección de las técnicas de análisis tiene que ver en parte con la perspectiva metodológica que se adopta y con los aspectos o elementos de la representación que se espera evidenciar. Por ejemplo, si lo que se persigue es captar la estructura interna de la representación existen varias vías que se pueden seguir: la transformación del material cualitativo en unidades de significación cuantificables, o por medio de la utilización de cuestionarios específicamente construidos para permitir los análisis estructurales, en particular de similitud (cf.Abric, 2001; Guimelli, 1990). Por otro lado, si se intenta captar el aspecto discursivo de los saberes elaborados en común y su referencia a la comunicación, al lenguaje, es decir, al lazo profundo entre la cognición y la comunicación, entre las operaciones mentales y las operaciones lingüísticas, entre informaciones y significados, se recurre a un enfoque más hermenéutico, como puede ser el análisis en profundidad de las producciones discursivas (Jodelet, 1989).
En el caso de las investigaciones que se adscriben a un enfoque estructural, existe ya una serie de procedimientos claramente establecidos para captar tanto la organización y la estructura de una RS, así como para verificar la hipótesis de la centralidad de los elementos identificados (cf.Abric, 2001; Guimelli, 1990; Moliner, 2007; Doise et al., 2005).12
En este texto he optado por describir los diferentes pasos que se pueden seguir en un enfoque de tipo procesual que se incline por captar la construcción y comprensión del sentido. Para ello propongo un modelo que puede ser utilizado para el análisis de las representaciones sociales a partir del estudio de la organización argumentativa y semántica del discurso, el cual está basado, en gran parte, en algunos planteamientos de Grize (1993) sobre la relación entre lógica natural y el estudio de las representaciones sociales, la propuesta metodológica de Jean-Blaise Grize, Pierre Vergès y Ahmed Silem (1987) incluida en su texto Salariés face aux nouvelles technologies. Vers une approche sociologique des représentations sociales13 y mi experiencia empírica.
Modelo analítico para el análisis de las RS
En el estudio de las representaciones sociales una primera cuestión que necesita ser considerada es que éstas no se expresan ni se observan directamente. Por ello, como señala Grize (1993), éstas tienen que ser captadas a partir de los comportamientos verbales en general y en particular en los discursos.
Cuando un individuo es llevado a expresarse sobre tal o cual tema, a defender su opinión, a explicar un fenómeno, o actuar sobre otro por medio del discurso, lo hace en función de ciertas representaciones cuya existencia es previa al comportamiento verbal. Por tanto, si uno se propone estudiar las representaciones discursivas de las representaciones mentales que los sujetos construyen sobre aquello de lo que hablan “es necesario evidenciar la emergencia ‘en situación’ de las representaciones a través del estudio de la organización argumentativa y semántica del discurso” (Grize et al., 1987: 35).
Para Grize (1989: 171), toda representación, de cualquier manera que uno la especifique, es la representación de alguna cosa; por tanto, se trata de un concepto semiótico. La naturaleza de “esa cosa” es fundamental, y “todo aquello, que después de las publicaciones de Moscovici, se ha dicho sobre las representaciones sociales es que son una forma de conocimiento”.
Las RS pueden ser concebidas como “una representación organizada de objetos del mundo exterior o de conceptos” (Grize, 1993: 3); es organizada en tanto tiene que ver no sólo con los objetos de pensamiento, sino también con el conjunto de lazos que los unen y las articulaciones que existen entre ellos.
Siguiendo a Grize (1993), los modelos mentales no pueden ser observados directamente (por lo menos en el estado actual de la ciencia); éstos solamente pueden ser captados a través de los comportamientos de los sujetos de todos los tipos, pero de éstos los más accesibles para su análisis son los comportamientos verbales, es decir, los discursos, ya sean verbales o visuales.14 Desde esta perspectiva, el estudio del discurso deberá permitir delimitar las formas de razonamiento a las que el pensamiento discursivo recurre, poner en evidencia la existencia de ciertos sistemas, y el grado de complejidad de sus objetos (Grize et al., 1987: 36).
En la Figura 4 Gutiérrez presento el modelo15 de análisis que he utilizado en mis investigaciones (Gutiérrez, 2007a, 2007b, 2015).
Este modelo requiere reconstruir las condiciones de producción del discurso, detectar a partir del concepto clave de esquematización, los objetos del discurso; identificar los diversos modos en los que el locutor desarrolla los objetos o tópicos de su discurso (los modos discursivos); la manera en que se compromete con los enunciados (implicación del locutor); los juicios o valores que sustentan una argumentación, así como la construcción misma de la argumentación.
Vale puntualizar que las representaciones sociales no pueden simplemente identificarse con una organización de contenidos (ya que surgen de una situación de intercambio) sino también en relación con las condiciones de producción del discurso;16 toda representación social es construida socioculturalmente por lo cual es necesario reconstruir, entre otras cuestiones, quiénes son las personas que producen el discurso, desde dónde lo producen, en qué situación, para quién lo producen, etcétera. Además, como señalan Rodrigo et al. (1993), el ser humano no construye su representación en solitario, ni sobre la base de experiencias idiosincráticas, sino a partir de las relaciones que establece con los miembros de su cultura, es decir, las representaciones están fuertemente orientadas por las actividades (prácticas culturales) que el individuo realiza en su grupo y que suelen tener lugar en un contexto de relación y de comunicación interpersonal, que trascienden la dinámica interna de la construcción individual.17
La esquematización es la noción clave de la lógica natural.18 Siguiendo a Grize (1993), un discurso no hace otra cosa que proponer, es decir, poner frente al interlocutor, una esquematización. Existe ahí un acto semiótico que consiste en dar a ver un modelo mental que uno tiene a través del discurso. Por eso, y porque además son visibles, las esquematizaciones pueden ser analizables y el instrumento para su análisis es la lógica natural.
Cuando alguien emite un discurso para alguien más, lo que le propone a su interlocutor es una imagen verbal de aquello de lo que se trata, en otras palabras, le propone lo que Grize denomina una esquematización; ésta resulta de la aplicación de un cierto número de operaciones lógico-discursivas19 que permiten, en primer término, construir en forma orientada determinados objetos, para luego operar discursivamente sobre “lo construido” con el propósito de intervenir sobre un destinatario.
En diferentes escritos Grize ha detectado varias operaciones de la lógica natural,20 pero en el diseño del esquema analítico que aquí presento sólo he retomado aquellas que son más útiles para el análisis de las representaciones sociales; éstas son las operaciones que tienen que ver con la construcción de los objetos del discurso (las clases objeto) y las de proyección valorativa.
Para la lógica natural razonar es en cierta manera argumentar; por ello, para poder acceder al estudio de los razonamientos naturales es necesario identificar los objetos del discurso. Si se concibe al discurso como un conjunto de actividades ejercidas por un sujeto, es necesario identificar la naturaleza de los objetos de los que trata el discurso y las formas que pueden tener esas actividades.
Los objetos que construye el discurso se presentan como un haz de propiedades, relaciones y esquemas de acción, que son de naturaleza cultural e histórica y están estrechamente vinculados a la orientación argumentativa del texto y a su contenido ideológico. Un objeto de discurso, por tanto, “siempre está asociado a un conjunto de aspectos y siempre es proyectado en una cierta perspectiva” (Grize et al., 1987: 37).
A partir de las operaciones constitutivas “de objeto” se pueden identificar las clases-objeto que hace surgir el sujeto, los ingredientes que las componen y los predicados que las determinan. Los objetos están ya determinados por la naturaleza de sus elementos, pero al ser construidos van siendo determinados por sus predicados, ya sea directamente por atribución de propiedades o indirectamente al relacionar los unos con los otros.
La noción de objeto de discurso está ligada estrechamente a lo que la lógica natural llama preconstruido cultural (PCC). Son preconstruidos porque son adquiridos, y culturales porque funcionan en el entorno colectivo. Se trata de una organización socialmente regulada del conjunto de representaciones en las que los objetos se encuentran inmersos. Para Grize (1993: 3) los preconstruidos son “los depósitos que las representaciones dejan en el lenguaje”, en el fondo se trata del aspecto lingüístico de las representaciones sociales. Los preconstruidos culturales, según Grize, son saberes, matrices culturales de interpretación, a través de las cuales se pueden entender muchas de las expresiones que resuenan o repercuten de un sujeto a otro, fundando una especie de memoria colectiva.
Además de detectar los objetos del discurso y los precosntruidos culturales a los que remiten es necesario saber cómo son construidos los predicados que describen esos objetos. Por ello, en una misma noción se pueden unir los elementos que revelan los contenidos del discurso, es decir, todos aquellos elementos que pueden ser agrupados en el concepto de conductas discursivas.
La noción de conductas discursivas se compone de las subnociones de comportamiento discursivo y de contenido. El comportamiento discursivo concierne, por un lado, a los diversos modos en los que el locutor desarrolla los objetos o tópicos de su discurso (los modos discursivos) y, por otro, la manera en que se compromete con los enunciados (implicación del locutor). La noción de contenido se analiza a partir de los temas y niveles de referenciación (campo referencial).
Los modos discursivos designan la manera en que el locutor expone los contenidos de su discurso; en otras palabras, la actitud cognitiva que manifiesta en la enunciación de los contenidos. Grize, Vergès y Silem (1987: 73) identifican los siguientes:
El constativo. El sujeto se presenta como testigo y describe o constata los hechos, los acontecimientos y las cosas: “Utilizamos la informática en el trabajo”.
El proyectivo. El locutor anticipa el porvenir, predice y hace proyecciones: “Habrá una reducción de las horas de trabajo”.
El axiológico. El sujeto hace un juicio sobre los hechos o acontecimientos: “El trabajo es de mejor calidad”.
El prescriptivo. El sujeto da su opinión sobre algo que se hará o no, da un consejo. Es una forma atenuada de las órdenes o las prohibiciones: “Hay que ser competitivos”.
El metadiscursivo. El locutor tematiza la situación de entrevista o el contenido de su propio discurso: “Sabe qué, yo no he reflexionado mucho sobre todos esos problemas”.21
Este nivel de análisis tiene que ver fundamentalmente con la manera en que los sujetos exponen el contenido de su discurso. Saber si el sujeto solamente constata hechos, realiza ciertas valoraciones, o prescribe ciertas ideas es fundamental para el análisis de las representaciones sociales. La elección de los modos discursivos a partir de los cuales el sujeto expone su discurso tiene que ver con la naturaleza del objeto de representación y la posición del sujeto en el entramado social.
La presencia o implicación del locutor22 permite detectar la manera en que el sujeto se compromete con lo enunciado. Ésta es estimada por el grado de compromiso que tiene frente a lo que enuncia. En un enunciado, el locutor puede estar presente de dos maneras diferentes: 1) se incluye en el contenido proposicional del enunciado y figura bajo la forma de un pronombre personal: “Yo no he sido consultado sobre la reforma”, 2) está presente en tanto que enunciador del contenido proposicional, en cuyo caso es capaz de expresar diversas actitudes frente al enunciado, certeza, duda, juicio: “Dudo que el gobierno haya realizado una consulta sobre la reforma”.
Para captar la presencia/ausencia de marcas o lugares de determinación en el discurso, se recurre al sistema de señalamiento de los lugares de determinación y de sus modalidades en el discurso; esto con el fin de mostrar las relaciones que establece cada sujeto a partir de los elementos tomados de uno o varios lugares de determinación: las matrices culturales, la ideología y el relato de la práctica.
De estos lugares resalto la determinación por la ideología (Grize et al., 1987),23 ya que el compromiso del sujeto con su posición ideológica, que uno frecuentemente juzga de pasional, se expresa por la valoración de ciertos temas. La ideología se lee en las justificaciones y racionalizaciones que el sujeto expresa para apoyar sus ideas; por ejemplo, “El gobierno nos ha impuesto una reforma que no fue consensada”, que implica una visión sobre las relaciones de poder.
A mi parecer, una de las ventajas que ofrece la lógica natural es precisamente proporcionar un método de análisis que permite analizar tanto la forma como el contenido de las representaciones sociales. Las operaciones lógico-discursivas de la lógica natural pueden ser aplicadas para superar el simple análisis de contenidos y poner en evidencia las organizaciones cognitivas.
A manera de cierre
La sociedad está produciendo constantemente representaciones sociales para motivar la acción y dar sentido a las interacciones humanas que brotan de los problemas de las personas en la vida cotidiana (Moscovici, 1988). La idea de llevar a cabo acciones de acuerdo con la manera en que uno se representa un cierto fenómeno que nos atañe, hace que esta teoría pueda ser de gran utilidad para acceder a las formas subjetivadas o interiorizadas de la cultura, es decir, a los ámbitos específicos y bien delimitados de creencias, valores y prácticas de los actores sociales. Además el hecho de que la representación no sea considerada como un simple reflejo de la realidad sino como una organización significante, permite reconocer que esta significación depende a la vez de factores contingentes, tales como la naturaleza y finalidad de la situación, el contexto inmediato, y algunos otros factores más generales que rebasan la situación misma, por ejemplo el contexto social e ideológico, el lugar del individuo en la organización social, la historia del individuo y del grupo, los desafíos sociales a los que se enfrentan (cf.Abric, 2001).
Como ya varios autores han señalado (cf.Piña y Cuevas, 2004; Jodelet, 2011; Cuevas y Mireles, 2016), en el campo de la educación cada día surgen más investigaciones en las que el paradigma teórico y metodológico de las representaciones sociales es utilizado para abordar diferentes problemáticas educativas, entre ellas ciertas prácticas docentes (cf.Villegas, 2012), la educación ambiental (Terrón, 2010), la formación e identidad profesional (Güemes, 2003), la calidad de la educación (Piña, 2003), la excelencia académica (Mireles, 2012), las reformas educativas (Cuevas, 2015; Netzahualcoyotl-Netzahual, 2015), por mencionar solamente algunos ejemplos de investigaciones en México. Sin embargo, como ya señalé, es necesario establecer la ubicación y claridad epistemológica de la teoría de las representaciones sociales y los procedimientos metodológicos acordes a este paradigma, para así superar la poca claridad nocional y la inconsistencia investigativa en ciertos trabajos empíricos.
Las reflexiones y recomendaciones que he presentado no pretenden especificar de manera rígida los pasos para llevar a cabo una investigación en el campo de las representaciones sociales; tienen más bien el fin de alertar al lector acerca del gran número de decisiones que es necesario tomar y la necesidad de vigilar la congruencia teórica y empírica de su investigación.