Introducción
El ocelote (Leopardus pardalis) es una especie de amplia distribución en el Neotrópico, donde habita una gran variedad de ecosistemas, entre ellos los bosques tropicales y templados, manglares, matorral xerófilo y matorral desértico micrófilo (Aranda 2005; Martínez-Calderas et al. 2011; Ahumada-Carrillo et al. 2013; Aranda et al. 2014). No obstante, se encuentra en peligro de extinción debido al efecto de las actividades humanas, como la cacería y la destrucción y fragmentación de su hábitat (Caso et al. 2008; SEMARNAT 2010). La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés) lo incluye en el Apéndice I (CITES 2015) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales (UICN, por sus siglas en inglés) lo clasifica como LC (least concern) o en "preocupación menor" (IUCN 2015). Su distribución histórica incluye la Sierra Madre Oriental (SMO; Aranda 2005), la cual se encuentra altamente modificada por las actividades antropogénicas (Arriaga et al. 2000). Se ha documentado su presencia en las selvas altas perennifolias del estado de Puebla (Hueytamalco y Plan de Guinea; Ramírez-Bravo et al. 2010) y Oaxaca (San Juan Teponaxtla y los Chimalapas), así como en la selva baja caducifolia (Tehuacán, Puebla; Ramírez-Bravo et al. 2010; Pérez-Irineo y Santos-Moreno 2014), por lo que se ha propuesto la existencia de un corredor biológico a lo largo de la SMO, el cual conecta con el sureste mexicano a través de los estados de Puebla, Veracruz y Oaxaca (Ramírez-Bravo et al. 2010). En dicha zona se ubican la Sierra Negra de Puebla y la Sierra Mazateca de Oaxaca; ambas sierras forman parte de la Región Terrestre Prioritaria 130 (RTP) "Sierras del norte de Oaxaca-Mixe". Esta sierra se caracteriza por mantener selvas altas perennifolias y bosques mesófilos de montaña, así como una alta riqueza de mamíferos y una alta concentración de especies en riesgo (Arriaga et al. 2000; García-Marmolejo et al. 2008). Esta región se considera con potencial para la distribución del ocelote y otros felinos tropicales, incluyendo al jaguar (Lorenzana 2011; Rodríguez-Soto et al. 2011, 2013; Dueñas-López et al. 2015). Sin embargo, no existen registros que corroboren la presencia del ocelote ni la de otros felinos silvestres en esta región en particular.
Materiales y métodos
El estudio se llevó a cabo en dos municipios: San Sebastián Tlacotepec en la Sierra Negra, Puebla y Santa María Chilchotla en la Sierra Mazateca, Oaxaca. Ambas sierras son dos cadenas montañosas contiguas que presentan un mosaico de vegetación compuesto por agricultura de temporal (16,640 ha), bosque mesófilo de montaña (12,508 ha), selva alta perennifolia (11,943 ha), pastizal cultivado (9,758 ha) y bosque de pino (57,44 ha; CONABIO 2012). El fragmento más grande de vegetación natural consta de 3,200 ha de bosque mesófilo de montaña, el cual se localiza en la Sierra Negra. Realizamos entrevistas informales y semiestructuradas en 23 comunidades de la zona de estudio entre octubre de 2013 y octubre de 2014, para conocer el estado de conservación del jaguar y sus presas en los bosques tropicales de la zona. Se utilizó la técnica conocida como bola de nieve, la cual consiste en localizar a través de las entrevistas, a los pobladores que tengan conocimientos profundos sobre el tema de interés (Sandoval 2002); en este caso, información sobre felinos silvestres o posesión de sus derivados. Como parte de un estudio para determinar presencia y abundancia del jaguar y sus presas se colocaron entre 11 y 18 estaciones de fototrampeo en selva alta perennifolia, bosque mesófilo de montaña y acahuales. El diseño de muestreo se realizó siguiendo la metodología de Medellín et al. (2006), Díaz-Pulido y Payán (2012) y Noss et al. (2013) para el jaguar; esto es, un área mayor a 100 km2 y una distancia entre las estaciones de 3 km. El muestreo se realizó durante tres meses, de julio a octubre de 2014 con 18 estaciones: cuatro en la Sierra Negra y ocho en la Sierra Mazateca. Seis estaciones fueron dobles, éstas se colocaron en donde los cazadores refirieron avistamientos recientes de rastros del jaguar o sus presas potenciales, y se comprobó el rastro (los rastros comprobados siempre fueron de las presas potenciales del jaguar: Pecari tajacu, Mazama temama), dos se colocaron en la Sierra Negra y cuatro en la Sierra Mazateca. En las estaciones dobles se colocó perfume Obssesion (r) como atrayente para el jaguar. Como parte de un estudio piloto, se realizaron dos muestreos previos de un mes, uno en diciembre de 2013, en el que se operaron 18 estaciones en la Sierra Negra (1 km entre estaciones) y el otro en abril de 2014 con 11 estaciones (cuatro en la Sierra Negra y siete en la Sierra Mazateca espaciadas cada 3 km). Los datos obtenidos de dichos muestreos también forman parte de los resultados presentados en este estudio. La ubicación de las cámaras en cada una de las temporadas de muestreo cambio dependiendo de las condiciones en campo, por lo tanto, al final se lograron algunos registros en puntos con distancias mínimas de 200 m en línea recta. Las cámaras utilizadas fueron: StealthCam(r) Delta8 modelo STC-Q8X/STC-D8BZ, Texas, EUA; Cuddeback(r) Ambush Black Flash Model 1194, Wisconsin, EUA; Bushnell(r) Trophy Cam HD Essential 119736C, Kansas, EUA y Covert (r), Kentucky, EUA. Para determinar el esfuerzo total de muestreo se multiplicó el número de cámaras trampa activas por los días de muestreo en cada una de las temporadas; lográndose un esfuerzo total de 1,745 días trampa. No logramos obtener fotografías del jaguar, pero sí de ocelote, y dada la importancia de su registro en la zona, se decidió examinar las fotografías. Para propósitos del análisis se utilizaron solo aquellas fotografías consideradas como eventos independientes, de acuerdo a los criterios establecidos por O´Brien et al. (2003). Para identificar individuos se utilizó el patrón de manchas; pero dado que se obtuvieron fotografías de ambos flancos de un individuo, se decidió utilizar únicamente las fotografías del flanco derecho.
Resultados
Obtuvimos un total de 31 fotografías independientes de ocelote en 13 estaciones: 10 en la Sierra Negra y tres en la Sierra Mazateca, la mayoría con una separación mayor a 1.5 km en línea recta (Figura 1). Se lograron identificar seis individuos en cinco de las 13 estaciones (dos en una misma estación), cinco individuos de sexo indeterminado y una cría. La hembra de la cría no pudo ser diferenciada por el patrón de manchas, debido a la baja calidad de la foto, por lo que no se incluyó en los resultados. Se nombraron LP (Leopardus pardalis) y se les asignó un número consecutivo (Tabla 1; Figura 2). En ocho estaciones, por la calidad de la fotografía o por el flanco en el que fue tomada (izquierdo), no fue posible determinar si se trataba de individuos distintos a los ya identificados. Mediante las entrevistas semiestructuradas obtuvimos seis registros adicionales. En la Sierra Mazateca nos mostraron tres pieles en tres comunidades: Dolores, Agua de Paxtle y Rio Sapo; un cadáver congelado para taxidermia en Rio Sapo y un individuo en cautiverio en San Miguel Nuevo. En la Sierra Negra nos mostraron una piel en Mazatzongo de Guerrero. Por consiguiente, registramos un total de 12 ocelotes en el área de estudio, cinco en la Sierra Negra, Puebla y siete en la Sierra Mazateca, Oaxaca (Tabla 1), éstos ocurrieron en zonas fragmentadas, con presencia de selva alta perennifolia, bosque mesófilo de montaña y acahuales y cercanos a los asentamientos humanos, entre 1 y 4 km en línea recta (Figura 1).
Discusión y conclusiones
Los resultados de la presente investigación coinciden con los de Michalski et al. (2010), quienes indican que el ocelote tiene tolerancia a ambientes fragmentados. Registramos 12 ocelotes (seis en las estaciones de fototrampeo y seis por evidencia física) en una zona fragmentada, lo cual destaca al compararlos con los nueve ocelotes documentados en la segunda extensión más grande de bosque tropical en México, los Chimalapas (Arriaga et al. 2000; Pérez-Irineo y Santos-Moreno 2014). Debido a que no fue posible diferenciar a los individuos que se presentaron en todas las estaciones, creemos que el número de ocelotes podría estar subestimado. Consideramos que la probabilidad de que se fotografíe el mismo individuo en estaciones espaciadas por más de 2 km es baja; dado que en un arreglo de estaciones separadas por 1.5 km solo tres individuos de 15 fueron fotografiados en más de una estación (Martínez-Hernández et al. 2014) y que el ámbito hogareño del ocelote es de 1.8 a 4.6 km2, el cual se traslapa con el de otros individuos (Torres-Romero 2009). Por lo tanto, cabe la posibilidad de considerar, por lo menos, tres individuos más, los de las estaciones 2, 8 y 11, las cuales tuvieron una separación de 2 km o más en línea recta de aquellas estaciones donde se logró la identificación plena de individuos (Figura 1). De esta manera obtendríamos un total de 15 ocelotes. Los registros de los ocelotes en los Chimalapas ocurrieron a distancias de entre 3 y 5 km de asentamientos humanos (Pérez-Irineo y Santos-Moreno 2014); distancias similares a las de este estudio: 1 a 4 km. La proximidad del ocelote a los poblados puede obedecer a la presencia de presas como el serete (Dasyrpocta mexicana), el cual tiene tolerancia a la presencia humana (Espinosa-Andrade 2012) y presenta el mayor índice de abundancia en la zona de estudio (Galindo-Aguilar 2015), o el tejón (Nasua narica), que se encuentra comúnmente en las milpas (Galindo-Aguilar 2015). El número de registros, la presencia de una hembra con cría y un cachorro en cautiverio sugiere la existencia de una población residente de ocelotes en los bosques tropicales de la Sierra Negra y la Sierra Mazateca y robustece la existencia de conectividad entre las poblaciones de ocelote al sur de la SMO y el sureste mexicano (y potencialmente para otras especies de felinos) mediante el propuesto corredor biológico de la Sierra Madre Oriental (Dueñas-López et al. 2015).