Los modelos de distribución de especies tienen el propósito de determinar y mapear componentes del nicho ecológico de las especies en el espacio y a lo largo del tiempo (Guisan y Zimmermann, 2000; Guisan y Thuiller, 2005; Mateo et al., 2011). Las variables predictivas que se utilizan en los modelos, se espera que definan los factores que delimitan las condiciones favorables para la presencia de las especies. La selección de variables predictivas es de gran importancia puesto que de ello depende la validez de la interpretación de los modelos y, por consiguiente, la contribución de éstos al conocimiento de los mecanismos relacionados a los patrones de distribución de las especies y a la precisión en la tipificación de los nichos ecológicos. Idealmente, la selección de variables predictivas debería estar orientada a la incorporación de procesos ecológicos claves que afectan la distribución de las especies de manera directa (Guisan y Thuiller, 2005; Araújo y Guisan, 2006; Thuiller et al., 2008). Las variables predictivas representan gradientes directos cuando constituyen variables que tienen alguna influencia sobre la fisiología de los organismos, como por ejemplo nutrientes o la disponibilidad de agua en el suelo. Por el contrario, representan gradientes indirectos cuando no tienen una relación directa con la fisiología de éstos, pero tienen una fuerte correlación con los gradientes directos (Guisan y Zimmermann, 2000).
Austin et al. (2006) y Austin (2007) han argumentado que el uso de predictores que tienen una relación directa con la respuesta de las especies es importante para poder vincular la modelación estadística con la teoría ecológica, pudiendo también aumentar la capacidad de predicción de los modelos. La modelación de nichos ecológicos y áreas de distribución, sin embargo, se basa típicamente en variables puramente climáticas que no necesariamente representan los gradientes ambientales relacionados de manera directa con la distribución de las especies (Austin y Van Niel, 2011). Parámetros como temperatura promedio, precipitación anual, valores mensuales de precipitación o máximos y mínimos mensuales de temperatura, se asume muchas veces que están ligados de manera directa con los factores causales de la distribución de las especies; aunque ésto raramente sea puesto a prueba (Franklin, 2010a; Austin y Van Niel, 2011). Dado el efecto directo o indirecto del sustrato (material parental y suelo) en la disponibilidad de nutrientes y agua, los mapas de geología y suelos son también utilizados con frecuencia como variables predictivas en la modelación de nichos ecológicos (Franklin, 2010a). Todas estas variables son seleccionadas muchas veces por su simplicidad o por ser las únicas disponibles (Synes y Osborne, 2011). Sin embargo, cuando la verdadera distribución de una especie es incierta y los datos disponibles no son suficientes para tipificar el espacio actual del nicho ecológico, la interpretación de modelos basados en variables sustitutas de los factores que realmente afectan la distribución de los organismos puede resultar particularmente difícil de justificar (Soberón y Peterson, 2005; Pearson et al., 2006; Franklin, 2010b). Dadas las limitaciones de esta aproximación, los resultados obtenidos pueden ser imprecisos y varían entre modelos (Thuiller et al., 2004; Akcakaya et al., 2006; Botkin et al., 2007). La disponibilidad de conjuntos de datos climáticos como Worldclim o UNIATMOS-UNAM (para México, Centroamérica y Sur de EUA), ha supuesto un avance muy importante para el desarrollo de modelos de distribución. Como solución parcial, algunas de estas bases de datos proporcionan una serie de variables ‘bio-climáticas’ que permiten aumentar la interpretabilidad de los modelos generados respecto a los procesos que afectan a los organismos (Hijmans y Graham, 2006). Sin embargo, dichas variables han sido derivadas a partir de ecuaciones que combinan variables climáticas usando reglas sencillas, por lo que continúan siendo imprecisas para reflejar de manera verdadera los procesos que afectan su distribución (Piedallu et al., 2013). Existe, por otra parte, abundante conocimiento sobre los procesos eco-fisiológicos y biofísicos que gobiernan las relaciones entre las especies y el medioambiente, que puede ser utilizado para seleccionar variables potenciales que verdaderamente describan la distribución de las especies (Guisan y Zimmermann, 2000; Austin, 2007). Modelos mecanísticos o de procesos intentan representar matemáticamente los procesos fisiológicos y biológicos que traducen un factor físico o ambiental en una respuesta. En tales casos se construyen ecuaciones que intentan modelar la respuesta de una especie bajo distintos niveles de esos factores. Los modelos estáticos o correlativos, por el contrario, sólo construyen expresiones estadísticas que mejor puedan explicar la relación entre los lugares donde una especie está presente y los factores ambientales en esos lugares (Kearney y Porter, 2009; Buckley et al., 2010).
Un factor determinante para el desarrollo y la sobrevivencia de muchas especies de plantas es la duración de la estación de crecimiento. En áreas templadas, la estación de crecimiento es parcialmente determinada por la temperatura y la radiación solar. En los trópicos, en cambio, la estación de crecimiento está limitada principalmente por la disponibilidad de agua. Los efectos eco-fisiológicos del estrés hídrico sobre las plantas han sido extensamente documentados, incluyendo disminución en la transpiración e inhibición de la fotosíntesis, pudiendo resultar en la muerte de éstas si las sequías son severas o frecuentes (Reichstein et al., 2007). Si bien la relación entre la disponibilidad de agua y la distribución de la vegetación ha sido reconocida desde hace décadas (Stephenson, 1990), el balance hídrico en los suelos es raramente utilizado para modelar la distribución geográfica de las especies vegetales a una escala regional (Piedallu et al., 2013). Algunos estudios recientes han mostrado la utilidad de caracterizar la respuesta de las plantas al contenido de agua en los suelos (Lebourgeois et al., 2005; Engelbrecht et al., 2007; Granier et al., 2007; Lutz et al., 2010). En dichos estudios, la respuesta individual de las plantas a la disponibilidad de agua ha sido identificada como determinante de la diferenciación de nicho.
A pesar del gran avance en el desarrollo de técnicas y métodos para generar información espacial relacionada a procesos climáticos a escalas globales, la disponibilidad de descriptores ecológicos que influyen en la fisiología de las plantas es muy limitada (Synes y Osborne, 2011). Calcular el balance hídrico del suelo requiere de información que puede ser difícil de obtener. Medidas empíricas de evapotranspiración potencial pueden obtenerse a partir de datos generados por estaciones climáticas, sin embargo la información proporcionada por estos instrumentos resulta por lo general notoriamente inconsistente. Esta es la razón por la cual no existen capas de evapotranspiración disponibles en bases de datos como la de Worldclim (aunque medidas simples y empíricas de evapotranspiración potencial pueden generarse a partir de éstas). Como resultado, los ecólogos se inclinan generalmente por utilizar índices simples derivados directamente del patrón anual de precipitación (Piedallu et al., 2013). Por ejemplo, una regla convencional típicamente utilizada es que la precipitación excede la evapotranspiración durante meses con más de 100 mm de lluvia. Este criterio ha sido utilizado para calcular la estación de crecimiento para las plantas y generar modelos de distribución de especies (Golicher et al., 2012). Este criterio, sin embargo, utiliza una regla sencilla, lo cual es sensible a una decisión arbitraria sobre la cantidad de precipitación mensual necesaria para el crecimiento. Además la precipitación es un proceso estrictamente físico; mientras que la evapotranspiración está sujeta a procesos eco-fisiológicos y biológicos que son los que gobiernan las relaciones entre las especies y el medioambiente (Thornthwaite, 1948). Otra alternativa es utilizar NDVI (Normalizad Difference Vegetation Index), puesto que esta variable se encuentra correlacionada con productividad. Áreas con mayor NDVI presentan mayor transpiración que áreas donde el NDVI es menor. La respuesta general de las plantas al estrés hídrico se traduce en un uso conservativo de los recursos, caracterizado por una respuesta en general poco pronunciada y encaminada más al ahorro y la tolerancia que al gasto y la productividad (Valladares et al., 2008). Especies caducifolias, por ejemplo, adaptadas para sobrellevar la sequía, muestran una productividad baja o moderada en comparación con especies perennifolias. Sin embargo, NDVI se encuentra también afectado por el uso del suelo, integrando dos procesos en uno. Por lo tanto, si bien el NDVI representa una variable que puede ser considerada en la modelación de la distribución de especies, no es apto para construir un modelo basado exclusivamente en el clima.
La meta del presente trabajo fue mapear la dinámica anual de humedad del suelo a lo largo de Mesoamérica y comparar la habilidad de este proceso para describir el nicho ecológico de grupos de especies de árboles mexicanos con diferente grado de tolerancia a la sequía en relación a descriptores puramente climáticos, particularmente precipitación anual. Las metas específicas del trabajo fueron: (1) Evaluar si la capacidad predictiva de modelos incorporando el balance hídrico del suelo aumenta en comparación con modelos basados en precipitación anual, especialmente a medida que el factor hídrico contribuye más a explicar la distribución de las especies, (2) comparar la capacidad predictiva de modelos incorporando estas dos variables en relación a grupos de especies con diferentes intervalos de tolerancia a la sequía y (3) determinar la proporción de especies en los diferentes grupos cuya distribución no se logra predecir mejor a través del uso de índices de disponibilidad de agua en el suelo y explorar posibles razones por las cuales el uso de modelos mecanísticos contribuye a la tipificación del nicho ecológico de las especies. Con este trabajo se busca responder (1) si el balance hídrico del suelo calculado a escala regional es un predictor valioso para entender diferencias en la distribución de especies de zonas tropicales cálidas con diferente grado de tolerancia a la sequía y (2) si al considerar aspectos más mecanísticos en el proceso de modelación es posible captar mejor el nicho ecológico de especies cuya distribución está limitada mayormente por la disponibilidad de agua.
Materiales y métodos
Datos de las especies. Se seleccionaron 258 especies de árboles mexicanos, asociados a cinco diferentes ecosistemas que varían en su grado de exposición a los períodos de sequía, y abarcando un amplio intervalo de variación altitudinal. Se definieron cinco grupos de especies con base en la revisión de bibliografía y descripciones disponibles en sitios Web como Trópicos® (<http://www.tropicos.org/> consultado en agosto de 2012) y Missouri Botanical Garden (MOBOT) (<http://www.missouribotanicalgarden.org/> consultado en agosto de 2012). Tres grupos integran especies de ecosistemas de regiones tropicales cálidas: (1) Especies de bosques tropicales caducifolios (es decir, especies expuestas a períodos prolongados de déficit hídrico), (2) especies de matorrales xerófilos (es decir, especies expuestas a períodos más prolongados de déficit hídrico que las especies del primer grupo), (3) especies de bosques tropicales húmedos (es decir, especies expuestas a períodos cortos de sequía). Otros dos grupos integran especies de ecosistemas de regiones tropicales montañosas, incorporando variación altitudinal en la definición de grupos, (4) especies de bosques mesófilos de montaña y (5) especies de bosques de pino-encino y coníferas.
Se recopilaron datos de colectas botánicas para la región de América tropical, provenientes de tres fuentes diferentes de información: (1) La extensa base de datos del Global Biodiversity Information Facility (GBIF) (http://www.gbif.org/), (2) el Sistema Nacional de Información de Biodiversidad (SNIB) (http://www.conabio.gob.mx/remib/doctos/snib.html) de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) (http://www.conabio.gob.mx/) y (3) la Red Internacional de Inventarios Forestales BIOTREE- NET (http://www.biotreenet.com/espanol/html/).
Los datos de las especies fueron agregados espacialmente a una resolución de 1 × 1 km y se seleccionó, para cada especie, un dato único por cada celda independiente con información. Este procedimiento sirvió también como criterio de selección, considerándose únicamente especies para las cuales se contara con más de 20 datos independientes de presencia.
Variables predictivas. Se utilizaron cuatro variables predictivas relacionadas con temperatura y humedad, seleccionadas por poseer propiedades contrastantes y considerable grado de ortogonalidad. Tres de estas variables son de naturaleza puramente climática: (1) temperatura media anual (la cual se encuentra relacionada con elevación y con latitud), (2) intervalo anual de temperatura (que es una medida de estacionalidad y está determinada, hasta cierto punto, por la latitud) y (3) precipitación anual (relacionada con cualquier medida de duración y severidad de la estación seca). Estas tres variables se obtuvieron de la base de datos de WorldClim (<http://www.worldclim.org/> consultado en junio de 2012). La cuarta variable cuantifica el balance de agua en el suelo. Las plantas requieren del agua retenida en el suelo para sus diferentes procesos fisiológicos y biológicos; por lo tanto dicha variable representa un factor de crecimiento que puede controlar la distribución de las especies. El efecto de la temperatura se simplifica entonces al promedio anual y el intervalo; y se definen, por otra parte, una variable indirecta (es decir, precipitación anual) y otra directa (es decir, balance de agua en el suelo) relacionados con la disponibilidad de agua para las plantas.
La dinámica de humedad del suelo se calculó a partir de un modelo de cubeta, que toma como variables de entrada los mapas mensuales de precipitación de WorldClim y mapas mensuales de evapotranspiración potencial (ETP). Conociendo empíricamente el comportamiento de pérdida de agua del suelo, sin conocer todos los atributos y las complejas interrelaciones que lo gobiernan, se espera que el espacio del nicho ecológico de una especie sea previsible satisfactoriamente a partir de la estimación de la evapotranspiración, deficiencia y excedente hídricos; utilizando un modelo mecanístico. Para modelar la cantidad de agua que puede ser evaporada y transpirada dada la disponibilidad de agua en el suelo, se calcula la evapotranspiración real como una función del agua en el perfil de suelo y la evapotranspiración potencial.
La ecuación de Priestley-Taylor (Priestley y Taylor, 1972) es una de las más utilizadas en la actualidad para calcular ETP a escalas regionales o mayores. La forma más simple de esta ecuación considera temperatura y latitud como variables de entrada, aunque también funciona integrando la radiación solar neta. Es particularmente útil porque permite obtener estimaciones de la evapotranspiración potencial en ausencia de datos de humedad relativa y velocidad del viento, sustituyéndolos por un factor adimensional denominado “Coeficiente de Priestley-Taylor”. La ecuación de Priestley-Taylor está implementada en el paquete EcoHydRology (Fuka et al., 2014) del lenguaje de programación para análisis estadístico R (R Development Core Team, 2008) y fue adaptada en este trabajo para calcular ETP utilizando las capas de información de ‘Wordlclim’. Los datos de entrada utilizados incluyen: (1) las 36 capas de ‘Worldclim’ con información sobre temperaturas mínimas mensuales (12 capas), temperaturas máximas mensuales (12 capas) y precipitación mensual (12 capas); y (2) la latitud en radianes. A partir de los datos de entrada y la ecuación de Priestley-Taylor, se calcularon mapas mensuales de ETP (en mm/día) con una resolución espacial de 1 × 1 km. Las coberturas mensuales de ETP se encuentran disponibles en la siguiente dirección: http://geoserv.ecosur.mx/htmls/ModelosCubetaCapas.html[HT1]
Cálculo del balance hídrico del suelo. La evapotranspiración actual (ETA) es la cantidad de agua que puede ser evaporada y transpirada dada la disponibilidad de agua en el suelo. ETA se vuelve menor que ETP cuando la cantidad de humedad acumulada en el suelo decrece. Para modelar la dinámica de este proceso se usó un modelo de cubeta simplificado (Schaake et al., 1996). El contenido de agua en un perfil uniforme de suelo con una profundidad de un metro y porosidad de 0.5, fue calculado mensualmente con base en la diferencia entre precipitación y ETP:
Donde H representa la cantidad de agua en mm en un perfil de suelo uniforme, P es la precipitación diaria, ETA es la evapotranspiración actual y P e es la escorrentía que ocurre cuando el perfil está saturado.
ETA es considerada como una función del agua en el perfil del suelo y la evapotranspiración potencial:
Donde H es la cantidad de agua en el perfil, H sat es la cantidad de agua cuando el perfil está saturado y H pwp es la cantidad de agua en el punto de marchitez permanente.
El modelo no toma en cuenta la variabilidad en la profundidad ni en la porosidad de los suelos. El modelo en esta forma considera un valor de profundidad efectiva moderado y una porosidad moderada. Se justifica la omisión considerando la meta de producir un cálculo aproximado del balance hídrico a una escala regional. El efecto de la estructura del suelo afecta el balance hídrico a escala de cuencas, pero éste es difícil de incorporar en una forma consistente a escala regional dada la marcada variabilidad edáfica (sistemática y aleatoria) que puede ocurrir a escalas espaciales reducidas (Sharma y Luxmoore, 1979; Harrison et al., 1990). El modelo toma como variables de entrada los modelos mensuales de ETP generados, y los mapas mensuales de precipitación obtenidos de ‘WorldClim’. Cada celda del área mapeada se considera como una cubeta individual no conectada con las que la rodean. La resolución temporal de la simulación es diaria. Para simular una resolución temporal diaria, el mapa mensual de precipitación del mes correspondiente se divide entre 30 días, y el valor resultante de precipitación se aplica a cada uno de los días del mes. En cada día de la simulación, se le suma a la cubeta el agua caída con la precipitación, y se le resta la pérdida por evapotranspiración. El día 30 de cada mes se monitorea el contenido de la cubeta, y se escribe en un mapa. La resolución espacial es de 1 km. La dinámica anual de humedad del suelo se calcula, finalmente, como la sumatoria de los valores mensuales de contenido de agua en el suelo. Los modelos generados se encuentran disponibles en la siguiente dirección: http://geoserv.ecosur.mx/htmls/ModelosCubetaCapas.html[HT2]
Modelos de distribución de especies. El ajuste de modelos de distribución se llevó a cabo utilizando modelos aditivos generalizados (GAM) con el paquete ‘mgcv’ (Wood, 2011) del lenguaje de programación para análisis estadístico R. Este método incorpora funciones no paramétricas que se adaptan mejor a estructuras no lineales de los datos. Se trata de modelos de regresión basados en polinomios continuos por intervalos (splines) que proporcionan una potente alternativa para introducir variables explicativas continuas con efectos no lineales sobre la variable dependiente. GAM es reconocido actualmente como un método versátil para la modelación de la distribución de especies (Guisan y Zimmermann, 2000; Thuiller, 2003; Segurado y Araújo, 2004; Elith y Leathwick, 2009). Modelos GAM requieren de datos de seudo-ausencias. Se generaron mil datos de seudo-ausencia de manera aleatoria siguiendo las recomendaciones de Barbet-Massin et al. (2012).
Para cada especie se ajustó: (1) Un modelo simple utilizando temperatura promedio anual, intervalo de temperatura y precipitación anual (Panual). Los datos son datos binarios, por lo que se utilizan modelos GAM de la familia binomial. Sin embargo, como no hay interés en evaluar la significancia estadística de modelos ajustados a datos de seudo-ausencias (puesto que el tamaño de la muestra es arbitrario), se utilizan también modelos gausianos con el fin de simplificar la interpretación. (2) Un modelo GAM utilizando temperatura promedio anual, intervalo de temperatura anual y dinámica anual en la humedad del suelo (DHanual). Este modelo es seguramente más realista puesto que el modelo de cubeta que determina la dinámica de humedad del suelo debe representar el patrón de estrés hídrico a lo largo del año.
El poder predictivo de DHanual en relación a Panual, se evaluó y comparó con cálculos del área debajo de la curva. Se ajustaron, de manera complementaria, modelos basados únicamente en las variables relacionadas con temperatura. El propósito de hacer ésto no se trata de comparar modelos ajustados con diferente número de variables predictivas, sino estimar la diferencia en el aporte proporcionado a cada modelo por Panual en comparación con DHanual.
Idealmente la evaluación de modelos debería llevarse a cabo a partir de datos independientes los cuales son difíciles de obtener. Técnicas como la de validación cruzada y bootstrapping comparten el supuesto de que muestras seleccionadas al azar a partir de un conjunto de datos originales constituyen observaciones independientes y, por lo tanto, son adecuadas para la validación de modelos. Sin embargo, el supuesto de independencia no es cierto en el caso de datos espacialmente auto-correlacionados. De la misma manera, el problema de la auto-correlación espacial no se resuelve por aplicar remuestreo al azar del conjunto de datos originales, ni tampoco mediante la realización de muestreos adicionales dentro de la región modelada (Araújo et al., 2006). Por el contrario, una forma simple de evaluar la capacidad discriminatoria de modelos de distribución cuando no se cuenta con datos independientes, es dividiendo los datos espacialmente. Siguiendo este enfoque, se calcula la mediana de la longitud de todos los datos de presencia y se ajustan modelos a la mitad Este de la distribución. Estos modelos son utilizados para hacer predicciones en la porción Oeste. Luego se repite el proceso ajustando modelos a la mitad Oeste de la distribución y utilizándolos para hacer predicciones en la porción Este. Finalmente se selecciona para cada especie, el modelo asociado al proceso de división espacial que produce mejor ajuste.
Resultados
La Figura 1 compara el incremento en el AUC asociado a la incorporación de Panual vs. DHanual a modelos que integran temperatura anual promedio y intervalo anual de temperatura. El incremento promedio en el AUC para modelos que incluyen Panual fue de 0.03 (valor promedio del AUC = 0.84), mientras que para modelos que incluyen DHanual fue de 0.07 (valor promedio del AUC = 0.89). Los modelos basados en la dinámica de humedad del suelo mostraron tener un poder predictivo promedio significativamente más alto que aquellos basados en precipitación (promedio de la diferencia en el AUC, + 0.049, P < 0.001). Esto es predominantemente cierto a medida que la contribución del factor hídrico al rendimiento de los modelos es mayor. Es decir, a medida que el incremento en el AUC asociado al componente hídrico es mayor, DHanual tiende sistemáticamente a ajustar mejores modelos que Panual (Figura 1). En numerosos casos, el ajuste de modelos basados en DHanual y Panual fue similar. Esto ocurre principalmente cuando las variables asociadas con temperatura ajustan gran parte de la distribución de las especies (es decir, cuando el incremento en el AUC asociado al factor hídrico es < 0.05; ver la Figura 1).
Por otra parte, se examinó la capacidad predictiva de los índices de humedad para los grupos de especies definidos de acuerdo con su tolerancia a la sequía. Los modelos basados en la dinámica de humedad del suelo mostraron mejor ajuste que aquellos basados en precipitación, para los grupos de especies de bosque tropical caducifolio, bosque tropical perennifolio y matorrales xerófilos (Tabla 1). El detalle del ajuste de modelos especie por especies se presenta en el Anexo 1.
DHanual mostró una capacidad significativamente mayor que Panual para predecir la distribución de especies que presentan una respuesta general al estrés hídrico caracterizada por el ahorro y la tolerancia (Figura 2). Esto ocurrió para la totalidad de las especies asociadas a comunidades arbustivas de zonas áridas y semiáridas, con clima seco y lluvias escasas (es decir, matorrales xerófilos); así como también para la mayoría de las especies asociadas a comunidades arbóreas de clima cálido, con crecimiento en altura poco pronunciado y con una estación de secas y otra de lluvias muy marcadas a lo largo de año (i.e. bosques tropicales caducifolios) (Tabla 1). Para unas pocas especies asociadas al bosque tropical caducifolio, el ajuste de modelos basados en DHanual fue similar que al considerar Panual. Esto ocurrió, específicamente, para diez especies del total de 64 especies que conformaron el grupo mencionado; tratándose de especies que en su mayoría pudieron ser identificadas como especies cuya distribución se encuentra asociada con factores no climáticos: (1) Acacia bilimekii J.F.Macbr. es una especie frecuente de vegetación de palmares, (2) Cameraria latifolia L. asociada a selvas bajas inundables e incluso manglares, (3) Eugenia laevis O.Berg. es típica de zapotales, (4) Heliocarpus palmeri S.Watson es una especie riparia, al igual que (5) Ficus membranacea C. Wright que se encuentra asociada a bosques de galería colindantes con el bosque tropical caducifolio y bosque tropical subcaducifolio, (6) Caesalpinia platyloba S. Watson crece en bosques secos, deciduos, en la línea de costa sobre terreno arenoso, (7) Mimosa eurycarpa B.L.Rob. está asociada a suelos de areniscas. Los modelos de distribución que se muestran en la Figura 3 son ejemplo de dos especies de bosques secos para las cuales el uso de DHanual permitió ajustar mejores modelos que al usar Panual.
La capacidad predictiva de DHanual fue también mayor que Panual para el grupo de especies de bosques tropicales húmedos; sin embargo, la magnitud en el incremento promedio del AUC fue marcadamente menor en relación a los dos grupos anteriores. De la misma manera, la proporción de especies cuya distribución se explica mejor a partir de DHanual, fue marcadamente menor en relación a los grupos de especies de bosques secos. En cuanto a los grupos de especies asociadas a bosques mesófilos de montaña y pino-encino, el ajuste de modelos basados en DHanual no mostró ser mejor que el ajuste de modelos obtenido a partir de Panual. Los modelos obtenidos en tales casos pueden interpretarse en términos de una distribución mayormente asociada a la respuesta de las especies a la temperatura o del intervalo altitudinal preferido por las especies (dado que las variables asociadas a temperatura están altamente correlacionadas con elevación). Los modelos de distribución que se muestran en la Figura 4 son ejemplo de dos especies de bosques tropicales de montaña para las cuales el ajuste de modelos basados en DHanual y Panual fue similar. Los modelos de distribución generados para todas las especies, sumado a un diagnóstico detallado para cada modelo, pueden consultarse en la siguiente liga: http://geoserv.ecosur.mx.
Discusión
Los resultados obtenidos sugieren que el balance hídrico del suelo calculado al nivel regional es un predictor valioso para entender diferencias en la distribución de especies de zonas tropicales cálidas con diferente grado de tolerancia a la sequía, aún sin la adición de detalles específicos de las características del suelo. En el presente trabajo se pone en evidencia que el uso de variables puramente climáticas como precipitación anual, puede ser inadecuado para representar la disponibilidad de agua en el suelo para las plantas. De acuerdo con Piedallu et al. (2013), variables climáticas simples relacionadas con precipitación pueden no traducirse en reserva de agua para las plantas cuando no hay humedad acumulada en el suelo, subestimando la importancia del agua para las mismas; de la misma manera puede sobreestimar el estrés hídrico cuando no llueve pero sí hay humedad acumulada en el suelo.
Se demostró, además, que cuando se consideran aspectos más mecanísticos en el proceso de modelación, es posible captar mejor la distribución de especies que responden mayormente al clima. Nuestros resultados muestran claramente que los proxies puramente climáticos pueden conducir a una subestimación de la importancia del agua en estudios de distribución de plantas; una conclusión que está de acuerdo con numerosos estudios que demuestran el papel fundamental del balance hídrico del suelo en la fisiología de los árboles y el crecimiento (Lebourgeois et al., 2005; Granier et al., 2007). Por lo tanto, este trabajo proporciona información útil para entender la importancia del balance hídrico como determinante de la distribución de árboles tropicales.
La variable climática Panual sigue siendo un índice apropiado para predecir la distribución de 60 % de las especies de árboles estudiadas; en tales casos la capacidad predictiva de Panual fue similar a la de DHanual. Estas especies fueron principalmente especies de bosques templados de áreas montañosas, cuya distribución está menos influenciada por la disponibilidad de agua. Su distribución parece estar influenciada principalmente por la temperatura; teniendo las variables hídricas estudiadas, poca influencia sobre su distribución. Esto permite que las diferentes variables asociadas al componente hídrico puedan ser utilizadas en los modelos de manera indistinta. En tales casos debería considerarse de manera explícita la incorporación de elementos espaciales en los modelos, específicamente elevación, lo cual podría mejorar los modelos predictivos dado que los intervalos altitudinales podrían contribuir a definir mejor la distribución de especies de áreas montañosas. Estos resultados complementan la investigación en áreas templadas montañosas, donde se identifica a la temperatura como un predictor apropiado y preciso de la distribución de las plantas (Rorison et al., 1986; Grace, 1987; Gottfried et al., 1999; Mckenzie et al., 2003; Morin et al., 2007).
Por el contrario, se demuestra que la disponibilidad de agua es un determinante más importante que la temperatura, en la determinación de la distribución de especies de árboles de regiones tropicales cálidas. Para especies de zonas tropicales cálidas, el balance hídrico del suelo se comporta mejor que los proxies climáticos. En este sentido, el mayor efecto de la disponibilidad de agua en comparación con otros predictores climáticos simples ha sido previamente reportado (Piedallu et al., 2013). En bosques tropicales caducifolios y matorrales xerófilos donde es común que las plantas queden expuestas a períodos de estrés hídrico, dominan las especies caducifolias adaptadas para minimizar la pérdida de agua durante los períodos de baja disponibilidad. Modelos con una perspectiva más mecanística, que incorporan procesos como el balance hídrico, representan de manera más adecuada la disponibilidad de agua en el suelo para las plantas y permiten obtener mejores predicciones de la distribución de este tipo de especies. Para diversas especies de bosques tropicales húmedos, la capacidad predictiva de Panual fue similar a la de DHanual. Cabe señalar, en este sentido, que los bosques tropicales húmedos pueden consistir o no, en bosques estacionales con temporadas cortas sin lluvias incluyendo especies de bosques subperennifolios a subcaducifolios y selvas altas a medianas, pudiendo de esta forma estar relacionados con bosques estacionales que presentan numerosas especies de árboles que pierden las hojas en la temporada de sequía. Es posible, entonces, que especies asociadas a ambientes más estacionales en cuanto a la disponibilidad de agua, sean las que tienden a mostrar un mejor ajuste a partir de DHanual. De la misma manera que especies asociadas a ambientes menos estacionales sean las que tienden a mostrar similar ajuste a partir de Panual o DHanual.
Cabe señalar, finalmente, que DHanual introduce una importante fuente de incertidumbre respecto a la información climática debido a la dificultad de integrar los parámetros del suelo y la variabilidad espacial en el contenido de agua en el suelo a escalas locales debido a atributos geomorfológicos; como se ha observado en estudios a escala local (Lookingbill y Urban, 2004; Dyer, 2009). Por otra parte, la escorrentía tampoco ha sido incluida en el cálculo del balance hídrico, a pesar de la probabilidad que tiene de mejorar la calidad de las estimaciones (Redding y Devito, 2008). Las mejoras en el cálculo de balance hídrico del suelo pueden proporcionar un mayor conocimiento de la importancia de las variables de agua del suelo en los modelos de distribución en el futuro. En regiones tropicales, donde nuestra comprensión sobre la distribución geográfica de la mayoría de las especies se encuentra aún incompleta, el uso de este tipo de aproximaciones podría contribuir a mejorar nuestra comprensión sobre los mecanismos relacionados a los patrones de distribución de las especies y permitir una tipificación más precisa de los nichos ecológicos. En el actual contexto de cambio climático, el uso de predictores relevantes es crucial para evaluar las consecuencias en términos de cambios en la vegetación. Estos predictores también pueden contribuir a la identificación de refugios u oportunidades potenciales para la expansión local en el contexto de la migración de las especies (Keppel et al., 2012).
El desarrollo de métodos eficientes para estimar el agua disponible en el suelo a escalas regionales o mayores, es un paso necesario e importante en la evaluación de los efectos del estrés hídrico en las plantas. El uso de mapas de dinámica de humedad del suelo mejora nuestra comprensión de los mecanismos relacionados con los patrones de distribución de las plantas y permite una mejor determinación de los nichos ecológicos de las especies. Mapas de tipos de suelo y geología podrían contribuir a definir mejores modelos de disponibilidad de agua. Sin embargo, el uso de mapas digitales de geología y suelos puede ser problemático puesto que este tipo de mapas han sido generados comúnmente utilizando una perspectiva cartográfica, la cual tiene un propósito principalmente comunicativo y el objetivo de proporcionar modelos meramente visuales (Goodchild, 1988; Demers, 1991). Sólo en décadas recientes se ha comenzado a elaborar mapas de geología y suelos con base en sensores remotos y modelos predictivos (Scull et al., 2003). La escala gruesa de este tipo de mapas, sin embargo, continúa dificultando su incorporación en la construcción de modelos de disponibilidad de agua en el suelo (Franklin, 2010a).